domingo, 7 de septiembre de 2014

Francia .-La implacable lógica de la adaptación neoliberal .

 

 

 

 

 

 

 Francia: Hollande-Valls, o la implacable lógica de la adaptació n neoliberal 

Escrito por  Jean-Philippe Divès

¿Cómo ha podido Arnaud Montebourg imaginar que su ataque contra la política económica del gobierno del que era ministro de economía no desencadenaría una tormenta, que ha acabado con su expulsión? Más allá de las trayectorias personales, la crisis de finales de agosto se sitúa en la lógica implacable de las evoluciones a las que asistimos desde comienzos de 2014.
La primera en disparar ha sido la antigua ministra de vivienda y dirigente de EELV (Europe Ecologie Les Verts), Cécile Duflot, vía la publiacación de las páginas del libro que relata su experiencia en el gobierno. “Por no haber querido ser un presidente de izquierdas, no ha encontrado jamás ni su base social ni sus apoyos. A fuerza de haber querido ser el presidente de todos, no ha sabido ser el presidente de nadie”. “A fuerza de utilizar los argumentos y las palabras de la derecha(...) ¿cuál es la diferencia con la derecha? ¿Un carné de un partido diferente?” /1.
Algunos días más tarde, Montebourg desenfundaba a su vez, denunciando “la reducción dogmática de los déficits, que nos conduce a la austeridad y al paro”, “aberración económica, pues agrava el paro, un absurdo financiero, pues hace imposible el restablecimiento de las cuentas públicas, y un siniestro político, pues echa a los europeos en brazos de los partidos extremistas”. Más aún, atacaba abiertamente a Angela Merkel, y por tanto a la “pareja franco-alemana”: “Si tuviéramos que alinearnos con la ortodoxia más extremista de la derecha alemana, eso significaría que, aunque los franceses votaran por la izquierda francesa, en realidad estarían votando por la aplicación del programa de la derecha alemana” /2.
Se ha contado que Valls habría ido a ver a Hollande para decirle: “o Montebourg o yo”. De todas formas, ningún presidente ni primer ministro puede aceptar sin reaccionar tales críticas, salvo que quiera ver su autoridad reducida a la nada, por no hablar de la coherencia de la acción gubernamental. Nada acredita por otra parte la idea de que hubiera habido entre Valls y Hollande algún tipo de oposición. “La diferencia es que el primer ministro asume claramente lo que el presidente no se había atrevido a decir a los electores. Manuel Valls ha impuesto quizá a François Hollande que diera la cara, que fuera claro, pero los dos hombres están perfectamente de acuerdo sobre las cuestiones económicas. El candidato socialista en 2012 defendía un discurso similar respecto a la empresa (...). En mi opinión, la pareja ejecutiva funciona bien, pues comparten las mismas ideas. Hay una diferencia clara de estilo y de personalidad, siendo Valls más franco y directo que Hollande, lo que da al primero una indudable superioridad retórica, pero su alianza se mantiene por el momento” /3.
Adiós por tanto a Montebourg, pero también a Benoit Hamon -antes de 2012, el dirigente del ala izquierda del PS- así como a Aurelie Filippetti, que, como ministra de cultura, se había mostrado un poco condescendiente frente a los trabajadores intermitentes del espectáculo. Bienvenido Emmanuel Macron, el joven banquero adulado de los medios de negocios e inspirador del pacto de responsabilidad, instalado en economía para dejar clara la diferencia. Luego vinieron las declaraciones de amor de Valls a la patronal, saludadas por la ovación en pie en la universidad de verano del Medef (la patronal francesa). Con, más que una reafirmación de la orientación neoliberal, la promesa de que ésta será profundizada y su aplicación acelerada.
Contradicciones que se habían vuelto insostenibles
Tres acontecimientos o procesos han concurrido en el desencadenamiento de esta crisis: el coming out neoliberal de Hollande, confirmado luego con el nombramiento de Valls; los malísimos resultados del PS en las municipales de marzo y las europeas de junio, acompañados de los éxitos de la extrema derecha; la nueva degradación de la situación económica desde comienzos de año.
Tras haber mentido durante su campaña electoral (“mi enemigo es el mundo de las finanzas”), Hollande había mantenido primero fragmentos de discurso que podían aún dar una vaga impresión de izquierdas, apoyándose sobre algunas medidas simbólicas, en particular el famoso tramo de imposición al 75% (que, según el nuevo ministro de economía sería ¡“Cuba, pero sin sol”!. Pero lo que quedaba de ambigüedad fue levantado a partir del 31 de diciembre de 2013, cuando el presidente anunció su adhesión a la “política de la oferta” (que privilegia los márgenes y la competitividad de las empresas en detrimento del poder de compra y del consumo), y en consecuencia el pacto de responsabilidad coelaborado con el Medef.
La pesada derrota de las municipales ha constituido una primera sanción. Nombrando como consecuencia a Valls como primer ministro, Hollande manifestaba sin embargo su voluntad de proseguir e ir más lejos, en lo que la mayor parte de los comentaristas describían, en oposición a las “viejas ilusiones de la economía administrada”, como un giro socialdemócrata o social-liberal (en realidad, bastante clásicamente neoliberal).
Que en ocasión de la formación de su primer gobierno, Valls haya hecho alianza con Montebourg y Hamon, partidarios de un relanzamiento por la demanda y de una dosis de soberanismo económico, forma parte de los misterios de la política burguesa-institucional. Eso no ha impedido sin embargo una derrota en las elecciones europeas, agravada por el hecho de que el FN se ha visto por primera vez a la cabeza de un escrutinio nacional; ni la caída libre de la popularidad de Valls (del 60% a menos del 40% en tres meses), tras un estado de gracia tan efímero como engañoso.
El otro elemento que tiene un gran peso en la situación -y constituye la tela de fondo del descrédito gubernamental así como de la crisis política global- es la instalación en el estancamiento económico, con las amenazas de nueva recesión, incluso de deflación. El crecimiento ha sido nulo en el primer y segundo trimestre (mientras que la actividad retrocedía de abril a junio en Alemania y en Italia). El corolario inevitable es la subida permanente del paro. A ojos de la inmensa mayoría, los más de 500.000 parados suplementarios desde la elección de Hollande rubrican su fracaso. A partir de ahí, dos interpretaciones y dos tipos de respuesta son posibles. Una, a la que Montebourg, Hamon o Dulfot se han adherido, estima que la política seguida es errónea y que han que modificar la dirección o cambiarla del todo. La otra, que prevalece, considera que esta política, cuyos resultados tomarán tiempo, no ha ido suficientemente rápida ni suficientemente lejos. En cualquier caso, está libre la vía para que estallen las contradicciones que hasta ahora habían permanecido ocultas.
Además de a la credibilidad de las autoridades del estado, el despido rápido de las voces discordantes responde a una segunda razón: la presión de la patronal, que exigía ser tranquilizada. “Las disensiones, en el seno mismo del gobierno así como de la mayoría parlamentaria, plantean un gran problema: provocan incertidumbre, dificultan la confianza, y por tanto el crecimiento (...). Lo que cuenta, son las previsiones de las familias y de las empresas. Para eso son precisas la unidad, la estabilidad, la constancia. Sin embargo los anuncios del ejecutivo son turbados por la confusión creada por quienes pretenden defender una política diferente” /4.
¿Un Schröeder francés?
Se ha hecho la comparación por quienes esperan que Valls (u Hollande, o la pareja) se convierta en el “Gerhard Schröder francés”. Hace diez años, fue en efecto un dirigente socialdemócrata quien impuso en Alemania una adaptación brutal a las exigencias del neoliberalismo, obtenida por una bajada de los salarios y la destrucción de numerosas conquistas sociales. No es una incongruencia. Desde el punto de vista de la burguesía francesa (e incluso internacional), tal ha sido incluso desde el comienzo la función posible y deseada de un gobierno de izquierdas: hacer el trabajo sucio que Sarkozy no había sido capaz más que de esbozar, de forma que se resolviera el diferencial de competitividad del que sufre el capitalismo francés respecto a sus principales concurrentes.
Las primeras medidas anunciadas desde la puesta en pie del gobierno Valls 2 -congelación o supresión de los umbrales sociales, extensión del trabajo al domingo, puesta en cuestión más en general del Código de Trabajo, nuevos retrocesos en lo referido a las 35 horas, supresión o aligeramiento de las medidas de bloqueo de los alquileres tomadas últimamente por Duflot- van todas en ese sentido.
Queda por saber si Hollande-Valls serán capaces de llevar este proyecto hasta el final. Y a qué precio.
La crisis va a continuar
La estructuración de una disidencia, a través de la nueva corriente “Viva la izquierda”, ilustra el hecho de que la crisis del PS está todo menos resuelta, cualesquiera que sean las inconsecuencias de los “rebeldes”, incluso desde un punto de vista keynesiano-burgués más allá del cual no van. La causa primera de los enfrentamientos y divisiones internas no reside, en efecto, en divergencias ideológicas -a las que se habían bastante bien acomodado hasta ahora los “socialistas”-, sino en el rechazo por las clases populares de la política de austeridad, conduciendo por su parte a una verdadera ruptura política con el gobierno y el PS.
En estas condiciones, una prosecución del hundimiento y una marginación política, a imagen del proceso que el PASOK ha conocido en Grecia, comienzan a resultar hipótesis creíbles.
Más allá del PS, es todo el dispositivo político de la burguesía, en pie desde los años 1980, el que está sacudido por el ascenso del FN y las divisiones persistentes en el seno de la UMP, segundo pilar del bipartidismo y de la alternancia izquierda-derecha. La amplitud del problema ha sido puesta en evidencia en dos sondeos, publicados a mediados y finales de agosto por el Journal du Dimanche. Según el primero, el 85% no otorga su confianza al gobierno; según el segundo, más del 60% estima que los partidos políticos son inútiles, y más aún que son “incapaces de reformarse” o que están “alejados de las preocupaciones” de quienes se suponen que representan.
Hablar hoy de “crisis de régimen”, como han hecho a la vez Le Figaro y Libération, tiene que ver sin embargo con una cierta exageración. Las instituciones políticas continúan, en efecto, funcionando. Para que se paralicen, sería preciso que los “rebeldes” se atrevieran a oponerse al gobierno, es decir, que le pongan en minoría votando contra el presupuesto y la anunciada ley “sobre el crecimiento”. Como no están dispuestos a poner en riesgo su puesto en elecciones legislativas anticipadas, no hemos llegado (¿aún?) a esa situación.
Notas
1/ Extractos de “De l´intérieur. Voyage au pays de la désillusion”, Editions Fayard, publicado el 25/08/2014.
2/ Discurso en la “Fiesta de la rosa”, el 24/08/2014 en Frangy-en-Bresse.
3/ Según el profesor de ciencias políticas, Christian Bouillaud, entrevistado el 27/08/2014 por Figaro Vox.
4/ Según Emmanuel Macron en su entrevista al Point del 28/08/2014
L´anticapitaliste N° 57, setiembre 2014
https://npa2009.org/
Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur












