viernes, 20 de agosto de 2021

Ya no hay final de la Historia.

El adiós a Afganistán, los talibanes y el retorno del fantasma de Vietnam

Isabella Arria   
 
Fuentes:  CLAE

La prensa hegemónica occidental parece no tener respuesta a la toma de Kabul, la capital de Afganistán, por las fuerzas rebeldes, ni a la huida del presidente Ashraf Ghani junto al embajador de Estados Unidos, mientras los dirigentes del integrismo sunita triunfante, se instalaron en el palacio presidencial y proclamaron el califato islámico.

Se cerró el ciclo que empezó hace exactamente 20 años, cuando el gobierno de George W. Bush y los aliados tradicionales de Washington invadieron ese país centroasiático con la excusa de la protección que los gobernantes ofrecían a la organización fundamentalista Al Qaeda y a su líder Osama Bin Laden, expulsaron por la fuerza a los talibanes, que se habían hecho con el poder, y emprendieron una larga, sanguinaria, costosa e infructuosa guerra.

El pretexto de entonces fue que Al Qaeda había reivindicado los atentados del 11 de setiembre a las torres del World Trade Center y el edificio principal del Pentágono, el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Pero todo había comenzado bastante antes.

Tanto el Talibán como Al Qaeda fueron fundados por antiguos combatientes fundamentalistas que recibieron el respaldo, el financiamiento y el armamento de EEUU y de Arabia Saudita para enfrentar la invasión soviética que tuvo lugar en los años 70 y 80 del siglo pasado. La destrucción de la República Democrática de Afganistán, respaldada desde Moscú, y la formación de un régimen integrista radical, fue obra de facciones impulsadas por la Casa Blanca y por Arabia Saudita.

La guerra de dos décadas que dejó cientos de miles de muertos afganos, miles de soldados estadounidenses, británicos y mercenarios, una nación arruinada y desarticulada como nunca antes y un gasto de alrededor de dos billones de dólares por parte de los invasores. ¿Un nuevo Vietnam? Las imágenes de helicópteros estadounidenses sobrevolando las embajadas en Saigón (en 1975) y Kabul, el últomo domingo, hablan por sí solas.

En las tres guerras de larga duración que encabezaron con sus propias tropas o mercenarios en suelo extranjero, Estados Unidos fue, sin embargo, rotundamente derrotado, como sucedió en Vietnam, Irak y Afganistán. Las Fuerzas Armadas más poderosas del planeta, y supuestamente imbatibles, fueron expulsadas por fuerzas de resistencia con capacidades militares y tecnológicas incomparablemente menores.

Para la potencia imperial que posee una maquinaria militar más poderosa, sin precedentes en comparación en toda la historia de dominación imperialista, la derrota en la guerra de Afganistán tiene el mismo sabor de vejación y humillación que tuvo en Vietnam.

Washington juró que no negociaría con la facción talibán ni con Al Qaeda, pero durante la administración del demócrata  Barack Obama se estableció una alianza incómoda con esta última en el teatro de operaciones de Siria. Mientras, Donald Trump terminó enzarzado en pláticas de paz con los talibanes en busca de una vía pacífica para el retiro de las fuerzas de ocupación estadounidenses. Joe Biden anunció que en octubre de este año habría de concluir el retiro de las tropas de Washington de suelo afgano.

Pero no se puede dejar de recordar que fue Estados Unidos quien legitimó a los talibanes al llegar a un acuerdo con ellos durante la administración de Donald Trump.

El anuncio del retiro estadounidenses precipitó la ofensiva de los talibanes, quienes en cuestión de dos semanas se hicieron con el control de buena parte del territorio. El 12 de agosto de 2021 será el día en que los talibanes vengaron casi 20 años después 9-11 y el posterior derrocamiento de su reinado de 1996-2001 por los bombardeos estadounidenses, dieron el golpe que derribó a su hombre.

Ahora, el retorno al poder de los talibanes y la proclamación de un emirato basado en la aplicación de la ley coránica, son usados en la campaña de la prensa hegemómnica internacional para insistir en la brutalidad de los vencedores y su determinación de oprimir a las mujeres, a los adversarios políticos y a las minorías sexuales. Demás está decir que la huida de los militares estadounidenses dejó desamparados a miles de afganos que colaboraron o fueron empleados por los ocupantes.

Repercusiones

El cineasta estadounidense Michel Moore fue terminante: “Una vez más, fuimos derrotados por un ejército sin bombarderos, sin destructores, sin misiles, sin helicópteros, sin napalm, solo un grupo de tipos en camionetas. No hemos ganado una guerra real en defensa de este país desde la Segunda Guerra Mundial, hace 76 años”.

El secretario estadounidense de Estado, Antony Blinken, rechazó las comparaciones entre la situación en Kabul y la caída de Saigón en Vietnam en 1975, y reiteró que Estados Unidos había logrado sus objetivos en la guerra de Afganistán. “Esto no es Saigón. Entramos a Afganistán hace 20 años con la misión de hacer frente a los que nos atacaron el 11/S. Esa misión fue exitosa”, dijo.

La decisión de EEUU de retirar sus tropas de Afganistány la huida del presidente Ashraf Ghani, continúa generando reacomodamientos entre sus aliados de la OTAN en los 20 años de guerra. «Siempre dijimos que nos quedaríamos si los estadounidenses se quedaban», indicóla canciller alemana, Angela Merkel, quien calificó de «amarga» la situación actual y los días que le seguirán para quienes quieran huir del ahora territorio talibán.  

Merkel aclaró que la decisión de abandonar Afganistán fue «esencialmente tomada por Estados Unidos» y consideró que se debió a «razones de política interna». A partir de Estados Unidos, que el domingo tomó el control del aeropuerto de Kabul para asegurar la retirada del personal militar y diplomático, Merkel explicó que «hubo un efecto dominó».

El primer ministro británico, Boris Johnson      , también ordenó el retiro de sus tropas y expresó públicamente que «no hay solución militar en Afganistán», aunque convocó a seguir trabajando para que el país no se transforme en «un caldo de cultivo» para el terrorismo. 

Por su parte, la Organización del Tratado del Atlántico Norte consideró que es más urgente que nunca encontrar una solución política al conflicto en la nación centroasiática. El papa Francisco expresó ayer su preocupación por la situación en Afganistán y exhortó al diálogo para resolver el conflicto.

La conquista del Talibán fue aprovechada por el ex presidente Donald Trump, quien exigió la renuncia de su sucesor, el demócrata Joe Biden por la desgracia que ha permitido que ocurra en Afganistán, y en el mismo sentido se pronunnció el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell.

El ministro del Interior de Alemania, Horst Seehofer, admitió que la misión de las fuerzas armadas de su país en Afganistán fue un fracaso y que el país ahora mismo es un desastre, tras la entrada de los talibanes a la capital, Kabul. Boris Johnson, premier británico, urgió a las naciones occidentales a no reconocer prematuramente al régimen Talibán en Afganistán, luego de negar que la repentina toma de control del país por la milicia islamita fue una sorpresa.

El secretario general de la Organización de Naciones Unidas, Antonio Guterres, exhortó al Talibán y a las demás partes a practicar máxima moderación para proteger la vida de los afganos y asegurar la llegada de ayuda humanitaria, al tiempo que

Ahora, todos, desde el gobierno de Estados Unidos hasta los policías, buscan hacer un trato con los nuevos gobernantes … o huir del país lo antes posible. Las escenas de gente colagada de aviones ya colamdos de pasajeros, da cuenta de la exasperación. Habrá un gobierno de transición, se evitará un asalto militar directo a la capital y permitirá una transferencia pacífica del poder.

Desde el punto de vista de los afganos, el ex presidente Trump realizó en 2020 una serie de acuerdos unilaterales que benefician al Talibán, enfoque confirmado por el presidente Biden en su discurso del 14 de abril pasado. Biden, preocupado por el hecho que los ciudadanos de su país se han vuelto hostiles al involucramiento en guerras en el extranjero, reiteró que la retirada final del ejército estadounidense culminará en el vigésimo aniversario del 9-11, pasara lo que pasara.

Muchos afganos pensaron que, si los estadounidenses estaban llegando a un acuerdo con el Talibán, ellos no deberían quedarse atrás. Los milicianos no encontraron oposición militar cuando cruzaron el norte del país, tradicionalmente hostil. En provincias dominadas por comunidades tayikas, uzbecas y hazaras, los talibanes, procedentes en su mayoría de las comunidades pastunes del sur de Afganistán, no encontraron resistencia armada.

Ciudades y poblados se rindieron sin combatir. A muchos les gustaría huir, pero no saben cómo o adónde podrían dirigirse. Además de muerte y destrucción, los estadounidenses han dejado un total desastre.

