miércoles, 9 de octubre de 2019

El fracaso de la indignación .

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Pierfranco Pellizzetti / Autor de El fracaso de la indignación


“¿Euroescépticos de izquierdas? Para nada: ¡eurocríticos!”


Steven Forti
Pierfranco Pellizzetti lo entendió inmediatamente. La indignación ha fracasado. Así de claro. Lo explica en detalle en El fracaso de la indignación: del malestar al conflicto, volumen recién publicado por Alianza Editorial. En realidad, con el título menos tajante de Conflitto. L’indignazione può davvero cambiare il mondo?, este libro salió en Italia en 2013. Otra época. Sobre todo si repensamos esos años desde el peculiar contexto español. Aquí estábamos inmersos todavía en las Mareas. Podemos nacería unos meses más tarde, las confluencias municipalistas también. 
Desde entonces Pellizzetti, exprofesor de Sociología de los Fenómenos Políticos y de Políticas Globales de la Universidad de Génova e incansable colaborador de periódicos como MicroMegaCritica Liberale Il Fatto Quotidiano, ha escrito otros libros sobre la crisis italiana o la figura de Matteo Renzi. Además, hace un par de meses, se publicó, bajo el título de Il conflitto populista. Potere e contropotere alla fine del secolo americano, la continuación de El fracaso de la indignación. Aprovechamos la entrevista para hablar también de este nuevo libro con la esperanza de que aparezca pronto traducido en castellano.
El título de su libro no deja espacio a dobles lecturas. ¿El ciclo que se ha abierto en la primavera de 2011 se ha cerrado con una derrota? ¿Por qué la indignación ha fracasado?
Esa derrota es también de 2011, un año de insurgencias que contestaron a nivel planetario la hegemonía financiera global y sus crímenes. Un año que concluyó con el infame espectáculo de los gobiernos de los llamados países desarrollados que iban al rescate del sistema bancario en caída libre con desembolsos de dinero público. Dinero que, en gran medida, se metieron en los bolsillos los altos directivos de aquellos institutos. La indignación ha fracasado porque se reveló inerme, desarmada, incapaz de romper la colusión sistémica entre personal político y señores del dinero. 
Reivindica el conflicto como la sal de la democracia. ¿El conflicto ha desaparecido con el fin del que el historiador británico Eric J. Hobsbawm llamó el siglo breve?
En realidad el primero que habló de conflicto (pòlemos) “padre de todas las cosas” fue Heráclito. Bromas aparte, estoy de acuerdo con quien defiende que el verdadero elemento de distinción de la democracia es la legitimación de la protesta. El dissent que para los teóricos liberales era el verdadero motor crítico del existente para la innovación política. Un peligro de desestabilización exorcizado a través del control de las fuentes de sentido, potenciado por el uso de las tecnologías TIC. ¿Nos dice algo el escándalo Cambridge Analytica y la estafa de los big data por parte del llamado “capitalismo de la vigilancia”?
Defiende que los Salvini, Le Pen y Trump no son populistas, sino sencillamente unos demagogos. ¿Está de acuerdo con Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en que el populismo es de izquierdas?
El “populismo de derechas” no es nada más que el enésimo engaño lingüístico del poder que, una vez más, manipula el sentido común con el objetivo de su perpetuación
El “populismo de derechas” no es nada más que el enésimo engaño lingüístico del poder que, una vez más, manipula el sentido común con el objetivo de su perpetuación. El eterno maquillaje que describe las correlaciones de fuerzas existentes como “verdaderas y naturales” y habla del “mejor de los mundos posibles”. Si hay un elemento que pone en común los populismos de los siglos pasados –los rusos de Tierra y Libertad o los americanos del Peoples’s Party– es haber entendido las sistemáticas tendencias involutivas de las élites en el poder. Los primeros liberales se habían planteado el problema de poner bajo control el Leviatán: en ese entonces el régimen absolutista y luego, a partir del triunfo de la burguesía, las oligarquías plutocráticas y el poder económico en general. Como dijo Lord Acton, “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. 
En su análisis de la victoria de la contrarrevolución neoliberal, inaugurada con Reagan y Thatcher, defiende que la izquierda aún no ha hecho las cuentas con su derrota histórica. ¿Qué debería aprender la izquierda de lo que ha pasado en los últimos 40 años?
Quien tiene que reflexionar no es la izquierda, sino quien militaba en la izquierda. La diferencia no es baladí. Después de 1989 y la caída de los contrapesos internos –el trabajo organizado– y externos –el régimen soviético– el turbocapitalismo pareció triunfante. Así, asistimos a la carrera de los profesionales de la política por subir al carro de los supuestos vencedores. No hicieron otra cosa que desacreditar el sector de donde provenían. Tiene toda la razón Ada Colau cuando dice que se tienen que hacer cosas de izquierda sin decirlo.
