miércoles, 8 de marzo de 2023

La baja credibilidad de la prensa americana .


Entrevista a Roane Carey

«Es posible que el ‘Washington Post’ y el ‘New York Times’ no quieran saber quién perpetró el sabotaje del Nord Stream»


 
 

El periodismo de Estados Unidos está en crisis. No lo dicen únicamente los sondeos –según un informe del Instituto Reuters de 2022, solo un 26 por ciento del público piensa que los medios son creíbles, la tasa más baja entre los 46 países encuestados– sino que lo confirman los propios reporteros.

En un largo artículo comisionado por la prestigiosa Columbia Journalism Review (CJR) –una especie de revista madre del gremio y guardiana autonombrada de su integridad–,el veterano periodista de investigación Jeff Gerth concluía que “los cometidos primarios del periodismo, informar al público y exigir cuentas a los intereses de los poderosos, se han visto minados por la erosión de las normas periodísticas y la falta de transparencia de los propios medios con relación a su trabajo”.

Su pieza, de 24.000 palabras y publicada este enero pasado, es una radiografía despiadada de la cobertura por la prensa establecida, incluidos el New York Times y el Washington Post, de la interferencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016 y las conexiones entre el Gobierno de Putin y la campaña de Trump. Ambos temas, según Gerth, recibieron una atención desproporcionada y muy poco rigurosa, en gran parte porque las y los periodistas que los cubrían, con el visto bueno de sus supervisores, se dejaron manipular por intereses políticos y por sus propios prejuicios, en lugar de respetar las buenas prácticas deontológicas. 

La publicación de Gerth, llamativa en sí misma, lo fue más porque días después se reveló que, un par de años antes, la misma CJR había asignado otra pieza de largo alcance a otro reportero veterano con un punto de partida, si cabe, opuesto al de Gerth: investigar la sospechosa cercanía a Putin, por esos mismos años, de la revista progresista The Nationque en su cobertura del ‘Russiagate’ había dado espacio a voces que minimizaban la amenaza rusa (dudando, por ejemplo, de la autoría rusa del famoso hackeo del servidor de email del Democratic National Committee).

El reportero, el escocés Duncan Campbell, tardó dos años en concluir su investigación y en acordar el texto final con el equipo editorial, solo para ver su artículo “asesinado” (killed spiked, en la jerga periodística local) dos días antes de su publicación prevista. A comienzos de febrero de 2023 el Byline Times, una revista digital británica, publicó la pieza original de Campbell en su versión final, junto con un artículo en que éste sugería que la CJR había suprimido su investigación, que acabó siendo muy crítica de The Nation, por un conflicto de intereses: resulta que, por esas mismas fechas, la CJR negociaba un convenio con The Nation.

Los veteranos Campbell y Gerth (de 70 y 79 años, respectivamente) llegan a conclusiones muy diferentes. Para el primero, cierta prensa izquierdista abandonó sus principios para dejarse embaucar por Putin. Para el segundo, fue la prensa liberal mainstream la que los abandonó al exagerar el peligro de Rusia indebidamente. Pero ninguno de los dos deja muy bien parado al periodismo en Estados Unidos. Combinados, sus artículos sirven para plantear serias preguntas sobre el estado de salud del cuarto poder, no solo en sus manifestaciones más propagandísticas, como la Fox News y los medios “alternativos” pero bien financiados de la ultraderecha nacionalista, sino también en medios de mucho más abolengo, sean de perfil liberal-progresista como el New York Times (fundado en 1851) y el Washington Post (1877), o de perfil progresista radical, como el semanal The Nation (1865). 

El paisaje mediático, mientras tanto, está mudando. Por un lado, en los últimos quince años, el descontento con los diarios y revistas establecidos ha motivado a grupos de periodistas jóvenes y veteranos a fundar medios nuevos, desde PoliticoVoxThe Interceptpensados para producir un periodismo más ágil y atrevido, menos lastrado por tradiciones institucionales, plantillas gigantescas, jerarquías aplastantes, presiones políticas o intereses comerciales. 

Por otro, en años más recientes algunos de estos periodistas no han dudado en abandonar esos nuevos medios –a veces después de algún conflicto personal o profesional– para escribir por su cuenta en plataformas de pago como Substack y cobrar a sus suscriptores directamente. Los ejemplos más exitosos (al menos en un sentido económico) han sido los de Glenn Greenwald (cofundador de The Intercept), Matt Yglesias (cofundador de Vox), Andrew Sullivan (antes con The Atlantic y la revista New York) y Matt Taibbi (Rolling Stone). También la investigación de Seymour Hersh sobre el sabotaje del Nord Stream que CTXT tradujo al castellano se publicó en Substack.

Para arrojar algo de luz sobre estos y otros temas hablo por teléfono con Roane Carey (Atlanta, 1960). Entre 1989 y 2021, Carey trabajó en The Nation como jefe de edición,entre otras funciones. Además de cubrir Oriente Medio (tema sobre el que editó dos libros), ensus 32 años en la redacción de la revista, Carey trabajó con cientos de periodistas, incluidos autores tan diversos como Edward Said, Christopher Hitchens y Katrina vanden Heuvel (y, en años más recientes, Bécquer Seguín y un servidor). 

Según Jeff Gerth, el periodismo en Estados Unidos está en crisis porque ha dejado de respetar sus propias normas, como demuestra el fracaso mediático que fue el ‘Russiagate’.

Bueno, la verdad es que en Estados Unidos llevamos décadas viendo grandes fracasos mediáticos. Solo hace falta recordar la cobertura desastrosa, después del 11 de septiembre de 2001, con respecto a Irak. No solo el New York Times sino todos los medios mainstream se tragaron sin rechistar lo que decía el Gobierno de Bush sobre las armas de destrucción masiva, mientras incluso revistas progresistas como The New Yorker The New Republic apoyaban la guerra. En The Nation nos resistimos. Pero recuerdo que nos sentíamos muy solos, clamando en el desierto. Porque además no hacía falta ser ningún genio para percatarse de que el emperador estaba desnudo. Bastaba comparar las alegaciones con los hechos aportados para concluir que era todo mentira.

