lunes, 20 de marzo de 2023

Entre la historia y la batalla por la memoria

 

El deber del historiador:  entre la historia y la batalla por la memoria

Entrevista a François Dosse 

Entrevista por Nicol A. Barria-Asenjo

Entrevista al historiador francés François Dosse, dedicado a la historia intelectual, sobre la relación de la Historia y la Memoria. La historia como tema político de primer orden en una actualidad signada por el presentismo y la indeterminación.

François Dosse es un historiador francés, dedicado a la historia intelectual, especialmente a la evolución del pensamiento filosófico y político en Francia desde el siglo XIX hasta la actualidad. Durante abril, participará de las actividades de conmemoración a los 50 años del golpe de Estado en Chile, organizado por la Feria Internacional del Libro de Ciencias Sociales de la Municipalidad de Recoleta. Esta entrevista sobre la relación de la Historia y la Memoria se realiza en el marco de dicho encuentro.

 

 50 años atrás, en especifico el 11 de septiembre de 1973, se vivió en Chile un acontecimiento politico que impulsó un giro radical en la historia del país. El golpe cívico-militar que derrocó al gobierno democrático popular de Salvador Allende, dejó atrás una forma de vivir y hacer la política. Patricia Verdugo (2008) en su libro Allende. Cómo la Casa Blanca provocó su muerte, escribió: «Our D- Day was close to Perfect….Con esas palabras informó el Pentágono el agregado naval de la embajada de Estados Unidos en Chile, Patrick Ryan miembro de la US Milgroup, Navy Section. El Golpe Militar del 11 de septiembre de 1973 les pertenecía» (p. 23).

Una forma de hacer política era ese día enterrada, y se iniciaría un periodo de validación de diversas formas de violencia, en paralelo de una carrera por el poder. Nada presagiaba que, décadas más tarde, Chile comenzaría a tambalearse.

Como bien lo sabes, durante el 2019 la consigna popular de los manifestantes fue «Chile despertó», un mensaje que evidenciaba el síntoma que intentaba re-significarse, un grito fuerte y claro exigiendo que la historia necesitaba de una re-elaboración. Nuestro despertar social aclamaba por la liberación definitiva de las ataduras dictatoriales que aún deambulan por la sociedad chilena. Todo esto me lleva a recordar que, en tu libro La Historia. Conceptos y Escrituras, mencionas lo siguiente: 

Más allá de la moda conmemorativa actual, síntoma de la crisis del horizonte de expectativa de un presente marcado por la ausencia de proyecto de nuestra sociedad moderna, la disciplina histórica está llamada a reconciliarse con los imperativos del presente. El nuevo régimen de historicidad resultante sigue mirando hacia el devenir, pero ya no es la simple proyección de un propósito plenamente pensado, cerrado sobre sí mismo. La propia lógica de la acción mantiene abierto el campo de las posibilidades e invita al historiador a reactivar las potencialidades del presente a partir de las posibilidades no verificadas del pasado. La función de la historia sigue viva, entonces, y el duelo de las visiones teleológicas puede convertirse en una oportunidad para repensar el mundo de mañana (Dosse, 2003, p. 9) 

En retrospectiva, podemos afirmar que no casualidad que durante la década del 80 diversos giros radicales llegarán a la disciplina de la Historia, el acento a los actores activos y la re-configuración de la historia a la luz de los giros producidos por las masas, o, lo que en tus palabras mencionas como «las rupturas que permitieron al discurso histórico autonomizarse y convertirse en un discurso singular» (p.10), extrapolando esto a lo que tenemos hoy, y, entendiendo que el estudio del pasado ha sido conceptualizado desde diversas perspectivas tales como «sobreabundancia melancólica del pasado» (Meier, 1993); «Saturación de la Memoria» (Robin, 2003); «Obsesión conmemorativa» (Traverso, 2007); «Furor del Archivo» (Rolnik, 2010) entre muchos otros, ¿crees que nuestro momento histórico invite a que se produzcan nuevos giros teóricos y conceptuales?. Por otro lado, Afirmas que, en Latinoamerica y Europa hay «regímenes de historicidad» diferentes, el tiempo se vive de forma diferente, sin embargo, también propones pensar a Europa y Latinoamérica como territorios que mantienen en común una crisis de la historicidad. Siguiendo esta misma dirección, mientras por un lado, configuras la imposibilidad de la división de la memoria de la historia, propones que siguiendo a Paul Riceour, hay que convocarlas y pensarlas conjuntamente. De acuerdo con tu perspectiva, la concepción de la historia tal como lo planteó Hegel, Marx, Gramsci y otros pensadores es errónea, no hay una historia que a la luz de los aprendizajes de su propia historia se encamine hacia un porvenir de bienestar, ¿crees que la desesperanza de la construcción de una tercera opción, de un nuevo camino respecto del futuro de las sociedades, ha impregnado el panorama actual? ¿Como pensar en lo porvenir entendiendo que los movimientos de masas cada vez retornan irrumpiendo para poner sobre la mesa la innegable sensación de inconformidad, cansancio y consciencia de la inequidad social?

FD

Al igual que tú, me alegro del despertar democrático de Chile, sobre todo porque en Francia siempre hemos sido muy sensibles a lo que ocurría en tu país y vivimos el drama de 1973 hace 50 años, con tanta o más tristeza, porque teníamos la mayor estima y simpatía por Salvador Allende. Como tú sabes, muchos exiliados chilenos han sido acogidos en Francia y, como anécdota, mi primera lección a una clase de alumnos de entre 14 y 15 años -tras obtener l’agrégation d’histoire-, consistió en guardar silencio en solidaridad con el pueblo chileno.

Volvamos al régimen de historicidad que estamos viviendo. El trágico siglo XX, de las masacres, acabó con la ilusión que vivían los siglos XVIII y XIX, la de un sentido inmanente de la historia, de una teleología que conducía ineluctablemente a un mundo mejor. Este optimismo ingenuo, heredero de una concepción cristiana de la historia que estaría guiada por la Providencia, ya no puede defenderse seriamente tras el descubrimiento de la barbarie nazi, la Shoah y los genocidios totalitarios. El resultado es una impresión de desmoronamiento de la experiencia histórica. 

La creencia en un curso de la historia que conlleva el advenimiento de un mundo mejor se ha visto seriamente socavada. La idea de un futuro hacia el que la marcha de la historia conduciría de forma continua o por etapas, con los intelectuales como guías, se derrumba para dejar paso al presentismo y su indeterminación.

Como dijo Jorge Semprún: «Nuestra generación no está preparada para recuperarse del fracaso de la URSS». Esta ruptura fue sentida como un trauma duro y duradero por los intelectuales de izquierda, y no sólo por su componente comunista. La herencia socialdemócrata es común a socialistas y comunistas, y la catástrofe resultante afectó a ambos componentes de la izquierda en su proyecto de un mundo mejor. Estos intelectuales se encontraron así, a lo largo del siglo XX, huérfanos de un proyecto de sociedad. Mientras que el motor de las movilizaciones emancipadoras del siglo XIX, calificado como el “siglo de la historia”, había sido la marcha hacia una sociedad más igualitaria, la sociedad perdía ahora lo que le daba sentido. Los intelectuales de izquierda no fueron los únicos que lloraron el futuro durante el trágico siglo XX: los de derecha tuvieron que abandonar poco a poco sus ilusiones de un retorno a la tradición propiciado por el maurrasismo de la preguerra, y reconciliarse con un régimen republicano denostado desde hacía mucho tiempo. Para coronar esta crisis de historicidad, la creencia ampliamente compartida por los intelectuales de derecha e izquierda en el progreso indefinido de las fuerzas productivas y en el control progresivo de los recursos naturales por parte del hombre chocó con una realidad más compleja, con el final de los Treinta Años Gloriosos y la toma de conciencia de los peligros que corría el ecosistema planetario y de los límites potenciales de sus recursos.

Esta crisis de historicidad, fenómeno de dimensión internacional que afecta a todos los países del Norte y del Sur, ha adquirido un carácter paroxístico en Francia, debido sin duda a una relación especialmente intensa con la historia desde la Revolución Francesa. Aunque fueron sobre todo los filósofos alemanes quienes proyectaron un sentido finalista de la historia durante el siglo XIX, ya fuera con la historia cosmopolita de Kant, la razón operante en la historia de Hegel o la teoría de las etapas históricas de Marx hasta la transparente sociedad sin clases, todas estas especulaciones que divinizaban la marcha de la historia hundían sus raíces en una reflexión sobre la dimensión universal de la Revolución Francesa y sus valores. La nación francesa se encuentra así depositaria de este sentido, de esta capacidad potencial de encarnar la historia. Pensemos en Michelet, que ve en el pueblo francés la piedra filosofal que da sentido al pasado y prepara el futuro, o en Ernest Lavisse, para quien la nación francesa es portadora de una misión universal. Esta convicción, que animó a numerosos historiadores franceses en el siglo XIX, se perpetuó en el siglo siguiente en lo que el General de Gaulle denominó “una cierta idea de Francia”.

