viernes, 27 de octubre de 2023

Guerra, paz y periodismo .


                                                                             


 Guerra, paz y periodismo en el genocidio del pueblo palestino

 Por Virginia Pérez Alonso

  | 27/10/2023 |  

 «Ninguna guerra es justa. Cuando no se hallan maneras de resolver políticamente los desacuerdos, la guerra no es otra cosa que la demostración de la ineficiencia diplomática o, peor, su inoperancia frente a los grandes intereses».

 Estas dos frases son las más duras de un artículo de Chantal Maillard, poeta y filósofa española nacida en Bélgica, Premio Nacional de Poesía y Premio de la Crítica, que fue rechazado por los medios en los que habitualmente colabora.( ¿ El País ? )

Este rechazo ilustra muy bien el momento en el que estamos, una ola belicista en la que quien renuncia a surfearla, queda automáticamente arrinconado.

 No es algo nuevo

Ahora que el desigual conflicto entre Israel y Palestina vuelve a la palestra, no está de más recordar el apoyo cerrado a Israel de los principales Gobiernos occidentales/USA/OTAN/UE. Apoyo que es recogido en los medios de comunicación globalizada sin aportar prácticamente contexto y sin una perspectiva periodística de derechos humanos y del entorno ecológico.

 Pero déjenme que les hable del libro La guerra es la salud del Estado (Ediciones El Salmón). Los dos breves ensayos que contiene fueron escritos por Randolph Bourne en 1917 y1918. Bourne mantuvo desde 1914 una postura antibelicista que lo enfrentó a casi toda la izquierda estadounidense. Acabó marginado y expulsado de los medios en los que escribía.

 Según él, los Estados se sirven de la guerra para extender su dominio más allá de sus fronteras y aplastar cualquier disidencia interna con leyes de excepción.

 En el primero de los ensayos (La guerra y los intelectuales), Bourne escribe:

 «Una clase intelectual totalmente racional habría llamado insistentemente a la paz y no a la guerra. Durante meses, la necesidad apremiante ha sido la de una paz negociada, para evitar la ruina de un callejón sin salida. Esta misma habilidad política, empleada con determinación en aras del intervencionismo militar, ¿no habría podido asegurar una paz que no hubiera supuesto el sometimiento de ninguno de los dos bandos?».

 Y en páginas anteriores:

 «Los intelectuales se han identificado con las fuerzas menos democráticas de nuestra sociedad. Han asumido el liderazgo para la guerra de esas mismas clases contra las que viene luchando la democracia estadounidense desde tiempos inmemoriales; sólo en un mundo en el que no quedara rastro de la ironía podría una clase intelectual entrar en guerra a la cabeza de semejantes cohortes antiliberales en la causa declarada del liberalismo y la democracia mundial. No ha quedado nadie para señalar la naturaleza antidemocrática de este liberalismo de guerra: en tiempos de fe, el escepticismo es el más intolerable de los insultos».

 Un siglo después, en lo que respecta a la guerra de Ucrania, estamos prácticamente igual. Asistimos a un malabarismo intelectual y dialéctico en el que la paz y la guerra se vuelven equivalentes: Ucrania puede ganar aun cuando pierda, y Rusia pueda perder aun cuando parezca ganar.

 «Si quieres la paz, prepárate para la guerra», decía Vegetius, un alto aristócrata romano conocido por su belicismo radical y por haber inspirado a los ideólogos del fascismo italiano.

 Y eso es precisamente de lo que nos intentan convencer: de que a la paz se llega con la guerra y, en este caso, con el aplastamiento de los rusos. Un discurso que han mantenido, por ejemplo, Los Verdes alemanes/amarillos.

 En esa línea argumental, nadie agrede, todos se defienden. Pero entonces, ¿a qué llamamos paz? ¿A la no violencia o a la defensa de un statu quo?

 En ese marco, el discurso de guerra justa y la justificación del envío de armas han sido aceptados mayoritariamente por la ciudadanía, sin mayores reparos. Entre otros motivos, porque los medios mediáticos globalizados de comunicación así lo reflejaron y lo siguen reflejando.

 Y esto por qué sucede? Por distintos motivos

 1. En sociedades acostumbradas a consumir información en forma de píldoras y en las que todo se simplifica al máximo, cuando toca analizar una realidad compleja se da una necesidad de identificar a un malo y a un bueno. Recordemos que la película siempre comienza cuando alguien se siente agredido y se tiene que defender.

 Es mucho más fácil y eficiente (en términos de impacto en las audiencias) moverse en blancos y negros en lugar de bucear entre los grises. Porque los grises generan dudas, preguntas, incertidumbres, reflexiones y necesitan de tiempo, ese bien en peligro de extinción. Y en esos matices la figura del bueno y del malo quedan diluidas.

 Como todas las guerras, la de Ucrania podría haberse evitado si los Estados implicados hubieran actuado sobre seguridad Rusa las causas que motivaron la invasión. Esto señala de igual manera a Ucrania, Rusia, Estados Unidos, a los países de la OTAN y a la UE. Algo que es compatible con la condena sin paliativos de la invasión de Rusia.

 Pero es mucho más fácil visualizar la dicotomía malo-bueno que analizar la situación en profundidad y enfrentarnos a reflexiones que pueden hacer aflorar nuestras propias contradicciones.

 Y también es mucho más rentable. En términos de repercusión, de no significación (siempre es más agradecido ir con la masa enajenada que romper moldes) y por supuesto en términos económicos. Vamos a ver por qué.

 2. En los últimos 20 años hemos visto cómo la revolución tecnológica ha impactado de lleno en los medios de comunicación. Una de las consecuencias de las incesantes reducciones de costes en los medios ha sido el desmantelamiento de las secciones de Internacional.

 Apenas quedan ya corresponsales y las redacciones se han vaciado de periodistas muy preparados, que tenían un gran conocimiento de cuestiones cruciales para todos. Porque no olvidemos que todo lo que sucede en la otra punta del mundo, terminará teniendo consecuencias allá donde estemos.

 Esto implica que, en el mejor de los casos, la información internacional acaba quedando en manos de las grandes agencias de noticias (Reuters, Associated Press). Y que por tanto miramos la realidad desde prácticamente el mismo lugar y con una perspectiva limitada.

 Ese lugar común es muy occidental, muy blanco y muy masivo determinista. Y responde a la unipolaridad que hoy rige el mundo: ESTADOS UNIDOS es principal poder militar, económico, cultural, científico y energético. Es indiscutible que la agenda mundial viene hoy marcada por ESTADOS UNIDOS. Y que los medios mediáticos globalizados así lo reflejan.

 A esto hay que sumar la paulatina transformación de la información en una mercancía. Los medios de comunicación, muchos de ellos en una situación económica muy precaria, generan más ingresos cuanto más leídas sean sus informaciones.

 La información internacional no es la que concita precisamente más lectores. Por tanto, las empresas periodísticas suelen darle menos peso y cuando ocurre una circunstancia como la guerra de Ucrania, no tienen periodistas suficientemente formados ni recursos económicos para abordarlas.

 3. Hablaba de esa perspectiva occidental, blanca y masculina. Y quiero incidir en lo masculino y en el color de la piel.

 La mayoría de los medios de comunicación están dirigidos por varones, que suelen copar también las jefaturas intermedias. En los 30 años que llevo dedicada a este oficio, la única redacción dirigida por mujeres que he conocido es la de Público. Y en todo este tiempo he sido testigo de cómo en las reuniones de redacción, los jefes hablaban alegremente de la necesidad de enviar los tanques a tales o cuales lugares, incluso dentro de España. Por ejemplo, con el conflicto catalán, sin ir más lejos.

 Esto se traduce luego en las maneras de contar y acaba derivando en una narrativa belicista que resulta muy difícil de romper precisamente por lo arraigada que está.

 Si a esta masculinidad un poco neandertal le añadimos la occidentalización, nos encontramos con que fabricar explosivos para resistir una invasión puede llegar a ser algo defendible cuando quien lo hace es europeo y blanco.

 Y a partir de ahí saquen sus propias conclusiones sobre las diferencias de tratamiento para los ciudadanos palestinos en comparación con los ucranianos, por poner un ejemplo.

 En circunstancias como estas, lo esperable y deseable sería que los medios de comunicación analizaran las implicaciones éticas del envío de armas por parte de países occidentales a Ucrania y la hipocresía y el trasfondo racista en el tratamiento ‘institucional’ y mediático de las víctimas de unos conflictos o de otros.

 Pero esto no solo no sucede, sino que quienes intentamos hacerlo, somos condenados al ostracismo en el mejor de los casos. Es decir, intentar abrir el foco, tener una mirada más amplia, inclusiva con los derechos humanos y enfocada a la paz supone hoy un estigma. Y así llegamos al punto en que no existen apenas espacios para un debate público que aborde este asunto.

