jueves, 4 de mayo de 2017

Al 70% de los franceses no les gusta ninguno de los que se presentan .



04-05-2017

Sólo el 35% de los activistas de Mélenchon, dispuestos a votar por Macron
Militantes por la abstención

La Vanguardia



Con el 70% de los franceses expresando desagrado por la opción que se les da a votar en las presidenciales del domingo (Emmanuel Macron o Marine Le Pen), solo el 30% de ellos llevará ese desagrado al extremo de abstenerse, señalan los sondeos. Es decir: una mayoría aplastante de descontentos hará de tripas corazón y votará. No será así en el seno del movimiento de la izquierda, la Francia Insumisa, liderado por Jean-Luc Mélenchon, cuyo pujante ascenso es uno de los datos más significativos de estas elecciones, especialmente con miras a las legislativas de junio.
Versión francesa de la izquierda podemita, la Francia Insumisa  decidió, antes de las elecciones, que consultaría  a sus 508.000 adheridos sobre qué hacer si su candidato no pasaba a la segunda vuelta. El movimiento ganó 8,5 puntos respecto a su anterior forma en 2012 (Front de Gauche), el ascenso más importante de esta campaña, pero sus más de siete millones de votos se quedaron a medio millón de la clasificación.
Mientras el conjunto de los políticos hizo su recomendación de voto en la segunda vuelta, Jean-Luc Mélenchon puso en marcha la consulta interna, de acuerdo con los procedimientos de expresión de este tipo de nuevos movimientos en los que los líderes son más delegados que jefes.
Mélenchon ha dicho, "no votaré al Frente Nacional, yo lucho contra el Frente nacional y digo a todos los que me escuchan: no caigáis en el terrible error de emitir un voto para el Frente Nacional pues empujaríais al país hacia un incendio general". Esta posición fue ampliamente criticada por los políticos y los medios de comunicación, pero cayó muy bien entre sus partidarios.
La consulta interna es electoralmente irrelevante Casi 250.000 de ellos participaron en la consulta organizada por internet y ayer se conoció su resultado: el 65% se declaró por el voto en blanco o la abstención, y solo un 35% se declaró partidario de votar a Macron. La consulta no  tiene por objetivo dar una consigna de voto. La única consigna es no votar por Le Pen. Su resultado es a todos los efectos irrelevante, pues refleja el sentir de apenas 170.000 activistas, es decir el 3,4% de los 7 millones de electores izquierdistas.
Lo electoralmente relevante es el electorado y ahí las cosas son bien diferentes: el 52% de los votantes de Mélenchon votarán Macron, según el último sondeo. Otro 31% se abstendrá y otro 17% votará a Le Pen, diga lo que diga Mélenchon. En el campo de la derecha, el electorado de Fillon, abunda más el voto a Le Pen (29%) y el voto a Macron es menor (49%), con un 22% de abstencionistas. Eso no impide que el escándalo esté servido y se presente a la izquierda como una especie de aliada de la extrema derecha.
