¿Por qué crece la economía española?
Por Albino Prada
Kaosenlared.
Es éste un modelo de recuperación que confirma al menos dos cosas. Que la devaluación interna solo está beneficiando la actividad turística y de contratación de servicios personales cada vez más precarios, y que los ajustes fiscales impiden que la inversión pública tome el relevo de la inversión privada.
Para el bienio 2015-2016 el INE estima un crecimiento económico en España del 3,2%, con una aportación de la demanda nacional del 3,3% en 2015 y del 2,8% en 2016. Lo que implica una contribución negativa de la demanda externa en 2015, y muy reducida en el 2016. Según el INE, más del 90% de nuestro crecimiento descansó en la demanda interna para el conjunto del bienio.
A pesar de su muy reducida aportación al crecimiento de la economía española debe anotarse en la demanda externa algún aspecto a destacar. Así el conjunto de la balanza de bienes y servicios ha pasado de fuertemente negativa, antes de la crisis, a ser positiva en casi un tres por ciento del PIB el año 2016. Esto podría ser síntoma de una mejora de nuestra competitividad comercial, pero ¿ha sido así?
De entrada el saldo total de la balanza comercial seguía siendo negativo en 2016. Pero debe añadirse que, aunque dejemos a un lado el saldo energético (que se ha tornado menos desfavorable por razones exógenas y se ha reducido a la mitad en los últimos años, de ser negativo por 45.000 millones a serlo solo en 16.000), el saldo comercial no energético aún sigue siendo negativo. De manera que nuestra competitividad comercial explica en escasa medida la mejora del saldo externo total.
Porque si dejamos a un lado el viento de cola que ha supuesto el abaratamiento de los hidrocarburos en este pasado bienio, la mejora del saldo externo total debe ser imputado sobre todo a los servicios, y dentro de ellos a los turísticos (muy favorecidos por la devaluación salarial interna y la demanda centroeuropea). Una balanza de servicios que anotó en 2016 un saldo positivo por casi un 4,5% del PIB, saldo que compensa sobradamente el, decreciente, déficit de la subbalanza energética y del resto de mercancías. Podría decirse que la devaluación salarial interna no habría mejorado tanto nuestra competitividad comercial cuanto nuestro negocio turístico.
Cabe incluso matizar aquella mejora del saldo comercial no energético en un sentido problemático: ya que el factor decisivo ha sido la congelación nominal de las importaciones a niveles del año 2007 (otro efecto de la devaluación interna) como se observa en el siguiente gráfico con un índice 122 en 2016 prácticamente igual al 121 de 2007. Lo que quiere decir que si la tendencia de nuestras importaciones no energéticas continuase en la senda anterior a la crisis abría neutralizado y absorbido toda la mejora exportadora.
De manera que la, con todo, reducida aportación del motor externo al crecimiento ha de imputarse, por un lado, a la buena coyuntura de los precios de los hidrocarburos (que abarata nuestras elevadas importaciones), y, por otro, a una devaluación interna que ha frenado las importaciones no energéticas y ha impulsado al mismo tiempo nuestra balanza de servicios turísticos.
En ausencia de estos comportamientos nuestra mejora en el desempeño comercial exportador habría sido insuficiente para mejorar la aportación de nuestra demanda externa al crecimiento del PIB. O, dicho de otra forma, la devaluación interna (salarial, laboral y de rentas) aplicada a la economía española no habría activado el motor externo a pesar de haber contado con el abaratamiento de las importaciones no energéticas y provocado la congelación de las no energéticas.
El motor interno
Analicemos ahora el factor sin duda determinante de la recuperación en el bienio 2015-2016: la demanda interna. Con un crecimiento medio en torno al tres por ciento es aquí donde se sitúan las mayores luces, y también las sombras, de nuestro modelo de recuperación. Y ello aunque comprobemos que mientras en el último trimestre del 2015 dicha demanda crecía a tasas del 3,8%, apenas lo hacía ya al 2,2% en el último trimestre del 2016.
