Fracaso del asedio
Francesc-Marc Álvaro
Determinados medios construyeron un relato de campaña según
el cual había un choque entre la derecha salvadora (que se había investido de
defensora en exclusiva de la Constitución) y la izquierda traidora (que
lideraba un PSOE que había cedido al chantaje de Podemos, independentistas,
nacionalistas y amigos de los etarras). Los inventores de esta fábula también
han perdido las elecciones del 28-A, porque la realidad que revelan las urnas
es otra: olviden el choque épico de la España constitucional y la anti-España,
la que querían liberar los tres caballeros bendecidos por Aznar. Todo es más
prosaico y miserable.
Lo que hemos vivido, durante meses, es el asedio
sobreactuado de una derecha radicalizada (y prisionera de los ultras de Vox)
contra el PSOE y los partidos que hicieron posible la moción de censura a
Rajoy. Este asedio sin reglas ha fracasado estrepitosamente y, de paso, ha
producido más votos para los socialistas y –hay que subrayarlo– más votos para
las dos bestias negras de la derecha tripartita: el independentismo catalán y
los partidos nacionalistas vascos. Para remate, el asedio de Casado y Rivera
(con el concurso de Abascal) ha debilitado al bloque de la derecha, que no
tiene suficientes diputados para una mayoría de gobierno. Para el PP, el asedio
ha sido una apuesta letal y, en otro país, Casado ya habría dimitido.
Las tres derechas, además de ensayar batallas culturales con
planteamientos torpes (como resucitar una revisión de la legislación del
aborto) han hecho pivotar su campaña sobre la crisis catalana, la España que se
rompe y el miedo a un “gobierno de Sánchez con Rufián, Otegi y Torra”.
Catalunya (y en menor medida el nacionalismo vasco) ha sido el espantajo
constante, con el concurso de medios que han hecho suyos los mensajes
desfigurados, distorsionados y falaces del PP, de Cs y también de Vox. El tiro
les ha salido por la culata: el PP y Cs no obtienen ningún diputado en el País
Vasco mientras, en Catalunya, los populares sólo logran uno y Arrimadas
conserva los cinco que ya tenía pero no crece con la fuerza que lo hace su
partido en el conjunto de España. Asimismo, Vox se despeña en todas las
nacionalidades históricas y Canarias, aunque consigue arañar un diputado por
Barcelona.
Es digno de reflexión que el discurso que PP y Cs han
emitido sobre el independentismo y Catalunya en general no tenga premio,
especialmente ni entre el electorado más alejado de los partidos que han
impulsado el proceso soberanista. También es indicativo de un cierto cambio de
clima que Cs no repita ahora el éxito que tuvo en los comicios del 21-D del
2017, que lo convirtieron en el grupo principal de la Cámara catalana y primero
de la oposición. El manual dice que si Rivera quiere llegar algún día a la
Moncloa –si aspira a desplazar al PP como opción grande de la derecha–, debería
aumentar considerablemente el porcentaje de voto que ha registrado en las
autonomías históricas, una cuadratura del círculo que a los populares sólo les
salió bien en las generales del 2000. Y eso pasó después del centrismo
sobrevenido del Aznar de la primera legislatura, que se inauguró con el pacto
del Majestic que firmaron PP y CiU, olvidando que la militancia derechista
había cantado eso tan constructivo de “Pujol, enano, habla castellano”.
Los medios de Madrid que han alimentado el relato del choque
y de la derecha como depositaria única de la Constitución deberían entonar el
mea culpa y admitir que no les ha servido de nada tragarse la propia propaganda
como si fuera análisis. A este periodismo del autoengaño le pasó exactamente lo
mismo cuando (con todos los recursos del establishment más inmovilista) quería
la muerte civil de Pedro Sánchez para que no ganara las primarias del PSOE
contra Susana Díaz, la candidata dócil de los mismos que ahora piden un gobierno
de coalición de PSOE y Cs que asegure –dicen– “la estabilidad, la moderación y
la seguridad jurídica”. Ciertas élites –descontentas con los resultados del
domingo– todavía desean creerse la fábula del asedio. David Jiménez, que fue
efímero director de El Mundo, resume muy bien el problema en su libro
testimonio El director, muy recomendable: “El sistema estaba perfectamente
engrasado y dependía de que ninguna pieza se moviera del lugar donde había sido
colocada. El poder económico protegía al poder político. El poder político
protegía al poder económico. La prensa protegía al poder económico”.
El asedio ha fracasado y la democracia –fatigada y siempre
imperfecta– ha funcionado bastante bien, contra el fatalismo y el desánimo,
contra los empeoradores. Celebremos, pues, que la democracia no haya cedido,
mientras contemplamos el espectáculo del líder del PP haciendo grandes
esfuerzos para ir al centro y definir –finalmente– como lo que son a los ultras
de Vox, a los que ofreció ministerios. Cuando la realidad desmiente
rotundamente tus planes, sólo hay un camino: repensar las ideas y cambiar las
actitudes, un ejercicio que no se hace de un día para otro. A partir de ahora,
quien sufre un asedio importante, dentro y fuera de su partido, es Casado.
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