El Supremo y la legalidad del 18 de julio de 1936
Juan Antonio Molina .
En el transcurso de
la Revolución Francesa, se debatía ardorosamente en la Asamblea Nacional la
oportunidad de juzgar al rey, Luis XVI. En medio del apasionamiento dialéctico
y oratorio tomó la palabra Robespierre para advertirle a la cámara que si los
diputados votaban mayoritariamente a favor de juzgar al Borbón, tendrían que
hacerle un juicio justo y ello implicaba la posibilidad de que fuera absuelto,
es más, por la presunción de inocencia ya se debería de considerar al rey
destronado como libre de culpa y si eso ocurría la revolución quedaría reducida
a un simple motín y los revolucionarios a una banda de sediciosos. Por lo
tanto, concluía Robespierre, el juicio era extemporáneo por cuanto el hecho de
la misma revolución suponía la condena por el pueblo y la historia del monarca.
Sin embargo, nadie advirtió al gobierno de Sánchez cuando
decretó el traslado de los restos de Franco, al contrario que en el caso de
Luis XVI, que ni la historia ni el pueblo había juzgado de facto al franquismo
y que el hecho de que la Transición se sustanciara en pasar de la legalidad a
la legalidad suponía dejar intacto al Estado nacido el 18 de julio, sin que,
por tanto, fuera abolido, ni refutado, ni sus capilaridades psicológicas y
sociológicas legalmente censuradas. No hubo depuraciones ni en la judicatura
franquista, ni en la policía –de ahí de la existencia de torturadores
condecorados en tiempos poscaudillistas-, ni en ningún órgano estatal de la
dictadura y la misma jefatura del Estado lo fue por designación directa de
Franco.
La Transición no fue el acceso de la voluntad popular al
Estado, sino del Estado a la voluntad popular para corregirla y encauzarla
En este contexto, el Tribunal Supremo considera en el auto
de exhumación que el actual Estado es continuidad del construido por el grupo
de militares sublevados contra el Estado legítimo de la República. Esto, como
reconoce el mismo tribunal, no es un error, sino una declaración de principios
sobre el régimen de poder que rige actualmente en España. Es por ello,
sumamente sorprendente que aquellos progresistas defensores de la Transición
trasladen a la ciudadanía una lectura tan elemental de los procesos históricos
y, singularmente, de las contradicciones estructurales de la actual Monarquía
española, ya que al no ser el franquismo abolido, ni juzgado, ni condenado, y
sustanciarse, como consecuencia, el régimen nacido de la Transición en un
franquismo corregido, es una falacia que se pretenda, al mismo tiempo, que el
régimen del 78 se defina como antagónico a su propia expresión estatal. Porque
la Transición no fue el acceso de la voluntad popular al Estado, sino del
Estado a la voluntad popular para corregirla y encauzarla. Como dijo Manuel
Azaña de la “revolución desde arriba” de Costa, una revolución que se inaugura
dejando intacto el Estado existente es un acto muy poco revolucionario.
De igual manera, la Transición supuso la imposición
resignada de que no había otra opción, en un contexto de orquestado ruido de
sables y maquinaciones financieras. La organización del pesimismo es
verdaderamente una de las “consignas” más raras que puede obedecer un individuo
consciente. Sólo han querido concedernos un derecho de descomposición bastante
perfeccionado. Es decir, la vida como renuncia, convencimiento de que nada
puede ser mejor.
Para ello en lugar de esa constitución que proclamaba Azaña:
flexible, leve, ligera, adaptada al cuerpo español sin que le embarace ni
moleste en ninguna parte porque un pueblo, en cuanto a su organización
jurídico-política, es antes de la constitución, entidad viva, la que emergió de
la Transición en el 78 se hizo geométrica, rígida, para conservar el régimen de
poder articulando un proceso de tránsito asumiendo la legalidad franquista y
con ella el estatus de los grupos sociales, económicos y financieros de la
dictadura. Se configuró un ambiente psicológico en que cualquier actitud de
ruptura con el pasado vaticinara un vértigo. Franco fue finalmente vencido por
la biología, derrota que padeceremos todos, pero el Estado, los intereses y las
influencias fácticas a las que cobijaba la arquitectura del régimen, superó el
trance con ese enjalbegado llamado Transición.
y ver
El Ministerio de Defensa también da validez al gobierno de Franco desde 1936
Nota del Blog. -
Reconozco mi ingenuidad a veces, en no ver
que nuestra democracia actual es una democracia inorgánica franquista ,
no orgánica pero si vigilada , el
franquismo es legal y eso que fue la anterior dictadura y eso que la Constitución del 78 teóricamente derogo las leyes orgánicas que
la contradecían , y el franquismo debía ser ilegal e ilegitimo , el artículo de
arriba de Antonio Molina me resulta
demoledor ...yo luche por la democracia
y lo pague con consecuencias
personales y lucho , pero mi
democracia no es esta . Ya lo sabía, pero a veces incluso uno lo
olvida y sueña. Pero hay otro problema
y es que el Tribunal Supremo, no puede
invalidar algo que el Parlamento aprobó
si fuera el Tribunal Constitucional sí.
Y estamos ya en un segundo caso, el otro fue la suspensión de los
diputados catalanes sin pedir el des
aforamiento al Parlamento... y que lo concediera. Y encima lo de Cataluña , ahora según el fiscal , es un golpe estado y el del 36 no .
Nota al texto ..(1)
Dice el ministerio de defensa . "En febrero de 1938, se dispuso que el
escudo central fuera el de los Reyes Católicos colocado sobre el pecho de un
águila negra y timbrado con una corona real abierta”. Es un error garrafal, muy
extendido, decir que durante el franquismo se adoptó el escudo de los Reyes
Católicos. No fue así: se INVENTÓ un escudo, NUEVO, el escudo franquista; eso
sí, rodeado por el águila de San Juan del escudo de los Reyes Católicos .Además
del Águila de San Juan, el régimen franquista incluyó en su simbología otros
elementos característicos de este periodo como es el yugo y el haz de flechas.
Resulta, en cualquier caso, fácil apreciar las diferencias entre ambos
escudos ..-Las alas se encuentran
plegadas en el escudo franquista, a diferencia del ave de los Reyes Católicos a
punto de iniciar el vuelo. Se sustituyó en el escudo franquista el Reino de
Sicilia por el de Navarra. El lema de Fernando e Isabel de «Tanto monta» se
cambió por «Una, grande y libre», situado en una banda alrededor del cuello del
águila. Las columnas de Hércules, que aparecieron en tiempos de Carlos I en la
heráldica hispánica, se encuentran fuera de las alas del águila en el escudo
franquista.
O sea en este caso , el Ministerio de Defensa no son unos ignorantes son franquistas.