martes, 9 de mayo de 2017

Macron, un lampedusiano en Francia.

Resultado de imagen de macron lampedusaMacron, el hombre para que nada cambie

Basta ver la espectacular subida de las Bolsas para entender con claridad lo que significa políticamente la victoria de Macron: otra batalla ganada más de los poderosos del sistema vendida como regeneración y renovación












Los analistas no paran de insistir en el vuelco del panorama político francés, con el desplome de los partidos tradicionales. Es una verdad a medias porque el nuevo presidente, Emmanuel Macron, es un representante neto del poder económico y empresarial francés y de las políticas neoliberales europeas. Todos sus supuestos méritos revolucionarios son meras patinas estudiadas y explotadas para promover su imagen novedosa y moderna: joven, culto (titulado en Filosofía con una tesis sobre Hegel), sensible al arte (sus seis años de piano), romántico y fiel al amor (casado desde hace diez años con la profesora que conoció con 17, y 24 años más mayor).
Si se estudia la trayectoria de Macron se confirma que simplemente es un cachorro de las finanzas y las élites políticas tradicionales. Estudió en los jesuitas y con 16 años se trasladó a París y se formó en Sciences-Po (Instituto de Estudios Políticos de París), una fundación privada considerada grand établissement, un reconocimiento atribuido a algunos centros de enseñanza superior de prestigio. Posteriormente se forma en la Escuela Nacional de Administración (ENA), el granero de las élites políticas francesas. Una gran mayoría de los antiguos alumnos de la ENA controlan la vida política y económica en Francia, por lo que es criticada por su papel en la selección y reproducción de las élites y de la burocracia francesa.
Con solo 33 años, fue socio de la banca Rothschild. Allí Macron se hizo rico en poco tiempo, entró en Rothschild en 2008 y como directivo de esta banca fue encargado de uno de los mayores acuerdos del año: la OPA de Nestlé a una filial de Pfizer, lo cual le permitió convertirse en millonario. La transacción tuvo un valor de nueve mil millones de dólares.
En realidad Macron, como Joseph Fouché durante la revolución francesa y el periodo napoleónico, nunca tuvo partido. Su primera actividad política destacada tuvo lugar en 2008 como ponente de una comisión de expertos sobre el crecimiento económico, encargada por Nicolas Sarkozy y animada por el antiguo consejero socialista Jacques Attali. Esta comisión Attali permitió a Macron codearse con grandes empresarios, como el propietario de la compañía de seguros Axa, Claude Bébéar; el presidente de Nestlé, Peter Brabeck; o el gestor de fondos de inversiones Serge Weinberg. De hecho, este último fue quien lo promocionó como gerente asociado del Banco Rothschild en Francia.
Apoyó la candidatura de François Hollande en las primarias de 2011. En mayo de 2012 se convirtió en secretario general adjunto del Elíseo, cuya función es aconsejar al presidente de la República sobre cuestiones económicas. Macron reivindica una postura liberal. A él le achacan el giro que dio el Gobierno de Hollande en favor de las empresas.