Los analistas militares quizá prefieran comparar ésta con la Ofensiva Tet de 1968 en Vietnam, pero hay otras razones para el éxito del ataque además de la perspicacia estratégica: corrupción en el Ejército Nacional Afgano; desconexión total entre Kabul y los comandantes del campo de batalla; falta de apoyo aéreo estadounidense; la profunda división política en la propia Kabul.

Existe también un profundo sentimiento de traición por parte de Occidente que sienten aquellos relacionados con el gobierno de Kabul, mezclado con el miedo a la venganza de los talibanes contra los colaboracionistas.

¿Qué hacer con Pashtunistan?

El primer ministro paquistaní, Imran Khan, acusó a Washington de considerar a Pakistán como «útil» solo cuando se trata de presionarlo para que use su influencia sobre los talibanes para negociar un acuerdo, sin considerar el «lío» que dejaron los estadounidenses. Añadió que «dejó muy claro» que no habrá bases militares estadounidenses en Pakistán. 

Los paquistaníes están preocupados debido a que en la desordenada retirada, los estadounidenses redujeron su influencia, y la de Pakistán, sobre los talibanes, y temen que los acontecimientos conduzcan a una nueva afluencia de refugiados y puede alentar a los yihadistas del tipo al-Qaeda, TTP e ISIS-Khorasan a desestabilizar Pakistán.

Los paquistaníes cerraron su lado de la frontera. Todos los días, decenas de miles de personas, en su inmensa mayoría pashtunes y baluchis, de ambos lados cruzan de un lado a otro junto a un megaconvoy de camiones que transportan mercancías desde el puerto de Karachi al Afganistán sin litoral. Cerrar una frontera comercial tan vital es una propuesta insostenible.

La Durand Line, diseñada por el imperio británico, es el meollo del asunto cuando se trata de la participación de Pakistán en Afganistán y la interferencia afgana en las áreas tribales paquistaníes. La pesadilla de Islamabad es otra partición. Los pastunes son la tribu más grande del mundo y viven a ambos lados de la frontera (artificial). Islamabad simplemente no puede admitir una entidad nacionalista que gobierne Afganistán porque eso eventualmente fomentará una insurrección pastún en Pakistán.

Y eso explica por qué Islamabad prefiere a los talibanes en comparación con un gobierno nacionalista afgano. Ideológicamente, el Pakistán conservador no es tan diferente del posicionamiento de los talibanes. Y en términos de política exterior, los talibanes en el poder encajan perfectamente con la inamovible doctrina de «profundidad estratégica» que opone Pakistán a India.

La posición de Afganistán es clara. La línea Durand divide a los pastunes a ambos lados de una frontera artificial. Por lo tanto, ningún gobierno nacionalista en Kabul nunca abandonará su deseo de un Pashtunistán unido y más grande. Como los talibanes son de facto una colección de milicias de caudillos, prácticamente todos ellos islámicos, Islamabad ha aprendido por experiencia cómo lidiar con ellos

Incluso el acuerdo actual de Kabul se basa en la ley islámica y busca el consejo de un consejo de Ulema. Muy pocos en Occidente saben que la ley Sharia es la tendencia predominante en la actual constitución afgana.

En última instancia, todos los miembros del gobierno de Kabul, los militares, así como una gran parte de la sociedad civil, provienen del mismo marco tribal conservador que dio origen a los talibanes.

Isabella Arria. Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)

 https://estrategia.la/2021/08/16/el-adios-a-afganistan-los-talibanes-y-el-retorno-del-fantasma-de-vietnam/

 

 Y ver ..http://www.guerraeterna.com/el-fracaso-de-afganistan-no-impide-que-los-partidarios-de-la-guerra-monopolicen-los-medios-en-eeuu/

jueves, 19 de agosto de 2021

Afganistán .- Una guerra del opio .

                                                                             


Los talibanes son los nuevos narcos: heroína, miles de millones y geopolítica

Así, las drogas que producen financian la guerra y se venden en Estados Unidos y al mundo y a las mafias italianas.

por Roberto Saviano

El islamismo no ha ganado , en estas horas, después de más de veinte años de guerra. Ganó la heroína. El error es llamarlos milicianos islamistas: los talibanes son narcotraficantes . Si lee los informes de la UNDC, la oficina de la ONU para las drogas y el crimen durante al menos veinte años, siempre encontrará los mismos datos: más del 90% de la heroína del mundo se produce en Afganistán. Esto significa que los talibanes, junto con los narcos sudamericanos, son los narcotraficantes más poderosos del mundo. En los últimos diez años también han comenzado a jugar un papel muy importante para el hachís - producen no solo humo afgano, sino también charas - y marihuana. Por muy engañosa que pueda parecerle esta declaración, de Afganistánsiempre oirás hablar de evadir las principales dinámicas del conflicto, ignorando las fuentes primarias que financian la guerra, y por eso muchas veces te habrás dado cuenta en esta tierra lejana del eterno conflicto sin el elemento central: el opio.

La guerra de Afganistán es una guerra del opio . Antes de las escuelas coránicas, la obligación del burka, antes de las niñas novias, antes, los talibanes son narcotraficantes que llevan un moralismo absoluto en el consumo de drogas y cultivo, que pretendían prohibir en 2001 . Aquí está uno de los errores más graves de la administración estadounidense: en 2002, el general Franks, el primero en coordinar la invasión de Afganistán por tropas terrestres estadounidenses, declaró: “No somos un grupo de trabajo antidrogas. Ésta no es nuestra misión ». El mensaje estaba dirigido a los señores del opio, instándolos a no quedarse con los talibanes, diciendo que Estados Unidos les permitiría crecer. El propio James Risen, en 2009, escribió sobreEl New York Times informó que la lista negra del Pentágono de traficantes de heroína que iban a ser arrestados no incluía a aquellos que se habían puesto del lado de las tropas estadounidenses.

                                                                                    



Las cosas irán mal de todos modos, porque con la presencia militar estadounidense los asuntos de los contrabandistas de opio que necesitaban movimientos rápidos y rápidos están siendo constantemente detenidos, inspeccionados, deben ser autorizados por los militares. Los talibanes, en cambio, logran obtener rápido abastecimiento y movimiento, y no solo eso, comienzan a doblar los impuestos a los productores que no trabajan para ellos y a cultivar sus propias plantaciones directamente. Por lo tanto, ya no se habla más del cultivo, sino de la gestión directa del tráfico. Esto ya fue iniciado por los muyahidines, apoyados por Occidente en la guerra contra los soviéticos. Los campesinos no tienen alternativa: Mullah AkhundzadaTan pronto como se retiraron las tropas del Ejército Rojo en 1989, se dio cuenta de que era necesario dejar de tomar el 10% como dinero de protección a los traficantes de heroína, para ser directamente ellos, las guerrillas de Dios, para manejar el tráfico. Impuso que todo el valle de Helmand, al sur de Afganistán, se cultivara con opio, y cualquiera que se opusiera a él, que continuara cultivando granadas o trigo mediante subsidios estatales, sería castrado. El resultado fue la producción de 250 toneladas de heroína. Akhundzada figura ahora como el principal líder de los talibanes y es uno de los traficantes más destacados del mundo. Los traficantes talibanes están subiendo en las jerarquías internas (incluidas las religiosas) cada vez más en comparación con lo que sucedió en el pasado, es decir, dando asignaciones y la posibilidad de comunicarse con los líderes y figuras religiosas más capaces militarmente.

La heroína talibán abastece a la Camorra, 'Ndrangheta y Cosa Nostra , abastece a los carteles rusos y abastece a la Cosa Nostra estadounidense y a todas las organizaciones de distribución en Estados Unidos, excepto a los mexicanos que intentan independizarse del opio afgano (con dificultad, porque la heroína de Sinaloa es más cara que la heroína afgana). A través de la ruta Afganistán-Pakistán-Mombasa (Kenia), los talibanes también abastecen a los carteles de Johannesburgo en Sudáfrica, otro gran mercado. Suministran heroína a Hamas, otra organización que se autofinancia (también) con hachís y heroína y que de hecho ha comunicado: «Felicitamos al pueblo islámico afgano por la derrota de la ocupación estadounidense en todo el territorio de Afganistán ya los talibanes y su buen liderazgo por la victoria que llega en el punto álgido de una larga batalla que duró 20 años». Se trata de alianzas aparentemente político-ideológicas, en realidad pactos criminales.

La heroína talibán ha creado un eje muy importante con la mafia de Mumbai , la Compañía D de Dawood Ibrahim, soberana de los narcos indios protegidos por Dubai y Pakistán y que es la verdadera distribuidora del oro afgano. El mercado chino aún no está conquistado pero la ambición de los talibanes mira hacia el Este, para tomar también Japón (la Yakuza se abastece en Laos, Vietnam y Birmania) y sobre todo Filipinas, que tienen un mercado próspero y siempre han estado a la fuga. con la heroína birmana. Esta última, como la heroína china, es administrada directamente por los militares y por lo tanto puede contar con una producción rápida y eficiente que muchas veces los cárteles obligados a aceptar sobornos y mediaciones no logran obtener.