Piketty y las leyes de la economía.




 







Las leyes de la economía: Piketty
Alejandro Nadal · · · · ·

07/09/14





Algunos de los libros más citados son con frecuencia los menos leídos. Y la obra de Thomas Piketty Capital en el siglo XXI es quizás el ejemplo más reciente. Lástima, porque la lectura desordenada de algunos pasajes y crónicas conduce a conclusiones superficiales y apreciaciones equivocadas sobre uno de los fenómenos más importantes de la historia, la desigualdad económica.

El texto de Piketty se convirtió en un fenómeno literario, una proeza para un libro sobre economía de más de 650 páginas. Se trata de una aportación importante al promover el debate sobre desigualdad económica y los males que entraña, en especial para la democracia y la vida en sociedad.

Pero, ¿es que Piketty es el primero en analizar la desigualdad económica y sus implicaciones en la economía del siglo XXI? La respuesta es negativa. Muchos antes que Piketty han examinado este problema y de manera más profunda. Dos ejemplos son James Galbraith y su equipo en la Universidad de Texas y el grupo de economía política de la Universidad de Massachusetts en Amherst, con Gerald Epstein y Bob Pollin a la cabeza. Otra muestra es el economista Branko Milanovic, cuyo trabajo sobre desigualdad internacional cubrió encuestas ingreso-gasto en hogares de 91 países. Destacan también los trabajos que publica desde 1988 el equipo del Economic Policy Institute en sus informes sobre empleo, desigualdad, salarios e ingresos familiares en Estados Unidos. Y como la lista no se acaba, surge otra pregunta: ¿por qué el libro de Piketty atrajo tanta atención sobre un tema que se había venido trabajando desde años atrás?

La respuesta de Thomas Palley, otro macroeconomista con importantes investigaciones sobre el tema, es que el pequeño mundo de la economía dominante en las universidades delestablishment, nunca quiso reconocer el valor de estos trabajos porque sus autores permanecen etiquetados como de izquierda y reconocerlos como interlocutores equivale a legitimarlos. Según Palley parece que el tema de la desigualdad sigue siendo un tabú a menos que sea discutido por la persona ‘correcta’.

Piketty es quizás esa persona. Su libro encuentra perturbadoras tendencias en materia de desigualdad creciente, pero sus herramientas analíticas y sus recomendaciones de política económica dejan mucho que desear. Los conceptos utilizados son los que convencionalmente utiliza la teoría económica neoclásica y han sido desacreditados en debates teóricos bien conocidos. La ignorancia de Piketty sobre estos debates es sorprendente porque tienen que ver precisamente con la definición decapital, palabra clave en el título de su obra.

Entre otras cosas, Piketty sostiene que cuando la tasa de remuneración al capital aumenta más que la tasa de crecimiento de la economía se fortalece la tendencia a una creciente desigualdad. Pero eso implica que Piketty posee una medida del capital pues, de otro modo, su tasa de remuneración carecería de sentido. El problema es que en la definición de este autor el capital es una colección de bienes heterogéneos (edificios, máquinas) y lo único que los une es una medida en términos monetarios. Ahora bien, se sabe desde la controversia sobre la teoría del capital de hace cincuenta años que el valor monetario de esos bienes heterogéneos no puede ser utilizado en sustitución de la cantidad de máquinas y edificios utilizados en la producción.

Este no es un detalle técnico. El corolario de lo anterior es que el capital no recibe una ganancia por su participación en la producción. Los propietarios de las máquinas y edificios no reciben una remuneración ligada a la productividad marginal del capital. Y ahora sí estamos cerca de la médula del problema. En sus leyes fundamentales del capitalismo Piketty utiliza el principal elemento ideológico de la teoría convencional sin cuestionarlo. El establishment le ha respondido: con este tipo de análisis edulcorado sí podemos entablar un diálogo sobre la desigualdad. Bueno, quizás algo es algo.

Piketty encuentra que la desigualdad existe y que hay épocas en las que puede intensificarse. Pero vayamos a la pregunta de fondo: ¿cuál es la causa de esa desigualdad creciente según Piketty? La respuesta se encuentra en varios pasajes y se puede sintetizar en sus palabras: el principal impulso de la desigualdad proviene de la difusión del conocimiento y la inversión en capacitación. Esto es música a los oídos del coro de economistas neoliberales que llevan años afirmando que la desigualdad proviene de un sesgo en el proceso de cambio tecnológico en la economía que proporciona mayor remuneración para ciertos grupos de trabajadores (los que poseen mayor calificación) y menor para otros (los menos calificados).

Todo esto explica por qué el libro de Piketty carece de una buena discusión sobre las causas del estancamiento de los salarios en las principales economías capitalistas a partir de los años setenta. Podemos hablar de desigualdad, por cierto, pero no de salarios. Podemos hablar del capital en el siglo XXI, pero no demasiado sobre capitalismo.






La Jornada, 3 de septiembre 2014



 Y ver una crítica marxista...



 http://marxismocritico.com/2014/09/05/resena-de-el-capital-en-el-siglo-xxi-de-thomas-piketty/


 

miércoles, 3 de septiembre de 2014

El gran juego en Oriente Medio.