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 Hollande le nombra ministro de Economía en agosto de 2014, lo que es considerado como una clarificación ideológica, al alejarse de la izquierda y adoptar ideas de derecha. Diseñó la controvertida política económica del presidente François Hollande hasta junio de 2014, que no tuvo nada de socialista provocando la impopularidad de Hollande por abandonar todas sus promesas progresistas. En sus dos años en el Elíseo, fue el encargado de mantener el nexo del presidente con los grandes patronos. También quien tuvo que calmar a las grandes fortunas, a las que Hollande quiso gravar con un 75% de impuestos pero que acabó con unas millonarias rebajas en impuestos y cotizaciones sociales de las empresas. En la campaña electoral Macron fue acusado de haber gestionado durante su Gobierno casos de empresas con las que había tratado anteriormente cuando fue banquero de negocios.
Cuando observa el hundimiento del presidente al que le diseñó la política económica, le abandona como ministro y crea un movimiento político, ¡En Marcha!, que coincide con sus iniciales y con el que alcanza la presidencia. "La honestidad me obliga deciros que ya no soy socialista", dijo. Como si lo hubiese sido en sus decisiones políticas como ministro.
Para entonces ya Emmanuel Macron llevaba un tiempo poniendo en marcha –nunca mejor dicho– toda su maquinaria de seducción y contactos. El periodista Enric González revelaba que "durante sus últimos ocho meses en el cargo, entre enero y agosto de 2016, Macron gastó 120.000 euros en cenas celebradas en su apartamento privado, un ático acristalado ante el Sena encima del complejo ministerial de Bercy. Haciendo una división simple, salen 500 euros por noche. Los funcionarios de la oficina presupuestaria estaban asombrados. Comprobando facturas descubrieron que algunas noches había dos cenas, una detrás de otra. El movimiento de invitados y cocineros era frenético. Por el ático de Bercy pasó todo el que representaba algo en la política, las finanzas, la empresa, la comunicación y el espectáculo. Fue una gigantesca operación de seducción de la que surgió la red de apoyos que está a punto de llevarle a la presidencia de la República".
El resultado es un candidato que despierta simpatía entre buena parte de los dirigentes del Cac40 (el Ibex35 de la bolsa de París). Le apoyan grandes empresarios próximos al socialismo francés, como Pierre Bergé (copropietario del diario Le Monde), y también una parte de la patronal tradicionalmente vinculada a la derecha, como el propietario del grupo de lujo Louis Vuitton (Bernard Arnault) o Vincent Bolloré (presidente de los grupos Canal + y Vivendi). Igualmente le respaldan los dirigentes de las nuevas compañías tecnológicas francesas y ha recibido el apoyo del fundador de la compañía de videojuegos Atari y empresario en el sector de la robótica, Bruno Bonnell; y del fundador de la web de citas Meetic, Marc Simoncini.
 Macron aspira, de hecho, a presentarse "como el candidato del nuevo capitalismo francés, de un patronato más moderno y favorable a la globalización". El periodista Enric Bonet señala que el equipo de campaña de Macron lo componen dirigentes de multinacionales francesas. Uno de los encargados de elaborar su programa en materia de seguridad y defensa es Didier Casas, el director general adjunto de la compañía de telefonía móvil Bouygues. Mediapart revelaba que en el núcleo duro de ¡En Marcha! se encontraban jóvenes del entorno del que fue director gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss Kahn. Dos agencias de comunicación trabajan habitualmente por el movimiento Little Wing y Jésus & Gabriel. Como se ve, todo "muy revolucionario".
Al más puro estilo postrealidad de Donald Trump, a la semana de crear su movimiento, Emmanuel Macron dijo que ya contaba con 13.000 miembros, "uno cada 30 segundos". El semanario Le Canard Enchaîné se encargó después de aclarar que lo que Macron llamaba miembros eran sencillamente los clics que había recibido su página.
En cuanto a las finanzas de ¡En Marcha! el encargado de la colecta de fondos de campaña fue Christian Dargnat, exdirigente del banco BNP Paribas, y Françoise Holder, cofundadora de la famosa cadena de panaderías Paul y exresponsable nacional del Medef (Movimiento de Empresas de Francia) es la delegada nacional. Según reveló el periodista Mathieu Magnaudeix, encargado de seguir la campaña de Emmanuel Macron en Mediapart, a principios de marzo, el movimiento disponía de ocho millones de euros obtenidos gracias sus 30.000 donantes privados. Aunque la mayoría de los simpatizantes dieron 50 euros, hubo más de 160 donantes que contribuyeron con más de 5.000 euros.
Los responsables de ¡En Marcha! reunieron una parte significativa de sus fondos a través de fiestas privadas muy chic en las que piden donaciones a los invitados. "En sólo una de estas cenas que se celebró en París pocos días antes de Navidad, ganaron más de 100.000 euros", afirma Magnaudeix. Estos actos no sólo se han organizado en territorio francés, sino también en Londres, Nueva York e, incluso, hubo una fiesta en el acomodado distrito bruselense de Uccle, donde reside la mayoría de los expatriados fiscales franceses. "Dargnat ha hecho constantes viajes a Londres para recaudar fondos y Macron participó en tres actos privados durante un desplazamiento que hizo a la capital británica a finales de febrero", recuerda el periodista de Mediapart. A través de un préstamo bancario de 8 millones de euros más las donaciones privadas, Macron "ha prácticamente alcanzado los 21 millones, el presupuesto máximo de un candidato a las presidenciales". Gracias a sus contactos con las élites políticas y económicas, el joven "candidato alternativo" ha puesto en marcha toda una máquina electoral.
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En cuanto a las propuestas políticas de Macron, nada diferente a la línea neoliberal dominante: aboga por más flexibilidad laboral, aumentar la jornada de trabajo, no excluye retrasar la edad de jubilación y, como la mayoría de candidatos de derecha, propone una revisión del Código de Trabajo (reforma laboral). Mélenchon había pedido a Macron que renunciase a su reforma laboral para atraer a los siete millones de votantes de la izquierda. Macron, sin embargo, se opuso. Con esas propuestas era comprensible que muchos obreros pensasen que no tenían nada que perder con Marine Le Pen.
Basta ver la espectacular subida de las Bolsas para entender con claridad lo que significa políticamente la victoria de Macron: otra batalla ganada más de los poderosos del sistema vendida como regeneración y renovación.
Como señaló Ignacio Ramonet en Le Monde Diplomatique, "el éxito de Macron se debe más a las circunstancias que a sus propios méritos. Porque una serie de acontecimientos imprevistos fueron eliminando a sus principales rivales potenciales. Los candidatos socialistas y conservadores estaban hundido por la corrupción. ¿Qué adversarios le quedaban a Macron? Esencialmente dos: Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon. Ni el poder financiero, ni el poder empresarial, ni el poder mediático podían aceptar, por distintas razones, a ninguno de estos dos candidatos. Por eso, a partir del pasado mes de febrero, todo el formidable peso de los poderes fácticos se puso al servicio de Emmanuel Macron. En particular, los medios de comunicación dominantes –que en Francia están en manos de un puñado de oligarcas multimillonarios– se lanzaron en una frenética campaña en favor del líder de En Marche! Aportándole además un soporte financiero considerable. De tal modo que Macron, orador bastante mediocre y con un programa aún más confuso, fue imponiéndose en las encuestas como el probable vencedor".
Lo cínico de Macron es que, después de haber sido banquero y ministro, contar con el apoyo de las grandes empresas y finanzas que le han proporcionado el máximo presupuesto para su campaña, se presentó a las elecciones afirmando abanderar "el desafío es romper con un sistema que no supo responder a los problemas de Francia desde hace más de 30 años".


