jueves, 16 de enero de 2020

La libreta de Chéjov



La libreta de Chéjov

El viejo topo



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La  casa de Moscú 

Per Irene Giménez, actriu
Cuando la Málaya Nikitskaya de Moscú (la calle donde vivió Gorki) llega a la Sadóvaya-Kudrínskaya ulitsa, se descubre en el número 6 la casa de Chéjov, convertida hoy en museo a su memoria. Es una casita de dos pisos, de fachada rojiza, que al lado de las ventanas de la planta baja enseña una reja de hierro que cierra el callejón por donde se llega a un patio abierto arbolado. La puerta de entrada está en ese pasadizo lateral. Chéjov y los suyos vivieron aquí entre 1886 y 1890. Dentro, aparece una salita con butacas, un reloj y cuadros familiares, y un escritorio verde, que utilizaba Antón Pávlovich. Sobre la mesa, una imagen de Chaikovski: el compositor iba a esa casa a visitarlo y, antes, le había escrito encandilado por los relatos del escritor. Llama la atención una vitrina con una caja de acuarelas. Aquí tenía Chéjov su estudio, y extraía de una libreta que siempre llevaba consigo rasgos, personajes, situaciones. Dejó muchos cuadernos de notas. Era capaz de escribir un relato en un solo día.
Al lado, dos pequeños dormitorios: el de Mijaíl, con escritorio y butaca; y el de Antón Pávlovich, que tiene una minúscula cama baja. En la antesala, una estantería con libros. La habitación de su hermana María, que tanta devoción le mostró siempre hasta el punto de sacrificar su propia vida, rechazando pretendientes para cuidar de su hermano, tiene una pequeña sala. En el piso de arriba, una estancia con piano, que tocaba Nikolái; alrededor, un diván y sillas para escuchar al virtuoso. Chaikovski venía con frecuencia. Junto a ella, una habitación para coser y pintar, que tiene un caballete y pinturas de Nikolái, el hermano enfermo y alcohólico que también murió de tuberculosis en 1889 sumiendo a Chéjov en una profunda tristeza.





Después del viaje del escritor a Sajalín, la familia no pudo pagar el alquiler, y se trasladaron a la Málaya Dmítrovka. Durante esos cuatro años en la casa de Sadóvaya-Kudrínskaya ulitsa, Chéjov escribía durante toda la jornada, aunque a mediodía recibía pacientes durante tres horas. No le gustaba frecuentar las fiestas, ni los encuentros literarios. En la disposición de recuerdos de la casa, no han olvidado poner un mapa de la isla de Sajalín. Y fotografías del penal, e incluso una carta autógrafa suya. Aquí y allá, cuadros de la familia, una vitrina con los anteojos, su pluma, una caña de pescar y el maletín de médico, como si esos objetos resumieran toda su vida. Y tal vez sea así.

Hay otros museos Chéjov en las casas donde vivió, en Mélijovo (de hecho, es una reconstrucción hecha por el gobierno soviético en 1960) y en Yalta, y hasta en Sajalín. La última vez que Chéjov visitó Moscú fue el 3 de junio de 1904: ese día subió al tren para viajar a Badenweiler. Los días anteriores había estado repasando El jardín de los cerezos. Llegaron a su destino seis días después, y en ese balneario alemán pasó las jornadas en cama leyendo los periódicos, preocupado por la guerra en Oriente con Japón. El 2 de julio del calendario ortodoxo, murió.
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Chéjov  en prisión en  la isla de   Sajalín, con Leon Tolstoy.
* * *  
Para conocer a Chéjov, además de sus páginas, disponemos de la monumental biografía que escribió Donald Rayfield hace dos décadas, y la de Pável Grómov, en cirílico; de las escuetas páginas de Natalia Ginzburg; del libro de Irène Némirovsky , publicado cuando la autora ya había muerto en Auschwitz; del estudio de David Magarshack que citaba (aunque se había publicado hacía más de cincuenta años) Cabrera Infante poco antes de morir, y de la biografía de Rosamund Bartlett. Nos han dejado un recuerdo de Chéjov a veces triste, sin duda por algunas de sus obras, pese a que sus primeros cuentos eran humorísticos, y por su temprana muerte, aunque también supo reír y disfrutar de la vida. Muchos lo veían como un hombre reservado, distante, y, sin duda, era un solitario, aunque disfrutaba con su familia y sus amigos: en Mélijovo los visitantes eran a veces tan numerosos que había que instalarlos en la casita de dos habitaciones para invitados y en el granero. Entonces, cuando viajaba a Moscú, se alojaban en el Gran Hotel Moscú, al inicio de una de las calles principales de la ciudad, la Tverskaia, que en los años soviéticos llevaba el nombre de Gorki.
Chéjov visitó por primera vez a Moscú con diecisiete años y dos años después se trasladó ya a la capital, desde su Tanganrog del mar de Azov, para vivir con su familia en un pobre sótano de la calle Gráchevka y, luego, en la callejuela Golovin. Hasta que no se cambiaron a la Yakimanka, junto a la iglesia de Tserkov' Ioanna Voina, Chéjov no pudo disponer de un pequeño estudio. Por fin, en 1886, pudieron alquilar esa casa entera en la Sadóvaya-Kudrínskaya ulitsa: Chéjov se había licenciado en medicina en 1884, aunque apenas cobraba, pero conseguía ingresos con sus relatos. La familia se instaló después en un pequeño apartamento en la Málaya Dmítrovka, y a partir de 1892 Chéjov vivirá en Mélijovo durante seis años, aunque volvía a la Málaya Dmítrovka ocasionalmente, hasta que a finales de 1898 compró la finca de Yalta, la última casa de su vida.
Reconocemos a Chéjov en ese cuadro que pintó el joven Iósif Broz, un discípulo de Repin, que le había encargado la galería Tretiakov de Moscú, donde se halla hoy el retrato: vemos al escritor en un sillón verde, con los anteojos sujetos al cordón que baja hasta su chaleco, y la mano sujetando el mentón. En casi todas las fotografías que se conservan vemos a Chéjov serio, aunque en algunas, con Olga Knipper, sonríe: la conoció al final de su vida, en septiembre de 1898, tras haber pasado enfermo el invierno en Niza. En una de esas fotografías, Antón Pávlovich lee La gaviota: le escuchan actores del Teatro del Arte de Moscú, Olga Knipper y Vsevólod Méyerhold; de pie, mirando el libro que Chéjov lee, vemos a Konstantín Stanislavski. En otra, aparecen Tolstói y Chéjov, tomando el té en una terraza de Crimea: el dramaturgo telefoneaba a Tolstói e iba a verlo a Gaspra, cerca de su casa en Yalta. Era muy distinto a él, cuyo torrente narrativo contrasta con la concisión y sencillez de Chéjov, que tuvo en gran estima al autor de Guerra y paz (“a ningún hombre quiero tanto como a él”, le confesó a Mijaíl Osípovich Ménshikov) aunque le molestaba su aire de profeta y que, en ocasiones, escribiese sobre “aquello que no conoce y que por obcecación no quiere conocer”; pero creía que esos defectos eran irrelevantes ante la calidad literaria de Tolstói. Por su parte, al autor de Anna Karénina no le gustó El tío Vania. Tolstói no dejó resquicio de duda cuando le dijo a Chéjov: “Detesto a Shakespeare, pero las comedias que usted escribe son todavía peores”. No era extraño: después de todo, Dostoievski nos advirtió de que “un par de botas es más importante que Shakespeare”.


