domingo, 12 de noviembre de 2023

Gaza y la guerra económica mundial.

 Israel, Gaza y la guerra económica mundial

Emiliano Brancaccio

Comentando la extensión de los frentes de guerra en Oriente Medio, el Presidente de la República, Sergio Mattarella, ha declarado: "El mundo ha cambiado a peor, no por culpa de un virus, sino por el miserable comportamiento humano". Cierto, pero no suficiente. El problema, añadimos nosotros, es comprender qué grandes mecanismos están induciendo al comportamiento humano a dar paso a una nueva época desdichada de hierro y fuego.

No puede decirse que los comentaristas de la corriente dominante estén ayudando a desentrañar semejante arcano. En lugar de preocuparse por comprender los hechos, los "geopolíticos" parecen dedicarse a una cuestionable labor de persuasión, que consiste en suscitar emociones y reflexiones sólo a partir de un momento arbitrariamente elegido. Nos instan a horrorizarnos y a tomar partido, por ejemplo, sólo a partir de la violencia de Hamás del 7 de octubre de 2023, mientras sugieren que apaguemos nuestros sentidos y cerebros cuando se trata de la transformación israelí de Gaza en una prisión al aire libre, o sobre otros crímenes y fechorías cometidos por los distintos actores implicados y anteriores a esa fecha. Además, por si la arbitrariedad del corte temporal no fuera suficiente, proponen examinar los conflictos bélicos como mera consecuencia de tensiones religiosas, étnicas, civiles e idealistas. Casi nunca como el resultado violento de disputas económicas.

Guerra en Gaza: poner los intereses económicos en el centro

Digamos las cosas como son. Si el objetivo es comprender la cruda realidad que nos rodea, la contribución de estos analistas es inútil.

Para desenterrar los desencadenantes de la actual dinámica bélica, puede entonces ser de ayuda un método algo más sólido, inspirado en algunas aportaciones recientes de la investigación "histórico-materialista". Este método no descuida los determinantes religiosos, culturales o ideales de los conflictos, pero los subordina a un mecanismo más general y poderoso de la historia, que sitúa en el centro de la investigación los factores materiales y los intereses económicos que alimentan los vientos de guerra. En esencia, sigue al dinero para descifrar el movimiento del desafortunado comportamiento humano.

Recientemente, esta metodología se ha aplicado al conflicto de Ucrania, en un libro nuestro [1] y luego en un llamamiento titulado "Las condiciones económicas para la paz" que publicamos en el Financial Times y Le Monde, así como en estas mismas páginas. [2]

Estas aportaciones han recibido mucho apoyo de los miembros de la academia de los Lincei y de otros varios, pero también críticas de algunos detractores. Entre ellos, hay quienes han argumentado que nuestro método de investigación no sirve para explicar conflictos "no económicos", como el palestino-israelí. En realidad, no debería ser difícil detectar algún elemento "económico" en un enfrentamiento entre dos pueblos caracterizados por altas tasas de crecimiento demográfico y destinados a disputarse una irrisoria porción del mundo. Pero no se trata sólo de presiones demográficas. Tal como argumenté en el Istituto Gramsci, aún antes de la nueva erupción de violencia, el conflicto no resuelto entre Israel y Palestina, que tiene su punto de máxima fricción en Gaza, es un factor importante en las enormes contradicciones, de naturaleza económica, que están alimentando las tensiones militares mundiales. Veamos por qué.

Qué tiene que ver la crisis hegemónica de la economía estadounidense con Gaza

El punto de partida de nuestra interpretación es el hecho, reconocido por las propias diplomacias occidentales, de una crisis hegemónica de la economía norteamericana. El capitalismo norteamericano sigue manteniendo el liderazgo mundial en tecnología y productividad. Sin embargo, de la gloriosa era del libre comercio mundial, los Estados Unidos heredaron una carga nada desdeñable de problemas, competitividad y desequilibrios relacionados. Aunque se caracteriza por un crecimiento inferior al de China y otros grandes países emergentes, la economía norteamericana presenta un continuo exceso de importaciones sobre exportaciones y un pesado pasivo exterior neto resultante, que ha alcanzado la cifra histórica de 18 billones de dólares.

Aunque el billete verde sigue siendo preeminente en el orden monetario, semejante desequilibrio es cada vez más difícil de gestionar. Entre otras cosas, guarda cierta relación con las actuales dificultades para financiar campañas militares en todo el mundo. Si en los gloriosos días del globalismo los Estados Unidos expandían deuda y milicias en el extranjero casi de la mano, hoy ese glorioso circuito "militar-monetario" atraviesa sin duda una crisis. El gigante norteamericano se encuentra así en medio de una difícil transición histórica, de adaptación al nuevo y menos terso escenario mundial.

Las razones del giro proteccionista de Washington

Un signo crucial de esta transición histórica norteamericana lo constituye un cambio colosal en la política económica internacional. Tomando nota de los problemas de competitividad y deuda externa surgidos durante la fase globalista, los Estados Unidos tuvieron que actuar dialécticamente: es decir, abandonaron la vieja línea de apertura al libre comercio mundial y dieron marcha atrás, inaugurando una estrategia de levantamiento de barreras proteccionistas, tanto comerciales como financieras, que denominan “externalización amistosa” (“friend-shoring”).

En la práctica, con criterios económicos selectivos, muy diferentes de los del pasado, los norteamericanos intentan dividir el mundo en dos listas: por un lado, los "amigos" y aliados occidentales con los que hacer negocios, y, por otro, los "enemigos" a los que mantener alejados. Entre los "enemigos", la cúpula estadounidense incluye a los países exportadores que han acumulado créditos con los Estados Unidos y que en algún momento podrían utilizar sus activos para adquirir empresas norteamericanas: China en primer lugar, pero también otros varios tenedores de deuda norteamericana situados en el Este y, en pequeña medida, hasta Rusia. En resumen, en Washington se hace necesario evitar el riesgo de una "centralización del capital" en manos orientales. El giro proteccionista norteamericano sirve en última instancia a este propósito.

El punto de inflexión de la guerra en Ucrania y la cuestión energética

Es fácil ver que este cambio de cartas sobre la mesa no es del agrado de China, Rusia y los demás acreedores del Este. Su argumento es que los Estados Unidos ya no están en condiciones de cambiar a su antojo el orden económico mundial según las conveniencias de la fase histórica. No es casualidad que varios altos exponentes de la diplomacia internacional hayan entendido la guerra de Ucrania como un parteaguas, sobre todo para poner a prueba la firmeza del nuevo orden proteccionista decidido unilateralmente por los estadounidenses.

Pero hay también una dificultad inherente a este giro proteccionista. El problema es que, en el diseño norteamericano de dividir el planeta en bloques económicos, la cuestión energética resulta aún más espinosa de lo que era en la época de la globalización. Un nodo crucial estriba en que el bloque occidental liderado por EEUU es en gran medida una economía que importa energía y materias primas y luego las procesa.

Sin duda, con las nuevas tecnologías de extracción, los norteamericanos  han mejorado su balanza comercial energética. Y también es cierto que la llamada "transición ecológica" está reduciendo lentamente la dependencia occidental de los grandes exportadores de combustibles fósiles. Pero en conjunto, el bloque de los llamados 'amigos' seguirá necesitando energía y materias primas del exterior durante mucho tiempo.

Trump, Biden, los Acuerdos de Abraham y las consecuencias para Gaza

Y aquí llegamos a las actuales tensiones en Oriente Medio. El giro proteccionista norteamericano está en la raíz de los infames "Acuerdos de Abraham" de 2020 y los tratados anejos al mismo. Estipulados por Trump, pero también impulsados por Biden, esos acuerdos pretenden "normalizar" las relaciones de Israel con los grandes productores árabes de energía y, más en general, con los países de mayoría musulmana ricos en recursos naturales. El objetivo está claro: facilitar el reposicionamiento de esos países en el enérgico bloque económico occidental. Se trata de un elemento decisivo para completar el gran mosaico de la "externalización amistosa" norteamericana.

La diplomacia internacional, sin embargo, siempre ha admitido que esa pieza tiene varios puntos débiles. Uno de ellos es que los acuerdos de Abraham con Bahrein y Emiratos Árabes y, en perspectiva, con Arabia Saudí, y los tratados anexos con Marruecos, Sudán y otros, dejan completamente sin resolver el problema de Palestina y la Franja de Gaza. Tanto es así que la diplomacia norteamericana ha tenido que hacer un atrevido ejercicio retórico, afirmando que el proceso de "normalización de las relaciones con Israel no substituye a la paz entre israelíes y palestinos". Un argumento embarazoso por su vacuidad.

