sábado, 4 de octubre de 2025

El rapto de Europa .

                                                                                     


La capitulación permanente de Europa

 Pocas veces han sido tan exaltados los discursos sobre la grandeza de Europa, faro democrático batido por la borrasca populista. Y pocas veces la Unión Europea ha encajado tantos reveses diplomáticos, estratégicos y comerciales. Más apegados al vínculo trasatlántico que al interés de sus poblaciones, los dirigentes del Viejo Continente prodigan sus genuflexiones ante Donald Trump.

por Thomas Fazi,

 Septiembre de 2025 
La Unión Europea se promocionó como un medio de reforzar el Viejo Continente frente a las grandes potencias, en especial Estados Unidos. Sin embargo, a lo largo del cuarto de siglo largo transcurrido desde el Tratado de Maastricht, lo que ha sucedido es lo contrario. Europa está hoy más subordinada política, económica y militarmente a Washington y, por consiguiente, es más débil y menos autónoma. En los últimos años, los países europeos han actuado sistemáticamente en contra de sus propios intereses en materia de comercio, energía, defensa o política exterior con el fin de adherirse a las prioridades estratégicas estadounidenses.

El pasado 27 de julio, el anuncio de un acuerdo comercial entre la Unión Europea y Estados Unidos según el cual los productos estadounidenses entrarán libremente en Europa mientras que sobre las exportaciones europeas a Estados Unidos recaerá un arancel fijo del 15% lo ilustró hasta la caricatura. Esta capitulación se ve acompañada de una promesa de comprar hidrocarburos estadounidenses por valor de 700.000 millones de euros e invertir 550.000 millones más en la otra orilla del Atlántico. El economista griego Yanis Varoufakis ve en ello la versión europea del Tratado de Nankín de 1842 (1). Aquel fue el primero de una serie de “tratados desiguales” impuestos a China por las potencias occidentales, supuso importantes concesiones en favor del Reino Unido y señaló el comienzo del llamado “siglo de humillación”. Pero, como explica el exministro de Finanzas griego, “a diferencia de la China de 1842, la Unión Europea ha elegido la humillación libremente”, no de resultas de una aplastante derrota militar.

Las imágenes de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, recorriendo el campo de golf escocés propiedad de Trump el 27 de julio para oírle despotricar contra la energía eólica y anunciar medidas comerciales punitivas contrastan con la espectacular acogida que el presidente estadounidense dispensó a su homólogo ruso Vladímir Putin en Anchorage semanas más tarde. Una escena tanto más desconcertante por cuanto Europa contaba con buenas bazas a las que recurrir en un pulso trasatlántico.

En el terreno diplomático, el Viejo Continente oscila entre postergación y marginalización. Los dirigentes europeos, arrinconados en la sala de espera y relegados a papeles secundarios tras la “cumbre de la paz” entre Trump y Putin en Alaska, se han visto obligados a mendigar unas migajas de información y a lisonjear sin reparos al inquilino de la Casa Blanca. Aunque las negociaciones abordaban el futuro de su propio continente, “se afanaron por no parecer desbordados”, como se burlaba el Washington Post (10 de agosto de 2025). “El mejor paralelo histórico no se encuentra en Europa, sino, irónicamente, en las prácticas imperiales a las que Europa recurrió en el pasado frente a naciones más débiles”, explica el empresario y analista geopolítico francés Arnaud Bertrand (2). Dos días después de que Trump renunciara a un alto el fuego como condición previa a las negociaciones —acomodándose, así, a la preferencia de Rusia por un tratado de paz global—, la presidenta de la Unión Europea cambió a su vez de parecer sobre el asunto: “Ya lo llamemos alto el fuego o acuerdo de paz, hay que poner fin a las matanzas”, declaró el 17 de agosto, pese a haber mantenido hasta entonces la postura contraria.

Una servidumbre buscada

Como en el caso del acuerdo sobre los aranceles, Europa ha empedrado su propio vía crucis. Sus representantes han seguido la estrategia estadounidense de desestabilización de Rusia, se han sumado desde 2022 a la guerra por delegación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Ucrania, han perjudicado sus propias economías privándose del barato gas ruso y han tratado de sabotear las iniciativas de paz de Trump prometiendo apoyo financiero y militar ilimitado a Kiev. Con ello no solo han puesto en peligro sus intereses fundamentales en materia económica y de seguridad, sino que, al alejarse tanto de Moscú como de Washington, han renunciado, de hecho, a todo papel relevante en las negociaciones.

Aunque los dirigentes de la Unión Europea a menudo justifican sus actos en nombre del vínculo trasatlántico, lo cierto es que no resulta fácil advertir intereses comunes a ambos lados del océano. De hecho, hasta se puede conjeturar que, al hacer que la guerra se prolongara, Washington no solo buscaba debilitar o “desangrar” a Rusia, sino también socavar a Europa rompiendo los lazos económicos y estratégicos que el Viejo Continente —y, en concreto, Alemania— mantenía con Rusia. Un objetivo que se ha alcanzado de dos modos. En primer lugar, por medio del impulso y la expansión de la OTAN, una organización controlada de facto por Estados Unidos y cuyo principal propósito siempre ha sido garantizar la subordinación estratégica de Europa a Washington. Y en segundo lugar, afianzando dicha subordinación con una dependencia a largo plazo de las exportaciones energéticas estadounidenses, como ilustra el sabotaje del gasoducto Nord Stream, una operación realizada bien directamente por Estados Unidos, bien por intermediación de países amigos (3). El silencio de Alemania y de las capitales europeas vecinas sobre el peor atentado industrial en la historia del continente, su probable complicidad en el encubrimiento de los responsables y su obstinación en impedir toda reparación de esta infraestructura suscriben lo voluntario de su servidumbre.

Desde esta perspectiva, las consecuencias de la guerra en Ucrania pueden interpretarse como un triunfo estratégico para Washington, logrado en detrimento de una Unión Europea cuya franja occidental —con Alemania en primer lugar— bascula entre el estancamiento y la recesión. La erosión de la base industrial europea abre el camino a la canibalización económica del continente por parte del capital estadounidense, dirigido por gigantes como BlackRock y otros megafondos de inversión. Como escribe el demógrafo francés Emmanuel Todd en La derrota de Occidente (Akal, 2024), “A medida que el sistema estadounidense se contrae en todo el mundo, tiene un peso cada vez mayor en sus protectorados originales, que son sus bases últimas de poder”. El acuerdo arancelario entre la Unión Europea y Estados Unidos, algunos de cuyos aspectos se asemejan a tributos coloniales disfrazados de “inversiones”, deja al descubierto esta realidad.

