viernes, 25 de noviembre de 2016

Bretaña dio cobijo a 21.000 refugiados españoles



Una patera llamada "Manolito"
Cuando Bretaña dio cobijo a 21.000 refugiados españoles

La Vanguardia


Mercantes destartalados repletos de gente desesperada arribaban a los puertos bretones: era 1937 y eran refugiados españoles.
 
Escapando de otra guerra. Un barco cargado con niños españoles llegando al puerto francés de La Rochelle en 1937 (Imagno / Getty)

Durante el verano y parte del otoño no cesaron de llegar barcos. Pequeños mercantes destartalados, pesqueros que eran como cáscaras de nuez repletas de desgraciados que huían de la guerra. No eran sudaneses, ni sirios, ni era el Mediterráneo en Lampedusa o las Canarias. Era el Atlántico, en 1937, en los puertos bretones, y a bordo de aquellos barcos iban nuestros abuelos: hombres, mujeres y niños, mareados y exhaustos, que huían de la guerra.
Con apenas capacidad para diez personas, el pesquero Manolito llegaba al puerto bretón de Lorient el 20 de octubre, procedente de Avilés con 55 ocupantes, entre ellos 29 carabineros. Seis días antes, el carguero Bromo, repleto de refugiados, entre ellos 50 autoridades locales: jueces, diputados, alcaldes, policías… Santander había caído en agosto, Gijón en octubre, antes el País Vasco. Sólo en la jornada del 26 de agosto, 51 pesqueros, algunos apenas en condiciones de navegar, llegaban a La Rochelle. Entre junio y septiembre de 1937 llegaron a Francia unos 125.000 españoles. En 1939 el éxodo adquirió dimensiones de varios centenares de miles.
En ese éxodo 21.000 personas llegaron a Bretaña entre 1937 y 1939, una ola sin precedentes en los siglos XIX y XX en esa región bastante cerrada en sí misma, hostil a toda guerra y aún traumatizada por las carnicerías de 1914-1918. La historiadora Isabelle Le Boulanger, del Centre de Recherche Bretonne et Celtique de Brest, ha investigado a lo largo de más de tres años todo lo que aquel movimiento poblacional dejó en papel: 104 legajos conservados en los archivos de los cinco departamentos bretones, la prensa de la época y documentos como los diarios del escritor bretón Louis Guillot, responsable del Socorro Rojo en aquella zona. El resultado ha sido el libro L’exil espagnol en Bre tagne, 1937-1940 (el exilio español en Bretaña).
La analogía con los dramas y vergüenzas de la Europa actual se hace irresistible. “Hoy se nos anuncia la llegada de 600 migrantes a Bretaña: no son nada comparados con los 15.000 refugiados españoles llegados en febrero durante la retirada, y no debería suscitar debate –dice–. Cuando un pueblo huye de la guerra, nuestro deber es acogerlo, Francia debe estar a la altura de su reputación de tierra de asilo”.
La prensa de derechas sonaba entonces terrible: “Todos los españoles son más anarquistas que republicanos y sobre todo ahora, cuando la Guerra Civil desencadena terribles instintos a ambos bandos, ya no son más que bestias feroces ejercitadas en la masacre, la violación y el pillaje que llegan con las manos llenas de sangre y el alma llena de rabia”, anunciaba La Dépêche de Brest, el 3 de octubre de 1936. Pero la República francesa, que a diferencia de la Alemania y la Italia fascistas abandonó militarmente a sus parientes políticos españoles, cumplió con su deber de acogida.