La cuestión palestina debilita el proyecto norteamericano

En esencia, en las negociaciones para la "normalización" de las relaciones entre Israel y los productores árabes de energía, quienes actuaron para dejar sin resolver la cuestión palestina han afectado más o menos conscientemente al proyecto norteamericano de dividir la economía mundial en bloques con mucha mayor profundidad. Sólo teniendo en cuenta este punto de fragilidad sistémica de la "externalización amistosa" es posible comprender el significado y las implicaciones generales de la agresión de Hamás en territorio israelí, del inicio de la reacción militar de Tel Aviv y de las amenazadoras consecuencias no sólo en Gaza sino en todo Oriente Medio.

Gaza, China y la idea de que "la externalización amistosa" es insostenible

Indicativa, en este sentido, lo es la postura de la principal contraparte en la escena mundial. El gobierno chino ha argumentado que los nuevos enfrentamientos entre Israel y Gaza son un claro indicio de la inestabilidad no sólo del Acuerdo de Abraham, sino también del IMEEC, el corredor entre India, Oriente Medio y Europa que los norteamericanos patrocinan como ruta comercial opuesta a la nueva Ruta de la Seda china. Para Pekín, en resumen, los intentos norteamericanos de cortar el mundo en dos son precarios. El resurgimiento de la cuestión palestina es una prueba más de que es insostenible el proyecto proteccionista norteamericano de la  "externalización amistosa".

Todavía está por ver si se confirma o no la tesis china de la insostenibilidad de la “externalización amistosa”. Sin embargo, destaca un hecho de entre la evidencia: el giro de EEUU hacia esta forma de proteccionismo unilateral constituye actualmente el principal desencadenante del desafortunado comportamiento humano tendente a la guerra. Es la principal causa material de que el mundo esté cambiando a peor.

La paz, el capitalismo ilustrado y el papel de Europa

El llamamiento a las "condiciones económicas para la paz" apunta a una vía para la disminución de las tensiones militares internacionales. La condición previa es que los norteamericanos den un paso atrás en su estrategia de dividir la economía mundial en bloques de "amigos" y "enemigos". Y que los chinos acepten un plan para regular, políticamente y no en términos de mercado, el enorme crédito que han acumulado con los Estados Unidos.

Para que esta solución de "capitalismo ilustrado" tenga alguna esperanza de éxito, Europa podría desempeñar un papel importante. Al fin y al cabo, la propia posición de la UE como activo extranjero le brinda oportunidades políticas que los norteamericanos no tienen. Pero la idea de Europa como "agente de paz", que Romano Prodi evocó en un debate conmigo hace unos años, parece abrumada por la realidad de unas instituciones de la UE supeditadas al agresivo proteccionismo norteamericano [3]. Sin embargo, la lección que hay que aprender de los continuos enfrentamientos en la Franja de Gaza, pero también en Cisjordania y en la frontera entre Israel y el Líbano, debería ser clara. En ausencia de "condiciones económicas para la paz", las contradicciones capitalistas internacionales nos empujan hacia la obscuridad de una guerra a gran escala.

Notas

[1] Brancaccio, E., Giammetti, R., Lucarelli, S. (2022). La guerra capitalista. Competizione, centralizzazione, nuovo conflitto imperialista. Mimesis, Milán.

[2] Brancaccio, E., Skidelsky, R., et al. (2023). The economic conditions for peace - the economic conditions that make wars more likely, Financial Times, 17 de febrero (trad. it. Le condizioni economiche per la pace, Econopoly del Sole 24 Ore, 17 de febrero; trad. fr. “Les conditions economiques de la paix”, Le Monde, 12 de marzo).

[3] Brancaccio, E., Prodi, R. (2017), “Orizzonti europei. Dialogo tra Romano Prodi ed Emiliano Brancaccio sulla storia e il futuro dell’UE”, Micromega, nº 5 (reproducido en: Brancaccio, E., Non sarà un pranzo di gala, Meltemi, Milán, 2020).

Fuente: Sinistrainrete, 27 de octubre de 2023.

https://www.sinpermiso.info/textos/economia-y-geopolitica-repercusiones-de-la-guerra-en-gaza-dossier *


domingo, 5 de noviembre de 2023

El fin del "orden internacional ( Occidental) basado en reglas" .

 

Palestina da la puntilla a la hegemonía occidental y su "orden internacional basado en reglas"

ALBERTO CRUZ

Occidente se acaba de suicidar con su apoyo al genocidio y limpieza étnica en Palestina, desapareciendo vertiginosamente lo poco que quedaba de su hegemonía

  La cumbre de los BRICS de agosto supuso el punto de inflexión del fin de la era del mundo unipolar hegemonizado por Occidente (1). Pero por si hubiese alguna duda sobre esto, la actual situación en Palestina no solo lo pone de relieve, sino que lo refuerza. A partir de ahora ya nada será igual.

 Occidente está en las últimas y ya no tiene ninguna baza para retener su hegemonía: ni política, ni cultural, ni militar, ni económica. Nada. La paliza que está recibiendo en el país 404, antes conocido como Ucrania, es de las que hacen época y ahora acaba de saltar Palestina. Quienes piensen que el régimen sionista de Israel va a ganar harían bien en replanteárselo. No está nada claro. Esta es la razón por la que a mediados de octubre el presidente de EEUU hizo algo muy inusual, dar un discurso a la nación en el que dijo las verdades del porquero: "estamos en un punto de inflexión porque el actual orden mundial se ha quedado sin fuerza". Es la primera vez que se dice de forma abierta porque ya no se pueden poner más puertas al campo. Y lo dijo justificando la postura de EEUU de apoyo a Ucrania y a Israel porque ambos son "existenciales para la seguridad e intereses de EEUU".

 No es que el "actual orden mundial se haya quedado sin fuerza", como dice Biden, sino que ya no existe. Hay otro mundo en marcha, un nuevo orden multipolar donde la hegemonía occidental desaparece y más con la constatación a nivel planetario de la hipocresía, cinismo y doble moral que Occidente está mostrando con el genocidio y limpieza étnica que el régimen sionista israelí está implementando en Gaza. Y este nuevo orden multipolar tiene ya sus propias estructuras e instituciones que son claramente la alternativa a las occidentales y en las que ha asegurado, hasta ahora, su hegemonía. Son la Organización para la Cooperación de Shanghai, los BRICS, el Banco Asiático de Inversiones e infraestructuras, el Nuevo Banco de Desarrollo, la Nueva Ruta de la Seda...

 De forma especial están los BRICS, que ya superan en Producto Interior Bruto, en términos de paridad del poder adquisitivo, al fantasmagórico G-7 de "los países más ricos e industrializados del mundo", como le gusta repetir a un decrépito Occidente, sabiendo que es irreal. Con la ampliación de los BRICS a partir de enero del año que viene, la distancia entre ellos y el fantasmagórico G-7 hará que este último se convierta casi en irrelevante.

 Pero a esto hay que añadir la otra gran apuesta de los BRICS: el comercio en moneda propia. Esto no solo es un impulso más a la desdolarización de la economía mundial (el 32'5% del comercio entre los países BRICS es ya en sus propias monedas) sino que está suponiendo que el euro empiece a caer en la irrelevancia: en dos años, es decir, con la crisis de Ucrania, el euro ha perdido la friolera de 14 puntos porcentuales en el comercio internacional, pasando del 38'43% al 24'42%. En términos técnicos eso significa que el euro está comenzando a ser excluido de los pagos internacionales (2).

 La razón principal es el irracional vasallaje a EEUU, especialmente por las sanciones -ilegales, según el derecho internacional-, la otra razón que hay que tener en cuenta es que cada vez más países utilizan el pago en sus monedas nacionales en su comercio internacional. Si antes el euro era una alternativa al dólar que utilizaban muchos países, ahora ya no lo es. El euro pierde valor porque lo pierde Europa. El jardín, como dijo Borrell, se marchita.

La debilidad de la economía europea es evidente como consecuencia de la crisis energética que se vive por el, también irracional, rechazo al gas ruso y la dependencia del gas estadounidense, cuatro veces más caro que el ruso (y que Europa está pagando en dólares). Ahora que se cumple un año desde la voladura del gasoducto "Corriente del Norte 2" sin que Europa haya dicho ni mú ante una agresión tan flagrante, la cosa adquiere mayor relieve.

 La inflación sigue haciendo de las suyas, Alemania está oficialmente en recesión desde hace medio año y la elevación de las tasas de interés está empobreciendo a la población. Eso repercute en las deudas nacionales y eso arrastra al euro al abismo.

