miércoles, 4 de octubre de 2023

Entre la derrota y la escalada .

 Entre la derrota y la escalada

 Rafael Poch de Feliu

 

02/10/2023  


Un año después del atentado del Nord Stream, la unidad del bloque occidental es mucho menos firme de lo que se pretende.

Las guerras están expuestas a todo tipo de vuelcos inesperados, pero en su actual fase la derrota militar de Ucrania es cada vez más clara. Como lo es la respuesta de los patrocinadores occidentales de Kiev: suministrar misiles de largo alcance, capaces de golpear en Crimea y que ponen a tiro las ciudades rusas.

Hoy se cumple un año del atentado que voló el gasoducto Nord Stream en el Báltico. Con la distancia de un año, el hecho de que Estados Unidos atentara contra un interés estratégico de Alemania, su principal aliado en Europa, sigue pareciendo uno de los datos centrales del conflicto de Ucrania. Aunque la procesión vaya por dentro, aquel atentado ha tenido un efecto demoledor sobre el liderazgo de Estados Unidos en Europa Occidental. Dañó gravemente la economía alemana y dijo mucho sobre la fragilidad de la cohesión interna de la OTAN; sobre hasta qué punto la organización militar liderada por Estados Unidos en el continente manda sobre la Unión Europea, su subordinado brazo político. La omertá sobre aquel hecho de los propios afectados, sobre todo de los humillados políticos alemanes, así como la colaboración de sus servicios secretos y sus medios de comunicación en las burdas y diversas cortinas de humo lanzadas por la CIA, para disimular y despistar la simple realidad sobre la autoría de todo aquello también contribuyen muy bien a dibujar el panorama que tenemos delante.

Ese panorama viene determinado y dominado por las elecciones presidenciales del año que viene en Estados Unidos. Ese país es la única potencia capaz de forzar la paz, pero todos los ingredientes y circunstancias que rodean a esas elecciones apuntan más bien hacia una dinámica de guerra; es decir, hacia la escalada en el conflicto abierto en Ucrania y la profundización del conflicto latente en Asia oriental. Veamos.

Al frente de la pirámide tenemos a un presidente senil, Joe Biden, sobre el que los medios habrían escenificado la gran juerga si fuera un jefe de Estado ruso o chino. En caso de incapacidad, Biden tiene a su lado a una vicepresidenta, Kamala Harris, que brilla por su incompetencia. En la segunda línea, un trío de descerebrados con nivel de becarios al frente del dossier ucraniano: el secretario de Estado Blinken, el consejero de Seguridad Nacional Sullivan y la subsecretaria de Estado Nuland. Este defectuoso personal está, a su vez, enfrascado en la más dura y espectacular pelea interna del establishment de Washington desde la guerra civil, que incluye cruce de acciones judiciales encaminadas a meter en la cárcel al candidato adversario. Ambos bandos se han criminalizado mutuamente y están firmemente convencidos de que si pierden las elecciones serán juzgados, así que no pueden perderlas. Sumada a la posibilidad de una recesión, esa presión podría convertir el escenario de una guerra abierta con Rusia en el gran recurso de supervivencia para la administración Biden.

El periodista trumpista Tucker Carlson, al que la crisis del establishment ha convertido en popular disidente descarriado, resume la situación así: “Ya hemos perdido el control del mundo, ahora vamos a perder el control y el dominio mundial del dólar, y cuando eso ocurra tendremos pobreza a nivel de la Gran Depresión. Ya estamos en guerra con Rusia, financiamos y armamos a sus enemigos, pero podemos ir a una guerra directa, podríamos hacer un ‘Golfo de Tonkin’ en Polonia (el falso incidente fabricado para justificar la intervención en Vietnam) y decir ‘lo hicieron los rusos’”.

En el campo de batalla, las cosas no pueden ir peor para Ucrania. El milagro voluntarista de una contraofensiva en condiciones de inferioridad numérica, artillera y aérea no ha funcionado, tal como pronosticaban los expertos rusos, con la mayor seriedad y sin jactancia alguna, desde antes del verano. Las Wunderwaffen occidentales que tanto costó suministrar son mostradas ardiendo cada noche en los telediarios rusos (los soldados reciben cuantiosas primas por destruir los blindados Bradley, Stryker, Leopard, Challenger AMX-10 y demás). Lo más terrible que ha ocurrido ha sido una espantosa e irreparable carnicería que parece imposibilitar, por falta de personal, una nueva ofensiva ucraniana en primavera (mientras que el ejército ruso dispone de una reserva de 300.000 hombres que aún no han actuado) y más bien anuncia el hundimiento militar ucraniano. Eso hace cada vez más probable algún tipo de golpe militar en Kiev que aparte a Zelenski y los suyos del poder, imponga el realismo y acepte cuantiosas pérdidas territoriales que podrían haberse evitado en diciembre de 2021 si hubiera habido otra actitud.

A principios de septiembre, las fuentes más fiables estimaban entre 240.000 y 400.000 las bajas ucranianas en lo que llevamos de conflicto, y que estas triplican las rusas (80.000 muertos a mediados de septiembre según la BBC). Esta incierta estimación general ha encontrado su concreta confirmación de carácter local en las declaraciones del jefe de reclutamiento de la región ucraniana de Poltava, Vitali Berezhni: “De cada cien personas movilizadas el pasado otoño, quedan entre diez y veinte, el resto están muertos, heridos o incapacitados”. En Poltava el plan de reclutamiento solo se ha cumplido en un 13%, ha dicho el funcionario, mientras que su homólogo en Lvov reconoció en agosto que solo uno de cada cinco llamados acude a filas.

El escaqueo es generalizado. La guardia fronteriza ucraniana dice haber evitado la huida del país de más de 20.000 reclutas, la demanda del Gobierno de Kiev para que se deporte a los más de 650.000 ucranianos en edad militar registrados en la UE como refugiados es de difícil aplicación. En las misiones diplomáticas de Ucrania en el extranjero, entre el 40% y el 60% de los empleados no han regresado al país al concluir su estancia. De los veinte que debían regresar de la embajada en Estados Unidos el año pasado, solo ha vuelto uno y en algunas embajadas simplemente no regresa nadie. Esta realidad de carnicería y escaqueo aparece de vez en cuando en la prensa inglesa desde hace un año, pero en la prensa de la UE y en la nacional sigue siendo rara, pese a que es clave para definir la situación.

En este contexto suben de tono las exigencias y recriminaciones de las autoridades ucranianas hacia los amigos europeos. El cansancio hacia el pozo –sin fondo ni resultados– del esfuerzo financiero y militar europeo ha aparecido en la campaña electoral polaca, aderezado por el desacuerdo alrededor de la exportación de grano ucraniano a Europa. El presidente Duda ha comparado a Ucrania con un hombre que se ahoga y puede arrastrar al fondo a quien intente salvarlo. El primer ministro, Mateusz Morawiecki, ha dicho que dejarán de enviar armas a Ucrania y que las que compren nuevas serán para armarse ellos. Un portavoz gubernamental de Varsovia anuncia que el año que viene no se prorrogará el apoyo a los refugiados, que incluye “la exención del registro de residencia y el permiso de trabajo, el acceso gratuito a la educación y la atención médica y familiar”.

Hasta la fecha los ucranianos refugiados en Europa occidental “se han comportado bien” y están “muy agradecidos” a quienes les han acogido, no olvidarán esa generosidad, ha dicho Zelenski en una entrevista con The Economist, pero “no sería una buena cosa para Europa si esa gente fuera arrinconada”, añade en lo que parece una amenaza velada de desestabilización.