Con respecto a lo que escribe Gerth, es verdad que muchos medios mainstream se dejaron llevar por una especie de histeria con respecto a Rusia. 

Siempre que el poder gubernamental tiene algún interés predominante, lo normal es que los grandes medios le sigan sin cuestionarlo

Pero, según usted, que los grandes medios yerren de este modo no es nuevo.

Exacto. Siempre que el poder gubernamental de este país tiene algún interés predominante, lo normal es que los grandes medios le sigan sin cuestionarlo apenas. Este claramente ha sido el patrón, por ejemplo, con las intervenciones que Estados Unidos ha hecho en el extranjero.

¿Entonces Campbell se equivoca? ¿No hay crisis?

Claro que hay crisis. De hecho, se solapan varias. Pero son, ante todo, de carácter económico. Por un lado, seguimos viviendo la crisis del modelo financiero del periodismo, provocada por la aparición de internet y la consiguiente pérdida de ingresos publicitarios. Esta ha causado la desaparición de cientos de periódicos, sobre todo a nivel local y regional. Pero, por otro lado, hubo otra crisis producida por los efectos corrosivos de la financiarización neoliberal de la economía. Ese proceso, que empezó antes de la revolución de internet, ha sido extremadamente destructivo para el periodismo. Incluyó una fase de concentración, en la que los grandes grupos adquirieron diarios más pequeños. Entonces se impusieron los dictados de Wall Street, que exigían ganancias cada vez más altas. Y cuando estas no se produjeron, los conglomerados pasaron a despedir a periodistas y a suprimir cabeceras. A estas alturas, es muy complicado que una persona joven con vocación periodística encuentre un trabajo que le permita sobrevivir.

Gerth también subraya que el público confía cada vez menos en los medios.

Eso también tiene que ver con el auge del neoliberalismo, que permitió que creciera la presencia mediática de la extrema derecha. Los orígenes de ese proceso se remontan a los años ochenta, con el crecimiento de la talk radio, respaldada económicamente por grandes empresas conservadoras. Después, en 1996, nació Fox News como medio propagandístico muy bien financiado. Todo esto ha provocado en los últimos 30 años un desplazamiento del centro de gravedad de los medios mainstream hacia la derecha. 

¿Los propios medios no son responsables de esa pérdida de confianza del público?

Sí que lo son. Es que el problema de fondo ya existía. Aun cuando muchos medios todavía gozaban de buena salud, el periodismo estaba demasiado dispuesto a obedecer a los dictados del poder, tanto del gobierno como de las grandes empresas, por mucho que se escudara en el culto a la objetividad. Yo llevo leyendo el New York Times más de 40 años. ¿Ha sido crítico con el gobierno? Sí, pero solo hasta cierto punto. Esa actitud servil de los grandes medios ante el poder mantenida a lo largo del tiempo –su dedicación, en fin, a la fabricación del consenso social, lo que Chomsky ha llamado manufacturing consent– la acaban notando los lectores, aunque no sean periodistas profesionales. Este servilismo, combinado con su autocomplacencia, hizo que los medios fueran menos resistentes ante las crisis financieras que harían tantos estragos a partir de los años 90. 

Esa costumbre servil la pudieron romper puntualmente periodistas de investigación como el propio Gerth, o sus compañeros de generación Seymour Hersh, Bob Woodward, Carl Bernstein, etc., cuando se toparon con historias explosivas y lograron convencer a sus directoresy a los propietarios de sus medios de que valía la pena desafiar al poder. 

Exacto. 

Cuando hablé con Hersh hace tres años, me dijo que su trabajo consistía en “entrar a la redacción con una rata muerta llena de piojos, depositarla en el escritorio del director y decirle: ‘Voy a escribir algo que el gobierno va a odiar’”. Me pregunto si hoy la situación es distinta. Hemos visto una oleada de reporteros que, hartos de sus jefes y colegas, deciden montar su propio medio o incluso escribir por cuenta propia. Hace algún tiempo, un periodista de la revista New York estimaba que Matt Taibbi, con más de 30.000 suscripciones de 50 dólares cada una en Substack, se embolsa más de un millón de dólares al año. Y ese dinero lo gana sin tener que luchar diariamente con un editor que le ponga peros o le diga “me gusta lo que tienes, pero habrá que trabajarlo más antes de que podamos publicarlo”. ¿Tienen razón colegas como Taibbi o Greenwald al concluir que pueden prescindir de los filtros de los medios tradicionales porque esos filtros se han convertido en instrumentos de censura?

Es una buena pregunta. La cuestión tiene doble filo. Por un lado, hace 30 ó 35 años, antes de que hubiera internet, también ocurría que un periodista de investigación estaba frustrado porque tenía una buena historia, pero nadie estaba dispuesto a pagarle por investigarla o, si ya la tenía investigada, nadie quería publicarla. En aquel entonces no había muchas opciones. Podía recurrir a revistas como The Nation, In These Times Mother Jones, pero poco más. Por otro lado, incluso en The Nation no se publicaba nada que no pasara por el proceso de edición y verificación, el fact check. Hoy, todo el mundo puede escribir lo que sea y sacarlo en lugares como Substack. Greenwald y Taibbi y Hersh pueden publicar lo que les dé la gana. Y si lo hacen bien y consiguen un público, pueden tener mucho éxito. 

Lo que no hay es ese filtro que representan los editors fact checkers.

Exacto. Y sin embargo no creo que se pueda mantener que en este nuevo contexto no haya ningún filtro de calidad. Si te fijas en el último trabajo de Matt Taibbi, por ejemplo, basado en el acceso que le ha dado Elon Musk a los archivos de Twitter, verás que ha suscitado muchísimas críticas, tanto por lo que escribe como por la forma en que se ha dejado apoyar y financiar por Musk. Las palizas que ha encajado Taibbi en la esfera pública y en las redes no han sido menores. Lo mismo cabe decir de Hersh. Sí, su pieza sobre el Nord Stream se ha leído mucho, pero también ha suscitado muchas críticas, justificadas para mí. En mi opinión, Hersh tendría que haber conseguido más corroboración antes de publicar su historia. Sin corroboración adicional, lo que ha escrito no pasa de ser una suposición. Por otra parte, hay bastantes lectores inteligentes y críticos capaces de darse cuenta de ello.

