lunes, 25 de julio de 2022

Zelensky destruye las leyes laborales.

 

Zelensky aprovecha la guerra para acelerar sus reformas ultraliberales


Laurent Geslin (Mediapart)

"Muchos sindicalistas están luchando en el frente, pero empiezan a detectar que les amenaza otro peligro, y que viene de dentro”. Vitaliy Dudin remueve su café con diligencia y reconoce que "es difícil pensar en este momento", pero que el Gobierno "debe seguir siendo criticado". 

Este hombre es miembro de la ONG Movimiento Social, una organización con sede en Kiev que ofrece asistencia jurídica a las trabajadoras y trabajadores en lucha. "Estamos en guerra y entendemos que hay que tomar medidas de emergencia para mantener la economía a flote, pero el ejecutivo está destruyendo el código laboral. Está aprovechando la situación para aprobar textos en el Parlamento sin debate ni consulta.” 

Los sindicatos denuncian especialmente dos nuevas leyes: la "regulación de las relaciones laborales durante la ley marcial", aprobada el 15 de marzo, y sobre todo el proyecto de ley 5371 "destinado a simplificar la regulación de las relaciones laborales en las pequeñas y medianas empresas y a reducir las cargas administrativas". El texto fue validado en primera lectura el 12 de mayo, y debería volver pronto a votación de los diputados.

Desde el comienzo de la ofensiva rusa, el 24 de febrero, los trabajadores ucranianos están sometidos a una inmensa presión. La economía del país se ha visto muy afectada por la guerra, tras la anexión de cerca del 20% del territorio nacional, la destrucción parcial o total de los principales centros industriales, como Járkov y Mariúpol, y el bloqueo de las mercancías que transitan por los puertos del Mar Negro, especialmente los cereales.

A principios de abril, el Banco Mundial estimó que el PIB de Ucrania se contraería un 45% en 2022, y las previsiones son cada día más pesimistas y no se vislumbra ninguna solución al conflicto. 

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a principios de mayo ya se habían perdido cinco millones de puestos de trabajo, de un total de 17,5 millones en el país a finales de 2021, mientras que 6,5 millones de personas han abandonado el país desde febrero y más de 7 millones se han desplazado dentro del propio país. El pasado 8 de junio, la Escuela de Economía de Kiev, a la que el gobierno encargó la evaluación de los daños financieros causados por los combates, estimó que "el importe total de los daños directos causados a la economía ucraniana por los daños y la destrucción de edificios residenciales y no residenciales e infraestructuras ascendía a 103.900 millones de dólares".

Una ley sobre el trabajo en tiempo de guerra 

Además de esta considerable destrucción, hay varios textos que completan la desregulación del mercado laboral, especialmente la ley de relaciones laborales, que establece que los empresarios pueden, entre otras cosas, aumentar la jornada laboral de 40 a 60 horas semanales durante el conflicto. Las empresas que no puedan operar pueden, además, despedir a sus empleados en un plazo de diez días. 

Todas las empresas del país tienen también la posibilidad de suspender temporalmente los contratos de trabajo de su personal. Siguen siendo formalmente empleados, pero ya no reciben sus salarios y el pago de los atrasos se les abonará al final de la guerra en virtud de una hipotética indemnización pagada por el "Estado que comete la agresión militar", es decir, Rusia. Se prevé que esta medida tenga consecuencias sociales catastróficas, ya que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señala que un conflicto prolongado podría llevar a "más de nueve de cada diez ucranianos a la pobreza o a la casi pobreza". 

"Hemos aceptado las disposiciones de esta ley de emergencia, porque poder conservar el trabajo en tiempos de guerra ya es algo bueno", explica Vasyl Andreyev, jefe del Sindicato de Trabajadores de la Construcción y Materiales de Construcción de Ucrania (PROFBUD), que cuenta con más de 50.000 afiliados. 

"El problema de estas disposiciones es que no están claros los criterios por los que un empleado debe seguir recibiendo un salario y cuál debe prescindir de él", afirma Veniamin Tymoshenko, presidente de la Asociación de Sindicatos Independientes de Trabajadores de Aviación. "El aeropuerto de Kiev-Boryspil emplea normalmente a 3.200 personas, pero todos los edificios están cerrados desde el 24 de febrero y se encuentran bajo la protección del ejército. La dirección no especifica qué empleados siguen cobrando. Por supuesto, los sindicalistas ya no cobran nada.”

La destrucción del derecho laboral

El proyecto de ley fue aprobado por el Parlamento ucraniano sin ser revisado ni debatido por los diputados, pero sus disposiciones "pueden ser necesarias para las empresas destruidas por los combates o situadas en el frente, como la fábrica Azovstal de Mariúpol, o las cervecerías de Lyssychansk", reconoce George Sandul, abogado de la ONG Iniciativas Sindicales, creada tras la revolución de 2014 y que organiza cursos de Derecho para sindicatos y trabajadores en lucha.

"Lo dramático, sin embargo, es que este texto prefigura el proyecto de ley 5371, que no se pretende suspender cuando acabe la guerra, y que completa la destrucción del código laboral ucraniano, aprovechando la prohibición de huelgas y manifestaciones durante la vigencia de la ley marcial. Además, este texto no se ajusta a las normas europeas que Ucrania tendrá que respetar si desea ingresar en la Unión.”

En las empresas con menos de 250 empleados, las normas de contratación y despido, la cuantía de los salarios y las prestaciones, las horas de trabajo y los periodos de descanso, pueden determinarse libremente

El proyecto de ley afecta a las empresas de menos de 250 empleados, que emplean al 70% de los trabajadores ucranianos, permitiendo a empresarios y trabajadores negociar directamente los contratos sin estar sujetos al código laboral ucraniano.