Con el fin del sistema fordista y la profunda transformación del mundo del trabajo, ¿existe un lugar que sustituya a la fábrica y que pueda ser la base para que resurja el conflicto?
La sociedad de los individuos y las manías identitarias son una mezcla imbebible de thatcherismo–“la sociedad no existe”– y comunitarismo reaccionario
Comparto el juicio de Alain Touraine de que no existe ya el lugar del “conflicto central”: la desindustrialización neutralizó las luchas del trabajo que se beneficiaban del elemento estratégico de desarrollarse en el centro de los procesos de reproducción del capital. Desafortunadamente, debido a la crisis del pensamiento crítico, en la actualidad, la reflexión sobre el punto sensible del mando todavía no ha empezado. De todos modos, pienso que, aunque no exista un Palacio de Invierno que conquistar, el lugar clave para contrarrestar las actuales prácticas hegemónicas que promueven explotación y marginación se encuentra todavía en los núcleos donde se toman las decisiones, es decir las instituciones. 
¿Comparte la tesis de Mark Lilla según quien la identidad no es de izquierda?
Soy un liberal de la escuela francesa y estoy convencido de que la libertad se declina en la sociedad, a diferencia de los anglosajones que la identifican en la propiedad. La sociedad de los individuos y las manías identitarias son una mezcla imbebible de thatcherismo–“la sociedad no existe”– y comunitarismo reaccionario. Pero también es el mood de estos tiempos. El pensamiento crítico y de izquierda es responsable de ello ya que se ha subido a esta ola. 
¿Cuáles son entonces los antídotos para construir una nueva política?
En esta fase de bloqueo es necesaria una obra de desmitificación de las construcciones comunicativas, que predican la tesis de pensamiento único, según la cual las relaciones sociales existentes son las únicas que se pueden pensar. Es decir, esa expropiación de futuro que, de diferentes maneras, golpea clases y grupos distintos. Sólo si ponemos de manifiesto la común convergencia de intereses por sobreposición, para citar a Rawls, se puede dar vida al sujeto colectivo para la reconquista de una democracia hoy en día desfigurada por las derivas posdemocráticas y que corre el riesgo de precipitar en la “democratura”, la cáscara vacía dentro de la cual avanza el nuevo autoritarismo reaccionario.
¿Existen experiencias interesantes de las que aprender?
Estamos viviendo el agotamiento de una fase histórica capitalista, sin duda el fin del siglo americano. Si el siglo XX habló inglés –New Deal, Welfare State, etc.– hoy las experiencias y los laboratorios más interesantes se encuentran en otras latitudes: en las periferias del sistema mundo y en algunas ciudades que experimentan la refundación democrática. El verdadero problema es que las teorías de los ciclos hegemónicos resultan ya inaplicables, si tenemos además en cuenta el deterioro de los dos artefactos dominantes en el mundo moderno –el Estado y el Mercado–, mientras avanza el otoño de un estancamiento que alguien prefigura como secular, y que podría convertirse en un caos sistémico, en un mundo que ha perdido modelos y centro.
¿Qué papel puede jugar Europa en todo esto?
La izquierda que se define soberanista sigue en el trágico error, que empezó con el blairismo, de querer relanzarse adoptando temáticas de la derecha
En el panorama plúmbeo de la Guerra Fría, Europa era la única posible alternativa existente. Tanto que los Países No Alineados miraban con interés a Europa a partir de la misma conferencia de Bandung de 1955. Aún en 2004, Zygmunt Bauman escribía el ensayo Europe. An Unfinished Adventure defendiendo los méritos del gran experimento de cooperación continental, aunque el proceso de integración respondía más a lógicas tecnocráticas –al estilo de Saint-Simon, decía Tony Judt– que a las de democracia radical de los viejos federalistas. Luego, entre 2008 y 2011, llegó el tsunami desde el otro lado del Atlántico con las burbujas financieras que explotaron en Wall Street, y se creó una soldadura entre los vértices políticos y las tecnocracias incapaces de pensar una salida estratégica diferente a las recetas austericidas. Ahora, si no quiere precipitarse en el abismo, la UE debe volver a ser la de los Erasmus, los acuerdos transfronterizos, el aprendizaje por experimentación. En ese abismo, obviamente, caerían también las medias potencias y los Estados europeos: en el mundo global, los retos superan las fronteras nacionales y los players deben tener una dimensión continental
En la izquierda europea se percibe un aumento de las posiciones soberanistas. ¿Se puede ser euroescéptico y de izquierdas?

