miércoles, 19 de abril de 2023

El sueño de un Imperio polaco

 

Polonia toma la iniciativa peligrosamente

En el concurso de dementes que empuja hacia una gran guerra y a la definitiva irrelevancia mundial de la Unión Europea, Varsovia está jugando un papel de vanguardia

Rafael Poch 


Miroslaw Hermaszewski (1941-2022) fue el primer y, hasta la fecha, único astronauta polaco. En 1978 formó parte de la tripulación de la Soyuz 30 y cumplió misión en la estación orbital soviética Salyut-6. Después de eso, alcanzó el generalato y fue condecorado con la medalla de Héroe de la Unión Soviética, la más alta distinción de la URSS, raramente concedida a extranjeros. Muchos años después del hundimiento del bloque del Este, en julio de 2013, el jubilado astronauta concedió una entrevista al canal de televisión polaco TVN 24 en la que ofreció detalles desconocidos de su biografía. En Polonia se conmemoraba entonces el setenta aniversario de las “masacres de Volinia”, es decir, la aniquilación de entre 70.000 y 100.000 civiles polacos a manos del brazo armado de la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN), el llamado Ejército Insurgente Ucraniano (UPA). Hermaszewski nació en un pueblo de Volinia llamado Lipniki y tenía dieciocho meses cuando las unidades del UPA llegaron una noche de finales de marzo de 1943.

“Asesinaron a 182 personas de nuestro pueblo, entre ellos dieciocho de nuestra familia inmediata, mi abuelo murió de siete golpes de bayoneta en la cabeza”, explicó. El pequeño Miroslaw se salvó de milagro, porque su madre lo tomó en brazos y huyó con él campo a través. “Los bandidos vieron que una mujer corría con un niño en brazos y empezaron a dispararnos”. Uno de ellos les persiguió y disparó a  la madre en la cabeza a corta distancia pero falló, solo fue herida en la sien y en la oreja, cayó inconsciente y el niño huyó[1].

Al día siguiente de aquella entrevista, el Parlamento polaco aprobó una resolución sobre las matanzas de polacos del periodo 1942-1945 en Volinia y Galitzia oriental, territorios que habían pertenecido a la segunda república polaca hasta la disolución del Estado polaco de 1939, condenando la masacre de “alrededor de 100.000 ciudadanos polacos, hombres, mujeres, ancianos y niños” a manos de los nacionalistas ucranianos de Ucrania Occidental. La resolución consideraba que “la dimensión organizada y masiva del crimen de Volinia lo caracteriza como una limpieza étnica con aspectos de genocidio”. Al mismo tiempo, el Parlamento expresaba su agradecimiento “a los ucranianos que actualmente ayudan a documentar los crímenes y conmemorar a las víctimas”, pese a que el gobierno ucraniano no autoriza excavaciones en los escenarios de las matanzas.

En septiembre de 2016, el Parlamento ucraniano, la Verjóvnaya Rada, rechazó las consideraciones de la Cámara polaca con cuatro argumentos: 1) que los polacos también mataron ucranianos, 2) que el número de víctimas polacas no pudo exceder los 30.000, porque en aquellos momentos en Volinia no había tanta población, 3) que “está bien establecido” que los perpetradores fueron agentes de la policía secreta soviética disfrazados de combatientes de la OUN/UPA (pese a que desde junio de 1941 la región estaba ocupada por los alemanes y los soviéticos se habían retirado, derrotados) y 4) que evocar este asunto solo sirve a los intereses rusos[2] 

Saco esto a colación para ilustrar el hecho de la complejidad de las relaciones polaco-ucranianas. Polonia ha acogido ejemplarmente a centenares de miles de ucranianos que han huido de la guerra. Es el segundo país de Europa, después de Rusia, que más refugiados ucranianos ha recibido. Es también el país más antirruso y más proamericano del continente. Solo un 2% de los polacos expresan una opinión favorable a Rusia, según una encuesta del Pew Research Center de primavera del año pasado, que también mostraba un máximo continental de opiniones favorables a Estados Unidos (91%). Esa opinión echa sus raíces muy lejos, en una serie de experiencias históricas mutuamente desastrosas y bien conocidas, tanto con el zarismo como durante el estalinismo, cuando centenares de miles de polacos perecieron o fueron deportados por el régimen soviético y, más en general, en una divergencia histórica, cultural y religiosa con Rusia muy viva.


Encuesta sobre los principales desagrados de la población polaca, con Rusia en cabeza.

Entre 1572 y 1791 la elección de los reyes polacos por los nobles, que a veces implicaba a cuarenta mil o cincuenta mil de ellos, fue norma en Polonia. El rey electo estaba atado por el llamado “pacta conventa”, una suerte de contrato que detallaba las obligaciones del rey hacia la nobleza. Si se comparan las relaciones de aquella caótica monarquía republicana, nobiliaria y católica, con las de la autocracia ortodoxa moscovita, en las que el “gosudar” (soberano) se definía por atar bien corto a sus boyardos, y donde la nobleza estaba totalmente supeditada a la corte, el contraste entre las culturas políticas de ambos países no puede ser más agudo y da lugar a verdaderas patologías.

Los polacos rechazaron la mano tendida de Moscú cuando, por ejemplo, Rusia, con Putin como primer ministro, reconoció directamente y asumió la responsabilidad por las matanzas estalinistas de Katyn. Cuando en abril de 2010 el avión que conducía a la plana mayor del país a un acto conmemorativo de aquellas matanzas se estrelló cerca de Smolensk por obvias negligencias polacas, la nación prefirió ver en la tragedia un atentado ruso pese al cúmulo de evidencias en contra registradas en la caja negra... La extrema beligerancia del Gobierno polaco en el actual conflicto es resultado de todo este complejo de experiencias históricas, diferencias y patologías.

