domingo, 8 de enero de 2023

La ultraderecha como expresión del colapso en Occidente.

 La ultraderecha como expresión del colapso en Occidente

Alejandro Pérez Polo


1. El crash de 2008: aquí empezó todo 

 
Corría el año 2012. La crisis económica derivada de la gran recesión hacía estragos en Europa. Las movilizaciones populares en España (15M y huelga general de marzo del 2012) y las violentas protestas en Grecia habían contagiado al conjunto del mundo occidental. Llegaron hasta el corazón del imperio: en Nueva York, la ciudadanía se manifestaba en Wall Street a través de Occupy. No había rastro de la ultraderecha en ninguna parte. Ni siquiera en Francia una primeriza Le Pen lograba pasar a segunda vuelta de las presidenciales que se dirimirían entre Sarkozy y Hollande, con victoria socialista. 
 
Se vivía una fase de descomposición ideológica y orgánica del neoliberalismo. Los consensos económicos de la globalización tras la caída de la URSS se habían resquebrajado para siempre. Se terminó la luna de miel que fue desde 1991 hasta 2008, en la que el capitalismo sin cortapisas logró incorporar a todos los países exsoviéticos a su lógica. Una subsunción formal y material del conjunto del globo que tocó a su fin. 
 
Esto se tradujo en una gran crisis de hegemonía que se extendió a todos los estamentos de poder. De esta manera, nadie se libró de la impugnación: crisis de representación, que conllevó una crisis de los partidos tradicionales y la posibilidad de emergencia de nuevas fuerzas políticas. Crisis de los medios de comunicación, que intentaban defender lo indefendible y perdieron la credibilidad ciudadana. Esto allanó el terreno para las fake news que tanto aprovechará la ultraderecha, y también para el surgimiento de nuevos medios. Crisis también de la institución científica por asociarse a aquello público y oficial, que abriría más adelante el campo para la conspiración que tocaría su techo con la pandemia de la COVID-19. 
 
La crisis orgánica del capital dejó abonado el terreno para la irrupción de la ultraderecha, que explotará al máximo todas las derivadas del derrumbe ideológico del edificio neoliberal. Sin embargo, primero fue la izquierda popular la que aprovechó la oportunidad. 
 
En 2012, tras dos décadas de inanición, digiriendo la derrota histórica de la URSS, la izquierda tomó la delantera. Vio el momento y supo conectar tanto con el pulso de la calle como con la propuesta constituyente subsiguiente. Se había aprendido la lección, se habían renovado los manuales, se venía de un periodo de reflexión profunda que permitió afrontar con garantías el nuevo escenario. 
 
Así, en 2015, Tsipras se hacía con la presidencia de Grecia en una victoria electoral inimaginable tras décadas de bipartidismo. En España, Pablo Iglesias y Podemos lograban más de cinco millones de votos (un 20,2% de los sufragios) que, sumados al millón de votos de IU, posicionaban por primera vez a la izquierda del PSOE por encima de la socialdemocracia (6 millones de votos contra 5,5). Sanders hacía temblar los cimientos del Partido Demócrata norteamericano: Hillary Clinton tuvo que tirar de todo el aparato para detenerle. En Italia y Francia, tanto el M5S como Mélenchon empezaban a despuntar en las encuestas. Existió un momento popular liderado por las izquierdas en todo el mundo occidental. 
 
Sin embargo, dos años después, todo había cambiado. La fragilidad del momento popular de izquierdas hizo tambalear unas apuestas valientes que volvieron a las zonas de confort clásicas, puede que impresionadas o intimidadas por su propia fuerza electoral. De discursos que bebían de la hipótesis nacionalpopular latinoamericana (soberanía popular, democratización de la economía y disputa del universal de la nación) se pasó a los clásicos ejes de la izquierda ilustrada de clase media (ecologismo, derechos de minorías, europeísmo). La derrota de Tsipras ante la Unión Europea tras el referéndum contra las draconianas medidas de austeridad fue un duro golpe del que costó mucho volver a levantarse. 
 
En 2017, Trump fue nombrado presidente de Estados Unidos tras ganar a Hillary Clinton. Marine Le Pen lograba pasar a segunda vuelta de las presidenciales francesas, en un primer round contra Macron que se repetiría en 2022. En Italia, la Lega lograba su mejor resultado histórico (un 16%, base de lo que luego será Fratelli d’Italia) y, en España, se empezaba a fraguar el fenómeno VOX, que despertaría con una fuerza poderosa en 2018 (en las elecciones andaluzas). Quedaba el experimento italiano, con el Movimiento 5 Estrellas liderando el ejecutivo con el populismo de la Lega tras una importante victoria electoral, construida bajo la impugnación a las viejas elites económicas y políticas. 
 
El mapa ya había cambiado. Ahora, recién estrenado 2023, la extrema derecha gobierna en Italia tras una aplastante victoria electoral, revalidó la presidencia de Hungría con Orban, así como la de Polonia con Ley y Justicia, VOX se mantiene alrededor del 15% del voto en España, Le Pen consiguió superar el 41% en Francia y se prepara para el asalto al Elíseo en 2027, al igual que Trump a la Casa Blanca en 2024. Una vez más, como en la década 2000-2010, solo América Latina se erige como nuevo faro de las izquierdas en el mundo. Al igual que en aquel momento, sendos liderazgos populares se han hecho con la presidencia de sus respectivos países bajo una apuesta nítida de izquierdas, no alineada con ninguna gran potencia occidental, aunque estén un poco más a la defensiva y con un rearme potente de sus respectivas derechas nacionales. 
 
¿Qué es lo que ha sucedido para que la extrema derecha asuma el mando de las derechas en Occidente? 
 

2. El miedo es la emoción dominante en el declive

Lacrisis del 2008 lo cambió todo. El derrumbe del sistema financiero americano arrastró al conjunto de potencias alineadas con Estados Unidos, mientras la periferia del mundo (China, Rusia, Brasil, India) daba un paso al frente, aprovechando la fragilidad occidental para seguir creciendo y ocupando mercados. Se empezó a dibujar un realineamiento global debido a la debilidad de Estados Unidos y la fortaleza de los países emergentes. Una nueva arquitectura en ciernes en el que nuevas potencias asumirían un rol protagonista, capaz de diseñar su modelo con una gran capacidad de negociación.

