La nueva Estrategia de Seguridad Nacional española: el pacto entre PP y PSOE
CEPRID
Las dos caras principales del capitalismo español se han puesto de acuerdo para elaborar una nueva Estrategia de Seguridad Nacional 2013 que es completada con la aprobación de un Real Decreto sobre la composición del Consejo de Seguridad Nacional. El hecho, que ha pasado desapercibido, tuvo lugar el 30 de mayo y pone de manifiesto cómo no hay diferencia alguna entre estos dos partidos en lo que atañe a la política exterior española y sus “desafíos” (1) que son, principalmente, comerciales y económicos.
Lo curioso
del caso no es que PP y PSOE sean las dos caras de la misma moneda y se
hayan puesto de acuerdo en una política exterior en la que apenas
tienen diferencias, sino que por parte del PSOE quienes han negociado
con el PP han sido personajes que tuvieron responsabilidad en los
gobiernos encabezados por Felipe González, mientras que quienes
estuvieron en los de José Luis Rodríguez Zapatero han estado ausentes, a
excepción del tránsfuga de IU Diego López Garrido, ex Secretario de
Estado y actual portavoz de Defensa del PSOE en el Congreso de los
Diputados. Tal vez este dato ayude a comprender por qué Felipe González
mantiene reuniones frecuentes con Mariano Rajoy en el palacio de La
Moncloa y por qué hace declaraciones públicas reforzando la política
depredadora capitalista del gobierno del PP.
Como
es lógico, aún habiendo coincidencia total en la estrategia, serán los
mecanismos de puesta en marcha de la misma –es decir, el PP con su
mayoría absoluta, aunque a buen seguro en nueve de cada diez ocasiones
contará con el respaldo del PSOE, si es que no es en todos pues “el
gobierno se esforzará por tener el máximo respaldo social y
parlamentario” para ello- quienes establezcan el rumbo del “control” de
los “doce riesgos para la seguridad de los españoles” que se recogen
en el documento y que, resumidos, son: “conflictos armados, terrorismo,
ciberamenazas, crimen organizado, inestabilidad económica y
financiera, vulnerabilidad energética, flujos migratorios irregulares,
armas de destrucción masiva, espionaje, emergencias y catástrofes
naturales, vulnerabilidad del espacio marítimo y vulnerabilidad de las
infraestructuras críticas y servicios esenciales”. La novedad respecto a
la Estrategia de Seguridad anterior, que databa de 2011, finalizando
el gobierno Zapatero, es que ahora se incluyen el espionaje y la
seguridad marítima.
Para la nueva
Estrategia de Seguridad Nacional los conflictos armados, aún siendo en
su mayoría de carácter interno, “afectan a la comunidad internacional
y, en algunos casos, a los intereses vitales y estratégicos españoles
y, por ende, a la Seguridad Nacional”. Como más tarde se verá, se
llega a afirmar que “las intervenciones militares serán inevitables”
para defender los intereses españoles y los de los aliados.
En
esta nueva Estrategia de Seguridad Nacional ETA sigue estando
presente, al igual que los yihadistas y se habla de que estos grupos
pueden convertir al Estado español en “objetivo del terrorismo
internacional no sólo por representar a España como parte del imaginario
del Islam” sino por “nuestra implicación decidida en la lucha
contraterrorista, dentro y fuera del territorio nacional”.
Y
lo mismo ocurre con el crimen organizado, con el reconocimiento que
“España es uno de los países europeos en los que la incidencia del
crimen organizado resulta más significativa” por lo que hay que
concienciar a la sociedad en algo que “puede precisar el despliegue de
efectivos en terceros países”.
Es
decir, el Estado español advierte de forma clara que está dispuesto a
guerrear allá donde sea necesario, a enviar tropas donde le digan que
hay que hacerlo y todo ello con la falacia de defender los “intereses
españoles”. Pero claro, en una situación como la que se vive, con la
destrucción de todo lo público en beneficio de lo privado, los
intereses económicos serán los de las grandes empresas y no los de los
ciudadanos, por lo que en esta nueva Estrategia de Seguridad Nacional
hay un apartado especial dedicado a la inestabilidad económica y
financiera, calificada como “uno de los principales riesgos y amenazas
actuales, no sólo por la conflictividad política y social que genera,
sino también porque alimenta y refuerza otros riesgos existentes”.
