Vox: el error del PSOE en Andalucía
----------- Autores ....................
Rubén Pérez Trujillano
Es profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de
Sevilla y Premio Memorial Blas Infante. Es autor de Andalucía y reforma
constitucional (Córdoba, Almuzara, 2017). @Ruben_PerezT
Francisco Miguel Fernández Caparrós
Graduado en Filosofía por la Universidad de Murcia y
estudiante de Derecho de la Universidad de Granada. Cuenta de Twitter: @FcoFern
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En el otoño de 2015 nuestra vida política vivió un punto de
inflexión tan importante como el que había representado el 15M. Las elecciones
al Parlamento de Cataluña, que habían tenido lugar el 27 de septiembre,
arrojaron una mayoría parlamentaria decidida a iniciar la senda del
independentismo. Pocas personas comprendieron el acontecimiento. Uno de ellos
fue José Luis Serrano, por entonces presidente del grupo parlamentario de
Podemos Andalucía. Ese mismo otoño, unos meses después de que el PSOE renovara
por enésima vez su mandato en Andalucía, Serrano aprovechó una sesión de
control de la presidenta de la Junta para proponerle una alianza.
“Creo que voy a sorprenderla, señora presidenta”, dijo al
comenzar. Y no era para menos: le propuso un “pacto de Estado” para sentar las
bases de una reforma constitucional que evitase el torbellino independentista y
toda la basura que, sin duda, iba a remover. Los cambios en el panorama catalán
habían dejado un hueco en la dirección política de España que llamaba a
Andalucía: “en el momento en que Cataluña ha dejado el espacio de la
vanguardia, el espacio de la vanguardia le corresponde a Andalucía. Vamos a
liderar esto”.
Serrano tendió la mano a Susana Díaz para hacer frente al
desafío independentista y la tentativa centralista. Y añadió: “cuenta con nuestro apoyo total” si
Ciudadanos le abandona, si se materializa “su carácter jacobino, asimétrico”,
que busca la “unificación por abajo”. Serrano se refería a lo que Ciudadanos
heredaba de una de las primeras formaciones en solicitar tanto la reabsorción
de las competencias de educación y sanidad como la aplicación del artículo 155
de la Constitución en Cataluña: UPyD. Y precisamente por eso Andalucía debía
poner la sanidad y la educación al resguardo: porque entre independentistas y
centralistas la autonomía corría peligro. Y la salida era el sistema federal.
Susana Díaz rechazó el guante con la altivez que ha
caracterizado su trato hacia Podemos Andalucía. Aunque se le hablaba de
federalismo, ella contraatacó con la acusación de que eso era independentismo:
había tomado la decisión de emprender la vía españolista; de contrarrestar el
nacionalismo catalán con nacionalismo español; el independentismo con
centralismo. Aquel otoño de 2015, el PSOE cometió un error histórico de graves
consecuencias que han tardado tres años en cristalizar.
Susana Díaz adelantó al rey Felipe VI en eso de dar mensajes
institucionales en la televisión pública para meter en vereda a los
independentistas. Jugar al españolismo siempre es peligroso, porque este tipo
de nacionalismo es esencialista por naturaleza. Rara vez adopta convicciones
cívicas y, cuando lo hace, es como si muriera por implosión. Pese a la retórica
“constitucionalista” –que comienza y acaba en el término, ¡qué lejos estamos
del “patriotismo constitucional”!–, el españolismo es una autopista por la que
rugen sin control las nociones xenófobas, excluyentes y preconstitucionales con
toda la fiereza de que son capaces unas ideas que se curten en mitos, no en
consensos.
La aventura españolista del PSOE tuvo un reflejo inmediato
en el ruedo político. Por un lado, se puso en marcha un discurso espurio de la
Constitución. El PSOE accedió a señalar, como ya lo hacían las fuerzas
conservadoras, la existencia de un bloque de partidos “constitucionalistas”.
