jueves, 1 de noviembre de 2018

EE.UU. se retirada del acuerdo INF .

La situación es mucho más peligrosa que en la guerra fría

  Rafael Poch  
 Eurasia .

 Sobre el anuncio de EE.UU. de retirada del acuerdo INF

Hace unos diez años asistí a un distendido cónclave de la mafia local en un bar de la populosa ciudad china de Chongqing. Una tertulia de seis o siete personajes de todo el país que manejaban en torno a una taza de te los negocios de aquella prodigiosa urbe, entonces aún en construcción. Me llevó un americano, quizá agente de la CIA, que mostraba gran familiaridad con todos ellos. Hablaban entre ellos con total desenvoltura de la próxima guerra. Enfrentaría, decían, a Estados Unidos y China. Me impresionó el consenso: el asunto de la guerra era inevitable y China saldría vencedora. De esa conclusión participaba hasta un dinámico capo de Taiwan.
Hablar de la posibilidad de una guerra, sino de su inevitabilidad, se ha convertido en tópico. Pero no en conversaciones de café, por desgracia, sino entre quienes toman las decisiones al respecto. Lo primero es grave cotejado con lo segundo: a diferencia de los años ochenta, la sociedad civil europea es hoy completamente ajena a ese peligro, pese a que las medidas y los discursos de los poderosos son inequívocos y deberían suscitar la máxima alerta social. Eso es lo que marca, precisamente, el Doomsday clock, el reloj del juicio final nuclear que mantiene desde 1947 el Bulletin of the Atomic Scientists y que este año marca las doce menos dos minutos, un nivel de alarma que no marcaba desde 1953 en lo más crudo de la guerra fría.
Un nuevo desastre
Todo esto viene a cuento del anuncio de que Estados Unidos se retirará del acuerdo  firmado en 1987 con la URSS en materia de prohibición de los misiles nucleares de alcance intermedio (INF), realizado el 20 de octubre por Donald Trump. La medida es un nuevo desastre que prosigue el desmantelamiento de los grandes acuerdos que ordenaron la tensión nuclear global entre las dos superpotencias e iniciaron luego, con Gorbachov, un importante desarme estratégico desde finales de los años sesenta del siglo XX; el acuerdo de no proliferación nuclear (de ámbito global pero cuyo primer artículo obligaba a los tenedores de la bomba a desarmarse), el acuerdo ABM de 1972 que limitaba los sistemas interceptores de misiles (con el fin de que no dieran lugar a la instalación de más misiles estratégicos -largo alcance- para escapar a su posible interceptación, lo que abría una escalada de proliferación sin horizonte), así como los sucesivos acuerdos de reducción de misiles estratégicos START. Siempre por iniciativa de Estados Unidos, esos acuerdos han sido anulados (ABM, INF), ignorados, o descafeinados. Eso último es lo que ocurrió con los acuerdos START a partir del firmado en Moscú en 2002, cuando se permitió que las armas retiradas no fuesen eliminadas, sino guardadas en el almacén, lo que permitía su reversibilidad. Aquel acuerdo acabó con el desarme real, es decir, vinculante, verificable y en un marco de disminución, para entrar en otra cosa.
Desde entonces todo ha ido cuesta abajo en el marco de la quimera de la hegemonía unipolar de Washington. Apenas hay garantías ni canales de comunicación contra lo que se llamaba MAD (destrucción mutua asegurada), pero las potencias nucleares están en contacto militar directo diariamente, con barcos y aviones de Estados Unidos provocando y acechando las fronteras de China y de Rusia, en el mar de China meridional, en el Báltico, en Europa del Este y en el Mar Negro, por no hablar de los contactos en el conflicto de Siria. En las actuales condiciones la posibilidad de incidentes o accidentes entre potencias nucleares es solo una cuestión de tiempo.
A los despistados que hablan de “responsabilidades compartidas” y de “expansionismo ruso” hay que enseñarles un mapa: esas fricciones no tienen lugar en el Golfo de México, ni en Canadá. La geografía (y la retirada de acuerdos y la cuantía de los presupuestos militares) delata al principal provocador.
Objetivo China
La retirada de Estados Unidos del acuerdo INF contribuye a esa insana degradación, incrementa el riesgo de guerra o accidente nuclear en Europa y al mismo tiempo está dirigida contra China. El acuerdo de 1987 impedía a Estados Unidos desplegar armas nucleares tácticas. Ahora, saliendo de el, Washington puede desplegarlas alrededor de China, una potencia no concernida por aquel compromiso, y de Corea del Norte, la obsesión del demente John Bolton, consejero de seguridad nacional de Trump.
