jueves, 2 de enero de 2020

La dinámica del golpe en Bolivia .

Bolivia: “A confesión de golpe, relevo de fase”
Rafael Bautista S.

En febrero del 2002, al día siguiente de consumado el golpe contra el gobierno democrático del presidente Hugo Chávez, la irrefrenable lengua de los torpes golpistas revelaron –de modo arrogante y ufano y en cadena televisiva nacional– cómo se urdió el golpe, cómo se manipuló a la opinión pública y cómo se cooptó a la cúpula militar. Eso les costó la indignación pública (la derrota del golpe ya estaba anunciada por esa flagrante imprudencia). Del mismo modo y, como si de una maldición se tratara, la lengua suelta de los protagonistas del golpe en Bolivia, tampoco tardaron en delatarse y, de la propia boca del cívico Camacho –uno de los principales instigadores–, se pudo conocer (en un video recientemente hecho público) la mediación que hicieron su propio padre y el actual ministro de defensa para prácticamente comprar a la jerarquía policial y militar.

 Todavía los incautos y los necios apologistas de una apócrifa “sucesión constitucional”, se resisten a admitir lo que señala la declaración del cívico: la calculada premeditación de un operativo cívico-policial-militar que tenía por fin la alteración definitiva del proceso democrático en Bolivia. A los académicos que aún se amparan en definiciones de manualitos polvorientos, para seguir en su patológica negación de que hubo un golpe, hay que recordarles que, si la realidad nunca está quieta, tampoco los conceptos pueden estancarse en definiciones sin vigencia actual.

Para estar a la altura de la crítica situación presente, la teoría no puede remitirse a una descripción de un mundo ya inexistente, sino que precisa una crítica transformación actualizada de sus contenidos. El golpe en Bolivia ha puesto en crisis al análisis político que persiste en moldear la realidad a estructuras teóricas que ya no tienen ninguna pertinencia; estos analistas, además “autonombrados críticos” sólo se remiten, para beneficio de la narrativa imperial, en repetir sus prejuicios coloniales de clase como única hermenéutica. Por eso el Imperio hasta puede prescindir de ellos y poner en boca de improvisados periodistas (de la press-titución) la imagen de realidad que se quiere promover.

El análisis que se hace en los think tanks de Washington, aventaja demasiado a la casi inexistente reflexión política y geopolítica de nuestros países; y la prueba de ello es que, fruto del concepto de guerras de cuarta y quinta generación (donde ya ingresa la importancia estratégica de la inteligencia artificial), es que se concibe una necesaria reconceptualización de lo que es un golpe geopolítico. Un ejemplo de ello es, por ejemplo, el concepto de “golpe suave”. En la actual decadencia de la hegemonía imperial, los medios de restauración del poder estratégico, han renovado y complejizado sus posibilidades operativas de injerencia extensiva; esto quiere decir que: un golpe es más golpe cuanto menos golpe parece (en el mundo de la posverdad, su éxito depende del mejor camuflaje que pueda adoptar).

El cívico Camacho vendió la idea de que fue Cristo, cuando supuestamente ingresó a palacio de gobierno, quien sacó a Evo del poder; es más, hasta llegó a afirmar en medios nacionales e internacionales, que “fue un milagro” que, en menos de quince minutos, después de ingresar la Biblia a palacio, Evo renunciara. Todos los apologistas del ficcionado relato de la “revolución de las pititas”, jamás se pusieron a tematizar el simbolismo teológico de dominación que representaba esa teatralización evangélica. No fue ningún milagro, sino que todo estaba planeado; con Camacho regresaba el golpe cívico-prefectural del 2008, el rechazo a la Constitución, la oferta fascista de que Goni gobierne desde Santa Cruz, es decir, la respuesta oligárquica a la insurrección popular del 2003. La llegada de Camacho a La Paz era la señal para el amotinamiento policial y la apostasía constitucional del ejército (el gobierno estaba cercado, no darse cuenta de ello ya no era ingenuidad sino traición interna).

Como en todo melodrama, no es la escenografía la que determina la trama sino el guion, que define además las formas a adoptar: no fueron las “pititas”, ni los vecinos, ni la movilización citadina y menos el pueblo, el autor de una supuesta “revolución pacífica”. Todo ello no fue sino la escenografía funcionalizada para legitimar un golpe orquestado bajo fisonomía supuestamente democrática. A eso se le llama “golpe suave” y, si los militares no toman fácticamente el poder, sí constituyen el factor decisivo para dejar completamente vulnerable al poder político.

Si ejército y policía hubiesen actuado honrando su juramento a la constitución y a la patria, su deber consistía básicamente en oponerse a cualquier alteración del orden constitucional. Pero, para que militares y policías tengan un argumento que les haga sostener que la interrupción misma de este orden significaba su defensa, hacía falta el relato del “fraude”. Y eso era lo que todo análisis serio debía desentrañar, más allá de las irreflexivas declaraciones de Camacho. ¿Quiénes tenían el poder para montar el relato del “fraude”? ¿Quiénes se beneficiaban de ese relato?

Si el cívico tiene el desparpajo de evidenciarse ante cámaras, lo hace porque es un simple peón que, por arrogancia o imprudencia, desea aparecer, en sus cinco minutos de fama, como el adalid de la supuesta “recuperación democrática”. Pero detrás de Camacho hay un poder mucho más inteligente, que actúa siempre detrás de cualquier pantomima pendenciera. Siendo peones todos los que ahora son colocados en el poder político, no hacen más que obedecer un guion impuesto, incluso saliéndose de éste, pues quienes manejan los hilos del asunto saben cuándo y cómo deshacerse de las fichas prescindibles.

Porque en los entramados del poder oculto, nunca hay nada comprometedor, por eso acuden y se sirven de peones que, por cinco minutos de fama, serán los únicos señalizados por la opinión pública. En la estructura del poder oculto nadie puede ser incriminado, porque todo puede negarse de modo plausible; por eso, sólo en el núcleo más profundo se entretejen las relaciones más comprometedoras, que consiste en la negociación de fuertes intereses (que tienen todos los medios posibles que sus ambiciones precisan), los cuales calculan costos y hasta muertes para que ganen a cualquier precio, y que nadie pueda acusarles de nada. Eso sólo es posible con un golpe de Estado.

