martes, 5 de marzo de 2019

María Sánchez .- Tierra de mujeres .



tierra de mujeres




La veterinaria y poeta publica el ensayo Tierra de mujeres de cara al mismo 8M que el año pasado se olvidó de las trabajadoras del campo para poner el acento en lo que ocurre en los márgenes.
  

"Los relatos del 'terror rural' hacen mucho daño al campo, ¿por qué no se habla del terror urbano?"


"Fui bastante injusta porque el año pasado me indigné al ver que salían tan pocas mujeres en el campo. Esas poquitas abrieron una vereda, es fundamental sentirse respaldada y reconocida"

Mónica Zas Marcos 

 María Sánchez, autora de 'Tierra de mujeres'

María Sánchez, autora de 'Tierra de mujeres'

María Sánchez (Córdoba, 1989) se levanta a las seis de la mañana, coge su furgoneta y se lanza a la carretera, de ganadería en ganadería, para hacerse cargo de las cabras que requieran su ayuda en más de 90 granjas repartidas por toda España y Portugal. Este primer oficio le corre por las venas como herencia de su padre y de su abuelo. El segundo, el de la escritura y la poesía, es tan vocacional que lo ejerce "cansada".

Las ideas surgen en ruta, cuando recorre las autovías comarcales o si se le cruza un animal por el camino, pero solo las plasma en un papel por las noches o los fines de semana. "Para escribir tengo eso inherente a tantas mujeres, que lo hemos heredado de nuestras madres, de no poderme sentar hasta que no están todas las tareas domésticas hechas", reconoce esta veterinaria.


Aún así, se identifica en el estrato privilegiado de las mujeres rurales, por eso ha escrito un ensayo que reivindica a las grandes invisibilizadas de nuestros campos. Con su anterior Cuadernos de campo, Sánchez se sacudió la mancha personal de ser de pueblo a través de su historia familiar.


Tierra de mujeres (Seix Barral), sin embargo, lanza una arenga frente al esnobismo urbanita: basta de estigmatizar a la gente del campo, de ignorar a sus trabajadoras y de comprar el relato de la España vacía.



 "Para mí, lo más radical e innovador que se está haciendo en nuestro país ocurre en los márgenes", nos dice frente a un zumo de naranja en una cafetería del centro de Madrid. Capital que, el próximo 8M, acogerá una gran manifestación que tiene pendiente acordarse más y mejor de sus colegas rurales.

En una escena de la última de Almodóvar, su madre le pide que ni ella ni las vecinas del pueblo aparezcan en sus películas. Le da vergüenza que la gente se ría de su forma de hablar y de sus costumbres. ¿Su familia sintió ese pudor con la publicación del primer libro?

Me pasó algo parecido con mi madre y con mi abuela, pero al final se quedaron con el sentimiento de que para mí era importante saber de dónde venía. No nos solemos interesar. Creemos que la vida de nuestras madres empieza desde que nosotros existimos, pero muchas han sufrido un machismo y una desigualdad atroz y ni siquiera les preguntamos qué querían ser antes de tenernos.

Ya me quité la mancha de sentir vergüenza de mis raíces con el libro anterior. Viví esa ruptura y fue cuando quise reivindicar a las mujeres de mi familia.

Pero es curioso lo que dices de Almodóvar, me recuerda a un vídeo que me enseñó la poeta gallega Luz Pichel de unas mujeres mayores haciendo pan en una aldea. Se les oye hablar en gallego hasta que una de ellas se da cuenta y le dice al que graba: ¡animal, qué haces grabando mi voz! ¡Qué vergüenza!

Al escribir, por ejemplo, ¿se hereda este estigma?

Identifico ese sentimiento más con nuestras abuelas y nuestras madres, que siempre nos han dicho que nos merecemos algo mejor que la vida de pueblo. El estigma y la mancha están muy arraigadas en ellas. Pero, a diferencia de mi madre, yo he elegido qué hacer y qué estudiar. Parto de otro nivel.

Pero al principio, cuando empecé a escribir, se llevaba mucho la alt-lit, sobre las drogas y las experiencias salvajes, con la que yo nunca me he identificado. Hasta que me dije, ¿por qué no puedo escribir de lo que sé de primera mano? ¿Por qué no me puedo sentir orgullosa de ser de pueblo, de trabajar en el campo, con las cabras?
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La gente que lo conocemos no le hemos dado importancia. Por ejemplo, hasta que no salió Cuadernos de campo, mi familia no empezó a contarme historias. Te da pena. Es una mezcla de alivio y orgullo, pero pienso a cuántas historias habré llegado tarde y se quedarán sin contar.

¿Cree que hay poca narrativa rural porque el campo es especialmente celoso de su intimidad?

No creo que sea así. Hay mucha gente que está contando y hablando del medio rural desde dentro. Que insisto: no quiero que los que escriban del campo sean de campo, pero sí que invito a preguntarnos de dónde viene la narrativa rural, a qué género pertenece y qué relación tienen y tenían esos autores con el campo.

Si haces un análisis rápido, el resultado son hombres que venían de la ciudad e iban al campo solo a descansar. No digo que sean malos escritores, de hecho Miguel Delibes sigue siendo mi escritor favorito. Pero nos tenemos que cuestionar y, de las dudas, aprender. Y, además, hacer el esfuerzo por nombrar a una escritora rural española. Yo ahora te podría decir Luz Pichel u Olga Novo...¡y son todas gallegas! Da mucha rabia.



Se acerca de nuevo el 8M y en el libro hace alusión a cómo nos olvidamos del medio rural en 2018. ¿Ve mejoras de cara a este año?

De hecho, en el libro soy bastante injusta porque me indigné al ver que salían tan pocas mujeres en el campo. Una amiga veterinaria me dijo el otro día que se había enfadado al leerlo. Porque claro, esas poquitas que salieron abrieron una vereda y este año van a salir aún más. Es fundamental sentirse respaldada y reconocida.

¿Por qué fue tan brutal la convocatoria en las ciudades grandes? Los colectivos, las asociaciones y la masa pueden respaldar a una chica de Sevilla, por ejemplo, cuyos padres no sean feministas. Y ella puede salir sabiendo que no va a estar sola. Pero en un pueblo, que te conoce el cura y te conoce hasta el panadero, es mucho más difícil.