La visita de Bolton a Moscú para explicarle a Putin la retirada del acuerdo ha supuesto una humillación en toda regla para el Kremlin, cuya obsesión y gesticulación en materia estratégica (recuerden los videos de Putin en su último discurso sobre el estado de la nación, el pasado marzo, jactándose de la nueva generación de misiles hipersónicos “sin análogos en el mundo”) está encaminada a ser tenido en cuenta por Estados Unidos. Eso no es fácil cuando la desproporción de medios es tan enorme: Washington se gasta 700.000 millones de dólares anuales en sus militares, mientras Rusia no llega a los 70.000, y eso sin contar a los aliados europeos de la OTAN que, sumados a EE.UU arrojan 950.000 millones. Bolton les ha dicho a los rusos que la retirada del INF no es contra ellos, sino contra los chinos. Imposible imaginar mayor ofensa a Putin que decirle: “contigo ni siquiera contamos”.
Más peligros
El Presidente ruso ha advertido, en buena lógica, que sin el INF, “si Estados Unidos despliega nuevos misiles (nucleares) intermedios en Europa, las naciones europeas estarán en riesgo de un contragolpe (ruso)”. Y en Pekín el Presidente Xi Jinping ha recibido el mensaje.
Xi comprende perfectamente que las sanciones y barreras comerciales de Trump o son una disputa comercial, sino una ofensiva directa contra el desarrollo y ascenso chino, es decir contra lo más sagrado de la política china. El pivot to Asia (despliegue del grueso de la potencia aeronaval americana alrededor de China), y el cuarteto militar formado en Asia con Japón, Australia e India, forman parte de la misma demencial arquitectura que la retirada del INF.
En un discurso pronunciado el jueves ante los mandos de la región militar del sur, responsables de la vigilancia del estrecho de Taiwan y de las islas en disputa, Xi instó a sus militares a “concentrarse en prepararse para luchar y ganar en una guerra”. “Debemos aumentar las maniobras para disposición al combate, los ejercicios conjuntos y las maniobras de confrontación para mejorar la capacidad de las tropas y la preparación para la guerra”. Casi simultáneamente, en el Foro de Seguridad de Varsovia, el ex jefe de las fuerzas militares americanas en Europa, Teniente General Ben-Hodges, lanzaba su pronóstico; “no es inevitable, pero creo que en los próximos quince o diez años tenemos una gran posibilidad de estar en guerra con China”. Más o menos lo que decían hace diez años mis simpáticos mafiosos de la tertulia de Chongqing, aunque sin el victorioso pronóstico que lo acompañaba…
Reacciones de la ASEAN, señales de la UE
El domingo concluyeron en la costa de la provincia de Guangdong (Cantón, China meridional) las primeras maniobras militares conjuntas de China con la ASEAN, la organización que engloba al grueso de los países de la región, muchos ellos en disputa territorial con China.  En ellas participó hasta Vietnam, seguramente el país de la región más receloso de China. Y coincidiendo con esas maniobras visitó Pekín nada menos que el primer ministro japonés, Shinzo Abe. El mensaje que arroja todo eso es claro: Asia Oriental no se deja implicar en una dinámica de bloques y no está interesada en la militarización de las tensiones propiciada por Washington. Ni siquiera Japón, India y Australia, miembros del cuarteto antichino organizado por Washington, están entusiasmados con esta jugada. En la Europa cuya seguridad y política exterior están hipotecadas por la OTAN, algo parecido a lo que emite la ASEAN es impensable. El agravio comparativo es inmenso.
Las potencias europeas tampoco están entusiasmadas con la retirada americana del INF que abre un escenario de tensión nuclear en Europa en el que los europeos pagan los platos rotos. Eso se suma al enfado por la retirada de Washington del acuerdo nuclear con Irán y al despecho por los nuevos proteccionismos y presiones comerciales de Donald Trump. En ese contexto, Angela Merkel y Emmanuel Macron aparecieron retratados el sábado en Estambul cogiditos de la mano con Erdogan y Putin tras firmar una búsqueda negociada y consensuada al avispero sirio que hasta ahora era para ellos un asunto de cambio de régimen. Y en la foto no estaba Estados Unidos. Aunque pequeña, es una buena noticia. No dan para mucho más: la UE está todavía muy lejos del sentido común.
La guerra no tiene futuro si los corderos no se dejan arrastrar al matadero, pero en Europa los corderos están entretenidos con otros asuntos y parecen enteramente ajenos al claro incremento del peligro de guerra que vivimos.

