La ‘mediación’ del rey que le rentó 50 millones de euros costó 2.500 puestos de trabajo
Rebeca Quintáns
Anda la prensa loca con la información de los 50 millones de euros que Juan Carlos I cobró por su “mediación” en la venta del Banco Zaragozano al británico Barclays
Ahora mismito anda la prensa loca con la información de los 50 millones de euros que Juan Carlos I cobró por su “mediación” en la venta del Banco Zaragozano al británico Barclays en 2003, y que depositó en una cuenta en Suiza a través de uno de sus testaferros (Álvaro de Orleans-Borbón). Una información publicada por la prensa londinense (The Telegraph). Cosas sobre las que los ingleses tienen la ocurrencia de indagar y que además luego sacan a la luz; no como en España, donde la impunidad judicial que impide investigar al monarca se extiende hasta la prensa, que tampoco investiga nada, vasalla a más no poder de sus majestades.
Lo que parece preocupar a la prensa española, ahorita mismo, es exclusivamente el patrimonio del emérito (y tampoco demasiado: se limita a hacerse eco de lo que se publica en el extranjero, y apenas se queda en el trazo grueso de los titulares, sin entrar en los detalles de la letra pequeña). Pero no deja de sorprender que nadie se pregunte a cuento de qué alguien le paga cantidades millonarias al susodicho, por muy monárquicos que sean. Es decir, ¿quién paga la comisión al rey Juan Carlos?, ¿por qué se necesitaba su mediación?, ¿por qué esa mediación era merecedora de la estratosférica cantidad de 50 millones de euros?
Pues aquí va una explicación, una versión que no procede de ninguna garganta profunda y que no cuesta más reconstruir que ir sumando dos más dos más dos… a partir de datos contrastables y publicados de forma desperdigada en distintos medios a lo largo del tiempo:
1. Los que pagaron la comisión fueron los Albertos (los primos de la gabardina, héroes de la cultura del pelotazo que empezó en tiempos del PSOE de Felipe González, apellidados Alcocer y Cortina, ex de las hermanas Koplovitz), que eran los principales accionistas del Banco Zaragozano, y por ende los beneficiarios de la operación. Y los Albertos eran, y son, amigos íntimos de Juan Carlos I. Dice la prensa seria que “amigos de cacerías”, no sé si como metáfora, ironía o mera tomadura de pelo, porque lo cierto es que su relación en negocios turbios con el monarca es perfectamente rastreable. Por ejemplo, en la operación de fraude a gran escala del caso KIO, que en sus diversas ramificaciones tantos beneficios dio a chorizos de alta alcurnia. Recordemos que los Albertos participaron con la venta de los terrenos en los que se construyeron las Torres KIO en Madrid, en 1988, a través de su empresa Urbanor.
2. Los Albertos ya estaban condenados por fraude. Precisamente fue el caso Urbanor el que hizo que los Albertos necesitasen la ayuda de Juan Carlos para deshacerse del Banco Zaragozano cuanto antes. El Tribunal Supremo acababa de condenarlos a 3 y 4 años de prisión (en 2003, el mismo año de la venta del Zaragozano al Barclays), por estafa y falsificación de documentos privados. Los angelitos habían cobrado una cantidad mucho mayor por la venta a los kuwaitíes que la que transmitieron a los socios minoritarios de Urbanor, para quedarse ellos con un trozo de la tarta sustancialmente mayor. La indulgente sentencia era firme (aunque estaba recurrida ante el Constitucional y consiguieron anularla en 2008, aquí siempre ganan los mismos), por lo que tendrían que haber sido inhabilitados (o desautorizados) para operaciones financieras como la venta del Banco Zaragozano, por muy socios mayoritarios que fueran (de hecho, ya habían sido apartados de la presidencia de la entidad por esa razón).
