lunes, 2 de agosto de 2021

La sal de la tierra de Sebastião Salgado . Documental

                                                                                  


La sal de la tierra (2014): Sebastião Salgado y su empatía con la condición humana




¡Qué violenta la calma con la que los empachados nos dicen que agradezcamos las migajas! Nina Ferrari

Si matas una cucaracha eres un héroe. Si matas una hermosa mariposa, eres malo. La moral tiene criterios estéticos. Friedrich Nietzsche

La honestidad es incompatible con amasar una fortuna. Mahatma Gandhi

Al pretender escribir sobre el documental La sal de la tierra, algunas cosas acuden rápido a la mente: una lección de fotografía; una cátedra (involuntaria) de humanismo y búsqueda de la verdad; un mensaje de tolerancia e igualdad. El fotógrafo no es el único autor de la foto; se trata del trabajo de un polímata; su legado y el de su esposa es para toda la Humanidad. Sebastião Salgado (S. S.) es un ser humano, un artista, que se ha cuestionado su labor como fotógrafo social y testigo de la condición humana: con la que tiene una empatía difícil de emularse. Su obra como fotógrafo/reportero puede equipararse a la del polaco Kapuściński, protagonista del filme a caballo entre animación y actuación Un día más con vida. S. S. conoce más de la mitad de países de un planeta que se debate entre heridas, deterioro, maltrato. A lo que él y su esposa han contribuido a mermar con la creación del Instituto Terra.

Aun con el amor que su trabajo refleja, en 2001 recibió la crítica de Susan Sontag y de periodistas del NYT: nada justa, como se verá en este ensayo salido de la bóveda interdisciplinar de La Fábrica de Sueños. Obra que cubre desde el génesis, ver Sierra Pelada, hasta el actual y casi inminente fin de los tiempos, aun con la contradicción que encierra el último trabajo presentado en el documental: “Génesis”, foto/reportaje (2013). No en vano, exclama: “¡Cuántas veces tiré al suelo la cámara para llorar por lo que veía!” Y por lo que ha llorado no es propiamente un melodrama. “Un filme por Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado” se inicia con la pregunta del primero: “¿Un filme sobre la vida de un fotógrafo?” Y enseguida recuerda la etimología: del griego ‘photo’, luz, y “graphein”, escribir o pintar. Así, fotógrafo es el que pinta/escribe con la luz. “Alguien que escribe y reescribe el mundo con luces y sombras”, dice W. W., lo que de paso aplica para su propio arte: el cine. Por eso, se dice que las artes son distintas formas de escritura. Y la fotografía es apenas una entre ellas.

Con Sierra Pelada, mina de oro, frente a él, S. S. dice que en segundos vio pasar la historia de la Humanidad: la construcción de las Pirámides; la torre de Babel; las minas del rey Salomón. Solo oía el murmullo de 50.000 personas dentro de un gran agujero. Lo que más impresiona de tales fotos es angulación, encuadre, composición. Si se toma un referente del cine sobre equilibrio de la imagen, distribución de seres y objetos, proporción áurea, ese sería Kubrick. Tal vez, S. S. lo aceptaría. Allí, volvió al génesis: “Casi podía escuchar el murmullo del oro en esas almas”. En picado, los hombres parecen hormigas; en contrapicado, gigantes, ‘héroes’. Nadie piensa en caer de las escaleras, pero ello no deja de ser un reto a la gravedad.

Los trabajadores y él estaban para extraer sacos y sacar fotos, en su orden. Subían 50 o 60 veces al día por la escarpada/resbaladiza superficie. Un mundo muy organizado, “pero en una completa locura”, dice S. S. en francés, su segunda lengua: también es ciudadano francés. Y aparece el símbolo de la codicia entre los obreros, el revólver. Podrían parecer esclavos, pero no había uno solo, aclara: “Si existía alguna esclavitud allí, era el afán de ser rico”. Había de todo: intelectuales, licenciados, empleados de granjas, obreros de ciudad, todos en busca de un chance. Cuando se descubría un filón, todos tenían derecho a un saco. Pero, ese saco contenía la esclavitud, porque podía haber un kl de oro o nada. Ahí se jugaba cada uno la independencia. Cuando los hombres empiezan a tocar el oro, “ya no vuelven”, señala S. S.

W. W. vio la foto de un joven con los brazos cruzados, la espalda contra un palo y hombres bajando y subiendo la mina, por primera vez en una galería c. 1994. Pensó: “Debía ser un gran fotógrafo y un aventurero”. Traía sello y firma de S. S. La compró. El galerista sacó más fotos suyas. Lo visto lo emocionó, en especial una mujer tuareg ciega. Siempre que la ve, así sea cada día, llora. El poder de las imágenes. De ahí que países musulmanes las prohíban. Ya sabía algo de S. S., a quien le importan las personas, lo que significa mucho para W. W.: “Al fin y al cabo, las personas son la sal de la tierra”. De ahí el título. Pasó mucho tiempo para que se conociera con S. S. Habló con él de su vida, de su obra, de dónde provenía todo. Eso se nota en el filme: el profesionalismo del cineasta y el del polímata. La sal de la tierra

S.S. panea sobre su infancia. Puede haber muchos fotógrafos en un mismo sitio y siempre serán fotos muy diferentes. Como un libro leído por mil lectores, mil lecturas distintas. Porque esos fotógrafos provienen de sitios “muy muy diferentes”, señala. Cada uno con su manera de ver, con su propia historia. Y S. S. la aprendió ahí, en el lugar donde está: “Aquí tengo un ideal del planeta”. Producto de largas caminatas con el padre, adonde iban a mirar. Detrás de cada montaña, algo que ver: “Aquí he soñado mucho”. Y en un plano/contraplano, las cámaras del fotógrafo y del cineasta se encuentran para denotar el estudio que cada uno hace del otro y, ante todo, cómo ambos se enriquecen. S. S. quería ir más allá de las montañas, saber qué había detrás de ellas, intuyendo quizás, de contera, la dialéctica de Heráclito: “Una subida es al mismo tiempo una bajada”. Y a fe que lo logró. Un viaje con Sebastião Salgado

La avioneta aterriza en la cordillera de Papúa Occidental, Indonesia, en suelo del pueblo Yalí, en 2011. Panorámicas. Ascensos por la montaña. Fotos de detalle. Aborígenes que juegan con la cámara. La tribu aprueba. Juegos, bailes, comidas comunitarias. Ubuntu: “Soy porque somos”. El sentido de cooperación en estado puro, en un mundo destruido/deteriorado cada día más por el prurito de acumulación del capitalismo. Mujeres con flores en sus cabezas, con su cuerpo desnudo, sin vergüenza alguna: no hay razón para que la haya. Se trata del mundo de la inocencia, sí, en pleno siglo XXI. De la pureza, así suene cursi hoy. Porque hoy todo apena: la decencia, el buen gusto, la honestidad. Los filisteos/falsarios/filibusteros han vuelto. El tapabocas del virus/negocio/apartheidista no es gratuito. Eso lo ha comprobado S. S. Casas en las montañas, como si de arhuacos se tratara. Se siente nostalgia, porque allá los están matando. Aquí, en Fosa Común, también “Nos están matando”, dice el eslogan que ya está hasta en los edificios del barrio donde quien escribe vive en Bogotá. No se cita para que no me busque Luis Carlos Vélez, de la FM. Quien, a propósito, hace poco entrevistó a la alemana Rebecca Linda Marlene Sprößer (Sprösser), una amante de la salsa que pasó a quedarse en Cali y hoy integra la Primera Línea, estigmatizada por la ‘gente de bien’.  El 22.jul.2021 un sicario al atentar contra ella disparó en su lugar al joven que, por lealtad, le sirvió de escudo: por cuenta de la ajena lápida al cuello, recibió 13 tiros y hoy agoniza. (1)

Para el padre su hijo era muy bohemio y siempre estaba de viaje, como nadie. El abuelo de S. S. también: “Era como una lanzadera. Así era Tião”, señala. Era dejado para el estudio: dio brega. Pero, estudió economía. Cursó un año de derecho, como quería el papá, pero no… Pasó a economía y le fue muy bien. Juliano dice que su padre se benefició de lo que el abuelo le obligó a cursar. La economía lo dotó de sólido saber sobre mercado/comercio e industria: “Por eso sabía lo que regía al mundo”. Todo comenzó para él en Aimorés, MG, donde nació en 1944. Ahí estaba la finca con vastas selvas atlánticas; también, el río. Por allí pasaban trenes interminables pues se trata de la mayor reserva minera del planeta. Allí creció S. S. el único niño entre siete hermanas más. En el verano, jugaba en el Rio Doce o ‘Río Dulce’.

S. S. no se queda quieto, dice W. W., haciendo de sí mismo: de fotógrafo. Por deformación profesional, reacciona/responde a los aparentes retos del cineasta alemán, usando su arma preferida, la cámara de fotos. “Wim, tengo una foto tuya muy bonita”, dice. “Yo también, y no te lo digo”, responde W. W. En este caso, fotografiaba no solo a una, sino a dos personas: a aquél y a su hijo Juliano, codirector del filme. Quien ya había acompañado a su padre en varios viajes: como a Papúa, Nueva Guinea, 2011. O, como ahora, a una isla remota al norte del mar de Siberia Oriental, viaje del cual W. W. dice que no pudo disfrutar. Padre e hijo invitaron a W. W. a hacer parte de La sal de la tierra, quizás para agregar una óptica externa sobre su aventura, recuerda W. W. mismo. No dudó un segundo: “¿Qué más podía pedir?”

Como seguro pensará el espectador. Haber podido asistir a dos horas de cátedra (libre) fotográfica, de preocupación por el destino del planeta, de empatía con la Humanidad. Por fin, podría llegar a conocer a S. S., sus móviles, por qué su trabajo lo había impactado tanto. W. W. ignoraba lo que había detrás del artista. S. S., tenía solo 15 años cuando tomó el tren y se marchó para siempre de Aimorés para ir al Instituto en Vitória, capital de ES, sudeste de Brasil. A la que el suscrito ha sido invitado desde 2014 por la UFES. Tan joven, no sabía qué hacer con el dinero, ya que hasta entonces no lo había usado. Vivía en un lugar donde lo tenía todo. Al llegar, pasó a no tener nada. En la granja, producían lo necesario para vivir. Así que, al inicio, pasó hambre por miedo a tener que ir a un negocio a pedir algo. W. W., por su lado, asegura que se ignora qué habría sido de S. S. de no haber aparecido Lélia Wanick en su vida.

