lunes, 21 de julio de 2025

El fracaso norteamericano

 Los errores impulsados por la arrogancia de EEUU transforman el panorama general de la guerra


Alastair Crooke


Todos están en guardia al ver pruebas de que, ante la expectativa cierta de la derrota de la OTAN en Ucrania, Occidente está intensificando la nueva Guerra Fría en muchos frentes

 La gran cuestión que surge del ataque estadounidense del 22 de junio contra Irán —solo superada por “¿qué va a pasar con Irán?”— es si, según los cálculos de Trump, puede “imponer retóricamente” la afirmación de haber “destruido” el programa nuclear iraní durante el tiempo suficiente como para impedir que Israel vuelva a atacar Irán, pero permitiéndole al mismo tiempo seguir con su titular sensacionalista:

 HEMOS GANADO: Ahora estoy al mando y todos harán lo que yo les diga.

 Estas eran las principales cuestiones conflictivas que se iban a debatir con Netanyahu durante su visita a la Casa Blanca la semana pasada.

 Los intereses de Netanyahu son esencialmente «más guerra caliente», por lo que difieren de la estrategia general de alto el fuego de Trump.

 En su enfoque “In-Boom-Out & Ceasefire” (Entrar, bombardear, salir y alto el fuego) con Irán, Trump parece imaginar que ha creado el espacio necesario para retomar su objetivo principal:

Instaurar un orden más amplio centrado en Israel en todo Oriente Medio, basado en acuerdos comerciales, lazos económicos, inversiones y conectividad, con el fin de crear una Asia occidental impulsada por los negocios y centrada en Tel Aviv (con Trump como su «presidente» de facto).

 Y, a través de esta “superautopista comercial”, llegar aún más lejos, con los Estados del Golfo penetrando en el corazón del BRICS en el sur de Asia para perturbar la conectividad y los corredores del BRICS.

La condición sine qua non para cualquier impulso a un supuesto “Acuerdo de Abraham 2.0”, como Trump entiende claramente, es el fin de la guerra de Gaza, la retirada de las fuerzas israelíes de Gaza y la reconstrucción de la Franja (nada de lo cual parece estar al alcance de la realidad).

Lo que se desprende, más bien, es que Trump sigue obsesionado con la idea delirante de que su visión centrada en Israel podría lograrse simplemente poniendo fin al genocidio en Gaza, mientras el mundo de a pié observa horrorizado cómo Israel continúa su alboroto militar hegemónico en toda la región.

 El defecto más evidente de la premisa de Trump es que, de alguna manera, los ataques israelíes y estadounidenses han logrado castigar a Irán.

 Es todo lo contrario. Irán ha surgido más unido, decidido y desafiante. Lejos de verse relegado a observar pasivamente desde la barrera, Irán, a raíz de los recientes acontecimientos, recupera su lugar como potencia regional líder.

 Una potencia que está preparando una respuesta militar que podría cambiar las reglas del juego ante cualquier nuevo ataque de Israel o EEUU.

 Lo que se ignora en todas estas afirmaciones occidentales sobre el éxito israelí es que el régimen de Netanyahu decidió apostarlo todo a un ataque sorpresa “de choque y pavor”. Uno que derrocara a la República Islámica de un solo golpe.

 No funcionó: el objetivo estratégico fracasó y produjo el resultado contrario. Pero lo más importante es que las técnicas utilizadas por Israel, que requirieron meses, sino años, de preparación, no pueden repetirse ahora que sus estratagemas han quedado al descubierto.

 Esta interpretación errónea de la realidad iraní por parte de la Casa Blanca indica que el equipo de Trump se dejó engañar por la arrogancia israelí al insistir en que Irán era un castillo de naipes, a punto de colapsar por completo y quedar paralizado tras la primera muestra de “fuerza” israelí con la decapitación encubierta del 13 de junio.

 Se trató de un error fundamental, que se inscribe en una serie de errores similares: Que China capitularía ante la amenaza de los aranceles impuestos; que Rusia podría ser coaccionada para aceptar un alto el fuego contrario a sus intereses; y que Irán estaría dispuesto a firmar un documento de rendición incondicional ante las amenazas de Trump tras el 22 de junio.

 Lo que revelan estos errores de EEUU, aparte de un divorcio constante de las realidades geopolíticas, es la debilidad occidental enmascarada tras la arrogancia y la bravuconería.

 El establishment estadounidense se aferra a su primacía en declive, pero al hacerlo de manera tan ineficaz, ha acelerado la formación de una potente alianza geoestratégica decidida a desafiar a EEUU.

 La consecuencia ha sido una llamada de atención a otros Estados provocada por el deslizamiento occidental hacia estratagemas de mentiras y engaños descarados: La operación “Spider Web” [tela de araña] contra algunos bombarderos estratégicos rusos en vísperas de las conversaciones de Estambul y el ataque sorpresa de EEUU e Israel contra Irán dos días antes de la esperada próxima ronda de conversaciones nucleares entre EEUU e Irán han aumentado la voluntad de resistencia de China, Rusia e Irán en particular, pero en general se siente en todo el Sur Global.

Todo el panorama de esta guerra por mantener la primacía del dólar estadounidense ha cambiado irreversiblemente.

Todos están en guardia al ver pruebas de que, ante la expectativa cierta de la derrota de la OTAN en Ucrania, Occidente está intensificando la nueva Guerra Fría en muchos frentes: en el mar Báltico, en el Cáucaso, en la periferia de Irán (a través de ciberataques) y, por supuesto, a través de una escalada de la guerra financiera en todos los ámbitos.

 Trump vuelve a amenazar con sancionar a Irán y a cualquier Estado que compre su petróleo. El lunes, Trump publicó en 'Truth Social' que impondría un nuevo arancel del 10 % "a cualquier país que se alinee con las políticas anti[norte]americanas del BRICS”.

 Naturalmente, los Estados se están preparando contra esta escalada. Las tensiones están aumentando en todas partes.

Azerbaiyán (e incluso Armenia) están siendo utilizados como armas contra Rusia e Irán por las potencias de la OTAN y Turquía.

 Azerbaiyán fue utilizado para facilitar el lanzamiento de drones israelíes contra Irán, y su espacio aéreo también fue utilizado por aviones israelíes para sobrevolar el mar Caspio con el fin de que Israel pudiera lanzar misiles de crucero desde el espacio aéreo azerí sobre el mar Caspio contra Teherán.

 El Kurdistán iraquí, Kazajistán y las zonas fronterizas de Baluchistán han sido utilizados como plataformas para infiltrar unidades de sabotaje tanto en Rusia como en Irán con el fin de preposicionar misiles y drones y sabotear unidades para la guerra asimétrica.

 En el otro flanco de esta guerra en escalada, Trump se apresura a cerrar una serie de acuerdos “comerciales” en todo el Pacífico, entre otros con Indonesia, Tailandia y Camboya.

