La tercera vía está de vuelta: el papel de los intelectuales
sistémicos
"Hay un dato que empieza a aparecer en letra pequeña,
como comentario en el marco de un debate más general: Sanders nunca hubiese
ganado a Trump"
"Tengo la seguridad de que los rasgos básicos de la
política internacional del Trump serán seguidos por Biden"
"El retorno de la “tercera vía” pone fin a los
minoritarios intentos de una salida por la izquierda de la crisis de la
socialdemocracia y es funcional al tipo de integración europea dominante"
Manolo Monereo
¿Ha perdido Sanders? Muchos se preguntarán a qué viene esto,
ya que el conocido político demócrata norteamericano perdió hace tiempo frente
a Biden y ahora solo se presentaba como senador. Me estoy refiriendo a otra
cosa, a lo que podríamos llamar las múltiples consecuencias que va a tener la
victoria de Biden. Hay un dato que empieza a aparecer en letra pequeña, como
comentario en el marco de un debate más general: Sanders nunca hubiese ganado a
Trump; para vencer a los populismos de derechas hace falta hacerlo desde la
moderación y el centro-izquierda, el extremo centro que diría Tarik Alí.
Cuando cambia la administración norteamericana -es el
Imperio- muchas cosas cambian en su mundo del que, de una u otra forma,
formamos parte. Todos quieren ser vencedores, hacer méritos y apostar al
futuro. Asombra la ingenuidad de una parte significativa de la izquierda que
hace suyo el triunfo de Biden, que alaba la consistencia de la “democracia
americana” y sueña con un mundo mejor. Trump es muy de derechas, la mayoría de
las veces brutal, y conseguía como nadie hacerse antipático; no podía disimular
su autoritarismo mezclado con supremacismo racial y un nítido desprecio por los
sectores populares. Aun así, casi la mitad del pueblo norteamericano votó por
él. Solo la Covid-19 lo pudo vencer. Tendríamos que explicar las raíces de un
fenómeno que ya estaba en la sociedad norteamericana y que ahora ha ganado
coherencia y fuerza.
Los EEUU vuelven y pasan a la ofensiva. Esa podía ser la
consigna del momento. Muchos llevaban años esperándolo: vuelven los nuestros.
Se ve con claridad que ha sido el trumpismo, una forma de repliegue ante un
cambio geopolítico de grandes dimensiones. El presidente derrotado puso de
manifiesto lo que todos sabían, que la hegemonía norteamericana en el mundo
estaba en cuestión y que aparecía con mucha fuerza una potencia que los
desafiaba. Los EEUU llegarán hasta el final para impedirlo, hasta el final y
sin escatimar medios. Los europeos no están en capacidad para entender eso.
Lucha por el poder puro y duro. Borrell quiere que aprendamos a pensar
geopolíticamente, no será fácil. La diplomacia “a martillazos” de Trump dejaba
claro que EEUU no estaba para juegos florales y que la amenaza era existencial.
La prioridad era el hemisferio oriental y allí iba a concentrar todas sus
fuerzas. A los aliados europeos les señalaba tareas: ocuparse del frente ruso,
incrementar sus presupuestos militares y contribuir enérgicamente a la
contención de China. La OTAN valía si cumplía estas misiones y mostró hasta la
saciedad que no iba a perder mucho tiempo en convencerlos.
Tengo la seguridad de que los rasgos básicos de la política
internacional del Trump serán seguidos por Biden. Cambiarán muchas cosas, pero
no lo sustancial. Lo primero será una nueva estrategia. Los demócratas son
especialistas en combinar poder duro y poder blando con mucha sofisticación;
usan los medios de comunicación con pericia y confían que su modelo de vida
siga siendo su mejor tarjeta de visita. Saben que no pueden ganar solos a una
China en alianza con Rusia; es decir, necesitan construir un bloque trilateral
que los aísle, los contenga y los sitúen a la defensiva. Una de las claves será
la lucha cultural, los dispositivos discursivos y la industria de la
comunicación en un sentido amplio. Los intelectuales volverán a cumplir
misiones de importancia, legitimando las nuevas directrices de los poderes
fuertes y combatiendo las ideas nocivas, todo lo que tenga que ver con el
socialismo y que cuestionen el orden capitalista, púdicamente denominado “Orden
internacional liberal”.
Las relaciones internacionales tienen estas cosas
desagradables. La lucha por el poder, pido disculpas, es permanente, no
descansa y llegará hasta la guerra; sí, la guerra. La derecha demócrata, que es
la que ha ganado, no se debe olvidar, lo hará con oficio y de oficio. Saben de
qué va esto. Se preparan para un periodo largo de acumulación de fuerzas, de
desgate planificado e de complicidades múltiples, sumando aliados y disputando
todos los espacios posibles. Lo hicieron una vez y lo volverán a hacer. Su
estrategia será compleja y no tendrán demasiados problemas para intervenir en
frentes ambiguos o impresentables. Usarán todos los medios, todos los
instrumentos legales o paralegales; económicos o financieros, guerras hibridas
o convencionales, inteligencia artificial y manejo fino del ciberespacio. O
sea, una estrategia prolongada, sistemática e integral.
