jueves, 7 de septiembre de 2023

El programa de asesinatos de Kiev desde el 2014.

 

Programa de asesinatos


La guerra ruso ucraniana que comenzó en febrero de 2022 en parte sobre la iniciada en 2014 no solo ha hecho aumentar la extensión y la intensidad de la violencia, sino que ha convertido la cuestión ucraniana en uno de los grandes temas de la agenda política y mediática internacional. Además de causar un enorme flujo de asistencia militar, económica y financiera hacia Ucrania, la invasión rusa ha permitido destapar todo aquello que había que mantener en silencio durante la guerra de Donbass. Es el caso de la actitud ucraniana hacia los acuerdos de Minsk, que durante siete años fueron “la única alternativa” viable para resolver el conflicto. En ello coincidían en sus declaraciones públicas las autoridades rusas, las ucranianas y las europeas.

La llegada de las tropas rusas a territorio ucraniano cambió bruscamente la postura hacia aquellos acuerdos. Aunque durante algunas semanas -concretamente aquellas en las que Ucrania simulaba dialogar con Rusia un acuerdo de paz- se mantuvo la exigencia de regresar a las fronteras del 23 de febrero de 2022 y algún representante internacional exigió el cumplimiento de Minsk, los acuerdos desaparecieron completamente del discurso con la ruptura de las negociaciones en Ankara. Desde entonces, la narrativa ucraniana ha pasado a adoptar el discurso ya existente en el pasado en Estados Unidos, que calificaba los acuerdos de paz como inviables e innecesarios, ya que no resolvían la cuestión clave: Crimea. Sin la presión de sus aliados europeos para mantener la ficción de Minsk, Ucrania admite ahora sin ningún tapujo que nunca tuvo intención de cumplir aquel tratado firmado en la capital bielorrusa en febrero de 2015.

Sin embargo, la cuestión de Minsk no es la única en la que la libertad que ofrece la guerra entre Rusia y Ucrania permite sacar a la luz aspectos que en el pasado se habían mantenido ocultos, en parte gracias a la connivencia de la prensa internacional, que desde la victoria de Maidan ha optado siempre por no hacer preguntas incómodas a las autoridades ucranianas. Uno de los aspectos que ahora tienen cabida en la prensa mundial, que en ocasiones los ha tratado con la trivialidad propia de quien ha ignorado durante ocho años el sufrimiento de la población sometida a una guerra y a un bloqueo económico, es el de los asesinatos selectivos. Desde la recuperación de los territorios de la margen derecha del Dniéper y las partes bajo control ruso de la región de Járkov, varios medios se habían referido ya, en general en términos legitimadores, a los abusos cometidos contra toda aquella persona considerada colaboracionista, un contexto que se presta a todo tipo de venganzas personales y políticas que no parecen molestar excesivamente ni a Ucrania ni a sus defensores.

Recientemente, se ha hablado también, y en este caso con algún matiz de crítica, de los asesinatos selectivos cometidos por Ucrania. Hasta la llegada de las tropas rusas, toda muerte violenta que se producía en los territorios de la RPD y la RPL era calificada por Ucrania de lucha interna entre diferentes facciones terroristas o enfrentamientos con Rusia. Incluso las bajas que se producían a causa de los bombardeos de artillería eran achacadas a Rusia, algo que en el discurso ucraniano no chocaba con la calificación de esos territorios como ocupados ni con las constantes declaraciones sobre cómo Moscú manejaba todos los hilos. Si la prensa no ponía en duda que Rusia bombardeara a sus fuerzas proxy, tampoco era necesario dudar de la palabra ucraniana en los casos en los que las muertes violentas no se producían en el frente. La percepción de que cada palabra procedente de Moscú -y por extensión también de Donetsk y Lugansk- es parte de la propaganda del Kremlin para deslegitimar a Ucrania y que cada declaración de Kiev ha de ser considerada como un hecho probado precede en muchos años a la invasión rusa. Así lo demuestra el caso de los asesinatos selectivos cometidos en los años de guerra en Donbass.

La guerra con Rusia no solo hace justificable -al menos en términos políticos y mediáticos- la política activa de asesinar a oponentes o figuras rusas o prorrusas en los territorios de Ucrania bajo control ruso o en la propia Federación Rusa, sino que permite incluso publicar artículos que contradicen abiertamente el discurso que se mantuvo durante los ocho años de guerra en Donbass. Ya no es necesario ocultar el papel del SBU durante la etapa 2014-2022 ni el del GUR actualmente. Como recuerda un artículo publicado esta semana, el propio Kirilo Budanov, director de la inteligencia militar ucraniana, afirmó recientemente que no es necesario para Ucrania crear una estructura similar a la del Mossad, “porque ya existe”. Budanov, que no ha escondido que utiliza a grupos de la derecha más extrema, posiblemente el sector más movilizado e ideologizado en su odio a todo lo ruso, en sus acciones en la retaguardia rusa, tampoco ha evitado confirmar que Ucrania dispone de listas de personas a liquidar. Sin embargo, hasta esta semana, ningún medio había hablado de la táctica de la venganza de sangre de una forma tan abierta como The Economist, que el pasado lunes escribía que “Evgen Yunakov, el alcalde de Velikiy Burluk, en la región de Járkov, había sido identificado como un colaborador de los rusos. Cáucaso, un comandante de fuerzas especiales ucranianas, y un grupo de oficiales locales recibieron el trabajo. Sus hombres le observaron meticulosamente durante días: cuándo compraba, cuándo y dónde iba, su seguridad. Una vez que detonaron su bomba a distancia, desaparecieron en pisos francos dentro de los territorios ocupados. El grupo no volvería a territorio bajo control ucraniano hasta semanas más tarde, una vez que la localidad fue liberada. El cuerpo de Yunakov nunca ha sido encontrado”.

Sin matiz de crítica por el asesinato de un alcalde de pueblo aplicando la justicia de los servicios de inteligencia, The Economist añade que “en los 18 meses de guerra, docenas de personas como Yunakov han sido blanco de operaciones clínicas a lo largo de la Ucrania ocupada y también dentro de Rusia”. El artículo, legitimador con gran parte de la estrategia ucraniana, da credibilidad a la afirmación de que el presidente Zelensky ha ordenado minimizar las bajas civiles. Esa opción de confiar en la palabra del presidente ucraniano ignora deliberadamente que aquellos artefactos explosivos han actuado de forma tan clínica que han acabado con las familias de las personas señaladas para morir.

El único caso en el que se muestra cierto tono crítico es el de la muerte de Daria Dugina, una civil que no había participado en la guerra y que posiblemente ni siquiera era la víctima seleccionada en un ataque que probablemente estaba destinado a su padre. En cualquier caso, no se pone en duda la continuación esos asesinatos del SBU y el GUR, inteligencia civil y militar respectivamente. En el último año y medio ha sido evidente que en cada ocasión que Ucrania se ha referido a partisanos ucranianos que actúan en la retaguardia ha descrito realmente el trabajo de grupos vinculados a la inteligencia militar, de la misma forma que muchos de los asesinatos de años anteriores o los ataques contra, por ejemplo, los fiscales de Lugansk, se deben probablemente al SBU. Sin embargo, el artículo choca con el discurso que se ha mantenido hasta ahora en relación con esos actos, especialmente con los ocurridos en los años en los que la guerra estaba delimitada geográficamente en Donbass.