 y ver

Pablo Bustinduy se las canta al PP .



Pablo Bustinduy  , se  las canta al PP


https://twitter.com/ahorapodemos/status/1057361898201583617

La Francofonía y colonialismo .


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La obra negativa del colonialismo francés y europeo en África
La Francofonía

bouamamas (Blog)

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.

La difusión de la lengua francesa en África es parte integrante del proyecto colonial. Forma parte de la “obra civilizadora” que pretendía aportar el colonialismo. En efecto, en el proyecto colonial la civilización se entiende como la extracción del hombre africano de sus culturas “bárbaras” para hacerle entrar en la historia y en la civilización por asimilación. Así, las independencias africanas de la década de 1960 ven llegar al poder a unas “élites” francófonas en unos países en los que las culturas y lenguas maternas han sido asfixiadas cuando no reducidas a folclore. Lo que ya desde la era colonial se denomina “Francofonía” se impone rápidamente como política pública de mantenimiento de la dependencia de las élites y de alienación de las masas populares africanas.



 y sigue ...
 

martes, 30 de octubre de 2018

Brasil.-El gobierno de las incertidumbres




Bolsonaro y el gobierno de las incertidumbres



La verdad es que el triunfo de Bolsonaro (55,22%) en la segunda vuelta de las presidenciales en Brasil, suena como a “una crónica de un triunfo anunciado”, de un candidato cuasi desconocido y con muy pocos méritos desde el punto de vista político y de lo que ha sido su gestión como diputado federal, puesto que en 30 años como parlamentario solo se le conocen la presentación de dos proyectos de ley, desconocidos además para la gran mayoría de los brasileños, mientras que los medios de prensa de su país, acusan a Bolsonaro de ser un “outsider” como parlamentario. En sus pocas comparecencias como diputado, se caracterizó por defender siempre el legado de la dictadura militar, lo que generaba polémica al interior del hemiciclo parlamentario.

Ahora las claves del triunfo de Bolsonaro, no están precisamente determinadas por lo que fue su campaña electoral, puesto que tuvo apariciones públicas breves, siempre rehuyendo de la prensa y los debates, además se restó de participar en los debates públicos y de cara a la ciudadanía, con el argumento de su convalecencia, producto de una agresión no del todo aclarada por la policía brasileña y que se usó para una precaria aparición ante la maquinaria mediática a su servicio.

Sin embargo, cabe preguntarse…¿cuáles son los factores que permitieron el triunfo del candidato de la extrema derecha?, puesto que este representa a un pequeño partido político (PSL), con muy poca relevancia dentro de la tradicional política brasileña. El Partido Social Liberal, prácticamente de la nada, pasó de ser una fuerza minúscula para convertirse en la segunda mayor bancada en la Cámara de los Diputados y a entrar por primera vez en el Senado.

