miércoles, 25 de abril de 2018

La democracia española ante la crisis catalana .



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No fue un golpe de Estado ni un pronunciamiento: respuesta a Santos Juliá

Abandonar la idea de que en Cataluña ha habido un golpe es imprescindible para pensar en soluciones democráticas al problema de la secesión

 Ignacio Sánchez-Cuenca


¿Qué sucedió realmente en Cataluña durante la fase final de explosión del procés, en los meses de septiembre y octubre de 2017? La respuesta a esta pregunta es clave para valorar políticamente tanto las estrategias del movimiento independentista como la respuesta del Estado a la crisis catalana.

Hay una interpretación de los hechos de otoño de 2017 que se ha extendido en el establishment español y que muchos dan ya por supuesta, como si fuera una verdad auto-evidente: en Cataluña hubo un intento de golpe de Estado, frenado en seco por el Estado de derecho. Esta tesis aparece frecuentemente entre políticos y tertulianos de la derecha española, pero también ha alcanzado a autores “liberales” que, en otros asuntos, habían adoptado tesis más moderadas. Sirva como ejemplo el artículo que publicó Santos Juliá en el diario El País hace unos días, titulado “Doblegar al Estado”. El artículo condensa muchos de los errores de planteamiento que envenenan la crisis catalana.

El texto de Juliá se abre con una prolija introducción de corte generacional en la que habla de aquellos que, como él mismo, nacidos entre 1930 y 1939, fueron bautizados como los niños o los hijos de la guerra. En su opinión, fue una generación que entendió la necesidad de superar el trauma del enfrentamiento fratricida de nuestra Guerra Civil y que elaboró un proyecto político pensando más en el Estado que en la nación; dicho proyecto se llevaría a la práctica en la transición democrática, cuyo logro más valioso fue la Constitución de 1978. Como miembro de aquella generación, Juliá describe, con una mezcla de horror e indignación, los sucesos de la crisis catalana que, cuarenta años después de la aprobación de la Constitución, han supuesto el quebranto de esta. La aprobación de las leyes de referéndum y transitoriedad durante los días 6 y 7 de septiembre y la posterior declaración de independencia el 27 de octubre serían, desde su punto de vista, el equivalente a un “alzamiento” de las autoridades catalanas contra el Estado.

Juliá analiza las acciones del Gobierno y el Parlamento catalanes a la luz de un golpe de Estado. Dice en más de una ocasión que los nacionalistas catalanes se “alzaron” contra el Estado y utiliza términos como “sedición” y “pronunciamiento”. Admite, en cualquier caso, que se trata de un tipo muy especial de “pronunciamiento”, pues la propia definición de la RAE establece que un “pronunciamiento” es un “alzamiento militar contra el Gobierno”; por ello mismo, se inventa una nueva categoría, una categoría sui generis, la de “pronunciamiento civil”, que Juliá no explica en qué casos podría aplicarse más allá de Cataluña en octubre de 2017. Pero para que no haya dudas, compara la acción de los representantes del pueblo catalán con golpes de Estado como el del general Primo de Rivera en 1923, el (fallido) del general Sanjurjo en 1932 y el (también fallido) del teniente coronel Tejero en 1981.

¿Intentaron realmente las autoridades catalanas dar un golpe de Estado? ¿Fue un “pronunciamiento civil”? Un golpe de Estado supone siempre el ejercicio de la violencia o la amenaza de esta. La violencia es un elemento esencial de todo golpe de Estado. Así se reconoce en las definiciones habituales de los diccionarios y también en la literatura académica sobre golpes de Estado. Los “rebeldes” o bien ejercen la violencia o bien amenazan con usarla. En la historia hay numerosos casos de golpes incruentos en los que las autoridades legítimas abandonan el poder de forma pacífica porque saben que, de lo contrario, sufrirán violencia de manos de los golpistas. La violencia, pues, desempeña un papel crucial, es el medio coactivo mediante el cual los golpistas tratan de hacerse con el poder.