“En 1937, el gobierno del Frente Popular fue muy favorable a los refugiados españoles, hizo el máximo para acogerlos de la mejor manera posible”, explica Le Boulanger. “La situación se deterioró tras la caída del Frente Popular en abril de 1938, el nuevo gobierno radical era muy anticomunista y no mostró gran empatía hacia los republicanos españoles”. Después del 10 de mayo de 1940, los propios franceses del nordeste fueron refugiados ante el avance alemán, “se les dio prioridad y los españoles pagaron el precio”. Respecto a las organizaciones de izquierda –más las comunistas que las socialistas–, “aportaron a los refugiados todos los productos que no podían ser asumidos por las subvenciones del Estado (200 millones de francos al mes en 1939); vestimenta, calzado, productos de higiene, material de puericultura, etcétera. También organizaron colonias de vacaciones para los niños. En esa asistencia también participaron sectores católicos”, explica la historiadora, que resume así en su libro la actitud general: “Frente a una minoría activa y solidaria por convicciones políticas o religiosas, una mayoría silenciosa y pasiva manifiesta, pese a todo, poca hostilidad a su presencia”.
En 1939, la guerra de España ha acabado. Mientras la máquina de fusilar trabaja a pleno rendimiento en España, la propaganda franquista también: “Nuestro país está abierto a todos los españoles que no tienen ningún crimen que reprocharse (…) nadie cree en la leyenda de la represión española”, señala una proclama del gobierno fascista publicada en L’Ouest-Éclair el 13 de septiembre. Ante las presiones para que regresen a su país, los refugiados aducen tres razones para no hacerlo: miedo a las represalias, búsqueda de parientes en Francia o en su país y espera de noticias de aquellos para decidirse, y en tercer lugar deseo de quedarse por considerar que no tienen futuro en España y por ser en Francia las condiciones de vida más favorables.
En general los prefectos tienen en cuenta la pertenencia de un refugiado a un partido político republicano para excluirlo de la lista de repatriados. Le Boulanger ha encontrado lo que califica de “desgraciadas excepciones”. Por ejemplo, el caso de un abogado de Izquierda Republicana que alega que sus bienes han sido confiscados por los franquistas. En una demostración de ignorancia o mala fe, el prefecto anota en su dossier que “su profesión de abogado le protege y debe por tanto regresar a su país”, como si la España de los sumarísimos y de los fusilamientos fuera un Estado de derecho.
Un interno en el campo de Gurs (Pirineos Atlánticos) lo explica así: “No hace falta haber cometido crimen alguno para ser condenado a muerte por los pistoleros fascistas, basta con haber defendido una causa que no es la suya; mi propia mujer sufriría represalias por mí en caso de ser trasladada a España, pues la justicia de los fascistas alcanza también a los familiares”.
Conforme se acerca la guerra contra Alemania, aumenta la presión y la arbitrariedad contra los refugiados españoles. En noviembre se suspenden los subsidios a hombres, aunque se mantienen para niños, ancianos y mujeres. Ya cerca de la Segunda Guerra Mundial y ante los agujeros laborales que crea la movilización, la repatriación se suaviza. Al final, los que quedan son los más marcados políticamente, que serán los primeros en comprometerse en la resistencia contra los alemanes, que en Francia no adquirirá verdadera significancia hasta 1943.
Sobre la memoria histórica en España, la historiadora formula algo parecido a un amargo pero realista epitafio: “Es necesario constatar que, en el periodo de transición que siguió a la dictadura, la paz representó en la sociedad española un valor más grande que la libertad y la democracia, de la misma forma en que el bienestar ha prevalecido sobre la justicia”.
Fuente: http://www.lavanguardia.com/internacional/20161124/412124156694/refugiados-espanoles-bretana-1937.html

