domingo, 26 de abril de 2020

La derecha neocon y el virus.


La derecha se agarra a la misma estrategia post 11-M

La estrategia de la derecha tras el 11-M, se basó en generar dudas y azuzar la conspiranoia. Algo muy similar a lo que estamos viendo estos días.

Dani  Domínguez

La marea 
“Como se puede ver, el éxito de la ‘campaña por la verdad del 11-M’ no se medía tanto por su capacidad para desvelar una verdad alternativa, como por sembrar la duda, promover y canalizar la indignación”. La frase lleva ocho años plasmada en las páginas de un libro y se refiere a unos hechos que ocurrieron a partir del 11 de marzo de 2004, tras los atentados de Atocha, en Madrid. Pero si obviamos estos datos, bien podría haberse escrito hace unos días, durante esta crisis del coronavirus.
Spanish neocon. La revuelta neoconservadora en la derecha española (Traficantes de sueños, 2012), de Pablo Carmona, Beatriz García y Almudena Sánchez, recoge en uno de sus capítulos la estrategia de la derecha tras el 11-M, basada en generar dudas y azuzar la conspiranoia en torno a la tragedia, con el objetivo de derrocar al PSOE, que ganó las elecciones el 14 de marzo.
Si bien existen diferencias sustanciales entre ambos contextos, también se dan claras similitudes: en el Gobierno, como entonces, está una izquierda recién llegada al poder que se enfrenta a una crisissin precedentes; en la oposición, una derecha radicalizada y desacomplejada que pugna por sacar rédito electoral de la crisis. El confinamiento actual ha hecho, además, que los acontecimientos que tardaron meses en producirse tras el 11-M, se hayan disparado ahora en solo unas semanas.
Algunas actuaciones más que cuestionables por parte del Gobierno central han avivado la llama de la conspiranoia que alimenta la derecha radicalizada. Por ejemplo, la decisión de suspender los plazos en las solicitudes a través del Portal de la Transparencia de la Administración General del Estadoimpide ejercer una labor de escrutinio del Ejecutivo y de sus decisiones por parte de los medios de comunicación.
A esto se le suman las declaraciones del jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, el general José Manuel Santiago, que aseguró en rueda de prensa que perseguían los bulos en las redes para minimizar «el clima contrario» a la gestión del Gobierno, y que sirvió a la oposición para dar consistencia a la idea de que Ejecutivo censuraba las opiniones críticas en redes sociales
Aunque dichas declaraciones fueron posteriormente matizadas, el Estado Mayor sí había enviado el 15 de abril a sus unidades un mail en el que pedía identificar bulos que pudieran generar «desafección a instituciones del Gobierno». También es gasolina para la duda que el propio Ejecutivo haya divulgado algunas informaciones falsas –que han sido desmentidas por plataformas como Maldita.es–.
A partir de algunas citas de Spanish Neocon, repasamos la estrategia de la derecha tras el 11-M y los paralelismos con la actualidad:

1. “En primer lugar, la duda sistemática: el cuestionamiento de la investigación oficial y de los datos que se iban filtrando a la prensa”

Sembrar la duda ha sido una de las constantes en la estrategia de la derecha y la extrema derecha desde que comenzó la crisis de la COVID-19. Al igual que con el 11-M, la pugna por la “verdad” se ha impuesto en la agenda de los conservadores desde el primer momento. Vox, por ejemplo, utiliza dos expresiones para afianzar este marco: Gobierno del bulo y Ministerio de la Verdad. La consigna es clara: el Gobierno miente y se apoya en ese Ministerio de la Verdad compuesto por medios supuestamente afines capitaneados por La Sexta y RTVE. 
La lista de mentiras en torno a este tema es larga: el Gobierno controla las redes sociales y censura aquellas informaciones críticas, los datos oficiales son falsos, el Gobierno crea periodistas fake para dar consistencia a sus informaciones, manipulación de fotos… Y, aunque estas desinformaciones sean desmentidas una tras otra, la mayoría ya han corrido como la pólvora a través de las redes sociales.
Spanish neocon sostiene que los principales artífices de la teoría de la conspiración tras el 11-M “fueron Libertad Digital y El Mundo, pero sobre todo el trabajo independiente de investigación de Luis del Pino”. Ahora, sin embargo, las redes sociales han marcado una importante diferencia entre la situación actual y la de 2004, lo que ha diluido una parte de la enorme influencia de determinados medios que, a pesar de todo, han seguido manteniendo un poder crucial. 
Las redes sociales, sin embargo, han jugado un papel esencial en esta ocasión, principalmente WhatsApp, una herramienta que la extrema derecha global ha sabido usar con maestría para difundir su propaganda. Tal es la importancia de WhatsApp que, en cuanto la aplicación de mensajería –propiedad de Facebook– ha decidido luchar contra la difusión de bulos, han arreciado las críticas contra esta. 
En esta línea, Vox ha pedido a sus seguidores que migren a Telegram: “Han puesto la excusa de los bulos para coartar la libertad de los españoles, cuando todos sabemos que quien nos mienten son el Gobierno y sus televisiones subvencionadas”, rezaba uno de los mensajes emitidos por la formación de ultraderecha.
En este clima de supuesto control de las redes sociales, el PP registró una pregunta parlamentaria que acabó convirtiéndose en objeto de mofa y que demuestra, entre otros, un claro desconocimiento de la forma de funcionar de estas herramientas. Según rezaba la pregunta, firmada por seis diputados populares, «en el Canal oficial de Twitter de RTVE se invita a seguir al periódico El País, a Pablo Iglesias y al PSOE», dando a entender que el Gobierno hacía un uso partidista del perfil de la televisión pública. Sin embargo, las recomendaciones en la red social las determina un algoritmo que ni RTVE ni ningún perfil puede controlar.
La punta mediática en esta ocasión ha sido copada por Javier Negre, adjunto a la dirección audiovisual de Unidad Editorial –empresa editora de El Mundo– y Mediaset. Algunos días después de declararse el confinamiento, el periodista –recientemente condenado por publicar una entrevista que jamás fue concedida– puso en marcha un espacio a través de YouTube con el nombre de Estado de Alarma en el cual pretende contar esa verdad –“sin censura”– alternativa a la oficial
El elenco del programa de Negre lo completan conocidos periodistas e influencers de la extrema derecha como Carlos Cuesta (OkDiario), Cristina Seguí (OkDiario y fundadora de Vox) y Alvise Pérez(exasesor de Toni Cantó), entre otros. Todo ello, unido a una red de tuiteros muy activos –entre los que se vuelve a encontrar a Luis del Pino–, ha generado una viralización constante de los mensajes lanzados para deslegitimar y cuestionar al Gobierno. Algunos mensajes difundidos por Javier Negre se contradicen con informaciones publicadas por su propio periódico.