Es decir, todas las normas de contratación y despidos, la cuantía de los salarios y las indemnizaciones, las horas de trabajo y los periodos de descanso, pueden determinarse libremente, "de mutuo acuerdo entre ambas partes".

"Con este nuevo texto, será posible escribir literalmente cualquier cosa en los contratos. Por ejemplo, motivos de despido disparatados, o incluso una jornada laboral de 100 horas semanales, y todo a capricho del cliente", continúa George Sandul. “Pero, ¿cómo puede un empleado negociar con su jefe en igualdad de condiciones? ¿Cómo puede imponer sus condiciones a oligarcas ricos como Rinat Akhmetov o Ihor Kolomoysky, que emplean a cientos de miles de personas?”

Somos uno de los países más corruptos de Europa, y la legislación laboral era una de las pocas cosas que protegían a los más pobres", afirma. “En una crisis como la que estamos atravesando, esta ley convierte a los trabajadores en esclavos.”

Según el gobierno, el proyecto de ley 5371 debería simplemente impulsar la economía ucraniana y simplificar la normativa laboral y afirma que ésta sigue rigiéndose por el Código Soviético de 1971, a pesar de haber sido modificado más de 200 veces.

Zelensky ya había explicado su deseo de "modificar el código laboral en favor de las empresas" cuando llegara a la Presidencia en 2019

“La sobrerregulación del trabajo contradice los principios de autorregulación del mercado y la gestión moderna del personal, no responde a las necesidades actuales y crea muchos obstáculos burocráticos injustificados para la realización de los empleados y la competitividad de los empresarios", explica Hanna Lichman, diputada del partido Servidor del Pueblo, el del presidente Volodímir Zelensky, y miembro de la comisión parlamentaria de desarrollo económico. “Las innovaciones de la ley serán beneficiosas para ambas partes y permitirán incluir ciertas opciones y beneficios adicionales para el empleado". 

Para sus promotores, este texto también debería legalizar la situación de una buena parte de los tres millones de personas que trabajan en negro en el país.

El presidente Zelensky ya había explicado cuando asumió el cargo en 2019 que quería "modificar el Código Laboral en favor de las empresas", pero el proyecto de ley 5371, presentado inicialmente en abril de 2021, no fue votado por los diputados hasta el 12 de mayo.

"Los parlamentarios temían la reacción de los trabajadores ucranianos, pero se abrió una ventana de oportunidad con la guerra y la están aprovechando", dice el abogado George Sandul, "y cabe destacar que los diputados de la coalición Plataforma por la Vida y la Paz, un partido pro-ruso que fue prohibido el pasado marzo, votaron a favor del proyecto de ley". Es comprensible que, en el contexto actual, no hayan opuesto mucha resistencia. Los demás partidos de la oposición se abstuvieron con cautela.”

El proyecto de ley 5371 fue presentado oficialmente por Halyna Tretyakova, jefa de la comisión parlamentaria de política social y diputada por el partido gobernante. Fue redactado por una ONG ucraniana, la Oficina de Soluciones Simples y Resultados, creada por el ex presidente georgiano Mijail Saakashvili, que en su momento volvió a contar con el beneplácito de Zelensky tras cumplir condena en prisión bajo su predecesor Petro Poroshenko, y que trabaja en colaboración con asociaciones empresariales ucranianas.

Desde 2020, el Reino Unido también asesora al Ministerio de Economía ucraniano sobre cómo aprobar una nueva legislación laboral, a través de la consultora Abt Associates, cuyo plan de comunicación fue revelado por la Federación Europea de Sindicatos de Servicios Públicos (FSESP) en noviembre de 2021. Sugirió que el ministerio debería "hacer sus mensajes más fáciles y emocionales" y fomentar las reuniones informales de los líderes de opinión para comunicarse con el público.

Ni Halyna Tretyakova ni la Oficina de Soluciones y Resultados Simples respondieron a las solicitudes de entrevista de Mediapart (socio editorial de infoLibre).

La incorporación de trabajadores extranjeros

“Con la desaparición de las protecciones garantizadas por el Código Laboral ucraniano, por no hablar de la guerra, la emigración se va a acelerar aún más, todo el mundo se va a ir de Ucrania, cuando ya nos faltaban trabajadores cualificados, sobre todo en el sector de la construcción", lamenta Vasyl Andreyev, sindicalista de la construcción. “En parte debido a esta escasez, los salarios habían subido mucho en los últimos años, pasando de una media de 250 euros al mes en la construcción por 60 horas de trabajo a la semana en 2014, a 1.000 euros el año pasado."

Según el Banco Mundial, en 2021 Ucrania recibió más de 18.000 millones de dólares en remesas desde el extranjero, en especial las procedentes de Polonia. Se espera que esta cantidad aumente aún más en 2022, ya que millones de refugiados han abandonado Ucrania en los últimos meses.

"No todos los refugiados que se fueron volverán después de la guerra. Pero a quién le importa, la industria ucraniana ya ha sido destruida en gran medida y los oligarcas pronto sólo necesitarán 15 millones de personas para mantener la agricultura y el sector de los servicios", ironiza el sindicalista del sector aeronáutico Veniamin Timoshenko.

El 9 de junio, la comisión parlamentaria ucraniana de política social, presidida por Halyna Tretyakova, organizó una mesa redonda sobre el tema "el uso de mano de obra extranjera en Ucrania". La principal conclusión fue que para que la economía ucraniana sea "más competitiva" es necesario atraer mano de obra extranjera, por ejemplo suprimiendo los permisos de trabajo.

"La mayoría de los ciudadanos ucranianos están insatisfechos con el nivel salarial en nuestro país y buscan una vida mejor en los países occidentales. Estamos asistiendo a un éxodo de mano de obra", decía Mykhailo Tsymbalyuk, vicepresidente de esa comisión. “Si a los empresarios les resulta difícil encontrar personal allí, es necesario crear buenas condiciones de trabajo para los ciudadanos de otros países.”