 El objetivo es construir una “jaula” de aranceles especiales más elevados en torno a la capacidad de China para utilizar “transbordos”, es decir, mercancías exportadas a otros Estados desde China, que luego se reexportan a EEUU.

 EEUU sentó precedente con Vietnam, con un arancel del 40 % sobre los transbordos, que es precisamente el doble del impuesto del 20 % sobre los productos fabricados en Vietnam.

 No está funcionando

 Excepto que la estrategia de “conmoción y pavor” de Trump, consistente en imponer aranceles para recuperar la actividad industrial y mantener al resto del mundo sometido a la hegemonía del dólar, no está funcionando.

 Trump se vio obligado a anunciar una moratoria de 90 días sobre los aranceles del Día de la Liberación, con la esperanza de que se alcanzaran 90 acuerdos en ese tiempo, pero solo se cerraron tres “acuerdos marco”.

 Así pues, la Administración está ahora obligada a prorrogar la moratoria una vez más (hasta el 1 de agosto).

 Bessent, secretario del Tesoro de los EEUU, ha declarado que muchos de los 90 países a los que se aplicaron inicialmente los aranceles ni siquiera intentaron ponerse en contacto con los EEUU para llegar a un acuerdo.

 La capacidad de castigar económicamente a quienes no obedecen los dictados de EEUU está llegando a su fin.

 La alternativa a la red del dólar ya existe. Y no se trata de una “nueva moneda de reserva”. La alternativa es la solución propuesta por China: una fusión de plataformas fintech de pagos minoristas con marcos digitales bancarios y de bancos centrales, basada en 'blockchain' y otras tecnologías digitales. (EEUU no puede replicar este modelo, ya que Silicon Valley y Wall Street están en guerra y no cooperan entre sí).

 Como señaló irónicamente Will Schryver [especialista en geopolítica] hace un par de años

   «La interminable serie de errores impulsados por la arrogancia del imperio ha acelerado rápidamente la formación de lo que podría considerarse la alianza militar, económica y geoestratégica más potente de la era moderna: el eje tripartito formado por Rusia, China e Irán…

Ha logrado, de forma asombrosa, pasar de la sartén de una guerra regional por poder contra Rusia al fuego de un conflicto global que sus tres adversarios, cada vez más fuertes, consideran ahora una cuestión de vida o muerte».

 En mi opinión, se trata casi con toda seguridad de la serie de errores geopolíticos más inexplicables y portentosos de la historia.

 Strategic Culture Foundation / observatoriodetrabajad.com

 https://www.lahaine.org/mundo.php/los-errores-impulsados-por-la.


 NOTA DEL BLOG.-

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Cuando EE. UU. señala a China como un enemigo existencial de Occidente, no es porque sea una amenaza militar, sino porque China ofrece una alternativa económica exitosa al orden mundial neoliberal 

MICHAEL HUDSON , profesor de Economía en la Universidad de Missouri, EEUU 

El éxito de China ha hecho posible una alternativa global

El gran catalizador para que los países tomen el control de su desarrollo nacional ha sido China. Como se indicó anteriormente, su socialismo industrial ha logrado en gran medida el objetivo clásico del capitalismo industrial de minimizar la carga rentista, sobre todo mediante la creación pública de dinero para financiar el crecimiento tangible. 

Mantener la creación de dinero y crédito en manos del Estado a través del Banco Popular de China evita que los intereses financieros y otros intereses rentistas se apoderen de la economía y la sometan a la carga financiera que ha caracterizado a las economías occidentales. 

La exitosa alternativa de China para asignar crédito evita obtener ganancias puramente financieras a expensas de la formación de capital tangible y los niveles de vida. Por eso se la considera una amenaza existencial para el modelo bancario occidental actual.

Los sistemas financieros occidentales están supervisados por bancos centrales que se han independizado del Tesoro y de la "interferencia" reguladora gubernamental. Su función es proporcionar la liquidez del sistema bancario comercial a medida que crea deuda con intereses, principalmente con el propósito de generar riqueza financieramente mediante el apalancamiento de la deuda (inflación de precios de activos), no para la formación de capital productivo.

Las ganancias de capital —el aumento de los precios de la vivienda y otros bienes inmuebles, acciones y bonos— son mucho mayores que el crecimiento del PIB. Se pueden obtener fácil y rápidamente mediante la creación de más crédito por parte de los bancos para aumentar los precios para los compradores de estos activos. En lugar de que el sistema financiero se industrialice, las corporaciones industriales occidentales se han financiarizado, y eso ha ocurrido en líneas que han desindustrializado las economías de EE. UU. y Europa.

La riqueza financiarizada se puede generar sin ser parte del proceso de producción. Los intereses, los recargos por mora, otras tarifas financieras y las ganancias de capital no son un "producto", sin embargo, se cuentan como tales en las estadísticas del PIB actual. 

Los cargos de acarreo de la creciente carga de la deuda son pagos de transferencia al sector financiero, por parte de la mano de obra y las empresas, de los salarios y ganancias obtenidos por la producción real. Eso reduce el ingreso disponible para gastar en los productos producidos por la mano de obra y el capital, dejando a las economías endeudadas y desindustrializadas.

""""

 https://observatoriocrisis.com/2025/07/21/michael-hudson-el-conflicto-entre-eeuu-europa-y-la-mayoria-global/

domingo, 20 de julio de 2025

La guerra eterna contra Rusia .

                                                                                        

El componente militar de las amenazas de Trump

 @nsanzo

 

20/07/2025     


“El rechazo del presidente ruso, Vladímir Putin, a las propuestas de paz del presidente Donald Trump y sus continuas matanzas de civiles ucranianos en ataques a ciudades han frenado las esperanzas de alcanzar un acuerdo que ponga fin a la guerra o repare las relaciones de Moscú con Occidente”, escribe en su último artículo sobre la guerra de Putin el diario estadounidense The Washington Post. Este discurso, prácticamente único esta semana en los medios, evita explicar que el actual conflicto no puede resolverse con breves

conversaciones entre presidentes y que nunca se ha llegado a un proceso de negociación en el que las partes trataran las cuestiones políticas, militares, territoriales y sociales que han llevado a la guerra, prerrequisito para un acuerdo que sea más que una imagen de compromiso de alto el fuego que presentar como un éxito que colapsaría poco después. Los análisis que están publicándose estos días omiten incluso que Estados Unidos ni siquiera dio a Rusia tiempo para responder o matizar la “propuesta final” preparada por Steve Witkoff antes de que esa hoja de ruta se convirtiera, gracias a la intervención de Keith Kellogg y Marco Rubio, en la contrapropuesta de Ucrania y sus aliados europeos.