Los declives civilizatorios nunca se dan de un día para otro. Tardan décadas en materializarse. El fin de los consensos neoliberales supuso, en realidad, el fin de la propia creencia en la superioridad del sistema occidental en relación con otros sistemas económicos del globo. La izquierda occidental supo leerlo correctamente en su momento y, por eso, la apuesta radical por un sistema más justo que repartiera la riqueza y cambiara las reglas del juego conectó en aquel contexto destituyente. Todavía había esperanza en poder tomar el poder para transformar las relaciones de dominación.

Sin embargo, los viejos fantasmas suelen emerger cuando todo parece encaminado. Fue el politólogo Dominique Moïsi el que propuso una nueva forma de entender la geopolítica más allá de las relaciones económicas entre países. Según esta forma, aparte de los valores colectivos, hay unas narrativas que configuran los grandes estados de ánimo de las naciones. Así, Moïsi propone hablar de una “geopolítica de las emociones” en la que diversas potencias actúan bajo la influencia de diversos sentimientos: el miedo sería la emoción dominante en Occidente, la humillación en el mundo islámico y la esperanza en Asia.

Esta forma de enfocar los grandes estados anímicos que motivan a los diferentes gobiernos es bastante explicativa de la forma en la que nos enfrentamos a las problemáticas globales. El miedo en Occidente presiona en la dirección de ejecutar políticas más enfocadas a la seguridad y le empuja a estar constantemente a la defensiva en el plano ideológico. Si lo comparamos con la actitud del gobierno chino, por ejemplo, vemos que allí están movidos por la confianza en un futuro prometedor. Están a la ofensiva, movidos por la esperanza en sus propios valores, su sistema y su capacidad de liderazgo.

En Occidente hay miedo: miedo a los refugiados y a un mundo exterior que asoma cada día de forma trágica en las aguas del Mediterráneo. Miedo a Rusia y a las nuevas potencias emergentes. Miedo al cambio climático, miedo a las protestas sociales que ya no se saben gestionar de forma eficiente, miedo a las fake news y los populismos. Miedo, en definitiva, al futuro. Este miedo es el ingrediente principal del que se alimenta la extrema derecha, que ofrece discursos más tranquilizadores estructurados en torno al regreso de los valores fuertes y los Estados dispuestos a guerrear ante las turbulencias de nuestro siglo.

La extrema derecha ya no es futurista como el viejo fascismo italiano o el nazismo alemán, que prometía la gloria de un Tercer Reich. La extrema derecha es reactiva y busca, sobre todo, apaciguar los miedos derivados de las angustias existenciales que atraviesan el conjunto de Occidente. Sin una izquierda capaz de hacerse cargo de esas angustias existenciales, el terreno estará abonado para sus sucesivos triunfos electorales.

La ultraderecha no ha surgido contra la democracia “burguesa” o liberal. No están abandonando ningún barco sino asumiendo el mando. La compatibilidad de Meloni con la UE y la OTAN demuestra que la ultraderecha no está opuesta a las elites europeas, sino que son su expresión más recalentada. Aspiran a hacerse cargo de los miedos que las viejas derechas liberales ya no pueden afrontar.  Aspiran a refundar en clave cristiana y civilizatoria Europa, para protegerla de las amenazas que la acecharían.

Es en este punto donde encuentran un gran tirón entre los electorados y una gran fortaleza en su hipótesis. A diferencia de muchas izquierdas populistas, las expresiones de ultraderecha apenas retroceden electoralmente desde que irrumpieron en la arena política porque se inscriben en un zeitgeist: son la expresión más nítida del colapso civilizatorio derivado de la crisis de 2008 y la pérdida de posiciones de Occidente en el mundo.

El primer gran nudo para desentrañar la fuerza política y discursiva de la ultraderecha radica en estos elementos geopolíticos, emocionales y políticos. Pero no es el único nudo. Hay otro que es prioritario abordar: la expresión de las clases trabajadoras excluidas del discurso público. 

3. La distancia sentimental de las izquierdas con el pueblo

Cuando en Francia surgieron los chalecos amarillos, una protesta social con una envergadura enorme, mucha gente en la izquierda tuvo una desconfianza intuitiva contra aquellos “hombres” de las “provincias” que se movilizaban contra el impuesto al diésel. Esa misma desconfianza se percibió cuando los camioneros españoles hicieron un parón contra el gobierno de coalición en marzo de 2022 por las subidas del precio de la gasolina. Se les acusaba de estar instrumentalizados por la extrema derecha, en lugar de conectar emocionalmente con sus demandas (una justa reivindicación contra una escalada imposible de los precios).

Durante la última década, se ha ido inoculando un odio creciente contra las clases populares tanto en España como en el resto de Occidente. Esta estigmatización, perfectamente descrita en el fenomenal Chavs de Owen Jones, ha ido derivando en una demonización completa. Los obreros son representados como una panda de machistas y racistas. Lejos de combatir estos arquetipos, gran parte de la izquierda ha asumido como propios esos clichés. Muchas expresiones populares son sospechosas. De hecho, los ataques contra lo que se ha denominado “rojipardismo” están estructurados bajo esos prejuicios. El “rojipardismo” sería toda aquella “izquierda rancia” que no asume como propios los avances del feminismo o de la lucha contra el racismo (multiculturalismo).

En el intento de alinear la izquierda con las elites realmente existentes, el disciplinamiento discursivo ha venido del lado de la supuesta sofisticación de los postulados verdes, liberales y de tolerancia con lo diferente. Estas ideas políticas, presentadas como el sumun de la cultura, se postulan como un estadio más avanzado de lo humano. No hay análisis sobre los sesgos de clase de estas ideas urbanitas, pero operan con fuerza en los discursos mainstream.

La globalización creó ganadores y perdedores. Hoy, estamos en una fase que Esteban Hernández describe como de desglobalización, acentuada por la guerra de Ucrania, pero hay una parte de las elites y de las clases medias que siguen apostando por disolver las soberanías nacionales, convencidas de que la UE es el mejor horizonte posible. Así, una facción ilustrada de la clase media (periodistas, académicos, personas pertenecientes a las profesiones liberales y una parte del funcionariado) cree en una alianza con las elites globalistas. Mira hacia arriba por el vértigo que le produce mirar hacia abajo, hacia ese abismo de precariedad y pobreza del que forman parte más del 35% de nuestro país. Esa facción de la clase media en desaparición confía en ser incluida en las mieles del progreso de las elites y le tiene un pánico terrible a quedarse excluida, en la periferia del progreso.