 Al final, ese discurso dominante que incide en la guerra como el camino para la paz lo que hace es perpetuar la falta de cultura democrática.

 4. La sociedad ha asumido el marco discursivo de la extrema derecha. Y los medios de comunicación también, algunos de ellos incluso en el prime time.

 Resulta complicado no hacerlo cuando la propia política migratoria de la UE rezuma exclusión y miedo: se prefiere financiar a Turquía o Libia para que frenen en sus fronteras a quienes quieren desplazarse a países de la Unión Europea antes que invertir en programas inclusivos; mejor levantar muros y vallas, enriqueciendo de paso a la industria del control migratorio (que en gran parte es la industria armamentística), que trabajar de forma global y articulada en soluciones de integración.

 En este escenario desaparecen, también en la mayoría de los medios de comunicación, factores como la emergencia climática, los conflictos armados o la depredación occidental de determinados países, que están detrás de la mayor parte de movimientos migratorios. O se narran de manera desarticulada, dando la sensación con demasiada frecuencia de que estos hechos y las migraciones no están conectados.

 La consecuencia de todo esto la expresó muy bien Averroes hace 900 años:

 «La ignorancia lleva al miedo, el miedo lleva al odio y el odio lleva a la violencia. Esa es la ecuación».

 5. La desinformación campa y ha campado a sus anchas. En el caso de la guerra de Ucrania, los bulos y manipulaciones que circulan por Occidente están diseñados para provocar la simpatía por Ucrania y la hostilidad hacia Rusia. Y no en pocas ocasiones acaban en las páginas de los medios de comunicación.

 Por ejemplo, la Casa Blanca tuvo que desmentir a la CNN cuando la cadena anunció que Biden había asegurado a Zelenski que la invasión tendría lugar «en cuanto se congelase el terreno».

 También se divulgaron de forma masiva, y como si fueran reales, imágenes de un videojuego en las que se ve cómo un ‘heroico’ piloto de combate ucraniano intenta derribar desde tierra aviones de combate.

 Otro ejemplo: los medios occidentales informaron de forma generalizada de que las tropas rusas habían masacrado a 13 soldados ucranianos en el Mar Negro. Pero en aquella ocasión, los medios rusos decían la verdad: había 82 soldados ucranianos y se habían rendido. Todos estaban sanos y salvos.

 Aún no se había prohibido en Europa la difusión de medios estatales rusos en una decisión sin precedentes y que también ha sido aplaudida casi sin fisuras.

 Los medios deben, más que nadie, distinguir la realidad de la propaganda, la verdad de un bulo. Pero también los lectores y espectadores. Y es ahí donde se entra en un extraño frenesí en el que algunos se convierten en una especie de policías del purismo periodístico e ideológico, cuya misión es salir a la caza de todo aquello que consideran que incumple sus parámetros.

 Es una de las consecuencias del consumo de información en píldoras: ya no se lee un medio en su conjunto, sino por piezas, por lo que el lector se pierde el conjunto de la línea editorial. Y se acaba haciendo una lectura de prensa de trinchera, no para conformarse una visión global, sino para reafirmarse en las posturas propias, sean estas las que sean.

 Los medios de comunicación

 Por todo esto, el papel de los medios en una guerra es más relevante que nunca. Y precisamente por ello, «la primera víctima cuando llega la guerra es la verdad».

 Esta frase, atribuida al senador estadounidense Hiram Johnson en 1917, fue pronunciada hace casi cien años durante la Primera Guerra Mundial. Y, como un boomerang, nos devuelve al inicio de esta ponencia, a Randolph Bourne, a su conocido aforismo «La guerra es la salud del Estado» y a concluir que esa salud de los Estados debe de estar en uno de sus mejores momentos, a la vista del panorama internacional.

 La historia se repite y nos devuelve, desgraciadamente, a caminos ya transitados en los que volvemos a estrellarnos. Sí, también en el periodismo y en los medios de comunicación.

 Querido pueblo palestino, el presente es de lucha y el futuro es vuestro.

 https://rebelion.org/guerra-paz-y-periodismo-en-el-genocidio-del-pueblo-palestino/

jueves, 26 de octubre de 2023

La Ilíada o el poema de la fuerza .

                                                

Reseña de La Ilíada o el poema de la fuerza, de Simone Weil (Trotta, 2023)

La violencia de nuestra cultura en las fuentes griegas


 

Los pocos años de vida que los hados concedieron a Simone Weil fueron concienzudamente aprovechados en una indagación filosófica sobre el sentido y las expectativas de lo humano, que no excluyó nunca un duro compromiso con la realidad más real.

Sus numerosos textos, en los que aflora a la par su inquietud mística y su empatía con el dolor ajeno, elaboran una síntesis original del pensamiento platónico y el mensaje del evangelio, perfectamente ajustada a los desvelos del presente.

Muchos de los trabajos de Weil han sido publicados en castellano por Trotta, entre ellos La Ilíada o el poema de la fuerza, en 2023, una penetrante reflexión que identifica este poema como la gran epopeya de Occidente, reveladora de nuestra amarga cautividad en un abismo de violencia. Se trata de un breve opúsculo que había sido incluido en volúmenes anteriores, con traducción y notas de Agustín López y María Tabuyo, y se ofrece ahora de manera independiente en el librito recién aparecido. Éste recoge también fragmentos sobre la guerra y la fuerza extraídos de los Cuadernos de Weil, con traducción y notas de Carlos Ortega.

La vida como mensaje

Nacida en 1909 en París en una familia judía, laica e intelectual, con veintidós años Simone Weil se graduó en filosofía en la Escuela Normal Superior y fue nombrada profesora del liceo de Puy-en-Velay. Un principio que gobernó su vida, ya desde niña cuando le llegaban noticias de la Gran Guerra, fue tratar de remediar en la medida de sus posibilidades el sufrimiento provocado a los más débiles en la jungla en que veía convertida la sociedad. Fiel a esta idea, al declararse una huelga en Puy, ella fijó su mínimo vital en el subsidio de los trabajadores desempleados y repartía el resto para ayudarles. No contenta con ello, y a fin de identificarse más plenamente con los explotados, en 1934 y 1935 pidió la excedencia y se empleó en la factoría Renault, donde afirmó haber sentido en su piel “la marca del esclavo”.

Esta sensibilidad ante la desgracia de los otros iba acompañada en el caso de Weil de una reflexión sobre el origen de las calamidades que observaba en términos económicos y de estructura social. Daba clases gratuitas a obreros y refugiados, y desde un pacifismo radical que sólo abandonará cuando comience la II Guerra Mundial, defendía políticas reformistas que permitieran aumentar la educación de las masas y afrontar una revolución auténticamente exitosa. Al estallar la Guerra Civil Española, se alistó en la Columna Durruti, pero nunca hizo uso de armas. Aceptaba la opción de morir, pero no la de dar muerte, y trató de detener sin éxito ejecuciones de elementos facciosos, lo que le generó una enorme frustración.

Durante la II Guerra Mundial, Simone Weil trabajó como campesina en el sur de Francia, de nuevo renunciando a lo “excesivo” de sus ingresos, que destinaba en este caso a la Resistencia. A finales de 1942 se estableció en Londres y trató de que se le encomendaran misiones en su país, pero en el entorno de De Gaulle se rechazó esta posibilidad por su condición de judía, que hacía difícil la supervivencia si era detenida. Además, en estos días la mala alimentación estaba haciendo estragos en la frágil constitución de Simone. Se le diagnosticó tuberculosis y en agosto de 1943 un infarto acabó con su vida. La mayor parte de su obra fue publicada después de  su muerte.                  

 Weil durante la Guerra Civil Española, donde luchó junto a anarquistas y comunistas en la columna de Buenaventura Durruti, 1936.

Mística salvaje en maceta cristiana

La sensibilidad social y empatía de Simone Weil están vivas desde sus primeros años, pero sólo en la década de los 30 su pensamiento alcanzó la dimensión espiritual característica de su última etapa. Educada en un ambiente laico, poco significaban para ella los dogmas y rituales de la religión, pero algunas experiencias van a cambiar esto completamente. En 1935, escucha himnos de una tristeza desgarradora en una iglesia portuguesa, que la llevan al convencimiento de que “El cristianismo es la religión de los esclavos”. Dos años después, en Asís, tuvo una vivencia que describió así: “Estando sola en la pequeña capilla románica de Santa María de los Ángeles, incomparable maravilla de pureza, donde San Francisco oró muchas veces, algo más fuerte que yo me obligó, por primera vez en mi vida, a arrodillarme”. Por fin, en 1938, en un momento de intenso dolor físico, mientras lee un poema de George Herbert, experimenta una presencia de Cristo que define como: “Más personal, más segura, más real que la de un ser humano, inaccesible a los sentidos, (…) análoga al amor que brilla a través de la sonrisa más tierna de un ser querido.”

