EEUU: Elecciones en un tiempo de múltiples y profundas crisis
Lance Selfa
En uno de los años políticos más volátiles en una
generación, se ha destacado la estabilidad e incluso la previsibilidad de la
elección presidencial.
El 8 de marzo, pocos días después de las primarias
demócratas en el llamado Súper Martes y antes de que la pandemia Covid-19
produjera los estragos que se conocieron posteriormente, el ex vicepresidente
Joe Biden superaba con un 50.4 por ciento, al actual presidente Donald Trump,
con un 44,2 por ciento, conforme a los resultados obtenidos por el promedio nacional
de encuestas presidenciales de la encuestadora “fivethirtyight.com”. El 5 de
septiembre, durante el fin de semana largo del tradicional Día del Trabajo
(desde 1955 se celebra el primer lunes de septiembre: NDT) considerado como
inicio de la temporada de campaña, Biden superaba a Trump con un 50,5 por
ciento frente a un 43,0 por ciento, el mismo promedio de la encuestadora
“fivethirtyeight.com”.
Según la encuesta de Real Clear Politics, otra encuestadora
de tendencia más conservadora, el resultado mostró que Biden lideraba las
encuestas por 7,4 puntos porcentuales unos días antes de las convenciones
demócrata y republicana del mes de agosto, y un 7,1 por ciento después de
ellas. El aparente “rebote” de Trump en las encuestas fue apenas perceptible.
***
Es difícil armonizar estos números con los cruciales eventos
de 2020. El intento de juicio político y la absolución del presidente en el
Congreso; una pandemia que podría alcanzar los 400.000 muertos a fin de año,
según las propias estimaciones oficiales; niveles de desempleo que ya llegaron
a las cifras de la Gran Depresión de los años 1930 y que siguen aumentando de
una manera sin precedentes; una rebelión anti-racista de carácter nacional, que
puede considerarse como el movimiento social más grande y de mayor amplitud en
la historia de los Estados Unidos, reconocido hasta por un diario liberal como
el New York Times.(1) A todo eso, debemos sumar el colapso de la economía; la
movilización de las milicias de extrema derecha que han asesinado a activistas sociales
en las calles; los enormes incendios forestales que vuelven inhabitables
franjas de territorio en la costa oeste. Y aún faltan tres meses para que
termine el año.
En los cerca de cuatro años de desgobierno Trump, dos
situaciones deben resaltarse. En primer lugar, una mayoría anti-gubernamental,
que expresó su descontento durante la primera Marcha de las Mujeres desde el
día que Trump asumió la presidencia, en 2017, y que espera poder derrotarlo
electoralmente en noviembre: y en segundo lugar, el desinterés de Trump por
superar la llamada “base” del 40-45 por ciento del electorado que
tradicionalmente vota por republicanos y conservadores. Estas dos situaciones
combinadas, permiten entender la estabilidad en la carrera presidencial en
medio del tumulto político de los últimos meses.
En este escenario, Biden es tan sólo un componente del
rechazo a Trump. Incluso para aquellos comprometidos con el voto demócrata en
las presidenciales de noviembre, es mucho menor el entusiasmo por la
candidatura del binomio Biden-Harris que el deseo de echar a Trump de su cargo.
En el transcurso de las elecciones primarias del Partido Demócrata, la
principal ventaja de Biden fue su “elegibilidad” contra Trump. Como miembro
activo de larga data del status quo demócrata, cuya política ha estado
estrechamente alineada con los donantes ricos del partido y los votantes
moderados, Biden aprovechó esa posición para empujar a todos sus oponentes
“moderados” a abandonar la carrera y derrotar al senador Bernie Sanders.
A principios de septiembre, la carrera presidencial parecía
orientada hacia el triunfo de Biden y a sellar la derrota de Trump como el
segundo presidente en ejercicio que phabría perdido la reelección, desde cuando
George H. W. Bush perdió frente a Bill Clinton en 1992. Sin embargo, los
partidarios del campo demócrata, a pesar de la aparente estabilidad de la
campaña de Biden, no descansan tranquilamente. La derrota de Hillary Clinton
ante Trump en 2016, continúa atormentándolos.
Hay razones para que subsistan estas preocupaciones.
