domingo, 26 de junio de 2016

El Brexit y la clase trabajadora.



El Brexit es la única forma en que la clase trabajadora puede cambiar algo
Lisa McKenzie

He vivido toda mi vida en comunidades de clase trabajadora, y ahora que escribo e investigo como especialista académica de la clase obrera, mi motivación ha consistido siempre en que la auténtica voz de una mujer de clase trabajadora cuente nuestras historias.
Las voces de la gente de clase trabajadora rara vez se escuchan fuera de su comunidad y casi nunca en la esfera política o de los medios. Sin embargo, el debate del referéndum sobre la UE ha abierto una caja de Pandora de ira y frustración de la clase trabajadora. Está claro que los politicos de Westminster se sienten bastante desconcertados con esto. Yo misma estoy sorprendida hasta qué punto el referéndum ha captado la atención y la imaginación de la misma gente que el año pasado, sin ir más lejos, me decía que no tenía interés en las elecciones generales “porque son todos ‘ellos’ lo mismo”.
Unos trece meses después me preguntan qué es lo que pienso y debaten conmigo acerca de las razones más sutiles del Brexit. En las comunidades de clase trabajadora, el referéndum sobre la EU se ha convertido en un referéndum sobre casi todo. En los cafés, pubs y bares del este de Londres donde yo vivo y donde durante tres años he estado realizando mi labor de investigación, la conversación rara vez suele referirse a otra cosa (aunque el fútbol acaba de hacer recientemente su aparición). En la zona este de Londres tiene que ver con la vivienda, los colegios y los bajos salarios. Las mujeres están preocupadas por sus hijos y sus padres ya mayores: ¿qué les pasará si suben otra vez los alquileres? La falta de vivienda asequible es aterradora.
En la ciudad minera de la que yo provengo, el debate se centra de nuevo en el Brexit, y hasta los antiguos mineros huelguistas están por votar a favor de marcharse. Las comunidades mineras también están preocupadas por la falta de empleo remunerado y seguro, el cierre de los pubs y la pobreza que ha vuelto al norte. No se habla de forma tan preponderante de la inmigración ni destaca tanto en la lista de miedos como a ciertos sectores de la prensa les gustaría hacernos creer. Las cuestiones en torno a la inmigración siempre forman parte del debate, pero rara vez de forma exclusiva.  
A juzgar por mis investigaciones, yo sostendría que el debate del referéndum en el seno de las comunidades de clase trabajadora no tiene que ver con la inmigración, pese a la retórica. Tiene que ver con la precriedad y el miedo. Tal como me dijo un grupo de mujeres del este de Londres: “Estoy harta de que me llamen racista porque me preocupo de mi madre y de mi propio hijo”, y “No le envidio a nadie que necesite un techo y no se lo pueda permitir tampoco”.
En los últimos treinta años ha habido un ataque sostenido a la gente de clase trabajadora, a sus identidades, a su trabajo y a su cultura por parte de la política de  Westminster y de la burbuja mediática que lo rodea. Como consecuencia de ello, han dejado de escuchar a los politicos y a Westminster y están haciendo lo que todo politico teme: utilizan su propia experiencia para juzgar qué es lo que opera a favor suyo y en su contra.  
En las últimas semanas de la campaña, la retórica ha subido de tono y ha empezado el juego de las culpas. Si dejamos la UE, será por culpa de la clase trabajadora “estúpida”, “ignorante” y “racista”. Cada vez que la gente de clase trabajadora ha intentado hablar de los efectos de la inmigración en su vida, gritarles “retrógrado” y “racista” se ha convertido en un pasatiempo de clase media.
La gente de clase trabajadora del Reino Unido puede otear una posibilidad de que algo cambie para ellos si votan por irse de la UE. Las mujeres del este de Londres y los hombres de las ciudades mineras me cuentan todos que lo peor es que las cosas siguen igual.. El referéndum se ha convertido en una forma de hacer oír su voz, y están diciendo colectivamente que sus vidas han sido mejores de lo que son hoy. Y tienen razón. Gritarles “racistas” e “ignorantes” más alto no va a servir de nada: han dejado de escuchar.
Para ellos, hablar de inmigración y temerla tiene que ver con la precariedad que supone ser de clase trabajadora, cuando ya no están seguras las necesidades básicas de la gente, y quieren cambio. El referéndum ha abierto un abismo de desigualdad en el Reino Unido y los monstruos de una sociedad profundamente dividida e injusta han salido arrastrándose. No desaparecerán fácilmente, sean cuales sean los resultados del referéndum.

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón


The Guardian, 15 de junio 2016

 ver el dossier completo en Sinpermiso.



sábado, 25 de junio de 2016

Las causas del Brexit .