Por
lo tanto, “la seguridad económica se erige cada vez de forma más clara
y patente en requisito esencial y parte integral de la Seguridad
Nacional, debido a su repercusión en la puesta en marcha de actuaciones
gubernamentales y en el bienestar de los ciudadanos” y, como si
bastase con un golpe de pecho porque ya no se puede ocultar la
realidad, se habla de que “su origen se encuentra en desequilibrios
macroeconómicos o de los mercados, actuaciones ilegales o en el
deficiente funcionamiento de los organismos supervisores”.
Para
hacer frente a ello, justo al contrario de lo que hace el gobierno, se
dice que estos riesgos de carácter económico “se tienen que afrontar
con flexibilidad”. ¿Cómo debe hacerse? Pues si hay que hacer caso de lo
que recoge el documento, “creando empleo de calidad” (sic) y
“estableciendo un marco socio-laboral que contribuya a una gestión
eficaz de las relaciones laborales, basado en el diálogo social con
vistas a la adopción de medidas consensuadas que coadyuven a reducir
los niveles de conflictividad y favorezcan la paz social, que facilite
la estabilidad en el empleo, la creación de puestos de trabajo y la
eficiencia del mercado de trabajo” junto a evitar los desequilibrios,
las crisis sistémicas o fortalecer el euro.
Las
líneas de acción estratégicas que se marcan llevan implícita la
crítica a las nacionalizaciones que se han producido de empresas
españolas en Argentina o Bolivia, por ejemplo, cuando se habla de
“promover la seguridad jurídica en los entornos de inversión de las
empresas españolas con actividad en el exterior” y se dice que se hará
un “esfuerzo estratégico de acción y comunicación permanente en favor de
la reputación e imagen de España, defensa de nuestros intereses en
foros e instituciones económicas y apoyo a la internacionalización de
empresas y emprendedores españoles con el objetivo de contribuir a
construir una ‘marca España’ sólida y positiva, tanto desde el entorno
público como el privado”.
Se
reconoce que España es vulnerable energéticamente “debido a su
transporte por vía marítima a través de puntos críticos como el
Estrecho de Ormuz o el Canal de Suez” y que “cualquier bloqueo,
deliberado o accidental, tiene efectos muy negativos en el mercado
internacional y se puede traducir en interrupciones del abastecimiento
para los países consumidores”; se mantiene el mantra de “la
proliferación de armas de destrucción masiva”, origen de la invasión y
ocupación neocolonial de Irak en 2003 y la presencia española en el
infame “trío de las Azores” junto a Bush y Blair, y se alerta respecto a
Irán cuando se dice que “el desarrollo de programas nucleares
-supuestamente con fines pacíficos- puede suponer una amenaza cuando el
empleo de esa tecnología pretende evitar el cumplimiento de las normas
internacionales sobre no proliferación. En este sentido, y según ha
indicado de manera reiterada la OIEA, el programa nuclear iraní no
corresponde a un desarrollo exclusivamente civil”. Que nadie busque
menciones a Israel, que no las hay.
Las
líneas de acción estratégicas que se marcan abarcan tres aspectos:
abastecimiento, distribución y consumo. Se aboga por un mercado europeo
de electricidad y gas natural, de la mejora de la fiabilidad de las
redes de abastecimiento del gas, del sistema de transporte y
distribución de petróleo y del sistema eléctrico y se dice que hay que
favorecer un marco regulatorio armonizado, transparente y objetivo que
incremente la seguridad jurídica y la competitividad de las empresas
para garantizar, así, el consumo.
Los cambios en el mundo
La
nueva Estrategia de Seguridad Nacional española reconoce que “el mundo
está cambiando profunda y constantemente”, por lo que hay que tener en
cuenta “las rápidas evoluciones del entorno estratégico y abarcan
desde la defensa del territorio a la estabilidad económica y
financiera o la protección de las infraestructuras críticas”. En
varias partes del documento se recoge la preocupación por la
“estabilidad económica y financiera” y se reconoce que “la crisis
financiera y económica que actualmente afecta a España, a la zona euro y
a parte importante de las economías mundiales representa uno de los
mayores retos para la Seguridad Nacional y extrema la necesidad de ser
eficientes en la respuesta”. Esta respuesta sería “una mayor
transparencia del mercado financiero” y una mejor gobernanza económica y
financiera que actuase según lo recogido por el G-20, foro en el que
participa España –el “gran éxito” de Zapatero- como invitado permanente.