Ningún gobierno europeo se ha mostrado más proclive y entusiasta con que la OTAN intervenga abiertamente en la guerra contra Rusia. Los polacos son siempre los primeros a la hora de apoyar el envío de todo tipo de armas, son los terceros que más ayuda militar han prestado a Ucrania, solo por detrás de Estados Unidos e Inglaterra, gastan proporcionalmente más que nadie en “defensa” y están reforzando su ejército a marchas forzadas junto a sus fronteras con Ucrania y Bielorrusia. Según algunas estimaciones, muy difíciles de verificar, ya hay miles de soldados polacos en Ucrania luchando de forma extraoficial, es decir, formalmente licenciados o en excedencia del ejército polaco. Pero lo que importa aquí es retener que, en el actual conflicto, Polonia tiene sus propios intereses, sus propios motivos, sus propios proyectos y marca su propio juego. ¿Qué decir del juego polaco? Pues que históricamente ha sido siempre fiel a aquella observación de Balzac, casado con una polaca nacida en Ucrania, que ya en el siglo XIX advertía que “si hay un precipicio, el polaco se tira por él”. 

En época moderna, gran parte de Ucrania Occidental perteneció a Polonia desde 1918 hasta 1939, y en épocas anteriores los polacos dominaron enormes zonas de la actual Ucrania. En el siglo XVI se creó la llamada “República de las dos naciones”, formada por el reino de Polonia y el Gran Ducado de Lituania. Duró hasta finales del XVIII y dominó, además de sus dos matrices, los territorios de Bielorrusia, gran parte de las actuales Estonia, Letonia y Ucrania, y zonas de la Rusia meridional. En aquella época la influencia polaca y sus ejércitos llegaron a Moscú, enviaron a Varsovia enjaulado al zar de Rusia, donde fue ejecutado, e incluso impusieron un breve zar en Moscú, en lo que en la historia rusa se conoce como “época turbulenta”. Aquella  “gran Polonia” se extendía por casi un millón de kilómetros cuadrados y dejó en Varsovia y Cracovia un recuerdo de grandeza que siempre ha sido muy difícil compaginar con las realidades de una nación obligada a convivir con los tres colosos de su entorno: Prusia, Austria-Hungría y Rusia. Llevarse mal con todos ellos equivalía a una sentencia de muerte, pero eso es, precisamente, lo que hicieron los polacos: tirarse por el precipicio de Balzac y pagar por ello el correspondiente precio.

Entre la destrucción de la vieja república polaca, en 1795, y el fin de la Primera Guerra Mundial, en 1918, el Estado polaco dejó de existir. Fueron 123 años, cinco largas generaciones en las que Polonia sólo conoció el dominio extranjero y la opresión política por parte de prusianos, rusos y austro-húngaros. En esa larga travesía por el desierto, los polacos se metieron en un avispero de múltiples hostilidades; en Rusia contra los lituanos, en Austria-Hungría contra los ucranianos de Galitzia oriental y contra los checos, y en la mayoría de las ciudades polacas contra los judíos cuyo sionismo militante levantaba cabeza. Luchar contra todos, sin calcular las propias fuerzas y las del adversario, es una vieja tradición polaca. Una doble hostilidad geopolíticamente suicida, contra alemanes y rusos, dictó su segunda gran extinción como Estado en 1939, con el pacto Molotov/Ribbentrop y el enésimo reparto territorial y maltrato del país, ahora entre Alemania y la URSS.

Así sería la mancomunidad Polonia-Lituania con las fronteras actuales.

¿De donde viene esa predisposición nacional al suicidio? La primera estrofa de su himno nacional, “Jeszcze Polska nie zginela” (“Polonia aún no ha muerto”), la proclama con orgullo. Norman Davies, el principal historiador británico de la nación, cuya obra rezuma simpatía hacía esa actitud polaca, la explica como virtud al observar que “todos los principales países europeos pasaron por la experiencia romántica, pero en Polonia fue particularmente intensa. Se puede pensar que ofreció el elemento principal de su cultura moderna”[3]. Sea como fuere, los polacos están regresando ahora a sus típicos delirios nacionales a propósito de la guerra de Ucrania. En el centro de esos delirios está la idea de recrear la gran Polonia del mariscal Pilsudski.

En los años veinte, el caudillo polaco Jósef Pilsudski rescató la tradición de grandeza imperial de aquella república aristocrática polaca de los siglos XVII y XVIII para formular su proyecto de federación desde el Báltico hasta el Mar Negro bajo liderazgo polaco, el llamado Miedzymorze o Intermarium. Aquel espacio entre los dos mares estaba enfocado a la disolución de Rusia, primero en su encarnación zarista/imperial y luego soviética. En su actual Constitución (1997), Polonia se declara sucesora de “las mejores tradiciones” de aquella primera república, bajo la cual los campesinos ucranianos estuvieron sometidos al doble yugo de los latifundistas polacos y del catolicismo. Desde la disolución de la URSS y la integración de Polonia en la Unión Europea, la idea de una “tercera Europa” liberada de lo que el primer ministro Mateusz Morawiecki describe como “dictadura franco-germana” de la UE, está presente en la mentalidad de la derecha polaca y encaja con los intereses de Washington en el continente. 

En un artículo publicado el 26 de marzo por la revista Foreign Policy, Dalibor Rohac, un autor neocón del American Enterprise Institute, evocaba la conveniencia de un nuevo Intermarium, una unión polaco-ucraniana que contenga a Rusia y desbarate definitivamente al competidor europeo. “Ambos países”, decía, “se enfrentan a amenazas de Rusia, Polonia forma parte de la UE y de la OTAN, así que si formaran un Estado federal o confederal común, con una misma política exterior y de defensa, Ucrania se integraría inmediatamente en la UE y en la OTAN”. “Se formaría así el mayor país de la UE (segundo en población tras Alemania) y su primera potencia militar, ofreciendo un contrapeso más que adecuado al tándem franco-alemán. Para Estados Unidos sería una forma de asegurar el flanco oriental de Europa frente a la agresión rusa a cargo de un país con una comprensión muy clara de la amenaza de Rusia”, decía. El precedente de la reunificación alemana, en la que la RFA engulló a la RDA, “demuestra que tal operación es posible si hay voluntad política”, señalaba el articulista, dejando caer de paso el detalle de que, de esa forma, Estados Unidos podría desentenderse del coste de la reconstrucción de Ucrania, lastre que recaería íntegramente en el club del cual Kiev ya sería miembro… La guinda del artículo era la frase con la que concluía, y que resume tanto las intenciones de Washington como las ambiciones de Varsovia: “El futuro de Ucrania es demasiado importante como para dejarlo en manos de Bruselas, París y Londres”.