Adiós , al pequeño carnicero de Libia

Josetxo Ezcurra


 En rebelión









jueves, 24 de noviembre de 2016

Apocalipsis del trumponazo


Trumpetas del apocalipsis

La Vanguardia

Sobre ventajas, incógnitas y peligros del follón y la imprevisibilidad de Estados Unidos

Dice el sociólogo argentino Atilio A. Boron que, “América Latina no puede esperar nada bueno de ningún gobierno de Estados Unidos, como lo ha demostrado la historia a lo largo de más de dos siglos”. Desde luego, esa no es una declaración de amor a Estados Unidos, pero si una manera realista de zanjar el debate y los lloros sobre las consecuencias de la victoria de Trump y de lo mucho mejor que habría sido la victoria de su encantadora rival.
El resto del mundo podría suscribir la afirmación de Boron, por lo menos desde la Segunda Guerra Mundial, porque ninguna potencia ha hecho más daño al mundo desde entonces que la primera potencia. Constatado eso y abandonada toda vana ilusión, el debate puede enfocarse alrededor de otra pregunta.
¿Tiene ventajas el desbarajuste?
Dice Michael Moore, uno de los que mejor vio venir la victoria de ese ovni reaccionario que es Donald Trump, que el nuevo presidente no acabará su mandato. Estados Unidos se ha convertido en una fuente de imprevisibilidad. De puertas adentro hay cierto estupor en el establishment de Washington y la mitad de los ciudadanos no consideran a Trump su presidente. Solo con eso ya basta y sobra para unos cuantos incidentes. Así que la pregunta es si el previsible follón interno que este nuevo presidente pueda ocasionar, no mermará la capacidad de dañar al mundo de la potencia. En otras palabras, ¿nos dará Estados Unidos cierto respiro, ciertas vacaciones, mientras aclara qué hacer con eso, o mientras eso aclara lo que va a hacer y cómo?
De puertas afuera, la potencia americana se ha convertido en fuente de incertidumbre. Eso es nuevo. Los expertos intentan deducir programas y líneas de acción, de la serie de eructos incoherentes lanzados por Trump durante la campaña, pero un razonable pesimismo nos dice que lo que resulte de ello más bien parece que incrementará la peligrosidad de eso que llamamos Imperio del Caos, entendido como lo que resulta de la negativa a aceptar el propio declive hegemónico, y las malas y dañinas decisiones de fuerza encaminadas contra el multilateralismo y la práctica diplomática que se desprenden.
Rusia y China
Con Rusia solo quienes creyeron la fallida propaganda de Clinton & Cia de que Trump era el candidato de Putin, pueden esperar que haya una mejora de relaciones. Lo más probable es que el par de frases benévolas lanzadas por Trump sobre el Presidente ruso durante la campaña queden en nada.
Sea como sea, en China seguramente sí se han preocupado por esas frases, pues saben que las mejores y más estrechas relaciones de Moscú con Pekín fueron resultado directo de la negativa occidental a tener en cuenta los intereses rusos metiéndole el dedo en el ojo al oso una y otra vez hasta llegar a Ucrania. Los chinos conocen la esquizofrenia del águila bicéfala rusa, con una cabeza mirando al Oeste y la otra al Este, y pueden pensar que si esos intereses son tenidos un poco más en cuenta el pajarraco estaría encantado de corresponder a expensas de China. La novedad con respecto a la situación de hace veinte años es que desde entonces el occidentalismo ruso, la predisposición a comprar sin mirar todo lo que viene del Oeste, ha sufrido mucho en Moscú, y es difícil que los rusos de hoy, mucho más fríos y realistas que los de entonces, se avengan a comprar collares de cuenta y espejitos. Deberían ofrecerles algo bien serio, sólido y por escrito, lo que no parece probable.
Todo esto habrá que verlo en la práctica, en caliente, y seguramente será en el Mar de China donde la acción exterior de Trump será tanteada y puesta a prueba.
UE: La gran juerga
Pero si en Rusia y en China, la situación es ambivalente, en la Unión Europea los efectos del trumpeteo son tragicómicos. El mero anuncio de que el actual presidente electo relativiza a la OTAN, es decir que cuestiona el papel preponderante de Estados Unidos en el viejo continente, ha sembrado el pánico y el desconcierto en Bruselas. La situación recuerda a lo que ocurría en los países del Este en 1988 y 1989 cuando Moscú dimitió del papel de gendarme dirigente y les dijo a los vasallos: “ahora, haced lo que queráis”.
Claro que no se ha llegado a eso, ni se llegará, pero el pánico y la confusión ocasionados son comparables.
Tal como están las cosas en la UE, es decir con sus promesas de prosperidad y democracia completamente desprestigiadas por las crudas realidades oligárquicas evidenciadas por la crisis del neoliberalismo, lo único que cohesionaba a ese grupo de papanatas de Bruselas era el fantasma del “peligro militar ruso”. ¿Y de repente el trumpetazo sugiere desde Washington que no está interesado en ello? La reacción solo podía ser militar. Una huida hacia delante es todo lo que son capaces de ofrecer.
Bajo presión alemana, la última reunión de los ministros de defensa de la UE ha enfatizado la puesta en marcha de estructuras militares independientes de la OTAN. Su comunicado habla incluso de “autonomía estratégica”. Más fácil decirlo que hacerlo.
Los británicos y algunos europeos del Este no quieren saber nada del asunto. Se fían más de una estrecha cooperación militar con Estados Unidos que de cualquier “ejército europeo” bajo liderazgo alemán, algo que los militares franceses, obviamente, tampoco suscriben.
“Tras la elección de Trump la defensa de la democracia liberal pasa a ser nuestra misión superior”, “Europa debe asumir mas responsabilidad en política exterior y de seguridad”, señala un papel del think tank alemán DGAP, correa de transmisión de las ambiciones exteriores alemanas. Como en Berlín se dice “Europa” pero se piensa “Alemania”, ver a ese país erigirse en defensor de la “superior misión de la democracia liberal”, es algo que produce bastantes escalofríos. Así que lo más probable es que la reacción securitaria al ambiguo trumpetazo agudice aún más el inevitable proceso de desintegración europeo al que asistimos desde hace algunos años.
 Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/2016/11/17/trumpetas-del-apocalipsis-59028/

