España, Grecia y Alemania. No es un conflicto de naciones, sino de clases y sectores económicos. Michael Pettis explica la eurocrisis (y muchas otras cosas) |
Matthew C. Klein · · · · · |
08/02/15 |
“Tengo mis dudas a la hora de introducir aquí lo que podría parecer pura guerra de clases, pero si ustedes distinguen entre quienes más se beneficiaron de las políticas europeas antes de la crisis y quienes se beneficiaron menos (aquellos, precisamente, de los que se espera ahora que paguen el grueso de los costes del ajuste), lo que se ve es que no se trata de un conflicto entre alemanes y españoles: mucho más ajustado a la verdad es verlo como un conflicto entre la elite del mundo de los negocios y de las finanzas (junto con los altos funcionarios de la UE), por un lado, y los trabajadores y las clases medias ahorradoras, por el otro. En otras palabras: se trata de un conflicto entre grupos económicos, no de un conflicto nacional, aun cuando resulta harto difícil evitar que acabe convirtiéndose en un conflicto nacional.”
“Una cantidad terriblemente grande de europeos entiende la crisis primariamente en términos de diferencias de caracteres nacionales, virtudes económicas y lucha moral entre la prudencia y la irresponsabilidad. Esta interpretación resulta intuitivamente atractiva, pero es poco menos que absolutamente falsa. Y puesto que el coste de la salvación de Europa es la condonación de la deuda, y puesto que Europa debe decidir si éste es un coste que vale la pena –yo creo que sí—, en la medida en que le crisis europea es vista como una pugna entre países prudentes y países irresponsables, parece muy improbable que los europeos estén dispuestos a pagar el coste.”
ESTE texto de Michael Pettis es, literalmente, el mejor análisis que yo haya leído de los problemas de la Eurozona. Tómense su tiempo para estudiarlo por sí mismos.
Entretanto, lo que haremos aquí será darle cierto valor añadido subrayando y ampliando los puntos que creemos más iluminadores e importantes del análisis de Pettis.
1. Las unidades relevantes en la Eurozona no son las naciones, sino los sectores económicos y las clases sociales
PRIMERO: las unidades relevantes en la Eurozona no son los países, sino los sectores económicos. A despecho de todo el sufrimiento registrado en sitios como España, Irlanda y Grecia, no deberíamos olvidar que los trabajadores alemanes han sufrido lo suyo a causa del estancamiento salarial y la degradación de las infraestructuras alemanas.
Uno de los peores costes –para Alemania— ha sido la falta de crecimiento de su productividad. Si dejamos de lado la cháchara gacetillera sobre la competitividad teutónica, lo cierto es que la productividad del trabajo en Alemania ha crecido al magro ritmo de sólo un 0,6% anual, de promedio, desde 1998. El producto por hora trabajada es, en realidad, más bajo ahora que en 2007. Visto en perspectiva, este registro es peor que el de prácticamente cualquier otro país, ¡incluidas Grecia y España!
(Fuente: Organisation for Economic Co-operation and Development, cálculos del autor)
La distinción, correcta, así pues, no es la que se da entre países, sino entre clases:
“No fue el pueblo alemán quien prestó dinero al pueblo español. Las políticas desarrolladas por Berlín, que redundaron en una gigantesca transformación de la balanza alemana por cuenta corriente –del déficit de los 90 al superávit de la década de 2000—, se impusieron con un coste para los trabajadores alemanes, y esas políticas han sido parcialmente responsables del crecimiento extremadamente bajo de la productividad laboral alemana. El grueso del crecimiento alemán antes de la crisis puede explicarse por el cambio en su balanza por cuenta corriente, no por una productividad creciente.
“Además, puesto que los flujos de capital desde Alemania hacia España garantizaban que la inflación española excedía la inflación alemana, los tipos crediticios que podían haber sido ‘razonables’ en Alemania resultaban extremadamente bajos en España, tal vez incluso negativos en términos reales. Dada la oferta, por parte de bancos alemanes, españoles y de otros países, de cantidades prácticamente ilimitadas de crédito extremadamente barato a todos los prestatarios en España, el hecho de que algunos de esos prestatarios fueran terriblemente ‘irresponsables’ no fue una ‘elección’ española.
“Tengo mis dudas a la hora de introducir aquí lo que podría parecer pura guerra de clases, pero si ustedes distinguen entre quienes más se beneficiaron de las políticas europeas antes de la crisis y quienes se beneficiaron menos (aquellos, precisamente, de los que se espera ahora que paguen el grueso de los costes del ajuste), lo que se ve es que no se trata de un conflicto entre alemanes y españoles: mucho más ajustado a la verdad es verlo como un conflicto entre la elite del mundo de los negocios y de las finanzas (junto con los altos funcionarios de la UE), por un lado, y los trabajadores y las clases medias ahorradoras, por el otro. En otras palabras: se trata de un conflicto entre grupos económicos, no de un conflicto nacional, aun cuando resulta harto difícil evitar que acabe convirtiéndose en un conflicto nacional.”
Irónicamente (hasta ahora), los beneficiarios políticos de la crisis no han sido los socialistas paneuropeos, sino los movimientos nacionalistas, de derecha y de izquierda.
2. Cuando se trata de enormes flujos de capital a través de fronteras, normalmente es mejor dar que recibir
SEGUNDO, cuando se trata de enormes flujos de capital a través de fronteras, normalmente es mejor dar que recibir. El problema básico es que los grandes flujos de capital ingresado casi nunca se ven correspondidos con grandes incrementos del número de proyectos de inversión rentable, de modo que un montón de dinero se despilfarra en mamarrachadas derrochadoras, normalmente relacionadas con los bienes raíces. Lo que termina disparando los salarios sin acrecer la productividad. Eso mema la competitividad y empeora la balanza comercial, lo que, a su vez, dificulta el servicio de la deuda exterior precisamente cuando se acumulan las obligaciones.
(Tomar préstamos en una moneda que tú mismo puedes imprimir sirve de ayuda, pero tampoco previene la mala asignación de un montón de recursos, ni evita que mucha gente termine con cargas de deuda excesivas.)