La clave de este clima son las legislativas que tendrán lugar en junio, con los dos partidos del establishment en ruinas, socialistas y Republicanos, el Presidente electo (Macron) sin partido, y una autopista abierta para la Francia Insumisa.
Sobre 577 circunscripciones, la izquierda de Mélenchon obtuvo en la primera vuelta más de 12,5% del voto del censo electoral. Ese es el requisito para pasar a la segunda vuelta en las legislativas. La izquierda ganó en ciudades tan importantes como Marsella, Toulouse, Lille, Montpellier y Grenoble, y el voto a Mélenchon fue de adhesión a su programa y discurso en un 94%, mientras que el de Macron fue mayoritariamente "táctico". El electorado de Mélenchon es, además, el más compacto sociológicamente: mayoría de jóvenes y un reparto parecido entre clases medias, cuadros, sectores populares y demás.  Todo eso explica que se siga hablando tanto, y tan mal, de Mélenchon en esta segunda vuelta en la que no participa: hay miedo a que la izquierda gane lo que ya se denomina como "la tercera vuelta", es decir las legislativas de junio.
De cara al domingo el sentir de esos 170.000 activistas izquierdistas es irrelevante. El nivel de abstención no lo será. También será importante el debate televisado de esta noche entre Macron, que como orador es bastante flojo, y Le Pen que está aprendiendo a hablar sin mirar papeles. Pero incluso en la peor de las configuraciones para Macron, éste lleva una ventaja de 20 puntos a Le Pen, cuya victoria el domingo es prácticamente imposible.
Apabullante campaña mediática Por si acaso, los medios de comunicación bombardean de una forma inusitada. Ayer, en el quiosco estaban alineados, uno al lado del otro, los siete principales semanarios de Francia: todos llevaban la foto de Macron en portada. Todos con titulares favorables al candidato excepto uno (Valeurs actuelles), el menos leído, que se anuncia como, "el único semanario favorable a Marine Le Pen". Y al lado de los semanarios, los diarios. Uno de ellos, Liberation, dedicaba toda su portada a una foto de Marine le Pen, con el titular, "No".  Les Echos, el diario de los negocios, también ponía a Le Pen en portada con el titular: "Proyecto FN, las empresas lanzan la señal de alarma". Y fuera del quiosco, lo mismo. Este era el menú de artículos ayer recomendados por el portal digital preferido por los periodistas (por orden de aparición): "El fotógrafo de Le Pen "like" el nazismo", "El único eslogan que vale es simple: Ni Le Pen, ni Le Pen","El domingo votaré por Europa y la tolerancia","La Croix (diario católico) vota Emmanuel Macron", "Gilles Kepel (experto en terrorismo): "La victoria de Marine Le Pen forma parte del proyecto yihadista". "De Gaulle. Su nieto se las tiene con Dupont-Aignan y el FN". "Yannis Varufakis: "Emmanuel Macron quiso salvar a Grecia, votad por él". "Las mentiras de Le Pen sobre el proyecto Macron".
Una presión apabullante. Utilidad discutible: el 71% de los franceses no considera independientes a los periodistas.
Fuente http://www.lavanguardia.com/edicion-impresa/20170503/422234995327/francia-insumisa-se-abstendra.html