NB-A

Has mencionado que, tu relación con Chile es política, en el sentido de que tu primer trabajo como investigador y académico, precisamente tuvo lugar en este momento politico de la historia – El golpe de Estado-. Es  muy interesante el recuerdo y la nostalgia que se produce al traer la década del 70 y el 80, sin embargo, en la situación chilena, la conmemoración parece despertar los afectos mas antagónicos, en el terreno nacional el clima es complejo principalmente porque mientras un grupo aún persiste completamente encerrado en el traumatismo histórico que significó la Dictadura, ya sea para su vida o generaciones pasadas -recordemos que una gran cantidad de familiares de detenidos desaparecidos siguen pidiendo justicia y buscando los restos de sus familiares torturados y asesinados por las FF.AA durante la dictadura de Pinochet-, también hay, al mismo tiempo, otro grupo que defiende públicamente este evento histórico. En particular en este segundo grupo, la dictadura chilena se rememora como un tiempo pasado mejor, y, la figura de Pinochet es una suerte de héroe que tuvo el coraje de salvar a Chile del fantasma del comunismo, ¿cual crees que es el panorama en relación con la batalla por la memoria a la luz de los discursos relativistas o negacionistas que se instauran en las luchas políticas? ¿Como explicar que en nuestro momento histórico dónde por un lado hay una lucha por la reparación y justicia social, también exista el fenómeno del  ascenso desenfrenado de los discursos fascistas?  Estamos insertos en un atolladero ideológico importante, un periodo histórico donde se encuentran activos y sin descanso diversos procesos de ideologización. No estoy hablando de una situación en particular, es más bien, una lucha de universalidades que se desarrolla al rededor del mundo, una batalla ideológica donde el concepto mismo de ideología está en un terreno conceptual complejo, donde la historia fuerza la re-significación conceptual, Antonio Gramsci (1919) a propósito de su concepción de la historia y la política, afírmaba:“quiere que todos los hombres posean conocimiento espiritual e histórico. Por eso  la revolución proletaria es social; por eso debe superar dificultades y objeciones inauditas; por eso la historia reclama para su buen logro podas monstruosas” (p. 1)  es esta poda monstruosa, el proceso de eliminar de raíz lo que el marxista mexicano David Pavón-Cuéllar llama “Virus del capital” (2022) lo que en buena medida mediante insurrección popular se intentó hacer durante el 2019, un intento de liberarse de un sistema que oprime cada vez con más intensidad, ¿como pensar el rol y el deber del historiador en medio de este marco histórico e ideológico hegemónico que domina a nivel global?

FD

“L’histoire en miettes” pretendía deconstruir la escritura histórica, tal y como recomienda Pierre Nora en su colección“Bibliothèque des histoires“, publicada por Gallimard. Desde entonces, me he dado cuenta de los callejones sin salida de un enfoque totalizador y Pierre Nora, por su parte, se ha embarcado en la vasta empresa de Lieux de mémoire, que puede considerarse como una recuperación del sentido. Tiene en cuenta la necesaria fase deconstructiva, para preservar una mirada distanciada y crítica sobre el legado memorial, pero reinsertada en una perspectiva de apropiación plural.

La noción central de esta escritura histórica, la de la huella, a la vez ideal y material, es el resorte esencial de Los lugares de la memoria de Pierre Nora. Es el vínculo indecible que une el pasado a un presente que se ha convertido en una categoría pesada en la re-configuración del tiempo, a través de sus huellas memoriales. Pierre Nora ve en ello una nueva discontinuidad en la escritura de la historia “que no puede llamarse otra cosa que historiográfica”. Esta ruptura invita a la comunidad de historiadores a revisitar los mismos objetos de manera diferente, a partir de las huellas dejadas en la memoria colectiva por los hechos, las personas, los símbolos y los emblemas del pasado.  Esta desconsideración/reconocimiento de toda la tradición histórica por este momento memorial que estamos viviendo abre el camino a una historia completamente diferente: “no ya los determinantes, sino sus efectos; no ya las acciones recordadas o incluso conmemoradas, sino la huella de estas acciones y el juego de estas conmemoraciones; no los acontecimientos por sí mismos, sino su construcción en el tiempo, el borrado y resurgimiento de sus significados; no el pasado tal como sucedió, sino sus permanentes re-empleos, sus usos y abusos, su omnipresencia en los sucesivos presentes; no la tradición, sino la forma en que ha sido constituida y transmitida. ” Esta vasta obra sobre la historia de las metamorfosis de la memoria, y sobre una realidad simbólica a la vez palpable e inasignable, a través de su doble problematización de la noción de historicidad y la de memoria, ejemplifica este tiempo intermedio definido por Ricoeur como un puente entre el tiempo vivido y el tiempo cósmico. Lejos de confinarse al estatuto de residuo ilusorio y mistificado de actores manipulados, la memoria nos invita a tomar en serio a los actores y sus competencias y nos recuerda que a menudo manda la historia que se hace.

El momento reflexivo que atraviesa la disciplina histórica impone una mirada interpretativa no sólo sobre los objetos de la profesión del historiador, sino también sobre la evolución de su escritura. La historización del paradigma de los Annales que es L’histoire en miettes se inscribe en esta nueva conciencia historiográfica.

Más allá de la coyuntura memorialística actual, sintomática de la crisis de una de las dos categorías meta-históricas -el horizonte de expectativa, la ausencia de proyecto en nuestra sociedad moderna-, se recuerda a la disciplina histórica una función ligada a la acción, a la deuda ética con el pasado. El régimen de historicidad, siempre abierto al futuro, ya no es ciertamente la proyección de un proyecto totalmente pensado, cerrado sobre sí mismo. La propia lógica de la acción mantiene abierto el campo de las posibilidades, en una reapertura de las potencialidades del presente alimentada por las posibilidades no probadas del pasado. Por tanto, la función de la historia sigue viva y el duelo de las visiones teleológicas puede convertirse en una oportunidad para repensar el mundo del mañana.

La reivindicación de la historia, cada vez más apremiante a principios del siglo XXI, tropieza sin embargo con cierto número de confusiones y obstáculos, hasta el punto de que podemos diagnosticar, una vez más con Pierre Nora, un “malestar de la identidad histórica”. A pesar de la elucidación filosófica de Ricoeur sobre la necesaria distinción entre historia y memoria, desde el año 2000 asistimos a una confusión creciente, acentuada por lo que François Hartog ha denominado “presentismo”, que se ha traducido en la proliferación de leyes memorialistas e incluso de leyes que obligan a los profesores de historia a presentar la colonización francesa del norte de África como una página generalmente positiva de la historia nacional. 

Hemos asistido incluso a la judicialización de este enfrentamiento entre historia y memoria con el procesamiento del historiador Olivier Pétré-Grenouilleau tras ser impugnado por el Conseil représentatif des Associations noires por la publicación de su estudio histórico sobre la trata de esclavos, que fue galardonado con el premio del Senado. Es cierto que la centralidad del presente en la operación historiográfica expone a los historiadores a trabajar más bajo control, y esto es positivo, pero induce a los historiadores a no replegarse en sus torres de marfil refugiándose tras su función de administrar pruebas, sino a ser conscientes de escribir una historia que Pierre Nora llama “de segundo grado”. Estos riesgos de confusión han dado lugar a un amplio debate público sobre la cuestión de para qué sirve la historia. A este respecto, recordemos las palabras, todavía muy actuales, de uno de los dos fundadores de la revista Annales, Lucien Febvre, quien, exasperado por la instrumentalización de la historia al final de la Gran Guerra, afirmaba que “la historia que sirve es la historia que sirve”. Para reafirmar la autonomía de la práctica histórica, se constituyó una nueva asociación, “Liberté pour l’histoire”, que hizo un llamamiento a la firma de una petición exigiendo la derogación de todas las leyes conmemorativas. Este llamamiento, fechado el 12 de diciembre de 2005, fue firmado por 19 historiadores. El 16 de febrero de 2006, este llamamiento fue firmado por 650 investigadores y profesores de historia. Se propuso a René Rémond que se convirtiera en el presidente de esta nueva asociación, y Pierre Nora fue nombrado vicepresidente. A la muerte de René Rémond, en abril de 2007, Pierre Nora fue elegido presidente de la asociación. Fue en medio de un desorden conmemorativo, al mismo tiempo que se lanzaba la petición “Liberté pour l’histoire” en diciembre de 2005. René Rémond precisó el carácter no corporativo de esta lucha por la libertad: “El texto pide libertad para la historia: no para los historiadores. La Historia no les pertenece más que a los políticos. Es el bien de todos”. Y René Rémond nos recuerda que, en última instancia, es el ciudadano quien decide en la tensión entre el polo memorial y el polo de la historia, de ahí la necesidad de iluminarle en sus elecciones.