Posiblemente lo más sorprendente del artículo publicado por The Economist esta semana es la suma del titular, que se refiere abiertamente a un “programa de asesinatos”, y la imagen con la que se ilustra: el lugar del centro de Donetsk en el que murió de Alexander Zajarchenko, primer líder de la RPD, firmante de los acuerdos de Minsk y asesinado el 31 de agosto de 2018. Una rápida revisión a las reacciones de las partes y de la prensa internacional en aquel momento recuerda que Rusia acusó rápidamente a Ucrania de haber cometido un acto terrorista. Una bomba había explotado al abrirse la puerta del establecimiento en el que Zajarchenko y otros miembros de la organización Oplot se disponían a homenajear al cantante ruso Iosif Kobzon, que había muerto el día anterior. Ucrania, por su parte, veía detrás del asesinato la mano de Moscú, teoría que se trasladó sin grandes dificultades a toda la prensa occidental, que dio voz a quien siempre debió ser considerado uno de los posibles sospechosos del crimen. La BBC, por ejemplo, afirmaba entonces que “una portavoz del servicio de seguridad ucraniano, Yelena Gitlyanskaya, rechazó las acusaciones de Moscú. Afirmó que el asesinato ha sido el resultado de «luchas internas…entre los terroristas y sus patrocinadores rusos».

The Economist cita a Valentin Nalivaychenko, director del SBU durante varios de los años en los que se produjeron muertes violentas en Donbass, describiendo el momento y la lógica del programa de asesinatos. “En la Ucrania moderna, los asesinatos se remontan a, al menos, 2015, cuando el servicio nacional de seguridad (SBU) creó un cuerpo después de que Rusia hubiera capturado Crimea y la región de Donbass. El quinto directorio de contrainteligencia de élite creó una fuerza de sabotaje en respuesta a la invasión. Después se centró en los que eufemísticamente calificó de trabajo mojado”.

No es de extrañar que se mencione la fecha de 2015. Fue entonces cuando, temiendo un colapso de sus fuerzas militares, Ucrania se vio obligada a firmar los acuerdos de Minsk, ese proceso de paz que Kiev admite ahora que jamás tuvo intención de seguir. Las operaciones militares a gran escala habían terminado y con ellas la posibilidad de derrotar militarmente a las Repúblicas Populares. De ahí que Ucrania buscara vías alternativas para destruir la rebelión de Donbass: el mantenimiento de la presión con bombardeos de las zonas del frente, bloqueo económico contra la población civil y asesinatos selectivos contra personas elegidas. “Con reticencias llegamos a la conclusión de que necesitábamos eliminar a gente”, afirma Naliaychenko, en aquel momento director del SBU, que cínicamente afirma que “teníamos que llevar la guerra hasta ellos”. Ucrania había llevado la guerra hasta Donbass la segunda semana de abril de 2014 con el decreto de la operación antiterrorista, que rápidamente se convirtió en una guerra abierta. La población vivió aquel verano sin suministro de agua y pronto vio cómo Ucrania dejaba de pagar salarios, pensiones y prestaciones sociales mientras intentaba sitiar Donetsk, Lugansk y Gorlovka, las tres grandes ciudades aún bajo control de la RPD y la RPL. Nada de eso había conseguido el objetivo de obligar a Donbass a rendirse a Ucrania ni había resulto el problema político.

La decisión organizar asesinatos selectivos “llegó cuando los entonces líderes de Ucrania decidieron que la política de encarcelar a colaboradores no era suficiente. Con ese argumento, Nalivaychenko admite implícitamente algo que Kiev ha negado desde 2014, que existiera una parte de la población favorable a las Repúblicas Populares y contraria a Ucrania. “Las prisiones estaban desbordadas, pero pocas personas eran disuadidas”, afirma The Economist sin explicar la lógica de intentar desalentar a la población de la parte de Donbass bajo control ucraniano por medio del asesinato político de líderes de las Repúblicas Populares.

Frente a las muertes violentas que se produjeron a lo largo de esos años en Lugansk, mucho más inestable y con facciones abiertamente enfrentadas entre ellas, ciertos asesinatos que se cometieron en Donetsk siempre parecieron obra del servicio secreto que más se beneficiaba de esas muertes. Desestabilizar la situación política y económica siempre fue la estrategia de Ucrania desde el verano de 2014, pero especialmente desde la firma de los acuerdos de Minsk. Eliminar a líderes militares favorecía también la desestabilización militar. Entre esos asesinatos destacan tres, que son también los mismos que menciona, aunque sin adjudicar claramente, el artículo de The Economist: Arsen Pavlov, Motorola; Mijaíl Tolstyj, Givi y Alexander Zajarchenko, Batya. En el caso de este último, Ucrania había eliminado a una de las personas con las que se había comprometido a negociar en el formato de Minsk.

Pero si el objetivo de Kiev era disuadir a la población, los actos tuvieron el efecto contrario. Decenas de miles de personas salieron a las calles de Donetsk a mostrar sus respetos a esas tres figuras y, sobre todo, para mostrar su rechazo a Ucrania mientras Kiev insistía en que se trataba de actos terroristas cometidos por Rusia y la prensa legitimaba el discurso publicando sin matiz crítico ni contexto las declaraciones del SBU, al que ahora sutilmente apunta como ejecutor de los hechos.

Programa de asesinatos | SLAVYANGRAD.es.


 Nota del blog

 Entre  el 2014 y el 2020   millón y medio de ucranianos calificados de rusos tuvieron que exiliarse   esta la nota en el CEAR Comisión Española de Ayuda al Refugiado   ,  la mayoría   a la Federación Rusa  y a Bielorrusia  en la  UE ni no los reconocían  ni los admitían ..la represión política en Ucrania fue ya  denunciada


https://rebelion.org/las-personas-que-se-oponen-al-gobierno-actual-estan-detenidas-o-muertas/


sábado, 2 de septiembre de 2023

Wokismo .

 

 

Wokismo: delirios ideológicos y conflictos importados

1 septiembre, 2023

Silvio Salas

 

 «(…) nadie merece derechos especiales, protecciones o privilegios sobre la base de su excentricidad.»  Camille Paglia

 Introducirnos al wokismo exige comprender el contexto histórico que ha propiciado su aparición. El autor se remonta a sus orígenes y rastrea su recorrido para mostrar que, detrás de su exhibicionismo moral, se halla un proyecto político formulado para disgregar la sociedad.

 El wokismo emana de los Estados dominantes, las talasocracias mercantiles y liberales: Estados Unidos principalmente, aunque también es un fenómeno propio en los demás países desarrollados del mundo anglosajón (Canadá, Reino Unido, Australia…). En particular de sus centros académicos y, más específicamente, de figuras como Judith Butler (autora fundacional de la teoría queer), Peggy McIntosh (popularizadora de la hipótesis del «privilegio blanco») o Kimberlé Crenshaw (creadora del concepto «interseccionalidad»). Y aunque haya sido caracterizado como una ideología de subordinación en la medida que está siendo introducido en otras sociedades políticas, lo cierto es que es impulsado con mayor fuerza puertas adentro.

 El wokismo ataca toda noción de frontera; bien sea la que separa biológicamente al hombre de la mujer (negación de las diferencias sexuales), lo público de lo privado (a la manera de la proclama feminista «lo personal es político») y, en sentido más concreto, a unas naciones de otras (cosmopolitismo globalista). En suma, busca establecer la primacía de un individuo aislado, un «sujeto hidropónico» [Alicia Melchor] con raíces débiles y suspendidas en el aire, que no deba nada a la naturaleza y posea la capacidad de «autoengendramiento» [Alain de Benoist].

 Se impone a través del método de la censura o cancelación (cancel culture). Cancelar el pasado, la tradición, los vínculos sociales… Todo con un sentido aparentemente reivindicativo (por ejemplo, derribar una estatua porque al personaje histórico se le atribuyen actitudes racistas, o reescribir una novela para así contener elementos sexistas que puedan ser hirientes para la sensibilidad del lector). Más allá de la reivindicación nominal, su intención es disociar al hombre de toda cultura moral orgánica y natural. Sacarlo de su ser histórico. Un barbarismo ilustrado, si cabe la contradicción, pues su cuerpo militar se encuentra en Oxford, Harvard y Berkley.