    Se podrán mencionar casos puntuales de violencia en algunas movilizaciones populares, pero la violencia no ha formado parte de la estrategia política de las autoridades catalanas

El movimiento independentista catalán no ha sido violento ni se ha basado en una amenaza de violencia. Se podrán mencionar casos puntuales de violencia en algunas movilizaciones populares, pero la violencia no ha formado parte de la estrategia política de las autoridades catalanas. Si no hubo violencia, no pudo haber alzamiento, ni pronunciamiento, ni golpe. Utilizar estas categorías para entender la crisis catalana carece de rigor. Y, lo que es peor aún, nos condena a resolver el problema a través de la justicia penal, pues nada cabe negociar ni pactar políticamente con quienes participan en un intento de golpe. La defensa de la tesis del golpe de Estado o pronunciamiento legitima las acusaciones atrabiliarias de la Fiscalía y del Tribunal Supremo sobre la rebelión, que tanta extrañeza provocan entre analistas y periodistas fuera de España.

Afirmar que el proceso catalán ha sido violento es situarse en contra de la realidad. Sólo es posible percibir así los hechos utilizando unas gruesas lentes ideológicas que nos devuelven una imagen deformada de lo sucedido. Son las lentes de un nacionalismo español intolerante que parecía superado.

Si no fue un golpe, ¿qué fue? Según lo entiendo, y como he tenido oportunidad de argumentar en extenso en un libro reciente (La confusión nacional. La democracia española ante la crisis catalana, Catarata 2018), deberíamos hablar de una crisis constitucional profunda producida por un choque de legitimidades. En una crisis constitucional se desobedecen las normas, se cuestiona y desafía el orden jurídico, pero no se utiliza la violencia. Con ello no quiero minusvalorar o disculpar la conducta de las autoridades catalanas, las cuales, en mi opinión, cometieron errores graves por los que cabe exigir responsabilidades políticas y legales. La desobediencia de una parte del Estado es un asunto muy serio, pero no es un golpe de Estado, ni un alzamiento, ni un pronunciamiento (ni una rebelión) mientras no medie violencia o amenaza de la misma.

La crisis constitucional del otoño de 2017 es la consecuencia última de un proceso que se abre con la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010 sobre la reforma del Estatut. En aquella sentencia, recuérdese, se niega de raíz toda posibilidad de desarrollo plurinacional de España. Según el Tribunal, la única nación que existe es la española, titular de la soberanía. Que la soberanía la hayamos troceado renunciando a competencias políticas básicas en beneficio de la Unión Europea (políticas monetaria, comercial y de competencia, por ejemplo) no es motivo de alarma para nuestro Tribunal Constitucional, ni tampoco lo es que el derecho europeo esté por encima del derecho español; sin embargo, que el preámbulo de un Estatuto de autonomía se haga eco de una declaración del Parlamento catalán sobre la existencia de una nación catalana es considerado por el alto Tribunal inadmisible en nuestro ordenamiento jurídico. La nación española puede compartir soberanía con holandeses, búlgaros y portugueses, pero no puede compartirla con la nación catalana o la vasca.

Tras esta sentencia, el nacionalismo catalán fue radicalizando sus posiciones ante la indiferencia o la intransigencia, según el caso, de las autoridades españolas. A pesar de los múltiples e infructuosos intentos de establecer alguna vía de negociación con el Gobierno de España, nada se ha movido desde 2010 en la cuestión territorial, salvo una recentralización más o menos encubierta con el pretexto de la crisis económica. El Gobierno de España dejó pudrir el conflicto político a pesar de recibir numerosas advertencias de que, si no tomaba cartas en el asunto, el procés acabaría explotando.

    A pesar de los múltiples e infructuosos intentos de establecer alguna vía de negociación con el Gobierno de España, nada se ha movido desde 2010 en la cuestión territorial

Como consecuencia de las irresponsabilidades cometidas por unos y otros, se ha consumado una crisis constitucional que surge de un doble conflicto sobre el “demos”. En primer lugar, un conflicto en el conjunto de España: una parte considerable de la sociedad catalana no se siente española y no quiere seguir tomando decisiones colectivas con el resto de España, así que no se considera vinculada por lo que ordene el Gobierno o el Tribunal Constitucional. En segundo lugar, un conflicto en el interior de Cataluña entre quienes desean y quienes rechazan la independencia.

