PRIMERA PARTE I: LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL PODÍA HABER
TERMINADO EN 1943
Cuando Churchill pensaba en una alianza con los nazis
por Viktor Litovkine, Valentín Falin
A pesar de la barbarie nazi en la Segunda Guerra Mundial,
muchos dirigentes occidentales, entre ellos el primer ministro conservador
británico Winston Churchill, estaban convencidos que habría que luchar primero
contra el comunismo soviético y promovían una alianza con los nazis de Adolf
Hitler. Archivos históricos recientemente abiertos a los investigadores.
La Red Voltaire sigue presentando al público latinoamericano
y español, en colaboración con la agencia RIA Novosti un ciclo de documentos y
testimonios con motivo de los 60 años conmemorativos de la Victoria sobre el
fascismo y la finalización de la Segunda Guerra Mundial. A continuación la
charla sostenida entre Valentín Falin, Doctor en Historia, y Víctor Litovkin,
comentarista en temas militares de la agencia, en las que se elucidan aspectos
antes poco conocidos de este Segundo Conflicto Mundial (Gran Guerra Patria para
los rusos).
La apertura reciente de archivos históricos inéditos
demuestran mecanismos que han permanecido desconocidos para un vasto público,
así como los móviles de la toma de unas u otras decisiones al más alto nivel
político en esa época, los cuales ejercieron una influencia decisiva sobre el
desarrollo y desenlace de la Segunda Guerra Mundial.
Víctor Litovkin: La historiografía [1] contemporánea de la
Segunda Guerra Mundial ofrece diversas valoraciones de su etapa final. Unos
expertos afirman que la guerra podía haber terminado mucho antes. De ello
escribió, por ejemplo, en sus memorias el mariscal Chuikov. Otros sostienen que
podía alargarse un año más, como mínimo. ¿Quién está más cercano a la verdad y
en qué consiste ésta? ¿Cuál es el punto de vista de usted?
Valentín Falin: Los debates al respecto se desarrollan no
solamente en la historiografía contemporánea. De cuánto iba a durar la guerra
en Europa y cuándo terminaría se discutía ya en el transcurso de la guerra, y a
partir de 1942, ello se hacía sin cesar. Para ser más exactos, se debe
reconocer que ese problema interesaba a los políticos y los militares desde
1942.
En aquel entonces la mayoría de los estadistas, incluidos
Roosevelt y Churchill, creían que la Unión Soviética podría resistir durante
cuatro o seis semanas, al máximo. Tan sólo Benes afirmaba que la URSS
resistiría la invasión nazi y, en fin de cuentas, derrotaría a Alemania.
V.L.: Eduard Benes era, si no lo recuerdo mal, presidente de
Checoeslovaquia en emigración. Después del complot de Munich de 1938 y la
ocupación del país, él residía en Gran Bretaña.
V:F.: Sí. Pero más tarde, cuando dichas valoraciones - o
tasaciones, si usted permite -de nuestra capacidad de resistir no se
justificaron, cuando Alemania sufrió la primera -quiero recalcarlo- derrota
estratégica en la batalla de Moscú, muchos cambiaron bruscamente de opinión. En
Occidente empezaron a expresar recelos de que la Unión Soviética pudiese salir
demasiado fuerte de la guerra, y como tal, comenzase a determinar la faz de la
futura Europa.
Lo decía, por ejemplo, Berle, secretario de Estado adjunto
de EE.UU y coordinador de los servicios de inteligencia estadounidenses. De
este mismo parecer eran los allegados de Churchill, incluidas una personas muy
influyentes, que antes de empezar la guerra y en su transcurso elaboraban la
doctrina de las acciones a desarrollar por las Fuerzas Armadas británicas y
también la política de Gran Bretaña.
Con ello se explica en mucho grado la resistencia que
Churchill oponía a la apertura del Segundo Frente en 1942 [2] . Aunque
Beaverbrook y Cripps en la dirigencia británica, y especialmente Eisenhower y
otros elaboradores de los planes militares estadounidenses, suponían que
existían premisas técnicas y otras para asestar una derrota a los alemanes
precisamente en 1942, utilizando la circunstancia de que el grueso de las
fuerzas alemanas estaban concentradas en el Este y que había una costa de dos
mil kilómetros de largo de Francia, Holanda, Bélgica, Noruega y de la propia
Alemania, abierta para la incursión de los Ejércitos de los aliados. Los nazis
no tenían fortificaciones permanentes en la costa atlántica.