¿Quién se hace cargo de los malestares, anhelos y voces de los de abajo si las clases medias ilustradas renuncian a aliarse con ellos? Pues es la ultraderecha la que aprovecha el flanco. La ultraderecha logra unificar a los excluidos por arriba (esas elites nacionales que fueron excluidas del globalismo) y a los excluidos por abajo (los perdedores de la globalización) bajo un único eje.

Tal como explica el geógrafo y ensayista francés Christophe Guilluy, las clases dominantes se postulan como la fuerza positiva del progreso, las únicas herederas de la mejor tradición de la cultura occidental (pureza) y las clases populares dejan de ser una referencia cultural positiva como ocurría antes de los años 80, pasando a ser las perdedores y fracasadas del sistema, culpables de su propia miseria y atraso político-moral. La desaparición de la clase media, para el francés, inaugura una nueva era en la que los de arriba se desentenderán de los de abajo, a los que condenarán a un ostracismo cultural y moral. De esta manera, las clases populares quedan excluidas como sujeto activo con voz propia.

Este quiebre entre el mundo de arriba y el mundo de abajo provoca, al mismo tiempo, que los expulsados de la sociedad (las clases populares) construyan sus propios relatos impermeables a los relatos de las clases dominantes. De aquí surge el populismo, como un regreso al pueblo, un intento de reconstruir la sociedad rota por la escisión de las elites. Sin embargo, este populismo puede bascular de un cierre autoritario (ultraderecha) o una apertura democrática (republicana).

Para que la expresión popular no sea monopolizada por la ultraderecha ni se reconduzca hacia lugares tenebrosos, es necesario volver a situar el bien común y la idea de pueblo en el centro de las políticas y los discursos. Recuperando el lenguaje popular y situando en positivo los valores de la comunidad. Una tarea importante es salirse de los juegos moralistas que las elites instrumentalizan para estigmatizar a las clases populares, para volver a situar la referencia cultural en las expresiones que vienen de abajo. Afirmando un proyecto propio que no se subordine ni a las viejas elites nacionales, ni a las nuevas elites globales, sino que asuma el mando de las alianzas interclasistas.

La ultraderecha es una expresión del colapso de Occidente. Hoy, es necesario hacerse cargo de este colapso si se quiere una solución democrática y popular a las sucesivas crisis. De la misma manera, hacerse cargo de las angustias existenciales que este colapso está provocando entre las mayorías sociales (miedos y malestares profundos), recogiendo en positivo una nueva expresividad que aspira a refundar la idea de pueblo ante la fragmentación y disolución de lo social propuestas por las elites. De otra manera, la ultraderecha seguirá conquistando espacios políticos, sociales y culturales, acumulando más victorias electorales. En nuestras manos está no permitirlo.


La ultraderecha como expresión del colapso en Occidente (elviejotopo.com)

viernes, 6 de enero de 2023

¿El mundo contra Rusia?

 

¿El mundo contra Rusia?

La brutal rusofobia que vive hoy Europa empezó en forma sencilla y sus primeras manifestaciones fueron casi inocuas y más bien ridículas. Prohibir aceptar gatos rusos en concursos europeos; prohibir en una Universidad italiana a un profesor dictar un curso sobre Dostoievski; excluir un roble ruso, que era el favorito, de un concurso de robles. Pero pronto todo se orientó hacia el odio, la agresión y la violencia. Se despide al director de la sinfónica de Munich por ser ruso y un organismo médico europeo excluye de ser tratados de cáncer a los pacientes rusos. La FIFA prohíbe a los deportistas rusos participar en sus competencias, incluido el mundial de fútbol de este año. Y se producen en Alemania agresiones contra rusos, que sugieren un nuevo despertar nazi. Y es que a partir de la nazificada Ucrania el nazismo, gozando de simpatía europea por ser anti ruso, se apodera de los medios europeos. Al comienzo disfrazados y pronto en forma abierta, discurso y prácticas nazis se imponen y son difundidos y celebrados por los medios. Y no solo ucranianos.

Se producen en estas semanas declaraciones y hechos aberrantes. Mientras los rusos tratan con respeto a militares ucranianos rendidos, protegen a la población civil y le abren caminos para huir de la guerra, los nazis ucranianos, celebrados como democráticos nacionalistas, torturan y disparan a quemarropa a las rodillas y a las piernas de soldados rusos capturados. Un médico llama en la TV de Kiev a asesinar a todos los rusos heridos porque no son seres humanos sino cucarachas; y en el mismo canal un periodista nazi, otro "nacionalista", pide no solo asesinar a los rusos sino degollar a todos sus niños pequeños para que los rusos desaparezcan de la tierra. Se aplaude todo esto; y mientras prohíben a RT y a Sputnik, los democráticos medios europeos llaman combatientes extranjeros a los mercenarios asesinos que cobran por apoyar a Ucrania y CNN entrevista con orgullo al batallón nazi Azov. Y en medio de todo, líderes y ministros europeos histéricos celebran esos crímenes y gritan que ahora sí van al fin a acabar a Rusia.

Esta horrenda criminalidad rebasa casi cualquier ejemplo previo, pero debemos reconocer que la rusofobia no fue creada en estos meses. Lo que es producto de ellos es su explosión brutal. Pero la rusofobia viene de lejos y tiene una historia que conviene conocer, así sea en sus rasgos generales; historia de racismo, miedo y odio, en la que por siglos Europa fue protagonista y promotora, pero que en este como en tantos otros campos debió ceder su protagonismo al arrogante imperio yankee que desde 1945 la ha sometido y puesto a su servicio.