 Pero donde hay que poner la atención es el aumento de los pagos en monedas nacionales que se está produciendo en el mundo como consecuencia de las sanciones impuestas a Rusia y que han sido vistas por el resto del planeta como una agresión y una amenaza a ellos mismos. Cada vez más países lo hacen, y tras la ampliación de los BRICS la tendencia aumentará para evitar riesgos y reducir la dependencia occidental. Y entre EEUU y su dólar y Europa y su euro, el más débil es quien se resiente. Aunque ambos se resentirán más a partir del 1 de enero de 2024, cuando la ampliación de los BRICS sea efectiva. Se ha dicho que todos los nuevos integrantes se van a adherir al sistema BRICS PAY, que es en el que comercian desde 2018 los integrantes históricos y que, como ya he apuntado más arriba, supone el 32'5% del comercio intra-BRICS, aunque el primer país que lo ha anunciado formalmente es Irán.

 Como es lógico, hay un ganador y un perdedor de todo esto. El ganador es EEUU, que ha visto cómo el dólar se ha reforzado debido a la caída del euro. Ese aumento se debe en gran medida a la sustitución de los pagos internacionales que antes se realizaban en euros. ¿Quiere decir eso que se frena la desdolarización de la economía mundial? Pues no. Su proporción en las reservas de divisas de los estados está disminuyendo constantemente. El claro perdedor es Europa, que está entrando en la irrelevancia geopolítica.

 El impulso final del proyecto sionista y la resistencia palestina

 Con todo esto en marcha, y dado el papel relevante que va a tener Arabia Saudita al ser aceptado como nuevo miembro de los BRICS, Occidente - bajo la dirección de EEUU - puso en marcha dos iniciativas complementarias: la primera, intentar competir con la Nueva Ruta de la Seda china anunciando la constitución de un corredor económico UE-India-Arabia Saudita-Israel; la segunda, complementaria de la primera, impulsar la normalización política entre Arabia Saudita e Israel. Sin esta última, la primera no será posible.

 Sin embargo hubo algo que no se tuvo en cuenta, ni por unos ni por otros: Palestina. O para ser más exacto, la resistencia palestina. Porque la normalización entre Arabia Saudita e Israel aceleraba la culminación del proyecto sionista de anulación del pueblo palestino y la creación del Gran Israel, algo en lo que sin pudor había insistido el primer ministro israelí en su discurso ante la Asamblea General de la ONU de mediados de septiembre.

 Y es que enlazando las dos cosas está el gas que se ha descubierto en las aguas de Gaza y que hacen que todo lo anterior sea si no irrelevante sí al menos no tan pomposo como se ha vendido. Porque el gas es la única riqueza que tendría el hipotético Estado palestino, dado que lo que hay en la actualizad son 43 minizonas aisladas entre sí y, por lo tanto, sin viabilidad económica alguna. No puede haber un Estado palestino viable sin unidad geográfica ni recursos.

 Junto a esto, el estado sionista llevaba varios meses impulsando medidas políticas para culminar el proyecto sionista: la reconstrucción de la Tierra de Israel (que tuvo su punto culminante cuando Netanyahu presentó en la ONU un mapa en el que desaparecía cualquier atisbo de Palestina); la institución de la Ley Judía (Halajá), que despoja a los no judíos de su estatus legal, es decir, deja a los ya ciudadanos de segunda clase, los árabes israelíes, sin ser ni siquiera ciudadanos; y la construcción del Templo Judío en el Monte del Templo, es decir, lisa y llanamente, la destrucción de la Mezquita de Al-Aqsa.

 La penúltima provocación dos semanas antes del 7 de octubre fue determinante para la respuesta de la resistencia palestina. Hay que recordar que ya en el año 2000 hubo otra provocación en el mismo sentido y generó la Segunda Intifada, cuyo gran logro fue que se obligó a Israel a abandonar Gaza. Esta es la razón por la que la resistencia palestina ha denominado a su operación militar "Tormenta de Al-Aqsa".

 Frente a lo que machaconamente está repitiendo Occidente y sus medios de propaganda, antes llamados de comunicación, la operación de la resistencia palestina no fue únicamente ejecutada por Hamás, sino por otras tres organizaciones: la Yijad Islámica, el Frente Popular de Liberación de Palestina y el Frente Popular de Liberación de Palestina-Comando General. Es evidente que el predominio y hegemonía es de Hamás, pero las cuatro organizaciones actúan de forma coordinada.

 Para la resistencia palestina era una cuestión de "ahora o nunca" debido a la inacción de los colaboracionistas de la mal llamada Autoridad Palestina y no solo tenían que romper la estrategia sionista sino obligar al mundo a posicionarse ante lo que era, de hecho, el fin de Palestina porque Israel insistía en sus cuatro noes: no al Estado palestino soberano, no al reconocimiento de los derechos históricos y políticos de Jerusalén Este, no al desmantelamiento de las colonias y no al derecho al retorno.

 Además, la resistencia palestina actuó teniendo el abrumador respaldo de la población no solo de Gaza, sino de Cisjordania. En junio, el Centro Palestino de Investigación, financiado por la Fundación Konrad Adenauer (democristiana alemana), tuvo que reconocer en una encuesta que el 71% de los palestinos apoyarían a los grupos armados para una escalada armada o una tercera intifada y que el 82% se oponía a la política colaboracionista de la mal llamada Autoridad Palestina deteniendo o reprimiendo a estos grupos (3).

 Miedo y vulnerabilidad de Occidente 

Como es sabido, a Occidente le importa una higa la opinión de los pueblos. Imbuido de su profundo colonialismo, no ha tardado en asumir el doble discurso israelí sobre "otro 11 de septiembre" (de 2001), dirigido a EEUU, y "es otro holocausto", dirigido a Europa. Discursos que para el resto de mortales, o sea, nosotros, ha sido resumido en el simple "terrorismo". Y todo ello arropado con el mantra de "derecho a la legítima defensa".

 Esto no oculta otra cosa que el miedo y la vulnerabilidad de un Occidente que ve cómo su hegemonía desaparece a gran velocidad y que, como tuvo que reconocer Biden en su discurso, tanto esto como Ucrania se convierten en existenciales. Por lo tanto, la condena a los palestinos estaba asegurada porque un sector muy mayoritario - excluyendo a los colaboracionistas de Fatah - ha demostrado su firme voluntad de luchar contra el colonialismo.

 Así, se les ha criminalizado permanentemente y han sido habituales las expresiones de "bestias", "animales", "bárbaros", "terroristas"..., expresiones que, por supuesto, no se han repetido con los genocidas israelíes ni siquiera con el bombardeo a hospitales o a campamentos de refugiados. Occidente ha deshumanizado a los palestinos y ha sacado a la luz algo que dijo Frantz Fanon cuando habló del comportamiento genocida de Francia en Argelia: "las víctimas del colonialismo nunca lograrán persuadir a sus colonizadores europeos de su sufrimiento y profundo deseo de libertad".

 El hecho es que Palestina se niega a morir en silencio y quiere narrar su propia historia, como también ha tenido que reconocer, muy tarde, el propio Secretario General de la ONU cuando dijo eso de que "es producto de 56 años de ocupación".

 26 resoluciones de la ONU contra Israel y el derecho internacional

 No hay que remontarse a 1948, cuando se divide Palestina y se otorga a los judíos, minoría muy minoritaria entonces, la mayor parte de la tierra. Basta con ir a 1967 cuando en la ONU se aprueban dos resoluciones emblemáticas: la 242 y la 338. La primera hace referencia al reconocimiento a la soberanía e integridad de Israel que iba acompañado de la retirada de los Territorios Ocupados y de la solución a los refugiados expulsados en 1948. La segunda hacía referencia a paz por territorios.

 Ni que decir tiene que Occidente se quedó con la primera parte de la resolución 242, prescindiendo de la segunda, y que de la resolución 338 nunca dijo nada. Pero es que desde entonces la ONU ha aprobado otras resoluciones contra Israel. En total, son 26 resoluciones de la ONU las que condenan a Israel por la anexión de territorios, la construcción de asentamientos, la expulsión y desplazamiento de palestinos, la denegación del derecho al retorno, la confiscación y expropiación de tierras, la destrucción y demolición de casas...

 Occidente lleva un año y medio levantando la bandera de la única resolución que aprobó la ONU contra Rusia cuando lanzó su "operación militar especial" en Ucrania. No ha levantado ni un dedo para recordar, no ya denunciar a Israel, estas resoluciones. Por eso Occidente no habla del derecho internacional y sí insiste en eso del "orden basado en reglas". Su orden y sus reglas porque el derecho internacional le estorba y molesta.