Estas genuinas experiencias místicas, fruto de la aguda sensibilidad de nuestra filósofa y de su anhelo de trascendencia, son plantas salvajes que podrían haber brotado en cualquier ambiente propicio, pero el caso es que nacieron con una impronta cristiana y esto va a marcar el resto de la vida de quien las experimentó. Puede decirse que estas vivencias significaron una “conversión al cristianismo”, con lo que el libre espíritu que hasta entonces había caracterizado a Simone Weil, quedó a partir de aquí sustituido por una relación tensa y conflictiva con la doctrina católica.

El intento de encauzar el misticismo de Weil en moldes cristianos termina al fin en proposiciones que desde la ortodoxia se ven como heréticas o cismáticas. Desaprueba ella, por ejemplo, el espíritu que inspira el Antiguo Testamento, con su cruel deidad tribal, lo que tiene doble mérito, dado su origen judío. Igual repudio le merecen las estructuras eclesiales, tan marcadas a lo largo de su historia por intransigencia, misoginia y fanatismo dogmático. Por otro lado, explicar la presencia del mal en la obra de un ser infinitamente bueno y todopoderoso, nada menos, obliga a Weil a recurrir al malabarismo de un dios “ausente de la creación”. En cualquier caso, resulta un progreso que la misma institución que en otro tiempo, ante estas disidencias, hubiera condenado a la indócil a la hoguera, se limite ahora a expresar su rechazo, sin dejar de celebrar que una lúcida pensadora se haya convertido a su fe, aunque sea a su manera.

No es éste el momento de detenerse en la filosofía de nuestra autora, pero es interesante subrayar que a través de ella sigue brillando un empeño humanista en conceptos muy sugestivos, como el de “enraizamiento”, desarrollado en un texto publicado póstumamente en 1949 por Albert Camus. En este trabajo, Weil ofrece una ética y una teoría social que abordan todos los aspectos vitales de la existencia, define cuidadosamente las necesidades del ser humano y argumenta cómo la negación de éstas crea una situación de desarraigo que debe ser corregida por la reflexión, la educación y la acción política. La moral burguesa y sus instrumentos, estado y dinero, nos han alienado, y según Weil hemos de hallar la forma de enraizarnos en nuestra esencia verdadera, espiritual y solidaria.

Una lectura de los clásicos griegos

Simone Weil era una helenista aguda y original, ferviente admiradora de Pitágoras y Platón, a los que trataba de conciliar con el cristianismo de los evangelios. A través de sus experiencias como obrera, sintió en su carne la impotencia de la voluntad y eso la llevó a una lectura de los trágicos griegos en la que capta la dignidad infinita que puede cobijar un ser pisoteado por los hados. Personajes como Antígona o Electra nos muestran la posibilidad de un amor sobrenatural, que revela la grandeza humana, “impotente para alcanzar el bien, pero irreductible en su amor a él.”

El trabajo sobre la Ilíada aquí reseñado fue publicado en 1940 y 1941, aunque existían borradores desde 1938. En él Weil, intercalando fragmentos del poema en su propia traducción, reflexiona sobre el significado de la fuerza que se impone al ser humano y llega a hacer de él un despojo o un esclavo, privado de vida interior. Sin embargo, es importante reconocer que el estigma de esta violencia doblega a todos, incluso a los reyes y al divino Aquiles. Por otro lado, la idea más dolorosa es que son los propios humanos en su locura el brazo ejecutor de la fuerza. A veces son capaces de palabras razonables, pero éstas caen en el vacío, y triunfan la ira y la venganza. “El guerrero no es más que una conciencia sin espíritu, un alma muerta.”

Se recorren también los escasos momentos en que afloran en el poema la hospitalidad y el amor, de camaradas, hijos, padres y esposos, pero para Weil estos estímulos positivos son amenazados siempre por el imperio de la fuerza y sólo pueden ser experimentados “dolorosamente”. Ella cree que “Esta subordinación es la misma en todos los mortales, aunque el alma la lleve de manera diferente según el grado de su virtud.” Su conclusión es que esta visión caracteriza la Ilíada como la única epopeya de Occidente, sólo continuada en las tragedias de Esquilo y Sófocles y en el evangelio. Gracias a estos textos alcanzamos una sabiduría luminosa: “No es posible amar y ser justo más que si se comprende el espíritu de la fuerza y se aprende a no respetarlo.”

La obra finaliza con un rápido repaso de la historia de Occidente para comprobar la ausencia generalizada en ella del impulso que se acaba de exponer. Algo se aprecia de él en Villon, Shakespeare, Cervantes o Molière, pero según Weil, Europa recuperará sólo el genio épico cuando aprenda a “no creer nada al abrigo de la suerte, no admirar nunca la fuerza, no odiar a los enemigos y no despreciar a los desdichados,” lo cual según ella es dudoso que suceda pronto.

Si pensamos la vida, y la literatura, no como un soliloquio narcisista, sino como el empeño de crear solidaridad que nos haga felices en los otros, la biografía, y la obra, de Simone Weil, son el mejor ejemplo de que tal empeño encarna en ocasiones en el mundo. En esta mujer, los argumentos y las emociones, los compromisos terrenos y los gozos del espíritu atienden a un fin único que no es otro que la justificación y la construcción de una sociedad donde el ser humano se libere del imperio de la fuerza que lo tiene postrado. Su lúcido trabajo sobre la Ilíada nos revela la genialidad de este poema en el retrato de esta desolación que tortura la historia desde sus comienzos.

Blog del autor: http://www.jesusaller.com/. En él puede descargarse ya su último poemario: Los libros muertos.

lunes, 23 de octubre de 2023

El “derecho a defenderse» y la hipocresía occidental .

 

                                             

El “derecho a defenderse» y la hipocresía occidental

 “Pronunciado en lo que correctamente calificó de punto de inflexión en la historia, los comentarios del presidente reflejan el riesgo que supondría que Estados Unidos pudiera abandonar a sus amigos mientras las guerras se propagan en Ucrania e Israel”, escribía el editorial del sábado de The Washington Post. El influyente medio estadounidense se refiere al discurso de Joe Biden en el que afirmó que “Hamas y Putin representan diferentes amenazas, pero ambos quieren aniquilar completamente a la democracia vecina”. Dirigiéndose a la nación desde el despacho oval, Biden quiso vincular ambas guerras en una lucha global en la que Estados Unidos debe hacer valer su posición como nación excepcional. Además de movilizar a la opinión pública hacia la defensa de dos guerras que implican un alto grado de peligro de escalada -un conflicto directo con Rusia implicaría un enfrentamiento nuclear, mientras que el peligro de una guerra regional en Oriente Medio puede tener consecuencias gravísimas para la zona-, Biden busca garantizar la financiación para ambos proyectos.

Las cifras, Ucrania se llevaría alrededor del 60% de los fondos solicitados, y las necesidades dejan ver que financiar a Kiev sigue siendo la prioridad del Partido Demócrata. La fatiga de la guerra se ha hecho notar en los últimos meses e incluso el presidente ucraniano, generalmente adverso a admitir las realidades incómodas, lo ha denunciado. Los argumentos que en febrero y marzo de 2022 movilizaron la solidaridad internacional con los refugiados ucranianos que huyeron de la guerra hacia el oeste ya no son suficientes para convencer de que la guerra debe continuar a toda costa y bajo cualquier condición, por lo que Biden se ha visto obligado a modificar el discurso. Aprovechándose de la situación en Gaza, el Gobierno de Estados Unidos ha adoptado el argumento ucraniano de presentar los conflictos actuales como una única lucha contra la democracia y ha creado un nuevo eje del mal que, en realidad, podría parecer más una red. No se trata del eje Hamas-Moscú, sino también el Moscú-Pyonyang o Moscú-Teherán, argumentos utilizados indistintamente dependiendo de las necesidades.

En esta labor, Estados Unidos, al igual que sus socios europeos, se ha encontrado con las irremediables contradicciones que existen entre las situaciones de Israel y de Ucrania, que han puesto de manifiesto una hipocresía que ha estado presente desde el inicio del conflicto ucraniano. Desde el 7 de octubre, momento en el que Tel Aviv sustituyó a Kiev como punto prioritario de la agenda política occidental, la idea del derecho de Israel a defenderse ha sido el lema más repetido por las autoridades estadounidenses y europeas, que se han unido de la misma manera que lo hicieran en febrero de 2022 para denunciar a una parte y apoyar incondicionalmente a la potencia ocupante. Todo ello a pesar de que contradice abiertamente el razonamiento por el que se ha legitimado la necesidad de defender a Ucrania hasta la victoria final en la guerra.