El 5 de abril, el diario polaco Rzeczpospolita recogió la idea en un artículo del politólogo Tomasz Grzegorz Grosse, de la Universidad de Varsovia, titulado “Reconstruyamos la República de Polonia, esta vez con Ucrania”. Se trata de “construir un sistema de seguridad sólido en Europa central-oriental” que haga posible “una mayor intervención de Estados Unidos en el Pacífico” contra China, escribía el autor. “También los expertos polacos aconsejan la reconstrucción de la histórica república de las dos naciones, profundizando la cooperación entre los países de nuestra región, principalmente polacos y ucranianos”, decía.

El mismo día de la publicación del artículo, el presidente Zelenski realizaba su primera visita oficial a Polonia, donde fue condecorado con la orden polaca del “Águila blanca” y declaró la “amistad por los siglos” entre Polonia y Ucrania. “Entre los dos países no debe haber fronteras políticas, económicas ni sobre todo históricas”, dijo el presidente ucraniano en lo que parecía una velada referencia a las matanzas de polacos en Volinia y Galitzia de los años cuarenta. Pocos días después, el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, visitaba Washington, reclamando el liderazgo de la “tercera Europa” para su país: “Polonia quiere convertirse en la base de la seguridad europea. Nuestros vecinos de Occidente fueron los primeros en cometer el gran error de una estrecha cooperación energética con Rusia, y ahora su posición hacia Ucrania no es la misma de Estados Unidos o de Polonia”, dijo en abierta referencia a las últimas declaraciones de Emmanuel Macron contra el “vasallaje” europeo, realizadas a su regreso de la visita oficial a China. “Los aliados de Europa occidental y Estados Unidos no pueden o no quieren armar y entrenar suficientemente a las tropas ucranianas para lograr una victoria espectacular”, decía Tomasz Grzegorz Grosse en el mencionado artículo. “Somos la piedra angular perfecta de las relaciones europeo-estadounidenses”, proclamó Morawiecki en Washington, criticando a “aquellos líderes europeos que quieren un alto el fuego rápido en Ucrania, prácticamente a cualquier precio”.

“Polonia se está convirtiendo en un nudo de concentración de tropas junto a Bielorrusia y Ucrania”, dice en Moscú Konstantín Zatulin, vicepresidente del comité para las relaciones con el entorno exsoviético de la Duma de Rusia. Según fuentes de la inteligencia de Estados Unidos, citadas por el periodista Seymour Hersh en su último artículo, en Polonia y Rumanía hay dos brigadas aerotransportadas, la 81 y la 101, es decir veinte mil soldados de Estados Unidos, perfectamente preparadas para una intervención militar en Ucrania, sin que se sepa cuál es el plan y el objetivo de la Casa Blanca en esta guerra. La respuesta rusa a esa tendencia ha sido el anuncio de desplegar armas nucleares tácticas en Bielorrusia, bajo estricto control ruso, el mismo estatuto que rige la presencia de esas mismas armas americanas en Turquía, Bélgica, Holanda, Italia y Alemania para torear los artículos 1 y 2 del acuerdo de no proliferación nuclear.

En el concurso de dementes que nos empuja hacia una gran guerra y a la definitiva irrelevancia mundial de la Unión Europea, Polonia ya está jugando un papel de vanguardia.

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Notas:

1. Hermaszewski wspomina historie swojej rodziny podczas rzezi wolynskiej / Hermaszewski recuerda la historia de su familia durante la masacre de Volinia, en ONET Wiadomosci, 11 de julio de 2013.

2. Citado por Nicolai N. Petro, 2023; The Tragedy of Ukraine.

3. Davies en Hearth of Europe: A short History of Poland, 1984.

Polonia toma la iniciativa peligrosamente | ctxt.es

 y ver  

https://www.elviejotopo.com/topoexpress/la-gran-polonia-el-monstruo-geopolitico-que-se-avecina/

https://www.elviejotopo.com/topoexpress/los-planes-yanki-polacos-para-ucrania-sirven-para-debilitar-a-alemania/

sábado, 15 de abril de 2023

La dialéctica del amo y el esclavo. I y II .

Crítica a la dialéctica del amo y del esclavo, de Kojève a Hegel (I)


 

Kojève: sus cursos y el escenario de su lectura

La dialéctica del amo y del esclavo proviene del filósofo de origen ruso Alexandre Kojève (1902 – 1968), quien estudió bajo la dirección de Karl Jaspers en Alemania. Fue a través de los ojos de Marx y Heidegger que leyó a Hegel. Entre 1933 y 1939 hizo clases de la Fenomenología del espíritu (FdE), en los que estuvieron presentes intelectuales de la talla de Jean HyppoliteJacques LacanGeorges BatailleMaurice Merleau-Ponty, entre otros. Su lectura de la FdE estableció un desafortunado canon que, aunque todavía pesa, poco a poco se ha ido superando.

Como queda manifiesto en la Introducción a la Lectura de Hegel de Kojève[1] (ILH en adelante), el autor prestó escasa –por no decir nula– atención a la sección “Conciencia” de la Fenomenología, partiendo con la sección “Autoconciencia” y, en particular, con el apartado titulado “Independencia y sujeción de la autoconciencia; señorío y servidumbre”,[2] a través del cual va a ver el conjunto de la obra. Ese énfasis nos da luces del panorama al que se ve enfrentado Kojève y respecto del cual busque responder con su interpretación: la idea de deseo, proveniente de Freud y el psicoanálisis; el análisis histórico formulado por Marx; el auge de la fenomenología de Husserl y Heidegger.