Tenía 17 años, estudiaba música, luego arquitectura (que es ‘música congelada’) y era “increíblemente bella. Fue amor a primera vista”. Cuando S. S. ganó una beca para hacer un máster en economía en la U. de São Paulo, se mudaron allí y se casaron. Eran los años 60 y ambos hacían parte de movimientos de izquierda, como otros estudiantes lo hacían en París, Berlín o Chicago. Brasil estaba bajo la brutal dictadura militar, la de “el día que duró 21 años” (1964-1985). Así, el riesgo de ser detenido/deportado y torturado era constante. En agosto de 1969 (la época de Garrastazu Médici), Lélia y S. S. salieron en un barco para Francia. Mientras él seguía economía, ella estudiaba arquitectura: un día, compró una cámara para su trabajo. El que la disfrutó fue Sebastião: la primera foto que sacó fue de Lélia, claro.

Entró en la Organización Internacional del Café (OIC) y se mudaron a Londres. Con la idea de hacer carrera en el Banco Mundial (BM), a menudo iba a África para estudiar proyectos de desarrollo. Llevaba la cámara de Lélia y volvía siempre con muchas fotos: como los satisfacían mucho más que los informes económicos, ambos tomaron la decisión de que S. S. abandonara economía para, cual Sísifo, empezar de cero. Volvieron a París e invirtieron todo su capital en un costoso equipo fotográfico. Durante un tiempo S. S. probó fotografiando deportes, hizo retratos, bodas y hasta desnudos, antes de hallar su vocación. Níger (1973)

Mujer negra con tinaja de agua, sonríe. Empatía con S. S. Son sus “primeras fotos”. ¿Lugar?: Tahoua. Otra mujer negra, con su hijo a la espalda. “Dos jóvenes madres que hacían cola para recibir alimentos. Época de gran sequía en Níger. Para Lélia fue más difícil porque estaba embarazada”. La vida privada, siempre, hombro a hombro con su vida de fotógrafo. Y cuenta sobre el morabito que invitó a Lélia a sentarse en sus piernas, por lo que él le salió al corte para decirle que estaba en embarazo: así, terminó por reconocer su falta de ‘sincronía’ en ese momento. Luego se llevaría un kl de azúcar, “tan contento como si se hubiera ido con Lélia”. Cuando alguien moleste a su mujer, dele un kl de azúcar, o menos…, y lío resuelto.

Su hijo Juliano nació en París en 1974. “Ahí está mi futuro colega y codirector”, dice W. W. “Lélia seguía apoyando a S. S. en todo como joven madre”. Trabajó mucho en su propio oficio y en presentar el trabajo de su compañero en todas partes. En revistas, periódicos y agencias. Tras el éxito de algunos trabajos relevantes, hallaron el valor de concebir su primer gran proyecto fotográfico: “Otras Américas”. Que, si se mira bien, contiene una ironía sobre la manera como los gringos designaban (o designan aún) a su país cual si fuera un hemisferio. El mismo proyecto que lo llevó por toda Suramérica e incluso Centroamérica. Juliano se fue acostumbrando a las largas ausencias del padre. Otras Américas (1977-1984).

Foto dividida: a la derecha, arriba, una mujer se asoma por una ventana; a la izquierda, abajo, una niña con bandeja de manzanas con caramelo en su cabeza, come otra de ellas. También, le sonríe al fotógrafo. Lo que insinúa algo que ya sostuvo el propio S. S.: la foto no es solo del autor. Al dejar Brasil en 1969 empezó a “echar mucho de menos a Latinoamérica”. Así decide ir a países vecinos: Ecuador, Perú, Bolivia. Soñaba también con ver Los Andes. Época de profunda agitación social, producto del descontento popular… como ahora, como siempre, a causa de la tiranía comandada por… Simón Bolívar: “Los EEUU parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias, en nombre de la libertad”. Era la época de la Teología de la Liberación: Camilo Torres, Helder Cámara, Pedro Casaldáliga, entre otros. (2)

En Ecuador, S. S. conoce a Gabicho, sacerdote de su misma edad: “Él era el que llevaba la palabra de Dios”, dice, como quien confiesa su ateísmo. Gabicho unía a campesinos en cooperativas, introducía la solidaridad y, con las comodidades a su alcance, pudo realizar viajes que lo impresionaron mucho. S. S. aparece con aquellos a más de 3.000 m de altura. A veces, durante el día, subían a desniveles de 600 o 700 m. Disfrutaba mucho de vivir entre esas comunidades. Y muestra a los Saraguros, etnia del sur de Ecuador. Creyentes/borrachos por igual. El fin de semana, hombres/mujeres están ebrios por completo. Mientras habla, unos niños miran a un hombre que parece muerto, pero solo está ‘perdido de la perra’. Sorprende que su cabello se funde con un tapete que lo cubre y que parece no haberse lavado desde el génesis. Lo que, bueno, no importa porque está por fuera del tiempo. Por eso parece muerto.

Además, de su pecho brota una hierba que parece hervir, quizás por el fuego del alcohol ingerido. Para terminar, el rictus de su boca deja ver el placer del beber cumplido: no del deber… porque alcoholizarse no es ninguna obligación, salvo para el que está harto del otro yugo, el del trabajo. Un claroscuro, a la Rembrandt, muestra tres figuras: dos hombres y una monja, con un grueso libro abierto, especie de Biblia ampliada. El campesino de la izquierda es Guadalupe, ‘Lupe’, gran amigo de S. S. cuando llevaba el pelo y la barba rubios/pelirrojos muy largos. Un día, en la montaña, le dijo: “Mira, Sebastião, yo sé que te han enviado del cielo”. S. S. añade: “Porque según la leyenda de Saraguros, los dioses, a la imagen de Cristo, volverían a la tierra para verlos, para observarlos y notar quiénes merecían el cielo”.

‘Lupe’ en su pieza de adobe cuarteado, sentado en la cama de madera, con su cobija (apenas) dos tigres, con la virgen y otras imágenes en la pared y al lado cuatro sombreros, aparte del que lleva puesto. Cubierto por la típica ruana que le ayuda a soportar el frío de Los Andes. ‘Lupe’, dice S. S.: “Creía firmemente que yo estaba allí para observarlos”. Frase dotada de cierto mesianismo: obvio, del propio S. S. Quien relata que nunca había visto a un pueblo, como el de los Saraguros, “con otro ritmo del tiempo”. El que pasó con ellos, “me parecieron cien años”. Lo que habla de las diferencias entre tiempo natural y cronológico, el de los relojes, el interesado, el del Capitalismo. En suma, el que se corresponde con la frase infeliz de B. Franklin que arrastra el símbolo de la esclavitud para la Humanidad: “El tiempo es oro”. Algo inmaterial, eterno, imposible de asir, vuelto por arte de ma(f)ia quintaesencia de lo material, finito, deleznable. Lo que, de todas formas, se convierte en ruina. Lo que, en todo caso, tarde o temprano, lleva a la ruina, como lo confirma Celia cuando, al fin, se pudre.

Para confirmar lo dicho, S. S. añade: “Todo era tan lento. Era otra manera de pensar, otra velocidad”. Había fatalismo en sus caras. Lo que ilustra la foto del hombre que mira a la cámara y parece revelar las mismas sensaciones que el fotógrafo a su vez ilustra con palabras. Y del Ecuador a México, a Oaxaca o ‘Uajaca’, como dicen los manitos, para mostrar a los campesinos ‘mixes’. Allí, donde todo es medieval, hasta el arado. América Latina profunda. De dicha comunidad, lo más relevante, la música. Gente que la adoraba. El hijo mira al padre y al lado su clarinete. La enseñanza/ilustración por el ejemplo. Todos sus miembros que sabían tocar un instrumento, no necesitaban trabajar. Lo hacían como músicos. La diferencia en la percepción de la cultura. Durante cuánto tiempo, v. gr., en Fosa Común, se ha considerado a la música un oficio de vagos, de quien no sabrá cómo ganarse la vida, como si de partida hacer música fuera igual a perderla. Al respecto, Nietzsche: “La vida sin música es sencillamente un error, una fatiga, un exilio”. Casi siempre citada “La vida sin música sería un error”, he ahí la frase completa tal cual la escribió a su amigo y confesor Peter Gast.

A fin de probarlo, los Saraguros le ofrecieron una pieza fría, de cemento, “para ver si resistía, si quería quedarme de verdad”. Como resistió, lo sacaron de allí y lo llevaron a una casa. “Nos hicimos amigos y conviví en armonía con la comunidad”, dice S. S. Dos fotos seguidas, lo muestran junto a ‘Lupe’: en la primera, éste sonríe con una cerveza en la mano, mientras aquél parece interrogarse sobre su futuro, no tanto mesiánico, jeje, sino concreto, terrígeno; en la segunda, ambos de espaldas sobre una roca guardan equilibrio frente al porvenir. Luego, va al norte de México para mostrar a los Tarahumaras, esos excelsos corredores de fondo, tanto como lo son etíopes o kenianos. “Caminan corriendo”. Era un reto seguirlos porque no andaban, sino que volaban. Y aquí viene la observación sobre quién es el autor de una foto.

“La fuerza de una foto es que, en esa fracción de segundo, entendemos un poco la vida de la persona que fotografiamos. Los ojos dicen mucho, la expresión de la cara. Cuando haces un retrato, no eres tú solo el que saca la foto. La persona te ofrece la foto”, concluye S. S. Y el campesino con ruana, fotografiado, parece hacerlo con sus brazos y manos. Los viajes, por Otras Américas, fueron claves para él. Poder volver a Brasil, tras años sin pisarlo. “La esencia era la misma, era un continente, estábamos muy cerca”. Con lo que alude a la igualdad, a la convivencia, a la unidad, en fin, a la necesidad de permanecer como unión de países libres que se oponen a la represión, explotación, intervención, violencia y muerte. Al abordar la cercanía, sonríe mientras una niña toca la barba del “enviado del cielo”, como le dijo ‘Lupe’.

Juliano crecía con un padre ausente. Lélia y S. S. se carteaban. Obvio, previo a las actuales formas de ‘comunicación’: más bien, de incomunicación/desinformación. Cada vez que volvía, a su hijo le parecía: “Un superhéroe, más que un fotógrafo”, narra W. W., mientras Juliano exhibe a un supermán/plástico cogido por las piernas, como en un gesto de victoria y a la vez en un acto de nostalgia por la ausencia del padre. “¡Y corten!”, exclama W. W. para que Juliano salte y se presente: “¡Soy yo, 30 años después!”, cuando por fin se une al padre en una de sus misiones. A Wrangel, isla desierta en el Ártico. S. S. esperaba fotografiar la última gran congregación de morsas. Juliano quería descubrir quién era aquél al que conocía apenas como padre. Quería descubrir al fotógrafo, al aventurero, por primera vez.