Desde febrero de 2022, el argumento del rechazo al uso de la fuerza por parte de Rusia ha sido uno de los elementos centrales para justificar el apoyo incondicional a Ucrania. Kiev tenía derecho a defenderse de una invasión no provocada y Occidente tenía la obligación de apoyar al país en el momento de necesidad, cuando existía el riesgo de desaparición del país. La idea de que si Rusia deja de luchar se acabaría la guerra, mientras que si Ucrania dejara de luchar desaparecería ha sido otro de los grandes argumentos de la guerra. El razonamiento -más que cuestionable, ya que la retirada rusa no eliminaría el conflicto civil existente en Ucrania ni Rusia ha mostrado interés por ocupar todo el país- otorga a la intervención militar rusa un matiz totalitario y quizá incluso genocida que las autoridades ucranianas han querido explotar al máximo. Kiev ha llegado a calificar de limpieza étnica el traslado de menores de Donbass a campamentos de Bielorrusia para pasar el verano.

La captura rusa de amplias zonas del sur de Ucrania, sumada a Crimea, bajo control ruso desde 2014, y a las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, evidentemente prorrusas desde que comenzara la rebelión de Donbass, ha supuesto para Occidente la posibilidad de explotar el derecho que la legislación internacional otorga a las poblaciones ocupadas a luchar contra el ocupante. De esta forma, la asistencia militar, económica, política y diplomática no solo era necesaria para Occidente, sino que se convertía en una obligación moral. Ese mismo argumento, el de la lucha contra la potencia ocupante, es utilizado para justificar bombardeos ucranianos contra la población civil -algo que ha aumentado desde 2022, pero que comenzó durante la guerra de Donbass, cuando las tropas rusas ni siquiera ocupaban el territorio-, asesinatos selectivos en los territorios bajo control ruso, privación del derecho a obtener salarios y pensiones e incluso cortes de agua.

Ninguno de esos derechos se ha hecho extensible al pueblo palestino, bajo ocupación desde el año 1948 y sin que las autoridades israelíes hayan querido jamás buscar un acuerdo. Israel y Ucrania no solo comparten el desprecio por la población que les hace frente -el pueblo de Donbass ha cumplido para Zelensky y Poroshenko el papel del pueblo palestino para Tel Aviv- sino el rechazo absoluto a cumplir con los compromisos adquiridos. De esta forma, los acuerdos de Oslo o la solución de los dos Estados no son más que la aplicación de la lógica ucraniana de los acuerdos de Minsk: exigir todo al enemigo sin ofrecer nada a cambio. Nada de eso sería posible sin el apoyo prácticamente incondicional de las potencias occidentales, que han protegido a Kiev y Tel Aviv de las críticasy, en el caso israelí, también de la posibilidad de ser investigados por la Corte Penal Internacional pese a los repetidos ejemplos de crímenes de guerra.

En este contexto, los casos en los que alguna autoridad europea se ha alejado del discurso oficial han sido escasos y generalmente se han dirigido a aspectos concretos y por motivos no siempre completamente humanitarios. Desmarcándose ligeramente de la autoritaria postura de Úrsula von der Leyen, que ha secuestrado la política exterior de la Unión Europea para subordinar sus intereses a los de Estados Unidos, Josep Borrell se mostró crítico con Israel tras el anuncio del corte de electricidad y suministro de agua a Gaza. “Lo hemos dicho en Ucrania y lo decimos en Gaza: no se puede cortar el agua y todos los servicios a una población”, afirmó el Alto Representante de la Unión Europea para la Política Exterior y de Seguridad en una entrevista concedida a El País. En realidad, en el caso de Ucrania, las denuncias han llegado solo cuando la situación ha afectado a la parte correcta de Ucrania, no a las poblaciones de Donbass o Crimea.

Estos días se ha recordado también la denuncia de von der Leyen o la calificación de “barbarie” de los ataques rusos contra las infraestructuras ucranianas que, al contrario que en Gaza, nunca han dejado a la población sin suministro eléctrico o sin agua potable. Sin embargo, todos ellos olvidan un detalle: esas condenas, los calificativos y las exigencias de una actuación civilizada nunca se produjeron cuando fue Ucrania quien construyó un muro para impedir el paso del agua del Dniéper al canal de Crimea-Norte, principal fuente de agua de la península. Tampoco hubo críticas a Ucrania durante los siete años en los que negó a la población más vulnerable de Donbass sus  pensiones y prestaciones sociales, ni cuando Ucrania asedió ciudades o implantó un bloqueo comercial que se sumaba al bloqueo bancario y de transporte.

Durante años, Ucrania y sus socios condenaron, calificando de invasión, los convoyes de ayuda humanitaria que Rusia enviaba a Donbass para impedir una catástrofe humanitaria en la región, asolada por las consecuencias económicas de la guerra. No hubo quejas cuando Ucrania mentía repetidamente y acusaba a Rusia de bombardear las ciudades de Donbass que supuestamente ocupaba. Esos bombardeos ucranianos eran considerados el derecho de Ucrania a defenderse de la misma manera que los ataques aéreos israelíes, que han destruido barrios enteros, son defendidos incluso destacando la “moderación” israelí, capaz de causar aún más víctimas.

La hipocresía de las autoridades occidentales ha sido tan evidente que incluso desde la propia Unión Europea han surgido preocupaciones. Eso sí, generalmente se refieren a la mala imagen de las instituciones y, sobre todo, a la posibilidad de que impliquen pérdida de poder blando. Este aspecto es especialmente importante en el caso de la guerra de Ucrania, en la que Occidente ha tratado de atraer a los países no occidentales a la postura de enfrentamiento con Rusia. “Definitivamente hemos perdido la batalla por el Sur Global”, afirma un diplomático de alto nivel de un país del G7 citado por The Wall Street Journal, que añade que “todo el trabajo que hemos hecho con el Sur Global [sobre Ucrania] se ha perdido. Olvidaos de las normas, olvidaos del orden mundial. Nunca más volverán a escucharnos”, añade. Las prioridades están claras y entre ellas no está la defensa de la población civil frente a los bombardeos ni tampoco del derecho a defenderse ante el ocupante si este es aliado occidental.

En dos semanas, según datos de Naciones Unidas, dos tercios de la población gazatí se ha visto internamente desplazada. Los refugiados -muchos de ellos en Gaza como refugiados de la limpieza étnica de 1948 o sus descendientes- no disponen de decenas de países dispuestos a acogerles temporalmente hasta el final de la guerra, ni tampoco de proveedores que suministren enormes flujos de armamento y munición para defenderse contra el ocupante, que ha ordenado un asedio medieval, roto tan solo por el acuerdo para dar acceso ayer a una veintena de camiones de carga. Naciones Unidas afirma que sería necesario un centenar al día para cubrir las necesidades más básicas de los más de dos millones de personas sitiadas mientras el mundo occidental defiende a quien ha impuesto unas condiciones inhumanas, amenaza abiertamente incluso a hospitales y anuncia una futura incursión terrestre tras la que “el territorio de Gaza será mucho más pequeño”. En este tiempo, Israel ha asesinado a más del doble (se aproxima rápidamente al triple) de niños y a más periodistas que en un año y medio de guerra en Ucrania (sumando los menores muertos a ambos lados del frente). Sin embargo, Israel, como Ucrania, es definido como una democracia que se defiende de una agresión.

Pese a las contradicciones, en su respuesta a los dos conflictos, hay una línea de continuidad marcada por el apoyo absoluto a los actos del aliado propio. Las declaraciones de todas y cada una de las autoridades políticas de Estados Unidos, el Reino Unido, la Unión Europea y otros países aliados como Canadá, hace un mes noticia por su homenaje a un veterano de las SS, han buscado, ante todo, defender a ultranza a Israel. Ha sido así incluso en los casos en los que se ha pedido, de la forma más educada posible y sin intentar hacer de ello una exigencia, cierta moderación hacia los ataques contra la población civil o la posibilidad de entregar ayuda humanitaria. Incluso en esos casos, las autoridades occidentales han querido insistir en presentar a la población de Gaza -olvidando completamente a la de Cisjordania, donde Israel ha asesinado a más de 80 personas desde el 7 de octubre pese a la completa ausencia de Hamas, grupo contra el que Occidente afirma que luchan las autoridades israelíes-, como víctimas de Hamas y no de la ocupación, asedio y bombardeos israelíes.

