Este país no da espías: del oasis a la granja de Orwell |
Gregorio Morán · · · · · |
24/03/13 |
No
tenemos tradición ni para la llamada novela negra, menos aún para el
género de espías. Los maestros sabían de qué escribían. Dashiell
Hammett, había ejercido de canalla contratado por los empresarios para
dedicarse a romper huelgas, y con toda probabilidad en más de una
ocasión se pasó en la paliza. La tapadera era una agencia de detectives
en la que estaba empleado. La experiencia debió de ser tan demoledora
que de allí salió para cumplir tres cosas que condicionarían lo que le
quedaba de vida: escribir novelas, hacerse comunista -lo que le costaría
cárcel en los Estados Unidos de la libertad y la guerra fría-, y beber
hasta matarse. Tuvo la suerte de conocer a una dama elegante y pija,
valiente hasta la osadía, rica del sur, Lillian Hellman, dramaturga de
éxito y memorialista imprescindible, que le echó la última mano cuando
ya su talento estaba anegado en destilados pero seguía siendo un hombre
digno.
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El
género de espías es un producto de la guerra fría; había precedentes,
el gran Eric Ambler, por ejemplo. Cuando David Cornwell, agente
operativo en la Alemania dividida toma el nombre de John le Carré, han
pasado muchas cosas. Las traiciones de la Central en Londres, donde los
chicos guapos se disfrazaban de comunistas. La más selecta high class
intelectual trabajaba para el enemigo comunista. Para un lector común
pensar que tal o cual personaje se pasa de bando es como un incidente
novelístico. Se equivoca por ignorancia. Que Kim Philby, sin ir más
lejos, el más grande de los espías probablemente del siglo XX, trabajara
para los soviéticos, no tiene nada que ver con la literatura.
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Tendemos
a ver al gulag, a Guantánamo, a los crímenes que leemos, como si se
tratara de textos. No. Son vidas. Que Kim Philby trabajara para el
enemigo significó centenares de vidas que con toda probabilidad
terminaron fatalmente. La tortura a un espía no tiene nada que ver con
lo que la gente cree que es la violencia del Estado. Es la conversión de
un ser humano en un desecho capaz de cualquier cosa con tal de que le
dejen morir. Siempre entendí que Le Carré no quisiera nunca encontrarse
con Philby en Moscú. Lo mismo hizo Graham Greene, otro profesional del
servicio de espionaje. Era como embalsamar a los amigos muertos.
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Nosotros
tenemos muy poco que ver con esto. Nuestros espías, desde los tiempos
de Felipe II -acaba de aparecer un libro sobre su espía principal- son
muy representativos de un Estado frágil, torpe, con escasos recursos de
talento y sin embargo munificente en el pago. En Catalunya nos ha dado
por aquel Garbo que parece que consiguió él sólo ganar el desembarco de
Normandía, pero no solemos recordar que el eminente hombre de negocios y
político Bertrán y Musitu fue el primer jefe de espionaje de Franco
durante la Guerra Civil. Producía cierta pena ver el exagerado
documental que se dedicó a este Joan Pujol Garbo. Un tipo listo que
nunca se enteró de nada que fuera importante. El hombre de la gran
operación de engaño británico de la operación de Normandía se llamaba
Ted Roberson, capaz de inventarse un póquer con comodín para alcanzar la
cima del gran engaño. Nuestro Garbo no tenía ni zorra idea de lo que
estaba en juego, felizmente, porque ni los nazis eran idiotas ni
nosotros talentos tan distinguidos.