La cooptación de la clase media urbana, como contingente decisivo de movilización derechista, viene de antes. Sin ir demasiado lejos, podemos consignar al 21-F como el operativo activador de un desacuerdo convertido crecientemente en odio manifiesto. Pero, para entender este odio desatado, por mediación hasta religiosa, que sacó lo peor de una sociedad urbana fundada en la desigualdad, hay que superar la mera descripción del racismo como una discriminación más.

El por qué las discriminaciones actuales se hacen tan inhumanas, sólo se explica a partir de desentrañar el hecho de que la clasificación social presupone una anterior y fundante clasificación racializada. Eso es lo decisivo. Porque, sólo en ese sentido, se puede comprender el racismo como el mito fundacional de la modernidad, en cuanto proyecto civilizatorio. Esto quiere decir que, sin racismo no hay sociedad moderna y tampoco capitalismo:

Del mismo modo como la acumulación originaria presupone una acumulación pre-originaria, a la división internacional del trabajo le presupone una clasificación antropológica de la humanidad (superior-inferior, civilizado-bárbaro, centro-periferia, desarrollo-subdesarrollo, etc.). Para que haya la transición de dinero a capital, primero debe haber robo de trabajo humano y, para justificar este robo, debe negarse la humanidad de las víctimas de ese robo. En ese sentido, la inferiorización del indio (como la primera negación de la humanidad de las víctimas del mundo moderno que nacía en la conquista del Nuevo Mundo) es fundamental para que la apropiación o robo del trabajo ajeno aparezca como algo “justo”, amparado por la ley y el derecho.

De ese modo, la clasificación social sólo se sostiene por una deshumanización previa que naturaliza la desigualdad como orden cultural, político, económico y social; porque es previamente un orden antropológico. Ese es el pecado original de este mundo y no la desobediencia o rebelión a un orden presuntamente natural, pero que fue históricamente impuesto desde 1492. La desobediencia a este orden (fundado en la desigualdad humana) es más bien –para que se anoticien los evangélicos– la anticipación mesiánica, o sea, la buena nueva del “Reino de los cielos”. Lo que Camacho y la autoproclamada, hacen ingresar a palacio, no es el “amor” o la “democracia”; lo que hacen, desde el balcón de palacio, es llamar a la aniquilación de toda desobediencia a ese orden –fundado en la desigualdad humana– que consideran ya no sólo natural sino hasta divino.

Es lo que la teología cristiano-sionista imprime ideológicamente en el nuevo evangelismo made in USA, y es sumamente eficaz porque guarda correspondencia con el sistema de creencias del individuo moderno –y en proceso de modernización– que subjetiva muy bien el mundo valórico del capitalismo, que no es otro sino el impuesto por el mundo moderno, naturalizado como idolatría social o religiosidad mercantil.

Desde el 21-F se fueron magnificando ostensiblemente, gracias a los medios, las incongruencias de un gobierno que despotricaba con su antimperialismo mientras gozaba de una internacionalmente alabada estabilidad y crecimiento económicos. Se trataba de un discutible pero innegable éxito económico. Pero esto no caló en el imaginario social urbano, sino que empezó a pesar más la animadversión generada por una sistemática propaganda anti-Evo (y todo lo que él representaba). Una “revolución de colores” (como la que diseñó el Imperio para el Medio Oriente ampliado y se vendió al mundo como la “primavera árabe”) se hallaba en curso, protagonizada por organizaciones paramilitares juveniles, comités cívicos y universitarios alineados al discurso derechista, al compás de la narrativa mitológica imperial de “defensa de la democracia”, los “derechos humanos” y la “libertad de expresión”. El discurso oligárquico, sobre todo camba, fue empoderándose, gracias a la funcionalización del racismo urbano como colchón de legitimación de la ideología señorialista de toda la oligarquía boliviana.

Eso se nota en el miedo actual de los barrios ricos a toda presencia popular (por eso el discurso mediático, como portavoz oficial del golpe, necesita deshumanizar al pueblo, para lavar toda culpabilidad, por ejemplo, de la masacre de Senkata: el uso de la gasolina manchada de sangre ya no traía problemas de conciencia, porque los muertos no eran seres humanos sino “vándalos”, “dementes”, “kleferos”, es decir, los mismos argumentos que usó el último gobierno neoliberal de Goni contra aquellos gracias a los cuales hoy tienen las ciudades gas domiciliario).

El miedo al indio convertido en bloque revolucionario es lo que activa la memoria del cerco indígena a La Paz, en el siglo XVIII. El descuartizamiento de Tupac Katari es lo que cala hondo no sólo en la memoria popular sino también en el otro lado, como miedo transformado en odio a la presencia acechante de la memoria de las víctimas. Lo que se ha actualizado con este odio centenario es una dialéctica maldita: quien le cierra las puertas a la solución pacífica, le abre inevitablemente las puertas a la resolución violenta. Por eso el miedo debe transformarse en odio, para justificar la aniquilación de las víctimas convertidas, como en la Conquista, en “inferiores” y no humanos...…………………….

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  y sigue   ….
 https://www.alainet.org/en/node/204026

 Y ver ..

El Estado de excepción transfigurado como “gobierno de transición”

https://www.alainet.org/en/node/203990   

Y ver ..

  Exacerbar el chovinismo

http://www.jornada.com.mx/2019/12/30/opinion/002a1edi


Bolivia en su Historia:


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Bolivia en su Historia: algunas referencias bibliográficas para su estudio
Por Hernan Apaza          