No menos emblemático de la subyugación europea, el gran rearme en el que se ha embarcado la Unión se traduce, en primer lugar, en el solemne compromiso de dar satisfacción a la exigencia de Trump de que todos los Estados miembros dediquen a la Alianza Atlántica no ya el 2%, sino el 5% de su producto interior bruto. Presentado como un paso hacia la “autonomía estratégica”, este refuerzo del brazo europeo de la OTAN, lejos de significar una ruptura con el orden existente, “tiende […] a consolidar la subordinación estructural del continente europeo al poder norteamericano”, como han escrito recientemente varios intelectuales de primer orden de la izquierda española (4).

Bruselas lleva casi dos años sin expresar la menor reserva a la colaboración militar, política, diplomática y económica de Washington con el actual genocidio en Gaza, y reitera periódicamente su apoyo a Tel Aviv. Una postura que revela a las claras el doble lenguaje del bloque europeo, habida cuenta de que el contraste con su reacción frente a la invasión rusa de Ucrania no puede ser más chocante. Con ello la Unión Europea también ha acabado de destruir lo poco de credibilidad moral que aún le quedaba en el escenario internacional y se ha aislado un poco más del resto del mundo. A la vista de la delegación de jefes de Estado europeos que el lunes 18 de agosto acudieron a toda prisa a Washington para reafirmar su apoyo al presidente ucraniano Volodímir Zelenski, ¿podemos imaginárnoslos precipitándose a la Casa Blanca para abogar en favor de un pueblo palestino masacrado y hambriento por obra no de un enemigo estratégico de Occidente, sino por uno de sus aliados, Israel?

¿Cómo hemos llegado a este punto? Obviamente, son varios los factores que conviene tener en cuenta, pero destaca uno de ellos: la inmensa influencia que ejerce Washington sobre Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial, especialmente por medio de la red de instituciones trasatlánticas extendida por los estados de Europa occidental y, en particular, en el núcleo de los aparatos militares y de inteligencia. Pero la subordinación del Viejo Continente también se debe al incesante trabajo de zapa realizado desde Washington para evitar que Europa se convierta en una potencia militar independiente; un enfoque que corroboró en 2005 Robert Kaplan, influyente periodista estadounidense e intelectual especializado en cuestiones de defensa: “La OTAN no puede coexistir con una fuerza de defensa europea autónoma. Una debe prevalecer sobre la otra, y debemos obrar de modo que lo haga la primera” (5).

La hegemonía cultural brinda una tercera explicación: después de setenta años de construcción comunitaria, la influencia del establishment estadounidense sobre el discurso público europeo se impone con holgura sobre el de cualquier país miembro. El inglés sigue siendo la lengua franca de la Unión Europea, y todos los grandes medios de comunicación anglófonos —en su mayoría, con sede en Estados Unidos o el Reino Unido— manifiestan una marcada inclinación atlantista. Por último, el ecosistema intelectual trasatlántico se articula en torno a laboratorios de ideas como el German Marshall Fund, la Comisión Trilateral, el Council on Foreign Relations y el Aspen Institute, todos ellos relacionados con agencias de inteligencia estadounidenses.

Bajo la acción combinada de todos estos factores, la Unión Europea se ha vuelto prácticamente incapaz de pensar —y aun menos de actuar— en función de sus propios intereses. Sus dirigentes han interiorizado hasta tal punto su subordinación que cubren de halagos a quien les explota, como el ex primer ministro neerlandés y hoy secretario general de la OTAN Mark Rutte, que envió a Trump un mensaje de una obsequiosidad insólita durante las preparaciones para la cumbre de la Alianza Atlántica en La Haya el pasado junio, antes de referirse a él como “daddy” (‘papi’) en una comparecencia conjunta.

¿“Intereses comunes”?

Tal vez se objete que estos elementos llevan lustros siendo conocidos y debatidos, especialmente por los círculos de la izquierda europea. Pero existe otro que sigue siendo en gran medida desconocido, en especial en esos medios: el papel de la propia Unión Europea en el refuerzo de la subordinación del continente a Estados Unidos. Contrariamente a la idea predominante de una Comunidad Económica Europea (CEE) concebida de entrada como un contrapeso frente a la superpotencia estadounidense, la integración europea fue apoyada y promovida por Washington a modo de escudo frente a la Unión Soviética durante la Guerra Fría (6). De hecho, el establishment tecnocrático de Bruselas siempre ha mostrado una adhesión a Estados Unidos más estrecha que los gobiernos de los Estados miembros. Y la creciente centralización de la UE en la figura de la Comisión Europea acentúa esta tendencia. En los quince últimos años, Bruselas se ha apoyado en una sucesión ininterrumpida de crisis (ya tengan que ver con finanzas, deuda, inmigración, terrorismo, seguridad, covid, guerra en Ucrania, etc.) para aumentar de manera radical —aunque discreta— sus prerrogativas en ámbitos antes privativos de los gobiernos nacionales. Insensiblemente, la Unión Europea va adquiriendo, a través de la Comisión, los atributos de un poder casi soberano y la capacidad de imponer sus prioridades sobre las aspiraciones democráticas de las poblaciones.

Así, Von der Leyen —a quien se ha llamado “la presidenta estadounidense de Europa” (7)— sacó partido recientemente de la crisis ucraniana para promover una supranacionalización de facto de la política exterior (por más que la Comisión Europea carezca de toda competencia formal en este ámbito) en detrimento de los intereses formales de Europa. Pero ¿acaso es de hecho posible hablar de “intereses comunes” a los Estados miembros? Treinta y cinco años después de Maastricht, la UE sigue estando dividida por líneas de fractura de naturaleza económica, diplomática y cultural. En materia de política exterior, estas diferencias se han acentuado desde la integración de los países bálticos y de Centroeuropa, tradicionalmente atlantistas. Un año antes de su ingreso simultáneo en la Unión Europea y la OTAN, en 2004, apoyaron la invasión ilegal de Irak por parte de Estados Unidos antes de enviar tropas. En ausencia de una posible “síntesis” de intereses, son las prioridades de los Estados dominantes y las élites tecnocráticas las que prevalecen.

La crisis de deuda de 2009-2012 mostró cómo el marco rígido de la Unión Europea bajo dominio alemán erosionaba la capacidad de las naciones para actuar en función de sus necesidades económicas y sus aspiraciones democráticas. Algo aún más cierto hoy en día. Como es sabido, la respuesta habitual achaca todo problema a una insuficiente transferencia de soberanía a Bruselas por parte de los Estados miembros. Pero Europa no adolece de falta de integración, sino de la propia integración. Para salir de su “siglo de humillación” deberá trascender y enfrentarse a la causa profunda del problema: la propia Unión Europea, involucrada en un federalismo cada vez más exacerbado.

(1) Yanis Varoufakis, “Europe’s century of humiliation. Trump has outwitted von der Leyen”, 9 de agosto de 2025, www.unherd.com

(2) Arnaud Bertrand, “Not at the table: Europe’s colonial moment”, 10 de agosto de 2025, www.arnaudbertrand.substack.com

(3) Véase Fabian Scheidler, “Nord Stream: tres hipótesis para un atentado”Le Monde diplomatique en español, octubre de 2024.