Con el ejército ucraniano agotando sus reservas y el flujo de armas y municiones occidental menguando, la solución ha sido dar un nuevo paso en el juego de riesgos: suministrar misiles de largo alcance británicos, franceses y americanos (los alemanes aún se lo piensan) capaces de alcanzar ciudades rusas. Los ataques con esos misiles a Crimea han sido posibles gracias a la información y tecnología de localización e inteligencia americana y británica. Todo eso son incentivos para que Rusia amplíe su ocupación territorial al resto de la costa ucraniana del Mar Negro, llegando hasta Odesa y la frontera rumana, e incluso para responder con ataques a objetivos de la OTAN, para lo que Moscú parece tener sobrada capacidad misilística. Citando fuentes de los servicios secretos estadounidenses, el periodista Seymour Hersh aventura que atacar objetivos de la OTAN era lo que pregonaba el sublevado jefe de Wagner, Evgeni Prigozhin, y que por eso fue eliminado. Quién sabe, pero la prudencia del Kremlin está, en cualquier caso, siendo sometida a una prueba de riesgo que no cesa de incrementarse.

Los responsables occidentales siguen empeñados en demostrar la narrativa rusa sobre la guerra de Ucrania. El 7 de septiembre, ante el Parlamento Europeo, el elocuente secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo que “Putin fue a la guerra para impedir más OTAN cerca de sus fronteras”, y que si la OTAN y Estados Unidos hubieran aceptado las condiciones que el Kremlin formuló en diciembre de 2021, no habría habido invasión de Ucrania.

Stoltenberg también ha vuelto a reafirmar lo que el jefe del Stratcom (Comando Estratégico) de Estados Unidos, Charles Richard, ya dijo en noviembre de 2022 sobre la guerra de Ucrania como “precalentamiento” para la guerra contra China. Si Ucrania tiene éxito, eso permitirá a Estados Unidos concentrarse en China, ha dicho Stoltenberg este mes. “Si Estados Unidos está preocupado por China, es necesario que Ucrania gane. Si Kiev gana, tendremos el segundo mayor ejército de Europa y será más fácil concentrarse en China y menos en la situación en Europa”. Sea como sea, la situación en Asia Oriental es inequívoca.

Japón ha doblado su gasto militar y ha relegado el antibelicista artículo noveno de su constitución a un segundo plano. Oriundo de una familia de Hiroshima, aunque nacido en Tokio, y con familiares muertos por la bomba atómica, el primer ministro, Fumio Kishida, celebró en mayo obscenamente en esa ciudad el último cónclave guerrero del G-7 sin la menor alusión a quién fue el que lanzó la bomba. En Corea del Sur, el presidente ultra, Yoon Suk-yeol, también es un acérrimo militarista que quiere armas nucleares americanas desplegadas en su territorio (hasta ahora se sospechaba de su existencia únicamente “en almacén”) y recibe a toda una flotilla con portaaviones nucleares en sus aguas. Corea del Norte continúa con sus periódicos lanzamientos demostrativos de misiles y alcanza nuevos acuerdos militares con Moscú. En Filipinas, Estados Unidos establece cuatro nuevas bases militares y Australia se gasta miles de millones en nuevos submarinos nucleares contra China. Hasta Nueva Zelanda ha sido incapaz de resistirse y anuncia incrementos en sus presupuestos militares. El ex primer ministro australiano Paul Keating ha resumido así el panorama: “Los europeos han estado luchando entre sí la mayor parte de los últimos trescientos años, incluidas dos guerras mundiales en el último siglo. Exportar ese maligno veneno a Asia equivale a dar la bienvenida a esa plaga”. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, “es un tonto del todo que se comporta como un agente americano en lugar de actuar como líder y portavoz de la seguridad europea”, ha dicho Keating.

Fuente: https://ctxt.es/es/20230901/Firmas/44159/rafael-poch-imperios-combatientes-rusia-ucrania-otan-nord-stream-bloque-occidental-biden-zelenski-desercion-muertes.htm#md=modulo-portada-bloque:4col-t2;mm=mob

lunes, 2 de octubre de 2023

Sahel, la contraofensiva imperial

 Sahel, la contraofensiva imperial

 

Por Guadi Calvo



Fuentes: Rebelión [Imagen: Minas de uranio en Níger. Crédito: Le Monde]


Dada la crítica posición en la que quedó Francia en el Sahel, y junto a ella las potencias occidentales con intereses en esa región tras los sucesivos golpes de Estado que se produjeron a partir del 2020 en Burkina Faso, Guinea Conakri, Mali y Níger, la situación exigía una respuesta rápida, no solo para evitar la consolidación de esos movimientos de características revolucionarias, sino también para impedir la propagación de procesos similares en otras naciones del continente.

Asimilado golpe y superado el desconcierto, es  difícil comprender, dado lo permeados que estaban esos gobiernos por la inteligencia y la política francesas, semejante fallo al no detectar la voluntad de los jóvenes oficiales que se levantaron en cuatro países diferentes por los mismos motivos.

Francia tiene ya una larga experiencia en intervenir en las antiguas colonias, y para no fallar, en 1958, activó, un sofisticado sistema -creado por Jacques Foccart, (1913-1997) asesor de varios presidentes franceses en temas africanos-  que se conoció como domaine réservé (dominio reservado) con el que controló las políticas económicas y militares de lo que se conoce hasta hoy peyorativamente, con el nombre de la Françafrique.

Foccart, al amparo del presidente, Chales De Gaulle, también creó en 1960 el Gaullist Service d’Action Civique o SAC (Grupo de Acción Cívica), una estructura paramilitar que inicialmente operó durante la guerra de liberación argelina y más tarde extendió sus acciones al resto del África francesa, donde fue responsable de múltiples asesinatos de dirigentes y militantes de movimientos de liberación y activo promotor y organizador de innumerables golpes de Estado.

De este plan de dominación participaron presidentes, empresariado y el servicio secreto francés- Y en lo formal funcionaba fuera de los radares del Parlamento. El sistema facilitó las condiciones para establecer un sistema de corrupción que penetró en todas las estructuras gubernamentales en los gobiernos de las antiguas colonias, además de posibilitar más de un centenar de intervenciones militares en las excolonias, sólo entre 1960 y 1990.

Los métodos de la domaine réservé, con algunas variaciones, a lo largo de su historia han seguido funcionando y por estos días están muy activos, como simplemente se puede confirmar en cualquier medio de comunicación.

En estas últimas semanas, casi al unísono, en las cuatro naciones sahelianas señaladas estallaron diversos conflictos: en Burkina Faso repentinas manifestaciones contra el Gobierno del presidente Ibrahim Traore, al tiempo que se produjo la detención de un grupo de militares que confabularon en un intento contrarrevolucionario, además de un extraño episodio fronterizo con dos gendarmes marfileños. En Guinea, al cumplirse dos años de la instauración del Gobierno del Comité Nacional de Reconciliación y Desarrollo (CNRD), presidido por el coronel Mamady Doumbouya tras derrocar Alpha Condé en septiembre de 2021, un colectivo de partidos políticos bajo el nombre de Fuerzas Vivas de Guinea (FVG), en la capital del país, Conakri, produjo una serie de manifestaciones donde la represión dejó al menos cuatro muertos. En Malí el Jama’at Nasr al-Islam wal Muslimīn (Grupo de apoyo para el islam y los musulmanes), la filial en la región de al-Qaeda, incrementó las sus acciones en el centro norte del país, con el suficiente poder de fuego para mantener desde hace dos semanas un cerco a la ciudad de Tombuctú, de casi 60.000 mil habitantes. Al accionar de los terroristas se  suma la ruptura de varios grupos tuaregs con la junta gubernamental de Bamako, dos factores que han puesto contra las cuerdas al Gobierno del coronel Assimi Goitia.

En el caso de Níger, el último de los países incorporado a la liga saheliana antifrancesa, se conoció el anuncio de París, después de dos meses de resistencia, del retiro de su embajador en Niamey, Sylvain Itté, y que comenzará el repliegue de los 1.500 efectivos que mantenía Níger, un descarte de la fracasada Operación Barkhane expulsada de Mali hace más de un año. La actual situación abre un panorama inédito en las relaciones entre Francia y Níger, donde la antigua metrópoli mantiene importantes inversiones en minería vitales para los europeos.