Frente al fuego de los historiadores que vinieron a advertir a los parlamentarios de los graves riesgos de la deriva, la comisión adoptó finalmente un informe, el de Bernard Accoyer, que les animaba a dejar de utilizar la vía legislativa en materia de memoria. Por tanto, podemos considerar que la batalla está, al menos temporalmente, ganada a escala nacional. Sin embargo, lo que estaba en juego se trasladó inmediatamente al ámbito europeo con la Decisión Marco del Consejo Europeo de Ministros de abril de 2007, que instituye nuevas infracciones a escala de la Unión Europea que corren el riesgo de socavar la libre investigación histórica. Esta Decisión Marco introduce, para todos los genocidios, el delito de “banalización flagrante” castigado con penas de prisión, independientemente de la época de los crímenes en cuestión y de la autoridad que los haya considerado probados, salvo excepciones específicas. La asociación “Liberté pour l’histoire” decidió entonces cambiar de escala y, con ocasión de la cita de la historia de Blois de 2008, cuyo tema era Europa, lanzóel Appel de Blois en el que se dirigía a los responsables políticos. Por supuesto, los historiadores profesionales nunca han tenido el monopolio de la escritura de la historia. El pasado pertenece a todos y las apropiaciones que se hacen de él tienen cada una su propia legitimidad. Por tanto, para responder a las expectativas de su competencia, el historiador debe hacer balance de la historia de su disciplina como disciplina productora de conocimientos, pero también cuestionar los usos contemporáneos del pasado y ponerlos en perspectiva. Esta doble historización da pleno sentido a la inflexión reflexiva que afecta a la historia actual.

La historia es, sin duda, un tema político de primer orden en la actualidad, y la escena pública se apropia de muchos episodios del pasado para valorizarlos, debatirlos y reconfigurarlos. Sin embargo, esta reapropiación del pasado no es una característica invariable. Hay que recordar que existen otros contextos en los que la búsqueda de la identidad sólo concede al pasado un lugar marginal. La multiplicación de las conmemoraciones, la convocatoria de todas las memorias y todas las historias, la actualización del pasado, son acontecimientos que han atraído la atención de los historiadores, a la vez como objetos en forma de “lugares de memoria” y como campos para comprender la historia de otra manera, y también para leerla a través de sus representaciones y sus interpretaciones sedimentadas. Tener en cuenta la historicidad abre dos nuevas perspectivas que se entrecruzan parcialmente. La primera consiste en captar la historicidad de las sociedades que el historiador estudia, la forma en que aprehenden su pasado, su presente y su futuro. Forma parte de la voluntad de “desfatalizar” la historia y de redescubrir el poder de fenómenos singulares como los acontecimientos o las figuras individuales, lo que alimenta en la historia lo que puede parecer un retorno espectacular de los viejos ídolos de la tribu de los historiadores denunciados en su día por el sociólogo durkheimiano François Simiand. La moda de los acontecimientos y de la biografía no es, sin embargo, un simple “retorno” a las concepciones restrictivas del siglo XIX; a menudo se trata incluso de avances significativos del conocimiento histórico tras su salida del purgatorio.

Como invitaba a hacer Michel de Certeau, los historiadores tienden a integrar una dimensión reflexiva en su trabajo, a cuestionar el discurso que sostienen. En la actualidad se considera que este discurso está fundamentalmente vinculado a un tiempo, un lugar y una institución. Tener en cuenta este anclaje social y temporal alimenta nuevas formas de hacer historia que no provienen de ninguna complacencia de los historiadores consigo mismos, sino de la toma de conciencia de que la escritura histórica no es un simple reflejo pasivo de la realidad, aunque esté bien informada y documentada, sino que resulta de una tensión insuperable entre la preocupación por dar cuenta de lo sucedido y un cuestionamiento que emana, en su mayor parte, del presente del historiador. La “egohistoria” tematizada por Pierre Nora, en la que se involucran muchos historiadores, lejos de corresponder a una tentación narcisista, refleja esta preocupación por dar a conocer “de qué estamos hablando”. Esta conciencia historiográfica ha permitido romper con la ingenuidad inherente a la idea de que cuando el historiador habla, es la realidad la que habla en su nombre, que él no sería de ningún lugar, de ningún tiempo como encarnación de la verdad que habla. La necesidad de un desvío historiográfico es aceptada hoy en día por la mayoría de los especialistas en historia, sea cual sea su época preferida. Esto distaba mucho de ser así cuando se publicó L’histoire en miettes en 1987, pero ahora lo es y es uno de los avances que este libro habrá permitido, a su manera.

 

NB-A

Tú trabajo dentro de la Historia, tiene una multidisciplinariedad interesante, sobre todo en relación con la relevancia que le das a la actividad reflexiva que la historia debe contener. Para este giro de tipo critico, propones como necesaria  la alianza entre la Filosofía y la Historia, en tus palabras, « On le sait, le dialogue entre philosophie et histoire  a longtemps été un dialogue de sourds… » (Dosse, 2001). Desde este posicionamiento, surge un nudo entre el trabajo del historiador, la filosofía y la actividad Politica-social. Tu compromiso y labor, se identifica con mayor claridad a la luz de tus grandes obras, tal es el caso de “L’histoire en miettes, Des Annales à la «nouvelle histoire»”; o “La Historia; Conceptos y Escritura”, en donde propones un giro reflexivo de tipo critico en relación con la Historia de la Historia, aquí configuras tesis que invitan a pensar a este campo como uno más de los que se ha mantenido adoptando las lógicas hegemónica, evidentemente hay un tipo de Historia que se ha enlazado a la lógica del capital, ¿Que es aquello disruptivo que nos puede entregar el dialogo entre la Filosofia y la historia? ¿Cual es tu percepción a propósito de los intelectuales de los campos de la Filosofía y la Política?

FD

La disciplina histórica siempre se ha mantenido al margen de una filosofía de la historia, de modo que las relaciones entre filósofos e historiadores se han reducido a un diálogo de sordos. Durante mucho tiempo, según el precepto de Otto Ranke, los historiadores pensaron que su papel se limitaba a establecer los hechos, a “los hechos tal como sucedieron”. Hoy en día, en la era hermenéutica, sabemos que no es tan sencillo y que es necesario cuestionar los conceptos utilizados por los historiadores, cuestionar su contexto en el momento en que reconstruyen el pasado, su posicionamiento personal… De ahí la necesidad de una reflexividad que tenga en cuenta la historiografía, la historia de la escritura de la historia, y que, por tanto, se desvíe por la filosofía para pensar mejor los conceptos utilizados.

Entre los conceptos, la noción de “momento intelectual” me parece esencial. Lo es especialmente en una actualidad marcada por este derrumbe espectacular de la experiencia histórica, una situación en la que el futuro es tanto más opaco cuanto más trágico es el pasado y la utopía de una comunicación transparente hace del presente la única entrada posible a la historia. En los años ochenta, la crisis resultante era omnipresente y afectaba a todos los ámbitos del conocimiento y la creación. Según Olivier Mongin, es tangible en el abandono de la política, en el repliegue cultural sobre la identidad, en la crisis de inspiración de la ficción francesa, en la sustitución de lo visual por la imagen y en el borrado de la información por la comunicación. Poco a poco, los intelectuales se reconciliarán con un cierto número de valores occidentales considerados hasta entonces como mistificadores, puramente ideológicos. La ironía hacia los valores democráticos se hace más difícil y la deconstrucción de todos los aparatos de esta democracia debe reconsiderarse en términos de su positividad. Privilegiar los distintos momentos exige volver la mirada a los contextos precisos en los que se produjeron las tomas de posición y las controversias, y justifica la pertinencia de un enfoque cronológico que dé su color específico a los “momentos-palabra” que revelan el espíritu de la época, a los hitos que se convierten en soportes identitarios. Así, hemos pasado sucesivamente de la referencia a un pensamiento existencial a la tríada que marcó el pensamiento de la sospecha: Marx, Freud, Nietzsche, luego a otra tríada que inspiró el momento liberal con Montesquieu, Tocqueville y Raymond Aron, para terminar nuestro periodo con filósofos que pensaron el mal y la tragedia como Levinas, Ricoeur o Benjamin.