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Los huérfanos de Hillary en Sudamérica.


Macri, Temer y Peña Nieto, huérfanos de Hillary

Alainet


Estaba todo listo para que Hillary Clinton sembrara todo aquello por lo cual ella había trabajado tanto. Al final, había sido ella la principal responsable por la nueva forma de golpe de Estado en América Latina, con el derrocamiento del gobierno de Manuel Zelaya en Honduras, después de que el último intento de golpe militar clásico en Venezuela, en 2002, había fracasado. Ella y su gobierno apoyaron el golpe en contra de Fernando Lugo, que siguió el mismo guión, y luego Hillary y Obama callaron, de forma cómplice, frente al golpe en Brasil.
Obama ya había viajado a Argentina para congratularse con la victoria de Mauricio Macri y anunciar una nueva época en las relaciones entre los dos gobiernos, felicitando al presidente argentino por los primeros pasos dados en la dirección de reactivar el viejo modelo neoliberal. El Secretario de Estado de los EEUU, John Kerry, a su vez, vino a establecer relaciones cordiales con el presidente golpista Michel Temer.
Sumando al gobierno mexicano de Peña Nieto, tradicional adepto del neoliberalismo, el escenario parecía listo para que Hillary comandara la utilización del nuevo eje Brasil-Argentina, agregado al de México, para definir un campo pro-norteamericano en la región, que pudiera no solo empujar a esos países en la dirección del modelo siempre promovido por los EEUU, sino hacer de ese eje la base para atacar a Venezuela, Bolivia y Ecuador. Controlando a las tres más grandes economías del continente, con modelos económicos similares –lo cual no ocurría desde 2003-, EEUU se preparaban para imponer de nuevo su política sin contrapesos en el continente.
El ministro de relaciones exteriores de Brasil, José Serra, siempre de forma desatinada, se había referido a la posibilidad de que Trump fuera elegido presidente de EEUU, como una pesadilla, con la cual esos gobiernos ahora tienen que convivir. La derrota de Hillary produjo desconcierto y hasta miedo en los gobiernos neoliberales, por la ausencia de Hillary y por los anuncios de política internacional de Trump, que apuntan hacia un escenario opuesto al que esos desastrosos gobernantes están conduciendo a sus países.