Estados Unidos también en un primer momento “amenazó” con retirar a sus efectivos, unos 1.000 que mantiene en tres bases, si el Gobierno del Consejo Nacional para la Salvaguardia de la Patria, presidido por el general Abdourrahmane Tchiani, no repone en su cargo al presidente Mohamed Bazoum derrocado el pasado 26 de julio, aunque la visita de Victoria Nulan, subsecretaria de Estado interina, a Niamey, habría logrado extender la permanencia.

En estos momentos de altísima turbulencia que se vive en el Sahel y otras áreas como Etiopía, Libia, República Democrática del Congo, Somalia y Sudán, entre otros escenarios de menor volatilidad, no puede pasar desapercibida la primera visita oficial del nada menos que Secretario de Defensa norteamericano, Lloyd J. Austin III.

En su gira, que lo llevó desde el Cuerno de África (Djibouti, Somalia y Kenia) hasta Angola, el jefe del Pentágono dejó bien claro que su principal objetivo es contrarrestar en el continente la presencia rusa como gran proveedor de armamento y entrenamiento militar a los ejércitos de la región y pretende obviamente sustituirlos por producción norteamericana.

Además Austin III, sin ambages, se metió en la política interna del continente definiendo, sin nombrarlas, a las juntas militares de la alianza saheliana como “autócratas a los que se les venden (Rusia) armas baratas los mismos que privan de cereales a los hambrientos de todo el mundo”. Para redondear su sentencia, describió a los nuevos gobiernos como quienes “anulan la voluntad del pueblo y anteponen sus propias ambiciones al Estado de derecho y la seguridad, matando a la democracia”.

Una avanzada en desarrollo

Respecto a Burkina Faso, más allá del continuo ataque de las khatibas integristas que desde 2017 no han hecho más que ir en aumento –a pesar de la presencia de los militares franceses de la Operación Sabre, expulsada también después de la llegada de los revolucionarios- no deja de ser sugestivo el episodio del 19 de septiembre en la aldea de Kwame Yar (Burkina Faso), donde fueron detectados y apresados dos gendarmes marfileños destinados al escuadrón Bouna, en el noreste de Costa de Marfil, los cuales, según Abiyán, habían cruzado la frontera “sin darse cuenta” mientras perseguían a mineros ilegales. Un incidente aparentemente frecuente en esa área, donde la demarcación entre ambos países es difusa.

Los gendarmes marfileños, de los que no se conoce su filiación, tras ser detenidos, fueron trasladados a la capital de Burkina, Uagadugú, donde se los investiga. Ya se había producido un episodio similar en marzo último con cuatro policías de Costa de Marfil en la misma área, aunque en esa oportunidad fueron liberados de inmediato.

No es posible ignorar que más allá de este incidente, casi menor, desde el golpe en Níger Uagadugú se ha convertido en un importante aliado de Niamey, mientras que el país marfileño ha sido uno de los grandes impulsores, junto a Nigeria, para realizar una operación militar que restituya al expresidente nigerino Mohamed Bazoum, lo que ha pretendido la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO), una organización articulada en las sombras por Francia y Estados Unidos.

Respecto a la detención de cuatro oficiales del ejército burkinés el pasado miércoles 27, en un comunicado leído en la televisión estatal la junta informó de que “un intento de golpe probado fue frustrado el 26 de septiembre de 2023 por los servicios de inteligencia y seguridad de Burkina Faso”. Si bien no hubo más detalles, se sabe que ya han sido individualizadas otras dos personas que se encuentran prófugas y se sigue investigando para llegar al núcleo del complot cuando justamente el 30 de septiembre se cumple un año del golpe. Ya en diciembre del año pasado se había registrado un hecho similar sin mayores consecuencias.

En Mali la situación se concentra, más allá de las operaciones terroristas, en la reciente retirada del Marco Estratégico Permanente (CSP), una coalición de grupos de los movimientos tuaregs con las tropas regulares de Bamako, que servían de contención a los wahabitas y ahora con el argumento de reivindicación de la autonomía de Azawad, la mítica patria tuareg, a mediados de septiembre comenzaron a operar contra diferentes bases de las Fuerzas Armadas de Malí (FAMa). El día 18 habrían arrebatado al ejército el campamento de la ciudad de Léré, y el día anterior el mismo grupo atacó el cuartel general de las FAMa en Niafunké, próxima a la ciudad de Tombuctú, acosada por muyahidines del Grupo de apoyo al islam y los musulmanes. (Ver: Mali, la caja de herramientas francesa)

Mientras, el ejército nigerino continúa profundizando su proceso, que más allá de la expulsión del embajador y las tropas, ha decretado un incremento sustancial a los precios de la explotación de su uranio y otros minerales, quizás el punto más sensible de Francia para haber puesto en marcha la contraofensiva con la que intentará,  a precio de grandes cuotas de sangre, no perder sus privilegios en el Sahel. El cambio de opinión de Macron respecto al retiro del embajador y sus tropas, lo habría precipitado el viaje de Nuland, quien podría haber negociado con el general Tchiani la permanencia de sus efectivos a cambio de la salida de los franceses, una muestra más de la ominosa subordinación de París a Washington.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

https://rebelion.org/sahel-la-contraofensiva-imperial/



sábado, 30 de septiembre de 2023

Guerra y propaganda.

 

Desinformación, propaganda y la voluntad de informar

  @NSANZO

 

29/09/2023  

 

La verificación de la información es, sin necesidad de crear categorías profesionales imaginarias como los fact-checkers, una característica fundamental de cualquier trabajo que aspire a calificarse como periodístico. La guerra supone todo tipo de dificultades para las y los profesionales del periodismo. El peligro que implica la cercanía al frente, la niebla de la guerra, las informaciones que, pese a ser ciertas en el momento de su publicación, dejan de serlo minutos después al precipitarse los acontecimientos, la dificultad para encontrar fuentes fiables y, sobre todo, la abundancia de desinformación de las partes en conflicto y sus aliados externos son solo algunos de los aspectos que dificultan la tarea periodística sobre el terreno. Esa dificultad puede extenderse también al análisis que se realiza desde la seguridad de países lejanos, donde dejan de ser factor relevante el peligro del frente y las exigencias de censura o autocensura de las partes. Sin embargo, la mayor dificultad para ofrecer a la audiencia una información o análisis riguroso sobre un conflicto bélico es la falta de voluntad para intentarlo.

 

La cobertura informativa de la actual guerra rusoucraniana, de la misma forma que la guerra de Donbass en años anteriores, ha mostrado que la voluntad informativa queda supeditada siempre a los intereses políticos y comunicativos del bando defendido. La autocensura ha sido una gran parte de la forma en que grandes y pequeños medios han cubierto durante años la información política y militar relacionada con el conflicto ucraniano. Ocultar los hechos para evitar dar una mala imagen del proxy de Kiev ha sido la norma a lo largo de la guerra, ya fuera para borrar de la memoria colectiva el enaltecimiento de personas y grupos que lucharon contra la Unión Soviética de la mano de la Alemania nazi, olvidar que las autoridades ucranianas nunca tuvieron intención de investigar el asesinato masivo de Odessa o que fue Ucrania y no Rusia quien comenzó la guerra en el lejano abril de 2014 con el decreto de inicio de la operación antitterrorista. Solo así puede asumirse, como está haciéndose de forma generalizada en Occidente, que lo ocurrido en Canadá con el homenaje a un veterano de las SS fue un error puntual, que la cantidad de símbolos de extrema derecha en las imágenes de las Fuerzas Armadas de Ucrania son una anécdota o que hay una unidad del pueblo ucraniano que incluye a todo el territorio contra las fuerzas rusas.