La hipocresía de los países occidentales se ha puesto de manifiesto ante la población palestina y árabe en general, que han comprendido que el derecho de los pueblos a la autodeterminación y a la defensa contra el ocupante se aplica únicamente a aquellos pueblos elegidos y que luchan contra un enemigo designado por Occidente. Pero la actuación occidental muestra también la continuidad de un apoyo incondicional al aliado al que se le consiente y se le justifica todo. En este caso, ha sido necesario borrar del relato todo lo ocurrido en Palestina antes del 7 de octubre de 2023, de la misma forma que eliminar de la memoria los ocho años anteriores a la invasión rusa del 22 de febrero de 2022 hizo posible la narrativa de Ucrania como víctima inocente de un ataque no provocado.  

https://slavyangrad.es/2023/10/22/el-derecho-a-defenderse-y-la-hipocresia-occidental/#more-28407

domingo, 22 de octubre de 2023

Hacia la solución final sionista

 

Hacia la solución final

 PEPE ESCOBAR

 Lo que ya está claro es que la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania y la “guerra contra el terror" israelí en Gaza no son más que frentes paralelos de una única guerra global

 Robaste los huertos de mis antepasados

 Y la tierra que cultivé

 Y no nos dejaste nada

 Excepto estas piedras…

 Si tengo hambre

 La carne del usurpador será mi alimento.

 Mahmoud Darwish, poeta nacional palestino

 Ya se ha confirmado que la inteligencia egipcia advirtió a sus homólogos israelíes tres días antes de Tormenta de Al-Aqsa de que algo “grande" venía de Hamás. Tel Aviv, su multimillonario aparato de seguridad y las FDI, “el ejército más fuerte del mundo", optaron por ignorarlo.

  Esto establece dos vectores principales.

 1) Tel Aviv obtiene su pretexto de “Pearl Harbor" para poner en marcha una remezclada “guerra contra el terror" como una especie de Solución Final al “problema de Gaza" (ya en marcha).

 2) El Hegemón cambia bruscamente la narrativa a la inminente e inevitable humillación cósmica conjunta de la Casa Blanca y la OTAN en las estepas de Novorossiya, una derrota estratégica que da forma a la humillación anterior en Afganistán como un baile de máscaras en Disneylandia.

El bloqueo total de los “animales con forma humana" ('copyright' del Ministerio de Defensa israelí) de Gaza, en realidad una población civil de 2,3 millones de personas, se impuso el lunes pasado. No hay alimentos, ni agua, ni combustible, ni artículos de primera necesidad.

 Se trata de un crimen de guerra y un crimen contra la humanidad, contrario a los cuatro principios básicos de la Ley de Conflictos Armados (LOAC), todo ello debidamente aplaudido o, en el mejor de los casos, completamente ignorado por la OTANstán y sus medios de comunicación afines controlados por la oligarquia 

Cristianos, musulmanes, judíos y otros grupos étnicos vivieron pacíficamente en Palestina durantesiglos hasta la imposición del racista Proyecto Sionista, con todos los atributos de “divide y vencerás" del colonialismo de colonos.

La Nakba es un antiguo recuerdo de hace 75 años. Ahora estamos mucho más allá del apartheid y nos adentramos en la exclusión y expulsión totales de los palestinos de su patria.

En enero de 2023, el propio primer ministro israelí Netanyahu subrayó que “el pueblo judío tiene un derecho exclusivo e incuestionable a todas las zonas de la Tierra de Israel".

 Ahora, las FDI han enviado nada menos que una orden a la ONU para evacuar completamente a todos los residentes del norte de Gaza, 1,1 millones de personas, al sur de Gaza, cerca de Rafah, el único paso fronterizo con Egipto. Esta deportación forzosa masiva de civiles sería el preludio del arrasamiento de todo el norte de Gaza, junto con la expulsión y confiscación de las tierras ancestrales palestinas, acercándose así a la Solución Final sionista.

  Bienvenido a Sociópatas Unidos

 Netanyahu, un sociópata con un historial probado, sólo puede salirse con la suya con crímenes de guerra en serie gracias al apoyo total de la Casa Blanca, el combo “Biden" y el Departamento de Estado, por no mencionar a los vasallos inconsecuentes de la UE.

 Acabamos de ser testigos de cómo un Secretario de Estado estadounidense, un funcionario de bajo coeficiente intelectual fuera de sí en todos y cada uno de los temas, iba a Israel a apoyar el castigo colectivo “como judío también“.

 Dijo que su abuelo “huyó de los pogromos en Rusia" (eso fue en 1904). Luego vino la conexión directa -nazi- con “mi padrastro sobrevivió a Auschwitz, Dachau y Majdanek“. Impresionante, son tres campos de concentración seguidos. El secretario ignora obviamente que la URSS liberó los tres.

 Luego vino la conexión Rusia-Nazis-Hamas. Al menos está todo claro.

  Internamente, Netanyahu sólo puede seguir siendo Primer Ministro gracias especialmente a dos rabiosos socios de coalición ultrasionistas, racistas y supremacistas. Nombró a Itamar Ben-Gvir ministro de Seguridad Nacional y a Bezalel Smotrich ministro de Finanzas, ambos encargados de facto de hacer proliferar los asentamientos en toda Cisjordania a escala industrial.

 Smotrich ha declarado públicamente que “no existen los palestinos porque no existe el pueblo palestino“.

Ben-Gvir y Smotrich, en un tiempo récord, van camino de duplicar la población de colonos en los cantones de toda Cisjordania, de 500.000 a un millón. Los palestinos, no ciudadanos de facto, son 3,7 millones. Los asentamientos ilegales, no aprobados formalmente por Tel Aviv, están apareciendo por todas partes.

 En Gaza, donde la pobreza ronda el 60% y el desempleo juvenil es masivo, las agencias de la ONU advierten desesperadamente de una catástrofe humanitaria inminente.

 Más de 1 millón de personas en Gaza, en su mayoría mujeres y niños, dependen de la ayuda alimentaria de la ONU. Decenas de miles de niños van a las escuelas de la UNRWA (la agencia para los refugiados palestinos).

 Tel Aviv los está matando ahora, de a poco. Esta última semana han sido asesinados al menos 11 trabajadores de la UNRWA (entre ellos profesores, un médico y un ingeniero), al menos 30 niños en sus escuelas, además de 5 miembros de la Cruz Roja Internacional y de la Medialuna Roja.

  Para colmo de males, está el ángulo de Pipelinestan, como el robo de gas de Gaza. Al menos el 60% de las vastas reservas de gas descubiertas en 2000 a lo largo de la costa de Gaza-Israel pertenecen legalmente a Palestina.

Una consecuencia clave de la Solución Final aplicada a Gaza se traduce en que la soberanía sobre los yacimientos de gas pasará a Israel, en otro atropello masivo del derecho internacional.

 La Mayoría Global es Palestina

 Ante la horrible perspectiva de que Israel despoble toda la mitad norte de Gaza, en directo por televisión y jaleado por hordas de zombis de la OTAN, no es descabellado considerar la posibilidad de que Turquía, Egipto, Siria, Irak, Irán, Líbano, Yemen y las monarquías del Golfo se unan, a diversos niveles, para crear una presión abrumadora contra la aplicación de la Solución Final sionista. Prácticamente todo el Sur Global/Mayoría Global está con Palestina.

Turquía, problemáticamente, no es una nación árabe y ha estado demasiado cerca ideológicamente de Hamás en el pasado reciente. Suponiendo que la actual banda de Netanyahu se dedicara a la diplomacia, el mejor equipo de mediación posible estaría formado por Arabia Saudí, Qatar y la diplomacia egipcia. India acaba de clavarse un puñal en la cabeza como líder de la Mayoría Global: a sus dirigentes parece que se les pone dura cuando se enfrentan a Israel.

Luego están los Grandes Soberanos: la asociación estratégica Rusia-China.

 Rusia-Irán están a su vez conectados por una asociación estratégica, incluso a todos los niveles militares de vanguardia. El acercamiento entre Irán y Arabia Saudí, mediado y remachado por China, ha llevado esta semana a Mohammad bin Salman y Ebrahim Raisi a hablar por teléfono, por primera vez, coordinando su apoyo inquebrantable a los derechos legítimos del pueblo palestino. El sirio Bashar al-Assad acaba de visitar China, recibido con todos los honores.

La sofisticación diplomática característica de China, mucho más allá de Tormenta de Al-Aqsa, equivale a apoyar los legítimos derechos palestinos. Todo el mundo árabe y las tierras del Islam lo sienten claramente, mientras que Israel y la OTAN son impermeables a los matices.

 Con Rusia llegamos al territorio del heavy metal. A principios de esta semana, el embajador de Israel en Rusia, Alexander Ben Zvi, fue finalmente recibido, tras varios intentos, por el viceministro de Asuntos Exteriores, Mikhail Bogdanov. Fue Israel quien prácticamente suplicó una reunión.

 Bogdanov fue al grano, sin rodeos: Ben Zvi fue advertido de que el plan de las FDI de destruir literalmente Gaza, expulsar a la población autóctona y practicar la limpieza étnica de esos “animales humanos" estaba “cargado de las consecuencias más devastadoras para la situación humanitaria de la región."