¿Qué quiere decir cuando afirma que, en su forma actual, la pieza no pasa de ser una suposición?

Me refiero al hecho de que base una alegación tan grande en una única fuente, además anónima, sin que haya otras fuentes que la corroboren. La historia puede ser verdadera, pero dada la lógica interna del texto, los lectores no tienen cómo evaluar sus afirmaciones de forma objetiva. Así, no puede ser más que una acusación; de los lectores se espera que la aceptemos como un artículo de fe. Por eso hablo de “suposición”. 

Si usted siguiera en The Nation y un reportero le enviara ese texto, ¿qué le habría pedido para considerar su publicación?

Habría insistido en que proporcionara más fuentes. También que citara, en el texto, a expertos y analistas estratégicos independientes que comentaran sobre las afirmaciones de la fuente anónima. Pienso, por ejemplo, en personas expertas en demoliciones subacuáticas, personas que conozcan la historia de los ejercicios navales de la OTAN en el área, gente con pericia en la inteligencia de fuente abierta (OSINT), etcétera. 

En la izquierda norteamericana tenemos muy claro que EEUU es una potencia maligna. Pero nos cuesta asumir que no es la única potencia maligna

En una entrevista con Amy Goodman, Hersh explicó: “En cuanto a la cuestión de la fuente, llevo mucho tiempo haciendo esto. (…) Pero yo no hablo de fuentes. Yo sólo –ya sabes, tengo suerte–. He tenido, durante 20, 30 o 40 años, gente dentro que no sólo son fieles a lo que hacen, sino que tampoco tienen miedo a ser críticos con ello. Ese es el tipo de fuente con la que sueñan los periodistas. Y he tenido gente así desde siempre. Y la sigo teniendo”. Y además ha afirmado que su texto pasó por un proceso de verificación o fact-checking comparable con el que se usa en el New Yorker. 

Me cuesta creerlo, la verdad. La pieza dice, por ejemplo, que el actual secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, “había cooperado con la comunidad de inteligencia estadounidense desde la guerra de Vietnam”. Stoltenberg nació en 1959. ¿Los norteamericanos estaban tan desesperados que tuvieron que recurrir a un adolescente noruego? Un error tan torpe lo habría pillado un buen verificador o editor. Desde que se publicó el texto, se han cuestionado otros detalles de la historia. Sin poder evaluar cada detalle, estas dudas disminuyen mi fe en la veracidad de lo que presenta Hersh, y eso que yo mismo sigo albergando la fuerte sospecha de que fueron los norteamericanos o un aliado suyo los que perpetraron el atentado. De modo más general, no creo que lo que la gente publica en Substack sea necesariamente más creíble de lo que pueda escuchar en la calle o en boca de un amigo. 

[CTXT consultó a Hersh las dudas sobre Stoltenberg el día que publicó la historia y el reportero negó que se trate de un error; según él, el actual secretario general de la OTAN fue reclutado por la CIA tras ser arrestado en Oslo por participar en protestas contra la guerra de Vietnam, cuando su padre era ministro de Defensa. De hecho, el único descuido que Hersh admite haber cometido en su pieza es la afirmación de que Stoltenberg es el actual comandante en jefe de la OTAN, no el secretario general, error que se corrigió en CTXT con una fe de erratas].

¿Las plataformas como Substack son una solución a la crisis del modelo de financiación del periodismo?

Me temo que no. Las y los periodistas que ya tienen cierta fama pueden ganarse la vida así, incluso hacerse ricos. Pero una periodista desconocida que puede tener mucho talento y haber escrito un gran artículo de investigación, ¿qué hace? ¿Publicarlo gratis? ¿Dónde va a encontrar lectores que le paguen por su trabajo? 

Cualitativamente hablando, ¿el periodismo es hoy peor de lo que era antes?

No lo creo. En el mundo del periodismo siempre ha habido mucha basura. No puedo decir que haya empeorado. También hay mucho material de gran calidad. Internet ha supuesto una expansión del campo, para bien.

Muchos periodistas en los grandes medios comparten los prejuicios culturales de los que gobiernan el país

Hersh mantiene que, con respecto al sabotaje del Nord Stream, la pasividad de grandes medios como el New York Times y el Washington Post equivale a negligencia, a una dejación de su deber periodístico. ¿Está de acuerdo?

Es una buena pregunta. Muchos, periodistas o no, estamos frustrados porque queremos saber qué pasó. Queremos pruebas definitivas. Y no ha habido respuestas. En esa situación, es normal que quienes nos identificamos con la izquierda sospechemos del gobierno norteamericano y sus aliados, y de los medios mainstream. A fin de cuentas, en la izquierda norteamericana tenemos muy claro que Estados Unidos es una potencia maligna. Lo es, y además es la potencia maligna más poderosa del mundo. Pero nos cuesta más asumir que no es la única potencia maligna. Al mismo tiempo, también es verdad que un acto de sabotaje internacional de este tipo no es un asunto fácil de investigar. Seguramente fue perpetrado por personas altamente preparadas y expertas en no dejar rastro. En ese sentido, quizá no sorprenda que se tarde tanto en dar con pistas. Personalmente, creo que hay que ir con cuidado y no asumir sin más que fue obra de la CIA o la NSA. Tenemos que considerar con ojos sumamente críticos y desconfiados toda la información que nos llegue. Ya sé que es difícil porque los sesgos de confirmación pueden ser muy poderosos.

De acuerdo. Pero, seamos realistas, ¿le consta que, hoy, el Post y el Times tengan equipos de investigación trabajando en el tema? ¿O están más bien contentos de dejar el asunto sin resolver?

No sé si tienen equipos trabajando en eso. Si no los tuvieran, sí que estarían cometiendo un acto de negligencia, de dejación de responsabilidad periodística. 

¿Le sorprendería?

