jueves, 25 de abril de 2019
La juez Lamela en el ojo del huracán.
La absolución de Rosell sitúa la juez Lamela en el ojo del
huracán
El Nacional. Cat .
La juez Carmen Lamela ha encontrado hoy engullida por la
polémica en cuanto se ha sabido que la Audiencia ha decidido absolver al ex
presidente del Barça Sandro Rosell. La sentencia llega después de que Rosell ha
pasado 21 meses de prisión preventiva acusado de blanquear comisiones por los derechos de audiovisuales de partidos
de la selección brasileña de fútbol y de un contrato de esponsorización con
Nike. La juez denegó la libertad provisional de Rosell hasta 13 veces durante
la instrucción del caso.
Los abogados de Rosell han reclamado que pida perdón
por haberlo mantenido casi dos años en prisión sin motivo. De hecho, no
descartan presentar una querella por prevaricación contra Lamela.
No han sido los únicos que le han exigido explicaciones. Las
reacciones se han multiplicado .
La misma juez es la que envió a prisión a los líderes
independentistas y los miembros del Gobierno encausados por el proceso cuando
el caso se instruía en la Audiencia.
Pero Lamela también fue la responsable de instruir el caso
de los jóvenes de Alsasua en la Audiencia por delitos de terrorismo y odio y
mantenerlos un año y medio en prisión preventiva antes de comenzar el juicio a
raíz de una pelea de bar en el que resultaron heridos dos Guardias Civiles en
octubre de 2016 .
Lamela también es la responsable de la investigación
contra el mayor de los Mossos, Josep
Lluís Trapero, por sedición.
Por el contrario, en 2018 fue esta magistrada quien decidió
archiva la querella por el proyecto Castor contra cinco ministros de los gobiernos
de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy.
Hace menos de un año, en julio de 2018, Lamela fue nombrada
juez de la Sala Segunda del Supremo. En octubre de 2016, había recibido la Cruz
de Plata al Mérito de la Guardia Civil y un año después, el entonces ministro
de Interior, Juan Ignacio Zoido, la habia condecoró con la medalla al mérito
policial.
El nombramiento de
Lamela para el Supremo ha sido objeto de una querella ante la Sala Tercera del
Tribunal Supremo por la Associació Atenes Juristes pels Drets Civils, en la
órbita del independentismo catalán.
miércoles, 24 de abril de 2019
Ucrania cambia.
La lección ucraniana
En Ucrania, con todos sus problemas, hay un sistema de contrapesos, de pluralismo institucional, que no existe en el sistema ruso de tipo autocrático
La victoria de un cómico judío en las elecciones presidenciales de Ucrania pone una rara nota de optimismo en esa parte del continente. Una vez más el pueblo ucraniano ha dado una lección de vitalidad, sentido común y rebeldía. Una lección democrática. Digo “una vez más” porque eso ya ocurrió en 2014 con la larga y tenaz revuelta del Maidán.
Sí, aquello fue, geopolíticamente hablando, un golpe de estado atlantista, un cambio de régimen auspiciado por la OTAN, Estados Unidos, Alemania, Polonia y otros de la UE, para apartar a Ucrania de la esfera de influencia rusa e integrar al país y sus recursos en la esfera de Euroatlántida. Pero también fue algo más: un formidable movimiento popular contra la corrupción y por la soberanía nacional.
Aquello dejó de lado a muchos ucranianos, regiones enteras, y propició una guerra civil en el Este del país, aun hoy en pie de guerra con el apoyo de Rusia, pero aquí no estamos hablando de los resultados, ni de la geopolítica, sino de impulsos populares. Y en aquella extraña mezcla de operación atlantista de cambio de régimen y revuelta popular, el impulso popular fue genuino: echar a un gobierno oligárquico y corrupto.
Ese es el impulso que explica las elecciones del domingo en las que el cómico Volodimir Zelensky batió, con el 73% del voto, al oligarca Petró Poroshenko, el hombre que Washington y Berlín auparon al poder tras el golpe/revuelta de 2014. Todo esto puede parecer un galimatías desde Europa occidental, pero desde Rusia tiene una lectura inequívoca: cae una administración y es sustituida por otra. El jefe del Estado es derrocado por el voto popular.
“La derrota de Poroshenko puede interpretarse desde el Kremlin como un fracaso sistémico: no pueden aceptar que la caída de un líder y el acenso de otro como resultado de unas elecciones muestre la vitalidad del sistema”, dice la politóloga liberal rusa Lilia Shevtsova. “Los ucranianos conquistaron el derecho de elegir a sus líderes, tienen derecho a equivocarse al votar y a corregir sus equivocaciones votando de nuevo”, dice.
