Ignacio Sánchez-Cuenca (Madrid, 1966), profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid, ha decidido enfrentarse a los figurones de las letras y la cultura española. Su nuevo libro, La desfachatez intelectual. Escritores e intelectuales ante la política (Los Libros de la Catarata), es un ejercicio de crítica con nombres y apellidos que, como él mismo asume, “es raro e incómodo en nuestro país”. El ensayo, de algo más de 200 páginas, fija el foco en un grupo de escritores / comentadores políticos / todólogos, encabezado por Mario Vargas Llosa, en el que también figuran Antonio Muñoz-Molina, Fernando Savater, Félix de Azúa, Javier Cercas, Arturo Pérez-Reverte, Jon Juaristi y otros habituales de las páginas de opinión de El País y el ABC.
Este grupo de “santones”, que Sánchez-Cuenca emparenta con
las generaciones del 98 y del 14, se forjó en los años noventa del siglo
pasado, con el fin del periodo felipista y el empuje antiterrorista y españolista
de Aznar, y comparte varios elementos comunes, explica el autor: “La impunidad
con la que opinan, un estilo mucho más literario que analítico, su viraje desde
la izquierda hacia posiciones reaccionarias y la insistencia en escribir desde
la trinchera antinacionalista, incluso si no viene a cuento”.
Sánchez-Cuenca construye un alegato razonado contra “la
cultura de amiguetes, que medra y se desarrolla en paralelo al capitalismo de
amiguetes”. Con su claridad habitual, el autor mete el bisturí en artículos e
intervenciones públicas, y los rebate con argumentos y datos. La buena noticia
es que, en la cara opuesta a esa “cultura holística y sin datos”, afirma el
politólogo, asoma hoy “una nueva generación de firmas, con una argumentación
mucho más elaborada, y un aumento del pluralismo que debería marcar la agonía
del figurón clásico de nuestras letras”. La entrevista fue realizada por Vanesa
Jiménez y Miguel Mora.
Así que tenemos un grupo de intelectuales cuya
característica principal es la desfachatez. ¿Forman una generación?
No estoy seguro. Lo que les une es la impunidad de sus
opiniones y la mala conciencia por el rumbo ideológico que han adoptado.
Cualquier cosa que huela a progresismo muchos de ellos lo ven como parte de sus
ideas pasadas y en definitiva como algo que hay que superar; por eso tienen una
actitud intransigente hacia quienes no siguen la misma trayectoria que ellos.
Esa evolución hacia posiciones cada vez más conservadoras, cuando no
reaccionarias, se debe a una especie de epifanía que tuvieron con el terrorismo
y el nacionalismo en los años noventa. Llegaron a la conclusión de que la
izquierda había estado ciega y que tenía responsabilidad tanto en los
asesinatos que cometía ETA como en las tensiones centrifugas del país. A partir
de ahí empiezan a ajustar cuentas con lo que han sido y representado, pasando a
adoptar posiciones cada vez más dogmáticas, carentes de fundamento y de
respaldo empírico.
¿La desfachatez, de qué se alimenta?
Fundamentalmente de la impunidad: de la expectativa de que,
digas lo que digas, no te va a pasar nada, porque tu periódico y tu editorial
no te van a dejar de lado. Eres un autor del grupo, ya sea mediático o
editorial, y de ahí no te mueven. La impunidad está instalada en nuestra esfera
pública: existe algo que podríamos llamar cultura de “amiguetes”. Algo parecido
al capitalismo de amiguetes. Hay además una cierta colusión, se protegen y se
jalean entre sí. Desde hace tiempo, en nuestro país se detecta una fuerte
demanda para acabar con el capitalismo de amiguetes; algo similar, creo yo,
debería suceder con la cultura de amiguetes.
Según argumenta en el libro, tiene que ver también con la
falta de rigor.
Haber estado en primera fila mediática durante tanto tiempo
les ha hecho pensar que nadie va a cuestionar sus tesis y si alguien lo hace
suponen que es un necio o un trepa, alguien que quiere moverles la silla. No
conciben la posibilidad de que alguien desmonte sus argumentos-eslogan.
Aquellos a los que más critico en el libro han acumulado grandes dosis de
soberbia. Se han acostumbrado a recibir todos los premios y reconocimientos y a
tener un acceso privilegiado en los periódicos tradicionales. A veces esa
soberbia se combina con mala educación, como sucede por ejemplo con Juaristi.
Otra característica es que no hay científicos o
investigadores en sus filas. Todos son novelistas o ensayistas.