Robert Dahl analizó en profundidad el problema político del cuestionamiento del “demos”. Mostró que no hay una solución clara, pues la democracia funciona en la medida en que hay consenso sobre quién pertenece al colectivo que toma decisiones conjuntamente. Cuando se produce una crisis de “demos”, no hay principios indubitables que sirvan de guía. Pero al menos podemos intentar encauzar el conflicto según valores democráticos, tratando de encontrar puntos de acuerdo que satisfagan a todas a las partes y, de este modo, eviten la ruptura. Eso es lo que distingue a las democracias de otros regímenes políticos. En España nos encontramos en una situación paradójica, pues, pese a ser el nuestro un país democrático, el Gobierno de España no ha querido hacerse cargo del problema, el Tribunal Constitucional ha cerrado toda vía de reforma plurinacional,y el Govern y el Parlament catalán han actuado con desprecio del principio democrático al realizar una declaración de independencia que no cuenta con suficiente apoyo popular.

Ante un problema de esta envergadura, lo lógico es que desde la sociedad civil intentemos preservar los principios democráticos buscando puntos de encuentro que desactiven la crisis constitucional y el enfrentamiento político que se ha creado tanto entre Cataluña y el resto de España como en el interior de la propia Cataluña. Pero lo que hemos visto en estos meses es algo muy distinto. Se ha producido un resurgir del nacionalismo español intransigente que se manifiesta en que jueces, políticos, periodistas e intelectuales hayan etiquetado de golpe de Estado o rebelión el desafío independentista y, en consonancia con ello, apuesten por el encarcelamiento de los líderes del independentismo catalán como solución al problema político de fondo. Para muchos de mi generación, la de los “nietos de la guerra”, que crecimos en democracia, resulta doloroso que tantos “hijos de la guerra” hayan acabado defendiendo la tesis endeble y falta de rigor según la cual en Cataluña ha habido un golpe de Estado fallido. Es como si, al final de sus carreras, hubieran perdido la sintonía con los valores democráticos (tolerancia, pluralismo, consenso, concordia) que hicieron posible la transición que ellos mismos protagonizaron.







Sánchez-Cuenca: “Alemania es el pinchazo de la burbuja del nacionalismo español”
 


   
Capitell Sant Esteve Roures 
El pueblo ficticio de Sant Esteve de les Roures, popularizado porque aparecía en uno de los informes de la Guardia Civil sobre el 1-O como si fuera real, ha llegado a la prensa alemana.

España.- Poder judicial y Opus Dei.