Pero en el fondo, Emmanuel Macron es más de lo mismo: un hombre de diseño al gusto del marketing que ha estado en el lugar adecuado en el momento justo. Y su propuesta, en pocas palabras, como diría el conde de Lampedusa: cambiarlo todo para que nada cambie.
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 Nota del blog
 Elocuente .. Como se disparó la industria alemana y como cayó la francesa y el resto desde la entrada en el euro.









lunes, 8 de mayo de 2017

Macron .-¿Qué supone para Francia ?



El octavo presidente de la V República es un producto sin análogos en Francia. ¿Qué supone para el país?

La Vanguardia


Es una ironía que fuera precisamente François Bayrou, alcalde de Pau y el político centrista de Francia por excelencia, quien definiera a Emmanuel Macron como, "el intento de grandes intereses, financieros y otros, que ya no se contentan solo con tener el poder económico". Fue hace ocho meses, y entre tanto Bayrou se ha convertido en uno de los principales aliados de Macron.
El octavo presidente de la V República que los franceses elegirán hoy en las elecciones más extrañas que ha conocido el país, es un producto nuevo, sin análogos, precisamente porque es un producto. Nunca un presidente había sido vendido a los franceses, "como quien vende un paquete de detergente", dice el filósofo Michel Onfray. ¿Qué supone y anuncia para el país esta novedad? ¿Hay margen para la duda y la sorpresa?
"No hay que insultar al futuro", dice el veterano ex ministro socialista Jean-Pierre Chevènement a propósito de Macron, 39 años, que será el más joven presidente de la historia de Francia.
"Como ningún otro, Macron encarna esa tendencia a exaltar la juventud, esa pasión de lo nuevo por lo nuevo, ese espíritu de menearse que forma la estructura  de una economía en el seno de la cual la moda no tiene más que una finalidad: hacer pasar de moda (a otras cosas) para comprar (lo nuevo)", dice el publicista Luc Ferry, ex ministro de juventud y educación de gobiernos conservadores.
El nonagenario sociólogo Edgar Morin, una de las voces más venerables de Francia, recoge esa misma idea: "Macron", dice, "simboliza la renovación y la revitalización más allá de un sistema carcomido".
Morin reconoce que los fundamentos del macronismo son frágiles: "el mito de Europa es débil,  el de la mundialización feliz es igual a cero, y la euforia del transhumanismo solo está presente entre los tecnócratas". Lo ideal sería que el futuro presidente, "cuestionara los marcos clásicos en los que parece situarse naturalmente: la subordinación de la política a la economía, la reducción de la economía a la escuela neoliberal, el tumor del poder del dinero". Hay que reconocer, dice, que de momento Macron, "no ha propuesto nada parecido a una nueva vía económica, social y política". Sin embargo, nunca hay que insultar al futuro y Morin concede a Macron lo que se llama el beneficio de la duda.
"No es imposible que si es Presidente, aparezca un neo-Macron", dice. Al fin y al cabo, "Juan Carlos fue arropado por Franco para que reinara como franquista, y al revés, en cuanto tuvo el poder realizó la democracia. Gorbachov, puro producto del estalinismo, se convirtió en el destructor del sistema del que salió. ¿Qué saldrá del Presidente Macron?", se pregunta el sociólogo.
Soñar es legítimo, responde enfrentado a ese beneficio de la duda el inclasificable historiador-antropólogo Emmanuel Todd, uno de los pensadores más desconcertantes y que va más de por libre en Francia.
"Se puede soñar, pero cuando Macron habla de cosas concretas, de economía y tal, habla como un manual". Hasta ahora Francia tuvo presidentes que venían del mundo político. Los dos últimos, Sarkozy y Hollande, envolvían sus propósitos en ciertos subterfugios. Con Macron llega un hombre que procede directamente de la cocina de las elites financieras. "Con él vamos a elegir al representante de Berlín, no al Presidente de la República", dice Todd. La diferencia de Macron es, "que es el primero que lo dice": Sarkozy hizo lo mismo, pero decía que la culpa era de los árabes, Hollande llegó diciendo, "soy un hombre de izquierdas", "mi enemigo es la finanza", "cambiaré las cosas con Alemania". "Macron es el primero que dice: no haré nada, vais a aceptar vuestra sumisión oficialmente, o cerráis el pico o tendréis el horror del lepenismo".
Más que dudas, en Todd hay  un puro pesimismo. "Lo más probable", dice, "es que con Macron tengamos una acentuación de lo que se ha hecho con Manuel Valls, lo que creará tensiones y violencia".