Los yihadistas en el Despacho Oval y los gaseoductos de Eurasia

Público.es


Fue en 1985 cuando el mulá Omar y su equipo Yihadista-Taliban-Al qaedista fueron invitados por Ronald Reagan a la Casa Blanca para tomar té y negociar la construcción del gaseoducto transafgano (Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India, “TAPI”) sobre las ruinas del espacio soviético. Después del 11 de septiembre, y para no herir sensibilidades, esos encuentros con la ultraderecha islamista, financiada por la CIA, se trasladaron a las bases del Pentágono en el Golfo Pérsico: de allí es de donde salen los “rebeldes” afganos, chechenos, libios, yemeníes, sirios, iraquíes, chinos, entre otros, con la misión de cortar cabezas y provocar el llamado “caos creativo” —o lo que es lo mismo, guerras—, en los países rivales y/o productores de hidrocarburo.
El actual “Gran Juego” entre las potencias grandes y medianas del mundo, que discurre en Eurasia agitando la bandera negra yihadista sigue girando en torno a los gaseoductos. En esta partida, la ofensiva del intrépido Obama contra China —su principal obsesión—, pasa por el control sobre el gas de Rusia y de Irán, principales reservas mundiales del “Oro Azul”, con el fin de impedir la llegada de energía a las venas de la económica del gigante asiático.
La recesión económica de los principales clientes del gas ruso, la inseguridad provocada por las guerras y la fuerte entrada de EEUU como productor de gas esquisto —y el uso de la técnica de fracturación hidráulica y perforación horizontal que han hecho posible la explotación del conocido como “tight gas” (el gas de arenas compactas), del “shale gas” (el gas de arcillas) y el petróleo de esquisto—, no solo han cambiado el lugar de los vendedores y compradores de energía, sino que han convertido en obsoletas las instalaciones de los tradicionales productores. Gazprom, Total y Statoil, por ejemplo, han suspendido el gran proyecto iniciado en 2007 en el yacimiento de gas del Shtokman en el Mar Barents: el cliente interesado, EEUU, ya no lo necesita; que este país dejase de comprar el 40% del gas de Qatar ha hecho que el sultanato buscara nuevos clientes, aunque por ello tuviera que contratar a los matones del Estado Islámico para arrasar Siria e Irak allanando el camino del gaseoducto árabe.
Demasiado “fracking”, demasiados excedentes del gas, han hecho bajar los precios y la quiebra de muchas pequeñas empresas, por lo que las compañías han empezado a exportarlo, sin que el Congreso levantara la prohibición que pesa sobre las exportaciones de hidrocarburo desde 1975: el primer barco zarpó hacia Corea del Sur.
La supuesta “autosuficiencia energética” de EEUU puede tener unas inesperadas consecuencias: sus antiguos proveedores dejarán de almacenar dólares, mientras Rusia pedirá rublo o yuan a cambio de sus productos, introduciendo en el sistema monetario mundial los términos “petrorublo” y “petroyuan” con todo lo que ello podría acarrear.
Rusia: “arena movediza”
Uno de los objetivos de la actual ofensiva militar y económica lanzada contra Rusia por EEUU es forzar a Gazprom Germania, la empresa estatal de gas ruso con sede en Berlín, suspender unos 25 proyectos que estaba desarrollando en Europa, y que le iba a convertir en la mayor compañía estatal de gas natural del mundo. La respuesta de Vladimir Putin fue firmar con China un mega acuerdo para suministrarle gas a partir de 2018 durante las próximas tres décadas, fortaleciendo la Organización de Shangai y también el BRICS, y de paso aumentar la entrada del capital chino en la economía rusa.
La guerra de gas también explica parte de las razones del respaldo del Kremlin a Bashar Al Asad. Mientras él esté en el poder, no permitirá la construcción del gaseoducto árabe, ni los qataries y saudíes permitirán a Irán poner en marcha el gaseoducto Irán-Irak-Siria (IIS) firmado en 2011, y que iba a ser inaugurado en 2016. EEUU, que busca el declive de político de Moscú y desmantelar la Federación Rusa, con las sanciones lo que ha hecho es empujar a la alza los precios de gas —que pueden llegar hasta el 50%—, ¡y así compensarle por la pérdida en ventas debido a las sanciones!
Rusia con sus gaseoductos South y North Stream enterró el proyecto de Nabucco —financiado por EEUU, Turquía, Reino Unido, Francia e Israel— y luego comprando el gas de Turkmenistán y Azerbaiyán para las próximas décadas, mantiene su dominio casi absoluto sobre el gas y las tuberías en Eurasia. En esta guerra de gas, solo Bulgaria y Serbia se han descolgado de la tubería South Stream.
Los dirigentes europeos que anteponen los intereses de las empresas de EEUU a los de sus pueblos, no tienen ningún sustituto al gas ruso: perdieron a Libia, hoy sumida en el caos, al tiempo que los “amigos americanos” impedían la puesta en marcha del gaseoducto Irán-Turquía-Europa (ITE), cuyo protocolo fue firmado en 2008, y si tienen que esperar el esquisto de EEUU, mejor que lo hagan sentados: no llegará a tiempo ni será suficiente. Que se conformen con que la OTAN haya ganado en Ucrania, y que paren este conflicto que puede terminar en una guerra total.
Irán, desaprovechado y aislado
Las negociaciones nucleares entre Occidente e Irán sufren altibajos debido a la incertidumbre y tensión en el escenario político de la región: a Europa le urge el regreso de Irán al mercado de energía, no así a los republicanos de EEUU, Israel, Arabia y Qatar.
Las amenazas militares, las sanciones, los yihadistas del Estado Islámico y también los peculiares rasgos de la teocracia gobernante han convertido a este gigante energético y ubicado en un lugar privilegiado en un importador neto de productos petrolíferos: recibe el gas turcomano.
EEUU, además de impedir la construcción de TAPI, ha evitado que Pakistán e India construyeran el gaseoducto IPI, para recibir el gas iraní desde el Golfo Pérsico. India se ha quedado sin el gas “transafgano” y sin el iraní: a cambio Washington le ha “banqueado” su ilegal arma nuclear y puede que reciba un escaño en el Consejo de Seguridad. Cierto, la desgracia india beneficia a China.
A pesar de que Teherán ha cedido en su programa nuclear, Barak Obama ha renovado la Ley de Emergencia Nacional sobre Irán, manteniendo las sanciones contra la industria energética iraní.
El “gaseoducto árabe”
Los 3 mil millones de dólares que Qatar ha invertido en el terrorismo yihadista en Siria e Irak no es para restaurar el Islam mahometano, sino que busca destruir los gobiernos de ambos países, impidiendo así la construcción del gaseoducto IIS, para después levantar el suyo.
Qatar, que comparte con Irán el dominio sobre Campo del gas “Pars del Sur”, uno de los más grandes del mundo descubierto en 1990 en el Golfo Pérsico, tiene dos proyectos: “Qatar- Arabia Saudi-Kuwait-Irak-Turquía” y “Qatar- Arabia-Jordania- Siria-Turquía”. Assad en 2009 había rechazado la propuesta por su alianza con Moscú y Teherán y hay dudas razonables que consiga llevarlos a cabo.
Erdogan: “Aquí, el que no corre, vuela”
Turquía, uno de los principales respaldos del terrorismo yihadista, planea levantar un gaseoducto que le conecte a la Región Autónoma de Kurdistán Iraquí. ¡Mal negocio en el medio de interminables conflictos! Ankara aún no se ha recuperado de las billonarias pérdidas por la invasión dirigida por EEUU a Irak en 2003, que destruyó el oleoducto iraquí-turco, ni del disgusto de la pérdida del proyecto Nabucco.
Quizás debería conformarse con el contrato firmado con Moscú en 2011 para el transporte de parte del gas de South Stream y con lo que Irán le manda para su consumo interno. Teherán no quiere contribuir en el fortalecimiento de un miembro de la OTAN en sus fronteras, quien además intenta derribar a su aliado en Damasco y en Bagdad.
Al Occidente tampoco le gusta que Erdogan tenga el monopolio sobre el tránsito del hidrocarburo del Caspio o del Pérsico a Europa: podría utilizar esta ventaja para presionar a la UE, que le quiere como un peón en el mapa europeo.
China, sin inmutarse
“Acupuntura en vez de los ataques quirúrgicos” de EEUU, sigue siendo la política de Pekín, contra las guerras líquidas de EEUU. Tras inaugurar en 2009 el mayor gaseoducto del mundo que transporta el gas de Turkmenistán hasta Xinjiang, China se puso a construir otras cinco tuberías que unen su vasto territorio con Asia Central.
Los intentos de Washington de estrangular su economía a través del control sobre el Estrecho de Malaca, presionar a Myanmar (como regalar un Nobel de la Paz a la opositora Aung San Suu Kyi), para que dejase de construir las tuberías de transporte de hidrocarburo a China, sancionar a Irán suspendiendo el “contrato del siglo” de la venta del gas durante 25 años, que Teherán firmó con Pekín en 2004, o desalojarle del puerto pakistaní de Gwadar, en el océano índico, han sido parte de las travesuras de la Casa Blanca contra China.
EEUU, que ha abandonado a Pakistán al caos total, está barajando “independizar” la provincia de Beluchistán —un mar de gas, además de grandes minas de piedras preciosas, con gentes viviendo en la absoluta miseria—, porque China planea colocar un gaseoducto desde esta provincia pasando por la cordillera de Karakoram hasta a Xinjiang.
El desgarrado Oriente Próximo aún puede ir a peor: los yihadistas no son más que un pretexto e instrumento para una gran guerra por gas que tiene a Irán en su punto de mira.