 

A lo largo de la última década, la labor de la prensa, de la que se han desmarcado un más que limitado número de profesionales, generalmente en momentos concretos, ha sido colaborar en la presentación de Ucrania como un país democrático con aspiraciones euroatlánticas. Evidentemente, Ucrania se ha beneficiado de la solidaridad causada por el ataque ruso del 24 de febrero de 2022, pero la justificación de sus actos en nombre del objetivo común precede a la intervención militar. En el tiempo transcurrido entre el irregular cambio de gobierno de febrero de 2014 y el reconocimiento ruso de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk el 22 de febrero de 2022, la prensa ha colaborado activamente con las autoridades políticas en la justificación del golpe de estado, la manipulación de lo ocurrido en Maidan en febrero de ese año, el inicio de la operación antiterrorista, el uso de la extrema derecha para amenazar y hostigar a la oposición prorrusa, la nula investigación de la masacre de Odessa, el impago de pensiones y prestaciones sociales en Donbass, el incumplimiento activo de los términos de los acuerdos de Minsk, el enaltecimiento de personas y grupos colaboracionistas nazis durante la Segunda Guerra Mundial o la prohibición de medios de comunicación o partidos opositores. Todo ha quedado justificado en nombre de los valores europeos, la lucha contra Rusia o el conflicto entre democracia y autoritarismo. En estos años, y quizá en cierto sentido aún actualmente, la única excepción ha sido la cuestión de la corrupción, eso sí, generalmente utilizada para justificar la creación de organismos formalmente anticorrupción que, en realidad, formaban parte de toda una estructura de control externo público-privado con el que avanzar en el objetivo principal.

 

La actual guerra ha dado a Ucrania una incluso mayor facilidad para colocar su narrativa como única e indiscutible, en esta ocasión, no solo en la prensa nacional o regional, sino en las grandes portadas y las secciones de opinión de los medios más importantes del mundo occidental. Consciente de la importancia de presentarse, a la vez, como víctima inocente de un ataque no provocado y ejército cuya victoria segura depende únicamente de que sea bien armado y financiado por el mundo libre, Ucrania ha hecho del frente informativo uno tan importante como el militar. “Ucrania ha utilizado hábilmente el desvío de atención”, afirma un artículo publicado por The New York Times esta semana en el que intenta defender su política hacia las declaraciones rusas y ucranianas ante lo que parece un nuevo ejemplo de desinformación por parte de Kiev.

 

El medio defiende el uso de los intentos de desviar la atención para amagar, por ejemplo, con un ataque en Jersón -que terminó con centenares de soldados ucranianos heridos en los hospitales de Nikolaev- para dar la sorpresa y ejecutar la ofensiva real en la región de Járkov. Sin embargo, The New York Times pone al mismo nivel la forma en la que Ucrania desvió la atención, por no decir que mintió abiertamente, en el momento en el que anunció la muerte heroica de los soldados que habían rechazado rendirse ante las tropas rusas en la isla de las Serpientes en las primeras horas del ataque ruso. Los marineros retaron a las tropas rusas tal y como afirmó entonces Zelensky, aunque se rindieron segundos después y fueron tomados prisioneros, trasladados a Crimea y posteriormente intercambiados como prisioneros de guerra. Para entonces, la heroica hazaña imaginaria de los marineros ucranianos era ya leyenda, había sido contada por los grandes medios y abiertamente justificada ante la necesidad de elevar la moral del país y de sus tropas.

 

La necesidad de crear una victoria exagerada es también la razón por la que The New York Times ha creído ver la necesidad de escribir un artículo para justificar su política de fuentes, que es similar a la de otros grandes medios occidentales y puede resumirse en publicar cualquier alegación de Kiev como hecho que no precisa de verificación y asumir que cualquier declaración de Moscú es desinformación, propaganda o intento de confundir a la población.

 

El lunes, utilizando misiles Storm Shadow británicos, las Fuerzas Armadas de Ucrania alcanzaron a plena luz del día uno de los cuarteles generales de la flota rusa del mar Negro en la ciudad de Sebastopol en el que posiblemente fuera el ataque más espectacular realizado en la ciudad hasta ahora. Las imágenes del humo negro sobre el edificio blanco, donde el trabajo más relevante posiblemente haya sido evacuado a lugar seguro hace mucho tiempo, era una victoria lo suficientemente mediática para que Ucrania la utilizara como argumento para lograr más misiles de largo alcance de sus socios. Sin embargo, un parte de guerra que no acarrea más que daños materiales y carece de bajas de personal es una victoria menor y Ucrania quiso maquillar los hechos, como ha sido su modus operandi desde 2014, con una alegación de grandes bajas. El Comando de Fuerzas Especiales de Ucrania, es decir, la inteligencia militar, afirmó haber liquidado a 34 oficiales de la flota del mar Negro, entre ellos su comandante, Viktor Sokolov. Toda la prensa, incluido The New York Times, dio por buena la noticia y la publicó sin matices, sin querer caer en la cuenta de que toda información presentada por los servicios de inteligencia es, por definición, propaganda de uno de los bandos en conflicto. En la actual guerra, esa máxima es aplicada únicamente a Rusia.

 

Como recordaba el reportero de The Wall Street Journal Yaroslav Trofimov, hace unos meses, las fuentes rusas -aunque no Rusia de forma oficial como sugiere el periodista- difundieron rumores sobre el estado de salud de Zaluzhny, supuestamente herido o incluso muerto, en un ataque. Semanas después, la rutina se repitió con Kirilo Budanov, jefe de la inteligencia militar ucraniana. Ambos reaparecieron un tiempo después poniendo fin a los rumores. En ese tiempo, a diferencia del caso de Sokolov, ningún gran medio dio credibilidad a la noticia. En esta ocasión, sin embargo, el problema no ha sido la voluntad de los medios de comunicación de publicar cualquier alegación -verdadera o falsa- de la inteligencia civil o militar de Ucrania como hecho que no precisa de verificación ni matización, sino la rapidez con la que su información ha sido refutada. “Hasta ahora, Ucrania había tenido un récord más sobrio”, afirma Trofimov, que parece haber olvidado los centenares de terroristas que Ucrania decía liquidar a diario en 2014 o las veces en las que los ataques ucranianos acabaron con Motorola o Givi antes de que fueran asesinados -muy probablemente por el programa de asesinatos del SBU- y entonces fueran declarados víctimas de las luchas internas de los territorios ocupados. Por no hablar de los actuales partes de guerra, con unas cifras de bajas increíbles incluso para quienes las publican como hecho. “Pocos analistas creen en los optimistas cálculos diarios de bajas rusas dadas por los militares ucranianos y que se cuentan en centenares, aunque son reportados ampliamente en la prensa ucraniana”, admite The New York Times, que como el resto de la prensa se basa también en esos informes que reconoce que carecen de credibilidad para presentar una imagen de debilidad de las tropas rusas.

 

Horas después de la alegación ucraniana, presentada como noticia por toda la prensa, Dmitry Peskov rechazó responder a la pregunta de cuál era el estatus de Sokolov, algo que los medios entendieron como una confirmación de los hechos sin caer en la cuenta de que gran parte del trabajo del portavoz del Kremlin es precisamente no saber nada. Al día siguiente, Sokolov aparecía en la videoconferencia con el Ministro de Defensa Sergey Shoigu, aunque sin que se realizara un comunicado oficial. En lugar de un desmentido, Rusia ofrecía una imagen sobre el estatus del comandante de la flota del mar Negro, con lo que comprometía la situación de los medios de comunicación que habían dado por hecha la noticia. Pese a tratarse de una rutina habitual -la propaganda es una realidad de la guerra y Ucrania tiene casi diez años de experiencia en ella-, la prensa continúa sorprendiéndose en cada ocasión que Kiev le obliga a justificar haber publicado una noticia presumiblemente falsa a causa de esa excesiva voluntad de admitir como verdad absoluta cualquier comunicación procedente del proxy ucraniano. Cuando horas después de las primeras imágenes, Sokolov emergió en una entrevista afirmando que la flota del mar Negro continúa realizando sus labores asignadas y añadiendo que “la vida sigue”, los medios no tuvieron más opción que revisar su cobertura del episodio, aunque no para comprender que confiar ciegamente en una fuente oficial de un país en guerra no es lo más recomendable en términos periodísticos, sino para acusar a Rusia de desinformación.