Muy centrado en la demografía y en la antropología histórica regional, Todd avanza dos claves para lo que llama el "conformismo macronista". Primera: entre 1992 (Maastricht) y 2015, la edad media en Francia ha aumentado entre 5 y 6 años. "A los viejos se les dice: si queréis mantener vuestras pensiones hay que mantener el euro". "No es que sean más conservadores, es que les han secuestrado", dice. Segunda: en la actual sociedad la gente con estudios superiores forma una "oligarquía de masas" que se cuece en su propia salsa y se cree superior. "Es la gente que apoyaba a los Clinton en Estados Unidos, los universitarios partidarios del remain en el Reino Unido y los jongleurs que oscilan entre izquierda y derecha en Francia. "Esta gente con estudios superiores representaba el 12%, ahora son el 25%. Todo eso sumado, arroja una base para el conformismo macronista que se ha desarrollado enormemente mientras la situación general de los de abajo se ha deteriorado notablemente".
"Se habla mucho de Le Pen, pero lo que realmente me preocupa es la radicalización de la Francia de los de arriba: quieren gobernar a pelo, dicen, "vais a tener que obedecer y ya está". "El problema de Francia es la radicalización de los poderosos", insiste, citando el libro del americano Christopher Lasch (The Revolt of the Elites and the Betrayal of Democracy), según el cual las clases privilegiadas nunca han estado tan aisladas de su entorno.
Guerrillero con Che Guevara, prisionero en Bolivia y consejero de François Mitterrand, el filósofo Régis Debray ve en el fenómeno Macron el triunfo de la americanización en Francia.
"La República a la francesa ha desaparecido bajo la democracia a la anglosajona", dice. "El homo economicus ha sustituido en el mando al homo politicus como en Estados Unidos con vía express del capital hacia el Capitolio. Hemos importado las primarias, la pareja presidencial, se aclama por su nombre a la First Lady, la vida pública se privatiza y viceversa, la imagen suplanta a lo escrito y el show de un telepredicador en éxtasis enardece, con los brazos en cruz, a los fans en trance". Toda esa importación, "tiene que más que ver con las revoluciones tecnológicas que con los remolinos políticos de Francia", dice el filósofo.
Para Todd lo que hace al sistema francés menos estable que el alemán, español, etc., es el hecho de que en Francia todavía haya bastantes jóvenes. "En España, Italia, y Portugal, la política que se aplica es desfavorable a los jóvenes, pero hay pocos, mientras que en Francia es igualmente desfavorable y continuamos fabricando jóvenes". Las turbulencias que augura para Francia se deducen de su demografía. Todd ve en Alemania el problema central, y, a diferencia de Debray, ve en el mundo anglo-americano más bien un aliado contra aquella.
Una vez que Francia se metió en el euro, invento mixto pero de diseño y sentido alemán, "se acabó", dice. "Ahora son los alemanes los que mandan y lo que piensen los franceses no tiene mucha importancia". Macrón es la servidumbre hacia esa realidad.
Según Todd, los alemanes "tienen una racionalidad limitada". "Hay una inteligencia de gestión de la economía a corto y medio plazo; han tomado el control de la Europa del Este, recuperan la mano de obra cualificada del sur y han logrado unos excedentes comerciales enormes, resuelven problemas técnicos: no producen suficientes hijos y hacen venir emigrantes… Todo eso es extraordinario, pero no saben pararse. Estoy convencido de que la lógica alemana de destrucción de las economías italiana, española y portuguesa, no ha sido accidental", explica.
La economía francesa, "está atrapada en la trampa del euro". La moneda única no puede funcionar en un país que tiene una tasa de fecundidad de dos hijos por mujer. Con Hollande hemos tenido un aumento del paro del 25% y esto va a continuar", augura. Lo que se perfila para Francia es, "estagnación política, descomposición, violencia difusa y una cierta salida de la historia", dice: "Los acontecimientos importantes para la ruptura del sistema ocurren fuera de Francia".
Los objetivos que Alemania se plantea hoy superan a su potencia y capacidad. "No creo que los americanos toleren la emergencia de un nuevo sistema alemán tan potente como el suyo". "A corto plazo vamos a tener un enfrentamiento entre el bloque continental alemán e Inglaterra a propósito del brexit. Los antieuropeístas franceses de izquierda están paralizados por su antiamericanismo, porque hasta que no lleguemos a tomar partido entre Berlín y Washington, no resolveremos gran cosa: para salir del euro necesitamos la ayuda del dólar".
Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/2017/05/07/preguntas-presidente-atipico-82111/ 