México es, desde luego, una víctima privilegiada de Trump, porque el tema de los inmigrantes sirvió de chivo expiatorio para los problemas del empleo en EEUU, así como el Tratado de Libre Comercio con América del Norte, que el nuevo presidente norteamericano pretende revisar. Con un comercio exterior totalmente dependiente de EEUU –con el 80% de sus exportaciones hacia el vecino del norte– y dependiendo también de las remesas que los mexicanos en EEUU envían a sus familias en México, que serían obstaculizadas o por las cuales se cobrarían impuestos para construir el malhadado muro en la frontera, México entró en pánico con la elección de Trump y sus amenazas. De nada sirvió la grotesca invitación que hizo Peña Nieto a que lo visitara, con efectos negativos para la imagen ya desgastada del presidente mexicano.
Pero Macri y Temer tampoco salen de su estupefacción, no tienen idea de cómo reaccionar, más allá de los mensajes protocolares. En el momento en que se disponían a colocar a Argentina y a Brasil de nuevo en el rumbo de la globalización neoliberal, creyendo que iban a recibir entusiastas elogios del Imperio –que Obama ya había empezado a hacer-, se dan cuenta que los dos países que habían hasta aquí fungido como las dos cabezas del bloque imperialista –Gran Bretaña y EEUU-, se desvían del camino que ellos mismos habían apuntado como la vía única e inevitable para el mundo entero. En ese momento, cuando el fortalecimiento de los procesos de integración regional y un acercamiento más grande con los Brics es la vía alternativa, Macri y Temer llevan a sus países a la misma vía de México, de dependencia directa y absoluta de EEUU, a caminos superados por las mismas potencias centrales del sistema
¿Cómo avanzar con el Tratado de Libre Comercio del Mercosur con Europa, cuando EEUU cancelan definitivamente su Tratado con el viejo continente? ¿Cómo debilitar al Mercosur, a Unasur y a Celac, cuando el proteccionismo norteamericano requiere más y no menos comercio regional? ¿Cómo no aprovechar el Banco de Desarrollo de los Brics, cuando la economía occidental profundiza todavía más su recesión y las fórmulas del Banco Mundial y del FMI llevan a prolongar la crisis recesiva y el desempleo?
Macri, Temer, Peña Nieto hacen que Argentina, Brasil y México paguen el alto precio de las opciones equivocadas que ellos han tomado, de subordinar las economías de sus países a la de los EEUU, de obedecer a lo que Washington planteaba hasta aquí: el camino de libre comercio y de la apertura de los mercados nacionales a la globalización. No les queda otra opción a esos países claves en el continente que cambiar radicalmente sus orientaciones y adecuarse a los nuevos horizontes internacionales, con el agotamiento de la globalización y del mismo modelo neoliberal. Cuanto más esos gobiernos persistirán en esa vía equivocada y superada, más se debilitarán y prepararán las condiciones de sus derrotas y su sustitución por gobiernos posneoliberales.
Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).
Fuente: http://www.alainet.org/es/articulo/181867


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http://www.rebelion.org/noticia.php?id=219503

martes, 22 de noviembre de 2016

Adolfo Suárez .- Atado y bien atado por si hubiera dudas





 Trampas y mentiras como pilares del edificio democrático

El adalid del proceso, convertido en mito político, cantó la verdad en 1995, aunque nos enteramos ahora. Lo hizo con esa suerte de casi traviesa satisfacción que embarga a quienes desvelan secretos sustanciales


Ruth Toledano 

El  diario.es

El ex presidente Adolfo Suárez, artífice de la Transición, cuenta en una entrevista con Victoria Prego que no sometió la monarquía a referéndum porque todos los sondeos demostraban que ganaría la república. Lo cuenta off the record, tapando el micrófono y bromeando con la periodista: le tiraba de la lengua porque le pillaba en “un momento tonto”. La cosa no queda ahí: los mandatarios extranjeros pedían ese referéndum y Suárez confiesa que los engañó. Metió la palabra Rey en la Ley de Reforma Política que aprobaron en noviembre de 1976 las Cortes aún franquistas. El adalid del proceso, convertido en mito político, cantó la verdad en 1995, aunque nos enteramos ahora. Lo hizo con esa suerte de casi traviesa satisfacción que embarga a quienes desvelan secretos sustanciales, a quienes pueden demostrar que han tenido la sartén por el mango, a quienes se sacan el as clave de la manga y te dejan con la boca abierta. Ese tono, esa sonrisa, esa levedad que son un corte de mangas también.