Primero, Trump tiene la ventaja en el antidemocrático Colegio Electoral. Si
puede conseguir victorias en estados claves como Wisconsin, Michigan y
Pennsylvania, el triunfo de Trump, podría llegar a repetirse como en 2016,
aunque pierda, como en esa ocasión, por millones de votos a nivel nacional. En
segundo lugar, Trump y los republicanos han dejado en claro que utilizarán
cualquier medio (legal o de otro tipo) para negar el derecho a voto a los
ciudadanos anti-Trump, utilizando los equipos mal llamados “protección de
votantes” para hostigar a los afroamericanos y latinos, hasta incluso el
sabotaje del voto por correo. En tercer lugar, el poco entusiasmo que produce
Biden por su inclinación a “calmar” a la derecha (por ejemplo, organizando una
campaña publicitaria nacional de 45 millones de dólares para demostrar que él,
al igual que Trump, condena los “disturbios y saqueos” que acompañaron las
protestas contra la brutalidad policial), lo que podría reducir la
participación de los votantes más jóvenes, quienes constituyen uno de los
sectores más proclives a demócratas y liberales.
No obstante, las tendencias políticas apuntan a que estas
elecciones no serán similares a las anteriores. Biden no es tan odiado como lo
fue Clinton, quién soportó décadas de demonización conservadora por su
comportamiento sexista. Adicionalmente, Trump es el presidente bajo cuyo
mandato cientos de miles de personas murieron por falta de servicios médicos y
millones más han sufrido las consecuencias de la devastación económica. A pesar
de los intentos de la Convención Nacional Republicana y de la campaña de Trump
por reescribir esta historia en una especie de falsificación estalinista, la
realidad diaria bajo el Covid-19 no les permitirá huir de ella. Las grabaciones
incluidas en el nuevo libro del periodista, Bob Woodward, reconocido por sus
investigaciones desde la época del Watergate, titulado Rage, muestran que Trump
mintió conscientemente, minimizando la gravedad de la pandemia que le costó la
vida a miles de personas. Finalmente, la opinión de “cualquiera menos Trump”
que unifica a franjas tanto de la izquierda como de la derecha, asegurará que
las campañas de partidos no demócratas ni republicanos (conocidos como “third
parties”) reciban un porcentaje mayor al aproximadamente 6 por ciento del voto
nacional que obtuvieron en 2016.
***
Nada de lo expuesto permitirá que las elecciones sean
tranquilas. Desde ahora, Trump y sus fanáticos callejeros perpetrarán
atrocidades. Los debates presidenciales producirán días de comentarios
frenéticos. La magnitud de la que probablemente será la mayor participación en
unas elecciones presidenciales en 60 años —durante una pandemia— aumentará las
tensiones, aunque no ocurra ninguna artimaña. Un escenario electoral acompañado
de movilizaciones callejeras y múltiples demandas son una posibilidad real para
los meses de noviembre y diciembre. Trump tratará de provocar y canalizar
cualquier situación que pueda ayudarle a robar las elecciones. O puede usar el
“caos social” para obtener concesiones de Biden. Incluso, puede darse el caso
de que Trump se haga a un lado llamando a sus partidarios a retirarse. A
cambio, lograría el compromiso de Biden de renunciar a perseguir los cargos
criminales que existen contra Trump, su familia y los parásitos políticos que
lo han acompañado en sus prácticas de corrupción desenfrenada.
Esta afirmación, que puede parecer como inverosímil, es
factible dado el “modus operandi” de Trump antes de la presidencia, que lo
llevó a bancarrotas multimillonarias y a involucrarse en múltiples estafas que
quedarían sin judicializar en una negociación de este tipo. Y Biden, como la
mayoría de los miembros del Partido Demócrata, aceptaría ese trato como una
forma de desactivar el conflicto, tranquilizar a las grandes empresas, frenar
las aspiraciones y demandas progresistas de amplias capas de la sociedad y
extender una propuesta de paz a los republicanos. “Con Donald Trump fuera de la
Casa Blanca —no es una broma— verás una epifanía entre muchos de mis amigos
republicanos”, que se comprometerán a un gobierno constructivo, dijo Biden al
Washington Post en 2019. (2) Esto no es una broma, es una ilusión.
Biden ha sido una de las principales figuras en la
elaboración de la política exterior y doméstica de los EE.UU. durante la era
neoliberal. Así que la avalancha de dinero corporativo que ha circulado a su
favor desde la primavera no es una sorpresa. (3) Y la elección de la senadora
Kamala Harris como candidata a la vice presidencia, tiene poco que ver con el
hecho de demostrar solidaridad con el movimiento por la justicia racial, al
contrario, actúa en la dirección de congraciarse con la “profunda familiaridad
de Harris con los megadonantes demócratas, de la Silicon Valley a Nueva York”.