En apenas unos días, la intervención externa hizo que los términos de la propuesta de Witkoff, tan breves y vagos que habrían sido manipulables como lo fueron los de Minsk, dejando abiertas las cuestiones territoriales y de seguridad, incluían el levantamiento de sanciones contra Rusia y el reconocimiento estadounidense de la soberanía sobre Crimea, fueran abandonados en favor de un documento en el que se especificaba que no habría limitaciones a la presencia de tropas extranjeras en territorio ucraniano, una de las causas de la guerra. Conscientes de que Rusia no puede aceptar  si no es militarmente derrotada un documento en el que no se determinan unas fronteras -que quedan deliberadamente en el aire-, se abre la puerta a la adhesión futura de Ucrania a la OTAN y ni siquiera se levantan las sanciones, los países europeos, cuya propuesta era maximalista precisamente para evitar que pudiera ser debatida y acordada, elevaron la apuesta con un ultimátum. Francia, Alemania, el Reino Unido y Polonia dieron a Rusia 48 horas para aceptar un alto el fuego incondicional que ni siquiera venía acompañado de promesas de una negociación para lograr el final del conflicto, posiblemente porque mantenerlo sigue siendo la estrategia de los países europeos. De la guerra eterna al conflicto -político, económico y social- eterno.

Rusia ganó tiempo convocando a Ucrania a unas negociaciones directas a las que Kiev se presentó únicamente para cubrir el expediente. Desde entonces, en ningún momento se ha informado de avances en la negociación política, posiblemente porque nunca se han producido. El giro de guion dado por Donald Trump esta semana en la que se ha unido al lenguaje del ultimátum europeo y, aunque lo niegue, ha hecho suya la guerra de Biden, no es algo que haya surgido de forma espontánea, sino que era algo previsible en el momento en el que quedó claro que no iba a haber un alto el fuego que el presidente de Estados Unidos pudiera presentar como un éxito personal. Al agravio por la sensación de sentirse traicionado por un amigo, una visión infantil de las relaciones internacionales en general y más aún en condiciones de guerra, hay que añadir un proceso de acercamiento a las posiciones ucranianas desde la Operación Tela de Araña, momento en el que Ucrania más ha jugado con la tercera guerra mundial, como Trump había acusado a Zelensky meses antes, pero no en aquel momento.

“El presidente Trump se da cuenta de que Putin le está mintiendo, y es importante que el presidente Trump lo vea por sí mismo, no lo que oye de otra persona, sino lo que ve con sus propios ojos”, ha afirmado esta semana en una entrevista Volodymyr Zelensky, con la confianza renovada en que la opinión del presidente de Estados Unidos con respecto a la guerra de Ucrania no cambiará en el próximo mes y medio y con la certeza de que las declaraciones políticas van a venir acompañadas por gestos militares. Para garantizarlo, Zelensky está dispuesto incluso a volver a enviar una delegación a Estambul a negociar con Rusia, como afirmó ayer. Sin embargo, una reunión rutinaria más, en la que ya anuncia que volverá a exigir a Moscú el alto el fuego incondicional que sabe que el Kremlin no puede aceptar, no va a cambiar la trayectoria de la guerra ni de la paz.

 “La Cámara de Representantes de Estados Unidos votó a favor de continuar la ayuda militar a Ucrania”, se congratulaba ayer Andriy Ermak en un post acompañado, como es habitual, por emojis para ilustrar su significado, en esta ocasión las banderas de Estados Unidos y Ucrania unidas por dos manos estrechándose. La decisión, que no implica asignación económica, es la ratificación de lo anunciado por Donald Trump, cuyo cambio de opinión ha causado, de forma inmediata, una postura similar en la inmensa mayoría del trumpismo, única parte del Partido Republicano que había rechazado el envío de más armas estadounidenses a la guerra. El beneficio económico y la necesidad de tapar el fracaso que supone para Trump no haber logrado ningún avance político en seis meses han provocado el punto de inflexión.

En Wiesbaden, el lugar en el que Estados Unidos y el Reino Unido ayudaron a Ucrania a librar la guerra proxy y planificaron con Zaluzhny la contraofensiva que debía romper definitivamente el frente para obligar a Rusia a una paz en condiciones de debilidad, el nuevo comandante del ejército estadounidense en Europa, Alexus Grynkevich, ha confirmado que está de camino el suministro militar de grandes cantidades de “armas muy sofisticadas”, como describió Donald Trump los sistemas de defensa aérea y posiblemente misiles. “No voy a revelar a los rusos ni a nadie el número exacto de armas que estamos transfiriendo ni cuándo lo haremos, pero lo que sí diré es que los preparativos están en marcha”, declaró en sus primeras horas en el cargo en una comparecencia en la que añadió que “vamos a movernos tan rápido como podamos”. En la misma línea se mostró el canciller alemán Friedrich Merz, principal patrocinador de la iniciativa según la cual la OTAN adquirirá el armamento para Ucrania, que pondrá los muertos, mientras que Estados Unidos se llevará el beneficio. “Ucrania recibirá pronto sistemas de ataque de largo alcance y apoyo militar adicional”, afirmó en una comparecencia común con sir Keir Starmer en la que añadió que “estamos trabajando con la administración de Estados Unidos y el Congreso para finalizar las decisiones al respecto”. Con sus palabras, Merz confirmó que la nueva asistencia no se limitará a sistemas y munición de defensa aérea como había prometido Trump durante la cumbre de la OTAN, sino de armas puramente ofensivas.

“He ordenado que se firmen urgentemente todos los contratos pertinentes para los drones que necesitan nuestras Fuerzas de Defensa de Ucrania. También hablamos sobre cómo garantizar la capacidad de ataque profundo: la frecuencia de nuestros ataques y las tareas prioritarias”, escribió ayer Volodymyr Zelensky apuntando también a un aumento de la guerra aérea en términos de reanudación de la estrategia de hace un año, con la que Ucrania quiso desgastar a Rusia a base de ataques con misiles occidentales en su retaguardia.

En este sentido, es relevante recordar lo publicado por medios como The Washington Post y Financial Times sobre la conversación entre Trump y Zelensky del 4 de julio, que el presidente ucraniano percibió como la más importante de las que ha mantenido con su homólogo estadounidense. Según los dos medios, Donald Trump habría preguntado a Zelensky por qué Ucrania no ha atacado Moscú o San Petersburgo y si disponía de las armas para hacerlo. Tras la publicación de los detalles de la conversación, la Casa Blanca trató de negar los hechos y Trump, acostumbrado a refutar la realidad y tratar de cambiar el significado de sus palabras, alegó que solo se había tratado de una inocente pregunta. Aunque Donald Trump insistió en que no había tratado de sugerir a Zelensky que Ucrania ataque las dos capitales rusas, la pregunta, unida al comentario en el que, según los dos medios estadounidenses, insistió en que “los rusos tienen que sentir el dolor” de la guerra, recuerda a la retórica de Biden durante su mandato. En otro paralelismo, exoficiales afines al presidente realizan apariciones mediáticas explicando la importancia de los actos de la Casa Blanca. Ya no es John Bolton en la CNN, sino el general Jack Keane en Fox News sugiriendo que Trump no ha prohibido a Ucrania atacar Moscú o San Petersburgo, sino recordado que solo ha de atacar objetivos militares. Teniendo en cuenta que nunca han molestado a Trump los ataques con artillería contra barrios de Donetsk ni tampoco el sabotaje de trenes causando víctimas civiles, el argumento suena a intento de desmarcarse de cualquier efecto secundario no deseado causado por las armas enviadas por Estados Unidos y cuyo uso precisa de la autorización de Washington.