La España republicana -que, como confirmó Suárez, era mayoritaria hasta que él le hizo el trabajito juancarlista- sufrió, pues, en 1976 un segundo golpe de Estado: el del 36 por las armas, el del 76 por las artimañas. “El debate sobre la legitimidad de la Monarquía está hoy fuera de lugar por una razón incontestable: porque la Constitución que consagra el edificio político-jurídico de la democracia española dice en su artículo 1.3 que la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria. Ésa es su legitimación máxima, la que la Constitución aprobada por una abrumadora mayoría otorga a la Monarquía española”, defiende la periodista Prego, cuyo desparpajo legitimador resulta más que sorprendente una vez que tenemos pruebas de las trampas del proceso. Esta profesional de la obediencia es presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid y se ha mostrado muy preocupada por la “libertad de información” si entraban en el tablero político personas como Pablo Iglesias.
La “razón incontestable” a la que alude Prego para legitimar la monarquía es que la Constitución “dice en su artículo 1.3 que la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”, lo cual resulta de Perogrullo una vez que sabemos cómo se decidió esa formación del Estado: lo que importa no es lo que dice la Constitución, sino cómo se llegó a que dijera lo que dice. Hoy sabemos que haciendo trampas y colando mentiras. Al pueblo español, políticamente exhausto tras cuarenta años de dictadura, resultaba fácil trampearlo. A los jefes de Gobierno extranjeros, sencillamente, se les mintió: “Yo metí la palabra Rey y la palabra monarquía en la Ley y así dije que había sido sometido a referéndum ya”, explica Suárez. “Claro”, conviene la periodista Prego, pronunciando cada letra como si hasta el mismo alfabeto le perteneciera. Y hasta hoy. A la consulta popular sobre algo tan trascendente como poner un rey donde no lo había e impedir que se restituyera una, esa sí, legítima república que había sido depuesta por golpe militar, la periodista Prego lo califica de “alegrías” que España no se podía permitir a la muerte del dictador. Así que para Prego la soberanía popular son "alegrias", pero cuidado con Iglesias.
El presidente Suárez traicionó a España, a la democracia y a la Historia, por mucho que se nos siga queriendo vender lo que hizo como responsabilidad de Estado. La periodista Prego traicionó a su profesión (y, por tanto, también a España, a la democracia y a la Historia). El rey Juan Carlos no traicionó a nadie porque iba claramente a lo suyo y porque la monarquía es traicionera por definición (traiciona a la razón y al derecho natural), pero se pasó varias décadas haciendo el paripé de guardián de las esencias democráticas, y varios pueblos enriqueciéndose y disparando escopetas. Y así se escribe la Historia: el presidente Suárez la escribió como él quiso que fuera, la cronista del régimen de la Transición nos la escamoteó después, y hoy, tras el bombazo, el periodista Cuartango, director de El Mundo, pretende reescribirla manipulando de nuevo la verdad (al menos, la verdad de la grabación que hemos visto ahora de esa entrevista), al achacar las palabras de Suárez a un alzheimer que en 1995 faltaba mucho para que hiciera su devastadora aparición.
La conclusión que se saca es que el control de la opinión pública sobre la acción política institucional y sobre el poder de los medios debe ser exhaustivo si no queremos estar vendidas: lo estuvimos entonces y lo estamos ahora. Y la pregunta que se suscita es: ¿por qué han decidido que esto lo sepamos ahora?, ¿quién lo ha decidido?, ¿cuándo conoceremos el proceso por el que hemos llegado a saber, hoy y no antes, que la vigente corona fue, no ya pura herencia franquista, sino simple y llana componenda contraria a una voluntad popular que había sido sondeada? Ante la humillación histórica que esto significa, al menos nos queda el alivio de que el Estado español no es una república porque los franquistas lo impidieron por segunda vez, no porque las urnas se rindieran a un presunto y falaz consenso. Que no es poco, dados los resultados que, como bien sabemos, las urnas pueden llegar a escupir. Nos queda esa dignidad.

http://www.eldiario.es/zonacritica/Trampas-mentiras-pilares-edificio-democratico_6_582401766.html

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Dictadura y transición: La monarquía parlamentaria


https://books.google.es/books?isbn=8447528901 

lunes, 21 de noviembre de 2016

Alsasua: ¿terrorismo o sobreactuación judicial?