(4) Héctor Illueca, Augusto Zamora, Antonio Fernández, Rosa Medel, Carmen Collado et al., “El secuestro de Europa”, 29 de junio de 2025, www.elsaltodiario.com

(5) Robert D. Kaplan, “How we would fight China?”, The Atlantic, Washington D. C., junio de 2005.

(6) Véase François Denord y Antoine Schwartz, “Un tufillo a reacción desde los años 1950”Le Monde diplomatique en español, julio de 2009.

(7) Suzanne Lynch e Ilya Gridneff, “Europe’s American president: The paradox of Ursula von der Leyen”, 6 de octubre de 2022, www.politico.eu

viernes, 3 de octubre de 2025

El asesinato del periodista Antoni Lallican

Noticia  en  el Diario.es   de   la agencia EFE ..


Debía poner la localidad .. La pongo yo cogida de Le Monde .. Según las autoridades ucranianas, Antoni Lallican formaba parte de un grupo de periodistas que acompañaban a una unidad de la 4ª brigada blindada cerca de la localidad de Druzhkivka, en la región oriental de Donetsk, situada a unos veinte kilómetros del frente. La 4ª brigada también afirmó que un dron ruso estaba involucrado. Antoni Lallican «fue asesinado como resultado de un ataque dirigido por un dron FPV [First Person View] enemigo», escribió en Facebook.

Ya me extraño que no pusieran localidad ni el cuerpo de ejército que acompañaban, citan solo el Donbás , pues tiene toda la pinta de ser asesinado por FUEGO AMIGO . El dron First Person View (FPV), que tampoco especifican quien los fabrica.
Y es Kiev de forma masiva y la autonomía de esos drones es de SEIS KILOMETROS y pueden transportar hasta 1-1,5 kilos de explosivos. Generalmente estallan en el momento del impacto y pueden destruir o dañar una amplia gama de equipos militares, así como a los soldados enemigos.
 ¿ Cómo pueden decir sin más que era ruso? Si además quien lo dijo fue la 4ª brigada de Kiev.
 
Pero  además   los sindicatos de periodistas    se  atienen  a  la noticia  ucraniana dada en Facebook.... sin mas  confirmación    y  piden una investigación . 

PERO  además  la ONG Reporteros Sin Fronteras (RSF),  pidió « una investigación rápida sobre las circunstancias de la muerte de Antoni Lallican, en relación con la fiscalía francesa ». Asimismo, las Federaciones Europea e Internacional de Periodistas, así como el Sindicato Nacional de Periodistas (SNJ), « condenan este crimen de guerra y llaman a las autoridades a abrir una investigación para identificar a los responsables », indicaron en comunicados
  Ver enlace  de Le Monde   abajo.
 

Pero además si esos drones  tienen autonomía de 7 KM y estaban a VEINTE DEL FRENTE según Le Monde ESTÁ CLARISIMO....que no viene del frente ruso .

Mariátegui y América Latina

                                  


                                      

¿Por qué se sigue leyendo a Mariátegui en América Latina?

Fernando de la Cuadra , Gonzalo Rovira Soto.

3/  octubre / 25 

A  los 95 años de su fallecimiento podemos suscribir, sin ambigüedades, que José Carlos Mariátegui (1894-1930) es hoy día uno de los más importantes clásicos de la Justicia Social en América Latina, una figura imprescindible a la hora de pensar los caminos de autodeterminación de los pueblos. Su obra es un referente para interpretar los problemas de la emergencia de los movimientos indígenas, y el anhelo de desarrollo de proyectos nacionales soberanos que contemplen el respeto de la forma de vida de los pueblos originarios. El Amauta nos dejó un legado de ideas originales en su producción teórica, pero también una actitud y conducta comprometida a lo largo de su intensa vida de militante en las luchas sociales de su tiempo. Por cierto, en él nada es blanco y negro y sus reflexiones, en particular las filosóficas, a ratos hoy nos parecen confusas y muy vinculadas a debates de su tiempo, pero hay una general concordancia en que su aporte político y teórico fue substantivo.

Su histórica afirmación, en la editorial del segundo año de la revista Amauta (1928), de que el socialismo en América Latina no debía ser “calco ni copia, sino creación heroica”[1], sigue siendo un lema para quienes buscan levantar nuevos proyectos políticos, siendo uno de los primeros en rechazar la idea de que el socialismo latinoamericano debía ser una reproducción fiel de los modelos europeos, pues consideraba que los problemas sociales de Perú y de América Latina estaban ligados a la herencia colonial y a la dominación imperialista. Su análisis de la “estructura semifeudal” y del poder de las oligarquías agrarias todavía ilumina debates sobre desigualdad, tierra y soberanía.

Mariátegui consideraba a las comunidades indígenas y campesinas, no como un “rezago” del atraso pre y colonial, sino como base posible para una modernidad diferente y para un socialismo con raíces propias: “En la América Latina, que encierra más de cien millones de habitantes, la mayoría de la población está constituida por indígenas y negros. Esta última circunstancia sería suficiente para poner en plena luz toda la importancia de las razas en la América Latina como factor revolucionario”[2]. En algunos países de la región, el problema de la tenencia de la tierra sigue siendo una cuestión política relevante, pues involucra a comunidades indígenas, y aún debe ser resuelta por los Estados. En efecto, en sus artículos Mariátegui sustentaba que no era necesario retrotraerse a la época de las comunidades andinas para recuperar aspectos de su ethos y de su cosmovisión. En sus escritos se vislumbra un juicio que intenta contrarrestar el pensamiento occidental y el capitalismo como la única vía posible de pensar el desarrollo y la existencia en comunidad: “las comunidades indígenas reúnen la mayor cantidad posible de actitudes morales y materiales para transformarse en cooperativas de producción y consumo. En ellas reside indudablemente, contra el interesado escepticismo de algunos, un elemento activo y vital de realizaciones socialistas”[3]. Para él, no se trata del retorno a un pasado incaico, sino que de recuperar la referencia histórica de las formas de vida de estas poblaciones, capaces de concebir en sus propias tradiciones colectivistas una poderosa plataforma de Justicia Social. Su mirada del Perú profundo impregna todo su quehacer teórico.

Años después, otros autores, como el sociólogo peruano Aníbal Quijano, han sugerido que se podría interpretar esta mirada del indigenismo de Mariátegui como la búsqueda de una racionalidad alternativa. Sin embargo, el propio Quijano reconoce los límites de su interpretación condensada en el concepto de racionalidad alternativa: Tienen razón quienes señalan “que en Mariátegui no se encuentran esos términos, ni señales formales de que hubiera propuesto encontrar o producir ninguna racionalidad alternativa”[4]. No parece tan claro un objetivo teórico, como el aludido, de estas afirmaciones del Amauta, pero en el siglo transcurrido desde la publicación de sus artículos y observaciones de la realidad peruana ha ayudado en forma significativa a la reflexión de estos temas en toda América Latina.