A simple vista diríamos que el candidato de la ultraderecha, la tuvo ciertamente fácil, pues los elementos que permitieron el triunfo de Jair Bolsonaro, estuvieron determinados por el apoyo directo o encubierto de las cadenas de TV a su candidatura., entre ellas, la televisión ligada a las iglesias evangélicas (RecordTV).

Otro de los elementos que permitió el triunfo de Bolsonaro, fueron las empresas encuestadoras, las cuales paulatinamente con sus resultados, fueron las que impusieron la candidatura del candidato de la extrema derecha. En este aspecto cabe señalar que tanto las cadenas de TV, como las consultoras, son entidades empresariales ideológicamente de derecha, las que manipulan y tergiversan las encuestas, de acuerdo a sus propios intereses políticos y empresariales, cuestión que además, viene ocurriendo en diversos países de América Latina, cuando se trata de elecciones presidenciales.

También cabe mencionar la campaña de satanización del Partido de los Trabajadores (PT) y su candidato presidencial Fernando Haddad (44,88%), realizados a través de los diversos recursos de la red Internet (Facebook, YouTube, Twitter, Instagram y WhatsApp), entre los más relevantes. Contando además con el asesoramiento y apoyo de Steve Bannon, que desde agosto se encontraba guiando la candidatura de Bolsonaro.

Recordemos que el candidato del Partido Social Liberal (PSL), se empino significativamente en la carrera presidencial brasileña con el uso de las redes sociales y noticias falsas, más conocidas como “fake new”, habiendo contado para tales efectos, con el principal especialista en desinformación: quien ha sido ejecutivo de medios estadounidense, ex banquero de inversiones y expresidente ejecutivo de Breitbart News. Bannon, fue estratega de la campaña de Donald Trump, en Estados Unidos y jugo un papel relevante en las últimas dos semanas de campaña de Bolsonaro.

En este sentido también cabe destacar el apoyo “prestado” el pasado 4 de octubre por Silas Malafaia, líder espiritual de la iglesia Asamblea de Dios - Victoria en Cristo, el cual declaró públicamente su apoyo a Bolsonaro en un vídeo publicado en su perfil de Facebook. En Brasil el 22% de los brasileños se declara evangélico. La Asamblea de Dios es la iglesia más importante en el país y cuenta con 12 millones de feligreses, los cuales además obtuvieron 84 escaños en la Cámara de Diputados. De allí que el apoyo de los sectores sociales poco alfabetizado y muy ligados a los mitos religiosos, ha sido muy relevante para el éxito obtenido por el candidato de la ultraderecha Jair Bolsonaro.

Ahora el éxito de Bolsonaro, está asentado en un populismo chabacano y brutal, que solo refleja su propia mediocridad política, pero que ha sido capaz de exacerbar las emociones, especialmente el miedo y el odio, que cala mucho más que cualquier programa político. Su critica a la elite política, de la cual forma parte y el desencanto que sienten los brasileños con las instituciones públicas, en especial con el mundo parlamentario, los partidos políticos, el sistema judicial y la corrupción transversal que afecta a todo el aparato del Estado y el mundo político, la inseguridad ciudadana, la crisis económica, son elementos adicionales y sensibles para los brasileños y que han sido coaptados por la demagógica candidatura de Bolsonaro.

Otro aspecto que han destacado permanentemente los medios de prensa nacionales, como internacionales, es el alto grado de radicalización y polarización en que están sumidos de los brasileños, lo que es peligroso, pues este viene hacer “el caldo de cultivo”, para el partido del orden de las fuerzas armadas, que, en una situación de crisis mayor, serían conminadas a actuar.

Lo cierto es que al asumir el presidente electo Jair Bolsonaro, en enero próximo, nos encontramos enfrentados a un declive notable de la joven democracia brasileña y que ante la crisis generalizada que se vive, el ultraderechista mandatario, podría optar por el “factor Bordaberry” (Uruguay) cuyo presidente, después de haber sido presidente en unas amañadas elecciones, se aupó como dictador. Por lo demás esta claro, que muchos de los alto oficiales en retiro de las Fuerzas Armadas, entrarían a formar parte de sus gobiernos en los más diversos niveles, en una especie de dictadura encubierta.