 Entre otras cosas, porque el derecho internacional es muy claro: "Israel, como potencia ocupante, debe cumplir escrupulosamente con sus obligaciones legales según lo dispuesto en la IV Convención de Ginebra".

 ¿Y qué dice la IV Convención de Ginebra? Establece derechos para el ocupado y obligaciones para el ocupante. Uno de los derechos es "el reconocimiento del derecho del pueblo ocupado a utilizar todo tipo de lucha, incluyendo la lucha armada, para liberarse del colonialismo". Unas de las obligaciones son, por ejemplo, que "el poder ocupante no puede utilizar castigos colectivos contra la población civil" (art. 33); que "la potencia ocupante no podrá proceder a la evacuación o transferencia de una parte de su población civil al territorio ocupado" (art. 49); que "el poder ocupado no tiene el deber de obedecer al ocupante, que es responsable del bienestar del territorio ocupado, de ofrecer condiciones dignas de vida, garantizar la sanidad, la higiene pública, la asistencia y educación de los niños" (art. 50); que "el ocupante tiene que respetar la propiedad privada del ocupado" (art. 55)...

 El fin del "orden internacional basado en reglas"

 Si Occidente se acaba de suicidar con su apoyo al genocidio y limpieza étnica en Palestina, desapareciendo vertiginosamente lo poco que quedaba de su hegemonía, lo mismo se puede decir de su "orden internacional basado en reglas". Es un mantra que viene repitiéndose desde 2008, pero que se ha acentuado desde el apoyo al golpe nazi en Ucrania el 2014 y que cogió su cenit en junio de 2022 cuando Biden dijo que "la acción de Rusia en Ucrania podría marcar el fin del orden internacional basado en reglas y abrir la puerta a la agresión en otros lugares, con consecuencias catastróficas en todo el mundo". Nadie de entre sus vasallos, especialmente Europa, dijo nada de la omisión al derecho internacional.

 Posteriormente, la Cumbre de la OTAN de junio de 2022 en Madrid advirtió tanto a Rusia como a China que las democracias del mundo "defenderían el orden basado en reglas". A partir de aquí, no hay ni un solo dirigente de Occidente que no haya hecho lo mismo. Solo ahora, cuando se constata el genocidio que lleva a la práctica Israel y cómo está pasando factura a sus valedores occidentales, aparece de forma tímida e inconsistente la referencia al derecho internacional. Ya es tarde para ello. Occidente ha bombardeado cualquier atisbo de acuerdo con el resto del mundo, que no va a tardar en pasar factura a tanto cinismo, hipocresía y colapso moral.

 Occidente está agonizando y va a morir matando, como se pone de manifiesto en Gaza. Nada de su estructura de dominio puede salvarse a medio plazo. La base económica y geopolítica sobre la que se construyó la superestructura institucional de la gobernanza global liberal-occidental simplemente ha desaparecido. El viejo orden está más allá de la salvación; ya ha surgido otro nuevo aunque, parafraseando a Gramsci, estamos viviendo una época de monstruos e Israel es uno de sus principales.

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 Notas

 (1) "La era del mundo unipolar hegemonizado por Occidente ha llegado a su fin", https://lahaine.org/gE84

 (2) https://www.swift.com/es

 3) https://pcpsr.org/en/node/944

 www.nodo50.org/ceprid/

 Texto completo en: https://www.lahaine.org/mundo.php/palestina-da-la-puntilla-a

 

 

 

 

miércoles, 1 de noviembre de 2023

Israel, la quiebra de un sueño

 Israel, la quiebra de un sueño

 

Por Michael Roberts 


Fuentes: thenextrecession.wordpress.com


El pasado mes de marzo Israel celebró su 75 aniversario como Estado.  La revista The Economist comentó:

Hoy Israel es enormemente rico, más seguro de lo que ha sido durante la mayor parte de su historia y democrático: es decir, si se está dispuesto a excluir los territorios ocupados” (¡sic!). Ha superado guerras, sequías y pobreza con pocas dotes naturales aparte del valor humano. Es un caso atípico en Oriente Próximo, un centro de innovación y un ganador de la globalización.

Estas palabras parecen ahora una broma de mal gusto si tomamos en cuenta los acontecimientos de las últimas semanas o, también, si nos fijamos en la verdadera historia del Estado israelí.

Esa historia es la de unos inmigrantes judíos que llegaron a Palestina con el gran objetivo de establecer un Estado refugio para los judíos en su patria junto a los habitantes árabes que las habitaban. Muchos de estos sionistas soñaban con que Israel se convirtiera en una sociedad socialista modelo, con una propiedad comunal y gestionada a través de comunas locales o kibutz como alternativa democrática al gobierno de jeques y generales en los Estados árabes.  La realidad fue que, en la práctica, los inmigrantes judíos que se instalaron en Palestina y establecían el nuevo Estado socialista sólo podían hacerlo expulsando violentamente a cientos de miles de árabes de sus hogares y de sus tierras.

Ahora bien, gracias a la combinación de una inmigración masiva (que duplicó la población judía), de enormes inversiones extranjeras de las comunidades judías ricas y de capital estadounidense, así como la creación de una fuerza militar potente, la economía de Israel creció muy rápidamente a partir de 1948. Fue la edad de oro del capitalismo de posguerra, cuando las tasas de beneficio eran elevadas y la inversión fuerte. Por tanto, fue posible inaugurar una nueva economía muy rápidamente. El PNB creció a una tasa media anual del 10,4% entre 1948 y 1972. El capital necesario para construir la economía israelí procedía de transferencias de ayuda y préstamos estadounidenses, pagos de reparación alemanes y la venta de bonos del Estado israelí en el extranjero. La rentabilidad se mantuvo alta controlando los precios y los salarios y evitando así que los ingresos reales de los trabajadores aumentaran demasiado.

Pero desde mediados de los años 60, como en el resto de las economías capitalistas avanzadas, la rentabilidad del capital en Israel cayó bruscamente hasta, aproximadamente, principios de los 80. Esto condujo a crisis económicas como parte de la recesión internacional de 1974-1975 y 1980-1982. También llevó a una nueva guerra con los Estados árabes en 1973. En este punto de la historia de la economía israelí, resulta muy útil observar la rentabilidad del capital israelí a partir de la década de 1960, tal y como proporciona la Base de Datos Mundial de Rentabilidad.

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El gráfico muestra claramente la brusca caída de la rentabilidad hasta tocar fondo en la depresión mundial de 1980-1982.  Entre 1973 y 1985, el crecimiento del PNB descendió a cerca del 2% anual, sin que se produjera un aumento real de la producción per cápita. Al mismo tiempo, la tasa de inflación se descontroló, alcanzando un máximo del 445% en 1984 y el déficit de la balanza de pagos con el resto del mundo llegó a máximos.

El llamado Estado socialista democrático de Israel tenía que desaparecer si los capitalistas israelíes querían prosperar. Y así, como en muchas otras economías capitalistas, los israelíes eligieron gobiernos que pretendían acabar con el socialismo y abrir la economía al capital sin restricciones, al tiempo que reducían el Estado de bienestar de Israel y el apoyo a colectivos como el kibutz. Israel entró con fuerza en la era neoliberal que, globalmente, duró las dos o tres décadas siguientes.

En 1983, la Bolsa de Tel Aviv se desplomó, haciendo estallar una enorme burbuja financiera que llevaba años creciendo. El gobierno derechista del Likud culpó a los bancos.  Se hizo cargo del Banco Hapoalim, que tenía el control directo e indirecto de unas 770 empresas y controlaba alrededor del 35% de la economía israelí, con el objetivo de privatizar todos estos activos estatales. Finalmente, el Estado vendió los tres principales bancos: Bank Hapoalim, Bank Leumi y Bank Discount a capitalistas privados. La industria de las telecomunicaciones y los puertos también fueron privatizados.

En una política calcada a la de Reagan en EE UU y a la de Thatcher en el Reino Unido, entre 1986 y 2000 se vendieron 83 empresas estatales por un total de 8.700 millones de dólares estadounidenses. La aerolínea nacional ELAL, la red de telecomunicaciones Bezeq, todos los grandes bancos y otros cinco grandes conglomerados fueron vendidos a compradores seleccionados por el gobierno. Entre los compradores se encontraban muchos de los más ricos de Israel, junto con judíos estadounidenses adinerados y otros conglomerados extranjeros. Ninguna de estas empresas cotizaba en bolsa para su venta. Por ejemplo, el gobierno vendió Israel Chemicals Ltd. a la familia Eisenberg a través de una licitación privada que se llevó a cabo entre 1993 y 1997.

