Israel: el BDS y las señales del colapso
El pasado 28 de marzo se celebró en la ciudad ocupada de Jerusalén una conferencia denominada Stop the Boycott, fighting BDS (en referencia al movimiento internacional de Boicot, Desinversiones y Sanciones contra Israel) al que acudieron altos representantes del gobierno de Netanyahu. En la práctica, dicha conferencia, más allá de debatir sobre el movimiento que está haciendo perder miles de millones de dólares a Israel, se convirtió en un acto de incitación al odio contra los defensores de derechos humanos de los palestinos en todo el mundo. El ministro israelí de Transporte, Inteligencia y Energía Atómica, Yisrael Katz, pidió realizar “eliminaciones civiles selectivas” de líderes del BDS con la ayuda de los servicios israelíes de inteligencia. Esta alusión a “asesinatos selectivos” no es más que la práctica habitual del ejército israelí sobre la población palestina y que el Mossad practica fuera de sus fronteras desde hace décadas. Otro alto cargo del gobierno, Gilad Erdan, ministro de Asuntos Estratégicos y de Seguridad Pública, calificó a los activistas y líderes de BDS de amenazas y dijo que tendrían que “pagar el precio” por defender los derechos de los palestinos.
Las acusaciones, de una extrema gravedad, describen el nuevo escenario que se ha abierto en Israel ante la defunción del proceso de Oslo y el golpe de efecto de Obama frente a la “amenaza” iraní, que sitúa al BDS como nuevo enemigo a batir por parte de la belicista administración hebrea. Tales fueron las acusaciones y las incitaciones al odio, que Amnistía Internacional emitió un duro comunicado recordando a Israel que debe detener las intimidaciones a defensores y defensoras de los derechos humanos y protegerlos de ataques. Un clima de crispación y violencia desde las más altas instancias de la administración israelí que pone al movimiento BDS en su punta de mira.
El ministro de Interior de Israel, Ariah Deri, que también participó en dicho encuentro, dijo que iba a considerar la posibilidad de retirar la residencia permanente a Omar Barghouti, miembro fundador y destacado portavoz del movimiento BDS. Barghouti, que ha llevado la voz de la resistencia noviolenta de los palestinos y las palestinas por todo el mundo dice que teme por su vida y por la seguridad de su familia.
Barghouti, en una carta remitida por el Comité Nacional Palestino del BDS (BNC) cree que la llamada del ministro israelí al asesinato de líderes del BDS puede ser entendida como una “licencia para matar” por parte de sectores ultraderechistas de la sociedad israelí, principalmente colonos, para cometer estos crímenes en nombre de Israel. De hecho, no sería la primera vez que se alientan los crímenes y se ofrece impunidad a quienes los cometen. Barghouti advierte, además, de que la fabricación de la conexión entre el BDS y el terrorismo no tardará en llegar para ofrecer una mejor justificación a ojos de Occidente.
Este clima de terror se está expandiendo con el silencio cómplice de nuestros gobiernos y representantes sobre el terreno. Es importante señalar que los Estados Unidos y la Unión Europea enviaron a sus embajadores a participar en esta conferencia israelí anti-BDS. En una ofensiva diplomática en toda regla, consulados y embajadas de toda Europa han recibido advertencias sobre las consecuencias de su apoyo a organizaciones de derechos humanos que trabajan en línea con la estrategia del BDS. La conferencia fue, según el periodista Antony Loewenstein, “una exhibición de miedo, paranoia, odio y determinación”. Una señal de colapso político y de fracaso en su estrategia de normalización de la ocupación. Una señal del colapso diplomático del que depende su recién iniciado viaje al aislamiento internacional.
Después de un acto de estas características, no es extraño contemplar en las calles de Tel Aviv a miles de personas clamando “muerte a los árabes” en un clima abiertamente racista, vitoreando a su último héroe, Elor Azaria, que semanas antes había asesinado a sangre fría al joven palestino Abdel Fatah Al-Sharif, de 21 años, mientras este yacía tumbado en el suelo.
La situación de arabofobia en Israel tiene su traslación en Europa. Se trata de una nueva fase, en la que el enemigo público número uno del régimen de Tel Aviv, son los cientos de miles de activistas que por todo el mundo ondean la bandera de la justicia, la libertad y la igualdad clamando por acciones noviolentas para acabar con la ocupación, y que están consiguiendo lo que hasta ahora parecía imposible: hacer pagar algún precio a Israel por sus crímenes.