Está claro que pronto será posible en Ucrania emplear legalmente a inmigrantes por salarios de miseria, sin protección de ninguna ley laboral. Sustituirán a los ucranianos que se han vuelto demasiado caros y a los que se van a ganar la vida a Europa Occidental.

"La sociedad civil ucraniana está fragmentada, débil y dividida, pero algo se está reconstruyendo en las trincheras", afirma Leonid Stoikov, también miembro de la ONG Iniciativas Sindicales.

 "Los voluntarios ucranianos están evacuando a las personas amenazadas por los combates, la gente recoge dinero para el ejército y organiza la ayuda humanitaria. Esta gente exigirá respeto cuando la guerra termine y pedirá cuentas al gobierno. Como decían los cosacos, "sólo los esclavos no son admitidos en el cielo".

Traducción de Miguel López.

Zelensky aprovecha la guerra para acelerar sus reformas ultraliberales (infolibre.es)


sábado, 23 de julio de 2022

Ucrania , precios agrícolas, seguridad alimentaria y especulació

     Ucrania  , precios agrícolas, seguridad alimentaria y especulación   .. 


Lucas Zelada  y  Frédéric Mousseau 

La verdad sobre las grandes empresas que se hacen con terreno agrícola ucraniano

Recientemente se ha difundido un texto en las redes sociales (incluso en la página de Facebook de [la revista italiana de jardinería] Il Giardiniere) en el que se alega que "tres grandes multinacionales estadounidenses compraron 17 millones de hectáreas de tierras de primera calidad a Zelenski". Anteriormente, los rumores de esa supuesta venta de "la mitad de Ucrania a Monsanto, Cargill y Dupont" se habían amplificado a través de una pequeña galaxia de diversos sitios conspirativos que, en algunas versiones, también atribuyeron la responsabilidad a los sospechosos habituales, George Soros y las élites financieras mundiales (incluidos Warren Buffett, Bill Gates y los fondos de inversión Blackstone, BlackRock y Vanguard).

 sigue...

Dossier: Ucrania, precios agrícolas, seguridad alimentaria y especulación - Frédéric Mousseau, Luca Celada | Sin Permiso

viernes, 22 de julio de 2022

Draghi , masacre social en Italia ..

                           

La primera mitad de la era Draghi: optimismo del régimen y masacre social en Italia .

Pietro Basso  


( Este artículo  no es de ahora  sino   de cuando fue nombrado  , y explica lo que represento y su dimisión su fracaso , como "hombre  providencial ")

 Si bien la economía y la política internacionales se enfrentan a una confusión particular, el capitalismo italiano parece haber encontrado a su "hombre providencial" [1]. Se trata del super-banquero Mario Draghi, expresidente del BCE (Banco Central Europeo), que asumió hace seis meses la presidencia del Consejo de Ministros (Primer Ministro), por decisión autocrática del presidente de la República, Sergio Mattarella. Este nombramiento siguió a un verdadero martillo mediático y a oscuras maniobras palaciegas; fue avalado por una amplísima mayoría (84% y 82% de los electos a la Cámara de Diputados y al Senado respectivamente), por un Parlamento cada vez más parecido a una caja de resonancia. Desde entonces, según el relato del régimen impuesto, todo va bien. El aterrador covid parece estar en declive notable. El crecimiento del producto interior bruto (PIB) se dispara eufóricamente más allá del + 5% (después de una caída del 8,9% en 2020). Desde la Unión Europea (UE), vista de repente como una madre y ya no como una madrastra, caen lluvias de euros. El orgullo deportivo es la consecuencia de la cosecha de las medallas olímpicas. Y, guinda del pastel, Italia vuelve a la vanguardia de la escena internacional con el lanzamiento, desde el G20[2], de una iniciativa sobre Afganistán (¿se repetirá?). El hecho en Italia se está recuperando; pero, por un lado, no sabemos si va a durar y, por otro, ya está teniendo efectos desastrosos para gran parte de las clases trabajadoras .

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sigue .......

https://www.sinpermiso.info/textos/la-primera-mitad-de-la-era-draghi-optimismo-del-regimen-y-masacre-social-en-italia

 

 

martes, 19 de julio de 2022

La hora peligrosa en Ucrania .

 

La hora peligrosa

Sertorio

9/julio/2022

La guerra de liberación del Donbass no empezó este 24 de febrero: es un conflicto que lleva ocho largos años de combates y que ha podido ser concluido en varias ocasiones; pero una serie de falsas percepciones produjeron esta escalada, que ha convertido un conflicto local en el origen de una nueva Guerra Fría. Hace falta recordar que, mientras se negociaban los acuerdos de Minsk —que el propio expresidente de Ucrania, Petro Poroshenko, reconoció que eran una simple estratagema de Kíev para ganar tiempo—, Putin insistió a los dirigentes de las repúblicas populares de Donetsk (DNR) y Lugansk (LNR) para que reconocieran su condición de repúblicas autónomas dentro de Ucrania. En ningún caso, hasta seguramente enero de este año, el Kremlin cerró la vía política porque, contra lo que se ha vuelto el dogma indiscutible de la propaganda occidental, Putin es un político y un negociador, todo lo duro e intratable que se quiera, pero lo suficientemente sensato como para evitar aventuras militares. Desde 2008, en la cumbre de Bucarest, Putin advirtió varias veces que una Ucrania orientada en un sentido antirruso y como ariete de la Alianza Atlántica contra Moscú iba a perder sus provincias del sur y del este. La OTAN y Occidente en general subestimaron las advertencias y hasta las amenazas de Rusia. Tras el interludio de Trump, no hacía falta ser profeta para intuir que tendríamos guerra, que la administración Biden no iba a perder la oportunidad de enfangar al Kemlin en un conflicto de mediana o pequeña intensidad, y a ser posible duradero. Sin embargo, Rusia jugó sus cartas a su manera y le dio la vuelta a una situación que los estrategas de Occidente llevaban, como reconoció Jens Stoltenberg, catorce años preparando. (Véase, por ejemplo, cómo en un tiempo récord fue posible poner en marcha centenares de sanciones que precisan de un muy estudiado trabajo previo. No fueron improvisadas, ni mucho menos, las primeras batallas de la guerra económica. Trabajo inútil, las sanciones le han hecho mucho más daño a Europa que a Rusia.)