Bueno, es un reflejo del país, que está muy escorado hacia
las letras. Su intervención en la esfera pública proyecta el estilo
argumentativo del ensayismo, a diferencia de lo que sucede en los países
anglosajones, donde la investigación tiene mayores peso y prestigio. Por
investigación me refiero a que cada afirmación que hagas tiene que venir
respaldada por datos o por argumentos ulteriores que a su vez dependen de
datos. Se trata de un debate menos ideológico, más atento a la información
empírica. Aquí estamos acostumbrados a que el tipo de querella política sea muy
parecido a las querellas literarias, y así se degrada mucho el debate público.
¿Esa degradación va unida a la falta de masa crítica del
país o se debe a que las figuras opacan todo?
Creo que tiene que ver con lo que a veces se llama la maldición de los países de tamaño
medio. Si eres un país muy grande, como Estados Unidos, la esfera pública es
tan enorme y hay tantos participantes que apenas existen figurones o
referentes. Si eres un país muy pequeño, estás obligado por necesidad a
internacionalizarte, a abrirte al exterior, como les ocurre a Portugal u
Holanda. El problema está en los países de tamaño medio --Francia, Italia,
España-- donde la esfera pública es grande pero no lo suficiente para que haya
pluralismo, y tampoco es tan pequeña como para que sea necesario abrirse al
exterior. Entonces se forma una esfera pública muy introspectiva, donde los
figurones adquieren un protagonismo exagerado y adoptan una posición
“casticista”, que ignora lo que pasa más allá de nuestras fronteras..
Una de las críticas del libro es el localismo, la ausencia
de referencias europeas en sus textos.
Eso se nota sobre todo en los debates acerca del
regeneracionismo: es como si España tuviera un problema propio que no existe en
el resto de países europeos. Lo podríamos llamar localismo, pero creo que en el
fondo es el mismo “casticismo” intelectual que ya se impone con la Generación
del 98.
¿Qué conexiones hay entre este grupo de intelectuales y el
98?
Hay muchos puntos en común, también con la del 14. Uno de
los que me gustaría destacar es el de los grandes virajes ideológicos. En los
de ahora, muchos empezaron de jóvenes en el marxismo-leninismo y han acabado
firmando manifiestos con Federico Jiménez Losantos y Hermann Tertsch (como el
de “Los libres e iguales”, promovido por Cayetana Álvarez de Toledo). Todos
esos virajes responden a una cierta frivolidad intelectual, a una aproximación
estética y moralizante a la política. Viene sucediendo así en muchos casos
desde el 98.
¿Otra característica común es haber sido izquierdistas en la
primera parte de la democracia y haber pasado al PP o a Ciudadanos?
Algunos se han pasado al PP sin complejos, como Juaristi;
otros, como Savater y Azúa, han preferido guardar las formas y quedarse con sus
juguetes, UPyD y Ciudadanos. Cambian en los años noventa, con la decadencia del
felipismo; lo hacen siempre a favor de la corriente. Cuando llega Aznar, entran
al juego: la derecha tenía necesidad de relegitimarse intelectualmente porque
aún llevaba encima el estigma franquista. Y a propósito del terrorismo, el
Partido Popular, con muchísima habilidad, consigue llevar a su terreno a muchos
de los intelectuales que habían sido socialdemócratas en los 80 y
revolucionarios en los 70. Ahí hay una ganancia mutua para las dos partes. El
PP se presenta como un partido que defiende la democracia frente a la amenaza
“totalitaria” de los etarras. Y ellos, los intelectuales, recuperan la figura
del resistente que se opone al totalitarismo. Se producen situaciones que,
vistas desde el presente, son un poco
grotescas, como transformar a Jaime Mayor Oreja en un referente de la
democracia. La cuestión “nacional”, que es realmente lo único que aún les
estimula (necesitan el plan Ibarretxe o el Procés de Mas para dar lo mejor de
sí mismos) es la clave de todo. La crisis, en cambio, les resbala.
Ese proceso de derechización aguda es comprensible. Les pasa
a muchos.
Es lógico que todo el mundo cambie de posiciones a lo largo
de su ciclo vital. Lo que te hace sospechar es que no haya cambios en todos los
sentidos, van coordinados. Apenas hay casos en la trayectoria contraria, de la
derecha a la izquierda (una excepción podría ser Vestrynge). Se fueron
desplazando tanto hacia posiciones liberales y conservadoras que reaccionaron
con una virulencia inusitada durante la etapa de Zapatero: les sacaba de quicio
el proceso de paz, el Estatuto catalán, la alianza de civilizaciones, la ley de
memoria histórica… Cuando llega el PSOE en 2004 entran en fase de irritación
permanente
Y luego, cuando gana Rajoy, todos a una convierten Cataluña
en el único problema.