A la izquierda, el mensaje de Negre acusando a Newtral y Maldita.es de decidir «qué censurar en WhatsApp». A la derecha, la noticia en la que El Mundo explica que WhatsApp no comparte mensajes con ninguna de las plataformas.

Negre, que ha creado la compañía Fack News Consulting para la “producción de programas de televisión”, es una pieza clave que viene organizando a una derecha y extrema derecha antaño desorientada. Hace unos meses, el periodista fundó la Asociación de Periodistas y Analistas por España, de un marcado carácter ideológico conservador en el que han encontrado cobertura varios periodistas denostados dentro de la profesión.
“Al tiempo que Luis del Pino va alimentando su blog, decenas de webs, de muy distinta condición, se lanzan a la red con la misma carga incendiaria y siempre bajo consignas antiZP”, explican los autores de Spanish Neocon. Muchos de quienes antes leían gruporisa.com, antizp.com, tveplus.com, monclovitas.com, nocallaremos.com y zetape.com, visitan ahora mediterraneodigital.com, casoaislado.com o diariopatriota.com, supuestos portales de noticias repletos de publicaciones que embarran el debate político. Una estrategia que la alt-right viene perfeccionado desde hace muchos años y que le ha servido para ganar elecciones en lugares como Estados Unidos, Brasil o ser tercera fuerza en España.

2. “La segunda línea de la ofensiva es de nuevo moral: se concentró en el PSOE y en su descarado aprovechamiento de la situación. No faltaron los artículos que apuntaban a su posible implicación en los atentados o en los acontecimientos posteriores”.

Como cuentan Carmona, García y Sánchez, tras la masacre del 11-M, el PSOE fue incluso acusado de participar en los atentados con el objetivo de provocar un vuelco electoral en las elecciones generales de 14 de marzo que, según las encuestas, volvería a ganar el Partido Popular. Eran las llamadas teorías Cui bono o Cui prodest, es decir, ¿a quién beneficia?
En la actualidad, culpar a los partidos que gobiernan en coalición –PSOE y Unidas Podemos– era algo más complicado al tratarse de una pandemia a nivel global. Sin embargo, la oposición y sus satélites mediáticos han señalado desde un primer momento al Gobierno como culpable de la situación, en ocasiones acusándole de participar de una manera activa en la expansión de los contagios por permitir actos como la manifestación feminista del 8 de marzo. Tanto es así que el líder de Vox, Santiago Abascal, asegura que su formación ha presentado una querella contra el Ejecutivo «por delitos de imprudencia grave» en la gestión de esta crisis.
No es la única denuncia a la que tiene que hacer frente el Gobierno. A finales de marzo, el abogado Víctor Valladares interpuso una demanda contra el delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco, por permitir «77 reuniones multitudinarias», destacando principalmente la manifestación del 8 de marzo. La jueza titular del Juzgado de Instrucción número 51 de Madrid, Carmen Rodríguez-Medel, abrió una investigación al respecto. 
Finalmente, el delito de lesiones ha sido retirado al no encontrar una «relación de causalidad» entre el evento y el repunte de contagios, aunque mantiene la investigación por un delito de prevaricación. El Tribunal Supremo, por su parte, ha obligado a Sanidad a que le informe cada 15 días sobre las medidas que está tomando para proteger al personal sanitario, instándole a que tome «todas las medidas a su alcance» para protegerles.
El Gobierno ha sido señalado, igual que tras el 11-M, por un “descarado aprovechamiento de la situación”. Aquí, los bulos han ido dirigidos principalmente hacia el partido de Pablo Iglesias, al quese ha acusado en el Congreso de intentar “imponer su modelo chavista” y también de legalizar las expropiaciones de viviendas en el Boletín Oficial del Estado. Afirmaciones que han tenido que ser desmentidas de forma continua y que la extrema derecha ha tratado de viralizar en redes sociales.

3. “El tercer elemento de esta campaña por la verdad, giraba en torno a la víctimas. La apelación a las víctimas del 11-M era meridianamente clara y se asimilaba a las víctimas de ETA, y al papel jugado por la AVT (Asociación de Víctimas del Terrorismo)”.