Existen una serie de imágenes recurrentes que relampaguean cuando se hace referencia a la historia de Bolivia. Algunas más lejanas, referidas a los levantamientos y rebeliones indígenas decimonónicas; otras, ya entrado el siglo XX, se condensan en torno a la Revolución del ’52 o a la presencia del Che en aquellas tierras. Más cercanas y cruentas por la proximidad y los potentes registros, sacuden las que aluden a la Guerra del Agua y por el Gas… Ciertamente, también es fuerte el cuadro de un aymara presidente o de más de una chola como representante en el Congreso Nacional en un país históricamente dominado por la minoría “blanca” o criolla. Estas imágenes y poco más… porque como suele ocurrir, más allá del efecto impresionista -muchas veces atravesado por cierto centralismo rioplatense-, poco se conoce de los procesos históricos de los pueblos de Nuestramérica. O, en todo caso, estamos hábidos de un relato mayor que enhebre estos acontecimientos que los contenga y otorgue un sentido general.
El recorte bibliográfico es caprichoso y lejos está de nuestra voluntad sostener el presunto monopolio que quieren ejercer historiadores académicos sobre el pasado. Este breve artículo no pretende más que presentar una serie de producciones referidas a la historia de este país publicados y editados en su gran mayoría en tierra boliviana, y producidos por investigadorxs nativxs. Desde ya, lo que sigue a continuación no agota el panorama sino que simplemente ponemos a consideración de quienes se interesen por el pasado del país algunas contribuciones que consideramos relevantes.
Inicialmente, podemos organizar los estudios sobre el pasado boliviano de dos maneras: a partir de cierta periodización o atendiendo a los temas y/o problemáticas que los motivan. De toda la bibliografía producida en los últimos 15 años por lo menos, destacan dos preocupaciones: el Estado boliviano y los movimientos sociales, ambos atravesados por la ‘cuestión indígena’ y, en menor medida, por problemáticas referidas al regionalismo boliviano, tal y como desarrollaremos más adelante. Asimismo, dos acontecimientos resultan trágicos en la memoria histórica popular: la derrota frente a Chile y la pérdida de salida al mar y la guerra contra el Paraguay, en torno a los cuáles se construyó históricamente el nacionalismo boliviano. Finalmente, otro de los interrogantes más sostenidos refiere al -nunca alcanzado- desarrollo de la economía.


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En cuanto a la periodización, la operación historiográfica coincide en destacar cuatro grandes períodos, atendiendo a las transformaciones político-institucionales: aquel que centra su atención en las culturas originarias del actual territorio boliviano (del 10.000 a.C. al 1540 d.C., aproximadamente); el período colonial, con el triunfo español y el sometimiento de los pueblos originarios (siglos XVI y XVII) y un período de reformas, rebeliones y crisis del orden colonial (1700 a 1825); la independencia y el régimen republicano (1825 a 1952), en el que la periodización encuentra alteraciones, conforme se tenga en cuenta la consolidación del régimen oligárquico, la emergencia del nacionalismo y el estallido revolucionario de 1952. La Bolivia posrevolucionaria, a su vez, pendula entre el militarismo y la democracia.
Entre los trabajos de síntesis histórica, hasta hace unos años sólo se contaba con las sucesivas reediciones del clásico estudio de Herbert Klein (cuya primera edición es de 1982) y a la también reconocida “Historia de Bolivia” de José de Mesa, Teresa Gisbert y Carlos Mesa Gisbert (cuya primera edición es de 1997 y fue sucesivamente actualizada y reeditada). A ellos, se sumó un importante aporte: en 2015 se publicó una colección compuesta por seis tomos, producto de años de investigación historiográfica académica, facturada por un colectivo de investigadorxs provenientes de diversas disciplinas, nucleadxs en la “Coordinadora de Historia”. Tanto la “Historia de Bolivia” de Mesa, Gisbert y Mesa Gisbert como el de la Coordinadora se destacan por extender su estudio a la historia reciente de Bolivia, llegando a tematizar la primera década del siglo XXI. Ambos coinciden también en construir una periodización clásica, asentada en los cambios político-institucionales, aunque sus declinaciones interpretativas sean diferentes.
Si la periodización es segmentación del tiempo y construcción de unidades históricas constitutivas de un proceso histórico determinado, consideramos que puede encontrarse una veta potente, en términos de política de la Historia, intervenir y desestabilizar las continuidades expresadas por las periodizaciones tradicionales -estadocéntricas, patriarcales y en muchos casos reaccionarias al protagonismo de las clases populares- a partir de diferentes investigaciones históricas que refieren a los nudos problemáticos anteriormente mencionados. En particular, teniendo en consideración que la historia de las clases populares y de los grupos dominados -sean indios o afrodescendientes, mujeres o identidades disidentes- es la historia de lo discontinuo, debido a que todos los intentos emancipatorios, hasta el momento por lo menos, fueron derrotados, quedaron truncos. Aquí, sólo vamos a detenernos tan sólo en dos o tres vectores populares en la Historia boliviana.

Indianismo

En la introducción a un valioso libro editado en 2007, “Bolivia: memoria, insurgencia y movimientos sociales”, Maristella Svampa decía que “tal como afirman investigadores como Silvia Rivera, Raúl Prada y Luis Tapia, la Bolivia actual es el resultado del cruce y yuxtaposición entre elementos que provienen de la memoria larga (la colonización), la memoria mediana (el Estado nacional-popular de los cincuenta) y la memoria corta (las luchas antineoliberales, a partir de 2000).” Se trata de otro modo de organizar la materialidad histórica, esta vez apelando a un fuerte componente subjetivo como es la “memoria” popular.
De la obra citada, recuperamos justamente dos artículos dedicados a la “memoria larga”, escrito por Álvaro García Linera (“Indianismo y Marxismo. El desencuentro de dos razones revolucionarias”) y Luis Tapia (“Bolivia: ciclos y estructuras de la rebelión”). Pueden ser conjugados para tratar de comprender los avatares del marxismo boliviano y sus encuentros y desencuentros con la tradición indianista o el indianismo (el texto de García Linera) como así también el papel de los sindicatos en las luchas obreras e indígenas, abordando también la cuestión nacional-popular, desestimada por el actual vicepresidente de Bolivia. Este mismo debate entre las tradiciones político ideológicas, muy particularmente el indianismo, está profundamente analizado por la propia Svampa en su libro “Debates latinoamericanos” de 2016.


Resultado de imagen de “Oprimidos pero no vencidos. Luchas del campesinado aymara y qhechwa, 1900-1980”

Desde otra perspectiva, original y potente, Silvia Rivera Cusicanqui ha producido un corpus investigativo que merece ser considerado con atención. Aquí, si bien resulta importante su clásico “Oprimidos pero no vencidos. Luchas del campesinado aymara y qhechwa, 1900-1980” de 1984, consideramos necesario estimular la lectura de sus más recientes obras, ya que allí se encuentran interpretaciones únicas del proceso histórico de los pueblos originarios de su país a través de lo que ella ha denominado “sociología de la imagen” (2015), como praxis descolonizadora. En este movimiento de fuerte reivindicación del mundo indígena, destaca también su “Ch’ixinakax utxiwa: una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores” (2010).
Menos conocida -en Argentina, por lo menos- es la obra de José Teijeiro, cuyo “La rebelión permanente. Crisis de identidad y persistencia étnico-cultural aymara en Bolivia” (2007) es un aporte fundamental para comprender la centralidad que la dominación colonial tuvo desde el siglo XVI en adelante, y cuyas consecuencias aún son visibles y padecidas por las grandes mayorías de la población. Pero sobre todo, permite explicar las razones de la consecuente reafirmación de la identidad aymara, a pesar de la violencia secular a la que fue sometido el indio.