Alsasua: ¿terrorismo o sobreactuación judicial?


Jaime Montero Román
Abogado

Eldiario.es
La titular del Juzgado Central de Instrucción nº 3 de la Audiencia Nacional ha acordado esta semana el ingreso en prisión de siete de las personas investigadas por la presunta agresión a dos guardias civiles, y sus dos acompañantes, en la madrugada del pasado quince de octubre.
El auto que acuerda la prisión realizan un relato bastante detallado de lo que la Instructora entiende que ocurrió esa noche, incluyendo los insultos y agresiones presuntamente sufridas por las víctimas a manos de, entre otras, las personas investigadas, que permite hacerse una idea precisa de lo que pudo suceder.
Además, tal auto enmarca la presunta agresión en el contexto de una campaña de naturaleza política, llevada a cabo por el movimiento “Alde Hemenidk!” (¡Fuera de Aquí!), que se opone a la presencia de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en las Comunidades del País Vasco y Navarra, movimiento que estaría ligado a la izquierda abertzale.
Con dicha finalidad, dice el auto, “realizan todo tipo de acciones de protesta, presión y hostigamiento contra los miembros de las FAS, FCS, en la actualidad fundamentalmente Guardia Civil, y las familias de éstas, buscando provocarles una sensación de continuo miedo e inseguridad e impidiéndoles realizar una vida en condiciones de normalidad. Para ello, se han valido de actitudes provocadoras, manifestaciones, concentraciones, pintadas, pancartas y carteles, vídeos y el uso de redes.”
En la localidad de Alsasua, dicha campaña es llevada a cabo el colectivo “Movimiento OSPA”, de la que serían promotores dos de los investigados ingresados en prisión, y una de las mujeres que han sido puestas en libertad.
Concluye el auto por el que se acuerda la prisión afirmando que estos hechos serían en principio constitutivos de cuatro delitos: de lesiones de los arts. 147 y ss., de atentado del art. 550, de incitación al odio del art 510 y de terrorismo del art. 573, todos ellos del Código Penal.
Con todo el respeto hacia el trabajo de la Instructora, a quien suscribe le surgen algunas dudas que detallo seguidamente, siempre referidas a la calificación jurídica de los hechos, que doy por ciertos sólo para poder efectuar este análisis.
En primer lugar, la agresión sufrida por las víctimas lo es, según el auto, exclusivamente por la condición de agente de la autoridad de dos de ellos, lo que permite afirmar la existencia del delito de atentado y, adicionalmente, los de lesiones, cuya concreta gravedad dependerá de la capacidad de vincular el menoscabo concreto sufrido por cada una de las víctimas con la actuación individual de cada uno de los intervinientes, pues no es asumible en Derecho Penal una suerte de responsabilidad colectiva sobre las lesiones causadas a las cuatro personas en su conjunto.
Por otro lado, no queda claro en el auto si la imputación del delito de incitación al odio del art. 510 C.P. lo es por la concreta agresión, o por el contexto social de hostilidad que se relata y se atribuye al colectivo “Movimiento OSPA”, pero en ambos casos resulta improcedente la imputación, a mi juicio, e intento explicar brevemente por qué.
El acometimiento mediante insultos y agresiones a un Guardia Civil por su condición de agente de la autoridad constituye el delito de atentado, de modo que no puede constituir a la vez un delito de incitación al odio pues supondría castigar dos veces una única conducta, algo prohibido en nuestro derecho y que se conoce como principio de non bis in idem.
Adicionalmente, existe un serio problema de tipicidad si se pretende aplicar el art. 510 C.P. sea a la agresión, sea al “contexto” en el que se enmarca, derivado del hecho de que la incitación al odio debe producirse por razón de la adscripción del grupo o la persona que forma parte de él, víctimas del delito, a una ideología, religión, creencias, situación familiar, etnia, raza, nación, origen nacional, sexo, orientación o identidad sexual, género, enfermedad o discapacidad. No se incluye en dicho listado la agresión por profesión, o pertenencia al funcionariado, o similar, y no se puede realizar una interpretación extensiva, prohibida en el Derecho Penal.