Muchas veces no nos enteramos de lo que ocurre en nuestro país hasta que no llegan de fuera a contárnoslo, como los abusos sexuales de las jornaleras de la fresa. ¿Qué altavoces tiene a su disposición la mujer rural?

Y eso que lo de la fresa lo llevamos sabiendo en Andalucía desde hace muchos años, pero tienen que venir dos periodistas extranjeros a sacarlo. Y no solo la fresa, el otro día vi este titular: "De 23.000 empleos, solo se presentan a la recogida de la aceituna 970". Pero no se habla ni de las condiciones laborales ni de la explotación. Los invernaderos del Ejido son para echarse a llorar. Si ya de por sí las mujeres rurales son las grandes invisibilizadas, imagínate las migrantes.

No hay solo un tipo de mujer rural. No todas son pastoras o ganaderas, también están las que tienen una peluquería o son amas de casa. Hay que romper con ese relato.

Estuve hablando con algunas, a ver si nos da tiempo a redactar un manifiesto de las mujeres rurales por el 8M. Ellas van a necesitar una ayuda, porque sus animales no pueden dejar de comer y menos en época de parideras. Y ahí sería fundamental que los hombres nos apoyasen. Pero vuelvo al ritmo y al tiempo del medio rural. No se le puede exigir lo mismo a una mujer de campo que a una de ciudad.

¿Qué derechos apremia exigir en ese manifiesto?

Por ejemplo, el tema de la titularidad compartida. Es el caso de las mujeres que han estado trabajando codo con codo en las tierras del marido sin recibir un duro. Cómo le dices a una mujer de 50 o 60 años que le diga a su marido: "oye, que todo esto que he trabajado sin cotizar es de los dos".

El año pasado tuve una alumna que como trabajo de fin de grado hizo una investigación sobre la presencia de la mujer en las ganaderías de caprino, con las que yo trabajo. Sacó en conclusión que, donde había mujeres, morían menos cabritos, las cabras daban más leche y duraban más. Genial. Pero también descubrió que había ganaderías "solo" de hombres en las que trabajaban las mujeres, las hijas, las hermanas y las cuñadas en sus ratos libres.

Ellas no van a las reuniones, no deciden. Y luego las reconocerán como amas de casa. Para ellos es muy cómodo porque, cuando llegan del campo, tienen el plato de comida en la mesa, la casa limpia y se pueden echar una siesta.

Relacionamos el medio rural con un machismo más tosco y anacrónico que el de las ciudades. Perteneciendo a ambos mundos, ¿cómo lo percibe?

Yo estoy en un estrato privilegiado respecto a las pastoras, ganaderas, agricultoras y mujeres que están en el campo. Soy veterinaria. No estoy al frente de una ganadería ni de un cultivo. Ellas lo cuentan, que cuando van a comprar a las cooperativas, les preguntan siempre por sus maridos.

Yo he recibido comentarios machistas en el campo, pero muchos más en el ámbito de la cultura. Siempre se da la imagen de los hombres incultos y los paletos de pueblo, por eso me duele mucho más que presente un libro y me digan que con quién me he acostado para publicarlo. O que hablen de mis exparejas, de mi vida personal o de mi físico. Ves los comentarios de las entrevistas y son para echarse a llorar. "Pues muy del campo no será, que lleva el peto muy limpio y los labios pintados".

Los peores insultos me los encuentro en la literatura. Pero insisto, no soy una jornalera, una ganadera, una pastora ni una mujer migrante. No estoy subordinada. Yo solo tengo un altavoz privilegiado y lo uso, pero es más importante lo que ellas tienen que contar.



¿Existe un relato ruralófobo en la literatura, el cine y los medios? Se vio en la cobertura del asesinato de Laura Luelmo, con el que se presentó al pueblo como un lugar hostil y peligroso para las mujeres. O incluso en películas como La isla mínima.

Totalmente. Encima culpabilizamos a la víctima por irse a vivir allí sola. Los relatos del terror rural han hecho mucho daño al campo y a los pueblos. ¿Por qué no se habla de terror urbano cuando los peores crímenes se dan en las ciudades? Hay un componente de condescendencia y paternalismo enorme. Es atroz que en 2019 se nos siga comparando a Los santos inocentes.

De hecho, yo voy recogiendo titulares: "Que nos quiten de la lista de los pueblos más bonitos de España, o aquí va a morir gente", cuando lo que estaban diciendo es que la situación de las carreteras era tan peligrosa que podía provocar accidentes de los turistas. "El terror rural que acabó en muerte en una aldea de Galicia llega a juicio", de El País. Otro se refería a un pastor por el crimen machista del verano pasado en Zamora como "un hombre bruto e ignorante". Ese lo han borrado. Es muy duro.

En el libro dice que no son "la España vacía". ¿Se incide demasiado en el discurso alarmista en lugar de dar voz a las medidas contra la despoblación?

¿Sabes cuál es el problema? Que siempre vemos el problema. Y no prestamos atención a esos colectivos y toda la gente que está haciendo cosas maravillosas en los pueblos. Para mí, lo más radical e innovador que se está haciendo en España ocurre en los márgenes.

Veterinarias de mi edad que están recuperando razas autóctonas de una ganadería extensiva, asociaciones como Amigos de la tierra que luchan contra las macrogranjas y están consiguiendo paralizar su crecimiento, o comunidades que pelean por los servicios básicos de su pueblo o por mantener la biodiversidad y que no se pierda la cubierta vegetal. Y todo promovido por gente joven, que llevan la cultura, los actos, el cine y los talleres a sus regiones.

Pero eso no interesa a los grandes medios, sino el relato sepulturero del "hombre que se muere solo en el pueblo" y la "España vacía". Fueron las elecciones en Andalucía y en la portada de El País pusieron una foto de un pueblo fantasma de Granada. Y estamos hablando de Andalucía, que no tiene el problema de despoblación que tiene Castilla y León. ¿De verdad era necesario ir a ese pueblo?

Aprovechando el tema de las elecciones andaluzas, hubo varias noticias de los pueblos que "despertaron" para votar a Vox. ¿Es peligroso identificar el auge de la ultraderecha como un símbolo del supuesto atraso y aislamiento rural?

Exacto, es peligroso fomentar de nuevo esa imagen. En el campo hay de todo y en las ciudades también hay gente que vota a Vox. Es muy triste lo del Ejido, que salió Vox y está lleno de mano de obra migrante que no vota y los que votan son los empresarios y dueños de invernaderos.