Durante un tiempo, estas medidas ayudaron a que subiera la rentabilidad del capital israelí: en nuestro gráfico de rentabilidad, se observa una duplicación de la tasa de beneficios entre 1982 y 2000.  Pero el aumento de la rentabilidad fue impulsado principalmente por una nueva afluencia de inmigrantes tras el colapso de la Unión Soviética y procedentes del norte de África. La inmigración abarató los costes laborales, mientras que tras los acuerdos de Oslo se produjo un periodo de aparente «tregua» con los árabes que permitió una afluencia aún mayor de inversiones extranjeras.

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Fue el periodo de la expansión de las empresas start-up de alta tecnología por las que Israel se ha hecho famoso y de la aparente integración de la economía israelí en una economía mundial en rápida globalización. Apodada la nación de las start-ups, Israel cuenta ahora con más de 7.000 start up activas.

Pero esto no ha durado. En el siglo XXI, como muchas otras economías emergentes, la economía capitalista de Israel encuentra cada vez más dificultades. Por supuesto, la gran diferencia [el resto de economías emergentes] es que en su guerra perpetua con los Estados árabes vecinos, Israel ha contado con el respaldo total de Estados Unidos y del capital occidental.  Así que, incluso enfrentándose al conflicto permanente con sus vecinos árabes y a los levantamientos de los palestinos desplazados, ha sido capaz de sobrevivir económicamente y también de desarrollar una formidable fuerza militar.

Irónicamente, la inmigración masiva procedente de la antigua Unión Soviética, la importación de trabajadores extranjeros y el rápido crecimiento natural de la población árabe local, han hecho que Israel sea cada vez menos un Estado judío en términos de población y que siga siendo relativamente pequeño, con algo menos de 10 millones de habitantes. Pero el impacto de las políticas neoliberales y la desaceleración económica no han provocado un giro a la izquierda. Por el contrario, el miedo a los ataques árabes y el fracaso de cualquier oposición socialista alternativa eficaz han provocado el auge de los partidos políticos religiosos y étnicos. El capital israelí ha jugado las cartas de la raza y la religión para evitar cualquier confrontación en relación a sus fracasos económicos y sociales.

Las crisis económicas han continuado a intervalos regulares en el siglo XXI.  En 2003, Netanyahu recortó las prestaciones sociales, privatizó más empresas estatales, redujo el tipo máximo del impuesto sobre la renta, recortó drásticamente los servicios del sector público e impuso leyes antisindicales.  Siguió la Gran Recesión de 2008-2009 y luego el desplome pandémico de 2020, cuando el PIB cayó un 7%. El declive económico relativo de la economía israelí se revela en la tasa de crecimiento real del PIB en la Edad de Oro, la crisis de rentabilidad de los años 70, el periodo neoliberal y, ahora, en la Larga Depresión de los años 2010 en adelante.

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En los últimos diez años, los kibutz colectivos han desaparecido rápidamente para ser sustituidos por viviendas suburbanas de alta gama. El valor de la tierra se ha disparado con la especulación inmobiliaria. Se ha producido una erosión continua de la financiación de la sanidad y de otros servicios públicos, lo que ha provocado un aumento del coste privado de la sanidad que se añade a las crecientes diferencias en el acceso a los servicios entre quienes tienen dinero y quienes no.

El sueño socialista del primer Estado israelí ha dado paso ahora a la realidad capitalista.  La brecha entre las rentas más bajas y las más altas en Israel es la segunda más alta del mundo industrializado y el índice de pobreza infantil sólo es superada por México entre los países desarrollados. Por promedio, uno de cada tres niños israelíes vive en la pobreza y una de cada cinco familias subsiste muy por debajo del umbral de la pobreza.

Israel es uno de los países de renta alta más desigual. El 50% más pobre de la población gana una media de 57.900 NIS, mientras que el 10% más rico gana 19 veces más. Así, los niveles de desigualdad son similares a los de EE UU., con el 50% inferior de la población ganando el 13% de la renta nacional total, mientras que la parte del 10% se lleva el 49%.

Por supuesto, la pobreza y la brecha de desigualdad es mucho mayor para las y los ciudadanos árabes de Israel, que representan alrededor del 20% de su población. Pero el índice de pobreza también es elevado en las comunidades judías ortodoxas, que representan una décima parte de la población. En cuanto a Gaza y Cisjordania, los niveles de pobreza son horrendos.

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En marcado contraste, la concentración de riqueza en Israel es la segunda más alta del mundo occidental. Entre los notorios feudos familiares figuran: Arison, Borovich, Danker, Ofer, Bino, Hamburger, Wiessman, Wertheim, Zisapel, Leviev, Federman, Saban, Fishman, Shachar, Kass, Strauss, Shmeltzer y Tshuva. Estas familias controlan colectivamente una quinta parte de los ingresos generados por las principales empresas de Israel y estas 500 empresas principales representan el 40% del sector empresarial y el 59% de los ingresos nacionales.

Esta última guerra no hará caer la economía israelí. El gobierno cuenta con el apoyo militar y financiero de Estados Unidos.

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La guerra continua puede beneficiar a los fabricantes de armas y a los militares, pero a largo plazo reduce la rentabilidad y la inversión en los sectores productivos de la economía. Y para los trabajadores, aparte de la horrible pérdida de vidas, significa una camisa de fuerza para mejorar sus condiciones de vida y el desarrollo humano.

Los gobiernos capitalistas de Israel no tienen solución para el interminable conflicto con el pueblo árabe bajo su ocupación y en sus fronteras. Ahora, con el estallido de otra guerra a un nivel grotescamente intensificado de violencia y represalias, las dulces palabras de The Economist en el 75 aniversario de Israel saben muy agrias, tanto para la población palestina como para la israelí.

¿Continuará así durante otros 75 años?

Traducción: viento sur

Fuente original: https://vientosur.info/israel-la-quiebra-de-un-sueno/

martes, 31 de octubre de 2023

Ucrania ha desaparecido de los medios.

 

Los medios occidentales «cancelan» el conflicto de Ucrania, mientras la cobertura del genocidio palestino expone sus mentiras y falsas noticias

 tts-admin thetruthseeker|

 

 28 de octubre de 2023

 La saturación de la cobertura mediática occidental de los terribles acontecimientos ocurridos en Gaza durante las últimas tres semanas se debe en gran parte a la onerosa necesidad de desviar la atención del escándalo y la debacle de la guerra por poderes de la OTAN en Ucrania.

 La horrenda violencia y el sufrimiento en Gaza han dominado el ciclo informativo mundial. Esto es lógico, dada la terrible escala del desastre en el que más de 7.000 personas, principalmente civiles y casi la mitad de ellas menores, han muerto en las últimas tres semanas a causa de los bombardeos y el asedio israelíes.

 Las cifras de muertos se quedan obsoletas en un día, tal es la destrucción asesina y sin sentido por parte del régimen israelí. Y, sin embargo, Joe Biden y otros políticos occidentales minimizan esta criminalidad al tratar de poner en duda las cifras de víctimas. Qué absolutamente despreciable es la complicidad de Biden y sus cómplices occidentales con este genocidio.

 Pero lo que también es notable es la abrupta cancelación de Ucrania como noticia por parte de los medios occidentales. El descenso generalizado del interés en Ucrania es realmente sorprendente. La precipitada caída en la cobertura de los medios occidentales refleja cómo la guerra por poderes en Ucrania fue siempre una agenda geopolítica artificial, desprovista de cualquier supuesto principio de democracia occidental.

 Durante casi 19 meses, las hostilidades en Ucrania han estado plasmadas en todos los medios de comunicación occidentales. El conflicto fue descrito como el mayor en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Los gobiernos y los medios de comunicación occidentales condenaron rotundamente a Rusia por su supuesta agresión hacia Ucrania y se proclamó histéricamente que toda Europa estaba amenazada por una posible invasión rusa si Ucrania no era defendida.

 La violencia en Ucrania fue retratada como una manifestación sangrienta de la “gran narrativa” del presidente estadounidense Joe Biden sobre una lucha maniquea global entre “democracia y autocracia”. Al público occidental se le sermoneó que era de vital importancia que se gastaran cientos de miles de millones de dólares y euros para apoyar a Ucrania contra la supuesta beligerancia rusa porque este conflicto era una línea en la arena para los supuestos valores democráticos y la civilización occidentales.

 Esta narrativa siempre fue una parodia de las proporciones de Hollywood. Como discernieron acertadamente muchas personas informadas (aquellas que no confían en la propaganda de los medios de comunicación occidentales), el conflicto en Ucrania fue y es una guerra indirecta contra Rusia ordenada por Estados Unidos y su vehículo militar de la OTAN. La guerra es parte de una lucha geopolítica más amplia del bloque imperialista occidental liderado por Estados Unidos contra Rusia, China y otras naciones de un mundo multipolar emergente que repudia la hegemonía dominada por Estados Unidos.