En sus escritos, también dio cuenta con lucidez de la impronta eurocéntrica de nuestra cultura, aunque reconocía que en Europa realizó su mejor y mayor aprendizaje. La aseveración anterior no le impide construir una opinión crítica con respecto a la hegemonía ejercida por el pensamiento de matriz europea. En ese mismo sentido, Mariátegui fue uno de los primeros marxistas en ver que el colonialismo no era solo cosa del pasado, sino una estructura viva de dominación que organizaba la economía, la cultura y la subjetividad. Sin embargo, como señalará en un artículo dedicado a su amigo Waldo Frank: “Como él, yo no me sentí americano, sino en Europa. Por los caminos de Europa encontré el país de América que yo había dejado. Y en el que había vivido casi extraño y ausente (…) Sabía que Europa me había restituido, cuando parecía haberme conquistado enteramente, al Perú y a América”[5].

Sus ideas sobre la existencia de vínculos de superioridad/subordinación en la conformación de la nacionalidad peruana, contribuyeron para aquello que vendría posteriormente a ser teorizado como la perspectiva de-colonial y las Teorías de la Dependencia. Mucho antes de la publicación de perspectivas críticas del marxismo con sesgo occidental[6] ya había percibido el carácter diferenciado y novedoso de los procesos de construcción del socialismo experimentado por los países ajenos a la esfera del mundo europeo. La idea de fundar un socialismo indoamericano implicaba pensar el país y la región a partir de sus bases particulares, de una identidad diferenciada, de problemáticas históricas específicas, pero también, de una determinada condición de subordinación en el orden mundial.

En el primer cuarto del siglo veinte, Perú era un país con escaso desarrollo industrial y una clase obrera en estado embrionario. Consciente de que existían vastos territorios habitados por comunidades campesinas indígenas que reconducían los problemas políticos del país hacia el ámbito agrario con una muy desigual tenencia de la tierra, derivada del proceso de Conquista y el ulterior despojo que habían sufrido los habitantes autóctonos de ese territorio, Mariátegui consideraba necesaria una lectura propia de los clásicos marxistas. En Perú no era posible adherir a las tesis deterministas que contemplaban el paso inevitable desde una situación de nación pre-capitalista hacia una condición de país capitalista, en que el desarrollo de las fuerzas productivas permitiera la emergencia de una clase destinada a conducir la transformación del país hacia el socialismo. Perú no reunía las condiciones para desarrollar un tipo de expansión capitalista que permitiera sustentar la tesis de la inevitabilidad del Progreso, tan necesaria al marxismo de la II Internacional. En contraste, el Amauta busca en la realidad indígena y campesina, las claves explicativas que le permitan elaborar una interpretación propia, que modifique o adapte dicha versión marxista, para transformar la realidad social peruana.

Se ha escrito y se escribe mucho acerca de su vida y su obra. Entre los últimos trabajos acerca del pensamiento de Mariátegui podemos destacar el libro que nos presenta un contrapunto del ideario del Amauta y de José Aricó (1931-1991), uno de sus más importantes biógrafos[7]. En este trabajo debemos destacar una extensa e inédita entrevista a Aricó, en que nos muestra como Mariátegui fue un referente de las batallas políticas y sociales peruanas de su tiempo; participando activamente en la organización de la clase trabajadora del Perú y en el apoyo a los movimientos indígenas. Pero también se destaca su rol en la constitución del Partido Socialista del Perú (1928), encarando y contradiciendo la línea política de la III Internacional, que propiciaba partidos “comunistas”, ratificando así su idea de la autonomía latinoamericana. Otra preocupación actual han sido sus referencias filosóficas: “El mito mueve al hombre en la historia… El proletariado tiene un mito: la revolución social. Hacia ese mito se mueve con una fe vehemente y activa… La fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia, está en su fe, en su pasión, en su voluntad. Es una figura religiosa, mística, espiritual”[8]. “No se vive fundamentalmente sin una concepción metafísica de la vida…”, “en mi camino he encontrado una fe. He ahí todo. Pero la he encontrado porque mi alma había partido desde muy temprano en busca de Dios”[9]. Este tipo de afirmaciones son las que intentan explicar Conferencias y Simposios recientes, dando cuenta del contexto intelectual de la época y de la influencia de autores como George Sorel y otros en el líder peruano[10]. Reflexiones y acercamientos teóricos que nos hablan de su falta de prejuicios, a la hora de su búsqueda intelectual de un camino propio para el Socialismo peruano, y que pudiera ser emulado en todo el continente. Por cierto, su amplitud de lecturas y ámbitos teóricos de preocupación es notable, aunque no resulte clara la comprensión en él de conceptos como “metafísica”, la relación de Fe y Mito, u otros de la filosofía o la sociología. Mariátegui hacia política dando cuenta de lo que veía, interpretando lo observado con categorías que eran parte del gran debate ideológico de la Europa que conoció. Su misma “metafísica” del socialismo puede no resultar tan original en la Europa de la época, pero si en relación al sincretismo o mestizaje ideológico de la realidad de los marginados y los pueblos originarios de América expresada en sus escritos.

“Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”[11]. Parafraseando a Calvino, podemos señalar que Mariátegui es un perfecto clásico, pues encarna a un tipo de pensador que todavía no termina de decir todo aquello que lo motivaba a reflexionar y a escribir. La diversidad de temas que abordó en su breve existencia nos permite ver a un intelectual abierto a una diversidad de cuestiones que van desde la política al psicoanálisis, la economía, la literatura, el cine, el arte y la cultura. En la exposición de ellos no pretendió ser neutro a cuanto observa, su compromiso con los problemas y el quehacer de su época lo perfilan como un pensador que supo integrar su praxis de vida con una confianza irrenunciable en el Socialismo: “Mis juicios se nutren de mis ideales, de mis sentimientos, de mis pasiones”[12].

En el intelectual peruano vemos la fuerza y la convicción de querer transformar la sociedad en la que le tocó vivir. Creemos que es por esta vitalidad y coherencia que, con todas sus contradicciones y las limitaciones de su tiempo, Mariátegui nos sigue interpelando. Su lectura hoy nos acerca a un pensamiento crítico y emancipador; con raíces firmes en las realidades concretas de las comunidades originarias que habitan nuestro territorio latinoamericano, y con un ideario capaz de dialogar con el marxismo y con todas las corrientes ideológicas de la Izquierda, la democracia y la justicia social. Mariátegui sigue vivo porque es parte incuestionable de la causa de los marginados en el continente americano.


Notas

[1] En rigor la frase completa dice: “No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indo-americano. He aquí una misión digna de una generación nueva”. José Carlos Mariátegui, “Aniversario y Balance”, editorial de Amauta, año II, núm. 17, Lima, septiembre de 1928. Reproducido posteriormente en Ideología y Política, Lima, Empresa Editorial Amauta, 1972, p. 249.