Para mí eso no es medio rural. Eso es plástico. Son empresas y un capitalismo brutal. La despensa de Europa me da vergüenza. En el campo habrá gente de derechas, de ultraderechas y gente de izquierdas. Es más, casi todos los pueblos de Andalucía son de izquierdas.

Se les está aupando desde los medios dando voz a ese relato. Les encanta hablar de la "protección de la vida rural" de Vox con las plataforma de la caza y la tauromaquia. Pero, ¿y todas las asociaciones que están luchando contra las macrogranjas? O, por ejemplo, el otro día salieron 10.000 personas a manifestarse contra la España vacía en Teruel. Pero eso no aparece en la primera plana de los informativos. Más nos valdría cambiar el foco y empezar a mirar otras cosas.


María Sánchez, autora de 'Tierra de mujeres'


lunes, 4 de marzo de 2019

El euro ha hecho a Alemania más rica y a España más pobre

Un estudio concluye que el euro ha hecho a Alemania más rica y a España más pobre

El Periódico

El Centro de Políticas Europeas revela que desde la introducción de la moneda cada alemán ha ganado hasta 23.000 euros mientras que cada español ha perdido hasta 5.000 euros

El euro ha enriquecido a Alemania mientras ha perjudicado a la mayoría de los demás países de la Unión Europea(UE), según un estudio del Centro de Políticas Europeas alemán. Así, desde la introducción de la moneda única en 1999, si por un lado cada alemán ha obtenido un beneficio de hasta 23.116 euros cada español ha perdido 5.000 euros, unos datos que evidencian la profunda desigualdad que afecta al club comunitario.
Esa brecha ha afectado directamente a las arcas públicas de los países de la UE. Según un estudio del think tankAlemania sería la nación más beneficiada por la introducción del euro, algo que hasta el 2017 ha supuesto un impacto positivo de 1.893.000 millones de euros. Esa ventaja, acentuada a partir de la crisis de la deuda, ha permitido a Berlín reforzar su condición de potencia económica del continente.
El informe, que analiza otros siete países de la Eurozona, señala que tan solo otro ha sacado tajada de la moneda única. Gracias al euro los Países Bajos han ganado 346.000 millones de euros, unos 21.003 euros por persona, situándose por detrás de Alemania. Significativamente, ambos han sido los más firmes defensores de la ortodoxia fiscal y los principales críticos de los países del sur que acudieron en ayuda de sus socios debido a sus problemas de endeudamiento.
UN SUR MÁS POBRE
Este año la moneda europea cumple su 20 aniversario. Sin embargo, y como apunta el informe, las celebraciones de esta fecha trascendental para la Eurozona “han sido silenciadas”, algo que achaca a una crisis económica cuyos devastadores efectos aún golpean a los países del club comunitario. El estudio reafirma que en esta UE plagada de desequilibrios los países del sur vuelven a ser los más perjudicados.
Sin ir más lejos, España. Aunque hasta el 2010 se benefició de la introducción del euro, tras la crisis eso se transformó en una pérdida de la prosperidad que se eleva hasta los 224.000 millones de euros. El informe remarca que esta situación podría revertirse de continuar unas reformas que, apuntan, “están dando sus frutos”.
Sin embargo, remarca que la incapacidad de los países para devaluar su moneda tras la adopción del euro permitió que la erosión de la competitividad internacional se convirtiese en “un menor crecimiento económico, un aumento del desempleo y una caída de los ingresos fiscales”.
ITALIA, LA GRAN CASTIGADA
Aunque gran parte de los miembros de la zona euro gozaron de períodos de crecimiento la posterior crisis fue mucho más destructiva. La gran perdedora con la creación del euro es sin duda Italia, con una reducción del PIB por valor de 4.325.000 millones de euros, lo que supone 73.605 euros menos para cada italiano. Tras los ciudadanos de la bota se sitúan los franceses, con 55.990 euros menos; los portugueses (-40.604) y los belgas (-6.370).
El caso paradigmático de la crisis, Grecia, tiene unos marcados altibajos. La introducción del euro ha supuesto un beneficio de 2.000 millones de euros, siendo sus ciudadanos 190 euros más ricos, algo que se explica debido a las importantes mejoras que supuso la moneda para el país hasta 2010, cuando las cifras cayeron en picado.
Los autores del estudio, Matthias Kullas y Alessandro Gasparotti, calcularon esa hipotética trayectoria sin el euro comparando la de los países mencionados con la de otros países fuera de la eurozona con tendencias de crecimiento parecido. Así, Alemania ha sido comparada con Japón y Bahrein mientras que España lo ha sido con el Reino Unido y Turquía. Aunque con la crisis de la deuda el Banco Central Europeo prometió hacer “lo que haga falta para preservar el euro” el informe señala que, más allá de las palabras para calmar el mercado, Mario Draghi “no hizo nada para cambiar los problemas fundamentales de la Eurozona”.
Fuente: https://www.elperiodico.com/es/economia/20190226/el-euro-ha-hecho-a-alemania-mas-rica-y-a-espana-mas-pobre-7324600

domingo, 3 de marzo de 2019

Contra Manuel Valls .

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Josep Ramoneda: «Valls quiere destruir cualquier opción alternativa a la hegemonía de la derecha»




El desembarco del ex primer ministro francés, Manuel Valls, en Barcelona no sólo ha despertado interés en la capital catalana sino también en Francia. Buena muestra de ello es la reedición del libro Contra Valls , obra de Noël Mamère y Patrick Farbiaz y editado por Ediciones Saldonar . 

Mamère es exdiputado de la Asamblea Nacional francesa y periodista y Farbiaz es un histórico militante ecologista. Ambos han conocido Valls desde diferentes vertientes y ahora lanzan un mensaje de aviso a los barceloneses: "la Operación Barcelona de Valls corresponde a su manera de hacer política bonapartista, aventurera, oportunista y il·liberal".
La reedición de Contra Valls cuenta con un prólogo escrito por el periodista y filósofo Josep Ramoneda. El texto analiza las consecuencias que la trayectoria de Valls ha tenido para la izquierda francesa y las que puede tener en Cataluña y en el conjunto de España. Para Ramoneda, el objetivo del ex primer ministro francés es "destruir cualquier opción alternativa a la hegemonía de la derecha".