 y ver ...


sábado, 6 de mayo de 2017

Marta Ferrusola y Jordi Pujol desde Montserrat hasta los juzgados .

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Perfil de Lady Macbeth, es decir, de Los Macbeth

El viaje de Marta Ferrusola y Jordi Pujol desde Montserrat hasta los juzgados resume medio siglo de catalanismo católico/protestante
 
  VER ..
 
  http://ctxt.es/es/20170503/Politica/12533/pujol-ferrusola-banca-catalana-corrupcion-proces-maragall-prenafesta.htM                                    

 Nota .-  Recuerdo  un viejo libro de Tamames cuando él era otro también ,  sobre los monopolios en España que en la cita de Pujol traía aparte de Banca Catalana , la presidencia  o vice , o al revés ,  no recuerdo ahora , de Autopistas de Cataluña . Y eso  sigue como estaba para salir de Barcelona  difícil es salir   sino coges una autopista  de peaje , quitado la más tardía  hacia Lérida   , sino se hicieran indepes ,  y no intentaran además que su hijo fuera el futuro presidente de la Cataluña independiente ,y Mas de mayordomo , tampoco saldría nada .La ambición mesiánica rompió el saco.

jueves, 4 de mayo de 2017

La crisis de la Vª República francesa es también la crisis de la UE.