Hace poco le preguntaron a Fernando Savater en El Español:
¿Cuál es el problema principal que tiene España? Su respuesta: Cataluña. Sí,
Cataluña es sin duda un problema, un problema que se arrastra desde hace muchas
décadas… pero sabiendo cómo está el país de deshecho, las fracturas sociales
que se han producido, las complicaciones para hacer política dentro del euro,
el paro, la desigualdad y la pobreza… ¿Es realmente Cataluña el principal
problema de España? Creo que esto da una idea de la burbuja en la que muchos de
ellos están metidos desde los noventa. Cuando ETA empieza a matar políticos, se
produce una gran reacción ciudadana y el grupo encabeza el movimiento cívico de
resistencia. Aquello a mí me pareció admirable y creo que estuvieron a la
altura de las circunstancias. Pero muchos se han quedado presos de los esquemas
de entonces, se han enganchado a una guerra de trincheras contra el nacionalismo,
con una pobreza argumental asombrosa.
Las cosas que dicen sobre el nacionalismo revelan poca preparación, poco
rigor. En el libro desarrollo mucho esta cuestión. Baste un ejemplo un tanto
superficial: Vargas Llosa y Savater llevan tiempo repitiendo eso de que el nacionalismo se cura viajando. Sin
embargo, hay nacionalistas acérrimos en Cataluña con una trayectoria mucho más
cosmopolita que nuestros intelectuales “castizos”: son gente que ha viajado,
que ha publicado en otros idiomas, que ha dado clases en universidades de
élite… Como este, hay muchos otros tópicos que analizo y que cuando se examinan
con un poco de calma se ve que no tienen base.
Por ejemplo, su actitud ante Podemos, que parece marcada por
el odio.
Ya se vio cómo reaccionaban ante el 15M: con total
condescendencia: “Estos pobres chicos, que no se enteran de nada y ahora
quieren hacer ellos su protesta, cuando nosotros ya hicimos la nuestra, pero
era contra el franquismo”. Puede que el 15M tuviera mucho de ingenuo, ¿pero
oponerse al franquismo defendiendo el modelo maoísta era más lúcido? En
cualquier caso, la aparición de Podemos les sirve para reafirmarse en lo bien
que hicieron abandonando cualquier compromiso progresista.
¿Vargas Llosa es el líder espiritual?
No creo, solamente es el intelectual de mayor visibilidad
internacional: se trata de un premio Nobel y de un novelista realmente
excepcional. Soy un rendido admirador de su obra literaria. Pero cuando habla
de política, lo hace de forma muy superficial, con gran osadía y sin demasiado
amor por los hechos o la lógica. Releyendo artículos antiguos en los que
ensalza a Rosa Díez o a Esperanza Aguirre --llega a decir que si la “Juana de
Arco del liberalismo” hubiera gobernado, España habría evitado la crisis--, te
das cuenta de la frivolidad con la que están escritos.
¿Qué papel juega Cercas en el grupo?
Él es más joven que los referentes clásicos de este grupo, y
tiene posiciones más abiertas. También me encanta su literatura, pero no así
sus artículos de opinión. En la cuestión del nacionalismo ha adoptado
posiciones muy intransigentes en relación con el referéndum catalán. Ha tenido
una evolución hacia un opinionismo cada vez más acusado, de tesis muy rotundas
y sin mucho fundamento. Su afirmación enfática de que el derecho a decidir es
incompatible con la democracia tiene, como intento mostrar en el libro, una
base argumental muy endeble. También señalo una incoherencia divertida: cuando
Mas propone realizar un referéndum, Cercas escribe diciendo que es una medida
demagógica, que está sujeta a las pasiones del pueblo, y pide elecciones
plebiscitarias. Y cuando por fin Mas convoca elecciones plebiscitarias dos años
después porque no se puede hacer el referéndum en condiciones, Cercas publica
un artículo quejándose de que los nacionalistas convoquen unas elecciones
plebiscitarias y no un referéndum. Ese es el nivel del debate.
La cultura del “¡claro!”...
Sí, es lo que el sociólogo Diego Gambetta llama la cultura
del “¡claro!”, que desarrolla a través del concepto de “machismo discursivo”:
es la cultura de la afirmación lapidaria, de la sentencia tajante cargada de
testosterona intelectual…
Azúa escribió un memorable artículo criticando a los líderes
de Podemos como símbolo de la endogamia de la universidad española.
Es un clásico entre nuestros intelectuales estar todo el día
quejándose de lo mal que está la educación. En el libro recuerdo que eso se
remonta a Sócrates, que dice que la educación está en decadencia por culpa de
los sofistas y desde entonces lo han repetido todas y cada una de las
generaciones siguientes. Azúa tiene opiniones siempre muy extremas, pero en
este caso concreto le superan colegas como Gabriel Albiac o Antonio Muñoz
Molina; este último ha llegado a escribir que el objetivo de nuestros políticos
es que perdure el analfabetismo. A ver quién es el listo que refuta una tesis
así. Este tipo de afirmaciones tan exageradas no suele tener ningún respaldo
empírico. España, aunque les
escandalice, no está tan mal en resultados educativos, como muestran las
pruebas de PISA. Tenemos algunos problemas serios como el fracaso escolar, pero
en logros de los estudiantes estamos a poca distancia de los países en cabeza.