Y otra diferencia con Rusia es que el nuevo presidente ucraniano, que inaugurará su mandato en junio, no será el único centro de poder del país. Habrá que ver qué mayorías se forman en las elecciones a la Rada (Parlamento) en julio, y quién es su primer ministro. Es decir: en Ucrania, con todos sus problemas, hay un sistema de contrapesos, de pluralismo institucional que no existe en el sistema ruso de tipo autocrático.
En ruso y en ucraniano, pueblo se dice igual: narod, pero en ucraniano el término contiene caracteres y rasgos de una cultura política indudablemente emparentada pero muy diferente de la rusa. No hay contradicción. Ocurre en las familias, donde hermanos físicamente parecidos pueden presentar caracteres muy diferentes.
Mientras los héroes de la historia secular rusa son zares, generales y políticos, gente de Estado e Imperio, como Pedro el Grande, Catalina II o el general Kutúzov, en Ucrania aparecen personajes de una épica completamente diferente; atamanes cosacos, hombres libres “republicanos” cargados de ideales y actitudes libertarias, vinculados a la lucha por una vida libre en proto-estados y territorios de los límites de una estepa infinita (Ucrania significa, precisamente, algo así como “en el límite”, “junto a la frontera”) y en quijotesca lucha contra adversarios mucho más poderosos. Figuras como el cosaco Mamai, que luchó contra la Orda de Oro en el siglo XIV, Bogdan Jmelnitski, caudillo enfrentado sucesivamente a turcos, polacos y rusos.
En la Galería Tetriakov de Moscú hay un cuadro del gran pintor ruso Iliá Repin, “Los cosacos de Zaporozhia escriben al Sultán”,( el cuadro de arriba) se titula, que expresa ese desafío libertario al poder instituido, lleno de desparpajo y fraternidad. No es historia, es presente. Tanto en el Maidán de 2014 como en las elecciones del domingo, aparece ese espíritu popular contra la corrupción, la injusticia y la oligarquía. (1)
Votando a Zelensky, los ucranianos (300 euros de salario medio, por debajo de los chinos) han arrebatado la conducción de su país a Poroshenko que mantuvo a Ucrania en los primeros puestos de la lista de países más corruptos del mundo. De nada ha servido el fuerte mensaje nacionalista ucraniano de éste: “ejército, lengua y fe”, hacer de la confrontación con Rusia el eje de su acción de gobierno, lo que le asegura el apoyo euroatlantista de Washington y Bruselas.
Siendo el antisemitismo un componente histórico del nacionalismo ucraniano (Poroshenko rehabilitó y glorificó a los héroes colaboracionistas con los nazis de Ucrania Occidental y prohibió las referencias a la victoria del ejército soviético sobre los nazis en la Segunda Guerra Mundial), y siendo la extrema derecha tan activa en el país, resulta esperanzador que la ciudadanía no se haya dejado arrastrar por ese pardo impulso nacionalista institucional y haya optado por un masivo voto de protesta a favor de un candidato crítico, dispuesto a retomar el diálogo con Rusia y que ha puesto algunas exigencias sociales en el primer plano.
Naturalmente que nada de todo eso es una garantía de cambio. Puede que Zelensky sea una marioneta de otros magnates enemigos de Poroshenko, el famoso Igor Kolomoisky, también judío y residente en Israel, como simplifican algunos medios rusos, pero lo que aquí se apunta es otra cosa: una vitalidad cívica, un impulso decidido de echar al mal gobierno, y, sobre todo, la posibilidad de que ambas cosas sucedan dentro del sistema institucional existente. Rusia, donde desde Gorbachov el gobierno nunca ha sido soltado de las manos de lo que se llama “partido del poder”, está aún lejos de todo eso. Y esa es una diferencia muy significativa.
lunes, 22 de abril de 2019
Las cloacas del periodismo
Las cloacas del periodismo
eldiario.es
Las cloacas policiales de Interior difundieron información falsa, o personal e íntima, con el objeto de atacar a Podemos, precisamente en el momento en que algunos veían con preocupación una posible llegada al gobierno |
Ya tenemos comúnmente aceptada la expresión cloacas de Interior o cloacas policiales. Entendemos por esas cloacas el sistema de conseguir información reservada con un interés espurio. Eso no sería tan grave si esa información fuera verdadera y de interés público, el problema es si es falsa y se fundamenta en cuestiones íntimas o personales. En este caso, lo difundido será puro producto de cloaca, o sea, mierda.
El ejemplo de actualidad es lo sucedido con Podemos. Las cloacas policiales de Interior difundieron información falsa, o personal e íntima, con el objeto de atacar a este partido, precisamente en el momento en que algunos veían con preocupación una posible llegada al gobierno. Lo que parece olvidarse es que para que tengan fundamento y eficacia las cloacas necesitan de medios de comunicación y periodistas (es un modo de llamarles para entendernos) con los que salpicar su información a la opinión pública.