La politización de las asociaciones de víctimas del terrorismo ha sido una constante en la trayectoria del Partido Popular. La Asociación 11-M Afectados del Terrorismo, cuya presidenta ha sido muy crítica con el PP, se ha quedado sin subvenciones por parte de la Comunidad de Madrid durante algunos años, mientras otras asociaciones afines a los conservadores –como la AVT y la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M– recibían 149.000 y 240.000 euros, respectivamente, en 2006.
El PP incluso ha llegado a acoger entre sus filas a algunas de las cabezas de estas organizaciones, como es el caso de Ángeles Pedraza, presidenta de la AVT entre 2010 y 2016, y cuya hija fue asesinada el 11-M. Pedraza ha asegurado en reiteradas ocasiones lo siguiente: “No sabemos ni la mitad del 11-M”. En 2016 se afilió al PP y, en agosto de 2019 fue nombrada comisionada para la Atención a las Víctimas del Terrorismo por el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, puesto del que fuecesada siete días después para ocupar otro: el de comisionada para la Cañada Real Galiana.
En la actualidad, la derecha no ha desaprovechado la situación para politizar a las víctimas y ha comenzado a crear asociaciones. Según ha publicado el colaborador de La Marea Antonio Maestre, el dominio de la web de la Asociación Afectados Coronavirus (ASACOVID) está a nombre de Juan Manuel Hita, abogado de Aliter Abogados, que, según su perfil de Twitter, es afiliado al Partido Popular. 


Pero no es la única. La ANVAC (Asociación Nacional de Víctimas y Afectados del Coronavirus) se encuentra vinculada a Vox. Su dominio está registrado por Jaime Sánchez Bermúdez, número 3 de la formación de Abascal al Congreso por Cantabria. Una investigación de InfoLibre demostraba que tras la Plataforma de Afectados y Víctimas Covid-19 se encontraba la conocida como “la mujer más franquista de España”, Pilar Gutiérrez Vallejo, una habitual defensora del dictador, que es la coordinadora del servicio psicológico de la plataforma. 
Según ha reconocido la propia Gutiérrez Vallejo, el impulsor de la plataforma es “el doctor Richard Pinault”, uno de los difusores de bulos del sector ultra que, según ha demostrado el responsable de redes de Podemos, Julián Macías, se congratulaba de la victoria de Pablo Casado en las primarias del PP.
Finalmente, la Plataforma de Afectados por la Pandemia Covid-19 –que ha denunciado al ministro de Sanidad, Salvador Illa, por su “mala gestión y falta de transparencia en la crisis sanitaria”– estápresidida por Carmen Balfagón, directora del Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO) con Mariano Rajoy y exvicesecretaria de Acción Social de Vox. Demasiadas coincidencias a las que hay que añadir una más: el partido de Abascal anunció que donaría la subvención de su grupo durante el mes de abril a este tipo de asociaciones.

4. “Agitación, propaganda, medios. Una posibilidad antes poco imaginada por una derecha marginada y acomplejada: la de movilizar a los ciudadanos en la calle”.

Una de las grandes diferencias entre el contexto actual y el que sucedió al 11 de marzo es la imposibilidad de salir a la calle. Pero esto también ha representado una ventaja organizativa para la alt-right. Mientras que tras los atentados las grandes manifestaciones de la derecha contra la política antiterrorista tardaron años en llegar a producirse, ahora, apenas un mes después de decretarse el estado de alarma, los líderes de opinión ya convocaron la autodenominada “primera manifestación virtual de la historia”, una iniciativa que congregó supuestamente a más de 400.000 personas en un directo en YouTube a cargo de los ya mencionados Javier Negre, Carlos Cuesta y Alvise Pérez.
Si la estrategia post 11-M acaba por repetirse al completo, una vez se permitan grandes concentraciones de personas en las calles, las asociaciones anteriormente mencionadas podrían jugar un papel esencial convocando manifestaciones multitudinarias contra el Gobierno. A falta de saber quién podría liderar esas protestas, es interesante recordar quién iba a la cola en 2004, tal como se recoge en Spanish Neocon: “Cerraba la manifestación Santiago Abascal, presidente de DENAES(Fundación para la Defensa de la Nación Española), que recordó que ETA mata ‘porque son los enemigos de la nación y de la libertad’ y que terminó con un carpetovetónico y sentido ¡Viva España!”.

Dani Domínguez

Graduado en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y máster en Comunicación Política. Coordinador del suplemento #yoIBEXtigo. Con la lupa puesta sobre las grandes empresas. Músico y extremeño.