El oso polar, su mayor predador, impide fotografiar a las morsas. Contrario a lo que haría Treadwell, S. S. no sabe si está bien devenir intruso, para dar rienda suelta a su pasión por registrarlas. “En la duda, abstente”, dijo Confucio, pero Tim no lo oyó, no sabía de su certeza sobre la duda. S. S. piensa que es distinto cuando el oso está cerca, para hacer una foto así. Panorama poco apto: “Tenemos un documento del oso, pero […] ni una foto. Aquí no está bien. No hay nada detrás. […] para encuadrar la foto, embellecer el panorama. No tenemos acción, […] nada”. Ese punto de vista documentado no envidia al que hizo Vigo para revelar que no se trata de descubrir el cine/documental social, sino de buscar despertar la necesidad de ver a menudo buenos filmes sobre la sociedad y sus relaciones con sujetos y objetos. (3)

Los tres observan al oso, hasta que cae dormido. Lo mismo que S. S. El cansancio ha vencido a los combatientes. Ojalá éstos se cansaran más a menudo, para que hubiera menos combates: hasta que se acaben. Los tres cazadores de fotos con morsas se desplazan a ras de suelo, como en una ‘guerra convencional’: de las que ya no hay. Ahora son las guerras por la alimentación, la del hambre, la del agua, todas tras bambalinas del virus/negocio apartheidista y sus vacunas divisionistas que les impiden a los que recibieron determinada marca entrar a otros países en los que la marca es distinta. Pero, pocos lo notan. Solo que aquí, el ir a ras de suelo, es para que el oso que se revuelca no advierta su presencia mientras buscan el modo de fotografiar, por fin, a las morsas. La espalda de Juliano sirve de soporte, para que su padre haga su trabajo.

Las morsas pelean entre sí. La foto en b/n, con su cámara Leica preferida, permite ver el mar plateado por el sol al fondo, mientras aquellas en primer plano muestran sus grandes colmillos, los que les sirven para impulsarse al salir del mar y llegar a tierra firme. Colmillos de entre 50 cm y un m que soportan el peso de entre una Ton y 1.700 kl en determinado momento. Los héroes de la jornada, padre e hijo, en señal de logro, chocan sus manos. Otra vez, el amor cumplido, no el deber cumplido: y sin beber. Y el tercero también choca sus manos con las de Juliano. “La imagen que tenía en el objetivo, son los dientes saliendo; no se podían discernir las formas de las cabezas, ¡impresionante! Parecía que estábamos en el infierno de Dante, con todos esos dientes, todas esas formas… ¡increíble!”, dice S. S.

Al tomar agua pura del Ártico, parece recordarles a los humanos el valor del precioso líquido, por la cual no solo hay guerras y la entrada del ‘oro azul’ en el mercado de ‘valores’; sino, más allá, la privatización de un DDHH, a través de su sectorización/parcelación, para ser cobrado por m3 y según sea la talla del agricultor, como ya pasa en Europa. Juliano le pregunta al padre por el año 1979. Lélia en embarazo espera su segundo hijo, Rodrigo. Nace y todo indica que será ‘Down’, ser al que solo falta descubrirle sus cualidades comunicativas. Eso hace la familia. Cuando el médico confirma el temor, S. S. explota en llanto. Para Juliano, nunca iba a poder estudiar/leer/escribir como él. Rodrigo cual ente de un mundo aparte. De pronto algo pasó: “Gracias al amor, Rodrigo creó su propio lenguaje”. Poco después, viajaron a Brasil. La Dictadura, fuera. De cinco años, Rodrigo no entendía bien el valor de ese viaje.

“El 31 de dic volvía al Brasil”, dice S. S., después de diez años y medio lejos. Pero, Lélia no encontró la Vitória que había dejado. Todo había cambiado. Minas Gerais, también. El reencuentro filial, duro: los había dejado jóvenes/fuertes y ahora estaban viejos/débiles. S.S. deseaba conocer Brasil más a fondo. Para ello, una de sus hermanas le prestó un carro y viajó seis meses por una de las zonas más deprimidas: el Nordeste. Lugar donde se ubica la historia de una novela clave de la literatura brasileña: Vidas secas, de G. Ramos, llevada al cine por Pereira dos Santos. Zona donde la mortalidad infantil es una de las más altas de América Latina. Niños muertos antes del bautismo. Por los oscuros manejos de la Iglesia, a través de los tiempos, se cree que los niños no bautizados que mueren no van al cielo, sino al ‘limbo’.        

En esa época, relata S.S., la Iglesia, qué curioso, alquilaba los ataúdes cientos de veces: recuérdese que ella inventó el paraíso para que los empobrecidos (no pobres) se ilusionen con una vida mejor, mientras sobreviven en la miseria. Una zona del orbe donde vida y muerte están muy cerca: como en Fosa Común, desde 2002. Un grupo reza y a la par hace trabajo político. Aquí, mientras los grupos hacen política, rezan para que nadie advierta el timo. Si alguien lo nota, corre el riesgo de desaparecer en ese ‘limbo’ al que van los niños no bautizados. Brasil tiene un gran movimiento de campesinos sin tierra; la mayoría, del Nordeste. Tienen gran fuerza moral y física, pese a su fragilidad porque comen mal. Tierras muy áridas: así, tienen un pedazo de Sahel. Granja Salgado, Minas Gerais, Brasil.

El abuelo Salgado habla de la larga sequía en su región. Tenían mucho ganado, había muchos pájaros, muchas aves: todo, se acabó. Y en lo alto de la montaña, “una mata muy buena”: la Mata Atlántica. Él fue feliz en la hacienda porque sacó adelante a sus hijos: educó a las siete mujeres (seis con carrera) y a ‘Tião’. A todos, con dificultad. En cualquier caso, criados con buena alimentación y buena ropa. Juliano cuenta que desde que llegó al Brasil, las tierras del abuelo son así: yermas/secas. Cuando S. S. a su vez regresó, más que eso le preocupaba otra cosa: el sufrimiento de la gente. Eso lo cambió, al decir de su hijo. Su rol como fotógrafo adquirió un nuevo sentido. De ahí se infiere lo esencial que era para él marcharse: “Le echaba muchísimo de menos, pero lo entendí”, dice Juliano. Sahel, el final del camino (1984-1986)

S. S. comienza a trabajar con Médicos sin Fronteras: Etiopía (1984) Luego, por todo el Sahel en el 85 y 86: un reportaje sobre el hambre. Campo de refugiados. El mayor de la Humanidad hasta entonces. Para él gran parte de ella estaba en la miseria. Un problema de inequidad antes que un asunto de ‘catástrofes naturales’, expresión hija del oportunismo. Región copta, cristiana y humilde. El hambre acabó con millones; el cólera los diezmaba. Jóvenes que no paraban de sufrir. Vacíos, los ojos envejecen primero. El frío mata montones. Allí, la gente se acostumbra a morir: lo que quieren gobiernos indolentes. “Cada persona que muere es un pedazo del mundo que muere”, sentencia S. S. Sobre la retención de alimentos por el Gobierno, señala: “Fue una deshonestidad política brutal”. Región Tigray – Etiopía 1984

S. S. regresó a fines del 84 a Etiopía. La guerrilla entendió el saqueo del Gobierno y mandó a la gente a Sudán. Todos se fueron por Tigray. Mientras dos helicópteros Mil Mi-24 atacan, una mujer huye con una olla a modo de casco, en compañía de su hija. Disparan a los pobladores: como aquí en Cali. S. S. hizo la foto y… a correr. Muchas mujeres embarazadas caminaban con la ilusión de comer algo y beber agua, al llegar a la tierra prometida: la que, por eso, nunca llega, por injerencia de los poderosos. Al dejar Etiopía, debió ir a Sudán, donde tuvo mucho trabajo pues había miles en pésimas condiciones. Había que desmontar ya el puesto de Médicos sin Fronteras, por costoso de mantener, por escasez de agua para su operación y, obvio, para la salud de la gente. Debían desplazarse lo más rápido posible.

Los amontonan en camiones de la ONU: a una mujer famélica le resulta imposible alzar una garrafa con agua. El hombre a su lado, se desentiende. Solo el de arriba le tiende la mano. El fin: llevarlos a otro campamento, “a una tierra hermosa y fértil a orillas del Nilo Azul”, dice S. S., quien hizo 400 km a bordo de esos camiones. Con el agua cerca, muchos mueren por hambre. Por la miseria, no llevan alimento alguno. Malí, 1985. Un niño desnutrido, junto a un árbol seco, otea el horizonte. Ojeras palpables, vientre abultado. Pese a la luz, no tiene casi sombra. Otra gran sequía. La piel de la gente es la de los árboles marcados por viento y arena. Solo mujeres y niños. Los hombres se fueron a Libia a trabajar o a Costa de Marfil por lo mismo, con el anhelo de volver y traer comida para la familia. Muy pocos regresaron.

Mujer flaca, piel cuarteada, da de mamar a sus pequeños, desnutridos como ella. Bofetón al Nuevo Orden económico de toda época; a la avaricia de la Iglesia y en especial al Vaticano; a los 15 ‘filántropos’ que cual avestruces prefieren hundir la cabeza o sacarla para saciar sus vicios. O, peor aún, viajar al espacio a sabiendas del planeta en deterioro que han dejado: como ha hecho Jeff Bezos en su nave espacial New Shepard, una ‘odisea’ que costó USD$ 2.5 millones por minuto para un vuelo de ‘apenas’ diez. Deterioro por recalentamiento global; pésimo uso del agua; extracción de minerales fósiles; explotación de bovinos; quema de bosques para ganadería, siembra de cultivos ilícitos y de otras materias para producir biocombustibles. En fin, cuanto demanda un mundo degradado por el hiperconsumismo, pero antes por drogas y guerras: agua, hambre, virus y vacunas para exterminar a la Humanidad.

Al aparecer el médico belga Luc, amigo de S.S., midiendo/pesando a un niño, viene una de las fotos que con mayor eficacia muestra el horror del mal reparto, la inequidad, la injusticia causados por esos mismos trillonarios, ‘filántropos’, pedófilos del mundo: de una balanza, penden unas cuerdas; de ellas, un niño; de este, apenas se adivina una figura humana. Foto que le trajo muchos líos a S. S. pues algunos intelectuales lo acusaron de una especie de neo/porno/miseria (recuérdese al respecto a Ospina/Mayolo) a inicios de 2000. Periodistas del NYT y la escritora Susan Sontag (autora de Contra la interpretación, ¡qué ironía!) acusaron a S. S. de utilizar de modo cínico/comercial la miseria humana e incluso de exponer bellamente “las situaciones dramáticas corriendo el riesgo de hacer perder su autenticidad”.