 

“Ahora, Ucrania y Rusia están ofreciendo narrativas contradictorias sobre si un oficial naval de alto rango ruso, el comandante de la flota del mar Negro, está vivo o muerto”, afirma el medio sobre la base de alegaciones ucranianas e imágenes rusas. “Ucrania ha afirmado estar clarificando si murió, lo que deja abierta la cuestión de por qué los militares parecían estar tan seguros el día anterior”, añade el artículo, que parece no querer comprender la sencillez de la respuesta a su pregunta: era propaganda, por lo que su importancia no recaía en la veracidad de los hechos sino en su capacidad de lograr que fuera difundida en los medios.

 

Pese a todo, la base del argumento de The New York Times es la idea de que “lo que está claro es que el desvío de atención, desinformación y propaganda son armas regularmente desplegadas en la guerra de Rusia en Ucrania para mejorar la moral en casa, desmoralizar al enemigo o dirigir a sus oponentes de una trampa”. Que esa oración describe perfectamente la actuación de Ucrania desde el inicio de la operación antiterrorista no pasa por la cabeza de los reporteros, que a juzgar por su argumentación seguirán dando más credibilidad a cualquier afirmación ucraniana que a una prueba rusa.

 

La voluntad de proteger a Ucrania de la realidad no se limita únicamente a no hacer preguntas incómodas sobre el nivel de bajas o los daños que está sufriendo el país, sino que se extiende también a aceptar como verdadera cualquier alegación e instalar como única realidad posible el bien cocinado relato ucraniano. “A menudo es difícil saber cuándo los informes son falsos o por qué pueden haber sido diseminados”, se queja el medio solo en referencia a aquello que procede de Moscú. En el caso de Ucrania, la duda simplemente no existe. Sin voluntad de verificación y sin admitir que la comunicación de uno de los bandos en conflicto pueda contener enormes dosis de propaganda, no puede haber información mínimamente objetiva sino la reproducción de la narrativa del bando escogido como propio. La verdad es víctima en cada guerra y no puede dejar de serlo si los profesionales de la información, en completa dejación de sus funciones, han decidido colocarse una venda que impide ver incluso las falsedades más flagrantes de los propagandistas de su bando. El resultado son rectificaciones a medias que se utilizan para criticar a quien ha ofrecido una prueba -que también hay que verificar- en lugar de a quien ha presentado una alegación que parece, a todas luces, un burdo ejercicio de desinformación.

https://slavyangrad.es/2023/09/29/desinformacion-propaganda-y-la-voluntad-de-informar/#more-28239



jueves, 28 de septiembre de 2023

Randolph Bourne, pacifista de armas (no) tomar.

 


Randolph Bourne, pacifista de armas (no) tomar

27 de septiembre de 2023 /


 Por Iñaki Urdanibia



«Bourne fue la figura mítica, imprescindible, de mi generación»

Lewis Mumford

 

«Bourne, en unos ensayos de extraordinaria lucidez, advirtió contra los intelectuales que afirman que nuestra guerra es intachable y que lo que se persigue con pasión es el bien»

Noam Chomsky

 

Este librito es una bomba de alto calibre contra la guerra contra los intelectuales que en los momentos clave se unen al rebaño que canta el karaoke del poder, de los poderes; siendo además una potente dardo contra ese monstruo frío entre los monstruos fríos, el Estado, como dijese Friedrich Nietszche.

Randolph Bourne (Bloomfield, Nueva Jersey, 1886 – Nueva York, 1918) era un ser que iba contracorriente, que no se callaba a pesar de las amenazas y de los intentos de marginarle del coro de los elegidos; la parrhesía, el coraje de decir la verdad propio de los griegos, era lo suyo. Tras sus estudios, que había de compaginar con diversos trabajos para costeárselos, en los que siguió las clases del filósofo John Dewey, liberal de izquierdas, suponiendo una honda influencia en aquellos tiempos. Dos circunstancias jugaron un papel de importancia en su trayectoria: por una parte, el comienzo de la primera guerra mundial, y por otra, su cada vez mayor tendencia a ponerse del lado de los de abajo, de los oprimidos y explotados. En lo que hace a lo primero, su oposición a la participación de sus país en la guerra fue firme y desentonó con respecto a la postura de muchos de los intelectuales que habían sido amigos y compañeros de lucha, lo que supuso que las páginas de algunas de las revistas de izquierdas en las que participaba habitualmente, le cerraron las puertas a cal y canto. El silencio, se organizó en torno a él, y los insultos también, en aquellos años en que no apoyar la intervención bélica era considerado una traición, y un posicionamiento de parte del enemigo, Alemania. Respecto a lo segundo nombrado, él mismo señalaba su malformación, debido a un forceps mal aplicado en los momentos de su nacimiento, como causa de la cada vez mayor comprensión con respecto a quienes en mayor medida padecían la imposiciones del poder, y de la sociedad. De su aspecto dice John Dos Passos, en el Prefacio de libro: «Ese hombrecillo que parecía un gorrión, / pequeño trozo de carne envuelto en una capa negra, / siempre enfermo y dolorido, / puso una piedra en su honda / y golpeó a Goliat en mitad de la frente. / La guerra -escribió- es la salud del Estado». Precisamente sobre el tema de la incapacidad escribió algún texto pionero. Su muerte fue causada por una epidemia de gripe provocada por la guerra a la que se había opuesto con todas sus fuerzas; paradójico final que me trae al recuerdo la muerte de Tales de Mileto, quien tras toda su vida señalando el agua como fundamento, arjé, de lo existente, murió a causa de la hidropesía. [Antes de seguir, no quisiera dejar de lado el gran interés de cara a la presentación del autor y su obra que suponen los textos preliminares: la Nota a la edición de Salvador Cobo, editor, traductor y responsable de las notas; el prólogo, A por la tercera, de Rafael Poch-de-Feliu, además de prefacio ya mentado. Textos que sirven para presentar al autor, como queda dicho, además de situar estos textos de principios del siglo pasado, como absolutamente pertinentes en lo que hace a la guerra en curso y al ejercicio de domesticación ciudadana, prietas las filas, que supuso el tratamiento del Covid].

 

Estoy hablando del libro editado por Salmón: «La guerra es la salud del Estado», que reúne un par de textos de Bourne: La guerra y los intelectuales de 1917, y El Estado de 1918. Bourne fue de los pocos intelectuales que se opuso a la guerra, cuando la mayoría seguía a los tambores y las banderas, definiendo el Estado como aparato cuyo medio ideal es la guerra, ya que la llamada a la unión sagrada porque, según se dice, la patria está en peligro, tiene una indudable capacidad de enganche. Bajo las bellas proclamas, de la lucha por el bien y contra el mal -maniqueísmo que es una constante en todos los enfrentamientos que se han dado, hasta la misma actualidad de guerra interpuesta de las grandes potencias en el escenario del país ucranio-, un enfrentamiento de buenos y malos. La guerra como instrumento para extender sus garras más allá de sus fronteras, a la vez que la situación se torna propicia para luchar contra quienes se salen de las filas ordenadas del rebaño, para lo cual se recurre a leyes de excepción, convirtiendo los recortes y limitaciones de libertad en algo necesario para salvar la patria. En este primer trabajo, el pacifista denuncia las variables posturas de los intelectuales, que dejan de lado las banderas que siempre han alzado: la del pacifismo y la del internacionalismo, para unirse con los sectores más reaccionarios y seguir tras sus pendones guerreros en los que se proclama la libertad, de mercado, y la democracia de la gente bien.

 

En lo que hace a su visión del Estado, sus intuiciones son francamente relevantes al adelantarse a los análisis acerca de las sociedades disciplinarias de control, que tratan de poner en marcha, ya está puesto, un sistema biopolítico que someta a los ciudadanos, hasta en sus propios cuerpos como en estos últimos años han teorizado, en la senda de Michel Foucault, los Giorgio Agamben o Roberto Esposito. La industria bélica, de armamentos, es una sostén esencial en el funcionamiento de la maquinaria estatal. Con absoluto cinismo, del malo, no del propio de los seguidores de Diógenes de Sinope, proclaman aquello de si vis pacem para bellum, que es la excusa perfecta para invertir sumas, sin fondo, a estos negocios que en la actualidad, con los crecientes avances tecnológicos y científicos (lo nuclear, el uso de drones…y la búsqueda, robo, de materias primas en diferentes países), exigen mayor control policial en labores de control y vigilancia suma, que se aplican igualmente para matar más y para controlar las fronteras, y la entrada de malhechores (?), cuando de estos ya hay en el interior en cantidades amplias.