Lo que los medios no dicen sobre las causas del Brexit

25 Jun 2016
 
Vicenç Navarro

El Público .
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona

No hay pleno conocimiento y conciencia en las estructuras de poder político y mediático (que en terminología anglosajona se llama el establishment político-mediático) que gobiernan las instituciones de la Unión Europea, así como las que gobiernan en la mayoría de países que constituyen tal Unión, de lo que ha estado ocurriendo en la UE y las consecuencias que las políticas propuestas e impuestas por tales establishments han estado teniendo en las clases populares de los países miembros. Durante estos años, después del establecimiento de la Unión, se ha ido germinando un descontento entre estas clases populares (es decir, entre las clases trabajadoras y las clases medias de renta media y baja) que aparece constantemente y que amenaza la viabilidad de la UE.
El rechazo de las clases populares a la UE
Indicadores de tal descontento han aparecido ya en muchas ocasiones. Una de las primeras fue el resultado del referéndum que se realizó en varios países de la UE que, por mandato constitucional, tenían que hacer para poder aprobar la Constitución europea. En todos los países donde se realizó el referéndum, la clase trabajadora votó en contra. Los datos son claros y contundentes. En Francia, votaron en contra el 79% de trabajadores manuales, el 67% de los trabajadores en servicios y el 98% de los trabajadores sindicalizados; en Holanda, el 68% de los trabajadores; y en Luxemburgo, el 69%. Incluso en los países en los que no hubo referéndum, las encuestas señalaban que, por ejemplo en Alemania, el 68% de los trabajadores manuales y el 57% de los trabajadores en servicios hubieran votado en contra. Unos porcentajes parecidos se dieron también en Suecia, donde el 74% de los trabajadores manuales y el 54% de los trabajadores en servicios también hubieran votado en contra. Y lo mismo ocurrió en Dinamarca, donde el 72% de los trabajadores manuales hubieran también votado en contra.
El rechazo a la UE por parte de la clase trabajadora ha ido aumentando
Otro dato que muestra tal rechazo fue el surgimiento de partidos que explícitamente rechazaron la Unión Europea, partidos cuya base electoral fue precisamente la clase obrera y otros segmentos de las clases populares que antes, históricamente, habían votado a partidos de izquierdas, siendo el caso más conocido (pero no el único) el del partido liderado por Le Pen y que, según las encuestas, podría ganar las próximas elecciones en Francia. En realidad, la identificación de los partidos de izquierda tradicionales con la Unión Europea (y con las políticas neoliberales promovidas por el establishment de tal Unión) ha sido una de las mayores causas del enorme bajón electoral de estos partidos en la UE (y, muy en particular, entre las bases electorales que les habían sido más fieles, es decir, entre las clases trabajadoras). Para que baste un ejemplo, en Francia, si la mitad de los votos (predominantemente de la clase trabajadora) que habían apoyado al partido de Le Pen hubieran sido para la candidata socialista Ségolène Royal, ésta hubiera sido elegida Presidenta de Francia. En paralelo con la pérdida de apoyo electoral, los partidos socialdemócratas en la UE perdieron también gran número de sus militantes. El caso más dramático fue el del Partido socialdemócrata alemán que, junto con la pérdida de apoyo electoral, perdió casi la mitad de sus militantes, de 400.000 en 1997 a 280.000 miembros en 2008.
La evidencia es pues abrumadora que la identificación de tales partidos de izquierda (la mayoría de los cuales han sido partidos gobernantes socialdemócratas que han jugado un papel clave en el desarrollo de las políticas públicas promovidas por la UE) con la Unión ha sido una de las principales causas de su enorme deterioro electoral y de la pérdida de su militancia.
El rechazo a la UE ha ido aumentando más y más entre las clases populares, a la vez que ha ido aumentado el apoyo entre las clases más pudientes
Por desgracia, las encuestas creíbles y fiables sobre la UE (que son la minoría, pues la gran mayoría están realizadas o financiadas por organismos de la UE o financiadas por instituciones próximas) no recogen los datos de la opinión popular sobre la UE según la clase social. Sí que los recogen por país, y lo que aparece claramente en estas encuestas es que la popularidad de la UE está bajando en picado. Según la encuesta de la Pew Research Center, las personas que tienen una visión favorable de la UE ha bajado en la gran mayoría de los 10 mayores países de la UE (excepto en Polonia). Este descenso, desde 2004 a 2016, ha sido menor en Alemania (de un 58% a un 50%) pero mayor en Francia (de un 78% a un 38%), en España (de un 80% a un 47%). Grecia es el país que tiene un porcentaje menor de opiniones favorables a la UE (un 27%).
Ahora bien, aunque raramente se recoge información por clase social, sí que se ha recogido el distinto grado de popularidad que la UE tiene según el nivel de renta familiar. Y, allí, los datos muestran que hay un gradiente, de manera que a mayor renda familiar, mayor es el apoyo a la UE. Es razonable, pues, suponer que la parte de la población que tiene una visión más desfavorable de la UE es la clase trabajadora y otros componentes de las clases populares.
Y lo que también aparece claro en varias encuestas es que una de las mayores causas de tal rechazo es la percepción que las clases populares tienen del impacto negativo que tiene, sobre su bienestar, la aplicación de las políticas propuestas por el establishment político-mediático de la UE. Esta percepción es mucho más negativa entre las clases populares (clase trabajadora y clases medias, de renda media y baja) que no entre las clases más pudientes. En realidad, el rechazo, siempre especialmente agudo entre las clases populares, es claramente mayoritario entre la gran mayoría de la población. Ahí vemos que, según la encuesta Pew, el 92% de la población en Grecia desaprueba la manera como la UE ha gestionado la crisis existente en Europa; tal porcentaje es de 68% en Italia, el 66% en Francia y el 65% en España, países donde precisamente el descenso del porcentaje de población con la opinión favorable de la UE ha sido mayor.
Este rechazo a la UE existe también entre la clase trabajadora del Reino Unido
Es en este contexto descrito en la sección anterior, que debe entenderse el rechazo de las clases populares del Reino Unido, rechazo que ha ido claramente acentuándose en los barrios obreros de aquel país, y muy en especial en Inglaterra y el País de Gales. El voto de rechazo a la permanencia en la UE procede en su mayoría de las clases populares. Y ha sido un voto no solo anti-UE pero también (y sobre todo) un voto anti-establishment británico y, muy en particular, anti-establishment inglés, siendo este último el centro del establishment británico, pues concentra los mayores centros financieros y económicos del país. El establishment británico y el establishment de la UE habían movilizado todo tipo de presiones (por tierra, mar y aire) a fin de que el referéndum fuera favorable a la pertenencia. De esta manera, es un claro signo de afirmación y poder que las clases populares se opusieran y ganaran al establishment. Por otra parte, los datos mostraban que lo que ha ocurrido, iba a ocurrir. La popularidad de la UE en el Reino Unido pasó de ser un 54% (ya uno de los más bajos de la UE) en 2004 a un 44% en 2016 (según Pew). En realidad, el Reino Unido es el país donde el porcentaje de población opuesta a dar mayor poder a la UE es mayor (65%) después de Grecia (68%) Y, según otras encuestas, el sector menos entusiasta con la UE eran las clases populares, que gradualmente han ido transfiriendo su apoyo electoral del Partido Laborista al partido UKIP (el partido anti EU).
La supuesta excepcionalidad de España
Es un dicho común en los mayores medios de comunicación que España es uno de los países más pro-EU, lo cual es cierto, pero solo en parte (lo mismo era cierto con Grecia). Es lógico que Europa, percibida durante muchos años como el continente punto de referencia para las fuerzas democráticas, por su condición democrática y su sensibilidad social, se convirtiera en el “modelo” a seguir por países como España, Portugal y Grecia, que sufrieron durante muchos años dictaduras de la ultraderecha, seriamente represivas y con escasísima conciencia social. Para los que luchamos contra la dictadura, Europa Occidental era un sueño a alcanzar.
Pero, debido al control o excesiva influencia del pensamiento neoliberal en el establishment político mediático de la UE (muy próximo al capital financiero y al capital exportador alemán, que ha estado configurando las políticas públicas neoliberales que los establishment político-mediáticos de cada país de la UE han hecho suyas), este sueño se ha convertido en una pesadilla para las clases populares, particularmente dañadas por tales políticas neoliberales. Las reformas laborales que han dañado el estándar de vida de estas clases y los recortes de gasto público, con el  debilitamiento de la protección social y del estado del bienestar, así como la desregulación en la movilidad del capital y del trabajo, han sido un ataque frontal a la democracia y al bienestar de las clases trabajadoras, realidad muy bien documentada (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante, Anagrama, 2015). La pérdida de soberanía nacional que conlleva la UE ha significado la pérdida de soberanía popular, causa del deterioro de su bienestar. La evidencia de que ello es así es contundente, clara y convincente. Es más que obvio que esta Europa no es la Europa de los pueblos, sino la Europa de las empresas financieras y de los grandes conglomerados económicos.
¡No es chauvinismo lo que causa el rechazo a la UE!
Ante esta situación, el establishment político-mediático europeo quiere presentar este rechazo como consecuencia de un retraso cultural de las clases populares, todavía estancadas en un nacionalismo retrógrado, que incluye un chauvinismo anti-inmigrante que merece ser denunciado. John Carlin, en el El País, 24.06.16, define este rechazo (Brexit) como resultado “de la mezquindad, ignorancia, carácter retrógrado, xenofobia y tribal” de los que votaron en contra de la permanencia. Y así se está interpretando, por parte de la mayoría de los medios de comunicación europeos, el voto de rechazo a la UE por parte de las clases populares británicas. Este mensaje intenta ocultar las causas reales de tal rechazo, causas que he descrito en este artículo. Olvidan que, si bien todos los xenófobos votaron a favor de la salida del Reino Unido de la UE, no todos los que así votaron eran xenófobos.
En esta manipulación están participando poderes de la socialdemocracia europea que no han entendido todavía lo que está ocurriendo entre lo que solían ser sus bases. No quieren entender que el rechazo que está ocurriendo es hacia esta Europa que la socialdemocracia ha contribuido a crear, una Europa que carece de vocación democrática y sensibilidad social. El maridaje de los aparatos dirigentes de las socialdemocracias con los intereses financieros y económicos dominantes en la UE (y en cada país miembro) ha sido la causa de su gran declive, que todavía no entienden porque no quieren entenderlo. Lo que pasa en Francia, dónde hay un gobierno socialdemócrata que está intentando destruir a los sindicatos (como la señora Thatcher hizo en el Reino Unido), o en España, dónde el PSOE fue el que inició las políticas de austeridad, son indicadores de esta falta de comprensión de lo que está ocurriendo en la UE, y que es el fracaso de las izquierdas para atender a las necesidades de las clases populares. De ahí la transferencia de lealtades que están ocurriendo, en lo que refiere a los partidos.
Es lógico y predecible que las políticas neoliberales y los partidos que las aplican sean rechazados por las clases populares, pues son éstas las que sufren más cada una de estas políticas, incluyendo la desregulación de la movilidad de capitales y del trabajo. Regiones enteras en el Reino Unido han sido devastadas, siendo sus industrias trasladadas al este de Europa, creando un gran desempleo en las regiones. Y la desregulación del mundo del trabajo, acompañada de la dilución, cuando no destrucción, de la protección social, ha creado una gran inestabilidad  y falta de seguridad laboral. En realidad, fueron las políticas del gobierno Blair y del gobierno Brown (1997-2010) las que sentaron las bases para este rechazo generalizado hacia la UE. Tales gobiernos de la Tercera Vía facilitaron la llegada de inmigrantes a los que los empresarios contrataron con salarios más bajos. Y así se inició el desapego con la Unión Europea (ver “Don’t blame Corbyn if Brexit wins”, Denis McShane).
En España, frente al descrédito del partido socialdemócrata (PSOE) debido, entre otras razones a su participación en la construcción de esta Europa, han aparecido una serie de fuerzas políticas, tanto en la periferia como en el centro (Unidos Podemos y confluencias), que están canalizando este desencanto popular acentuando, con razón, que esta no es tampoco nuestra Europa, y que se requieren cambios profundos para recuperar la Europa democrática y social a la que aspiramos y que debe construirse. Así de claro.