La universidad española sigue teniendo muchos problemas, pero ha mejorado
espectacularmente en algunos centros y especialidades, por mucho que Azúa y los
demás no quieran enterarse. El debate sobre la educación es uno de los que
mejor refleja el estilo de intervención que tanto critico en el libro, en el
que los intelectuales defienden tesis no para que avance el debate y se mejoren
las cosas, sino para agrandar su propia figura y despertar la admiración del
público.
¿Pérez-Reverte…?
Pertenece al género ínfimo. Por más que tenga amistad con
algunos de los intelectuales más consagrados, no se le pude tomar en serio
cuando interviene en el debate público. Que lance juicios sumarísimos y
gravemente ofensivos sobre los políticos cuando él es un condenado por plagio
(y sigue sentado en la Real Academia…). Pérez-Reverte es el caso más extremo y
caricaturesco de “machismo discursivo”.
En el libro no menciona a ninguna mujer.
Bueno, menciono a Edurne Uriarte y la “claridad moral” que
practica. Pero es una excepción. Las mujeres no suelen caer en el vicio del
“machismo discursivo”.
Usted les llama intelectuales “moralizantes”.
Me refiero a una aproximación puramente “moral” a la
política. Hay algunos intelectuales que participan en el debate político sobre
todo para resaltar sus cualidades morales frente a unos políticos que ellos
consideran indignos. Es algo que ya detectó Javier Varela en su libro La novela
de España. Me resulta fascinante que haya pasado un siglo desde el 98 y los
intelectuales sigan en el mismo registro. Muñoz Molina, en este sentido, es una
fuente permanente de ejemplos.
El libro será molesto...
Es un libro duro en la crítica y entiendo que haya quien se
sienta molesto. No obstante, creo que no es ofensivo. No ataco a personas ni
sus obras literarias o filosóficas, me centro solamente en sus intervenciones
públicas. En nuestro país la crítica intelectual rara vez se hace con nombres y
apellidos. Hay poca costumbre. Se prefiere la alusión velada, para iniciados, o
las frases del estilo de “hay en España quien piensa…”.
¿Cómo se explica la evolución desde que Aranguren dijo que El
País era el intelectual colectivo hasta la situación actual, en la que el
periódico de referencia ha girado a la derecha?
Yo creo que la línea de El País y de muchos de estos
escritores ha ido en paralelo. Con una diferencia, y es que a los intelectuales
les ha resbalado la crisis, mientras que El País adoptó una posición muy
beligerante respecto al tipo de políticas que había que realizar. El País
recibe con entusiasmo el ajuste de mayo de 2010 y dice que por fin desaparece
el “populismo” del PSOE (la salida social de la crisis) y que por fin se van a
hacer las políticas que necesita España. En ese momento entra en el discurso
neoliberal del ajuste fiscal acompañado de reformas estructurales como forma de
recuperar el crecimiento, y no se ocupa de las consecuencias sociales de esa
estrategia (nada sobre los desahucios, la desigualdad, la pobreza energética…).
Al mismo tiempo, adopta un tono un poco papanatas de aceptación incondicional
de todo lo que provenga de Europa... Todo ello, me parece, le hace perder mucha
credibilidad al periódico.
¿Cómo están viviendo las estrellas la transición del mercado
de la información?
Yo creo que no son del todo conscientes del cambio que ha
tenido lugar. No se dan cuenta de que su estilo de intervención en la esfera
pública se ha quedado caduco. No pueden seguir opinando con tanta frivolidad
ahora que hay tanta gente tratando de aumentar el rigor de nuestro debate
político. Por supuesto, los figurones siguen teniendo gran presencia mediática
y el favor del establishment... Pero eso, en esta época, me temo, es poca cosa.
¿Estamos ante el ocaso de ese tipo de opinador?
Mi impresión es que, precisamente porque en la crisis han
tenido más bien poco que decir, su reputación se ha resentido. Hoy hay
muchísima gente escribiendo en blogs y plataformas digitales que aporta
información y opinión mucho más elaborada que la de los figurones clásicos.
Poco a poco estos jóvenes tienen que ir desplazando al intelectual caduco que
opina sobre todo sin demasiado rigor.
Ignacio Sánchez Cuenca es consejero editorial y colaborador
habitual de CTXT.
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