3. La venta fue un nuevo timo de los Albertos. El Banco Zaragozano estaba en ese momento en una situación financiera de grandes dificultades, que con el tiempo se conoció, pero que entonces se mantenía oculta a la opinión pública. Los Albertos intentaban deshacerse de sus acciones, pero no lo tenían fácil. Ninguna entidad en España estaba dispuesta a comprar el banco al precio desorbitado que exigían. Y entonces engañaron al Barclays, que quería expandirse en España, ocultándoles la situación real.
4. Tráfico de influencias imprescindible. Es más que probable que, para timar a la entidad británica, igual que a los kuwaitíes en el caso KIO, hubiera intervenciones al más alto nivel. Eso, para convencerlos de que compraran por una millonada algo que no valía lo que decían en absoluto. Pero, además, había que convencer a más gente. Era entonces decisión del Banco de España (presidido por Ángel Caruana) y del Ministro de Economía (entonces Rodrigo Rato) permitir o no la operación. La ley en tales circunstancias decía que no podía hacerse, por razones más que fundadas de que la influencia de los accionistas condenados fuese en “detrimentode una gestión sana y prudente”. Pero pese al gran debate que suscitó en su momento, Rato y Caruana decidieron mantener los “derechos políticos” de los Albertos en el Zaragozano y autorizar la venta, y no decir ni mu sobre las dificultades financieras que atravesaba el banco. Ese beneplácito requería sin duda la intervención alguien muy poderoso.
5. El rey emérito cobró 50 millones. La venta del Zaragozano se llevó a efecto en 2003 por 1.100 millones de euros, de los cuales 457 fueron a parar a los Albertos, en lo que fue uno de los mayores pelotazos de su vida; y 50, a una de las cuentas suizas Juan Carlos I (esto es lo que acaba de demostrar The Telegraph). La cuenta suiza en cuestión estaba a nombre de Álvaro de Orleans-Borbón, primo e identificado como testaferro del rey emérito por Corinna Zu Sayn-Wittgenstein, socia y amante de Juan Carlos, en unas grabaciones que ni la justicia ni el gobierno español tuvieron a bien investigar, pero que sí cuentan para los ingleses.
6. Pérdidas millonarias. La operación fraudulenta, que el rey se encargó de facilitar y por la que cobró 50 millones, resultó ruinosa para Barclays Bank. En efecto, las dificultades financieras del Zaragozano estaban ahí y en seguida salieron a la luz. En los primeros años tras la compra, la delegación española del Barclays descubre el agujero financiero y reporta unas pérdidas de más de 600 millones de euros en la operación; en 2009 tiene que provisionar 553 millones más para mantener a flote su infraestructura en España; en 2010 se profundiza el agujero y debe provisionar 870 millones más; en 2011 hace otra provisión de 400 millones, dando ya por perdida toda la inversión; entre 2011 y 2014 las pérdidas ascienden a 1.300 millones de euros... En total, la propia entidad calcula que tiró por la ventana unos 4.000 millones de euros antes de conseguir desprenderse del marrón.
7. Otro pelotazo de otro amigo de Juan Carlos I: en 2015 otro gran amigo de Juan Carlos I, Isidro Fainé, aplaca los ánimos de Barclay recomprando los restos del Zaragozano para La Caixa, de la que es presidente, por 820 millones de euros. En realidad, Fainé no les está haciendo un favor, sino dando otro pelotazo. La delegación española de Barclay tiene un valor nada desdeñable, aunque sólo sea por el patrimonio inmobiliario de la red de sucursales, algunas de ellas tan emblemáticascomo la sede central del Banco Zaragozano, edificio de 10 plantas construido en los años 20 en el centro neurálgico de Zaragoza. Además, la entidad ya había sido saneada con varios ERE, y su fusión con La Caixa le va a permitir a ésta justificar uno nuevo que ya quería hacer (tras otra regulación poco anterior que había costado 2.600 empleos).
8. Más de 2.500 puestos de trabajo perdidos. En total, la operación fraudulenta con la que el rey se lucró supuso la destrucción de al menos 2.590 puestos de trabajo: 700 prejubilaciones de la delegación española del Barclay, para compensar las pérdidas, en 2011; 890 despedidos por la misma entidad, en un ERE de 2013; y 1.000 más tras la compra en 2015 por parte de LaCaixa, en otro ERE considerado justificado por la administración pública.