Entre 1945 y 1989, este cambio se basó en un desplazamiento de lo que estaba en juego. El aliento liberador y profético de la inmediata posguerra, que siguió al final de cuatro años de barbarie nazi, fue poco antes el repliegue hacia una visión binaria de un mundo dividido entre dos bloques. La desintegración resultante y las sucesivas desilusiones alimentaron entonces un repliegue hacia el cientificismo, un alejamiento de la realidad en favor de lógicas discursivas y el éxito de una filosofía de la sospecha. Al mismo tiempo, el profetismo iba a encontrar otra forma de expresarse con la emergencia de un Tercer Mundo que salía de la ganga colonial y parecía encarnar, a través de su emancipación, un mensaje universal de realización del potencial humano. Lo primitivo sucede a lo proletario como motor de la historia, y el éxito de la antropología acompaña este nuevo trato de la historia privilegiando lo otro bajo lo mismo, y lo extraño bajo lo familiar. Bajo el hombre de razón occidental, los intelectuales devolvieron la visibilidad a una plétora de figuras de la alteridad: el extranjero al igual que el judío, el inmigrante, el colonizado, el niño, la mujer y todos aquellos sin voz en la historia oficial. En los años cincuenta y sesenta, los intelectuales franceses renunciaron al occidentocentrismo, descubriendo apasionadamente lo que les parecía la cuna de la humanidad con las sociedades amerindias que Claude Lévi-Strauss les presentó. La irrupción del pensamiento salvaje en el corazón de Occidente contribuyó al reconocimiento de la diversidad de las culturas y al abandono de un esquema lineal del tiempo que hasta entonces había desplegado una concepción estrechamente evolucionista del modelo occidental de sociedad. Lévi-Strauss rompió radicalmente con esta visión con Raza e Historia en 1952, abriéndose a una conciencia espacial más que temporal de la marcha de la humanidad. La globalización, con sus efectos de desterritorialización, acentuará aún más este giro hacia la espacialidad y el presente, dando lugar a un tiempo mundial “menos dependiente de la obsesión por los orígenes, más marcado por la transversalidad y, por tanto, más orientado hacia los periodos recientes”.

Con el final de los Treinta Años Gloriosos y el aumento de la inquietud, surgió la convicción de que el rumbo de la historia había dado un vuelco ante la expectativa y el temor de la catástrofe que se avecinaba y que había que evitar. La gran preocupación pasa a ser otra, como dijo Albert Camus en 1957 con motivo de la concesión del Premio Nobel en Oslo: “Cada generación, sin duda, se cree destinada a rehacer el mundo. Mi generación sabe, sin embargo, que no lo rehará. Pero su tarea es quizá mayor. Se trata de evitar que el mundo se desmorone”. Todos estos elementos contribuyen en los años ochenta a completar la crisis de historicidad, que se traduce por una conciencia diferente del presente, que a menudo se convierte en instantaneísmo. Al mismo tiempo, esta opacidad del futuro es vivida por muchos como una liberación, una liberación liberadora del manto de plomo que pesaba sobre el pensamiento. La crisis del futuro, tanto si nos alegramos de ella como si la deploramos, modifica radicalmente la relación con el pasado, que ya no se concibe como el recurso del que se nutrirá el presente para construir el futuro. En su lugar, se recurre a un pasado del presente tan indeterminado como pletórico que sirve para nutrir el presente. En este nuevo contexto, la memoria “ya no es lo que hay que retener del pasado para preparar el futuro que queremos; es lo que hace que el presente esté presente para sí mismo”. Esta autosuficiencia del presente también es subrayada y estigmatizada con el término “presentismo” por François Hartog, que señala su extensión tanto en dirección al pasado como al futuro, soportando tanto la responsabilidad de las medidas de precaución como la carga de la deuda y el mantenimiento del patrimonio. El presente “es a la vez todo (sólo existe el presente) y casi nada (la tiranía de lo inmediato)”.

En este contexto, la conmoción de 1989 pone fin, no a la historia como sugería Fukuyama, sino a este trágico siglo XX que debe dar paso a un siglo XXI que se abre a conceptualizaciones completamente nuevas para pensar un mundo que se ha vuelto diferente y que hace imperativo deshacerse de las ilusiones del pasado y reconstruir un nuevo horizonte de expectativas. El trabajo intelectual es tanto más imperativo en un momento en que las opciones ya no son entre blanco y negro, sino más a menudo, como decía Paul Ricoeur, entre gris y gris. A falta de un proyecto de emancipación, el futuro se transforma en una amenaza para el equilibrio del ecosistema por el control inmoderado del medio ambiente y la proliferación de medios de destrucción masiva. El Prometeo desatado puede volverse contra sus maestros hechiceros y la preocupación por el futuro se repliega a la preservación del patrimonio existente y a las decisiones de conservación para evitar los excesos que pueden conducir a catástrofes de proporciones planetarias. Una ética del futuro sustituye entonces a una política de la utopía y encuentra sus recursos en el filósofo Hans Jonas con su “principio de responsabilidad”. 

Si el intelectual que se pone al servicio de una causa histórica ya hace tiempo que murió, la inteligencia hipercrítica experimenta una crisis de languidez. No es sorprendente que se pueda hablar del “silencio de los intelectuales”, acentuado aún más después de 1981, cuando la izquierda política ganó con un programa al que los intelectuales ya no se adherían realmente, y que más bien estaba en vías de apropiarse de las tesis críticas del marxismo expresadas por Raymond Aron ya en 1955 en L’opium des intellectuels. La polémica suscitada por este “silencio” fue particularmente ruidosa. Si Jean-François Lyotard creía diagnosticar la aparición de una “tumba de los intelectuales”, Maurice Blanchot salió de su reserva habitual para advertir contra la idea de un lugar de descanso eterno para los intelectuales que, en la hipótesis de que, como los cruzados de antaño, se hicieran con una tumba que sabían vacía, estarían “no al final, sino al principio de su condena, habiendo comprendido que no hay más ociosidad que en la persecución infinita de las obras”. Maurice Blanchot, observando que el término “intelectual” tiene mala fama y se convierte cada vez más en fuente de insultos, se propone perseverar en una función crítica que prohíba a los intelectuales eludir sus responsabilidades: “No soy de los que, con el corazón contento, ponen la losa funeraria sobre los intelectuales. Les aconseja situarse en un espacio de repliegue de la política que les permita pensar en la acción social y evitar así, mediante el repliegue, la jubilación. Invita al intelectual a seguir siendo un vigilante y a permanecer consciente de sus límites como “el obstinado, el que resiste, pues no hay coraje más fuerte que el coraje del pensamiento”.

El nacimiento de la revista Le Débat en 1980 puede considerarse como la señal o el marcador simbólico de una inversión de la coyuntura intelectual. Esta nueva publicación ya no pretendía ser el soporte de un sistema de pensamiento, de un método con vocación unitaria, sino que invitaba a pasar de un compromiso político a un compromiso intelectual. Sustituyendo una comunidad de opinión por una comunidad de reivindicaciones, invita a sus columnas a una pluralidad de autores con convicciones diferentes, convirtiéndose así en una encrucijada de ideas. El director de esta revista, Pierre Nora, se planteó entonces la pregunta: “¿Qué pueden hacer los intelectuales?”, constatando que el desplazamiento del centro de gravedad de la literatura a las ciencias humanas estaba quizá en vías de invertirse. Las ciencias sociales han comprendido que hablamos una lengua distinta de la que creemos hablar, que desconocemos las razones de nuestros actos y que el punto final escapa al proyecto inicial. Si el balance es positivo en este sentido, la situación impone una nueva relación con el conocimiento porque “es al abrigo de la función crítica donde opera plenamente la irresponsabilidad política de los intelectuales”.

NB-A

¿Qué es lo que piensas de mi generación? una generación que surge en la década del 90 cuando los proyectos politicos comenzaban a edificarse sobre las ruinas melancolícas, duelos y al mismo tiempo, nos toca nacer inaugurando la forma de vida dentro de un marco ideológico determinado, en la actualidad a los jóvenes de entre 25 a 30 años nos queda por delante una lucha política contra un modelo instaurado desde el momento de nuestro nacimiento, entonces, ¿como piensas  nuestra labor política y rol histórico? 

FD  ..
En la fase actual del Antropoceno, los seres humanos están cambiando la composición de la biosfera, esencial para la existencia de la humanidad en el planeta. Es mucho y trágico lo que está en juego, sobre todo porque puede que ya sea demasiado tarde. Es responsabilidad de los políticos, guardianes de la ciudad, de la convivencia, asumir el reto. Es una cuestión de vida o muerte. La nueva generación lo ha comprendido y se moviliza a escala internacional.  
Hoy, la toma de conciencia mundial de la crisis medioambiental a la que se enfrenta nuestro planeta y las lecciones que hay que aprender de la pandemia reabren en cierto modo el horizonte del futuro, que consiste en prevenir por todos los medios una futura catástrofe, y nos recuerda que Albert Camus dijo ya en 1957, en el momento de su Premio Nobel, que la tarea de las generaciones futuras es salvar el mundo. El 14 de noviembre de 2017, Le Monde publicaba un grito de alarma de 15.000 científicos para salvar el planeta, bajo un título evocador de la gravedad de la situación: « Il sera bientôt TROP TARD ». El “demasiado tarde” no sólo está en mayúsculas, sino en un tamaño de letra 60, que nunca se utiliza salvo en caso de guerra atómica. A pesar de esta advertencia, la política de inflexión del poder sigue confinada en un marco inmutable que funciona con el mismo resorte esencial, el beneficio, conduciéndonos lenta pero inexorablemente hacia la catástrofe. No hace falta ser un experto en colapsología para darse cuenta de ello. 