martes, 2 de mayo de 2017

Francia .- Intensidad popular en el deseo de abstenerse.

En el primero de mayo, un abstencionismo a la vez intenso y temeroso
El voto a Macron divide al trabajo

La Vanguardia



En seis días la presidencial. Entre la ultraderechista y el neoliberal, ¿cual es el mal menor? Los medios de comunicación, el grueso de la clase política y la mayoría de los franceses - en una relación de 60% contra 40% según sondeos- responden señalando al joven ex ministro de economía Emmanuel Macron como el mal menor.
Esa es la gran fuerza de Macron: apelar a lo que queda del desvitaminado "frente republicano". Pero el candidato no parece entenderlo. El martes cometió un nuevo error al pedir por televisión que no se vote por él para evitar la victoria de Marine Le Pen, sino con un "voto de adhesión". Es una temeridad, porque el domingo pasado, en la primera vuelta que lo clasificó como primer finalista, más de la mitad del voto para Macrón, el 54%, fue un voto "táctico", y no una opción basada en el entusiasmo hacia su programa.
Emmanuel Macron, de 39 años de edad, fue el arquitecto de la política económica de François Hollande. Suyas son las dos grandes leyes económicas de este quinquenio: el Pacto de Responsabilidad y el Crédito de Impuesto por la Competitividad y el Empleo (CICE). Juntas suponen créditos y rebajas fiscales a las empresas por valor de 100.000 millones, sin condiciones más allá del compromiso patronal de crear un millón de puestos de trabajo. No funcionó: el paro aumentó un 30% (800.000 parados más) y no hubo efectos en inversión, ni en exportación, ni en I+D.
Este cruel balance tiene dos interpretaciones. Los sindicatos dicen que no vale la pena ayudar a las empresas porque de todas formas no contratan. La patronal dice que lo que pasa es que no se ha hecho lo suficiente, en lugar de 40.000 millones anuales en créditos y exenciones, deberían ser 116.000 millones. Además, habría que profundizar la reforma laboral impuesta por decreto,  contra la que los sindicatos protestaron en primavera. Macron apoya esta tesis y quiere mantener el espíritu de sus leyes y profundizar, por decreto, la reforma laboral.
Así es como llegamos a la jornada de hoy, primero de mayo, con dos cortejos sindicales divididos en sus respectivas procesiones callejeras. Divididos por la consigna de voto. Por el nombre de Macron.
A un lado el cortejo de los sindicatos CGT (líder en el sector estatal) y FO (líder en la función pública). Llaman a votar el domingo que viene "contra el Frente Nacional" (CGT), o a, "movilizarse contra el racismo, la xenofobia y el antisemitismo" (FO). Pero ninguno de los dos llama a votar por Macron.
Al otro lado está la CFDT, sindicato líder en el sector privado, en la estela del gobierno socialista y que apoyó la reforma laboral de Macron. La CFDT llama a una "movilización republicana contra el Frente Nacional", pero también llama, "a votar por el candidato republicano". Significativamente sin mencionar su nombre.
"Nuestra diferencia de fondo es sobre el análisis de las razones que han hecho que el Frente Nacional esté de nuevo en la segunda vuelta de las presidenciales", explica Philippe Martínez, secretario general de la CGT. "¿Cómo es posible que quince años después nos encontremos en la misma situación?", se pregunta. "Es un fracaso de la clase política que si no se corrige, en cinco años nos llevará a una situación mucho peor con el Frente Nacional que la actual", dice Martínez.
Esta diferencia, el nombre de Macron, es la que explica que hoy haya dos cortejos sindicales diferenciados. Es la misma que nutre el abstencionismo social, el de los "sectores populares", concepto que va mucho más allá del de "izquierda", como lo demuestra el voto sindical.
El 22% de los simpatizantes de la CGT, el 24% de los de FO y el 12% de la CFDT, votaron el domingo pasado por Marine Le Pen. Por Macron fueron el 12%, 14% y 44%, respectivamente. Por el izquierdista Mélenchon, 48%, 34% y 19%.
El domingo Macron fue líder  en el voto de los "cuadros superiores", fue mediano entre la juventud y escaso en los "sectores populares". Le Pen fue líder en "sectores populares" y más floja en las otras dos categorías. Mélenchon es el que presenta el cuadro más equilibrado: juventud, "sectores populares", cuadros y clases medias andan parejos. Es un dato que le dará futura potencia señalan los expertos.
Y más allá de estas consideraciones, hay estos días en Francia una gran intensidad popular en el deseo de abstenerse.
Al mismo tiempo esa intensidad es razonablemente temerosa: "Votemos todos en blanco (y crucemos los dedos para que el domingo no seamos demasiados)", reza el chiste que resume muy bien el ambiente.

Estudiantes: ningún voto a Le Pen
Catorce sindicatos y organizaciones estudiantiles se sumarán hoy a la manifestación sindical CGT-FO, "para que ningún voto vaya al Frente Nacional el 7 de mayo". "Ese partido no es como los otros, pues lleva en su proyecto la xenofobia, el racismo, la islamofobia, el sexismo y la homofobia", señala su manifiesto conjunto. Sin embargo, puntualizan, "esta movilización contra la extrema derecha y sus ideas, no será una adhesión a Emmanuel Macron, cuyo programa comporta múltiples regresiones para nuestras condiciones de vida". Sea cual sea el resultado el domingo que viene, "los próximos cinco años tendremos que movilizarnos", auguran. "La extrema derecha no retrocederá mientras no se ponga coto a todas las medidas de regresión social", señalan las organizaciones estudiantiles.

 Nota . Uno  no termina de entender como Macron no  elimina el Pacto de Responsabilidad y el Crédito de Impuesto por la Competitividad y el Empleo (CICE).Sino que además en su programa más de lo mismo. También  uno cuando ve el  programa de Le Pen - y no lo votaria-  se entiende porque la votan
 ..
 El programa de Le Pen .