En resumen, la “mediación” del rey es en realidad tráfico de influencias muy bien pagado, a favor de amigos suyos, delincuentes para más señas, en negocios fraudulentos que traen consigo consecuencias negativas que pagamos todos, en este caso más de 2.500 puestos de trabajo.
Lo que parece preocupar a la prensa española, ahorita mismo, es exclusivamente el patrimonio del emérito (y tampoco demasiado: se limita a hacerse eco de lo que se publica en el extranjero, y apenas se queda en el trazo grueso de los titulares, sin entrar en los detalles de la letra pequeña). Pero no deja de sorprender que nadie se pregunte a cuento de qué alguien le paga cantidades millonarias al susodicho, por muy monárquicos que sean. Es decir, ¿quién paga la comisión al rey Juan Carlos?, ¿por qué se necesitaba su mediación?, ¿por qué esa mediación era merecedora de la estratosférica cantidad de 50 millones de euros?
Pues aquí va una explicación, una versión que no procede de ninguna garganta profunda y que no cuesta más reconstruir que ir sumando dos más dos más dos… a partir de datos contrastables y publicados de forma desperdigada en distintos medios a lo largo del tiempo:
1. Los que pagaron la comisión fueron los Albertos (los primos de la gabardina, héroes de la cultura del pelotazo que empezó en tiempos del PSOE de Felipe González, apellidados Alcocer y Cortina, ex de las hermanas Koplovitz), que eran los principales accionistas del Banco Zaragozano, y por ende los beneficiarios de la operación. Y los Albertos eran, y son, amigos íntimos de Juan Carlos I. Dice la prensa seria que “amigos de cacerías”, no sé si como metáfora, ironía o mera tomadura de pelo, porque lo cierto es que su relación en negocios turbios con el monarca es perfectamente rastreable. Por ejemplo, en la operación de fraude a gran escala del caso KIO, que en sus diversas ramificaciones tantos beneficios dio a chorizos de alta alcurnia. Recordemos que los Albertos participaron con la venta de los terrenos en los que se construyeron las Torres KIO en Madrid, en 1988, a través de su empresa Urbanor.
2. Los Albertos ya estaban condenados por fraude. Precisamente fue el caso Urbanor el que hizo que los Albertos necesitasen la ayuda de Juan Carlos para deshacerse del Banco Zaragozano cuanto antes. El Tribunal Supremo acababa de condenarlos a 3 y 4 años de prisión (en 2003, el mismo año de la venta del Zaragozano al Barclays), por estafa y falsificación de documentos privados. Los angelitos habían cobrado una cantidad mucho mayor por la venta a los kuwaitíes que la que transmitieron a los socios minoritarios de Urbanor, para quedarse ellos con un trozo de la tarta sustancialmente mayor. La indulgente sentencia era firme (aunque estaba recurrida ante el Constitucional y consiguieron anularla en 2008, aquí siempre ganan los mismos), por lo que tendrían que haber sido inhabilitados (o desautorizados) para operaciones financieras como la venta del Banco Zaragozano, por muy socios mayoritarios que fueran (de hecho, ya habían sido apartados de la presidencia de la entidad por esa razón).
3. La venta fue un nuevo timo de los Albertos. El Banco Zaragozano estaba en ese momento en una situación financiera de grandes dificultades, que con el tiempo se conoció, pero que entonces se mantenía oculta a la opinión pública. Los Albertos intentaban deshacerse de sus acciones, pero no lo tenían fácil. Ninguna entidad en España estaba dispuesta a comprar el banco al precio desorbitado que exigían. Y entonces engañaron al Barclays, que quería expandirse en España, ocultándoles la situación real.