Resultado de imagen de José Teijeiro, cuyo “La rebelión permanente. Crisis de identidad y persistencia étnico-cultural aymara en Bolivia” (2007)

Otras producciones, ya clásicas y dignas de atención, son las que se encuentran contenidas en la “Biblioteca del Bicentenario de Bolivia” (http://www.bbb.gob.bo), promovidas por el Centro de Investigaciones Sociales de la Vicepresidencia de la Nación, entre las que se pueden encontrar textos como “La revolución india”, de Fausto Reinaga, “La cara india y campesina de nuestra historia”, de Xavier Albó y Josep Barnadas, “Historia de la Rebelión de Túpac Catari”, de María Eugenia del Valle o “Cuando sólo reinasen los indios. La política aymara en la era de la insurgencia”, de Sinclair Thompson y “El Katarismo”, de Javier Hurtado Mercado.
Los movimientos sociales
En lo que respecta a los movimientos sociales, para la historiografía en general el actor fundamental a lo largo del siglo XX fue la clase obrera y sus organizaciones y centrales sindicales. De allí que existe bibliografía dedicada a ella, no sólo en la academia sino también producidas por las organizaciones partidarias de izquierda (por ejemplo, la “Historia del movimiento obrero boliviano”, de Guillermo Lora).
Otra puerta de acceso al pasado del pueblo boliviano es hacerlo considerando la historia de sus organizaciones, aquellas que fue construyendo al calor de la lucha y de los conflictos sociales, económicos y políticos. Como bien afirma García Linera “si algo hubo de derechos ciudadanos durante el siglo XX, en buena parte se debió al ímpetu organizado de los sindicatos.” Esta frase pertenece a la Introducción de “Sociología de los movimientos sociales en Bolivia. Estructura de movilización, repertorios culturales y acción política” (primera edición en 2004), coordinado por García Linera en coautoría con Marxa Chávez León y Patricia Costas Monje. Se trata de un mapa riquísimo de las organizaciones populares: “bajo distintas formas, comunitaria, gremial, sindical de gran empresa, barrial o étnica, si algo caracteriza a la sociedad boliviana es su recurrente capacidad de construir tejidos de adhesión y movilización colectiva con efecto estatal.” Se trata de la sistematización de la historia de doce centrales o coordinadoras de organizaciones de base, analizadas desde la teoría de los movimientos sociales. Más allá de que aborde las que existían al momento de la elaboración de la investigación, la obra permite retroceder en el tiempo, identificando antecedentes y genealogías.
Particularmente, en relación a la historia de la estructura partidaria bajo la que se presentó Evo Morales, “MAS IPSP. Instrumento político que surge de los movimientos sociales” (2008), presenta la investigación de Marta Harnecker y Federico Fuentes sobre esta organización. Estructurada en dos partes, la primera bucea en los antecedentes y el contexto histórico de surgimiento del partido en 1995, mientras que la narración de la segunda parte está sostenida por testimonios recogidos a partir de entrevistas a informantes clave.
Otra producción relevante es la de Gustavo Rodriguez Ostria (2014) “Capitalismo, modernización y resistencia popular, 1825-1952”. En su investigación analiza históricamente la confrontación entre las tendencias modernizantes desde arriba a las formas tradicionales indígenas, desde abajo, atendiendo al proceso de producción minero, agrario y gomero. Así, indica Raúl Reyes Zárate en el Prólogo, “trata de entender las respuestas laborales anticapitalistas no en la manera del proletariado industrial como las huelgas y las protestas, sino como modalidades de acción preindustriales con la persistencia de rituales y códigos de conducta sumados a tradiciones agrarias propias del mundo andino.” Además, refiere a los sindicatos (entre 1936 a 1952), así como también a la presencia de las mujeres en los movimientos obreros mineros; a las comunidades y pequeños campesinos y sus organizaciones durante la primera mitad del siglo XX hasta la Revolución. Entre sus cualidades, esta investigación es sensible a la perspectiva regional, algo que no puede decirse de muchas obras.
Finalmente, pueden considerarse relevantes para quienes se interesen por la historia reciente de Bolivia, atender a las publicaciones patrocinadas por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, (en particular el OSAL), así como también aquellas editadas por el Centro de Investigaciones sociales (http://www.cis.gob.bo), entre las que encontrarán investigaciones serias y con rigor teórico metodológico referidas a la participación de los movimientos sociales campesino, indígena, de mujeres y obrero en el actual proceso boliviano.

La cuestión del Estado (plurinacional)