viernes, 24 de abril de 2020

El CGPJ y su plan de choque contra la democracia


El CGPJ y su plan de choque contra la democracia


Soberano es el que decide sobre el estado de excepción
— Carl Schmitt
La cita que preludia estas líneas es de uno de los pensadores políticos más influyentes del S XX, de todos bien conocido por su afinidad con el régimen nazi, Carl Schmitt. Es pertinente recordarla porque en el estado de alarma que vivimos con ocasión de la pandemia del COVID-19, se están produciendo dinámicas liberticidas, que atentan contra los derechos de la ciudadanía. De entre todas ellas, destacaremos aquí una que resulta particularmente llamativa, y que ilustra la fractura de principios básicos de la democracia, como la separación de poderes, llevada a cabo con la naturalidad que permite la «excepción». El lema es que todo vale para salvar al pueblo de la amenaza, y que los derechos de la ciudadanía y sus garantías no son más que obstáculos en ese salvífico camino.
Estas líneas tienen el propósito de dar a conocer a la ciudadanía algunas maniobras de recorte de derechos fundamentales, civiles y sociales que se están llevando a cabo al amparo de la situación de estado de alarma derivada del COVID-19, fundamentalmente desde el Consejo General del Poder Judicial.
En Abril de 2020 el CGPJ ha presentado a bombo y platillo el autodenominado «Documento de trabajo sobre medidas organizativas y procesales par el plan de choque de la Administración de Justicia tras el Estado de Alarma». Dicho documento se dirige, presuntamente, a agilizar la administración de justicia cuando se alce el estado de alarma derivado del COVID-19 y que ha producido una reducción al mínimo esencial de la actividad de juzgados y tribunales. Junto a este documento se ha presentado otro relativo a los «colectivos especialmente vulnerables». Échense a temblar.
Las medidas que contempla el documento han recibido una fuerte contestación desde la Abogacía, la Judicatura y prácticamente la totalidad de los sectores implicados en la Administración de Justicia.
Lo primero que cualquier ciudadano espera de un plan de choque de este tipo es la articulación de medidas de orden organizativo y presupuestario, de dotación de medios personales y materiales que lleven a los tribunales -ya colapsados y sin medios antes de la pandemia- a dar respuesta en tiempo razonable a las demandas de tutela de los derechos derivadas de la crisis del COVID.19, muchas de ellas urgentes para la subsistencia vital de los interesados/as: desempleo, ERTES, despidos, desahucios, adaptaciones de jornada, prestaciones de seguridad social, etc.
Sin embargo el contenido del documento no es ni de lejos ése. Se trata, nada más y nada menos, de una iniciativa legislativa perpetrada por el órgano de Gobierno de los Jueces/as. Perpetrada, sí, porque es una clara invasión del poder de iniciativa legislativa, que corresponde al Gobierno y a las Cortes (art. 87 CE). Brevemente, los jueces aplicamos las leyes, no las redactamos ni proponemos a otros poderes que lo hagan. El disparate sería el mismo que si el Gobierno dictase sentencias.
En efecto, se proponen desde el Gobierno de los Jueces/as multitud de reformas de las leyes procesales y de leyes sustantivas, que afectan a personas trabajadoras, beneficiarios de la seguridad social, internos en centros penitenciarios. ¿Puede el CGPJ proponer una reforma del Estatuto de los Trabajadores? La pregunta se responde sola
La orientación de las reformas que se proponen, no es casualidad, tienen un tufillo neoliberal considerable. Veamos algunas «perlas» que se proponen en dicho documento, empezando por el orden social, donde se ventilan los asuntos que afectan a las personas trabajadoras y a beneficiarios de la Seguridad Social:
– La introducción de contestación escrita a la demanda en supuestos en que sean demandados entidades gestoras o TGSS, en que suele haber reclamación previa, por lo que lo único que se logra es demorar el acceso a la justicia de quienes piden prestaciones de incapacidad, desempleo, etc.
– La fijación de dos señalamientos uno para la conciliación ante el Letrado de la Administración de Justicia y otro para el juicio, de manera que los ciudadan@s habrán de comparecer dos veces, en lugar de una, como hacen ahora.
– La privación de todo recurso frente a la sentencia a la mayoría de trabajadores objeto de ERTE.
Las medidas procesales propuestas por el CGPJ en el orden penal se encaminan a disminuir la garantías de las personas investigadas o acusadas y, en general carecen de legitimidad alguna, puesto que existe ya una Comisión para la reforma de la Ley de Enjuiciamiento criminal en el Ministerio de Justicia. En este ámbito hay medidas tan extrañas para agilizar la administración de justicia como suprimir el allanamiento de morada o las amenazas de la competencia del Tribunal del Jurado. Otras medidas se dirigen claramente a a la merma de garantías, como la supresión del recurso de apelación contra determinados autos de los jueces de Vigilancia Penitenciaria resolviendo recursos contra la denegación de permisos y otras quejas, un colectivo, el de los intern@s en centros penitenciarios, que con cinismo se identifica por el CGPJ como vulnerable… para privarle de derechos.
Otras medidas en el orden penal se encaminan a privilegiar las sentencias de conformidad (sin juicio) reduciendo las condenas a la mitad si se pagan las multas en 10 días, lo que resulta discriminatorio por razón de situación social. Otra medida criticable es que el Fiscal deje de asistir a algunos juicios, con la merma de garantías que ello supone.
En suma la reforma penal que propone el CGPJ se desacredita por sí sola cuando se reconoce expresamente que es previsible «las medidas adoptadas para la erradicación de la pandemia no impliquen un aumento significativo, al menos en una primera fase, en el número de denuncias y/o querellas». A pesar de ello se propone que la reforma se lleve a cabo por Decreto-Ley, lo que exigiría extraordinaria y urgente necesidad (art.86 CE).
Si es criticable el recorte de los derechos de la ciudadanía, lo es más aún hacerlo aprovechando un Estado de alarma, el miedo de la gente y la situación de confinamiento, y ello por un órgano que invade claramente la iniciativa legislativa y que rompe así con la separación de poderes.
El CGPJ es el último bastión de la derecha política en el poder. De ahí su prórroga en su mandato durante dos años en contra de la más elemental higiene democrática y de ahí el obstinado bloqueo de la derecha en su renovación. Ahora ya no sólo se utiliza el CGPJ para premiar jueces/as afines al partido o para perseguir a los jueces/as díscolos a ojos del poder, se utiliza, directamente, para dar voz a reformas largamente deseadas por la derecha de este país, que parece contar con animosos militantes en la calle del Marqués de la Ensenada.
Carlos Hugo Preciado Domènech es Doctor en derecho y Magistrado Especialista en el Orden Social. TSJ Catalunya
https://rebelion.org/el-cgpj-y-su-plan-de-choque-contra-la-democracia/