Kojève parece buscar en la FdE temas que respondan a la contingencia de su tiempo y puedan conversar con estos desarrollos del pensar. Esa puede ser la razón de sus monumentales omisiones, por ejemplo, no encontró en la sección “Conciencia” un uso práctico para tales fines.[3] Kojève mismo menciona abiertamente su sesgado horizonte de lectura:

“Independientemente de lo que Hegel pueda pensar al respecto, la Fenomenología es una antropología filosófica. Su tema es el hombre como humano, el ser real en la historia… Aspira a describir la ‘esencia’ íntegra del hombre, es decir, todas las ‘posibilidades’ humanas (cognitivas, afectivas, activas).” (Kojève, ILH, p.39)

En 1971, el filósofo español Ramón Valls Plana cuestionó ese enfoque. Para él, “la experiencia clave de la obra no está en la dialéctica del señor y el siervo, sino en el perdón”.[4] Las críticas se han hecho más visibles en este siglo: en el año 2000, dos distinguidos especialistas, Ludwig Siep y Jon Stewart, señalaron abiertamente el reduccionismo de Kojève en sus respectivos comentarios de la Fenomenología;[5]en 2006, el profesor Carlos Pérez Soto sostuvo que la dialéctica Señorío-Servidumbre no logra articular la obra como sí lo hace “el análisis filosófico de la revolución francesa, de la modernidad, que es su condición y su contexto”.[6]

A pesar de existir un consenso académico respecto a la parcialidad e inexactitud de la interpretación de Kojève, es muy común ver aún ese tratamiento en manuales de filosofía, en Universidades, en medios de divulgación en general y sobre todo en redes sociales. El programa de televisión argentino, Filosofía aquí y ahora, conducido por José Pablo Feinmann, que se transmitió entre 2010 y 2016, repitió sin más la versión de Kojève en su capítulo 7; la serie de televisión española Merlí, que duró de 2015 a 2018, hace lo mismo cuando se habla de Hegel; más recientemente, la degradación del pensamiento hegeliano ha aumentado a grados inauditos en las redes sociales, el antropologismo de Kojève tiende a ser sustituido por un vil individualismo, un individuo se encuentra con otro y luchan (en la calle) para reconocerse, logrando solo la dominación de uno por el otro, parece broma pero no lo es.

En el fondo, esa degradación tiene una raíz: forzar la sección “Autoconciencia” a una aplicación concreta e inmediata, de uso práctico. De ahí también la conveniente traducción de Kojève, Señorío-Servidumbre por Amo-Esclavo, términos que nunca usa Hegel. En el idealista alemán la relación tiene un sentido lógico y abstracto, para hacer notar la posibilidad de reconocimiento entre dos autoconciencias libres. La relación Señorío-Servidumbre es un momento evanescente del espíritu que permite explicar sus configuraciones reales y efectivas. Es completamente valida (aunque debatible) una propuesta filosófica inspirada en la FdE, como la que hizo Kojève, pero es un completo error atribuírsela a Hegel, más cuando este último dice explícitamente que la relación Señorío y Servidumbre no existe realmente:

Todas las figuras anteriores de la conciencia [refiriéndose a la sección Conciencia, Autoconciencia y Razón, e. m.] son abstracciones de este espíritu; son el analizarse del espíritu, el diferenciar sus momentos y el demorarse en momentos singulares. Este aislamiento de tales momentos tiene al espíritu mismo como supuesto y subsistencia, o existe solamente en el espíritu, que es la existencia. Estos momentos, aislados de esta manera, tienen la apariencia de ser como tales; pero, su progresión y su retorno a su fundamento y esencia muestran que son solamente momentos o magnitudes llamadas a desaparecer” (A, p. 260)

Cuatro contrastes entre Kojève y Hegel

Si bien es de destacar el esfuerzo que hace Kojève al retomar a Hegel de forma directa, muy poco común entre marxistas, que se guiaron por los juicios emitidos por Marx o Engels como veredictos, se pueden notar cuatro conceptos que contrastan con lo expuesto en la FdE y la ILH.

1. Libertad

La libertad –que es, de hecho, el tema principal de toda la obra de Hegel– es lo que mueve a Kojève como hilo conductor de sus explicaciones. Desde una mirada marxista y quizá influido y preocupado por el estado “geopolítico” de su época, con el surgimiento y consolidación del fordismo, la URSS, las consecuencias de la primera guerra mundial y la inminente (y luego actual) segunda guerra mundial, su mirada crítica hacia el capitalismo y un sistema de división social del trabajo esclavizante, lo llevó a aterrizar a Hegel al terreno del materialismo:

“El hombre religioso es a la vez Amo y Esclavo; Amo en la medida en que es Esclavo, Esclavo en la medida en que es Amo: amo del Mundo, esclavo de Dios. (Forma laicizada y real: esclavo del capital, pero de «su» capital)” (p. 88).

Kojève lee la lógica de la relación Señor–Siervo como un hecho constitutivo en la realidad, operando en nuestro día a día, incluso manifiesta que la historia humana es esa dinámica:

“el hombre, en su estado incipiente, nunca es un hombre a secas. Siempre es, necesaria y esencialmente, o bien Amo, o bien Esclavo…si la realidad humana revelada no es nada más que la historia universal, esta historia debe ser la historia de la interacción entre Dominación y Servidumbre: la «dialéctica» histórica es la «dialéctica» del Amo y el Esclavo.”  (p. 44)

Esta lectura no parece corresponder con lo que Hegel quiere decir del espíritu y la correspondencia sujeto-objeto, ni mucho menos con el que Hegel expone como forma teórica y pedagógica en Fuerza y Entendimiento (B, FdE, p. 89).     

2. Muerte

Kojève se fija en la angustia ante la muerte, no sólo en la llamada lucha a muerte ejemplificada de ese modo por Hegel, sino que proyecta esa angustia como condición existencial, como el ser mirado desde una perspectiva donde la relación de ser y nada es externa; la nada actúa como un límite angustiante, amenazante al ser y lo determina de esa forma, o bien (cabe quizá la precisión) de ser existencial a una manera “heideggeriana” donde la nada es una suerte de “grieta” del ser, que lo interrumpe.