Sin embargo, lo más preocupante para Israel, no es la pérdida económica (que se calcula en 31.000 millones de dólares solo en año pasado), sino la contranarrativa que se está construyendo en su contra. Una nueva visión de Israel basada en un estado de Apartheid, como lo fue la Sudáfrica que encarceló a Mandela y del que muchas empresas ahora, huyen. La marca Israel se ha convertido en una marca tóxica para los negocios. Los miles de millones en pérdidas de las multinacionales Veolia, G4S o Sodastream son solo alguno de los ejemplos que cada vez se precipitan al vacío desde más alto y con mayor frecuencia gracias a las acciones civiles de boicot. La marca Israel, que sobre tanta impunidad, falacias, cuerpos y desmemoria se ha construido, está siendo percibida por la ciudadanía, cada vez más, como un Estado canalla al que hay que aislar.
Criminalizar la solidaridad
Para luchar contra esto, el gobierno israelí destinó el año pasado casi 25 millones de euros al ministerio de Asuntos Estratégicos para contrarrestar la influencia del BDS, principalmente a través de redes sociales y dotando de recursos a organizaciones para recabar información sobre sus líderes y desprestigiar sus actividades.
Tal es la desesperación de Israel que ha impulsado en Reino Unido y Francia cambios legales para asimilar las actividades del BDS al antisemitismo, explotando una vez más, su papel de víctima universal tras el holocausto. Así algunos defensores de los derechos humanos en Francia han sido detenidos y han recibido cuantiosas multas y algunos gobiernos locales en Reino Unido han recibido amenazas por parte del lobby sionista para retirar sus apoyos a esta estrategia de resistencia global.
España no iba a ser menos. Tras una marea incesante de declaraciones de apoyo a Palestina en más de 40 instituciones públicas locales y provinciales, la Red de Solidaridad contra la Ocupación de Palestina (RESCOP) ha denunciado esta semana que un grupo de presión sionista ha intentando chantajear, con amenazas telefónicas y mensajes a través de redes sociales, a muchos de los ayuntamientos que por todo el Estado español se han sumado a la campaña BDS declarándose Espacios Libres de Apartheid Israelí. Una iniciativa que, debido a su éxito, nos convierte en punta de lanza de la solidaridad con Palestina desde el municipalismo en todo el mundo.
Nuestros políticos y representantes institucionales deberían estar preocupados. Deberían ocuparse de proteger a sus ciudadanos y sus sistemas democráticos de los servicios de inteligencia y presión israelíes. Deberían de ofrecer un respaldo sólido ante los ataques que reciben aquellos que abogan por una solución al conflicto alejada de las armas. Estas amenazas suponen un ataque a la democracia local. Las instituciones deben actuar ante estas amenazas y mostrar firmeza en su compromiso con los derechos humanos.
Negar el derecho a practicar un boicot pacífico
El periodista israelí Sergio Yahni, subraya que la diferencia entre el apoyo a Palestina y a la Sudáfrica del Apartheid está en que en este último se practicaba la solidaridad y en el caso palestino la solidaridad ha pasado a convertirse en un acto de co-resistencia. Y no le falta razón. Israel está trasladando su estrategia de criminalización del movimiento de solidaridad con Palestina a Europa y Estados Unidos, creando un ambiente similar al macartismo, abogando por la supresión radical de las libertades civiles y de expresión. Esta ofensiva dirigida a los últimos focos de la resistencia a la ocupación solo puede fortalecer los lazos y la empatía entre los defensores y defensoras de los derechos humanos, creando una comunidad cada vez más consciente de que la resistencia a la ocupación de Palestina es un asunto global.