Si se miran bien las cosas, detrás de su trabajo no hay afán alguno de lucro, así sus libros y sus actos le hayan permitido vivir y llevar una vida holgada pero no ostentosa. Lo que la foto en particular muestra es el símbolo del desequilibrio entre los humanos y su injusticia: la balanza. Una balanza miserable que sostiene a un niño más miserable aún, ya que no le hace mella por su (falta de) peso. Y que obliga a pensar en la miseria humana de los 50 dueños del mundo, si no exagero, su meimportaculismo, su abyección, su desidia: aspectos que a la vez reflejan su avaricia, su pésima humanidad, el espejo en que ninguno se quiere reflejar. Quizás porque el resultado sería inaceptable: les enrostraría su misantropía, su vanidad, su (infinita) soberbia, en suma, los aniquilaría. A ellos, los invencibles, los poderosos, los eternos.  

Otra foto que sacude/conmueve: la del niño de 8 años, de espaldas a la cámara, con su banjito, su camiseta desleída, sin pantalones, palo, olla, y un perro enjuto: que, para S. S. asume una postura única: “La de alguien que sabe adónde va”. O, para completar el sentido, alguien que llegará muy lejos porque no sabe adónde va. En busca de otros grupos, de un pueblo. S. S. se encariñó con la gente de Sahel. Fotos, libro y exposición de Lélia concitaron la atención orbital sobre sequías y muerte de millones de seres: preguntas sin respuesta sobre la causa. Luego, se volcó sobre un tema que le llevó a casi 30 países, de los 100 que conoce con relación a los 194 que reconoce la ONU: excluye a Palestina, pero no al Vaticano, que tiene en Roma el club gay mayor de Europa: nada personal, sino señalado por la prensa global. (4)

Trabajadores 1986-1991

“Quise rendir una especie de homenaje a todos los hombres y a todas las mujeres que construyeron nuestro mundo. La arqueología de la Era Industrial”. Su perspectiva como fotógrafo había cambiado, pero él seguía siendo el mismo: “Empujado por la misma empatía con la condición humana”. Y esto se dio en su transición de economista a fotógrafo, es decir, ya como polímata, por su nuevo viaje a Ruanda. “Trabajadores consiguió unir al Sebastião Salgado economista con el artista en el que se había convertido”. Lo dicho: en polímata, el sincretismo perfecto entre científico (porque la economía es una ciencia y si no que lo diga Marx) y artista, como podrían asentir también Leonardo Da Vinci o Boris Vian. Workers fue el tercer volumen de fotografías que concibió junto a su esposa Lélia, su mejor colaboradora.

Fotografió a obreros del acero de la URSS; vivió con saboteadores de barcos en Bangladesh; navegó con pescadores de Galicia y Sicilia; mostró la producción de carros en Calcuta; observó a agricultores en Ruanda, país ya visitado en tanto economista. Al acabar la I Guerra del Golfo, la tropa iraquí se retiró y “Saddam prendió fuego a miles de pozos de petróleo”, dice W. W. 3.mar.1991: quema de 751 pozos en Kuwait, debido al lío que desató Irak; luego, la ‘coalición’ de 31 países liderada, como siempre, por EEUU. (5) Al ver la TV, S. S. supo que tenía que hacer un reportaje: “Fue como trabajar en un gran teatro”. Una puesta en escena enorme, del tamaño de un planeta. No había control. Se podía ir adonde fuera. Emanaciones de humo denso de petróleo. Tanto que el sol no pasaba. A veces, “era de noche las 24 horas”.  

Cada explosión sonaba como un cañón. Era como operar junto a la turbina de un jet: “A día de hoy estoy un poco… Mi sordera comenzó entonces”. Los bomberos de Calgary, tras apagar el fuego, debían lavar todas las noches su bonito camión rojo, sin importar que al otro día en minutos volviera a estar hecho mierda, cubierto de oro negro. “Un trabajo infernal”. Retrasó su viaje tres veces. Salir de allí extrañamente le partió el corazón: “Tener que abandonar un espectáculo tan enorme”, recuerda S. S. En ese paraíso/jardín de la familia real de Kuwait, por las quemas, los caballos resultaron locos. A las aves no las dejaban volar sus alas pegadas. Los kuwaitíes se fueron y encerraron a sus animales, junto a los beduinos, a los que no consideran seres humanos. Workers logró, se dijo, unir al S. S. economista con el foto/artista.

Un nuevo proyecto de S. S. / Lélia surgió, sobre el desplazamiento (forzado) de poblaciones enteras debido a tres factores: 1. Guerras; 2. Hambrunas; 3. Mercado global. Mientras Europa cerraba sus fronteras, S. S. intentaba arrojar luz en la vida de las víctimas de marginación, racismo, xenofobia, tres de los males en toda época. Surgió Éxodo 1993/99. En la Introducción, S. S. expresa una idea que siempre he sostenido: “Más que nunca, siento que hay una sola raza humana. Más allá de las diferencias de color, de lenguaje, de cultura y posibilidades, los sentimientos y reacciones de cada individuo son idénticos”. Despertó el interés orbital sobre refugiados de India, Vietnam, Filipinas, Suramérica, Irak y muchos otros lugares. Pero, volvía una y otra vez al continente que lo había cautivado, quizás porque ha sido el más ultrajado, expoliado, saqueado a través de la Historia: África. Tanzania 1994.

Parte de su proyecto sobre desplazamiento se dio en 1994, cuando el avión del presidente de Ruanda fue abatido: Juvénal Habyarimana (1937-1994), militar y político de la etnia Hutu. Todo, justo, a raíz de la brutal represión contra los Tutsis por los Hutus: a causa, todo hay que decirlo, del callado/hipócrita afán separatista de EEUU, cuyo lema predilecto es: “Divide y vencerás”. Desde la Doctrina Monroe (1823), pasando por el Manifest Destiny (1845), con su ‘América para los americanos’, como si estuvieran solos en el continente, hasta llegar a la Doctrina de Seguridad Nacional (2001), el engendro de Bush padre y sus secuaces, bajo la creación del filósofo político del nazismo Carl Schmitt (1888-1985), a quien extrañamente se reseña como si nunca hubiera salido de Plattenberg, en Alemania, donde nació y murió.

Una catástrofe: gente que cargaba todos sus bártulos en bicicletas. Inseguridad por toda parte. Como en Fosa Común. S. S. fue en sentido contrario a la migración, hacia la frontera. Llegó a Ruanda. Muertos por montones en las carreteras. Ataques con granadas, acababan con mutilaciones a machete. Poco a poco entendió la dimensión del genocidio que veía con sus propios ojos: no como esos ‘reporteros de guerra’ que cubren el conflicto desde sus cómodos apartamentos en Rosales, Country o El Chicó, en Bogotá. Genocidio de marca mayor. 150 km hasta llegar a las afueras de Kigali y 150 km de muertos. Al paraíso Ruanda lo suplantó el infierno. En pocos días, la llanura había dado lugar a una megaciudad de casi un millón de personas. S. S. fue sacudido por una madre con su hijo en las piernas: la sonrisa como producto de la confianza en su madre, aun entre el caos/horror. Yugoslavia 1994-1995.

“La violencia y la brutalidad no son un monopolio de los países lejanos”. Está allá en Europa, en la antigua Yugoslavia. Otra nación subdividida por el prurito/capricho gringo en siete países: Bosnia-Herzegovina; Croacia; Eslovenia; Macedonia; Montenegro; Serbia y Montenegro (a partir de 2003); Kosovo (que desde 2008 declaró la independencia de Serbia). A raíz de los muertos causados por los croatas y aun más por los serbios, lo que más le disgustó a S. S. fue ver hasta qué punto el odio es contagioso: aunque no sea tanto así, sino que los políticos interesados en sacar tajada polarizan a los pueblos vía prensa. No se propaga el odio porque sí: los pueblos entre sí no se odian ni el odio se extiende porque le dio la gana.

La población serbia de Krajina fue expulsada. Así la bosnia por la serbia. Con los Cascos Azules azuzando. Entre vecinos se disparaban a causa de la polarización gringa, del odio de una nación de inmigrantes hacia los del planeta: EEUU contra el resto. Campo de refugiados en Tuzla, Bosnia. Gente que huye del enclave de Zepa, donde los serbios asesinaron a miles de jóvenes. Como hoy, por el Paro, en Ciudad Jardín, Cali, hacen policía y ESMAD y la ‘gente de bien’ con sus armas de corto y largo alcance. Y el ‘gobierno’ que pretende una ‘agenda de equidad’ oculta/miente sobre toda evidencia del genocidio, desoye las sugerencias de la CIDH, reserva cada plaza laboral para funcionarios cuyo CV es más bien un prontuario. En Bosnia solo había ancianos, mujeres y niños: a los jóvenes los habían retenido o asesinado.         

“Somos un animal muy feroz. […] terrible, nosotros, los humanos”, afirma S. S. Bueno, si se sacara a los políticos, no serían tan brutales como señala quien, a esta altura ya puede compararse con Kapuściński: ver Un día más con vida (2018), de Raúl de la Fuente y Damian Nenow. “Nuestra historia es una historia de guerras”, recuerda. Una historia sin fin, de represión, de locos. Congo 1994. Ruanda empeora. Los Hutu, en el poder, caen ahora frente a los Tutsi y se retiran al Congo. Éstos habían huido de aquellos; ahora, al revés. En últimas, todos huyeron, lo que quería el interesado: EEUU. En jul.1994, Goma acogió a más de dos millones. El cólera comenzó a propagarse y la gente a caer como moscas. Casi 15 mil muertos al día. Un padre deja a su niño sobre una pila de cadáveres y parte con el amigo que lo espera.

No daban abasto para enterrar a la gente. Una máquina del ejército francés recogía por decenas, echaba al suelo y cubría con tierra. “Todo el mundo debería ver estas imágenes… para que vea lo terrible que es nuestra especie”, enfatiza S. S., como quien de paso responde a los censores de su obra, periodistas del NYT y Susan Sontag, aquélla que escribió ‘contra la interpretación’ y ahora caía en la fosa que había hecho para otro. Tras ver tantos niños entre semisanos y mórbidos, al salir estaba enfermo, no por infección sino porque “mi alma estaba enferma”, dice con tristeza que sobrecoge, obliga a reflexionar, propende por corregir tanto error/mala fe humanos o dolo deliberado. Un año después, fue a Ruanda, para el regreso de los Hutus del Congo que no tenían adónde ir. ONU los obligaba a volver. Ruanda 1995.

El planeta entero parecía una tienda de refugiados, figura S. S. La autoridad Tutsi lo invitó a verificar lo ocurrido. Los que se escondieron en una iglesia, asesinados. Recuérdese Bojayá: los hechos no sucedieron como la historia oficial relata: un alto militar actuó en connivencia con los paras a fin de que el desenlace se le atribuyera a la guerrilla. Congo 1997. De los que dejaron Ruanda, dos millones de personas, una parte volvió allá, pero otra, unas 250 mil personas, temiendo la represión, abandonaron Goma y se escondieron en el bosque del Congo. Más tarde, aparecieron 40 mil: 210 mil seguían perdidas. Seis meses después, empezaron a aparecer por Kisangani. El Alto Comisionado de la ONU llevó allí a S. S.

