Camino hacia el desastre
Somos rehenes, todos nosotros, de un Govern y un Gobierno de irresponsables, inútiles e incendiarios
El rey Felipe VI tenía
tres opciones y dos eran mejores que esta. Una era callar. La segunda,
hablar para todos los españoles, también para todos los catalanes. Ha
escogido la peor de todas: tomar partido sin matices por la derecha
española, por el PP y Ciudadanos, con un discurso que anticipa una
intervención por la fuerza en Catalunya, que cierra la puerta al
diálogo, que deja fuera a la gran mayoría de los catalanes y a una gran
parte de España. Ha fallado al momento histórico y a todos aquellos que
aún confiábamos en que esto no terminaría en el abismo.
La situación no puede pintar peor. Nunca antes he sido tan pesimista
sobre el futuro de España a largo plazo y para los próximos días. Somos
rehenes, todos nosotros, de un Govern y un Gobierno de irresponsables,
inútiles e incendiarios.
A un lado, unos independentistas que están convencidos
de la bondad de sus actos, que anteponen la patria a todos sus
ciudadanos, que llevan años preparándose para este momento, que tienen
un plan claro y lo están ejecutando. Lo tienen más cerca que nunca y lo
saben, y están dispuestos a que paguemos el precio.
Al otro lado, la nada. La nada con sifón y una banderita de España, esa
España que ellos mismos están rompiendo. Un presidente del Gobierno que
otra vez intenta convencernos de que su indolencia es estrategia y que
nos conduce al desastre. Que provocó esta crisis de Estado por cicateros
cálculos electorales. Que se pasó cinco años creyéndose su propia
propaganda –ese suflé que bajaba–. Que este mes de tragedia ha echado
gasolina al fuego con la peor gestión posible de esta crisis. Que, con
tal de mantenerse en el poder, con su interés particular como único
criterio, ha podrido la credibilidad de toda las instituciones que hoy
deben dar respuesta a esta crisis de Estado: la Justicia, la Fiscalía,
la Policía… Ayer Rajoy también empeñó la Corona en esa timba donde se
juega su supervivencia personal apostando con España.
El peor desenlace parece hoy inevitable. Dentro del complejo mundo
independentista estos días discutían dos alternativas: los que querían
ir a la DUI y los que buscaban frenar el choque de trenes con una
negociación. La respuesta del rey y del Gobierno han dado argumentos en
ese debate a quienes defienden la ruptura definitiva. Tras saltarse la
legalidad española, el Parlament catalán va a seguir su legalidad
catalana y declarar la independencia con la ilegal ley de transitoriedad
como excusa y la coartada de un supuesto referéndum en el que más de
media sociedad no participó. El Gobierno responderá con el 155 y puede
que también el 116: el Estado de excepción. Hacer que se cumpla ese
mandato será otra cosa.
Si el movimiento
independentista fue capaz de proteger decenas de miles de urnas y miles
de colegios electorales, ¿cómo creen que reaccionarán para proteger a su
Govern de ser detenido? La Policía, y tal vez el Ejército, intentarán
ganar las calles por la fuerza. La violencia policial de este domingo
será una broma comparada con lo que viene los próximos días. Si la
solución que da Mariano Rajoy es la de la fuerza, ganará la fuerza
porque no hay otro ejército al otro lado del Ebro. Puigdemont y el resto
de líderes independentistas acabarán detenidos y la sociedad catalana
–y la española– quedarán completamente rotas, tal vez de forma
irreparable.
Cuando Rajoy llegó a La Moncloa, el
independentismo sumaba el 11% en el Parlament. Hoy son el 48%. Cuando se
vuelva a votar, su mayoría será indiscutible porque este Gobierno les
ha dado toda la legitimidad, toda la credibilidad, todos los argumentos.
Hoy creo que mi generación verá una Catalunya independiente gracias a
Mariano Rajoy Brey. Gracias al peor presidente de la historia de España.