 Y ver  , más de lo mismo

Garzón y un grupo de juristas defienden a Pablo Iglesias por el comunicado del CGPJ

...https://www.infolibre.es/noticias/politica/2020/04/24/garzon_grupo_juristas_defienden_pablo_iglesias_por_comunicado_del_cgpj_106203_1012.html

El informe australiano.


El "informe independiente" que sitúa a España como el peor gestor de la crisis no existe: es un texto del gerente de una asociación de contables australianos

Icíar  Gutiérrez

Eldiario.es

Un análisis personal publicado en la web de una asociación de contables en Australia por alguien que no es experto en epidemias ni gestión sanitaria ni en investigaciones sobre políticas de salud pública. Ese es el "estudio independiente", el "informe", que ha protagonizado titulares en España y ha sido utilizado por Partido Popular o Vox para asegurar que la gestión del coronavirus del Gobierno en España es "la peor del mundo".
"Lo saben hasta en Australia", dijo Santiago Abascal al inicio de su intervención este miércoles en el Congreso de los Diputados. "¿Cómo es posible que un instituto australiano diga que somos el país que peor ha gestionado la respuesta al coronavirus si es algo simétrico y global? ¿Por qué se ha ensañado en nuestro país?", aseguró también Pablo Casado. Se estaban refiriendo a ese supuesto "estudio independiente" difundido en parte de la prensa española en los últimos días, según el cual España se sitúa en el último lugar en un ranking de países por su respuesta a la epidemia.

jueves, 23 de abril de 2020

Oriente y Occidente .El retorno de la modernidad .



¿La muerte de la posmodernidad?

Covid-19, Asia Oriental y el retorno de la modernidad





Fuentes: Observatorio de la Política China



La crisis global que ha desatado el Covid-19 ha puesto en evidencia las vergüenzas del modelo neoliberal promovido por las élites euroamericanas desde la década de los años setenta. La utopía de construir una sociedad dirigida por las fuerzas del mercado ha sido profundamente cuestionada por la cruda realidad material de la crisis sanitaria y económica. Si bien es cierto que durante las últimas semanas se ha debatido ampliamente sobre los efectos de la crisis generada por el Covid-19 en el campo económico, poco se ha discutido sobre cómo esta tragedia afectará la dimensión ideológica y cultural del desastroso modelo económico que ha sido incapaz de combatir este drama colectivo de forma eficaz y humana. Así pues, ¿podemos suponer que el Covid-19 está marcando un cambio de época en lo cultural e ideológico? ¿hacia dónde nos dirigimos? La realidad es que en estos momentos es difícil saber con exactitud lo qué sucederá en este mundo tan inestable debido a las dinámicas y contradicciones del capitalismo contemporáneo. Sin embargo, considero que para hallar ciertas pistas de lo que sucederá en el futuro es importante hacer dos ejercicios críticos. Por un lado, tenemos que entender cómo el desarrollo socioeconómico y cultural neoliberal de los últimos años ha lastrado la respuesta de los estados occidentales al coronavirus. Por el otro, hemos de mirar más allá del mundo euroamericano, y más concretamente a la región de Asia Oriental, para analizar lo que realmente representa el gran éxito de los estados de Asia Oriental a la hora de lidiar con el Covid-19.

