Randolph Bourne, pacifista de armas (no) tomar
27 de septiembre de 2023 /
Por Iñaki Urdanibia
«Bourne fue la figura mítica, imprescindible, de mi
generación»
Lewis Mumford
«Bourne, en unos ensayos de extraordinaria lucidez, advirtió
contra los intelectuales que afirman que nuestra guerra es intachable y que lo
que se persigue con pasión es el bien»
Noam Chomsky
Este librito es una bomba de alto calibre contra la guerra
contra los intelectuales que en los momentos clave se unen al rebaño que canta
el karaoke del poder, de los poderes; siendo además una potente dardo contra
ese monstruo frío entre los monstruos fríos, el Estado, como dijese Friedrich
Nietszche.
Randolph Bourne (Bloomfield, Nueva Jersey, 1886 – Nueva
York, 1918) era un ser que iba contracorriente, que no se callaba a pesar de
las amenazas y de los intentos de marginarle del coro de los elegidos; la
parrhesía, el coraje de decir la verdad propio de los griegos, era lo suyo.
Tras sus estudios, que había de compaginar con diversos trabajos para
costeárselos, en los que siguió las clases del filósofo John Dewey, liberal de
izquierdas, suponiendo una honda influencia en aquellos tiempos. Dos
circunstancias jugaron un papel de importancia en su trayectoria: por una
parte, el comienzo de la primera guerra mundial, y por otra, su cada vez mayor
tendencia a ponerse del lado de los de abajo, de los oprimidos y explotados. En
lo que hace a lo primero, su oposición a la participación de sus país en la
guerra fue firme y desentonó con respecto a la postura de muchos de los
intelectuales que habían sido amigos y compañeros de lucha, lo que supuso que
las páginas de algunas de las revistas de izquierdas en las que participaba
habitualmente, le cerraron las puertas a cal y canto. El silencio, se organizó
en torno a él, y los insultos también, en aquellos años en que no apoyar la
intervención bélica era considerado una traición, y un posicionamiento de parte
del enemigo, Alemania. Respecto a lo segundo nombrado, él mismo señalaba su
malformación, debido a un forceps mal aplicado en los momentos de su
nacimiento, como causa de la cada vez mayor comprensión con respecto a quienes
en mayor medida padecían la imposiciones del poder, y de la sociedad. De su
aspecto dice John Dos Passos, en el Prefacio de libro: «Ese hombrecillo que
parecía un gorrión, / pequeño trozo de carne envuelto en una capa negra, /
siempre enfermo y dolorido, / puso una piedra en su honda / y golpeó a Goliat
en mitad de la frente. / La guerra -escribió- es la salud del Estado».
Precisamente sobre el tema de la incapacidad escribió algún texto pionero. Su
muerte fue causada por una epidemia de gripe provocada por la guerra a la que
se había opuesto con todas sus fuerzas; paradójico final que me trae al
recuerdo la muerte de Tales de Mileto, quien tras toda su vida señalando el agua
como fundamento, arjé, de lo existente, murió a causa de la hidropesía. [Antes
de seguir, no quisiera dejar de lado el gran interés de cara a la presentación
del autor y su obra que suponen los textos preliminares: la Nota a la edición
de Salvador Cobo, editor, traductor y responsable de las notas; el prólogo, A
por la tercera, de Rafael Poch-de-Feliu, además de prefacio ya mentado. Textos
que sirven para presentar al autor, como queda dicho, además de situar estos
textos de principios del siglo pasado, como absolutamente pertinentes en lo que
hace a la guerra en curso y al ejercicio de domesticación ciudadana, prietas
las filas, que supuso el tratamiento del Covid].
Estoy hablando del libro editado por Salmón: «La guerra es
la salud del Estado», que reúne un par de textos de Bourne: La guerra y los
intelectuales de 1917, y El Estado de 1918. Bourne fue de los pocos
intelectuales que se opuso a la guerra, cuando la mayoría seguía a los tambores
y las banderas, definiendo el Estado como aparato cuyo medio ideal es la
guerra, ya que la llamada a la unión sagrada porque, según se dice, la patria
está en peligro, tiene una indudable capacidad de enganche. Bajo las bellas
proclamas, de la lucha por el bien y contra el mal -maniqueísmo que es una
constante en todos los enfrentamientos que se han dado, hasta la misma
actualidad de guerra interpuesta de las grandes potencias en el escenario del
país ucranio-, un enfrentamiento de buenos y malos. La guerra como instrumento
para extender sus garras más allá de sus fronteras, a la vez que la situación
se torna propicia para luchar contra quienes se salen de las filas ordenadas
del rebaño, para lo cual se recurre a leyes de excepción, convirtiendo los
recortes y limitaciones de libertad en algo necesario para salvar la patria. En
este primer trabajo, el pacifista denuncia las variables posturas de los
intelectuales, que dejan de lado las banderas que siempre han alzado: la del
pacifismo y la del internacionalismo, para unirse con los sectores más
reaccionarios y seguir tras sus pendones guerreros en los que se proclama la
libertad, de mercado, y la democracia de la gente bien.
En lo que hace a su visión del Estado, sus intuiciones son
francamente relevantes al adelantarse a los análisis acerca de las sociedades
disciplinarias de control, que tratan de poner en marcha, ya está puesto, un
sistema biopolítico que someta a los ciudadanos, hasta en sus propios cuerpos
como en estos últimos años han teorizado, en la senda de Michel Foucault, los
Giorgio Agamben o Roberto Esposito. La industria bélica, de armamentos, es una
sostén esencial en el funcionamiento de la maquinaria estatal. Con absoluto
cinismo, del malo, no del propio de los seguidores de Diógenes de Sinope,
proclaman aquello de si vis pacem para bellum, que es la excusa perfecta para
invertir sumas, sin fondo, a estos negocios que en la actualidad, con los
crecientes avances tecnológicos y científicos (lo nuclear, el uso de drones…y
la búsqueda, robo, de materias primas en diferentes países), exigen mayor
control policial en labores de control y vigilancia suma, que se aplican
igualmente para matar más y para controlar las fronteras, y la entrada de
malhechores (?), cuando de estos ya hay en el interior en cantidades amplias.
Randolph Bourne muestra una capacidad innegable a la hora de
señalar la imbricación entre ambos polos como queda plasmado en este libro: la
guerra y el Estado, como las necesarias caras de una moneda, lo que hace que
los ensayos presentados, aun habiendo sido publicados a principios del siglo
pasado, siguen conservando su actualidad y potencia, con la única diferencia
del mayor desarrollo en las técnicas de domesticación redes y medios de
(in)comunicación mediante, que se acompañan con dispositivos de seducción:
todos emprendedores de sí mismos que dice el coreano-germano Byung-Chul Han, o
aquello que dijese Noam Chomsky, y hablo de memoria, en un libro de entrevistas
editado hace años, por Gedisa: si existiese un dictador fascista que fuese
racional, elegiría el modelo norteamericano, un policía en cada cabeza.
Por Iñaki Urdanibia para Kaosenlared