Sin hacer de Casandra, es importante aprender las lecciones de la pandemia a escala planetaria dándose cuenta de que a este paso el planeta y la Humanidad que lleva tienen un futuro trágico. Si lo peor nunca es seguro, sigue siendo necesario prevenir. ¿Quién habría pensado en los albores del año 2020, sobre todo en la Europa occidental poco acostumbrada a las pandemias, que sólo se podría salir de casa con una mascarilla y un certificado debidamente cumplimentado que autorizara a caminar por las calles, y que todo acto de proximidad afectiva, como dar la mano o besar, estaría estrictamente prohibido? ¿Quién habría imaginado que un riesgo vírico habría llevado al confinamiento de más de la mitad de la población mundial, paralizando toda actividad económica y social? Se habría tomado por una distopía demasiado irreal, poco creíble. Algunos dirán que no es más que una pesadilla desagradable que se disipará rápidamente al volver a la normalidad, que no hay que dramatizar un acontecimiento imprevisible que surge de la nada. 

El filósofo Jean-Pierre Dupuy, muy influido por Ivan Illich, viene advirtiendo desde principios de los años 2000 de la necesidad de integrar la posibilidad de catástrofes en las hipótesis sobre el futuro, antes de alertar contra el enfoque económico. Jean-Pierre Dupuy recuerda las buenas palabras del economista Kenneth Boulding, fallecido en 1993: “Cualquiera que crea que el crecimiento exponencial puede continuar indefinidamente en un mundo finito es un tonto o un economista”. Jean-Pierre Dupuy desautoriza a los colapsólogos y a los anticatastrofistas, abogando por un catastrofismo ilustrado que pretende frustrar las profecías fomentando cambios profundos de comportamiento: “Dos tipos opuestos de relación profética con el futuro conducen a una mayor probabilidad de catástrofe mayor. El primero es el de los optimistas dichosos que ven que las cosas saldrán bien en cualquier caso, hagan lo que hagan los agentes, gracias al principio de que la humanidad siempre ha salido de las peores situaciones. Y el de los catastrofistas mortíferos, los colapsólogos, que anuncian como cierto lo que ellos llaman colapso. Aboga por combinar ambos enfoques anunciando un futuro cargado de potencial catastrófico, que actuaría como elemento disuasorio para evitarlo, algo así como la amenaza nuclear durante la Guerra Fría, y trabajando para preservar un horizonte de esperanza, sobre el modelo de la superposición que se encuentra en la física cuántica.

El antropólogo Bruno Latour, que entre otras cosas ha trabajado sobre los microbios y el descubrimiento de Pasteur, considera que sería aterrador no aprovechar el parón general de la actividad económica para reflexionar sobre un cambio fundamental del sistema en que vivimos. Para él, la novedad no reside en el virus, con el que el ser humano convive muy bien y al que está acostumbrado, incluso buscando conocerlo para inmunizarse y convivir con él en buena armonía. La novedad reside en la rapidez de su propagación en un contexto de globalización. Bruno Latour subraya la imbricación de dos catástrofes, la de la pandemia y la aún más dramática del calentamiento climático. La cuestión ahora es cómo y dónde aterrizar. 

En estos tiempos llamados del Antropoceno, recuperar el poder de actuar requiere la desintegración del tiempo geológico y del tiempo humano. Bruno Latour critica la trampa de un simple repliegue sobre los fundamentos del Estado nacional, tentación que no haría sino agravar todos los factores de la crisis. Propone reorientarse volviendo a empezar desde abajo, preguntándose sobre qué territorios reales se ejerce la política y pensando de forma completamente distinta la relación entre el hombre y la naturaleza. Ya en 1991, Bruno Latour había insistido en la necesidad de salir de ese dualismo que hace que el hombre piense, actúe y contemple la naturaleza como un elemento que le es exterior y que le corresponde domesticar. El territorio que define no corresponde a lo global ni a lo local, no es ni la escala mundial ni la nacional, induce otra relación con la materialidad que pasa por la definición de los terrenos vivos, de lo que nos permite existir como seres humanos, lo que implica preguntarnos de qué dependemos, qué valoramos, qué podemos visualizar y qué estamos dispuestos a defender, aquellos con los que nos sentimos en afinidad. Si bien es evidente que las respuestas a estas preguntas varían enormemente entre individuos y comunidades, deberían redefinir las prioridades de la construcción social.

En el mismo momento en que la pandemia azota Francia y el jefe del Estado decide confinar a la población, el libro de Paul Jorion, de gran actualidad, Comment sauver le genre humain (Cómo salvar al género humano), llega a las librerías el 18 de marzo de 2020. Frente al desafío climático, considera que hay que desplegar una verdadera economía de guerra para movilizarse y ser eficaces, rehabilitando el Estado y la planificación de los bienes esenciales que hemos cometido la imprudencia de deslocalizar. Es de toda la ideología neoliberal de la que hay que deshacerse, ya que se ha revelado tan ineficaz frente a los retos vitales a los que nos enfrentamos y que requieren una vuelta al Estado del bienestar. 

Paul Jorion ya había alertado a la opinión pública en varias publicaciones, entre ellas Le dernier qui s’en va éteint la lumière en 2016, con su evocador título. El antropólogo ya había afirmado que si nuestra sociedad seguía su curso en la misma dirección, a la especie humana no le quedaría mucho tiempo de vida. Estimó el tiempo que nos quedaba en menos de cien años, estableciendo una horquilla entre 60 y 90 años, y advirtiendo que había que prever el fin de la humanidad si no tomábamos la medida del giro radical que había que dar en nuestra relación con el mundo. Sin embargo, seguimos sin aprender las lecciones de las pruebas por las que hemos pasado. Tras la explosión financiera de 2008, pensamos que se podía moralizar el capitalismo; no ha sido así, sino todo lo contrario. Se ha continuado con la política del laissez-faire, de la mano invisible que regula el mercado, como deseaba Adam Smith, lo que puede ser posible cuando el mar está en calma, pero no cuando la tormenta arrecia. Cada cual sigue entonces sus propios intereses, creando el caos. 

Por su parte, Edgar Morin suscribe la invitación de Bruno Latour a repensar con mayor discernimiento nuestra relación con el mundo a la luz del acontecimiento que nos afecta: “Esta crisis nos empuja a cuestionar nuestro modo de vida, nuestras verdaderas necesidades enmascaradas en las alienaciones de la vida cotidiana. Desde la fundación de la revista Arguments en 1956, Edgar Morin no ha dejado de promover una forma de pensar la complejidad y de cuestionar las lógicas binarias simplificadas o las múltiples formas de reduccionismo. Lamenta que aún no hayamos superado un cierto número de aporías: “Es trágico que el pensamiento disyuntivo y reductor reine en nuestra civilización y lleve las riendas de la política y la economía. Esta formidable deficiencia ha conducido a errores de diagnóstico y de prevención, así como a decisiones aberrantes. Yo añadiría que la obsesión por la rentabilidad de nuestros dirigentes ha conducido a ahorros culpables, como en el caso de los hospitales y el abandono de la producción de máscaras en Francia.

NB-A

Para ir cerrando, hablemos de tu trabajo actual y de lo porvenir. Previamente me has comentadoque uno de tus próximos trabajos en desarrollo, es una biografía del filósofo e historiador Michel Serres, además de este nuevo e interesante proyecto, ¿cuales son tus proyectos próximos? ¿Como piensas tu labor en la actualidad?.

FD

Sobre mi trabajo actual, acabo de publicar -este mes- un libro titulado “ Les vérités du roman. Une histoire du temps présent”. En él doy una amplia visión de la literatura francesa contemporánea, post-estructuralista, post-nueva novela. Es muy rica porque se esfuerza por volver a conectar con el mundo vivido, con la sociedad. La ficción, la novela, se acerca así a la investigación social, a las ciencias humanas, a la historia. Asistimos incluso a un cruce entre historiadores que escriben novelas y novelistas que escriben historia. Podemos alegrarnos de este fructífero acercamiento entre literatura e historia, cuyo cordón umbilical se había cortado cuando se profesionalizó la historia en el siglo XIX. Además de esto, en enero del 2024 publicaré un libro ya casi terminado sobre la historia de la Universidad de Vincennes, creada justo después de mayo de 1968 y que fue un lugar importante de efervescencia intelectual y política y un lugar esencial de innovación.

Por último, como has mencionado, estoy trabajando en un gran proyecto, que es la biografía del filósofo francés, Michel Serres, que escribió unos 80 libros, un pensador que fue filósofo y científico a la vez. 

 

Referencias

Dosse, F (2001) “Le moment Ricoeur de l’opération historiographique”, Vingtième siècle, revue d’histoire. 

Dosse, F (2003) La Historia: Conceptos y Escrituras. Buenos Aires: Nueva Visión.

Dosse, F (2023) De Ricoeur a Maquiavelo. Milenio. Disponible en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto/francois-dosse-macron-paso-ricoeur-maquiavelo

Nora, P (2008) Los Lugares de la memoria. Uruguay: Ediciones Trilce. 