El primer paso que llevó a esta guerra fue, sin duda, una vieja tradición de las potencias occidentales: el menosprecio del vecino euroasiático. Obama llamó a Rusia un país pequeño por su peso relativamente menor en los mercados mundiales y en el mundo del dinero. Según esa visión del liberalismo occidental, Qatar y Singapur son países “grandes”, mientras que Pakistán y Egipto son “pequeños”. La realidad geopolítica e histórica es justo la contraria: las potencias se miden por su peso militar y político más que por su riqueza, aunque, desde luego, las arcas llenas siempre ayudan en los equilibrios de la diplomacia. La Unión llamada “Europea” es un pigmeo geopolítico, apenas una serie de Estados sometidos a Washington de la misma manera en que los principados indios del Raj obedecían a Londres. Pero, no cabe duda, el peso de Bruselas en la economía y el comercio mundial es muy superior al de Moscú. Este menosprecio de Rusia se nota en la propaganda atlantista: El Kremlin se quedaría sin misiles en abril; el rublo se iba a derrumbar frente al dólar; las sanciones pondrían a Rusia de rodillas y causarían una rebelión contra Putin, que sufría todas las enfermedades imaginables y caería derrocado en cuestión de semanas; los generales rusos eran un hatajo de borrachos e incompetentes, y sus soldados unos bárbaros, o unos cobardes, o unos bestias, o todo a la vez. Y sus armas, un montón de chatarra oxidada. La realidad es más bien de signo contrario: el ejército ruso se ha enfrentado siempre y en todos los escenarios en inferioridad numérica a los ucranianos, pero su pericia en el uso de la artillería y su supremacía aérea (la aviación militar original ucraniana, unos 156 aviones de combate, hace tiempo que desapareció; Kíev ahora usa el material ruso almacenado en los países de la OTAN) le han dado al ejército ruso una superioridad táctica en la que algo tendrá que ver la habilidad de sus oficiales y la profesionalidad de sus tropas. Las derrotas ucranianas son cada vez más rápidas y devastadoras: 

Mariúpol tardó meses en ser liberada. Severodonetsk, semanas. Lysichansk, días. Los que seguimos esta guerra de cerca, a diario, comprobamos que no pasa una jornada sin que los rusos avancen por un territorio meticulosamente trillado y con un número muy escaso de bajas. Aunque no habrá cifras oficiales hasta el fin de la campaña, a día de hoy sabemos que Ucrania custodia unos ochocientos prisioneros de guerra rusos, mientras que el de ucranianos cautivos sobrepasa los once mil. La proporción de muertos será seguramente parecida.

El menosprecio de Rusia y la exasperante —para los rusos y los partisanos del Donbass— prudencia de Putin excitaron el ardor guerrero del regimen de Kíev, que inició una escalada de la que hoy nadie parece acordarse; pero en el fin de semana previo a la intervención rusa, Zelenski lanzó un ultimátum a las repúblicas alzadas y se intensificaron los bombardeos de manera que parecía inminente (y lo era) una acción armada ucraniana; de ahí dos acontecimientos de los días anteriores al 24 de febrero: la evacuación en masa de la población civil del Donbass a Rusia y el reconocimiento de las dos repúblicas por Moscú. Ya hacía mucho tiempo que el Kremlin era perfectamente consciente de la orden de despliegue firmada por Zelenski en enero y que debía completarse el primero de marzo de este año para entrar a sangre y fuego en el Donbass, orden encontrada en las unidades ucranianas vencidas. Ni Zelenski ni ninguno de los que seguíamos los acontecimientos pensábamos que Rusia iba a intervenir como lo hizo por varias razones: el poco gusto de Putin por las aventuras, la incertidumbre acerca de la capacidad militar rusa, los problemas que podían causar las sanciones y los beneficios que un ataque contra Ucrania daría a los Estados Unidos, deseosos desde la deposición de Trump de una guerra “intermediada” contra Moscú. Nos equivocamos completamente: incluso el belicoso Biden se encontró con una situación que le superaba.

La idea que, más o menos, nos hacíamos de la guerra en el Donbass era la de una intervención rusa limitada a las dos repúblicas para frenar la agresión del régimen del Maidán. Posiblemente es lo que pensaba Zelenski y lo que creíamos todos. Los servicios de inteligencia americanos alertaron a Zelenski sobre una intervención rusa en toda Ucrania, especialmente por las maniobras de las semanas anteriores al 24 de febrero. Había un motivo muy serio para minusvalorar esas señales: con sólo ciento setenta mil hombres no se puede conquistar Ucrania. Y, como también pensábamos, era una maniobra demasiado audaz para lo que es habitual en el circunspecto Vladímir Putin. Los factores que operaban a favor de una intervención limitada sí era posible tenerlos en cuenta: el desgaste político que suponía para el gobierno de Rusia dejar que los ucranianos hicieran una limpieza étnica con los habitantes del Donbass y el peligro en el que quedaría Crimea, parte absolutamente irrenunciable de Rusia. El ataque ruso a toda Ucrania fue un paso inicial básico para el objetivo esencial de la guerra: liberar el Donbass, controlar el mar de Azov y reintegrar los territorios rusos adjudicados a Ucrania durante el período soviético y cuyos derechos lingüísticos, sociales y políticos estaban siendo pisoteados, contra todo lo que se pactó en 1991, por el régimen del Maidán. El ataque del 24 de febrero dejó “ciega” a la aviación ucraniana, que fue aniquilada en los días posteriores. En el óblast de Jersón, los soldados de Zelenski huían, se rendían o se pasaban a los rusos, igual que en el de Zaporozhia. Sólo donde acampaban las milicias de Azov o las unidades de élite del ejército se logró mantener el frente. En el mes de marzo estaba claro que el ataque a las estructuras esenciales de la defensa ucraniana no tenía como objetivo la conquista del país, sino la paralización de su ejército, que desde entonces sólo ha sido capaz de realizar contraataques locales muy limitados, pero no contraofensivas de gran estilo.