Esa rusofobia europea, de la que luego participa EU, pasa en mi opinión por 5 etapas. La primera, tocante a la Edad Media, es la ignorancia. Las historias universales o europeas del medioevo ignoran por completo a Rusia. La segunda, que corresponde a los siglos XVI y XVII, es el desprecio: Rusia es descrita como país semi bárbaro, atrasado e inferior. La tercera es un lento y sesgado reconocimiento de Rusia que empieza con Pedro el Grande y se prolonga hasta el inicio del siglo XX. Rusia sigue siendo un país atrasado y autoritario que se moderniza en parte, obra de una élite imitadora de Europa, con la que compite como imperio, pero que continúa siendo campesina. La cuarta corresponde al siglo XX y vista por la burguesía imperialista europea a la que se suma e impone EU, combina la sorpresa con el odio. Sorpresa porque en ese país atrasado y campesino se produce la primera Revolución proletaria, socialista o comunista, la cual sacude al mundo. Odio porque de las burguesías imperialistas no puede esperarse otra cosa. Y la quinta es la actual, que va desde el derrumbe de la URSS hasta el imparable ascenso económico, científico y militar de la Rusia actual, la Rusia de Putin; ascenso y derechos que EU y su servil Europa se niegan a reconocer.

Como de costumbre, EU lo dirige todo. Considera que esa rusofobia, que impulsa en Europa, pero controla en EU, va viento en popa. Y es que ese odio irracional que sus medios ofrecen a las embrutecidas masas es parte clave de su viejo plan de acabar con Rusia. Porque el plan estadounidense de aplastar a Rusia viene de hace un siglo, de 1917-1918, de la Revolución comunista rusa, y se ha mantenido porque a EU le es esencial. Ese plan va más allá y más acá del comunismo. Es que Rusia le estorba, necesitaba dividirla y eliminarla desde antes, desde cuando impuso la Guerra Fría. Pero ahora lo necesita más que antes porque es el prerrequisito para atacar a China a fin de mantener su dominio mundial impidiendo que ese mundo multipolar que ve venir, avance, liquidando su condición de único dueño del planeta. La última versión de ese plan, la vigente, se forjó hace 3 décadas, con el derrumbe de la URSS, buscó abrirse camino por medio de la extensión de la OTAN para rodear a Rusia, sometiendo a Europa y logrando para dispararlo el control de una Ucrania nazi, armada para provocar a Rusia; esto es, mediante todo lo que hemos visto en estos años y sobre todo en meses recientes. Sus últimos detalles, ventajas y peligros, se los diseñó en 2019, en el documento titulado Sobreextendiendo y debilitando a Rusia, la Corporacion Rand, organismo suyo, básico para definir su política exterior.

¿Y qué hace EU como padre y promotor de esta guerra, que con su usual hipocresía condena? Vimos al demente senil y solapado genocida que es Biden, masacrador de Yugoslavia, Libia y Afganistán, llamando asesino y criminal de guerra a Putin para rematar con el beligerante discurso anti ruso que tartamudeó en Varsovia exclamando angustiado acerca de Putin: ¡Por Dios, ese hombre no puede seguir en el poder! ¿Cómo aclararle a los que se tragan lo que Biden dice, que su mensaje falsamente angustioso no es comparable al sincero de una pobre anciana hambrienta que le pide a Dios: Dios mío, ten piedad de mí, ¿por qué dejas que me muera de hambre? No, ese mensaje hipócrita es el firme reclamo que ante el mundo le hace a Dios el presidente de EU, amo de la guerra, jefe de un estado genocida que invade y destruye países a voluntad matando millones de personas y cuyos crímenes son obra divina pues EU es su pueblo elegido, y sus guerras son obra autorizada por el propio Dios. Fuera de si Biden pide o no un golpe de estado en Rusia, lo que resalto es que esta no es una petición a Dios sino el reclamo que Biden le hace por permitir que Putin siga en el poder, y ese reclamo a Dios es su mensaje.

Pero hay algo esencial que he dejado para concluir. Lo que los medios yankees y europeos nos muestran a diario es que todo el mundo condena y odia a Rusia y que esa rusofobia es hoy universal. Y esto es una doble mentira que nos tragamos con facilidad. Porque esos medios nos venden a Occidente como si fuera el mundo, y sobre todo porque nosotros, educados en el colonialismo euro-estadounidense y en esa falsa visión de este que nos hace desconocer por ignorancia lo que no es Europa ni EU, les creemos. Una sola mirada a un mapamundi grande derrumba esa patraña. Las sanciones ilegales que EU y Europa imponen a Rusia y que están dañando más a Europa que a Rusia porque ésta las está superando, no son del mundo entero. Es solo Occidente, solo EU y Europa, porque América Latina, salvo los usuales cipayos, se muestra renuente, tiene relaciones con China y no va a sancionar a Rusia. Lo mismo pasa con África y lo principal es que prácticamente toda Asia: China, India, Asia central, Irán y Turquía, se niegan a sancionar a Rusia y fortalecen alianzas y vínculos con ella. El decadente EU y la podrida Europa olvidan que Asia ya es hoy el nuevo centro del mundo, que desplaza a Occidente en un proceso que cada vez tiene más fuerza. Y Rusia es parte de él.

Tomado del diario Últimas Noticias

.Nota del  blog..

  Merkel quien  lo dijo  fue  el respetado analista militar independiente Scott Ritter, dijo   que Merkel también sabía que al régimen de Kiev (instalado por el golpe de Estado respaldado por la CIA en 2014) no le interesaba una resolución pacífica de la guerra civil en ese país.   La  entrevista de Spiegel es esta https://www.spiegel.de/thema/angela_merkel/ Pero las declaraciones esas no fueron a Spiegel sino en Die Zeit,  https://www.zeit.de/zustimmung?url=https%3A%2F%2Fwww.zeit.de%2F2022%2F51%2Fangela-merkel-russland-fluechtlingskrise-bundeskanzler%2Fkomplettansicht  Pero luego al igual están las declaraciones similares de Poroschenco  y luego las Hollande lo mismo https://kyivindependent.com/national/hollande-there-will-only-be-a-way-out-of-the-conflict-%E2%80%8Ewhen-russia-fails-on-the-ground PERO  además la ENTREVISTA  a Hollande The Kyiv Independent lo  CONFIRMA Do you also believe that the negotiations in Minsk were intended to delay Russian advances in Ukraine? François Hollande: Yes, Angela Merkel is right on this point. The Minsk agreements stopped the Russian offensive for a while. What was very important was to know how the West would use this respite to prevent any further Russian attempts. https://consortiumnews.com/2022/12/05/scott-ritter-merkel-reveals-wests-duplicity/  

Pongo todo esto porque esta noticia la han calificado de  FAKE  NEWS   


Ucrania hacia la dictadura.