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A inicios del siglo XX, Tolstói, Chéjov y Gorki coincidieron en Crimea y se relacionaron. Durante casi un año, en 1901, Tolstói vivió en Gaspra, en la propiedad de la condesa Sophia Vladimirovna Panina, una mujer que era miembro de los kadetes y que acabó colaborando con Denikin y los blancos durante la guerra civil. Por su parte, Gorki vivía en una pensión en Oleis (que era ofrecida gratuitamente para escritores pobres por el comerciante Iván Tokmakov) y consideró siempre a Chéjov un hombre libre, íntegro, uno de los grandes escritores de Rusia. También vivía en Yalta, por problemas de salud, Meyerhold, de quien Chéjov escribe que “se lamenta de todo lo que le duele la vida”.
Todos sus abuelos fueron siervos de la gleba en aquella Rusia miserable, y Chéjov pasó una infancia difícil, golpeado con frecuencia por su padre, ante la resignada madre. Pese a su beatería, el progenitor era un hombre brutal, y el matrimonio cargado de deudas, no pudo ofrecer a sus hijos más que una vida de pobres. Esas figuras que viven entre estrecheces aparecen con mucha frecuencia en sus cuentos, como Pasha, la corista, que entrega sus joyas para salvar a un marido infiel. En su vejez, su padre, siempre santurrón, cantaba salmos religiosos a voz en cuello mientras ahogaba en el sahumerio a la familia con el incensario de cadena. Chéjov recelaba de la religión, es capaz de hacernos sonreír mientras la melancolía envuelve sus escenas y personajes, y nos lleva a la desolación de las vidas inútiles, perdidas, prescindibles.
Con diecinueve años, abandona Taganrog para ir a Moscú, donde ya estaban sus padres y hermanos, y con poco más de veinte años escribe relatos por unos pocos kópeks cada línea, mientras soporta las borracheras de sus hermanos. Se hizo médico, pero no cobraba a los pobres. En 1885, visitó San Petersburg por primera vez. Habló con editores, volvió al año siguiente y en otras ocasiones, a casa de su editor y amigo Suvorin, aunque el asunto Dreyfus enfrió su amistad: Chéjov defendió la militancia de Zola. Los inicios no fueron fáciles. En 1887, estrena Ivanov en el teatro Korsh de Moscú. Es un fracaso clamoroso. La bronca es estrepitosa: los estudiantes querían tirar a los actores por la platea. Pese a todo, antes de marchar a Siberia consiguió abrirse paso en el teatro y en la edición, y empieza a ser muy conocido; su obra La estepa tuvo éxito, y en 1888 la Academia de Ciencias le concedió el premio Pushkin, aunque tuvo algunos fracasos y la muerte de su hermano Nikolái lo afectó profundamente. Incluso empezó a escribir una novela, según confesó a Alekséi Suvorin, aunque nunca la terminó. En esos años ya tiene una noción clara de su escritura: sus relatos nos muestran la vida, sin concebir historias cerradas; busca la objetividad, describe con veracidad los personajes que crea, inmersos en su época, y opta por la sencillez y la brevedad. A su hermano Alexánder, que también escribe, le recomienda: “El lenguaje debe ser sencillo y elegante. Los lacayos deben hablar de modo sencillo, sin tapujos ni regodeos. Los capitanes retirados de nariz colorada, los periodistas bebedores, los escritores muertos de hambre, las esposas tísicas y laboriosas, los jóvenes honestos y sin mácula, las doncellas sublimes, las niñeras bondadosas… todo eso ya fue descrito y debe evitarse como un foso.”

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Con Gorki, el discípulo de Chéjov