[2] J. C. Mariátegui, “El problema de las razas en la América Latina”, texto presentado y discutido en la Primera Conferencia Comunista latinoamericana realizada en Buenos Aires en junio de 1929. Reproducido posteriormente en Revista Amauta, año IV, núm. 25, julio-agosto de 1929.

[3] J. C. Mariátegui, “El porvenir de las cooperativas”, publicado originalmente en el periódico Mundial, Lima, 16 de marzo de 1928. Reproducido posteriormente en Revista Amauta, año III, núm. 13, marzo de 1928.

[4] Aníbal Quijano,” Prologo” de Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 2007, p. CXXV. En ese sentido, tal como afirma Deni Alfaro Rubbo, no existe en Mariátegui una propuesta de racionalidad alternativa expuesta con total claridad. Según él, la noción acuñada después por Quijano, se encuentra de manera más bien intuitiva en la obra del Amauta, sin haber sido desarrollada de manera consciente y sistemática. No habría en Mariátegui un sistema filosófico coherente e inmutable o una teoría integral, sino más bien una reflexión en forma de ensayo dentro del ámbito de la producción periodística. Ver Deni Alfaro Rubbo, “Aníbal Quijano e a racionalidade alternativa na América Latina: diálogos com Mariátegui”, en Revista Estudos Avançados, volumen 32, núm. 94, São Paulo, 2018, pp. 391-409.

[5] J. C. Mariátegui, “Itinerario de Waldo Frank”. Publicado originalmente en Variedades, Lima, 04/12/1929. Reproducido posteriormente en Alma matinal, Lima, Empresa Editorial Amauta, 1970, p. 162.

[6] Domenico Losurdo, El marxismo occidental. Cómo nació, cómo murió y cómo puede resucitar, Madrid, Editorial Trota, 2019.

[7] Yuri Gómez (Editor), El encuentro. Aricó y Mariátegui en el marxismo latinoamericano, LOM Ediciones, 2025.

[8] J. C. Mariátegui, “El hombre y el mito”, aparecido en el periódico Mundial el 16 de enero de 1925.

[9] Ídem, pág. 182.

[10] Fernando de la Cuadra, “La problemática concepción religiosa en el pensamiento de Mariátegui”. Ponencia presentada en el Simposio Internacional “El Hombre y el Mito. Dogma y herejía para pensar en Mariátegui”, organizado por la Cátedra José Carlos Mariátegui en conjunto con el Centro de Estudios del Pensamiento Iberoamericano (CEPIB-UV), realizado entre los días 25 y 26 de junio de 2025.

[11] Ítalo Calvino, Por qué leer los clásicos, Barcelona, Editora Tusquets, 1993.

[12] J. C. Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 2007.

Fernando de la Cuadra es doctor en Ciencias Sociales y miembro del Consejo Consultivo de la Cátedra José Carlos Mariátegui.

Gonzalo Rovira Soto es profesor de Filosofía.

Fuente: https://www.lemondediplomatique.cl/por-que-se-sigue-leyendo-a-mariategui-en-america-latina-por-fernando-de-la.html


jueves, 2 de octubre de 2025

Fabricar miedo para militarizar Europa

 Moldavia, enclave estratégico


Eduardo Luque 


30 septiembre, 2025.


Centinela del Este : Fabricar miedo para militarizar Europa.


Las provocaciones otanistas se suceden con una cadencia programada, siempre en la misma dirección: promover un estado de guerra entre los países de la Alianza Atlántica y Rusia.
A finales de febrero, sin pruebas y con gran aparato mediático, se acusó a Moscú de haber cortado los cables submarinos de energía y comunicaciones de Internet en el mar Báltico. El ministro de Defensa alemán de entonces, Boris Pistorius, llegó a calificarlo de “sabotaje”. Sin embargo, la noticia se derrumbó poco después: las autoridades de EE. UU. y de varios países occidentales concluyeron que no había habido tal provocación. Pero el daño ya estaba hecho: titulares, portadas y discursos alarmistas habían sembrado la sospecha.
Reino Unido se sumó al coro acusando a Rusia de un ciberataque contra su sistema nacional de salud. Finalmente, el propio gobierno británico admitió que no existió tal ofensiva y que solo lo planteaban como una “hipótesis futura”. Fue un engaño consciente, amplificado por medios que en suelo británico alimentan una intensa campaña de demonización de todo lo ruso.
El guion se repitió poco después: primero fue la supuesta interferencia del GPS del avión que trasladaba a Ursula von der Leyen a Polonia, noticia atribuida a un periodista anónimo y desmentida después por el propio gobierno búlgaro. El caso fue aprovechado por el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, para advertir que “todos estamos en el flanco oriental, ya sea que vivamos en Londres o en Tallin”, un mensaje diseñado para situar a toda Europa en estado de alerta.
A continuación, Rumanía y Polonia acusaron a Rusia de violar su espacio aéreo con drones militares, lo que Moscú negó categóricamente. Las autoridades polacas, de hecho, fueron incapaces de precisar cuántos drones habrían entrado en su territorio: primero hablaron de dos, luego de diez, más tarde de veinte. Además, los drones habrían tenido que recorrer unos 1.000 km desde su base de lanzamiento, cuando su autonomía real no supera los 700. El único daño reportado se produjo en una vivienda particular, cerca de la frontera ucraniana, causado por un misil lanzado por un caza polaco

Mark Rutte, secretario general de la OTAN, dio el siguiente paso: anunció la Operación Centinela del Este, concebida para “proteger” el flanco oriental de Europa. En realidad, se trataba de una operación política y militar ya preparada de antemano. Su objetivo era legitimar la militarización acelerada, utilizando el miedo para justificar el rearme.

Se aprovechó el caso de los drones polacos para inventar una excusa: Rusia habría lanzado drones contra países aliados. Un ejemplo perfecto de cómo un rumor se pretende transformar en una “amenaza existencial”.

A todo ello se sumó el cierre de aeropuertos en Dinamarca por el sobrevuelo de varios drones (atribuido, evidentemente, a Rusia). La respuesta militar fue inmediata: Francia desplegó aviones Rafale en Polonia, Alemania duplicó el número de Eurofighters y Reino Unido envió cazas Typhoon. Rumanía también se incorporó al guion denunciando un supuesto ataque con drones rusos y convocando al embajador de Moscú, en un gesto claramente coreografiado. Todo ello acompañado por declaraciones inflamadas y titulares que buscan confirmar la tesis prefabricada de la “amenaza rusa”.

En este clima, Polonia y Ucrania reavivan la idea de cerrar los cielos ucranianos, sabiendo que una zona de exclusión aérea significaría el inicio de un conflicto directo entre la OTAN y Moscú. Dmitri Medvédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa, lo dijo sin rodeos: si los países aliados dan ese paso, estallará una guerra abierta. Desde el Kremlin, el propio secretario de prensa Dmitri Peskov fue aún más tajante: la OTAN ya está en guerra contra Rusia al brindar apoyo directo e indirecto al régimen de Kiev, una idea compartida incluso por el siempre cauto ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov.