Sobra decir que la campaña BDS no es una campaña antisemita, aunque conviene recordarlo con asiduidad para espantar los fantasmas de la ignorancia. La estrategia de estos grupos de presión israelíes pasa por torturar el término antisemita hasta la extenuación y vincular el judaísmo a Israel y así, las críticas a Israel con las críticas a toda una religión. Es muy peligroso abordar frivolidad el antisemitismo. La explotación del mismo como etiqueta difamatoria no solo busca deslegitimar a un movimiento solidario basado en la noviolencia, sino que hace un flaco favor a las víctimas judías del holocausto, desvirtuando el término y prostituyendo su significado. Sólo así se alimenta el carácter de víctima universal del pueblo judío, leitmotiv de la impunidad de Israel y paraguas moral para la continuación sistemática del proyecto de limpieza étnica y ocupación de Palestina emprendido hace ya más de 68 años.
La campaña BDS es una apelación a las conciencias de todo el mundo de actuar aplicando la misma estrategia que derribó el Apartheid en Sudáfrica. Negar la posibilidad de ejercer el boicot pacífico, como lo hizo Mandela, Ghandi o Martin Luther King es negar la posibilidad de realizar cambios históricos, de negar la solidaridad con los pueblos oprimidos a través de estrategias pacíficas.
Esta campaña en contra del BDS alimenta, además, una islamofobia galopante por toda Europa y repite los mismos errores que la marea antisemita que acabó por encerrar en guetos a millones de judíos. Solidarizarse con esos judíos contemporáneos que son los palestinos, es un deber histórico que debemos impulsar desde Europa para que no vuelva a repetirse.
Las señales del colapso
"No tengo ninguna duda de que el ejército de Israel es el más moral del mundo". Esta frase, subrayada en varias ocasiones por el ministro de Defensa israelí Ehud Barak, tras la operación Plomo Fundido contra Gaza, que dejó 1.400 muertos, contrasta con la que el pasado miércoles 4 de abril, día en el que se conmemora el holocausto judío, el General del ejército, Yair Golan, realizó, afirmando que Israel mostraba síntomas muy parecidos a los que experimentó Alemania en 1930, cuando el partido nazi entró con fuerza en el parlamento. “Da miedo ver cómo la evolución terrible de los acontecimiento que tuvo lugar en Europa comienza a desarrollarse aquí”, en una señal inequívoca del colapso moral de Israel y de su instrumento de colonización.
Las señales del fascismo y el apartheid son demasiado evidentes para ignorarlas que hasta el todopoderoso ejército israelí las expone. El periodista israelí Gideon Levy llamó al 2015 “el año del fascismo israelí descarado y sin culpas”. Según una encuesta elaborada por el Pew Research Centre, cerca de la mitad de los israelíes quieren expulsar a los palestinos de su tierra y no se muestran preocupados por exhibir el racismo y llamar a la violencia contra la población palestina. Europa y los Estados Unidos han creado un monstruo de considerables dimensiones al que no se atreven a enfrentarse.
Las señales también muestran signos de agotamiento. Cada vez es más difícil transferir población civil a las colonias ilegales (lo cual es un crimen de guerra según la IV Convención de Ginebra) y la inversión extranjera en Israel se redujo casi a la mitad en 2014, según la UNCTAC (Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) a causa de la masacre realizada en Gaza en verano de ese año y a las acciones emprendidas por el movimiento BDS.
Esas señales son señales de esperanza. Algún día la ocupación terminará, los muros caerán y los palestinos y las palestinas derribarán el muro con sus propias manos. Como escribió el abogado Michael Sfard en una columna de opinión publicada por el diario israelí Haaretz, “el régimen de Apartheid terminará, algún día, sencillamente porque los regímenes totalitarios no son viables. El Israel que conocemos está destinado a fracasar porque los regímenes de supresión son, casi por definición, inestables”. La ocupación se está volviendo insostenible y lo cierto es que la colonización está llevando al colapso económico y social a Israel.
Algunas veces nos preguntamos qué podemos hacer para cambiar el mundo o, al menos, arreglar alguno de sus conflictos, alguno de sus desmanes. Y difícilmente encontramos respuesta. En Palestina hace tiempo que existe una herramienta eficaz e inspiradora para conseguir un cambio. Sólo hace falta que la llevamos a cabo. Es el momento de acelerar el paso y de impulsar con determinación la estrategia de Boicot, Desinversiones y Sanciones si no queremos perder esta oportunidad histórica que se nos abre para lograr justicia, libertad e igualdad.
Javier Díaz Muriana es periodista e integrante de la Red Solidaria contra la Ocupación de Palestina (RESCOP) Coordinadora Andalucía con Palestina
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