Fuente original: http://blogs.publico.es/puntoyseguido/1920/los-yihadistas-en-el-despacho-oval-y-los-gaseoductos-de-eurasia/

Las petroarmas.

 
 
 
 
 
 
Giro radical de Europa frente a los conflictos en Siria e Iraq

IPS


¿Es esta una de esas escasas ocasiones en que los responsables políticos hacen autocrítica para corregir un error gigantesco? ¿O es un frío giro radical guiado por el puro interés? El 15 de agosto, los ministros de Relaciones Exteriores de la Unión Europea (UE) decidieron en Bruselas que sus países tendrán la libertad de suministrarles armas a los rebeldes kurdos que combaten a los extremistas sunitas del Estado Islámico (EI) en el norte de Iraq.
Incluso Alemania, que siempre se negó a armar a los combatientes en “zonas de conflicto”, está dispuesta a suministrar vehículos blindados y otros equipos a los kurdos que luchan contra el avance del EI.
La decisión de los cancilleres europeos quizá sorprenda porque, en abril de 2013, la UE había levantado una prohibición a las importaciones de petróleo sirio. El levantamiento del boicot pretendía facilitar el flujo del petróleo del noreste de Siria, donde la insurgencia sunita tenían un fuerte punto de apoyo si no el control total sobre los yacimientos petrolíferos de la región.
El EI no era la única organización radical sunita que disputaba el control del petróleo sirio, pero no hay duda de que la decisión de la UE la ayudó a consolidar su control sobre los recursos de Siria y a prepararse para avanzar en las zonas con pozos petrolíferos del norte de Iraq.
El resultado de la reciente reunión en Bruselas parece revocar la desastrosa decisión previa. Vale la pena describir brevemente la medida en que el EI controla la extracción y producción de petróleo en Siria e Iraq.
Los yacimientos petrolíferos de Siria se concentran en Deir-ez-Zor, una provincia fronteriza con Iraq. Aunque la producción del crudo sirio es muy limitada en comparación con las reservas mundiales, el control sobre sus pozos, además de su refinería, es crucial para la financiación de los combates del EI.
Las reservas del vecino Iraq no se concentran en una sola región geográfica, como sucede en Siria. La mayor parte de sus pozos se encuentran en el sur, a gran distancia de los combates del EI en el norte.
Se dice que solo la séptima parte del petróleo iraquí se encuentra en las zonas controladas por el EI, por un lado, y los combatientes kurdos, por otro. No obstante, los últimos informes indican que los extremistas sunitas controlan al menos siete grandes pozos petroleros en Iraq. El EI obtiene enormes ganancias con el contrabando y la venta de petróleo. Esa fuerza armada, respaldada por el petróleo acumulado en dos guerras civiles, es lo que provoca escalofríos al mundo occidental.
La decisión que tomó la UE en abril de 2013 parece haber ayudado al éxito actual del EI y la situación creada es históricamente novedosa. Nunca antes una fuerza rebelde de una guerra civil en el Sur en desarrollo basó sus perspectivas de combate en el control del petróleo.
Es cierto que en la mayoría de las guerras civiles africanas en los últimos 30 años fue fundamental el acceso a las materias primas, como sucedió en Angola, República Democrática del Congo, Liberia, Sierra Leona y Sudán. También es cierto que las exportaciones de petróleo financian los combates, por ejemplo, en Angola y Sudán.
Sin embargo, en esos casos el Estado se mantuvo al mando de la riqueza petrolera. En Angola, el derechista movimiento de UNITA dependió del contrabando de diamantes en bruto para costear la guerra, mientras que los yacimientos petrolíferos estaban a gran distancia de sus combates.
En Sudán, el petróleo se concentra en el sur, en la región disputada por el movimiento rebelde. Pero el gobierno de Omar Al Bashir llevó a cabo una política inhumana de despoblación mediante bombardeos aéreos, masacrando a los lugareños y obligando a los sobrevivientes a la fuga, lo cual privó a la insurgencia tanto de personas como de petróleo.
Por lo tanto, no hay antecedentes para las guerras civiles financiadas por el petróleo que libran los rebeldes sunitas en Siria e Iraq.
Los cancilleres europeos, al dejar de ser partidarios fácticos del EI y convertirse en sus rivales, siguen el ejemplo de Estados Unidos, tras sus recientes bombardeos contra las posiciones del grupo extremista en el norte de Iraq.
La intervención militar de Washington no carece de interés propio, aunque se fundamente públicamente en la persecución implacable del EI contra las minorías. El vínculo entre el petróleo y las armas figura en primer lugar para el Pentágono, el Departamento de Defensa estadounidense.
Poco después de que el presidente Barack Obama anunció que las fuerzas de ocupación de Estados Unidos se retirarían de Iraq en 2011, Washington acordó la venta de aviones de combate F-16 y otros armamentos a Bagdad por una valor de 12.000 millones de dólares. Al menos cuatro de las cinco principales empresas militares estadounidenses son beneficiarias de las compras iraquíes.
Casualmente, en la época en que se concretó el acuerdo, la extracción de crudo iraquí volvía a sus niveles de antaño y superaba los tres millones de barriles diarios en 2012. A medida que crecían los ingresos del Estado iraquí procedentes del petróleo, las empresas de armas de Estados Unidos y Rusia competían por los pedidos.
Y existe una sólida confianza en que el nexo entre el petróleo y las armas se sostendrá. Según las eufóricas proyecciones de la Agencia Internacional de Energía, el organismo integrado por los 29 países occidentales consumidores de petróleo, Iraq es la clave para el futuro incremento de la producción mundial de crudo.
Los responsables políticos de Occidente adoptan la causa de los chiitas musulmanes, cristianos y yazidíes que sufren persecución en zonas de Iraq controladas por el EI. Y no hay duda de que la fuerza extremista sunita se rige por una ideología salafista que discrimina rigurosamente contra las minorías religiosas, sean musulmanas o no.
¿Pero cuándo han defendido los estados occidentales sistemáticamente en el pasado los derechos de las minorías religiosas en Medio Oriente? Al parecer, la idea surgió como una ocurrencia tardía tras la ilegal invasión estadounidense de Iraq.
¿Y será probable que la determinación occidental de proteger a los yazidíes de Iraq seduzca a los árabes musulmanes y cristianos en Israel y a los chiitas musulmanes en Arabia Saudita y Bahrein, por nombrar solo a algunos de los grupos maltratados por los aliados de Occidente?
En todo caso, es hora de que se cuestionen los cambios de política de Bruselas.