“Como líder efectivo del mundo entero, Trump no está contento”, afirmó en una de sus ruedas de prensa de esta semana la portavoz del Departamento de Estado, que otorgó a su presidente el estatus de líder planetario, pero no fue capaz de explicar qué espera conseguir con las actuales medidas. La incoherente forma en la que la Casa Blanca ha gestionado su caótico intento de conseguir una negociación entre Rusia y Ucrania, el rápido retorno a la táctica de escalada progresiva de la era Biden y el paso a una retórica que recuerda a la de su predecesor han revitalizado las esperanzas ucranianas y europeas de seguir luchando hasta conseguir una posición de fuerza con la que imponer los términos de paz al Kremlin. En este contexto, las noticias sobre el envío australiano de 49 tanques estadounidenses Abrams o las esperanzas que Merz pone en los misiles de largo alcance suponen un flashback a 2023, cuando Ucrania preparaba su gran operación terrestre en los campos de Zaporozhie.

A los sueños ucranianos de ofensiva con la que derrotar a Rusia en el frente hay que añadir el comentario de Trump en la conversación del 4 de julio. “Según un oficial ucraniano, Trump afirmó que Ucrania no va a cambiar el curso de la guerra jugando a la defensiva y necesitaba pasar a la ofensiva”, escribe The Washington Post. Comparativamente mucho más debilitada que hace dos años, cuando se ponía en duda las capacidades rusas de defender un frente tan extenso con tropas movilizadas hacía apenas unos meses, es prácticamente impensable que Kiev pudiera ser capaz de organizar otra ofensiva multimillonaria en la que encontrarse con aún más dificultades que en 2023. El comentario de Trump, más retórico que político y basado en el desconocimiento de la realidad militar de la guerra, es solo otro paralelismo con la actitud del equipo de Joe Biden. Los 140.000 millones de euros en asistencia militar a Ucrania que los países occidentales y sus aliados habían entregado a Kiev hasta abril de este año según el último recuento del Kiel Institute no han conseguido derrotar a Rusia, una realidad que no ha enseñado a la Casa Blanca la lección de lo que implica subestimar la capacidad de Moscú de responder a las nuevas condiciones en el frente. La historia no se repite, ya que no hay actualmente condiciones para una gran ofensiva terrestre, pero sí rima, especialmente en la voluntad de Estados Unidos de utilizar la opción militar con la esperanza de poder imponer a Rusia unos términos que no se corresponden con el equilibrio de fuerzas que muestra el frente.

https://slavyangrad.es/2025/07/20/el-componente-militar-de-las-amenazas-de-trump/#more-32641

sábado, 19 de julio de 2025

El militarismo alemán

                                                                          


 Renace el militarismo alemán

 

Europa 18 julio, 2025

 

 Thomas Fazi

 El nuevo canciller alemán, Friedrich Merz, exrepresentante del gigante financiero BlackRock, lanza un rearme militar masivo, rompiendo con la tradición pacifista de posguerra. Con inversiones sin precedentes y una clara alineación con el atlantismo, Berlín abandona la Ostpolitik y adopta una postura agresiva hacia Moscú. Sin embargo, tras la retórica soberanista se esconde una creciente subordinación estratégica. Merz debe enfrentarse a una profunda disidencia interna, especialmente entre los jóvenes.

 Se quiere convertir a la Bundeswehr en la fuerza armada convencional más poderosa de la UE. En la cumbre de la OTAN celebrada en La Haya el 25 de junio, el nuevo canciller alemán, Friedrich Merz, presentó su plan para el rearme alemán. Con una inversión de 400.000 millones de euros y el objetivo de aumentar el gasto militar al 5 % del PIB, no se trata solo de un ajuste presupuestario, sino de la desaparición de la identidad estratégica de Alemania posterior a 1945. Una revolución arraigada en la completa internalización de la ideología atlantista por parte de la clase dirigente.

 El plan de rearme de Alemania y su agresiva postura antirrusa no representan un retorno al nacionalismo alemán, sino su opuesto. Las políticas implementadas hoy no se derivan de una búsqueda fría de los intereses nacionales alemanes, sino de su negación. Son la expresión de una clase política que ha interiorizado tan profundamente la ideología atlantista que ya no es capaz de distinguir entre la estrategia nacional y la lealtad transatlántica.

 Esta es la consecuencia a largo plazo de cómo se «resolvió» la cuestión alemana tras la Segunda Guerra Mundial: mediante la integración de Alemania en el «Occidente colectivo» bajo la tutela estratégica estadounidense. Durante gran parte de la posguerra, los líderes alemanes buscaron equilibrar este acuerdo con la defensa de su interés nacional, pero en los años posteriores al golpe de Estado en Ucrania, el ala «estadounidense» del establishment alemán comenzó a tomar la delantera. Con Merz, exrepresentante de BlackRock, está firmemente al mando.

 Hoy en día, los líderes solo piensan en alinearse con un proyecto occidental cuyas prioridades suelen definirse en otros ámbitos. En un editorial publicado el 23 de junio en el Financial Times, por ejemplo, Merz y Emmanuel Macron reafirmaron su compromiso con la relación transatlántica y la OTAN (lo que siempre ha implicado la subordinación estratégica de Europa a Washington), a pesar de los recientes gestos retóricos hacia una política europea más autónoma.

 Cabe destacar que Merz, aunque critica públicamente a Donald Trump, está haciendo realidad su visión: presionar a Alemania para que aumente drásticamente el gasto en defensa, lidere la guerra en Ucrania y rompa los lazos energéticos con Rusia. Sin embargo, todo esto se presenta como una expresión de la soberanía alemana y europea. Contrariamente a la valiente postura de Gerhard Schröder contra la invasión estadounidense de Irak hace 20 años, Merz también ofreció su pleno apoyo al reciente ataque de Trump contra Irán.