No, la verdad es que no me sorprendería que no empujaran mucho en este caso. Es posible que no quieran saber quién perpetró el sabotaje. Estamos ante un caso clásico en que medios como el Times y el Post se van a inclinar hacia la posición del Gobierno con respecto a la guerra entre Rusia y Ucrania. Tampoco es nuevo. Recordemos los Papeles del Pentágono. Tuvieron que pasar muchos años de actividad genocida de Estados Unidos en Vietnam hasta que la prensa mainstream se puso a cuestionar al gobierno. Uno solo puede esperar que hoy el Times y el Post tengan ese ejemplo presente. 

Además del problema de la presión política directa, los periodistas que han abandonado sus medios alegan que las redacciones están presas de una cultura asfixiante y censora que asocian con lo ‘woke’.

No compro que lo ‘woke’ sea un problema en ese sentido. Pero sí es verdad que las redacciones están dominadas por un ambiente cultural determinado. En el fondo, el problema es que muchos periodistas en los grandes medios comparten los prejuicios culturales de los que gobiernan el país. No es que el gobierno del país ejerza una presión constante sobre los equipos editoriales del Times y del Post. No hace falta, porque comparten la misma visión del mundo. Como periodista que ha cubierto durante mucho tiempo el conflicto entre Israel y Palestina, nunca ha dejado de sorprenderme el nivel de coincidencia que hay sobre este tema entre el gobierno y las cúpulas de los grandes medios. 

No son como las generaciones anteriores de periodistas, que provenían de la clase obrera y desconfiaban del poder por instinto

¿Cómo se explica esa coincidencia de visiones?

Porque lo que coincide son sus intereses de clase. Hay que tener en cuenta que los periodistas más prominentes de los grandes medios se han educado en las mismas escuelas y universidades de élite que la clase política. Su aspiración es tener éxito, les gusta sentirse cercanos al poder. No son como las generaciones anteriores de periodistas que provenían de la clase obrera y que, por instinto, desconfiaban del poder y buscaban, siempre, exponer su corrupción.

Como el propio Hersh, hijo de una familia judía obrera que se crio en un barrio negro de Chicago.

Exacto. Por cierto, recuerdo que, cuando conocí a Hersh hace unos 20 años, un amigo mutuo me presentó como editor de The Nation. Hersh espetó: “¡Todos los editors son ratas!”. Lo dijo en broma, riéndose, pero quedaba claro que también había cierta honestidad en lo que decía: no le gustaban los editores demasiado cobardes como para publicar historias que desvelaran delitos cometidos por el gobierno. Pero tampoco le gustaba que los editores le preguntaran: “Y… ¿tus fuentes?”. Tengo una admiración enorme por Hersh y por mucho de lo que ha hecho, aunque en los últimos años su trabajo ha sido menos fiable. Un periodista como él necesita a una persona que le editeBueno, todos la necesitamos.

Si su relación con sus jefes ha sido conflictiva, me consta que Hersh acaba queriendo mucho a sus verificadores, sus fact checkers, por más que su quisquillosidad le complique la vida y por más que él los vuelva locos.

En mi experiencia, las y los mejores escritores son los que más aprecian a los editors y verificadores. Seamos honestos: no importa cuánto esmero pongas en un artículo, siempre se te escapan cosas. Para hacer buen periodismo, es importante contar con otra persona inteligente que te edite el texto. Y es crucial tener a un equipo de verificadores que te cuestionen tus presupuestos y te planteen todas las preguntas duras. Los colegas que se pasan a Substack prescinden de ese proceso.

Proceso que no deja de ser una forma de proteger al periodista de sí mismo.

Claro. Recuerdo que las y los mejores periodistas con que trabajé adoraban a los checkers. Los que acababan molestos con ellos, en cambio, solían ser los más descuidados.

The Nation es la revista semanal más antigua del país y es famosa por sobrevivir contra viento y marea. Casi nunca ha operado sin pérdidas, por ejemplo, pero siempre ha encontrado a personas, generalmente entre la izquierda neoyorquina de clase alta, dispuestas a sanearle las cuentas mediante donaciones filantrópicas. De la investigación de Andrew Campbell sobre Rusia y The Nation –la pieza que la CJR se negó a publicar– cabe deducir que ese modelo de financiación supone una vulnerabilidad.

No lo creo. The Nation siempre ha tenido una cultura de debates internos. El problema principal que señala Campbell es que la revista diera demasiada rienda suelta a Stephen Cohen, un experto en Rusia. También cometimos el terrible error de publicar a Patrick Lawrence, que presentó alegaciones sin fundamento sobre el hackeo de los correos electrónicos del Comité Nacional del Partido Democrático.

En un momento dado, el cineasta Oliver Stone nos dio dinero, pero no por ello dejamos de criticar sus teorías sobre el asesinato de Kennedy

Pero Cohen, que murió hace dos años, era también el marido de Katrina vanden Heuvel, la periodista que desde 1995 dirigía la revista. Desde 2005 ha sido además su propietaria,lo que significa, entre otras cosas, que dona de su capital privado para sanear las cuentas anuales.

Es verdad, pero hay que tomar en cuenta que The Nation siempre se ha apoyado en un gran número de donantes. El predecesor de Katrina, Victor Navasky, que tomó las riendas como propietario a mediados de los 90, solía hablar de un “círculo de cien” necesario para proteger la supervivencia y la independencia del medio: un grupo relativamente grande de donantes que contribuyeran con sumas no astronómicas, pero sí importantes. Por otra parte, también había cultivado a personas como el actor Paul Newman, que sí nos apoyó con donaciones muy sustanciosas. Pero nunca se ha permitido que la filantropía afectara la independencia editorial. En un momento dado, por ejemplo, el cineasta Oliver Stone nos dio dinero, pero no por ello dejamos de criticar muy duramente sus teorías sobre el asesinato de Kennedy. (Risas.)

Entonces, el “problema ruso” que señala Campbell ¿no se debió al modelo de financiación?

No, fue simplemente que Katrina dejó que Steve Cohen, Patrick Lawrence y algunos otros publicaran cosas en la revista que no deberíamos haber publicado. 

Un simple conflicto de intereses.