Referir a la teorización del Estado en Bolivia es aludir directamente a René Zavaleta Mercado, uno de los más originales exponentes teóricos de izquierdas  nuestras americanas. Pero más que abrevar en su obra -relativamente conocida y de reciente reedición- existe un conjunto de estudios que durante las últimas dos décadas se ha dedicado al estudio de la naturaleza del Estado-nación y de la sociedad boliviana, contraponiendo el proyecto liberal no ya al nacional-popular, sino a las formas estatales construidas por las comunidades originarias como uno de los nudos problemáticos más fuertes de Bolivia.
Una de las obras que elegimos destacar es la de Luis Tapia (2016) “El momento constitutivo del Estado moderno capitalista en Bolivia” que si bien se presenta como analítico y teórico antes que historiográfico, no puede evitar trabajar con la materialidad histórica para dar cuenta de la etapa de constitución del Estado boliviano durante el siglo XIX para concentrarse luego en el proceso que se abre a mediados de la década de 1930 y culmina con la Revolución de 1952, que a juicio del autor, es el momento en el que se constituye el estado capitalista en Bolivia.
Configuración y horizontes del Estado plurinacional”, de 2014 y compilado por Jorge Viaña, es una obra colectiva que tiene como objetivo la problematización de la constitución del Estado Plurinacional en Bolivia. Partiendo de premisas elaboradas por Zavaleta Mercado, los autores plantean que sólo conociendo las sucesivas crisis orgánicas que atravesó el Estado en Bolivia, puede comprenderse cabalmente los límites y posibilidades que se abren en el presente para la consolidación de un verdadero Estado plurinacional. Para ello, recorren la historia del Estado boliviano desde 1935 (momento al que caracterizan como de “crisis orgánica del Estado oligárquico” hasta la crisis del Estado neoliberal (2000-2003) y consolidación de un nuevo sistema hegemónico.
Finalmente, consideramos el trabajo de Omar Guzmán Boutier (2014), “Modelo político andino en Bolivia”, como un aporte fundamental para pensar la vitalidad del mundo indígena y constatar de qué manera, en Bolivia, no puede haber un estado verdaderamente plurinacional si no permite que las instituciones y autoridades propias de las comunidades puedan ejercer sus funciones, tal y como los propios ayllus lo entienden. Basado en la etnohistoria y en la sociología política, Guzmán Boutier realiza un meticuloso estudio de los principios, valores y organización política y social de los ayllus, a lo largo de diferentes períodos históricos, bajo la dominación colonial, republicana y contemporánea. Lo que el autor propone es que, ante la crisis del sistema de representación democrática occidental, la salida es un sistema mixto que incorpore la democracia directa, tal y como es ejercida hoy en los ayllus andinos.
Hasta aquí, algunas pocas de una ingente cantidad de producciones históricas que se han venido produciendo en Bolivia, en particular a lo largo de los últimos 20 años, sostenidos por el ciclo de crecimiento económico del país. Investigaciones que encuentran cobijo en universidades nacionales y centros de investigación, en las páginas de revistas como “Estudios Bolivianos”“Tinkazos” e “Historia y Cultura”, entre otras; y bajo sellos editoriales pujantes, algunos de los cuáles cuentan con el patrocinio del Estado –puntualmente, de la Vicepresidencia. Lecturas historiográficas que posiblemente encuentren su contrapunto en revistas como Willka Pukara, en portales como Jichha, en las producciones e intervenciones de Mujeres Creando o en las vinculadas al indigenismo que aún encarnan dirigentes como Felipe Quispe. Todo ello no habla sino de la vitalidad y diversidad de un pueblo intérprete de su Historia, de la acontecida y de la que están deseosos por protagonizar, en un futuro abierto y en el que sólo tienen todo por ganar.

 

Foto: milicias obreras armadas en la revolución de 1952.
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https://contrahegemoniaweb.com.ar/bolivia-en-su-historia-algunas-referencias-bibliograficas-para-su-estudio


miércoles, 1 de enero de 2020

El espejismo del exito .

Somos los que despertarán al amanecer

Vijay Prashad 27/12/2019
Sin Permiso.

Millones de personas están en las calles, desde India hasta Chile. La democracia es tanto lo que prometen como lo que las ha traicionado. Sus aspiraciones tienen un espíritu democrático, pero encuentran que las instituciones de la democracia, saturadas de dinero y poder, son inadecuadas. Están en las calles para lograr más democracia, una democracia más profunda, otro tipo de democracia.

En todas y cada una de las regiones de India, gente común y corriente sin militancia en ningún partido político ha salido a las calles junto a la izquierda para exigir que se retire la ley fascista que convertiría a los musulmanes en no ciudadanos. Esta inmensa oleada ha surgido incluso cuando el gobierno intenta declarar ilegales las manifestaciones y ha cortado el acceso a internet. Hasta ahora, veinte personas han sido asesinadas por las fuerzas policiales. Nada de esto ha detenido al pueblo, que ha declarado con fuerza que no va a aceptar el ataque de la ultraderecha. Se trata de un levantamiento popular imprevisto y abrumador.

La democracia ha sido encadenada por el poder capitalista. Si la soberanía se tratara solo de números, entonces los trabajadores y campesinos, los pobres de la ciudad y la juventud estarían representados por personas que ponen sus intereses primero y que son capaces de exigir más del fruto de su trabajo. La democracia promete que las personas puedan controlar su destino. El capitalismo, por otro lado, está estructurado para permitir a los capitalistas —los dueños de la propiedad— tener el poder sobre la economía y la sociedad. Desde la perspectiva capitalista, las implicancias completas de la democracia no se pueden permitir. Si la democracia consiguiera sus objetivos, entonces se democratizarían los medios de producción de riqueza. Eso sería un atentado contra la propiedad, y es por eso que la democracia es limitada.

Los sistemas de democracia liberal crecen en torno al Estado, pero no se puede permitir que estos sistemas se vuelvan demasiado democráticos. Deben ser controlados por el aparato represivo del Estado, que exige restringir la democracia en nombre de “la ley y el orden” o de la seguridad, que se vuelven barreras contra una democracia completa. En vez de decir que el objetivo del Estado es defender la propiedad, se dice que es mantener el orden, lo que significa una asociación de las prácticas democráticas más amplias con el vandalismo y la criminalidad. Se considera robo el exigir el fin de la apropiación privada de la riqueza social —que es en sí misma un robo—; son los socialistas, no los capitalistas, quienes son identificados como criminales no contra la propiedad, sino contra la democracia.

Con este truco, a través del financiamiento de medios de comunicación privados y otras instituciones, la burguesía logra mostrar de manera convincente que ella es la defensora de la democracia. Así, define la democracia simplemente como elecciones y libertad de prensa —cuando ambas pueden comprarse como cualquier otra mercancía—, y no como una democratización de la sociedad y la economía. Tanto las relaciones sociales como las económicas quedan fuera de la dinámica de la democracia. Los sindicatos —el instrumento para la democratización de las relaciones económicas— son despreciados abiertamente y sus derechos restringidos; los movimientos sociales y políticos son deformados, y emergen las ONG, usualmente limitando sus agendas a pequeñas reformas en lugar de desafiar las relaciones de propiedad.



Como resultado del muro entre las elecciones y la economía, entre reducir la política a las elecciones y evitar la democratización de la economía, surge una sensación de futilidad. Esto se manifiesta en la crisis del marco de representatividad de la democracia liberal. El descenso de la cantidad de votantes es un síntoma, pero otros incluyen el uso cínico del dinero y de los medios de comunicación para desviar la atención de cualquier discusión relevante sobre problemas reales hacia problemas fantasiosos, de encontrar aspectos comunes a los problemas sociales a inventar problemas falsos sobre la sociedad. El uso de asuntos sociales que producen división permite evadir temas como el hambre y la desesperanza.

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 Esto es lo que el filósofo Ernst Bloch llamaba “el espejismo del éxito” (swindle of fulfillment en inglés). El beneficio de la producción social, escribió Bloch, “es recogido por el estrato más alto de los capitalistas, que usa ensoñaciones góticas contra las realidades del proletariado”. La industria del entretenimiento debilita la cultura proletaria con aspiraciones ácidas que no pueden ser logradas bajo el sistema capitalista. Pero estas aspiraciones son suficiente para apartar cualquier proyecto de clase popular.