¿Octopus Dei?
La magistratura española y el Opus Dei



La influencia del Opus Dei en la historia política y social en España ha sido muy importante. Lo fue en la dictadura de Franco, lo fue en la transición política y lo ha sido en la monarquía parlamentaria. Además, esa importancia coexistió con una expansión de la secta por medio mundo, particularmente en Europa, Latinoamérica y Norteamérica, pero también en muchos países africanos y asiáticos.
El Opus Dei, donde el 97% de sus miembro son seglares, tuvo ,desde el principio, una gran habilidad para infiltrarse en los aparatos de Estado y eso lo compaginó, gradualmente, con la construcción de un imperio de negocios propios; negocios que van desde colegios y residencias, Universidades, escuelas de negocios, hospitales, participación influyente en Bancos y entidades financieras, medios de comunicación y últimamente colegios elitistas de enseñanza primaria y secundaria, entre otros sectores. Pero desde el principio, la penetración en el aparato de Estado franquista fue decisiva. Como dijo el fundador de la secta, el cura de personalidad paranoica y megalómana, Escrivá de Balaguer, “para que queremos tener locales propios si tenemos los despachos de los Ministerios del Gobierno”. La expansión del Opus ha sido espectacular y originariamente se debió a su infiltración en el franquismo. Hay que tener en cuenta que el Opus funciona como una sociedad secreta donde existen diferentes niveles de compromiso con la secta, pero todos, al final, buscan obtener réditos económicos y de poder para la secta. El Opus Dei se introdujo en España, a finales de los 50 y en los 60, en los grandes cuerpos de la Administración pública (inspectores de hacienda, diplomáticos, administradores civiles, abogados de Estado) y también en la justicia y la fiscalía. Penetran desde el mismo momento de la preparación de las oposiciones a esos cuerpos, con jóvenes ya vinculados a la secta, los cuales, una vez incorporados a los cuerpos superiores o la magistratura actúan en sintonía con la secta. En el franquismo, llegaron en el momento justo ya que se distanciaron del fascismo franquista proponiendo una especie de gobierno tecnocrático autoritario. Tal fue su influencia que el jefe de Gobierno con Franco, asesinado por ETA, en un atentado en el año 1973, el general Carrero Blanco, estaba en el ámbito del Opus y una gran parte de sus ministros eran miembros de la secta; ministros que ocuparon puestos en ministerios claves como Obras Públicas o Economía. Organismos como el Centro Superior de Investigaciones Científicas-el organismo clave de la investigación española-estaba absolutamente controlado por el Opus Dei. A finales de los años setenta, el Opus Dei tenía ya un imperio económico en España y estaba ya muy activo por todo el mundo y comenzaba su ascensión dentro del Vaticano, que culminó en tiempos del Papa Juan Pablo II.
De acuerdo a algunos observadores de la secta, para el Opus la penetración en la judicatura y la fiscalía ha sido algo de una importancia fundamental, sobre todo en los niveles altos y en puestos decisivos (tribunales supremos, audiencias territoriales superiores, tribunal constitucional) y lo ha sido porque lo ha utilizado para, desde la fiscalía, acusar a sus enemigos y desde los tribunales actuar en favor de los negocios de la secta o sus intereses y eliminar a su rivales y enemigos y en todo caso como un elemento más de poder de la secta. En el tardofranquismo, el caso MATESA es paradigmático de lo que decimos. Se trató de un asunto que se utilizó, por un sector del régimen, en parar la gran influencia de la secta en el Gobierno de la época ya que MATESA era una estafa muy vinculada a empresarios, altos funcionarios y ministros del Opus, pero la mayoría de los acusados no llegaron a ser ni encausados debido a las maniobras del Opus en la fiscalía y en los tribunales de la época. Ya en la monarquía algunos empresarios miembros del Opus llegaron a denunciar este tipo de prácticas de la secta como fue el empresario Ruiz Mateos cuyo holding RUMASA (más de 100.000 trabajadores) mientras era expropiado por el gobierno socialista, acusó a los dirigentes de la secta, en varias ocasiones, de ser unos despreciables y de “haberle dejado caer”, reclamándoles, en los tribunales, las donaciones millonarias que había hecho a la secta, reclamaciones que, como no, decayeron.