En abril de 1890 inició su viaje a Sajalín, atravesando ríos helados, bosques infinitos: el ferrocarril transiberiano no se inauguraría hasta 1900. Sajalín era el infierno (viaja allí “quizá para no volver jamás”, escribió): quería huir, probar la aventura, y contribuir a la reforma de Rusia examinando uno de sus pozos más negros, aunque, al mismo tiempo, admiraba a Nikolái Przevalski, un militar y excepcional geógrafo que defendía un nacionalismo exaltado y que exploró el desierto de Gobi, Mongolia y el Ussuri. En Sajalín, Chéjov se despertaba cada mañana con el sonido de las cadenas que arrastraban los deportados, y esa experiencia lo marcaría para siempre. Volvió por mar, en diciembre, en el vapor Petersburgo: pasó por Singapur, Ceilán (el paraíso, contó, donde tuvo relaciones, bajo los cocoteros, con una “hindú de ojos negros”, como tuvo otro encuentro con una meretriz japonesa en Blagovéshchensk, en el Amur, en la frontera china, durante el viaje de ida), llegó a Port Said y a Constantinopla para alcanzar Odessa y tomar un tren hasta Moscú.
Hizo su primer viaje por Europa en 1891, con el editor Aleksei Suvorin y su hijo; a lo largo de dos meses visitó Viena, Venecia, Florencia, Roma, Nápoles, Niza, París y Berlín. En Nápoles, incluso ascendió al Vesubio. Al año siguiente pudo comprar la casa de Mélijovo, gracias a un préstamo de su editor Suvorin: allí escribió La gaviota. En esa época, febrero de 1893, escribe al médico Iósif Isaiévich Ostrovski (estudiaron juntos, en Taganrog): “No soy rico y vivo exclusivamente del trabajo. Cuanto más viejo me hago, trabajo menos y con mayor pereza. Ya siento la vejez.” Y solo tenía treinta y tres años. Volvió a Italia en 1894, a Trieste, Venecia, Milán, Génova. Tres años después, tras recuperarse precariamente de un grave ataque de su tuberculosis, viaja a París, a Biarritz y Niza, a Montecarlo a jugar a la ruleta. Incluso acarició el proyecto de viajar a Egipto, y de conocer el Sáhara, pero su precaria salud se lo impidió. El viaje que más le marcó fue la expedición a Sajalín: quedó atrapado para siempre por la belleza del Baikal.
Antes de vivir allí, Chéjov se iba a Mélijovo, al sur de Moscú; paseaba con sus perros, y se encerraba a escribir en una casita de madera que le hicieron en el jardín. Después, viajaba a Crimea, más enfermo, para perseguir el sol del mar Negro. Desde Yalta entabló relación con el joven Gorki, que también padecía tuberculosis, y por quien dimitiría en 1902 de la Academia de Ciencias cuando el zarismo (el gran duque Konstantín Románov era el presidente de la institución) impidió que Gorki se incorporara. Chaikovski, amigo de Chéjov y del gran duque, no pudo evitarlo. En Yalta, a Chéjov le gustaba pasear hasta Oreanda, donde hubo un palacio del zar Nicolás I, que se perdió en un incendio en 1882; llegaba atravesando la finca donde Nicolás II hizo construir el Livadia, que años acogió la Conferencia de Yalta, con Stalin, Roosevelt y Churchill. En esos días, Chéjov paseaba con una joven, Nadezda Ternóvskaia; descansaban en un banco de la iglesia (“el banco de Chéjov”) para admirar las costas de Yalta y las aguas tranquilas: en ese lugar puso Chéjov a su Anna, la dama del perrito, mirando el mar junto a Gúrov, su amante moscovita. Gorki desnudó esos relatos: “al leer los cuentos de Chéjov uno parece sumergido en un día triste de fines de otoño”.
Antón Pávlovich siempre tuvo muchas relaciones sentimentales, como detalla Donald Rayfield, fugaces intentos o algo más, no importa. A veces, rechazaba mantener relaciones con algunas mujeres, pero también frecuentó prostíbulos. Chéjov trató mucho a Lika Mizínova, una actriz amiga de su hermana que estaba profundamente enamorada de él y que, un tiempo, creyó que el escritor le correspondía, aunque nunca se lo manifestase. Y a Olga Vasílieva, que lo había conocido en Niza. Niza le recordaba a su Taganrog natal, y allí se instaló en septiembre de 1897, para pasar el invierno lejos del frío que agravaba su tuberculosis, viviendo en la Pensión Rusa, la misma donde se alojó Lenin en 1909. También se relacionó con la hija de Tolstói, Tatiana; y con la nieta de su editor Suvorin, Nadia Kolomnina. A Nadiezdha Ivanovna, que estaba Yalta, la califica de “mi prometida” en una carta a Olga Knipper, cuando aún no se había comprometido con ésta. Conoció a Knipper en el teatro, ensayando La gaviota (la obra donde retrató a Lika Mizínova, convirtiéndola en Nina Zaréchnaia, y que para algunos es, también, el modelo de la Anna de La dama del perrito). La gaviota, representada en San Petersburgo en 1896, fue un fracaso, y las risas del público hirieron profundamente a Chéjov. Otras versiones dicen que conoció a Knipper en Moscú cuando ella interpretaba a Irina en la obra de Alekséi Tolstói, El zar Fiodor Ivánovich.
En 1899, invitó a Olga a Mélijovo; después, viajaron a Yalta. Al año siguiente, decidió recorrer el Cáucaso con Gorki. Ese año, escribió Las tres hermanas, donde Olga iba a representar a una de ellas, y, en diciembre, de improviso, se fue a Niza y después a Florencia, Pisa, Roma. En julio de 1900, Knipper pasa el verano en Yalta y ambos se convierten en amantes, mientras Chéjov avanza en Las tres hermanas. Unas semanas después, el escritor viaja a Moscú, en octubre, donde permanece casi dos meses y ambos se ven obligados a esconderse en el hotel Dresden para huir de encuentros inoportunos. Comprensivo, enfermo, en marzo de 1901 Antón Pávlovich escribe a Knipper: “No significa nada que estés enamorada de otro y que me hayas engañado. Te lo voy a suplicar, simplemente ven, por favor.” Knipper obedece, viaja a Yalta, donde pasa la primera quincena de abril, y deciden casarse: la boda se celebra en Moscú, el 25 de mayo; después parten hacia el Volga, el Kama y el río Blanco. Tras su matrimonio con Olga Knipper, la pintora María Drozdova le confesó que tenía la esperanza de casarse con él. También Lidia Alexéievna Avílova que, muerto el escritor, escribió Chéjov en mi vida, publicada cuando ya había fallecido ella también, revelando un supuesto, prolongado y secreto amor con el escritor, que María Chéjova siempre negó.