Peter Custers es un investigador académico sobre el Islam y la tolerancia religiosa con trabajo de campo en el sur de Asia. También es un teórico sobre el comercio armamentista y la extracción de materias primas en el contexto de los conflictos en el Sur en desarrollo. Es el autor de ‘Questioning Globalized Militarism’ (Cuestionar al militarismo globalizado).
Editado por Phil Harris / Traducido por Álvaro Queiruga
Fuente original: http://www.ipsnoticias.net/2014/09/giro-radical-de-europa-frente-a-los-conflictos-en-siria-e-iraq/

martes, 2 de septiembre de 2014

El petroestado kurdo .





 






Kurdistán: la pólvora comienza donde termina el petróleo

En el inmenso tablero de juego en que se ha convertido Oriente Próximo para las potencias que compiten por el control de unos recursos naturales cada vez más escasos, un petroestado no lograría colmar las viejas reivindicaciones nacionales del pueblo kurdo

Àngel Ferrero

29/08/2014  

 El Diario.es

¡Los kurdos necesitan armas y pronto! Quien lleve unos años viviendo en Alemania no puede más que sorprenderse ante la urgencia del establishment por armar a los kurdos en el norte de Irak, quienes desde hace semanas tratan de detener el avance de Estado Islámico. El diario Bild, un tabloide vinculado a los sectores neoliberales y conservadores del país y abiertamente proisraelí, dedicó hace un par de semanas una serie de artículos a la causa kurda, incluyendo una breve entrevista a Massud Barzani, el Presidente del Kurdistán iraquí. El 14 de agosto, el responsable de la sección internacional del tageszeitung, diario oficioso de Los Verdes, defendía la necesidad de una intervención humanitaria –"una amarga necesidad"– con el fin de evitar un genocidio. A las 06:55 del día siguiente despegaban los primeros aviones de transporte del Bundeswehr cargados con ayuda humanitaria con destino a Erbil, la capital del Kurdistán iraquí. La carga llegó un día después, coincidiendo con la visita exprés del ministro alemán de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier. Ese mismo día, Joschka Fischer –ministro de Exteriores desde 1998 hasta 2005– se declaraba partidario de enviar armas a los kurdos. El eurodiputado verde Daniel Cohn-Bendit –abanderado del "intervencionismo humanitario" desde que promovió la agresión de la OTAN a Yugoslavia en 1999– amonestó públicamente a los compañeros de su partido más reacios al envío. Tras haber creado medios de comunicación y gobierno un clima de opinión favorable a la decisión –más o menos como hizo el gobierno rojiverde en las semanas previas al bombardeo de Serbia y Montenegro–, la coalición entre socialdemócratas y conservadores anunció el 20 de agosto su intención de enviar armamento a los peshmerga. "Armas para la infantería de Occidente", escribía sin tapujos Berthold Kohler en el Frankfurter Allgemeine Zeitung. Por ahora sólo falta que la canciller dé luz verde a la operación.

Tan inusitada muestra de solidaridad hacia los kurdos iraquíes no puede más que despertar escepticismo, toda vez que el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), una de sus formaciones políticas más importantes e influyentes, sigue siendo considerado por la Unión Europea como "grupo terrorista", mientras que Estado Islámico sigue, a fecha de hoy, sin serlo oficialmente, aunque la cobertura mediática dé a entender lo contrario. Este evidente absurdo llevó a que la policía alemana detuviese en una manifestación el pasado 10 de agosto en Berlín a un kurdo por portar una bandera con el retrato de Abdullah Öcalan, el presidente del PKK, mientras que un provocador que desplegó la bandera negra de Estado Islámico pudo hacerlo sin mayores contratiempos, ya que, según la policía, "se trata de una bandera legal en Europa". "Es un escándalo que el PKK, que protege y salva a cristianos, esté prohibido en Alemania mientras que para el ejército asesino de Estado Islámico no haya ninguna prohibición", declaró indignado el portavoz del grupo parlamentario de La Izquierda, Gregor Gysi.
Sólo con armas alemanas

Decía Friedrich Engels que, de acuerdo con la hipocresía protestante, todas las actividades se llevan a cabo por el bien de la decencia. Es un lugar común decir que Alemania ha sido históricamente un país de mayoría protestante, y si bien la religión pierde adeptos, su principio moral básico –la hipocresía– sigue jugando un papel destacado en la política. En el avispero iraquí convergen numerosos conflictos e intereses, pero la versión más extendida por los medios occidentales justifica una intervención con el objetivo de arreglar, irónicamente, los mismos problemas que otra intervención anterior desencadenó. La política genocida de Estado Islámico es ciertamente inexcusable, pero a los Estados occidentales que intervienen en Irak no les mueve precisamente –y a estas alturas debería haber quedado ya sobradamente claro– la idea de la fraternidad entre los pueblos. Como escribe Heribert Prantl en el Süddeutsche Zeitung, "parece más fácil tomar la decisión de entregar un contingente de armas que la decisión de recibir a un contingente de refugiados."

"Cuando un genocidio sólo puede detenerse con armas alemanas, entonces tenemos que ayudar", aseguraba la ministra de Defensa, Ursula von der Leyen, el 14 de agosto, y ese mismo día, casi como una respuesta refleja a sus declaraciones, las acciones de la alemana Heckler&Koch –quinto productor mundial de armas de fuego; de su fusil de asalto, el G36, se calcula que se venden 7 millones de unidades al año (tantas como del M16 estadounidense)– se disparaban tras llevar unos días al alza por los rumores del envío de armamento y municiones al Kurdistán iraquí, para luego volver a caer (la compañía salió a bolsa en abril buscando nuevos inversores y mejorar su situación financiera). El 20 de agosto, con el anuncio ya definitivo de la coalición de gobierno, subieron como la espuma las acciones de Rheinmetall y las de ThyssenKrupp se recuperaron ligeramente, ya que habían sufrido días atrás un brusco descenso por el efecto de las sanciones de la UE a Rusia, y el mismo efecto puede observarse en las acciones de Krauss-Maffei-Wegmann, dedicada a la producción de carros de combate y vehículos blindados. Las noticias de guerra son malas noticias para la población que las sufre, pero grandes noticias para empresas como Rheinmetall, ThyssenKrupp, Krauss-Maffei-Wegmann o Heckler&Koch. Otras empresas importantes, como Carl Walther GmbH, dedicada a la producción de armas cortas, no cotizan en bolsa y, en consecuencia, no puede evaluarse el impacto del anuncio de la coalición en sus acciones. Todas las empresas arriba mencionadas realizaron dicho sea de paso generosos donativos desde el año 2009 hasta el 2011 tanto a los cristianodemócratas de la CDU como a los socialdemócratas del SPD y los liberales del FDP. Los resultados hablan por si sólos: según datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), Alemania fue en el período 2009-2013 el tercer exportador de armas del mundo y el incremento constante de su presupuesto militar ha hecho que pase del noveno al séptimo puesto en un año.

Uno de los temores de los políticos alemanes que se oponen a la medida es que el envío de armas a una zona de conflicto no está sometido a ningún tipo de control posterior, por lo que muchas de ellas terminan "en manos equivocadas" o en el mercado negro. No es necesario ir muy lejos para encontrar ejemplos: las armas que se enviaron a los rebeldes libios para derrocar a Gadafi en el 2011 terminaron empuñándolas no sólo los yihadistas de aquel país, sino también los tuaregs de Malí –que trataron de proclamar su propio Estado en 2012– y los miembros del grupo Boko Haram en Nigeria. El propio Estado Islámico se nutre de las armas llegadas por diferentes rutas hasta el conflicto sirio y las capturadas al Ejército iraquí, que fueron enviadas por EE.UU. para acabar precisamente con los islamistas que ahora las emplean. A pesar de este peligro real y conocido, "uno tiene que vivir con estas contradicciones", según Steinmeier. Algunos diputados del partido de Merkel incluso quieren enviar al Bundeswehr a combatir en Irak.
No un Estado, sino un petroestado kurdo