En el caso de Podemos los diferentes infundios procedentes de las cloacas, y que se han demostrado falsos, iban apareciendo en numerosos medios, desde El Confidencial a El País, pasando por ABC, El Mundo y, por supuesto, OkDiario de Eduardo Inda. Toda una coral de chapoteo en el estercolero y una bola de mierda sigue creciendo.
Si decimos que el sistema policial está corrupto porque hubo esa media docena de cargos policiales implicados en la trama, la mayoría de ellos imputados por los jueces (y también premiados por el gobierno por Rajoy), ¿qué deberíamos decir del sistema mediático donde casi todos los medios se dedicaron a contar la financiación ilegal de Podemos con dinero venezolano o iraní, la cuenta bancaria de Granadinas o cualquier otro paraíso fiscal, las miserables grabaciones privadas (desde la minga de Echenique a los azotes de Iglesias)? Horas de tertulianos, informativos y páginas de periódicos para algo que sabían que era mentira o, en el mejor de los casos, no tenían ninguna prueba ni fundamento. Ni buscaban fuentes ni contrastaban nada, leña al mono.
La UDEF investiga a Podemos por financiarse con cinco millones de euros de Irán (El Confidencial, El Español), El 'Informe PISA' (Pablo Iglesias S.A.) de la UDEF sobre Podemos (Ser), (…) el dinero sale de Teherán hacia empresas instrumentales que tienen su sede en Beirut (Líbano), Kuala Lumpur (Malasia), Khorug (Tayikistán) o Belice, aunque las transferencias las reciben en cuentas abiertas generalmente en Hong Kong, Moscú, Londres y, principalmente, Dubái (ABC), El régimen de los ayatolás pretende desestabilizar una democracia occidental en el corazón de Europa (El País), la DEA de EEUU revela que Venezuela e Irán pactaron financiar a Podemos con HispanTV (El Confidencial). Vale la pena leer el trabajo de J. Garín en ElSalto "La influencia de la información de las cloacas en las elecciones generales del 26J".
Mientras tanto, la presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), Victoria Prego, reacciona acusando a Pablo Iglesias de "montar toda una operación de propaganda en su propio beneficio electoral". Quizás sea bueno recordar que el comisario Villarejo montó el instituto de práctica jurídica Schola Iuris, en el que estuvo impartiendo clases y conferencias Adolfo Prego, exmagistrado y hermano de la presidenta de la APM. Y que la APM, anunciaba en octubre de 2017 el curso de Periodismo y Marketing de Gemma Alcalá, mira por donde, la esposa del comisario Villarejo. Ay, la famiglia.
Y hay muchos más papelones de periodistas en este culebrón. Tenemos al que fuera director de Interviu, Alberto Pozas, dando, según investiga el juez, al comisario Villarejo, el pendrive con el supuesto contenido del teléfono móvil sustraído al equipo de Podemos.
Ahora, cuando se sabe el sistema corrupto con el que se elaboraba toda esa información, implicando a estructuras fundamentales de un sistema democrático, ningún medio rectifica o reconoce que participó en el aquelarre de las cloacas. Y cuando Pablo Iglesias se lo echa en cara, algunas, como Ana Rosa Quintana, le argumenta que Inda "es compañero" y debe entenderlo. El pasado martes también pudimos comprobar la reyerta dialéctica en directo entre Iglesias y Ferreras donde, de nuevo, el líder de Podemos denunciaba la protección y altavoz que disfruta Eduardo Inda en LaSexta. No olvidemos que, durante estos días, en LaSexta, el analista que nos explica el escándalo del espionaje de policías de Interior a Podemos es el mismo periodista al que le pasaban los montajes informativos (y no era el único) para que los contara en su periódico, y de paso en la cadena de televisión.
El asunto me recuerda al de las armas de destrucción masiva en Iraq. Los tres gobernantes de las Azores quedaron sentenciados como mentirosos por la opinión pública, pero los medios que dieron por válida su versión, que no investigaron, que no contrastaron y que no recogieron la versión de movimientos sociales o gobiernos que calificaron de mentira la existencia de esas armas, no han resultado penalizados como parte de la trama que nos engañó y su papel fue fundamental.
La historia reciente está repleta de montajes falsos que, cuando se descubren, terminan poniendo en la picota a políticos o cargos públicos pero de los que siempre se van de rositas los medios que forman parte de la trama. Estos medios, cuando sale a la luz la verdad del escándalo en el que participaron, se limitan a reaccionar al estilo del corrupto jefe de la policía de la película Casablanca: "¡Qué escándalo! ¡He descubierto que aquí dentro se juega!".