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Nota ..Es curioso a pesar de que no se dice   las razones del si son varias   ,   sentimiento contra la inmigración, rechazo hacia las instituciones y la burocracia de Bruselas y falta de democracia ,crisis dele satdo social y de la socialdemocracia . pero aquí solo se refieren a la emigración.  ..Lo del deterioro de los salarios, el paro, la vivienda, los servicios sociales no existe. Y los   políticos   tampoco y entonces la culpa es solo de la xenofobia ... como encima dándole cancha...como Cameron que solo atendió a sacarles los derechos a los emigrantes , produciendo el deterioro  salarial y la competitividad interna salvaje . mientras Osborne intentaba aplicar la    austeridad social..  SINO NO COLABA  ..pero eso ni sale. la sociedad no existe … ¿quién es más xenófobo?










 Y más ... ver ..


Sin el Reino Unido, la UE económicamente liberal y atlantista suelta lastre.
 http://www.lavanguardia.com/internacional/20160625/402742472754/francia-pena-brexit.html




viernes, 24 de junio de 2016

Sobre el Brexit.



Sobre el Brexit ,

Una Inglaterra desindustrializada por el neoliberalismo y con libra alta al servicio de la City , no le bastó al gobierno conservador , el intento social del independentismo escocés , de cambiar  la situación , aunque perdiera ganando una autonomía , sino que el propio jefe de gobierno conservador ,   ante la desafección de sus propios diputados . convocó un referéndum , para no caer , y encima para ganar , establece un acuerdo a la carta con la UE que era más de lo mismo , estando además fuera de los acuerdos Schengen y no estar en el euro ,si hubiera hecho al revés y garantizara un salario digno para todos ,suprimiendo la devaluación salarial de emigrantes que utilizan las empresas privadas para devaluarlos a todos  hubiera dado seguridad a las clases medias inglesas y hubiera roto con aquello de. “no hay alternativa o la sociedad no existe”.
 Si en el 1975 votaron si , al entrar en la UE, luego de tener su propia organización de mercado dentro de la EFTA que era su modelo e imponerse entonces la UE,  a base de que Inglaterra es el problema ,  la UE es la solución, cambió, pero la Europa neoliberal austericista al final acabó con esa misma ilusión...
 Y no solo el referéndum escocés anticity  y social ya lo apuntó ,  sino los cambios en el propio partido laborista, tan divididos al final ,  como el conservador , pero por causas distintas. En este caso romper con el neoliberalismo.
 Si el neoliberalismo devaluó a las clases medias y ven que su futuro va a peor, solo es reflejo de lo  mismo dentro   de la UE, en último lugar un país que no estaba en  Schengen    no tenia problema con el control de la emigración, así el propio Camerón les dio razones a los xenófobos y a la xenofobia europea y  a la extrema derecha.
Un premio a la estupidez organizada. Dandoles razones a los xenófobos y luego intentando revertirlo sin cambiarlo .
 Siempre fue un problema político o de economía política  y no económico, y ahora les estallo en las narices. Y un problema de democracia europea , claro está. No solo a ellos sino a toda la UE.
Que después de lo Grecia y de la peor gestión de los exiliados que se mueren en  pateras  y de las guerras intervencionistas en Oriente Medio que lo provocaron , se podía ya dar por muerta .  

Ya el Parlamento se  le opuso, una vez , despues de bombardear Libia y ver como quedó , y  querer bombardear Siria , precisamente la parte gubernamental  , donde hay 7 millones de sirios desplazados bajo su protección. Claro esos,  para los medios ni existen.
Y de poco les sirvió las encuestas últimas a favor , al servicio de quien las pide y toda la parafernalia del miedo de los poderes fácticos de la casta global.

El divorcio de las gentes con la clase política dirigente se acentúa de un modo decisivo.
 A lo mejor a partir de ahora hasta merece la pena hacerse inglés si   vuelven a una   socialdemocracia keynesiana de estado industrial.
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.. Ya era elocuente está entrevista anterior..y a quien se hacía,

jueves, 23 de junio de 2016

La casta del Ibex35.

 

Una Gran Coalición llamada Ibex35

En 2013, mientras España era rescatada por la UE y se agravaban los recortes, aumentó la transferencia de gobernantes del PP y del PSOE a empresas clave. El Ibex35 se convertía, literalmente, en el gobierno en la sombra
 
 