Para ello usaban como único criterio la homogeneidad compartida en cuanto a
cierta visión de España y el modelo territorial. No importaba nada que una
fuerza estuviera en contra de la libertad de expresión si defendía a puñetazos
la unidad de la patria, ni si anhelaba fulminar los derechos sociales
reconocidos en la Constitución y desarrollados en estatutos de autonomía como
el de Andalucía. Por el contrario, todo lo que no coincidiera con esa manera de
pensar y sentir España quedaba desplazado y estigmatizado como separatista. Los
partidos “constitucionalistas” se distinguían por oposición a los “otros”: los
“populistas”. Ante la indisposición de asumir el debate para edificar un
proyecto federal, se optó por estigmatizar a quienes así lo intentaban. El
tiempo ha demostrado que mantener cerrado el debate sobre la organización
territorial del poder y los derechos se lo pone fácil a quien quiere abrirlo a
patadas. Cerrarlo a cal y canto ha terminado significando introducir un agujero
negro en la racionalidad necesaria para encarar el problema territorial sin
traumas.
Por otro lado, el propósito de revestir con ropajes
constitucionales el discurso españolista ha cuarteado la Constitución y
relegado el Estatuto al limbo de los inocentes. Este enfoque comunicativo y
cultural ha pifiado la pedagogía constitucional de la que tanto se benefician
los pueblos, pues no ha hecho ascos a la apropiación sectorial y partidista del
ordenamiento constitucional con el pretexto de su defensa contra los “otros”.
Era uno de los riesgos que se asumían al poner el énfasis en
el carácter obligatorio de ciertas cláusulas y relativizar hasta límites
insospechados el valor normativo de otras tantas. En la percepción popular,
esto ha redundado en una banalización del conjunto. La Constitución fue
bastardeada porque pasó a darse supremacía absoluta a algunos de sus aspectos
institucionales y orgánicos (la unidad de la patria, los símbolos nacionales,
el Estado de derecho…) ignorando los demás pilares (el pluralismo, la
participación política, el Estado social…).
Si algo demuestra la historia es que las constituciones están en vigor o
no lo están; si sólo rige un fragmento de la Constitución, se la condena al
fracaso. Los discursos que a esto contribuyeron incluso con la mejor de las
intenciones terminan codeándose con discursos autoritarios. Y éstos, que al
principio te llevan a su terreno y te contaminan con las trampas demagógicas
del “pensamiento fácil”, poco a poco, impregnan el sentido común.
Como consecuencia de este proceso, el PSOE cayó en la
pendiente inclinada del españolismo. Sería elogiable que hubiera intentado
sumarse a la ola para evitar la capitalización íntegra del sentimiento
españolista por parte de la derecha de no ser porque, más bien, la maniobra ha
infundido buena parte de la energía necesaria para que el tsunami derechista se
produzca. El objetivo del PSOE era comprensible después del susto de las elecciones
autonómicas de 2015 que dieron a Susana Díaz los peores resultados conseguidos
en Andalucía. Había que ingeniar una estrategia para retomar la confianza del
electorado. Sin embargo, el PSOE se propuso conseguirlo por medio del monopolio
de la izquierda andaluza (algo que IU le había puesto fácil y el extinto PA
facilísimo). Para esto necesitaba vencer a quienes estaban a su izquierda. Pero
el PSOE no quería una victoria temporal ni tampoco un poder compartido en un
marco de competencia limpia. Quería una derrota total y definitiva.
La estrategia para alcanzar ese objetivo fue doble. Lo
primero consistió en someter a Podemos a una minoría de edad perpetua: como los
niños, Podemos (y después toda Adelante Andalucía) eran irresponsables.
Necesitaban un tutor que conociera cómo funciona el mundo de los adultos. Este
tratamiento condescendiente presentaba a Podemos e IU como la representación de
un infantilismo ingenuo al que no se podía tomar en serio. Este mensaje de
frivolización de la izquierda que escapase a la órbita socialista fue calando
poco a poco con una eficacia atronadora.
Al mismo tiempo, la identificación arbitraria de Podemos con
el “populismo”, o con la propia Le Pen incluso, trató de escandalizar a la
opinión pública día tras día. Junto a la frivolización de toda alternativa
izquierdista al PSOE, éste creyó conveniente ir practicando su demonización. El
estigma de “populista” (lo que venía a decir inútil y a la vez peligroso) se
iba sedimentando a cada propuesta y posición que adoptaba Podemos en el
Parlamento de Andalucía, con todo paso que daba o dejaba de dar. Al final,
escandalizar a una sociedad atenazada por la inseguridad con la gramática
españolista y seudo-constitucional llevó a deshumanizar por completo al
adversario de izquierda: inútil, peligroso y, por extensión, separatista.