Fuente: http://www.eldiario.es/zonacritica/cloacas-periodismo_6_887571256.html
Los bajos fondos del poder
Los bajos fondos del poder
Vox Populi
Gusta mucho al personal enseñorearse con la casta política salida de la Transición mientras la universidad, la judicatura o el periodismo siguen siendo temas intocables |
Aguda, muy aguda, ha sido la utilización de la expresión “cloacas del Estado” para cubrir las demás inmundicias del poder. La inventó mi antiguo amigo Jaume Roures,
ahora convertido en el muñidor de los “medios” del independentismo. Con
ello ha conseguido ocultar, gracias al manto de las simplificaciones,
todo el manejo de los bajos fondos de las instituciones. Lo suyo ha sido
una hábil operación de corrupción de mayores. Cuando alguien alude a
la segunda gran cueva de mafiosos políticos -la primera la ocupa por
derecho propio el PP-, la que conformaron los gobiernos de la
Convergencia de Jordi Pujol y aledaños, ¿tendría algún sentido
referirnos a las cloacas del Estado? Ninguno, porque trataban no solo de
sustituir al existente sino de ir creando uno nuevo. La “policía
política”, si es que hay alguna policía que no sea política salvo en el
salvífico candor de Pablo Iglesias, ha existido en Cataluña
desde 1980, y si no que se lo pregunten a Miquel Sellarés o a Antoni
Batista, que pergeñaron los primeros proyectos en los que quedaba muy
claro el gremio periodístico como vital para un control paralelo al del
Estado. En Cataluña desde entonces siempre han coexistido dos cloacas,
pero no precisamente del Estado.
Lo de Francisco González en el BBVA, como los ya tan olvidados chantajes de Mario Conde y el excoronel Perote que pusieron en un brete a las más importantes instituciones, no tienen apenas que ver con las “cloacas del Estado”. Otra cosa es que aspiren al gobierno, o al monopolio de su ejercicio. Por eso me parece más exacto, aunque menos espectacular, referirse a “los bajos fondos”, porque en esas operaciones de mentiras e intoxicaciones informativas no son las ratas las que se mueven a su antojo, sino que se asientan en el poder omnímodo, gansteril, de los capos. Igual que ocurre en los bajos fondos; unos mandan y otros ejecutan.
El mundo del deporte es un semillero de corrupción y mordidas que deja chico al que se practica en la política. Es lógico, mueve más millones y está construido sobre una fe especialmente adaptada para cándidos y descerebrados. Como la gente no puede vivir sin dioses, y pasamos por tiempos de creencias líquidas, de baja calidad y espirituosas como la cazalla, los partidos de fútbol han venido a sustituir a los partidos políticos, haciendo verdad aquella salida para zotes repetida hasta la saciedad por el franquismosociológico: yo no creo en la política, solo me preocupo por mi equipo.
No es extraño que Eduardo Inda, “el bienpagao” de los bajos fondos, haya hecho casi toda su carrera como periodista deportivo, en Marca, nuestro New York Times de la clase política impuesto por Florentino Pérez, político fracasado en las urnas, y por Mariano Rajoy. Tampoco es extraño que Antonio García Ferreras, factótum de “La Secta” y veterano cronista de fútbol, también de la cantera de Florentino, haya demandado ante la víctima, Pablo Iglesias, que a su calumniador profesional, el tal Inda, le sea concedida “la presunción de inocencia”.
Diálogo histórico en vivo y en directo el de Ferreras e Iglesias, que en un país normal y no dominado por los bajos fondos habría provocado páginas y comentarios. La Sexta, pillada en la inconsistencia de su parcialidad, echa mano de su hemeroteca y reproduce la supuesta inclinación hacia Pablo y “Nosotras”. Ya el gesto es como para inquietarse. O sea, que somos parciales a vuestro favor, pero ya sea porque no saben ni pueden reproducen imágenes equívocas de la preferencia del calumniador sobre el calumniado, quizá porque la mejor noticia es una mentira fabricada. Pero añade algo que aún hoy me asusta sobre el peso de los bajos fondos. Ferreras dice con voz entrecortada: “Yo solo vi a Villarejo tres veces”, pero lo hace con la misma consistencia con que hubiera dicho treinta y tres. Ahora bien, lo que nadie le ha preguntado a Ferreras, y sí lo hubiera hecho con cualquier líder político, es para qué te has entrevistado tres veces o treinta y tres con un veterano de los bajos fondos. Para darle tú información o para que te la diera él. Nadie toma café con un delincuente para preguntarle cómo anda de salud y qué tal le va con su mujer, Gemma Alcalá, si no tiene en la mente otras intenciones.