Es paradigmáticamente fácil percatarse de cómo se combina todo esto atendiendo al caso de España. De acuerdo con Eurostat, un asombrosamente grande 20 por ciento de todos los empleos creados en España entre 1998 y 2007 fueron puestos de trabajo en el sector de la construcción, siendo así que ese sector no representaba sino poco más que el 10 por ciento del empleo total en 1998. Resultado: crecimiento cero de la productividad laboral en ese período. (El sector de la construcción es bien conocido por su decreciente productividad, como Cardiff ha observado.)
Observen ahora qué pasó con las importaciones de capital en España comparando su balanza por cuenta corriente con su PIB total:
Fuente: International Monetary Fund World Economic Outlook database on GDPand current account balances, según mis cálculos)
En el momento culminante de la burbuja, España –una economía de tamaño medio con sólo 45 millones de habitantes— estaba importando más capital que cualquier otro país en el mundo, salvo los EEUU. Obsérvese también que Grecia –un país con sólo 11 millones de habitantes— era el quinto país más dependiente de los acreedores extranjeros:
Además de reducir la productividad, el préstamo que permitió el boom español de la construcción llevó también a la sobreconstrucción. Los recortes subsiguientes al exceso de inventario registrado hundieron el empleo y el PIB. De no haber habido esos recortes de por medio, a la economía española le iría hoy bastante bien. Vía JPMorgan:
Pettis ilustra brillantemente esto dirigiendo su mirada a lo que pasó con la economía alemana luego de recibir las indemnizaciones bélicas de Francia tras la Guerra Franco-Prusiana:
“Entre 1871 y 1873, enormes volúmenes de capitales fluyeron de Francia hacia Alemania. Ese flujo, ni que decir tiene, dio la vuelta a la balanza y trajo consigo los déficits por cuenta corriente de Alemania, y el sector manufacturero alemán tuvo que lidiar con el hecho de que una parte creciente de la creciente demanda interna alemana fuera abastecida por empresas manufactureras francesas, británicas y norteamericanas.
“Pero hay mucho más que esas leves dificultades para el sector de bienes comerciales. El impacto de conjunto sobre Alemania fue muy negativo. En efecto: hace mucho que los economistas vienen sosteniendo que la economía alemana se vio negativamente afectada por el pago de las indemnizaciones bélicas a causa del impacto de las mismas en las condiciones del comercio –minaron su industria manufacturera— y de su papel en el desencadenamiento de la burbuja especulativa del mercado de valores en 1871-73, que, entre otras cosas, trajo consigo un boom de la inversión improductiva y disparó la deuda.”
La partida terminó con el inicio de la Gran Depresión en 1873. Cuando pinchó la burbuja, las opiniones sobre las pretendidas ventajas de la reparación bélica cambiaron drásticamente:
“Muy pocos años después del inicio de la crisis, las actitudes sobre la indemnización francesa habían cambiado espectacularmente: no pocos economistas y políticos en toda Alemania la culpaban del colapso económico del país. Tan malamente llegó Alemania a verse afectada por los flujos de las reparaciones, que llegó a creerse de manera generalizada, particularmente en Francia, que Berlín estaba pensado seriamente en devolver todo el importe. Ello es que el gran beneficiario de la ‘generosidad’ francesa no se benefició más de lo que España se ha beneficiado 135 años después con la generosidad alemana.”
3. No tiene ningún sentido moralizar y culpar de causar la crisis a los receptores de los flujos de capital
TERCERO, no tiene ningún sentido culpar de causar la crisis a los receptores de los flujos de capital. Si hay dinero suficiente brujuleando en busca de invertir en cualquier idea estúpida, no deberías sorprenderte demasiado de que un montón de ideas estúpidas reciban financiación. Por ejemplo, Wolfgang Schäuble, el ministro de finanzas alemán, sostiene que:
“Las razones de los problemas griegos han de atribuirse sólo a Grecia, y no a otros agentes foráneos, y desde luego no a Alemania”
Así lo hizo durante la conferencia de prensa que siguió a su reunión con Yanis Varoufakis, su homólogo griego, y hay que decir alto y claro que Schäuble disparata. Es lógicamente imposible que haya excesos del prestatario a menos que haya alguien lo suficientemente temerario (o estúpido) como para suministrar financiación.
El problema de las imputaciones de culpa à la Schäuble es que se atraviesan en el camino de las soluciones óptimas, las que resultan ser las mejores para la mayoría de europeos, tanto griegos, como españoles o alemanes. Pettis:
“Una cantidad terriblemente grande de europeos entiende la crisis primariamente en términos de diferencias de caracteres nacionales, virtudes económicas y lucha moral entre la prudencia y la irresponsabilidad. Esta interpretación resulta intuitivamente atractiva, pero es poco menos que absolutamente falsa. Y puesto que el coste de la salvación de Europa es la condonación de la deuda, y puesto que Europa debe decidir si éste es un coste que vale la pena –yo creo que sí—, en la medida en que le crisis europea es vista como una pugna entre países prudentes y países irresponsables, es parece muy improbable que los europeos estén dispuestos a pagar el coste.”
De hecho, Pettis piensa que, puestos a buscar responsables de lo sucedido, hay que buscarlos antes en los prestamistas netos de Alemania y Holanda, que en los prestatarios de Irlanda, Grecia o España:
“Seria una asombrosa coincidencia que tantos países hubieran decidido simultáneamente embarcarse en juergas consumistas. Y aún más notable que, una vez embarcados, todos a una hubieran resuelto chuparle los dineros a una reluctante Alemania tirando por los suelos los tipos de interés. Resulta harto difícil de creer, dicho de otra manera, que la enorme deriva registrada en la balanza de pagos europea fuera impulsada por otra causa que la de una deriva interna de la economía alemana que, inopinadamente, conoció la repentina elevación del ahorro total en relación con la inversión total.”
Esa deriva, a su vez, está vinculada al anémico crecimiento salarial y al aún más débil consumo interior en Alemania.
4. Varoufakis lleva razón, porque el modo en que están estructuradas tus obligaciones de pago importa
CUARTO: es importante el modo en que están estructuradas tus obligaciones de pago. Mucha gente inteligente, y notablemente Daniel Davies, han sostenido que las cifras de la deuda pública griega resultan irrelevantes a la hora de entender la situación en Grecia. Conforme a Davies:
“La cifra global de ‘la carga deudora griega’ es un número que carece de todo significado económico. Todo el mundo sabe que será reestructurada en algún momento futuro políticamente conveniente; la deuda, simplemente, no puede ser devuelta. De manera que incrementar la magnitud de la deuda pendiente ahora por una magnitud de 2,5 sólo significa incrementar por esa misma magnitud la dimensión de la condonación en el año dos mil y pico. Hay que concentrarse en los flujos, y en nada más que en los flujos: los stocks han dejado de ser una medida intelectualmente útil.”