Con
el corolario de que el mundo cambia, se identifican los entornos
estratégicos en los que debe moverse el Estado español: UE,
Mediterráneo, América Latina, EEUU y la relación transatlántica,
África, Asia, Australia y Rusia. Y se hace teniendo en cuenta “la
adopción de una postura estratégica por Estados Unidos”, que no es otra
que la diseñada por la Administración Obama en 2012 en la que convierte
a China en su nuevo enemigo y rediseña toda su estrategia alrededor
del eje Asia-Pacífico (2), igual que hace ahora España.
Dentro
de la UE, reconociendo su actual debilitamiento por la crisis y la
incertidumbre en que está sumida su integración política y económica,
se apuesta por dotar a la Política Común de Seguridad y Defensa de “los
medios militares adecuados y creíbles” porque, recoge el documento,
“la UE es la única organización en el mundo en disposición de combinar
medios civiles y militares”. Muchas ONGs y supuestos progresistas
varios deberían tomar nota de lo que conlleva una afirmación de este
tipo cuando, además, hay una lamentación porque se está produciendo una
“disminución del presupuesto dedicado a Defensa de los países de la
Alianza [OTAN]” mientras, en paralelo, se está produciendo “un
incremento del gasto militar o la inversión mantenida en otros países”
lo que, para el PP y el PSOE, conduce a un “desequilibrio estratégico”.
“A
corto plazo, la crisis económica y financiera, así como su impacto en
los presupuestos de Defensa en Occidente, podrían implicar una mayor
renuencia a las intervenciones militares, aunque algunas serán
inevitables. La tendencia es que sean acciones limitadas. El empleo de
nuestras Fuerzas Armadas puede resultar esencial en los conflictos que
eventualmente llegaran a desarrollarse tanto dentro como más allá de
nuestras fronteras”, se afirma textualmente, “dado que España es un
socio solidario de las organizaciones internacionales a las que
pertenece”. Más claro, agua.
Sobre
el Mediterráneo, alabando los supuestos cambios que se están
produciendo en la zona, se considera que “la exclusión de grupos
sociales o la utilización de la violencia para obtener ventajas
políticas pueden determinar un escenario altamente inestable con
consecuencias muy negativas para los países de la ribera sur y la
seguridad de toda la región”. Los ingenuos podrían pensar que debería
haber alguna autocrítica sobre la guerra de Libia o Siria, pero estos
dos países sólo se mencionan en dos líneas: “crisis recientes como la de
Libia y, concretamente, la de Siria, nos recuerdan la fragilidad de un
espacio sensible en términos de seguridad”.
Lo
más jugoso de esta nueva Estrategia de Seguridad Nacional española
está en lo referente a América Latina, puesto que ya desde las primeras
líneas se hace una mención expresa a la potenciación de las relaciones
de España con Brasil y México, “los dos grandes socios estratégicos en
la región [latinoamericana], que se consolidan como actores globales”,
y la Alianza del Pacífico, a la que considera “tiene el potencial de
servir de puente para España en la región Asia-Pacífico”. El documento
recoge que la apuesta española por los países latinoamericanos de la
Alianza del Pacífico (México, Chile, Colombia, Perú) se debe a que
estos países concentran el 40% del comercio y la inversión española en
la América Latina, pero nada menciona del otro porcentaje ni de cómo
aumentarlo, fortalecerlo o no perderlo salvo esas referencias a la
seguridad jurídica de las empresas españolas recogidas más arriba. La
mención al eje Asia-Pacífico no es casual y tiene que ver con la
apuesta imperialista por debilitar el ALBA y, en menor medida, la
CELAC. Ninguna de estas instituciones es mencionada en el documento
español.