Los dispositivos hegemónicos serán muy importantes y los
intelectuales sistémicos pieza clave. Los intelectuales orgánicos, tal como los
hemos conocido, son cosas del pasado. Sus funciones se han socializado y
degradado. El mundo del capitalismo financiero concede poco a la política y
prefiere a gestores de imagen y potentes aparatos de comunicación. Los tiempos
están cambiando y lo harán más, mucho más y rápidamente. La figura que emerge
es el intelectual sistémico. Su papel es definir lo políticamente correcto; lo que
se puede debatir y lo que no; sacar de la esfera pública los intelectuales
críticos, condenarlos al ostracismo y vetar su presencia en los medios. Sus
instrumentos son emitir discursos disciplinarios, criminalizar al disidente y
etiquetarlos. Ellos son los operadores del discurso, los funcionarios de un
poder que quiere construir marcos cognitivos e imaginarios sociales renovados
para una conflagración global que quiere volver a un nuevo bipolarismo, al
enfrentamiento existencial entre un Occidente bajo hegemonía de EEUU y un
Oriente con su centro en China. Los primeros, liberales, partidarios del
multilateralismo y libre comercio, comprometidos con los derechos humanos; los
segundos autoritarios, nacionalistas, con capitalismos fuertemente intervenidos
y corruptos, con valores culturales incompatible con las libertades
individuales. No será fácil. El 15 de noviembre China y 14 países han firmado
la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) un Tratado que crea una zona
de libre comercio en la región de Asia-Pacífico. Se lo ha calificado de
histórico; algo de eso hay. Abarca a un tercio del PIB y de la población
mundial. Lo singular: no están los EEUU y lo han suscrito Australia, Corea del
Sur y Japón, tres aliados clave de la gran potencia norteamericana.
La “depuración” de Jeremy Corbyn, nada más y nada menos que
por antisemitismo, no es un acto singular y define una estrategia. El laborismo
vuelve a la tercera vía y lo hace de la manera más radical posible,
criminalizando a su antiguo secretario general y poniendo a la izquierda del
partido a los pies de los caballos del sistema. Imagino que Corbyn se dará
ahora cuenta que su dependencia de la derecha del partido ha sido nefasta y que
no tener una postura clara sobre la UE, no solo le impidió ganar a Johnson,
sino que, y es lo peor, hizo imposible la renovación y democratización del
partido. Starmer, el nuevo secretario del Partido Laborista, anticipa un
movimiento que será bastante común muy pronto, a saber, forjar una sólida
alianza entre el gobierno demócrata estadounidense y lo que queda de la
socialdemocracia europea. No es nuevo, lo fue con Clinton y, en parte, con
Obama y ahora es mucho más necesario. Reforzar el vínculo transatlántico
implica también una alianza de los social liberales, la renovación en clave
post material de su ideario, apertura a Los Verdes y, en general, a las fuerzas
centristas en un sentido amplio.
El retorno de la “tercera vía” pone fin a los minoritarios
intentos de una salida por la izquierda de la crisis de la socialdemocracia y
es funcional al tipo de integración europea dominante. Tampoco esto es nuevo.
La tercera vía fue un intento más de “norteamericanización” de la vida pública
europea, de poner fin a su identidad de postguerra; es decir, una democracia
basada en el conflicto de clases, el constitucionalismo social y el control
político del mercado. El sueño de las élites europeas sería traducir el sistema
político americano a una Unión Europea en crisis, necesitada más que nunca de
ideas y proyectos. Más Europa, profundizar en este tipo de integración europea,
significará romper el nexo fundante entre soberanía popular y autogobierno de
las poblaciones; entre libertades individuales y derechos sociales. Por vía de
los hechos, a espaldas de los pueblos, se transita hacia democracias
plutocráticas, limitadas y crecientemente autoritarias; la independencia
nacional es devaluada hasta hacerla irreconocible y se acepta como inevitable
la sumisión a un orden imperialista.
Los intelectuales sistémicos tienen una prodigiosa capacidad
para adelantarse a los que mandan, buscar nuevas agendas e identificar a los
enemigos. Su habilidad para integrar es inmensa; su especialidad es sumar a
cuadros de la izquierda “mala”, combinando a la perfección el halago y el
reconocimiento. El primer paso es siempre el mismo: acceso a los medios,
salidas profesionales adecuadas y enganche a instituciones donde se reparten
privilegios y prestigio. Lo sustantivo es el poder del poder, es decir,
capacidad para definir y etiquetar normativamente a los demás. Detectan con
finura los críticos integrables de aquellos que no se plegarán al poder; toman
nota y archivan la información.
Refundar el vínculo euroatlántico y construir con solidez
alianza con la nueva clase gobernante norteamericana va a exigir mucho trabajo,
dedicación y hacer fuertes a unas élites que necesitan de nuevos relatos,
nuevos imaginarios e ideas fuerza solventes. Pedro Sánchez se ha adelantado de
nuevo -Iván Redondo siente crecer la hierba- y propone una alianza estratégica
con los EEUU, más allá de Alemania y Francia. Temo, que pronto, muy pronto, los
ministros de Unidas Podemos que con tanta ilusión han recibido a Biden, se
darán cuenta que la nueva Administración del amigo norteamericano será un
político internacional más intervencionista, más dura que Trump en áreas
decisivas y mucho más beligerante en los alineamientos políticos.
https://www.cuartopoder.es/ideas/2020/11/17/la-tercera-via-esta-de-vuelta-el-papel-de-los-intelectuales-sistemicos/
Nota del blog ..Bueno ,hay ducumento anterior a las elecciones .“Guiar el mundo democrático”. Tal es el lema que parece resumir el programa de política exterior de Joe Biden. Para concretar el sentido de esa ambición, el candidato demócrata a las elecciones presidenciales estadounidenses firmó en marzo de 2020 un artículo titulado “Por qué América debe volver a dirigir”. y por ahí ..https://www.foreignaffairs.com/articles/united-states/2020-01-23/why-america-must-lead-again
Y ver ..https://desinformemonos.org/el-nuevo-capataz/