Es más, los militares estadounidenses procuraban persuadir a
Roosevelt (existen varios memorándums de Eisenhower al respecto) de que el
Segundo Frente era necesario, que era posible abrirlo y que su apertura
acortaría la guerra en Europa y haría capitular a Alemania, si no en 1942, en
1943 a más tardar.
Pero esos cálculos no le convenían a Gran Bretaña ni a los
conservadores de la cúpula estadounidense.
V.L.: ¿A quién se refiere usted?
V.F.: Por ejemplo, el Departamento de Estado, con Hall a la
cabeza, mantenía una actitud muy adversa con respecto a la URSS. Es por ello
que Roosevelt no lo llevó consigo cuando se dirigía a la Conferencia de
Teherán. El secretario de Estado recibió los protocolos de las reuniones del
«gran trío» sólo al cabo de seis meses de haberse celebrado la conferencia. Lo
curioso es que la inteligencia política del Reich haya informado de su
contenido a Hitler pasadas tres o cuatro semanas. La vida está llena de paradojas.
Después de la batalla de Kursk de 1943, que culminó con la
derrota de la Wehrmacht, en Québec (Canadá) se reunieron el 20 de agosto los
jefes de los Estados Mayores de EE.UU y Gran Bretaña, así como Churchill y
Roosevelt. En el orden del día estaba el tema de un eventual abandono por
Estados Unidos y Gran Bretaña de la coalición antihitleriana y la formación de
una alianza con los generales nazis con el fin de librar guerra conjunta contra
la Unión Soviética.
Un tanque nazi Tiger en el frente de Kursk (Rusia), batalla
que ha quedado registrado hasta hoy día como el más grande choque de blindados
de la historia militar.
V.L.: ¿Por qué?
V.F.: Porque, según la ideología de Churcill y quienes la
compartían en Washington, había que detener a los «bárbaros rusos» en el Este,
lo más lejos posible, y si no derrotar a la Unión Soviética, por lo menos
debilitarla al máximo. Hacerlo, antes que nada, por las manos de los alemanes.
Así se formulaba la tarea.
Era un plan muy viejo de Churchill. Él había desarrollado
esa idea al conversar con el general Kutepov ya en 1919. Los norteamericanos,
los ingleses y los franceses están sufriendo un revés y no podrán aplastar a la
Rusia soviética, decía él.
Hace falta que de ello se ocupen los japoneses y los
alemanes. En 1930, Churchill le explicaba la tarea en la misma clave a
Bismarck, primer secretario de la Embajada de Alemania en Londres. Los alemanes
se portaron durante la Primera Guerra Mundial como unos necios, decía él.
En vez de reconcentrarse en inflingir derrota a Rusia,
empezaron a librar guerra en dos frentes. Si ellos se hubieran ocupado sólo de
Rusia, Inglaterra habría neutralizado a Francia.
Churchill lo percibía no tanto como una lucha contra los
bolcheviques cuanto como continuación de la guerra de Crimea de 1853-1856, en
la que Rusia procuró poner fin a la expansión británica, no importa con qué
resultado.
V.L.: En Transcaucasia, Asia Central y Oriente Próximo rico
en petróleo...
V.F.: Por supuesto. Por consiguiente, cuando estamos hablando
de diversas variantes de librar guerra contra la Alemania nazi, no debemos
olvidar que existían diversos enfoques de la filosofía de ser aliados y de los
compromisos que Inglaterra y EE.UU querían asumir ante Moscú.
Voy a hacer una digresión. En 1954 o en 1955, en Gent se
celebró un simposio religioso sobre el tema de si se besan los ángeles. Como
resultado de los debates de muchos días se llegó a la conclusión de que sí, se
besan, pero sin sentir pasión. Dentro de la coalición antihitleriana, las relaciones
de aliados semejaban ser unos besos así, por no decir que eran unos besos de
Judas. Se hacían promesas, sin asumir compromisos, o -aún peor- para inducir a
error a la parte soviética.
Esa táctica hizo fracasar las negociaciones entre la URSS,
Gran Bretaña y Francia en agosto de 1939, cuando todavía existía la posibilidad
de hacer algo para detener la agresión nazi. A los dirigentes soviéticos no les
dejaron otra opción que concertar el pacto de no agresión con Alemania.