“El trabajo debe efectuarse (como el Esclavo) con la actitud de angustia ante la muerte… Cuando el Esclavo experimenta la angustia ante la muerte, experimenta la pura negatividad, es decir, su libertad, su humanidad” (p.78)

Esta conexión entre la angustia ante la muerte y la negatividad es confusa. Si bien es cierto que, en definitiva, la negatividad es/contiene la libertad, en Hegel esta “lucha a muerte” es una figura lógica. Nadie realmente está arriesgando la vida en la práctica; todo esto ocurre dentro de una autoconciencia desdoblada siendo desplegada desde/a través de las primeras determinidades de la reflexión. Lo que Hegel nos va mostrando es que en esta figura no hay verdadera mediación real y efectiva, ni mucho menos hay libertad propiamente tal. Es más, ni siquiera esta lucha es realmente “a muerte”. El señor necesita vivo al siervo para ser señor, ya que necesita a “alguien” (coloquialmente hablando) para ser reconocido como un “alguien” y necesita del servicio del siervo para ser señor, por lo que el arriesgar la vida realmente es contraproducente: aquel que prefiere la vida tiene la posibilidad de progresar como conciencia y eventualmente ejercer un verdadero señorío porque en definitiva entiende que necesita al otro y se rinde no sólo para conservar la vida, sino para formarse a través del trabajo y encontrar la manera de ser eventualmente libre. Tampoco el temor a la muerte es algo natural, es algo que nace en la lucha misma; recién al terminar la sección, con la conciencia desventurada[7] como resultado, se llegará a una libertad (aunque meramente pensada, sólo como concepto de libertad).

Esta visión de la muerte, claramente influenciada por Heidegger, hace de la lectura un ejercicio extremadamente confuso, quizá con una intención anti metafísica/antiesencialista, en vista que simplemente se descarta el argumento hegeliano lógico-ontológico que sustenta el ejercicio fenomenológico que expone en favor de una interpretación finita y existencial de autoconciencias, que son, aparentemente, tratadas como seres ya en-y-para-sí.

3. Deseo

Considerando la preponderancia que Kojève le da a la relación señor-siervo y en la medida en que esa lucha se genera desde el deseo,[8] el autor tomará un largo tiempo desarrollando esa idea y extrapolándola al conjunto de la obra. Desde una posición marxista, Kojève dirá que la lucha es el motor de la historia, la cual tiene como gatillante al deseo, entonces postulará al deseo como el fundamento del hombre.

Kojève ve en Hegel una antropología filosófica, entonces este deseo es el deseo de un hombre de carne y hueso, un individuo real, existente y obrante en el mundo. Incluso, describe a la historia humana como la “historia de los deseos deseados” (p.42). Parece que Kojève solo se quedó con el esqueleto de la dinámica de lucha.

El deseo en Kojève juega un papel indeterminado, en su caso el deseo desea desear, es por eso que la conclusión a la que se llega desde su lectura es a un reconocimiento imperfecto entre dos autoconciencias, el deseo no podría ser colmado, quedando en pie sólo la relación de dominación entre pares. En Hegel, el deseo desea otra autoconciencia, algo perfectamente realizable, aunque no dado.

4. Trabajo

Marx consideró el valor formativo del trabajo descrito en esta sección, pero sólo como trabajo exterior, material, descartando (o simplemente ignorando, quizá sin realmente quererlo) todo el trabajo interior que supone el verdadero desarrollo del saber de la conciencia. El canon del marxismo que se impuso en el siglo pasado, tomó el trabajo desde esta perspectiva, usando diversas citas de autoridad de Marx para legitimarse. Dado que Marx no pretendió establecer una doctrina sistemática –como es bien sabido– también hizo comentarios sobre el trabajo que no coinciden con esa orientación formativa, tal como cuando habla del trabajo enajenado. Georg Lukács, Herbert Marcuse y Karel Kosík, criticaron ese canon desde lecturas marxistas más cercanas a Hegel.

Aunque el debate es amplio y rebasa el comentario, es pertinente mencionarlo en la medida que la lectura de Kojève, anclada al canon marxista, obvióel carácter interior del trabajo que Hegel pone de manifiesto. Profundizando esta diferencia ontológica entre el canon marxista y Hegel, es precisamente la parte metafísica la que hace ese “trabajo” y va revelando el saber que tiene en sí, hacia sí. No es un hombre o la historia humana como tal la que se despliega aquí. Por lo tanto, no se estima que Hegel esté describiendo una cultura dada como tal en esta relación.

En Hegel, en un primer momento, en la sección “Autoconciencia”, el trabajo le permite a la autoconciencia servil reencontrarse consigo misma, saberse Ser, un intuirse ante la falta de reconocimiento que el señor no le otorga, es una determinación unilateral que se da a sí misma la conciencia, una autodeterminación. Es por medio del trabajo que la conciencia servil experimenta que ella es en el producto de su trabajo, se objetiviza en una exteriorización de su subjetividad, aunque este producto cósico no le pueda dar reconocimiento. Esta idea se encuentra expresada así en la FdE:

“Por el hecho de colocarse hacia afuera, la forma no se convierte para ella en algo otro que ella, pues esta forma es precisamente su puro ser para sí, que así se convierte para ella en la verdad. Deviene, por tanto, por medio de este reencontrarse por sí misma sentido propio, precisamente en el trabajo, en que sólo parecía ser un sentido extraño.” (A, p.120)

Puesto que ese trabajo está subordinado a la satisfacción del goce del señor, al tiempo que la autoconciencia servil se determina a sí misma, experimenta al trabajo de manera negativa, como apetencia reprimida.[9]

En un segundo momento, en la sección “Razón”, si mediante el trabajo la humanidad logra hacerse consciente de su alcance como totalidad, en la división social del trabajo, entonces el individuo se recobra a sí mismo en la obra colectiva. Si no lo consigue, no se recupera a sí misma, permanece disgregada en la obra de todos y de cada uno, como Hegel llama a la colección de individuos que no logran establecer una comunidad dada la falta de una eticidad que logre mediar la negatividad intrínseca de la individualidad moderna.