Prólogo: "Contra la izquierda que claudica"

El día que Manuel Valls anunció su candidatura a la alcaldía del Ayuntamiento de Barcelona, un amigo francés me envió un mensaje que decía: «Próxima etapa, Andorra». La aventura española de Valls es una consecuencia de su fracaso francés. Y digo aventura española -y no catalana- por dos razones: porque el propósito de Valls es utilizar la plataforma de Barcelona para hacerse un lugar en toda España, de la mano de Ciudadanos; y porque su proyecto es en clave española: hacer el trabajo que, según él, por dejadez, las élites catalanas no han sido capaces de afrontar, es decir, liberarlas de los independentistas y los comunes.

Si Valls no hubiera fracasado en Francia, hoy no estaría aquí. Y por eso es interesante seguir lo que pasó. Pirineos arriba para una carrera laboriosamente construida durante treinta años haya tenido un final tan abrupto con una fuga tan inesperada. Y eso es lo que hacen Noël Mamère y Patrick Farbiaz, dos militantes ecologistas franceses de larga trayectoria, el primero de ellos diputado durante veinte años a la Asamblea Nacional por Los Verdes. No sólo han seguido la trayectoria de Manuel Valls, sino que han vivido la confrontación política con él.


Contra Valls reconstruye con detalle el proceso de construcción de un liderazgo autoritario y arrogante que evoluciona rápidamente hacia la asunción de los tópicos ideológicos y morales del neoconservadurismo, que asume la sumisión a la ortodoxia neoliberal más estricta (el libro recoge una cita extraordinaria de Serge Dassault, una de las grandes fortunas de Francia y director de Le Figaro: «Os tengo que decir que estamos muy contentos con su acción. [...] por eso tiene el apoyo de un diario bien conocido por todos») y respecto del simplismo, del juego binario de buenos contra malos, su norte, basándose siempre en la descalificación y trasladando todos los problemas en el campo de la intransigencia y del orden público. Y así fue como alcalde, como ministro del Interior y como primer ministro francés, asumiendo por completo la agenda del Frente Nacional contra la inmigración y,

Si en un primer momento, sobre todo cuando era ministro del Interior, una parte de la sociedad compró su discurso autoritario en unos tiempos de desconcierto, poco a poco el desbarajuste del gobierno socialista, su estilo -en el que el arrogancia evidenciaba la falta de autoridad carismàtica-, su falta de empatía y su desprecio por las desgracias de los ciudadanos, su asunción de los tópicos neoliberales sobre la autosuficiencia del individuo único responsable de sus miserias, todo ello adornado con la reprobación moral de la cultura de la excusa, fue decolorando su figura. Valls abandonó el gobierno para ganar distancia respecto al desbarajuste que él mismo había creado y se presentó a las primarias socialistas para la elección como presidente de la República. Ya era tarde.

Se imaginaba candidato por aclamación y perdió ante Benoît Hamon. En el resentimiento por la derrota dio el paso definitivo: dejó el Partido Socialista y llamó a la puerta de En Marche! No lo quisieron. Sólo le hicieron la concesión de no presentar candidato contra él en su circunscripción. 

En tierra de nadie, aprovechó el conflicto soberanista para caer en Cataluña, invitado a colaborar con el bloque contrario al independentismo. Con una ventaja importante: llegó ya sin camuflaje, perfectamente anclado a la derecha, cumplido su tráfico ideológico, para intentar capitalizar el voto españolista sobre los hombros de Ciudadanos. En mayo sabremos la continuación de la historia: final de la aventura o nueva etapa?

Valls, siguiendo su obsesión de diluir el proyecto y el patrimonio político de la izquierda, apela a un consenso entre PP, Ciudadanos y PSOE, para aislar Vox, Podemos y el independentismo. La ignominia que representa colocar en el mismo plano el neofranquismo de Vox, los intentos de renovación democrática surgidos a la izquierda del PSOE y un movimiento pacífico de amplio espectro, que reivindica la autodeterminación, como el independentismo, indica claramente la intención de Valls: arrastrar el PSOE, como hizo con el Partido Socialista francés, hacia el espacio neoliberal-conservador, aislándolo de la izquierda y destruyendo así cualquier opción alternativa a la hegemonía de la derecha.

Por ello, más allá de la trayectoria personal de Valls, lo que más me interesa del libro de Navidad Mamèrei Patrick Farbiaz es como a través de su figura reconstruyen la crisis y la evolución de una izquierda que no encuentra el lugar en un mundo en gran mutación, culminando un proceso de desarraigo ideológico y social que comenzó cuando Tony Blair y compañía asumieron el consenso de Washington y la socialdemocracia se descafeinar hasta hacerse irreconocible. El subtítulo de la edición francesa - «Respuesta a los neoconservadores» -es tan importante como el título Contra Valls , escogido por su carácter de prototipo de esta evolución «il·liberal» y antisocial de una parte del socialismo. La actualidad de Valls les da la oportunidad, pero el título del libro podría haber sido perfectamenteContra la claudicación de la izquierda . Y esta es la cuestión importante, que sea cual sea el destino de Valls seguirá vigente.

Los autores expresan la necesidad de construir un nuevo relato, que permita a la izquierda recuperar la conexión perdida con las clases populares y la capacidad de incidir en el debate público después de que gran parte de la intelectualidad haya pasado al otro esquina y haya asumido el discurso contra la inmigración y el sacrificio de libertades contra el terrorismo, así como la asunción acrítica del statu quo económico y del agotada tecnocracia europea. Del "yo" de Valls al «nosotros», sería la consigna. De una sociedad de individuos aislados -en lucha a muerte por la supervivencia- a una reconstrucción de los espacios comunitarios. Con especial sensibilidad por los tres principales discursos emancipadores que hay hoy en escena: el ecologismo,

El caso Valls es el ejemplo de una deriva alarmante. Valls pasará, pero, si la izquierda no despierta, cada vez seremos más cerca del autoritarismo post democrático, que políticas como su favorecen por acción y por omisión. 

Hay que defender la libertad antes de que la democracia complete la mutación hacia el autoritarismo.
  Fuente    .

sábado, 2 de marzo de 2019

La historia olvidada de África .




Los imperios olvidados de África

Umoya

La relación de África con el resto del mundo continúa siendo concebida, en gran medida, a través del colonialismo. Sin embargo, antes de ello tuvieron lugar siglos de contacto e interacción con forasteros, no solamente con europeos.