Nuestro mayor problema no está en que no sepamos sino en que no queremos saberlo. Ha caído como del cielo, que no otra cosa es ser alto cargo en Moncloa, Alberto Pozas. Otro vieux routier de los bajos fondos. Ya tienen que ser evidentes las pruebas para que un tipo como Pozas reconozca que le dio un pendrive de información a Villarejo. Un director de información de Moncloa pasando material sensible a un capo de los bajos fondos. Este antiguo director del semanario Interviú, único dato con el que se conformaron todos los medios de comunicación, ya estaba trabajando para el Gobierno socialista en la época de los GAL. Pero ¡silencio!, entre bomberos no se pisan las mangueras. Nadie pregunta nada porque nadie quiere saber nada de uno de los nuestros. ¿No les recuerda una antigua película sobre la mafia norteamericana? Pues arruinaditos y todo, con salarios de subsistencia y precariedad, competimos en bajos fondos con los grandes.
Gusta mucho al personal enseñorearse con la casta política salida de la Transición, y no sin motivo. Pero la universidad, la judicatura o el periodismo son temas intocables y con tanto o mayor motivo que el de la casta que en apenas unos años ha quedado obsoleta de tanto ensancharse. Nunca, o casi nunca, para evitar las malandanzas de la memoria, los bajos fondos de los medios de comunicación han salido a la luz pública. De vez en cuando te vienen ramalazos de recuerdos y cuando los dices escuchas hasta el silencio del interlocutor que hubiera preferido no oírlos.
Nadie pidió nunca al ministro de Educación, el socialista Maravall, los nombres de los seis, digo bien, seis, periodistas que cobraban del erario público en la época de UCD al tiempo que ejercían de columnistas seráficos. Entonces no atisbábamos las razones y es que vendrían otros seis de su propia mano. La primera gran operación de los bajos fondos que recuerdo la perpetraron la SER y El País en mayo de 1991, dirigido el periódico entonces por Juan Luis Cebrián. Se trataba de una cinta pirata de diálogos sobre el ministro Solchaga y Felipe González tomada desde el coche de Txiki Benegas. Dijeron que les había llegado por casualidad.
Fuente: https://www.vozpopuli.com/opinion/bajos-fondos-poder-villarejo_0_1235577605.html
Lo de Francisco González en el BBVA, como los ya tan olvidados chantajes de Mario Conde y el excoronel Perote que pusieron en un brete a las más importantes instituciones, no tienen apenas que ver con las “cloacas del Estado”. Otra cosa es que aspiren al gobierno, o al monopolio de su ejercicio. Por eso me parece más exacto, aunque menos espectacular, referirse a “los bajos fondos”, porque en esas operaciones de mentiras e intoxicaciones informativas no son las ratas las que se mueven a su antojo, sino que se asientan en el poder omnímodo, gansteril, de los capos. Igual que ocurre en los bajos fondos; unos mandan y otros ejecutan.
El mundo del deporte es un semillero de corrupción y mordidas que deja chico al que se practica en la política. Es lógico, mueve más millones y está construido sobre una fe especialmente adaptada para cándidos y descerebrados. Como la gente no puede vivir sin dioses, y pasamos por tiempos de creencias líquidas, de baja calidad y espirituosas como la cazalla, los partidos de fútbol han venido a sustituir a los partidos políticos, haciendo verdad aquella salida para zotes repetida hasta la saciedad por el franquismosociológico: yo no creo en la política, solo me preocupo por mi equipo.
No es extraño que Eduardo Inda, “el bienpagao” de los bajos fondos, haya hecho casi toda su carrera como periodista deportivo, en Marca, nuestro New York Times de la clase política impuesto por Florentino Pérez, político fracasado en las urnas, y por Mariano Rajoy. Tampoco es extraño que Antonio García Ferreras, factótum de “La Secta” y veterano cronista de fútbol, también de la cantera de Florentino, haya demandado ante la víctima, Pablo Iglesias, que a su calumniador profesional, el tal Inda, le sea concedida “la presunción de inocencia”.
Diálogo histórico en vivo y en directo el de Ferreras e Iglesias, que en un país normal y no dominado por los bajos fondos habría provocado páginas y comentarios. La Sexta, pillada en la inconsistencia de su parcialidad, echa mano de su hemeroteca y reproduce la supuesta inclinación hacia Pablo y “Nosotras”. Ya el gesto es como para inquietarse. O sea, que somos parciales a vuestro favor, pero ya sea porque no saben ni pueden reproducen imágenes equívocas de la preferencia del calumniador sobre el calumniado, quizá porque la mejor noticia es una mentira fabricada. Pero añade algo que aún hoy me asusta sobre el peso de los bajos fondos. Ferreras dice con voz entrecortada: “Yo solo vi a Villarejo tres veces”, pero lo hace con la misma consistencia con que hubiera dicho treinta y tres. Ahora bien, lo que nadie le ha preguntado a Ferreras, y sí lo hubiera hecho con cualquier líder político, es para qué te has entrevistado tres veces o treinta y tres con un veterano de los bajos fondos. Para darle tú información o para que te la diera él. Nadie toma café con un delincuente para preguntarle cómo anda de salud y qué tal le va con su mujer, Gemma Alcalá, si no tiene en la mente otras intenciones.