Desde Washington y Bruselas, las declaraciones se amontonan, se contradicen y luego, como hemos visto, se desmienten. Todo responde a un mismo patrón: generar temor para cohesionar a la OTAN subordinando a Europa al dictado de Washington.

La histeria que se pretende provocar en los países fronterizos con Ucrania no es una simple maniobra electoral: responde a un objetivo estratégico. Ese objetivo es el control del mar Negro, un nodo vital para dominar el tránsito marítimo, energético y comercial, donde Odesa —junto a Crimea— se perfila como pieza clave. Para la OTAN, la UE y el Reino Unido, Ucrania y Moldavia representan un frente decisivo para contener a Rusia.

Desde la Guerra de Crimea (1853-1856), Londres sueña con controlar la salida al mar Negro como vía para frenar la influencia rusa en la región. Documentos y acuerdos recientes entre Reino Unido y Kiev revelan que integrar Odesa bajo control occidental es la finalidad estratégica, en un contexto marcado por la derrota militar del ejército ucraniano.

Macron, por su parte, necesita una victoria militar frente a Rusia para reflotar su imagen pública, hundida en apenas un 17 % de aceptación. Moldavia se convierte, así, en una pieza más de la estrategia geopolítica destinada a asegurar el dominio occidental del mar Negro y negar a Rusia cualquier salida marítima estratégica sin supervisión. Controlar Moldavia implica presionar a Transnistria —enclave donde viven más de un cuarto de millón de rusos y donde están desplegados unos 1.500 efectivos en misión de paz—. No solo sería una victoria simbólica (humillar a Rusia conquistando una exrepública soviética), sino también un paso decisivo para alterar el equilibrio militar y económico en la región, asegurando una posición dominante que convertiría a Europa Oriental en un peón clave del tablero anglosajón.

En este marco, la Unión Europea ha intensificado su apoyo a Moldavia en los últimos años, especialmente desde 2022, cuando le concedió el estatus de candidato. En junio de 2024, la UE abrió formalmente las negociaciones de adhesión con el país. Además, desplegó la Misión de Asociación de la UE en Moldavia (EUPM), con un presupuesto de más de 19,8 millones de euros, destinada a proporcionar asesoramiento estratégico en el ámbito de la seguridad electoral.

Es clave en esta estrategia que Maia Sandu siga en la presidencia en las cruciales elecciones del 28 de septiembre. No en vano, la UE promovió el cuestionado proceso electoral de 2024 que renovó su mandato: Sandu, antigua funcionaria del Banco Mundial, estuvo a punto de perder el referéndum de adhesión a la UE e incluso la propia presidencia. Fue decisivo el voto de la emigración, ampliamente potenciado desde Occidente: para 600.000 censados en la UE se instalaron 240 colegios electorales y se financiaron viajes; en cambio, para los cerca de 500.000 moldavos censados en Rusia se habilitaron apenas dos urnas.

La sociedad moldava, y no sin motivos, ha desconfiado de la casta política prooccidental que ha gobernado el país. Entre 2012 y 2014, dirigentes proeuropeos en el poder organizaron una estructura financiera que permitió hacer desaparecer 1.000 millones de dólares (el 12 % del PIB). Señalados y perseguidos, los autores del desfalco —conocido como “Landromat”— encontraron refugio en países de la UE, que nunca respondieron a las demandas de extradición de la justicia moldava. Con esos fondos, la Fundación Open Dialog financió sucesivas campañas hasta llevar a Sandu a la presidencia. Como en el caso rumano de 2024, la UE solo admite como democráticas las elecciones que le son favorables .

En este momento, la tensión política interna se agrava con la represión previa a los comicios del 28 de septiembre. En las últimas semanas, las autoridades moldavas han detenido a activistas de la oposición bajo el pretexto de medidas de seguridad nacional. Para los críticos con el gobierno de Sandu, las detenciones buscan silenciar la disidencia y consolidar el poder del Partido de Acción y Solidaridad (PAS). Estas acciones, sumadas a la estrategia electoral y a la presión externa, configuran un escenario de creciente confrontación.

La provocación actual no debe entenderse como una mera escalada aislada: forma parte de una estrategia deliberada de desestabilización diseñada para provocar a Rusia y justificar la apertura de un segundo frente.

Evidentemente, el objetivo final es más ambicioso que el caso moldavo: Europa —y, en particular, el Reino Unido— busca instalar y controlar militarmente Odesa. La presencia militar francesa en Moldavia añade un elemento de tensión adicional. Tropas desplegadas en la frontera rumana y en el interior del país bajo mando de la UE podrían convertirse en un factor clave si los resultados electorales no favorecen los intereses prooccidentales. En tal escenario, no puede descartarse una intervención directa, similar a otras operaciones occidentales en Europa del Este, con el objetivo de asegurar la alineación estratégica de Moldavia y el asalto a Transnistria.

En definitiva, la situación moldava no puede entenderse sin vincularla a un diseño estratégico mayor, donde elecciones, manipulación del voto exterior, represión interna y presencia militar forman parte de un mismo engranaje. Moldavia emerge como nuevo escenario de confrontación geopolítica, un tablero donde se dirimen los intereses de la OTAN y donde el control de Odesa se perfila como clave de la próxima fase de competencia entre Occidente y Rusia.

Conclusión

La Guerra de Crimea, hace 150 años, fue en esencia una lucha por el acceso al Mediterráneo y el control marítimo frente a Rusia. Hoy la historia parece repetirse: Reino Unido, la OTAN y la UE impulsan una estrategia sistemática para convertir a Moldavia y Odesa en un nuevo frente oriental, replicando los objetivos de hace siglo y medio.

Odesa se presenta como la pieza central para establecer el control militar en el mar Negro, mientras que Moldavia sería la puerta de entrada a esa proyección estratégica. Esto revela que la confrontación actual no es un conflicto aislado, sino parte de una continuidad histórica: los intereses geopolíticos de Occidente mantienen la misma lógica de contención y control que en la Guerra de Crimea, adaptada ahora a las condiciones del siglo XXI.



NOTA DEL BLOG  1 ..Francia detiene a dos ocupantes de un petrolero de la 'flota fantasma' rusa sospechoso de servir de base de drones  . Por un lado, se dice que este barco está relacionado con los drones aparecidos en Dinamarca, pero resulta que le detienen porque supuestamente navega con falso pabellón. Y de los drones no hay ni rastro. Y donde lo han detenido?. ¿En aguas internacionales o francesas?.