En España, en un recientísimo fallo del Tribunal Supremo y más tarde confirmado por el Tribunal Constitucional se declaró que la financiación pública de los colegios segregados por sexos era plenamente constitucional, cuestión verdaderamente sorprendente, pero el 70% de esos colegios son propiedad del Opus Dei y que curioso ¡el ponente del fallo judicial es un miembro del Opus Dei! Igualmente se han producido, últimamente, multitud de denuncias en contra de las “ofensas a los sentimientos religiosos” ( una especie de delito de blasfemia existente en España), y ello es así porque asociaciones y lobbies ultra católicos, algunos vinculados al Opus Dei ,tales como “Abogados cristianos” o “ Asociación Tomas Moro” denuncian casos ante la fiscalía sobre blasfemias proferidas por artistas o cantautores que, para sorpresa de todos, son tramitadas por los fiscales y en algunos casos con condenas; y ello es posible porque una gran parte de la fiscalía esta penetrada por el Opus Dei. En varias ocasiones el Superior del Estado ha sido miembro del Opus Dei como fue el caso de Jesús Cardenal o el caso de Torres-Dulce. Pero se sospecha que hay Salas del Tribunal Supremo controladas por miembros de la secta como la Sala de lo Penal lo cual, en opinión de muchos, ha sido clave para entorpecer procedimientos de la corrupción del Partido Popular en España, ya que este partido es de los más infiltrados por la secta. El fiscal Maza, muerto recientemente, realizó una gran “limpia” en las fiscalías, en su momento muy criticada por las asociaciones progresistas de fiscales, colocando, en algunas fiscalías claves que afectaban a los procedimientos de corrupción política del PP, a miembros del Opus de. En el gobierno Aznar muchos ministros eran de la secta y en la actualidad algunos ministros clave también los son, como por ejemplo el ministro de Economía, el Sr Guindos que en la actualidad es vicepresidente del Banco Europeo. También el ministro de Educacion y Cultura, el ministro de Hacienda, ministra de Trabajo o la que fuera ministra de Sanidad y Asuntos Sociales, Ana Mato, se les ha situado en el ámbito del Opus Dei. Curiosamente en el ministerio de Defensa suele haber personas vinculadas públicamente al Opus como fue el caso de Trillo y/o Morenés. También del Opus Dei era el ministro de Interior con Rajoy, Fernández Diaz, que fue el que impuso la medalla de oro de la policía a la Virgen del Amor, que la asociación Europa Laica recurrió ante los tribunales, recurso que fue rechazado tanto en el Tribunal Supremo como en el Tribunal constitucional.
El secretario general de la formación política de Izquierda Unida, Alberto Garzón, al referirse a esta situación de la judicatura en España declaró: “el ser culpable depende del hecho de que el tribunal esté formado por miembros del Opus Dei o por gente del siglo XXI”.
Muchos han opinado que los dos casos más sonados de corrupción del Partido Popular, que es el partido gubernamental, el caso “Naseiro” y el caso “Gurtel” han sido dinamitados, desde la magistratura y fiscalía, por los sectores afines del Opus y que la expulsión de la carrera judicial del que fuera reputado juez Baltasar Garzón se ha vinculado a la persecución contra él por miembros de la judicatura del Opus; los problemas de este juez estrella comenzaron cuando quiso investigar a fondo la corrupción del partido en el Gobierno y lo mismo ha ocurrido con el Juez Elpidio Silva, también expulsado de la carrera judicial por combatir la corrupción del PP; como ha declarado este juez expulsado de la carrera judicial “La madre de la corrupción está en el poder judicial" , porque la impunidad de la corrupción política se ha producido porque existe una corrupción judicial muy vinculada a miembros del Opus Dei.
Alberto Moncada, sociólogo que en los años 40 fuera miembro destacado del Opus Dei ha declarado que “que si un juez investigase la procedencia de sus bienes (que son desmesurados) y sus declaraciones a la hacienda pública, habría para procesar a los principales responsables de esta secta. Pero esto no se hace en España, y me parece una buena pregunta el porqué de esta vergonzosa situación”, apuntando claramente también a la judicatura que constituye una especie de escudo de protección ultraconservador. Un caso parecido a los anteriores fue el de la juez de Marbella, Blanca Esther Díez, quien tras investigar un caso en el que había implicados en el mismísimo Consejo General del Poder Judicial y tras varias peripecias, acabo, ella misma, siendo imputada, condenada e inhabilitada.