Nuestro mayor problema no está en que no sepamos sino en que no queremos saberlo. Ha caído como del cielo, que no otra cosa es ser alto cargo en Moncloa, Alberto Pozas. Otro vieux routier de los bajos fondos. Ya tienen que ser evidentes las pruebas para que un tipo como Pozas reconozca que le dio un pendrive de información a Villarejo. Un director de información de Moncloa pasando material sensible a un capo de los bajos fondos. Este antiguo director del semanario Interviú, único dato con el que se conformaron todos los medios de comunicación, ya estaba trabajando para el Gobierno socialista en la época de los GAL. Pero ¡silencio!, entre bomberos no se pisan las mangueras. Nadie pregunta nada porque nadie quiere saber nada de uno de los nuestros. ¿No les recuerda una antigua película sobre la mafia norteamericana? Pues arruinaditos y todo, con salarios de subsistencia y precariedad, competimos en bajos fondos con los grandes.
Gusta mucho al personal enseñorearse con la casta política salida de la Transición, y no sin motivo. Pero la universidad, la judicatura o el periodismo son temas intocables y con tanto o mayor motivo que el de la casta que en apenas unos años ha quedado obsoleta de tanto ensancharse. Nunca, o casi nunca, para evitar las malandanzas de la memoria, los bajos fondos de los medios de comunicación han salido a la luz pública. De vez en cuando te vienen ramalazos de recuerdos y cuando los dices escuchas hasta el silencio del interlocutor que hubiera preferido no oírlos.
Nadie pidió nunca al ministro de Educación, el socialista Maravall, los nombres de los seis, digo bien, seis, periodistas que cobraban del erario público en la época de UCD al tiempo que ejercían de columnistas seráficos. Entonces no atisbábamos las razones y es que vendrían otros seis de su propia mano. La primera gran operación de los bajos fondos que recuerdo la perpetraron la SER y El País en mayo de 1991, dirigido el periódico entonces por Juan Luis Cebrián. Se trataba de una cinta pirata de diálogos sobre el ministro Solchaga y Felipe González tomada desde el coche de Txiki Benegas. Dijeron que les había llegado por casualidad.
Fuente: https://www.vozpopuli.com/opinion/bajos-fondos-poder-villarejo_0_1235577605.html
Los grandes disidentes ahora son los de Occidente
En nuestro siglo los grandes disidentes ya son los de Occidente
El destino de Julian Assange, aplastado por una máquina implacable y rodeado de difamación, es más trágico que el de los opositores soviéticos de los años setenta
La imagen del bello Julian Assange sacado en volandas, feo y envejecido, de su largo y duro encierro con un libro de Gore Vidal en las manos que narra la historia del Estado de la Seguridad Nacional de Estados Unidos, es antológica. Informa de que los grandes disidentes del Siglo XXI son occidentales. Resume las circunstancias de un hombre valeroso implacablemente perseguido y acosado por todos los medios humanos y técnicos de una máquina total, que no conoce fronteras. Capaz de filmarte cagando en el retrete de la rara sede diplomática en la que has encontrado refugio en el intento de eludir el riesgo de un encarcelamiento en condiciones inhumanas y quizá de la eliminación física. De bloquear tus cuentas bancarias y comunicaciones. De presionar a gobiernos y amigos reticentes a colaborar en tu acoso. De meterse contigo en la cama y de fabricar cualquier tipo de acusaciones desde alguna de las “WikiLeaks War Room” del Pentágono, del Departamento de Estado, o de cualquier otra institución imperial.
Y todo eso rodeado por un coro mediático de inquisidores formateados por el conformismo y bien pagados para aceptar automáticamente las acusaciones y patrañas fabricadas por esa máquina todopoderosa e inapelable.
En esas circunstancias, el libro es una señal, sorda y desesperada, que quiere indicar por dónde van las cosas y por dónde hay que buscar la explicación de la detención.
Habíamos visto escenas así en la tiranía soviética. Disidentes. Hombres solos enfrentados a la maquinaria de un Estado absoluto. Aquellos, por lo menos tenían el consuelo de saber que en el otro campo, “allá” (tam, como se decía en la URSS), alguien recogería la señal lanzada, se crearía un eco y se alcanzaría un efecto. Lo de hoy es mucho más total. Un mensaje dentro de una botella a merced de las corrientes marinas. Apenas quedan Estados soberanos capaces de crear cierto espacio de abrigo alternativo para las grandes causas de la libertad. Sin contar al Imperio, lo que queda de soberanía estatal en el mundo de hoy puede contarse con los dedos de una mano y aún sobran dedos; China, Rusia, India…, pero ¿van estos a proteger a Julian Assange? El único “allá” que hoy existe a efectos de libertades es la ciudadanía, un recurso potencial sin marcos territoriales.