 
22 de Junio de 2016 
   
¿Qué sucedería si Esther Koplowitz tuviera que negociar con un gobierno de Pablo Iglesias los casi 1.000 millones de euros en préstamos que adeuda a Bankia (junto al BBVA)? (una deuda cuyo pago y vencimiento el ministerio de Luis De Guindos —y sus emisarios de BFA-BANKIA— han prorrogado hasta 2020). ¿Y si Florentino Pérez tuviera que negociar con Nacho Álvarez los créditos de Bankia que avalan sus acciones en ACS? O, vayamos más allá: ¿qué pasaría si un eventual gobierno de Podemos se enfrentara a los 500 millones de euros que pide el dueño de ACS para costear las pérdidas del AVE a Francia? Ahora, reformulemos estas preguntas en clave electoral: ¿apoyará el PSOE un gobierno liderado por Podemos, tal y como demandan las preferencias de sus electores, con un mandato que implique revertir o modificar los intereses y expectativas de los grandes empresarios del país? ¿O apoyará una gran coalición con PP y Ciudadanos, aunque esto suponga su automática y acelerada pasokización?
Aunque es cierto que no hay oráculo politológico que muestre el futuro, sí pueden alumbrar algunos antecedentes: el PSOE y el PP se han unido durante 24 años para defender los intereses de los grandes gestores del Ibex, generando una enorme dependencia mutua entre el Estado y las grandes empresas del Ibex, lo cual hace que muchos miembros del aparato estatal y de las grandes empresas actúen como un mismo “bloque”. El diccionario geológico llama bloque a aquel “fragmento de la corteza terrestre delimitado, total o parcialmente, por fallas, que constituye una unidad geológica y que tiene un comportamiento tectónico unitario”.
El PSOE y el PP se han unido durante 24 años para defender los intereses de los grandes gestores del Ibex, generando una enorme dependencia mutua entre el Estado y las grandes empresas
Una muestra de esta unidad tiene su reflejo en el flujo constante de ministros, secretarios, subsecretarios y presidentes de órganos reguladores que pasan velozmente a estas empresas (alrededor de un 20% de todos los consejeros del Ibex a lo largo de 24 años). También se muestra en el torrente continuo de recursos públicos drenados a estas empresas y por ende, a sus propietarios, los grandes garantes de los partidos tradicionales (con donaciones, condonaciones y cuotas de poder económico), y los primeros interesados en las grandes coaliciones. Una cifra: de 2004 a 2008, el periodo en que aparecen en los papeles de Bárcenas los pagos en negro de OHL al PP, un tercio de la facturación del grupo OHL venía de adjudicaciones de comunidades gobernadas por el PP.
Políticos en los consejos
Comencemos por 1991, año en que arranca el índice bursátil Ibex35. Heredero del FIEF 35, en el nuevo índice aparecen siete empresas participadas por el Estado (Fecsa, Repsol, Telefónica, Sevillana, Tabacalera, Endesa y Unión Fenosa), aportando el 40% de la capitalización total. Si exploramos los consejos de administración de esas empresas podemos encontrar 134 consejeros procedentes del Estado (el 27% del total), ya sea en administración local, autonómica, nacional o extranjera. Los más relevantes, aquellos que ocuparon un cargo en el gobierno y la alta administración, cargos políticos sujetos a nombramiento por parte del gobierno, eran un total de 114.
Ese año, a pesar de los 16 años pasados desde su muerte, la figura de Franco aún estaba muy presente en el poder económico. De los 114 consejeros, 36 habían sido nombrados altos cargos del gobierno durante el franquismo. La mayoría de ellos, en empresas de la construcción, como Antonio Carro Martínez (Vallehermoso), que fuera ministro de Gobernación, o los ministros de Trabajo Licinio de La Fuente (Dragados) y Fernando Suárez González (Urbis).
Sólo el PSOE le superaba, sentando en las poltronas del Ibex a 46 consejeros. A diferencia del sector vinculado al franquismo, los ex altos cargos socialistas se extendían por múltiples sectores, como el bancario, las empresas de energía y las empresas públicas: Miguel Boyer, el ministro “expropiador” de Rumasa, se sentaba en la constructora de las Koplowitz (FOCSA) y en Vidriera Española. Otro ministro del PSOE en los años ochenta, Joan Majó Cruzate, titular de Industria, acabó en Catalana de Gas. Majó no es cualquiera: sustituyó en Industria a Carlos Solchaga, el gran conseguidor de puestos en el Ibex35.
Pero el Ibex también era un trampolín político: en otro sector, el de las telecomunicaciones, se sentaba Elena Salgado, que 20 años después sería todopoderosa ministra de Economía y Hacienda con Zapatero. Entonces, tras su paso por las direcciones generales de varios ministerios (Obras Públicas y Economía), acabó en la pública Telefónica. En la misma empresa pública coinciden políticos del PSOE procedentes de múltiples ministerios: de Asuntos Exteriores, como el ministro Carlos Westendorp y Cabeza. Y del Ministerio de Industria, como secretario general de planificación industrial entre 1990 y 1994, Eugenio Triana, diputado también del PSOE.
Los restos de la UCD
El siguiente sector político de importancia en 1991 es UCD. Desaparecido como actor político relevante, se convierte en un lobby económico de gran envergadura. Veinticinco consejeros de empresas del Ibex tuvieron su primer cargo durante el periodo de gobierno de UCD. Entre ellos destaca, sin duda, Leopoldo Calvo Sotelo Bustelo, el sucesor de Suárez. Su retiro en el Ibex35 es todo un símbolo de la carrera de los ministros de la UCD: de presidente del Gobierno pasa a ser consejero del Banco Hispanoamericano. En este banco coincidirá con miembros del PSOE como Vicente Álvarez Areces (alcalde de Gijón), o con ministros del franquismo como Antonio Barrera de Irimo, ministro de Hacienda entre 1973 y 1974.
Los consejos de administración de las empresas del Ibex, aunque mantienen una unidad-bloque, están sujetos a cambios en su composición interna, que varía en función de los cambios en el gobierno. Tal es la influencia del Estado que, tras la victoria de Aznar, los ex altos cargos de gobiernos del PSOE pasaron de ser 46 a 17. Por otro lado, tras cuatro años de gobierno del PP, aparecen los primeros altos cargos del Estado en estas empresas: el ministro de Obras Públicas con el PP entre 1996 y 2000, Rafael Arias-Salgado, pasó velozmente ese mismo año a Carrefour. O José Joaquín Puig de La Bellacasa Urdampilleta, desde 1997 miembro del Consejo de Estado por nombramiento del Consejo de Ministros de Aznar, simultaneando el cargo con su puesto en el consejo de la hotelera Sol-Meliá.
2004-2010, vuelve el PSOE
De nuevo con el PSOE en el Gobierno desde 2004, la foto del Ibex35 en 2010 muestra cómo el control del BOE y de SEPI le permite retomar posiciones perdidas en el conjunto del Ibex35. Pasa de 17 a 25 miembros. Durante este periodo, el PSOE desembarca con toda su artillería, desde el vicepresidente del Gobierno Narcís Serra I Serra, el presidente Felipe González o Josep Borrell, ministro de Obres Públicas y luego presidente del Parlamento Europeo. La preferida, Gas Natural, donde Serra y González comparten sillón. En 2010, el Ibex era una burbuja todavía: mantenía niveles de capitalización de 2004, aunque la tasa de paro había alcanzado el 14,7% y España se encontraba en recesión, con un retroceso del 3,6% del PIB. Entonces la vieja guardia del PSOE se adentra por completo en las grandes empresas españolas.   
En 2010, el Ibex era una burbuja todavía: mantenía niveles de capitalización de 2004, aunque la tasa de paro había alcanzado el 14,7% y España se encontraba en recesión, con un retroceso del 3,6% del PIB    
El PP, a pesar de perder el Gobierno nacional, no se queda atrás, con siete ex altos cargos en empresas del Ibex. Del periodo del gobierno de Aznar saldrán consejeros como José Folgado Blanco, secretario de Estado en Industria, que pasará a formar parte de Red Eléctrica, la corporación participada por SEPI. O, emulando a Salgado, De Guindos, cuyo puesto en Endesa fue una premonición de su ascenso a ministro en 2012. Antes había sido secretario de Estado en los dos últimos años de legislatura de Aznar. Endesa, la gran empresa pública de electricidad, había sido vendida a la italiana Enel, aunque quizá por patriotismo mantenía en nómina a otros políticos, como Miguel Roca Junyent, el defensor de la infanta, concejal y diputado por Convergencia.
Hay que decir que el PSOE es un hueso duro dentro del Ibex. Mantiene un suelo fijo en su cuota de poder económico, algo que se refleja en su leve retroceso en este selecto grupo tras perder el gobierno en 2011 y sufrir una severa derrota en las elecciones: de 25 ex altos cargos, pasa a colocar 20. La escudería González es quizá la más beneficiada, pues mantiene su cuota de poder, con el propio González, Luis Carlos Croissier Batista, su ministro de Industria, o Miguel Boyer (Economía y Hacienda). Las empresas preferidas por la casa, las de energía: Red Eléctrica, Repsol y Gas Natural. En cuanto a los altos cargos del PP, estos pasan de 7 en 2010 a 9 en 2013. Y no son cualquiera, ya que aparece la plana mayor del Gobierno de Aznar: Josep Piqué (Exteriores), Angel Jesús Acebes (portavoz del Gobierno), Juan Carlos Aparicio Pérez (ministro de Trabajo), José Folgado Blanco (Industria), Abel Matutes (Exteriores) o Isabel Tocino Biscarolasaga (Medio Ambiente).
Mientras España había sucumbido al rescate y se agravaban los recortes, en el Ibex35 se afianzaba la transferencia de miembros del Gobierno del PP y PSOE hacia empresas clave
Así, en 2013, mientras España había sucumbido al rescate por parte de la Unión Europea al sector financiero y se agravaban los recortes sociales, en el Ibex35 se afianzaba la transferencia de miembros del Gobierno del PP y PSOE hacia empresas clave. El Ibex35 se convertía, literalmente, en el gobierno en la sombra. O mejor dicho, en la gran coalición en la sombra.
Pero veamos las consecuencias de este desembarco en empresas del Ibex de ese gobierno en la sombra: su posición en el sector eléctrico permite tener la cuarta factura eléctrica más cara de Europa, con un incremento del 70% desde el inicio de la crisis, frente al 50% y 40% de Alemania y Francia, respectivamente. 
También tolera un agujero de 25.000 millones con las eléctricas, cuya financiación llevará a pagar unos intereses de 3.250 millones hasta 2026. En el sector del petróleo y gas, el preferido por el PSOE, podemos estar orgullosos de su labor: la venta de gasolina en España tiene el margen de beneficio más elevado (precios antes de impuestos) de Europa (0,403 frente a 0,378 de la media europea), y sus empresas acumulan sucesivas multas de la CNMV por pactar precios.
No se puede olvidar al hijo predilecto de los gobernantes hispanos: el sector financiero, rescatado en su conjunto, y en particular a Bankia,  la gran prestamista de barones del Ibex como Florentino Pérez (450 millones en 2002 para la compra de Dragados, 1.100 para comprar Iberdrola en 2003, y 2.058 millones para ampliar dicha participación en 2006), las hermanas Koplowitz (840 millones a la sociedad patrimonial) o el marqués de Villar Mir (535 millones entre 2009 y 2011), además de la gran accionista de Mapfre, Iberdrola, Iberia, Indra, Ebro Foods o BME.
La consecuencia de rescatar a Bankia fue acabar con todas las cajas de ahorros, principal fuente de financiación local y autonómica hasta ese momento de numerosos proyectos sociales y económicos.
¿Será relevante esta gran coalición del Ibex35 a la hora de formar gobierno? Como dijo a principios de junio Felipe González, que el viernes cerrará la campaña del PSOE en Madrid, todo es una cuestión de compatibilidad: “Los pactos tienen que hacerse con quienes sean compatibles con las reformas que se quieran hacer”.


 http://ctxt.es/es/20160622/Politica/6815/Ibex-35-elecciones-26J-franquismo-sociol%C3%B3gico-econom%C3%ADa-empresas.htm .. En Público.es


martes, 21 de junio de 2016

España , sobre banderas y patriotismo .