Nos expusieron al golpe de la máquina militar nazi, ya
preparada para agredir. Conviene citar la directriz formulada en el despacho de
Chamberlain: «Si Londres no puede evitar pactar con la Unión Soviética, la
firma británica que se ponga al pie del documento no debe significar que en
caso de agredir los alemanes contra la URSS los ingleses le acudan en ayuda a
la víctima de la agresión, declarando guerra a Alemania. Debemos reservarnos la
posibilidad de manifestar que Gran Bretaña y la Unión Soviética interpretan los
hechos de distintos modos».
V.L.: Existe otro ejemplo histórico bien conocido: cuando
Alemania agredió en septiembre de 1939 a Polonia, aliada de Gran Bretaña,
Londres declaró guerra a Berlín, mas no dio ni un paso concreto para ayudar
realmente a Varsovia.
V.F.: Pero en nuestro caso ni se trató de declarar guerra
aunque sea de pura forma. Los tories (políticos conservadores británicos)
partían de que la apisonadora alemana iba a llegar a los Urales, aplastándolo
todo en su camino. Y que no quedaría quien se quejase de la Perfidia de Albión.
Esa ligazón entre las épocas y los acontecimientos siguió
existiendo durante la guerra, dando pábulo para las reflexiones. Y las
conclusiones a que se llegaba no eran muy optimistas para nosotros, según me
parece a mí.
V.L.: Volvamos al deslinde de los años 1944 y 1945.
¿Podíamos haber concluido la guerra antes del mes de mayo o no?
V.F.: Hagamos la pregunta de otro modo: ¿Por qué el
desembarco de los aliados se planeaba precisamente para 1944? Nadie lo acentúa,
pero la fecha no se escogió por una casualidad. En Occidente tomaban nota de
que en Stalingrado habíamos perdido un inmenso número de soldados, oficiales y
material de guerra, que habíamos sufrido colosales pérdidas en el arco de
Kursk... Perdimos más carros blindados que los alemanes.
En 1944, la URSS ya se veía obligada a movilizar a muchachos
de 17 años de edad. El campo ya estaba sin la mano de obra masculina. Sólo
evitaban llamar a filas a los hombres de los años de nacimiento 1926 y 1927 que
trabajaban en las empresas de la industria de guerra, por protestar mucho los
directores de éstas.
Los servicios de inteligencia estadounidenses y británicos,
al valorar las perspectivas, coincidían en que hacia la primavera de 1944 el
potencial ofensivo de la Unión Soviética se vería agotado por completo, ya no
habría reservas humanas, y la Unión Soviética ya no podría asestarle a la
Wehrmacht un golpe comparable con los que ésta recibió en las batallas de
Moscú, Stalingrado y Kursk.
Según sus cálculos, atascados en la confrontación con los
nazis, los soviéticos cederían la iniciativa estratégica a EE.UU e Inglaterra
hacia las fechas de comenzar el desembarco.
Con el desembarco de los aliados en el continente se hizo
coincidir un complot tramado contra Hitler. Los generales, si se hiciesen con
el poder en el Reich, tenían que disolver el Frente Occidental y abrir paso a
los estadounidenses y los ingleses para que éstos ocuparan a Alemania y
«liberaran» a Polonia, Checoeslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria, Yugoslavia y
Austria... Se pretendía hacer parar al Ejército Rojo en las fronteras del año
1939.
V.L.: Recuerdo que los estadounidenses y los ingleses hasta
desembarcaron en Hungría, cerca de Balatón, con el fin de apoderarse de
Budapest, pero los alemanes liquidaron a todo el grupo...
V.F.: No era un desembarco en sí, era un grupo a que se
encomendó restablecer contactos con las fuerzas antisfascitas húngaras. Pero se
hizo fracasar no sólo ese plan. Después del atentado, Hitler quedó a salvo,
Rommel fue gravemente herido y salió del juego, aunque en Occidente se ponían
las miras precisamente en él. Los demás generales se acobardaron.
Sucedió lo que sucedió. A los estadounidenses no les resultó
recorrer Alemania en marcha alegre bajo el son de la música marcial. Ellos se
vieron obligados a entrar en combates, a veces pesados, baste con recordar la
operación de Ardenas. Pero pese a todo eso, ellos cumplían sus tareas, a veces
de una manera bastante cínica.
Voy a aducir un ejemplo concreto. Las tropas de EE.UU se
acercaron a París. Allí había estallado una sublevación. Los estadounidenses se
detuvieron a treinta kilómetros de la capital, esperando a que los alemanes
acabasen con los rebeldes, porque se trataba en primer lugar de los comunistas.