El máximo histórico estimado para la producción de opio se alcanzó en 2017, con 9.900 toneladas, por un valor de unos 1.400 millones de dólares pero, según informa la UNODC, si tenemos en cuenta el valor de todas las drogas: hachís, marihuana y heroína: la economía ilícita general del país ese año saltó a $ 6.6 mil millones. Gretchen Peters, la reportera que ha seguido de cerca el vínculo entre la heroína y los talibanes, observa en su libro Seeds of Terror: «El mayor fracaso en la guerra contra el terrorismo no es que Al-Qaeda se esté reorganizando en las áreas tribales de Pakistán y probablemente esté planeando nuevos ataques en Occidente. Más bien, es la espectacular incapacidad de las agencias de aplicación de la ley occidentales para interrumpir el flujo de dinero lo que mantiene a flote sus redes. Las guerrillas colombianas de las Farc lograron mantenerse al día con el ejército al ocupar el 26% del territorio, y su fuerza económica se basaba en la cocaína. Si bien las dos guerrillas y los dos hechos no son comparables, es fundamental entender que las guerras contra las drogas no se pueden ganar con intervenciones de ocupación, ni siquiera con la clásica guerra contra las drogas: quema de plantaciones, castigo de agricultores, arresto de traficantes.

                                                                            



Los talibanes han cambiado el escenario internacional . La Cosa Nostra y los Marseillais, desde la década de 1960 hasta la de 2000, importaron heroína del sudeste asiático; el monopolio del opio estaba en Indochina, en el triángulo dorado Birmania-Laos-Tailandia. Ahora los talibanes han ocupado su lugar, dejando un mercado residual al sudeste asiático, una cuota de mercado que oscila entre el 1% y el 4%. Estados Unidos, al darse cuenta de que los señores del opio los están traicionando y que los gobernantes del tráfico se han convertido en los talibanes, gastará 8 mil millones (fuente: Reuters) para erradicar las plantaciones de amapola: un error fatal, porque los agricultores afganos solo podían ponerse del lado de los estudiantes coránicos; es bueno recordar que esto significa talibán. Es paradójico: Estados Unidos luchó invirtiendo miles de millones de dólares contra una guerrilla, que se autofinanciaba vendiendo heroína a sus propios ciudadanos. El primer y segundo mercado de heroína en Europa son el Reino Unido e Italia. Los gobiernos occidentales han ignorado el debate sobre las drogas desde hace mucho tiempo.

Las drogas no son un simple vicio o una deriva inmoral: la calidad de vida empeora, la competencia destruye la serenidad. Tanto el occidental privilegiado como el campesino desesperado del Medio Oriente tienen acceso a las drogas: sin ellas, la insostenibilidad de la vida los aplastaría. Mientras que la pandemia de Covid-19 se desencadenó el año pasado, el cultivo de amapola aumentó en un 37% (fuente: Unodc). Cuanto más inhumana sea la vida en este mundo, más aumentará la necesidad de drogas y más beneficios obtendrán los traficantes.

Norma sobre la que no encontrarás ningún debate en estas horas. Pero los talibanes no solo venden a los cárteles: no se pueden fabricar analgésicos sin opio. Sin opio, sin morfina y sin codeína. Ahora, las empresas farmacéuticas compran opio a productores autorizados, pero estos últimos compran cada vez más a empresas indias que se abastecen directamente de Afganistán. Los talibanes también deciden sobre nuestra anestesia y nuestras drogas psiquiátricas. En 2005, el entonces presidente Karzai había dictaminado: "O Afganistán destruye el opio, o el opio destruirá Afganistán". Fue exactamente como lo predijo su segunda hipótesis. Pero el propio Karzai era uno de los señores del opio, y la mayoría de las proclamas eran solo una fachada. El ex presidente fue uno de los mayores propietarios de refinerías de opio afganas. De hecho, estaba diciendo: "Destruiremos el opio dirigido por los talibanes y nos quedaremos con el nuestro". En definitiva, no se puede ignorar el monopolio de esta droga, solo los mejores traficantes han ganado.     


                                                                           


Las nuevas generaciones de talibanes son idénticas a las antiguas con una diferencia sustancial: los viejos talibanes veían a los muyahidines antisoviéticos como héroes, los nuevos talibanes ven a los grandes traficantes como referencia, aquellos que cambiaron el destino de la guerra (y sus propio) con el opio. Los talibanes utilizan la ley islámica para crear un régimen autoritario, necesario para su tráfico; prohíben la música y la sombra de ojos mientras que las drogas, hasta hace veinte años, se vendían solo fuera de las fronteras: ha habido un cambio de rumbo. Ahora también venden internamente . Adicción a las drogas en Afganistánes una epidemia que nadie se ha planteado y que crece cada año, y los talibanes se aprovechan de ella: los jóvenes reclutas se llenan de hachís -y eso es lo de menos-, pero también se les da la oportunidad de acceder a la heroína: entra en nuestros grupos y te puedes hacer tú mismo, es el tácito (impensable hace veinte años) de los cabos talibanes. Cuando se reducen a larvas, las arrojan como zombis agotados.

Afganistán se ha convertido en un narcostato , cuya única posibilidad de escapar es intentar consumir pastas y cortes a base de heroína. Heroína para vender y heroína para distribuir para aniquilar cualquier alternativa. Mirando al ejército estadounidense, sus vehículos blindados y sus helicópteros, debe haber parecido un ejército muy rico contra pastores de barba larga y cuchillos oxidados. Bueno, Estados Unidos ha gastado 80 mil millones en veinte años de guerra para entrenar un ejército afgano, para crear oficiales, tropas, policías y jueces locales ; los talibanes, en veinte años, han ganado más de 120 mil millones del opio. ¿Cuál fue el ejército más rico? ¿Con quién valía la pena estar? Los talibanes victoriosos no tendrán paz. Los próximos enemigos serán los iraníes.

Irán necesita heroína al igual que la gasolina , y toda la heroína que se consume en Teherán proviene de Afganistán. Los traficantes iraníes quieren poder controlar la heroína afgana, poder ser ellos y no más los turcos, los libaneses (y los kurdos) quienes median con Europa. Quieren no solo a Hezbollah como instrumento de tráfico de hachís y heroína, quieren controlar el opio afgano y los talibanes pronto serán enemigos a derrotar para reemplazarlos con sus hombres. Irán es un país devorado por la epidemia de heroína, pero esa es otra historia. Queda un pacto entre mi lector y yo: llamar a los talibanes por su nombre, narcotraficantes.

Traducción de Google

 https://www.corriere.it/video-articoli/2021/08/18/i-talebani-sono-nuovi-narcos-eroina-miliardi-geopolitica/8d708f36-ff7c-11eb-afac-f8935f82f718.shtml


 Y ver  ...https://www.musulmanesandaluces.org/hemeroteca/101/Afganistan-%20el%20opio%20y%20la%20CIA.htm

miércoles, 18 de agosto de 2021

UE-ESPAÑA .- ¿Cuál es coste de los 9 mil millones?.

 ¿El regalo de las transferencias europeas?

 

«Digan lo que digan, las transferencias procedentes de Europa sí son reembolsables, en absoluto son un regalo, tienen un coste, y no es pequeño», sostiene el economista Fernando Luengo

El Estado español acaba de recibir 9.000 millones de euros de los fondos europeos como adelanto por los 70.000 millones que le corresponden en concepto de transferencias (el resto son préstamos y el gobierno todavía no los ha solicitado). Con la decisión de la Comisión Europea (CE) de adelantar estos recursos se pretende dar un espaldarazo decisivo al Plan de Recuperación y Resiliencia elaborado por nuestro gobierno.

Encontramos esta noticia en la mayor parte de las cabeceras de los medios de comunicación, que insisten en que las transferencias, a diferencia de los préstamos, no tienen ningún coste para nuestra economía, pues, por definición, no deben devolverse; son el resultado del buen hacer de la Unión Europea, que en estos momentos críticos ha sabido y ha querido anteponer los intereses del conjunto de los socios por encima de los de cada país. Estaríamos, en definitiva, ante una Europa solidaria y generosa.

Pues bien, digan lo que digan, lo pongan del derecho o del revés, las transferencias procedentes de Europa sí son reembolsables, en absoluto son un regalo, tienen un coste, y no es pequeño. 

En primer lugar, ese dinero está sometido a una estricta condicionalidad. Pero no confundamos las cosas, esa condicionalidad nada tiene que ver con el buen uso del dinero, que siempre hay que defender y muy especialmente cuando se trata de recursos públicos. 