Reino de España: La patria (glups)

Ctxt


Puede sorprender la introducción del palabro “Patriotismo”, emitido por Podemos, en esta campaña. Particularmente, a mí me sorprende también la denuncia de ello por parte de los grandes partidos -nacionalistas, en muchos de sus tramos básicos-, y el alud de críticas y denuncias aparecidos en la prensa diaria, que parecen denunciar que Podemos es, lo nunca visto en España, un partido nacionalista. ¿Es Podemos nacionalista? ¿Lo es sólo Podemos? ¿Podemos rompe la pauta de partidos no-nacionalistas, iniciada por el PP, autoproclamado primer partido no-nacionalista del Estado en los 90's del siglo XX? ¿Estamos en un periodo de auge nacionalista, vinculado al populismo? Vayamos por partes. El nacionalismo español es un animal de compañía de creación reciente. Es otro objeto no milenario. Más bien un marco creado en tres grandes etapas. Se puede pensar que nace con la guerra de la Independencia. Ahí, de hecho, nace la bandera española. Igual, ahora que lo pienso, la historia de esa bandera puede dibujar la historia del nacionalismo que invoca. Agárrense.
La actual bandera española es la bandera de la marina borbónica española. La bandera española, como su nacionalismo, no existía antes de Napoleón. Existía la bandera del rey, y la figura del rey como aglutinante de algo que no era aún la nación. Como la bandera del rey -blanca- era la misma que la del rey de Francia y el de Nápoles, se inventó ese distintivo rojo y amarillo. Para evitar equívocos, supongo. En tanto que plaza de marina, era la bandera que ondeaba en Cádiz cuando los bombardeos de los franceses. Lo que le hizo adquirir carácter simbólico. En un reducido grupo: esa bandera fue prohibida por el absolutismo. Posteriormente, sólo estuvo vigente tras el Pronunciamiento de Riego. Tres añitos. En su banda amarilla, esos tres añitos, estaba escrita la palabra Constitución. Como saben, Riego y la Constitución fueron hechos puré tras su trienio. Y la bandera volvió a ser blanca. No obstante, las banderas, en el siglo XIX, parecen importar una higa. Espartero realiza toda su campaña contra el carlismo -en principio, muy patriótica- con una bandera que no es la española -que volvía a ser, oficialmente, la roja y amarilla, gualda para los cursis-, sino un pendón morado. Pretendía ser un homenaje a los Comuneros, pero por un error filológico, en el XIX se entendió que el morado medieval -es decir, el granate, un rojo oscuro- era el morado actual. Ese error, prolongado en el tiempo, dio origen a la bandera republicana. Que tampoco importa una higa. La primera tricolor española es la exhibida por Torrijos en su pronunciamiento. Sólo se sabe que tenía una franja verde. La I República no perdió un segundo en su simbología. En un museo militar con banderas capturadas al enemigo -casi todas son españolas; la historia del Ejército de aquí abajo haría reír, si no hiciera llorar-, vi una bandera de la I República. Era un trapo granate, con estas palabras bordadas: República Federal.
Las banderas -y se supone que los nacionalismos que simbolizan- empiezan a ser importantes por aquí abajo en la Restauración. Que es la formuladora del nacionalismo español. Ya saben: catolicismo + monolingüismo. No existe otra formulación. Es decir, no hubo ocasión de un nacionalismo progresista y republicano, fundamentado en valores cívicos. La Restauración es, también, la que depura los símbolos. Como la bandera, que vuelve a ser aquella rechazada por el absolutismo y, al parecer, desgastada a lo largo de la Restauración. De hecho, es la Restauración quien, en un momento tardío, legisla la obligatoriedad de sus símbolos, es decir, de su nacionalismo. En 1902 se legisla el uso de la bandera y del pack himno y demás simbología. Es decir, en esa época ya existen otras banderas -la vasca, la catalana, pero también, y sobre todo, la republicana, la roja, o la negra- que pugnan con la bandera roja y amarilla, convertida en símbolo de la monarquía o/y del nacionalismo español, en ausencia de otro. Es decir, ya existen otros nacionalismos e ideologías, que entran en colisión con el nacionalismo español. Sobre el carácter hegemónico y excluyente del nacionalismo español: tan tarde como en 1898, Pi i Margall, que a pesar de todo no había perdido el prestigio de haber sido jefe de Estado, sufre una campaña de difamación y vacío desde el nacionalismo, por oponerse a la guerra en Cuba con EE.UU. Esa campaña acaba con su prestigio. Zas.
Por lo que se ve, no hubo tiempo de crear otro nacionalismo posterior. La II República y el exterminio franquista no dio lugar a crear esa identidad abierta, cívica y no identitaria -quizás la palabra sea “republicanismo” a secas- que por aquí abajo se necesita como agua de mayo. Con posterioridad al paréntesis republicano, se opta por el corpus nacionalista y simbólico de la Restauración, adornado con ultranacionalismo fascista. La impronta del fascismo en el corpus, de por sí reaccionario, del nacionalismo español, debe de ser importante, en tanto no tuvo ocasión de ser sometido a juicio, como el nacionalismo alemán, italiano, rumano, húngaro o, incluso, el portugués.
La Transición vuelve a adoptar el corpus nacionalista y simbólico de la Restauración -sin duda, el más sangriento del siglo XX en la Península-. Adornado, en esta ocasión, con imprecisiones de Pi i Margall, como la palabra nacionalidad, que ahora no venía a ilustrar nada, sino a evitar el uso de la palabra “nación” por otro sujeto que no fuera España. No es mucho. Es Restauración, básicamente. La sentencia del TC sobre el Estatut de Catalunya de 2010, por si hubiera dudas, especifica que España no es un Estado federal, que sólo hay un sujeto nacional y que las autonomías son descentralización, no federalización. Es decir, que estamos, de cuatro patas, en el Corpus Restauración y, glups, posfranquismo. Con preciosismos republicanoides, como, lo dicho, la adopción de palabros como nacionalidades, y estados de ánimo como el soportarse mutuamente, del breve Ortega republicano. Ha habido pocas aportaciones posteriores. Y todas, desde la derecha, como el no-nacionalismo, forma de ultranacionalismo español pasado por Habermas -a través de la alocución patriotismo constitucional, adoptada por el Aznar de la II Legislatura- que en su día hizo escandalizar a Habermas. Viene a significar que el nacionalismo de la Restauración, oficializado en la Constitución y en la cultura política democrática, viene a ser una suerte de normalidad, por lo que no merece el término de nacionalismo, que sí que merecen otros nacionalismos.

El nacionalismo -el español, u oficial, en tanto que la Constitución le da la razón que defiende desde la Restauración, cuando aspiró a ser el único nacionalismo en plaza; y los otros nacionalismos, pues también- es un gran motor político en la Transición. En tanto, una vez aplazados otros temas, como la propiedad, la calidad democrática, la forma del Estado, la democracia económica, pasó a ser el único tema de discusión política posible. Es más, canalizó el resto de discusiones, y posibilitó políticas dirigidas a grupos amplios -naciones, nacionalistas- antes que reducidos -clases, por ejemplo-. Es un instrumento usual -es EL instrumento básico- de la Cultura de la Transición.