La izquierda que se define soberanista sigue en el trágico error, que empezó con el blairismo, de querer relanzarse adoptando temáticas de la derecha. Así, pierde dos irrenunciables principios fundacionales: la tradición internacionalista y cosmopolita y la orientación hacia el futuro. Esta izquierda persigue la quimera retro del Estado-Nación y la ilusión de que el pueblo pueda ser soberano por graciosa concesión: solo gracias al conflicto social y las luchas del trabajo se puede contrarrestar la deriva oligárquica de la democracia representativa. ¿Euroescépticos de izquierdas? Para nada: ¡eurocríticos! Así que… aux armes, citoyens!

Autor

  • Steven Forti

    Profesor asociado en Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona e investigador del Instituto de Historia Contemporánea de la Universidade Nova de Lisboa.


lunes, 7 de octubre de 2019

Venezuela . La verdad al desnudo .



Venezuela y las confesiones premiables del comando sur y departamento de estado

Extractos  ….

Informe político presentado por el halcón Elliot Abraham a la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes de EEUU:
¿Entonces vamos acaso a permitir que en Venezuela sea exitoso el socialismo, señores Representantes? ¿Pueden ustedes creer lo que eso provocaría en toda la región de América Latina?, ¿Ustedes pueden imaginarse lo que representa construir tres millones de viviendas sin la participación de la empresa privada? ¿Cuál sería el destino de nuestro modelo si no intervenimos allí en los proyecto de salud o educación, en la formación de sus militares y en la adquisición de los elementos para su defensa?, ¿Vamos entonces a permitir que en ese país triunfe el socialismo, un sistema al que le hemos venido declarando la guerra desde que nos constituimos en democracia líder del libre mercado? Por lo tanto, el que no esté con nosotros debe pasar por los más dolorosas privaciones, las más terribles inseguridades, las más penosas necesidades de todo aquello que durante tanto tiempo disfrutó teniéndonos por aliado y por el sostén de sus costumbres, de sus hábitos y entretenimientos más preciados…”.
Revisen estas declaraciones de factura militar:

“Intensificar el derrocamiento definitivo del chavismo y la expulsión de su representante, socavar el apoyo popular….alentar la insatisfacción popular aumentando el proceso de  desestabilización y desabastecimiento…
Incrementar la inestabilidad interna a niveles críticos, intensificando la descapitalización del país, la fuga de capital extranjero y el deterioro de la moneda nacional, mediante la aplicación de nuevas medidas inflacionarias que incrementen ese deterioro…obstruir todas las importaciones y al mismo tiempo desmotivar a los posibles inversores  foráneos”.

ver  al completo  ..ver documento en inglés
https://www.voltairenet.org/article201100.html
 y  ahí ...
https://kaosenlared.net/venezuela-y-las-confesiones-premiables-del-comando-sur-y-departamento-de-estado/

Y VER  …





Mentiras sobre Venezuela: el diario El País tardó siete meses en publicar una autocrítica

El diario español El País publicó el 29 de septiembre una autocrítica firmada por su Defensor del Lector, Carlos Yárnoz, relativa a una falsa noticia difundida por el diario Leer mas

Narcotráfico, paramilitarismo y política en el sistema internacional



domingo, 6 de octubre de 2019

¿No nos queda ni Portugal .?


 


La realidad lusitana desmiente el relato del ’milagro portugués’


  • Costa se ha convertido en una figura celebrada en Europa, un modelo progresista a seguir
  • En Portugal, el primer ministro no inspira el mismo entusiasmo, muchos le responsabilizan por una dura realidad


Los lusos están llamados a las urnas para participar en las elecciones nacionales en Portugal, donde la duda no es quién gobernará durante la próxima legislatura, sino más bien cómo lo hará. No cabe duda que el primer ministro socialista António Costa tendrá un segundo mandato, pues las encuestas dejan claro que su formación será la más votada. La pregunta ante los electores es si el premier –que desde 2015 ha gobernado en minoría, apoyado en una alianza de la izquierda parlamentaria– debe tener una mayoría absoluta durante la próxima legislatura.