El Imperio se cobra su cuenta
El Imperio se cobra su cuenta. Una nueva victoria de Goliat que los quitavergüenzas de los medios de comunicación del establishment, castrados para todo informe independiente, han adornado convenientemente para convencer al público de que dos más dos son cinco: de que los verdaderos criminales son los que exponen los crímenes y no quienes los cometen.
Cualquiera que publique un documento oficial y secreto de Estados Unidos, aunque sea la prueba de un delito en guerras que han costado la vida a varios millones de seres humanos desde el año 2001, puede ser detenido en cualquier parte del mundo y encarcelado en Estados Unidos. Una victoria ejemplarizante de la extraterritorialidad imperial destinada a evitar ulteriores desafíos por parte de periodistas valientes.
Geoff Morrell, secretario de prensa del Pentágono, explicó hace años el funcionamiento de una de esas “WikiLeaks War Room”: 120 personas, analistas, agentes, trabajando 24 horas sobre 24, siete días a la semana para destruir la red que osó explicar lo que Noam Chomsky define como, “cosas que la gente debe saber sobre quienes están en el poder”. Hay miles de profesionales, y miles de millones de dólares, trabajando en esta operación de venganza imperial.
Una labor de años
Llevaban siete años lanzando mentiras para reducir a Julian Assange a una especie de delincuente sexual, colaborador de la Rusia de Putin y valedor de la extrema derecha. Un turbio personaje narcisista (el diagnóstico del infame juez Michael Snow tras un contacto de 15 minutos con Assange) que se metió en la embajada de Ecuador en Londres para “evitar ser extraditado a Suecia”, que ha sido detenido por la policía británica “por haber quebrantado su libertad provisional”. Un “tonto”, “personaje repelente” “descortés y amenazante hacia sus anfitriones”, “herramienta de Vladimir Putin”, aliado de Trump… (Todo eso consigue meter uno de estos esbirros en apenas dos párrafos de su artículo. Su colega de Madrid explica en titular la detención como resultado de que a Ecuador, “se le acabó la paciencia”).
Desde Washington, Londres y Moscú, los corresponsales de la prensa establecida se suman al coro disciplinadamente. Hasta la prensa, pretendidamente alternativa de este país, cuya dimensión internacional es lamentable, practica un gallináceo término medio entre la realidad, es decir el castigo por la divulgación de fechorías imperiales, y toda la campaña de descrédito que ha preparado el terreno al desenlace del 11 de abril. No hay mejor prueba que esta de la victoria de Goliat y ello nos obliga a repetir lo más banal: que Assange no está siendo perseguido por el Reino Unido, ni por violar su condicional, ni por la fantasmada de aquellas relaciones sin condón, sino por su labor periodística, y que su extradición implica un peligro de muerte. ¿O acaso no recuerdan las palabras de la Secretaria de Estado?: “¿No podríamos simplemente matarlo con un dron?” (Can´t we just drone this guy?”).
Omnipotencia
“Estados Unidos harán claramente saber que no tolerarán a ningún país, y en particular a los aliados de la OTAN, que se ofrezca refugio a los criminales que ponen en peligro la vida de las fuerzas de la OTAN”, advertía hace años Marc Thiessen, funcionario del aparato imperial. “Con las apropiadas presiones diplomáticas, esos gobiernos deben cooperar para llevar a Assange ante la justicia, pero si se niegan Estados Unidos podría detenerle en su territorio sin su conocimiento ni aprobación”.
Es decir, el Imperio podía hacer lo que viene haciendo con centenares de personas de todo el mundo desde 2001: secuestrar a Assange, ponerle una bolsa de plástico negra en la cabeza, embarcarlo en un avión hacia un agujero negro y torturarle en alguna base secreta, pero no fue necesario llegar tan lejos porque los estados vasallos cooperaron. Suecia, ahí está la patraña de su investigación por delitos sexuales clausurada en secreto y que ahora podría reabrir si conviene, Ecuador, cuyo solícito nuevo Presidente vuelve al redil, reabre bases militares y recibe un crédito del FMI, y, naturalmente, el Reino Unido, viejo perrito faldero, cuya cámara parlamentaria acogió con aplausos la noticia de la detención de Assange.