La batalla de Francia: el odio a la República  

Manolo Monereo y Héctor Illueca *

Nunca he creído que amar a la patria impidiera amar a sus hijos;
tampoco comprendo que el internacionalismo del espíritu o de
las clases sea irreconciliable con el culto de la patria. O, más
bien, cuando interrogo mi conciencia, me doy perfecta cuenta de
que esta antinomia no existe. ¡Pobre corazón el que se prohíbe
albergar más de una ternura! 
Marc Bloch (La extraña derrota)


Se trata de esto, de odio, de un odio viejo y antiguo que se acentúa con los años y que hoy parece hacerse irreversible. El odio es a la “anomalía” francesa, a la singularidad francesa, a su específica relación entre Estado y sociedad y, sobre todo, al republicanismo, a unos valores basados en la igualdad, la libertad y los derechos de ciudadanía. ¿Por qué? Las élites francesas y las élites dominantes en la Unión Europea llevan años intentando liquidar un específico modo de ser, de estar y de organizarse del pueblo francés. Molesta, específicamente, el tamaño y dimensión del Estado, los mecanismos de regulación del mercado y los derechos laborales conquistados. Molesta la rebeldía subyacente, la capacidad de resistencia que se le supone a un pueblo al que se teme y al que se desprecia. Molesta la Francia surgida de la Resistencia, la Francia de los días gloriosos y de las conquistas del Estado del bienestar. Molesta la República.
No se trata de idealizar el pasado. Todo lo anterior, lo sabemos sobradamente, ha sido erosionado, disminuido, limitado, pero sigue vivo y basta movilizarlo con honestidad para que se organice y se convierta en una opción política real. Jean-Luc Mélenchon es el mejor ejemplo de lo que acabamos de decir y, si se nos permite, Marine Le Pen es también un reflejo de esto. No hay que confundir las causas con los efectos. Las élites dominantes llevan años intentando imponer un nuevo régimen político contra la Francia republicana. Llevan años criticando la burocratización, el conservadurismo de la sociedad, los excesos de la democracia, la baja competitividad y, sobre todo, la dotación de derechos y libertades conseguidos por las clases trabajadoras.
El combate ha sido y es durísimo. Tanto la derecha como la izquierda socialdemócrata lo han intentado una y otra vez y no han podido lograrlo, fracasaron en su empeño de hacer irreversible el neoliberalismo. Ya no es posible ocultar que la clase política francesa es contraria su pueblo, a los deseos mayoritarios, a las aspiraciones de las personas comunes y corrientes que reclaman más República, más Estado, más seguridad social, más derechos laborales y sindicales, defensa de la soberanía popular y de la independencia nacional. Nada nuevo, por lo demás. Son las bases de un contrato social que funda y organiza una república. A estos derechos conquistados se les califica hoy de frenos al progreso, de incapacidad para adaptarse a la modernidad, a la globalización, a una Unión Europea hegemonizada por Alemania. Es lo que los medios, con sugerente unanimidad, llaman la Francia conservadora, la Francia atrasada. Una Francia profunda convertida en una anomalía de la Europa neoliberal abierta al mundo y dominada con mano de hierro por la gran Alemania.
Definitivamente, el gobierno de Hollande se ha superado a sí mismo: ha destrozado al Partido Socialista y ha engendrado a un político como Macron, que viene a poner fin al régimen republicano tal como lo hemos conocido hasta el presente. No hay que olvidarlo, aunque desgraciadamente se olvida. El de Hollande ha sido el gobierno de la autoderrota de la izquierda y el inicio de lo que podríamos llamar la tendencia irreversible a la norteamericanización de la vida pública europea. El actual presidente francés, no solo ha incumplido sus promesas electorales, sino que ha cambiado varias veces de proyecto y de posición durante su mandato. No es casualidad que en el giro derechista que supuso el gobierno de Valls estuviera ya incrustado Macron.
Nunca salen las cosas como se piensan, pero es evidente que el joven financiero formado en la casa Rothschild entendió a la perfección el sentido de la jugada política y se vio con capacidad para protagonizarla él solo, sin dependencias de aparatos partidarios, creando su propio movimiento y dirigiéndose al pueblo directamente y sin intermediarios. Operación populista de manual; el mejor, el más sabio, siempre acaba haciendo populismo mientras acusa a los demás de practicarlo. La otra cara se oculta, pero tampoco conviene olvidarla: el apoyo unánime de la gran patronal y sus poderosos medios de comunicación; el apoyo del presidente socialista y de una parte sustancial del Partido Socialista; el apoyo claro, nítido, de las instituciones europeas y, sobre todo, de la jefa del gobierno alemán, Merkel. Macron no está solo ante el peligro, viene acompañado de una enorme fuerza que supone una amenaza inminente para la Francia republicana.