Eso avanza un escenario bastante posible, cuyas consecuencias pueden ser igualmente devastadoras: Moscú, en colaboración con Ankara, lanzando una operación de bloqueo contra Israel apoyada por el Sur Global.

 No es ningún secreto, aparte del modus operandi, que Putin y Erdogan han hablado de un posible convoy naval humanitario turco a Gaza, que estaría protegido de un ataque israelí por la Armada rusa desde su base de Tartous, en Siria, y por la Fuerza Aérea rusa desde Hmeimim. Eso elevaría las apuestas a niveles imprevistos.

Lo que ya está claro es que la guerra por poderes de la Hegemonía contra Rusia en Ucrania y la “guerra contra el terror" israelí remezclada en Gaza no son más que frentes paralelos de una única guerra global en horrible evolución.

 * Columnista de The Cradle y redactor jefe de Asia Times

 Strategic Culture Foundation / observatoriodetrabajadores.wordpress.com

 Texto completo en: https://www.lahaine.org/mundo.php/hacia-la-solucion-final

sábado, 21 de octubre de 2023

La geopolítica occidental se agrieta a marchas aceleradas .

 La geopolítica occidental se agrieta a marchas aceleradas .

La guerra entre Israel y Gaza constituye la enésima pieza de ajedrez del mundo occidental en el tablero geopolítico, equivalente a esas otras ya utilizadas, y en su mayoría fallidas y rotas, como Afganistán, Irak, Libia, Egipto, Siria, Ucrania…

 Juan Laborda

Resulta absolutamente descorazonador observar cómo languidecen nuestras democracias. Especialmente triste y desolador resulta otear cmo los dirigentes europeos hacen un seguidismo genuflexo hacia una visión del mundo, la anglosajona, que es absolutamente incompatible con la búsqueda de una paz global. El mundo multipolar en el que ya nos encontramos, por mucho que les pese a algunos dirigentes occidentales, requiere de una cooperación que respete la heterogeneidad de los pueblos. Pero eso es incompatible con la actual clase dirigente política y económica de los Estados Unidos, temerosa de perder el control del planeta. Aún no se han dado cuenta, pero ya lo han perdido. Muchos países ya han peridido el miedo a no seguir las consignas dictadas desde Washington y Londres.

 La guerra entre Israel y Gaza constituye la enésima pieza de ajedrez del mundo occidental en el tablero geopolítico, equivalente a esas otras ya utilizadas, y en su mayoría fallidas y rotas, como Afganistán, Irak, Libia, Egipto, Siria, Ucrania… El problema es que antes, desde Occidente, se podía manipular a la audiencia bajo una cortina de humo, simulando la recreación de Hollywood en esa magnífica película, 'Wag the Dog' ('Cortina de humo', en España). Tratar de reducir el brutal atentado terrorista de Hamás a un guion donde se nos presenta como los buenos del mismo a quienes llevan décadas incumpliendo las resoluciones de la ONU, montando un apartheid contra todo un pueblo, el palestino, resulta, como mínimo, grotesco.

 Occidente y las democracias tienen mucho que perder en este conflicto. Si no ponen límites a los crímenes de lesa humanidad que está perpetrando Israel y continúan haciendo una distinción entre muertos de primera y de segunda, nuestro declive se acelerará, muy especialmente el de los Estados Unidos. Se están cumpliendo dos escenarios políticos aditivos. Por un lado, la anticipación política de Frank Biancheri, politólogo francés, uno de los padres de las becas Erasmus, hecha allá por 2010, y según la cual nos encaminábamos a un conflicto global por no deshacerse Europa del yugo anglosajón. Por otro lado, y, como consecuencia de lo anterior, no descarto que al final también se cumpla el pronóstico del matemático y sociólogo noruego Johan Galtung, que anticipó la pérdida del poder global de Estados Unidos en la década que nos encontramos.

 Las previsiones de Frank Biancheri y Johan Galtung

 Pero vayamos por partes. Europa tuvo la oportunidad de cambiar la hoja de ruta, de impulsar un modelo cooperativo global, lo que pasaba sin duda por desligarse definitivamente del diktat anglosajón. Ese momento fue la Gran Recesión. Pero no lo hizo. Como consecuencia entramos en un escenario alternativo de conflicto. Recomiendo la lectura atenta de un libro visionario, del gran Franck Biancheri, uno de los impulsores de las becas Erasmus, 'The World Crisis: The Path to the World Afterwards'. Biancheri detallaba dos escenarios: cooperación o caos. Y quien decidía era Europa. Al final, la senda seguida por Europa nos encamina a un mundo en conflicto, que Bianchieri predijo con más de 10 años de antelación (Afganistán, Libia, Egipto, Siria, Ucrania… o lo que ahora puede acontecer en Oriente Próximo).

 El problema de fondo es que el imperio dominante, el estadounidense, se encuentra bajo la certeza de que en poco tiempo va a perder su hegemonía en favor de otro, el chino. Detrás de todo, una realidad: nadie puede competir con China, que aprovechó el hueco y la oportunidad que le dio Occidente. Va a recuperar el trono mundial que ejerció durante milenios. Los últimos 150 años son, en la interpretación china, un paréntesis del que han aprendido los errores. Lo que estamos viendo se puede resumir en la frase: “China is not emerging. It is re-emerging.” Estados Unidos lo sabe y trata de ganar tiempo e influencia para, llegado el momento, no quedar descolocado, o, peor todavía, esparcir conflictos en distintas áreas del mundo que podrían terminar en una escalada de guerra global.

 Este razonamiento lo mantengo desde que empecé a analizar las derivadas políticas del sistema de gobernanza actual, el Neoliberalismo, del Totalitarismo Invertido Actual al Fascismo. El impulso tecnológico y educativo de China es tan potente que es imparable. Nadie puede competir con un país con un desarrollo tecnológico como es el caso de China, que además tiene un control estatal de la tierra y de la banca y una planificación estratégica de largo plazo. Solo un conflicto de orden militar puede frenar aquello que es inevitable. El peligro es que desde los Estados Unidos se haga esta interpretación.

 Ello me permite introducir, finalmente, la Teoría de Conflictos del sociólogo y matemático noruego Johan Galtung, quien predijo, entre otras cosas, el colapso de la Unión Soviética y advirtió que el poder global de Estados Unidos colapsará en la década actual. Galtung hace ya muchos años desarrolló una teoría del conflicto, basada en la idea de sincronizar y reforzar mutuamente las contradicciones, y que utiliza para hacer sus pronósticos. El modelo se fundamenta en comparar el ascenso y la caída de 10 imperios históricos. En 1996, escribió un artículo científico publicado por el Instituto de Análisis y Resolución de Conflictos de la Universidad George Mason advirtiendo que Estados Unidos pronto seguiría el mismo camino que las construcciones imperiales anteriores: declinan y caen. Pero el libro principal que establece el pronóstico de Galtung lo publicó en 2009, 'The Fall of the American Empire', donde presenta las 15 contradicciones que se sincronizan y refuerzan mutuamente, y que afligen al país norteamericano y que, según él, conducirán a que el poder global de Estados Unidos termine en esta década. El problema es que durante esta fase de decadencia es probable que Estados Unidos pase por una fase de “fascismo” reaccionario que provendría de la capacidad de una tremenda violencia global; una visión de la excepción estadounidense como la “nación más apta”; una creencia en una próxima guerra final entre el bien y el mal. Pero si sus aliados dejen de comportarse como tales, tendrán que valerse por sí mismos. Lo que predice Galtung es que el apoyo de sus otrora aliados no continuará más allá de la década actual. Veremos.

https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/geopolitica-occidental-agrieta-marchas-aceleradas_129_10608089.html

 

Nota del blog .- USA  sin Europa ya no es nadie por eso  el atentado a los oleoductos ruso-alemanes  es de cañonera  clásica anglo  . El Imperio americano  se sostiene  subordinando a las dos potencias derrotadas en la Segunda  Guerra mundial  ,Alemania  y Japón pero si en 1945   USA tenía el 50%  del  PIB mundial y hoy solo tiene    + - el 15% y el bloque atlántico ya ha sido superado por eso sin Europa ya no es  hegemónica  . En este último discurso de Biden . no solo  se debía únicamente a mostrar una vez más el incondicional apoyo de Estados Unidos a Israel, algo que las autoridades norteamericanas y europeas han hecho a diario desde el pasado 7 de octubre. El objetivo real era instalar el discurso de una guerra justa en la que Estados Unidos, el país excepcional, debe implicarse completamente, aunque sea de manera indirecta, luchando por medio de dos proxis esta batalla que aglutina las dos guerras, la Guerra Fría contra  Rusia y la guerra contra el terrorismo de George W. Bush,   que los dos partidos políticos estadounidenses han apoyado en el pasado. Po eso  busco  una retórica de la creación de un nuevo relato de guerra justa que busca siempre un fin económico y el discurso de Biden no fue una excepción. No es un secreto que el presidente de Estados Unidos lleva meses luchando con la mayoría republicana en el poder legislativo, donde una pequeña minoría del ala trumpista amenaza con bloquear la financiación de la guerra de Ucrania. Vincular la lucha de Ucrania con la de Israel, aunque sea con la única coherencia de que Kiev y Tel Aviv comparten aliados, ya ha conseguido parte de lo que buscaba. Tras el discurso, especialmente por la mención a la defensa de Israel y de la seguridad nacional, (incluso Fox News, el canal de noticias más cercano a Trump, elogiaba a Joe Biden). Así reeditar la catastrófica guerra contra el terrorismo -que ha destruido varios países y ha asesinado o desplazado a millones de personas- es la táctica con la que Joe Biden ha decidido apelar al Partido Republicano en busca de financiación para Ucrania. Aunque para ello hiciera falta recuperar la idea del eje del mal de George Bush.  Si   consigue los 105 millones de dólares para financiar sus guerras, no solo la de Ucrania y la de Israel, sino también la “defensa” de Taiwan y la lucha contra la inmigración en su frontera sur.