A la burguesía le interesa destruir cualquier proyecto de la clase trabajadora y el campesinado. Esto puede hacerse a través del uso de la violencia, la ley, o del espejismo del éxito, es decir, la creación de aspiraciones dentro del capitalismo que destruyen la plataforma política para una sociedad postcapitalista. Se burlan de los partidos populares por su fracaso en producir una utopía dentro de los límites del capitalismo, se burlan porque se dice que sus proyectos no son realistas. El espejismo del éxito y los sueños góticos son vistos como razonables, mientras el socialismo se representa como irrealizable.

Sin embargo, el orden burgués tiene un problema. La democracia requiere de apoyo de masas. ¿Por qué las masas habrían de apoyar a partidos cuyas agendas no cumplen con las necesidades inmediatas de las clases populares? Aquí es cuando la cultura y la ideología cumplen roles importantes. El “espejismo del éxito” es otro modo de pensar sobre la hegemonía: el arco de cómo la conciencia social de la clase trabajadora y del campesinado se forma no solo por sus propias experiencias, que les permiten reconocer el engaño, sino también por la ideología de la clase dominante que azota su conciencia a través de los medios de comunicación, las instituciones educacionales y las formaciones religiosas.

El espejismo se amplifica cuando se cortan en pedazos las estructuras básicas del bienestar social que han sido empujadas por el pueblo a la agenda de los gobiernos. Para aliviar la crudeza de la desigualdad social producida por la apropiación privada de la riqueza social por parte de la burguesía, el Estado se ve forzado por el pueblo a crear medidas de bienestar social: salud y educación públicas, así como programas focalizados para las personas en situación de pobreza e indigencia. Si estas medias no se implementan las personas comenzarán a morir, por montones, en las calles, lo que pondría en tela de juicio el espejismo del éxito. Sin embargo, como consecuencia de la larga crisis de rentabilidad, estos programas han sido recortados durante las últimas décadas. El resultado de esta crisis de la democracia liberal debida a las políticas neoliberales de austeridad es una alta inseguridad económica y un creciente enojo frente al sistema. Una crisis de rentabilidad se transforma en una crisis de legitimidad política.

La democracia es un juego de números. Las oligarquías están forzadas por el establishment de los sistemas democráticos a respetar el hecho de que las masas deben participar en la vida política. Las masas deben participar en la política, pero —desde el punto de vista de la burguesía— no se debe permitir que controlen la dinámica política; deben participar en la política y ser despolitizadas a la vez. Deben movilizarse en cierta medida, pero no deben movilizarse tanto como para que desafíen la membrana que protege la economía y la sociedad de la democracia. Una vez que se rompe esa membrana, la fragilidad del sistema capitalista termina. No se puede permitir que la democracia entre al campo de la economía y la sociedad, debe permanecer en el nivel de la política, donde debe restringirse a los procesos electorales.

Los regímenes de austeridad perjudican la vida de las masas. No pueden ser engañados con la idea de que no están sufriendo con los recortes y la cesantía. La austeridad disipa la niebla del engaño; el espejismo del éxito ya no es tan atractivo como era antes de que los recortes restringieran las necesidades básicas. La burguesía prefiere que el pueblo se constituya como “masas” y no “clases”, como grupos indistintos de diversos intereses en conflicto que puedan ser moldeados de acuerdo al marco producido por la burguesía, en vez de por sus propias posiciones de clase y sus intereses. Mientras los neoliberales ven agotado su proyecto político, ya que sus propios sueños de éxito en torno a términos como “emprendimiento” se convierten en pesadillas de desempleo y bancarrota, la ultraderecha emerge como el campeón del momento.

A la extrema derecha no le interesan las complejidades del momento. Aborda los principales problemas sociales —el desempleo y la inseguridad—, pero no observa el contexto de estos problemas ni examina de cerca las contradicciones reales que deben afrontarse para que la gente pueda superarlos. La contradicción real es entre el trabajo realizado socialmente y la acumulación privada; la crisis de desempleo no puede solucionarse sin que esta contradicción sea resuelta a favor del trabajo realizado socialmente. Debido a que eso resulta impensable para la burguesía, esta ya no busca resolver la contradicción sino que se conforma con una estrategia de “gato por liebre”: está permitido hablar sobre desempleo, por ejemplo, pero no es necesario culpar al capital privado por ello; en cambio, culpan a los migrantes o a otro chivo expiatorio.

Para lograr hacer pasar “gato por liebre”, la extrema derecha debe ir en contra de otra corriente de pensamiento en el liberalismo clásico: la protección de las minorías. Todas las constituciones democráticas han sido conscientes de la “tiranía de la mayoría”, estableciendo barreras al “mayoritarismo” a través de leyes y regulaciones que protejan los derechos y las culturas de las minorías. Estas leyes y regulaciones han sido esenciales para la profundización de la democracia en las sociedades. Pero la democracia de la ultraderecha no se basa en estas protecciones, sino en su destrucción. Busca inflamar a la mayoría contra la minoría para poner a las masas de su lado, pero no permite que las clases en su interior desarrollen sus propias políticas. La extrema derecha no tiene fidelidad con las tradiciones y regulaciones de la democracia liberal. Usará las instituciones mientras sean útiles, envenenando la cultura del liberalismo, que ya tiene limitaciones serias, pero que al menos ha ofrecido un espacio para el debate político. Ahora ese espacio se está estrechando, ya que cada vez logra más legitimidad una defensa muy violenta de la ultraderecha.

Las minorías son privadas de representación en nombre de la democracia; se da rienda suelta a la violencia en nombre de los sentimientos de la mayoría. La ciudadanía se estrecha según las definiciones de la mayoría; se le dice a la gente que acepte la cultura de la mayoría. Esto es lo que el gobierno del BJP ha hecho en India con la Ley de Ciudadanía (Enmienda) de 2019. Eso es lo que la gente rechaza.

Mediante el espejismo del mayoritarismo, la extrema derecha puede parecer democrática cuando opera para proteger la membrana entre la política (en un sentido meramente electoral) y la sociedad, así como la economía. La protección de esta membrana es esencial, cualquier expansión de la democracia hacia la sociedad y la economía está prohibida. La ficción de la democracia se mantiene mientras la promesa de la democracia se deja de lado.