Después de conocer a Olga Knipper, Chéjov, aislado en Yalta, la encontraba a faltar, ella debía atender a sus compromisos teatrales; aburrido a veces, pese a las frecuentes visitas, le escribía hablando del tiempo magnífico o de la lluvia ocasional: “por el jardín corren sapos y pequeños cocodrilos”, le cuenta a la actriz. La enfermedad le agota: en la primavera de 1903, va a Moscú, pero apenas puede subir al apartamento de Olga, en un segundo piso. Regresa a Yalta, donde pasa el verano, y vuelve a Moscú en diciembre para presenciar los ensayos de El jardín de los cerezos. En junio de 1904, Chéjov y Olga viajaron a Berlín, para recibir consejo de un médico alemán. Un mes después, había muerto, en el balneario de Badenweiler.
* * *
En Yalta, en la Kirova ulitsa, no lejos del río Uchan-su, se encuentra la dacha blanca de Chéjov. Cuando llegó, era un pequeño pueblo tártaro, Autka, donde hizo construir la casa. Allí lo visitaron Gorki, Iván Bunin, Rajmáninov, el famoso cantante de ópera Fiódor Shaliapin, los pintores Isaac Levitán, gran amigo suyo, y Víktor Vasnetsov. La casa, en cuya cocina escribió Chéjov La dama del perrito, fue convertida en museo por la revolución bolchevique en 1921, en plena guerra civil con los zaristas, y su hermana María, Masha, se encargó de dirigirlo. Cuando llegó la Segunda Guerra Mundial, resistió a la invasión nazi: las tropas de Hitler ocuparon Crimea, y en Yalta se detuvo un destacamento de soldados alemanes al mando de un oficial nazi que pretendió dormir en la habitación de Chéjov. Masha, una anciana venerable que ya tenía ochenta años, se negó, con severidad, y los alemanes tuvieron que retirarse de la casa. Años después, llegaron el Ejército Rojo y la liberación: en febrero de 1945, el cercano palacio de Livadia acogió a Stalin, Roosevelt y Churchill para ordenar el mundo tras la gran matanza.
Chéjov era un hombre modesto: achacaba sus errores a su “falta de talento”, y se comportaba con rectitud: “Nunca he sobornado a nadie, ni he calumniado ni desprestigiado a nadie. He evitado la adulación, las mentiras y los insultos”, escribió poco antes de marchar a Sajalín. No recibió siempre el mismo trato: el escritor Nikolái Mijailóvich Yezhov, por ejemplo, que en presencia de Chéjov simulaba ser su amigo, lo criticaba y calumniaba en los círculos intelectuales. Antón Pávlovich ironizaba consigo mismo: poco antes de casarse con Olga Knipper, le escribe desde Niza firmando “matasanos retirado y dramaturgo a tiempo parcial.” Siempre ayudó a su familia, y observó el alma rusa, presente en tantos de sus personajes, en la actitud de sus campesinos, en la desdicha de sus compatriotas. En la aparente trivialidad de sus escenas, latía una apasionada fe en el ser humano, aunque conociese a la perfección sus miserias y sus contradicciones y, en ocasiones, las criticase con dureza; vivía una cálida fraternidad que le había llevado a luchar contra la enfermedad y la miseria, y a intentar mejorar en lo posible la vida de sus vecinos: en Mélijovo, hizo construir tres escuelas y un puente sobre el río, y atendió a los campesinos enfermos sin cobrar por ello.
Junto a sus cuentos y obras teatrales, escribió sin descanso cartas, como hicieron Gógol, Turguénev, Dostoievski y Tolstói: de los treinta volúmenes de sus obras completas, doce son de correspondencia. Su teatro reflejaba fielmente la vida. No todos sus relatos muestran su maestría; hay muchos prescindibles, aunque no compartamos la severidad de Hemingway (“Chéjov escribió unas seis buenas historias, pero era un escritor aficionado”). En los cuentos, en su teatro, aparece siempre la vida desbordada y cruel que el zarismo había impuesto a Rusia y a sus campesinos. Chéjov era un joven de poco más de veinte años cuando Alejandro II fue asesinado en 1881, y su sucesor, Alejandro III, no sería mejor. En El pabellón número 6, obra que impresionó a Lenin, Chéjov, aunque no citase a sus gobiernos (había que pasar siempre la censura imperial) trazó una severa mirada sobre el zarismo, igual que en su libro sobre Sajalín. Su aversión a la tiranía era evidente: en Yalta, jamás quiso presenciar la caravana imperial cuando pasaba por las calles. La abyección zarista, que pudo constatar en Sajalín, con presidiarios arrojados a la muerte y condenados convertidos en demonios de Lérmontov, había sumido a Rusia en un pantano de sangre y estiércol, en un agujero atormentado. Ese “viaje al infierno” de la deportación que hizo Chéjov se convirtió en unas páginas desoladoras, semejantes a las que habían escrito Dostoievski, Kropotkin y Maksímov sobre el universo carcelario del zarismo. La muerte silenciosa, la esperanza que se ahoga en la inutilidad de la vida, la miseria de campesinos y obreros, la tala de los cerezos, muestran la vieja Rusia que ya esperaba un gran cataclismo y se aflige entre la hipocresía mercenaria del Zapoikin de El orador y la miseria del carpintero Yakov de El violín de Rothschild, obligado a vivir en una sola habitación entre sus propios ataúdes.
Chéjov era el niño que cantaba en el monasterio griego de Taganrog, el médico que anotaba en sus libretas el obstinado susurro de los pobres, y el hombre que veía el final de su vida mientras atendía las noticias de la guerra ruso-japonesa en 1904. En sus cuentos, Chéjov se detiene en la lucidez de quien no espera nada, en la insatisfacción de quien persigue una vida tranquila y descubre la angustia de una existencia vacía; pero muestra aquí y allá la esperanza y el deseo de otra verdad. El desolador alegato final de Sonia al tío Vania que parece no dejar resquicio a la esperanza, el tedio de una vida sin horizontes, la amargura de una mirada inmóvil y perdida, el sufrimiento interminable y la ternura de esos seres humanos sobre quienes cae el olvido del mundo, estaban en los cuadernos del hombre que se acercó a los tártaros de Crimea, del escritor que amaba profundamente Moscú, su bullicio, el tañido de las campanas de los centenares de iglesias: la ciudad con la que soñaban las tres hermanas, Masha, Irina y Olga, la vida de Rusia que estaba guardada en la libreta de Chéjov.
Fuente: El Viejo Topo, número 380. Septiembre 2019.