 La idea de rearmar las fuerzas armadas alemanas se remonta al discurso de la Zeitenwende (punto de inflexión) pronunciado en 2022 por el entonces canciller Olaf Scholz, tras la invasión rusa de Ucrania. Scholz prometió un fondo de 100.000 millones de euros para las fuerzas armadas y el logro del objetivo del 2 % del PIB en gasto militar, tal como lo solicitó la OTAN. Sin embargo, ese punto de inflexión quedó en gran medida en el papel. Dos años después, el Consejo Alemán de Relaciones Exteriores declaró contundentemente que poco había cambiado.

 Ahora Merz está decidido a lograr lo que Scholz solo había insinuado. El nuevo canciller ha hecho de la defensa y la seguridad la piedra angular de su mandato, lanzando la campaña de rearme más ambiciosa desde la Segunda Guerra Mundial. El plan de inversión en defensa y seguridad, de 400.000 millones de euros, representaría casi la mitad del presupuesto federal. Este cambio trascendental tendrá enormes repercusiones: Berlín ha confirmado que el gasto militar alcanzará el 3,5 % del PIB para 2029, con un objetivo del 5 % a partir de entonces.

 Para lograr estos objetivos, Merz impuso una enmienda constitucional para reformar el «freno de la deuda», un mecanismo fiscal incorporado a la Ley Fundamental alemana en 2009 que limita el déficit estructural federal. A pesar de prometer mantenerlo intacto durante la campaña electoral, Merz cambió de rumbo inmediatamente después de su elección. Su gobierno aprovechó la última sesión del parlamento saliente para aprobar la enmienda. El objetivo era claro: liberar cuantiosos fondos para la expansión militar.

 El 19 de mayo, el general Carsten Breuer, el máximo oficial militar de Alemania, emitió una directiva que describe una visión integral para la Bundeswehr, con el objetivo de alcanzar la plena disponibilidad operativa para 2029. Las prioridades son numerosas y ambiciosas: equipar y digitalizar completamente todas las unidades, reanudar el servicio militar obligatorio, desarrollar defensas antidrones y antimisiles, fortalecer las capacidades ofensivas de guerra cibernética y electrónica, e incluso desarrollar sistemas de defensa espaciales. El plan también incluye fortalecer la participación de Alemania en el programa de intercambio nuclear de la OTAN y ampliar su capacidad de ataque de largo alcance.

 Estos cambios no se limitan a la doctrina militar: reflejan una profunda transformación de la postura de política exterior alemana. Merz ha expresado una firme oposición a Rusia, haciéndose eco de las voces más altas de la OTAN. Afirmó que Rusia libra una agresiva guerra híbrida a diario y declaró que «Rusia nos amenaza a todos». En vísperas de la cumbre de la OTAN, argumentó que «debemos temer que Rusia continúe la guerra más allá de Ucrania», sugiriendo una amenaza directa e inminente para Europa.

 Mientras tanto, un documento de estrategia de la Bundeswehr, publicado por Reuters, describe a Rusia como un «riesgo existencial» y habla de los preparativos del Kremlin para un conflicto a gran escala con la OTAN «para finales de la década». La idea de que Rusia podría lanzar un ataque contra Europa en los próximos años forma parte ya del discurso oficial de los líderes de la UE y la OTAN, a pesar de que Moscú no tiene ni la capacidad ni el interés estratégico para tal acción.

 Inmediatamente después de asumir el cargo, Merz lanzó una activa campaña de política exterior. Visitó capitales europeas para coordinar su postura sobre Moscú y Kiev. Una de sus primeras acciones fue viajar a Kiev con los líderes de Francia, el Reino Unido y Polonia, un gesto simbólico de unidad con Ucrania y un desafío directo a Donald Trump, quien, entretanto, había promovido públicamente un acuerdo negociado con Rusia.

 En Berlín, Merz se reunió con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, y propuso el envío de misiles Taurus de fabricación alemana, con un alcance de más de 500 kilómetros. Ante la fuerte oposición interna, dio marcha atrás parcialmente, pero retomó la estrategia con una nueva: un acuerdo de 5.000 millones de euros para la coproducción de misiles de largo alcance en territorio ucraniano con tecnología alemana.

 De forma aún más provocativa, Merz declaró que las armas suministradas por Occidente ya no están sujetas a restricciones de alcance. «Ucrania ahora puede defenderse atacando objetivos militares en Rusia», afirmó, dando así luz verde a atacar territorio ruso con armas occidentales. Por primera vez desde 1945, Alemania no solo se está rearmando a gran escala, sino que también legitima la escalada directa contra una potencia nuclear. Confirmando este enfoque, Merz anunció la entrega de nuevos sistemas alemanes de defensa aérea a Ucrania, como parte de un plan plurianual.

 Pero lo que hace particularmente significativa esta campaña de rearme es que no se limita al ámbito militar. La visión de Merz exige una movilización total: un enfoque que busca preparar no solo a las fuerzas armadas, sino a toda la economía y la infraestructura civil alemanas para la confrontación con Rusia. Los medios de comunicación, la educación, la política industrial y la defensa civil se están alineando gradualmente con la nueva postura bélica. La disidencia (política, periodística o académica) se estigmatiza cada vez más como subversiva o incluso se considera una amenaza para la seguridad nacional.

 Esta es una ruptura profunda. Durante gran parte de la posguerra, Alemania se definió contrastando su pasado militarista. Ejerció influencia no con tanques, sino con el comercio, la diplomacia y el liderazgo en la UE. La doctrina de Zivilmacht (poder civil) no era solo una línea política, sino un compromiso moral forjado a partir de las cenizas del nazismo. La Bundeswehr era un «ejército parlamentario», creado para prevenir abusos del ejecutivo e integrado en instituciones multilaterales diseñadas para limitar el aventurerismo soberano.

La retórica agresiva de Merz contra Rusia y la postura estratégica resultante representan una ruptura radical con esa tradición. Su predecesor, Olaf Scholz, si bien apoyaba a Ucrania, también se negó a autorizar el uso de armas occidentales para atacar territorio ruso. Merz ha cruzado una línea roja. Moscú ya ha advertido que tales acciones podrían provocar represalias contra objetivos de la OTAN. Hasta hace poco, semejante escenario habría sido impensable para un canciller alemán.

 Durante gran parte de la posguerra, incluso durante la Guerra Fría, la política alemana se centró en mejorar las relaciones con Rusia, entonces Unión Soviética. Esta estrategia, conocida como Ostpolitik (Política Oriental), se basaba en la creencia de que la estabilidad política y la paz en Europa podían lograrse mediante vínculos económicos más estrechos y un diálogo constante con Moscú. La distensión, no la confrontación, era el medio para generar confianza y un espacio político para la reconciliación.

 Durante más de 50 años, este fue el consenso dominante en Alemania, al menos hasta la invasión rusa de Ucrania en 2022. Sin embargo, con el tiempo, los líderes alemanes, en particular Angela Merkel, han tenido cada vez más dificultades para equilibrar los intereses estratégicos nacionales con los vínculos transatlánticos, bajo la intensa presión de Estados Unidos para desestabilizar a Rusia precisamente a través de Ucrania.