Neoliberalismo y posmodernismo: el inicio de la tragedia

Durante los últimos 30 años, el cambio de organización del sistema capitalista en el corazón del sistema-mundo, ejemplificado por el modelo neoliberal, ha contribuido a la aparición de la posmodernidad. Según el teórico literario estadounidense Frederic Jameson, la posmodernidad se debe entender como ¨la lógica cultural del capitalismo tardío¨. En los círculos del poder político y sus expresiones académicas, la posmodernidad se narró como un gran cambio de época. Aparentemente, la vieja modernidad había sido sepultada por las nuevas fuerzas de la historia. De esta manera, el estado-nación dejó paso a la gran globalización neoliberal, las ideas revolucionarias de la Ilustración y la Revolución francesa fueron destronadas por las invenciones de los gurús de Silicon Valley y sus TEDtalks, el “obsoleto” desarrollo industrial perdió la batalla ante las fuerzas del complejo financiero y la lucha de clases desapareció en favor de los libros de autoayuda, las políticas de identidad y la nueva industria de la felicidad. Todo esto constituía el nuevo sentido común de la posmodernidad y del universo neoliberal.
Mientras que la doctrina neoliberal se consolidó en el campo económico y político, la posmodernidad se convirtió en el principal marco para entender los cambios socioeconómicos y culturales en las ciencias sociales. La academia dejó de teorizar para construir horizontes comunes y se centró en la deconstrucción del mundo moderno y su dimensión “totalizante” y “homogeneizadora” que evocaba los fantasmas del comunismo y el fascismo. Había que luchar contra el abstracto eurocentrismo moderno y su falta de sensibilidad hacia la diversidad cultural y social y no contra la economía política. En este contexto, la modernidad simbolizaba la era de los totalitarismos. Como consecuencia, los esfuerzos teóricos se centraron en la creación de nuevos sujetos y categorías socioculturales, contribuyendo así a una atomización y compartimentación de la realidad que supuestamente trascendía las categorías modernas totalizantes. Paradójicamente, la producción de conocimiento social se producía en un contexto histórico donde se afirmaba que no existía la sociedad. Sin embargo, mientras que la posmodernidad rehuía de las grandes narrativas modernas, esta, junto con su expresión económica neoliberal, se propagaban desde el corazón de los estados anglosajones a la periferia del sistema capitalista, alterando así las tradiciones de pensamiento político y cultural de los estados-nación receptores.
Más allá del origen contingente del virus, el desastre colectivo que Occidente ha sufrido como consecuencia de la expansión del COVID-19 tiene sus raíces en ese cambio de época de los años 70. Las ideas hegemónicas que se han desarrollado durante las últimas décadas nos han desprovisto de herramientas para lidiar con problemas colectivos. Al fin y al acabo, esto no es más que la consecuencia lógica de la perversa obsesión por la “deconstrucción”. Las sociedades se han vaciado. En el campo ideológico y cultural, la “deconstrucción” de lo social y de lo “moderno” nos ha llevado hacía un abismo colectivo del que ahora nos será muy difícil salir, a no ser que construyamos un nuevo sentido común o rescatemos aquellos elementos del pasado que en su día nos sirvieron de brújula colectiva. Mientras que la estructura ideológica y cultural de la posmodernidad ha sido el talón de Aquiles de los estados euroamericanos durante la tragedia del COVID-19, en Asia Oriental hemos observado otras lógicas y dinámicas opuestas.

La modernidad en Asia Oriental y el Covid-19

La modernidad en Asia Oriental llegó con los cañones del imperio británico en el siglo XIX. El imperialismo británico justificaba así su misión civilizatoria con el mantra de que el imperio británico tenía que consumar la misión histórica de elevar a las naciones asiáticas hacía la modernidad. El carácter “anti-moderno” de la región tenía que quedar enterrado en el pasado. El declive geopolítico de la China imperial en el siglo XIX y la paralela expansión del imperialismo europeo marcó el inicio de la ¨gran transformación” de la que hablan Barry Buzan y George Lawson, un proceso histórico que marcó y revolucionó profundamente a Asia Oriental durante el siglo XX y al resto del mundo. Si bien es cierto que los diferentes imperios y reinados de la región afrontaron esta transformación geopolítica y cultural de una manera divergente, ninguno pudo escapar de sus tentáculos y sus dinámicas globalizadoras. Durante el siglo XX, el desarrollo político, cultural y económico de los estados de la región estuvo marcado por el legado de esa traumática confrontación. Décadas más tarde, durante los años setenta, mientras que Occidente estaba experimentando un cambio de paradigma socioeconómico que proclamaba el fin de la modernidad, los estados dearrollistas de Asia Oriental –China, Corea del Sur, Taiwán- basaban su desarrollo económico y político en elementos propios de la modernidad. En este sentido, como sostiene Philip Golub, “la constitución de los estados desarrollistas que facilitó el retorno de Asia Oriental a una posición central en la economía global fue posible gracias a las dinámicas generadas por el imperialismo, la guerra y las revoluciones”.
Durante las últimas décadas, la historia de Asia Oriental ha estado marcada por la desincronización de los tempos de la posmodernidad y la modernidad. Mientras que la posmodernidad ha servido para legitimar la integración de los estados-nación de la región con ¨culturas confucianas¨ a la globalización liberal y celebrar sus grandes avances tecnológicos, la modernidad ha sido el ancla que ha mantenido los pilares de la política nacional de dichos estados. Esta contradicción ha sido descrita por algunos expertos como los “valores asiáticos”. Sin embargo, esta aparente divergencia cultural no es más que una condensación de la modernidad con los elementos culturales que esta se encontró en Asia Oriental durante su expansión en el siglo XIX. Y es aquí donde reside la clave para entender el éxito de China, Corea del Sur y Taiwán a la hora de lidiar con el COVID-19. El legado de la modernidad ha contribuido a que dichos estados no hayan dudado en movilizar recursos estatales para afrontar una crisis colectiva; de esta manera, el tan despreciado estado-nación ha vuelto a la centralidad de la política internacional y las grandes narrativas sobre un destino común han regresado, poniendo en evidencia la perversa obsesión posmoderna por fragmentar la realidad y cuestionar cualquier relato colectivo.
El éxito de los estados-nación de Asia Oriental a la hora de luchar contra el COVID-19 no solo nos da claves sobre cómo lidiar con la crisis sanitaria global – si es que los estados euroamericanos están dispuestos a escuchar y a trascender su arrogancia histórica- sino también ha revelado que la posmodernidad ha sido un espejismo. Lo que se celebró como un gran cambio de época en Occidente, en realidad fue la creación de una temporalidad quimérica. Las estrategias exitosas que han desarrollado China, Taiwán y Corea del Sur contra el COVID-19 han evidenciado que necesitamos más que nunca la intervención estatal para solucionar problemas colectivos y la construcción de grandes narrativas que nos ayuden a construir horizontes comunes y no a su desmantelamiento. En una paradoja histórica, esa modernidad que Occidente intentó eliminar en la década de los años setenta ha regresado gracias a aquellos estados “anti-modernos” que en el siglo XIX tuvieron que afrontarla trágicamente. Es una ironía que los estados de Asia Oriental estén “recivilizando” a los soberbios estados euroamericanos. Esto demuestra que la modernidad nunca se fue. Quizás, la obsesión de los eruditos neoliberales por celebrar su defunción en realidad sólo fue una cortina de humo para desposeer a las sociedades de herramientas para combatir dificultades colectivas y la disciplina del gran capital transnacional. En esta tragedia, Asia Oriental ha demostrado que la modernidad “ha regresado”. ¿Estamos observando el fin de la posmodernidad?
Ferrán Pérez Mena es doctorando en Relaciones Internacionales en la Universidad de Sussex (RU).
Nota del blog.-      Se precisaría  remarcar una  diferencia   de civilización  y incluso de filosofía entre Oriente y Occidente. En Oriente  siempre existió la comunidad . Al nacer  , uno nace en una comunidad y el individuo es  parte de ella  y ella  le da  sus derechos  y protección .  Y en Occidente no , el individuo  tiene que ganarse sus derechos para ingresar en ella. Por eso  su individualismo posesivo .  Oriente tiene  una tradición mas colectiva. que no quiere decir colectivista .. Aunque  China bien lo cumple. haciendo su modernización desde abajo con una revolución campesina . Al igual que es bien diferente  las religiones monoteístas occidentales  de la mayoría de las filosofías y morales mas bien pacificas orientales.