Nota  2  .-
 Moldavia, hace tiempo que es vista como una pieza clave para el asedio a Rusia, ha pasado por un proceso electoral amañado desde el principio para hacer como que no ha ganado la opción de la paz y el no enfrentamiento al gigante euroasiático. Aquí se ha hecho de todo, toda clase de trampas y perversiones electorales: prohibición de entrada de observadores nacionales a los colegios electorales, presencia en cambio de un par de comisiones “técnicas” de enviados de la UE para “evitar las interferencias rusas” -¡qué descaro!-; urnas llenas nada más abrirse las puertas de los colegios electorales (se llegaron a difundir videos de miembros de la comisión electoral estampando papeletas mientras cantaban “PAS, PAS, PAS” – el Partido de Acción y Solidaridad gobernante, al que la UE sostiene en todos los aspectos-); prohibición de dos partidos de la oposición 24 horas antes de la votación; utilización de la enorme diáspora moldava para fabricar papeletas en favor del PAS de Maia Sandu, con ciudadanos conducidos en autobuses turísticos a los centros de votación desde Sofía (Bulgaria) y Brașov (Rumanía), o Austria (en Klagenfurt am Wörthersee); supervisión independiente silenciada; negación de la acreditación a los observadores en Francia y España bajo pretextos inverosímiles; en Târgu Mureș (Rumanía) no se permitió la entrada de los observadores al centro, mientras que a la emigración moldava en Rusia prácticamente no se la dejó votar (dos colegios electorales con restricciones para un país de la inmensidad de Rusia); se registraron, además, numerosas denuncias de compra de votos: 50 € por un voto emitido a favor del PAS, más 20 € por cada votante adicional llevado a las urnas; en Italia se observó a las mismas personas votando varias veces; a un ciudadano moldavo se le negó su derecho a votar en Valencia por llevar una camiseta amarilla con una cruz, considerada por las autoridades como ‘propaganda anti-Sandu’; la CEC de Moldavia cerró cuatro estaciones de votación más en la región autónoma de Transnistria a sólo unos días de las elecciones; sabotaje y tácticas de intimidación; centros de votación registraron falsas alarmas de bomba y fallos técnicos… En fin, nada que se parezca a unas “elecciones libres” desde la óptica del propio capitalismo neoliberal. Como digo, ya ni se molestan en disimular procesos de votación que cumplan mínimamente con los procedimientos elementales de “libertad” y “trasparencia”. El que la oposición no reconozca los resultados es motivo de más risa todavía para las élites otanistas.

Por cierto, un mapa significativo de una encuesta de Statista, muestra lo contrario de lo que esos golpes o intentos de golpes pretenden convencernos sobre la “opinión pública” del este de Europa:

martes, 30 de septiembre de 2025

¿ España democracia militante ? .

                                 

"La justicia política en España va mucho más allá de la dictadura franquista"

Entrevista  a Daniel  Escribano 

28/08/25

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Se acaba de publicar Judicis polítics sota la democràcia militant española, Anàlisi de la justicia 

política: Quatre causes penals de Daniel Escribano editado por Edicions Documenta Balear. 

Colaborador de Sin Permiso, hemos mantenido con Dani esta entrevista. 


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Sin Permiso. Democracia militante. Este concepto ya está en el título. Y tiene defensores y críticos. Explica la posición que defiendes en el libro.

Daniel Escribano. El concepto de “democracia militante” o “autoritaria” lo acuñó el constitucionalista liberal Karl Löwenstein para referirse a la transformación de los regímenes democráticos del período de entreguerras. Löwenstein identificaba una miríada de medidas sancionadoras de carácter penal o administrativo que restringían, fundamentalmente, los derechos a la libertad de expresión, de asociación y de participación política, con el objetivo de proteger a las instituciones del Estado, así como figuras penales singularizadas para proteger específicamente a las autoridades y que establecían penas más elevadas que el tipo penal genérico (p. ej. como ocurre con las injurias o calumnias a los jefes de Estado o de Gobierno, ministros o autoridades en comparación con las injurias o calumnias a simples ciudadanos). Son ejemplos evidentes de delitos políticos y, en el caso de las modalidades especiales de tipos ordinarios, resultan muy confusos técnicamente, porque no es claro cuál es el bien jurídico protegido. Por seguir con el ejemplo de las injurias o calumnias: cuando se vierten contra el jefe del Estado, en el Código penal español están tipificadas como delitos contra la Constitución y, más específicamente, contra la Corona, pero ocurre que las injurias o calumnias ordinarias son delitos contra el honor…

Tras la Segunda Guerra Mundial, el concepto de democracia militante se ha asociado especialmente a la República Federal de Alemania y es un lugar común de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional español que el sistema político español “no responde al modelo de democracia militante”. Sin embargo, todas las medidas con que Löwenstein caracterizaba a las democracias “militantes” o “autoritarias” existen en la legislación española actual, y la mayoría no ya desde el período de entreguerras, sino desde los propios inicios del régimen liberal...

SP. El subtítulo del libro es “Anàlisi de la justícia política: quatre causes penals”. ¿Por qué estas cuatro causas?

DE. La judicialización de conductas que se inscriben en el ejercicio de derechos fundamentales es inherente a los modelos de democracia militante. En las cuatro causas escogidas los hechos enjuiciados constituyen conductas no violentas vinculadas estrictamente a los derechos a la libertad de expresión y de creación y de reunión y participación política. Las dos primeras causas analizadas (que concluyeron con condenas al senador Miguel Castells, por “injurias al Gobierno”, por un artículo de opinión, y al rapero Josep Miquel Arenas, Valtònyc, por injurias o calumnias al rey y otros miembros de la familia real, “enaltecimiento del terrorismo” y amenazas, por las letras de sus canciones) son relevantes porque muestran la singularidad de la democracia militante española en el propio contexto europeo occidental. La condena a Castells motivó la del Reino de España por parte del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), por vulneración de la libertad de expresión. En el caso de Arenas, que optó por el exilio, la pretensión de la Audiencia Nacional (AN) española de que Bélgica lo entregara a España por la vía abreviada de las órdenes europeas de detención, al concurrir un supuesto delito de “terrorismo” penado con un mínimo de tres años de cárcel, chocó con la negativa del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), por vulneración del principio de irretroactividad de las normas penales desfavorables, ya que el aumento a un máximo de tres años de cárcel del “enaltecimiento del terrorismo” en el Código penal español es posterior a los hechos enjuiciados. En segundo lugar, la pretensión de lograr la entrega del rapero mediante la equiparación del delito de injurias o calumnias al rey u otros miembros de la familia real del artículo 490.3 del Código penal español con las “ofensas al rey” de una ley especial belga de 1847 condujo a que el Tribunal Constitucional de Bélgica declarara la incompatibilidad con la Constitución belga y el Convenio europeo de derechos humanos del precepto belga, lo que ha evidenciado aún más la singularidad española en materia de libertad de expresión respecto a autoridades del Estado.