La realidad existe, por más que los liberales de Occidente la nieguen. A día de hoy, Ucrania no puede ganar la guerra; sólo Rusia podría perderla por colosales errores propios, cosa que parece improbable. El armamento occidental no ha sido la panacea; al revés, es menos práctico y sencillo que el ruso. El soldado ucraniano, recluta no profesional, es incapaz de manejar un material tan sofisticado, al tiempo que los aviones traídos de Polonia, Eslovaquia o Bulgaria son derribados un día sí y otro también por los cazas rusos, y su número se agota. Ni el Donbass, ni Crimea, ni Zaporozhia, ni Jersón volverán a ser Ucrania. Y si la situación se sigue prolongando, ni Járkov, ni Nikoláev, ni Poltava. El régimen de Zelenski cada vez es más corrupto y más ineficaz; además, hay claras muestras de que ya no es obedecido en todo el país y las autoridades locales empiezan a obrar por su cuenta. Los hombres escapan de las levas y hemos visto la inquietante sombra del babi bunt (motín de mujeres) contra el reclutamiento en regiones tan poco rusófilas como la Transcarpatia. Polonia, el agente de las potencias anglosajonas en este conflicto, ya piensa en anexionarse la Ucrania occidental ante el previsible colapso del régimen de Zelenski, que a día de hoy ha prohibido a la mayor parte de los partidos de la Rada (parlamento) y gobierna contra medio país gracias al terror y a la represión que reinan desde 2014. Régimen que recuerda mucho a los del Kuomintang chino de 1945-1950 y de Vietnam del Sur de los años setenta, con síntomas prácticamente idénticos, como la venta de material occidental a los rusos por los oficiales ucranianos. Lo último, dos obuses franceses Caesar, comprados por ciento veinte mil dólares y que ahora se examinan en las fábricas de armamento ruso de los Urales.

Ucrania se acerca a su hora más peligrosa. Estados Unidos ya ha hecho un buen negocio con esta guerra: ha vendido su pestilente gas líquido, caro e inútil, a sus colonias europeas, que dependen ahora de tan costoso combustible. También ha logrado aumentar el gasto militar en los países de la OTAN, que comprarán material y repuestos americanos, y ha quebrantado decisivamente cualquier veleidad europea de autonomía: Bruselas ya no es vasalla, es esclava. Sin su potencia natural —Rusia— Europa es una simple cabeza de playa del imperio yanqui y de su oligarquía dominante. Quedará para otra ocasión el analizar cómo Inglaterra, fuera de la Unión llamada “Europea”, es más influyente en Bruselas y entre sus socios comunitarios del Este que Alemania o Francia, presuntas potencias rectoras de la supuesta Unión.

Las opciones de Ucrania para evitar males mayores pasan por un alto el fuego; el caso es que Rusia quiera concederlo, cosa muy difícil mientras todavía esté en curso la liberación del treinta por ciento del Donbass. La situación interna del régimen de Kíev no es tan estable como parece. Los núcleos más nacionalistas se están dando cuenta de que se les ha utilizado como carne de cañón y de que se les sacrificó sin ningún remordimiento y hasta con la intención de anularlos como fuerza política. La población favorable a Rusia, la mitad del país, calla, espera y, si está reclutada, deserta o se rinde. Y la corrupción está desatada con la lluvia de millones y de armas que ha caído sobre Kíev. Zelenski, que es para Biden lo que Skoropadski[1] fue para los imperios centrales, acabará haciendo lo mismo que su antecesor en 1918: escapar. Y lo hará de una manera muy parecida a como Bulgákov narró la huida del hetman germanófilo en La Guardia Blanca. Petliura,[2] por cierto, también hizo lo mismo. Seguro que el arlequín del Dniéper no desmentirá la tradición. Poroshenko[3] ya está emboscado en Londres.

La caída del régimen del Maidán garantizaría el futuro de una Ucrania neutral, pero independiente y económicamente asociada a Europa. Durante estos últimos ocho años, Ucrania ha tratado de mutilarse, de arrancarse su condición de pueblo ruso —surgido de la Rus medieval, como los bielorrusos y los rusos—, de borrar más de trescientos años de historia y cultura común.

Nikolai Gógol, Dmitrii Bortnianski, Mijaíl Bulgákov…, ¿son ucranianos o son rusos? Pregunta absurda entre pueblos hermanos. Los intentos irracionales y salvajes de las autoridades ucranianas de prohibir la música rusa o de destruir los libros de Tolstói, Dostoyevski o Chéjov sólo sirven para demostrar, en la intensidad y fuerza de su rabia, lo profundo de esa historia compartida. Millones de ucranianos viven y trabajan en Rusia sin ser molestados por su origen. Los matrimonios “mixtos” son más que habituales y el origen de ambos pueblos es el mismo: un ucraniano no deja de ser el descendiente de los rusos que colonizaron los Campos Salvajes en los siglos XVI y XVII y que mostraron su deseo de independencia no contra Moscú, sino contra los polacos. Esa Ucrania real, no el país antirruso que pretenden construir los sicarios de Occidente, acabará por hacerse sentir. El escritor Olés Buziná, torturado y asesinado por el régimen del Maidán en abril de 2015, fue el portavoz más brillante de ese concepto de Ucrania asociada a los pueblos hermanos de la antigua Rus, que tarde o temprano deberá imponerse para salvar la existencia de su nación.