Ver  como los mandos  de la UE van   y  apoyan en la Casa Blanca  a Biden  y así a Netanyahu   contra el  terrorismo de  Hamas   es  repetir su historia una vez mas

 ver... https://www.eldiario.es/internacional/lideres-europeos-escenifican-casa-blanca-unidad-biden-defensa-israel-ucrania_1_10616910.html

  






 

viernes, 20 de octubre de 2023

El belicismo de los medios .

 

Los medios occidentales actúan como promotores de la guerra.

   Por Jonathan Cook 




Es sencillamente asombroso el modo en que muchos periodistas occidentales, incluidos los reporteros de la BBC, por lo general prudentes, están adulando con descaro a las jóvenes que preparan cócteles molotov en las calles de ciudades ucranianas como Kiev.

De pronto, fabricar explosivos improvisados resulta sexy, al menos si los medios de comunicación te consideran blanco, europeo y “civilizado”. 

Esto podría sorprender a otros movimientos de resistencia más establecidos, especialmente en Oriente Medio. Siempre han sido tachados de terroristas por hacer lo mismo.

La dificultad de contención de los periodistas occidentales a la hora de identificarse con la “resistencia” civil ucraniana y apoyarla debe exasperar a los palestinos de la pequeña Gaza, por ejemplo, que llevan décadas encerrados en una jaula de metal a causa de un invasor militar israelí. Los palestinos de Gaza fabrican sus propios cócteles molotov. Pero como no pueden acercarse al ejército israelí, tienen que empaquetarlos en globos que sobrevuelan la barrera de acero que rodea Gaza para adentrarse en Israel, a veces incendiando campos.

Nadie de la BBC ha celebrado estos “globos incendiarios” como un pequeño acto de resistencia. Instintivamente, se culpa al grupo gobernante de Gaza, Hamás, cuya rama política recientemente ha sido declarada organización terrorista por parte del gobierno británico.

Doble rasero

Durante los últimos quince años, los palestinos de Gaza también han sufrido por parte de Israel un bloqueo comercial expresamente diseñado para hacerles pasar hambre. Los manifestantes, entre los que se encuentran mujeres, niños y personas en silla de ruedas, han acudido regularmente a lanzar una piedra en dirección a los lejanos francotiradores israelíes, ocultos tras las fortificaciones, como forma simbólica de exigir su libertad. Con frecuencia, estos manifestantes han recibido como respuesta los disparos del ejército israelí. 

Los medios de comunicación occidentales a menudo se angustian por las vidas perdidas o las piernas amputadas de los que han sido blanco de los francotiradores. Pero ninguno de ellos vitorea esa “resistencia” palestina como lo hace con la ucraniana. De hecho, los manifestantes son tratados como incautos o provocadores de Hamás. 

A diferencia de Ucrania, Gaza no tiene ejército, y sus combatientes, también a diferencia de los de Ucrania, no reciben armamento de Occidente.

El periódico The Guardian llegó a censurar a su viñetista Steve Bell cuando quiso representar a una de las víctimas de los francotiradores israelíes, Razan al-Najjar, una enfermera, que había intentado ayudar a los heridos. El periódico insinuó que la caricatura –de la entonces primera ministra británica, Theresa May, recibiendo en Londres a su homólogo israelí, Benjamin Netanyahu, con al-Najjar como víctima del sacrificio en la chimenea que aparece detrás de ellos– era antisemita.

Dando por sentado que en el pasado los medios de comunicación han sido reacios a animar a la gente corriente a enfrentarse a soldados bien armados –para evitar víctimas civiles–, ¿por qué de repente se ha abandonado esa política en Ucrania?

El doble rasero es evidente y está en todas partes. No es posible afirmar que los periodistas que hacen esto ignoran las convenciones periodísticas en otros lugares, pues en su mayoría son veteranos de las zonas de guerra de Oriente Medio, bien acostumbrados a cubrir Gaza, Bagdad, Nablus, Alepo y Trípoli. 

Alimentar el fuego

Gran Bretaña y otros Estados europeos han optado por alimentar el fuego de la resistencia en Ucrania, enviándole armas que sólo pueden provocar una mayor pérdida de vidas, especialmente de civiles atrapados en el fuego cruzado. Se podría esperar que los medios de comunicación británicos examinaran las implicaciones éticas de dicha política, y la hipocresía. Pero no está sucediendo.

De hecho, gran parte de los medios de comunicación, no solo han actuado como grupos de presión para que se envíen más armas al ejército ucraniano, sino que han alentado el apoyo para que los civiles en el Reino Unido se involucren más en la lucha.

Este ha sido el caso incluso después de que el Nº 10 de Downing Street se distanciara de los comentarios de Liz Truss, la ministra de Asuntos Exteriores, de que se debería animar a los británicos a presentarse como voluntarios para las llamadas “brigadas internacionales” de Ucrania, supuestamente para defender a Europa.

Su postura entraba en conflicto con la práctica habitual del gobierno, que ha tratado a los que se dirigen a luchar a zonas de guerra en Oriente Medio como terroristas. A Shamima Begum, que fue a Siria con 15 años, le retiraron su ciudadanía británica y le negaron el derecho a regresar por hacer lo que Truss ha propuesto en Ucrania.

No obstante, eso no disuadió a la BBC de viajar a Essex para conocer a “Wozza”, un proveedor de excedentes de equipamiento del ejército británico que ha estado vendiendo a bajo precio a los ucranianos en Gran Bretaña para que puedan dirigirse al frente de batalla. Wozza apareció arrancando las insignias de la Union Jack de los uniformes para que los milicianos ucranianos pudieran utilizarlas.

Compárese esto con el trato que recibe una forma de resistencia totalmente pacífica por parte de occidentales en solidaridad con los palestinos, el movimiento internacional Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS). No se les ha tratado mejor que a los terroristas, con prohibiciones de apoyo al BDS en toda Europa y Estados Unidos. 

Una “imparcialidad” comprometida

Es difícil recordar, con todo el alboroto mediático generado alrededor de Ucrania, que esta cobertura favorecedora va en contra de sus convenciones periodísticas. Es inconcebible, por supuesto, que Gran Bretaña envíe armas para ayudar, por ejemplo, a la liberación de Gaza.

Por esa razón, los medios de comunicación nunca tendrán la oportunidad de ejercitar sus cuerdas vocales para indignarse ante tal acontecimiento. 

De hecho, los medios de comunicación occidentales suelen hacerse eco de la oposición de los gobiernos occidentales a cualquier tipo de ayuda a Gaza, incluso del simple envío de materiales de construcción como cemento para reconstruir el enclave tras alguna de las intermitentes oleadas de destrucción por parte de Israel. Esto se debe a que los reporteros tratan acríticamente las afirmaciones israelíes de que la ayuda humanitaria será reutilizada por Hamás y reforzará el “terrorismo”. 

En 2010, por ejemplo, un programa de Panorama de la BBC no mencionó que un ataque naval israelí contra un convoy de ayuda humanitaria que se dirigía a la asediada Gaza se llevó a cabo ilegalmente en aguas internacionales. Nueve activistas que trataban de entregar a Gaza artículos de primera necesidad, como medicinas, a bordo del barco Mavi Marmara fueron asesinados por comandos israelíes, pero las entrevistas con estos hombres enmascarados carecían, en gran medida, de sentido crítico. La BBC mostró muy poca simpatía hacia ese acto de resistencia contra un cruel ocupante.