El Gobierno se compromete a llevar a cabo reformas estructurales en el marco del denominado Semestre Europeo. Y cuando la CE (y el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional…) utiliza este término no está pensando en introducir más progresividad en el sistema tributario, prohibir las puertas giratorias y los paraísos fiscales, ampliar el ámbito del sector social y productivo público en aquellas actividades que son esenciales para el bienestar de la ciudadanía y la supervivencia del planeta, desactivar la industria financiera especulativa, eliminar los privilegios oligopólicos de las grandes corporaciones o poner coto a las extravagantes retribuciones de los altos ejecutivos de las corporaciones. No, este perfil de «agenda estructural» no existe para la Europa de las elites y quien lo defienda se le cuelga el sambenito de populista o antisistema.

Las políticas estructurales que exige la CE apuntan en una dirección muy distinta. Un ejemplo muy destacado es el «mercado de trabajo. Se ha convertido en una verdadera obsesión dar una vuelta de tuerca a las ya muy degradadas relaciones laborales, para que ganen en flexibilidad, entendiendo por tal cosa que se adapten mejor a las necesidades de rentabilidad de las empresas. Otro ejemplo de esta agenda estructural tan querida por las instituciones comunitarias es reformar, con la excusa de su insostenibilidad, el sistema público de pensiones; claro, hay un negocio formidable -para los bancos, las compañías de seguros, los fondos privados…- en torno al envejecimiento demográfico. Hay que expulsar a los poderes públicos de tan lucrativa parcela, mercantilizando y privatizando todo lo que se ponga a tiro.

Un segundo asunto a considerar en relación al coste de las transferencias es que, aunque la propaganda se empeñe en sostener lo contrario, no son un regalo, no constituyen una «lluvia de millones». Es deuda, aunque en este caso no son los gobiernos quienes la contraen, sino la propia CE, que ha decidido acudir a los mercados de capital de manera mancomunada para financiar los fondos de recuperación europea. Pero ese dinero, prestado por los grandes bancos y recibido en condiciones muy favorables, tiene que devolverse a medida que venzan los plazos, con sus correspondientes intereses y amortización del principal. Como la CE toma el préstamo con cargo al presupuesto comunitario, las devoluciones tendrán que llevarse a cabo a través de las aportaciones realizadas por los gobiernos a ese presupuesto. Sobre este asunto todavía hay pocos detalles, pero es un grave error omitirlo u ocultarlo.

En resumidas cuentas, que no nos vendan la moto, las transferencias europeas tienen un coste, tanto en términos financieros como de cesión de soberanía.

Fernando Luengo Escamilla es economista

Fuente: https://www.lamarea.com/2021/08/17/el-regalo-de-las-transferencias-europeas/

martes, 17 de agosto de 2021

Como construyeron el talibanismo wahabita afgano .

 

Seis cosas que debes saber sobre Afganistán y los talibanes

 




Marc Vandepitte .

Cuando se trata de Afganistán, los principales medios de comunicación ocultan los hechos más incómodos para Occidente. Si se tuvieran en cuenta, la historia cambiaría radicalmente.

1. La monstruosa alianza con los yihadistas

La historia comienza en 1979. Afganistán tenía un gobierno de izquierdas que, por supuesto, no era del agrado de Estados Unidos. Zbigniew Brzezinski, asesor del presidente Carter, ideó el plan para armar y entrenar a los yihadistas -entonces todavía llamados muyaidines- en Afganistán. El objetivo era provocar una invasión soviética, para cargar a Moscú con una situación como Estados Unidos vivió en Vietnam.

Carter siguió su consejo y proporcionó a los muyaidines la ayuda necesaria. El plan funcionó. El gobierno de Kabul tuvo problemas y pidió ayuda al Kremlin. El pantano afgano obligó a la Unión Soviética a permanecer en el país centroasiático durante diez años.

Durante ese periodo la CIA inyectó 2.000 millones de dólares en ayuda, armas y apoyo logístico a los muyaidines. Incluso se les suministró los infames misiles Stinger con los que podían derribar aviones y helicópteros soviéticos. Rambo III, con Silvester Stallone, es una versión de Hollywood de esta colaboración. La película estaba dedicada a “los valientes luchadores muyaidines”.

Mientras las tropas soviéticas permanecieran en el país, el gobierno de Kabul se mantenía. Sin embargo, en 1989 Gorbachov decidió poner fin a la ayuda militar. Una vez que las tropas soviéticas abandonaron el país, estalló la guerra civil. El grupo mejor organizado y más brutal, los talibanes, acabó imponiéndose y se hizo con el poder en 1996.

2. Creación de al Qaeda

La figura más destacada que ha surgido durante este periodo es Osama bin Laden. En 1988 fundó al Qaeda, un grupo terrorista fundamentalista y despiadado. A través de Pakistán podía contar con un gran apoyo de Estados Unidos. A cambio de esta ayuda, al Qaeda les hacía “favores” a Estados Unidos y sus aliados occidentales.

Durante la guerra civil en Yugoslavia (1992-1995) el Pentágono organizó el traslado de miles de combatientes de al Qaeda a Bosnia para apoyar a los musulmanes de ese país. Durante la guerra contra Yugoslavia en 1999, al Qeada luchó codo con codo con los terroristas del ELK (Ejército de Liberación de Kosovo, que luchaba por la separación de Kosovo de Yugoslavia y por una Gran Albania), cubiertos en el aire por la OTAN. También han aparecido combatientes de Al Qaeda en Chechenia, Xinjiang (donde viven los uigures), Macedonia, y en muchos otros países de la región y más allá (1).

La cooperación entre la administración Bush y Osama bin Laden se detalla en el documental Fahrenheit 9/11 de Michael Moore.

3. ¡Es el petróleo, estúpido!

Existen prometedoras reservas de petróleo y gas en torno al Mar Caspio. Pero para transportar esa energía al Occidente sólo hay tres posibilidades: a través de Rusia, de Irán o de Afganistán.

Estados Unidos, por supuesto, no se lo dará a los rusos y, desde la caída del sha en 1979 Washington ha perdido su influencia en Irán. Así que sólo queda una posibilidad: Afganistán. Desde finales de 1994, en plena guerra civil, Estados Unidos apoyó a los talibanes que en ese momento tenían las mejores bazas para “estabilizar” el país. Esto era una necesidad para la construcción del oleoducto. Según la CIA, los talibanes eran considerados “un posible instrumento en el ‘Gran Juego’: la carrera por los recursos energéticos en Asia Central”.

Estados Unidos se convirtió en el principal patrocinador de este nuevo régimen canalla. Poco importaba que los talibanes fueran en ese momento los más virulentos violadores de los derechos humanos en el mundo. Según un diplomático estadounidense, los talibanes “evolucionarían como los saudíes. Hay Aramco [consorcio de empresas petroleras que controlan el petróleo saudí], oleoductos, un emir, ningún parlamento y mucha sharia. Podemos vivir con eso”.

4. Los talibanes no cumplen con su cometido

Al principio los talibanes consiguieron un éxito militar tras otro, pero finalmente no lograron conquistar todo el país. La esperada estabilización, necesaria para el oleoducto, no se materializó. Estados Unidos cambió entonces de estrategia y buscó la reconciliación de todas las partes en conflicto.

Washington exigió que los talibanes entrasen en conversaciones con la Alianza del Norte para formar un gobierno de coalición. Las conversaciones, que duraron hasta finales de julio de 2001, fracasaron. Estados Unidos advirtió que no se detendría ahí: “O aceptáis nuestra oferta de una alfombra de oro u os enterraremos bajo una alfombra de bombas”, fue el mensaje de los representantes estadounidenses a los talibanes a finales de julio.

Los talibanes no cedieron y en octubre comenzaron los bombardeos. Un poco más tarde se reveló que los planes de ello ya estaban en el escritorio del Presidente Bush dos días antes del 11 de septiembre. En el Washington Post del 19 de diciembre de 2000 el profesor Starr escribió que Estados Unidos “ha empezado a aliarse silenciosamente con aquellos en el gobierno ruso que están pidiendo una acción militar contra Afganistán y está jugando con la idea de otra incursión para eliminar a Bin Laden”.

A finales de junio de 2001, más de dos meses antes de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, la revista Indiareacts.com informó de que “India e Irán facilitarán los planes de Estados Unidos y Rusia para una ‘acción militar limitada’ contra los talibanes”.

5. Presidente oleducto

Los atentados del 11 de septiembre fueron, en cualquier caso, la excusa perfecta para que Washington invadiera Afganistán y expulsara a los talibanes del poder. De este modo, los planes para el oleoducto todavía podrían hacerse realidad.

“La conquista de Afganistán no tuvo nada que ver con Osama Bin Laden. Era simplemente un pretexto para sustituir a los talibanes por un gobierno relativamente estable. Un gobierno así debería permitir a la compañía Union Oil de California instalar su oleoducto a beneficio de la junta de Cheney-Bush, entre otros”, según dice Gore Vidal, un destacado columnista estadounidense.