Otros de los riesgos que conlleva el envío de armamento, según señala el semanario Der Spiegel, es el de respaldar indirectamente los intentos de los kurdos por crear un Estado propio. Lo que escapa a los redactores de aquella nota es que Washington y Berlín puede que cuenten incluso con esa opción de antemano, y no sólo porque el Kurdistán iraquí posea una fuerza militar organizada –los peshmerga– que se ha demostrado más efectiva que el Ejército iraquí, como se ha comprobado sobre el terreno. Kurdistán ha sido una de las regiones de Irak que ha mostrado mejores resultados económicos, atrayendo a numerosos inversores gracias a sus enormes reservas de hidrocarburos, como recordaba oportunamente hace unos días el New Yorker. Según Bloomberg, el Kurdistán iraquí podría poseer unas reservas calculadas en 45.000 millones de barriles de crudo y el ejecutivo de Barzani afirma que podría aumentar la producción hasta exportar unos 400.000 barriles anuales. Si fuese un Estado independiente, el Kurdistán iraquí ocuparía el décimo lugar en reservas de crudo. ExxonMobil, Total y Chevron han firmado contratos con el gobierno kurdo. Poco sorprendentemente, en los comunicados de CENTCOM –el centro de mando estadounidense responsable de los bombardeos en el norte de Irak– mencionan, junto al "apoyo a las fuerzas de seguridad iraquíes y fuerzas de defensa kurdas en su lucha conjunta contra ISIL", la "protección de infrastructuras".

Parte de ese petróleo se transporta por carretera a Turquía sin la autorización del Gobierno iraquí. Aquí entra la geopolítica en serio. La Unión Europea –Alemania, sobre todo– podría estar interesada en la aparición de lo que sería no un Estado, sino un petroestado kurdo. Erbil podría exportar al continente no sólo su petróleo, sino también su gas natural a través de Turquía, e incluso podría dar aliento –modificando ligeramente su recorrido original– al viejo proyecto de Nabucco, un gasoducto impulsado por cuatro compañías europeas y una turca del que, por cierto, Joschka Fischer es asesor. Nabucco se consideró en su día como una alternativa al proyecto South Stream de la rusa Gazprom, cuya posición dominante en el mercado energético comunitario genera como es sabido preocupación en Bruselas, que trata de diversificar tanto sus fuentes de energía como la procedencia de éstas.

Un petroestado kurdo controlado por fuerzas pro-occidentales podría, además de garantizar el flujo de petróleo a Europa, servir de contrapeso a los intentos de Irán por aumentar su influencia en la región, aún al precio de sacrificar la integridad territorial de Irak. (Acaso no esté de más recordar que EE UU miró hacia otro lado cuando Sadam Husein empleó armas químicas contra los iraníes y los insurgentes kurdos en la guerra Irán-Irak, luego que los servicios de inteligencia estadounidenses considerasen al régimen baasista un mal menor en comparación con una República Islámica fortalecida tras una hipotética victoria en el conflicto). No sería al fin y al cabo la primera vez que las potencias occidentales promueven una secesión con fines propios: es lo que hizo EE UU en Panamá a comienzos del siglo XX para obtener el control del canal interoceánico –hecho que inspiró Nostromo, la magnífica novela de Joseph Conrad– y más recientemente EE UU y la UE en Sudán del Sur, que aloja tres cuartas partes de las reservas de crudo de todo el antiguo territorio sudanés.

Sin embargo, en el inmenso tablero de juego en que se ha convertido Oriente Próximo para las potencias que compiten por el control de unos recursos naturales cada vez más escasos, un petroestado no lograría colmar las viejas reivindicaciones nacionales del pueblo kurdo. Una crisis entre facciones podría ser un resultado probable. ¿Cómo podría Erbil sofocar un intento de rebelión interna, especialmente si el PKK trata de dotarla de contenido social? Por citar a Ursula von der Leyen: "Sólo con armas alemanas".

lunes, 1 de septiembre de 2014

Cataluña y el Reino de España tras el escándalo Pujol .

 

 