En medio de tanta muerte, la vida seguía. En la selva, un hombre corta el pelo, en ausencia de la vanidad, quizás porque no cabe allí. Por eso, la siguiente toma estruja no solo a S. S. sino a los espectadores de La sal de la tierra, que son, justo, las personas, los seres humanos. Así, un angoleño, cuya mirada es de judío, recoge los dólares de la gente, sus divisas para cambiarlas. No estaba ahí para otra cosa: “¡En medio de la nada! […] de un bosque aislado de todo”, recuerda S.S. De pronto, la guerrilla de Kisangani, pro-Tutsi, comenzó a echar a toda esa gente. Vagaron otro semestre para volver a Ruanda. Muchos fueron asesinados, otros a delirar, unos más se volvieron locos, como los caballos del jardín monárquico de Kuwait.

De los expulsados no se volvió a oír hablar. Fue su último viaje a Ruanda. Cuando se fue, ya no creía…: “No creía en la salvación de la especie humana”. […] Nadie merecía vivir”. Y: “¡Cuántas veces tiré al suelo la cámara…!” W. W.: “Sebastião se había asomado al corazón de la oscuridad y se cuestionaba su trabajo como fotógrafo social y testigo de la condición humana. ¿Qué le quedaba por hacer después de Ruanda?”, pregunta W. W. Según Juliano, para entonces la salud del abuelo empeoró. S. S. y Lélia volvieron a Brasil y se ocuparon de la granja. “No sabían qué hacer con aquello”, rememora. Pájaros, caimanes y bosques desaparecieron. (6) Los recuerdos de infancia, también. Lélia ideó replantar el bosque que había antes. Algo no intentado: menos, a lo largo de 600 Has. Siguiente década, milagro: el Instituto Terra. Con la primera siembra, Lélia soñaba que de noche se moría todo: la tierra estaba muy degradada; dudaba que las plantas arraigaran. Había 400 especies de Mata Atlántica: ellos tenían 150. De dicha siembra, se perdió el 60%; de la segunda, el 40%. Para entonces, dos millones de árboles replantados: todo depende de ellos, el agua, el oxígeno. (7)

La tierra remedio contra la desesperanza. Ver crecer árboles y bosques hizo renacer su pasión. Nuevo proyecto sobre medio ambiente. Primera idea, denunciar destrucción de los bosques, contaminación de los océanos. Luego: “Hagámosle un homenaje al planeta”. Con sorpresa descubrieron que casi la mitad sigue como el día del… Génesis 2004-2013. Por su fama de fotógrafo humano/social, le advirtieron no meterse en un proyecto de paisajes/animales, por ‘falta de experiencia’, pero él dijo: “Los límites están en la mente”, como en El enigma de Kaspar Hauser, de Herzog. La etapa inicial, Galápagos. S. S. quería seguir a Darwin (8): “Las mismas especies, con ecosistemas muy diferentes, han evolucionado de maneras muy diferentes”. Comprobó que él, el humano, es tan Natura como árbol/tortuga/piedra. Todos, se agrega, son seres vivos, animados por energías diferentes, de variada intensidad y no obstante igualitos. No como dicen los polacos: que hay unos más iguales, para justificar la inequidad/avaricia/soberbia. Al respetar su espacio, de chimpancés v. gr. (y ojalá lo hubiera sabido Treadwell) (9), ellos terminan por aceptar al humano, pero no puede portarse jamás como intruso, porque hasta un animal lo nota, parece bromear S. S. Así lo diga quien escribe.

Génesis lo hizo volver a viajar por casi diez años. Iba a mostrar una visión más optimista de lo que había oteado herido/destruido. Iba a ser su obra magna. Una carta de amor al planeta, dice W. W. Estado de Pará, Brasil, Tribu Zoé, 2009. Sus miembros llevan una especie de tubo en el maxilar. En su estructura las mujeres cobran papel esencial. Único sitio en el que tienen cuatro esposos (cazador, pescador, agricultor y el cuarto ayuda a hacer todo en casa) y ellos otras tantas… ¿La diferencia? Mientras los maridos hacen poco el amor por ocupados, las esposas se cansan de quienes lo hacen mucho, dado que no tienen dichos oficios ni ayudan en casa. Ya en serio, las mujeres tienen gran dominio sobre parte de los hombres. Tras estar con ellos, S. S. vuelve a sus plantas antiguas. Resalta los helechos, planta de sombra que crece en el centro de la selva: el termostato de la Naturaleza, el que conserva la temperatura ambiente y le recuerda el cabello de su ‘bella madre’. Esas eran sus plantas, hasta que murió. Luego, las cuidó su padre hasta que… La tierra del Instituto es clave para su familia, dice S. S. refiriéndose también a sus ‘parceiros’. Así cierran un ciclo, en el que transcurrió ‘nuestra vida’. Hoy vuelven a añadir sus vidas, a todo ello: “Sigue siendo nuestra historia”. Formó parte del ayer y ahora del hoy. “Y el día que yo muera dejaremos aquí la selva que había un poco antes de que yo naciera”. Al hacer este recuento, habla en portugués, ya no en francés.

“El hombre cuyas fotografías nos han contado miles de historias sobre nuestro planeta, nos deja una gran historia y un gran sueño: la destrucción de la Naturaleza se puede revertir. Más de mil fuentes de agua vuelven a regar el ‘Instituto Terra’. Ya hay plantados 2.5 millones de árboles. La fauna regresó, incluso los jaguares. La tierra ya no es de los Salgado, sino Parque Nacional que pertenece a todo el mundo. Se demuestra que las tierras devastadas de cualquier lugar pueden volver a ser bosques”. En conclusión, La sal de la tierra son esos mismos hombres que la devastan y frente a los cuales S. S. pone un espejo en el que deben verse para rectificar su error. Su trabajo no sería tan visible sin el aporte ni la compañía en soledad de su mayor aliado, Lélia Wanick. Igual que por la solidaridad callada, por distintos motivos, de Juliano y Rodrigo, quienes, desde orillas complementarias, no opuestas, han alimentado su pasión por un oficio del cual no pocas veces quiso recular; si no jamás habría exclamado, no preguntado: “¡Cuántas veces tiré al suelo la cámara para llorar por lo que veía!” S. S. demuestra que no hay por qué agradecer las migajas que con violenta calma tiran empachados a empobrecidos; que el criterio estético de la moral es inaceptable frente a la ética de seres que brindaron al Otro lo mejor de sí, mientras esclavos de la avaricia, la mezquindad, la soberbia, se creen dueños de los demás e incluso de la Natura y por eso simulan filantropía, pero eso sí esconden su escarapela de ‘genocidio/pedofilia’, ante el riesgo de ir sin atenuantes a la prisión donde, igual que los sicarios del periodismo, siempre debieron estar; que sin haber amasado fortuna alguna, puede mostrar que dicha fortuna sigue siendo incompatible con la honestidad, la que ha forjado su imperecedera obra. En él ha jugado papel crucial su empatía/compasión con la condición humana, con la Humanidad. Y su ineludible compromiso con la verdad, como el de Mumia Abu-Jamal, Julian Assange, Daniel Hale. (10)

Dedicado a mi hijo Santiago, el mejor fotógrafo que conozco: así haya otros tan grandes como S. S.

Notas:

(1) https://pluralidadz.com/tendencias/luis-carlos-velez-el-periodista-mas-lame-botas-que-ha-parido-colombia/

(2) http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-25032007000300002

(3) http://www.catedras.fsoc.uba.ar/decarli/textos/Vigo.htm   

(4) https://www.youtube.com/watch?v=yETHK13uc2Y

(5) https://elpais.com/diario/1991/11/07/sociedad/689468409_850215.html  

(6) https://rebelion.org/primero-el-exterminio-indigena-luego-el-de-la-amazonia/

(7) https://culturainquieta.com/es/lifestyle/item/15477-el-fotografo-sebastiao-salgado-y-su-esposa-han-plantado-mas-de-2-millones-de-arboles-en-20-anos-reviviendo-un-ecosistema.html

(8) Cabe revisarlo frente a Lamarck. Así, recomiendo los libros del colegamigo brasileño Maurício Abdalla: La crisis latente del darwinismo, Darwin, el sapo y la charca, El principio de cooperación

(9) https://rebelion.org/grizzly-man-2005-un-hombre-muerto-en-peligro-hasta-el-final-uno-ya-sabido/

(10) https://www.democracynow.org/es/2021/7/26/daniel_hale_whistleblower_case

https://www.democracynow.org/es/2021/7/28/titulares/whistleblower_daniel_hale_sentenced_to_45_months_for_exposing_us_drone_program

FICHA TÉCNICA: Título original: The Salt of the Earth. En español: La sal de la tierra. País: Francia / Brasil / Italia. Año: 2014. Formato: DVD; color / B/N; 105 min. Género: Documental. Dir.: Wim Wenders / Juliano Ribeiro Salgado. Guion: W. W. / J. R. S. / David Rosier. Fot.: Hugo Barbier / J. R. S. Mús.: Laurent Petitgand. Mon.: Maxine Goedicke / Rob Myers. Narración: W. W. / J. R. S. Prod.: David Rosier. Productora: Decia Films. Dist.: Le Pacte. Premios: Premio Especial del Jurado en Cannes/2014, categoría Un Certain Regard al Mejor Documental (MD). Premio César a MD. Premio del Público en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Premio de la Audiencia en el Festival Internacional de Cine de Tromsø/2015, Noruega. Premio Platino a MD 2015. Idiomas: francés / inglés / portugués.

* (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución fue lanzado por UFES, el 20/feb/2021. Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en portal Rebelión. E-mail: lucasmusar@yahoo.com

NOTA DEL BLOG   . Ver : La sal de la tierra.

https://www.area-documental.com/player.php?titulo=La%20Sal%20de%20la%20Tierra











FUENTE  ... https://rebelion.org/la-sal-de-la-tierra-2014-sebastiao-salgado-y-su-empatia-con-la-condicion-humana/

 https://www.area-documental.com/player.php?titulo=La%20Sal%20de%20la%20Tierra

sábado, 31 de julio de 2021

El crac del neoliberalismo

 



El problema del rescate del neoliberalismo

La economía imperante ignora las cuantiosas intervenciones públicas que requiere el capitalismo de ‘libre mercado’

Robert Pollin / Gerald Epstein (Boston Review) 


El principio más básico que sustenta la economía neoliberal mantiene que el capitalismo de libre mercado –o al menos una buena aproximación a él– es el único marco eficaz para lograr un bienestar económico generalizado. Desde este punto de vista, solo los mercados libres pueden aumentar la productividad y el nivel de vida medio, al tiempo que proporcionan altos niveles de libertad individual y resultados equitativos en materia social: los grandes gastos públicos y las regulaciones estrictas son, simplemente, menos efectivos.