[1] Hetman del Estado ucraniano de 1918.
[2] Jefe nacionalista ucraniano en 1918-1920.
[3] Presidente de Ucrania de 2014 a 2019.

Fuente  La hora peligrosa | El Manifiesto

 

Ucrania . Luchas internas .

 Luchas internas

N.Sanzo

Cinco meses después del inicio de la intervención rusa en Ucrania, Kiev continúa jactándose de sus éxitos -reales o no- y sigue afirmando que su objetivo no es otro que la victoria militar en el frente. Solo entonces, como volvió a repetir ayer Dmitro Kuleba, podrá haber negociaciones con la Federación Rusa. Sin embargo, ni los éxitos militares de Ucrania son tales ni la cuestión militar es el único problema al que se enfrenta Kiev. Capítulo aparte merece el análisis de la situación económica, cada vez más problemática en un país en el que la economía está prácticamente paralizada, la defensa del valor de la moneda se realiza básicamente en base a asistencia exterior y emisión de billetes y donde, en lugar de una nacionalización y activación de la economía de guerra, se ha optado (como se está haciendo también en Rusia) por la profundización de la liberalización y la privatización. La semana pasada, Ucrania afirmaba públicamente que precisa de 9.000 millones de dólares al mes para mantenerse a flote, una cantidad que dobla la mencionada hace tan solo unos meses. Cargada cada vez de más deudas, esta situación parece insostenible a largo plazo.

Por el momento, la financiación extranjera mantiene en pie una parte suficiente de la economía ucraniana e impide el colapso completo. Sin embargo, es la situación política la que puede sufrir cambios a corto plazo. Es más, las últimas semanas ha sido evidente la existencia de diferentes conflictos dentro del círculo de poder ucraniano tanto en lo político como en lo militar. Mucho se ha hablado del enfrentamiento entre las autoridades militares y las autoridades políticas, que han impuesto su criterio en el frente pese a cumplir con ello los augurios del comandante en jefe del Ejército Ucraniano, Valery Zaluzhny, que presagiaba grandes bajas en batallas que Ucrania no podía ganar. Frente a la retirada de la primera línea en busca de una mejor posición de defensa que garantizara poder dar batalla a las tropas rusas, las autoridades políticas ordenaron luchar por Popasnaya, Severodonetsk y Lisichansk, batallas en las que Ucrania sufrió fuertes bajas y en las que no pudo mantener sus posiciones.

Esa lucha evidenció la fuerza de la Oficina del Presidente, en realidad único gobierno existente ahora mismo en Ucrania y círculo en el que se toman todas las decisiones importantes. Pero la lucha no se limita al tira y afloja entre las autoridades políticas y militares, sino que se extiende a otros sectores. Así lo evidencia la lucha que se ha venido librando en las últimas semanas entre el director del Servicio de Seguridad de Ucrania, SBU, y el jefe de la Oficina del Presidente, que muestra el intento de Andriy Ermak de hacerse -ya sea para su persona o para la Oficina del Presidente que dirige- cada vez con más poder.

Desde el avance ruso sobre la región de Jerson, que se produjo sin grandes batallas y ante la retirada ucraniana, que según algunas fuentes estuvo apoyada por la entrega de información de inteligencia de agentes ucranianos a las tropas rusas, el SBU ha sido la institución más cuestionada. Ucrania ha abierto docenas de causas penales por traición contra agentes del SBU de los que se sospecha colaboración con las tropas rusas. Y tras una visita a Járkov, Zelensky cesó al director del SBU en la región, que rápidamente acusó al presidente y su entorno de falsificar el avance de las tropas ucranianas en la zona.

La situación se repite ahora, aunque en un grado significativamente más grave, ya que quien ha sido apartado es el director de la institución, miembro del círculo más íntimo de Volodymyr Zelensky y figura importante en el ascenso político del exactor. Aunque difícilmente sorprendente que alguien sin preparación para el puesto ni experiencia previa fuera incapaz de cumplir con las exigencias de liderar un servicio de seguridad en un país en guerra, estos acontecimientos denotan en realidad una lucha de poder que se decanta ahora en favor de la Oficina del Presidente, especialmente de su peso político más pesado, Andriy Ermak.

Así lo resumía ayer el diario ucraniano Strana:

Volodymyr Zelensky ha realizado los cambios de personal de perfil más alto en Ucrania desde que comenzó la guerra con Rusia. Por decreto, el presidente ha despedido al director del Servicio de Seguridad de Ucrania, Ivan Bakanov, y a la Fiscal General de Ucrania, Irina Venedictova.

Zelensky ha justificado su decisión alegando que cientos de empleados de la Fiscalía y el SBU son sospechosos en casos de traición y colaboración. El presidente también mencionó la detención el día anterior de Kulinich, antiguo jefe del SBU en Crimea y cercano a Bakanov, acusado de cargos de alta traición.

Zelensky no siguió el procedimiento del cese de ambos (para lo que era necesario presentar una petición al Parlamento y esperar la votación), sino que publicó sendos decretos para apartar a Bakanov y Venediktova, lo que le ha permitido expulsarlos de sus puestos lo más rápidamente posible (aunque formalmente sea solo de forma temporal).

Esto indica la importancia que tiene para Zelensky la resolución de la cuestión del personal en las dos agencias de la ley más importantes del país.