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Esta
introducción es imprescindible, creo, para situarnos en un restaurante
discreto llamado La Camarga, donde una agencia dedicada al trabajo sucio
y al cobro limpio, Método 3 (me seduce el nombre), que empezó una
pareja y un chaval dentro de toda sospecha, Francisco Marco, con
inclinaciones que exigen proveedores, colocaron un florero, ¡un florero
con micrófono! Si al difunto Orson Welles le cuentan la historia los
hubiera echado de la habitación por falsarios. Con menos, él había hecho
la obra maestra de El tercer hombre, sin que fuera suya, y sin una sola
chapuza en la impecable realización. (Con Alida Valli. En castigo a un
lapsus antiguo me he comprometido a citar a Alida Valli cada vez que me
refiera a El tercer hombre. Es lo menos que puedo hacer). O los
periodistas somos tontos o disimulamos. Un encuentro entre Alicia
SánchezCamacho, que a mí digámoslo en lenguaje machista me parece un
esperpento, y una chica que dice haber sido amante de un hijo de Jordi
Pujol, experto en este tipo de lances. Se habla de dinero negro, fuga de
capitales e incluso violencia de género, con toques de sexo hard. ¿Y el
florero? ¿Quién estaba interesado en escuchar lo que no le
correspondía? Yo, lo admito, no me reuniría con Alicia Sánchez-Camacho
ni en una floristería; me produce una cierta repulsión física que no sé
muy bien cómo calificar, si de ideológica o mental.
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Pero
eso sucedió en el verano del 2010, cuando gobernaba el tripartito y
aquel inefable Zapatero. Hasta aquí la historia transcurre en el mejor
estilo catalán. No tenemos ni idea de qué va eso del espionaje y los
servicios. Los servicios no tienen sexo. Pero por qué esos tipos de
Método 3, famosos al parecer por haber sido contratados por un tipejo de
aspecto sórdido al que llamaban el nen, que fue jefe de no sé qué del
Barca, luego de Convergència y ahora de la Generalitat, creador de un
grupo al que se llamaba en el gremio los mortadelos, y que responde al
nombre de Xavier Martorell, vinculado a esa especie de cofradía de
masones católicos que orienta el rei del pinyol, expresión intraducible
al castellano y que sería algo así, como el ayudante del padrino, en
términos sicilianos. Pero resulta que los de Método 3 habían sido
contratados, a la sazón, por Pepe Zaragoza, antiguo camillero y luego
líder local del socialismo, más conocido entre su gente, ya sea
militante o compañera de pernada, como el sucio. Cada vez que lo
contemplo en un informativo, admito que me produce pena de telediario,
que diría aquella teórica de las transformaciones profundas en la
Catalunya socialista, Montserrat Tura, y es que le veo como alguien que
va a hacer algo por lo que habremos de sufrir.
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Resumiendo,
hay un individuo, factótum de Método 3 al que todos recurren para hacer
trabajos que no exigen mayor esfuerzo. Hasta los pobres de las CUP
aseguran que los contrataron para ir al registro de la propiedad y saber
si un alcalde tenía tales o cuales fincas. (Reconocerán conmigo que la
política catalana está alcanzando niveles que aún superan la estupidez
de la política mesetaria, para entendernos) Trabaja para José Zaragoza y
el PSC, también para Convergència, y nada menos que para espiar a sus
propios dirigentes. ¿De verdad estos tipos no deberían ser cesados todos
a una y ser objeto de una visita al frenopático, previo paso por el
juzgado de guardia?
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¿Y
la dama? Oh, la dama. Apenas unas horas antes que los servicios del
Estado detuvieran a nuestro 007, guardador de los secretos de este
pretendido Estado en trance de llegar a Ítaca, se encontró con una dama.
Era al mediodía, casi la hora de comer, y la entrevista duró una media
hora. Luego ella salió y tras cruzar la calle -hay quien asegura, en su
descargo, que cruzó tres calles- se metió en el coche del responsable de
los Mossos dEsquadra, Manel Prat. La escena es más cutre que una
operación del inspector Carvallo.
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Ella
es periodista, Mayka Navarro, y no sé por qué nosotros actuamos como la
mafia siciliana y los diarios españoles, ocultando los nombres.
Recuerdo que escribió un libro, por llamarlo de alguna manera, una
biografía de Magda Oranich; lo que tiene su mérito conseguir echar hacia
delante una biografía de tan egregia personalidad. Me esforzaré en ser
más claro y contundente en la segunda entrega de este culebrón, aún sin
más violencia que el hecho de que todos los coches camuflados de la
Policía Nacional, aparcados y sin conductor, en los alrededores del set
de esta película de lladres i serenos, aparecieron con las ruedas
pinchadas. Lo que se llama colaboración entre cuerpos de Seguridad del
Estado. No recuerdo una cosa igual desde Palermo y su Brigada Móvil.