“Así como el individuo lleva ya a cabo en su trabajo singularinconscientemente, un trabajo universal, lleva a cabo, a su vez, el trabajo universal como un objeto consciente; el todo se convierte en obra suya como totalidad, obra a la que se sacrifica y precisamente así se recobra a sí mismo desde esta totalidad.” (A, p. 210)

Desde el análisis expuesto en la FdE, el trabajo no aparece como un mero satisfactor de necesidades biológicas, ni un puente para llegar de forma inmediata a lo histórico concreto, como en la versión de Kojève. El trabajo adquiere una dimensión lógica-ontológica.

También parece pertinente para ver como Kojève simplifica la visión de Marx (y mucho más aún la de Hegel). Tomemos como ejemplo a Marx en su Contribución a la crítica de la economía política[10]:

“No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, su ser social lo que determina su conciencia” (p. 8).

Si bien es cierto que para Marx las condiciones materiales de producción determinan la interacción social, sólo determinan esas interacciones en forma exterior y no determinan ontológicamente a los individuos, sino que las clases sociales o pueblos constituyen el mundo, generan a los particulares y a través de ellos ese mundo es transformado. Al decir “El hombre es el ser supremo para el hombre”, Marx establece una versión atea del idealismo hegeliano, pero se mantiene dentro esa tradición idealista, cuestión poco aceptada por gran parte de los marxistas, debido al odio absurdo que desarrollaron contra la filosofía, que los llevó a plantear divisiones reduccionistas e insostenibles, como el debate entre idealistas vs materialistas, el cual contiene una connotación de retórica política más que de crítica filosófica.

Lo diremos claro: si se pretende leer a Marx en sus propios términos, debemos entender su “materialismo” no como un realismo ingenuo, sino que es la manera en la que autonombra su pensamiento como “científico”, pues tiene la intención de superar al “materialismo anterior” (por ejemplo, el empirismo) y cuando habla de “idealismo”, suele referirse a la tradición filosófica, en especial a la metafísica, que asocia con la “escolástica”.

Se puede decir que Marx pretendió superar la supuesta abstracción del idealismo en favor de la praxis y en sus Tesis sobre Feuerbach se pueden encontrar reflexiones al respecto. Aunque la fuente es sumamente problemática por ser un breve borrador de no más de una cuartilla que Engels publicó 43 años después de escritas, las podemos usar por ser muy conocidas. Ahí Marx reconoce el mérito activo del idealismo:

El defecto fundamental de todo el materialismo anterior -incluido el de Feuerbach- es que sólo concibe las cosas, la realidad, la sensoriedad, bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad sensorial humana, no como práctica, no de un modo subjetivo. De aquí que el lado activo fuese desarrollado por el idealismo, por oposición al materialismo, pero sólo de un modo abstracto, ya que el idealismo, naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, como tal (Tesis sobre Feuerbach, p 3, TsF en adelante)[11]

Se puede apreciar que la actividad aparece como un elemento ontológico (de similar modo que en Hegel) y, por lo tanto, a pesar del mismo Marx, su sustrato constituyente es metafísico. Aunado a esto, Marx mismo siempre enfatizó que la materialidad de la realidad se funda en las relaciones sociales, no en el individualismo que recibe datos de forma pasiva desde el “exterior” y mucho menos en la materia en tanto cosa, a la usanza del empirismo y sus derivados, como el sensualismo o el posterior materialismo soviético. En las mencionadas Tesis lo expresa de la siguiente manera:

Feuerbach diluye la esencia religiosa en la esencia humana. Pero la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales (p 6)

A lo que más llega el materialismo contemplativo, es decir, el materialismo que no concibe la sensoriedad como actividad práctica, es a contemplar a los distintos individuos dentro de la «sociedad civil» (TsF, p 8).

Por último, Marx contraviene la noción de naturaleza humana por el determinismo inamovible en que desemboca:

La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de que por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado (Tesis 2, TsF, p 5).


[1]Alexandre Kojève, Introducción a la Lectura de Hegel, Titivillus, 2017.

[2] Así aparece en la traducción que Wenceslao Roces hace del apartado. En el presente trabajo consultamos tres ediciones de la Fenomenología del espíritu, la traducción de Antonio Gómez Ramos editada por Abada (versión bilingüe) en 2010 y dos del Fondo de Cultura Económica: la de 2003, que es la traducción de Wenceslao Roces en colaboración con Ricardo Guerra (cuyas citas referenciamos con la letra A); y la de 2017, que contiene los aportes de Gustavo Leyva (que referenciamos con la letra B).

[3]Como hipótesis de lectura, se puede hacer notar que la sección “Conciencia” como la sección “Autoconciencia” son las premisas lógicas de la obra y a su vez son paralelas entre sí.

[4]Valls Plana, Ramón, Del yo al nosotros. Lectura de la Fenomenología del espíritu, Barcelona, PPU, 1994, tercera edición, p. 389.

[5]Siep, Ludwig, El camino de la Fenomenología del espíritu, España, Anthropos, 2015; Stewart, Jon, La unidad de la Fenomenología del espíritu de Hegel. Una interpretación sistemática, México, Universidad Iberoamericana, 2014.

[6]Pérez Soto, Carlos, Sobre Hegel, Chile, Ediciones Palinodia, 2006, p. 82.

[7]Unglückliche Bewusstsein – Siguiendo a Roces. Desdichada en Gómez Ramos, Infeliz en Leyva.

[8] Kojève traduce Begierde como deseo y lo usa sistemáticamente a lo largo de toda su interpretación de la FdE. En una segunda parte se señalará la diferencia con la hipótesis sugerida de lectura.

[9]Ramón Valls Plana expresa este aspecto negativo del trabajo en su artículo “El trabajo como deseo reprimido en Hegel”.La distinción entre apetencia y deseo que sugiere el profesor Carlos Pérez Soto, no será necesaria hacerla por ahora.

