jueves, 22 de agosto de 2024

Los medios de comunicación contra Julian Assange

 El nuevo fracaso del  "cuarto poder "

Julian Assange y los medios de comunicación

La liberación del periodista australiano, a fines de junio pasado, cierra un calvario de catorce años. Sin embargo, no reduce la responsabilidad de sus perseguidores. En este aspecto, Washington, Londres y Estocolmo actuaron con la complicidad de una institución que se supone que le dice la verdad al poder y protege a los inocentes: la prensa, por una vez bastante poco confraternal.

 

por Laurent Dauré

 Extracto

Desde el 25 de junio de 2024, y gracias a un acuerdo de “declaración de culpabilidad” firmado con el Departamento de Justicia estadounidense, Julian Assange quedó libre. Pero la prensa mundial no lanzó los fuegos artificiales eufóricos que hubiera recibido el retorno a la vida común de cualquier periodista encerrado durante catorce años por haber revelado crímenes de guerra. El ambiente editorial se mostraba alegre, es cierto, pero con una pátina de extraña moderación. “Sus acciones dividieron la opinión”, afirmaba el Guardian (26 de junio), principal diario de “izquierda” en el Reino Unido, que había publicado varias decenas de artículos hostiles al fundador de WikiLeaks. De modo invariable, los retratos consagrados al desenlace feliz perfilaban a un héroe decididamente poco recomendable: “un divulgador imprudente que puso vidas en peligro” (New York Times, 27 de junio), “alguien que busca publicidad” (BBC, 25 de junio), “un sospechoso de servir a los intereses de Moscú” (France Info, 25 de junio), en síntesis, “un personaje turbio” (Le Monde, 26 de junio). Para el vespertino, esa mala reputación se explicaba con facilidad: “Julian Assange no dejó de dar pasto a la controversia”. Una controversia que los periodistas mismos habían alimentado ampliamente antes de describirla como un hecho …

 

“No hay sino una manera de actuar: abatir ilegalmente a ese hijo de puta”. Desde el llamado a asesinar al “traidor” lanzado en Fox News en 2010 por el analista demócrata Robert Beckel hasta los editoriales de “apoyo” en forma de ajusticiamiento, pasando por las informaciones falsas del Guardian respecto de una supuesta conspiración entre Julian Assange, Donald Trump y Moscú en 2018, el periodista preso pudo apreciar los matices de la malignidad mediática (1). El tema central ya no era el mensaje –el contenido de las revelaciones de WikiLeaks y la realidad cruda del poder estadounidense que develaban–, sino la personalidad y la ética del mensajero, incluso su higiene corporal (Daily Mail, 12 de abril de 2019).

 

Se olvida con facilidad, de tan efímeras e interesadas que fueron, que las bodas entre WikiLeaks y la prensa tradicional se habían celebrado con gran pompa. Cuando la organización se propulsó al primer plano de la escena mundial en 2010 haciendo públicos documentos clasificados confiados por la lanzadora de alertas Chelsea Manning, analista de los servicios de información militares estadounidenses, ese maná alimentó antenas y columnas durante meses. WikiLeaks anudó entonces diversas colaboraciones con diarios prestigiosos para dar más eco a esas revelaciones abrumadoras para Washington: la conducta criminal de su ejército en Irak y Afganistán, el infierno de la prisión de Guantánamo o los entresijos turbios de la diplomacia de Estados Unidos.

 

“Controvertido”

 

Respecto de este último dossier, conocido con el nombre de “Cablegate”, el New York Times, el Guardian, Der Spiegel, El País y Le Monde aprovecharon ampliamente las primicias que extraían de los 250000 telegramas diplomáticos. El 24 de diciembre de 2010, la redacción de Le Monde designó a Julian Assange “hombre del año”. Todos sabían que ese proveedor de contenidos explosivos hacía gravitar una amenaza sobre el monopolio de la información legítima reivindicado por los medios ya establecidos pero, por entonces, reinaba una paz provisoria asentada en una división del trabajo: WikiLeaks alimentaba con datos brutos autentificados a los medios de comunicación, que los clasificaban y jerarquizaban –y después se coronaban de laureles. Los jefes editoriales no ignoraban nada de la filosofía libertaria de Assange que, como gran cantidad de expertos en informática de su generación, soñaba con una nueva Reforma que aboliera a los intermediarios que tuvieran compromisos con el poder. También, durante ese día de Navidad de 2010, Le Monde acompañó su elogio con una etiqueta –“la personalidad más controvertida del planeta”– que no abandonaría nunca más al fundador de WikiLeaks y que volvería a aparecer cada vez que las noticias judiciales impusieran a las direcciones editoriales referirse al asunto, entre largos períodos de indiferencia: “’cyber-guerrero’ recluido y controvertido” (L’Express, 11 de enero de 2018), “héroe controvertido de la libertad de informar” (Agencia France-Presse, 10 de diciembre de 2021), “héroe controvertido de transparencia a veces enturbiada” (Le Point, 7 de septiembre de 2020), “figura controvertida en el centro de las teorías del complot” (“Complorama”, France Info, 29 de abril de 2022). “Controvertido”: bajo su aparente objetividad, este adjetivo-adhesivo presenta la extraña propiedad de pegarse sólo en los zapatos de los disidentes del mundo  occidental (…)

 Artículo completo está  en Le monde diplomatique  en  español agosto  2024 . este  extracto es de la edición chilena.

https://www.lemondediplomatique.cl/2024/08/julian-assange-y-los-medios-de-comunicacion.html


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