El filósofo alemán Hegel afirmó que África «es una parte del mundo sin historia». Como consecuencia de esto, se asume que la historia de África no comenzó hasta que los europeos no empezaron a llegar. Esta idea (y otras derivadas) se convirtió en una de las falacias empleadas para justificar la trata de esclavos transatlántica, la colonización y el paternalismo arbitrario que caracterizó la norma europea hasta que tuvo lugar la descolonización, en la década de 1960. Incluso antes de que se hubieran arriado las banderas de los colonizadores europeos y de que surgieran los nuevos Estados independientes del África actual, se habían efectuado llamamientos urgentes para las nuevas historias del continente, que exploraban el largo e intenso pasado de las grandes civilizaciones de África.
Desafortunadamente, esas medidas correctivas siguen siendo necesarias, ya que, fuera del continente, el pasado de África sigue siendo conocido en gran medida por el periodo colonial de los siglos XIX y XX. Sin embargo, a veces los debates sobre el pasado de África pueden quedarse atrapados en una falsa dicotomía: una elección entre la familiar narrativa eurocéntrica (en la que predominaban los exploradores, los misioneros, los cañoneros y la ametralladora Maxim) o una versión más afrocéntrica, enfocada en el África precolonial. Esta división establecida entre dos versiones de la historia puede eclipsar un aspecto clave: antes de la colonización oficial del siglo XIX hubo varios siglos de contacto e interacción con forasteros, no solamente con europeos. Esos mismos siglos de interacción y sus repercusiones económicas a largo plazo se exploran con un detalle inusual en el extraordinario nuevo libro de Toby Green, A Fistful of Shells: West Africa From the Rise of the Slave Trade to the Age of Revolution .
No es una publicación fácil de categorizar. En esencia, es una historia económica en la que el autor plantea una cuestión profundamente desafiante: ¿por qué los intercambios económicos entre África y Europa se volvieron tan desiguales con el paso del tiempo? Y, ¿qué papel llegó a desempeñar la trata de esclavos transatlántica en este proceso? La ambición de la tesis central justifica la magnitud del libro de más de 600 páginas, pero esto casi parece moderado teniendo en cuenta lo lejos que Green llegó con su investigación.


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A Fistful of Shells ( Un puñado de conchas ) es el fruto de la investigación llevada a cabo en los archivos de nueve naciones, que obligó al autor a emprender un trabajo de investigación por ocho Estados de África Occidental. Y se nota. Los fragmentos basados en viajes del autor proporcionan observaciones y anécdotas que vinculan positivamente el pasado con el presente y dan voz a las vidas y experiencias de los propios africanos. Oscilando más allá de la economía, la tesis de Green se convierte, en definitiva, en una especie de reflexión filosófica sobre la naturaleza del valor en diferentes culturas y sociedades durante una era larga y bajo estudio en los inicios de la globalización.
Lo que distingue al libro como inusual no es el volumen de fuentes, sino su variedad. El uso de historias orales de un amplio abanico de sociedades africanas es particularmente gratificante. En la introducción, Green hace un uso excelente de las bellas artes: un conjunto de retratos de un artista holandés pintados a mediados del siglo XVII en Brasil, algunos de los cuales habían sido enviados desde Ámsterdam. Uno de los cuadros muestra la cara de Don Miguel de Castro, quien, a pesar de su nombre portugués y su extravagante vestimenta europea, fue embajador del reino del Congo, un reino africano posteriormente aliado del holandés. El mismo retrato asombró a los visitantes de la exhibición «Historias Afro-Atlánticas», que tuvo lugar el año pasado en São Paulo.
Esta amplia variedad de material hace que sea interesante que uno se pregunte si Green habría sido capaz de pintar un panorama aún más vívido de este periodo anterior si hubiera podido recurrir a los archivos de los siglos XV y XVI de Portugal, el país europeo con la historia más larga de comercio con África. Muchos de esos registros (relativos al comercio, pero también a la diplomacia, a la guerra y al trabajo misionero), junto con una inescrutable cantidad de cultura material, se perdieron en 1755 cuando un terremoto y un tsunami arrasaron Lisboa (tema central en la obra Cándido de Voltaire), destruyendo la ciudad y eliminando los libros de contabilidad en los que se habían registrado los tres siglos anteriores de comercio con África. La precariedad de fuentes documentales y cultura material aparece claramente resaltada de nuevo a través del uso que Green hace del patrón de la guerra remitido a Lisboa por el infame rey Adandozan de Dahomey (Estado situado en la actual República de Benín). A pesar de estar reproducido aquí, el patrón original se perdió en el incendio que destruyó el Museo Nacional de Brasil, en Río de Janeiro, en 2018.
Al reunir diversas fuentes, Green es capaz de refutar la afirmación hecha por Hegel de que África no tiene historia en dos niveles: África no solo tiene una larga y compleja historia, sino que además comparte parte de ese pasado con otros participantes en la economía comercial global que se remonta a hace más de mil años. El África que surge aquí es un continente dominado por numerosos reinos poderosos e imperios, a menudo gobernados por grandes dinastías y líderes, cada uno con sus propias obsesiones y ambiciones. Es un continente de creencias y prácticas culturales y religiosas intrincadamente complicadas, en el que las sociedades militarizas y a veces relativamente urbanizadas ascienden y descienden. Dicho de otra manera, las sociedades africanas no eran muy diferentes en términos estructurales de los reinos de Europa y el Norte de África con los que comerciaban.