En España, en fin, sigue aplazada una identidad fundamentada en derechos, en valores éticos y cívicos, no nacionalistas. No ha habido ningún Gobierno que, por ejemplo, rechazara las ventajas del discurso identitario. Ningún partido que aspire al poder puede mearse, al parecer, en ese juego de espejos creado en la Restauración, potenciado en el Franquismo y recreado en la Transición.

¿Es Podemos un partido nacionalista? No lo sé. Su uso, notorio, del palabro patria no viene de la tradición española, sino de la sudamericana. Bolivia y, espero -lo ruego- Ecuador. Es una palabra básica del posmarxismo y paragramscismo de Laclau y Mouffe. Es decir, no viene de una tradición cultural, sino de una dinámica de las ciencias sociales, y de experiencias políticas alejadas a la realidad peninsular. El uso de patriotismo aparece como un intento de crear un nuevo marco para crear hegemonía. Las Repúblicas sudamericanas están equipadas de serie con ese nacionalismo. Y con otros. Por aquí abajo, pues no. El patriotismo español nace en la Restauración y el resto de nacionalismos suponen una fricción carlista o federalista contra la Restauración. Es difícil cambiar un marco. Cuesta mucho tiempo y pasta. Es difícil que Podemos cuele patriotismo como animal de compañía, y que esa palabra no caiga en su antiguo marco. Ese que facilita no emitir políticas para grupos sociales concretos como, pongamos, los asalariados. No es imposible. Pero supone mucho esfuerzo. Quizás, y esto puede ser un indicio para evaluar las futuras evoluciones de la palabra patriotismo emitida por Podemos, costaría menos calorías, pero más políticas, intentar refundar un marco olvidado, denominado republicanismo.


Fuente: http://ctxt.es/es/20160615/Politica/6683/Patria-Nacionalismo-Podemos-Glups.htm

sábado, 18 de junio de 2016

Francia la moción de censura contra la UE.

Francia es el centro de la crisis europea

La Vanguardia


EL MANIFIESTO DEL 28 DE MAYO QUE PASÓ DESAPERCIBIDO


El ambiente en París, ciudad en la que palpita el corazón de Francia, se está haciendo más rebelde. Desde que el 19 de febrero se colgara en la red la llamada contra la ley laboral que fue inmediatamente firmada por más de un millón de personas, se han sucedido nueve jornadas de protesta y huelga sindical, y multitud de manifestaciones. En ese caldo nació la ocupación de las plazas, el 31 de marzo, y se alzaron los estudiantes. Desde entonces cada día ocurre algo, algún desafío, alguna protesta. Qué lejos queda el ambiente del pasado otoño, cuando era el Frente Nacional quien determinaba los temas del debate público y las políticas xenófobas, identitarias y de seguridad ante el terrorismo. Hoy es lo social lo que prima. Y como telón de fondo, cada vez más presente, el descrédito de la Unión Europea.
El epicentro del problema no es el Brexit. Una eventual salida del Reino Unido de la UE es economicamente irrelevante (hay mucha exageración ahí), pero políticamente debilitaría la influencia de Estados Unidos, del que el Reino Unido ha sido el más solicito servidor, en el continente. Solo por eso harán cualquier cosa por evitarla, pero el verdadero problema está en Francia. Fue Francia, no Inglaterra, la fundadora de lo que se está desmoronando desde 2007. Y es aquí donde se decidirá la verdadera partida.
Después de Grecia (71%), Francia es líder europeo en opinión desfavorable sobre la UE: 61%. En el último año ese desprestigio ha aumentado aquí 15 puntos. En España (49%), 16 puntos, según el último sondeo. El proyecto de reforma laboral está culminado tres décadas de frustración francesa por el robo de soberanía y el deterioro del nivel de vida medido en; recortes de ingresos, aumento de la desigualdad y retroceso de los servicios públicos. Esa es la enfermedad francesa.

En el nombre de Europa

Todo eso se ha ido imponiendo en nombre de Europa, y el proyecto de ley laboral, que se quiere forzar por decreto a falta de mayoría en el parlamento y en la calle, ha sido la gota que ha colmado el vaso. El gobierno francés no parece entender la situación y sigue viviendo en el universo anterior a febrero. Por eso responde con el arsenal de una firmeza ultraderechista: desde esta semana se ha introducido una amenaza de prohibición de manifestarse, alegando las turbias violencias de las manifestaciones que la policía ha propiciado por acción -nunca se había visto tanta violencia policial y tantos manifestantes heridos- y omisión, por la indulgencia oportunista demostrada hacia la acción de los casseurs. Sin miedo al ridículo, el Ministerio del Interior ha llegado a recomendar que no se hable de política en los estadios durante la Eurocopa, oportunidad cirquense en la que Hollande y Valls querían ampararse para capear el temporal social, entre un ataque yihadista y otro que fortaleciera una victimizada unión sagrada. Todo esto no parece estar funcionando muy bien e ilustra la incapacidad de los gobernantes para comprender la situación. Se sabe que el proyecto de ley está directamente inspirado en las directrices, documentos y resoluciones de la Comisión Europea, organismo que, tras lo que se vio en Grecia el pasado julio, “es capaz de verdaderos golpes de Estado”, como dijo el domingo una dirigente izquierdista en el Teatro Dejazet de París.

Moción de censura a la UE

En ese contexto, el 28 de mayo, antes de diluirse, quizás temporalmente, en todo un rosario de acciones y proyectos activistas, la asamblea de la Nuit Debout parisina aprobó uno de esos documentos que acaso sean vistos como históricos cuando culmine el actual proceso ciudadano. Se trata de la Moción de censura contra la Unión Europea. En siete párrafos y cuatro conclusiones se resume todo el alegato ciudadano contra la UE: su dictado de políticas violadoras del derecho y de la libertad sindical, la utilización del euro y el dumping fiscal para empobrecer a los Estados y privatizar el sector público, la sumisión de esa política a los intereses de las multinacionales, la inmoralidad de sus políticas migratorias violadoras de la convención de Ginebra, su apoyo a las intervenciones militares que ponen en peligro la paz mundial y fomentan el militarismo, y, finalmente, la constatación de que todas esas orientaciones se adoptaron contra lo expresado en las urnas (en Grecia, Portugal y antes en Francia, Holanda e Irlanda) en virtud de la doctrina Juncker que afirma que, “no hay opción democrática contra los tratados europeos”.
Considerando todo eso, la asamblea -unas 300 personas, pero no se rían de las minorías cuando una situación social es propicia-; acuerda la desconfianza en la Comisión Europea y sus instituciones, censura a la UE y sus tratados y pide la dimisión de la Comisión, propone votar esta moción en las plazas de Francia y de Europa, y llama a construir una Europa solidaria entre sus pueblos y respetuosa de la soberanía popular.
Ha quedado dicho, a 28 de mayo de 2016, en este París cuyo ambiente se hace más rebelde.
Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/2016/06/17/francia-es-el-centro-de-la-crisis-europea-63317/

miércoles, 15 de junio de 2016

La amenaza llega por la derecha.