Un relámpago en la niebla: Cataluña y el Reino de España tras el escándalo Pujol

Escrito por  Antoni Domènech · G. Buster · Daniel Raventós
Es verdad: la sensacional confesión de Jordi Pujol el pasado 27 de julio constituye un nuevo jalón en la esperpéntica saga de episodios con que viene escenificándose desde la primavera de 2010 la crisis de la Segunda Restauración borbónica.
No falta ninguno de los ingredientes acostumbrados. La enésima evidencia de que las cúpulas de los partidos del arco dinástico se han comportado sistemáticamente como bandas delictivas organizadas. El mismo mal gusto jactancioso, pompa terne de nuevo rico corrompido, desfachatez de matasiete: índices inconfundibles de la sensación de impunidad largamente disfrutada. Las mismas grandes empresas privadas corruptoras, logreramente entregadas a la extracción políticamente mediada de rentas oligopólicas, inmobiliarias y financieras. Síntomas patológicos, todos, de la fragua de un verdadero cártel de amiguetes políticamente promiscuos, que en eso cristalizó la portentosa economía política de la Transición. Desplomado el prodigio en 2008, quedó a la vista el espectáculo de una ruina. Un país ecológico-urbanísticamente saqueado y rebosante de peajes rentistas, inútiles obras faraónicas por doquiera, un sistema financiero insolvente, una cuarta parte de la población activa en paro, más de la mitad de sus jóvenes sin perspectivas de empleo y unas clases populares terriblemente apalancadas en la deuda. En apenas un lustro, España pasó de ser un país de inmigrantes a serlo –otra vez— de emigrantes; lo nunca visto. Y unos grupos dirigentes políticos y económicas convertidos en tenores huecos, sin otro norte que el de utilizar la coartada de la pertenencia a una UE a la deriva y en pleno proceso de contrarreforma para perpetuar el statu quo en el Reino. Desde mayo de 2010 –de la manera más clara, tras contrarreforma bipartidista de la Constitución perpetrada en el verano de 2011—, con políticas procíclicas de austeridad fiscal y drástico recorte de derechos sociales y civiles que vienen a subvertir abiertamente los fundamentos mismos del Estado Democrático y Social de Derecho mal que bien consagrado por la Constitución de 1978.
El affaire Pujol viene a confirmar del modo más palmario –precisamente con un melodrama familiar tan sórdido como ridículo— que la “crisis catalana”, lejos de ser un brote epidémico de sentimientos identitarios y “nacionalistas”, es parte fundamental y aun principal de la “crisis española”. De una terrible crisis de legitimación popular en que comenzó a entrar en 2010 aquel proyecto de España como nación que había mantenido en lo esencial unido al arco político-económico dinástico constructor y beneficiario de la Transición al posfranquismo.
Hace ya cerca de un año escribimos para SP un artículo titulado “Independentistas en la niebla” sosteniendo precisamente esta tesis. Pero eso no quiere decir que el escándalo de la familia Pujol no aporte buenas “novedades” a la evolución de la crisis de la Segunda Restauración borbónica y a su comprensión. En cierto sentido, es como un rayo que ha venido a arrojar cierta luz en la niebla.
El mito del Jordi Pujol antifascista y la realidad del pujolismo postantifascista.
Una de las características diferenciales de la derecha nacionalista catalana era su pedigrí antifascista: los dos años de cárcel de Jordi Pujol fueron el símbolo de eso. Nada que ver con un partido como el PP, fundado por un antiguo ministro franquista y construido sin solución de continuidad con la herencia del franquismo: ni siquiera se han avenido nunca a condenar expresis verbis el “alzamiento nacional” del 18 de julio de 1936. Lo que no quiere decir que el PP sea un partido “retro” y  “franquista”. Al contrario; el PP se ha configurado en las últimas dos décadas como un partido a la altura de los tiempos que corren en Europa: como un partido –dígase así— “postantifascista”. Como el partido de Berlusconi, como el último “socialismo” italiano de Craxi, como el postgaullismo de Sarkozy. Esencial en la “narrativa” postantifascista es la interpretación revisionista, en clave daltónicamente anticomunista, banalizadora de unos fascismos europeos presentados como autoritarismos o aun “totalitarismos” desde luego criticables, pero “modernizadores”: respuestas seguramente equivocadas, pero comprensibles, a democracias demasiado radicales (Weimar, la I República austriaca, la II República española), y por lo mismo, inermes ante la amenaza “totalitaria” bolchevique, etc. No hará falta decir que la empresa cultural de construcción de esa narrativa postantifascista se ha convertido en una próspera industria generosamente subvencionada crematísticamente y espléndidamente retribuida en especies y honores.
En una época muy parecida a la nuestra, dejó dicho Karl Kraus algo así como que “en el crepúsculo del sol de la cultura, son los enanos quienes proyectan las sombras más largas”. Pues bien; si se compara el núcleo de sus respectivos peritos en legitimación (periodistas, tertulianos, intelectuales generosamente subvencionados y aun sobrepublicitados académicos pretendidamente frei schwebende), las diferencias entre las sombras proyectadas por los enanos del PP y los de CiU en este punto son prácticamente inexistentes. El centroderecha (y parte del sedicente centrozquierda) nacionalista catalán se ha “modernizado” a marchas forzadas en los últimos lustros para adaptarse al postantifacismo. Ha sido verdaderamente patológica, por poner un ejemplo menor, pero muy ilustrativo, la obsesión de los enanos postantifascistas catalanes –generosamente subvencionados con dinero público y privado, entre otras, por la Fundación Jordi Pujol, especializada en ética política— por difamar y destruir el legado cultural de la resistencia antifranquista catalana del PSUC, el principal y, a trechos, casi único partido que resistió de verdad, no pocas veces –Manuel Sacristán, Josep Fontana, Feliu Formosa, Francesc Vicenç…—, con enorme solvencia intelectual, y siempre, arrostrando penas y sinsabores infinitamente superiores a los dos años de cárcel del banquero Pujol. Para que el lector se haga una idea de esas obsesiones nacidas de la deriva postantifascista del nacionalismo convergente, nada mejor que recordar ahora la elegante denuncia de nuestro difunto amigo Paco Fernández Buey en Carta al Director de El País (“Respeto a las personas y a las palabras”, 16 de octubre de 2004):
“Con motivo de la presentación de las Memòries de Raimon Galí, El País del pasado 6 de octubre reproduce e inserta el siguiente párrafo: ‘Las universidades catalanas fueron gobernadas por profesores marxistas de valía, como Manuel Sacristán y Pierre Vilar, que durante muchas generaciones permitieron triturar nuestra memoria histórica e impideron a la juventud catalana ver y juzgar rectamente su pasado’.
“He esperado unos cuantos días a ver si la memoria histórica de hoy funcionaba y alguien levantaba la voz para recordar lo que pasó in illo tempore. En vano. Y, como he esperado en vano, querría recordar desde aquí lo que debería ser obvio, pero ya olvidado. La juventud catalana de hoy debe saber, en primer lugar, que Manuel Sacristán y Pierre Vilar no ‘gobernaron’ nunca las universidades catalanas. Al contrario: fueron censurados y perseguidos por quienes las gobernaban in illo tempore (y por algunos que entonces hacían la vista gorda ante la injusticia para gobernarlas después). Y, en segundo lugar, que aquellos marxistas no permitieron triturar nuestra memoria histórica ni impidieron juzgar rectamente nuestro pasado.
“Al contrario: los jóvenes de entonces aprendimos historia de Cataluña leyendo a escondidas (y contra los que gobernaban de verdad) las obras de Pierre Vilar; y aprendimos a juzgar rectamente, si es que se puede aprender una cosa así, escuchando y leyendo a Manuel Sacristán (quien tuvo que pasar casi diez años expulsado de la Universidad de Barcelona precisamente por ser marxista, a pesar de que todo el mundo, en la Cataluña de entonces, reconocía su valía intelectual)”.
Eso pasaba en 2004, con un nacionalismo conservador virulentamente reactivo a su desalojo del govern por un malhadado tripartito de las izquierdas que ahora, por contraste, hasta podría empezar a verse como honorable... Pero lejos de amainar, la sectaria campaña truhanescamente mendaz contra los verdaderos resistentes antifranquistas siguió. Particularmente escandalosas han resultado recientemente las exitosas intrigas para negar a Josep Fontana –uno de los más destacados historiadores europeos vivos— el doctorado honoris causa por la Universitat Autònoma de Barcelona en 2011. Por no hablar de las sumamente reveladoras reacciones de los hooligans novo-independentistas al escepticismo crítico expresado a propósito del proceso soberanista en curso por un grande entre los grandes de la resistencia cultural de la izquierda antifranquista catalana: Raimon.
La expresión política de esa “narrativa”, o mejor dicho, la práctica política a la que esa “narrativa” ha venido a dar cobertura, es el giro abiertamente neoliberal de CiU en los últimos años. Nada más llegar al govern en 2010, Mas y su equipo dels millors se jactaron de ser más chulos que un ocho y más radicales que nadie en materia de “liberalismo” sin complejos –la CDC de los primeros tiempos de Pujol se presentaba como “socialdemócrata”, respetuosa de la lucha antifranquista comunista y admiradora de Olof Palme (sic!)—, austeridad fiscal, privatización de los servicios públicos, recorte de derechos sociales y autoritarismo policial.
No es seguramente injusto decir que la inopinada deriva independentista de estos millors, herederos intelectuales y políticos de un Pujol tan millor, que hasta en su chapucera carta de confesión y despedida –¡enano condigno de sus enanos a sueldo!— se le han colado faltas de ortografía y graves errores de sintaxis catalana, tiene que ver con el evidente desgaste de popularidad que le generaron dos años de políticas antisociales y represivas. CiU buscó encaramarse a la enorme ola democrática popular por el dret a decidir, que fue, nos guste o no, la forma que cobró en Cataluña la protesta popular contra la ofensiva política antidemocrática desplegada por las oligarquías europeas luego de 2008. Y es verdad que esa operación de subirse a un carro popular en marcha les ha reportado ciertos beneficios: ha enmascarado o puesto en un relativo segundo plano sus políticas privatizadoras y corruptas en el ámbito de la sanidad pública catalana, sus políticas educativas reaccionarias (indistinguibles de las del PP, por ejemplo, en materia de apoyo y subvención a la enseñanza privada religiosa, aun a la segregacionista opusina), o esas políticas de amedrentamiento de la población mediante la brutalidad represiva más desapoderada concebidas por uno de los personajes más turbios y desagradables de la política catalana reciente, el inefable Felip Puig (del que, dicho sea de paso, oiremos hablar mucho en los próximos meses por su cercanía al pinyol del mundo de los negocios de la familia Pujol). Compárese la resistencia de la población catalana a esas políticas con el auge de las distintas “mareas” en la comunidad madrileña, y se tendrá una medida aproximada de este relativo éxito de los millors a la hora de poner sordina a la protesta social popular. La responsabilidad del principal partido de la “oposición” en el Parlamento catalán, la ERC del señor Junqueras y la señora Marta Rovira, así como –en la llamada “sociedad civil”— de una parte de la dirección de la ANC, clama al cielo y seguramente empezará a partir de ahora a pasarles la debida factura.