Según el juez Santiago Vidal, hoy también expulsado de la carrera judicial, cuando era miembro de la Audiencia Provincial de Barcelona, en el año 2009, declaró que un tercio de los jueces eran miembros del Opus Dei. Para muchos, esta estimación se quedó corta, sobre todo en las instancias judiciales superiores. El hoy presidente del Tribunal Supremo también se le ha asociado a la secta o aledaños y el anterior presidente Carlos Divar, inhabilitado por conductas impropias, lo era de forma declarada. La infiltración del Opus Dei en la fiscalía y la magistratura española es fortísima y lo viene siendo desde hace muchísimos años. La principal asociación de jueces, la “asociación profesional de la magistratura”, ha agrupado a todo el sector conservador de la magistratura y muchos dicen que está controlada por miembros muy activos del Opus Dei.
En la actualidad, una vez que el Papa Juan Pablo le concedió al Opus Dei el status jurídico privilegiado, dentro de la Iglesia católica, de “prelatura personal”, se estableció que ésta debería abandonar el secretismo; sin embargo el secretismo, la opacidad y el anonimato es lo que impera en la secta, siguiendo los estatutos fundacionales del Opus Dei , redactados en 1950, que en su artículo 191 afirma "Los miembros numerarios y supernumerarios sepan bien que deberán observar siempre un prudente silencio sobre los nombres de otros asociados y que no deberán revelar nunca a nadie que ellos mismos pertenecen al Opus” Hay muchísimos testimonios de exmiembros de la secta sobre la actuación secretista de la misma. El que fuera uno de los primeros miembros del Opus y muy cercano al cura Escrivá de Balaguer, el reputado arquitecto Miguel Fisac, grabó un programa de televisión, poco antes de morir, en el que relató su relación con el Opus y en el que declaró el carácter sectario y criminal de la secta y en el que confesó la presión permanente y psicológicamente criminal para permanecer en el Opus. Estas mismas declaraciones también las había realizado con más contundencia, años atrás, en un programa de “La Clave” dedicado al Opus.
. A finales de los 90 se produjo cierta renovación en la judicatura y ello puso a algunos sectores del centro izquierda alerta sobre lo que podría venir; en un informe del mismismo pleno del Consejo General del Poder Judicial, sobre medidas para la reforma de la Justicia, un vocal, el Sr Javier Moscoso, propuso una medida para evitar la penetración de las sectas en la magistratura y que fue aprobado por Acuerdo del Pleno del Consejo General del Poder Judicial en sesión de 25 julio 2000,:“Los jueces y magistrados, así como los fiscales, mientras se hallen en servicio activo, no podrán pertenecer ni a organizaciones secretas o que funcionen sin transparencia pública, sea cual sea la forma jurídica que adopten, que puedan generar vínculos de disciplina u obediencia ajenos a los mandatos del ordenamiento jurídico constitucional.”
Es evidente que este punto estaba pensado en la influencia del Opus Dei en la magistratura y fiscalía; desgraciadamente, esta influencia en la magistratura se ha reforzado mucho desde el año 2000 y hoy es un elemento esencial para mantener un sistema político totalmente corrupto. Esa influencia es el último parapeto de la impunidad. Es curioso que el Partido Popular confía todos sus problemas de corrupción al quehacer de la justicia. “Ya veremos lo que dice la justicia” suele decir el propio Rajoy, es decir, confían en los tribunales y la Fiscalía porque saben que, en eso terreno, se pueden manejar gracias a sus afines y a los miembros del Opus. Un Rajoy que fue apadrinado por otro miembro del Opus, José Manuel Romay Becaría que a sus 83 años sigue presidiendo el mas alto organismo consultivo, el Consejo de Estado.
Aunque algunos hablan que el Opus está en decadencia y que hay desbandada de numerarios y supernumerarios, nunca su influencia y poder económico ha sido tan fuerte; y en esos colegios segregados por sexos, que el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo han avalado, se está incubando el futuro de la secta y de ahí saldrán, también, muchos de los nuevos jueces y fiscales de España.