Donde las diferencias empezaron a acentuarse fue en los significados y valores asociados a diversos bienes y productos básicos, incluidas las conchas de cauri del título del libro. Enviadas a África desde Maldivas, en el océano Índico, en grandes cantidades y a lo largo de varios siglos, los cauris se utilizaban como una moneda de cambio en muchos pueblos de África.
El comercio de ideas, tecnología, arte y cultura entre África y sus socios era recíproco, una realidad acentuada por la esclavitud (algo que Green explora en gran profundidad). No solo se enviaron al otro lado del Atlántico bienes y productos básicos africanos, sino que el bagaje cultural y el capital intelectual se llevó al nuevo mundo a través de las mentes de millones de seres humanos que fueron intercambiados y tratados como mercancías. Los cimarrones, grupos de esclavos fugitivos que surgieron en Jamaica, Panamá y en otros lugares, lucharon sus guerras utilizando las teorías militares que habían aprendido en el continente en el que habían nacido. Asimismo, las plantaciones de arroz de Carolina del Sur fueron cultivadas utilizando no solo la mano de obra africana, sino también sus conocimientos. Esta sabiduría fue trasplantada intencionadamente para aplicarla en suelo americano por los traficantes de esclavos británicos, que habían esclavizado a miles de personas procedentes de las regiones de cultivo de arroz de Sierra Leona. Estos africanos fueron secuestrados para vender sus mentes como si de una mercancía tan valiosa como sus cuerpos se tratase.
Durante todo A Fistful of Shells , Green muestra la larga e histórica sombra que hay detrás del subdesarrollo del África actual. Alega que los monocultivos comerciales impuestos sobre las naciones de África por los poderes coloniales en el siglo XX tienen sus orígenes de forma parcial en las economías de plantaciones del siglo XIX, cuando poderosos líderes africanos, alentados por Gran Bretaña y otros países, utilizaban mano de obra forzosa y esclavizada para cultivar algodón, cacahuetes y aceite de palma para exportar. Asimismo, Green cree que la desconfianza general en los dirigentes nacionales en el África del siglo XXI está relacionada con las rupturas de las relaciones entre las élites y el pueblo de los siglos XVII y XVIII, causadas por la trata de esclavos y la propagación de las guerras y la inestabilidad.
A pesar de que no siempre es el texto más sencillo de seguir (el planteamiento temático a veces eclipsa la sensación de desarrollo de la narrativa), es un asombroso trabajo de investigación y argumentación. Tiene el potencial para convertirse en un referente en nuestro conocimiento de los continentes más incomprendidos.
 Entre los libros de David Olusoga se incluye Black and British: A Forgotten History.

Texto original en inglés:  https://www.newstatesman.com/culture/books/2019/01/west-africa-pre-colonial-fistful-shells-toby-green-review 
Traducido por Iria López González.
Fuente: https://umoya.org/2019/03/01/los-imperios-olvidados-de-africa/

viernes, 1 de marzo de 2019

Alemania de la desaceleración a la recesión .



Triste, sola (y en recesión)


Blog personal.
La desaceleración en Alemania confirma el fiasco de su nacionalismo exportador
La Conferencia de Seguridad de Munich es un cónclave atlantista que reúne anualmente en la capital bávara a los responsables políticos del militarismo europeo y norteamericano, ministros de defensa y exteriores, con los actores empresariales del complejo militar industrial de ambas orillas del Atlántico y sus propagandistas, periodistas y expertos de think tanks a sueldo de los anteriores. A esta especie de aquelarre imperial se suele invitar a algunos personajes del resto del mundo, en una proporción de uno sobre treinta, para dar color al evento. En su última edición esta obscena asamblea guerrera ha retratado el creciente aislamiento de Alemania en el actual desorden mundial.
Ha quedado en evidencia la simple realidad de que el país “jefe” de la Unión Europea está tan rodeado de problemas como sus vecinos; la Francia de Emmanuel Macron, un político acabado que sigue gesticulando, y la Inglaterra del embrollo del Brexit, donde ya se propone la humillante repetición del referéndum para lograr el resultado correcto, como ocurriera antes en Dinamarca e Irlanda.
El vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, llegó a Munich procedente de Varsovia. Allí había organizado pocos días antes una “conferencia de guerra contra Irán” -en palabras de Netanyahu- a la que asistieron Israel, los aliados árabes y Polonia, pero no los principales países europeos. Pence amenazó en Varsovia con romper la OTAN y “crear aún más distancia entre Europa y EE.UU”, si los europeos, que han puesto en marcha un precario mecanismo para amortiguar sanciones extraterritoriales americanas contra las empresas que se atrevan a mantener relaciones con Irán, no colaboran en la demolición del acuerdo nuclear con Teherán. También arremetió contra el gaseoducto en construcción, Nord Stream 2, con el que Rusia incrementará su suministro de gas a Alemania, y de allí a Europa, bajo las aguas del Mar Báltico.
“No podemos garantizar la defensa de Occidente si nuestros aliados dependen del Este”, dijo Pence, al tiempo que el embajador americano en Berlín, Richard Grenell, enviaba cartas a las empresas alemanas subrayando que, “las compañías relacionadas con exportaciones energéticas rusas están participando en algo que conlleva un riesgo considerable de sanciones de EE.UU.”.
La simpática nota del embajador, un tipo que apoya abiertamente al partido racista y ultraderechista alemán Alternative für Deutschland, llegó a Munich junto con un informe del diario Handelsblatt que citaba fuentes de la administración Trump, advirtiendo que Washington se dispone a declarar las importaciones de coches alemanes a Estados Unidos como “riesgo a la seguridad nacional de Estados Unidos”.
En medio de este espectáculo, los políticos alemanes hacen como si no pasara nada. Sí, en su discurso en Munich, Merkel, la canciller que no protestó ante la evidencia de que la NSA espiaba sus comunicaciones, criticó lo de los coches alemanes como riesgo de seguridad y fue muy aplaudida por ello, pero el tono lo dieron sus ministros de defensa y exteriores al “reafirmar un claro compromiso con la OTAN y el partenariado con los Estados Unidos”, como si no pasara nada. Pero claro que pasa.
La presión de Trump empuja a los europeos a autonomizarse, a abordar planes crear un ejército europeo, una política energética que precisa necesariamente unas relaciones normales con Rusia, lo que supone tener un poco en cuenta los intereses de seguridad de Moscú, etc., etc., pero las cosas son complicadas. Quizá hay esperanzas de que Trump sea un fenómeno pasajero y que su sucesor regrese a las relaciones anteriores, cosa poco probable, pero hay también claras señales de esquizofrenia en el establishment alemán, que tiene el corazón partido entre los atlantistas irredentos y los que quieren hacer negocios con Rusia, China e Irán. En los dilemas que se presentan, la propia desintegración que el liderazgo alemán en la UE ha propiciado se vuelve contra Berlín.
¿Una política energética común? Si, pero Francia ya no puede conformarse con lo que se vislumbra con el Nord Stream 2. No tiene que ver con la cacareada independencia del suministro. La UE recibe gas de; Noruega, Argelia, Qatar, Nigeria, Azerbaidján, Perú y Trinidad y Tobago, además de Rusia. El suministro de todos esos países supera con creces el ruso. Lo que ocurre es que a Francia no le hace gracia que Alemania se posiciones como “hub” gasístico continental, a menos que se consienta en darle a ella el papel de distribuidor continental de energía nuclear. El 22 de enero, el ministro de energía alemán, Peter Altmaier, glosaba “el abandono en paralelo” del carbón y la energía nuclear. Días después, París respondió retirando su apoyo al Nord Stream 2 y forzando una negociación in extremispara impedir que la Comisión Europea bloqueara el gaseoducto.
¿Un ejército europeo? Sí, los alemanes piensan en ello, hasta proponen “europeizar” (un verbo sinónimo de “germanizar”) la disuasión nuclear francesa. Pero en París el jefe del Estado Mayor, François Lecointre, ha dejado claro que ese recurso francés no es socializable. “La autonomía de las fuerzas nucleares francesas está garantizada por los menos hasta el 2050”, ha dicho. Los alemanes tienen en su suelo decenas de bombas nucleares de Estados Unidos, en las bases de Büchel y Ramstein. La cifra exacta no la conocen ni siquiera los políticos alemanes que tampoco se atreven a decirles a los americanos que se las lleven de vuelta a su país como desea la mayoría de los alemanes. Y en temas de defensa, los franceses están mucho más cerca de los británicos en cuestión de cooperación militar-industrial, que de los alemanes, por razones históricas obvias.
Sin acuerdo en las dos cuestiones esenciales, energía y defensa, la autonomización europea sería complicada, incluso si la Unión Europea no estuviera en proceso de desintegración como resultado, fundamentalmente, del nacionalismo exportador alemán que llamamos “liderazgo alemán”. Y, eh aquí que hasta eso está pinchando.
La mezcla de la ruina y desapego de los socios europeos, en el Sur (Italia), en el Este (Polonia y compañía), de la incertidumbre del Brexit, del agotamiento del vendedor de alfombras del Elíseo, de las sanciones y amenazas comerciales de Estados Unidos, del enfriamiento chino, la estúpida guerra fría con Rusia y sus sanciones, y demás, ha acabado afectando a la propia estrategia alemana. Solo las barreras de Trump pueden reducir a la mitad la exportación de coches alemanes a Estados Unidos. El automóvil es el sector clave de la exportación alemana, que responde de la mitad del PIB. Alemania es una especie de “China europea” en su dependencia de la demanda del consumidor extranjero, con la diferencia de que China tiene un potencial enorme en su mercado interior que lleva años potenciando. La miseria de los sueldos en Alemania, el avance de la precariedad y de todo lo que se ha elogiado del modelo alemán en Europa, se está volviendo contra ella. Llegamos así a la actual recesión. La agencia federal de estadísticas dice que aún no, que se ha rozado la recesión, pero, pese a sus trucos de contabilidad, el hecho es que llevamos dos trimestres de desaceleración en Alemania y probablemente habrá un tercero… La supuesta granja modelo que daba lecciones a diestro y siniestro esta siendo víctima de su propia estrategia avasalladora, prepotente y egoísta.