Exacto. Y tengo que agregar que la propia Katrina, a la que yo editaba a menudo, escribía cosas muy buenas sobre Rusia. Steve, en cambio, había sido un excelente historiador del país que, por algún motivo, se volvió demasiado acrítico con Putin cuando este llegó al poder.

Usted se jubiló hace dos años. ¿Cómo ve el futuro del periodismo?

Soy optimista. Hay muchos periodistas jóvenes, muy inteligentes, muy dedicados, muy críticos con el poder. Es verdad que estamos en crisis y que esa crisis supone una amenaza para la democracia, no solo a nivel nacional sino también local y regional. En ese sentido, está por resolver el gran problema del modelo económico. ¿Cómo se puede financiar, a largo plazo, el periodismo de calidad en lugares como St. Louis, Seattle, Knoxville o Phoenix? Allí, en esas ciudades entre medianas y grandes, solía haber grandes cabeceras. Hoy, han desaparecido casi todas.

Fuente: https://ctxt.es/es/20230201/Politica/42237/Sebastiaan-Faber-entrevista-Roane-Carey-periodismo-Hersh-Ucrania-Nord-Stream-EEUU.htm


lunes, 6 de marzo de 2023

El desastre de la guerra en Ucrania . II .

 Rusia-Ucrania: un año de guerra y sus consecuencias económicas 


Ha pasado solo un año desde la invasión rusa de Ucrania. No voy a analizar la política de esta guerra en este artículo. Hay muchas fuentes para debatir sobre esto. En su lugar, quiero ver las consecuencias económicas de la guerra tanto para Ucrania como para Rusia.

Empecemos por Ucrania. El año pasado, un informe del FMI del pasado mes de marzo concluía que el país estaba paralizado. "Con millones de ucranianos huyendo de sus hogares y muchas ciudades bombardeadas, la actividad económica ordinaria debe, en gran medida, quedar en suspenso". Y durante el último año, Ucrania ha sido destruida por los bombardeos y las armas rusas. Miles de personas han muerto, millones han sido desplazadas y/o han huido del país. La base económica del país está siendo aniquilada.

Antes de la guerra, Ucrania ya era un país muy pobre con un PIB real de solo 160 mil millones de dólares. Antes de que termine esta guerra, las pérdidas físicas de la guerra serán al menos del mismo tenor que ese PIB. El impacto de la invasión rusa en la economía ucraniana ha sido devastador. Un tercio de las empresas cesaron inmediatamente sus operaciones, como consecuencia de la destrucción de las instalaciones de producción y la infraestructura, la interrupción de las cadenas de suministro y los aumentos dramáticos de los costes de producción.

Como consecuencia, el PIB cayó un 15 % en el primer trimestre de 2022 y un asombroso 37 % en el segundo trimestre. Estas pérdidas son mayores que en Serbia cuando la OTAN bombardeó el país para someterlo, pero no tan importantes como el daño que Kuwait sufrió por la invasión iraquí y las posteriores represalias de Estados Unidos.

En el tercer trimestre, el PIB se recuperó un poco para bajar solo un 30,8 % interanual. Pero el intenso bombardeo por parte de Rusia de la infraestructura energética ucraniana durante el cuarto trimestre ha elevado la tasa de pérdidas aún más al 41 % interanual, lo que supone una caída promedio del PIB para 2022 de alrededor del 32 %.

Ucrania: crecimiento del PIB real (% interanual)

Los ataques aéreos casi diarios contra la red eléctrica del país y los frecuentes parones a la hora de permitir que los barcos abandonen los puertos ucranianos han obstaculizado la economía.

Duración de los cortes de energía en octubre-diciembre de 2022 (% del tiempo productivo)

Esto incluye una caída del 39 % en el consumo privado, causada por los choques de oferta, la depresión de los ingresos reales disponibles y la quiebra de confianza de los consumidores, así como más de seis millones de refugiados que huyen del país. La inversión se ha derrumbado a menos de la mitad de 2021, quedando limitada principalmente a la sustitución de bienes de capital en áreas del país donde todavía es posible. La producción industrial disminuyó alrededor de un 40 % en un año.

Ucrania: producción industrial % interanual

Con una enorme escasez de suministro de las necesidades esenciales, la inflación ha aumentado a alrededor del 27 %.

Ucrania: tasa de inflación % interanual

Y el déficit comercial casi se ha triplicado de 4.400 millones de dólares en 2021 a 11.600 millones de dólares en 2022. Las importaciones de bienes clave han caído un 24 %, pero las exportaciones se han desplomado aún más, un 49 % en comparación con 2021.

Ucrania: balance comercial mensual de mil millones de dólares

Antes de la guerra, el 89 % de las exportaciones de cereales de Ucrania se transportaban a través de puertos del Mar Negro. Los puertos ucranianos de Odesa, Chernomorsk, Pivdennyi y Mykolayiv manipulaban hasta 6 millones de toneladas de grano al mes en 2021 y se preparaban para alcanzar nuevos récords en 2022 gracias a nueva inversión en infraestructura portuaria y cultivos abundantes. Con la guerra, las exportaciones de granos colapsaron. Una reapertura parcial de los puertos marítimos de Ucrania en agosto después de un acuerdo negociado con Rusia permitió que las exportaciones mensuales de grano alcanzaran más de 4 millones de toneladas. Sin embargo, la frecuente interrupción de Rusia a la hora de permitir que los barcos atraviesen su bloqueo, los elevados precios de los seguros y fletes y las amenazas recientes de cerrar por completo el corredor de granos han significado que las exportaciones de noviembre y diciembre han vuelto a caer en relación con los volúmenes de exportación de 2021.

Exportaciones de cereales en Ucrania m toneladas

El colapso del comercio significó una escasez desesperada de divisas fuertes, como los dólares. El intento del Banco Central de Ucrania (NBU) de anclar la hryvnia al dólar no pudo mantenerse. Así que el verano pasado, la moneda se devaluó bruscamente. Aun así, la nueva solución no era sostenible y la brecha entre los tipos de cambio oficiales y los alternativos siguió ampliándose. Eso significa que la inflación seguirá aumentando.