miércoles, 22 de abril de 2020

¿Contra China todo vale ?.



Buscando culpables

Rafael Poch 

 Global 



El fiasco occidental en los inicios de la crisis del virus, se conduce hacia un incremento de la agresividad contra el nuevo enemigo chino
Con la economía mundial en ruta hacia su mayor depresión desde la gran crisis de 1929 (FMI dixit) y entre nerviosas advertencias de sus propios partidarios de que la superpotencia imperial por excelencia podría estar perdiendo terreno en esta crisis ante su principal adversario, se abre paso de manera frenética la búsqueda de un culpable.
En una acción sin precedentes que ha sido calificada de “crimen contra la humanidad” por Richard Horton, director de la revista médica The Lancet, el Presidente Trump ha suspendido la contribución de Estados Unidos a la OMS, acusándola de “mala gestión” y de haber “disimulado la propagación del virus”. El mismo personaje que desmintió la amenaza y cometió todas las torpezas y negligencias posibles, dispara contra el pianista en la pelea de Saloon que se anuncia por su comprometida reelección: “Muchas muertes han sido causadas por los errores de la OMS”, dice.
Demasiadas cosas en evidencia
La crisis pone en evidencia demasiadas cosas, así que la urgencia de desviar la atención hacia enemigos imaginarios a los que imputar la culpa es grande. Se buscan aquellos míticos judíos envenenadores de pozos de nuestra edad media. Y en este momento de la historia no hay mejor judío a mano que el chino. En abril la pandemia se ha convertido en boca del Presidente imbécil en el “virus chino”, el “virus de Wuhan” o el “Kung flu”. La máquina se ha puesto en marcha. El senador Ted Cruz anuncia una “Ending Chinese Medical Censorship and Cover Up Act 2020” que penalice a los funcionarios chinos responsables de la supuesta ocultación de información. Su colega de Misuri, Josh Hawley, quiere una “Justice for Victims of COVID-19 Act” para juzgar a los dirigentes del Partido Comunista Chino y el de Carolina del sur, Lindsey Graham propone  castigar a China cancelando su tenencia de bonos del tesoro de Estados Unidos. Como les corresponde, las correas de transmisión mediáticas han acudido inmediatamente a la llamada.
Lanzada como la habitual inocente filtración de un “informe secreto” de la CIA carente de toda prueba, la campaña mediática comenzó con la sospecha de la ocultación de la mortandad en Wuhan(1). A mediados de abril, las acusaciones de encubrimiento ya incluían la tesis de un virus creado y escapado por negligencia de un laboratorio chino y su tono adquiría rango de simple demencia en medios de comunicación como el canal Fox, que devuelve a los demócratas las leyendas del Russiagate. La ex jueza y “opinadora” Jeanine Pirro acusa en ese canal en tonos apocalípticos a China de querer “destruir este país y su modo de vida”. “Hemos luchado demasiado y muy duramente como para perderlos por un virus de Wuhan”. “Que China responda por lo que nos ha hecho a nosotros y al resto del mundo”, clama. En la misma cadena, el ex agente de la CIA Bryan Dean Wright explica a su entrevistador, que algunos dirigentes del Partido Demócrata “podrían ser agentes chinos del MSS, su servicio secreto”. De hecho los dos aspirantes a la Casa Blanca, Trump y Biden, rivalizan en sus acusaciones a China.
En un épico informe sobre las supuestas ocultaciones de las cifras reales de muertos en Wuhan, un tema que todos los grandes medios occidentales han evocado, Radio Free Asia informó el 6 de abril que los chinos “metían a gente que todavía se movía en las bolsas para cadáveres porque no había modo de salvarlos (…)  algunos se los llevaban a los crematorios cuando todavía estaban vivos”. La emisora, viejo aparato de la CIA, añadía candorosamente que no había podido “confirmar estos informes de forma independiente”.
Europa se suma
Como no podía ser de otra manera, en Europa siguen esa misma estela. “Washington, París y Londres se preocupan por las zonas de sombra de Pekín sobre el origen del virus”, titulaba Le Monde el 17 de abril, el mismo día en que Macron declaraba al Financial Times que, “hay cosas que no sabemos” (sobre la gestión china) y que sería “ingenuo” decir que ese país ha gestionado la crisis mejor que Francia. En Alemania, el principal diario, el infame Bild, se pregunta si no debería China “pagar indemnizaciones a los países afectados”.
Achacar en solitario a China las vacilaciones iniciales, los acosos a los denunciantes incómodos o los chanchullos de contabilidad con el número de afectados y muertos, prácticas que han sido, y son, generalizadas en occidente, o caracterizar como “totalitarias”, “autoritarias”, cuando no como grotescas cuando se aplicaron en China, las medidas de confinamiento y restricción de movimientos hoy vigentes en medio mundo, forma parte del abuso.