Según diversos datos, fueron matados de tres a cinco mil
personas. Pero los sublevados lograron imponerse, y entonces los
estadounidenses tomaron París. Algo análogo sucedió en la parte Sur de Francia.
Volvamos a aquel deslinde del que empezamos a hablar.
V.L.: Del invierno de 1944 y 1945.
V.F.: Sí. En otoño de 1944 en Alemania se celebraron varias
reuniones, primero bajo dirección de Hitler, y luego, por encargo de éste, de
Jodl y Keitel. Su sentido se reducía a lo siguiente: Si les damos una buena
tunda a los estadounidenses, en EE.UU e Inglaterra despertará el gusto por
volver a las negociaciones que se habían celebrado entre 1942 y 1943
ocultándolo de Moscú.
La operación de Ardenas fue concebida en Berlín no como una
llamada a contribuir a la victoria en la guerra, sino para minar las relaciones
de aliados entre Occidente y la Unión Soviética. Se pretendía dar a entender a
EE.UU que Alemania todavía era fuerte y podía presentar interés para los países
occidentales en su confrontación con la Unión Soviética. Y que a ellos mismos
no les alcanzarían fuerzas para hacer parar a los «rojos» en los accesos a
Alemania.
Hitler subrayaba que nadie iba a conversar con un país que
estaba en una situación grave. Con nosotros van a hablar si la Wehrmacht
demuestra seguir siendo una fuerza de verdad, decía él.
El factor sorpresa era su as de triunfos. Los aliados se
instalaron en locales de invierno, sosteniendo que la zona de Alsacia y las
montañas de Ardenas eran un lugar magnífico para descansar y muy malo para librar
operaciones de combate. Pero los alemanes tenían planes de abrirse paso hacia
Rotterdam y con ello privarlos a los estadounidenses de la posibilidad de
utilizar los puertos de Holanda. Era la circunstancia decisiva para toda la
campaña occidental.
El comienzo de la operación de Ardenas se aplazó en varias
ocasiones. A Alemania no le alcanzaban fuerzas. Empezó en el momento preciso en
que en invierno de 1944 el Ejército Rojo libraba extenuantes combates en
Hungría, en la zona de Balatón y Budapest. Estaban en juego las últimas fuentes
de petróleo -en Austria y algunas en la propia Hungría -controladas todavía por
los alemanes.
Esta era una de las causas por las que Hitler decidió
defender a Hungría a pesar de todo, y en el apogeo mismo de la operación de
Ardenas y antes de comenzar la de Alsacia empezó a atraer tropas desde la
dirección occidental, para lanzarlas al frente soviético-húngaro. La fuerza
básica de la operación de Ardenas - el Sexto Ejército de carros blindados de la
SS - fue quitada de Ardenas y trasladada a Hungría...
V.L.: A Haimasker.
V.F.: El desplazamiento había comenzado en esencia antes de
que Roosevelt y Churchill, presas de pánico, le dirigieron a Stalin un
llamamiento que, traducido del lenguaje diplomático al corriente, decía: ayúdennos,
sálvennos, estamos sufriendo una desgracia.
Hitler a su vez suponía, hay pruebas de ello: puesto que los aliados le fallaban tan a menudo a la Unión Soviética y se ponían a esperar abiertamente cuánto iban a aguantar Moscú y el Ejército Rojo, también la parte soviética podría proceder así.
Hitler a su vez suponía, hay pruebas de ello: puesto que los aliados le fallaban tan a menudo a la Unión Soviética y se ponían a esperar abiertamente cuánto iban a aguantar Moscú y el Ejército Rojo, también la parte soviética podría proceder así. En 1941 ellos esperaban cuándo iba a caer la capital de la URSS; en 1942, no sólo Turquía y el Japón, también EE.UU estaban aguardando la caída de Stalingrado, para luego empezar a revisar su política.
Los aliados ni siquiera quisieron proporcionarle a la URSS los datos obtenidos por sus servicios de inteligencia, por ejemplo de los planes de los alemanes de desarrollar la ofensiva del Don al Volga y después hacia el Cáucaso, y otros por el estilo... Hitler a su vez suponía, hay pruebas de ello: puesto que los aliados le fallaban tan a menudo a la Unión Soviética y se ponían a esperar abiertamente cuánto iban a aguantar Moscú y el Ejército Rojo, también la parte soviética podría proceder así.