(4) Biden significa una apuesta segura para un status quo preocupado por que la
incompetencia o la beligerancia de Trump sumerjan a los EE.UU. en un mayor
desorden civil y un aislamiento internacional mayor al actual. Periodistas
liberales crédulos (5) pueden ayudar a aquellos involucrados en la campaña de Biden a vender la ilusión de
que su jefe está planeando reformas tipo “New Deal” al estilo de Franklin
Delano Roosevelt, pero la América corporativa conoce la verdad.
Cuando miembros de la campaña de Biden anunciaron su apoyo a
un par de políticas que viene rechazando el sector bancario, les comunicaron a
los banqueros que las ignoraran. Un banquero declaró al Washington Post (6):
“Escuchen, esto es sólo un ejercicio para mantener contento al pueblo de
Warren, y no le den demasiada importancia”, refiriéndose a los partidarios
liberales de la senadora Elizabeth Warren. El banquero, que habló bajo el
anonimato encubriendo conversaciones privadas, agregó que el mensaje había sido
reproducido en múltiples llamadas.
Sin duda los banqueros, que consideran a Trump como
desagradable, no devolvieron a la administración fiscal la ganancia inesperada
que recibieron por la reducción de impuestos impulsada por Trump en 2017, como
tampoco reniegan de la cuasi eliminación de las regulaciones bancarias
decretadas por la actual administración.
Mientras que el empresariado ha tenido relaciones de alguna
manera conflictivas con Trump, la cúpula de la seguridad nacional conformada
luego del final de la Guerra Fría, ha sido mucho más crítica. El hecho de que
la Cámara de Representantes, controlada por los demócratas, propusiera la
destitución de Trump por el intento de reclutar al gobierno ucraniano en favor
de su campaña de reelección, después de ocurridos cientos de atropellos, casos
de corrupción, de malversación de fondos y negligencia, lo confirman. Dan
Coats, un republicano conservador que fuera director de inteligencia del
gobierno, declaró (en el libro de Woodward) que el presidente es una amenaza
para la seguridad nacional debido a su lealtad con Rusia. El respaldo a Biden
por parte de cientos de ex funcionarios de las fuerzas de seguridad federales,
de militares, de funcionarios de política exterior y de inteligencia ha sido
una de las características de la campaña. (7)
A estas figuras del establishment, Biden les promete un
regreso a la “normalidad”. Pero, ¿qué significa “lo normal” frente a una
pandemia mundial, una catástrofe económica, una movilización masiva de la
izquierda y un desenfreno de la extrema derecha? ¿Es incluso razonable la
aspiración de volver a la “normalidad”? Ciertamente no parece serlo para los
millones de personas que sufrieron falta de atención sanitaria, deportaciones,
violencia policial, un endeudamiento creciente y desalojos, incluso antes de
que la pandemia lo empeorara todo. Los demócratas organizaron una campaña
basada en el slogan de “salvar la democracia” de Trump, como si Trump fuera el
único responsable de toda la pobreza, la opresión y las crisis que padecen los
trabajadores norteamericanos.
Los demócratas se enfocan en la denuncia de las múltiples
atrocidades diarias que comete Trump, mientras guardan silencio sobre las
posibles soluciones si llegan a conseguir la presidencia con una mayoría ya
consolidada en la Cámara y una eventual mayoría en el Senado. Durante el
verano, un grupo de trabajo conjunto, integrado por los partidarios de Biden y
Sanders, publicó en un folleto de 110 páginas, una serie de recomendaciones a
tener en cuenta para la próxima administración demócrata. (8) El documento
contiene mucha retórica progresista, pero se apunta principalmente en revertir
las políticas destructivas de Trump. Para millones de personas, lograr un
gobierno diferente al de Trump, puede que no sea suficiente motivación para
votar, especialmente si no están convencidos de que una administración
demócrata traiga cambios importantes en sus vidas. El hecho de que Biden parece
estar detrás de Clinton en el apoyo de los votantes latinos, a pesar del
racismo de Trump, teniendo en cuenta que los latinos conforman uno de los
grupos que el Covid-19 ha golpeado más fuerte, puede llegar a convertirse en el
“canario en la mina de carbón” para los demócratas. (9)
***
Es necesario reflexionar sobre la respuesta de los demócratas
a la rebelión nacional contra la violencia policial. Salvo escasas excepciones,