Tipos de cambio UAH/USD (oficial y en la sombra)

Al tratar de defender el tipo de cambio fijo, el stock neto de reservas del NBU cayó casi un 40 %. Muchos ucranianos acomodados huyeron del país, llevándose su dinero. El efectivo retirado de los bancos aumentó en casi 9 mil millones de dólares en enero-septiembre de 2022. Si bien fue parcialmente cubierto por las remesas de los refugiados y la ayuda militar y humanitaria de Occidente, Ucrania perdió alrededor de 6 mil millones de dólares en total en reservas internacionales.

Ucrania: reservas oficiales de divisas de miles de millones de dólares

A pesar del apoyo extranjro en efectivo, todavía no hay suficiente para financiar el esfuerzo de guerra y mantener cierta apariencia de servicios públicos. Por lo tanto, cada vez más el déficit presupuestario del gobierno, que se amplió del 3,6 % del PIB en 2021 al 42 % en 2022, se ha financiado mediante la "impresión" de dinero. Para financiar el déficit, el gobierno emitió bonos y pidió al NBU que los comprara. La NBU es ahora el mayor tenedor de bonos del gobierno ucraniano. Con la caída de la producción y el aumento de la oferta de dinero, esta es una receta para una mayor aceleración de la inflación de artículos de primera necesidad.

Ucrania: financiación del déficit presupuestario UAH bn

La conclusión es que sin ayuda extranjera, tanto militar como financiera, Ucrania no podría haber continuado sus operaciones militares, apoyar los servicios básicos o cumplir con sus obligaciones externas. El Ministerio de Finanzas de Ucrania había recibido 31.000 millones de euros en diciembre de 2022 de los 64.000 millones de euros prometidos por los países occidentales después de que Rusia lanzara su ataque a gran escala en febrero pasado, según una investigación del Instituto de Kiel para la Economía Mundial.

Eso es alrededor del 75 % de las reservas internacionales de antes de la guerra. Los EEUU y la UE han acordado ahora apoyar a Ucrania con 3.000 millones de dólares al mes en 2023, o otros 36 mil millones de dólares en 2023.

Además, Ucrania está buscando financiación del FMI y el Banco Mundial. Quiere un programa completo de tres años de entre 15 y 20 mil millones de dólares, que es probable que obtenga. Pero ese préstamo depende de una serie de condiciones, incluido el respaldo de las naciones del G7 y de otros donantes y acreedores de Ucrania que garanticen la sostenibilidad de la deuda del país. El plan también requeriría cambios sin precedentes en las normas de préstamos del FMI para que el fondo pudiera prestar al país destruido por la guerra: por lo tanto, Ucrania obtendría un apoyo especial que no está disponible para otros países pobres.

Pero Ucrania todavía tendría que aceptar "reformas estructurales" y eso generalmente significa austeridad fiscal, una política monetaria ajustada (es decir, altas tasas de interés), privatización y la desregulación de la economía, incluida la flotación de la moneda. En otras palabras, el clásico programa neoliberal del FMI impuesto a un país deudor, aunque en este caso con el apoyo voluntario del gobierno de Ucrania.

Ucrania necesita aproximadamente 45.000 millones de dólares en 2023 para mantener su economía en funcionamiento. Sin lugar a dudas, es una enorme cantidad, pero es solo el 0,1 % del PIB de los aliados de Ucrania, el 4 % del presupuesto anual de la OTAN. Pero eso no cubre el coste de la reconstrucción después de la guerra.

Hasta ahora, las estimaciones de las pérdidas físicas ascienden a alrededor de 130 mil millones de dólares o cerca del 70 % del PIB anual de antes de la guerra. El Banco Mundial estima que el capital social producido per cápita de Ucrania en 2014 fue de aproximadamente 25.000 dólares, lo que equivale a aproximadamente 1,1 billones de dólares a nivel total. Los primeros informes de funcionarios del gobierno y líderes empresariales sugieren que el 30-50 % de ese stock de capital ha sido destruido o gravemente dañado. Suponiendo un 40% de destrucción, ese coste asciende a 440 mil millones de dólares. Además, asumiendo un coste de 10.000 euros por refugiado (por año), el coste de financiar a 5 millones de refugiados durante un año es de 500.000 millones de euros, o el 0,35 % del PIB de la UE.

Las fuentes ucranianas estiman que el coste de restaurar la infraestructura: la financiación del esfuerzo de guerra (municiones, armas, etc.); las pérdidas de viviendas, bienes raíces comerciales, la compensación por muertes y lesiones, los costes de reasentamiento, el apoyo a los ingresos, etc.) y la pérdida de los ingresos actuales y futuros alcanzarán 1 billón de dólares, es decir alrededor del 2,0 % del PIB anual de la UE o el 1,5 % del PIB del G7 de seis años.

¿Quién va a pagar? No se debe esperar una rápida recuperación de posguerra como sucedió después de la Segunda Guerra Mundial con el plan Marshall de EEUU. A finales de esta década, incluso si la reconstrucción va bien y suponiendo que se restablezcan todos los recursos de Ucrania de antes de la guerra (es decir, la industria y los minerales del este de Ucrania que están en manos de Rusia), la economía todavía estaría un 15 % por debajo de su nivel de antes de la guerra. Si no, la recuperación será aún más larga.

Ucrania ya era un país con una población envejecida y una tasa de natalidad que cae drásticamente. La guerra ha profundizado estos problemas, con cinco millones de mujeres y niños escapando a países de mayores ingresos, donde se ha permitido a los ucranianos obtener permisos de trabajo locales. A medida que la guerra se prolonga, muchos de estos refugiados encontrarán trabajo y decidirán establecerse en el extranjero.

El daño de los que se quedan en Ucrania es inmenso. Las pérdidas de aprendizaje de los niños ucranianos son una preocupación particular: Ucrania tendra incorporaciones de menor calidad a su fuerza de trabajo debido a las interrupciones causadas por la guerra (y antes de eso, causadas por el Covid) en el proceso de aprendizaje. Se estima que estas pérdidas son del orden de 90 mil millones de dólares, o casi tanto como las pérdidas de capital físico hasta la fecha. Los estudios también muestran que sufrir una guerra durante los primeros cinco años de vida de una persona se asocia con una disminución de alrededor del 10% en las puntuaciones de salud mental cuando se tiene entre 60 y 70 años. El problema no es solo la economía pura, sino también el daño a largo plazo a los ucranianos que se quedan.