 Lamentablemente, la prueba de ese análisis la demuestra la obscena violencia genocida en el Medio Oriente. Durante las últimas tres semanas, el régimen israelí respaldado por Occidente ha estado masacrando impunemente a civiles palestinos. Estados Unidos y la Unión Europea han respaldado efectivamente esta criminalidad bajo el fraude del “derecho a la autodefensa” de Israel, y los medios occidentales han amplificado y reforzado este fraude con sus informes distorsionados.

 Por supuesto, esta agresión sorprendentemente criminal ha dominado el ciclo informativo mundial. Todos los medios de comunicación del mundo han quedado paralizados por la barbarie, aunque difieren en su perspectiva sobre cuánta culpa hay que atribuir al régimen israelí o al grupo militante palestino Hamás que desencadenó la escalada de violencia con la matanza en masa de 1.400 israelíes el 7 de octubre (ahora está quedando claro que muchas de esas muertes en realidad fueron causadas por el uso indiscriminado y excesivo de fuerza letal por parte del ejército israelí.)

 En cualquier caso, lo importante aquí es el repentino cese de la cobertura mediática occidental de la guerra en Ucrania. Durante las últimas tres semanas apenas se ha mencionado ese conflicto. Esta absoluta ausencia es fantástica. Durante meses, la guerra en Ucrania recibió una cobertura continua y saturada –aunque con un giro propagandístico antirruso– y luego, sin más, queda un vacío en cualquier atención a lo que antes se había anunciado como una crisis existencial para Europa y la civilización democrática occidental.

 No es que las hostilidades en Ucrania realmente hayan disminuido. Lejos de ello, la batalla entre las fuerzas del régimen de Kiev respaldadas por la OTAN y el ejército ruso ha sido tan feroz como en meses anteriores. Sólo durante la última semana, se estima que más de 2.000 soldados ucranianos fueron asesinados por las fuerzas rusas en el frente de las regiones de Donetsk, Kherson y Zaporozhye.

 ¿Cómo se explica esa ausencia en los medios occidentales? Parte de la “cancelación” del conflicto de Ucrania en la cobertura de los medios occidentales se debe al fracaso de la contraofensiva respaldada por la OTAN que se lanzó a principios de junio. Esa empresa militar fue promocionada como el esperado avance contra las fuerzas rusas después de meses de suministro de armas pesadas por parte de la OTAN antes de la contraofensiva. La táctica ha sido un anticlímax desastroso para la OTAN. Se han perdido hasta 90.000 soldados ucranianos en cuatro meses, lo que suma un total de 400.000 muertes de militares ucranianos en todo el conflicto hasta el momento. El gran impulso de la OTAN ha sido una enorme calamidad. Líneas de defensa rusas a lo largo de una franja del antiguo territorio de Ucrania oriental (ahora parte de la Federación de Rusia) están llegando hasta Crimea y el Mar Negro, y permanecen completamente intactas e invulnerables.

 El gasto de 200 mil millones de dólares en ayuda militar y de otro tipo por parte de Estados Unidos y la Unión Europea para apuntalar un régimen nazi corrupto en Kiev puede verse ahora como la mayor farsa y escándalo de los tiempos modernos. Por lo tanto, los gobiernos occidentales y sus serviles medios de comunicación no deben permitir que el público occidental vea este grotesco desperdicio de dinero y vidas humanas. Hay que desviar de algún modo la atención pública para evitar las resonantes repercusiones políticas.

 La matanza de palestinos que se está produciendo en Gaza y en el territorio ocupado de Cisjordania es una vergüenza mundial que ciertamente merece atención prioritaria. Se debe convocar inmediatamente un alto el fuego y poner fin a los asesinatos en masa y al asedio. Se deben defender los derechos de los palestinos y se debe buscar urgentemente una solución de paz adecuada al conflicto en un marco legal y diplomático genuinamente negociado, no en el proceso falso que Washington y la Unión Europea han estado promoviendo durante décadas.

 Sin embargo, incluso el amplio enfoque de los medios occidentales en la violencia en Gaza no se debe a una preocupación genuina por los hechos, y mucho menos por la verdad o la justicia. Se trata, como siempre, de un encubrimiento de los crímenes del régimen israelí y de la complicidad de los Estados occidentales en el genocidio de décadas contra los palestinos. Un genocidio que se ha prolongado durante 75 años desde la creación del Estado de Israel en 1948 mediante subterfugios británicos y estadounidenses, como ha explicado esta semana nuestro columnista Finian Cunningham.

 No, la saturación de la cobertura mediática occidental de los terribles acontecimientos ocurridos en Gaza durante las últimas tres semanas se debe en gran parte a la onerosa necesidad de desviar la atención del escándalo y la debacle de la guerra por poderes de la OTAN en Ucrania.

 La rapidez y conveniencia de cancelar la historia de Ucrania por parte de los medios occidentales y sus gobiernos son una muestra poderosa. Las supuestas preocupaciones sobre Ucrania nunca se referían ni a principios ni a la supuesta narrativa de defender la democracia. Si había alguna sustancia creíble en esa narrativa, ¿cómo se puede prescindir de ella tan fácilmente? Es digno de contemplar cómo los medios occidentales simplemente han abandonado a Ucrania como si fuera un producto dañado que ya no sirve para nada o, peor aún, un trapo sucio.

 Es una tragedia diabólica más en el largo sufrimiento del pueblo palestino. El régimen israelí respaldado por Occidente no sólo los aniquila, los mata de hambre y les niega sus derechos humanos básicos. Su sufrimiento es también una prueba conmovedora del cruel engaño y la criminalidad de Estados Unidos y sus socios occidentales en Ucrania.

 Fuente:  

 https://www.thetruthseeker.co.uk/?p=275031 

lunes, 30 de octubre de 2023

Palestina retrata la política occidental .

 

                                   

Palestina retrata la política occidental

 Rafael Poch

La impunidad que los cómplices occidentales brindaron a Israel durante décadas, convirtió a sus dirigentes en estúpidos además de criminales.

Los tres principales países europeos, Reino Unido, Francia y Alemania se han declarado, junto a Estados Unidos e Italia, “unidos y coordinados para garantizar que Israel pueda defenderse”. Palestina lleva muchos años retratando la política occidental. Gracias a ese apoyo, el invocado derecho de Israel a la existencia, un derecho verdadero que ningún estado capaz de conculcarlo pone en duda, se traduce en el derecho a la aniquilación de los palestinos. La suma de la herencia colonial europea y la responsabilidad europea por el genocidio de seis millones de judíos europeos tiene por absurda y trágica consecuencia permitir que Israel se proponga y cometa la destrucción de los palestinos no solo como entidad política y nacional, sino como sociedad.

Esos tres países fueron primero responsables del colonialismo judío en Palestina. El Reino Unido por la declaración de Balfour de 1917 prometiendo un hogar al sionismo en tierras que había que quitar a otros. Alemania por el holocausto que lógicamente, precipitó posteriormente el éxodo masivo hacia aquellas tierras. Francia, por su complicidad en la detención, deportación y eliminación de judíos vía el colaboracionismo de su gobierno con Hitler.

Esos mismos países fueron a continuación responsables por pasividad del incumplimiento de un acuerdo de paz alcanzado en 1993 en Oslo por el que los palestinos renunciaron a la lucha armada a cambio de la formación, en el plazo de cinco años, de su estado en Gaza y Cisjordania, de acuerdo con las resoluciones de la ONU. Tres años después de la firma de aquellos acuerdos, el general israelí que los firmó, Isaac Rabin, fue asesinado, no por los palestinos, ni por Irán o algún estado árabe, sino por un extremista religioso judío. Su sucesor como primer ministro y también general, Ariel Sharon, torpedeó los acuerdos de Oslo. El firmante palestino de los acuerdos, Yaser Arafat, acabó recluido en su sede palestina y murió en 2004, probablemente envenenado por Sharon, recuerda el veterano ex periodista de Beirut Rene Naba Chronique audio : Israël / Palestine – Madaniya

Los palestinos no tuvieron su estado, Israel continuó ampliando sus asentamientos ilegales, se retiró militarmente de Gaza para convertirla en prisión, sin que los países europeos, dijeran ni hicieran nada a efectos prácticos. Hace cuarenta años que no hacen nada, más allá de subvencionar el mantenimiento de la prisión israelí con infraestructuras, que el ejército ocupante destruye periódicamente en sus incursiones. Al contrario, premiaron a Israel con relaciones privilegiadas con la Unión Europea.