 

Bajo el fragor de la guerra se está estableciendo un Ucrania una dictadura oligárquica


Fuentes: SLS

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos


Muchos aspectos importantes de la vida interna ucraniana se han visto eclipsados por la guerra, el curso de las hostilidades y sus consecuencias, el sufrimiento de la pacífica población ucraniana, los juegos geopolíticos de las grandes potencias, etc. Mientras tanto, con el telón de fondo de las solemnes declaraciones de las autoridades acerca de proteger la libertad y la democracia destinadas a un público externo, en el país se está instaurando a toda velocidad un régimen dictatorial.

En los dos últimos años, incluso antes de que empezaran las hostilidades, se cerraron en Ucrania siete canales de televisión de ámbito nacional por una decisión del Presidente y de la Comisión Nacional de Televisión, que él controla, y del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa: KRT, 112 Ucrania, NewsOne, ZIK, First Independent, UkrLive y Nash. La razón de que se prohibieran estos canales de televisión era únicamente que se oponían al gobierno y que daban la palabra a sus oponentes políticos. Su actividades se detuvieron de forma totalmente ilegal, sin que mediara una decisión judicial, tal como estipula la ley. Al mismo tiempo se empezaron a bloquear la principales publicaciones independientes en internet, como Strana.ua, Shariy.net y otras. Las autoridades simplemente suprimieron el derecho de millones de ciudadanas y ciudadanos ucranianos a recibir una información variada y desde puntos de vista diferentes, el derecho a la libertad de expresión, e introdujeron la censura en el país.

Hoy en día resulta simplemente imposible imaginar que ese tipo de información aparezca en los medios de comunicación ucranianos o se anuncie en la televisión ucraniana. Además, hay un control prácticamente total de los sectores ucranianos de las redes sociales, como Facebook, youtube. Incluso la sección ucraniana de Wikipedia está controlada y censurada: se distorsionan o se destruyen por completo los artículos sobre personas “indeseables” y muchos de ellos se modifican o se llenan de falsificaciones. Y se eleva a rango de ley toda esta destrucción obvia de la libertad de expresión: en primavera el Presidente ucraniano firmó las leyes y decretos pertinentes que obligan de hecho a los demás medios de comunicación a obedecer los requisitos y deseos de las autoridades.

Siguiendo la política del anterior Presidente del país, el oligarca Petro Poroshenko, el actual Presidente ha exacerbado aún más el proceso de suprimir toda traza de comunismo del país que, en realidad, es una política destinada a perseguir toda ideología y todo símbolo de izquierda, tanto comunista como socialista y socialdemócrata. Se han aprobado leyes que castigan con penas de prisión de 5 a 10 años y con la confiscación de bienes el hecho de que un grupo de personas interprete en público de himno “La Internacional” (el himno del movimiento socialista internacional).

El partido político Unión de Fuerzas de Izquierda de Ucrania (que en diciembre de 2021 adoptó el nombre de Para un Nuevo Socialismo), del que soy presidente, se ha convertido en la principal fuerza política de la izquierda y en la más activa de los últimos años. Defendimos una política orientada socialmente en interés de la mayoría de la ciudadanía ucraniana y no en interés de las grandes empresas oligárquicas, defendimos que se garantice la libertad de expresión, la paz y nos opusimos a la guerra. Al defender los derechos de la ciudadanía ucraniana de a pie y del movimiento de izquierda, criticamos duramente al actual gobierno ucraniano y nos opusimos a él. Las autoridades respondieron por medio de la represión política de nuestro partido y de otros partidos de la oposición. Se utilizó como pretexto para esta represión el inicio de las hostilidades en Ucrania el pasado mes de febrero. Siguiendo instrucciones del Presidente, las autoridades, con la ayuda de decisiones judiciales idénticas, calcadas e irrazonables, prohibieron en otoño de 2022 las actividades de todos los partidos de la oposición ucraniana, incluida la Unión de Fuerzas de Izquierda. Fueron unas decisiones judiciales tomadas en serie, en las que solo cambiaba el nombre del partido político prohibido. Carecen absolutamente de pruebas y motivos desde el punto de vista legal. A ojos de muchos personajes públicos, periodistas y líderes de opinión europeos, asiáticos y estadounidenses son obvias e insostenibles su ilegalidad, inconstitucionalidad, alevosía y flagrante contradicción con las normas y valores democráticos europeos y mundiales

El único objetivo de revestir como documentos judiciales las instrucciones inconstitucionales, ilegales y usurpadoras del Presidente era crear al menos una débil apariencia de legalidad. La adopción de estas decisiones fue el fruto de la enorme presión que ejercieron las autoridades sobre la independencia de los tribunales y de la completa subordinación de la oficina del Presidente al sistema judicial de Ucrania. Siguiendo sus instrucciones, se destituyó ilegalmente a varios jueces del Tribunal Constitucional (incluido su presidente) y del Tribunal Supremo de Ucrania, que se habían negaron a adoptar decisiones ilegales y políticas. Y hace unos días se suprimió por las mismas razones el Tribunal Administrativo del Distrito de Kyiv, cuyos jueces no tenían intención de convertirse en siervos de la oficina del Presidente.

Las autoridades de investigación, la policía, la fiscalía y los servicios especiales están dirigidos únicamente por protegidos del jefe del Estado. Además, se ha sustituido al presidente del Parlamento por otro leal [al Presidente ucraniano] y se prepara la elección de un presidente del Tribunal Constitucional que también esté controlado por la Presidencia. Se ha aniquilado completamente el principio de separación de poderes y el poder se concentra en un solo lugar: la oficina del Presidente.

La persecución de políticos, periodistas y personalidades de la oposición es mayor que nunca. Muchas de estas personas se han visto obligadas a abandonar el país y quienes no lo han hecho, han acabado en la cárcel. Se priva temerariamente a los diputados de la oposición en el Parlamento de sus credenciales de diputados, en contra de la Constitución y de la voluntad del pueblo que los ha elegido.