 Sin embargo, desde 2022, ese consenso posbélico ha comenzado a desmantelarse, y hoy ha sido completamente revocado. Pero ¿cómo es posible que en tan solo unos años hayamos pasado de la Ostpolitik a Merz, quien promete hacer «todo» para impedir la reapertura del gasoducto Nord Stream, lanza un rearme masivo y habla con ligereza de ayudar a Ucrania a bombardear Rusia? ¿Es esta simplemente una respuesta «natural» a la invasión rusa y al nuevo panorama geopolítico posterior a 2022, exacerbado por la retirada estadounidense?

 Según algunos observadores, este cambio de rumbo señala el peligroso regreso del nacionalismo y el revanchismo alemanes: un impulso latente que lleva mucho tiempo latente entre sectores de la élite y la sociedad. Durante décadas, argumentan, este instinto estuvo contenido por el consenso de posguerra y el orden de seguridad liderado por Estados Unidos. Ahora que Washington parece estar retirándose, esa moderación se ha relajado. Según esta interpretación, Berlín está aprovechando el vacío dejado por Estados Unidos para recuperar una posición hegemónica en Europa. Esta vez, no solo mediante influencia económica, sino también mediante una postura militar asertiva, en un inquietante regreso a las páginas oscuras del siglo XX.

 Pero esta interpretación, en mi opinión, es errónea. Lo que presenciamos no es un regreso del nacionalismo alemán, sino su opuesto. Las políticas actuales —desde el rearme masivo hasta la escalada del conflicto con Rusia— no se basan en una defensa fría de los intereses nacionales, sino en su negación. Son la expresión de una clase política que ha interiorizado tan profundamente la ideología atlantista que ya no sabe distinguir entre la estrategia nacional y la lealtad transatlántica.

La buena noticia es que las ambiciones militaristas de Alemania se enfrentan a una dura realidad: la Bundeswehr no encuentra suficientes hombres dispuestos a luchar en sus guerras. El ejército tiene un déficit de 30.000 hombres, y uno de cada cuatro reclutas abandona el ejército en un plazo de seis meses. La OTAN ha pedido a Berlín que cree siete nuevas brigadas, lo que requeriría 60.000 soldados adicionales, un objetivo que incluso el ministro de Defensa, Boris Pistorius, considera poco realista.

 Pistorius afirma que, por ahora, el reclutamiento está descartado, no por falta de voluntad, sino por su imposibilidad logística. «No tenemos las instalaciones necesarias, ni en cuarteles ni para entrenamiento», declaró el ministro al Parlamento. Sin embargo, insinuó que esta podría ser solo una fase transitoria, sujeta a que el ejército encuentre suficientes voluntarios.

 Pero el verdadero obstáculo podría no ser logístico, sino cultural. Una encuesta de YouGov reveló que el 63% de los alemanes de entre 18 y 29 años se oponen al servicio militar obligatorio; solo el 19% estaría dispuesto a luchar si Alemania fuera atacada. En cambio, el apoyo es mucho mayor entre los mayores de 60 años, quienes han superado con creces la edad de reclutamiento. «Esta divergencia generacional no es solo un cambio de actitud», argumentan los investigadores Chris Reiter y Will Wilkes. «Refleja dos realidades completamente diferentes. Los alemanes de la posguerra crecieron durante la Guerra Fría, en un mundo con una misión cívica compartida: defender la democracia del expansionismo soviético. A cambio, el Estado ofrecía empleos estables, viviendas asequibles y un sentido de propósito nacional».

 Pero este pacto social se ha roto, en medio de unas perspectivas sociales y económicas cada vez más precarias para los jóvenes. «Para muchos, el llamado a vestir uniforme no suena a patriotismo, sino a una exigencia más de un sistema que no da nada a cambio», escriben Reiter y Wilkes. «Ignoran nuestras preocupaciones y luego nos piden que muramos por el Estado; es absurdo», declaró el influencer Simon David Dressler en un debate televisado. Este sentimiento fue quizás mejor expresado por el periodista alemán de 27 años Ole Nymoen en un libro titulado « Por qué nunca lucharía por mi país» , en el que el autor aborda la oposición generalizada de su generación a la militarización, el reclutamiento y el rearme.

 Este desencanto también se refleja en la política. En las últimas elecciones, casi la mitad de los jóvenes votantes rechazaron a los partidos tradicionales y se inclinaron por Die Linke o la AfD, no necesariamente por afinidad ideológica, sino como una forma de rechazo a la agenda de la OTAN y escepticismo hacia el rearme. En última instancia, este podría ser el verdadero obstáculo para el rearme, tanto en Alemania como en otros países: cada vez más personas empiezan a comprender que los verdaderos enemigos no están en Moscú, sino entre las élites políticas y económicas de su propio país.

 El problema, entonces, no es la ambición de Alemania, sino su sumisión. Y lo trágico es que esta sumisión se disfraza de autonomía estratégica, una parodia de soberanía en una era de dependencia ideológica. Mientras que los líderes alemanes del pasado sabían que la paz con Rusia era un interés fundamental del país, los líderes actuales se comportan como si el conflicto permanente fuera un prerrequisito para la responsabilidad estatal. Este cambio de perspectiva no solo es peligroso para Alemania, sino para toda Europa.

 

Fuente: Krisis.

https://www.elviejotopo.com/topoexpress/renace-el-militarismo-aleman/

jueves, 17 de julio de 2025

La motosierra de Macron

 

La motosierra se pone en marcha en Francia, allí también con mentiras

 Juan  Torres  López 

 

El primer ministro francés, François Bayrou, acaba de anunciar un recorte de 44.000 millones de euros en el Presupuesto de 2025 que presentará el próximo mes de octubre.

El recorte afectará al gasto en educación, sanidad, pensiones y ayudas sociales y a la creación de empleo público, aunque no al gasto militar pues. Prácticamente al mismo tiempo, se ha anunciado que este aumentará en 6.000 millones de euros en los próximos dos años.

Como ocurre siempre que los políticos y economistas neoliberales hablan de deuda, ahora en Francia se vuelve a engañar a la gente. Se le hace creer que, con recortes como los de Bayrou, se va a reducir y que lo más adecuado para lograrlo es disminuir el gasto social.

Vayamos por partes y supongamos por un momento que de verdad fuese necesario reducir la deuda.

El presidente Bayrou ha justificado los recortes por el enorme volumen de deuda que acumula Francia: 3,3 billones de euros, un 114% de su PIB. Sin embargo, no ha hecho referencia a algo fundamental.