Vijay Prashad  Historiador y periodista indio, autor de numerosas obras, entre ellas 'The Darker Nations: A People’s History of the Third World and The Poorer Nations: A Possible History of the Global South', ha sido profesor del Trinity College y actualmente es director del Instituto Tricontinental en Delhi.

Fuente:

https://www.thetricontinental.org/es/newsletterissue/boletin-52-2019-democracia












lunes, 30 de diciembre de 2019

Informe sobre “ataque químico” en Siria ‎fue falsificado en la OPAQ .



Cuando la propaganda se convierte en desvergüenza


El silencio de la prensa establecida sobre las últimas revelaciones de WikiLeaks acerca del dudoso ataque químico de abril de 2018 en Siria, ha sido revelador
A principios de abril de 2018 las fuerzas gubernamentales sirias estaban concluyendo la operación de cerco para retomar el control de la zona de Guta oriental, en los suburbios de Damasco. Controlada por el grupo Jaish al Islam, la zona estaba a punto de rendirse. Fue entonces cuando Jaish al Islam denunció que el lugar había sido objeto de un ataque con armas químicas a manos de las fuerzas gubernamentales el 7 de abril. Dos presuntas organizaciones no gubernamentales, los White Helmets (Cascos blancos) y la Syrian-American Medical Society, se encargaron de aportar el grueso de las supuestas pruebas.
Scott Ritter uno de los mayores expertos internacionales en control e inspección de armas (entre 1991 y 1998 fue el inspector jefe de la misión de la ONU que buscaba las armas de Sadam Hussein en Irak) define como “mas bien propaganda anti-régimen” la labor de ambas organizaciones, formadas y financiadas por potencias occidentales en Siria. Afirmaban que se había producido un ataque químico desde aviones gubernamentales sirios que produjo 43 víctimas civiles. Videos con niños echando espuma por la boca fueron profusamente divulgados. “El ataque representa una escalada significativa en el uso de armas químicas por ese régimen terrible”, dijo Trump. Sin mediar investigación, fuerzas americanas, francesas y británicas bombardearon la noche del 13 al 14 de abril diversas infraestructuras sirias.
En agosto de 2013, el escenario fue parecido, en el mismo lugar: un ataque atribuido al gobierno sirio que dejó 200 muertos, pocos días después de que el entonces Presidente Obama declarase el uso de armas químicas como la “línea roja” que determinaría su intervención militar en Siria.
Entre 2013 y 2018, grandes medios de comunicación occidentales han informado de por lo menos dos centenares de ataques con sustancias químicas en Siria atribuidos a los gubernamentales. Los mismos medios han informado periódicamente de graves éxodos humanos y perjuicios a la población civil cuando las tropas gubernamentales, ayudadas por rusos e iraníes, conseguían avances militares. Sucedió con Alepo y ahora se repite en Idleb. Sin embargo, cuando eran las tropas yihadistas, apoyadas por los estados del golfo y los servicios de inteligencia occidentales, o directamente en los casos de grandes ofensivas de las tropas de Estados Unidos, como en Mosul, esos mismos éxodos y desastres humanitarios con civiles, no eran noticia. Es una conducta típica de la propaganda en todas las guerras.
Esta propaganda se convierte en desvergüenza cuando se suceden los indicios de una escenificación en toda regla y los medios de comunicación mantienen un silencio total al respecto. Ese ha sido precisamente el caso de la serie de filtraciones de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) divulgadas este diciembre por WikiLeaks.
Las filtraciones aireadas por el portal que fundó Julian Assange, escandalosamente encarcelado preventivamente en una cárcel de alta seguridad inglesa a la espera de un proceso de extradición a Estados Unidos tras una década de persecución y hostigamiento que culminará en febrero, demuestran claramente que los informes que la OPAQ elaboró sobre el ataque de Guta Oriental de abril de 2018, fueron manipulados, omitieron aspectos fundamentales y contienen contradicciones mayores con el fin de ofrecer la impresión de que la agencia imputaba efectivamente al régimen sirio de los ataques del 7 de abril.
Las filtraciones exponen que en la modificación del informe de expertos se eliminaron datos de una veintena de especialistas que apuntaban el defectuoso manejo de los hechos y cuestionaban abiertamente sus conclusiones. Los documentos de WikiLeaks dejan claro que la mayoría de los autores del informe final “nunca estuvieron en Siria” y que hasta el mismo director general de la OPAQ, Fernando Arias, se declaró en desacuerdo con los documentos elaborados.
En una de sus últimas entregas, WikiLeaks incluía un correo electrónico, fechado el 28 de febrero de 2019, del jefe de gabinete de la OPAQ, el francés Sebastien Braha, personaje con una pésima reputación en la organización con sede en La Haya. En ese correo Braha pedía, poco antes de la publicación del informe final sobre el caso, la “eliminación” de “todo rastro” en los archivos de la organización, del informe del inspector especialista en balística Ian Henderson, que sostenía que los contenedores de la sustancia química hallada en Guta no habían sido arrojados desde aviones sino más bien “colocados” en los emplazamientos donde fueron encontrados. Este y todos los informes que expresaban dudas razonables sobre la versión de lo sucedido que se quería promocionar, fueron omitidos y alterados de tal forma que el resultado final, en palabras de uno de los inspectores, “no refleja el trabajo del equipo”.
Las revelaciones han sido suficientemente consistentes como para cuestionar toda la versión occidental de aquel incidente, así como para cuestionar el trabajo de una agencia internacional manifiestamente manipulada por Estados Unidos y sus aliados. Todo ello era una invitación al escepticismo sobre la serie de doscientos incidentes químicos en la guerra de Siria, más aun cuando la utilización de la mentira para justificar intervenciones militares de Estados Unidos, no es una hipótesis aproximada sino que tiene un abultado, fresco y reciente rastro que la convierte en un hecho incontestable. Pese a todo ello, los medios de comunicación establecidos han mantenido un mutismo total sobre el escándalo de la investigación de lo sucedido en Guta, lo que reafirma su incapacidad estructural para ofrecer una información internacional creíble.
(Publicado en Ctxt)
 Y más
 La red Voltaire ya lo había dicho.
https://www.voltairenet.org/article208428.html

https://www.voltairenet.org/article208708.html

Publicado el Categorías Artículos

J. E. Cirlot


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J. E. Cirlot

Un ensayista y poeta de excepción, lamentablemente ignorado por los medios de comunicación más influyentes

Por Jose Luis Merino  

 Un ensayista y poeta de excepción, lamentablemente ignorado por los medios de comunicación más influyentes

Le han excluido de la lista de creadores en lengua española, nacidos en 1916. Desconocen los ilustres ignorantes quién es el barcelonés Juan Eduardo Cirlot (1916-1973).