 

Randolph Bourne muestra una capacidad innegable a la hora de señalar la imbricación entre ambos polos como queda plasmado en este libro: la guerra y el Estado, como las necesarias caras de una moneda, lo que hace que los ensayos presentados, aun habiendo sido publicados a principios del siglo pasado, siguen conservando su actualidad y potencia, con la única diferencia del mayor desarrollo en las técnicas de domesticación redes y medios de (in)comunicación mediante, que se acompañan con dispositivos de seducción: todos emprendedores de sí mismos que dice el coreano-germano Byung-Chul Han, o aquello que dijese Noam Chomsky, y hablo de memoria, en un libro de entrevistas editado hace años, por Gedisa: si existiese un dictador fascista que fuese racional, elegiría el modelo norteamericano, un policía en cada cabeza.

 

Por Iñaki Urdanibia para Kaosenlared


domingo, 24 de septiembre de 2023

Cómo el ‘mundo libre’ perdió las riendas .

  Cómo el ‘mundo libre’ perdió las riendas

Por qué el polo mundial liderado por China está más capacitado que Occidente para la reforma mundial

 Rafael Poch 

19/09/2023

 Muchos nos preguntamos sobre los signos de debilidad y miopía que Occidente, y en especial la Unión Europea, está emitiendo en la actual crisis ucraniana. Cinco décadas (medio siglo) de capitalismo neoliberal convirtieron a los Estados y gobiernos de los regímenes políticos occidentales en algo muy débil e impotente. La transferencia a manos privadas del grueso del patrimonio económico nacional a partir de finales de los años setenta con Reagan y Thatcher privó a los gobiernos de riendas fundamentales para gobernar. La lógica del beneficio determinó luego, además, la deslocalización industrial hacia Oriente. Hoy la capacidad de gobierno es tan reducida que complica sobremanera las posibilidades de planificación a medio y largo plazo, así como cualquier propósito público de reforma y cambio estratégico. Es decir, de aquello que es fundamental para afrontar la crisis del antropoceno.

Cristina Ridruejo nos recordaba hace poco la situación en la España de hace cuarenta o cincuenta años, donde el Estado tenía el control de las telecomunicaciones (Telefónica), la importación, distribución y suministro de hidrocarburos con su red de gasolineras (Campsa, Repsol); la gran compañía eléctrica (Endesa), las líneas aéreas y ferroviarias nacionales (Iberia, Renfe) con sus infraestructuras correspondiente; la compañía nacional de tabacos (Tabacalera) y buena parte de la automoción (Seat) y la construcción naval y aeronáutica. Entonces existían bancos públicos importantes, las cajas de ahorro no eran especulativas y el principal medio de comunicación, la televisión, consistía en dos canales públicos. Con todas esas riendas en sus manos, había capacidad de gobierno y capacidad de informar sobre las políticas y estrategias a adoptar.

El vaciado de lo público es, sin duda, una de las razones de la decadencia política y económica de los regímenes oligárquicos occidentales que conocemos como “democracias” neoliberales. Su clase política está dando muestras de niveles sin precedentes de incompetencia. Lo que presenciamos actualmente en Alemania con la gestión del trío formado por el canciller Scholz, y sus ministros de Exteriores, Baerbock, y Economía, Habeck, es seguramente el mejor ejemplo. No solo por la manifiesta deficiencia de inteligencia de esos personajes, sino por tratarse del suicidio de la primera potencia de la Unión Europea, ingenuamente considerada hasta ahora como “faro” de las demás.

 Ante este panorama, llama mucho la atención el dinamismo y la capacidad de gobierno no solo de países como China, y hasta cierto punto Rusia, que han conservado (el segundo las ha restablecido) las riendas políticas de la economía. En este momento es cuando muchos cortos de miras alegarán encendidos el problema de la falta de “democracia” en esos países. En tal alegato suele fallar no tanto la crítica a los sistemas de esos países, legítima y necesaria, como la ciega y tonta presunción de inocencia hacia los sistemas occidentales, que son oligarquías neoliberales en las que el voto no decide casi nada y donde el poder del pueblo(“democracia”) brilla por su ausencia.

 Dice, con razón, Craig Murray que votar por Clement Attlee en la Inglaterra de la posguerra tuvo sentido y pudo abrir la puerta a las reformas sociales que siguieron. En general, “lo que teníamos aproximadamente entre 1920 y 1990, cuando votar realmente podía marcar la diferencia, no es lo que tenemos ahora. Ahora vivimos en una sociedad postdemocrática”, afirma. En España ni siquiera tuvimos esa franja, pues de la dictadura pasamos a la postdemocracia sin apenas transición. Hoy, cuando el BCE manda en política monetaria, la OTAN en política exterior y militar y la Comisión Europea en casi todo lo demás (y se trata de tres instituciones no electas y puramente oligárquicas), la pregunta sobre lo que queda de soberanía y margen de juego para que la población cambie algo las cosas es puramente retórica.

 Así que el sistema occidental, que está derivando hacia la “ultraderechización de Goldman Sachs”, es mucho menos superior en libertades a lo que nuestros corifeos del establishment pretenden y pregonan. Y además, está mucho menos capacitado para gobernar el cambio hacia la sociedad más modesta y nivelada que la crisis del antropoceno exige que sus rivales emergentes. Como decía Frédéric Lordon, no hay lucha contra el calentamiento global sin renuncia al “IPhone 24” y los demás cachivaches que el sistema brinda al consumidor para compensar su frustración. El sujeto del sistema occidental “realmente existente” ya no es el ciudadano, sino un individuo reducido a consumidor. La hipótesis de que este sujeto, espoleado por los medios de comunicación oligárquicos y las redes sociales censuradas, se oponga con uñas y dientes al cambio hacia una vida más modesta y austera, que se requiere, no es ninguna tontería. Lo más probable es que cualquier gobierno occidental que formule un programa de decrecimiento cosechará una reacción de los poderes fácticos del capitalismo, mediática y social, irresistible.

 Cada vez está más claro que la solución que Occidente propone a la crisis del siglo XXI es la de un mundo en el que una minoría geográfica y social –de digamos el 20% de la humanidad– continuaría viviendo en las insostenibles condiciones actuales, mientras que el 80% restante estaría condenada a la miseria y a lidiar con las consecuencias de la crisis climática bajo la forma de pobreza, guerra y genocidio, algo que ya sugería abiertamente el “Informe Lugano” de Susan George en 1999, hace un cuarto de siglo. Un orden para preservar el capitalismo no muy diferente al que propugnaba Hitler, como decía Immanuel Wallerstein.

 El actual pulso mundial entre el mundo occidental y los países emergentes liderados por China y Rusia, del que la guerra de Ucrania podría ser el aperitivo, tiene algo de esto. Comparen las conclusiones de la última cumbre del G-7 con las de la última cumbre de los BRIC's, y, seguramente, deducirán que la victoria de los emergentes es condición para un mundo menos injusto e inviable.

https://ctxt.es/es/20230901/Firmas/44099/Rafael-Poch-china-Rusia-occidente-mundo-libre-g7-BRIC.htm#md=modulo-portada-bloque:4col-t2;mm=mobile-big 

 

 

 

viernes, 22 de septiembre de 2023

EE.UU., la libertad y la democracia .

EE.UU., la libertad y la democracia

 Aram Aharonian

  22/09/2023 

 El sistema democrático estadounidense, publicitado y vendido como un escenario glamuroso, no logra encubrir sus graves deficiencias acumuladas durante largo tiempo y problemas reales que nunca han sido solucionados. Crece el escepticismo sobre la democracia estadounidense mientras una guerra silenciosa echa sus raíces.