martes, 24 de abril de 2018

Macron en guerra contra el pueblo francés.

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Macron en guerra contra el pueblo francés



Macron es una nueva resurrección de ese Bonaparte que se presenta tan a menudo en Francia siempre en una versión más mísera y caricaturesca. En su visita a Epinal, en el Nordeste, fue abucheado y silbado desde que llegó rodeado de guardiaespaldas fornidos pero asustados. Allí fue interpelado por un ferroviario, un estudiante, un jubilado y una enfermera y no tuvo que discutir con más gente porque los demás le gritaban y porque acortó su visita.
Recientes encuestas dicen, por gran mayoría, que las reformas de todo tipo que emprendió en favor del gran capital empeoran la situación y 75 por ciento de los encuestados dicen sentir que la democracia se ha reducido mucho.
No es para menos: en Notre Dame des Landes, cerca de Nantes, durante ocho días, 2500 policías de choque combatieron ferozmente contra ecologistas que ocupaban los terrenos agrícolas y boscosos y que se defendieron con piedras y cócteles molotov. Ante la llegada de otros dos mil ecologistas de toda Francia y de toda Europa para auxiliar a sus compañeros, el gobierno intentó un diálogo dirigido por su ministro de Ecología y propuso que los ocupantes presentasen planes para cultivar parcelas. Los ecologistas respondieron que un proyecto de agricultura biológica se hace en todo un territorio, no en parcelas privadas, y que tienen además un plan de autogestión integral para la zona que va más allá de la agricultura.
Simultáneamente, Macron atacó a los estudiantes que han ocupado 15 universidades en todo el país, desde Nanterre hasta Montpellier, Marsella y Nantes, porque junto con los sindicatos de profesores se oponen a una ley de enseñanza que fija mecanismos de selección y exclusión y prepara el terreno para la privatización. Buena parte del éxito de estos bloqueos universitarios, que se extienden, se debe al repudio a la intervención policial o de grupos parafascistas en las Universidades.
Al mismo tiempo, recortó los fondos para las municipalidades rurales y cierra en ellas escuelas, provocando la ira de los vecinos, redujo el presupuesto escolar -lo que redunda en menos personal, más trabajo para el resto y peores condiciones para los niños- y pretende que los hospitales no tengan déficit (cuando éstos brindan un servicio público y, además, garantizan las ganancias empresariales al proteger la salud de los trabajadores y su productividad).
También elevó la edad para jubilarse, redujo el margen de actividad sindical en las empresas y las indemnizaciones por despido y afectó las magras pensiones y jubilaciones. Se lanzó simultáneamente contra los ferroviarios que, como respuesta, están haciendo una huelga de tres meses parando dos día cada semana lo cual siembra el caos en las ciudades, que tienen escasísimo transporte alternativo, y en las rutas congestionadas.
El objetivo es convertir a los ferrocarriles -que son una empresa estatal- en una sociedad privada por acciones, para lo cual el Estado (o sea, los contribuyentes) pagaría los 46 mil millones de euros de la empresa actual (que hoy comunica a los pueblitos rurales funcionando con pérdidas mediante ramales locales que podrían ser clausurados), para permitir que empresas extranjeras compitan con la nacional en las líneas altamente lucrativas. Los ferroviarios respondieron con manifestaciones y con su huelga actual, que durará hasta fines de junio pero podría incluso prolongarse. Lo hacen para defender sus conquistas de décadas pero también para defender los servicios públicos.
Eso ha llevado a los funcionarios públicos de todo tipo y a los electricistas y los trabajadores de Air France a unir sus huelgas con la de los ferroviarios. Los electricistas reinstalan gratuitamente la electricidad de aquellos a quienes se la cortaron por falta de pago y también cortan la corriente a las empresas que despidan o suspendan, como el gigante Carrefour. Macron ofendió también a un país que es laico desde 1905 y donde los ateos son mayoritarios sugiriendo relaciones privilegiadas con la Iglesia católica y logró igualmente el repudio unánime de todas las asociaciones defensoras de los derechos humanos y de los derechos de los refugiados porque encarcela a éstos incluso si son menores de edad y quiere empeorar las normas que rigen el pedido de asilo o la expulsión
Por si fuera poco, y a pesar de tener mayoría en ambas Cámaras, ignora al Congreso y le presenta hechos consumados, como el ataque a Siria, además de acusar a los estudiantes de “agitadores profesionales” y “agentes del desorden” y de sostener que detrás de las huelgas hay una intención política subversiva.
Para terminar y como cereza sobre el postre, propone que todos los franceses trabajen gratuitamente todo un día feriado para destinar el producto de ese día a los ancianos y los muy pobres, a pesar de que ese impuesto de solidaridad podrían pagarlo tranquilamente las grandes empresas que han tenido ganancias récord.
Este Napoleón de tercera logró en la primera vuelta el 18 por ciento de los votos. En la segunda, contra Marine Le Pen, a la que le habría ganado hasta un zapato viejo, logró el 64 por ciento pero de los votantes, que no llegaron al 50 por ciento; Macron tiene pues poco más del 30 por ciento pero con votos prestados por los antifascistas. Su apoyo real no pasó así del 20 por ciento pero habla y actúa como si fuese emperador de los franceses por derecho divino y hasta los periodistas que lo entrevistan deben decirle, literalmente, para frenar su arrogancia “ni Ud. es profesor, ni somos sus alumnos”.
Ahora convergen todos los sindicatos, que en vano intentó desunir, los ferroviarios, electricistas, aeronáuticos, trabajadores de Carrefour y de otras empresas en huelga, médicos, enfermeras, maestros y profesores secundarios y universitarios, estudiantes secundarios y universitarios, jubilados, abogados y jueces, ecologistas y pacifistas. Logró incluso la hazaña de que en una misma manifestación sindical participen Jean Luc Mélenchon, de izquierda, los liberalsocialistas y Marine Le Pen.

lunes, 23 de abril de 2018

" El País" y el franquismo.