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 y ver  ....
http://www.investigaction.net/es/la-segunda-vuelta-de-las-elecciones-presidenciales-francesas





 

lunes, 1 de mayo de 2017

Espectros del fascismo. El postfascismo.

Espectros del fascismo. Pensar las derechas radicales en el siglo XXI

 

  Traverso, Enzo

Traverso, Enzo . Historiador italiano. Fue profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Jules Verne de Picardía, Francia, y miembro del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). Es actualmente profesor en la Universidad de Cornell (EE.UU.). Entre sus temas de investigación centrales se encuentran la historia intelectual europea y las ideas políticas durante la primera mitad del siglo XX y en el contexto internacional contemporáneo. Es autor de un brillante libro sobre Kracauer: Siegfried Kracauer. Itinerario de un intelectual nómada (publ. en castellano en 1998). Entre sus libros más recientes aparecidos en castellano se encuentran: La violencia nazi, una genealogía europea (2003), Los judíos y Alemania: ensayos sobre la “simbiosis judío-alemana” (2005), El pasado, instrucciones de uso: historia, memoria, política (2007), A sangre y fuego. De la guerra civil europea (1914 - 1945) (2009), El final de la modernidad judía: historia de un giro conservador (2014).

El fascismo está regreso. A decir verdad, jamás dejó de interesar a los historiadores o de nutrir sus controversias; pero, desde hace algún tiempo, reaparece con insistencia en los debates públicos. Resurge a veces espontáneamente, como una suerte de facilidad semántica, cuando no sabemos cómo denominar realidades nuevas, inesperadas y sobre todo inquietantes. Se designa con ese término ya sea el ascenso de las derechas radicales un poco por todas partes en la Unión Europea, ya la Rusia de Putin y las facciones que se enfrenta en Ucrania, ya el “califato” que Daech intenta edificar en Iraq y en Siria, ya, finalmente, los actos terroristas de comienzos de 2015 en Francia, Túnez o Kenia. En Francia, en particular, todo el mundo denuncia o evoca el “fascismo” de Marine Le Pen a Manuel Valls, hasta a Alain Badiou y otros intelectuales de izquierda, en una cacofonía desconcertante. ¿Estamos seguros de que el uso indiscriminado de un concepto tal nos ayuda en verdad a comprender fenómenos tan obviamente diferentes entre sí? Mucho más que para analizarlos, la apelación a la noción de fascismo sirve para estigmatizarlos, según una tendencia –tan típica de nuestra época– a transformar la moral en categoría cognitiva. Ahora bien, el regreso del “fascismo” vuelve necesario y urgente distinguir bien las realidades que dicha noción abarca.
Aquello que, entretanto, merece una atención muy particular es el ascenso de las derechas radicales, uno de los aspectos más distintivos de la actual crisis europea. A pesar de su heterogeneidad y de sus divisiones, que no han permitido la creación de un grupo parlamentario común en Bruselas, ellas comparten ciertos rasgos –racismo, xenofobia, nacionalismo– que perfilan una tendencia general. En esta vasta nebulosa, una línea divisoria separa a los viejos miembros de la Unión Europea de los nuevos, salidos del antiguo bloque soviético. En estos últimos, el viraje de 1989 creó condiciones favorables para un renacimiento de los nacionalismos de preguerra, fascistoides, anticomunistas y antisemitas. Haciendo alarde de su voluntad de restituir a esos países una conciencia nacional reprimida durante cuatro decenios de hibernación soviética, todos gozan de una cierta legitimidad en el seno de la opinión. En Ucrania, un país atravesado por las nuevas fronteras geopolíticas que separan a Rusia de Occidente, hemos asistido a la reaparición espectacular de formaciones abiertamente neonazis. En el Oeste, entretanto, el epicentro de esta crisis europea se encuentra en Francia, donde el Frente Nacional domina el paisaje político. Como el Viejo Mundo no había conocido un ascenso semejante de las derechas radicales desde la década de 1930, esto despierta en todas partes la memoria de los años oscuros.

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