Bolsonaro en su breve comparecencia a través de Skype y sin dar la cara directa a su propio electorado, prometió cumplir con la aplicación de su programa de gobierno, que incluso es muy poco conocido por la prensa. Programa que estaría muy asociado a lo que fueron todos sus exabruptos de su campaña, con un discurso agresivo, simplista, excluyente, violento y defendiendo siempre la dictadura militar (1964-1985).
En sus alocuciones siempre estuvieron presente las amenazas a sus adversarios políticos, la mentira como recurso de su accionar político, prometió con exiliar a todos los que se opongan a su gestión presidencial, en especial a los “rojos”, es más, uno de sus hijos amenazo con borrar el Tribunal Supremo de Justicia, desato toda su furia contra el Partido de los Trabajadores, en lo cual tuvo relativo éxito, su anticomunismo le brotaba por los poros, su anti sindicalismo estaba a la orden del día, su anti politicismo, son todos elementos adicionales que formaron parte de su campaña presidencial.

 Sus criticas también estuvieron dirigidas hacia la elite política corrupta, de la cual forma parte. En este aspecto Bolsonaro deberá enfrentar una mayoría parlamentaria que no tiene, deberá desplegar ingentes negociaciones para impulsar una cierta gobernabilidad relativamente tranquila, y además deberá gobernar con muchos corruptos, partiendo por el que será su presunto ministro de hacienda, Paulo Gudes, el que ya ha sido imputado por corrupción y que proviene de la escuela de los Chicagos Boys y sus políticas económicas ultra neoliberales, de allí, el gran desconcierto que generara su gestión presidencial y que la sociedad brasileña deberá enfrentar con mucha incertidumbre, en donde Bolsonaro necesitara de un gobierno que genere credibilidad y confianza. 

Ahora de acuerdo a lo que informan los más diverso medios de prensa, el centro de su gobernabilidad, estará determinado por la más diversa política neoliberales, como la reducción del gasto público, que incide en lo social, la entrega de las empresa estatales a la voracidad de los capitales, la reforma laboral, la reforma de las pensiones a la chilena, que es la gran estafa a los trabajadores, la internacionalización de la economía, poniendo a disposición de la oligarquía y las multinacionales, los recursos naturales más importantes del Brasil, reduciendo al minimo el papel del estado.

En el plano internacional buscara un acercamiento con las políticas hegemónicas de los Estados Unidos y su bufón mandatario. Desplegara todos sus esfuerzos para contribuir a poner fin al gobierno de Venezuela y es posible que congele sus relaciones con Rusia y China. Estados Unidos presionará para que Bolsonaro corte todos sus lazos económicos y comerciales con los países antes mencionados e instándolo a que abandone el BRICS.

Lo cierto es que el ultraderechista Bolsonaro pondrá fin a los avances alcanzados en materia social y que fueran impulsadas bajos los gobierno de Lula y Dilma Rousseff, para priorizar por el neoliberalismo económico, cuyos ejes centrales son afectar a los sectores sociales con menor poder adquisitivo, frenar los aumentos de salarios, generar puestos de trabajo temporales, precarios y mal pagados, contribuyendo así al crecimiento gradual de mayores desigualdades sociales y abriendo una brecha mayor, entre unos pocos ricos y la gran mayoría, pues el programa de Bolsonaro estará al servicio del poder del dinero y buscara desmantelar los logros alcanzados en materia social, cuestión ya típica en las políticas económicas neoliberales, de allí que nada bueno le espera al pueblo brasileño, bajo la gestión de un incompetente y mediocre como Bolsonaro, y que permanentemente rehúye de la prensa, para que no quede al descubierto su cerebro gris, tan simple como eso.

domingo, 28 de octubre de 2018

Pawel Pawlikowski .- 'Cold war' .