Por otra parte, en un Estado laico como es Ucrania, las autoridades han emprendido acciones represivas contra la mayor comunidad religiosa del país, la Iglesia ortodoxa ucraniana. Los servicios especiales ucranianos, el Servicio de Seguridad, han llevado a cabo registros a gran escala de monasterios ortodoxos por todo el país, se han abierto causas penales contra sacerdotes, se han expropiado por la fuerza locales y propiedades de la iglesia, se han impuesto sanciones ilegales a jerarcas eclesiásticos y se ha registrado en el Parlamento un proyecto de ley sobre la prohibición de la Iglesia ortodoxa ucraniana.

Varios clanes oligárquicos controlan desde hace tiempo en Ucrania la mayor parte de la economía y de la riqueza nacional, casi todos los principales medios de comunicación, el poder ejecutivo, los organismos encargados de hacer cumplir la ley y a la mayoría de los diputados del Parlamento. No es ningún secreto que detrás de cada gran estructura empresarial, detrás de cada facción del Parlamento, detrás de cada alto cargo, hay uno u otro oligarca. En los últimos años los oligarcas (ucranianos que figuran en la lista Forbes) no han dejado de aumentar sus fortunas ni de controlar cada vez más el país y sus recursos, con lo que agotan estos recursos y arruinan sin piedad a la ciudadanía. Como ahora han sufrido pérdidas financieras debido a las hostilidades, han decidido compensarlas estableciendo un control absoluto sobre todos los flujos financieros sin excepción, ya sean suministros militares, ayuda humanitaria, impuestos, préstamos, ayuda internacional para la reconstrucción, ingresos de exportación, tarifas de servicios públicos, etcétera.

Para poder hacerlo se están eliminando violentamente y bajo el fragor de la guerra los últimos obstáculos para instaurar una dictadura oligárquica. Al mismo tiempo, los actuales altos cargos del entorno del Presidente no tienen el menor inconveniente en convertirse en oligarcas de nuevo cuño ni en arrebatar por la fuerza a los viejos oligarcas sus bienes. Hay demasiados miles de millones en juego y lo hacen sin el menor pudor (las recientes imágenes del jefe adjunto de la oficina del Presidente de un país en guerra y devastado conduciendo un coche valorado en un cuarto de millón de dólares no son sino una pequeña confirmación obvia de ello).

También es obvio por qué en el ámbito político los ataques más fuertes se han dirigido contra el movimiento socialista: lo explica el temor a perder el poder y la riqueza robados al país, y a la persecución legal. El régimen actual está solo a un paso de usurpar totalmente el poder en Ucrania.

En las condiciones que estamos viviendo el apoyo internacional es extremadamente importante para todas las y los ciudadanos de nuestro país que defienden la libertad de expresión y las garantías de una verdadera democracia, y se oponen a la dictadura oligárquica en Ucrania. La información fidedigna sobre la verdadera situación en Ucrania y la solidaridad internacional de todas las fuerzas progresistas pueden influir en la situación actual, pueden obligar a las autoridades ucranianas a anular las decisiones ilegales de prohibir los medios de comunicación y los partidos independientes, detener la persecución de la oposición e impedir que se establezca definitivamente una dictadura oligárquica.

Maxim Goldarb es el presidente de la Unión de Fuerzas de Izquierda de Ucrania, “Para un Nuevo Socialismo”.

Fuente: la web https://sls.org.ua/ ha proporcionado la traducción al inglés del artículo.

Bajo el fragor de la guerra se está estableciendo un Ucrania una dictadura oligárquica – Rebelion

 y, ver  Cómo se está destruyendo la libertad de expresión en Ucrania – Rebelion 

 y ver   .. https://www.lahaine.org/mm_ss_mundo.php/la-reforma-laboral-de-zelenski  


 

martes, 3 de enero de 2023

Caza de brujas en Alemania .

Caza de brujas pro OTAN en Alemania 

Expertos críticos y pacifistas son expulsados del discurso público sobre la guerra de Ucrania mientras se modifica el Código Penal para aumentar los delitos de expresión 

 La lista es cada vez más larga. Son pacifistas, expertos, personalidades públicas… que, tras la invasión rusa a Ucrania el pasado febrero, para evitar que la OTAN se instale a las puertas de Moscú, han sido difamados por tratar de explicar el contexto del conflicto entre los dos países, por plantear argumentos que no encajan en la narrativa de los gobiernos de la OTAN y, sobre todo, por querer parar la escalada bélica. “Hay muchas otras personas a quienes se les ha prohibido en la práctica tener una opinión propia en el discurso público”, explica a CTXT la profesora de Política Europea de la Universidad de Bonn Ulrike Guerót, que no quiere con esta entrevista dar la impresión de ser un caso aislado. Su nuevo libro El fin de Europa. Por qué el proyecto europeo ha fracasado y cómo podemos volver a soñar con él, publicado a finales de noviembre y escrito junto al historiador Hauke Heinrich Ritz, ha recibido críticas furibundas que han llegado a pedir que se le retire su plaza de profesora.

“En mi libro trato de contextualizar la guerra, los treinta años anteriores, de aportar argumentos plausibles sobre cómo se llegó al conflicto y repensar el concepto de la culpa”, asegura. “Yo no tengo ni la verdad absoluta, ni he justificado al presidente Putin ni legitimo la guerra defensiva, ni trato de relativizar las víctimas”. Guérot cree, y repite, que en este momento lo más importante es conseguir una tregua y negociaciones. “La información que publican los medios alemanes sobre la guerra de Ucrania es muy parcial”, continúa. “Es una evolución muy problemática y creo que deberíamos tener una prensa libre”, defiende. “Tenemos unas tendencias muy cuestionables de limitación del discurso y ello se ve claramente en cómo se está tratando de intimidar con los nuevos artículos del Código Penal”. La profesora Guérot apenas puede intervenir en debates. Participó en uno dirigido por el famoso moderador Markus Lanz en el que fue constantemente interrumpida y atacada por tres participantes y también por el moderador. Pero hay otras personas que están siendo reprimidas de otra manera.