Verdugo, P (2008) Allende. Cómo la Casa Blanca Provocó su Muerte. Chile: Catalonia.

 
 

viernes, 17 de marzo de 2023

La deserción finlandesa

 La deserción finlandesa

HIGINIO POLO

Con la incorporación a la OTAN, el gobierno socialdemócrata, al igual que la mayoría de los verdes europeos, ha entrado en la lógica de la guerra y de las empresas de armamento

Cuando en diciembre de 2019 Sanna Marin asumió la jefatura del gobierno finlandés, sustituyendo a Antti Rinne, su llegada fue celebrada por casi toda la izquierda: era una mujer joven de treinta y cuatro años, socialdemócrata, de una familia modesta que necesitaba ayudas sociales, que había trabajado como dependienta y conocía las dificultades de la vida, y que articulaba una coalición de gobierno de centro-izquierda y mayoría socialdemócrata, con cinco partidos: el Partido Socialdemócrata (SDP), el Partido de Centro (liberal), el Partido Verde, la Alianza de Izquierda y el pequeño Partido Popular Sueco (SFP).

Además, Marin formó un gobierno compuesto mayoritariamente por mujeres jóvenes que ocuparon doce de los diecisiete ministerios. Unía juventud y planes progresistas de gobierno, y quitaba importancia a su condición de mujer y a su edad: Marin insistió en que esos rasgos no eran lo más importante: eran los hechos, lo que su gobierno quería llevar a cabo.

Sin embargo, Sanna Marin, elogiada por su gestión de la pandemia, por su empeño en combatir la violencia contra las mujeres y en equiparar los salarios de hombres y mujeres, y por su programa de igualdad para las minorías raciales, ha dado un peligroso giro a la tradicional política de neutralidad finlandesa posterior a la II Guerra Mundial, y ha abandonado la diplomacia que trabajaba por la paz con su petición de ingreso en la OTAN.

El pequeño país de poco más de cinco millones de habitantes, tiene problemas desde hace tiempo: el alcoholismo, el racismo, el acoso sexual a las mujeres, la recesión económica. Ahora, el ministerio de Hacienda quiere recortar servicios públicos, cuando los trabajadores padecen dificultades. También, Finlandia soporta el oscuro recuerdo de su pasado cómplice con la Alemania nazi, que si bien fue enterrado durante los años de la llamada «finlandización» vuelve a aparecer a la vista del apoyo de los gobiernos de las tres repúblicas bálticas vecinas a los desfiles de veteranos de las SS nazis y de la nueva situación creada en Ucrania por la dictadura de Zelenski.

La incorporación de Finlandia a la OTAN supondrá transformar los más de mil trescientos kilómetros de su frontera oriental en la línea de contacto de la OTAN con Rusia, además de convertir a Finlandia en enemigo de Moscú, según la doctrina estratégica elaborada por EEUU y asumida por la alianza militar occidental.

Tras una abrumadora campaña que ha cambiado la opinión pública, el gobierno de Marin ni siquiera ha considerado la posibilidad de que la población pudiera expresar su opinión sobre la entrada en la OTAN con un referéndum: con una mayoría en el Parlamento, Marin tira por la borda siete décadas de neutralidad y de política exterior de estímulo a la paz.

Pocas voces públicas se oponen a ese despropósito: entre ellas, Tiina Sandberg, secretaria del SKP (Partido Comunista), y otros dirigentes comunistas, o Markus Mustajärvi, parlamentario de la Alianza de la Izquierda y miembro del Comité de Defensa del parlamento, quien denunció que «el ingreso de Finlandia en la OTAN se ha preparado a propósito desde la desintegración de la Unión Soviética. Las voces críticas han sido silenciadas y el ambiente se ha vuelto muy opresivo, incluso amenazante, y eso siempre tiene consecuencias.»

Con el gabinete de Sanna Marin se ha culminado la transformación de Finlandia, que deserta así del grupo de países que apostaban por la paz y la desaparición de los bloques militares. También culmina la metamorfosis de la socialdemocracia, de los verdes y de la mayor parte de la izquierda finlandesa, entre ellos de los ex comunistas que se integraron en Vasemmistoliitto (Alianza de la Izquierda, que cuenta con tres ministros) en un viaje a ninguna parte a semejanza del que hicieron los italianos de Achille Occhetto, convertidos hoy en el socialdemócrata y atlantista Partito Democratico.

La Alianza de la Izquierda de Li Andersson ha asumido todas las decisiones de Sanna Marin. Cuando el gobierno de Marin tomó la decisión de ingresar en la OTAN, el ministro de Asuntos Exteriores, Pekka Haavisto, del Partido Verde, aseguró que Finlandia fortalecería así su seguridad, la estabilidad en el norte de Europa, aumentaría su influencia y apoyaría el desarme nuclear. Todo era falso, y Haavisto lo sabía, porque EEUU está militarizando la península escandinava: ya ha firmado un acuerdo de defensa con Noruega y está ultimando otro con Finlandia.

EEUU quiere disponer en Escandinavia de instalaciones y bases aéreas y navales restringidas para su ejército donde, prescindiendo de la soberanía de cada país, aplicará exclusivamente su legislación, al margen del derecho noruego o finlandés, para poder introducir armamento nuclear en una situación de crisis.

Con la complicidad del gobierno noruego, EEUU tiene previsto crear áreas acotadas en Rygge (en el fiordo de Oslo), en Sola (costa del Mar del Norte), y en Ramsund y Evenes (en el fiordo de Narvik, cerca de Suecia y de Finlandia y al norte del Círculo Polar ártico). El despliegue en el fiordo de Narvik servirá también a EEUU para reforzar su dispositivo militar e intervenir en la disputa por los recursos del océano Ártico. Washington quiere también que Finlandia se incorpore a su alianza contra China.

Los gastos militares se han disparado: Helsinki invierte ya más del doble de lo que dedicaba a su ejército en 2019, al inicio de la legislatura, y ningún partido de la coalición se ha opuesto a ese despilfarro. La izquierda gubernamental se apresuró a cubrir la nueva política con palabras huecas: Vasemmistoliitto (Alianza de la Izquierda) apoyó en junio de 2022 el ingreso de Finlandia en la OTAN, y lo hizo, como otros partidos del gobierno, exigiendo que el país no aceptase armas nucleares, tropas ni bases de la alianza en su territorio. Incluso el presidente Sauli Niinistö insistió en que Finlandia no albergaría armas nucleares.

Era un brindis al sol, y todos lo sabían: el equivalente de las condiciones que el PSOE puso en el referéndum de ingreso de España en la OTAN, que nunca se cumplieron. En octubre de 2022, apenas cuatro meses después del anuncio, Marin declaraba que Finlandia «participará plenamente en la OTAN», y que «no era conveniente poner condiciones sobre bases militares o armamento nuclear».

De hecho, el gobierno no aceptó incluir esos requisitos para la solicitud de ingreso, y el ejército finlandés ya colabora con EEUU en ejercicios aéreos como los del Support of Nuclear Operations with Conventional Air Tactics, SNOWCAT. Otra muestra de la progresiva subordinación de Finlandia a Washington, porque la OTAN no dispone de armas nucleares, son propiedad de quienes las poseen: EEUU, Gran Bretaña y Francia, y solo el Pentágono tiene desplegadas esas armas en otros países, como los europeos.

Con su nueva identidad atlantista, el gobierno finlandés repite las acusaciones de Blinken y Stoltenberg sobre las supuestas «amenazas nucleares» lanzadas por Moscú, pero omite que, a diferencia de Rusia, EEUU no ha renunciado a ser el primero en utilizar armamento atómico, y la diplomacia finlandesa ya empieza a aplicar los criterios de la OTAN, aunque aún no sea miembro: en la declaración presentada en la ONU que exige el desarme nuclear, Finlandia se abstuvo, aunque anteriormente votaba a favor.

Siguiendo también las instrucciones de la OTAN, como admitió veladamente el propio gobierno, votó también en contra del Tratado de prohibición de armas nucleares. Además, el gobierno de Marin presiona a Alemania para que envíe a Ucrania los tanques Leopard contra los rusos. Significativamente, pese a que Suecia confirmó el sabotaje al Nord Stream tras hallar rastros de explosivos y a la evidencia de que solo EEUU y su aliado británico podían haberlo llevado a cabo, Finlandia, como sus vecinos escandinavos, se ha abstenido de pedir cualquier responsabilidad, y mantuvo silencio ante la grosera intoxicación lanzada por Washington y la OTAN haciendo responsable a Rusia de la voladura de su propio gasoducto [y ahora a un fantasmagórico grupo ucraniano "no perteneciente al gobierno"].

También ha cambiado la apreciación de Finlandia sobre la guerra en Oriente Medio: mientras el gobierno anterior, con Antti Rinne, condenó a Turquía cuando invadió el norte de Siria, ahora, con Sanna Marin, el gabinete guarda silencio ante los bombardeos de Erdogan sobre los kurdos sirios. Todo ha cambiado tras la firma del Memorando de Madrid entre Finlandia, Suecia y Turquía bajo los auspicios del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.