Estados Unidos se obstina en creer que su democracia sigue siendo el paradigma y el faro para el mundo. Por esta arrogancia, su democracia  no sólo ha acumulado problemas más que incurables, sino que también ha causado graves daños a todos los países del mundo.

 El periódico francés Le Monde señaló que la reparación de una democracia ya deteriorada requiere el sentido de Estado y el de intereses públicos, ambos ausentes en la actualidad, lo que no deja de ser muy triste para un país que durante largo tiempo se ha considerado a sí mismo como un ejemplo.

 El año pasado, el think tank sueco Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral incorporó a EE.UU. por primera vez a la “lista de democracias regresivas”. Pasaron casi dos años del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, pero el sistema democrático de EE.UU. no ha logrado aprender realmente las lecciones, y le es díficil hacerlo.

 Por eso mismo, la violencia política sigue evolucionando y empeorándose. The Washington Post y The New Yorker señalaron que la democracia de EE.UU. está en un estado innegablemente duro, el disturbio en el Capitolio ha puesto de pleno manifiesto la polarización social, la división política y el auge de la desinformación.

 Ambos partidos -el Demócrata en el gobierno y el Republicano desde la oposición- son conscientes de los defectos crónicos de la democracia estadounidense, pero ninguno tiene la determinación y el coraje para hacer reformas.

 El 12 de setiembre, el presidente republicano de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Kevin McCarthy, hizo un anuncio en campo minado, la posible investigación formal de juicio político contra el mandatario demócrata, Joe Biden. El proceso se sustentará en las investigaciones de su partido sobre los negocios de su familia en el extranjero.

 En la política estadounidense, el dinero es la leche materna de la política, y las elecciones vienen convirtiéndose cada vez más en monólogos de los ricos. Mientras , los reclamos por la democracia son considerados nada más como “notas discordantes” en la política. Con el dinero omnipresente en cada rincón de la política estadounidense, es inevitable que la equidad y la justicia sean reprimidas.

 La política del dinero tiene su encarnación más reciente en sus elecciones intermedias en 2022, que costaron más de 16 mil 700 millones de dólares, monto superior a los Productos Nacionales Brutos (PNB) de más de 70 países. La naturaleza de la política estadounidense como el “juego de los ricos”.

 La libertad de expresión estadounidense está sujeta a su propio criterio. Los intereses partidistas y la política del dinero se han convertido en carga pesada sobre la libertad de expresión. Cualquier discurso desfavorable a los intereses del gobierno o del capital será sometido a estrictas restricciones.

Ante los grupos de capital y de intereses, la “libertad de expresión” de los medios de comunicación huele a hipocresía. La mayoría de los medios de comunicación son de propiedad privada, y sirven a los poderosos y los ricos. Los grupos de capital y de intereses hacen lo que quieran en lo que respecta a la opinión pública. 

 Muchos ciudadanos dudan de los resultados de las elecciones de 2020, y el extremismo, el autoritarismo y la desinformación van en aumento. Por  primera vez se cuestiona la solidez del sistema, y cada vez hay más preocupación sobre el futuro democrático del país: de acuerdo con las encuestas, un 71% de los votantes estadounidenses piensa que que eso que hasta ahora entendieron como democracia, está en riesgo.

 Estados Unidos avanzó con el arte de convertir sus guerras de conquista en civilizadas formas de organizar el mundo y ordenarlo a su modo. En el centro de su discurso público siempre está la muletilla de democracia y derechos humanos. Todo se hace, se justifica, se impone, en nombre de ellos y de su defensa.

 Pero la realidad muestra otra cara: las intervenciones humanitarias, la guerra contra “el terrorismo”, contra los gobiernos que según Estados Unidos no respetan los derechos humanos,  los que Washington y sus repetidoras políticas y mediáticas en todo el continente llaman “Estados delincuentes”.

 En la reciente Asamblea General de la ONU, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva alertó sobre el peligro del neofascismo mundial y denunció que el neoliberalismo que se impone desde Washington “ha empeorado la desigualdad económica y política que aqueja a las democracias actuales”, y alertó que “entre sus escombros surgen aventureros de extrema derecha que niegan la política y venden soluciones tan fáciles como equivocadas”.

 Democracia y sicofármacos

 El orgullo de los estadounidenses por su democracia ha registrado una drástica caída del 90% en 2002 al 54% en 2022, según una encuesta conjunta entre The Washington Post y la Universidad de Maryland.

 Depresión, pánico, ansiedad, angustia, fobias, son los diagnósticos frecuentes que, en 2020, impulsaron un aumento del consumo de psicofármacos, en especial el clonazepan y el alprazolam. Es evidente que las consecuencias de este proceso de concentración económica afectan de manera significativa y particularmente a las clases subalternas, cada vez más enajenadas, más separadas de su producción.

 El discurso del actual presidente “demócrata” estadounidense  Joe Biden puede servir, quizá, para sus ciudadanos, bombardeados permanentemente, durante décadas, con la ida de que dentro y fuera de Estados Unidos se vive una lucha entre la democracia y la autocracia; entre las aspiraciones de la mayoría y la avaricia de unos pocos. Pero, en realidad, ese podría ser un espejo de Estados Unidos.

 No es para asustar a la gente, pero lo cierto es que EE.UU., Rusia y China armados con dispositivos químicos, biológicos y suficientes ojivas nucleares y termonucleares, tienen la capacidad destructiva de transformar al planeta en el campo de batalla de la Tercera Guerra Mundial, la cual sería la terminal, por lo cual es imprescindible el diálogo con atención a nudos geoestratégicos, empezando en Ucrania y Taiwán.

 For export

 El escritor uruguayo Eduardo Galeano sostenía que “La democracia es un lujo del norte. Al sur se le permite el espectáculo, que eso no se le niega a nadie. Y a nadie molesta mucho, al fin y al cabo, que la política sea democrática, siempre y cuando la economía no lo sea. Cuando cae el telón, una vez depositados los votos en las urnas, la realidad impone la ley del más fuerte, que es la ley del dinero”.

 Gracias a Biden, el partido de la guerra está de vuelta. Sus políticas se reflejan en sus nombramientos: ideólogos que se debieron haber retirado después de debacles en política exterior, como Victoria Nuland, quien fue la persona en Irak de Dick Cheney, como subsecretaria de Estado en funciones, que es el cargo número dos de ese departamento.

 También designó a Elliott Abrams, quien además de haber sido condenado por perjurio fue un sombrío apologista de los torturadores de América Central durante el gobierno de Ronald Reagan, como miembro de su Comité Asesor en Diplomacia Pública y un permanente desestabilizador del gobierno venezolano.

 Mientras, Bill Kristol, el radical y ferviente cabildero en pro de la guerra contra Irak, pidió dos millones de dólares para pagar anuncios de televisión en los que se urgía a los republicanos a seguir la misma ruta en Ucrania.

 Una vez más los funcionarios predican “un orden basado en reglas”, pero las violan al mismo tiempo que las invocan. Una vez más se invoca a los ciudadanos a ser parte de una lucha global entre la democracia y el autoritarismo. Pero está en una guerra a través de apoderados contra Rusia y, a la vez, se prepara para una guerra fría contra China, impone sanciones económicas a 26 países, tiene más de 750 bases militares en 80 naciones y despliega fuerzas en más de cien, en todo lo ancho de los siete mares.

 Andrew Bachevich, del Instituto Quincy señala que “Nuestro actual predicamento se deriva de la afirmación, poco honesta, de que la historia ha encomendado a Estados Unidos ser la hegemonía militarizada que deberá marcar la política hasta el final de los tiempos. Pero sí existen alternativas”. Hoy, la administración Biden parece comprometida a seguir el fracasado libro táctico del equipo proguerra, pero no necesita ni puede pagar los crecientes costos de esta política global.

 La realidad del modelo estadounidense es el enorme poder de los grandes capitales y de sus medios de información dominantes para influir sobre las decisiones políticas e imponer su agenda por encima de la voluntad popular, que en la práctica anula la pretendida igualdad de derechos de los ciudadanos. Y a ello se suma un racismo estructural que mantiene a millones de personas fuera del cuerpo político, condenados a ser carne de cañón pata las aventuras imperiales y el negocio de las transnacionales de la guerra y los armamentos..