Pero poner el foco en los flujos obvia el impacto de la estructura del stock de deuda en los incentivos de los prestamistas y los productores del sector privado, dice Pettis:
“El valor nominal y la estructura de la deuda pendiente importan, y por mucho más que por razones cosméticas. Determinan en una medida significativa el modo en que productores, trabajadores, políticos, ahorradores y acreedores modifican su conducta, de manera que, o bien se revitalizará drásticamente el crecimiento, o bien se inducirá una lenta sangría desvalorizadora.
“En otras palabras: los incentivos deben alinearse correctamente, de manera que esté en el mejor interés de todas las partes la maximización colectiva del valor: esta tesis suficientemente obvia casi nunca prospera, porque los economistas experimentan verdaderas dificultades a la hora de conceptualizar y modelar la conducta reflexiva en los sistemas dinámicos.
“Antes que dejar a los economistas elaborar la aritmética de la reestructuración basándose en estimaciones lineales de flujos de caja venideros enormemente inciertos –y cuyos valores andan, ellos mismos, afectados por el modo en que los pagos de deuda se indexan a esos flujos de caja—, Grecia y sus acreedores deberían poder poner a trabajar a un equipo de expertos en opciones en la elaboración de fórmulas de repago y permitir a esos expertos calcular el grado en que la volatilidad afecta al valor de esos pagos, así como el impacto que eso podría tener en los incentivos y en la conducta económica.”
Por eso Pettis cree que el plan de Varoufakis, consistente en permutar la deuda griega existente por obligaciones indexadas al PIB, es una buena idea que debería extenderse a otros países, incluyendo a España e Italia. El atractivo de esas obligaciones indexadas al PIB es que ofrecen a los acreedores un incentivo para apoyar las inversiones en crecimiento futuro.
Lo que es muy diferente al marco actual, en el que la Troika tiene todos los incentivos para ligar su financiación a la disposición política a aplicar programas de austeridad. Aun si esos programas lograran disparar la productividad a largo plazo hurtando recursos al Estado, lo cierto es que la conducta exigida por el sector oficial de los acreedores de la Eurozona exacerba la debilidad cíclica.
La buena noticia, empero, es que una distinta estructura de pasivos que estimulara la inversión adicional podría llevar instantáneamente a un más robusto crecimiento, dadas las reformas ya realizadas. Además, una reestructuración a gran escala, siempre que se hiciera sin dilación, debería servir de estímulo para una miríada de nuevas inversiones aun en el caso de que eliminara a muchos actuales acreedores. Como lo formula Pettis:
“Hay pruebas empíricas abrumadoras –la más obvia, los EEUU del siglo XIX— de que el comercio y la inversión fluyen hacia países con buenas perspectivas de futuro, no hacia países con buenos registros pasados. La principal inversión que probablemente veremos en España en los próximos años es la compra exterior de apartamentos ya construidos en las hermosas playas del país.
“Pero cuando sus perspectivas de crecimiento mejoren, con –entre otras cosas— una carga manejable de deuda, los empresarios e inversores foráneos se pelearán por reconquistar el mercado español, con total independencia de su historial de pagos y devoluciones de deuda. Esta es una de aquellas cosas sobre las que el registro histórico resulta concluyente.”
5. Las autoridades de la Eurozona actúan a destiempo
Lo que nos lleva a nuestro QUINTO punto: las autoridades de la Eurozona actúan a destiempo. Puede que la paciencia sea una virtud en algunas situaciones, pero no en momentos de resolución de crisis y de reestructuración de deuda. Esto es particularmente cierto cuando aprecias la diferencia existente entre “las crisis financieras que se dan dentro de un ciclo de mundialización y las que se dan al final de un ciclo de mundialización”.
Estos últimos años han ofrecido una oportunidad de oro, incluso a los prestatarios más timoratos, para reunir capital con márgenes muy bajos, porque el mundo rico –del que viene el grueso de la inversión exterior— andaba rebosante de ahorro en busca de rentabilidades decentes. En las actuales circunstancias, hay miríadas de inversores ávidos de lanzarse al ruedo y financiar la inversión en Grecia, España, Irlanda, etc., si esos países reestructuran drásticamente sus deudas. Basta pensar en todos esos ardientes agujeros de “pólvora seca” en los bolsillos de empresas privadas de capital riesgo (¡y sus sociedades comanditarias!), o en los inversores en bonos que buscan en vano tasas decentes de rentabilidad en sus países de origen. Después de todo, Ecuador lo ha conseguido…
Y Pettis nos recuerda que siempre ha sido por esta vía. Alemania se asombró en su día de lo fácil que le resultó a Francia reunir el dinero necesario para pagar sus reparaciones bélicas en 1871 (una factura que rebasaba el 20% del PIB anual de la Francia de la época [5 billones de francos oro; N.T.]). El caso es que “la indemnización francesa lo que hizo realmente fue incrementar la liquidez mundial expandiendo la oferta mundial de activos ‘monetiformes’ altamente líquidos.”
El gobierno de la República de Weimar tuvo también un momento fácil cuando logró asegurarse crédito procedente de Norteamérica y de otros prestamistas para cubrir sus propias reparaciones bélicas medio siglo después, luego de que la hiperinflación hubiera evaporado sus deudas internas.
Pero a veces el calendario es adverso. El boom del préstamo a América Latina, financiado por los petrodólares en los 70, terminó del modo más desdichado porque los 80 fueron un período de tipos relativamente altos en Norteamérica y Europa, por no hablar de los bajos precios de las materias primas. La combinación resultó un desastre para los prestatarios que se habían endeudado en dólares.
Nosotros no tenemos el menor vislumbre de la política monetaria futura, o de la liquidez global aquí o en Europa. Pero no nos sorprendería demasiado que la ventana para la reestructuración óptima –incluso dejando de lado las implicaciones políticas de un desempleo persistentemente alto— se cerrara muy pronto. Algo que los eurócratas, tan aficionados a dejar que las cosas se cuezan en su propio jugo, deberían tener presente.