Se le situaba como algo ajeno al consenso constitucional y
por ello sin derecho a pronunciarse sobre él (“aquel 4 de diciembre Podemos ni
estaba ni se le esperaba”, llegó a reprochar Susana Díaz a José Luis Serrano).
Paulatinamente se le fue presentando, a diestra y siniestra, como un caballo de
Troya que el independentismo catalán (cuando no ETA) había colocado en el
interior de las instituciones andaluzas. Así se hizo del rival político todo un
enemigo del sistema. Y esta lógica sofista ha marcado la legislatura entera, de
tal forma que, si tras la victoria de 2015 Susana Díaz celebró haber superado
al “populismo”, en el descalabro de 2018 ha apelado al diálogo con las fuerzas
“constitucionalistas” para frenar a Vox,
marginando en todo momento a la formación morada de los esquemas de la
legitimidad.
A día de hoy, es palmario el éxito del discurso españolista:
la invalidación y anulación de Adelante Andalucía como interlocutor válido y
como sujeto político representativo y digno de respeto era un paso
imprescindible. La frivolización de sus integrantes llevó a la estigmatización
y esto, en un ambiente de banalización de los valores constitucionales,
degeneró en la deshumanización de Adelante Andalucía y, en general, toda
izquierda que no se tradujera en el PSOE.
Por el camino han ocurrido tres cosas. En primer lugar, el
PSOE, lejos de salirle al paso con críticas pertinentes, lejos siquiera de
imponer matices, ha alimentado una atmósfera de radicalización españolista
propicia para la derecha hooligan y Varón Dandy. Si es cierto, como recuerda
Ignacio Sánchez-Cuenca, que “la crisis catalana ha activado el lado más
excluyente e intolerante del nacionalismo español”, quien más ha avivado ese
fenómeno ha sido el PSOE. Ha sido el partido de Susana Díaz, antes que
Ciudadanos o el Partido Popular, quien mejor ha contribuido a la emergencia de
Vox.
En segundo lugar, presentándolo como el enemigo interno que
el independentismo catalán había introducido en Andalucía, de una parte, y como
el ensimismamiento izquierdista condenado a la inanidad y la derrota, de otro
lado, el PSOE no sólo ha fulminado el potencial transformador de Adelante
Andalucía. Literalmente, ha apestado a Podemos con tal de negar el derecho a
existir a toda izquierda no afincada en el PSOE. Nada que no sepan los
supervivientes del PA y los veteranos de IU.
Correlativamente, ambas consecuencias han desplegado una
tercera, inesperada en los cálculos del PSOE y, qué duda cabe, en los de
Adelante Andalucía. En un contexto de españolismo agresivo, las izquierdas
siempre terminan desacreditadas y situadas en el punto de mira. El españolismo
ha producido la transmutación derechista del espacio público y las ideas sobre
lo común. Ninguna fuerza progresista podía salir bien parada. El temor a un
enemigo absoluto como Podemos, certificado por el PSOE, no ya por Jiménez
Losantos u otros portavoces usuales de la ultraderecha, llevó al
envalentonamiento de la derecha y a que las costuras del centrismo saltasen por
los aires.
La desesperanza inoculada entre las corrientes de opinión
progresista en relación a las posibilidades e intenciones reales de Podemos
antes y Adelante Andalucía después, en torno a su capacidad, desembocó en algo
insólito en la historia de la democracia española pero muy común en Europa
desde hace años. Nos referimos a la vasectomía entre partidos hegemónicos de
izquierda (PSOE en este caso) y otras opciones de izquierda minoritarias o más
jóvenes. En otras palabras: la inexistencia de vasos comunicantes entre PSOE y
Adelante Andalucía obedece, fundamentalmente, a la anulación de esta última por
el primero. El votante progresista y crítico con los gobiernos socialistas ha
ignorado las urnas en el preciso instante en que el fantasma de la extrema derecha
ha aparecido en el ascensor, en el tajo y en las redes sociales. Descontento
con el PSOE, había interiorizado paradójicamente lo que éste (y no sólo la
derecha) tanto le animó a creer: que fuera del PSOE no había nada.