miércoles, 15 de enero de 2020

Marchena nos saldrá muy caro,

Marchena nos saldrá muy caro, gobierne quien gobierne

Domingo Sanz

El eurodiputado López, socialista, acaba de aparecer en pantalla perdiendo un instante la mirada, como nos ocurre a casi todos cuando negamos una evidencia. 

Durante ese instante, López estaba negando que Iratxe García, su jefa en el Europarlamento, presionara a Sassoli cuando éste exigió el cumplimiento de la sentencia del TJUE para que Junqueras hoy, 13 de enero, pudiera tomar posesión de su escaño tal como, en medio de gran despliegue mediático, sí están haciendo Puigdemont y Comín, gracias a que tomaron la decisión de exiliarse de la represión.
Lo de las presiones de García nos lo contó el día 20 de diciembre el testigo directo, y también periodista del francés Liberatión, Jean Quatremer, incluyendo detalles como el montón de papeles que la eurodiputada, española, socialista y quizás de los nervios porque, además, Sánchez no tenía la investidura asegurada, tiró por el suelo que también pisaba Sassoli al grito de “No le puedes hacer esto a España”, y delante de terceros.
Pobre de López, el de la mirada perdida cuando miente, como a Quatremer le dé por acusarle de embustero con pruebas como las que los periodistas siempre conservan. Y, de paso, Sassoli también saldrá averiado, aunque menos.
El principal responsable de todo esto, desde su blindaje casi absoluto hasta que todo estalle de una vez, es Manuel Marchena, excesivamente conocido.
Hoy nos ceñiremos, únicamente, a lo último de este juez, al que el país que le paga el sueldo parece importarle, a la vista de las consecuencias de sus actos discrecionales, mucho menos de lo que a la víctima indirecta de la represión, Monserrat Bassa, le importa, “personalmente”, la “gobernabilidad de España”.
Resulta que, antes de las diez de la mañana del último 19 de diciembre de la pasada década, el juez Marchena, al igual que cientos de millones de europeos, pudo escuchar del presidente del TJUE una sentencia por la que Oriol Junqueras era considerado eurodiputado e inmune y que, por tanto, tenía que salir en libertad y, en todo caso, él, Marchena, solicitar un suplicatorio.
Pero Marchena contaba con la ventaja de conocer las obligaciones a las que el “enemigo”, en este caso europeo, está sometido. Y la obligación concreta era una fecha, la del 13 de enero de 2020, que se aproximaba contra Sassoli como esa espada que acorrala poco a poco al que tiene una pared impidiéndole la huida.
Entonces fue cuando Marchena decidió jugar con el tiempo de Sassoli y se inventó los trámites y los plazos de conveniencia para alargar hasta el penúltimo día una decisión que, si la tenía tomada o no desde el principio es cosa de él mismo y su conciencia, pero que para el resto del mundo solo era una más entre varias.
De esta manera, innecesaria pero evidentemente calculada, todo un juez del Tribunal Supremo español consiguió crear un plazo de 24 horas a todo un presidente del Parlamento Europeo, al colocarlo ante la disyuntiva de liderar una crisis global con España o sacrificar al peón Oriol, uno más, a fin de cuentas, de los miles de minoritarios incómodos que han sido sacrificados a lo largo de la historia.
Corriendo ha buscado periodistas Iratxe García, socialista y de los nervios el 20 de diciembre, porque yo sí creo a Quatremer, para decirles que Sassoli es estupendo.
Pero si alguien piensa que todas estas presiones de España, especialmente las de Marchena, no van a encontrar cumplida respuesta desde Europa es que sigue soñando con los Tercios de Flandes.
Nos va a salir muy caro, incluso en intangibles. Jugar a la ruleta de los justos rencores que otros más fuertes puedan acumular contra nosotros es muy peligroso, y hace tiempo que, desde Europa, nos están vigilando.
Resulta que el día 7 de junio de 2017, es decir, más de tres meses antes del referéndum catalán y todo lo que siguió, “El País” nos contaba que “Un informe del Consejo de Europa publicado este miércoles sitúa a España como el país menos comprometido en la lucha contra la politización judicial de los 21 estados evaluados por este organismo”.(1)
¿A qué viene que nuestros políticos mientan a sabiendas cada vez que presumen de que en España existe “independencia judicial”?
El Consejo de Europa es un organismo público de cooperación entre estados europeos (lo forman 47) y se constituyó en 1949. Defiende la integración europea mediante, entre otras actividades, la denuncia de la corrupción en los estados que forman parte de la Unión.
Es probable que usted sí haya escuchado a los mismos políticos presumir, más aún que de la independencia judicial, de que España es una de las mejores democracias del mundo, aunque no hablan tanto de que este ranking lo gestiona Idea Internacional, una organización financiada por Gobiernos, no por Estados, y no solo europeos, que desde agosto de 2019 está dirigida por Kevin Casas Zamora, ex vicepresidente de Costa Rica durante unos quinientos días, entre 2006 y 2007.
Qué casualidad, pero fue tres meses después del nombramiento de Kevin en Idea cuando la citada entidad colocó a España en el puesto 13 de ese ranking de democracias. Por un poco más hubiéramos entrado en el Top Ten.
Pero “un poco más” de qué, señora Lozano de España Global. Se lo pregunto porque su alegría parecía impostada.
Cambiando de tercio, toca ahora el tema del día, el de los nuevos ministros. De momento, dos detalles.
El primero, que Felipe VI se haya enterado de sus nombres, o así lo parece, al mismo tiempo que yo, lo que es todo un presagio sobre la nimiedad que le espera en el futuro, escribir y que te lo publiquen, sometido a las leyes de la libertad de expresión, y todas las demás. Me sumo a la propuesta. Pero para ello es necesario que Pedro Sánchez nos vuelva a sorprender. ¿Se atreverá?
Presidente, busca en Internet “Coalición Progresista sin llave maestra”, línea argumental que a algunos les ha gustado y en la que insistiremos. De momento, Chile, 26 de abril.
La segunda cosa es que pienso que Iglesias hubiera quedado mejor ofreciéndose él para Igualdad y proponiendo a Sánchez que Montero, Isabel, asumiera la vicepresidencia. En qué feminismo vivimos, me pregunto, que no he escuchado a ningún/una líder de la causa más global dándose cuenta de que esta distribución de cargos sí que sería la hostia. (Perdón por la expresión).
Para terminar sobre esto de los ministros, los tengo ahora mismo en pantalla con la ceremonia de toma de posesión, tal como hace unos minutos tenía a López. Y, como antes, la mentira de evidencias sigue siendo insoportable.
¿Acaso no hay normas legales que ya les obligan a todo lo que juran o prometen? Puro teatro para darse importancia, que no añade ningún valor. Y todo lo que no vale nada nos cuesta mucho.
O quizás sí que tiene valor: el de comprobar, una vez más, cómo el peso del poder sigue aplastando las convicciones más personales. Me ha venido este pensamiento porque he tenido que escuchar eso de “con lealtad al rey” en boca de políticos, ahora ministros, cuyo afán parecía ser el de que nadie tuviera que volver a decirlo jamás.(2)    Fuente  ..https://kaosenlared.net/marchena-nos-saldra-muy-caro-gobierne-quien-gobierne/ 