6. No hay nada históricamente nuevo en la presente eurocrisis.
POR ÚLTIMO, y ya se lo habrá figurado el lector, nada resulta particularmente nuevo en la presente eurocrisis. Todo esto ya ha ocurrido antes, y todo esto volverá (probablemente) a ocurrir en el futuro. No hay ninguna necesidad de entender la naturaleza de productos financieros radicalmente nuevos, o de innovaciones tecnológicas o de alteraciones histórico-mundiales en la política para comprender por qué todo estalló. La historiografía y/o un mínimamente decente modelo de los flujos de capitales en cualquier sistema de cambios fijos habrían sido más que suficientes.
Ello es que uno de nuestros libros favoritos de finanzas y teoría económica –The Volatility Machine del propio Michael Pettis— contiene en substancia todo lo que se necesita para entender la eurocrisis, aun cuando el libro fue escrito antes incluso de la introducción del euro. (Solo el apéndice sobre la relación entre valoración de opciones y riesgo crediticio ya compensa por el precio del libro, en nuestra opinión.)
No es, pues, sorprendente que en su último artículo, objeto de este comentario, Pettis deje caer que “la actual crisis europea es aburridamente similar a cualquier otra crisis monetaria y de deuda soberana ocurrida en la historia moderna”.
Matthew C. Klein es reconocido un analista financiero, cuyo blog ftalphaville está alojado en las páginas del Financial Times.
Traducción para www.sinpermiso.info: Mínima Estrella
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Este artículo señala las causas del crecimiento de la deuda pública griega, incluyendo el diseño de la gobernanza del Banco Central Europeo y su actitud preferencial hacia la banca privada a costa de los intereses del Estado griego. El artículo también defiende las propuestas realizadas por el nuevo gobierno de Syriza.
Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” El escándalo y . http://cort.as/P1W0 |
lunes, 9 de febrero de 2015
Guerra de clases en Europa.
domingo, 8 de febrero de 2015
El BCE y la deflación .
La zona euro ante la amenaza deflacionista: análisis de las últimas medidas anunciadas por el Banco Central Europeo |
Alejandro Ramirez · · · · · |
08/02/15 |
Como la inflación es psicológica y políticamente mucho más difícil de prevenir que la deflación, y porque al mismo tiempo es técnicamente mucho más fácil de prevenir, el economista siempre debería enfatizar los peligros de la inflación.´- Friedrich A. Hayek (1978) en Los fundamentos de la libertad
El pasado 22 de enero el Banco Central Europeo (BCE), en un intento desesperado por atajar las presiones deflacionistas que no supo anticipar, y el estancamiento económico de la zona euro, anunció un programa de compras masivas de activos de deuda pública y privada.
Esta se suma a una larga lista de medidas de política monetaria no convencionales que el banco central basado en Fráncfurt del Meno ha venido adoptando desde que estallase la crisis financiera en el verano del 2007. El apodo de ´no convencionales´ se emplea habitualmente para distinguir estas medidas del puro y simple control sobre los tipos de interés a corto plazo, que tradicionalmente constituye el instrumento básico que emplean los principales bancos centrales del mundo para alcanzar sus objetivos de política monetaria. En el caso del BCE, el tratado de la UE establece que su objetivo principal es la ´estabilidad de precios´, definida como una tasa media de crecimiento del Indice de Precios al Consumo (IPC) para toda la zona euro por debajo, pero cerca, del 2% anual ´a medio plazo´. Esta última expresión es de una calculada inexactitud, pues aunque convencionalmente se entiende que el medio plazo se refiere a un periodo de entre 3 a 5 años, la ambigüedad del termino sirve para concederle más flexibilidad al banco central a la hora de diferenciar efectos transitorios sobre la inflación de aquellos más permanentes, y de gestionar la correlación, a menudo pero no siempre positiva, que existe entre el nivel de actividad económica y la inflación.
A lo largo de la crisis, el diseño de cada medida no convencional que ha ido adoptando el BCE se adaptaba a las características particulares de cada una de sus distintas fases. Sin embargo, todas estas medidas siempre han debido ser justificadas, por imperativo legal, en base al fin último de cumplir con el objetivo de estabilidad de precios. Entre la larga serie de medidas están: los prestamos ilimitados a la banca, a cambio de un abanico de títulos de garantía cada vez más amplio (´la barra libre de liquidez´), para frenar la crisis de liquidez inter-bancaria; tres programas distintos de compras de cédulas o bonos garantizados, los programas de compras de deuda pública SMP y OMT diseñados para evitar el riesgo de desintegración de la unión monetaria durante la crisis de deuda soberana, asi como el programa más reciente de compra de bonos de titulizacion o ABS; y finalmente la compra masiva de títulos de deuda pública, conocida popularmente como Quantitative Easing (QE) o ´flexibilización cuantitativa´, anunciado el pasado 22 de enero.
El objetivo explícito de las medidas anunciadas el 22 de enero es combatir las presiones (y expectativas) deflacionistas que han demostrado ser mucho más virulentas de lo que esperaba el propio banco de acuerdo a sus más recientes proyecciones macroeconómicas. Recordemos que el BCE proyectaba en marzo del 2014 que la tasa interanual de crecimiento del IPC de la zona euro se situaría en el 1% para todo el 2014 y, en cambio, ha sido del 0,4%. En los últimos dos meses el IPC ha registrado tasas de crecimiento negativas por primera vez desde octubre del 2009 cuando la zona euro se encontraba oficialmente en recesión. Las últimas cifras de crecimiento interanuales del IPC en diciembre del 2014 y enero del 2015 han sido -0,2% y -0,6%. El propio economista jefe del BCE declaró hace poco que la institución espera que el IPC siga evolucionando con tasas negativas durante la mayor parte del 2015. En España la situación es todavía peor, con el IPC español registrando tasas de crecimiento negativas durante los últimos siete meses seguidos y con los precios de casi la mitad de los productos que componen la cesta del IPC registrando también tasas negativas de crecimiento.