 Es el ideario perfecto para una época en la que, como escribió Theodore Dalrymple, parecer bueno es más importante que hacer el bien. Por eso halla su expresión en el «alardeo moral» o «postureo ético» (virtue-signalling): una solidaridad irreflexiva y cuasi automática, mezclada con preocupación impostada, por cualquier causa buenista que domina la agenda noticiosa. Y esa agenda de «causas actuales» puede ser cualquier cosa: el viral Kony 2012, la movida Welcome Refugees, el #StandWithUkraine, etcétera.

 Etimología y significado político

El término woke («despertó») ha tenido un largo periplo desde las luchas en favor de los derechos civiles hasta el actual activismo hashtag. Por lo que, de remontarnos al origen de la expresión, debemos mencionar el discurso titulado Remaining Awake Through a Great Revolution: ante el Oberlin College, el reverendo Martin Luther King instó a sus seguidores a «permanecer despiertos» (stay awake) durante la gran revolución social que estaba «barriendo el viejo orden colonial».

 Más recientemente, en el año 2008, la expresión fue retomada por la cantante de neo-soul Erykha Badu en el coro de su canción Master Teacher. Y luego, en el año 2012, en un tuit que dedicó a la banda rusa Pussy Riot tras la detención de sus miembros. Badu, echando mano de su inglés afroestadounidense vernáculo (un dialecto social conocido coloquialmente como «ebónico»), cambió la palabra awake por woke. Su renovado stay woke adquirió gran relevancia en 2014, con las protestas por la muerte del joven negro Michael Brown a causa de los disparos de un policía en la ciudad de Ferguson, en el estado de Misuri.

 La diferencia entre las versiones de King y Badu no se reducen a la conjugación (stay woke es una incorrección gramatical). El mensaje del doctor King tenía que ver con trascender las aspiraciones individuales y desarrollar una perspectiva mental que estuviera a la altura de las circunstancias históricas, porque, como decía, «estamos atrapados en una red inescapable de mutualidad» (ergo, tenemos un «destino común»). Para Badu, en cambio, «lo despierto» se aplica a muchas facetas de la vida y no es algo explícitamente político. «Se trata de ser consciente, de estar alineado con la naturaleza», dijo al respecto de su aporte lexicográfico, y de forma un tanto divagante, en el canal de televisión MSNBC. Y apostilló: «al estar alineado con la naturaleza, serás consciente de lo que pasa con tu salud, en tus relaciones, en tu casa, en tu coche…».

 Así pues, más que ante una etiqueta política, estamos ante un llamado: permanecer alertas frente a los cambios sociales, no ser indiferentes a las injusticias (sobre todo aquellas dirigidas a las minorías, pues se ha trascendido el componente racial). Incluso en el pico de las protestas Black Lives Matter y grupos afines, pocos activistas se presentaban a sí mismos como woke. Hoy virtualmente ninguno lo hace.

 Entonces, ¿quiénes son los wokes?

No está clara la relación de la nueva izquierda indefinida de matriz anglosajona con su hijo natural: el woke. Parece que prefiere mantenerlo en la discreción de lo implícito, o peor aún, negar rotundamente su vinculación con él. Ya sea porque ser abierta al respecto mancilla su imagen pública, y con ella su credibilidad; o porque, al puro estilo de las ideologías de control social, sirve mejor a sus propósitos si mantiene su verdadera imagen en un segundo plano.

 El wokismo ha llegado a ser uno de esos significantes enemigos que se vuelven útiles porque describen un fenómeno político relevante y con ciertas características novedosas, al margen del número de quienes lo enarbolan como seña de identidad. Por ejemplo, el neoliberalismo no es una mera ficción, aunque el nobel Vargas Llosa asegure, intentando parecer ingenioso, que nunca ha conocido a un neoliberal. Como reza el tópico baudeleriano, «el mayor truco del diablo es hacernos creer que no existe».

 En los entornos de las redes sociales, el woke tiene su contraparte en el based (basado). Basado es aquel que resulta transgresor en tiempos de moralina, aquel que desafía el totalitarismo blando de lo políticamente correcto. Tiende a relacionarse con cierta derecha iliberal, pero también incluye a la izquierda de viejo cuño. Pueden ser considerados «basados» tanto Diego Fusaro –por defender las soberanías nacionales frente al globalismo– como Michel Houellebecq –por advertir contra los efectos de la islamización de Francia–.

 Para los defensores de la «basadez», lo woke da grima (cringe). El clivaje woke-based es, sobre todo, muy propio de Twitter, donde hasta autoproclamados nacionalistas de los más diversos países hacen uso de neologismos internáuticos de inequívoco sello estadounidense. Lo que vemos aquí es que la guerra cultural estadounidense se traslada al resto del mundo, multiplicando su alcance en forma de memes y cacaposteo.

 Palabras que pierden valor y sentido

La noción política de «despertar» aparece, como se ha visto, con un uso bastante legítimo. Transcurrido el tiempo, sin embargo, ha degenerado considerablemente. Ya no remite a la consecución de derechos elementales, sino a un identitarismo fanático. Black Lives Matter, que según el Centro Pew llegó a contar el apoyo de casi tres cuartas partes de los estadounidenses tras la muerte de George Floyd, hoy posee apenas un cincuenta por ciento de valoración favorable. Las olas de vandalismo y saqueos desatadas en su nombre causaron dos mil millones de dólares en daños solo en 2020, y han minado seriamente la imagen de la que gozaba.

 El movimiento Black Lives Matter hacía un llamado a «estar despiertos» ante esa lacra que afectaría a los afroamericanos: los prejuicios raciales, que serían la causa de los encuentros fatales entre policías y civiles negros desarmados. No obstante, este planteamiento ha sido rechazado, entre otros estudios, por las publicaciones de la abogada Heather Mac Donald, quien en su testimonio ante el Congreso de Estados Unidos en 2019 ofreció datos que respaldan este otro planteamiento: el verdadero riesgo para las personas negras no es la brutalidad policial, sino el crimen de negros contra negros (black on black crime), a la vista del casi centenar de heridos de bala que en una ciudad como Chicago se pueden registrar en un fin de semana.

 Nueva Izquierda y guerra fría cultural

Como antecedente directo del wokismo no se puede perder de vista la «oposición controlada», aupada en Occidente en el marco de la Guerra Fría, que condujo a la configuración de una «izquierda» que aceptaba el mercado en el plano económico y se alineaba a los intereses atlantistas en el plano geopolítico.

 La estrategia para combatir el comunismo soviético por parte de Estados Unidos no solamente se sirvió, como es obvio, de medios militares, políticos y financieros. También lo hizo de una gran ofensiva cultural e ideológica. El primer gran esfuerzo en esa dirección se puso en marcha en la era Truman con la denominada «Campaña por la Verdad» (Campaign for Truth) que, en palabras del presidente demócrata, consistía en responder dondequiera que se difundiera «la propaganda comunista» con «información honesta sobre la libertad y la democracia». El ariete encubierto de esta iniciativa fue el Proyecto Troya (Project Troy), una operación que contó con figuras de la talla del físico Edward Mills Purcell, y que cimentó una buena relación entre la naciente CIA y universidades como el MIT y Harvard. Su fin primordial era magnificar el impacto en el bloque del Este de Voz de América (VoA), el más grande órgano de radiodifusión financiado por el Gobierno estadounidense.

