miércoles, 29 de mayo de 2019

El estancamiento.


La base, congelada

Francesc-Marc Álvaro 

No hablo de las bases de pizza congeladas, esas que encontramos en el supermercado a punto para simular que somos maestros pizzeros. Hablo de la base –constantemente invocada desde el mundo independentista– que se tendría que ampliar si se quiere que la hipótesis de una secesión tenga detrás una mayoría social mayor de la que tiene hoy por hoy, a pesar de ser casi la mitad del país y estar muy movilizada. Las últimas elecciones nos han dicho que estamos, más o menos, donde estábamos: los votos a los tres partidos independentistas que se presentaban a las municipales en toda Catalunya (incluidos los votos reales de la CUP que el ministerio había dado mal) han llegado al 43,6%; en las europeas, los votos de JxCat y ERC suman un 49,8%. En todo caso, no se ha superado –tampoco esta vez– el umbral simbólico del 50% que el propio independentismo coloca cada vez como termómetro de su crecimiento.
Conclusión: la base se ha congelado. En las generales del 28 de abril, el independentismo (incluidas las papeletas del Front Republicà) obtuvo un 39,4%. El independentismo oscila entre el 40% y el 50%. Esta es la realidad hasta hoy. Recordemos que las elecciones catalanas del 27 de septiembre del 2015 –las consideradas plebiscitarias– dijeron que el proyecto de la independencia tenía el apoyo del 48%, cifra importante pero insuficiente para hacer según qué cosas. Junts pel Sí (que reunía a los convergentes, ERC, socialistas soberanistas y los ex-Unió independentistas) y la CUP no superaron el 50%, lo cual indicaba que no se había ganado el plebiscito, como dijo con total sinceridad Antonio Baños aquella noche electoral, mientras Mas y Junqueras callaban.
Estamos donde estamos. La base es elástica pero no se amplía, dejando de lado la distribución del voto en el territorio, un dato que pone de relieve otro de los problemas del independentismo: le cuesta mucho penetrar y asentarse en una parte del país, aunque es notable el crecimiento de ERC en el área metropolitana, fenómeno que indica cambios de fondo, no sólo demográficos. Anotaré, a beneficio de inventario, una realidad que empieza a no ser anecdótica: el voto de ERC y cupero metropolitanos es de jóvenes hijos de padres que votaban socialista, a diferencia de lo que pasa en comarcas, donde los padres convergentes han visto como los hijos eligen la papeleta de ERC y de la CUP.




El umbral del 50+1 se resiste a las fuerzas independentistas, un hecho tozudo que debería ser analizado seriamente y no debería ser soslayado en la conversación pública entre independentistas y entre estos y los que no lo son. Con todo, hay cosas que ya sabemos, sin necesidad de hacer estudio alguno. Por ejemplo, hay un discurso independentista que no amplía ninguna base, sólo da certezas exprés a los muy convencidos y, por tanto, es ineficaz estratégicamente. Por ejemplo, hay un estilo que es indescifrable en entornos donde históricamente los referentes del nacionalismo catalán han sido débiles o poco presentes. Por ejemplo: hay figuras que, supongo que sin querer, no atraen nuevo público, más bien lo expulsan. Todo esto se sabe y todo esto se admite en privado, por aquellos que podrían hacer algo. ¿Cuántas veces tendremos que repetir el mismo diagnóstico antes de que algunos quieran rectificar?
Simbolismos y cosas concretas. Puigdemont y ERC. Ahora tenemos este dualismo sobre la mesa. El votante independentista ha querido hacer dos cosas a la vez: premiar la actitud del president del 1 de octubre en Europa y premiar el cambio estratégico que ordena y lidera Junqueras. ¿Qué hacemos con este rostro de Jano independentista? Quiero decir, ¿cómo se gestiona esto políticamente? ¿Son compatibles las dos actitudes? Si algo se puede complicar, seguro que los catalanes lo complicaremos todavía más, lo llevamos en el alma.
En resumen: la base no se amplía pero el independentismo entra en una fase de barroquismo conceptual, que se podría resumir así: hacer una gran butifarra al Estado sin que eso impida normalizar el independentismo como opción de gobierno fiable y homologada. La cuadratura del círculo. Es lo que han dicho las urnas, donde la diferencia entre las papeletas obtenidas por Puigdemont en las europeas y las de JxCat en las municipales es de 13,3 puntos, cifra que debería hacer pensar a algunos y algunas, sobre todo a los y las que aconsejan a Waterloo y, después, lamentan el trompazo electoral que nace también de sus consejos, como si no formaran parte del problema. Lo hicieron con Mas y lo vuelven a hacer con Puigdemont.
Ampliar la base se está convirtiendo en un estribillo que cuesta entonar. Quizá hay que cambiar de metodología si se quiere llegar al 55% o más. Quizá lo que ha servido para conseguir el 49% resulta ineficaz para sumar aquel nuevo 15% que tal vez, según el momento, según quién lo proponga, podría subirse al carro. Quizá se ha mirado tanto en una sola dirección de la base que se han dejado de lado algunas parroquias que podrían ser interesantes.

Vamos votando y la base está congelada. Es una base muy importante, pero no permite decir ni hacer según qué cosas.
 Nota del Blog  .--

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