‘El País’ pide a sus lectores que olviden el franquismo

Aníbal Malvar
 

El País se ha convertido en un periódico muy divertido desde que lo dirige Antonio Caño. Sobre todo en su sección editorial. Dicen unas cosas que ni el cuñao de Albert Rivera. Sacaba ayer el diario de Prisa un editorial titulado Jueces independientes. Analizaba el sesudo texto la negativa del juez Diego de Egea a procesar a una activista de los Comités de Defensa de la República catalanes por delitos de terrorismo y rebelión. Tamara Carrasco solo será juzgada por desórdenes públicos, así que no pedirán para ella cadena perpetua en la silla eléctrica, que es lo que solicitaban más o menos los fiscales de la Audiencia Nacional.
El caso es que El País saca una bastante delirante conclusión de esta decisión judicial. Resulta que es la prueba definitiva, para el diario madrileño, de que hemos superado el franquismo. “El caso de Tamara Carrasco indica, una vez más, que el Estado de derecho español sí es plenamente homologable con el resto de los socios europeos y que el franquismo […] hace mucho que quedó atrás”.
Esta excusatio non petita es, sin duda, un mensaje hacia el exterior, hacia Europa, hacia el tribunal alemán de Schleswig-Holstein que se niega a entregar a Carles Puigdemont a España por delitos de rebelión, y hacia los muchos periódicos de todo el mundo que olisquean tufillo franquista en las decisiones políticas de Mariano Rajoy y en las desproporcionadas sentencias judiciales que apestan a tribunal de orden público. El País está intentando lavar la marca España en el extranjero. Noble misión si no hubiera contribuido antes a mancharla.
El periódico de Prisa, un párrafo más adelante, insiste en el rancio guerracivilismo hablando del homenaje en el Parlament de Catalunya a las víctimas del franquismo (al que no acudieron PSC, C´s y PP): “Un acto de homenaje a los republicanos españoles represaliados por Franco demuestra […] también el interés de algunos por mantener viva una página tan negra de la historia de España”.
La prueba de que persiste el franquismo es la cantidad de energía económica e intelectual que se emplea en negárnoslo. La mejor estrategia del diablo es convencernos de que no existe (ya os he citado más veces esta hermosa frase de Baudelaire). Que el primer periódico de España invite a sus lectores a no “mantener viva una página tan negra de la historia de España”, o sea, a olvidar nuestro pasado, a desculturizarnos hasta la desmemoria, es la mayor evidencia que yo puedo encontrar de que sí persiste el franquismo en España. Un periódico recetando olvido, recetando Alzheimer a sus lectores. Recordemos a los Reyes Católicos (versión televisiva) y a Cristóbal Colón. Pero, por nuestra salud democrática, olvidemos el franquismo. Lobotomicémonos para no reabrir heridas, nos pide Antonio Caño. No estudiemos nuestra historia reciente, no sea que acabemos dejando de ser sus esclavos.
Lo que no podemos negarle a El País es su honestidad: lleva años intentando conducir al pueblo español a la ignorancia, y esta vez lo ha escrito explícito: no hay que andar estudiando y analizando las páginas más negras de nuestra historia, nos viene a decir. Historiadores, dejad de estudiar los rincones oscuros del franquismo y la Transición, y volved a memorizar reyes godos, que es lo serio. No os metáis en política, como aconsejaba Franco a sus ministros.
Jamás hubiera sospechado leer nunca en un periódico tal promoción de la estulticia y la ignorancia, amigo Sancho. Los que un día fueron gigantes de la información, hoy se resignan a ser molinillos. Con tan tristes adversarios, ya no vale la pena ser caballero andante.

Nota.- El País  se ha convertido en un periódico referente del  nacionalismo español

 y ver ..



De Franco todavía no hemos hablado bastante.