Ni populismo ni comunismo
La amenaza llega por la derecha



Entonaba Amaury Gutiérrez en una canción romántica: “Andan diciendo por ahí que te olvidaste del Ayer…”. Dejando por un momento el amor a un lado, es fácil olvidarse del pasado en sociedades que no construyen memoria.
Hace unos días, en Austria ha estado a punto de ganar el partido de ultraderecha FPÖ de Norbert Hofer. Viktor Orbán gobierna en Hungría hace ya unos años; Amanecer Dorado tiene una relevancia considerable en Grecia, el Frente Nacional de Le Pen se ha consolidado en Francia, y Donald Trump tiene serias posibilidades de aterrizar en la Casa Blanca. Quizás la palabra ‘fascismo’ es demasiado precisa para englobar a todos ellos, así que es mejor usar ‘extrema derecha’. Y ante el grito histérico de "¡que vienen los comunistas!", a uno le da responder: "¡no, no, que llegan los fachas!".
Bromas aparte, diría que no estamos prestando atención a lo que está sucediendo en Europa y –por interés evidente– en Estados Unidos. A título personal, no sé si se debe a que el fascismo o extrema derecha se considera un fenómeno superado cuyos nuevos brotes no llegarán a florecer en ningún caso, pero lo de Austria no es para chiste. Ni lo de Francia. Ni Trump.
Por otro lado, parecería difícil de entender por la irracionalidad de las doctrinas ultraderechistas, pero si intentamos hacer una lectura amplia del momento histórico que vivimos y de sus antecedentes, es posible encontrar respuestas, para lo cual me parece fundamental introducir insistentemente en la discusión –y a pesar de quienes rechazan las ideologías como si fuera posible situarse al margen de ellas– un concepto: ‘neoliberalismo’.
¿Sentido Común?
No es una palabra que oigamos en los debates –pese a que muchos autores la utilizan–, entre otras cosas por su tinte peyorativo. No es mi intención utilizarla como insulto, sino reivindicarla como un elemento que está ahí y que es imprescindible para entender prácticamente toda la esfera política, económica, social e incluso cultural. Algunos lo definen (y, creo, lo simplifican) como la “desregulación del Mercado”, pero no es sino otra forma de regulación. Me parece más interesante el planteamiento del neoliberalismo como la toma del Estado por parte de las doctrinas liberales. Y se nutre de una serie de premisas que nada tienen de científicas o técnicas, pero sobre las que construye sus recetas: el Hombre es malo por naturaleza, la gente es egoísta; lo privado es más eficiente que lo público; el mérito como valor social en el camino al triunfo frente a la inacción parasitaria; la economía es una ciencia pura, inamovible y al margen de la política; la política es aburrida y poco útil, de manera que no sirve de mucho involucrarse; y finalmente, frente a los valores devaluados de la acción colectiva y la solidaridad, aparece el individualismo como elemento principal en un Mercado que se presenta como ley y verdad incuestionables, garante de las libertades, y en el que hay que competir contra el resto por hacerse un hueco.
Si entre el 45 y el 75 hubo voluntad de levantar el suelo de los ciudadanos, trabajando por una mayor igualdad y por consolidar ciertos derechos, a partir de la crisis del petróleo del 73 cambió el paradigma, y la desigualdad no era ya solo un mal menor, sino necesario, porque servía (y sirve) para rebajar las expectativas de la gente.
El gran triunfo del neoliberalismo ha sido lograr que sus propias lógicas se perciban como “sentido común”, de manera que algunas de ellas se yerguen como verdades universales y, por tanto, no hace falta explicarlas ni justificarlas. Si el Mercado es presentado como una Ley Natural –que viene dada y a la que hay que adaptarse– no hace falta justificar los recortes o las reformas laborales, puesto que son medidas inevitables; si la idea de que lo privado funciona mejor que lo público no hace falta demostrarla por ser incuestionable, tampoco es necesario justificar la privatización de servicios públicos; si la inacción es considerada un mal social –puesto que el trabajo solo es válido si genera algún tipo de rentabilidad– y el mérito es el valor que debe perseguir cada persona para obtener reconocimiento social, entonces la responsabilidad de la falta de acceso al mercado laboral (hasta el lenguaje se ha ‘neoliberalizado’) es nuestra, por nuestra inacción o falta de mérito, por nuestro fracaso; si la política es aburrida y no sirve para cambiar nada, no hace falta que la gente se movilice, lo que hay que hacer es pensar en uno mismo y estar entre los primeros para salvarse, como haría cualquiera.
Con el neoliberalismo y sus verdades y su sentido común se ha logrado durante mucho tiempo apagar la llama de cualquier disidencia bajo la ‘ilusión’ de la democracia representativa, que establece que votar a opciones liberales cada cuatro, cinco o seis años es un ejercicio democrático más que suficiente. Puesto que sus promotores creen en esta democracia de escasa intensidad, ¿por qué no democratizar la economía (es decir, entender entre otras cosas que es un instrumento político que se puede usar de diversas formas)? Porque eso supondría cuestionar qué se produce, por qué y para qué, y quién lo decide.
El ciudadano queda desamparado. Con miedo y sin respuestas. A esto se añade la corrupción endémica del sistema, que desvela la enorme estafa que se está sufriendo, así como el maridaje del poder económico-financiero con el político-mediático; los medios y, sobre todo, los grandes rotativos, desinformantes masivos, que avalan y elogian las medidas neoliberales, muestran, al final de los finales, todos ellos –hasta los más críticos– exactamente las mismas fronteras ideológicas. Se evidencia también que la justicia no es igual para todos, que desde un país extranjero siguen dictándonos unas medidas económicas de recortes que cada vez afectan a más gente, y que a todo esto nos responden apelando a la unidad…
No tienen respuestas y no son convincentes. Surgen nuevos miedos y la gente queda presa de la incertidumbre, la amenaza del desempleo que te hace más dócil; la violencia institucional, que lejos de defender tus derechos y libertades, te recuerda en la práctica que no existen tales. Todo esto supone, en última instancia, una profunda desafección de la gente hacia todos aquellos elementos que conforman una suerte de identidad. Ese “desarraigo identitario” del que habla Ramonet hace inservible la apelación a la unidad, porque no responde a nada de esto, no responde al paro, a la precariedad y a la desigualdad. Ya si te vas al Caribe para explicar lo que sucede en tu país, demuestras estar totalmente desubicado, y no solo geográficamente.
Esta peligrosa combinación –un sistema injusto y unos gobernantes sin respuestas– siembra el caldo de cultivo para la extrema derecha, que siempre ha sido nacionalista y xenófoba. El miedo en un modelo económico que cada vez tiene menos empleos, la pérdida de libertad de quienes cada vez tienen menos margen de decisión y el desapego de la política por la corrupción y por su falta de respuestas, genera también rabia y rencor, y facilita los relatos que culpan de los males de la Nación al extranjero. Si recortan en Sanidad y Educación; si hay que esperar seis horas para que te atiendan en urgencias; si desahucian pese a que hay pisos vacíos; si encima insisten en que no hay otra alternativa, el resultado es el pánico por parte de algunos sectores que compran la solución de señalar a extranjeros que llegan y que, según nos desinforman algunos, reciben las ayudas que niegan a los de casa.
Es dramático. Le Pen proponiendo cerrar las puertas a los extranjeros hasta que no resuelvan el problema de los franceses, Trump llamando criminales y violadores a los mejicanos o asegurando que echará a todos los musulmanes, una Europa desvergonzada armando el búnker contra la ‘invasión’ de refugiados… el fenómeno xenófobo y fascista seguirá aumentando si no se cambian las políticas. El “ellos culpables” y el “nosotros primero” tienen una base nacionalista que es errónea, asumiendo que los Derechos Humanos lo son antes para el que pisa suelo patrio, de manera que estos tienen prioridad en épocas inevitables de vacas flacas. Pero aun asumiendo que esto es una aberración intelectual y moral, tampoco es cierto que no haya alternativas. Lo que ocurre es que este sistema fuertemente cimentado –también en lo cultural–, antes que cambiar y reinventarse, está dispuesto a abrazar la narrativa del odio al extranjero en general, y al Islam en particular.
Hay alternativas desde el momento en que dejamos de aceptar las lógicas neoliberales como verdades universales que no necesitan ser explicadas. En el momento en que las cuestionamos, podemos empezar a construir un nuevo sentido común. Y abrimos así la puerta de un nuevo espacio en el que justificar los presupuestos teóricos y económicos de dicha alternativa, que por cierto son fácilmente justificables.