El PSOE cometió un error en el otoño de 2015. Andalucía, lo
hemos dicho muchas veces, es quien marca la norma en el resto del Estado; no al
revés. Por eso era crucial que, tras el camino emprendido por el
independentismo, Andalucía encabezara un proceso de reforma territorial de
signo federal. Sin embargo, al menospreciar esta opción, infantilizar a Podemos
Andalucía y, por último, abrazar los discursos y maneras de la extrema derecha,
el partido de Susana Díaz emprendió un camino que ha terminado conectando a
Andalucía y, como seguramente veremos en unos meses, a España con la
ultraderecha europea.
Nota del blog .- Podemos , formo una coalición con IU y
formo Adelante Andalucía , le resultó fallido como la formación
de UP en la generales; IU en Andalucía tiene implantación , y en vez
de sumar así resta , la derecha al ser tres opciones les dio más posibilidades
, como si dijéramos extrema derecha , derecha y centro . Está claro además que la cuestión catalana si a alguien
perjudico fue a ellos. pero al igual
debido a que el PSOE andaluz haciendo frente anti
catalanista también al PSOE , el debate
del PSOE debía ser sobre la defensa de los
derechos sociales y civiles , revertir las políticas de austeridad en
sanidad y educación y luchar contra el
paro y la precariedad laboral
y
no sobre lo nacional español o catalán
, así su bajón no es culpa del PSOE nacional , sino del PSOE andaluz
Y las maniobras de Susana , primero rompió con IU en el 2015 y le salió mal
,luego pacto con la derecha o sea el CS
, este bloqueo su programa y al
final la dejo colgada ,y fue incapaz
de pactar con Podemos ,convoco elecciones y le salió peor , de nuevo , y debía haber dimitido ya . Como es lógico sus votantes se abstuvieron o pasaron a otros bajo ese
mismo discurso nacionalista español
. Lo
de Susanita no es un error , es que es nefasta, ya se vio
cuando intento descabalgar a Pedro y casi destroza el PSOE.. ya se ve que
no es nacionalismo español el que le va dar votos en Andalucía. Ni es ese el
eje de debate que debe tener
el PSOE. Y más al convertirse en susanismo ( véase el cartel de arriba ) . De todos modos no es el problema en Cataluña lo que definió tanto el voto , ni provoco el surgimiento de Vox ya que el tanto el PP como CS pedían igual , volver a aplicar ahora el articulo 155 a Cataluña por un periodo más largo .
En un artículo en el País, preguntaban a dos catedráticos
de políticas si Vox era fascista,
y respondían que no, pero además, lo que en ningún momento decían es que
es nacionalista español, era como un lapsus , y tampoco entre
las razones que daban explicaban que el fascismo no dejaba de ser una derecha revolucionaria –( cosa que indudablemente
VOX NO lo es) - y por lo tanto social donde
el nacionalismo de estado
era fundamental ni llegaban a mencionar el nacional populismo lepenista
donde el racismo la xenofobia y el
anti islamismo es
fundamental ,es como si hubiera un
intento por todos lados de lavarlos y
hacerlos presentable como están haciendo
toda la prensa de la caverna - Ok diario , ABC , Mundo , Razón - y el PP y Cs
para poder pactar con el . por eso lo importante les es decir que lo provoca Cataluña y no la xenofobia o incluso la felicitación de no solo de la Lepen sino del K.K.K . Y como si no fuera además bien actual .
Y como se puede ver
el nacional catolicismo
fundamentalista de la época anticomunista de papa Wojtyla esta bien presente en él . Como el componente no liberal sino neocon .
Como si intentaran ser una Polonia del Sur .
El nacionalismo es usado como sedante de las clases populares para que éstas, a diferencia de las opulentas, no ejerzan la lucha de clases.
Y cuando uno entra en una batalla con los métodos del enemigo, tiene todos los boletos para perderla.