Quiero decir con lo anterior que, aun cuando se afirme que la violencia tenga un origen ideológico, lo que el precepto exige es que la agresión se produzca por la adscripción ideológica de la persona o grupo que es víctima de la misma. Dicho de otra manera, si se agrede a una persona por su orientación sexual, estaremos igualmente ante una agresión con origen ideológico (si a la homofobia se le puede denominar ideología), pero la aplicación del art. 510 C.P. vendrá derivada de la orientación sexual de la víctima, no por la adscripción  ideológica del agresor.
La tercera consideración tiene que ver con el delito de terrorismo que igualmente se imputa a los investigados. Tampoco en ese caso se aclara si el delito de terrorismo lo conforma la agresión propiamente dicha, el contexto en el que se enmarca, o ambas al tiempo, pero cualquiera de las opciones resulta discutible, como vemos a continuación.
El delito de terrorismo exige la comisión de un delito grave (en términos jurídicos, no morales),  por un lado, y que además dicho delito lo sea, en lo que al presente caso concierne y a pesar de la falta de precisión a este respecto del auto de prisión, para “obligar a los poderes públicos a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo” (referido al traslado de los Guardias Civiles fuera de Navarra) o para “provocar un estado de terror en la población o en parte de ella” (en concreto, en los Guardias Civiles destinados en la localidad, y sus familias).
En los hechos relatados por los autos de prisión falla la primera de las premisas, pues ni el delito de atentado ni el de lesiones son delitos graves (castigados con una pena máxima que exceda de los cinco años de prisión). En cuanto al ya discutido delito de incitación al odio del art. 510 C.P., no sólo no es grave, sino que tampoco está comprendido en el catálogo de delitos que permitirían considerar su comisión como terrorismo.
Si bien la anterior reflexión permite descartar plenamente la concurrencia de un delito de terrorismo, adicionalmente ha de señalarse, si se entiende que es la agresión a los agentes lo que motiva el intento de aplicación de este delito, que parece muy aventurado afirmar que con dicha agresión los investigados pretendían coaccionar a los poderes públicos, o provocar un estado de terror en la población o parte de ella, y de hecho la Instructora no lo dice expresamente.
Si es el contexto lo que se afirma resulta ser “terrorismo”, lo que fallaría en este caso es la falta de definición de una actividad delictiva, pues las pintadas, las manifestaciones, las pancartas o el uso de las redes sociales, tal y como señala el auto, para lograr la adopción de una decisión política de retirar a las Fuerzas de Seguridad del Estado del territorio, sin otro aditamento, parece una actividad lícita, por más que pueda cuestionarse en términos políticos.
En este sentido, el auto sí que explicita que se busca “provocar inseguridad y miedo” entre los Guardias Civiles, y define el movimiento que llevan a cabo esa estrategia como “grupúsculos violentos”, pero al margen de la presunta agresión investigada, no concreta ningún acto de violencia, ni siquiera de otra naturaleza pero que pueda reputarse ilegal, que hayan realizado los investigados, o incluso los grupos a los que afirma éstos pertenecen, y que sirva a dicho ilegítimo propósito.
En definitiva, y con los hechos relatados en el auto, parece claro que se puede indiciariamente afirmar que se dan los caracteres del delito de atentado y del de lesiones, pero en ningún caso concurre un delito de incitación al odio, ni de terrorismo, imputaciones que a mi juicio responden, una vez más, a la sobreactuación por parte del Ministerio Fiscal y la Audiencia Nacional en todo lo que tiene que ver con la prácticamente extinta organización terrorista ETA.
Señalaré, para terminar, que las reflexiones anteriores no pretenden legitimar, blanquear o minimizar la reprobable actuación que se imputa a los investigados, ni mengua de ningún modo la solidaridad que debemos a las víctimas de la presunta agresión, pero es importante poner de manifiesto la excesiva reacción de la Justicia, como hago en este artículo, en defensa, no de los investigados, sino de la propia legalidad del Estado de Derecho.
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