El discurso de que la deflación que vive la zona euro se debe fundamentalmente a una inesperada, pero transitoria, caída de más del 50% en el precio del petróleo durante el último trimestre del 2014 no parece ya convencer a nadie. Por ejemplo, el indicador del IPC de la zona euro de los productos industriales, que excluye los productos energéticos, creció a una tasa interanual del -0,1% en enero del 2015 y los precios de los servicios a un mísero 1,0%. El pasado mes de diciembre el BCE estimaba que, cuando Eurostat publique finalmente la estadística oficial el 13 de febrero, el PIB registrará una tasa anual de crecimiento del 0,8% para el conjunto del 2014, pero en las proyecciones que publicó tan solo nueve meses antes, en marzo del 2014, creía que el PIB crecería al 1,2% en el 2014.
¿En que consisten las medidas anunciadas el 22 de enero?
El BCE se ha comprometido públicamente a comprar 60.000 millones de euros de títulos de deuda cada mes, por lo menos hasta Septiembre del 2016, y en cualquier caso hasta que la inflación vuelva a recuperar una trayectoria más acorde con el objetivo del 2% en el medio plazo.
¿Qué activos va a comprar el BCE?
La cifra de 60.000 millones incluye: las compras que se sigan realizando bajo el último programa de compra de cédulas (40.000 millones hasta el día de hoy) y el de ABS (2.300 millones hasta hoy) que fueron ya anunciadas a finales del año pasado, compras de bonos emitidos por los bancos de desarrollo de países de la zona euro (por ejemplo, el ICO, KfW, CADES, etc.) y los bancos e instituciones europeas supranacionales (por ejemplo, el Banco Europeo de Inversión, el MEDE, etc.) hasta un máximo que represente el 12% del monto total de las compras, y, finalmente, la parte más importante consistirá en títulos de deuda de los gobiernos de la zona euro.
Para poder ser comprados por el BCE, todos estos títulos tendrán que tener una calificación crediticia mínima de ´grado de inversión´ o ´BBB-´ por parte de al menos una agencia de calificación.
¿Pero no se decía que el BCE a diferencia del banco central de los EE.UU no podía comprar deuda pública?
Tanto los estatutos del BCE (artículo 21.1 de los estatutos del BCE) como los de la Fed (artículo 14 (b) de sus estatutos) no les permiten comprar títulos de deuda pública en el mercado primario pero si en el secundario. Por ello el BCE ya compro más de 200.000 millones de euro de deuda pública italiana, española, griega, portuguesa e irlandesa en el mercado secundario entre el 2010-2012 bajo el programa del SMP sin necesidad de alterar una coma de sus estatutos.
La prohibición de efectuar compras en el mercado primario, que es interpretada como ´financiación directa´ a los gobiernos, se justifica alegando que los bancos centrales no deben subordinar el cumplimiento de sus particulares objetivos de política monetaria (estabilidad de precios en el caso del BCE y alcanzar el máximo nivel de empleo compatible con la estabilidad de precios en el caso de la Fed), a los objetivos fiscales de los gobiernos. Lo que vulgarmente se conoce como ´monetización de los déficits públicos´ y que el BCE tiene prohibido de acuerdo con el artículo 123 del tratado de la UE.
En el caso de la zona euro existe además una particularidad ausente en los EE.UU. El hecho de que 19 estados soberanos distintos hayan cedido su soberanía monetaria a un banco central supranacional implica que algunos estados como Alemania se opongan a que la política monetaria común que afecta a su país se subordine a las necesidades fiscales de otro país de la unión monetaria. Esta es la razón por la que, con la cesión de la soberanía monetaria, se establecieron límites sobre el déficit fiscal para todos los gobiernos de la zona euro: el famoso Pacto de Estabilidad y Crecimiento.
En la práctica, todo el mundo sabe que los costes de financiación de cualquier gobierno son siempre influenciables por la política monetaria del banco central, compre este o no deuda publica en el mercado primario. Además, los tipos de interés a los que puede emitir deuda un gobierno en el mercado primario vienen siempre determinados por el tipo de interés al que se negocian estos títulos en el mercado secundario, con lo cual, si las compras del banco central son el principal factor que influencia los tipos en el secundario, da lo mismo que compre o no en el mercado primario.
Por si esto fuera poco, cualquiera que sepa de teoría monetaria sabe que por definición cualquier déficit fiscal de cualquier gobierno es siempre monetizado por su banco central de manera endógena compre o no el banco central directamente títulos de deuda del gobierno. Esto acaece porque cada vez que un banco, un fondo o un hogar compra bonos de gobierno, estos bonos solo pueden ser pagados mediante una transferencia de dinero de banco central desde las cuentas que tienen los bancos en el banco central (aunque las compras las haga un hogar o un fondo solo pueden pagarlas dando una orden de pago a su banco) a la cuenta que tiene el gobierno en el mismo banco central. La necesidad de realizar esa transferencia crea una demanda adicional de dinero del banco central a nivel agregado que el banco central esta obligado a acomodar de manera endógena, a menos que quiera perder el control sobre los tipos de interés a corto plazo o permitir que se bloquee el sistema de pagos entero por escasez de medio de pago. Si el banco central realmente pudiese controlar la monetización automática de los déficits públicos, que es consustancial al funcionamiento del sistema monetario, no hubiese hecho falta que el Pacto de Estabilidad y Crecimiento impusiese controles ´externos´ sobre el nivel de déficit público de los gobiernos. Como ya le intentaba explicar Nicholas Kaldor a Milton Friedman y a los monetaristas en los debates de los años 70, los gobiernos ´crean dinero´ indirecta pero automáticamente cuando financian sus déficits fiscales emitiendo deuda en el mercado, la compre o no el banco central. Circunstancialmente, esta es la misma razón por la que para controlar la financiación del déficit fiscal de Grecia, la troika necesita prohibirle explícitamente al gobierno griego que emita más de 15.000 millones de euros en letras de deuda en vez de contentarse simplemente con prohibirle al banco central griego comprar directamente o indirectamente deuda pública griega.
El problema real para los ideólogos de la austeridad fiscal es que, en la práctica, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento nunca ha podido imponer un control suficientemente efectivo sobre los déficits públicos (nunca se ha podido multar a ningún país por incumplimiento). Por ello se pretende condicionar el cumplimiento de la política monetaria común, y la responsabilidad del banco central de ejercer de prestamista de última instancia hacia el sistema bancario, al acatamiento de una disciplina fiscal concreta por parte de los gobiernos soberanos de la zona euro. Lo que es peor, se pretende emplear la política monetaria de todos como instrumento de chantaje para doblegar la voluntad de los gobiernos soberanos y conseguir que estos acepten unas restricciones fiscales que obedecen al dogma ideológico neoliberal dominante y no a ninguna necesidad técnica relacionada con supuestas ´leyes económicas´.