Respecto al papel de Estados Unidos no es necesario extenderse: han sido el principal apoyo de la continua violación israelí del derecho internacional y las resoluciones de la ONU. Sin ese doble apoyo americano y europeo, la actitud de Israel sería diferente y el fin de 75 años de colonialismo, una figura del siglo XIX insostenible en el siglo XXI, mucho más probable.

Todo ha sido dicho ya sobre esto hace años. (Véase aquí Rafael Poch – La loca carrera de Israel (grijalvo.com) y aquí Europa y Gaza, de Rafael Poch en los Blogs de La Vanguardia el 21/01/2009 | Reggio’s Weblog dos muestras de 2009). A nadie se le escapa que ahora será peor. Mucho peor. Se anuncia una masacre sin precedentes. La ley israelí, según la cual una muerte judía vale cien muertes palestinas, actuará una vez más para lavar la humillación de que el cuarto ejército del mundo haya sido sorprendido desde la cárcel a cielo abierto más vigilada del planeta por un grupo de milicianos suicidas. Con la importante salvedad de las odiosas y atroces muertes indiscriminadas y toma de rehenes de civiles inocentes, la fugaz incursión de los milicianos recuerda al desesperado levantamiento judío del gueto de Varsovia de abril-mayo de 1943: humillación de la potencia racista ocupante y, pasada la sorpresa, devastación del gueto. En eso estamos.

La loca carrera de Israel sigue su curso, pero en condiciones cada vez más inquietantes por su contexto de múltiple y creciente tensión bélica internacional. Israel es un país pequeño sin recursos naturales y rodeado de estados hostiles y poblaciones árabes radicalizadas por décadas de injusticia y doble rasero. En las propias metrópolis europeas, Londres, París, Berlín…, donde se prohíben las manifestaciones en apoyo a Palestina, se palpa esa tensión. Estados Unidos, el gran valedor de Israel, está en posición delicada. Su guerra por poderes en Ucrania se ha convertido en un agujero negro. (90.000 bajas ucranianas desde el inicio de la desastrosa contraofensiva el 4 de junio, según declaró Putin el 5 de octubre, y el dato es creíble). Las reservas de armamento de su ejército están agotadas. El Pentágono se está preparando abiertamente para la guerra con China mientras libra indirectamente una guerra contra Rusia. Por si fuera poco, Biden está en el centro de la pelea en el interior del establishment americano, sin precedentes por la criminalización entre candidatos adversarios a las presidenciales del año que viene.

Con la excepción de Europa, la posición internacional de Estados Unidos está yendo a menos en todo el mundo. El gobierno estadounidense es menos potente ahora de lo que lo ha sido en cualquier momento del periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, recuerda el activista y abogado canadiense Dimitri Lascaris.Palestinians launch devastating offensive when the U.S. can least afford it – Dimitri Lascaris: Activist Journalist Lawyer Y eso es así no solo en África, América Latina y Asia, sino particularmente en Oriente Medio como ha dejado bien claro el acuerdo entre Irán y Arabia Saudí con mediación china y antes rusa. Pese a la voluntad saudí de acercarse a Israel, las burdas provocaciones en la mezquita de Al Aqsa revientan cualquier voluntad del infame “guardián de los santos lugares” por alinearse con Israel.

Si los dirigentes de Israel hubieran tenido la previsión y la humildad de comprender que el dominio de Estados Unidos no podía durar para siempre, habrían firmado la paz con los palestinos hace mucho tiempo en condiciones favorables cuando su protector dominaba los asuntos mundiales, pero la impunidad de Israel durante décadas convirtió a sus dirigentes en estúpidos. Desperdiciaron repetidamente oportunidades de paz en condiciones favorables, porque lo querían todo. Toda la Palestina histórica, cada centímetro de ella. Ahora están atrapados por su propia arrogancia y codicia”, dice Lascaris. Y concluye: “en este delicado momento, lo último que necesita el gobierno de Estados Unidos es otra conflagración en Oriente Medio. Sus fuerzas militares están sobrecargadas, su reputación está maltrecha, su política interior es un caos. Si Biden y su círculo íntimo tuvieran algo de sentido común, le dirían en privado a Netanyahu que Israel debe responder con considerable circunspección. Por desgracia no hay motivos para creer que eso es lo que vaya a hacer la administración Biden”.

 

https://rafaelpoch.com/2023/10/14/palestina-retrata-la-politica-occidental/#more-1325

viernes, 27 de octubre de 2023

Guerra, paz y periodismo .


                                                                             


 Guerra, paz y periodismo en el genocidio del pueblo palestino

 Por Virginia Pérez Alonso

  | 27/10/2023 |  

 «Ninguna guerra es justa. Cuando no se hallan maneras de resolver políticamente los desacuerdos, la guerra no es otra cosa que la demostración de la ineficiencia diplomática o, peor, su inoperancia frente a los grandes intereses».

 Estas dos frases son las más duras de un artículo de Chantal Maillard, poeta y filósofa española nacida en Bélgica, Premio Nacional de Poesía y Premio de la Crítica, que fue rechazado por los medios en los que habitualmente colabora.( ¿ El País ? )

Este rechazo ilustra muy bien el momento en el que estamos, una ola belicista en la que quien renuncia a surfearla, queda automáticamente arrinconado.

 No es algo nuevo

Ahora que el desigual conflicto entre Israel y Palestina vuelve a la palestra, no está de más recordar el apoyo cerrado a Israel de los principales Gobiernos occidentales/USA/OTAN/UE. Apoyo que es recogido en los medios de comunicación globalizada sin aportar prácticamente contexto y sin una perspectiva periodística de derechos humanos y del entorno ecológico.

 Pero déjenme que les hable del libro La guerra es la salud del Estado (Ediciones El Salmón). Los dos breves ensayos que contiene fueron escritos por Randolph Bourne en 1917 y1918. Bourne mantuvo desde 1914 una postura antibelicista que lo enfrentó a casi toda la izquierda estadounidense. Acabó marginado y expulsado de los medios en los que escribía.

 Según él, los Estados se sirven de la guerra para extender su dominio más allá de sus fronteras y aplastar cualquier disidencia interna con leyes de excepción.

 En el primero de los ensayos (La guerra y los intelectuales), Bourne escribe:

 «Una clase intelectual totalmente racional habría llamado insistentemente a la paz y no a la guerra. Durante meses, la necesidad apremiante ha sido la de una paz negociada, para evitar la ruina de un callejón sin salida. Esta misma habilidad política, empleada con determinación en aras del intervencionismo militar, ¿no habría podido asegurar una paz que no hubiera supuesto el sometimiento de ninguno de los dos bandos?».

 Y en páginas anteriores:

 «Los intelectuales se han identificado con las fuerzas menos democráticas de nuestra sociedad. Han asumido el liderazgo para la guerra de esas mismas clases contra las que viene luchando la democracia estadounidense desde tiempos inmemoriales; sólo en un mundo en el que no quedara rastro de la ironía podría una clase intelectual entrar en guerra a la cabeza de semejantes cohortes antiliberales en la causa declarada del liberalismo y la democracia mundial. No ha quedado nadie para señalar la naturaleza antidemocrática de este liberalismo de guerra: en tiempos de fe, el escepticismo es el más intolerable de los insultos».

 Un siglo después, en lo que respecta a la guerra de Ucrania, estamos prácticamente igual. Asistimos a un malabarismo intelectual y dialéctico en el que la paz y la guerra se vuelven equivalentes: Ucrania puede ganar aun cuando pierda, y Rusia pueda perder aun cuando parezca ganar.

 «Si quieres la paz, prepárate para la guerra», decía Vegetius, un alto aristócrata romano conocido por su belicismo radical y por haber inspirado a los ideólogos del fascismo italiano.

 Y eso es precisamente de lo que nos intentan convencer: de que a la paz se llega con la guerra y, en este caso, con el aplastamiento de los rusos. Un discurso que han mantenido, por ejemplo, Los Verdes alemanes/amarillos.

 En esa línea argumental, nadie agrede, todos se defienden. Pero entonces, ¿a qué llamamos paz? ¿A la no violencia o a la defensa de un statu quo?

 En ese marco, el discurso de guerra justa y la justificación del envío de armas han sido aceptados mayoritariamente por la ciudadanía, sin mayores reparos. Entre otros motivos, porque los medios mediáticos globalizados de comunicación así lo reflejaron y lo siguen reflejando.

 Y esto por qué sucede? Por distintos motivos

 1. En sociedades acostumbradas a consumir información en forma de píldoras y en las que todo se simplifica al máximo, cuando toca analizar una realidad compleja se da una necesidad de identificar a un malo y a un bueno. Recordemos que la película siempre comienza cuando alguien se siente agredido y se tiene que defender.