¿Por qué debemos aceptar que el Ser Humano es malo y egoísta por naturaleza? El Hombre es Sociedad y es Cultura; es circunstancias, no dispone de un gen del Mal. El egoísmo se aprende y se puede desaprender. ¿Cómo va a ser malo y egoísta cuando ha sido la solidaridad y la fraternidad de los ciudadanos la que ha hecho que tanta gente no se quede en el camino? Y ya no solo por bondad: que una sociedad sea avanzada y desarrollada depende de que haya un nivel de desigualdad muy reducido, que aporte seguridad a todos; y eso es de sentido común. Lo que no es de sentido común es que haya gente sin casas y casas sin gente. Que haya gente podrida de dinero y gente tirada en la calle.
La Economía no es una ciencia pura. Si lo fuera, ¿por qué no se ponen de acuerdo un economista de izquierdas y otro de derechas? Es, incuestionablemente, una herramienta política, y como tal, ¿por qué no iba a haber más alternativas? Ahora Bruselas pide más recortes para España. No dejará de pedirlos nunca. Si quieres resultados distintos, no hagas siempre lo mismo; eso es de sentido común, y lo dijo un científico.
Si lo privado funciona mejor que lo público, ¿por qué tuvimos que rescatar a los bancos con el dinero de los contribuyentes?
¿Qué supuesta verdad incuestionable es esa de que si le va bien a los ricos, le va bien al resto porque generan empleo? ¿Qué empleo han generado? Si lo que se ha demostrado en esta crisis/estafa es que hay menos empleo y más ricos. Y más trabajadores pobres. ¿Aquí solo se remangan unos o qué pasa?
¿Por qué se amnistía fiscalmente a quienes traen de vuelta dinero que nunca debieron llevarse? ¿Sentido común? ¿Por qué no se levanta el secreto bancario y se acaba con los paraísos fiscales, si es de sentido común? ¿No será por el maridaje entre el capital financiero y el poder político? ¿Por la corrupción? Dada la sangría que supone, es de sentido común que hay que ser implacable con todo ello.
Los enemigos del sistema
Hay una realidad terrible: al sistema (el sistema ‘de facto’, es decir, el que ha corrompido su estructura, retorcido sus presupuestos y secuestrado los principios democráticos) no le preocupan los fascistas, sino las corrientes progresistas que en toda Europa están emergiendo contra las políticas de austeridad y la escasa democracia de la UE. Y esto se debe, en mi opinión, a que son dichos movimientos los que están señalando claramente cuáles son los problemas y quiénes los defienden. La postura xenófoba y radical es insostenible, y por eso no se consideran una amenaza. Pero se equivocan, sencillamente porque no prestan atención a sus pueblos. Aunque sea un discurso de extrema derecha, el principio de la prioridad con el nativo antes que con el extranjero, está fuertemente extendido. Europa es cada vez más xenófoba, y es tal su ceguera que no ha estallado en cólera con el cierre de las fronteras para los refugiados de guerras provocadas por Occidente.
Los promotores neoliberales asumen las democracias representativas como un mal menor siempre y cuando sus límites estén claramente definidos y estáticos. Al primer atisbo de mayor participación, saltan las alarmas y ponen en marcha la maquinaria mediática –su mayor y principal estructura de defensa– para absorber, cuando no eliminar, la disidencia política. Todo ello basándose en sus verdades absolutas, en su control del pensamiento dominante, en su Sentido Común. Es una dictadura financiera con un brazo político-liberal y otro mediático, de desinformación masiva.
No es solo que subestimen la amenaza fascista. Es que hay algo de fondo que, de alguna manera, comparten: el irrespeto a la Democracia y a los Derechos Humanos (DDHH). Los Estados-nación de Europa han suscrito la Declaración Universal de DDHH, pero no es solo que no la cumplan, es que ni se la creen. No creen en el derecho a la vivienda, no creen que todos tengan los mismos derechos ni que sean iguales ante la ley, no creen en la libertad material, de opinión o de expresión. No creen en ello porque lo condicionan a la capacidad monetaria que tengamos y a la capacidad individual de “ganarse la vida” y de adaptarse dócilmente a las situaciones que vienen. Si hay menos trabajo y es más precario, mejor eso que nada. Estar en paro no es una desgracia, sino una oportunidad.
Y tampoco tienen respeto por la Democracia, porque les aberra preguntar a la gente, les aberran las manifestaciones, y si emergen movimientos disidentes, ponen en marcha toda la maquinaria para llevar a cabo una guerra sucia.
En España
En España no ha surgido una extrema derecha tan evidente porque el espacio ideológico de centro-derecha lo cubren los herederos de esta tradición política, y que con José María Aznar transitaron de alguna manera hacia el neoliberalismo europeo. Aquí, recordemos, triunfó el fascismo o, por ser todo lo preciso posible, triunfó un nacional-catolicismo tradicionalista dirigido por militares golpistas que recuerda al totalitarismo del Japón de entre guerra, y que durante algún tiempo se apoyó del fascismo español, y que claramente se identificaba con el italiano, así como con el nazismo alemán. Triunfó y luego transitó hacia una Monarquía parlamentaria cuyo jefe de Estado fue nombrado por el propio general Franco, y donde la constitución del Estado de derecho se llevó a cabo con un desequilibrio de fuerzas (los herederos franquistas, la Iglesia y el Ejército controlaban el aparato del Estado frente a las fuerzas socialdemócratas y comunistas, recién salidas de la cárcel o de la clandestinidad) que hacía imposible romper todas las raíces del régimen anterior, que quedó atado y bien atado.
España, como tantos otros países, tiene pendiente grandes problemas estructurales que no ha sabido solventar a lo largo de la historia. Son problemas que se transfieren también en la cultura cívica de la gente y que, por tanto, son capaces de frenar los avances necesarios para ampliar la democracia nacional. En nuestro caso, creo que tiene que ver con 1) la cuestión territorial: es imprescindible repensar nuestra identidad como país, atender a la realidad cultural y plural para reconfigurar un Estado que, necesariamente, va a reconocer la pluralidad de nacionalidades integradas en un todo que así lo reconoce. Y 2) la memoria histórica: es también imprescindible asumir de dónde venimos e iniciar un profundo proceso de reparación, y no de “reabrir heridas” porque nunca se cerraron.
Y sucede que las fuerzas representantes del neoliberalismo ponen palos en las ruedas de quienes tratan de avanzar en esta resolución, porque al sistema neoliberal le conviene que dichos problemas estructurales permanezcan, porque de lo contrario, la sociedad se acercaría un poco más a esa identidad cultural y nacional que permita enfocar el proyecto de país y desarrollar una democracia verdaderamente avanzada. En este sentido, se puede explicar fácilmente la caída de quienes han representado la socialdemocracia en España, puesto que han cedido en sus políticas económicas y abierto las puertas a las doctrinas liberales (Zapatero fue quien inició las políticas de recortes al inicio de la crisis). Han armonizado un marco económico que nada tenía que ver con los principios socialdemócratas, y lo que es peor, han arrastrado consigo a una parte importante de su electorado, que de identificarse con las ideas, terminó identificándose con las siglas, consolidando una suerte de ‘socioliberalismo’ situado cerca de ese centro ideológico, que viene a ser la indefinición de quienes apelan únicamente al “sentido común”. El sentido común neoliberal que hemos intentado desmontar aquí.
Siendo tan amplia la corriente neoliberal en España –desde la derecha heredera del franquismo, pasando por la nueva derecha que trabaja con la narrativa del centro ideológico hasta las estructuras políticas socioliberales (antiguos representantes de la izquierda socialdemócrata) –, es normal que emerja un nuevo partido-movimiento anti-austeridad y con la ambición de reconstruir el espacio de la izquierda y de la socialdemocracia, aunque se llame de otra forma. Y es normal que las fuerzas neoliberales ataquen principalmente a dicho movimiento, y lo anuncien como la llegada del Mal.
Y es normal que no haya una extrema derecha claramente identificada en España, puesto que, como hemos planteado, está interiorizada en esa parte de la sociedad que centraliza sus demandas en un partido heredero, pero readaptado al paradigma de la monarquía parlamentaria y la democracia liberal, y que encuentra su marco de existencia con el nuevo centro-derecha y con los socioliberales.
Pero por normal que sea, no debería serlo. Nunca toleraremos a los intolerantes; nunca legitimaremos a quienes no suscriban los DDHH. La única solución posible será, en España, reparación. Y en Europa, antifascismo.
Blog del autor: http://lalogicadelkruger.blogspot.com/
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 Nota .- Véase además el caso inglés y la posibilidad de un Brexit , con sondeos que le están dando 7 puntos al si sobre el no .