[10] Carlos Marx – Contribución a la crítica de la economía política, 1989, Progreso

[11] Usamos la edición de editorial Luarna.

 Crítica a la dialéctica del amo y del esclavo, de Kojève a Hegel (I) – Rebelion

https://rebelion.org/critica-a-la-dialectica-del-amo-y-del-esclavo-de-kojeve-a-hegel-ii/


viernes, 14 de abril de 2023

El barco fantasma Nord Stream .

 

 El barco fantasma Nord Stream  .


  Seymour Hersh 


 




La CIA ha proporcionado historias falsas para mantener al mundo centrado en cualquier posible sospechoso menos el más lógico: Biden.

La Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos lleva a cabo constantemente operaciones encubiertas en todo el mundo, y todas necesitan una tapadera por si las cosas salen mal, como sucede con frecuencia. Es igualmente importante ofrecer una explicación cuando las cosas salen bien, como ocurrió en el Mar Báltico el pasado otoño. A las pocas semanas de que se publicara mi artículo en el que explicaba que Joe Biden había ordenado la destrucción de los gasoductos Nord Stream, la agencia elaboró una historia que interesó al New York Times y a dos importantes publicaciones alemanas.

Al crear una historia de buzos de aguas profundas y una tripulación que no existía, la agencia estaba siguiendo el protocolo, y la historia habría entrado a formar parte de los primeros días de la planificación secreta para destruir los oleoductos. El elemento esencial era un yate mítico irónicamente llamado Andrómeda por la bella hija de un rey mítico que fue encadenada desnuda a una roca. La tapadera fue compartida y apoyada por el BND, el servicio federal de inteligencia alemán.

Mi reportaje inicial recibió cobertura en todo el mundo, pero fue ignorado por los principales periódicos y cadenas de televisión de Estados Unidos. Puesto que la historia ganaba fuerza en Europa y en otros países, el 7 de marzo, el New York Times publicó un artículo en el que citaba a funcionarios estadounidenses que afirmaban que los servicios de inteligencia estadounidenses habían reunido una cantidad notable de información que sugería que un grupo proucraniano había saboteado los oleoductos. El artículo afirmaba que los funcionarios que habían “revisado” la nueva información la consideraban “un paso hacia la determinación de la autoría” del sabotaje de los oleoductos. El artículo del New York Times atrajo la atención mundial, pero desde entonces el periódico no ha vuelto a pronunciarse sobre el asunto. En una entrevista para un podcast del New York Times, uno de los tres autores del artículo explicó, sin darse cuenta, por qué la historia era insostenible desde el principio. Se le preguntó por la implicación del supuesto grupo proucraniano: “¿Qué le hace pensar que eso es lo que ocurrió?”. Respondió: “Debo dejar muy claro que realmente sabemos muy poco. ¿Verdad?”.

El 3 de abril, el Washington Post informó de que, en ese momento, algunos investigadores europeos dudaban de que el Andrómeda pudiera haber saboteado los oleoductos sin la ayuda de un segundo buque. Algunos en Europa se preguntaban si el papel del Andrómeda era “una distracción o solo una parte del asunto”. El artículo no sugería que la Administración Biden estuviera implicada en la destrucción del oleoducto, pero sí citaba a un diplomático europeo anónimo que decía que todo el mundo ve que hay un cadáver allí tirado, pero todos fingen que no pasa nada. “Es mejor no saber”, dijo el diplomático. El Washington Post no citó a ningún funcionario estadounidense, ni siquiera anónimo. El gobierno de Biden se ha convertido en una zona carente de información sobre Nord Stream.

Un triunfo para los diversos funcionarios de la CIA que han estado proporcionando historias falsas a los medios de comunicación, aquí y en el extranjero, en lo que ha sido un esfuerzo exitoso para mantener al mundo centrado en cualquier posible sospechoso excepto el que se ha manifestado como el más lógico: el presidente de Estados Unidos.

El New York Times también publicó que un legislador europeo que recibe información de las agencias de inteligencia de su país afirmó que los servicios de inteligencia estaban recopilando información sobre unos cuarenta y cinco barcos cuyos transpondedores no funcionaban cuando pasaron por la zona donde explotaron los oleoductos. Uno de los denominados “barcos fantasma” podría haber colocado las minas y posteriormente accionar el detonador.

Tras la aparición del reportaje del New York Times en internet, Die Zeit, el periódico más importante de Alemania, se apresuró a publicar un artículo sobre una investigación del atentado contra Nord Stream que llevaba meses indagando sobre el tema en colaboración con una cadena de televisión pública. El semanario aportaba una novedad: identificaba un yate que, según informaba, había sido “alquilado a una empresa en Polonia que al parecer era propiedad de dos ucranianos”. Se decía que el grupo que alquiló el yate y llevó a cabo la destrucción del oleoducto estaba formado por un capitán, dos buzos, dos ayudantes de buceo y un médico. Die Zeit describía al grupo como unos “asesinos”, cuyos nombres no se publicaron ni se conocen, que utilizaron pasaportes falsos y habían transportado los explosivos necesarios al escenario del crimen. El yate habría navegado cerca de la isla danesa de Bornholm, próxima al lugar del sabotaje del oleoducto.

El periódico informó de que el yate había sido devuelto a la empresa que lo alquilaba –el alquiler de este tipo de yates cuesta dos mil dólares o más por semana– “sin limpiar”, lo cual permitió a los investigadores alemanes encontrar restos de un explosivo en una mesa del camarote. Relatos posteriores afirmaban que los investigadores también habían encontrado dos pasaportes ucranianos falsos abandonados en el yate. Un artículo posterior publicado en Der Spiegel, el semanario alemán, decía que el yate en cuestión se llamaba Andrómeda.