¿A alguien le puede sorprender que, con esta clase política, con este presidente, con este Partido Socialista, una parte significativa del pueblo francés acabe apoyando a Marine Le Pen? En esto tampoco cabe engañarse: lo que hay que hacer es comprenderlo para encontrar remedios que neutralicen el fenómeno y permitan construir una alternativa al nivel de las demandas democráticas del pueblo francés. Este es el gran mérito de Mélenchon. Reconocer la crisis de la V República y proponer su superación desde la conciencia y el imaginario popular, es decir, desde el republicanismo político y social. Saber que en la Francia de hoy, gobernando Hollande, la división entre izquierda y derecha nada dice y oculta más que aclara. Intuir que las viejas lógicas del voto republicano son cosas del pasado y que la crisis de la forma-partido, de la actual forma-partido, es irreversible. Mélenchon, él sí, no tuvo problemas para quedarse solo ante el peligro de los poderes dominantes que lo ignoraban y lo despreciaban, sólo frente a su propio partido y demás aliados de la izquierda francesa.
Lo que viene ahora es una batalla muy dura que recién empieza. Que nadie se equivoque. La elección real es entre una derecha populista que ha moderado su discurso y que busca desesperadamente arañar votos en todo el espectro político y una derecha neoliberal pura y dura que pretende realizar lo que Margaret Thatcher hizo en Gran Bretaña en los años setenta. Más aún, Macron aspira a ser, junto a una parte sustancial del Partido Socialista, una especie Toni Blair, fundador de una república basada en el capital, en el predominio de la gran empresa y en la devastación social y laboral.
Llama la atención ese antifascismo light que une al PP con el PSOE y Ciudadanos. Se podría decir, parafraseando un viejo eslogan, que los neoliberales de todos los partidos se hacen partidarios de Macron y defensores de una democracia demediada y sin contenido social. Lo que acecha, conviene tenerlo en cuenta, es la consecuencia natural de esta Europa neoliberal en crisis: la norteamericanización de la vida pública europea. La UE es, cada vez más, la anti-Europa, una Europa no europea sino norteamericana y bajo hegemonía alemana: sistemas políticos gobernables donde los que mandan y no se presentan a las elecciones controlan férreamente a una clase política sin proyecto ni ideología y obligan a los electores a elegir entre la derecha y la mano izquierda de la derecha. Elegir siempre entre variantes de un mismo tipo de capitalismo y poner fin a la historia. ¿Qué historia? La del movimiento obrero organizado y la de los derechos sindicales y laborales; la de los grandes partidos de masas, la del control del mercado y del capital financiero, la del Estado social, es decir, la especificidad de una Europa permeabilizada por 150 años de lucha de clases, por durísimos conflictos sociales y nacionales, por dos Guerras Mundiales, por la esperanza de construir una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales comprometidos con la emancipación.
El síndrome de Vichy retorna, cómo no. La unanimidad de las grandes organizaciones económicas y de las instituciones europeas a favor de Macron apunta algo que también está en juego en estas elecciones: el futuro de la UE. La Francia republicana es, seguramente, el mayor obstáculo que tiene hoy la UE dirigida por el Estado alemán. Las élites francesas necesitan el apoyo extranjero para derrotar a su propio pueblo. Es la gran coincidencia entre Merkel y Macron, el sueño de una Francia no republicana, fiel aliada de Alemania, comprometida con su proyecto europeo y subalterna a la Alianza Atlántica. Lo dicho: la batalla de Francia recién comienza y no se debería menospreciar al pueblo francés. Los que mandan no lo hacen.
https://www.cuartopoder.es/tribuna/2017/05/04/la-batalla-francia-odio-la-republica/10142
(*) Manolo Monereo es politólogo, autor del blog Carta al Amauta en cuartopoder.es y diputado de Unidos Podemos. Héctor Illueca es doctor en Derecho y profesor de la Universidad de Valencia.