Desertando de las filas de la paz con la incorporación a la alianza militar occidental, el gobierno socialdemócrata, al igual que la mayoría de los verdes europeos, ha entrado en la lógica de la guerra y de las empresas de armamento con la prevista construcción de un muro en los límites con Rusia, incrementando el presupuesto militar y exigiendo una mayor intervención de la OTAN en Ucrania, suscribiendo el vergonzoso Memorando de Madrid y apoyando la expansión militarista de EEUU hasta las fronteras rusas.

www.mundoobrero.com

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Texto completo en: https://www.lahaine.org/mundo.php/la-desercion-finlandesa .

martes, 14 de marzo de 2023

La quiebra del Silicon Valley Bank.

 EEUU: La quiebra del Silicon Valley Bank.  

  

SVB: Del valle al abismo 


Michael Roberts 


El viernes, el banco californiano Silicon Valley Bank (SVB) se ha convertido en el banco más grande en quiebra desde la crisis financiera de 2008. En un colapso repentino que conmocionó a los mercados financieros, dejó varados miles de millones de dólares pertenecientes a empresas e inversores. 

SVB tomó depósitos e hizo préstamos a empresas en el corazón del sector tecnológico de Estados Unidos. La Corporación Federal de Seguros de Depósitos de EEUU (FDIC) ahora está actuando como liquidador. La FDIC es una agencia gubernamental independiente que asegura los depósitos bancarios y supervisa las instituciones financieras, lo que significa que liquidará los activos del banco para pagar a sus clientes, incluidos los depositantes y acreedores. 

¿Qué pasó con SVB y es esto una señal aislada o una señal de que están en camino más crisis financieras? El resultado inmediato fue el anuncio de SVB de que había vendido con pérdidas un montón de valores en los que había invertido y que tendría que vender 2.250 millones de dólares en nuevas acciones para tratar de apuntalar su balance. Eso provocó un pánico entre las empresas tecnológicas clave de California que tenían su efectivo en SVB. Hubo una corrida clásica. A la velocidad del rayo, el banco tuvo que evitar que los depositantes retiraran dinero en efectivo. El precio de las acciones de la compañía colapsó, arrastrando a otros bancos con él. El comercio de acciones de SVB se detuvo y SVB acabó abandonando los esfuerzos para recaudar capital o encontrar un comprador, lo que llevó a que la FDIC tomara el control. 

Aunque relativamente desconocido fuera de Silicon Valley, SVB estaba entre los 20 principales bancos comerciales estadounidenses (el 160 más grande), con 209 mil millones de dólares en activos totales a finales del año pasado, según la FDIC. Es el prestamista más grande en quiebra desde que Washington Mutual se derrumbó en 2008 durante el colapso financiero mundial. Así que, contrariamente a algunos informes, SVB no es un pececillo. Ofreció servicios a casi la mitad de todas las empresas de tecnología y de atención médica respaldadas por fondos de riesgo en los Estados Unidos. SVB tenía dinero para estos "capitalistas de riesgo" (aquellos que invierten en nuevas empresas de "start-up"). 

Pero también hizo inversiones con los depósitos en efectivo que obtuvo, extendiendo préstamos personales, a veces arriesgados, a los fundadores de las empresas tecnológicas, así como a sus empresas. Pero sus inversiones comenzaron a generar pérdidas. SVB había apostado por comprar bonos del gobierno de EEUU aparentemente seguros. Sin embargo, a medida que la Reserva Federal comenzó su ciclo de aumento de las tasas de interés para "controlar la inflación", el valor de estos bonos del gobierno cayó bruscamente y el balance de SVB comenzó a hacer agua. Cuando informó al mundo financiero que estaba vendiendo estos bonos con pérdidas para satisfacer los retiros de efectivo de los clientes, la corrida de retirada de depósitos en el banco se desató. Al no obtener financiación adicional mediante la venta de acciones, SVB tuvo que declararse en bancarrota y entrar en la suspensión de pagos de la FDIC. 

Algunos están descartando la idea de que el colapso de SVB es una señal de lo que está por venir. "SVB era pequeño, con una base de depósitos muy concentrada", dijo el jefe de investigación de capital europeo de Amundi, Ciaran Callaghan. "No estaba preparado para las retiradas de depósitos, no tenía liquidez a mano para cubrir los reembolsos de depósitos y, en consecuencia, era un vendedor forzado de bonos que impulsó un aumento de capital y creó el contagio. Este es un caso muy aislado e idiosincrásico". 

Así que es una excepción. ¿De verdad? El colapso de SVB se debe a un hecho más amplio, a saber, los agresivos aumentos de las tasas de interés de la Reserva Federal durante el año pasado. Cuando las tasas de interés estaban cerca de cero, los bancos como SVB atesoraban bonos del tesoro a largo plazo y aparentemente de bajo riesgo. Pero a medida que la Reserva Federal aumentó las tasas de interés para "luchar contra la inflación", el valor de esos activos cayó, dejando a muchos bancos con balances con pérdidas no realizadas. 

Las tasas más altas también han afectado especialmente al sector tecnológico, socavando el valor de las acciones tecnológicas y dificultando la recaudación de fondos. Así que las empresas de tecnología comenzaron a retirar sus depósitos en efectivo en SVB para pagar sus facturas. Ed Moya, analista senior de mercado de Oanda, comentó: "Todo el mundo en Wall Street sabía que la campaña de subida de tasas de la Reserva Federal eventualmente rompería algo, y ahora mismo está derribando a los pequeños bancos". La otra grieta en el muro bancario está en las criptomonedas. El prestamista del banco criptográfico Silvergate también se ha visto obligado a liquidar después del colapso de los precios e intercambios de bitcoins y otras criptomonedas. 

"Los desafíos institucionales de SVB reflejan un problema sistémico más grande y generalizado: la industria bancaria está sentada sobre una tonelada de activos de bajo rendimiento que, gracias al último año de aumentos de tasas, ahora están muy bajo el agua y se están hundiendo", dijo Konrad Alt, cofundador de Klaros Group. Alt estimó que los aumentos de tasas han "barrido efectivamente aproximadamente el 28 % de todo el capital de la industria bancaria a finales de 2022". 

El fracaso de SVB puede ser único, pero los colapsos financieros siempre comienzan con los más débiles o los más imprudentes. Era un banco que estaba siendo exprimido por las tijeras de una crisis inminente: la caída de las ganancias en el sector tecnológico y la caída de los precios de los activos causada por el aumento de las tasas de interés. SVB había crecido a alrededor de 209 mil millones de dólares en activos con una base de clientes concentrada en las nuevas empresas tecnológicas, por lo que resultó particularmente vulnerable al impacto del rápido aumento de las tasas de interés. Pero las pérdidas de SVB en las ventas de bonos se están repitiendo en muchos otros bancos. La FDIC informó recientemente que los bancos estadounidenses registran 620 mil millones de dólares de pérdidas no realizadas en sus carteras de valores. 

Mientras tanto, después de que las últimas cifras de empleo volvieran a indicar un mercado laboral "tirante", la Reserva Federal parece que continuará aumentando las tasas de interés más rápido y más alto de lo que los inversores financieros esperaban. Al declarar ante el Congreso de los Estados Unidos la semana pasada, el presidente de la Reserva Federal, Jay Powell, lo dejó claro: "El empleo, el gasto de los consumidores, la producción manufacturera y la inflación han revertido en parte las tendencias más suaves que habíamos visto en los datos hace solo un mes". Y como lo resumió Larry Summers, gurú keynesiano y ex secretario del Tesoro, "Tenemos que estar preparados para seguir haciendo lo necesario para contener la inflación". Posiblemente hasta el punto de hacer quebrar partes del sector bancario y corporativo. 

sigue otro artículo.. ver  

  https://sinpermiso.info/textos/eeuu-la-quiebra-del-silicon-valley-bank-dossier 

sábado, 11 de marzo de 2023

¿ Ucranización o nazificación ? .

Cambio masivo de nombres de calles en Ucrania

¿Monumentos a los nazis con dinero de Estados Unidos y de Europa?



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Fuentes: Rebelión

Traducido de inglés para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

Hace 80 años, en 1943, la capital de Ucrania, Kiev, fue liberada de la ocupación nazi por tropas del Ejército Rojo dirigidas por el general Nikolai Vatutin. Poco después de la liberación, el general Vatutin murió como consecuencia de una herida causada por colaboracionistas nazis de la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN, por sus siglas en ucraniano). En 1944 recibió sepultura en uno de los parques centrales del Kiev que liberó y sobre su tumba se levantó un monumento con la inscripción: “Al general Vatutin, del pueblo ucraniano”.

Este general era considerado un héroe por méritos propios; sobre su tumba siempre había flores colocadas por los habitantes de la capital. Y estos días, en el 80º aniversario de la liberación de Kiev, el monumento ha sido demolido por las autoridades de Kiev profanando así su tumba.