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miércoles, 27 de febrero de 2019

La iglesia esa multinacional opaca .

La Iglesia, esa multinacional

  • El periodista Ángel Munárriz analiza en Iglesia S. A. la financiación de la organización católica, con la lupa puesta en los recursos públicos que la sostienen
  • El ensayo aborda desde las exenciones del IBI y las inmatriculaciones, hasta el cobro por la entrada a los templos o los ingresos por la casilla de la renta


La Iglesia recibe ingresos por las donaciones de sus fieles, por la entrada a edificios que forman parte del patrimonio histórico, por la aportación del Gobierno vía IRPF, por las exenciones fiscales —como el Impuesto de Bienes Inmuebles, el IBI—, por el alquiler de sus edificios y terrenos, por las cuotas, públicas o no, por sus centros educativos concertados y privados... Pero la Iglesia no es una empresa. ¿Y qué es la Iglesia, entonces? "No es fácil delimitar su naturaleza exacta", advierte Ángel Munárriz, periodista de infoLibre, en la introducción de su libro Iglesia S. A., editado por Akal. Es "una gran organización privada atomizada en miles de terminales", aventura el autor, algo así como "la delegación ibérica de un Estado teocrático extranjero, el Vaticano". Pero si fuera una empresa, si existiera esa Iglesia S. A. que imagina el título, sería una "en rescate permanente". Munárriz desentraña a lo largo del trabajo cómo funcionan los privilegios económicos de esta particular sociedad anónima y cómo encajan, o desencajan, dentro de un Estado aconfesional. 


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No es una tarea fácil la de desenmarañar el entramado económico de la Iglesia católica en este país. Para empezar, defiende la Conferencia Episcopal Española (CEE), la Iglesia católica española no es un solo ente, sino un cúmulo de diócesis, parroquias, monasterios y órdenes. No hay un dinero de la Iglesia. "La Conferencia Episcopal invoca siempre la descentralización para explicar por qué no puede dar una cuenta global de sus asuntos económicos", explica el periodista por teléfono, desde Sevilla. Porque no, no hay una cifra oficial que englobe ni todo lo que la Iglesia ingresa ni todo lo que el Estado le concede. Por supuesto, la institución tiene las suyas —algo menos de mil millonesde ingresos en 2016, más de la mitad recibidos a través de subvenciones públicas y actividades económicas—, que no incluyen, entre otras cosas, exenciones fiscales como la del IBI. Munárriz esgrime otras dos. Primero, la estimación de la organización Europa Laica, que calcula que la Iglesia recibe anualmente unos 11.000 millones de eurosde dinero público por distintos conceptos, una cuenta que el periodista considera "bien hecha". Segundo, unas declaraciones de Carrero Blanco en 1972: según el entonces vicepresidente del Gobierno, el Estado había gastado 300.000 millones de pesetas en la Iglesia desde 1939. 
La opacidad en las cifras es una constante a lo largo de los distintos temas que aborda el libro. Es el caso de las exenciones del IBI, de las que la Iglesia disfruta gracias a los Acuerdos con el Vaticano de 1979. Pero, ah, la CEE no ofrece la cifra de cuántos edificios posee —la descentralización, de nuevo— y, todavía menos, por cuántos de ellos no paga esta tasa o cuánto se ahorra con la rebaja. No deja de ser curioso que las memorias de los obispos sí recojan, por ejemplo, el número de horas dedicadas en todo el país a la actividad pastoral. Hay que ir a buscar datos fuera,  y el historiador Stanley G. Payne cuenta unos 100.000 inmuebles en manos de la institución en toda España, como recoge Munárriz. En el libro anota también el trabajo de Europa Laica, que estima que son unos 700 millones de euros anuales lo que los ayuntamientos dejan de ingresar por los edificios eclesiásticos, destinados al culto o no, desde los 2.000 euros de Seraco (Valencia) a los 2 millones de euros de Salamanca. Muchos de los datos de la asociación han sido obtenidos mediante mecanismos de transparencia de los ayuntamientos, pero Munárriz considera que deberían ser "las autoridades" las que "recabaran toda esa información y la presentaran de forma coherente y conjunta": "Que ahora mismo no sepamos a cuánto ascienden las exenciones es un problema, un problema al que se enfrentan los ayuntamientos".

