La crisis migratoria de Bielorrusia muestra la hipocresía del humanitarismo europeo
Cyryl Ryzak
La sombría situación en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, donde miles de inmigrantes intentan cruzar a la UE, amenaza con convertirse en una crisis geopolítica mucho más grave. Varsovia y Bruselas acusan al presidente bielorruso Alexander Lukashenko de librar una "guerra híbrida" contra Polonia y Europa al alentar a los solicitantes de asilo de Oriente Medio, cuyo destino final es Alemania, a pasar por Bielorrusia. Alegan que el Kremlin respalda tácitamente la operación, en un intento por desestabilizar a los enemigos europeos de Vladimir Putin.
Mientras tanto, se está desarrollando una grave tragedia humanitaria, ya que los campamentos de migrantes que necesitan comida, refugio y atención médica están acumulándose en los congelados bosques fronterizos. La situación se ha vuelto tan desesperada que los migrantes han intentado asaltar la frontera desarmados, solo para ser repelidos por los guardias fronterizos polacos. En total se han registrado treinta y tres mil intentos de cruzar la frontera: un activista solidario comparó esta ida y vuelta con un partido de fútbol. El viernes, un emigrante sirio fue encontrado muerto cerca del pueblo de Wólka Terechowska, el noveno muerto desde que comenzó esta crisis.
Incluso si las acusaciones de la UE sobre los planes de Bielorrusia son ciertas, "guerra híbrida" es un término inapropiado para lo que está haciendo Lukashenko. Está intentando imponer un acuerdo a la UE, por el que se pague a Bielorrusia, como Turquía, por mantener a los inmigrantes fuera de Europa. En particular, su objetivo es conseguir que Bruselas levante las sanciones impuestas tras la represión de las protestas del verano pasado. También quiere seguir el ejemplo del presidente turco Recep Tayyip Erdoğan, a quien la UE ha otorgado 6.000 millones de euros en ayudas desde 2016 para mantener a los refugiados sirios en Turquía. El mismo Erdogan ha amenazado con abrir la frontera cuando cree que los europeos no lo están mimando lo suficiente. Esto no es una guerra, sino puro negocio: la forma de actuar de un oportunista inteligente con buen sentido comercial.
Europa denuncia los planes de Lukashenko de utilizar a los inmigrantes como peones. Sin embargo, su propia adicción a un régimen fronterizo represivo es lo que finalmente permite que se produzca tal situación. Lukashenko es muy consciente del racismo de una UE a la que le encanta hacer alarde de su humanitarismo y de la incapacidad de Bruselas para desmantelar la "Fortaleza Europa". Como resultado, bajo la presión de Lukashenko, la UE sufre a diario la vergüenza de contradecir abiertamente sus supuestos "valores".
La política anti-migrante de Polonia
Al otro lado de la frontera, en Polonia, el gobierno de Varsovia se ha aprovechado de la crisis fronteriza para impulsar sus credenciales "patrióticas". Invoca la tesis de la "guerra híbrida" para justificar su línea dura para evitar que los migrantes rucen, pero también para construir una postura nacionalista más amplia.
El partido gobernante Ley y Justicia (PiS) siempre se ha visto a sí mismo como la única fuerza que podría garantizar el orden en la Polonia capitalista posterior a 1989, incluso si los medios desplegados para este fin a menudo intensifican los antagonismos sociales, como se ha visto en la reacción contra sus políticas anti-aborto. La respuesta dura del PiS a la crisis es el resultado de su determinación de convertir en un gran espectáculo la preservación del "orden", incluso cuando la determinación con la que lleva a cabo sus acciones contribuye a una crisis aún mayor.
Ahora, la respuesta de Polonia a las masas apiñadas en su frontera ha sido repelerlas. El estado ni siquiera está utilizando su propio sistema de asilo en vigor. En cambio, ha comenzado a construir un muro en su frontera y ha enviado a trece mil guardias fronterizos y soldados para "proteger" la frontera de Polonia. Se han utilizado cañones de agua y gases lacrimógenos para hacer retroceder a los refugiados. El estado de emergencia ha estado vigente desde el 2 de septiembre, lo que hace casi imposible que periodistas, observadores de derechos humanos y trabajadores humanitarios lleguen a la frontera.
El gobierno polaco está hablando de realizar consultas conjuntas con sus socios de la OTAN en virtud del artículo 4 de la alianza, que solo puede invocarse si "la integridad territorial, la independencia política o la seguridad de cualquiera de las partes se ve amenazada". Esto significa militarizar aún más la situación.
Para el gobierno polaco, la crisis humanitaria y la escalada geopolítica es el precio que están dispuestos a pagar por la exaltación nacionalista. En referencia a la crisis, el primer ministro Mateusz Morawiecki calificó la frontera polaca no solo una línea en el mapa, sino "algo sagrado, por lo que generaciones de polacos derramaron su sangre". El 11 de noviembre, día de la independencia de Polonia, tanto el presidente del PIS, Jarosław Kaczyński, como el presidente polaco, Andrzej Duda, aprovecharon la ocasión para declarar que la patria estaba en peligro y debía ser defendida.
El PiS está utilizando la situación para impulsar su legitimidad como la élite de la nación polaca. De hecho, necesitaba esa oportunidad. En las últimas semanas, el gobierno se ha enfrentado al descontento por su conflicto con Bruselas, con el que se encuentra en un punto muerto en relación con miles de millones de euros de fondos de recuperación post-COVID. la Comisión retiene las transferencias debidas a Polonia por el control que el PiS quiere imponer sobre el sistema judicial. Bajo esta presión, el miedo a una ruptura total con la UE - una política impopular en Polonia, que es un beneficiario neto de la financiación comunitaria-, estaba dando fuerza a la oposición. Ahora, la histeria por la "guerra híbrida" bielorrusa ha fortalecido la posición del partido gobernante.
El refuerzo policial en la frontera bielorrusa, la movilización del ejército y la retórica grandilocuente de Duda, Kaczynski y Morawiecki han recibido hasta ahora el sello de aprobación de la UE. Los liberales europeos y los nacionalistas polacos, antes enfrentados, se han reencontrado gracias a una combinación de interés propio y autoengaño. El miedo patológico de Europa a los inmigrantes complementa la autocomplacencia patriótica del gobierno polaco. Todo ello es evidente para el astuto Lukashenko, que es lo suficientemente lúcido como para ver sus fallas y explotarlas.
Cyryl Ryzak
Sindicalista. Forma parte de un programa de investigación sobre el mundo del trabajo en Nueva York.
Fuente:
Traducción:
Enrique García
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