Nota del blog  (1) https://elpais.com/politica/2017/06/07/actualidad/1496827709_980747.html 

 Nota  del blog (2) .   La referencia sin citar es a UP que votaron el cargo por el Rey  y la Constitución , es que es  , el protocolo . Se supone que es para que  no se  la apropie la derecha .  Al entrar en un gobierno de coalición les obliga a ceder a unos y otros   . 
De todos   modos con la última parte del texto no estoy de acuerdo y mas siendo un gobierno de coalición
En este enlace  se  ve bien a que situación se enfrentan y los  escasos limites  con que cuentan y encima la  judicialización   de la política utilizada por la oposición , no solo con el conflicto en Cataluña .








Sobre misiles y aviones .

Sobre misiles y aviones caídos por error

Por rafaelpoch
Del blog personal  recibido en mi mail

Reconocer un crimen militar involuntario, como ha hecho Irán con el avión ucraniano, no es algo corriente. La comprensión de su contexto recuerda quienes son los verdaderos bárbaros.
El 8 de enero un misil iraní derribó por error un avión civil ucraniano cerca de Teherán con el resultado de 176 muertos. Las autoridades de Irán, el “guía supremo”, Alí Jamenei, el Presidente del país, Hasan Rohani y el ministro de exteriores, Mohammad Javad Zarif, se disculparon por lo que calificaron de “trágico error” dos días después de los hechos. En Londres, el embajador de Irán, Hamid Baeidinejad, también se disculpó: la víspera, en una declaración a la prensa británica, había descartado el escenario de un error con un misil. “Pido disculpas y lamento haber transmitido esos informes incorrectos”, dijo.
Esta actuación debería ser norma, pero está lejos de ser algo corriente. Es excepcional y ha causado sorpresa. “Apenas puedo recordar una declaración similar de un embajador en tales circunstancias”, ha dicho Alistair Burt, un ex miembro conservador del parlamento a propósito del diplomático iraní. Por desgracia es demasiado frecuente tumbar aviones con misiles y no reconocerlo. Aún menos frecuente es disculparse por ello.
Hace poco, el 17 de julio de 2014, un Boeing 777 de Malaysia Airlines fue derribado por un misil cerca de Donetsk (Ucrania). Hubo 298 muertos y los indicios apuntan a Rusia, cuyo ministerio de defensa lanzó unas cuantas falsedades, pero nadie se ha hecho responsable de aquello al día de hoy. Si retrocedemos más en el tiempo, la crónica es abultada.
Una larga serie
El 11 de septiembre de 1968 un Caravelle de Air France con 95 personas a bordo que volaba de Ajaccio a Niza, fue derribado por un misil francés frente a la costa de Antibes. En el Paseo de los ingleses de Niza hay un pequeño monumento que recuerda la tragedia, pero no se menciona su causa ni Francia nunca la ha reconocido.
El 6 de octubre de 1976 los anticastristas cubiertos por la CIA volaron un avión de Cubana de Aviación con 73 ocupantes tras despegar de Barbados. En 44 años no ha habido disculpa y los responsables del atentado, Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, fueron protegidos hasta su muerte por la CIA y el sistema judicial de Estados Unidos.
En 1980 un DC-9 de la compañía Itavía que volaba de Boloña a Palermo fue derribado el 27 de junio sobre la isla de Ustica matando a sus 81 ocupantes. El Presidente italiano Francesco Cossiga lo atribuyó a un misil, francés o de la OTAN. Muchas fuentes relevantes del caso murieron en suicidios y accidentes de tráfico a lo largo de los años. Cuatro generales italianos fueron acusados de encubrimiento pero no condenados. Nadie ha asumido la responsabilidad.
Tres años después, el 31 de agosto de 1983, un Boeing surcoreano con 239 personas a bordo fue derribado sobre la isla de Sajalín por la defensa aérea soviética, que lo confundió con un avión espía. Al parecer el avión había sobrevolado y fotografiado las bases de misiles estratégicos de Kamchatka, según reveló años después un ex agente de los servicios secretos japoneses sugiriendo una inducida provocación.
Cinco años después del derribo en Sajalín, un Airbus de Irán Air fue abatido, el 3 de julio de 1988, en el estrecho de Ormuz por el crucero lanzamisiles de Estados Unidos, Vincennes. Murieron 290 personas. El barco, bajo mando del comandante Will Rogers, se encontraba en una situación de tensión metido en aguas iraníes cuando lanzó un misil contra el avión civil. Washington reconoció el error y acabó pagando indemnizaciones tras un pleito de muchos años, pero el Comandante Rogers fue condecorado con la “Legión al Mérito”, “por su conducta excepcionalmente meritoria en el desempeño de su servicio”.
Cinco meses después tuvo lugar el atentado que destruyó en el aire el Boeing 747 de Pan Am sobre la localidad escocesa de Lockerbie (270 muertos). Por conveniencia política, la CIA prefirió atribuir aquel atentado a la Libia del Coronel Gadafi, entonces preferente en el punto de mira de Washington, pero según diversas fuentes cualificadas lo más probable es que aquel atentado fuera la venganza iraní por el derribo del estrecho de Ormuz.
“Crímenes” y “errores”
El director del magnífico Le Monde Diplomatique, Serge Halimi, comparó en un artículo publicado el año pasado el diferente trato informativo que recibieron en los medios occidentales el Boeing surcoreano, abatido por el enemigo soviético, y el Airbus iraní derribado por los nuestros. En el primer caso los grandes medios de comunicación hablaron de “crimen”, “deliberado”, “bárbaro” y “brutal”. En el segundo prefirieron calificar el  “error” como “comprensible”, “lamentable”, “fatal”, “justificado” y atribuido a la “complejidad técnica”. “¿Es necesario especificar a quién dedicaban los periodistas estadounidenses los términos “seres queridos”, “seres humanos inocentes” e “historias personales conmovedoras”, y a quién los más sobrios de “pasajeros”, “viajeros” o “personas que han muerto”? se preguntaba Halimi.
Lo que ocurrió en la localidad de Toulon, la Cartagena de la marina de guerra francesa, el 15 de febrero de 1989, no tuvo que ver con avión, pero si con misil. Sobre las dos y media de aquel día la llamada Maison des têtes, una casa del siglo XVII de cinco pisos del barrio viejo, se desmoronó como un castillo de naipes con el resultado de 13 muertos y 32 heridos. Las autoridades atribuyeron la causa a una “explosión de gas”, pero todo apunta a que fue un misil.   Más de treinta años después tampoco este secreto de Estado ha sido reconocido.
El contexto del derribo del avión civil ucraniano sobre Teherán es la enorme tensión militar que enfrenta a Estados Unidos e Irán. En su último capítulo esta tensión se agravó, en 2018, con la retirada unilateral de Estados Unidos del acuerdo nuclear alcanzado con Irán. Trump restableció e incrementó entonces las sanciones que Obama había cancelado en 2015 en el marco de aquel acuerdo. Si el problema fuera la proliferación nuclear, alguien debería acordarse de que, desde los años setenta, Teherán ha venido proponiendo hacer de Oriente Medio una zona no nuclear, como las que existen en otras partes del mundo como Asia Central o América Latina. Todos los países de la región, excepto Israel, que dispone de arsenales nucleares químicos y bacteriológicos completos, firmaron en su día el tratado de no proliferación nuclear de Naciones Unidas.
Tan dañino como las bombas
Las tensiones derivadas de la retirada de Estados Unidos y de las nuevas -y viejas- sanciones, asfixian la economía y la sociedad de Irán. Sus consecuencias no son menos dañinas que las bombas y los misiles. La economía iraní que registró un crecimiento del 12% en 2016, cuando se levantaron las sanciones, se ha desmoronado a un -10% en 2019. En un año su moneda ha perdido el 80% de su valor, la clase media se está encogiendo, la vital exportación de petróleo ha caído un 80% y el chantaje de la extraterritorialidad  de la ley americana ha hecho retirar del mercado iraní a empresas y bancos de todo el mundo, incluida a la poderosa petrolera china CNPC.
El objetivo declarado de esta política es claramente criminal, reconoce el secretario de Estado americano Mike Pompeo: “La situación para el pueblo iraní es hoy mucho peor y estamos convencidos de que eso hará que la gente se levante y que cambie el comportamiento del régimen”. La gente ya se ha levantado: desde el otoño el régimen ha matado a unos 300 manifestantes en las protestas por el deterioro de la vida y la carestía.
Todo esto se ha agravado con el asesinato, el 3 de enero, del General Gasem Soleimani, una de las principales figuras del régimen iraní, lo que se parece mucho a una declaración de guerra. De la lectura de la edición del pasado domingo de The New York Times se deduce que el asesinato de Soleimani no fue ni una improvisación, ni una respuesta a un hecho puntual o amenaza inminente, sino algo planeado desde hace dieciocho meses. Estados Unidos ha sufrido ultimamente importantes reveses en Irak y Siria que tienen que ver con Irán y con la estrategia de Soleimani. El informe también aclara la conveniencia del asesinato para que Trump “preserve el apoyo de los halcones republicanos en el senado en el próximo proceso de destitución que se le prepara”, explica el diario.
La liga de los bárbaros
Este es el contexto irresponsable en el que se produjo el derribo del avión ucraniano en Teherán. Este tipo de crímenes con muerte de civiles inocentes en un contexto de tensión bélica recibe en occidente el cínico calificativo de “daños colaterales”. Recordemos que el concepto fue acuñado por la OTAN de Javier Solana en la campaña de Yugoslavia y los medios de comunicación occidentales lo aceptan desde entonces como algo natural cuando se trata de crímenes propios. Así, la muerte de civiles en la toma de los nuestros en Mosul (Irak) eran “daños colaterales”, pero en Alepo (Siria), donde ganaron los gubernamentales de Asad con apoyo ruso e iraní, fueron masacre. Esto es tan antiguo como la guerra y el periodismo establecido lo acepta sin rechistar.
Al admitir su criminal error, las autoridades iraníes se han creado problemas internos, como se ha visto estos días en las protestas contra los tres días que duró la mentira oficial. Cuando un régimen teocrático, es decir vinculado de alguna forma con la divina infalibilidad, admite un error, se abre entre la población la sospecha de si la mentira enmendada no será una más entre muchas. También los sumos pontífices occidentales saben mucho de ese riesgo, por grande y sofisticada que sea su habilidad en torearlo en las condiciones de relativo bienestar que gobiernan, bien alejadas de las que imperan en Irán. Sea como sea, la admisión por parte de Irán de su trágico error así como la comprensión de su irresponsable contexto, nos recuerda quienes son los verdaderos bárbaros.


 y ver  ...

martes, 14 de enero de 2020

Trump cava con su pezuña su propia sepultura .