Porque "que no pague IBI de la catedral de Sevilla puede que ser comprensible, o es debatible", valora el periodista. Lo que se entiende menos es que no pague el IBI un parking, un hotel, una panadería o una tienda de Inditex. Son casos reales que Munárriz ha investigado y recoge en el libro: dos aparcamientos, con más de 400 plazas, que la diócesis de Almería alquila a una empresa; el hotel El Convent, de cuatro estrellas, que gestiona una hotelera en Begur, un pueblo de la Costa Brava; una panadería, una tienda de souvenirs y una hospedería que gestiona la Iglesia directamente en el santuario de Lluc, en Mallorca; un Uterqüe —marca de Amancio Ortega— en un edificio propiedad de distintas instituciones eclesiásticas, entre ellas Cáritas, en Princesa, en Madrid. Ninguno de ellos pagaba IBI. Y ahora solo lo hacen los de Lluc, gracias a una denuncia de Antoni Solivellas, alcalde del PP del municipio de Escorca, al que pertenece el recinto. El Tribunal Superior de Justicia de Baleares dijo que aquella panadería "no puede entenderse vinculada a la actividad de culto", y hubo que pagar. El obispado no la recurrió: "No sé si se hace firme porque la Iglesia acepta sus argumentos o porque teme un fracaso en el Supremo que siente precedente", se pregunta el autor. En cualquier caso, la Iglesia puede extraer su moraleja: lo único que hace falta para que no la obliguen a pagar el IBI es que alquile el local a un tercero y no ejerza ella la actividad. 

El asunto del IBI es uno de los más desarrollados en el artículo, por ser también uno de los que más profundamente ha investigado el periodista —también en este periódico—, pero desfilan por el libro la aportación a través del IRPF —incluido el de aquellos que no marcan la casilla de la Iglesia—, las entradas a sus templos —también exentas—, las inversiones en grandes empresas, las inmatriculaciones de bienes de dominio público... Pero ni siquiera en este último caso, cuando la Iglesia inscribió a su nombre de forma masiva edificios que eran de todos, hablamos de ilegalidades. "Si hay fraude", valora Munárriz, "es al espíritu de la norma, no a la letra. Las inmatriculaciones, para mí, son fraudulentas desde el punto de vista social, pero las inmatriculaciones han tenido una cobertura legal irreprochable. Cuando se habla de robo se habla porque a la Iglesia se le exige una conducta moral de otro tipo. Pero ha tenido las leyes de cara y hasta ahí las ha aprovechado". Y habla, claro, de los Acuerdos con la Santa Sede de 1979 que reformaron el Concordato de 1953 y que siguen vigentes. Pero no únicamente de ellos. 

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"Las modificaciones legales que se han ido aprobando, más que rebajar la influencia de la Iglesia lo que han ido introduciendo son pequeñas concesiones, extensiones del privilegio", denuncia. Es el caso de la Ley de Mecenazgo de 2002, que exhime de pagar el IBI a "las entidades sin fines lucrativos", entre las que se encuentra la Iglesia. O el acuerdo aprobado en 2006 que aumentaba del 0,52% al 0,7% lo aportado mediante la casilla de la renta. Esto último se firmó con el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, y Munárriz se encarga también de la compleja relación entre el Ejecutivo y los obispos cuando la izquierda ha estado en el poder. "Pesa mucho el recuerdo de la cuestión religiosa en la Segunda República", explica, "que visto retrospectivamente poca gente podrá decir que el asunto se abordó con visión histórica". Felipe González, dice, recuerda la fuerza que tuvo la jerarquía eclesiástica en el golpe fascista y "sacrifica esa batalla" para "poner énfasis en unas normativas y unas políticas que podrían no agradar a la Iglesia social e intelectualmente, pero que no tocaban tanto sus intereses". En 1981, con Suárez, llegó el divorcio, pero en 1985 se despenaliza el aborto mediante una ley de supuestos
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Con Zapatero, continúa, sucedió una cosa parecida: "Es difícil no ver que en sus cesiones en el terreno de las relaciones con la Iglesia una especie de contrapartida al desarrollo de un avance legislativo que la Iglesia rechazaba". Ahí estaba el aumento de la aportación a través del IRPF, un año después de la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo. ¿Y en el caso de Pedro Sánchez? "Su programa era ambiciosísimo", recuerda Munárriz. Y tanto: incluía "suprimir la referencia a la Iglesia" en la Constitución y "denunciar los Acuerdos de España con la Santa Sede", entre otras medidas. Pero en su opinión, quitando "el refrescante formato de la toma de posesión de Pedro Sánchez y sus ministros" —sin Biblia ni crucifijo— y "la dichosa entrevista entre Carmen Calvo y Pietro Parolin", "también ha sido un tema postergado". El periodista reconoce que "se ha puesto mucha carne en el asador con [la exhumación de Franco de] el Valle de los Caídos", pero a la vez esto "ha reducido la Iglesia a un solo frente" que ha hecho imposible la denuncia del Concordato, "que sí es escribir un párrafo en la historia de las relaciones entre Estado e Iglesia". 

Del futuro, Munárriz no se atreve a hablar mucho. Pero sí sabe un par de cosas: que "la radicalización de la derecha facilita que la Iglesia mantenga sus privilegios" y que "un ambiente más aireado políticamente, con más posiciones liberales, para la Iglesia es más peligroso". Y eso ya es saber bastante. 


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