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"Cold war' ya es la mejor película que veremos este otoño
   
Por Josep Lambies



Ver para creer. Hace dos fines de semana que  'Cold war'   agota localidades en la hora punta de varios cines de Madrid. La nueva película del cineasta polaco Pawel Pawlikowski, ganador de un Oscar por   'Ida'se está convirtiendo en algo inaudito: un 'blockbuster' del cine de autor europeo. En Time Out ya le pusimos 5 estrellas cuando aterrizó en la cartelera. Lo que entonces no os contamos es que tras cada una de esas estrellas hay un motivo poderoso.

1. El canto de los campesinos: Empieza en un sombrío 1949, en los campos encharcados de una Polonia que nos aparece como un inmenso barrizal bajo la borrasca. Wiktor viaja en furgoneta con un magnetófono colgado del hombro y recorre los pueblos, visitando las granjas de los campesinos y recopilando sus cantos, esas canciones que forman parte de una memoria no escrita, de una tradición surgida de la tierra labrada. En una de estas cabañas, una niña con el pelo trenzado le canta una tonadilla sobre la añoranza, que habla de unos ojos que quieren llorar y no pueden. Esa canción se irá transformando a lo largo de la película, primero a través de un coro de muchachas que cantan para el Partido, después convertida en una melodía de jazz que nos llega como un susurro arrancado de la noche de los tiempos.



2. La luz y las sombras: 'Cold war' es la historia de un amor imposible, el relato de dos seres que se aman en un mundo resquebrajado, a lo largo de 20 años de desencuentros. Y está rodada en un blanco y negro fantasmal impresionante. Ahí tenemos esa escena en la que Wiktor, sentado al piano, dirige a un cuarteto de cuerda para la banda sonora de una cinta de terror italiana. En la pantalla, vemos la imagen de una escalera sobre una pared desconchada, donde se proyecta la sombra de un asesino. De pronto, se abre la puerta de la sala, la música cesa y aparece Zula, su amante, como una foto antigua enmarcada en el resplandor del umbral. Lleva el pelo recogido en una horquilla y hace un gesto con la mano expresivo en su simpleza, infinitamente bello, que permanecerá en nuestro recuerdo durante mucho tiempo.Resultado de imagen de pawel pawlikowski cold war
3. La mujer que baila rock'n'roll: Aquí mi escena favorita. Estamos en el París de los años 50, en una cava nocturna. Una rubia, borracha y hastiada, se desmorona en un taburete sobre la barra, con una copa entre los dedos. Suenan las primeras notas de 'Rock around the clock', mítico rock de Bill Halley, y le cambia la cara. Esboza una sonrisa picarona, se levanta y se arranca a bailar como alma que lleva el diablo, el pelo encendido como un pajizal en llamas, la mirada esquiva perdiéndose detrás de la multitud, sola, con ese empuje arrebatado de la Anna Karina de 'Vivir su vida' arededor del billar, con una fuerza visceral que contiene, también, el presagio de un desenlace trágico. 



4. Espectros de Europa: Decíamos que 'Cold war' es una historia de amor situada en una Europa que duerme en la bruma de la guerra. Él es el director de una orquesta que reinterpreta música folklórica de la Polonia rural. Ella, una muchacha que ha salido de la cárcel por haber apuñalado a su padre. Su amor nace en la Varsovia comunista, donde hay prados verdes, ruinas polvorientas, trenes ruidosos, lugares vacíos. Su amor sigue en París, donde hay buhardillas sórdidas, fiestas etílicas, la sombra de Notre Dame como un fantasma al acecho en la oscuridad. Su amor visita cárceles, caminos enfangados, fronteras cerradas con alambre de espino, soldados con 'kalashnikov' y la pena del exilio. 'Cold war' es la historia de dos almas quebradas, sepultadas en un iniverno infinito, donde la felicidad no se formula ni en el más lejano horizonte.