En cualquier caso se agolpan las preguntas: ¿porque crece tanto la demanda interna española? ¿Y cómo lo puede hacer en un país con la mayor tasa de paro y de desigualdad social de la UE?. Tres vectores explicarían, de forma desigual, ese impulso de la actual recuperación. Los recogemos en una gráfica trimestral para el conjunto del bienio.
El primer vector, en cuanto a crecimiento interanual, habría sido la inversión empresarial hasta mediados del pasado año. Una inversión empresarial en bienes de equipo (cabe suponer que producto de una recuperación de los márgenes empresariales y de las rentas no salariales en el PIB que también confirma el INE) que sería un factor determinante de primer orden hasta ese momento, pero que en la actualidad ya crece menos intensamente que el conjunto de la economía. Tampoco en el otro vector tradicional de la inversión (la constructora) anota tasas de crecimiento superiores al 2% en 2016. En suma: el conjunto de la inversión presenta una fuerte tendencia a la desaceleración en los últimos trimestres.
Un segundo vector que ayudó a nuestra recuperación fue el consumo público, pero solo a consecuencia de la suavización del ajuste de las cuentas públicas a lo largo del año electoral de 2015. Esta segunda fuerza habría entrado en agudo declive ya a lo largo de todo el año pasado. El retorno a la senda austericida que marca, y supervisa, Bruselas estaría detrás de esa tendencia hacia el crecimiento cero que recoge la gráfica.
De manera que, a finales del pasado año, solo nos restaba una fuerza impulsora del crecimiento: el consumo doméstico o de los hogares. Consumo que se movía según el INE en perfecto ajuste al del PIB total de nuestra economía.
Es éste el factor explicativo menos diáfano y coherente con la elevada tasa de paro, de bolsas de pobreza y de desigualdad del país. Podrían identificarse –sin embargo– dos factores que, pese a ello, explicarían su crecimiento: que sean las rentas medias-altas las que protagonicen ese empujón, y que esta magnitud se vea afectada por las rentas de hogares de residentes extranjeros inactivos.
Aun así no deja de ser una anomalía que el consumo de los hogares en España crezca a tasas muy superiores a las que lo hace en una economía como la alemana, como bien se observa en otro gráfico.
En mi opinión esto sólo cabe imputarlo a un efecto riqueza derivado de la devaluación salarial y de la deflación de precios en favor del cuarenta por ciento de hogares de mayor renta (ya que en el resto de los hogares son mayoría los que llegan con dificultades a fin de mes). Si se quiere un ejemplo: un aumento del consumo en hogares de renta media alta derivado de los ahorros en pago de servicios domésticos que se habrían abaratado mucho en los últimos años.
Resumen final
La actual recuperación de la economía española finalizó el año 2016 con una dependencia casi absoluta del motor interno vinculado al consumo de los hogares de rentas media-altas. Ni la inversión, ni el consumo público, ni la demanda externa están contribuyendo significativamente a dicha recuperación.
Es éste un modelo de recuperación que confirma al menos dos cosas. Que la devaluación interna solo está beneficiando la actividad turística y de contratación de servicios personales cada vez más precarios, y que los ajustes fiscales impiden que la inversión pública tome el relevo de la inversión privada.
De mantenerse ambas políticas, devaluación laboral-salarial interna y ajustes fiscales, el crecimiento se irá desacelerando necesariamente, dependiendo cada vez en mayor medida del consumo de los sectores de la población de mayor renta. Un problemático modelo de crecimiento ya que alimenta –y está alimentado– por la desigualdad social.
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Albino Prada es doctor en Economía y ensayista
Y ver ..
http://ctxt.es/es/20170322/Politica/11708/Entrevista-Randall-Wray-euro-pol%C3%ADtica-monetaria-renta-basica.htm
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http://ctxt.es/es/20170322/Politica/11708/Entrevista-Randall-Wray-euro-pol%C3%ADtica-monetaria-renta-basica.htm
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