Vasily Malyuk, segundo de Bakanov, ya ha sido nombrado director del SBU en funciones también por decreto presidencial, mientras que la función de Fiscal General del Estado ha sido adjudicada al segundo de Venediktova, Alexey Simonenko.

Ambos son considerados cercanos al jefe de la Oficina del Presidente, Andriy Ermak, que ha reforzado notablemente su posición política e influencia en el proceso de toma de decisiones.

Los cambios de personal no suponen cambio político alguno. En tiempos de Venedictova y Bakanov, la Fiscalía y el SBU han continuado con la tarea adjudicada a ellos en tiempos de Petro Poroshenko, con la continuación de la persecución de todo tipo de opositores bajo la justificación de la guerra con Rusia. Fue el SBU de Bakanov el que colocó una granada en el baño del periodista de Odessa Yuri Tkachev para justificar su detención el pasado marzo. Y ha sido la Fiscalía de Venediktova la que ha acusado de todo tipo de delitos de pensamiento a los hermanos Kononovich, un ejemplo nada más de una práctica que se ha realizado con aún más frecuencia que en los ocho años anteriores desde el 24 de febrero.

Luchas internas | SLAVYANGRAD.es.

 Y VER ...

  Zelensky destituye al jefe de inteligencia  y al fiscal general y los acusa de  traición .

Zelenski destitueix el cap d'Intel·ligència i la fiscal general, acusats de traïció (elnacional.cat)

 Ucrania lucha contra la infiltración rusa en los poderes del Estado | Internacional | EL PAÍS (elpais.com)...Y la noticia en El País. 

 Se necesita ser manipulador para decir en cierto momento  de  la India.. " una de las pocas potencias que se han mostrado próximas a Rusia".  Cuando en reunión del G-20 la semana  anterior no lograron  condenar a Rusia. .Es como si fueran avestruces  ocultando información.  Por otra parte no son  filtraciones a Rusia sino críticas y además  de un amigo de toda la vida como Bakanov .. no sabemos si es buscar cabezas  de turco o turcos sin cabezas ante los últimos fracasos militares. 

Según el presidente ucraniano, hay 651 casos abiertos contra miembros de las fuerzas de seguridad nacionales por presunta traición y colaboración con Rusia

lunes, 18 de julio de 2022

Voces silenciadas en la guerra de Ucrania



Propaganda oficial y voces silenciadas en la guerra de Ucrania

Enric  Llopis

Suma 135 días de detención en Polonia. El periodista y politólogo Pablo González Yagüe (Moscú, 1982) ha cumplido más de cuatro meses en prisión provisional, sin la posibilidad de ejercer el periodismo, comunicarse regularmente con la familia y su abogado de confianza.

La situación (de “silencio total”) está produciéndose “con el beneplácito del Gobierno de España, que más allá de las tres visitas consulares, ha seguido poniéndose de perfil, permitiendo a Polonia vulnerar hasta 18 artículos de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE”, denunciaron compañeros y familiares el pasado 7 de junio en el blog y redes sociales (@FreePabloGonz).

El 28 de febrero Pablo González fue capturado en la ciudad de Przemysl (frontera de Polonia y Ucrania), cuando informaba acerca del conflicto en este país de la Europa Oriental; colaborador de medios como Público, La Sexta y Gara, sobre el reportero pesa la acusación de espionaje a favor de la Federación de Rusia. Sin embargo, “no se ha presentado una sola prueba incontestable en su contra”, critican los grupos de apoyo.

No se trata del único caso que afecta a la libertad de información. En marzo el Consejo de la UE, que representa a los gobiernos de los Estados miembros, aprobó la “suspensión urgente” de las actividades de radiodifusión de los medios estatales rusos RT-Russia Today y Sputnik “en la UE o dirigidas a ésta”.

El alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Políticas de Seguridad, Josep Borrell, recordó el 2 de marzo: “Ya habíamos impuesto sanciones anteriormente a la dirección de RT, en particular a su redactora jefe, (la periodista Margarita) Simonian”. El 3 de junio el Consejo prohibió en la UE otros tres medios rusos: RossiyaRTR/RTR Planeta; Rossiya 24/Russia 24 y TV Centre International.

Una de las herramientas para problematizar la verdad oficial es el último libro del periodista Pascual Serrano, titulado Prohibido dudar. Las diez semanas en que Ucrania cambió el mundo, publicado en junio por Akal.

Entre las claves del ensayo destaca la siguiente, en palabras del autor: “La campaña actual sobre la guerra de Ucrania no sólo se ha destinado (…) a considerar válidas las versiones de Estados Unidos y la OTAN sin necesidad de más investigaciones y pruebas, sino también a atacar a cualquiera que las ponga en duda”.

Entre los ejemplos mencionados por Pascual Serrano, figura la masacre en la ciudad ucraniana de Bucha, cerca de Kiev, de la que los medios informaron –con imágenes de víctimas civiles- en abril.

El Kremlin rechazó las acusaciones que relacionaban al ejército ruso con la matanza de Bucha. El periodista recuerda que llegó a calificarse de “negacionistas” a quienes pedían una investigación independiente; además se omitieron los adjetivos “presunto” y “supuesto”, utilizados en otras informaciones.

Tal vez otros hechos y reflexiones tampoco han suscitado interés, o considerado un bulo. Por ejemplo, las declaraciones del jefe de las tropas de protección radiológica, química y biológica de Rusia, Igor Kirillov, recogidas por la agencia Tass el 7 de marzo: “El Ministerio de Defensa ruso ha llamado repetidamente la atención sobre los programas biológico-militares que el Pentágono está implementando en el espacio postsoviético”.

En el caso de Ucrania, detalló Kirillov, “se creó una red de más de 30 laboratorios biológicos. Algunos de ellos son laboratorios de investigación y otros, sanitarios-epidemiológicos”.