5. El viento que agita el trigo: Por último, ese final al lado de la iglesia reducida a escombros, en cuyos frescos agrietados todavía se advierte el rastro de unos ojos pintados que no quieren borrarse, como un testigo que sobrevive a las miserias de los personajes. Y, sobre todo, ese último plano ante el banco de piedra en la encrucijada de carreteras, tras el cual se extiende un campo de trigo que una ráfaga de viento agita, como un murmullo que anticipa la desolación del espectador en la sala. Después se encienden las luces, y todos salimos de la sala sintiendo un dolor desconocido que nos oprime el pecho. Ese dolor es el peso de la obra maestra, que se instala en nosotros y nos enfría los huesos. Qué brutalidad, qué maravilla.

El director Pawlikowski  y  los protagonistas













sábado, 27 de octubre de 2018

La casta judicial .

La alta judicatura, las élites y el pueblo


eldiario.es


Si algo ha facilitado el recorte de derechos civiles que hemos sufrido en este país, ha sido la ley con que Gallardón rediseñó las más profundas entrañas de la alta judicatura. Si hay algo que la derecha, la izquierda connivente, la banca y los oligopolios han tenido claro a lo largo de estas décadas, es que los máximos órganos de control del Poder Judicial tenían que estar de su lado: el Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo, la Audiencia Nacional, y quienes elegían a sus miembros más relevantes, esto es, el Consejo General del Poder Judicial.
Aprovechando la sana obsesión de la izquierda verdadera por los catálogos de derechos y las grandes declaraciones programáticas, desde que se tiene conciencia “democrática”, la derecha y sus aliados se han dedicado minuciosamente a pulir la arquitectura orgánica del sistema judicial. A sabiendas de que cualquier concesión que se hiciera a las clases populares podría ser desmontada después por jueces y magistrados gendarmes y sicarios, las élites en el poder se han podido comprometer con una cosa y la contraria para ganar elecciones. A sabiendas de que cualquier conflicto político podía ser tranquilamente trasladado al sagrado espacio de las altas instancias judiciales, previamente politizadas; que podía ser externalizado, debidamente blanqueado y empaquetado con consabidas dosis de legitimidad, hay quienes se han dedicado a generar conflictos donde no los había o echar gasolina al fuego, sin coste electoral alguno. A sabiendas de que esta magistratura servil actuaba como el brazo represor de “gobiernos democráticos” y era un peligro para cualquier disidente, se estimulaba la genuflexión generalizada ante la bóveda judicial y se sacralizaban sus palabras como oráculos incuestionables en las Facultades de Derecho.
El resultado de todo este encaje de bolillos es el que ya conocemos. Hace algo más de un año, se inició un proceso judicial contra políticos catalanes, todavía presos y exiliados, que contó con la inestimable colaboración de la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo. Hoy hay pocos que consigan seguir el hilo del Procés y la mayoría se han perdido ya en las procelosas aguas del juez Llarena, convencidos de que los "palabros" de la ley han sido siempre inaccesibles para sus destinatarios.
En estos tiempos, hemos visto al Constitucional recentralizar competencias como si no hubiera un mañana, recortar y vaciar derechos sociales, y hasta ejecutar sanciones contra parlamentarios haciendo uso de unas prerrogativas que no tiene un Constitucional en ningún lugar del mundo.
A las mujeres se nos ha aplicado una jurisprudencia que nos ha obligado a demostrar el origen machista y patriarcal de los golpes que sufríamos, hemos pagado un alto precio por merecer una ley de violencia de género que ha sido la más resistida de la historia de España, y nos han humillado con sentencias tan estremecedoras como la de La Manada.
Hace solo unos días, el Supremo dejaba en suspenso el fallo de las hipotecas que obligaba a la Banca a devolver una mínima parte de lo robado, no una sino dos veces, y sobre Luis María Díez-Picazo pesa ahora la querella por prevaricación que ha presentado Podemos, porque parece haber dudas sobre el proceso de selección que le llevó a presidir la Sala Tercera.