Los hechos sobre el terreno lo demuestran. El 22 de diciembre Hamed Karzai se convertirá en el nuevo primer ministro afgano. Es una figura de confianza de la CIA y ha trabajado como asesor de Unocal, una gran empresa petrolera estadounidense que desde hace tiempo tiene planes de construir un oleoducto a través de Afganistán.

Otro asesor de esta empresa, Zalmay Khalilzad, fue nombrado por Bush nueve días después como enviado especial en Afganistán. Khalilzad había participado en el pasado en conversaciones con funcionarios talibanes sobre la posibilidad de construir gaseoductos y oleoductos. Había instado a la administración Clinton a adoptar una línea más suave con los talibanes.

Ambos hombres cumplieron su cometido correctamente. El 30 de mayo de 2002 la BBC informó de que Karzai había llegado a un acuerdo con su homólogo pakistaní y turcomano para construir un oleoducto desde Turkmenistán hasta un puerto en Pakistán, atravesando Afganistán.

Unas semanas antes Business Weekcomentaba así la evolución de la región: “Los soldados estadounidenses, los trabajadores del petróleo y los diplomáticos han llegado a conocer este lejano rincón del mundo muy rápidamente. Es el vientre de la Unión Soviética y una región que casi no había sido tocada por los ejércitos occidentales desde Alejandro Magno. Lo que está en juego para los estadounidenses es mucho. Lo que intentan es nada menos que la mayor conquista de una nueva esfera de influencia desde que Estados Unidos se comprometió en Oriente Medio hace cincuenta años”.

No funcionó como estaba planeado. Los talibanes fueron derrotados, pero no acabados. Además, tenían una moral mucho más alta que el ejército gubernamental, que sólo pudo resistir gracias a la cobertura aérea de la OTAN y otros apoyos logísticos. Cuando Biden decidió retirar ese apoyo hace unas semanas, todo se derrumbó como un castillo de naipes.

6. Coste y «resultados» de la guerra

Según el New York Times, la guerra más larga de la historia de Estados Unidos ha costado más de 2 billones de dólares. Anualmente, esto supone 100.000 millones de dólares o casi 20 veces más que el presupuesto entero del gobierno de Afganistán.

A pesar de las enormes cantidades de ayuda, los resultados son asombrosos. Casi la mitad de la población vive hoy en la pobreza. La mortalidad infantil es una de las más altas del mundo y la esperanza de vida una de las más bajas.

En el periodo anterir a la guerra se erradicó casi por completo el cultivo de opio. Actualmente el 80% de la heroína del mundo se produce en Afganistán. La guerra provocó 5,5 millones de refugiados. Es probable que esta cifra aumente ahora considerablemente.

El coste en vidas humanas es elevado. En los últimos veinte años han muerto 47.000 civiles. En el aspecto militar murieron 66.000 soldados y policías afganos, 51.000 talibanes y otros rebeldes. En el lado occidental murieron casi 4.000 soldados estadounidenses y 1.100 soldados de otros países de la OTAN.

Tras veinte años de ocupación volvemos a estar en el punto de partida. Un periodista de la television belga lo describe como “una catástrofe, un fracaso del modelo occidental para intentar cambiar un país como Afganistán”.


Traducido del neerlandés por Sven Magnus

Fuente: https://www.dewereldmorgen.be/artikel/2021/08/16/zes-zaken-die-je-moeten-weten-over-afghanistan-en-de-taliban/

Nota:

(1) Chossudovsky M., War and Globalisation. The Truth Behind September 11, Ontario 2002; Howard S., ‘The Afghan Connection: Islamic Extremism in Central Asia’, en National Security Studies Quarterly Volume VI, nr. 3 (Verano 2000); Rashid A., L’ombre des Taliban, París 2001

lunes, 16 de agosto de 2021

La tragedia afgana.

 La tragedia afgana

Pierre Beaudet  

 En pocas semanas, es probable que los talibanes regresen al poder. Como en 1996, intentarán instaurar su régimen oscurantista y reaccionario para aniquilar el respeto a los derechos humanos, especialmente de las mujeres. Los elementos progresistas de la sociedad afgana serán perseguidos o, peor aún, exterminados. Este regreso a la casilla cero se produce después de más de 25 años de ocupación estadounidense y una serie de guerras en todo el país. Los seguidores de la teoría del "choque de civilizaciones" de Samuel Huntingdon pueden decir que la “esencia"de este "país bárbaro” hace imposible que pueda incorporarse a las filas de los " países civilizados". Esta narrativa colonialista sirve, por supuesto, para justificar las guerras imperialistas libradas por Estados Unidos y sus aliados-subordinados (como Canadá). Afganos, iraquíes, haitianos y ahora los chinos deben ser combatidos sin descanso si se quiere mantener la "civilización occidental".

 El origen

 Durante unos cientos de años, Afganistán fue gobernado por una monarquía feudal que se contentó con acumular palacios, dejando las áreas rurales y las ciudades abandonadas. Después de su lamentable derrota en 1872, los británicos se habían resignado a no poder conquistar este país. Con la Rusia (zarista), hicieron un pacto no reconocido para dejar Afganistán como territorio neutral entre las dos grandes potencias asiáticas de la época. Todo esto saltó en añicos después de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Soviética. La nueva URSS quería asegurar los territorios del este en su lucha contra los ejércitos blancos apoyados por los feudales sin fe ni ley.

 Un nuevo proyecto

 Posteriormente, los soviéticos intentaron cultivar una élite modernista del país que soñaba con sacar a su país de la pobreza feudal. Un pequeño núcleo urbano formado en su mayoría por estudiantes y soldados enarbolaba el estandarte de la república. Estados Unidos, que buscaba controlar la región, apoyó a la monarquía mientras la alentaba a hacer reformas, pero sin tocar la mayor parte de su poder. A principios de la década de 1970, la agitación social y política alcanzó un punto sin retorno, de ahí el golpe de estado de 1973 que llevó al poder a soldados reformistas aliados a los pequeños núcleos comunistas del Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA). En su programa proponían la reforma agraria, la educación (especialmente para las niñas), la prohibición del matrimonio infantil, la alfabetización, la soberanía nacional. Los señores feudales se rebelaron rápidamente, organizando disturbios en varias partes de la región y llamando a la solidaridad "islámica", especialmente de los regímenes reaccionarios de Pakistán y Arabia Saudí.

 Del fracaso a estrellarse

 En 1978, los militares cercanos al PDPA dieron un nuevo golpe después de algunas manifestaciones estudiantiles en Kabul. La Unión Soviética está desconcertada, porque en Moscú era difícil comprender cómo podría resistir un régimen afgano "socialista". Tanto más cuanto que el PDPA se dividió en dos facciones que, además de puntos de vista diferentes, tenía diferentes raíces regionales y étnicas. Khalq ("el Pueblo") dominaba en las regiones del sur pobladas principalmente por población pastún. Parcham (“la Bandera”) está más enraizado en Kabul entre las capas medias, educadas y multiculturales  [ 1 ] . En retrospectiva, el proyecto estaba condenado al fracaso:

 “Concebidas a toda prisa, las reformas del PDPA adolecían de las antiguas divisiones de la sociedad afgana entre la ciudad y el campo. Los jóvenes habitantes de las ciudades, idealistas y educados, no comprendían el mundo rural y deseaban remodelarlo, mientras que los habitantes de las aldeas con muros de adobe no tenían ninguna simpatía por la burocracia urbana. No es de extrañar que las dimensiones sociales y culturales de las reformas no fueran bien recibidas porque amenazaban los privilegios de los mullahs, los maliks (jefes de aldea) y los grandes terratenientes; pero, lo que es más preocupante, los aspectos económicos progresistas del programa también fueron rechazados por un campesinado religiosamente reaccionario”.  [ 2 ]

 La primera debacle

 Rápidamente, las dos grandes facciones del PDPA se hicieron la guerra con una violencia que debilitó el proyecto reformista. Los radicales (Khalq) querían ir demasiado rápido y comenzaron a eliminar a todos los disidentes, incluso entre sus rivales de Parcham. Las revueltas feudales comenzaron a ganar impulso, especialmente cuando Estados Unidos, alentado por sus aliados locales saudíes y paquistaníes, vieron la oportunidad de debilitar a la Unión Soviética. Para el asesor especial del presidente Jimmy Carter, Zbigniew Brzeziński, Afganistán debía convertirse en “el Vietnam de los soviéticos”. Las armas fluyen y los rebeldes calificados como Mujahedin desestabilizan el régimen. Exasperados por esta deriva y temerosos de perder su influencia, los soviéticos enviaron su ejército en 1980 para apoyar el regreso al poder de los moderados de Parcham. El nuevo régimen bajo la égida de Mohammed Najibullah tiene éxito en cierta medida a la hora de neutralizar a algunos rebeldes moderando las reformas y presentarse como un nacionalista en lugar de un socialista. Inicia una serie de negociaciones que por un tiempo apuntan a que se podría restablecer la paz en este devastado país. Pero para una gran parte de la población rural, la revuelta es una "guerra de liberación" contra una invasión soviética definida como un proyecto contra el Islam. Pero lo que marca la diferencia es que los rebeldes pueden multiplicar por diez su capacidad militar con la ayuda de armas sofisticadas (misiles antiaéreos) que acosan al ejército soviético. Las negociaciones fracasan, en parte por la posición implacable de los republicanos de derecha en EEUU, que regresarían al poder bajo la égida de Ronald Reagan en 1980. Después de la retirada de la Unión Soviética, los partidarios de Najibullah resistieron, pero finalmente en 1992, los rebeldes entraron en Kabul para capturar a sus oponentes, incluido el presidente Najibullah, que se había refugiado en una base de la ONU, y que fue castrado y colgado en la plaza pública. Los partidarios del PDPA fueron perseguidos, encarcelados, torturados, ejecutados o forzados al exilio. Es el final de este proyecto.