El presidente Trump cava su propia sepultura







Puesto que el Departamento de Defensa de EE.UU. declaró que “bajo la dirección del presidente, el Ejército de EE.UU. tomó medidas defensivas decisivas para proteger al personal de EE.UU. en el extranjero, matando a Qasem Soleimani…”; puesto que el presidente Trump declaró: “Lo hicimos porque buscaba hacer estallar nuestra embajada… Puedo revelar que probablemente hubieran sido cuatro embajadas…”; puesto que la Casa Blanca afirmó que Soleimani también planificaba ataques contra militares estadounidenses, aunque no reveló detalles por tratarse de información extremadamente secreta; puesto que Mike Pompeo, Secretario de Estado de EE.UU., como para llevarle la contraria a Trump, declaró que el General Soleimani estaba planificando “una serie de ataques inminentes… No sabemos cuándo precisamente y no sabemos dónde precisamente” y puesto que los legisladores demócratas no creyeron que la información de inteligencia de la Casa Blanca demostrara que Soleimani representara una amenaza para EE.UU. y aprobaron una resolución que restringe la capacidad del presidente de emprender acciones militares contra Irán, p or eso , e n vista de tanta declaración contradictoria, al tampoco existir datos que comprueben algo de algo, y en un intento por entender qué está pasado, no queda más que recurrir a la lógica racional, a la aristotélica.
Como consecuencia del atentado, fallecieron cuatro altos oficiales de Irán y también miembros de las Unidades de Movilización Popular, importante coalición paramilitar que en Irak lucha contra el Estado Islámico, EI, ( ha tomado diferentes nombre: Al Qaeda, Al Nusra, Dáesh, Isis) organización designada terrorista por la ONU, que la considera responsable de crímenes de guerra y abuso a los derechos humanos. Se conoce que en Irán, y otros países del Medio Oriente, el General Qasem Soleimani, el segundo hombre de Estado de Irán, gozaba de gran popularidad gracias a sus éxitos en la lucha contra el EI.
El Estado I slámico es un sector del Islam radical suní, que el 2014, luego de realizar una limpieza étnica de grandes proporciones, proclamó en el norte de Irak el C alifato, o sea, su autoridad en materia religiosa, política y militar sobre todo el mundo musulmán, luego de la invasión de EEUU a Irak . En época de su mayor extensión territorial controló ampli a s regiones de Irak y Siria. Al EI s e le re conoce por las decapitaciones y todo tipo de ejecuciones de soldados y civiles, de miembros de organizaciones humanitaria y periodistas, así como por sus numerosos actos terroristas, como el 9/11, contra las torres gemelas, y la destrucción de lugares históricos y culturales de muchos países, lo que filmaban para asustar a l mundo .
Ahora bien, si el General Qasem Soleimani fue artífice en el Medio Oriente de la derrota del EI, se sobreentiende que estos terroristas eran los principales interesados en su eliminación. Se pregunta: ¿P or qué las Fuerzas Armadas de EEUU realizaron un trabajo sucio que beneficiaba particularmente al EI? ¿P or qué el Presidente Trump ordenó eliminar a alguien que contribuyó a derrotar al EI, que asesinó a l Embajador de EEUU en Libia? ¿P or qué la prensa mundial calla estos hechos?
Por otra parte, según Adil Abdul Majdí, Primer Ministro de Irak, el General Soleimani arribó a Bagdad en vuelo regular, provisto de pasaporte diplomático, invitado para media r la s tensi ones entre Arabia Saudita e Irán. “Tenía que encontrarme con Soleimani la mañana que lo mataron, vino para traerme un mensaje de la respuesta de Irán al mensaje que les enviamos de parte de los saudís”, explicó Abdul Majdí ante el parlamento de Irak. Se pregunta: ¿ Es que acaso Estados Unidos no está interesado en que haya paz en el Medio Oriente?, puesto que una guerra entre estos dos gigantes petroleros traería al mundo consecuencias desastrosas. ¿P or qué la prensa mundial calla este detalle? Pues, su asesinato s ería equivalente a que Colombia asesinara a Mike Pompeo cuando realiza una visita oficial al Perú.
Por último, ¿por qué los analistas del Pentágono presentaron al Presidente Trump este asesinato como una de las tantas opciones geopolíticas? ¿Acaso no se percataron de que podía ser escogida, más que nada por el tipo de halcones que asesoran al presidente? ¿No cayeron en cuenta de que si Trump tomaba esta decisión, el mundo, a partir de ese momento, iba a vivir de zozobra en zozobra?
No se trata de minimizar la responsabilidad del Presidente Trump de haber preferido una solución tan funesta sino de aclarar qué tipo de patrañas se tejen en los bastidores de la Casa Blanca. Se sobreentiende que los analistas deben alambicar todas las consecuencias de cualquier paso que vaya a dar la primera potencia militar del mundo, y es t o no ocurrió.
Según Maquiavelo, el príncipe, en este caso Trump, debe tener a su lado una especie de hombre fusible, alguien que se queme en vez de él en el caso de que cometa un error. La tragedia de Trump, tal vez por culpa suya, consiste en que él acepta ser el hombre fusible. De ahora en adelante, todos los dedos del mundo van a señalarlo como el único culpable de todo lo malo que pueda pasar, pues el Departamento de Defensa de EEUU escribió: “Bajo la dirección del presidente, el Ejército de EEUU ha tomado medidas defensivas…”, lo que fue reconocido por Donald Trump que, de esta manera, está cavando su propia sepultura.
¿Por qué? Porque antes del 3 de enero tenía la reelección prácticamente garantizada. El impeachment era un juego de niños, pues el senado iba a votar mayoritariamente a su favor. Ahora todo cambió, ya que es posible que los electores republicanos, que temen las consecuencias de una guerra contra Irán y no son partidarios de conflictos bélicos contra nadie, presionen a su representante para que vote por la destitución de Trump. Esta posibilidad no existía antes. Si Trump se llegara a salvar del impeachment, va a quedar tan golpeado políticamente que, incluso, sería posible de que el Partido Republicano no lo nominase candidato y si lo nominara, su reelección ya no sería tan segura como era hasta hace muy poco .
Existe un detalle extra que afecta directamente a Trump: este asesinato aísla a EEUU en el mundo entero. Por más que su gobierno ejerza todo tipo de presiones para que lo acoliten, todos se lavan las manos y le dicen sí, a regañadientes. Tan mal andan las cosas que no se descarta la posibilidad de que en un futuro relativamente cercano Arabia Saudita se aleje de su órbita. Es que no es para menos, la negativa de EEUU a abandonar Irak, pese a que oficialmente se lo piden, pone en remojo las barbas de los demás países donde tienen sus bases militares, porque esta negativa demuestra que están no para defender a nadie de nada sino para convertir en zona de ocupación al país donde se encuentran. De las 342 bases de EEUU en Europa, 179 se encuentran en Alemania. ¿Qué va a pasar si algún país europeo les pide irse? ¿Lo mismo de Irak? No se sabe con certeza, pero está claro que donde el imperio estadounidense clava sus garras, difícilmente las desclava. En fin, todavía debe correr mucha agua bajo el puente para poder saber algo, porque actualmente es dudoso lo que hasta hace poco parecía verdadero. Amanecerá y veremos.