Con este nivel de eficacia manipuladora, no es extraño que, como dice Enrique Santiago, las escuelas judiciales y los programas de capacitación jurídica se hayan convertido en la gran inversión de países como Estados Unidos y que en América Latina hayan sustituido a las legendarias "Escuelas de las Américas" para militares. Allí, gracias al "lawfare", jueces y magistrados han declarado una auténtica guerra asimétrica contra gobiernos, fuerzas políticas y líderes de las izquierdas que se oponen a los ajustes neoliberales dictados por el FMI, en la idea de que todos ellos presentan un problema de corrupción estructural. El caso Lula y la victoria en ciernes de un (neo)fascista como Bolsonaro, es el terrible resultado de una guerra semejante; un resultado que no está muy alejado de lo que viene pasando en España, y de lo que pasará, sin ninguna duda, de no evitar la impunidad de la que ya disfrutan algunos.
Pues bien, por todo esto es tan importante que Unidos Podemos haya logrado impulsar en el Congreso un acuerdo de mínimos para modificar la estructura del Consejo General del Poder Judicial que nos dejó en herencia Gallardón. Un Consejo presidencialista y autocrático que ha determinado decisivamente los nombramientos judiciales en la cúpula del Tribunal Supremo y de la Audiencia Nacional.
Entre otras cosas, el acuerdo asegura que estos nombramientos lo sean por mérito, capacidad y paridad, favorece la transparencia de las decisiones del Consejo, y recupera para la magistratura los derechos laborales que el Partido Popular les recortó en el año 2012. Está claro que si a la arbitrariedad se suma la precariedad, siempre habrá jueces disponibles a cambio de conseguir ascensos, traslados y promociones, mejorar sus sueldos u obtener prebendas.
Aunque hay muchos a los que, lamentablemente, no se podrá remover en los próximos años, este acuerdo asegura, al menos, que los miembros del Consejo comparezcan en el Congreso para rendir cuentas, algo que no se les podía exigir hasta ahora; devuelve al Pleno competencias relevantes, frente a la Comisión Permanente; contempla algunas medidas planteadas por el Grupo de Estados contra la Corrupción, como las incompatibilidades en puertas giratorias para quienes han ocupado cargos de libre designación, dedicación en exclusiva, y la prohibición de simultanear la vocalía con responsabilidades gubernativas en el ámbito judicial. Ha faltado, eso sí, certificar la especialización de jueces y magistrados para acceder a según qué cargos y, sobre todo, repensar la forma de acceso a la profesión o la designación de los magistrados que es, en muchos casos, la auténtica madre del cordero.
Lo cierto es que, en el órgano de gobierno de la judicatura, no se ha venido asegurando ni independencia, ni imparcialidad, y las interferencias de los partidos políticos han sido tan notorias y descaradas que, a fuerza de jaloneos, repartos de cuotas y tráfico de influencias, han sido los propios partidos los que han acabado por retirarle su confianza. El descrédito ha sido tal que el Partido Socialista, en su propuesta de reforma constitucional, excluía al CGPJ del proceso de selección de los magistrados del Constitucional, y Ciudadanos pretendía sustituirlo por un triunvirato, aunque Ciudadanos ha sido el único partido que se ha quedado al margen de este acuerdo casi unánime. Desde luego, no deja de ser sintomático que el Partido Popular haya sido uno de sus hacedores, consciente, seguramente, de que había generado un monstruo que amenazaba con destruir su legado y que ya solo velaba por su propia supervivencia.
En fin, no es a las élites a las que ha de servir la alta judicatura sino a la gente que más necesita de los derechos y la Constitución, pero son los poderosos los que han pensado más y mejor en la meticulosa dinámica del aparato judicial. Es vital que ahora nos detengamos nosotros a pensar en este aparato, aunque carezca de toda épica, porque si, no lo hacemos nosotros, serán nuestros verdugos quienes lo hagan.
Fuente: http://www.eldiario.es/zonacritica/alta-judicatura-elites-pueblo_6_828427189.html

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