Estas premisas neoliberales han dominado la política económica de Estados Unidos y de todo el mundo durante los últimos cuarenta años, empezando con la elección de Margaret Thatcher en el Reino Unido y de Ronald Reagan en Estados Unidos. La máxima de Thatcher de que “no hay alternativa” al neoliberalismo se convirtió en un grito de guerra que reemplazó lo que había sido, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el predominio del keynesianismo en la creación de políticas económicas globales que, por el contrario, consideraba que las intervenciones gubernamentales a gran escala eran necesarias para lograr estabilidad y un nivel razonable de justicia bajo el sistema capitalista. Esta ascendencia neoliberal ha sido respaldada por una abrumadora mayoría de economistas profesionales, incluidos lumbreras como los premios Nobel Milton Friedman y Robert Lucas. 

sigue ...https://ctxt.es/es/20210701/Politica/36593/rescate-neoliberalismo-intervenciones-publicas-libre-mercado-Robert-Pollin-Gerald-Epstein-Boston-Review.htm

jueves, 29 de julio de 2021

¿Quién respalda los disturbios en Cuba?.

La contrarrevolución cultural de Cuba: raperos y artistas respaldados por el gobierno de EE. UU. Ganan fama como 'catalizador de los disturbios actuales'.


Max Blumental

martes, 27 de julio de 2021

La amnesia colonial del Reino de España

Annual: lo que es un desastre es no tener memoria


                              Laura Casielles


El centenario de la batalla de Annual es un recordatorio de que España no ha hecho los deberes en lo que se refiere a revisar su historia colonial.

Hace justo un siglo, en julio de 1921, España vivía un momento que iba a cambiar en muchos sentidos el curso de su historia. Ocurría, como muchas veces los puntos de giro, en la periferia, fuera de foco. En una guerra que hasta aquel momento apenas si salía en las noticias: la que se libraba en el norte de Marruecos, donde aquel verano la pretendida metrópolis iba a sufrir la mayor derrota militar de su historia. Fue lo que aún hoy se llama “desastre” de Annual, en una muestra casi inconsciente de que nuestro país no ha hecho los deberes en lo que se refiere a revisar su historia colonial –como también en el caso de 1898, a lo que se llama “desastre” es al momento en el que un país colonizado se levanta contra la metrópolis y tiene éxito–. En España, lo colonial forma parte de un silencio que se entreteje con muchos otros: los que tocan a la guerra civil, la dictadura y la democracia. Una caja negra de la memoria que solo ha sido abierta muy tímidamente, por más que sus consecuencias lleguen hasta nuestros días.

La colonización del norte de Marruecos comenzó a mediados del siglo XIX, cuando “un grupo de militares españoles empiezan a articular un discurso que pronto se hará muy popular, según el cual España tiene en ‘África’ (referido a Argelia y, sobre todo, Marruecos) unos ‘derechos históricos y geográficos’ que la dotarían de una mayor legitimidad colonial que cualquier otra potencia europea”, según explica la investigadora Itzea Goikolea-Amiano, especialista en historia, cultura y política del Marruecos colonial. Se trata de una curiosa retórica que permitirá blanquear la colonización con la idea de una “hermandad” que se remite a la historia de Alándalus, convenientemente mitificada.

Y que contrasta con que, en realidad, la mayor constante de esa colonización, al menos en su primera etapa, fue la guerra. La llamada “guerra del Rif”, que durará más de 15 años, es solo la última de las que vivió la zona, en un proceso de casi 70 años al que la administración española se refería sin embargo con el eufemismo de “pacificación”. Eran guerras de pobres contra pobres: solo iban a luchar a Marruecos quienes no podían pagar para evitarlo. En general, la opinión pública española no era particularmente favorable a aquel conflicto que se veía como fuente de más gastos que alegrías.

Pero entre conflicto y conflicto, las conferencias internacionales blindaron el control de España sobre el territorio. En 1912 se estableció un “protectorado” –otro eufemismo– en la zona, pero España no lo firmó directamente con el Sultán, sino con Francia, a la que correspondía la zona sur del país. Es decir, que en tanto potencia administradora, nuestro país siempre fue subsidiario de su vecino del norte. También cuando, 44 años más tarde, se firmasen la independencia y sus acuerdos.

Foto: AbdelKrim en 1922 (Alfonso Sánchez)

El intento español de controlar el territorio no quedaba sin respuesta. En el Rif se producía una contestación que siempre se ha vestido de guerra santa, pero que tenía mucho más que ver con una resistencia al expolio de las minas de la zona. España respondía a esas revueltas con la ayuda de los llamados “moros amigos”, élites locales que mejoraban su posición gracias a sus acuerdos con la administración colonial. El que sería el gran héroe rifeño de Annual, Abdelkrim El Jatabi, procedía de una de estas familias de “moros pensionados”, pero a principios de los años 20 cambió de bando para llevar a cabo una decisiva labor de organización de la guerrilla.

Frente a esa política de atracción, había también sectores dentro de la administración y el Ejército españoles que pedían más guerra. Esta opción tomará fuerza sobre todo a partir de 1920, cuando se puso al frente de la Comandancia General de Melilla a Manuel Fernández Silvestre. Bajo su mando, se abandonó la actitud defensiva y se comenzó a intentar avanzar para ganar nuevas posiciones en la zona de Annual.

María Rosa de Madariaga –autora de libros como España y el Rif. Crónica de una historia casi olvidada En el barranco del lobo: Las guerras de Marruecos– destaca las precarias condiciones de las tropas que sufrían las consecuencias de aquella decisión: “La defensa de los recintos era endeble, casi siempre de sacos terreros y alambradas. En lo que respecta a la tropa, la instrucción de los reclutas era muy deficiente, de solo un mes. Muchos no sabían tirar y algunos ni cargar el fusil”.

Todo empezó a recrudecerse en junio de 1921, cuando el puesto español de Igueriben cayó bajo el asedio de las harcas –las formaciones de guerrilla de las tribus rifeñas– lideradas por Abdelkrim. La situación se fue complicando progresivamente para los españoles por el desabastecimiento de víveres y agua. Pero el momento que más presagió lo que iba a venir fue quizá la batalla de Abarrán, ya a principios de julio, que los españoles perdieron por algo que parecía esperable: las “tropas indígenas” abandonaron por primera vez de manera masiva sus puestos para pasarse al lado de sus compatriotas.

De Madariaga cuenta que fue un incidente más bien anecdótico el que marcó un giro en los acontecimientos. El 20 de julio había concentrados en Annual, según sus cálculos, unos 5000 soldados españoles–. Según el relato de esta historiadora, Fernández Silvestre decidió abandonar la posición por un aviso de ataque que podría haber sido una exageración: “No había ni mucho menos miles de harqueños que avanzaban sobre Annual, sino un nutrido grupo de rifeños que, por haber celebrado una reunión aquella madrugada, se dirigían a relevar las guardias más tarde que de costumbre”. El caso es que “cuando se dio la orden de salida, las unidades salieron del campamento en precipitada fuga”. 

El relato que transmite De Madariaga es todo lo contrario a la épica: una huida movida por el pánico, en la que muchos oficiales dejaron atrás a sus tropas, que escapaban encontrando a su paso cada vez más posiciones abandonadas, en un camino de salida encajonado. Los refuerzos llegados de la Península tampoco fueron capaces de cambiar la situación, por más que incluyeran a Millán Astray desfilando por Melilla al mando de la Legión. El 10 de agosto los rifeños ocuparon la última posición de la zona. El territorio conquistado en 12 años se había perdido en 21 días.

En las dos orillas

No se sabe con seguridad qué ocurrió con el general Silvestre: desaparecido en la desbandada, hay quien sostiene que se suicidó y quien sostiene que cayó abatido en combate. Otra cosa que no se sabe con seguridad es cuántas personas murieron en aquellas semanas. Para María Rosa de Madariaga, la cifra puede oscilar entre 8.000 y 10.000 soldados españoles, aunque “cabe preguntarse si los que figuraban en sus puestos solo lo estaban en el papel, pero no lo estaban físicamente en el momento de los hechos”. Según explica, “hubo unidades que marchaban al mando de un sargento porque a sus capitanes o tenientes los habían perdido de vista. [Otros] se arrancaban las estrellas y los emblemas para no ser reconocidos como oficiales”. En todos esos detalles se ha venido jugando a lo largo del siglo otra batalla: la del honor.

Foto: Soldados españoles defienden su posición en Dar Drius, en 1921 (José María Díaz Casariego)

Si hasta aquel momento las crónicas de la guerra de Marruecos pasaban bastante desapercibidas frente a urgencias más imperiosas como la subida del precio del pan, a partir de aquel momento se convirtieron en el tema estrella. Ante el estupor de la opinión pública por la debacle, comenzaron a florecer los discursos en los que la salvaguarda del orgullo patrio iba de la mano con la demonización del “moro”, presentado por la prensa como enemigo sanguinario a través de relatos y fotografías.

La derrota en Marruecos había causado una fuerte crisis política en España. Alfonso XIII encargó a Antonio Maura un gobierno de concentración nacional, una de cuyas primeras acciones fue abrir una investigación sobre lo ocurrido: el llamado Expediente Picasso, un voluminoso documento que se presentará en el Congreso en otoño de 1922, revelando un inmenso cúmulo de errores militares y políticos que no hicieron sino aumentar la tensión. Menos de un año más tarde, el general Primo de Rivera aprovechaba la inestabilidad para dar un golpe de Estado.

Para Bernabé López García, experto en historia del Magreb que ha trabajado particularmente las relaciones hispano marroquíes, “Annual reveló todo lo absurdo y corrupto que encerraba la guerra rifeña. La búsqueda de responsabilidades llegó tan arriba, que estuvo a punto de salpicar al trono y de ahí el golpe de Primo de Rivera con todo lo que ello supuso. Todo el africanismo militar que aquella guerra encerraba trajo nuestra guerra civil y la segunda y larga dictadura. Y si me apuras, Vox y el voxismo”. También María Rosa de Madariaga traza una línea de filiación entre aquellos hechos y lo que vendría luego: el deseo de revancha que se alimentó tras aquella derrota “contribuyó a fortalecer el poder de los elementos más cerriles y ultramontanos del Ejército, particularmente los jefes y oficiales de las fuerzas de choque, que serían la punta de lanza de Franco”.