han sido muy pocas las iniciativas para promulgar reformas -mucho menos
“desfinanciar a la policía”- en las principales ciudades de EE.UU., la mayoría
de ellas controladas por alcaldes demócratas. La actuación en las legislaturas
estatales también ha sido mínima. En California, estado dominado por los
demócratas, un paquete de proyectos de reforma policial fue derrotado por el
propio “establishment” del Partido Demócrata, liderado por el Fiscal General
Xavier Becerra, quien abogó a favor de los grupos de presión asociados a las
fuerzas del orden estatal. Biden ha dejado en claro que se opone a la exigencia
del movimiento anti racista de “desfinanciar a la policía”, y está recibiendo
el apoyo político de liberales demócratas como Al Sharpton, presidente de la
Red de Acción Nacional (“National Act Network”) y presentador de MSNBC (red
televisiva de orientación liberal y demócrata), quien descalificó esta
reivindicación como algo “que un liberal que bebe a sorbos café con leche puede
aceptar mientras se sienta en los Hamptons discutiéndolo como si se tratara de
un problema académico”. (10)
A ello debemos sumarle el apoyo de Biden al fracking y su
oposición a aumentar la cobertura del Medicare a la totalidad de los
estadounidenses, lo, lo que completa la imagen de un demócrata “mainstrem”, sin
importarle lo que el grupo de trabajo Biden-Sanders haya dicho. Para aquellos
que continúen sin entender el mensaje de campaña de Biden, es necesario
recordarles que el asesor más antiguo y confiable de Biden, el ex senador Ted
Kaufman, ya le ha comunicado al país la continuidad de la política de
austeridad (neoliberal) en un próximo gobierno demócrata. En lo que se refiere
al gasto militar, Biden ya declaró que consideraría la posibilidad de
aumentarlo, más allá del nivel ya obsceno al que lo elevó la administración
Trump
¿Dónde queda entonces la división en la izquierda frente a
las próximas elecciones presidenciales, entre el mayor y el menor de los dos
males para el futuro de EE.UU.? A pesar del enorme potencial que existe para
reconstruir una izquierda activista como lo demostró el levantamiento
anti-racista del pasado verano, la mayoría de la izquierda estadounidense
permanece cautiva del sistema electoral bipartidista de los Estados Unidos. La
campaña del Partido Verde de Howie Hawkins y Angela Walker es la única opción
coherente para aquellos que estamos comprometidos en la construcción de una
alternativa independiente. (Véase entrevista en Correspondencia de Prensa,
13-8-2020: https://correspondenciadeprensa.com/?p=13229) Pero la mayoría de las
personas que se consideran “de izquierda” optarán por “el mal menor” votando
por los demócratas una vez más. Las palabras del histórico líder socialista Hal
Draper (11), escritas en el período previo a las elecciones presidenciales de
1968, parecen escritas ayer: “Cada vez que la izquierda laboral liberal ha
hecho ruido sobre su insatisfacción con lo que ocurre en Washington, todo lo
que los demócratas hacen es sacar a relucir el pantano de la derecha
republicana. Los liberales se desmayaban, gritando “¡Vienen los fascistas!” y
votaban por el Mal Menor. En estas dos últimas décadas, los Demócratas han
aprendido que tienen el voto del” lib-lab” en su bolsillo trasero, y que por lo
tanto las fuerzas que hay que apaciguar son las fuerzas de la derecha...”
La caracterización que hace Draper de los “lib-labs”
describe, exactamente, las actuaciones de Sanders y la congresista Alexandria
Ocasio-Cortez (conocida como AOC), ambos aclamados como héroes del “nuevo
movimiento socialista” por supuestamente haber “levantado las expectativas de
los trabajadores y cambiado la política nacional”. (12) Las declaraciones de
Sanders al apoyar a Biden contra “el presidente más peligroso de la era
moderna” y la advertencia de Ocasio-Cortez de que “en noviembre se trata de
detener el fascismo en los Estados Unidos” (13) validan las opiniones de
Draper.
No se trata solamente de que hayan tenido que apoyar a
regañadientes a Biden. Sanders y AOC han ayudado a legitimar a Biden ante una
franja de votantes que apoyaron a Sanders en las primarias. AOC participó al
lado del senador John Kerry, uno de los voceros más reconocidos del régimen, en
la dirección del grupo de trabajo de Biden-Sanders sobre el cambio climático,
el cual omitió referencias al fracking e incluyó respaldo a la energía nuclear.