Es el caso del activista por la paz Heinrich Bücker, que regenta un local llamado Coop Anti-War Café en el centro de Berlín, en el que se reúnen grupos de activistas de diversos países y que, desde el pasado febrero, ha sido vandalizado y amenazado en varias ocasiones. Hace dos semanas, Bücker realizaba un llamamiento en su web con el título “No a la limitación de la libertad de opinión”. En él explicaba que le había llegado una denuncia por, supuestamente, haber realizado “apología de delitos” en relación a la guerra en Ucrania, por lo que podrían condenarle hasta con tres años de cárcel. Bücker dio un discurso el pasado 22 de junio en una concentración con motivo del aniversario del ataque de la Wehrmacht a la Unión Soviética en el monumento soviético situado en Treptower Park. Una declaración por la paz publicada en su web y firmada por decenas de activistas y organizaciones podría ser también motivo de la denuncia. La policía de Berlín había prohibido, en ese mismo parque el 8 de mayo, día de la victoria sobre el fascismo, mostrar la bandera soviética con la excusa de evitar confrontaciones, a pesar de que dicha bandera no tiene nada que ver con la bandera rusa actual. Y además, la bandera ucraniana se puede mostrar libremente.

En el acto, organizado por la Coordinadora por la Paz de Berlín (Friedenskoordination Berlin), Bücker se refería a la Operación Barbarossa, al papel de Alemania en la II Guerra Mundial, a las víctimas y al dolor que el país produjo no solo en Rusia, sino en toda Europa, para criticar a continuación la glorificación de nazis por parte de Ucrania en la actualidad. Por último, pedía a los alemanes que no se implicasen en una guerra contra Rusia de nuevo. “En Alemania, actualmente estamos experimentando un estrechamiento del espacio para el debate y restricciones a la libertad de expresión, causadas por informaciones unilaterales de los medios de comunicación”, escribe Bücker en su declaración. Y sigue: “Cualquiera que continúe informando exhaustivamente sobre el contexto y la historia anterior al conflicto actual en Ucrania encontrará rechazo, menosprecio y censura”.

El escrito de la policía se basa en el artículo 140 del Código Penal. El pasado 20 de octubre, sin embargo, el Bundestag aprobó una modificación del artículo 130 que amplía en su nuevo apartado quinto la pena por delitos de incitación al odio, a la banalización o negación de delitos de genocidio. Se teme que este nuevo articulado pueda usarse para castigar declaraciones realizadas en el contexto de la guerra de Ucrania. Kai Ambos, profesor de Derecho Penal de la Universidad de Gotinga, explicaba en una entrevista en el número de diciembre de la revista Konkret que esta nueva norma afecta a la libertad de expresión “y podría también afectar a la libertad de cátedra”. El profesor cree posible que la negación de supuestos crímenes de guerra rusos en Ucrania pueda ser penada en base a la nueva norma. Además, en Alemania se prohibió a finales de marzo el símbolo Z por considerarse también apología de la invasión rusa de Ucrania.

Los medios rusos RT y Sputnik fueron borrados del mapa europeo de forma conjunta, pero el gobierno alemán también ha llevado a cabo acciones propias para luchar contra “la desinformación de la guerra rusa contra Ucrania”, según reconoció a la web Nachdenkseiten, que publicó un documento con actividades estatales en ese sentido el pasado septiembre. Un plan orquestado en conjunto por varios ministerios en el que se detallan todas las acciones que deben llevarse a cabo para guiar la opinión hacia lo que el gobierno considera información válida y desviar de la “desinformación”. Desde entrevistas con medios a enlaces a las páginas oficiales de varios blogs y medios de fact-checking que siempre descubren la propaganda rusa y nunca la ucraniana.

El objetivo es que esta formación del consenso no se pare ni ante las autoridades más informadas en la materia. Uno de los casos más flagrantes es el de la antigua corresponsal en Moscú y moderadora de la cadena pública de televisión alemana ARD Gabriele Krone-Schmalz, que también es profesora universitaria. En sus libros, sobre todo en Entender a Rusia. La lucha por Ucrania y la arrogancia de occidente (2015) y Era de hielo. Cómo se demoniza a Rusia y porqué es tan peligroso (2017), Krone-Schmalz ha descrito el peligroso camino de la escalada bélica entre Rusia y Ucrania, así como el apoyo a esta última de la Unión Europea y la OTAN. Sin embargo, en un momento en el que los argumentos y explicaciones son más necesarios que nunca, la editorial que había publicado dos de sus obras claves decidió no reeditarlas ante el aluvión de críticas que recibió la periodista.

Hace un par de meses, la charla que dio Krone-Schmalz sobre los orígenes del conflicto en un centro cultural público de la ciudad de Reutlingen fue recibida con numerosas críticas. La historiadora Franziska Davies de la Universidad de Múnich, la acusó de presentar hechos de forma manipulada y de ser cercana a Putin. La periodista se ha defendido de las acusaciones en los tribunales y ambas se encuentran en una disputa jurídica, por lo que Krone-Schmalz no ha querido hacer declaraciones.

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domingo, 1 de enero de 2023

La Patagonia rebelde.

                               


La lucha de Osvaldo Bayer contra el olvido


Después de la matanza de obreros anarquistas descrito en la película La Patagonia rebelde, los distintos gobiernos no tenían interés en dilucidar un asunto en el que podía establecerse responsabilidades a alto nivel y conllevar el desprestigio del ejército (“que para eso estaba”, según la derecha y los grandes propietarios), por su parte los socialistas se atuvieron a reclamar sus informes propios de una “democracia”, por entonces el partido comunista acababa de nacer, así es que “obediencia debida”, y ya está, la Justicia no se enteró. Solamente los anarquistas clamaron por las justicia, pero pasó el tiempo y todo se fue borrando, ningún juez, ningún historiador. Todavía hoy, tampoco se ha hecho nada, y eso que el actual presidente de la nación, el reformista Nestor Kirchner que cuando se rodó la película era un joven peronista combativo, y tomó parte en el rodaje como extra, portando una bandera roja del sindicalismo como uno de los componentes en una manifestación obrera.

Eso sí, cuanto menos quedan la obra de Osvaldo Bayer y la película, actualmente un clásico por lo que cuenta y por la aventura de rodarla cuando los “milicos” de la CIA estaban afilando sus cuchillos.