4. Tráfico de influencias imprescindible. Es más que probable que, para timar a la entidad británica, igual que a los kuwaitíes en el caso KIO, hubiera intervenciones al más alto nivel. Eso, para convencerlos de que compraran por una millonada algo que no valía lo que decían en absoluto. Pero, además, había que convencer a más gente. Era entonces decisión del Banco de España (presidido por Ángel Caruana) y del Ministro de Economía (entonces Rodrigo Rato) permitir o no la operación. La ley en tales circunstancias decía que no podía hacerse, por razones más que fundadas de que la influencia de los accionistas condenados fuese en “detrimentode una gestión sana y prudente”. Pero pese al gran debate que suscitó en su momento, Rato y Caruana decidieron mantener los “derechos políticos” de los Albertos en el Zaragozano y autorizar la venta, y no decir ni mu sobre las dificultades financieras que atravesaba el banco. Ese beneplácito requería sin duda la intervención alguien muy poderoso.
5. El rey emérito cobró 50 millones. La venta del Zaragozano se llevó a efecto en 2003 por 1.100 millones de euros, de los cuales 457 fueron a parar a los Albertos, en lo que fue uno de los mayores pelotazos de su vida; y 50, a una de las cuentas suizas Juan Carlos I (esto es lo que acaba de demostrar The Telegraph). La cuenta suiza en cuestión estaba a nombre de Álvaro de Orleans-Borbón, primo e identificado como testaferro del rey emérito por Corinna Zu Sayn-Wittgenstein, socia y amante de Juan Carlos, en unas grabaciones que ni la justicia ni el gobierno español tuvieron a bien investigar, pero que sí cuentan para los ingleses.
6. Pérdidas millonarias. La operación fraudulenta, que el rey se encargó de facilitar y por la que cobró 50 millones, resultó ruinosa para Barclays Bank. En efecto, las dificultades financieras del Zaragozano estaban ahí y en seguida salieron a la luz. En los primeros años tras la compra, la delegación española del Barclays descubre el agujero financiero y reporta unas pérdidas de más de 600 millones de euros en la operación; en 2009 tiene que provisionar 553 millones más para mantener a flote su infraestructura en España; en 2010 se profundiza el agujero y debe provisionar 870 millones más; en 2011 hace otra provisión de 400 millones, dando ya por perdida toda la inversión; entre 2011 y 2014 las pérdidas ascienden a 1.300 millones de euros... En total, la propia entidad calcula que tiró por la ventana unos 4.000 millones de euros antes de conseguir desprenderse del marrón.
7. Otro pelotazo de otro amigo de Juan Carlos I: en 2015 otro gran amigo de Juan Carlos I, Isidro Fainé, aplaca los ánimos de Barclay recomprando los restos del Zaragozano para La Caixa, de la que es presidente, por 820 millones de euros. En realidad, Fainé no les está haciendo un favor, sino dando otro pelotazo. La delegación española de Barclay tiene un valor nada desdeñable, aunque sólo sea por el patrimonio inmobiliario de la red de sucursales, algunas de ellas tan emblemáticascomo la sede central del Banco Zaragozano, edificio de 10 plantas construido en los años 20 en el centro neurálgico de Zaragoza. Además, la entidad ya había sido saneada con varios ERE, y su fusión con La Caixa le va a permitir a ésta justificar uno nuevo que ya quería hacer (tras otra regulación poco anterior que había costado 2.600 empleos).
8. Más de 2.500 puestos de trabajo perdidos. En total, la operación fraudulenta con la que el rey se lucró supuso la destrucción de al menos 2.590 puestos de trabajo: 700 prejubilaciones de la delegación española del Barclay, para compensar las pérdidas, en 2011; 890 despedidos por la misma entidad, en un ERE de 2013; y 1.000 más tras la compra en 2015 por parte de LaCaixa, en otro ERE considerado justificado por la administración pública.
En resumen, la “mediación” del rey es en realidad tráfico de influencias muy bien pagado, a favor de amigos suyos, delincuentes para más señas, en negocios fraudulentos que traen consigo consecuencias negativas que pagamos todos, en este caso más de 2.500 puestos de trabajo.
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