En cuanto a la otra orilla, los acontecimientos también tuvieron consecuencias. En septiembre de 1921, Abdelkrim reunió a las distintas tribus y proclamó la República del Rif, que logró mantener su independencia hasta 1926. El profesor e investigador Mohamed Daoudi señala la ambivalencia que esto supone para Marruecos: aunque se reconoce la importancia de la victoria de Annual en términos de lucha anticolonial, es problemático destacar en exceso la figura de Abdelkrim, un icono para la identidad colectiva rifeña.

Tanto los colonizados, el Rif, como los colonizadores, España, siguen siendo marginales en la historiografía marroquí hegemónica y el discurso político. Por eso asuntos como la brutalidad de la guerra química solo salen a la luz en momentos de tensión entre ambos países. El Estado marroquí normalmente se desentiende y de manera oficiosa fomenta (o tolera) que las ONG e investigadores saquen el tema contra España cuando la situación política es tensa”, explica Daoudi. Un juego interesado que dificulta, a su entender, cualquier posible conversación en términos de reparaciones.

En cuanto a España, un siglo más tarde solo la derecha más recalcitrante parece querer recordar lo que ocurrió en Annual. Y lo hace desde la perspectiva de recuperar algo así como un honor perdido: restaurar la memoria de los mártires, esclarecer el número de muertos –españoles, por supuesto– y rendirles homenaje. Como mucho, se proponen cierres simbólicos en clave de equidistancia, como cuando el ministro de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación, Josep Borrell, invitaba hace unos meses a que la efeméride sirviera para iniciar con Marruecos un proceso de “cerrar heridas de unos y de otros” que tuviera en cuenta “los daños que se generaron las dos partes”.

Para Itzea Goikolea-Amiano, uno de los problemas para abordar esta historia es que nos ha llegado sobre todo a través del relato militar: una mirada centrada en las “hazañas” y anclada en la mirada colonial que continúa repitiéndose de manera acrítica. “En algunos reportajes sobre el centenario de Annual que he tenido la ocasión de leer se han repetido ideas coloniales como que los habitantes de la zona del Protectorado eran salvajes y, sobre todo referido al Rif, que vivían en un territorio sin ley ni gobierno. También he visto que en eventos específicos se ha aprovechado la ocasión para reforzar un sentido de “respetabilidad” del ejército. Es lamentable que no se haga una revisión, ¡hace un siglo de Annual!”.

Pero ese siglo no ha disipado los fantasmas, e incluso ha alimentado otros, como el conflicto del Sáhara Occidental –también de raíz colonial– que constituye una bisagra clave de las relaciones entre España y Marruecos. Los acontecimientos recientes en Ceuta y Melilla ponen de manifiesto la pervivencia de un imaginario que se apoya en “la imagen negativa construida de un sur asociado a violencia, a guerra, a muertes y sufrimientos inútiles de soldados que algunos transforman en gestas heroicas y episodios de honor y orgullo”, en palabras de Bernabé López García.

Y también aquello que, según recuerda este profesor, escribió Manuel Azaña en 1923: “Lo que se ventila en nuestro problema marroquí es la subsistencia o la caducidad de los valores creados hace siglos por los dueños de España, que administran su historia. Ciego estará (ciego de soberbia), quien no advierta que los moros influyen en España mucho más que los españoles influimos en Marruecos”. Recordar el centenario de Annual no es una cuestión de heroísmos o mitologías nacionales. Se trata, simplemente, de encajar una pieza que suele faltar en un puzle cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días.

Fuente: https://www.lamarea.com/2021/07/23/annual-lo-que-es-un-desastre-es-no-tener-memoria/

Nota del blog .-España no solo no ha restituido las 122 piezas del tesoro de Quimbaya solicitado por Colombia ni ha dado los primeros pasos en el tortuoso camino de asumir la culpa y pedir perdón, sino que ni siquiera guarda silencio al respecto. España, en contra de la corriente europea, está más por la apología colonial, lo que quizá se deba a que todavía no ha asumido, no ya que no es un Imperio  , sino que no volverá a serlo y, lo que es peor, que de seguir creyéndose Imperio cada día se verá más sola y troceada. Porque España sigue creyendo ser Imperio como el trastornado sigue creyendo que es Napoleón. Igual. 

Y por supuesto algo tiene que ver que  actualmente sigua siendo una monarquía . Aunque la República cometió un claro error no dando la independencia al  Rif durante la guerra, por no querer enfrentarse a Francia . Y luego  bajo la dictadura de Franco    le dieron la independencia bajo ordenes americanas y  igual a la provincia del Sahara. Y termino siendo "El Imperio que nunca existió". https://www.margenlibros.com/libro/el-imperio-que-nunca-existio_208416

lunes, 26 de julio de 2021

Jesús Ynfante y la Santa Mafia

                                                                                      


Recordando a Jesús Ynfante y su Santa Mafia .

Cincuenta años de un libro que nos abrió los ojos . 

Jesús Aller

El periodista y escritor gaditano Jesús Ynfante (1944-2018), exiliado en Francia tras sufrir la represión franquista, se dio a conocer en 1970 con «La prodigiosa aventura del Opus Dei: Génesis y desarrollo de la Santa Mafia», un libro publicado por Ruedo Ibérico cuya distribución no estuvo permitida en nuestro suelo, pero que se convirtió enseguida en un éxito editorial allende sus fronteras y seguramente en uno de los textos impresos más codiciados de que se tiene noticia.

La obra arrojaba luz meridiana sobre lo que muchos presentían y desnudaba una férrea estructura de poder disfrazada de espiritualidad, que resultaba imprescindible para comprender la deriva ideológica de la dictadura durante el despegue económico de los años 60. Transcurrido ya medio siglo desde su aparición, es un deber de gratitud recordar aquel fruto de la labor de un veinteañero que demostró con su ópera prima las virtudes que habrían de caracterizar toda su carrera.

Un clásico con plena vigencia

En la presentación, el autor dedica su obra, con frase de Larra, “A los batuecos, a quienes una larga costumbre de callar ha entorpecido la lengua.” A ellos se encamina el resultado de una investigación “rayana en lo detectivesco”, que comienza con un repaso de la biografía del fundador del Opus Dei en el primero de los ocho capítulos. El lector queda sorprendido desde el principio por la prosa bien trabada, que expone con rigor sin desdeñar la ironía, por la abundancia y diversidad de las fuentes manejadas y por la minuciosidad del aparato de notas a pie de página.

Un sacerdote con grandes ambiciones

Josémaría Escrivá de Balaguer nació en Barbastro en 1902 en una familia de clase media, y cursó estudios de Derecho y eclesiásticos. Ordenado en 1925, ejerce de sacerdote en Madrid, y en 1928 comienza a dar forma a una asociación para la que elegirá después el nombre de Opus Dei. Sus primeros miembros son universitarios que aceptan votos de pobreza, castidad y obediencia y en 1932 alcanzan el número de 13. El proyecto cuenta con una aprobación verbal de la jerarquía que hasta 1941 no se expresa por escrito.

En los años de la Segunda República, Escrivá abre en Madrid y Valencia pequeñas residencias de estudiantes donde realiza su apostolado y proselitismo, pero sólo tras la guerra la empresa coge vuelo, al conectar perfectamente con el espíritu de la época. Tomando como modelos organizativos la Institución Libre de Enseñanza y la Compañía de Jesús, el Opus Dei trata de extender el nacional-catolicismo en los ambientes universitarios y profesionales, los sectores más intelectuales de la vida del país. A través de este proceso y bajo la máscara de la “santificación del trabajo”, se implementaban en realidad una estricta ortodoxia, una disciplina férrea y un entramado mafioso que pronto generó pingües beneficios y decisiva influencia social al máximo nivel político y económico.


Santa Mafia nos ilustra con reveladores episodios de la trayectoria personal del fundador, que se instala en Roma en 1946 y en 1968 solicita y consigue el título de marqués de Peralta, en una operación que le costó un cuarto de millón de pesetas. El culto a su figura y a los detalles más nimios de su vida es una de las características que marcan a la cofradía que creó a lo largo de toda su historia. Falleció en 1975 y fue beatificado en 1992 y canonizado en 2002.

Ciencia católica”: el proyecto echa a rodar

En los años 40, el control del recién fundado y generosamente financiado Consejo Superior de Investigaciones Científicas, una de las obras mimadas de Franco, por parte de su secretario general, José María Albareda, sacerdote y miembro conspicuo del Opus, permitió poner los cimientos de una “ciencia católica” en el país. Algunos ejemplos desgranados muestran a las claras los altos niveles de incompetencia y rancio dogmatismo nacional-católico que marcaron los primeros pasos de esta institución.

Se analizan también pormenorizadamente los progresos de la Obra entre destacados grupos universitarios de Sevilla y Barcelona, así como el asalto que se emprende después a las cátedras de toda España, paisaje devastado por las depuraciones de la guerra y postguerra, a través del nombramiento por el gobierno de todos los miembros de los tribunales entre 1940 y 1951. Aclaremos que José Ibáñez Martín, ministro del ramo en ese periodo, era otro íntimo colaborador del de Barbastro. Al mismo tiempo, se produce un abordaje a las enseñanzas medias, vivero de alevines para el proyecto, y a los Colegios mayores, procesos descritos en detalle por Ynfante. La Universidad de Navarra, controlada por el Opus desde su fundación en 1952, desempeñó un papel central en estas estrategias.

La preocupación de la Obra por dirigir la maquinaria capitalista del país se manifiesta en la fundación en 1958 del IESE (Instituto de Estudios Superiores de la Empresa), en Barcelona pero dependiente de la Universidad de Navarra, que será el semillero de las elites gestoras de la economía española.

La relación con la jerarquía católica

En los años 60, el Opus Dei tiene mayor influencia en los entramados políticos que entre la jerarquía eclesiástica, y recibe aceradas críticas por parte de miembros destacados de la Compañía de Jesús, por ejemplo, comprensibles si tenemos en cuenta que ambas instituciones se disputaban un mismo territorio. El tiempo, sin embargo, consolidó las posiciones de la Obra, asentada enseguida sobre fuertes apoyos en la Curia vaticana, y ello a pesar de tener que nadar contra corriente durante el concilio Vaticano II, y bregar con las denuncias de “fundamentalismo” que circularon por entonces.

El incremento de influencia se potenció tras la época narrada en el libro, con el acceso en 1978 a la silla de San Pedro de Karol Wojtyla, y llegó a su cenit en 1982 cuando éste, a través de su constitución apostólica Ut sit, elevó al Opus Dei al rango de prelatura personal, lo que garantizaba al fin una total independencia de la institución ante las iglesias locales y subordinación directa a la Santa Sede.