 El giro de los talibanes

 Durante cuatro años, los rebeldes sembraron muerte y destrucción. Peor aún, luchaban entre sí, haciendo que ciudades como Kabul se convirtieran en montañas de escombros, en una carnicería que deja 100.000 muertos y millones de refugiados que, principalmente, huyen en masa a Pakistán. Ansiosos por restablecer un cierto "orden", las poderosas fuerzas militares paquistaníes se comprometieron a preparar la estabilización del nuevo régimen apoyando a los “talibanes", una nueva facción que reprochaba a los grupos rebeldes su tribalismo. Inicialmente, Estados Unidos cree que este proyecto es prometedor. Con la Unión Soviética agonizante, consideran expandir su influencia en la región con la idea de facilitar el acceso al poder de las facciones islamistas influenciadas por sus aliados. Este proyecto se plasmó en última instancia en la toma del poder por parte de los talibanes. Al principio, se beneficiaron del apoyo al menos tácito de una mayoría de la población, agotada por las atrocidades y la violencia de los muyahidines y sus partidarios feudales y tribales. Además, los talibanes intentaron tender puentes con Estados Unidos, de ahí las negociaciones sobre la construcción de oleoductos lideradas nada menos que por Hamid Karzai (el futuro presidente instalado por Estados Unidos en 2001).

 Alianzas dudosas

Estos "nuevos islamistas" son más radicales, más organizados y están bien enraizados entre los pastunes del sur. En el norte, la rebelión continúa, pero sin tener la capacidad de amenazar al régimen, en parte porque los ex protectores (Estados Unidos, Arabia Saudí, Pakistán) confían en llegar a una especie de "acomodo" con los talibanes. Su prioridad es destruir los vestigios de las reformas. Lo más espectacular y visible es su esfuerzo por imponer el confinamiento de las mujeres y sacar a las niñas de las escuelas. También comenzaron a atacar a las minorías, en particular a los chiítas (hazaras) que para los talibanes, influenciados por el wahabismo saudí, son “paganos” a exterminar. En medio de la indiferencia generalizada de Estados Unidos y sus aliados subordinados (a menudo denominados "comunidad internacional" por los complacientes medios de comunicación), los talibanes continúan con su desastroso proyecto [ 3 ] . Pero con la primera Guerra del Golfo en 1990, Estados Unidos atacó a Irak con el apoyo de las petro-monarquías para situar sobre el terreno importantes dispositivos militares. Varias facciones de antiguos muyahidines, que habían luchado contra la URSS con apoyo estadounidense, no aceptan este giro, incluido un desconocido Bin Laden. Así se creó una red regional (Al-Qaida), cuyo objetivo es luchar contra el dominio estadounidense e imponer un "Estado Islámico" en toda la región. Entre los talibanes y Al-Qaida, existe una especie de alianza incierta que se ve sacudida por una serie de ataques organizados por el grupo de Bin Laden desde bases establecidas en Afganistán. El resto, lo conocemos, serán los atentados del 11 de septiembre de 2001.

 El proyecto americano

 Desde el principio, los fundamentos de la estrategia estadounidense para Afganistán, pero también para toda la región, son superficiales y cuestionados por gran parte del establishment político, intelectual e incluso militar de Washington. Es cierto que la invasión de Afganistán aparece como una necesidad para hacer olvidar la afrenta del 11 de septiembre. La información que tenía Estados Unidos sobre un régimen talibán militarmente muy débil se confirma después de unos días de combates que envían al régimen talibán nuevamente a la clandestinidad. Pero más allá de este consenso, no hay unos objetivos claros compartidos. Para el pequeño grupo de neoconservadores alrededor de George W. Bush, el objetivo es nada menos que una “reingeniería” de toda la región. Hay que rehacer naciones (construcción de naciones) y reconstruir estados (construcción de estados) a través de la microgestión, utilizando ejecutores locales. La invasión de Afganistán se considera una operación colateral, un trampolín para avanzar contra Irak y posiblemente Siria e Irán. En Afganistán, se establece un pseudo aparato estatal totalmente dominado por “expertos” y asesores estadounidenses, europeos y canadienses, que controlan cada operación día a día. Se imponen algunas reformas, en su mayoría inspiradas en gobiernos nacionalistas anteriores a los talibanes, pero básicamente la prioridad es asegurar el funcionamiento de los "contratistas" cuyas corruptelas se toleran para desviar fondos, y sobre todo, para completar la guerra contra los talibanes y sus aliados. A nivel militar, Estados Unidos fracasa, en parte porque su principal aliado, Pakistán, juega a los dos bandos al seguir apoyando a los talibanes de mil y una maneras. Cuando se planea la invasión de Irak, el "frente" afgano se vuelve aún más secundario. La oposición interna en los Estados Unidos (en particular los aparatos de seguridad como el Pentágono y la CIA) recupera fuerza con la presidencia de Barak Obama, y emerge un "plan B" que combina la retirada parcial de tropas aliadas y el distanciamiento de aliados locales demasiado comprometidos.

 Fin de ciclo

 Durante dos años, el dominio de la resistencia talibán ha seguido creciendo. Los "proyectos de desarrollo" impulsados por Estados Unidos y sus aliados fueron desmantelados, a pesar de los miles de millones de dólares gastados en la construcción de escuelas o represas. Las guerrillas talibanes fueron efectivas en un terreno que seguía siendo hostil y que desconocía el ejército de ocupación. La pequeña camarilla encargada por Washington de administrar el país rápidamente se recicló en el tráfico de drogas, que no ha dejado de crecer. Tanto dinero desperdiciado, tantos fracasos monumentales, han permitido a los talibanes recuperar su estatus operativo y político. Las negociaciones iniciadas en Doha por Estados Unidos y los talibanes, con el apoyo explícito e implícito de las petro-monarquías y otras potencias emergentes (Turquía, Egipto), han reconocido de facto el papel fundamental de los talibanes en una posible "reconstrucción" post-estadounidense. Sin querer hacer predicciones, podemos esperar que vuelva a suceder lo que en 1992, es decir, el establecimiento de una dictadura despiadada. Sin embargo, se les pide a los talibanes que prometan que ya no serán una base de retaguardia para la resistencia islamista regional, lo que probablemente sea aceptado por los talibanes, que han estado luchando contra los rebeldes de Al Qaeda desde hace algún tiempo, y más aún, la nueva generación de combatientes islamistas de Daesh. Incluso puede ser que el acuerdo que se está cocinando incluya un posicionamiento agresivo de un Afganistán de nuevo en manos de los talibán contra Irán, el gran enemigo actual de Estados Unidos e Israel.

 La historia no ha terminado

 Indudablemente habrá muchos conflictos, incluso guerras futuras contra las fuerzas opuestas a los talibanes, en particular en las regiones periféricas donde la antigua "Alianza del Norte" todavía tiene arraigo entre las minorías tayikas, uzbecas y hazaras, que, sin embargo, están muy debilitadas y cada vez tienen más dificultades para utilizar como bases de retaguardia los países vecinos. No todos los nuevos "protectores" del régimen talibán se llevan bien entre si, en particular Pakistán, Arabia Saudí y Turquía, que Estados Unidos quiere reclutar con gran dificultad, para la contención de Irán. En Kabul y otras ciudades importantes, persiste una oposición civil formada por proyectos y redes que luchan por los derechos humanos y especialmente los derechos de las mujeres. En 2004 se lanzó una campaña internacional por la paz, con el impulso de progresistas afganos, en el Foro Social Mundial en Mumbai (India). Afganos de muchas regiones y distintas fracciones habían venido a reunirse y hablar con las 150.000 personas presentes para pedirles apoyo, ya que la debacle estaba en marcha. Estos esfuerzos, a pesar de cierta solidaridad internacional, no pudieron suponer una diferencia..