 Este modelo democrático que Biden quiere vender al mundo está vaciada de contenidos verdaderamente democráticos hasta quedar reducido a un espectáculo, una simulación del gobierno del pueblo, con la inamovilidad de su oligarquía bipartidista. Con una clase política impermeable a la realidad, y la continuidad de un modelo de votación indirecta en el cual es factible ganar la elección, pese a perder la mayoría de los sufragios, como sucedió con Geoge W. Bush y el mismo Trump.

 Negacionismo

 El negacionismo es aberrante: hay quienes niegan las bien documentadas provocaciones occidentales que allanaron el camino a la guerra en Ucrania y creen que Rusia invadió Ucrania simplemente porque es malvado y odia la libertad y que EEUU está introduciendo armas en la nación ucraniana porque ama a los ucranianos y quiere proteger su libertad y democracia.

 Hay otros que están más interesado en la foto policial de Trump que en las atrocidades respaldadas por Occidente en Yemen o en el hambre en Siria. Es más, otrso creen que EEUU está llenando a Australia de maquinaria de guerra porque ama a los australianos y quiere protegerlos de China y cree que la fuerza militar más destructiva del mundo está rodeando a su rival geopolítico número uno con maquinaria de guerra como medida defensiva.

 Hay muchos que, influenciados por los mensajes de los medios hegemónicos, cren que el título de régimen más asesino y tiránico del mundo pertenece a cualquier gobierno y no al de Washington. Es porque quizás vivas bajo las estructuras de poder más asesinas y tiránicas del mundo y, sin embargo, pasas el tiempo gritando sobre la tiranía en los países asiáticos.

 Hay quienes creen que el intervencionismo occidental alguna vez ha tenido algo que ver con la difusión de la libertad y la democracia o la protección de los intereses humanitarios y encuentran las protestas en lugares como Irán, Venezuela o Cuba mucho más interesantes que las protestas en lugares como Francia, Haití o Chile.

 No son pocos quienes se desgarran la ropa cuando dicen que China se está preparando para tomar el control de Taiwán mediante la fuerza militar, sin reconocer que el imperio estadounidense se está preparando para hacer exactamente lo mismo.

 En general, se oponen a las armas, excepto cuando se utilizan para matar extranjeros en el extranjero. Hay quienes creen que estar en contra de la guerra significa poner una bandera de Ucrania en su biografía de Twitter. Son los mismos que creen s que la invasión de Iraq tuvo algo que ver con la liberación del pueblo iraquí y que la destrucción de Libia tuvo algo que ver con la protección de los libios.

 Muchos, alentados por la prensa hegemónica, creen que las escaladas de EE.UU. contra Rusia y China tienen algo que ver con su “seguridad nacional” y que está bien que EE.UU. siga librando guerras, destruyendo naciones, matando de hambre a poblaciones civiles con sanciones económicas, instigando guerras por poderes, armando a neonazis y yihadistas violentos, organizando golpes de Estado y persiguiendo a periodistas, porque si no lo hace, el mundo podría ser tomado por tiranos malvados.

 *Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

 

Fuente: https://estrategia.la/2023/09/21/eeuu-la-libertad-y-la-democracia/


domingo, 17 de septiembre de 2023

El saqueo de las tierras en Ucrania 2020- 2023

 Zelensky sella la venta de Ucrania a los fondos buitre

MPR21

Según los términos del acuerdo, BlackRock administrará los activos de Ucrania, incluida la ayuda internacional, las empresas estratégicas y la deuda externa

El 8 de mayo el gobierno ucraniano y el fondo buitre estadounidense BlackRock firmaron un acuerdo sobre la creación del Fondo de Desarrollo de Ucrania. El objetivo oficial es atraer inversiones en los campos de energía, infraestructura y agricultura. En realidad, es la culminación de la venta total de los principales activos públicos de Ucrania, desde las tierras hasta las redes eléctricas. Aparentemente, así es como Kiev pretende pagar sus deudas.

BlackRock es el fondo de gestión de activos más grande del mundo. Su valor total es de 8,6 billones de dólares. Sus accionistas están asociados a los nombres de las familias más ricas del mundo: Rockefeller, Rothschild, Dupont, Mellon. Entre los ejecutivos de BlackRock se encuentran varios oficiales retirados de la CIA, y la propia empresa financia el fondo de capital de riesgo In-Q-Tel fundado por la central de inteligencia.

La cooperación del régimen de Zelensky con BlackRock comenzó (al menos públicamente) en septiembre de año pasado, cuando el New York Times informó sobre las conversaciones del presidente ucraniano con el director de la empresa, Larry Fink. En diciembre, ambas partes realizaron una videoconferencia conjunta, durante la cual informaron que se había llegado a un acuerdo para coordinar esfuerzos de inversión. Finalmente, en mayo institucionalizaron los acuerdos.

Según los términos del mismo, BlackRock administrará los activos de Ucrania, incluida la ayuda internacional. Las empresas estratégicas ucranianas, incluidas las que han sido nacionalizadas, quedarán bajo su control. Este sistema también se utilizará para gestionar la deuda externa de Ucrania, que según el Ministerio de Hacienda del país asciende a casi 124.280 millones de dólares, el 80 por cien del PIB.

Funcionarios ucranianos que han sido acusados repetidamente de corrupción están involucrados en la implementación del acuerdo. Es el caso de la antigua directora de la NBU (Banco Nacional de Ucrania) Valeria Gontareva, de la antigua directora del Ministerio de Hacienda Natalia Yaresko (ciudadana estadounidense) y, por supuesto, el administrador de los intereses de Soros en Ucrania, Viktor Pinchuk, un multimillonario que escapó a salvo de la campaña contra la corrupción.

Ucrania no puede devolver los préstamos, pero los socios occidentales pueden recuperarlos con empresas y tierras. Ha sucedido antes: en 2010 Alemania instó a Grecia a vender las propiedades públicas, especialmente islas deshabitadas, para cubrir las deudas del país.

Los países latinoamericanos conocen bien los estragos que causan los fondos buitre. BlackRock se apoderó de la gestión del sistema de pensiones de México. Los participantes en las protestas contra la reforma de las pensiones en Francia acusaron a Macron de que la ley se había aprobado en beneficio de BlackRock y del propio Macron, que es un sicario del capital financiero. Por eso durante los disturbios los manifestantes asaltaron las oficinas del fondo en París.

Pero el proceso de venta de los activos estratégicos de Ucrania a fondos buitre extranjeros ya se inició en tiempos de Poroshenko (el corrupto anterior presidente). Con Zelensky simplemente recibió un ímpetu renovado. La lista de activos ucranianos de BlackRock incluye a las siguientes empresas: Metinvest, DTEK (energía), MHP (agricultura), Naftogaz, Ucranian Railways, Ukravtodor y Ukrenergo.

En mayo del año pasado 17 millones de hectáreas de tierras agrícolas ucranianas de las 40 designadas en el banco de tierras eran propiedad de tres empresas participadas por BlackRock: Cargill, Dupont y Monsanto.

https://www.lahaine.org/mundo.php/zelensky-sella-la-venta-de

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 Y ver  ...

  

Zelensky sella la venta de Ucrania a los fondos buitre

  https://mpr21.info/zelensky-sella-la-venta-de-ucrania-a-los-fondos-buitre/

16 agosto, 2023

Adopta Ucrania una reforma agraria: una nueva ley abre el mercado de tierras agrícolas

 

https://www.contactukraine.com/blog/ukraine-farmland-ownership-reform-2020

¿Quién se beneficia realmente de la creación de un mercado de tierras en Ucrania?

 

https://www.oaklandinstitute.org/blog/who-really-benefits-creation-land-market-ukraine

Guerra y despojo: la toma de tierras agrícolas ucranianas   https://www.oaklandinstitute.org/guerre-spoliation-prise-controle-terres-agricoles-ukrainiennes