 Nadie entendería mejor la importancia del poder blando en el choque bipolar que el sucesor de Truman, el general Dwight Eisenhower. Para «Ike» vencer a la URSS no consistía meramente en «conquistar territorio» o «sojuzgar por la fuerza». La guerra militar era secundaria frente a la «guerra psicológica», a la que definía como una «disputa por las mentes y las voluntades de los hombres».

 En esa peculiar guerra fría ideológico-cultural dentro de la Guerra Fría, el combate contra el realismo socialista se realizó mediante la promoción del expresionismo abstracto en las artes pictóricas y la atonalidad en la música. Incluyó, asimismo, otras manifestaciones y corrientes artístico-culturales. Entes subsidiarios de la CIA y el Departamento de Estado financiaron desde exposiciones de Jackson Pollock hasta giras de Louis Armstrong y Benny Goodman (al respecto de esto existe extensa bibliografía, y algunos de los autores que mejor lo han tratado son Frances Stonor Saunders y Gabriel Rockhill).

 En el año de 1951 se establece formalmente el que quizá sea el órgano más importante de la cruzada cultural de Washington: el Congreso por la Libertad de la Cultura (CCF, por sus siglas en inglés). El CCF fue extraordinariamente hábil en reclutar a la intelligentsia izquierdista desafecta con la URSS, en particular a la bujarinista-trotskista. «Denme cien millones de dólares y mil personas dedicadas, y yo les garantizaré una ola tan grande de agitación democrática entre las masas del imperio de Stalin que todos sus problemas por un largo tiempo serán internos», fue la promesa de su fundador Sidney Hook.

 El CCF y otras organizaciones fachadas mantuvieron a flote revistas de la izquierda anti-estalinista estadounidense como The New Leader, Encounter y Partisan Review, subsidiándolas cuando sus bajas suscripciones las habían hecho económicamente inviables.

 En el ámbito hispánico destacó la publicación Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura. Editada, entre otros, por Luis Araquistaín (quien había sido ideólogo de Largo Caballero), se trataba de un espacio que reunía a intelectuales que habían renegado del marxismo con anticomunistas de toda la vida, como Jorge Luis Borges. Sus artículos exaltaban los valores liberales y el rol de Estados Unidos en el mundo.

 Entre los nombres señeros que recibieron directa o indirectamente fondos de la inteligencia estadounidense están la feminista Gloria Steinem y el gurú de las drogas psicodélicas Timothy Leary. La Nueva Izquierda vendió trasgresión, ruptura y prestigio intelectual sin amenazar demasiado al sistema capitalista. Su objetivo era la desregulación moral por encima de cualquier otra cosa. No abandonó, a contrapelo de una visión muy extendida, a los trabajadores en favor de las minorías. O al menos no inicialmente. Según explica Paul Gottfried en La extraña muerte del marxismo, desplazó su sujeto cliente a las clases medias que, tras la ebullición contracultural de los años sesenta, empezaron a desechar sus viejos valores.

 Sustrato angloprotestante

Podría decirse que la ideología woke no es una deriva orgánica del protestantismo, pero sí se ha aprovechado de una serie de condiciones que están presentes en él. Es decir, toma fuerza dentro del contexto protestante sin ser su corolario inevitable. De hecho, no puede omitirse el amplio apoyo gubernamental y corporativo que recibe el wokismo en las sociedades protestantes.

 Un rasgo evidente del wokismo es su supremacismo moral, clave en la cultura protestante, que mira desdeñosa al «oscurantismo católico». Donde esto se puede observar con mayor facilidad es en la vertiente evangélica literalista, que propugna que cada quien puede interpretar la Biblia por su propia cuenta, aun desprovisto de claves hermenéuticas. Por lo que, en la cultura protestante, el individuo es garante de la fe y tiene una relación directa con Dios, dado que no pasa por ninguna mediación. De igual manera, el woke se basta a sí mismo –a su reivindicación como víctima o como oprimido– para atribuirse la verdad.

 El pueblo estadounidense, y el mundo protestante en general, se siente elegido por la Providencia para llevar un mensaje de «libertad». Dicho mensaje hoy se encarna en la ideología woke que, con el pretexto de emancipar a la liga global de «oprimidos», convierte a todos los partidos de la izquierda genérica en franquicias del Partido Demócrata y del poder blando anglosajón.

 El desmoronamiento de la arcadia feliz progresista

No es fácil reconciliar las aspiraciones de grupos tan dispares como las mujeres, los inmigrantes y la denominada comunidad LGBT. La interseccionalidad –más que una mera herramienta analítica– es el débil pegamento que busca mantener unida a esta coalición, como imbricación de opresiones y convergencia de desigualdades.

 Más allá de cualquier esfuerzo aglutinador, es muy probable que la ideología woke, al estar dirigida a un sujeto político múltiple y fragmentario, acabe descendiendo y dando lugar a una guerra de particularismos, a una guerra fundamentada en intereses particulares contrapuestos. De hecho, ya presenta varias fracturas…

 Se ha evidenciado una enconada enemistad entre grupos feministas surgidos de la nueva izquierda: los colectivos queer y las radfems se han enfrentado dialéctica e incluso físicamente en las marchas del 8M de este año. De igual manera, recientemente se han producido conflictos entre padres musulmanes y transactivistas a cuenta de la enseñanza de «ideología de género» en escuelas de Canadá: ¿Qué reivindicación debe priorizarse, la de las minorías religiosas o la de las minorías no heterosexuales?

 La articulación política y electoral desde lo minoritario a priori parece tener sentido en sociedades occidentales cada vez más diversas. Ocurre, sin embargo, que muchas de las identidades woke, sean colectivas o individuales, buscan un carácter particular, singular, minoritario… No se construyen a partir de la percepción social, sino que emanan de la «cultura nihilista de la autoidentificación ilimitada» [Rusell Reno]. No suman, disgregan.

 Es por ello que el imperio anglosajón contemporáneo es el primer imperio en la historia que promueve lo que podríamos llamar una anticultura, es decir, una cultura basada en la disgregación de los vínculos sociales, en el desarraigo y en el puro presentismo del individuo. Se encuentra en guerra consigo mismo, y arrastra a quienes adoptan sus modas ideológicas junto con él.

 https://www.elviejotopo.com/topoexpress/salio-el-topo-de-septiembre/


jueves, 31 de agosto de 2023

La belicosidad de Biden

 

En camisa de once varas

La amplia y peligrosa belicosidad de Joseph Biden

 Por Ernesto López |

01/09/2023 | 

 En una entrevista concedida a ABC News el 17 de marzo de 2021, Joseph Biden colocó algunos sorprendentes puntos sobre las íes. Entre otras cosas dijo que a fines de enero había tenido una comunicación telefónica con Vladimir Putin, en la que le advirtió que estaba al tanto de la intromisión rusa en las elecciones presidenciales del 3 de noviembre de 2020, maniobra que había intentado favorecer a Donald Trump. Textualmente le afirmó: “Si establezco que esto ocurrió entonces prepárate”. Su entrevistador le preguntó seguidamente si creía que Putin era un asesino. La lacónica respuesta de Biden fue “sí”. Y agregó que aquel “pagaría un precio por lo hecho”.

 Y así fue. Su embestida contra el premier ruso comenzó el 2 de febrero de 2021, a 13 días apenas de haber asumido la presidencia. Dispuso que dos poderosos cruceros encuadrados en la 7ª Flota –el USS Donald Cook y el USS Porter– ingresaran al Mar Negro. En junios se iniciaron las amplias y potentes maniobras aeronavales denominadas “Sea Breeze”, también en el Mar Negro, en las que participaron más de 30 naves de guerra de la OTAN y de otros países que no la integraban, entre ellos Ucrania. Nada de eso resultaba común y corriente en ese pequeño mar. En septiembre se internaron en el antedicho mar la nave insignia de la flota acompañada por el recién mencionado USS Porter y un barco de abastecimiento. Pero además se realizaron también en 2021 ejercitaciones aeronavales por el Mar Báltico. Estados Unidos y la OTAN apretaban a Moscú por el oeste, a dos bandas.