Posteriormente publiqué un artículo en el que sugería que la información facilitada por la policía federal alemana tanto a Die Zeit como a Der Spiegel había tenido su origen en los servicios de inteligencia estadounidense. El autor del reportaje de Die Zeit, Holger Stark, un experimentado periodista al que conozco desde que trabaja en Washington hace aproximadamente una década, se puso en contacto conmigo para quejarse de dicha afirmación. Stark me dijo que tenía excelentes fuentes en la policía federal alemana y que se enteró por esos enlaces, y no por ninguna agencia de inteligencia, alemana o estadounidense. Le creí y corregí inmediatamente la historia.

Reconozco que es difícil para cualquier periodista escribir sobre un colega, especialmente uno bueno. Pero este caso implica la aceptación de hechos que deberían haber sido cuestionados. Por ejemplo, no le pregunté a Stark si se había preguntado por qué un periódico estadounidense situado a casi seis mil kilómetros de distancia publicaba la misma acusación sobre un grupo de ucranianos anónimos, que no estaban vinculados a los dirigentes de Kiev, a los que las autoridades alemanas decían haber estado persiguiendo. Discutimos un hecho que él mencionó: que las autoridades de Alemania, Suecia y Dinamarca habían decidido, poco después de los atentados del oleoducto, enviar equipos al lugar para recuperar la única mina que no había estallado. Dijo que habían llegado demasiado tarde; un barco estadounidense había acudido al lugar en uno o dos días y había recuperado la mina y otros materiales. Le pregunté por qué creía que los estadounidenses habían llegado tan rápido al lugar y me contestó, con un gesto de la mano: “Ya sabes cómo son los estadounidenses. Siempre quieren ser los primeros”. Había otra explicación muy obvia.

El truco de una buena operación de propaganda es proporcionar a los objetivos –en este caso los medios de comunicación occidentales– lo que quieren oír. Un experto en inteligencia me lo explicó más sucintamente: “Cuando se lleva a cabo una operación como la de los oleoductos es necesario planificar una contraoperación, una pista falsa que tenga un tufillo a realidad. Y debe ser lo más detallada posible para que sea creíble”.

El truco de una buena operación de propaganda es proporcionar a los objetivos lo que quieren oír

“Hoy en día la gente ha olvidado que existe la parodia”, dijo el experto. “La ópera HMS Pinafore de Gilbert y Sullivan no trata de la Royal Navy del siglo XIX. Es una parodia”. El objetivo de la CIA en el caso del oleoducto era elaborar una parodia tan buena que la prensa se la creyera. ¿Pero por dónde empezar? No se pueden destruir los oleoductos con una bomba desde un avión o con marineros en un bote de goma.

“¿Pero por qué no un velero? Cualquier estudioso serio del suceso sabría que no se puede anclar un velero en aguas de 80 metros de profundidad” –la profundidad a la que fueron destruidos los cuatro oleoductos– “pero la historia no iba dirigida a un estudioso serio, sino a una prensa que no reconocería una parodia cuando se la presentaran”.

El experto en inteligencia enumeró todos los elementos necesarios para que cualquier individuo o grupo pudiera fletar un yate caro. “No puedes salir a la calle con un pasaporte falso y alquilar un barco. Tienes que contratar a un capitán que te haya proporcionado la agencia de alquiler o el propietario del yate, o a uno que venga con un certificado de competencias como exige la legislación marítima. Cualquiera que haya alquilado un yate lo sabe”. Asimismo, los buceadores y el médico requerirían una prueba similar de pericia y competencia para el buceo en aguas profundas que incluya el uso de Nitrox, una mezcla especial de oxígeno y nitrógeno.

El experto tenía más preguntas sobre el supuesto yate. “¿Cómo puede un velero de 15 metros encontrar los oleoductos en el Mar Báltico? Los oleoductos no son tan grandes y no figuran en las cartas náuticas que se entregan con el contrato de arrendamiento. Quizá la idea era meter a los dos buzos en el agua –algo nada fácil de hacer desde un yate pequeño– y dejar que los buzos los buscaran”. ¿Cuánto tiempo puede permanecer sumergido un buzo con el traje puesto? Quizá quince minutos. Lo que significa que el buzo tardaría cuatro años en buscar en una milla cuadrada.

“Los medios no se plantean ninguna de estas preguntas. Así que hay seis personas en el yate: dos buceadores, dos ayudantes, un médico y un capitán. Falta una cosa: ¿quién va a tripular el yate? o ¿y el cocinero?, ¿y el cuaderno de bitácora que la empresa arrendataria debe llevar por razones legales?”.

“No ha sucedido nada de eso», me dice el experto. “Deja de intentar vincularlo con la realidad. Es una parodia”.

Las historias publicadas en el New York Times y en la prensa europea no han dado indicios de que ningún periodista subiera a bordo y examinara físicamente el yate en cuestión. Tampoco explican por qué los pasajeros de un yate dejarían sus pasaportes, falsos o no, a bordo después de un alquiler. Se han publicado fotografías de un velero en dique seco llamado Andrómeda.

Nada de esto puede sostener una mala tapadera, me dijo el experto de inteligencia. “El esfuerzo por convertir la ficción en realidad continuará eternamente. Ahora es una foto de un velero que aparece después de la investigación y que no se puede rastrear: sin número de licencia donde legalmente debería estar. El Andrómeda ha sustituido al hombre de Piltdown en la prensa”.

El experto hizo una última reflexión: “En el mundo de los analistas y técnicos profesionales todos deducirían de tu historia, universal y acertadamente, que la diabólica CIA urdió una contraoperación a primera vista tan ridícula e infantil que su verdadero propósito sería reafirmar la verdad”.

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Este artículo se publicó originalmente en inglés en Substack el 5 de abril. Dos días después, el New York Times publicó un artículo en el que afirma que “las filtraciones de inteligencia en torno al sabotaje de los oleoductos han proporcionado más preguntas que respuestas”. Y concluye: “Puede que a nadie le interese revelar más”.

Traducción: Paloma Farré. 

Fuente: https://ctxt.es/es/20230401/Firmas/42653/Nord-Stream-oleoductos-Seymour-Hersh-Estados-Unidos-Biden-CIA.htm