En 1973, Francia tenía una deuda pública muy baja, unos 80.000 euros de la época equivalentes a menos del 20’% del PIB. En 1995, ya era de 696.236 millones de euros, según Eurostat. En total, por lo tanto, desde 1973 a la actualidad ha crecido 3,2 billones y, desde 1995, 2,6 billones. Lo que olvida Bayrou es que Francia ha pagado 2,33 billones de euros de intereses desde 1995 y unos 2,75 billones desde 1973, siempre según Eurostat y los datos oficiales franceses. En 2024, fueron 60.200 millones de euros, 16.200 millones más de lo que se quiere recortar.

El presidente francés se queja de que la deuda pública de su país es muy elevada, pero no menciona que el 86% de su incremento desde 1973 y el 89,6% desde 1995 se debe al pago de intereses. Y, por supuesto, olvida también que Francia ha pagado esa cantidad astronómica de intereses no como efecto de una ley natural e inevitable, sino por una de 3 de enero de 1973, impulsada por el gobierno del presidente Georges Pompidou, que prohibió que el Banco de Francia siguiera financiando sin interés al Estado, como hasta entonces había hecho.

Sin esa ley, y si el Estado francés hubiera gastado lo mismo que ha gastado desde 1973, pero sin pagar intereses, la deuda pública francesa no sería hoy día del 114% del PIB que preocupa a Bayrou, sino que estaría entre el 17 y el 20% del PIB, según las diferentes estimaciones.

En resumen, lo que hace que la deuda francesa crezca sin cesar (como la de los demás países que renunciaron a la financiación del banco central) es el pago de intereses y no que el Estado gaste mucho en otras partidas. Y si eso ocurre es porque se concedió a las finanzas privadas el mayor negocio de todos los tiempos: financiar a los gobiernos a intereses de mercado. No es casualidad que Georges Pompidou hubiese sido director general del Banco Rothschild antes que presidente de la República.

El segundo engaño de Bayrou a su pueblo consiste en decirle que reduciendo el gasto público con su motosierra disminuirá la deuda.

Al aplicar la motosierra a su economía para llevar a cabo un recorte tan brutal del gasto público social, lo que Bayrou provocará será una recesión, una importante caída de la actividad económica, puesto que cada euro recortado se convertirá en una caída mayor en el ingreso de las empresas privadas y en la renta de los hogares. Esto último y el desempleo en aumento, forzosamente obligarán a que empresas y hogares aumenten su endeudamiento y provocarán,  a la postre, que siga aumentando la deuda pública, pues disminuirán los ingresos del Estado. Ha sucedido siempre y volverá a ocurrir ahora en Francia, sin ningún tipo de duda.

Bayrou lo sabe y por eso miente. Lo que busca el presidente francés con su motosierra no es reducir la deuda, sino provocar un shock para producir desmovilización social y favorecer la privatización de servicios públicos que van a empezar a funcionar aún peor cuando tengan menos financiación, manteniendo a salvo el negocio financiero.

No se trata de defender el incremento de la deuda pública como un fin en sí mismo. La deuda es una esclavitud y el gasto público debe realizarse con austeridad auténtica, con transparencia y eficacia, no con la corrupción propia del capitalismo de amiguetes y extractivo de nuestros días. Pero eso es una cosa y otra no entender que el gasto del Estado es un motor fundamental de la economía y que, cuando se frena, esta se viene abajo. O que si la deuda aumenta tanto es, como he dicho, a causa del pago de intereses.

Si el presidente francés estuviera de verdad preocupado por la deuda actuaría de otra forma. En primer lugar, tomaría medidas para evitar la sangría permanente que supone en pago de intereses, y trataría de reducirla como se ha hecho en otras ocasiones, sin necesidad de recortar gasto esencial para el bienestar o la inversión, con más equidad y racionalidad. Y, en segundo lugar, se preocuparía por otra deuda mucho más peligosa para la economía francesa y el planeta, la climática que podría llegar a suponer el 61 % del PIB de Francia en 2050, según un estudio reciente.

Bayrou se dispone a poner en marcha la nueva economía de la motosierra que no es exclusiva de Milei o Trump, sino el signo de nuestros tiempos, los de un capitalismo cada vez más degenerado e incompatible con la democracia, como explico en el libro que pronto estará en la calle publicado por Ediciones Deusto.

Fuente: https://juantorreslopez.com/la-motosierra-se-pone-en-marcha-en-francia-alli-tambien-con-mentiras/

El Sáhara Occidental pasado y presente .

 

El Sáhara Occidental tras la Paz de los Cementerios de 1958

Lluís Rodríguez Capdevila    

viernes, 11 de julio de 2025

Los BRICS del Sur Global se consolidan .

Vietnam nuevo socio: Los BRICS se expanden al 56% de la población mundial y al 44% del PIB global

 

 


 

Los BRICS se han expandido a 20 países (10 miembros y 10 socios) tras la incorporación de Vietnam. 

Los BRICS+ representan ahora el 44 % del PIB mundial (PPA) y el 56 % de la población mundial.

 

  Ben Norton

 

 7 julio, 2025


  La organización BRICS liderada por el Sur Global continúa expandiéndose.

 Mientras Estados Unidos e Israel estaban ocupados librando una guerra contra Irán en junio, los BRICS anunciaron discretamente que Vietnam había aceptado la invitación del grupo para unirse como país socio.

 Con la incorporación de Vietnam, el BRICS+ ampliado tendrá 20 miembros y socios a partir de julio de 2025.

 Los 10 miembros del BRICS son Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Egipto, Etiopía, Indonesia, Irán y los Emiratos Árabes Unidos.

 Los 10 socios del BRICS son Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Kazajstán, Malasia, Nigeria, Tailandia, Uganda, Uzbekistán y Vietnam.

 En conjunto, los BRICS 20 representan el 43,93% de la economía mundial, cuando su PIB combinado se mide en paridad de poder adquisitivo (PPA), según datos del FMI.

 Los BRICS 20 tienen una población combinada de 4.450 millones de personas, de una población mundial de 8.010 millones en 2025, según datos del FMI.

 Esto significa que los BRICS+ representan el 55,61% de la población mundial.

BRICS fue fundado inicialmente como BRIC –por Brasil, Rusia, India y China– en 2009. Sudáfrica se unió en 2010 y se convirtió en BRICS.

 La organización liderada por el Sur Global se expandió por primera vez en la cumbre BRICS en Johannesburgo, Sudáfrica, en 2023, agregando nuevos miembros.

 En su cumbre de 2024 en Kazán, Rusia, los BRICS invitaron a una docena más de países a unirse como “estados socios”.

 Desde su expansión, el grupo ha sido frecuentemente denominado BRICS+, aunque no existe una definición fija de este término y se utilizan ambos nombres.

 Vietnam había sido invitado a convertirse en socio del BRICS en la cumbre de octubre de 2024, pero esperó hasta junio de 2025 para aceptar la invitación

 EE.UU. no logra dividir a China y Vietnam: Hanoi mantiene su no alineación

 La decisión de Vietnam de unirse al BRICS es profundamente simbólica, porque reafirma la política exterior independiente del país y su no alineamiento estratégico.