De África se mencionan
tres zonas “vitales” en las próximas décadas: el Sahel, el Cuerno de
África y el Golfo de Guinea. Se alaba la guerra de Mali –que no se
menciona, sólo se habla de “actuación”- y se alerta sobre las otras dos
zonas en cuanto a su potencial peligro “en la inseguridad marítima, el
abastecimiento energético y los flujos comerciales”.
Algo
parecido ocurre con Asia donde, reconociendo que China se consolida
como “polo de influencia en la comunidad internacional que emerge y se
perfila como elemento clave en el nuevo panorama estratégico” por su
influencia en África y América Latina, se alerta sobre los “focos de
tensión” concentrados en Afganistán, Pakistán, Corea del Norte “o los
relacionados con las reivindicaciones territoriales de China”. Resulta
curioso que haya una mención expresa a Australia como “país clave” para
la inserción de los intereses españoles en Asia.
En
cuanto a Rusia, el documento deja translucir un cierto temor cuando
afirma que, dado que es el mayor vecino de la UE y un actor estratégico
fundamental y de gran importancia “en el mercado energético de Europa”
tiene que lograrse una mayor cooperación con Moscú, “imprescindible
para la seguridad y la estabilidad de Europa” aunque no es a la UE a
quien le corresponde dar pasos en ese sentido, sino a Rusia, que “debe
favorecer la solución de conflictos de larga duración en el entorno
estratégico que comparte con la Unión, algo que redundará en la
estabilidad democrática de los países afectados y la seguridad de
todos”.
Conclusiones
La
Estrategia de Seguridad Nacional es más amplia que una estrategia de
defensa. Engloba tanto los aspectos militares como aquellos otros
vinculados a la diplomacia, los recursos económicos o las consecuencias
de la globalización. En todo el documento hay una constante
vinculación entre lo público y lo privado (seguridad marítima,
infraestructuras, contrainteligencia, flujos migratorios –aquí también
con las ONGs-, seguridad energética, seguridad económica y financiera,
ciberseguridad) y apelación al “libre mercado” que indica de forma clara
las prioridades y que pone de manifiesto que parte de la seguridad de
España depende de las grandes empresas y de los grandes agentes que
operan en mercados financieros globales. Así se entiende la postura del
gobierno español con la nacionalización de Repsol-YPF en Argentina, por
ejemplo.
El cambio de concepto,
de defensa a seguridad, no es nuevo pero ahora se refuerza. Si con el
primero el objetivo era la defensa del territorio frente a una
agresión, con el segundo se diluye el ejercicio del poder militar,
aunque está totalmente presente incluso fuera de las fronteras, y se le
da una proyección más amplia y dinámica enmarcando el tema en términos
bilaterales para reforzar el poder coactivo, como se pone de
manifiesto cuando se habla de la UE como “única organización en el
mundo en disposición de combinar medios civiles y militares”.
Desde
esta visión amplia, lo que se muestra es un solapamiento entre los
conceptos de seguridad y defensa. Por otra parte, la defensa
estrictamente militar es un instrumento más de los que dispone el
Estado, si bien, de utilización cada vez más amplia a través de la
“internacionalización” de la misma, de manera que la participación en
misiones internacionales bajo el paraguas de organizaciones
internacionales –ONU, Organización OTAN, Unión Europea, etc.−, hace de
la defensa militar un instrumento del Estado a disposición de su
política exterior.
A estas alturas
de la historia ya no hay lugar para la ingenuidad, aunque se revista de
lenguaje “humanitario”. Y menos cuando se recoge en las líneas de
acción estratégicas que uno de los objetivos es “el fomento de la
conciencia y cultura de defensa, pilares del apoyo de la sociedad
española a la Defensa Nacional, prestando especial atención a la
juventud”.
Notas:
(2) Alberto Cruz, “La nueva estrategia de defensa de EEUU: el último intento por mantener el dominio mundial” http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1355
Alberto
Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su nuevo libro es “Las
brujas de la noche. El 46 Regimiento 'Taman' de aviadoras soviéticas en
la II Guerra Mundial”, actualmente en imprenta y que será editado por
La Caída con la colaboración del CEPRID.
Fuente: http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php/dist/local/cache-vignettes/L50xH60/spip.php?article1684
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