 Estas actividades condujeron a una situación muy tensa. En enero de 2022 hubo reuniones e intercambios entre las autoridades de ambos países sin que se llegara a algún entendimiento. Moscú, no sin razón, se sentía amenazada. Así las cosas, sin posibilidades de alcanzar algún acuerdo estalló la guerra, finalmente, el 24 de febrero de 2022.

 ¿Era este el “el precio por lo hecho” que pagaría Rusia según lo anticipado por el propio Biden o una decisión elaborada suficientemente por las entidades gubernamentales correspondientes? Quién puede saberlo…

 Si bien es cierto que fue Rusia quien comenzó la guerra contra Ucrania, también lo es que aquella había sido asediada y provocada deliberadamente por la OTAN, encabezada por Estados Unidos durante 2021. Asunto frente al cual Biden y los jefes de Estado europeos hacían la vista gorda. Como quiera que haya sido, hubo entonces una desplegada amenaza que obligó a Rusia a ir a la guerra. Cuestión esta que Moscú tomó no sin cierta precaución: atacó –como respuesta a las presiones occidentales– a Ucrania, que no integra aquella organización atlantista. Evitó así guerrear directamente con la treintena de países que la integran.

 China

La República Popular China se ha ido convirtiendo cada vez más en una antagonista muy significativa para la gran potencia del norte. Pekín ha ido avanzado notablemente en el desarrollo del armamento nuclear. Posee actualmente 350 ojivas nucleares, que son pocas frente a las de Rusia (5.966) y a las de Estados Unidos (5.428), pero suficientes para defenderse y preocupar a sus eventuales contendientes. No está de más decir que trabaja activamente para incrementar el número. En el plano convencional también ha avanzado mucho. Ha desarrollado capacidades para producir lo que necesita: aviones, navíos de guerra, misiles, cañones, entre otros elementos bélicos de alta calidad.

 Por otra parte, su crecimiento económico y su desarrollo comercial han sido también muy intensos.

 

 


El crecimiento promedio es de 6,27% para China y 2,11% para Estados Unidos. Pekín prácticamente triplica a Washington en este rubro. Por otra parte, la positiva balanza comercial china en 2022 es muy superior a la de la gran potencia del norte, que tiene, a la inversa, un saldo negativo de 948.100 millones de dólares. En este rubro China también tiene ventajas.

 Estas dos dimensiones –crecimiento militar y crecimiento económico y mercantil– instalaron un dinamismo y un desenvolvimiento en favor de China, al que tanto Trump como Biden han tratado de salirle al paso, con escaso éxito. El primero buscó aplacar el empuje chino mediante un boicot al comercio recíproco, que sencillamente no caminó. Biden, por su parte, mantuvo ese boicot pero sin mejor suerte. Por otro lado puso en marcha el desarrollo de una política de presencia y actividad militar en el ámbito de la región del Indo-Pacífico, que se encuentra aún en desarrollo, así como la generación de pactos y asociaciones con no pocos países.

Estados Unidos mueve el tablero

En septiembre de 2021 –tres meses después de las mencionadas maniobras aeronavales Sea Breeze– se estableció una alianza estratégica y militar integrada por Estados Unidos, el Reino Unido y Australia (AUKUS, su acrónimo en inglés), cuyo propósito principal es el de contrarrestar la influencia alcanzada por China en la región Indo-Pacífico.

 En mayo de 2022 se creó el Marco Económico del Indo-Pacífico (IPEF, su acrónimo en inglés), iniciativa multilateral que aglutina cerca del 40% del PBI mundial. Sus integrantes son Australia, Brunei, Corea del Sur, India, Indonesia, Filipinas, Malasia, Nueva Zelanda, Singapur, Tailandia y Vietnam. Sus intenciones formalizadas son: establecer una colaboración comercial entre los miembros; apuntalar la estabilidad de las cadenas de suministros; desarrollar infraestructuras y energías limpias; cooperación en materia fiscal; y combate a la corrupción.

 Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos en aquel entonces, realizó un viaje a Taipei a comienzos de agosto de 2022. Rompía así, deliberadamente, un pacto implícito establecido desde mucho tiempo atrás entre Washington y Pekín: que la cuestión de Taiwán quedaba en stand by y no se intervendría sobre ella. La reacción de China no se hizo esperar: durante una semana entera sus naves y aviones de guerra no cesaron de desarrollar ejercitaciones con armamento letal en zonas muy cercanas a la isla.

 La semana pasada se estableció una alianza entre Corea del Sur, Japón y Estados Unidos, impulsada por Biden, que fue acompañada por una declaración tripartita denominada “el espíritu de Camp David”. Esta especifica que se está “en un punto clave de la historia, en el que la competencia geopolítica, la crisis climática, la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania y las provocaciones nucleares nos ponen a prueba”. Y que hay “un comportamiento peligroso y agresivo que hemos presenciado recientemente por parte de la República Popular China, en el mar de la China Meridional”. Respecto de Corea del Norte marca una protesta y la insta a “abandonar sus programas nucleares y de misiles balísticos”. En suma, esta nueva entente tripartita apunta a crear un frente común, que sirva como contrapeso a la hegemonía de China en la región de Asia-Pacífico y a las amenazas de Corea del Norte.

 Final

El Presidente norteamericano se ha metido en camisa de once varas. Generar y apuntalar una guerra con Rusia –una gran potencia en materia de capacidades bélicas, incluidas las nucleares– raya en el desatino, aunque la contienda en curso se circunscriba al modo convencional, como sucede hasta ahora. Pero además, en simultáneo con aquella, su contienda con China campea en el ámbito comercial así como en los de la seguridad internacional y la disputa geopolítica, sin alcanzar hasta ahora nada de nada .

 Un peón de campo le diría a Biden, simplemente, que no se puede domar dos potros al mismo tiempo. Cabría agregarse, por otra parte, que la belicosidad presidencial no parece ser, hasta ahora, ni oportuna ni retribuyente en ninguno de los dos campos de Marte mencionados. Más bien se muestra amplia y peligrosa.

 Fuente: https://www.elcohetealaluna.com/en-camisa-de-once-varas /

miércoles, 30 de agosto de 2023

Asia Central .- La batalla del nuevo gran juego

 

Asia Central es el principal campo de batalla del nuevo gran juego

PEPE ESCOBAR

Mientras Rusia y China sigan siendo las potencias dominantes de la región, seguirá siendo objetivo de las amenazas y las revoluciones de colores de EEUU y la UE

 Samarcanda, Uzbekistán.– El corazón histórico -o Eurasia Central- ya es, y seguirá siendo, el principal campo de batalla del Nuevo Gran Juego, librado entre EEUU, la UE y la asociación estratégica China-Rusia.

 El Gran Juego original enfrentó a los imperios británico y ruso a finales del siglo XIX y, de hecho, nunca desapareció: simplemente hizo metástasis en la entente entre EEUU y el Reino Unido contra la URSS y, posteriormente, entre EEUU y la UE contra Rusia.

 Según el juego geopolítico diseñado por Mackinder y conceptualizado por la Gran Bretaña imperial allá por 1904, el Heartland es el proverbial "pivote de la Historia", y su papel histórico, revitalizado en el siglo XXI es tan relevante como hace siglos: un motor clave de la multipolaridad emergente.