Un año antes la BBC rompió con la tradición y se negó a retransmitir un llamamiento de ayuda porque, en esta ocasión, se trataba de proporcionar alimentos y refugio a Gaza tras un ataque israelí que había destruido franjas del enclave. La BBC justificó la decisión alegando que comprometería su “imparcialidad”, algo que parece no importarle en absoluto en Ucrania. 

En el momento de la publicación de este artículo, la BBC no había respondido a las preguntas sobre estas incoherencias.

La niebla de la guerra

El campo de batalla es bien conocido por quedar rápidamente envuelto en la niebla de la guerra. Esa es una de las razones por las que los editores advierten a los periodistas inexpertos para que esperen las pruebas y estén atentos a la propaganda. En la práctica, sin embargo, se puede apreciar dónde están las simpatías de los medios de comunicación –ocultas tras endebles afirmaciones de objetividad– observando cuándo y en beneficio de quién se abandonan estas normas de precaución, y qué narrativas del bando se aceptan rápida y acríticamente.

Está claro que las afirmaciones de Estados Unidos, Europa e Israel en Oriente Medio se amplifican con demasiada facilidad, incluso cuando su veracidad está puesta en duda. 

Estas mentiras alimentadas por los medios de comunicación han sido múltiples. Que Israel instó a los palestinos que expulsó en 1948 a volver a casa. Que las tropas de Saddam Hussein arrebataron bebés de las incubadoras en Kuwait y que el líder iraquí colaboró con su archienemigo, Al Qaeda, en los atentados del 11-S. Que los soldados de Muammar Gadaffi en Libia tomaron Viagra para violar a civiles en Bengasi. Que Rusia pagó recompensas a los talibanes para que mataran a soldados estadounidenses en Afganistán. 

Estos engaños e invenciones acapararon los titulares cuando fueron útiles como propaganda y sólo se retiraron discretamente mucho después. 

En el caso de Ucrania parece estar surgiendo un patrón similar. Los medios de comunicación occidentales informaron de forma generalizada, incitante y totalmente ficticia, de que las tropas rusas habían masacrado a un contingente de trece soldados ucranianos en la isla de la Serpiente, en el Mar Negro. Se difundió una cinta de audio falsa en la que, supuestamente, los ucranianos maldecían a los invasores rusos. El gobierno ucraniano prometió a cada uno de ellos el título de Héroe de Ucrania. 

Sin embargo, en esta ocasión eran ciertas las informaciones de los medios de comunicación rusos. Había ochenta y dos soldados ucranianos y se habían rendido. Todos estaban sanos y salvos. En otro ejemplo, se divulgó ampliamente un clip de un videojuego en el que aparecía un heroico y solitario piloto de combate ucraniano, apodado el Fantasma de Kiev, derribando aviones y helicópteros rusos. 

La desinformación se ha compartido de forma aún más agresiva en las cuentas de las redes sociales occidentales, y la mayor parte de ella está diseñada para provocar la simpatía por Ucrania y la hostilidad hacia Rusia.

Operación de blanqueamiento ideológico

Pero lo que estamos viendo es algo más que el apetito de los medios de comunicación por las historias sin pruebas y las falsedades siempre y cuando estén dirigidas contra Rusia. Y se trata de algo más que la simpatía de los medios de comunicación por la “resistencia” ucraniana, negada a otros grupos que luchan contra sus opresores cuando esos opresores son Occidente y sus aliados.

Los medios de comunicación están repletos de comentaristas aún más tribales que los gobiernos occidentales y los generales militares. El coro de los medios de comunicación a favor de “más guerra” parece estar sirviendo a una operación de blanqueamiento ideológico que despeja el camino a los gobiernos mientras se preparan para una propaganda más extrema y medidas antidemocráticas.

Junto con muchos otros, Dan Hodges, comentarista del Mail on Sunday, ha estado pidiendo una zona de exclusión aérea sobre Ucrania que incluso Boris Johnson ha rechazado por razones muy obvias. Llevaría a Europa a una confrontación directa con las fuerzas aéreas rusas y supondría un riesgo de enfrentamiento con una potencia nuclear.  

Sin embargo, Hodges ha calificado cualquier rechazo a esta idea como “un acto de apaciguamiento no diferente a nuestro apaciguamiento de Hitler en 1938”. La invasión rusa ha tenido lugar tras casi una década de instigación por parte de Estados Unidos, que ha utilizado a la OTAN como tapadera para forjar unas relaciones militares cada vez más estrechas con su vecino.

Con razón o sin ella, Moscú interpretó el comportamiento de la OTAN como una maniobra agresiva de Estados Unidos y sus aliados en su “esfera de influencia”. La idea de que no se podía, ni se puede, hacer ninguna concesión a Rusia –que la única “opción moral”, como la llama Hodges, es arriesgarse a una posible guerra nuclear– debe entenderse como la provocación beligerante que claramente es.

El principal corresponsal de NBC News, Richard Engel, tuiteó lo que consideraba un “cálculo de riesgos” y un “dilema moral”: ¿debería Occidente bombardear un convoy de tanques rusos en su camino hacia Kiev? Aparentemente preocupado por la inacción actual, preguntó: “¿Occidente observa en silencio mientras pasa?”.

Hipocresía absoluta

Condeleeza Rice, artífice de la criminal invasión de Irak, no ha sido cuestionada por los medios de comunicación por su absoluta hipocresía al defender que “invadir una nación soberana es un crimen de guerra”. Si ese es el caso –y el derecho internacional dice que lo es– entonces la propia Rice debería ser juzgada en La Haya.

O, ¿qué decir del horror de los medios de comunicación esta semana ante el bombardeo de Járkov​​, la segunda ciudad de Ucrania, donde se informó de que habían muerto “docenas” de personas? Compárese con el sensacional entusiasmo de los medios de comunicación por la campaña de bombardeo “Shock and Awe” que probablemente mató a miles de personas en las primeras horas de la invasión estadounidense de Irak en 2003.  

¿Y qué hay del silencio cómplice de los medios de comunicación durante muchos años de bombardeos saudíes –con aviones y bombas británicos– contra civiles en Yemen, que han provocado una catástrofe humanitaria apenas imaginable? Los que resisten en Yemen al espectáculo de horror saudí no son héroes para nuestros medios de comunicación, sino que simplemente se les tacha de marionetas de Irán.

El veterano periodista de la BBC Jeremy Vine, por su parte, expresó la opinión de que los soldados rusos reclutados “merecen morir” cuando se ponen el uniforme del ejército ruso. “Así es la vida”, dijo a una persona sorprendida que llamó a su programa.

¿Cree Vine que las tropas británicas y estadounidenses –soldados profesionales, a diferencia de los reclutas rusos– también merecían morir cuando sus ejércitos invadieron ilegalmente Irak? Y si no, ¿por qué no?

El trasfondo racista de gran parte de la cobertura occidental –con comentaristas y entrevistados que insisten regularmente en que los refugiados ucranianos son “europeos”, “civilizados”, “de pelo rubio y ojos azules”– es difícil de pasar por alto. 

Propaganda estatal

Y en medio de esta desenfrenada, y a menudo desquiciada propaganda bélica occidental, gran parte de ella procedente de la cadena estatal británica, Europa ha prohibido la emisión de la cadena estatal rusa RT, al tiempo que Silicon Valley elimina su presencia de Internet. 

No hay duda de que RT generalmente promueve una línea editorial que simpatiza en gran medida con los objetivos de la política exterior de Moscú, de la misma manera que la BBC, invariablemente, promueve una línea editorial que simpatiza en gran medida con los objetivos de la política exterior británica. 

El problema para el público occidental no es su exposición a la propaganda estatal rusa. Es su constante exposición a la implacable propaganda estatal occidental. 

Si buscamos la paz –y de momento hay pocos indicios de ella–, necesitamos que los medios de comunicación occidentales rindan cuentas por su patrioterismo sin sentido, sus exageraciones, su credulidad, su doble moral y sus engaños. Pero ¿quién va a actuar como vigilante del supuesto vigilante del Cuarto Poder?

En estos momentos necesitamos voces de Rusia para entender lo que Putin piensa y quiere, no lo que los “principales corresponsales internacionales” de la BBC creen que quiere. Necesitamos fuentes de información preparadas para desafiar rápidamente las “noticias falsas” tanto occidentales como rusas.

Y, sobre todo, necesitamos acabar con nuestra visión racista del mundo, en la que nosotros siempre somos los Buenos y ellos los Malos, y en la que nuestro sufrimiento importa y el de los demás no.

Jonathan Cook es autor de tres libros sobre el conflicto palestino-israelí y ganador del premio especial de periodismo Martha Gellhorn.

Este artículo se publicó originalmente en Middle East Eye. Traducción: Paloma Farré.

Fuente: https://ctxt.es/es/20220301/Firmas/39043/ucrania-rusia-guerra-bbc-jonathan-cook-gaza-palestina-israel-doble-rasero.htm