Siendo todo eso verdad, también lo es esto: el auge soberanista catalán y la enorme movilización popular que lo sostiene se han convertido en la manifestación más llamativa y amenazante de la crisis de la monarquía española restaurada en 1978. Entender bien por qué, resulta esencial. Como ha observado agudamente el constitucionalista sevillano Javier Pérez Royo, lo que se restauró en 1978 no fue la democracia con una forma de Estado monárquico-parlamentaria, sino que se restauró la monarquía y se le dio a esa restauración forma parlamentaria:
“… lo que dificulta la supervivencia de la Monarquía no son tanto esos errores [de la Corona] como el agotamiento del sistema político con el que se hizo la Transición, diseñado para garantizar el asentamiento de la Restauración. El objetivo era la Restauración. El instrumento era pasar de la dictadura a la democracia. A finales del siglo XX no podía ser de otra manera. Pero el objetivo era la Restauración, al servicio del cual se diseñó el instrumento: el tipo de democracia que debería hacerla posible sin riesgos” (“Monarquía insostenible”, El País, 28 junio 2014.)
Es decir, que se impuso al pueblo la restauración borbónica, ofrecida de la única forma vividera en la Europa de 1978: como un régimen político de libertades públicas y derechos sociales. Eso hurtó a todos los pueblos de España el ejercicio pleno del derecho de autodeterminación política. Hurtado ese derecho a todos ellos de consuno, necesariamente debía hurtárseles a cada uno de ellos en particular: la izquierda que entró en el arco político dinástico (PSOE-PSC y PCE-PSUC) renegó o se olvidó, con la República, del programa tradicional de toda la izquierda antifranquista (¡incluido el PSOE de Suresnes!), programa en el que figuraba el ejercicio de ese derecho, cuando menos, por parte de catalanes, vascos, navarros y gallegos. No tenía mucho que ver con la supuestamente sacrosanta “unidad de España”, ni menos con las posibles ventajas o desventajas de la misma. No es por el huevo, sino por el fuero: no se trata de las probabilidades de ganar o perder un referéndum de autodeterminación. (El independentismo vasco y no digamos catalán eran fenómenos claramente minoritarios en 1978, y un referéndum vasco –con las oportunas garantías internacionales— habría ahorrado décadas de vesánica carnicería terrorista y contraterrorista). Se trata de que el sólo hecho de celebrarlo pondría eo ipso en cuestión la Restauración y abriría una irrestañable vía de agua en el zozobrante esquife de la monarquía borbónica.
Así, pues, en resolución, lo que está en causa en el proceso soberanista catalán es, por lo pronto, la existencia misma de la Monarquía de 1978. ¿Qué perspectivas se ofrecen a ese proceso tras el estallido del affaire Pujol?
La Realpolitik nacionalista neolib y sus intelectuales
Si hasta ahora habíamos visto grandes semejanzas entre la decantación político-ideológica de la derecha española del PP (y en buena medida, de UPyD y de Ciutadans) y la deriva postantifascista de la CiU de los últimos años (neoliberalismo básico en la visión de la vida económica, europeísmo acrítico en el peor momento de la UE, sionismo y atlantismo ciegos en política internacional, etc.), el affaire Pujol ha venido a revelar una diferencia nada despreciable. Ésta: los políticos y los hombres y mujeres de negocios experimentados y con experiencia de Estado –sean o no “estadistas”— usan y financian a sus intelectuales como peritos en legitimación, pero raramente les hacen caso a la hora de tomar decisiones prácticas. El mundo del PP está lleno de enanos de larga sombra y de energuménicos botarates que sostienen las tesis más grotescamente irrealistas: desde las emanaciones venenosas de un Jiménez Losantos o el locoide filosionismo caiga quien caiga de Tertsch a las ridículamente pretenciosas fabricaciones pseudohistóricas de Pedro Jota o César Vidal, pasando por las “ralladas” excogitaciones económicas austro-anarco-capitalistas de ese nene tan encorbatadito y tan seriecito del think tank que usurpa desde hace años el glorioso nombre de Juan de Mariana. Pero los “intelectuales” que de verdad cuentan para los poderosos suelen ser otros: técnicos comerciales del Estado, inspectores de la hacienda pública, peritos contables, diplomáticos con largo ejercicio a las espaldas, abogados del Estado, funcionarios de los servicios de inteligencia, etc. Es decir, gentes down-to-earth, experimentadas en el mundo real y sus cloacas y en muy buena medida ajenas a la nube en que viven ideólogos, tertulianos y periodistas directa o indirectamente influidos por una ciencia social académica arrastrada desde hace más de tres décadas por una tendencia gravemente degenerativa.
El analista poskeynesiano Thomas Pilkington lo expresó certeramente así hace unos pocos días:
“Aunque las variaciones más extremas de esa tendencia se manifiestan en el anarco-capitalismo de Rothbard, se pueden encontrar variantes menos extremas en las distintas formas de las humanidades que se cultivan hoy en la vida académica. El grueso de la teoría económica actual revela esa misma ingenuidad pueril (…) Sólo en contadas disciplinas, como el Derecho, sigue la vida académica directamente vinculada a la realidad”.
Pues bien; si Pujol y sus compinches de la dirección de CiU, en vez de creerse los cuentos de la lechera de sus distintos Consells de tertulianos, publicistas, académicos a la violeta y pop-economists que no han acertado un solo pronóstico en su puñetera vida, hubieran dispuesto de intelectuales down-to-earth, habrían sabido inmediatamente que su inopinada deriva soberanista –cualquiera que fuere su motivación— les iba a poner en rumbo de choque directo con un viejo Estado que, como acaba de recordar el analista conservador Antonio Zarzalejos, sí dispone en abundancia de esos “intelectuales” con los pies en el suelo que las matan callando. Que alguien con el largo y siniestro pedigrí delictivo de Pujol y su entorno –que lo ha sido todo, absolutamente todo, en CiU—, no tuviera en cuenta este pequeño detalle, lo dice todo del realismo y la calidad técnico-pericial (dejemos ahora la “moral” y la “ética” para los Pujol-boys) de los dirigentes políticos del nacionalismo nostrat. Lo cierto es que se lanzaron a la batalla transportados por la fantástica idea, según la cual la lucha por el derecho de autodeterminación del pueblo de Cataluña podía terminar siendo un proceso versallescamente negociado con el gobierno de la monarquía española en el agradable entorno de una UE apacible, democrática y complaciente, felizmente inserta en un mundo venturosamente “globalizado” en el que las “soberanías” habrían perdido importancia. Porque el fondo del fondo del insensato cuento neoliberal de la lechera que ha querido darse a entender esta patulea de millors i més assenyats era ése, y no era otro que ése.
Ironías de la historia, y para escándalo de bienpensantes de varia laya, el gran historiador al que los petimetres del nacionalismo catalán postantifascista se avilantaron a negar sectariamente el doctorado honoris causa previno a su debido tiempo, con el realismo político habitual de la izquierda marxista culta e inteligente, contra los cuentos pseudoberanistas de la lechera recordando que raramente ha habido en la historia independencias sin guerras de independencia.
Pujol, que lo ha sido todo, no sólo en la Cataluña de los últimos 34 años, sino en el sistema político de la Segunda Restauración, debe de estar en posesión de una ingente cantidad de inconfesables secretos de familia y de informaciones muy comprometedores para mucha gente principal, de la Casa Real para abajo. No es imposible que contara incautamente con ese valiosísmo “activo” para salir impune del desafío al Estado español. Y no es imposible que, despechado y desengañado, se resuelva en las próximas semanas a tirar de la manta a la desesperada. Pero tampoco es imposible que opte por prestar un último servicio a la “causa” y ayude a su entorno –Mas y su govern dels millors, para empezar— a servirse de ese “activo” para negociar con Rajoy, también en beneficio personal, una retirada política honrosa (que es lo que parecen haberle exigido los grandes empresarios catalanes durante la comida ampurdanesa del pasado sábado en la boda de la hija de Vilarrubí). ¡Quién sabe!
Una cosa es segura, al menos para los descreídos de los cuentos de la lechera versión neolib o versión pasturets: luego del affaire Pujol, la suerte del proceso catalán del dret a decidir ha quedado inextricablemente soldada a la suerte de la Segunda Restauración: mors tua vita mea. No habrá “república catalana”, si llega a haberla, sin III República española. Conste aquí que lo avisamos modestamente hace varias semanas, a propósito de la abdicación de Juan Carlos:
“Pase lo que pase, los republicanos españoles siempre tendrán que agradecer al pueblo catalán la inestimable ayuda democrática prestada en este final de tragicomedia chabacana de la Segunda Restauración. Pero queda a los demócratas catalanes –también en provecho propio— un último esfuerzo por realizar, acaso el más difícil y delicado: acompasar republicano-fraternalmente y sin tardanza su justa lucha por el ‘derecho a decidir’ del pueblo catalán con la lucha por el ‘derecho a decidir’ de todos los pueblos de España. Ojala sepamos todos estar a la altura de las circunstancias. Porque, como dice el refrán chino que tanto le gustaba a Hobsbawm, no se nos ahorrará vivir en ‘tiempos interesantes’.”
Antoni Domenech es el editor de SinPermiso. Gustavo Buster y Daniel Raventós son miembros del Comité de Redacción de SinPermiso.
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=7177




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