¿Va a poder comprar el BCE deuda griega?
La deuda pública griega (y también la chipriota) tiene una calificación muy por debajo del límite crediticio BBB- que acepta el BCE. Pero el BCE ya decidió en el pasado realizar ´excepciones´ con los países sometidos a programas de la troika y aceptar los bonos emitidos por estos gobiernos como garantías elegibles que pueden presentar los bancos a cambio de préstamos del BCE. El 22 de enero, el BCE declaró que su intención era aplicar la misma excepción para las compras de bonos del gobierno griego, siempre y cuando este país se mantenga bajo un programa de la troika. Pero el 4 de febrero, el mismo día que el ministro de finanzas griego visitó el BCE, el Consejo de Gobierno del banco anuncio por sorpresa que dejaría de aceptar deuda griega, o cualquier bono garantizado por el gobierno griego, como colateral de los bancos griegos que buscasen refinanciarse en el BCE. La razón que se alegaba era que: ´no era posible en estos momentos esperar que las negociaciones de la última fase del programa de ajuste griego concluyesen con éxito´. Esto a menos de diez días de ser elegido un nuevo gobierno en Grecia.
El 4 de febrero, el BCE traspasaba así toda la responsabilidad y riesgo de refinanciar las necesidades de liquidez del sistema bancario griego al banco central griego y su facilidad de liquidez de emergencia o ELA. Aunque los riesgos de quiebra de los bancos griegos bajo ELA son asumidos en exclusiva por su banco central y no son compartidos con el resto del Eurosistema, el Consejo de Gobierno del BCE se reserva el derecho de determinar los límites en la provisión de liquidez del banco central griego a la banca griega. Todo ello bajo la excusa de que las actuaciones del banco central griego ´podrían´ interferir con la unidad de la política monetaria de la zona euro. La otra excusa sería que el banco central griego podría estar refinanciando de manera encubierta a su gobierno, permitiendo que los bancos griegos compren ´demasiadas´ letras emitidas por su gobierno para refinanciarlas después con el banco central griego.
Si los bancos griegos no pueden refinanciarse a través de las operaciones normales de refinanciación del BCE y el Consejo de Gobierno del BCE veta su refinanciación en el banco central griego mediante la facilidad de ELA, el sistema bancario de Grecia no podrá hacer frente a los vencimientos de sus pasivos o a la retirada de depósitos, en un momento en el que los medios de comunicación alertan que ya esta en marcha una fuga de depósitos en Grecia. En tal escenario el gobierno griego podría verse obligado al final a imponer un ‘corralito’ para evitar el colapso total del sistema bancario del país. Este ‘corralito’ sin dudad dañaría la popularidad y estabilidad del nuevo gobierno de Syriza y le obligaría a negociar de nuevo con la Troika
Merece la pena recordar que, justo antes de las elecciones griegas, el Presidente del BCE había dado a entender en la conferencia de prensa del 22 de enero que, en cualquier caso, el BCE ya tenía en su haber (bajo el anterior programa SMP) entorno al 33% de todos los bonos emitidos por el gobierno griego, por lo que, siguiendo las reglas que el propio BCE se ha impuesto para su programa, el banco no podría comprar más bonos griegos hasta que no venzan algunos de los títulos griegos que ya tiene en cartera. Esto no sucederá hasta julio de este año. Pero el anuncio del 4 de febrero implica por ahora que aunque fuese así, el BCE ya no podría comprar nuevos títulos griegos cuando le venzan algunos de los viejos.
Como se ve, una vez más la política monetaria común es empleada como instrumento de chantaje para arrodillar a gobiernos soberanos que se niegan a desarrollar políticas de ajuste neoliberal impuestas por la troika.
¿Cómo se supone que van a ayudar las compras masivas de activos por parte del BCE a combatir la deflación y el estancamiento económico?
El efecto de las compras masivas de deuda de relativo bajo riesgo (la deuda pública lo es en comparación con la deuda privada) es comprimir la rentabilidad de estos activos de bajo riesgo y empujar a los inversores a comprar activos cada vez de mayor riesgo (o a plazos más largos) para conseguir recuperar los niveles de rentabilidad anterior. Este efecto acaba en teoría provocando una caída generalizada del tipo de interés de la deuda y crea incentivos para aumentar el atractivo de los préstamos que financian el gasto en inversión y consumo. No hay más que pensar que una cuarta parte de la deuda pública de la zona euro (los bonos alemanes hasta plazos de cinco años, por ejemplo) ya tiene niveles de rendimiento negativos para darse cuenta de que los inversores simplemente perderían dinero si continúan decantándose por activos ´seguros´ como la deuda alemana, en vez de comprar activos de mayor riesgos.
El problema de este tipo de medidas es que, mientras cabe poca duda de que contribuyen a inflar el valor de los activos financieros y crear ´burbujas´ de activos de todo tipo (efecto riqueza), es más que dudoso que estimulen el gasto en la economía real, ya que hay todo tipo de factores que operan en sentido contrario. Entre estos factores están: la incertidumbre que retrae el consumo y la inversión, la restricción del gasto público, las expectativas deflacionistas, el peso de tener que pagar el monto de deuda acumulada en el pasado, o las posición reacia de una banca en proceso de desapalancamiento a extender créditos nuevos.
¿Qué tipo de banco central es el que necesita la zona del euro?
La responsabilidad última sobre la política monetaria debería estar en manos del Parlamento Europeo. El parlamento Europeo decidiría los objetivos y el mandato de la política monetaria y delegaría su ejecución al BCE, que actuaría como su agente. El parlamento nombraría a todos los ejecutivos (actualmente los nombra el Consejo Europeo que es un órgano inter-gubernamental) y los gobernadores del BCE y estos tendrían la obligación de responder ante el parlamento y justificar que cumplen con el mandato que el parlamento les ha dado. ¿Utopía radical? Es como funciona el sistema en los EE.UU, donde el Congreso tiene constitucionalmente la responsabilidad sobre la política monetaria, aunque después haya decidido delegar su ejecución en su agente, la Reserva Federal.
