La ocupación de Trump de las ciudades estadounidenses ha comenzado
Manifestantes en Portland fueron detenidos en las calles sin orden judicial por agentes no identificados. Y se anunció que en Chicago podría suceder lo mismo. ¿Ya podemos llamarlo fascismo?
Un mes después de la toma de posesión de Donald Trump, un historiador de la Universidad de Yale, Timothy Snyder, publicó el libro superventas Sobre la tiranía: Veinte lecciones que aprender del siglo XX. Fue parte de una pequeña cascada de títulos que tenían la intención de ayudar a los estadounidenses a encontrar su rumbo a medida que el nuevo presidente atacaba la democracia liberal.
Una de las lecciones de Snyder fue: “Desconfía de las fuerzas paramilitares”. Escribió: “Cuando las fuerzas paramilitares partidarias de un líder se entremezclan con la policía y las fuerzas oficiales, ha llegado el final”. En 2017, la idea de agentes no identificados vestidos con camuflaje que se llevaran a personas de izquierda en plena calle sin órdenes de aprehensión podría haber parecido como una fantasía febril de resistencia. Ahora está ocurriendo.
Según una demanda legal presentada el viernes por la fiscala general de Oregón, Ellen Rosenblum, agentes federales “han usado vehículos particulares para manejar por el centro de Portland, detener a manifestantes y subirlos a los vehículos sin identificación de los agentes” desde al menos el martes pasado. Los manifestantes no son arrestados ni se les dice por qué están siendo retenidos.
No hay manera de conocer la afiliación de todos los agentes —han usado uniformes militares con parches que solo dicen “Policía”—, pero The New York Times reportó que algunos de ellos son parte de un grupo de la Patrulla Fronteriza “que normalmente se encarga de investigar a organizaciones de contrabando de droga”.
El gobierno de Trump ha anunciado que tiene la intención de enviar una fuerza similar a otras ciudades; el lunes 20 de julio, el Chicago Tribune reportó planes de desplegar a alrededor de 150 agentes federales en Chicago. “No necesito una invitación del estado”, dijo en Fox News el lunes Chad Wolf, secretario interino del Departamento de Seguridad Nacional, y agregó: “Vamos a hacer eso, les guste que estemos ahí o no”.
En Portland, vemos cómo luce una ocupación como esa. Oregon Public Broadcasting reportó el caso de Mark Pettibone, de 29 años, que el miércoles pasado fue detenido en la calle por hombres no identificados, subido de manera apresurada a una miniván sin distintivos de ninguna agencia de seguridad y llevado a una celda en la corte federal. Finalmente, fue liberado sin saber quién lo secuestró.
Un agente federal le disparó en la cabeza a Donavan La Bella, de 26 años, con munición de impacto —un tipo no letal para control de multitudes—; La Bella fue hospitalizado y requirió cirugía reconstructiva. En un video ampliamente difundido, un veterano de la Marina de 53 años fue rociado con gas pimienta y golpeado después de acercarse a agentes federales para preguntarles sobre sus juramentos de defender la Constitución, lo que lo dejó con dos huesos rotos.
Existe algo particularmente aterrador en el uso de los agentes de la Patrulla Fronteriza en contra de los disidentes estadounidenses. Después del ataque contra los manifestantes cerca de la Casa Blanca el mes pasado, los militares rechazaron los intentos de Trump de usarlos en contra de los ciudadanos. Los policías de muchas ciudades están dispuestos a violentar a los inconformes, pero ellos están bajo el control de las autoridades locales. Por el contrario, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por su sigla en inglés) de Estados Unidos está bajo el control de la autoridad federal, tiene líderes que son devotos fanáticos de Trump y está saturada de políticos de extrema derecha.
“No me sorprende que Donald Trump eligió a la CBP para que fuera a Portland e hiciera esto”, me dijo Joaquin Castro, representante demócrata de Texas. “Ha sido una agencia muy problemática en términos de respetar los derechos humanos y la ley”.
Es verdad que la CBP no es una milicia extragubernamental y por ello podría no encajar de manera precisa en el esquema que Snyder presenta en Sobre la tiranía. Sin embargo, cuando hablé con Snyder el lunes, sugirió que la distinción no es tan significativa. “El Estado tiene permiso de usar la fuerza, pero el Estado tiene permiso de usar la fuerza conforme a las reglas”, dijo. Estos agentes, al operar fuera de los papeles que normalmente desempeñan, se comportan, de manera evidente, sin ley.
Snyder señaló que la historia de la autocracia ofrece varios ejemplos de agentes fronterizos usados en contra de enemigos del régimen.
“Esta es una forma clásica en que la violencia ocurre en regímenes autoritarios, ya sea en la España de Franco o en el imperio ruso”, dijo Snyder. “Las personas que están acostumbradas a cometer violencia en la frontera luego son traídas para cometer violencia contra personas en el interior”.
A Castro le preocupa que debido a que los agentes no se identifican a sí mismos, grupos de extrema derecha podrían fácilmente hacerse pasar por ellos para ir en contra de sus enemigos de izquierda. “Se vuelve más probable entre más se use esta táctica”, dijo.
El viernes, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, tuiteó sobre lo que pasa en Portland: “Trump y sus ‘stormtroopers’ [tropas de asalto] deben ser detenidos” (en una posible referencia a las Camisas Pardas que ayudaron al ascenso al poder de Adolf Hitler). No mencionó qué planea hacer el Congreso para detenerlos, pero la Cámara de Representantes pronto votará en torno a un proyecto de ley de asignaciones de seguridad nacional. Las personas indignadas por las tácticas de Estado policiaco del gobierno deberían exigir, como mínimo, que el Congreso retenga el financiamiento del departamento hasta que esas tácticas sean detenidas.
Durante el gobierno de Trump, ha habido un debate sobre si el autoritarismo del presidente es detenido por su incompetencia. Aquellos que piensan que la preocupación sobre el fascismo es exagerada pueden citar varias instancias en las que el gobierno ha sido criticado después de exceder sus límites. Sin embargo, con demasiada frecuencia, la Casa Blanca ha perseverado, al deformar la vida estadounidense hasta que lo que antes parecía ser la peor situación posible se convierte en el “statu quo”.