Rusia

Veamos ahora la economía rusa. No son los daños de la guerra a los edificios y la infraestructura lo que está afectando a la economía rusa, aunque las bajas en las tropas rusas han sido enormes, alrededor de 200.000, según fuentes occidentales. Probablemente mucho menos, pero siguen siendo altas. El verdadero golpe a la economía proviene de las sanciones económicas de las potencias occidentales. Poco a poco han cumplido su objetivo. Occidente, la OTAN y la UE no respondieron a la invasión con una intervención armada, sino que recurrieron a sanciones económicas, la nueva arma de guerra.

Las sanciones financieras congelaron aproximadamente la mitad de las reservas internacionales del Banco Central de Rusia (CBR) (que ascendían a 630 mil millones de dólares a finales de enero de 2022) y obstaculizaron la capacidad de los bancos más grandes de Rusia para realizar transacciones en las monedas extranjeras más utilizadas. Varios bancos también se desconectaron del sistema de mensajería SWIFT. A las entidades rusas, incluidos los bancos, se les restringió llevar a cabo operaciones de inversión o financiación en la mayoría de las jurisdicciones. Las restricciones comerciales, además, limitaron la exportación a Rusia de ciertos bienes y tecnologías. A pesar de ello, las sanciones no impidieron el aumento de los ingresos energéticos rusos, al menos hasta ahora.

Rusia: ingresos y exportaciones de petróleo de miles de millones de dólares

La combinación de los altos precios de los hidrocarburos y la reducción de las importaciones llevó el superávit comercial ruso a un máximo histórico. En la primera mitad de 2022, Rusia registró un superávit acumulado de 147.000 millones de dólares (15 % del PIB), equivalente a aproximadamente la mitad de las reservas de divisas rusas que se congelaron al estallar la guerra. El superávit comercial de Rusia finalmente alcanzó los 370 mil millones de dólares en 2022 frente a los 190 mil millones de dólares en 2021. Dos tercios de este aumento de 180 mil millones de dólares se debieron a mayores exportaciones; un tercio a menos importaciones. Esta bonanza inesperada del precio de la energía es la que está pagando la actual ofensiva de primavera de Rusia en Ucrania.

Rusia: cuenta corriente mensual de mil millones de dólares

En general, la posición externa neta del sector privado de Rusia mejoró en casi 170.000 millones de dólares. ¡El efectivo salió del país, en su mayoría a la zona euro!

Pasivos bancarios transfronterizos con Rusia (acciones, miles de millones de dólares)

Estos activos representan fondos de valores mantenidos bajo custodia en nombre de residentes rusos sancionados que no pudieron ser (y no fueron) transferidos de vuelta a Rusia. Estos fondos se amontonaron en el balance de Euroclear como depósitos. También hubo un aumento en las acciones de depósitos rusos de casi 5 mil millones de dólares a cerca de 20 mil millones de dólares, muy probablemente relacionado con el aumento del comercio con países que no han aplicado sanciones como China.

Sin embargo, la economía en general no ha escapado a la contracción en 2022. La economía de Rusia se contrajo un 2,1 % en 2022, menos de lo esperado. Pero de cara al futuro, se espera que el PIB caiga un 2,4 % interanual en los primeros tres meses de 2023, según el Banco Central de Rusia.

Rusia: crecimiento del PIB real % interanual

La inflación aumentó bruscamente durante el año hasta un máximo del 17,5 % interanual antes de disminuir un poco.

Rusia: tasa de inflación % interanual

A diferencia de Ucrania, el gran superávit porncuenta corriente de Rusia sin duda ha contribuido a mantener el rublo. Sin embargo, también se deriva de la caída de las importaciones debido a la guerra y las sanciones relacionadas. Eso significa menos bienes para los ciudadanos rusos y una falta de componentes para el esfuerzo de guerra y la producción nacional (por ejemplo, la producción de automóviles cayó alrededor del 77 % interanual en septiembre).

Mientras que Ucrania está siendo reforzada con una ayuda extranjera masiva, Rusia está luchando por encontrar apoyo extranjero. Las entradas netas de inversión extranjera directa de Rusia han caído en territorio negativo. Cientos de empresas extranjeras han decidido abandonar Rusia.

Rusia: flujos netos de capital extranjero de mil millones de dólares trimestrales

Las importaciones de muchos productos tecnológicos han caído bruscamente. Las importaciones de bienes rusos en septiembre cayeron un 28 % con respecto a los niveles anteriores a la invasión, según algunas estimaciones.

Rusia: niveles de importación de miles de millones de dólares

El gasto en defensa ahora representa un tercio de todo el gasto presupuestario aprobado para 2023. La guerra está reduciendo rápidamente la parte más competente de la fuerza de trabajo y la emigración ha aumentado. Hay alrededor de 30 millones de hombres en edad militar en Rusia, pero solo 9-10 millones tienen experiencia militar, principalmente gracias al servicio militar obligatorio. Y esa cifra incluye a aquellos enfermos o discapacitados o que están exentos del servicio militar, por ejemplo, debido a su profesión. Los demógrafos rusos también están de acuerdo en que alrededor de 500.000 rusos han huido del país de forma mas o menos permanente desde el inicio de la invasión, la mayoría de ellos hombres en edad de luchar.

Rusia tiene un gran stock de activos financieros "para un día lluvioso". Y está lloviendo. Estos activos están controlados por el Fondo Nacional de Activos de Rusia (NWF), que ha crecido del 1,9 % del PIB en 2008 al 10,2 % al comienzo de la invasión. Pero en un año, se ha reducido al 7,2 % del PIB, debido a la revalorización de la moneda y al uso del estado de estos activos para cubrir su déficit presupuestario. En 2023, la ley presupuestaria proyecta un déficit de 2,9 billones de rublos, equivalente al 1,9 % del PIB, gran parte del cual el estado planea cubrir con dinero del NWF.