La Embajada de Estados Unidos en Kiev da cuenta, en su página Web, de la colaboración entre el Programa de Reducción de Amenazas Biológicas del Pentágono y el Estado ucraniano.

Así, “el Departamento Sanitario-Epidemiológico (SED) del Comando Médico del Ministerio de Defensa de Ucrania recibió cuatro laboratorios móviles de la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa (DTRA)” del Pentágono, “con el objetivo de reforzar el sistema de vigilancia epidemiológica en las Fuerzas Armadas de Ucrania”.

En Prohibido dudar pueden leerse noticias como la difundida por la agencia Efe el pasado 11 de marzo: “La OTAN ‘rastreó’ la trayectoria de vuelo del dron que se estrelló en Zagreb”; la agencia cita como fuentes a la Alianza militar y al Gobierno de Croacia; el teletipo apunta que la aeronave no tripulada (de fabricación soviética) sobrevoló -además de Croacia- otros dos países de la OTAN, Rumanía y Hungría.

El primer ministro Croata, Andrej Plenkovic, subrayó que el “incidente” revela la necesidad de una colaboración mayor en el marco de la organización militar. Sin embargo, en las tres últimas líneas, el comunicado señala que tanto Rusia como Ucrania declinan su responsabilidad en el lanzamiento; y en el segundo párrafo, que las autoridades croatas están realizando una investigación.

El también autor de Desinformación (2009) y Traficantes de información (2012) dedica un aparatado a las voces silenciadas que rompen el discurso único; entre otras, la del director del Institute of Security Policy de Shanghai, Lanxin Xiang, entrevistado por el periodista Lluís Amiguet en La Vanguardia (La invasión de Ucrania no tiene justificación pero sí causas, 14 de marzo).

Una de las razones apuntada por el geoestratega chino es que Putin “no puede permitir que instalen bases militares de otra superpotencia en su frontera; ¿permitió Kennedy que la URSS instalara sus misiles en Cuba? Casi inicia una guerra nuclear para impedirlo (…) ¿Se imagina a Biden permitiendo que China instale una base militar en Panamá?”.

Otra voz disonante del consenso, destaca Pascual Serrano, es el Centre Delàs d’Estudis per la Pau; según una de sus investigadoras, Tica Font, “creo que no se ha hecho una verdadera apuesta diplomática para evitar el conflicto”; asimismo, “en dos años veremos que el material bélico que ahora está en manos de la población civil, acabará en manos de las mafias y el crimen organizado” (programa Solidaris, Catalunya Ràdio, 25 de marzo).

Prohibido dudar incluye -en las conclusiones- el testimonio del papa Francisco, que el 10 de abril en la plaza de San Pedro, pidió el cese de la guerra en Ucrania, y una tregua para lograr la paz mediante unas negociaciones; por el  contrario, la presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, del Partido Demócrata, afirmó -tras un encuentro con el presidente Zelenski en Kiev- que Estados Unidos apoyará a Ucrania “hasta obtener la victoria” en el conflicto (Efe, 1 de mayo).

Propaganda oficial y voces silenciadas en la guerra de Ucrania – Rebelion

domingo, 17 de julio de 2022

El G-20 no condena a Rusia .

 La  cumbre del G-20  fracasa  en condenar a Rusia  por el conflicto en Ucrania

Durante las conversaciones en la isla turística indonesia de Bali, los jefes de Finanzas se comprometieron a abordar la inseguridad alimentaria mundial, el aumento de la deuda y las crisis energéticas, pero lograron pocos avances políticos.

Una reunión de dos días de los ministros de Finanzas del Grupo de los 20 (G20) en Indonesia terminó sin un comunicado conjunto después de que la operación militar especial de Rusia en Ucrania dividiera al foro mundial. 

 "Creo que todos estamos de acuerdo en que esta reunión del G20 ha tenido lugar en circunstancias muy difíciles por la tensión geopolítica", subrayó la ministra de Finanzas indonesia, Sri Mulyani Indrawati, en rueda de prensa en la isla de Bali (Indonesia), donde tuvo lugar el encuentro.

En lugar de un comunicado formal, habría una declaración de 14 párrafos emitida por Indonesia, dijo este sábado la ministra de Finanzas, cuyo país tiene la Presidencia pre tempore del G20.

Indrawati dijo que la mayoría de los temas fueron acordados por todos los miembros excepto declaraciones particulares sobre el conflicto en Ucrania. Lo describió como el “mejor resultado” que el grupo pudo haber logrado en esta reunión.

La secretaria del Tesoro de EE. UU., Janet Yellen, el tesorero de Australia, Jim Chalmers, y la ministra de Finanzas de Canadá, Chrystia Freeland, culparon a Rusia de enviar una onda expansiva a través de la economía mundial.

El ministro de Finanzas de Rusia, Anton Siluanov, y el ministro de Finanzas de Ucrania, Serhiy Marchenko, participaron virtualmente en la reunión .

Esta información   publicada  en Telesur contrasta con otra  del  El Mundo  donde directamente miente. .cuando dice .."y  condena la guerra  rusa  en Ucrania ".. y en en un periódico de Andalucía lo mismo  se confirma que no hubo  condena igual en otros medios como la Vanguardia . Mal van si hay prensa  que mienten ya sobre  las reuniones del 6-20 cuando el G-7   ya significa bien poco  y, no logro imponer su  versión en la reunión.

El G20 aborda medidas para frenar la crisis alimentaria y condena guerra rusa en Ucrania | El Mundo | DW | 15.07.2022

El G20 está formado por Alemania, Arabia Saudí, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, la India, Indonesia, Italia, Japón, México, el Reino Unido, Rusia, Sudáfrica y Turquía, más la Unión Europea.


Entre los países invitados se encuentran España, Holanda, Fiyi, Camboya, Ruanda, Senegal, Singapur y Emiratos Árabes Unidos.