 Es mucho más fácil y eficiente (en términos de impacto en las audiencias) moverse en blancos y negros en lugar de bucear entre los grises. Porque los grises generan dudas, preguntas, incertidumbres, reflexiones y necesitan de tiempo, ese bien en peligro de extinción. Y en esos matices la figura del bueno y del malo quedan diluidas.

 Como todas las guerras, la de Ucrania podría haberse evitado si los Estados implicados hubieran actuado sobre seguridad Rusa las causas que motivaron la invasión. Esto señala de igual manera a Ucrania, Rusia, Estados Unidos, a los países de la OTAN y a la UE. Algo que es compatible con la condena sin paliativos de la invasión de Rusia.

 Pero es mucho más fácil visualizar la dicotomía malo-bueno que analizar la situación en profundidad y enfrentarnos a reflexiones que pueden hacer aflorar nuestras propias contradicciones.

 Y también es mucho más rentable. En términos de repercusión, de no significación (siempre es más agradecido ir con la masa enajenada que romper moldes) y por supuesto en términos económicos. Vamos a ver por qué.

 2. En los últimos 20 años hemos visto cómo la revolución tecnológica ha impactado de lleno en los medios de comunicación. Una de las consecuencias de las incesantes reducciones de costes en los medios ha sido el desmantelamiento de las secciones de Internacional.

 Apenas quedan ya corresponsales y las redacciones se han vaciado de periodistas muy preparados, que tenían un gran conocimiento de cuestiones cruciales para todos. Porque no olvidemos que todo lo que sucede en la otra punta del mundo, terminará teniendo consecuencias allá donde estemos.

 Esto implica que, en el mejor de los casos, la información internacional acaba quedando en manos de las grandes agencias de noticias (Reuters, Associated Press). Y que por tanto miramos la realidad desde prácticamente el mismo lugar y con una perspectiva limitada.

 Ese lugar común es muy occidental, muy blanco y muy masivo determinista. Y responde a la unipolaridad que hoy rige el mundo: ESTADOS UNIDOS es principal poder militar, económico, cultural, científico y energético. Es indiscutible que la agenda mundial viene hoy marcada por ESTADOS UNIDOS. Y que los medios mediáticos globalizados así lo reflejan.

 A esto hay que sumar la paulatina transformación de la información en una mercancía. Los medios de comunicación, muchos de ellos en una situación económica muy precaria, generan más ingresos cuanto más leídas sean sus informaciones.

 La información internacional no es la que concita precisamente más lectores. Por tanto, las empresas periodísticas suelen darle menos peso y cuando ocurre una circunstancia como la guerra de Ucrania, no tienen periodistas suficientemente formados ni recursos económicos para abordarlas.

 3. Hablaba de esa perspectiva occidental, blanca y masculina. Y quiero incidir en lo masculino y en el color de la piel.

 La mayoría de los medios de comunicación están dirigidos por varones, que suelen copar también las jefaturas intermedias. En los 30 años que llevo dedicada a este oficio, la única redacción dirigida por mujeres que he conocido es la de Público. Y en todo este tiempo he sido testigo de cómo en las reuniones de redacción, los jefes hablaban alegremente de la necesidad de enviar los tanques a tales o cuales lugares, incluso dentro de España. Por ejemplo, con el conflicto catalán, sin ir más lejos.

 Esto se traduce luego en las maneras de contar y acaba derivando en una narrativa belicista que resulta muy difícil de romper precisamente por lo arraigada que está.

 Si a esta masculinidad un poco neandertal le añadimos la occidentalización, nos encontramos con que fabricar explosivos para resistir una invasión puede llegar a ser algo defendible cuando quien lo hace es europeo y blanco.

 Y a partir de ahí saquen sus propias conclusiones sobre las diferencias de tratamiento para los ciudadanos palestinos en comparación con los ucranianos, por poner un ejemplo.

 En circunstancias como estas, lo esperable y deseable sería que los medios de comunicación analizaran las implicaciones éticas del envío de armas por parte de países occidentales a Ucrania y la hipocresía y el trasfondo racista en el tratamiento ‘institucional’ y mediático de las víctimas de unos conflictos o de otros.

 Pero esto no solo no sucede, sino que quienes intentamos hacerlo, somos condenados al ostracismo en el mejor de los casos. Es decir, intentar abrir el foco, tener una mirada más amplia, inclusiva con los derechos humanos y enfocada a la paz supone hoy un estigma. Y así llegamos al punto en que no existen apenas espacios para un debate público que aborde este asunto.

 Al final, ese discurso dominante que incide en la guerra como el camino para la paz lo que hace es perpetuar la falta de cultura democrática.

 4. La sociedad ha asumido el marco discursivo de la extrema derecha. Y los medios de comunicación también, algunos de ellos incluso en el prime time.

 Resulta complicado no hacerlo cuando la propia política migratoria de la UE rezuma exclusión y miedo: se prefiere financiar a Turquía o Libia para que frenen en sus fronteras a quienes quieren desplazarse a países de la Unión Europea antes que invertir en programas inclusivos; mejor levantar muros y vallas, enriqueciendo de paso a la industria del control migratorio (que en gran parte es la industria armamentística), que trabajar de forma global y articulada en soluciones de integración.

 En este escenario desaparecen, también en la mayoría de los medios de comunicación, factores como la emergencia climática, los conflictos armados o la depredación occidental de determinados países, que están detrás de la mayor parte de movimientos migratorios. O se narran de manera desarticulada, dando la sensación con demasiada frecuencia de que estos hechos y las migraciones no están conectados.

 La consecuencia de todo esto la expresó muy bien Averroes hace 900 años:

 «La ignorancia lleva al miedo, el miedo lleva al odio y el odio lleva a la violencia. Esa es la ecuación».

 5. La desinformación campa y ha campado a sus anchas. En el caso de la guerra de Ucrania, los bulos y manipulaciones que circulan por Occidente están diseñados para provocar la simpatía por Ucrania y la hostilidad hacia Rusia. Y no en pocas ocasiones acaban en las páginas de los medios de comunicación.

 Por ejemplo, la Casa Blanca tuvo que desmentir a la CNN cuando la cadena anunció que Biden había asegurado a Zelenski que la invasión tendría lugar «en cuanto se congelase el terreno».

 También se divulgaron de forma masiva, y como si fueran reales, imágenes de un videojuego en las que se ve cómo un ‘heroico’ piloto de combate ucraniano intenta derribar desde tierra aviones de combate.

 Otro ejemplo: los medios occidentales informaron de forma generalizada de que las tropas rusas habían masacrado a 13 soldados ucranianos en el Mar Negro. Pero en aquella ocasión, los medios rusos decían la verdad: había 82 soldados ucranianos y se habían rendido. Todos estaban sanos y salvos.

 Aún no se había prohibido en Europa la difusión de medios estatales rusos en una decisión sin precedentes y que también ha sido aplaudida casi sin fisuras.

 Los medios deben, más que nadie, distinguir la realidad de la propaganda, la verdad de un bulo. Pero también los lectores y espectadores. Y es ahí donde se entra en un extraño frenesí en el que algunos se convierten en una especie de policías del purismo periodístico e ideológico, cuya misión es salir a la caza de todo aquello que consideran que incumple sus parámetros.

 Es una de las consecuencias del consumo de información en píldoras: ya no se lee un medio en su conjunto, sino por piezas, por lo que el lector se pierde el conjunto de la línea editorial. Y se acaba haciendo una lectura de prensa de trinchera, no para conformarse una visión global, sino para reafirmarse en las posturas propias, sean estas las que sean.

 Los medios de comunicación

 Por todo esto, el papel de los medios en una guerra es más relevante que nunca. Y precisamente por ello, «la primera víctima cuando llega la guerra es la verdad».

 Esta frase, atribuida al senador estadounidense Hiram Johnson en 1917, fue pronunciada hace casi cien años durante la Primera Guerra Mundial. Y, como un boomerang, nos devuelve al inicio de esta ponencia, a Randolph Bourne, a su conocido aforismo «La guerra es la salud del Estado» y a concluir que esa salud de los Estados debe de estar en uno de sus mejores momentos, a la vista del panorama internacional.

 La historia se repite y nos devuelve, desgraciadamente, a caminos ya transitados en los que volvemos a estrellarnos. Sí, también en el periodismo y en los medios de comunicación.

 Querido pueblo palestino, el presente es de lucha y el futuro es vuestro.

 https://rebelion.org/guerra-paz-y-periodismo-en-el-genocidio-del-pueblo-palestino/