El problema que tiene Rusia es que su economía está realmente muy poco diversificada, se apoya casi por completo en la producción y exportación de energía y materias primas y la producción manufacturera es relativamente pobre y con baja productividad. Y ese sector depende en gran medida de los bienes e insumos de alta tecnología importados. Con las sanciones que ahora limitan la disponibilidad de tecnología y financiación, las perspectivas de Rusia para la sustitución de importaciones de productos tecnológicos se han vuelto aún más limitadas. Si bien las importaciones rusas de China y Turquía han superado los niveles anteriores a la guerra en los últimos meses, la proporción de productos tecnológicos se ha mantenido sin cambios.

Como resultado, las industrias de media y alta tecnología de Rusia se han contraído bruscamente. La producción de camiones se ha reducido en un 40 %, los receptores de televisión en un 44 % y las excavadoras en un 69 %. Los productores rusos de madera y acero no han podido encontrar mercados de exportación alternativos que ofrezcan niveles de precios rentables. En estas industrias, la producción ha disminuido drásticamente y las empresas han sufrido grandes pérdidas.

Por supuesto, los sectores energéticos se han mantenido sólidos hasta ahora. La producción de petróleo y gas no ha disminuido. Además, el aumento de los precios mundiales del petróleo ha apoyado los ingresos del petróleo de Rusia (incluso si el petróleo ruso se ha vendido con descuento) junto con una reorientación del petróleo ruso hacia nuevos mercados de exportación, sobre todo la India y China.

Pero las cosas podrían cambiar en 2023. Europa ha logrado pasar el invierno sin energía rusa, importando gas natural líquido de los EEUU, bastante caro, y reduciendo el consumo, dado el clima relativamente cálido. Las restricciones de la UE a las importaciones de petróleo entraron en vigor en diciembre de 2022. Y los límites de precios a las exportaciones rusas de petróleo y gas comenzaron a principios de este mes.

Esto reducirá los ingresos rusos durante este año. Parece que ya está sucediendo. Después de los enormes superávits por cuenta corriente en 2022 (rojo), el superávit de enero de 2023 (naranja) estaba por debajo de su promedio histórico de enero (azul).

Si estas medidas de la UE tienen éxito y reducen la producción y las exportaciones de energía rusas, Rusia experimentará una caída significativa este año, tal vez una contracción del 7 al 8 %, una disminución similar a la observada en 1998 y 2008.

Como he demostrado en artículos anteriores, la economía de Rusia ya se estaba desacelerando antes de la crisis de la pandemia y, por supuesto, durante la crisis. El crecimiento medio potencial probablemente no sea superior al 1,5 % anual, ya que el crecimiento ruso está limitado por el envejecimiento y el decrecimiento de la población, con bajas tasas de inversión y productividad. La rentabilidad del capital productivo ruso, incluso antes de la guerra, era muy baja.

La inversión se ve obstaculizada por la caída de los beneficios y la severa restricción del acceso a la financiación extranjera. El aumento del énfasis en las industrias militares y la falta de acceso a la tecnología occidental pesarán aún más en la productividad de las industrias clave.

La estimación de crecimiento a largo plazo de Rusia se ha reducido sustancialmente en las previsiones de las Perspectivas de la Economía Mundial del FMI. La economía de Rusia está en camino de ser al menos un 8 % menor para 2026 de no haber ordenado Putin el ataque a Ucrania.

¿Y ahora qué?

En resumen, Rusia no puede depender de la financiación extranjera para financiar la guerra. Pero puede continuar su invasión a pesar de las sanciones económicas de Occidente, siempre y cuando sus ingresos energéticos no caigan demasiado y sus reservas de divisas no se agoten; o su economía nacional no se contraiga tanto que los ciudadanos de Rusia realmente no puedan aguantar más. Eso podría costar años.

Por el contrario, con una economía mucho más pequeña, Ucrania ya está destruida a nivel nacional y no tiene suficientes ingresos nacionales o de exportación para luchar en esta guerra; por lo tanto, debe depender de la financiación extranjera. Mientras llegue en cantidades suficientes, también puede continuar luchando durante años.

Tanto Ucrania como Rusia son ahora economías de guerra. Con eso quiero decir que el estado controla la dirección de la economía, es decir, que se produce y donde se invierte. El "libre mercado" es reemplazado por el control estatal para el esfuerzo militar.

Pero hay una diferencia entre las dos economías que se hará patente cuando termine la guerra, si es que alguna vez ocurre. La Ucrania de posguerra, si el gobierno actual sobrevive, está comprometida con una economía neoliberal de libre mercado que se basa en la inversión extranjera y en que las empresas se hagan cargo de los principales recursos y se integren en la UE. El modelo a seguir será el de Polonia y los estados bálticos, es decir, que no haya propiamente un estado de bienestar; pensiones reducidas; sin sindicatos ni derechos laborales; la desregulación de los mercados; y la dependencia final de las transferencias de capital desde Occidente.

Por el contrario, la Rusia de posguerra, suponiendo que Putin o sus compinches todavía estén en el poder, tendría una economía mucho más dirigida por el estado que antes. Los oligarcas no podrán actuar a su albedrío ni serán tolerados (solo los compinches de Putin) y los recursos e inversiones clave estarán estrechamente controlados por el estado.

Antes de la guerra, ambos países tenían una cosa en común: un alto nivel de corrupción entre multimillonarios y políticos. Es poco probable que eso cambie, como han revelado las recientes informaciones de corrupción en el gobierno de Ucrania. Y no se debe esperar que la UE limpie el "libre mercado" de Ucrania; después de todo, la mayoría de los estados de Europa del Este están plagados de corrupción con pocas sanciones y parece que incluso los miembros del parlamento de la UE también participan en ella. Como dijo recientemente Bernie Sanders: "Sí, Rusia tiene oligarcas, pero también Estados Unidos". - y de hecho están en todas partes .

  

habitual colaborador de Sin Permiso, es un economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession. 

Fuente: 

Traducción: G. Buster .

https://www.sinpermiso.info/textos/rusia-ucrania-un-ano-de-guerra-y...