En lugar de adoptar rápidamente aquellas medidas eficaces -entre las diferentes y aplicadas a primera hora de la crisis- en lugares de Asia como, Corea del Sur, Taiwan, Hongkong o China, se prefirió perder un tiempo precioso y negar o desmentir la utilidad de ciertas prácticas -el uso de mascarillas, o la masificación de los test- únicamente porque no se disponían de los medios para aplicarlas. En lugar del simple y franco agradecimiento por la ayuda recibida de China (a 15 de abril; casi 4000 millones de mascarillas, 38 millones de trajes de protección, 2,4 millones de termómetros infrarrojos y 16.000 respiradores), muchos gobiernos europeos -y el propio responsable de la política exterior de la UE, Josep Borrell- han preferido responder con la sospecha de una maligna “diplomacia de la mascarilla” de Pekín. En definitiva, en lugar de concentrarse en las propias insuficiencias y los propios errores, se invita al público a sumarse a un necio y estéril ejercicio de denigración de China.
El mismo coro de siempre
Frecuentemente los protagonistas mediáticos de este gran rebuzno colectivo son los mismos que durante décadas han estado machacándonos con la necesidad de destruir el sector público. “Quienes durante treinta años han ocupado todo el espacio mediático, loando las bondades de la feliz mundialización, de la Europa de los mercados y del recorte de los déficits públicos” son llamados “a callarse en nombre del pluralismo y de la decencia más elemental”, clama un manifiesto francés  que da los nombres y apellidos de los principales “héroes nacionales” de esta liga (uno de ellos con altavoz en este mismo medio), fácilmente trasladables a la editocracia de cualquier país occidental.
Mientras en Estados Unidos se constata un gran aumento de veinte puntos en tres años de la opinión desfavorable hacia China (66%), una encuesta italiana de este mes identifica a China como “país amigo” (52%), a Rusia con un apoyo considerable (32%), mientras Estados Unidos solo recibe el 17% en esa consideración y otro 45% considera “país enemigo” a Alemania.
Más de lo mismo
Los motivos de esta fullera búsqueda de culpables son mucho menos histéricos de lo que sus formas sugieren. Y son bien conocidos. La emergencia de China como potencia y en particular su entendimiento con Rusia (hay que decirlo, entendimiento forjado por la estupidez de Estados Unidos), fueron designados hace años como la principal amenaza para la seguridad nacional de la primera potencia. El desarrollo económico y tecnológico de China es visto como el gran peligro. La pandemia, que de momento consagra la eficacia de la gobernanza en Asia Oriental frente a la negligencia occidental, incrementa la ansiedad. No sabemos si esta crisis acelerará los procesos de auge y caída de grandes potencias, pero lo que se lee en toda una serie de instituciones imperiales, desde la revista Foreign Policy, hasta en los documentos del Council on Foreign Relations por no hablar de las previsiones del propio FMI, así lo sugiere. El último World Economic Outlook del FMI (abril)  prevé para este año una caída del PIB 5,9% en Estados Unidos, del 7,5% en la eurozona y un crecimiento del 1,2% en China en la hipótesis de que la pandemia llegue a su culminación en este segundo trimestre del año. Si fuera así, el año que viene podría registrarse un crecimiento del 4,7% en Estados Unidos y la eurozona y de un 9,2 en China. Ya sabemos que esta contabilidad, que no cuenta lo esencial, vale lo mismo que la del Gosplan de la URSS, pero es en la que ellos se basan. Y no es tranquilizadora. Por eso hacen lo mismo que con el 11-S neoyorkino: aprovechar una crisis para acelerar su loca y agresiva carrera.
“Lo menos que podrían hacer los dirigentes de las grandes potencias sería recortar el gasto militar para financiar la seguridad humana y colectiva (solo suprimir los planes de rearme de la OTAN brindaría 400.000 millones a los 29 estados miembros en los próximos cuatro años), repensar todo el concepto de seguridad y enfocarlo hacia los retos del siglo: proporcionar alimento, agua, un medio ambiente limpio y asistencia sanitaria”, dice el anciano y ya frágil Mijail Gorbachov. El primer paso hacia una “nueva civilización” podría ser un recorte del 10% o el 15% del gasto militar, ha dicho este ruso universal. Pero no. A lo que se dedican es a incrementar la presión contra el adversario aun a riesgo de convertirlo en enemigo militar. No estamos muy lejos de ese desastre global al lado del cual la actual pandemia sería anecdótica.
(Publicado en Ctxt)

 NOTA DEL BLOG ...(1)

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