Obra poetica (Letras hispanicas) (Spanish Edition): Juan Eduardo Cirlot

Además de soberbio exégeta del arte contemporáneo, fue un singular poeta, un auténtico ladrón de fuego, en el sentido rimbaudiano. En Bronwyn, su universo poético, se perciben voces provenientes de la alquimia- magia- astrología- cábala hebraica- esoterismo y la mística sufí, cuyos fines conducen a los laberínticos universos de los símbolos; los cuales han permanecido vivos durante milenios. Todo ello induce a pensar que el poder del mundo espiritual, del que forma parte el símbolo, es eterno o, para ser más exactos, infinito.


Diccionario de símbolos: Juan-Eduardo Cirlot

 1ª Edición en rústica  de Editorial Labor 1978

Ayudará a comprender su poesía, la lectura del portentoso libro titulado Diccionario de símbolos (del que es autor el propio Cirlot). En la poesía hermética del barcelonés se anima a no ver tan necesario estar pendiente del espacio y el tiempo como de la intensidad y la asociación. Cuando se repara en el poder creador del verbo, empieza a columbrarse que aquello que no se nombra no existe. Por otro lado, el pensamiento trata de entender la poesía como la instauración del ser a través de la palabra. En otros momentos se intuye, o parece intuirse, que el poeta alcanzará mediante la poesía todo lo que le es negado por la propia vida, justo a aquello a lo que aspira, tomando la visión poética como sustitución de lo que el mundo no es.

Cierran estas líneas unas palabras de Cirlot: “Todo el misterio de la creación reside en la luz oscura que uno siente temblar en su interior; luz que puede ennegrecerse o blanquearse según los instantes y las contemplaciones”.



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https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Eduardo_Cirlot














Camacho y el golpe militar en Bolivia.




Video donde el boliviano Camacho , reconoce  como se preparo el golpe con los militares



domingo, 29 de diciembre de 2019

LA TRACA . Fusilar al humorista .


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Fusilar al humorista: cuando el franquismo condenó a muerte al director y al dibujante estrella de 'La Traca'



Vicent Miguel Carceller y Carlos Gómez Carrera 'Bluff' fueron ejecutados en la tapia del cementerio de Paterna el 30 de junio de 1940 por la publicación de viñetas satíricas sobre el dictador en una revista que triunfó en la época de la República

Miguel Giménez

El 10 de junio de 1940, pocos meses después de que finalizara la Guerra Civil, un consejo de guerra dictaba sentencia de muerte contra Vicent Miguel Carceller y Carlos Gómez Carrera ('Bluff'), una pena que fue ejecutada el 28 de ese mismo mes en las tapias del cementerio de Paterna, el conocido como 'Paredón de España', donde se encuentran enterrados los restos de 2.238 represaliados por el franquismo. Su delito, haber publicado viñetas en las que aparecía caricaturizado –y travestido– el dictador Francisco Franco, o sobre una esvástica aplastando España y a sus ciudadanos con el lema: "El sueño del führer español". Carceller (50 años) y Gómez Carrera (37) habían sido el director y el dibujante estrella de la revista satírica valenciana 'La Traca', "la más polémica, la más jocosa, la más leída" de España.

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La sentencia, dictada por un tribunal militar, recoge que 'La Traca', semanario propiedad de Carceller, "se dedicaba de la manera más baja, soez y grosera a insultar a las más altas personalidades representativas de las España Nacional, de la dignidad de la Iglesia y los principios informantes del Glorioso Movimiento Salvador de Nuestra Patria, aprovechando la popularidad adquirida en años anteriores, en beneficio de la subversión marxista", y condena a la pena de muerte a Carceller y Gómez Carrera "como autores del calificado delito de adhesión a la rebelión militar". También se destruyó su obra. Mejor suerte corrió el también dibujante José María Carnicero, condenado a treinta años de prisión.



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'La Traca,' que empezó a publicarse en 1884 de la mano de dos valencianos republicanos, Manuel Lluch Soler y Luis Cebrián Mezquita, cerró en 1938. Carceller se había incorporado a la publicación en 1909 y fue su director en la época de mayor éxito de la revista: llegó a vender más de medio millón de ejemplares durante la Segunda República.



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Poco después de ser ajusticiados en Paterna, Teresa de Escoriaza, escritora y cuñada de 'Bluff', recordaba sobre la muerte de Gómez Carrera que este solo tenía las manos manchadas "de carboncillo" y no de sangre: "Era un dibujante y nada más", que no había hecho durante la guerra más que "dibujos satíricos" con el objetivo de conseguir unos ingresos fijos con los que "subsistir. Nunca hizo otra cosa".

Relata también cómo, después de trasladarse a Madrid, un grupo de falangistas se presentó en su casa en Valencia a detenerle "arrancándole de los brazos de su hijita" y lo tuvieron más de un año en prisión sin procesarle "pues la verdad era que no había nada de qué acusarle". Sin embargo, acusado de ser autor de unas "historietas caricaturescas" se le "sentenció a la pena capital y fue fusilado enseguida".

La transgresión como norma

En 2016, la Universitat de València realizó en el Centre Cultural la Nau una exposición sobre esta revista satírica ('La transgresión como norma') en la que se repasaba su historia de "lucha contra el poder" a través de "la risa, la sátira y la inteligencia", tal y como destacaron entonces los comisarios de la muestra, Antonio Laguna y Francesc Andreu Martínez. En referencia a las ejecuciones de Gómez Carrera y Carceller, quien "en cualquier ciudad normal tendría un par de monumentos" pero a quien "no conoce ni su madre" en València, los comisarios sentenciaron: "Se fusiló la risa".



El caricaturista valenciano Lamberto Ortiz, autor del libro Redescubriendo a Bluff, el dibujante que se enfrentó al franquismo, define a Gómez Carrera como un "referente del humor" en la España republicana que se enfrentó al franquismo hasta el punto de "pagarlo con su vida". Ortiz recuerda cómo la dictadura borró la memoria del que consideraba un "dibujante satánico". "Incluso se prohibió hablar de él", apunta para recordar que por fin, décadas después, se ha recuperado su memoria.




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https://www.eldiario.es/cv/Historias-franquismo-hacer-humor-pagaba_0_977102518.html