 Por eso no es de extrañar que todas las grandes potencias estén trabajando en el Heartland/Eurasia Central: China, Rusia, EEUU, la UE, India, Irán, Turquía y, en menor medida, Japón. Cuatro de los cinco "stans" de Asia Central son miembros de pleno derecho de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS): Kazajstán, Uzbekistán, Kirguistán y Tayikistán. Y algunos, como Kazajstán, podrían convertirse pronto en miembros del BRICS+.

 El principal enfrentamiento geopolítico directo por la influencia en el Heartland enfrenta a EEUU con Rusia y China en innumerables frentes políticos, económicos y financieros.

 El modus operandi imperial privilegia -qué si no- las amenazas y los ultimátums. Hace sólo cuatro meses, emisarios estadounidenses del Departamento de Estado, del Tesoro y de la Oficina de Control de Asuntos Exteriores (OFAC) recorrieron el Heartland portando todo un paquete de "regalos", como amenazas descaradas o apenas disimuladas. El mensaje clave fue: si "ayudas" o incluso comercias con Rusia de alguna manera, te impondrán sanciones secundarias.

 Las conversaciones informales con empresas de Samarcanda y Bujará, en Uzbekistán, y con contactos en Kazajstán revelan un patrón: Todo el mundo parece ser consciente de que los estadounidenses no se detendrán ante nada para mantener el corazón de Asia Central a punta de pistola.

 Los reyes de las antiguas rutas de la seda

 Difícilmente hay un lugar más relevante en todo el Heartland para observar el actual juego de poder que Samarcanda, la legendaria "Roma de Oriente". Nos encontramos en el corazón de la antigua Sogdiana, encrucijada histórica del comercio entre China, India, Partia y Persia, nodo importantísimo de las tendencias culturales de Oriente y Occidente, del zoroastrismo y de los vectores pre y postislámicos.

 Del siglo IV al VIII, los sogdianos monopolizaron el comercio caravanero entre Asia Oriental, Asia Central y Asia Occidental, transportando seda, algodón, oro, plata, cobre, armas, aromas, pieles, alfombras, ropa, cerámica, vidrio, porcelana, adornos, piedras semipreciosas y espejos. Los astutos mercaderes sogdianos utilizaron la protección de las dinastías nómadas para solidificar el comercio entre China y Bizancio.

 La élite meritocrática china, que razona en términos de ciclos históricos muy largos, es muy consciente de todo lo anterior: ese es un motor clave detrás del concepto de las Nuevas Rutas de la Seda, conocido oficialmente como BRI ('Belt and Road Initiative'), tal y como anunció hace casi 10 años el Presidente Xi Jinping en Astana (Kazajstán). Pekín planea volver a conectar con sus vecinos occidentales como vía necesaria para aumentar el comercio y la conectividad paneuroasiáticos.

 Pekín y Moscú tienen enfoques complementarios en lo que respecta a las relaciones con el Heartland, siempre bajo el principio de la cooperación estratégica. Desde 1998, ambos mantienen relaciones de seguridad regional y cooperación económica con Asia Central. Creada en 2001, la OCS es un producto real de la estrategia común Rusia-China, así como una plataforma para el diálogo ininterrumpido con el Heartland.

 La reacción de los distintos "stans" centroasiáticos es una cuestión de varios niveles. Tayikistán, por ejemplo, económicamente frágil y muy dependiente del mercado ruso como proveedor de mano de obra barata, mantiene oficialmente una política de "puertas abiertas" a todo tipo de cooperación, incluso con Occidente.

 Kazajstán y EEUU han creado un Consejo de Asociación Estratégica (su última reunión fue a finales del año pasado). Uzbekistán y EEUU mantienen un "diálogo de asociación estratégica", establecido a finales de 2021. La presencia empresarial estadounidense es muy visible en Tashkent, a través de un imponente centro comercial, por no hablar de Coca-Cola y Pepsi en todas las tiendas de barrio de los pueblos uzbekos.

 La UE intenta seguirle el ritmo, sobre todo en Kazajstán, donde más del 30% del comercio exterior (39.000 millones de dólares) y las inversiones (12.500 millones) proceden de Europa. El Presidente uzbeko, Shavkat Mirziyoyev, muy popular por la apertura del país hace cinco años, consiguió 9.000 millones de dólares en acuerdos comerciales cuando visitó Alemania hace tres meses.

 Desde el inicio de la BRI china hace una década, la UE, en comparación, ha invertido unos 120.000 millones de dólares en el Heartland: no está nada mal (40% de la inversión extranjera total), pero sigue estando por debajo de los compromisos chinos.

 ¿Qué se propone realmente Turkiye?

 El foco imperial en el Heartland es previsiblemente Kazajstán, debido a sus vastos recursos de petróleo y gas. El comercio entre EEUU y Kazajstán representa el 86% de todo el comercio estadounidense con Asia Central, que el año pasado ascendió a unos impresionantes 3.800 millones de dólares. Compárese esta cifra con sólo el 7% del comercio estadounidense con Uzbekistán.

 Es justo argumentar que la mayoría de estos cuatro "stans" centroasiáticos de la OCS practican una "diplomacia multifacética", tratando de no atraer la ira imperial no deseada. Kazajstán, por su parte, apuesta por una "diplomacia equilibrada": forma parte de su Concepto de Política Exterior 2014-2020.

 En cierto sentido, el nuevo lema de Astana expresa cierta continuidad con el anterior, "diplomacia multivectorial", establecido durante las casi tres décadas de reinado del ex presidente Nursultan Nazarbayev. Kazajstán, bajo la presidencia de Kassym-Jomart Tokayev, es miembro de la OCS, la Unión Económica de Eurasia (UEEA) y la BRI, pero al mismo tiempo debe estar en alerta permanente ante las maquinaciones imperiales. Después de todo, fue Moscú y la rápida intervención de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) dirigida por Rusia lo que salvó a Tokayev de un intento de revolución de color a principios de 2022.

 Los chinos, por su parte, apuestan por un enfoque colectivo, consolidado en reuniones de alto nivel como la Cumbre China-Asia Central 5+1, celebrada hace sólo 3 meses.

 Luego está el caso extremadamente curioso de la Organización de Estados Túrquicos (OET), antiguo Consejo Turco, que reúne a Turquía, Azerbaiyán y tres "stans" de Asia Central: Kazajstán, Uzbekistán y Kirguistán.

 El objetivo general de esta OET es "promover la cooperación global entre los Estados de habla Túrquica ". En la práctica no se ve mucho por el Heartland, aparte de alguna que otra valla publicitaria promocionando productos turcos. Una visita a la secretaría en Estambul en la primavera de 2022 no dio exactamente respuestas sólidas, aparte de vagas referencias a "proyectos sobre economía, cultura, educación, transporte" y, lo que es más importante, aduanas.

 El pasado noviembre, en Samarcanda, la OET firmó un acuerdo "sobre el establecimiento de un corredor aduanero simplificado". Es demasiado pronto para saber si esto podría fomentar una especie de mini Ruta de la Seda turca a través del Heartland.

 Aun así, es instructivo estar atento a lo que se les ocurra. Sus estatutos privilegian "el desarrollo de posiciones comunes en asuntos de política exterior", "la coordinación de acciones para combatir el terrorismo internacional, el separatismo, el extremismo y los delitos transfronterizos" y la creación de "condiciones favorables para el comercio y la inversión".

 Turkmenistán -el idiosincrático "stan" centroasiático que insiste vehementemente en su absoluta neutralidad geopolítica- resulta ser un Estado observador de la OET. También llama la atención un Centro de Civilizaciones Nómadas con sede en la capital kirguisa, Bishkek.