 El propio BRICS comparte muchos puntos en común con el Movimiento de Países No Alineados, fundado por líderes anticoloniales del Sur Global que se negaron a participar en la Primera Guerra Fría.

 En el siglo XXI, Estados Unidos ha buscado dividir a Vietnam de China, como parte de la Segunda Guerra Fría que Washington libra contra Pekín.

 El gobierno de Estados Unidos planea desviar las cadenas de suministro a través de Vietnam para excluir a China, en un ejemplo de lo que se ha denominado “friendshoring”.

 Washington ha presionado a las empresas estadounidenses para que se “desvinculen” tecnológicamente de China , retiren sus inversiones del país y se reubiquen en Vietnam.

 Esta política de divide y vencerás ha sido aplicada tanto por las administraciones de Donald Trump como de Joe Biden.

 El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, un multimillonario gestor de fondos de cobertura de Wall Street, intentó reclutar a Vietnam, Japón, Corea del Sur e India para aislar a China en lo que Bloomberg describió como una estrategia de “gran cerco” .

Sin embargo, Vietnam ha resistido firmemente los esfuerzos de Estados Unidos por sabotear sus relaciones con China .

 De hecho, las relaciones entre Hanoi y Pekín han mejorado en los últimos años , tras las tumultuosas décadas de la Primera Guerra Fría y la ruptura chino-soviética, cuando Vietnam se había acercado mucho más a la URSS.

China es el principal socio comercial de Vietnam . Estados Unidos es el segundo.

 La amenaza de Donald Trump de imponer altos aranceles a Vietnam, cuya economía depende en gran medida de las exportaciones al mercado estadounidense, sólo ha alentado a Hanoi y Pekín a acercarse .

 Hoy en día, Vietnam promueve la no alineación, basada en la política de los “Cuatro No” , que el gobierno vietnamita ha definido de la siguiente manera:

No participar en alianzas militares .No ponerse del lado de un país para actuar en contra de otro .Ninguna base militar extranjera en territorio vietnamita ni utilizar a Vietnam como palanca para contrarrestar a otros países, y

No usar la fuerza ni amenazar con usar la fuerza en las relaciones internacionales.

A pesar de sus diferencias geopolíticas tras la ruptura chino-soviética, la República Popular China y la República Socialista de Vietnam tienen sistemas políticos y económicos muy similares, especialmente después de que ambas llevaron a cabo un proceso de reforma de mercado.

 China describe su sistema como una economía de mercado socialista . Vietnam lo define como una economía de mercado de orientación socialista .

 Los modelos socialistas de mercado de China y Vietnam han tenido un éxito notable en el desarrollo económico, la reducción de la pobreza, el aumento de los ingresos de la clase trabajadora y el ascenso en la cadena de valor global de la manufactura industrial .https://observatoriocrisis.com/2025/07/07/vietnam-nuevo-socio-los-brics-se-expanden-al-56-de-la-poblacion-mundial-y-al-44-del-pib-global/

Nota del blog - Trump en venganza le metió a Vietnam un arancel  del 90%  por no romper  con su socio mayoritario, China y  otro a Brasil del 50%  mintiendo  al decir que USA tiene déficit  comercial cuando EEUU ha tenido un superávit comercial de más de 410 000 millones de dólares con Brasil en los últimos 15 años alegando además una caza  de brujas por juzgar  a Bolsonaro por golpista.

 Y Lula le respondió con un arancel  similar y defendiendo la soberanía política  y judicial brasileña..

Y ver como lo explica  el geopolítico Pepe Escobar https://observatoriocrisis.com/2025/07/10/lo-que-realmente-lograron-los-brics-en-rio-de-janeiro/

 

 

 

miércoles, 9 de julio de 2025

Australia .- El genocidio aborigen.

 

Australia frente a su historia oculta: El genocidio aborigen


Fuentes: Rebelión

Durante décadas, la historia oficial australiana ha silenciado uno de los capítulos más oscuros de su pasado: el exterminio sistemático de los pueblos aborígenes tras la llegada de los colonos europeos.

Sin embargo, una reciente investigación académica ha calificado por primera vez estos crímenes como un auténtico genocidio, desafiando los cimientos de la narrativa nacional y abriendo una herida que sigue supurando en la memoria colectiva del país.

Según un informe elaborado por historiadores de la Universidad de Newcastle, más de 10,000 aborígenes fueron asesinados deliberadamente entre los siglos XVIII y XX. Las matanzas no fueron aisladas ni fortuitas, sino parte de una política encubierta —aunque a veces explícitamente justificada— para “limpiar” territorios que los colonos británicos codiciaban para la agricultura y la expansión.

El estudio localizó más de 420 sitios de masacres distribuidos por todo el continente, desde Queensland hasta Tasmania, confirmando lo que las comunidades indígenas han denunciado por generaciones. Muchas de estas matanzas fueron perpetradas por milicias paramilitares contratadas por colonos, o incluso por unidades policiales bajo el auspicio del Estado colonial. La mayoría de las víctimas eran hombres, mujeres y niños desarmados, asesinados sin juicio ni remordimiento.

A pesar de la magnitud de estos crímenes, el Estado australiano ha tardado más de dos siglos en comenzar a asumir su responsabilidad. El negacionismo ha sido un componente estructural de la educación, los medios de comunicación y la política nacional. Sólo en los últimos años —y con una presión creciente desde las comunidades indígenas y organizaciones de derechos humanos— ha comenzado a abrirse paso una narrativa más honesta.

El informe destaca que el genocidio no sólo fue físico, sino también cultural. La separación forzosa de niños indígenas de sus familias, lo que hoy se conoce como las «Generaciones Robadas», constituye otra forma de exterminio: el intento deliberado de erradicar una cultura, una identidad, una cosmovisión.

Aún más alarmante es la escasa o nula rendición de cuentas. No hay registros de que los responsables de estas masacres —muchos de ellos incluso celebrados como «pioneros» en monumentos públicos— hayan sido juzgados. Este silencio institucional ha perpetuado el trauma y el racismo estructural que persiste hasta hoy.

El reconocimiento de estos crímenes como genocidio no es solo una cuestión semántica. Es un paso esencial hacia la justicia histórica. Llamar genocidio al genocidio obliga al Estado australiano a replantear su relación con los pueblos indígenas, desde el reconocimiento territorial hasta la reparación simbólica y material.

La gran pregunta que se impone ahora es: ¿tendrá Australia el valor político y moral de afrontar las consecuencias de esta verdad histórica? ¿O seguirá navegando en la cómoda niebla del olvido, mientras sus primeros habitantes continúan esperando justicia?

Ver: https://c21ch.newcastle.edu.au/colonialmassacres/introduction.php