 La contribución de Canadá

 Durante una breve visita a Kabul en 2007, visité estos proyectos que a menudo estaban dirigidos por los herederos del PDPA. Eran personas admirables, pero sin mucha capacidad. El gobierno pro estadounidense en Kabul ponía obstáculos constantemente en el camino, especialmente cuando estos reformistas querían lanzar un programa llamado "solidaridad nacional”, que habría consistido en apoyar microproyectos gestionados por y para las comunidades locales". Algunos funcionarios honestos de la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional (CIDA) estaban indignados, pero no pudieron hacer nada, sabiendo que la mayor parte de la ayuda canadiense se estaba desviando a las mafias en el poder. Cuando Stephen Harper llegó al poder, Canadá se sumergió en cuerpo y alma en la guerra, con varios miles de soldados desplegados en las líneas del frente en Kandahar, una zona de actividad muy importante para los talibanes. A pesar del sacrificio de más de 150 soldados canadienses, esta operación militar fue un fiasco miserable. Fueron los civiles afganos quienes pagaron el precio con decenas de miles de muertos en los bombardeos estadounidenses y canadienses.

 Cómo romper el círculo de hierro

 La destrucción planificada de Afganistán se produce en una situación de implosión regional sin precedentes, que se puede observar en Irak, Siria, Líbano, Yemen, Palestina y llega tan lejos como Libia. Incapaz de imponer su “re-ingeniería”, Estados Unidos, así como sus aliados subordinados, quieren promover la fragmentación, incluso el caos, impidiendo por un lado que fuerzas nacionales legítimas recuperen el control y por otro lado bloquear las ambiciones de China y Rusia de actuar como un contrapeso que podría llevar a la región a escapar de la tutela de Washington. (1)

 Para los progresistas de todo el mundo, esta situación es complicada y difícil. Algunos inconscientes abogan por el apoyo a los adversarios de Estados Unidos. ¿Son estos "enemigos de nuestros enemigos" amigos de la paz y la democracia? Esta ilusión podría ser muy costosa, si miramos el daño ilimitado infligido a las poblaciones por los regímenes despóticos que proliferan en Irán, Pakistán, Siria y otros lugares. En realidad, esta no es una opción. La alternativa frágil y amenazada que representan los grupos progresistas y las redes de defensa es el camino a seguir, sabiendo que se necesitarán décadas para reconstruir un tejido social donde las luchas por la emancipación puedan conducir a la paz y la democracia.

 

Notas

[ 1 ] Históricamente en Kabul, la mezcla de pueblos tuvo lugar en una especie de multiculturalismo donde el idioma dominante, el dari (de origen persa), se había convertido en el idioma de la administración, los negocios y la educación. Además, el dari es el idioma dominante en varias regiones del norte y este de Afganistán, de ahí una identidad cultural y religiosa distinta).

[ 2 ] Christian Parenti, Le Monde diplomatique y The Nation , 7 de mayo de 2012.

[ 3 ] Este desarrollo lo describe con gran detalle el famoso periodista paquistaní Ahmed Rashid, Taliban: The Power of Militant Islam in Afghanistan and Beyond , IBTauris , 2010.

 

Pierre Beaudet  es editor de Nouveaux Cahiers du Socialisme y actualmente enseña desarrollo internacional en el campus de la Universidad de Quebec Outaouais en Gatineau.

Fuente:

http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article59145

Traducción:Enrique García


 Nota del blog .- Esta por ver esto  , China hace tiempo que  estableció relaciones con los taliban https://blogs.publico.es/puntoyseguido/7338/en-la-trampa-afgana-a-china-le-pueden-confundir-dos-factores/

domingo, 15 de agosto de 2021

El debacle de la OTAN en Afganistán..

Para seguir con la guerra eterna .

Patrick Cockburn .

 La intervención de la OTAN en tierra afgana terminó en una debacle. Mientras se desmorona el régimen instalado por los ocupantes, la ofensiva islamista pone en vilo a las mujeres y las minorías religiosas.

Familias afganas abandonan su hogar, en el distrito Enjil de la provincia de Herāt, durante el conflicto entre talibanes y fuerzas de seguridad afganas, el 8 de julio Afp, Hoshang Hashimi

A mediados del mes pasado, pude ver cómo los talibanes recorrían el norte de Afganistán, tomando lugares que había visitado por primera vez en 2001, al comienzo de la guerra iniciada por Estados Unidos. Los combatientes talibanes se apoderaron del principal puente hacia Tayikistán en el Amu Daria, un río que yo había cruzado en una balsa difícil de manejar pocos meses después de que empezara el conflicto.

El último comando estadounidense de la gigantesca base aérea de Bagram, al norte de Kabul, que había sido el cuartel general de 100 mil soldados estadounidenses en el país, se retiró en plena noche, a comienzos de julio, sin informar siquiera a su sucesor afgano, quien dijo que se había enterado de la evacuación final de las tropas estadounidenses dos horas después de que se produjera.

La principal causa de la implosión de las fuerzas gubernamentales afganas fue el anuncio del presidente Joe Biden, el 14 de abril de 2021, de que las últimas tropas estadounidenses abandonarían el país el 11 de setiembre (véase «Yankee, come home», Brecha, 21-V-21)(1) . Pero los reclamos de los generales estadounidenses y británicos sobre el carácter precipitado del retiro, lo que no les dejaría tiempo para preparar a las fuerzas de seguridad afganas para que puedan valerse por sí mismas, son absurdos, ya que pasaron dos décadas sin conseguirlo.

Ahora que la intervención militar occidental llega a su fin, cabe preguntarse qué hay detrás de esta vergonzosa debacle. ¿Por qué hay tantos talibanes dispuestos a morir por su causa, mientras que los soldados del gobierno afgano huyen o se rinden? ¿Por qué el gobierno afgano de Kabul es tan corrupto e inoperante? ¿Qué pasó con los 2,3 billones de dólares que Estados Unidos lleva gastados en un intento fallido por ganar una guerra en un país que sigue siendo terriblemente pobre?

De una manera más general, ¿por qué la que hace 20 años fue presentada como una victoria decisiva de las fuerzas antitalibanes apoyadas por Estados Unidos se convirtió en la actual derrota? Una de las respuestas es que en Afganistán –al igual que en Líbano, Siria e Irak– la palabra decisiva no debería utilizarse para describir una victoria o una derrota militar. No hay ganadores ni perdedores, pues hay demasiados actores, dentro y fuera del país, que no pueden admitir una derrota ni aceptar la victoria del enemigo.

Las analogías simplistas con el Vietnam de 1975 son engañosas. Los talibanes no tienen en absoluto el poderío militar del Ejército norvietnamita. Además, Afganistán es un mosaico de comunidades étnicas, tribus y regiones difícil de gobernar para los talibanes, cualquiera que sea el futuro del gobierno de Kabul.

La desintegración del Ejército y de las fuerzas de seguridad afganas precipitó el ataque de los talibanes, que, en general, encontraron poca resistencia, lo que les permitió obtener avances territoriales espectaculares. Estos rápidos cambios en la situación del campo de batalla en Afganistán son tradicionalmente alimentados por individuos y comunidades que se pasan rápidamente al bando ganador. Las familias envían a sus jóvenes a luchar tanto por el gobierno como por los talibanes, como una forma de asegurarse. Las rápidas capitulaciones de ciudades y distritos evitan las represalias, mientras que una resistencia demasiado prolongada desembocaría en una masacre.

LA AYUDA PAKISTANÍ Y LA RESISTENCIA A LA INVASIÓN

En 2001 se produjo una situación similar. Mientras Washington y sus aliados locales de la Alianza del Norte (conocida oficialmente como Frente Islámico Unido por la Salvación de Afganistán) se felicitaban por su fácil victoria contra los talibanes, estos últimos regresaban indemnes a sus pueblos o cruzaban la frontera con Pakistán en espera de tiempos mejores. Y los tiempos mejores llegaron cuatro o cinco años después, cuando el gobierno afgano había hecho todo lo posible para desacreditarse a sí mismo.

La gran fuerza de los talibanes radica en que el movimiento siempre contó con el apoyo de Pakistán, un Estado con armas nucleares, un poderoso Ejército, una población de 216 millones de habitantes y una frontera de 2.600 quilómetros con Afganistán. Estados Unidos y Reino Unido nunca lograron realmente entender que si no estaban preparados para enfrentarse a Pakistán, no podrían ganar la guerra.

Los talibanes cuentan, además, con un núcleo de comandantes y combatientes fanáticos y experimentados, implantados en la comunidad pastún. Los pastunes representan el 40 por ciento de la población afgana. Un coronel pakistaní al mando de tropas irregulares pastunes al otro lado de la frontera afgana me preguntó cuáles eran los esfuerzos hechos por Estados Unidos y Reino Unido para «ganarse los corazones y las conciencias» en el sur de Afganistán, densamente poblado por pastunes. Para él, las posibilidades de éxito eran mínimas, porque la experiencia le había enseñado que un rasgo central de la cultura pastún es el «odio profundo a los extranjeros».