Una máquina bien engrasada

Ynfante nos describe en detalle cómo se accede a la Obra, historia que comienza con la invitación a un joven, o no tan joven, a un retiro espiritual, y continúa con la “pitada”, solicitud de ingreso a través de una carta al Padre, en la que el neófito especifica el grado que le ha sido aconsejado: “numerario”, que no exige el sacerdocio, pero sí celibato y formación sacerdotal, y lo incorporará al núcleo duro del Opus Dei; “supernumerario”, para miembros casados o sacerdotes diocesanos; u “oblato”, típicamente para personas sin estudios superiores ni relevancia social. A los seis meses puede materializarse la “admisión”, vinculación jurídica con la Obra, y la formulación de los tres votos. Un año después, en la ceremonia de “Oblación”, la adhesión se renueva, y lo seguirá haciendo cada 19 de marzo durante seis años (en el transcurso de una misa) hasta hacerse definitiva. Sólo entonces se recibe la alianza que simboliza la culminación del proceso. Se detallan también en el libro las rutinas, jaculatorias, rezos y penitencias que jalonan la vida de los miembros, así como el programa de retiros y convivencias que se prodigan.

La estructura de poder tiene su centro en Roma en un presidente y un Consejo general, y se prolonga en Consejos regionales y locales. Las casas donde habitan los numerarios tienen un director (siempre un sacerdote), que atiende a lo espiritual, un subdirector, encargado de las actividades prácticas y un secretario. La “sección femenina” de la Obra copia rasgos de la masculina, pero con un carácter subordinado. En ella, el acceso al grado numerario puede lograrse por medio de una jugosa dote, y hay una preocupación especial por integrar como oblatas a las trabajadoras de los servicios de limpieza de casas y residencias.

No resultaba fácil calcular los efectivos de la institución, pero Ynfante estima una cifra aproximada de 25 000 personas en todo el mundo, incluidos cooperantes, para el año 1964. Según él, el “espíritu de la Obra” se basa en el sometimiento a una voluntad superior a la que se atribuye origen divino y que “santifica” la labor intelectual y empresarial impuesta socialmente. Las actividades son variadas, como se verá, pero una destacada es la fabricación de prestigios, a bombo y platillo, para los compañeros de militancia, de lo que se dan buenos ejemplos.

La conquista del Estado

Los cuatro primeros capítulos aportan interesantes datos sobre la historia y el funcionamiento de la Obra, pero sólo en el quinto comprendemos que lo que se ha descrito hasta entonces es en realidad un aparato burocrático totalitario capaz de controlar y dirigir la economía y la política de un país. Esta sección está dedicada a escudriñar el sistema de gobierno impuesto en España tras la Guerra Civil, autocracia de Francisco Franco revestida de nacional-catolicismo, y en ella Ynfante nos aproxima en detalle al círculo de familiares y allegados del dictador, núcleo decisorio del régimen, y nos revela cómo en la maquinaria militar y política de éste se observa, a partir de 1951, el acceso imparable de miembros de la Obra a posiciones clave.

Laureano López Rodó, un catedrático de Derecho administrativo y miembro numerario del Opus, desempeña un papel crucial en el asalto al poder que culmina en 1969 con un gobierno dominado por la Obra. Las fricciones desencadenadas por este irrefrenable ascenso con los falangistas, el otro grupo influyente del régimen, incluyeron un muy tímido apoyo por los del marqués de Peralta a las Comisiones Obreras que acababan de nacer, como forma de restar fuerza a los sindicatos verticales. Hay que decir, sin embargo, que esta simpatía no libró a Marcelino Camacho de sufrir largos años de cárcel.

La infraestructura económica

Desentrañados el abordaje a las cátedras universitarias, la ocupación del CSIC y la conquista del poder político, el extenso capítulo sexto se dedica en exclusiva a las finanzas de la Obra, cuyo primer elemento importante fue el control del Banco Popular. En España la Iglesia participaba, secular y suculentamente, del dominio económico, como propietaria de bienes inmuebles, empresas y bancos, como se recuerda en el libro, pero lo que se observa en los años 60 y se describe exhaustivamente en él, es un asalto inusitado por parte del Opus Dei a las estructuras de poder de las grandes corporaciones bancarias, en una época en que además los miembros más destacados de la oligarquía se sumaban a la Obra o colaboraban con ella.

El entramado que Ynfante pone ante nuestros ojos tiene ramificaciones financieras, pero también en las industrias de la construcción, química, textil, farmacéutica y cinematográfica, y esto sin olvidar la exportación de vinos, que en ella estuvo el origen de RUMASA. La siderurgia y la minería quedaban, sin embargo, principalmente para otros grupos oligárquicos. Se analiza por último la penetración de la Obra en el mundo editorial, a través de Rialp y Magisterio Español sobre todo, y SARPE para las revistas. En el periodismo,los de Escrivá controlaban la agencia Europa Press, así como el diario El Alcázar hasta 1968 y la cadena SER. En el momento de publicación de Santa Mafia eran ocho los periódicos en sus manos, entre ellos Madrid y Nuevo Diario, con otros muchos participados o en su órbita de influencia.

Ideología e imperialismo de la Obra

Ynfante define la ideología del Opus Dei como clerical-autoritaria, y ve tras ella a una burguesía que ha tomado al fin el control del país, y que después de un período de imposición puramente fascista, en la guerra y su inmediata postguerra, y cuando el desenlace del conflicto mundial desaconsejaba guiños totalitarios, halla en la tecnocracia un instrumento óptimo de enriquecimiento. Sus bases teóricas pueden rastrearse en Donoso Cortés, Marcelino Menéndez Pelayo y Ramiro de Maeztu, y alientan luego en una amplia nómina que se repasa concienzudamente, de Pemán a Fernández de la Mora, todos ellos intelectuales muy publicitados en su época, generosamente amamantados por los presupuestos del Estado y rendidos admiradores del Caudillo que libró a España del comunismo y la llevaba paternalmente por caminos de progreso.

El último capítulo se dedica a la expansión de la Obra y su ideología clerical-autoritaria a nivel mundial, proceso que se dinamiza a partir de 1969 y refleja la vitalidad del fascismo español travestido de espiritualidad cristiana. Ynfante documenta el ritmo y los métodos de la penetración en Europa y América, y aporta sorprendentes datos de la pujanza en los Estados Unidos y Francia. Sin embargo, se presentan evidencias también del desgaste generado por esta dinámica enloquecida de los años 60, con deserciones, críticas e historias truculentas de odios y vendettas que minan el prestigio de la institución. Además, en 1969 estalla el caso Matesa, del que los de Escrivá no van a salir muy bien parados.

La obra concluye con una justificación del uso del término “mafia” para describir la Obra, tal vez exagerado si atendemos a una definición académica del vocablo, pero consolidado por una década de empleo en medios de comunicación de todo el mundo. También se utilizó mucho la expresión “Octopus Dei”.

Apéndices y anexo

Cuatro apéndices sirven al autor para pasar revista a lo escrito hasta ese momento sobre el Opus Dei con una perspectiva no hagiográfica; para diseccionar Camino, culmen del pensamiento del santo aragonés; para hacer un recuento preliminar de los centros, residencias, casas de ejercicios, etc. de que disponía la Obra en 1970; y para reproducir las “Constituciones” de la institución, documento en latín para uso exclusivo de sus jerarcas, que según algunas fuentes llegó a manos de Ynfante cuando era secretario de José Vidal-Beneyto, quien lo poseía por haberlo sido a su vez de Escrivá en su juventud, y según otras fue filtrado por un prominente jesuita. En este texto, que se presenta en traducción de Agustín García Calvo, resplandecen todos los rasgos de la estructura clerical-autoritaria.

Un anexo aporta dos largas listas de militantes y simpatizantes de la Obra, información valiosa aunque incompleta y no exenta de errores, que se obtuvo a partir de testimonios confidenciales de antiguos miembros.

Un brillante y valiente periodista de investigación

Santa Mafia desmontaba con rigor los relatos apologéticos imperantes en la época sobre el Opus Dei, y confirmó lo que muchos intuían. Los detalles escabrosos que revelaba contribuyeron sin duda al desprestigio de una congregación que había alcanzado la cima de su poder justo cuando la obra se publicó. Sin embargo, el nacional-catolicismo era un elemento decisivo en la transición gatopardesca que se diseñaba en las alturas y tampoco se trataba de que la sangre llegara al río. La hermosa frase final del libro: “Es un deber inaplazable la destrucción del actual ‘orden franquista’ y de la sociedad clasista y burocrática.”, no coincidía para nada con lo que planeaban los arquitectos del nuevo orden, y sólo esto explica que el eco oficial y mediático del magistral trabajo de Ynfante no estuviera nunca a la altura de sus merecimientos.

En Francia, el autor de Santa Mafia colaboró en periódicos y revistas como Le Canard Enchaîne y Charlie Hebdo, y publicó nuevos libros: Los negocios de Porcioles: las Sagradas Familias de Barcelona (1974); Los negocios ejemplares: Rumasa, Sofico, Matesa, los negocios del ‘Caudillo’ (1975); El ejército de Franco y de Juan Carlos (1976); Los negocios militares. Las fuerzas armadas en España (1976); y Un crime sous Giscard: l’affaire de Broglie, l’Opus Dei, Matesa (1981). Solamente los títulos nos dan una idea del certero instinto que guiaba la elección de sus temas de trabajo. Y hay que añadir además que, en el tratamiento de éstos, siempre destacó por lo incisivo y exhaustivo de sus análisis y por la contundencia bien argumentada de sus conclusiones.

Tras la muerte del dictador, Jesús Ynfante se estableció en España, donde continuó con su actividad periodística. Fue también corresponsal de la agencia EFE en Bruselas hasta los años 90, y siguió publicando libros, dos más profundizando en su ópera prima: Opus Dei. Así en la tierra como en el cielo (1996) y El santo fundador del Opus Dei (2002), además de la novela El silencio de la termita (1983) y nuevos trabajos de investigación: La fuga de capitales y los bancos suizos (1978); Libro negro de la colza: el misterio del síndrome tóxico por el aceite (1982); Los muy ricos: las trescientas fortunas más grandes de España (1998) y La cara oculta del Vaticano (2004). Dejó inédito un ensayo sobre lo que él denominaba: “La remonarquía española”.

Este mes de julio en que se cumplen tres años de su fallecimiento en Los Barrios (Cádiz) resulta un buen momento para recordar al investigador y periodista que con inteligencia, tesón y duro trabajo iluminó alguno de los secretos más oscuros de nuestra historia reciente. Este video ofrece una breve información sobre Santa Mafia y Ruedo Ibérico, y recoge las intervenciones de Jesús Ynfante en el programa de La Clave sobre el Opus Dei (1984). El debate completo puede seguirse aquí.

Blog del autor: http://www.jesusaller.com/


 Conclusión , del blog ,  la mafia política  "franquista" del PP  no es de ahora