El capítulo más extenso versa sobre la causa general contra el independentismo catalán en el marco del proceso soberanista. Todo lo que se juzga ahí son iniciativas parlamentarias y normas gubernativas relacionadas con ellas y manifestaciones. Lo más llamativo de esta causa es que son las propias autoridades autonómicas, incluyendo incluso hasta la cúpula policial, las procesadas. Con todo, existe un importante nexo entre este capítulo y el inmediatamente anterior: la causa a una veintena de manifestantes catalanes que se concentraron ante el Parlament para protestar contra el Proyecto de Ley de presupuestos de la Generalitat de 2011, que contenía recortes del gasto público de un 10%. Tanto el Parlament como el Gobierno de Catalunya se personaron como acusación particular contra los manifestantes encausados e incluso recurrieron ante el Tribunal Supremo la sentencia absolutoria de la AN. Ocurre que la condena en segunda instancia de ocho activistas se fundamentó en una espuria doctrina según la cual el número de personas congregadas en el ejercicio del derecho de reunión pueden conformar un “clima coactivo” susceptible de constituir el delito “contra las instituciones del Estado” del artículo 498 del Código penal. Y esa misma doctrina se aplicó también para la condena a parte del Gobierno catalán, la presidenta del Parlament y los presidentes de dos entidades cívicas, en este caso como constitutiva de un supuesto delito de sedición. No en vano, el ponente de la sentencia casatoria de la absolución de los activistas contra los recortes fue el mismo que el de la condena a los líderes del proceso soberanista: Manuel Marchena.

SP. En el prólogo, el abogado Benet Salellas da mucha importancia a una frase de Manuel Marchena, presidente entre 2014 y 2024 de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo: “yerra usted en la estrategia defensiva”. Y tú titulas el capítulo del juicio a los líderes del proceso soberanista catalán con esta frase. ¿Puedes explicar su importancia y el contexto?

DE. En realidad, el primer borrador del libro llevaba esa afirmación como título (“Yerra usted en la estrategia defensiva”. Judicis polítics sota la democràcia militant espanyola). El contexto concreto fue el del interrogatorio por parte de la defensa de Jordi Cuixart, presidente de Òmnium Cultural en la época de los hechos enjuiciados, al entonces secretario general de Comisiones Obreras de Catalunya, Javier Pacheco. Declaraba como testigo de descargo, y el presidente del tribunal declaró impertinentes la mayoría de las preguntas de la defensa, arguyendo que las valoraciones de los testigos sobrepasaban el objeto del proceso. Tras la enésima declaración de impertinencia de una pregunta, el presidente espetó esa frase a la abogada Marina Roig. Por una parte, es significativa por lo que contiene de quiebra de la apariencia de imparcialidad que se presupone a todo juzgador. En segundo lugar, no obstante, la ocurrencia de Marchena acaso admita una lectura más profunda y revele subconscientemente una interesante tesis como es que, en juicio político, no hay defensa posible.

SP. Actualmente, personas de indudable signo político progresista y de izquierdas consideran que tantos años después de muerto el dictador no tiene mucho sentido hablar del carácter franquista de gran parte del aparato judicial español, aun reconociendo que no se depuró lo más mínimo. Tú no defiendes la misma opinión en el libro. ¿Puedes sintetizarnos por qué?

DE. La justicia política en España va mucho más allá de la dictadura franquista y se remonta a los albores del régimen liberal. Y se basa en dos elementos fundamentales: enjuiciamiento de hechos que son delitos políticos, con penas muy altas y, en cualquier caso, mayores que las asociadas a tipos penales ordinarios, y por jurisdicciones o tribunales especiales. No en vano, las causas analizadas en el libro se conocieron en la AN y el TS, que no constituyen precisamente los jueces naturales y, en algún caso, ni siquiera los predeterminados por la ley.

Por lo demás, con el acoso policial y judicial, mediante dudosas acusaciones de corrupción, a familiares del actual presidente del Gobierno de España ahora hasta la progresía del régimen parece percatarse de que existen persecuciones políticas, que las altas instancias judiciales, y muy especialmente el TS, están copadas por la derecha, y que asistimos a un proceso de creciente usurpación por parte del poder judicial —carente de toda legitimidad democrática— de funciones que corresponden a los otros dos poderes del Estado.

SP. Si tuvieras que destacar alguna cuestión que te haya sorprendido especialmente o, simplemente, que quieras destacar por su importancia durante la larga investigación que este libro evidencia, ¿cuál o cuáles nos podrías citar?

DE. La pervivencia de determinados tipos penales en lo tocante a la represión político-judicial. De las cuatro causas, en dos aparecen delitos de injurias o calumnias —que el constitucionalista Otto Kirchheimer calificaba como el delito político por antonomasia— y en la del proceso soberanista catalán, los delitos de rebelión y sedición, que el historiador del derecho Francisco Tomás y Valiente constata como los tipos penales más estables en la identificación de delitos políticos. Vale la pena comentar el delito de rebelión (sobre el que existen un par de tesis doctorales importantes): existe como tal desde el primer Código penal (1822), si bien hasta la década de 1880 los actos de rebelión no se perseguían con el Código penal, sino con decretos especiales de la época del Trienio Liberal y que atribuían la competencia de enjuiciamiento a la jurisdicción militar. Durante el Sexenio Revolucionario y los primeros años de la Restauración se aprobaron medidas para asignar a la jurisdicción civil el conocimiento de los actos de rebelión que no tuvieran “carácter militar”, y se instituyó un delito específico de rebelión militar. Sin embargo, el Código de justicia militar de 1890 relajó la definición del tipo de modo que bastaba con que los alzados formaran partida “militarmente organizada” y se enfrentaran a las fuerzas armadas para recibir la calificación jurídica de rebelión militar (art. 237.4). Con ello, la rebelión del Código penal quedaba absorbida de facto por la rebelión militar. Huelga decir que la rebelión militar fue el principal tipo penal utilizado por los tribunales militares franquistas durante la guerra de 1936-1939 y la posguerra. Solo desapareció de la legislación penal española el delito de rebelión militar cuando, ante la lenidad de las condenas impuestas por la jurisdicción militar a los militares procesados por rebelión durante los primeros años del régimen actual, el legislador derogó este delito e instituyó el de rebelión “en tiempo de guerra” (y que tampoco ha de ser cometido necesariamente por militares) como único delito de rebelión competencia de la jurisdicción militar. Más allá de las consabidas dificultades que ha tenido históricamente el Estado español para apartar a la jurisdicción militar del enjuiciamiento de los delitos políticos cometidos por civiles, es muy significativo que, cuando se encuentra con crisis constitucionales de una cierta enjundia, recurra al delito de rebelión para sancionar conductas que, además, habitualmente no se compadecen con las descritas en el tipo.

 Daniel  Escribano  ..Es doctor en sociología y traductor. Colabora con Sin Permiso, Catarsi y El Salto

https://www.sinpermiso.info/textos/la-justicia-politica-en-espana-va-mucho-mas-alla-de-la-dictadura-franquista-entrevista-con-daniel