Los últimos sondeos indican que los portugueses no darán ese premio al candidato socialista, que se quedará a unos pocos puntos del poder absoluto. La falta de respaldo es llamativa, pues en los últimos años Costa se ha convertido en una figura celebrada en Europa, y muchos han señalado a su Gobierno en Portugal como un modelo progresista a seguir. Sin embargo, en Portugal el primer ministro no inspira el mismo entusiasmo, en parte porque muchos le responsabilizan por una dura realidad que dista mucho del mítico “milagro portugués” que tanto se cita en el extranjero.

El ‘milagro portugués’

A principios de 2017 se comenzó a propagar el rumor que algo fantástico estaba pasando en Portugal.

Mientras el resto de Europa sucumbía ante el avance aparentemente imparable de la derecha, el pequeño país en la esquina más occidental del continente se había convertido un baluarte de la izquierda en el que las cosas iban cada vez mejor. Ahí gobernaba el primer ministro Costa, quien había arrebatado el poder a los conservadores de Pedro Passos Coelho a final de 2015, apoyado en una alianza de la izquierda parlamentaria. Ésta aupó el Ejecutivo minoritario al poder para poner fin a la dura austeridad impuesta por la derecha y a órdenes de la Troika, que controló la política financiera del país vecino entre 2011 y 2014.

Tal y cómo había pactado con sus socios de la izquierda, después de asumir el cargo Costa repuso los salarios recortados de los funcionarios, restauró las pensiones, paralizó los procesos de privatización de los transportes públicos de Lisboa y Oporto y aumentó el salario mínimo interprofesional. Simultáneamente, su brillante ministro de Finanzas, Mário Centeno, redujo el déficit de manera espectacular, del 4,4% en 2015 a apenas 0,5% del PIB en 2018. La llegada del Gobierno socialista coincidió con un boom del sector del turismo y, simultáneamente, el de la construcción, factores que contribuyeron a otra buena noticia: el crecimiento de la economía nacional por encima el de la media europea, a un ritmo del 3,5% del PIB en 2017 y del 2,4% en 2018.
En Bruselas se citó al pequeño país como un ejemplo a seguir y se nombró a Centeno –“el Ronaldo del Ecofin”– a la presidencia del Eurogrupo; entretanto, medios como The Wall Street Journal y el Financial Times publicaron editoriales reconociendo la gestión efectiva del Ejecutivo Costa. En periódicos menos cautos, se pasó a hablar abiertamente del “milagro portugués” conseguido por el Gobierno socialista, que aparentemente había demostrado que, en tiempos de austeridad, “otra vía era posible”.

La realidad lusitana


Como tantos relatos fantásticos, el que versa sobre Portugal dista bastante de la realidad, que es mucho más compleja –y menos bonita– que la versión milagrosa que tantos han repetido.

Cuando Costa asumió el poder en 2015, se encontró en una situación complicada. Por un lado, tenía que cumplir con los compromisos suscritos con Bruselas y las instituciones europeas, que indicaron que su Gobierno duraría poco si no lograba reducir el déficit excesivo e incumplía los pagos pendientes de la deuda rescate de 2011. A la vez, tenía que satisfacer las demandas de la izquierda parlamentaria, con la que había pactado la aprobación de unas costosísimas medidas sociales.

Para conseguir ambos objetivos, el ministro Centeno se convirtió en una especie de sastre, metiendo tijera por todas partes para crear un resultado económico ajustado a las circunstancias. La reducción del déficit se consiguió cortando el gasto público de manera absoluta. Entretanto, por cada medida social pactada y promulgada se realizaron recortes equivalentes en otro ámbito estatal. De esa manera, el gasto incurrido por la restauración de las pensiones y los salarios de los funcionarios fue compensado con duros recortes en ámbitos en la salud pública, donde en 2018 el presupuesto del Servicio Nacional de Salud cayó por debajo de lo que había sido incluso durante la época de la Troika. El Estado consiguió ingresos adicionales a través de nuevas tasas –sobre el tabaco, los refrescos, y hasta uno que se impuso a la adopción de mascotas– que elevaron la carga fiscal hasta alcanzar el 35% del PIB.