La propaganda sobre la «construcción de la nación» gracias a los ocupantes extranjeros en Afganistán e Irak ha sido siempre condescendiente e irrealista. La autodeterminación nacional no es algo que pueda ser promovido por fuerzas extranjeras, por muy bien intencionadas que sean. Son fuerzas que siguen, invariablemente y por encima de todo, sus propios intereses. La dependencia del gobierno afgano con respecto a estas lo desacreditó ante los afganos, privándolo de arraigo en su propia sociedad.

EL DESCRÉDITO DEL RÉGIMEN COLONIAL

Las cantidades enormes de dinero disponibles gracias a los gastos estadounidenses engendraron una elite cleptocrática. Estados Unidos gastó 144.000 millones de dólares en desarrollo y reconstrucción, pero alrededor del 54 por ciento de los afganos viven por debajo de la línea de pobreza, con ingresos inferiores a 1,9 dólares por día.

Un amigo afgano que trabajó en el pasado en la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional me explicó algunos de los mecanismos que permiten que prospere la corrupción. Me dijo, por ejemplo, que los responsables de la ayuda estadounidense en Kabul pensaban que era demasiado arriesgado para ellos visitar personalmente los proyectos que financiaban. Así, en lugar de verlos directamente, se quedaban en sus oficinas fuertemente protegidas y como toda referencia tenían fotografías y videos que les mostraban el avance de estos.

 De vez en cuando mandaban a un empleado afgano, como mi amigo, para que viera por sí mismo lo que ocurría. En una visita a Kandahar para supervisar la construcción de una planta de envasado de verduras, descubrió que una empresa local, algo así como un estudio de cine, se dedicaba a filmar imágenes muy convincentes de obras construidas a cambio de una remuneración. Con extras y un telón de fondo adecuado, mostraban a los supuestos empleados clasificando zanahorias y papas en un depósito, pese a que nada de eso existía en realidad.

 En otra oportunidad, el funcionario afgano encargado de la ayuda encontró pruebas de fraude, pero esta vez nadie trató de ocultarlo. Después de buscar en vano un criadero de pollos, cerca de Jalalabad, que había recibido un financiamiento muy importante, pero que no existía, ubicó a sus propietarios, los que le indicaron que la ruta hasta Kabul era muy larga. Habiéndolo interpretado como una amenaza de muerte si los denunciaba, guardó silencio y renunció a su puesto poco después.

 Es cierto que la ayuda extranjera ha permitido la construcción de verdaderas escuelas y clínicas, pero la corrupción carcome todas las instituciones gubernamentales (véase «La corrupción afgana derrota a Estados Unidos», Brecha, 9-X-14)(2) En el plano militar, la corrupción se traduce en «soldados fantasma» y en puestos de avanzada amenazados por la falta de alimentos y municiones suficientes.

 Nada de esto es nuevo. Cuando, a lo largo de los años, visitaba Kabul u otras ciudades, tuve siempre la impresión de que el apoyo a los talibanes era limitado, pero que todo el mundo consideraba a los funcionarios como parásitos a los que había que evitar o, si no, sobornar. En Kabul, un próspero agente del mercado inmobiliario –en principio, un sector poco propenso a los cambios radicales– me dijo que era imposible que un sistema tan impregnado de corrupción «pudiera mantenerse sin una revolución».

 Tras el fracaso del gobierno, los talibanes confían en que podrán volver al poder dentro de un año. Esta perspectiva aterroriza a mucha gente. ¿Cuál será la reacción de los 4 millones de habitantes de la minoría hazara, por ejemplo, que son chiitas y se sienten cercanos a Irán? A principios de este año, en Kabul, 85 niñas hazaras y sus maestras murieron víctimas de un atentado con bombas a la salida de la escuela. Como en 2001, la guerra eterna en Afganistán está lejos de terminar.

 (Publicado originalmente en The Independent y Counterpunch bajo el título «The Forever War in Afghanistan is Far From Over». Traducción de Ruben Navarro para Correspondencia de Prensa.


Notas del blog .-(1)  https://brecha.com.uy/estados-unidos-se-va-de-afganistan-yankee-come-home/

 Nota del blog . -(2)  https://brecha.com.uy/la-corrupcion-afgana-derrota-estados-unidos/


 

sábado, 14 de agosto de 2021

El Fondo de Miseria Internacional le quita el pan a los egipcios .

 

Una hogaza de pan para vivir


Fuentes: Monitor de Oriente

Los egipcios son únicos en llamar a la barra de pan «pan para vivir», ya que va más allá de ser un producto para comer, es el pilar de su vida y su existencia. Hay un refrán egipcio que dice: «los que atentan contra el sustento de los pobres no ganarán», y esto es un hecho probado por la historia, empezando por la revolución francesa que se encendió por una barra de pan, seguida por el levantamiento egipcio contra Anwar Sadat en 1977 cuando estaba en la cima de su gloria y después de su victoria en la guerra de octubre de 1973, cuando el gobierno egipcio anunció en ese momento que subía el precio del pan, que se vendía a diez milimes (aproximadamente un céntimo). El gobierno también decidió aumentar los precios de muchos otros productos básicos estratégicos, basándose en la recomendación del Fondo Monetario Internacional (FMI), para tratar el déficit presupuestario y acordar la concesión de un préstamo financiero a Egipto para ayudarle a hacer frente a ese déficit.

En cuanto el gobierno anunció sus nuevas decisiones en el Parlamento, y en cuanto la noticia llegó a todos los egipcios a través de las emisoras de radio, el 18 y el 19 de enero de 1977 estallaron amplias manifestaciones populares en muchas gobernaciones egipcias, a las que la policía no pudo hacer frente. Por lo tanto, el gobierno se vio obligado a dar marcha atrás en estas subidas de precios, que eran muy leves, sobre todo si se comparan con las grandes subidas actuales, que agotaron a los ciudadanos, no sólo a los pobres, sino a la clase media que está disminuyendo en Egipto y que se ha unido a la clase pobre. Se sabe que en cualquier sociedad, la clase media es el pilar del país que mantiene el equilibrio, pero en Egipto, ahora sólo hay dos clases, los ricos y poderosos, que representan el uno por ciento y la clase pobre que representa la mayoría del pueblo egipcio.

Al-Sisi sorprendió a los egipcios con su intención de aumentar el precio del pan subvencionado, del que se benefician 67 millones de ciudadanos. Representa el principal componente de la alimentación de millones de egipcios.

No hay nada más peligroso que la cuestión del pan para los egipcios, no sólo provocó protestas en la época de Sadat, sino también en 2008, durante el gobierno de Hosni Mubarak, lo que llevó a ambos a tomar un rumbo opuesto al previsto para reducir los subsidios después.

Según los datos presupuestarios del gobierno en el año fiscal actual, el valor del subsidio al pan ascendió a 2.500 millones de dólares y el número de beneficiarios de los subsidios al pan es de 71 millones de personas. Las subvenciones al pan representan el 16% del total de las ayudas del presupuesto general, que asciende a 20.000 millones de dólares. Su parte relativa es del 2,8% del total de gastos del presupuesto, que asciende a 114.000 millones de dólares.

También podemos ver que la tasa de subvención es muy baja, y cada año se reduce en preparación para la abolición final de la subvención en aplicación de las condiciones del préstamo del FMI, como parte de su acuerdo para prestar a Egipto en 2016. Se redujeron todos los subsidios, incluidos el combustible, la electricidad y muchos otros productos básicos estratégicos.

Con el aumento de la pobreza, este subsidio alimentario representa un apoyo básico para la mayoría de las familias egipcias, ya que hay unos 30,3 millones de ciudadanos egipcios que viven por debajo del umbral de la pobreza. Dada la propagación de la pandemia de coronavirus, los índices de pobreza aumentaron y, por lo tanto, habría sido mejor aumentar las asignaciones de apoyo alimentario o, al menos, mantenerlas.

Este apoyo es un derecho inherente al ciudadano, como la educación, la salud y los fondos de asistencia, que son financiados en su totalidad por los contribuyentes, es decir, del dinero del pueblo y del bolsillo del ciudadano y no del bolsillo del gobierno. Son muchas las alternativas a las que puede recurrir el Gobierno para enjugar el déficit presupuestario y ganar los 446 millones de dólares que pretende recaudar con su decisión de aumentar el precio de la barra de pan.

El pan es la «carga para vivir» en Egipto, es el alimento que preserva la dignidad de millones de ciudadanos del país.

Tengan piedad de los pobres, de lo contrario las consecuencias serán nefastas. Consulten la historia para comprobarlo y aprendan de ella.

 

Fuente: https://www.monitordeoriente.com/20210811-una-hogaza-de-pan-para-vivir/