 Resolver el enigma Rusia-Heartland

 Las sanciones occidentales contra Rusia han acabado beneficiando a bastantes actores del Heartland. Dado que las economías de Asia Central están estrechamente vinculadas a Rusia, las exportaciones se dispararon, tanto como las importaciones procedentes de Europa.

 Un buen número de empresas de la UE se reasentaron en el Heartland tras abandonar Rusia, con el correspondiente proceso de compra de activos rusos por parte de magnates centroasiáticos seleccionados. Paralelamente, debido a la movilización de tropas rusas, decenas de miles de rusos relativamente ricos se trasladaron al Heartland, mientras que muchos trabajadores centroasiáticos encontraron nuevos empleos, especialmente en Moscú y San Petersburgo.

 El año pasado, por ejemplo, las remesas a Uzbekistán se dispararon a una cifra considerable de $16,9 mil millones: el 85 por ciento de esto (alrededor de $14,5 mil millones) provino de trabajadores uzbekos en Rusia. Según el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, las economías en toda la Región Central crecerán un saludable 5,2 por ciento en 2023 y un 5,4 por ciento en 2024.

 Ese impulso económico es claramente visible en Samarcanda: La ciudad es hoy una gigantesca obra de construcción y restauración. Por todas partes surgen amplios bulevares impecablemente nuevos, con exuberantes jardines, flores, fuentes y amplias aceras, todo relucientemente limpio. No hay vagabundos, ni sin techo, ni adictos al crack. Los visitantes de las decadentes metrópolis occidentales se quedan estupefactos.

En Tashkent, el gobierno uzbeko está construyendo un inmenso e impresionante Centro de Civilización Islámica, muy centrado en los negocios paneuroasiáticos.

 No hay duda de que el vector geopolítico clave en todo el Heartland es la relación con Rusia. El ruso sigue siendo la lengua franca en todos los ámbitos de la vida.

 Empecemos por Kazajstán, que comparte una enorme frontera de 7.500 km con Rusia (aunque no hay disputas fronterizas). En la época de la URSS, los cinco "stans" de Asia Central se denominaban "Asia Central y Kazajstán", porque gran parte de Kazajstán se encuentra al sur de Siberia Occidental, cerca de Europa. Kazajstán se ve a sí mismo como la quintaesencia de Eurasia; no es de extrañar que desde los años de Nazarbayev, Astana privilegie la integración euroasiática.

 El año pasado, en el Foro Económico de San Petersburgo, Tokayev dijo en persona al presidente ruso, Vladimir Putin, que Astana no reconocería la independencia de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk. Los diplomáticos kazajos siguen insistiendo en que no pueden permitir que el país sirva de puerta de entrada para eludir las sanciones occidentales, aunque, en la sombra, eso es lo que ocurre en muchos casos.

 Kirguistán, por su parte, canceló las maniobras militares conjuntas "Hermandad Fuerte-2022" de la OTSC, previstas para octubre del año pasado -cabe mencionar que el problema en este caso no era Rusia, sino una cuestión fronteriza con Tayikistán-.

 Putin ha propuesto establecer una unión gasística Rusia-Kazajstán-Uzbekistán. Tal y como están las cosas, no ha ocurrido nada, y puede que no ocurra.

 Todo ello debe considerarse como pequeños contratiempos. El año pasado, Putin visitó los cinco "stans" de Asia Central por primera vez en mucho tiempo. Al igual que China, celebraron una cumbre 5+1 también por primera vez. Diplomáticos y hombres de negocios rusos recorren las carreteras del Heartland a tiempo completo. Y no olvidemos que los presidentes de los cinco "stans" centroasiáticos estuvieron presentes en el desfile de la Plaza Roja de Moscú el Día de la Victoria el pasado mayo.

 La estrategia imperial

 La diplomacia rusa sabe todo lo que hay que saber sobre la gran obsesión imperial de sacar a los "stans" de Asia Central de la influencia rusa.

 Esto va mucho más allá de la estrategia oficial estadounidense para Asia Central 2019-2025, y ha alcanzado el estatus de histeria tras la humillación estadounidense en Afganistán y la inminente humillación de la OTAN en Ucrania.

 En el crucial frente energético, muy pocos recuerdan hoy que el gasoducto Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India (TAPI), luego reducido a TAP (India se retiró), era una prioridad de la Nueva Ruta de la Seda estadounidense, urdida en el Departamento de Estado y vendida por la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton en 2011.

 Nada práctico ocurrió con ese globo. Lo que sí consiguieron los estadounidenses, recientemente, fue frustrar el desarrollo de un competidor, el oleoducto Irán-Pakistán (IP), obligando a Islamabad a cancelarlo, a raíz de todo el escándalo judicial diseñado para eliminar al ex primer ministro Imran Khan de la vida política de Pakistán.

 Sin embargo, la saga del oleoducto TAPI-IP está lejos de terminar. Con Afganistán libre de la ocupación estadounidense, la rusa Gazprom, así como empresas chinas, están muy interesadas en participar en la construcción del TAPI. El oleoducto sería un nodo estratégico de la BRI, vinculado al Corredor Económico China-Pakistán (CPEC) en la encrucijada entre Asia Central y Meridional.

 El Occidente colectivo “extraterrestre”

 Por mucho que Rusia haya sido -y siga siendo- una moneda conocida en todo el Heartland, el modelo chino es insuperable como ejemplo de desarrollo sostenible capaz de inspirar toda una serie de soluciones autóctonas centroasiáticas.

 En cambio, ¿qué puede ofrecer el Imperio? En pocas palabras: Divide y vencerás, a través de sus secuaces terroristas localizados, como ISIS-Khorasan, instrumentalizados para fomentar la desestabilización política en los nodos centroasiáticos más débiles, desde el valle de Ferghana hasta la frontera afgano-tayika, por ejemplo.

 Los múltiples retos a los que se enfrenta el Heartland se han debatido en detalle en reuniones como la Conferencia Valdai sobre Asia Central.

 Es posible que el experto del Club Valdai Rustam Khaydarov haya acuñado la valoración más concisa de las relaciones entre Occidente y los países del Heartland:

 El Occidente colectivo nos es ajeno tanto en términos de cultura como de visión del mundo. No hay un solo fenómeno o acontecimiento, o elemento de la cultura moderna, que pueda servir de base para una relación y un acercamiento entre EEUU y la Unión Europea, por un lado, y Asia Central, por otro. Los estadounidenses y los europeos no tienen ni idea de la cultura y la mentalidad o las tradiciones de los pueblos de Asia Central, por lo que no han podido ni podrán relacionarse con nosotros. Asia Central no ve la prosperidad económica en conjunción con la democracia liberal de Occidente, que es esencialmente un concepto ajeno a los países de la región.

 Teniendo en cuenta este escenario, y en el contexto de un Nuevo Gran Juego cada día más incandescente, no es de extrañar que algunos círculos diplomáticos del Heartland estén muy interesados en una mayor integración de Asia Central en el BRICS+. Es algo que seguramente se debatirá en la cumbre de los BRICS que se celebrará en Sudáfrica la próxima semana.

 La fórmula estratégica sería Rusia + Asia Central + Asia Meridional + África + América Latina: otro ejemplo de integración del “Globo Global” (en palabras de Lukashenko). Puede que todo empiece con Kazajstán convirtiéndose en la primera nación del Heartland aceptada como miembro del BRICS+.

 Después de eso, todo el mundo será un escenario para el retorno revitalizado del Heartland en transporte, logística, energía, comercio, fabricación, inversión, infotecnología, cultura y -por último, pero no por ello menos importante, en el espíritu de las Rutas de la Seda, antiguas y nuevas- "intercambios entre personas".

https://observatoriodetrabajadores.wordpress.com/2023/08/21/asia-central-es-el-principal-campo-de-batalla-del-nuevo-gran-juego-pepe-escobar/

 

 

 

domingo, 27 de agosto de 2023

Rusia y el keynesianismo militar.