El BCE debe dedicarse a ejercer la política monetaria y dejar de interferir en las políticas económicas que, de acuerdo al Tratado de la UE, son competencia exclusiva de los gobiernos nacionales soberanos y no del banco central. El BCE debe dejar de imponer condiciones a los gobiernos para aplicar medidas económicas (reformas laborales, ajustes fiscales, privatizaciones, liberalización de mercados, etc.) a cambio de ejercer sus responsabilidades en materia de política monetaria y prestamista de última instancia del sistema bancario. La institución ya ha sido advertida por el Tribunal de Justicia Europeo y el Tribunal Constitucional Alemán de que se esta extralimitando en sus responsabilidades legales al participar como parte de la Troika en dictar condiciones sobre políticas económicas a los gobiernos soberanos de la zona euro.
Alejandro Ramírez, analista financiero, es amigo y colaborador habitual de Sinpermiso.
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sábado, 7 de febrero de 2015
Manifiesto de apoyo a Grecia de 300 economistas .
Hasta 300 economistas y expertos universitarios de todo el mundo se han unido para firmar un manifiesto de apoyo a Grecia. En el documento, instan a Gobiernos europeos e instituciones internacionales a emprender negociaciones “de buena fe” con el Ejecutivo heleno para resolver la cuestión de la deuda griega.
“Llamamos a los Gobiernos de Europa, a la Comisión Europea, al Banco Central Europeo y al Fondo Monetario Internacional a respetar la decisión del pueblo griego de elegir una nueva vía”, indica el texto publicado por el diario digital francés Mediapart.
El manifiesto, titulado Estamos con Grecia y con Europa, está respaldado por expertos de las Universidades de Cambridge (Tony Lawson), Columbia (Stephany Griffith-Jones), California (Clair Brown), Complutense (Alfonso Palacio), o de la Escuela francesa de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (Jacques Sapir).
El Gobierno griego, en su opinión, tiene razón al sostener que es necesaria una profunda reorientación“porque las políticas aplicadas hasta ahora son un completo fiasco y no han aportado ni recuperación económica, ni estabilidad financiera, ni empleos, ni siquiera inversiones extranjeras directas”. Para los firmantes, han perjudicado a la sociedad griega y debilitado sus instituciones, con un enfoque “pura y simplemente nefasto” que no ha resultado en ningún progreso que convenga preservar.
“Grecia necesita medidas humanitarias inmediatas, un salario mínimo más elevado, creación de empleo, inversiones y medidas que permitan restaurar y mejorar servicios básicos como la sanidad y la educación”, sostiene ese grupo de economistas, que defiende dotar al país de un sistema fiscal “más robusto y progresivo”.
El Ejecutivo heleno, según subrayan, está en lo correcto al exigir la quita de su deuda, “que es insostenible y no será nunca reembolsada pase lo que pase”. “Un nuevo inicio para Grecia permitirá relanzar la actividad, aumentar los ingresos y crear empleos, y beneficiará de esa forma a los países vecinos”, argumentan los firmantes, según los cuales está en juego no solo la suerte de ese país, sino “el futuro de Europa en su conjunto”.
El manifiesto subraya que una política de amenazas y chantajes equivale a un “fracaso moral, político y económico del proyecto europeo”, por lo que solicita a los líderes europeos que rechacen toda tentativa de intimidación hacia el Gobierno y la población de ese país. Los dirigentes europeos, según concluyen, deben “reconocer la elección democrática decisiva efectuada por el pueblo griego en circunstancias extremadamente difíciles, proceder a una evaluación realista de la situación y emprender sin demora la vía de una negociación razonable”.
Las muestras de apoyo al Gobierno griego han recorrido varios países europeos. No ha sido extraño ver manifestaciones de solidaridad en las ciudades que han visitado en los últimos días el primer ministro heleno, Alexis Tsipras, y el ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis. Este viernes, por ejemplo, ha sido convocada una concentración en apoyo al pueblo griego frente a la sede de la Comisión Europea en Barcelona. La protesta podrá seguirse en Twitter con el hashtag #catalunyaambgrecia.
Reunión extraordinaria del Eurogrupo
Los ministros de Economía y Finanzas de los diecinueve países de la zona del euro se reunirán finalmente el próximo día 11 de febrero de forma extraordinaria en Bruselas para abordar la situación en Grecia. Será un día antes de que los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE) celebren una cumbre informal, que será a su vez la primera de Alexis Tsipras como jefe del Ejecutivo de Grecia.
El encuentro del Eurogrupo tendrá lugar por la tarde y será el primero al que asista el nuevo ministro heleno de Finanzas, Yanis Varoufakis, quien ya se ha reunido con algunos de sus homólogos en la “gira europea” que ha hecho el nuevo Gobierno griego. Los diecinueve ministros de la eurozona escucharán las propuestas griegas sobre el futuro de la asistencia europea al país, que, según pretende Atenas, pasa por un acuerdo puente hasta junio.
Ello da tiempo para negociar un acuerdo global, en el que Atenas aspira a una reestructuración de la deuda, con un canje de dos nuevos tipos de bonos, unos indexados al crecimiento nominal y otros perpetuos que reemplazarían a los bonos griegos en manos del BCE. El acuerdo puente es necesario porque la parte europea del rescate, ya prolongado una vez, expira el próximo día 28.
En las reuniones de esta semana en París, Londres, Roma, Bruselas, Fráncfort o Berlín con Tsipras y Varoufakis, los distintos Gobiernos, en mayor o menor medida, han recordado a Atenas que tiene que cumplir con los compromisos adquiridos por el anterior Gobierno y seguir con las reformas en el país. En algún caso también se ha admitido que hay que respetar el resultado electoral.
El encuentro en el que la falta de sintonía con Grecia fue más evidente se produjo este jueves en Berlín entre Varoufakis y su homólogo alemán, Wolfgang Schäuble. Esta cita se produjo un día después de que el BCE anunciara que dejará de aceptar los bonos emitidos o garantizados por Grecia en sus operaciones de refinanciación. Los bancos griegos podrán, no obstante, acceder a la liquidez a través del Banco de Grecia, mediante el programa de provisión urgente de liquidez.
Agencias / resumen de kaosenlared..
y ver .....
Consecuencias para Alemania si Grecia saliera del euro
http://cort.as/OwM2
y ver .....