A lo largo de todo el país se está llevando a cabo la destrucción de monumentos a los soldados del Ejército Rojo que liberaron Ucrania del fascismo. En algunos lugares se desmantelan (como en Chernivtsi, Rivne y otras ciudades); en otros simplemente se vuelan por los aires, como ocurrió en Nikolaev. A esto se añade el derribo de otros monumentos: al poeta Alexander Pushkin, a los escritores Nikolai Ostrovsky y Máximo Gorki, al piloto de pruebas Valery Chkalov y muchos más.

Complementa este borrado de la historia el cambio de nombre de toda una serie de ciudades, calles y plazas. Desde 2014, tras el golpe de Estado del Euromaidan, más de 1.000 localidades y de 50.000 calles cambiaron de nombre en Ucrania.

Solo en Kiev y durante el último año, 237 calles, avenidas, plazas y bulevares recibieron un nuevo nombre, según informan con orgullo las autoridades municipales, encabezadas por su alcalde Vitaly Klitschko. El mismo gobierno local que durante nueve años no ha sido capaz de construir –en una ciudad de 3 millones de habitantes con constantes atascos de tráfico– ni una sola estación de Metro, ni un solo intercambiador de transporte, ni un solo centro médico, ni un solo campus universitario, ni planta procesadora de residuos…

¿De dónde procede un deseo tan insistente de cambiar el nombre de todo y de todos? ¿Será que de repente toda la población está descontenta con los nombres de sus ciudades y calles, donde ellos mismos, sus padres y a veces sus abuelos han nacido y crecido? Nada de eso. No hubo referendos, ni votaciones de los residentes sobre estas cuestiones, nadie les pidió su opinión.

Por el contrario, en los pocos casos en que se realizaron encuestas, estas mostraron casi siempre el desacuerdo con el cambio de nombre. Por ejemplo, en el caso del centro regional de Kirovograd, llamado así hace casi 90 años en honor del famoso estadista soviético Sergei Kirov, la mayoría absoluta de la población de la ciudad, el 82%, rechazó hace unos años la decisión de cambiar el nombre de la ciudad a «Kropyvnytsky» y solo el 14% la apoyó.

Pero ni en este ni en todos los demás casos, ni para cambiar los nombres ni para demoler los monumentos, las autoridades han tenido en cuenta la opinión de los ciudadanos. Entonces, ¿por qué ocurre todo esto? La respuesta a esta pregunta será más evidente si se observa de cerca qué nombres y monumentos están sustituyendo a los de antes.

La avenida del general Vatutin, liberador de Kiev del nazismo mencionado al principio de este artículo, pasó a llamarse avenida de Roman Shukhevych, un nazi ucraniano que, en el momento del ataque de la Alemania nazi a la Unión Soviética en 1941, formaba parte del batallón Nachtigal, una subdivisión de la Abwehr (inteligencia militar de la Wehrmacht), formada por colaboradores nazis ucranianos.

La Avenida de Moscú en Kiev pasó a llamarse Avenida de Stepan Bandera –otro colaborador nazi ucraniano, líder de la OUN–, que durante la Segunda Guerra Mundial se hizo tristemente famoso no solo por cooperar con los nazis alemanes, sino por el genocidio de la población polaca y judía. Bandera tiene monumentos en muchas ciudades ucranianas.

El bulevar Druzhby Narodov de Kiev pasó a llamarse bulevar Mykola Mikhnovsky, uno de los creadores de la ideología del nacionalismo ucraniano, autor del lema chovinista: «¡Ucrania para los ucranianos!».

Y la calle que lleva el nombre del mariscal ucraniano Malinovsky, uno de los líderes del Ejército Rojo durante la guerra contra el nazismo, fue rebautizada como la calle de los Héroes del Regimiento Azov –una unidad militar moderna de Ucrania, cuyo emblema es el «wolfsangel» (un símbolo heráldico alemán inspirado en la forma de una antigua trampa para lobos), el emblema nazi utilizado por las unidades de las SS. Para quien no lo sepa o lo haya olvidado, incluso el Congreso de Estados Unidos consideró al Batallón Azov como grupo neonazi y terrorista.

Por cierto, más o menos al mismo tiempo que se demolía el monumento al general Vatutin en Kiev, la Décima Brigada de Asalto de Montaña de las Fuerzas Armadas de Ucrania recibió oficialmente el nombre de Edelweiss. Durante la Segunda Guerra Mundial, este era el nombre de la Primera División de Infantería de Montaña de las fuerzas armadas de la Alemania nazi, que participó en la deportación de judíos, la ejecución de prisioneros de guerra, en operaciones punitivas contra los partisanos de Yugoslavia, Italia, Checoslovaquia y Grecia. Las insignias de calavera, que prácticamente no difieren de los emblemas de la división de las SS «Cabeza Muerta» y otras unidades nazis, son exhibidas abiertamente no sólo por muchos militares de las Fuerzas Armadas de Ucrania, sino también por su Comandante Supremo.

El actual gobierno de Ucrania está destruyendo por completo todo lo que de alguna manera se relacione con Rusia, de la que la mayor parte de Ucrania formó parte durante cientos de años (aunque se trate de monumentos y calles en honor a escritores de fama mundial, como León Tolstoi), y con el periodo soviético de 70 años de la historia de Ucrania, además de con el socialismo y la ideología de izquierdas en general. Por ejemplo, se ha cambiado el nombre de calles que llevaban los nombres de Karl Marx y Friedrich Engels, se han demolido monumentos dedicados a ellos y se prohíben los símbolos socialistas y comunistas, desde la bandera roja hasta la interpretación de la «Internacional». Asimismo, todos los partidos de izquierda están prohibidos, incluida la Unión de Fuerzas de Izquierda–Por un Nuevo Socialismo, que este autor preside.

El socialismo y el comunismo están prohibidos, los activistas de izquierda son perseguidos y encarcelados, y el neonazismo se ha convertido en un elemento de la política estatal y en la ideología dominante.

Por si fuera poco, toda esta guerra iniciada por las autoridades ucranianas contra los nombres, los monumentos y la ideología de izquierdas requiere mucho dinero. El coste de una sola placa con un nuevo nombre de calle para colocar en una esquina, según las propias autoridades de Kiev, es de al menos 1.000 hryvnia (unos 25 euros) y eso debe multiplicarse por docenas (y a veces cientos) de placas en la misma calle. Y luego por decenas de miles de calles rebautizadas. Permítanme recordarles también las más de 1.000 ciudades y pueblos rebautizados.

Y el coste de las nuevas placas es sólo una pequeña parte del coste del cambio de nombre. Hay muchos más componentes. Todas las instituciones y empresas tienen que modificar los documentos, encargar nuevos sellos y timbres, actualizar las señales de entrada, etcétera. Necesitamos nuevas señales y carteles en las carreteras, en las entradas de la localidad y en las rutas por toda Ucrania. Es necesario dotar a muchas instituciones de nuevos mapas y atlas, no sólo ubicados en la ciudad rebautizada, sino en todo el país.

Cuando, por ejemplo, se realizó el cambio de nombre de la ciudad de Zhdanov a Mariupol, un solo cambio costó unos 24 millones de euros. La oleada total de cambio de nombre y demolición de monumentos en todo el país, según las estimaciones más conservadoras, ¡cuesta más de 1.000 millones de euros!

Y esto en el país más empobrecido de Europa que, además, está en guerra. En un país que tiene absoluta necesidad de ayuda financiera del exterior y en el que este año más del 60% de los ingresos del presupuesto estatal proceden de países extranjeros, principalmente de los países de la Unión Europea y de Estados Unidos.

De este modo, el dinero de los contribuyentes europeos y estadounidenses se gasta ahora, entre otras cosas, en el cambio masivo de nombre de calles de Ucrania en honor de los nazis y neonazis. No creo que la mayoría de los ciudadanos de los países donantes estén de acuerdo con esto. Pero parece que a ellos, como a la mayoría de los ciudadanos de Ucrania, nadie va a preguntarles su opinión.

Maxim Goldarb es presidente de la Unión de Fuerzas de Izquierda de Ucrania-Por un Nuevo Socialismo. 

¿Monumentos a los nazis con dinero de Estados Unidos y de Europa? – Rebelion

 Nota  del blog .- Recordemos otra cosa y es que el tribunal administrativo de Kiev su  juez/es fue/ron destituido/s por  luchar contra la corrupción  y por oponerse  al cambio de nombres por nazis..Al igual en las fotos de abajo   se puede  ver a Zelenski y tras  el guarda  espaldas ucraniano nazi  , para lavarle la cara luego  resaltan   que  Zelenski es judío..   También lo es el oligarca que lo financió y que al mismo tiempo creaba    los batallones neonazis que  masacraron el Dombás .. ver

  Bajo el fragor de la guerra se está estableciendo un Ucrania una dictadura oligárquica – Rebelion