Bayer que se considera un “intelectual independiente” que sigue creyendo “en el anarquismo como socialismo en libertad”, llevó a cabo un empeño personal de años y de verdadero Sherlock Holmes, investigando desde 1968 pacientemente entre los supervivientes y sus familiares (y entre los propios soldados, hurgando por todas las pistas (algunas ciertamente impresionantes, otras terribles, como la de algunos sicarios que no se arrepentían de nada), una fuentes sobre las que el autor desprenderá una minuciosa descripción en cuatro volúmenes (editados por Planeta en Argentina pero no distribuidos en España) en los que se reconoce fehacientemente la deuda contraída por el movimiento obrero argentino con la FORA.

O sea la gran central obrera anarcosindicalista fundada en 1901 que en 1905 estableció (V Congreso) expresamente una declaración de “principios económicos y filosóficos del comunismo libertario”, aunque diez años más tarde (IX Congreso), una mayoría sindicalista revolucionaria abogó (como la IWW norteamericana) por la coexistencia con los socialistas, y luego con los comunistas. Una suma de obstáculos que acabó provocando una decadencia que, a finales de los años 20, comenzara a acelerarse. También hay sectores como los autodenominados “Comandos Rojos” que la película describe como provocadores que no se diferencian de los pistoleros, menospreciando los consejos militantes (dicen que los anarquistas “aparecen curas”).

Osvaldo Bayer (Santa Fe, 1927) llegará a atribuir dicha decadencia “en primer lugar” a la influencia negativa de “los anarquistas expropiadotes. La gente se asustó”. También sucedía en su opinión que los anarquistas “hacían huelgas y triunfaban, pero los convenios los firmaban los socialistas porque los anarquistas no trataban con el gobierno (…) los denominados sindicalistas libres que no querían hacer política en el sindicato”. “Finalmente, está el peronismo. Es la nueva clase. Los nuevos obreros industriales ya no venían de Europa, sino del interior”. Al final persiste un sector “que recoge el legado anarquista”, que se mantendrá hasta el presente como sección argentina de la AIT….Nadie había metido la nariz en la tragedia hasta que el escritor argentino de origen germano, rebuscando entre los supervivientes y sus familiares (y entre los propios soldados, hurgando por todas las pistas (algunas ciertamente impresionantes) realizó una minuciosa investigación de los hechos medio siglo después escribió entre 1972 y 1974 su ensayo exhaustivo y conmovedor La Patagonia rebelde, cuatro volúmenes en los que reconoce la deuda del movimiento obrero argentino.

Con la FORA en primer lugar, la gran central obrera anarcosindicalista fundada en 1901 que en 1905 estableció (V Congreso) expresamente una declaración de “principios económicos y filosóficos del comunismo libertario”, aunque diez años más tarde (IX Congreso), una mayoría sindicalista revolucionaria abogó (como la IWW norteamericana) por la coexistencia con los socialistas, y luego con los comunistas. A finales de los años 20, la central sindical comenzara una acelerada decadencia que Bayer atribuye, en primer lugar a la influencia negativa de “los anarquistas expropiadotes. La gente se asustó”. Luego sucedía que los anarquistas “hacían huelgas y triunfaban, pero los convenios los firmaban los socialistas porque los anarquistas no trataban con el gobierno (…) los denominados sindicalistas libres que no querían hacer política en el sindicato”. “Finalmente, está el peronismo. Es la nueva clase. Los nuevos obreros industriales ya no venían de Europa, sino del interior”. Aunque persiste un sector “que recoge el legado anarquista”, que se mantendrá hasta el presente como sección argentina de la AIT.

En lo que respecta a la obra, el propio Bayer la describió como una “historia época que parece salida del realismo mágico”, un fresco ocupado por “grandes luchadores anarquistas, (por) sus sueños y sus logros”, y que sirvió para “terminar con la leyenda negra y empezar con la difusión histórica”. Aunque la edición sufrió toda clase de obstáculos oficiales (por ejemplo, fue prohibida su “exportación”, o sea censurada de cara al exterior, en un intento de arruinar la editora), lo que empero no impidió que solamente el primer año se vendieran 200.000 ejemplares. Sus problemas fueron paralelos a los la película, rodada en el ambiente enrarecido que precede al golpe militar de 1976.

Así, si bien en un principio, su rodaje fue facilitado por el gobierno del reformista Héctor Campora y en concreto por el veterano “talentoso y bonachón” Mario Soffice, (que en 1939 ya había realizado un vibrante alegato social, Prisioneros de la tierra, adaptación de varios relatos de Horacio Quiroga), que había sido nombrado director del Instituto Nacional de Cinematografía que adelantó parte de la financiación, luego todo se torció cuando Campora fue sustituido por el propio Nerón, y el cargo del departamento fue a parar a manos del yerno del siniestro López Rega, al que se atribuye la creación de la triple A, grupo parapolicial de extrema derecha de asesinos que trataba de crear el ambiente propicio para justificar un golpe de estado, el horror sin límite personificado por Videla. En pleno rodaje, el equipo todavía conoció obstáculos de todo tipo, desde un levantamiento “milico” en la zona llamado el “navarrazo” hasta el envío de telegramas gubernamentales con los que trataban de detener su rodaje. Sin embargo, el gobierno sufría todavía diversas presiones a favor, y por su parte, el equipo había hecho suyo el proyecto de manera que respondió como únicamente podía, acelerando el rodaje. No en vano, la película podía interpretarse tanto como una vindicación como una premonición, una evidencia sobre hasta dónde podía llegar aquel ejército dispuesto a ocupar su propio país para cumplir los designios de la Trilateral o sea, el Imperio dispuesto a todo--

 NOTA DEL BLOG  .-La película tuvo varias vicisitudes, y trajo persecución y exilio para su director (Héctor Olivera) y para su guionista Osvaldo Bayer.  Así  como a los grandes actores Alterio y Luppi  y otros.  La película pudo darse por permiso de Perón el 14 de junio de 1974. Después de la muerte de Perón, fue censurada por el Gobierno de Isabel Perón. Se mantuvo censurada durante la dictadura de Videla, y pudo ser exhibida recién con la recuperación de la democracia, en 1983  ..Página/12 :: Contratapa :: A treinta años de aquellas humillaciones (pagina12.com.ar)

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