En 1941 ellos esperaban cuándo iba a caer la capital de la
URSS; en 1942, no sólo Turquía y el Japón, también EE.UU estaban aguardando la
caída de Stalingrado, para luego empezar a revisar su política. Los aliados ni
siquiera quisieron proporcionarle a la URSS los datos obtenidos por sus
servicios de inteligencia, por ejemplo de los planes de los alemanes de
desarrollar la ofensiva del Don al Volga y después hacia el Cáucaso, y otros
por el estilo...
V.L.: Si no me equivoco, esa información nos fue
suministrada por la legendaria «Orquesta Roja».
V.F.: Los estadounidenses no nos informaban de nada, aunque
conocían muchos detalles, hasta días y horas, por ejemplo, respecto a los
preparativos de la operación «Ciudadela» en el Arco de Kursk...
Teníamos fundamentos de peso, por supuesto, para ver
detenidamente en qué grado nuestros aliados sabían y querían combatir y en qué
grado estaban preparados para promover su plan principal durante la realización
de la operación en el continente, que era el plan «Rankin».
El plan principal no era el «Overlord», sino precisamente el
«Rankin», que preveía establecer control anglo-americano sobre toda Alemania y
todos los Estados de Europa del Este, para no dejarnos entrar allá. Eisenhower,
cuando fue designado comandante del Segundo Frente, recibió la directriz: ir
preparando el plan «Overlord», pero siempre tener en cuenta el «Rankin».
Si surgían las condiciones propicias para realizar el
«Rankin», dejar de un lado el «Overlord» y lanzar todas las fuerzas a cumplir
el «Rankin». El levantamiento en Varsovia fue organizado con ese objetivo, así
como otras muchas actividades.
En este sentido, el año 1944 y comienzos del 1945 eran la
hora de la verdad. La guerra no se desarrollaba por dos frentes: el del Este y
el del Oeste, sino en dos frentes.
Oficialmente, los aliados realizaban unas operaciones de
combate que tenían mucha importancia para nosotros, atando, sin lugar a dudas,
una parte de las tropas alemanas.
Pero su plan fundamental consistía en hacer parar en lo
posible a la Unión Soviética, según decía Churchill, mientras que algunos de
los generales estadounidenses utilizaban palabras más bruscas: «detener a los
descendientes de Genghis Khan».
Pero fue Churchill quien formuló esa idea en una forma
abiertamente antisoviética en octubre de 1942, cuando todavía no había
comenzado nuestra contraofensiva el 19 de noviembre en Stalingrado. «Tenemos
que hacer parar a esos bárbaros en el Este, lo más lejos posible», dijo él.
Cuando estamos hablando de nuestros aliados, no quiero
menospreciar de ningún modo los méritos de sus soldados y oficiales que
combatían, igual que nosotros, sin saber nada de las intrigas y maquinaciones
políticas de sus gobernantes, combatían con honestidad y firmeza.
Tampoco quiero restarle importancia a la ayuda de
«land-lease» que se nos prestaba, aunque nunca fuimos los destinatarios
principales. Quiero subrayar simplemente en qué grado la situación era
complicada, contradictoria y peligrosa para nosotros a lo largo de toda la
guerra, hasta resonar las salvas de la Victoria. En qué grado nos era difícil a
veces tomar una u otra decisión, cuando no simplemente nos embaucaban sino que
nos exponían al peligro.
V.L.: ¿O sea que la guerra de veras podía haber terminado
mucho antes del mayo de 1945?
V.F.: Respondiendo con absoluta franqueza, diré: sí, podía.
Y no es la culpa de nuestro país de que no haya terminado ya en 1943. No es
culpa nuestra. Habría terminado, si nuestros aliados hubieran cumplido con
honestidad su deber, si se hubieran atenido a los compromisos asumidos ante la
Unión Soviética en 1941, 1942 y en la primera mitad de 1943. Pero puesto que no
lo hicieron, la guerra se alargó por un año y medio o por dos años, como
mínimo.
Lo principal es que, si no hubiera sido por ese dar largas a
la apertura del Segundo Frente, habrían perecido unos 10 ó 12 millones de
soviéticos y aliados menos, especialmente en el territorio de la Europa
ocupada. Ni habría existido Oswiecim (campo de concentración de Auschwitz), que
empezó a funcionar a plena marcha en 1944...
Viktor Litovkine
Valentín Falin
Fuente
RIA Novosti (Rusia)
https://www.voltairenet.org/article124418.html (1ª parte )
https://www.voltairenet.org/article124405.html (2ª parte