Fuera del control directo de Centeno, se produjo una reducción sustancial del paro, que cayó del 13 al 6% gracias al crecimiento del sector turístico. Hoy en día hay miles de portugueses que han conseguido empleos en este ámbito, pero sucesivos estudios –entre ellos, los elaborados por el Observatorio de la Crisis y Alternativas de la Universidad de Coimbra– han demostrado que la mayoría de los puestos de trabajo creados tienen sueldos reducidos que oscilan entre los 700 euros mensuales y los 600 euros del salario mínimo interprofesional. Esta realidad es problemática, pues el turismo ha creado una burbuja inmobiliaria que amenaza con expulsar a los lusos de sus ciudades más emblemáticas. En la capital lusa el centro histórico se ha convertido en una especie de parque temático para los extranjeros, en el que el 41% de las viviendas son pisos turísticos. Los efectos llegan a sentirse en las zonas del extrarradio, donde los precios ya sobrepasan los presupuestos de los lusos de clase media.

La lucha de los profesores


El creciente descontento con la situación económica es evidente en el país vecino, donde las movilizaciones sociales son cada vez más frecuentes. En 2018 se registraron más de 518 huelgas, y en lo que va de año funcionarios públicos, enfermeros, trabajadores ferroviarios, policías y hasta guardias prisionales han tomado las calles para clamar contra las políticas del Ejecutivo.

Pocos colectivos son más emblemáticos del descontento que el de los profesores lusos. A lo largo de los últimos años los maestros han tomado las calles una y otra vez para exigir que finalmente sean repuestas las plantillas que quedaron en mínimos durante los tiempos de la Troika; que se reduzca el número de alumnos en las aulas; y que se actualicen sus salarios. Años después de la llegada del supuesto “milagro económico”, los maestros son los que más alzan la voz para denunciar que los servicios públicos de Portugal siguen devastados por los recortes.

“La lucha del Gobierno contra de la austeridad ha sido, en realidad, un traspase de recortes de un lado a otro”, afirma la profesora Ana Sousa, veterana del sistema de educación pública portugués. “A la vez que se ha aprobado la gratuidad de los libros de textos y el aumento de las pensiones, han subido los copagos para los medicamentos para enfermedades crónicas y se ha reducido la financiación de las escuelas y los hospitales, hasta llegar a niveles de precariedad peores inclusos que los que vivimos durante la Troika”.
“Para nosotros esta legislatura ha sido caracterizada por la desinversión en el sistema educativo; la falta de interés en el envejecimiento de la clase docente; la fabricación de tasas de éxito educativo falsas a través de la eliminación de pruebas evaluadoras que revelarían la realidad; y la precariedad general que vivimos en las escuelas lusas”, añade.

Sousa afirma que el Ejecutivo que tanto celebra la bonanza económica rehúsa tomar medidas para solucionar la situación de los profesores, que intentar salir adelante con salarios que no se han visto alterados en más de una década. Para subrayar este punto, la profesora muestra documentos que revelan su salario en septiembre de este año y lo que recibía hace diez años.

“En septiembre de 2009 mi salario, incluyendo el total líquido y el subsidio de almuerzo, era de 1.642 euros. Pese a haber subido de categoría, el mes pasado mi salario fue de 1.591 euros. En diez años he pasado a perder dinero; las únicas cosas que han aumentado son mi nivel de experiencia y mis canas”.

La profesora concluye lamentando que el Ejecutivo siga presumiendo de la “fachada económica” que ha erigido para ocultar la manera en la que malviven tantos portugueses. En particular, lamenta que no se haya invertido el dinero que ha entrado al país en una de sus joyas, el sistema de educación pública: “El sistema son los profesionales que lo conforman. Si el Gobierno les trata así, es imposible que se mantenga esa excelencia”.

 Nota posterior  . Ha ganado Costa  con  mas abstención . Lo mejor que podía pasar . Una cosa es verla la realidad , como describe el articulo  de arriba  ,otra  como estaba Portugal y como va ahora . Entre sus metas, un salario mínimo de 600 a 850 euros mensuales y un aumento salarial general de 90 euros al mes, además de retirar la reforma laboral de la troika (los acreedores de Portugal en la época del rescate: BCE, Comisión Europea y FMI).  Tirando de la demanda y del consumo interno. 
Grândola, vila morena
Terra da fraternidade
O povo é quem mais ordena
Dentro de ti, ó cidade
Dentro de ti, ó cidade
O povo é quem mais ordena
Terra da fraternidad.

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El ultra nacional catolicismo franquista de Vox.


Vox ,  un paleo fascismo ultra

https://www.eldiario.es/zonacritica/ur-fascismo-Abascal-traves-cuenta-Instagram_6_949515048.html

 y ver ...

https://www.eldiario.es/tribunaabierta/Rosas_6_949865011.html