Este apoyo de AOC a las políticas climáticas del candidato demócrata coincide
con el compromiso electoral obtenido por Biden del grupo activista Sunrise
Movement, cuya declaración a propósito de la adhesión a la fórmula Biden-Harris
es vergonzosa si se tiene en cuenta su tono de “lame botas”. (14) Sanders, a
pesar de las "preocupaciones" que expresa sobre los enfoques políticos
de Biden, ha sido y seguirá siendo un soldado leal de la campaña demócrata
hasta el final. (15)
La izquierda reducida al horizonte electoral ha terminado
por acompañar el “Frente Popular” de Sanders/AOC con Biden. Esto no es nada
nuevo para aquellas organizaciones y grupos políticos que a pesar de su
retórica y antecedentes radicales, se transforman en demócratas progresistas
cada cuatro años. (16)
La revista Jacobin, que se presenta como la voz “marxista”
de la nueva socialdemocracia agrupada en torno a Sanders y a los Socialistas
Democráticos de América (DSA, por su sigla en inglés), ha sido crítica tanto en
su línea editorial como en las opiniones de sus principales columnistas, de la
fórmula Biden-Harris, pero no ha dejado dudas sobre quién debe ganar en noviembre.
Una búsqueda de “Biden” en la edición online de Jacobin da como resultado un
total de 20 artículos de Branko Marcetic, diecisiete de ellos contienen comentarios duros sobre el ideario neoliberal
de Biden y su carrera política, los cuales fueron escritos antes y durante las
elecciones primarias, cuando Sanders aún estaba en la carrera presidencial.
Pero el más reciente de los artículos de Marcetic pretende darle consejos al
candidato demócrata sobre el cómo ganar adoptando el programa de Sanders y se
muestra preocupado por que Biden pueda perder las elecciones. Algo similar
ocurre con el artículo del fundador de Jacobin, Bhaskar Sunkara quien escribió:
“Probablemente has oído que los socialistas no votarán por Biden”. No creas
eso. Puede que no nos guste, pero no queremos que pierda”. (17) En otras
palabras, a los miembros del nuevo movimiento socialdemócrata se les ha
concedido una indulgencia plena para votar por Biden, mientras que continúan
proponiendo un compromiso –en futuro indefinido- para construir un verdadero
partido socialista independiente.
No existe, entonces, un buen presagio para la izquierda,
incluso si Biden llega a ganar. Aquellos que llaman a la “unidad” contra la
amenaza fascista ahora, no dejarán de hacerlo cuando una hipotética administración
de Biden enfrente a la oposición republicana y a la presión de la derecha en
los próximos años. Las movilizaciones por la justicia racial del verano pasado
nos permitieron vislumbrar lo que era posible cuando las masas aún estaban en
las calles. Pero en el futuro, necesitaremos una resistencia mucho más
decidida, organizada y liderada con políticas alternativas para elevar esa
lucha a un nivel superior sin importar quién termine siendo elegido como
presidente.
Notas:
(1)https://www.nytimes.com/interactive/2020/07/03/us/george-floyd-protests-crowd-size.html
(3)https://www.foxnews.com/politics/trump-campaign-august-fundraising
(4)https://www.politico.com/news/2020/08/19/kamala-harris-democratic-donors-398656
(5)https://www.nybooks.com/articles/2020/07/02/joe-bidens-journey-left/
(8)https://joebiden.com/wp-content/uploads/2020/08/UNITY-TASK-FORCE-RECOMMENDATIONS.pdf
(9)https://www.axios.com/bidens-hispanic-voter-challenge-97fe0a3f-7f64-4e74-9471-f8a9a49c2226.html
(10)https://thehill.com/homenews/media/515448-msnbcs-sharpton-defunding-police-something-a-latte-liberal-may-go-for
. Sharpton, correligionario de Biden, está diciendo (sin evidencia) que el
reclamo de “desfinanciar la policía” tiene el apoyo de los liberales.
(11)https://www.marxists.org/archive/draper/1967/01/lesser.htm
(12)https://johnriddell.com/2019/04/05/why-kautsky-was-right-and-why-you-should-care/
(13)https://www.rollingstone.com/politics/politics-news/aoc-dnc-biden-sanders-1045582
/
(14)https://twitter.com/sunrisemvmt/status/1293299407241314306
(16)https://organizingupgrade.com/its-showtime-rolling-up-our-sleeves-to-beat-trump/
(17) https://www.nytimes.com/2020/05/28/opinion/socialists-biden-trump.html
Lance Selfa es
miembro del comité de redacción de International Socialism Project. Es autor de
The Democrats: A Critical History (Haymarket, 2012) y editor de U.S. Politics
in an Age of Uncertainty: Essays on a New Reality (Haymarket, 2017).
Fuente:
https://internationalsocialism.net/elections-in-a-time-of-multiple-and-deepening-crises/
Traducción:Correspondencia de Prensa
Fuente .- https://www.sinpermiso.info/textos/eeuu-elecciones-en-un-tiempo-de-multiples-y-profundas-crisis.