El disidente burló la maniobra sueca refugiándose en la embajada ecuatoriana y rompiendo su libertad condicional inglesa, lo que el diario The Guardian define como “self-imposed retreat” en un editorial que es todo un modelo de hipocresía liberal. El juez lo ha encarcelado por “violar aquella libertad condicional”, delito castigado con hasta doce meses de cárcel. Pero entonces Assange es verdaderamente tonto: ¿se ha pasado siete años para evitar doce meses? La causa de la detención ha sido, “un cambio en la actitud de Ecuador”, dice The Guardian, pulcramente contrario a una extradición. “Publicó cosas que no siempre debían ser publicadas”, pero, “no será ni seguro ni correcto extraditarle”, sentencia. Por el camino se ha perdido la memoria del veredicto de aquel grupo de expertos de la ONU que dictaminó como arbitraria la amenaza de detención británica contra el disidente.
Si con los estados y sus medios de comunicación el asunto es casi de rutina, ¿qué decir de los individuos? Nada más fácil que reducir sus voluntades y solidaridades. Jacob Appelbaum, un colaborador de Assange refugiado en Berlín en busca de mayor seguridad, lo que no impedía su sospecha de que funcionarios americanos registraban su apartamento en su ausencia, explicaba -¡hace seis años!- que después de julio de 2010 le comenzaron a detener en los aeropuertos: “Me metían en una habitación especial, me registraban, me colocaban contra la pared, confiscaban mi ordenador, denegaron el acceso a un abogado y cuando procedieron al interrogatorio en suelo americano estaba siempre presente un miembro del ejército. Me dieron a entender que si no cooperaba sería agredido sexualmente en la cárcel…”
El libro de Gore Vidal agarrado por Assange es la señal indicadora de que el círculo minuciosamente organizado y preparado desde hace años se está cerrando. No se trata de la “paciencia de Ecuador” por embadurnar con sus excrementos las paredes de la embajada, ni por “chantajear” a su indigno presidente, no se trata de Suecia ni de la libertad condicional del Reino Unido, ni de la personalidad de Assange, como escriben todos esos necios. De lo que se trata es de la “Seguridad Nacional de Estados Unidos”, principal amenaza a la paz mundial (Oskar Lafontaine, dixit) y a las libertades. Se trata del Imperio, de su venganza y disciplina. El siguiente capítulo será la extradición.
Hacia la extradición
¿Alguien duda de ella? Por el mismo motivo por el que se negó a Pinochet, el Reino Unido la concederá en el caso de Assange. Por disciplina. Si es necesario el Imperio buscará a alguien que tuvo relaciones sin condón con el juez encargado. El Estado de la Seguridad Nacional no admite derechos.
“No tiene la menor posibilidad de un juicio con garantías”, dice Daniel Ellsberg, un Assange de los años sesenta que se atrevió a filtrar los crímenes de la guerra de Vietnam. “Cuando mi abogado me preguntaba por qué filtré aquellos documentos, el tribunal declaró la pregunta improcedente”, recuerda.
Ellsberg solo se salvó de treinta años de prisión porque el movimiento contra la guerra de Vietnam dominaba en la calle. Aún así, ha sido un apestado de por vida en EE.UU. Assange lo tiene peor. Sin una fuerte presión popular será tragado por el agujero negro del Gulag local. Su destino más probable en Estados Unidos, si no se suicida antes, será la cárcel Admax de Florence, en Colorado. El régimen de la prisión consiste en 23 horas diarias encerrado en una caja de cemento con una ventana de cuatro pulgadas, seis inspecciones de cama al día, con una séptima los fines de semana, una hora de ejercicio en un recinto exterior de cemento, duchas breves y registros e intimidaciones según la voluntad y capricho de los guardias, resume The Intercept. Todo eso de por vida, a menos que confiese para reducir pena que mantuvo sexo sin preservativo con Vladimir Putin o cualquier cosa que le pida el Imperio. Si el personaje hubiera sido un ruso o un chino víctima de esos países, se estaría fraguando ya una candidatura al Premio Nobel de la Paz. Por lo menos.
(Publicado también en Ctxt)
domingo, 14 de abril de 2019
El derecho de asilo .
Ataque brutal al derecho de asilo
Tiempo Argentino
El periodista y escritor Miguel Bonasso reflexiona en esta columna tomada de su página de Facebook sobre el alcance de la acción tomada por el presidente ecuatoriano contra el activista australiano. Y lo compara con el caso de Héctor J. Cámpora a resguardo de la dictadura argentina en la sede mexicana en Buenos Aires. |
Al expulsar a Julian Assange de su asilo en la embajada ecuatoriana en Londres, el presidente de Ecuador -Lenin Moreno- se coloca en una posición aún más condenable que la asumida por el dictador argentino Jorge Rafael Videla, cuando impidió que el ex presidente Héctor Cámpora obtuviera el obligatorio salvoconducto y pudiera viajar a México para asilarse.
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