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Estamos
rozando la emergencia social y nuestros grandes letrados, gente aguda,
sostiene que eso de estar imputado en procesos de corrupción política
apenas si es un accidente. Casi una medalla por los servicios prestados a
la patria catalana o española, da lo mismo. No preocuparse, sólo están
implicados en casos de corrupción. Luego, cuando sean procesados,
diremos que no es lo mismo que te procesen a que te condenen. Y luego,
cuando los condenen, te explicarán que mientras la condena no sea firme,
siempre caben recursos. Y para entonces, nosotros estaremos muertos y
los nietos de los Pujol Ferrusola estarán organizando otra consulta
soberanista.
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Una
pregunta nada retórica: ¿ustedes se imaginan a este país independiente,
dirigido por esos mismos imputados en casos de corrupción? Sería como
en Madrid, con la diferencia de que no me imagino a un mosso desquadra
registrando la casa de un líder político del mismo partido que dirige
los Mossos dEsquadra. Primero no estarían imputados. Segundo no habría
juez capaz de seguir adelante con el asunto, a menos que lo hiciera como
aquel inefable del caso Palau, muy profesional, pero que parecía
dirigir a los elefantes de Aníbal; cuando se cansó de tanto esfuerzo, lo
sustituyeron.
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Yo
contemplo a Luis Bárcenas, ínclito encargado durante años de las
finanzas del PP, y me aterrorizo. Es la Italia del socialista Bettino
Craxi que hizo rico a su recogedor de pelotas de plata, Silvio
Berlusconi. Fueron los intelectuales como Indro Montanelli quienes se
inventaron aquella fórmula genial e irresponsable: tapaos la nariz, pero
votad a los corruptos. Ellos tienen una responsabilidad en el desastre,
que ninguno asumió nunca. Murieron con ese halo entre Marinetti y
Malaparte, de haber tenido siempre razón; sólo se equivocaba la
historia. Lo mismo que estos chicos, aprendices de asesorías, cuando
sacaban pecho cuando algunos decíamos que no había ni siquiera que ir a
votar, para mostrarles nuestro desprecio. ¿Y nuestra responsabilidad
ciudadana? Se la han pasado estos caballeros por sus partes.
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¿Y
ahora qué hacemos? Se inventaron hace años un espejismo al que algunos
llamamos oasis, para ridiculizarlo, mientras el país se iba degradando a
pasos agigantados. La nueva prensa del Movimiento Nacional y la
inteligencia se convertían en serviles ante el poder que las
subvencionaba. En Madrid había pelea, aseguraban, duelos a primera
sangre, que se decía antiguamente. Nada decisivo, porque el día que dos
diputados autonómicos socialistas se pasaron al enemigo y dejaron a los
suyos compuestos y sin alternativa, ese día la suerte estuvo echada. La
hegemonía conservadora perduraría durante el tiempo que la gente
aguantara. Y la gente aguanta décadas, incluso siglos, de humillación y
silencio. Luego vienen los historiadores y explican que había mucha
oposición pero que no se notaba, porque era silenciosa, como sus papás y
sus abuelas.
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Para
los antiguos, como yo, la situación se asemeja a los tiempos de la
prensa del Movimiento, cuyo lema era los que gobiernan nos pagan, y no
cabe quejarnos, tal y como está el patio. Los partidos políticos en
Catalunya han decidido jugar a la parábola del dentista: no nos vamos a
hacer daño. Es muy bestia decir que el partido que gobierna Catalunya
tiene su sede principal embargada por los tribunales de justicia por el
caso Palau. ¿Palermo? ¿Catania? Por supuesto, sólo están implicados, no
hay sentencia y cuando la haya, la única certeza es la que pronosticaba
el gran Keynes para el futuro: todos calvos.
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Nos
inventamos el oasis como chascarrillo, y resultó que muchos se lo
creyeron. Tanto camello y tanto beduino disfrazado daban para componer
un cuadro escénico tentador. ¡Se acabó el bròquil! Nuestra clase
política está dando los últimos estertores antes de que el personal se
subleve y esto sea la de Dios es Cristo. La paciencia de la gente tiene
un límite. No es que la gente se sienta estafada, es que la han estafado
y en la más absoluta impunidad. Y de ahí partirá una agresividad
inevitable. El Estado sólo puede ser el que monopoliza la violencia si
al tiempo garantiza la justicia. No se puede engañar a la gente con el
descaro que se ha hecho hasta ahora. La transición fue una estafa, un
juego de trileros donde todos sabían dónde estaba la pelotita, pero
nadie quería levantar la chapa.