Nota del blog .- Hago costar que  Soleimani no era ningún santo .  Ni en Irán  ni en Irak . Sino un feroz represor de las protestas en   Irán   , pero al igual apoyaba  a USA  en Afganistán contra la  resistencia  pastún  de los talibanes   ,  pero claro  .. después de lo que hicieron en Irak  los americanos  cualquier general americano que lo hizo  lo es ?. La cuestión es la geopolítica de la potencias  exteriores  en la zona.  Y aquí  lo que  se  planteaba era un acuerdo entre Irán y Arabia Saudí sobre todo en el Yemen  , donde también los americanos , al mismo tiempo  intentaron asesinar  al jefe de la resistencia bombardeándolo  y fracasaron.  Y más cuando ahora en el Yemen casi  la mayoría  apoyan  la resistencia chiita de los hutíes. Y de las masacres saudíes  en el Yemen  nadie dice nada .  Y ya es curioso mientras USA destroza los países viene Rusia y los ayuda , véase este momento en Libia con  Turquía , que acaba de lograr un alto el fuego  . Graves errores que USA no cometía en la Guerra fría, como cuando  la crisis de Suez o otras con los  baazistas en Irak o en Siria . Para que no se fueran con la URRS . Como está claro que del ISIS solo querían controlarlo y que fuera   una revolución islámica  sunnita a imitación  de  la chiita  iraní  pero  ellos solo en Irak chiita y en  Siria  contra los chiitas . Por eso su  gran juego con ellos.

Venezuela: Guaidó sin legitimidad .

Juan Guaidó pierde su supuesta ‎legitimidad

Ciertos constitucionalistas cuestionan la legitimidad de la elección del presidente de la República ‎Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, y afirman que el presidente de la Asamblea Nacional ‎debe asumir esa función para organizar una nueva elección presidencial. Basándose en esa ‎interpretación, cuestionada a su vez por la mayoría de los especialistas, Estados Unidos ‎reconoció al presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Guaidó, como «presidente ‎encargado» de la República, o sea como jefe interino del Estado. ‎
Sin embargo, el mandato de Juan Guaidó a la cabeza de la Asamblea Nacional, limitado a un año, ‎expiró este 5 de enero, y Guaidó aspiraba a obtener una renovación de ese mandato durante un ‎voto organizado al efecto en el parlamento unicameral venezolano. ‎
Después del intento fallido de golpe de Estado registrado en Venezuela el 30 de abril de 2019, ‎varios diputados de la oposición cuya participación en los hechos había quedado ‎incuestionablemente demostrada fueron privados de su mandato electoral por las autoridades ‎competentes. Muchos de los implicados decidieron simplemente huir del país. ‎
La Asamblea Nacional de Venezuela se compone actualmente de una mayoría de diputados de ‎oposición. Pero entre estos diputados opositores ha surgido durante los últimos meses una tendencia contraria a la política del presidente de la Asamblea, quien ha apostado por la ‎confrontación constante entre ese órgano y el ejecutivo. Esta nueva tendencia en el seno de la ‎oposición parlamentaria había proclamado la necesidad de un cambio de líder a la cabeza del ‎parlamento. ‎
Ante el surgimiento de esta “oposición” dentro la oposición, la facción parlamentaria favorable a ‎Guaidó trató por su parte de garantizar un voto favorable a la renovación del mandato ‎modificando el Reglamento Interno de la Asamblea para que los “diputados” fugitivos pudieran ‎votar… por internet. ‎
Este lunes 5 de enero de 2020, Juan Guaidó quiso ingresar a la sede de la Asamblea Nacional ‎acompañado de personas destituidas de sus mandatos como diputados por las autoridades ‎competentes, debido a su implicación en diversos actos delictivos y crímenes contra el Estado. ‎Los funcionarios a cargo de la custodia del palacio legislativo dieron libre acceso a Guaidó, quien ‎sin embargo se empeñó en entrar únicamente si lo acompañaban las personas que no tenían ‎derecho a hacerlo. ‎
A pesar de haber recibido libre acceso al palacio legislativo, Juan Guaidó trató de penetrar en la ‎instalación subiéndose a la verja del palacio (ver foto) y fue rechazado por los policías que ‎custodian la sede de la Asamblea. Las imágenes que desde ayer han dado la vuelta al mundo ‎son por tanto resultado de un intento deliberado de confundir al público: Juan Guaidó podía ‎haber entrado normalmente por la puerta de la Asamblea Nacional, pero no quiso ‎hacerlo sin sus acompañantes, quienes no tenían derecho a entrar. ‎
Después de más de 2 horas de espera, los diputados presentes en el hemiciclo –al comprobar que ‎Juan Guaidó no tenía intenciones de presentarse a la votación prevista en el orden del día sin la ‎garantía de contar con los votos necesarios para renovar su mandato– recurrieron, en estricta ‎aplicación del Reglamento de la Asamblea, al diputado de mayor edad para que instalara ‎el voto, se comprobó que había quorum, y eligieron al diputado Luis Parra, también miembro de ‎la mayoría opositora, para presidir la Asamblea Nacional de Venezuela durante el año 2020. ‎
Contrariamente a lo que reportan los medios de la prensa mainstream, la elección de Luis Parra ‎como nuevo presidente de la Asamblea Nacional venezolana, realizada en la sede del poder ‎legislativo, cumplió todos los parámetros establecidos en el Reglamento Interno de dicho órgano, ‎incluyendo la exigencia del quorum necesario. ‎
Durante los meses anteriores a este voto, la prensa –incluyendo la prensa opositora– ha revelado ‎el súbito enriquecimiento de los familiares de Juan Guaidó, comprobado desde que el «presidente ‎interino» y sus colaboradores tienen acceso a los activos del Estado venezolano “confiscados” ‎por Estados Unidos. La prensa opositora también ha divulgado historias de supuesta complicidad ‎entre altos funcionarios del gobierno y algunos diputados opositores, entre ellos el mismo Luis ‎Parra. ‎
Después del show montado alrededor de su ingreso al palacio legislativo, Juan Guaidó reunió a los ‎diputados que lo apoyan en el edificio del diario opositor El Nacional, donde procedió a realizar –‎sin convocación oficial previa– una supuesta sesión de la Asamblea, durante la cual sus ‎seguidores “renovaron” su mandato como presidente del parlamento. Según la prensa opositora, ‎en esa reunión se alcanzó el quorum requerido contando a diputados legalmente destituidos y a ‎suplentes de diputados actualmente en funciones. ‎
En resumen, Venezuela tendría hoy un presidente de la República constitucionalmente electo, ‎Nicolás Maduro, cuya legitimidad niegan ciertos gobiernos –encabezados por el gobierno de Estados Unidos–; un ‎‎“presidente interino” autoproclamado, Juan Guaidó, que fundamentaba su autoproclamación en ‎su calidad de presidente de la Asamblea Nacional, puesto que perdió al no ser reelecto ‎legalmente este domingo 5 de enero; y un nuevo presidente de la Asamblea Nacional, el también ‎opositor Luis Parra, electo por los diputados presentes en el hemiciclo del poder legislativo, ‎mientras que Juan Guaidó sigue pretendiendo ser presidente de la Asamblea. ‎
De hecho, Juan Guaidó es ahora “presidente virtual” por partida doble.