 La economía de guerra rusa 

Michael Roberts


 21/08/2023


Esta semana, el banco central de Rusia ha celebrado una reunión extraordinaria para discutir el nivel de su tasa de interés política después de que el rublo ruso cayera a su punto más débil en casi 17 meses. La reunión decidió aumentar la tasa de interés crediticia del banco al 12 % (en lugar del 8,5 %) para apoyar el rublo.

La moneda ha estado perdiendo valor de manera constante desde principios de año y ahora ha superado los 100 RUB/1 $. Una devaluación del 26%. La principal causa de esta disminución es la caída de los ingresos por exportación de petróleo y el aumento del coste del gasto militar para llevar a cabo la guerra contra Ucrania.

Cuando la invasión rusa comenzó en febrero de 2022, el rublo cayó a un mínimo histórico de 150 RUB/1 $. Los rusos ricos sacaron su dinero del país por valor de 170 mil millones de dólares, la mayoría de los cuales terminaron en propiedades y bancos de Europa.

Rusia: flujos netos de capital extranjero de mil millones trimestralmente

 

Semanas después de que Rusia invadiera Ucrania, un funcionario estadounidense predijo que las sanciones reducirían a la mitad el PIB de Rusia. Pero resultó ser una tontería. Cayó solo un 2,5%. El banco central introdujo controles de capital que detuvieron el flujo de dinero de los rusos ricos fuera del país. Y a medida que el precio de la energía se disparó durante el año siguiente, el rublo ganó fuerza y alcanzó un máximo de siete años. Los ingresos por exportación aumentaron, mientras que las sanciones y la reducción de la demanda interna llevaron a una caída de las importaciones, por lo que la balanza comercial y por cuenta corriente de Rusia aumentaron bruscamente, reforzando el rublo. Dos tercios del superávit comercial se debió al aumento de los ingresos de exportación y un tercio a la caída de las importaciones.

Parecía que las sanciones a los bancos y empresas rusos y la prohibición del uso de la energía rusa no habían podido poner de rodillas a la economía rusa. Rusia pudo redirigir sus exportaciones de energía a Asia (aunque a un precio más bajo) y encontrar transporte marítimo "en la sombra" para entregarlo.

Pero los precios de la energía han retrocedido en los últimos seis meses y el techo de precios del petróleo ruso impuesto y aplicado por los aliados de la OTAN ha tenido algún efecto en la reducción de los ingresos por exportación, mientras que los costes de la guerra han aumentado. El presupuesto de defensa para 2023 está previsto en 100 mil millones de dólares, o un tercio de todo el gasto público.

Gasto del gobierno en la guerra, RUB bn

La producción nacional de Rusia aumentó un 4,9 % en el segundo trimestre de 2023 en comparación con el mismo período de 2022. Eso suena bien, pero gran parte del aumento de la producción ha sido en la producción de equipos y servicios militares. La producción de "productos metálicos terminados", es decir, armas y municiones, aumentó un 30 % en la primera mitad del año en comparación con la última. La producción de ordenadores, productos electrónicos y ópticos también aumentó un 30 %, mientras que la producción de ropa especial ha aumentado un 76 %. Por el contrario, la producción de automóviles ha bajado más del 10 % año tras año. Rusia es ahora una economía de guerra. Moscú ha podido importar muchos de los productos que Occidente le ha prohibido, desde iPhones hasta coches y chips de ordenador, pero lo hace a través de terceros países, una forma indirecta que aumenta los precios.

Inmediatamente después del inicio de la invasión, los salarios reales del ruso medio cayeron bruscamente a medida que la economía nacional se desmoronaba. Pero los ingresos de la energía llegaron y la baja demanda interna mantuvo baja la inflación de los precios. A medida que más trabajadores de Rusia eran empleados en la producción de armas o en el ejército, los salarios aumentaron. En mayo de 2023, los salarios reales aumentaron un 13,3 % interanual. Tal mejora sin duda ayuda a mantener el apoyo al régimen de Putin.

Pero en los últimos meses la bonanza de los ingresos energéticos ha retrocedido. Se espera que los ingresos de las exportaciones de energía de Rusia disminuyan de 340 mil millones de dólares en 2022 a 200 mil millones de dólares este año y el próximo. El superávit por cuenta corriente de Rusia se redujo a 25,2 mil millones de dólares en los primeros siete meses del año, una caída del 85 % en comparación con el mismo período del año pasado.

Al comienzo de la guerra, Rusia tenía un gran stock de activos financieros "para un día lluvioso". Pero ahora está lloviendo, aunque solo sea una llovizna. El Fondo Nacional de Riqueza de Rusia (NWF) tenía ahorros y activos por valor del 10,2 % del PIB al comienzo de la invasión. Pero ahora se ha reducido al 7,2 %, a medida que los rublos pierden valor y el gasto en la guerra aumenta.

Y la economía civil y la producción nacionales están sufriendo. Las sanciones están bloqueando las importaciones de tecnología y otros componentes industriales clave. Alrededor del 65 % de las empresas industriales en Rusia dependen de equipos importados.

Pero el impacto de las sanciones es lento. Puede debilitar la productividad y la producción nacional rusa a largo plazo, pero no va a detener la máquina de guerra rusa ahora ni los ingresos de energía para financiarla. Eso solo podría suceder si Asia, de rápido crecimiento, liderada por China y la India, se negara a comprar petróleo y gas rusos, pero ocurre lo contrario: están comprando más a precios baratos.

La máquina de guerra de Rusia continuará, pero a medida que se acelera la emigración de trabajadores cualificados y la salida de capital de los rusos más ricos, se está debilitando la moneda y se está reduciendo la mano de obra cualificada disponible en la producción.

 

La inflación había caído en el último año debido al colapso de la demanda interna y los bienes importados. Pero si la moneda continúa hundiéndose, entonces la inflación comenzará a subir aumentando la presión sobre el banco central para que suba las tasas de interés para apoyar la moneda y tratar de frenar la inflación. Un rublo más fuerte y tasas de interés más altas significarían menores ingresos en moneda extranjera y una economía nacional más débil. Eso afectará duramente a los hogares rusos.

Tal como está la cosa, el crecimiento promedio potencial probablemente no sea superior al 1,5 % al año, ya que el crecimiento ruso está condicionado por una población que envejece y se reduce, con bajas tasas de inversión y productividad. La rentabilidad del capital productivo ruso, incluso antes de la guerra, era muy baja.

La situación económica sugiere que Putin puede continuar la guerra contra Ucrania durante varios años, incluso teniendo en cuenta el colapso de la moneda y el aumento de la inflación y las tasas de interés. Por supuesto, eso no tiene en cuenta los acontecimientos políticos (como la revuelta de Wagner o las victorias del ejército ucraniano respaldado por la OTAN). Podrían amenazar el gobierno de Putin. Y hay elecciones presidenciales en Rusia el próximo marzo, como supuestamente hay en Ucrania. Tanto Putin como Zelensky deben enfrentarse a los votantes, al menos teóricamente.

Pero el mensaje subyacente es que la debilidad de la inversión, la productividad y la rentabilidad del capital ruso, incluso excluyendo las sanciones, implican que Rusia seguirá siendo débil económicamente durante el resto de esta década.

 

Michael Roberts  habitual colaborador de Sin Permiso, es un economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.

Fuente:

https://thenextrecession.wordpress.com/2023/08/17/russias-war-economy/   

 https://www.sinpermiso.info/textos/la-economia-de-guerra-rusa