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No
sé si estos graciosos, bien engrasados, de la imputación como medalla y
riesgo de las responsabilidades políticas, son conscientes de que
estamos llegando a un punto de ebullición que nos retrotrae a otras
épocas. La actitud de los partidos políticos y de los medios de
comunicación que de ellos dependen está llevando a una desafección
política absoluta. Yo escucho a Dolores de Cospedal y me produce una
irritación que no recordaba desde Pilar Primo de Rivera. Oigo a Duran
Lleida vacilar con nosotros sobre si su partido cometió un delito o fue
sencillamente un gesto galante no bien interpretado por la judicatura, y
pienso en lo que hubiera hecho yo, y montones, hace un puñado de años.
Nadie tiene el derecho de mofarse de ti impunemente. Estos caballeros
están fraguando la violencia. No te puedes descojonar de un ciego y
luego llamarle ínclito invidente.
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Ha
vuelto la necesidad, es decir, el hambre. Y sobre todo una cosa que ha
sido siempre en las sociedades un motor para la agresividad y la
violencia, la absoluta falta de perspectivas. Los supuestos líderes
hablan con lengua de madera, como dicen los franceses, y por más que se
inventen soberanismos y demás frivolidades para gente asentada, no colma
las necesidades de unos tipos que han trabajado como chinos antiguos y
que se encuentran ahora con ahorros robados, pensiones ridículas,
prejubilaciones, y juegos financieros que consienten a sus jefes
beneficios de escándalo, mientras ellos han de limitarse a la
supervivencia doméstica.
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La
clase política debe entender que está poniendo la mecha sobre el
explosivo que ha ido fabricando, y que carece del más mínimo mérito para
considerarse ni siquiera la casta, como dicen en Italia. Porque allí
existe y existió siempre, por ser país dominado por las grandes
potencias, el talento emergente de una sociedad civil. Nosotros no
tenemos eso. Hasta nuestra inteligencia es gregaria y sumisa. ¿Se
acuerdan de tantos apoyos a Zapatero cuando gobernaba? ¿Ninguno de ellos
tendrá la dignidad de suicidarse, me es indiferente si física o
ideológicamente? Pero un gesto. Sólo un gesto les salvaría de la
vergüenza de haber sido los cómplices de aquel irresponsable. Lo más
despreciable: la complicidad silenciosa.
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Aferrarse
al escaño. Muchas más razones tendría el trabajador para aferrarse a su
puesto de trabajo. Primero, porque lo sudó. Segundo, porque bien que le
sacaron su plusvalía. Y tercero, porque creyó en ellos, unos
estafadores de tres al cuarto. Esos diputados de Convergència, del PSC,
del PP, o de la izquierda desmañada, aferrados al escaño. Eso es una
provocación para quien no puede aferrarse a nada que no sea su
indignación y esa sensación de haber sido burlado y humillado por una
camarilla de personajes que él eligió en mala hora y que ahora le miran
con gesto de conmiseración: Chico, es lo que hay.
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Vamos
a la violencia, de cabeza. ¿Quién no tendría la tentación de llevar
hasta la UCI de un hospital con recortes a esos tipos de la troika, que
deciden que tu familia es una mierda, tu trabajo una nadería y tu vida
inútil? Imagínenselo por un momento. Usted ha ahorrado unos dinerillos
que han utilizado como han querido unos gángsters que no necesitaron
matar para ganarse el título, y que de pronto le dicen que usted vivía
por encima de sus posibilidades, y le arruinan.
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Me
ha dejado una desazón absoluta saber que Oriol Pujol Ferrusola,
imputado, al que parece que hubiéramos de dar las gracias por no cesar
en nada que no siga cobrando, estudió veterinaria y es experto en
granjas de cerdos. ¡Hostia, la pesadilla de Orwell! . Del oasis a la
granja
. La Vanguardía, 16 y 23 de marzo de 2013 |
miércoles, 5 de junio de 2013
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