Consecuencias para Alemania si Grecia saliera del euro
http://cort.as/OwM2
Nota
Según Krugman
..."El miércoles, el banco central hizo una declaración que sonaba como un
severo castigo a Grecia, pero no lo era, porque dejaba abierto el canal de
ayuda a los bancos griegos que de verdad importa: la ayuda de urgencia en caso
de crisis de liquidez (ELA, por sus siglas en inglés). Así que fue más una llamada
de atención que otra cosa, y se podría decir que la llamada iba dirigida tanto
a Alemania como a Grecia." http://cort.as/Oz6I
Pero ,ni siquiera informan que el BCE tiene que devolver
1900 millones de euros a Grecia al concluir el rescate el 28 de febrero, y que
coaccionan a Grecia para su prórroga. Todo para ocultar como otros le cortan
las venas a Europa al bloquear la fiscalidad común
La UE y el miedo a negociar con Grecia.
Fecha límite, coacción y ultimatums significa que Europa ha tomado la decisión de impedir un debate real y dinamitar las conversaciones desde un principio
La esperanza griega
Social Europe Journal
Hace 54 años, en su discurso inaugural como presidente, el presidente John F. Kennedy declaró: "No negociemos nunca partiendo del miedo. Pero no tengamos nunca miedo de negociar". No eran las frases más elevadas de aquel breve discurso, pero estaban entre las más importantes. Pues le mostraban a la Unión Soviética, de forma deliberada e inequívoca, que podría concluirse la Guerra Fría sin llegar a una conflagración y que el mundo no tiene que vivir siempre entre bravuconerías y amenazas ni bajo la sombra de la guerra nuclear.
Hoy se enfrenta Europa a negociaciones sobre la deuda y la depresión. Por un lado estará el joven gobierno de Grecia. Del otro, los poderes financieros de Europa y del mundo. Hoy, como entonces, no puede esquivarse la cuestión del miedo.
Los poderes europeos se guardan tres bazas para cuando empiecen las negociaciones. En primer lugar, Grecia tiene deudas que vencen este año y que no puede pagar. En segundo lugar, los bancos griegos dependen de la provisión urgente de liquidez del Banco Central Europeo, que se les podría retirar. En tercer lugar, la flexibilización cuantitativa le otorga al BCE una manera nueva de aislar al resto de Europa de las agonías de Grecia. Si Europa quisiera, estas bazas pueden utilizarse para aplicar una política de amenazas, con el fin de mantener la austeridad, los desahucios y la penuria de Grecia.
Se huelen las amenazas. El diario The Daily Telegraph resumió la reunión de ministros de finanzas de la UE el 26 de enero: "La eurozona ha descartado el perdón de la deuda a Grecia y ha advertido de que su nuevo gobierno de coalición antiausteridad debe cumplir todos los acuerdos del pasado…" El portavoz del gobierno alemán, Steffen Seibert, declaró ante los oligarcas de Davos que Grecia debe "tomar medidas para que continúe la recuperación económica". Y eso significa "respetar sus compromisos anteriores y que el nuevo gobierno quede vinculado por los logros de la reforma". O, como dijo el ministro alemán de Finanzas en diciembre pasado: "Unas nuevas elecciones no cambian nada".
Para los griegos, estos comentarios deben de ser una broma cruel: ¿Qué recuperación económica? ¿Qué logros? Si las elecciones no cambian nada, ¿para qué molestarse en celebrarlas? Y, por supuesto, la premisa de que han de "respetar sus compromisos anteriores" no es más que terquedad dogmática. Lo que Syriza puso de manifiesto, sobre todo, es lo incontestable de que tienen que cambiar esas fracasadas medidas políticas.
El primer ministro británico, David Cameron, resumió el punto de vista griego con velada ironía británica: "Lo que las elecciones griegas mostrarán también es que hay algunas señales de aviso en la economía global, eurozona incluida". Bueno, sí. Cuando fracasan las medidas políticas, entra en declive la economía. Los griegos no son los únicos en contemplar al fracaso delante de sus ojos.
Tal como informaba el Telegraph, hay dos cuestiones: los acuerdos y la deuda. Respecto a la primera, Grecia propone hoy recuperar el rumbo de su destino. Se ha probado el experimento de control de la Troika. Y conocemos los resultados. Se promulgarán nuevas medidas políticas destinadas a ayudar a los indigentes y a los más vulnerables, a estabilizar la economía y a fomentar la recuperación. El pasado historial de Grecia no es bueno, eso no lo discute nadie. Pero el severo diktat que vino a continuación ha sido un desastre.
La cuestión detrás de la quita es solo parcialmente una cuestión de recursos. La alternativa de "prolongar y fingir" resulta, al fin y al cabo, una forma de transferencia fiscal. El problema estriba en que la práctica amontona deuda sobre deuda, y esta es la palanca que mantiene al país tutelado, siempre en situación de mendigar. Una quita es el medio de volver a la autonomía de la política. La forma y las condiciones precisas son, en parte, aquello de lo que trata la negociación.
Unas conversaciones con pronta fecha límite, coacción y ultimatums probablemente significaría que Europa ha tomado la decisión de impedir un debate real y dinamitar las conversaciones desde un principio. Si la decisión es ésa, entonces el peso de la Historia caerá sobre quienes la tomaron, incluyendo el caos que pueda derivarse de ello.
¿Qué capacidad de maniobra tiene Grecia? Evidentemente, no mucha; las armas pesadas están del otro lado. Pero hay algo. El primer ministro Tsipras y su equipo pueden presentar su defensa de la razón sin amenazas de ninguna clase. En ese caso, el gesto correcto y moral por la otra parte consistiría en desechar sus tres bazas y, por encima de todo, dejar espacio fiscal y garantizar la estabilidad financiera griega mientras se llevan a cabo las conversaciones.
Si es esto lo que ocurre, pueden seguir adelante las negociaciones formales. Sobre esta cuestión, los comentarios de la canciller Merkel han sido de lo más suaves. Posiblemente entienda que las opciones determinarán –muy pronto– el futuro de Europa.
En esta situación valen las dos partes del pronunciamiento de Kennedy, bosquejado, por cierto, para él por mi padre. No se debe forzar a que Grecia negocie con miedo. Y Europa, por su parte, no debe tener miedo a negociar, con tranquilidad, sin bravatas ni amenazas, de buena fe.
James K. Galbraith es profesor de la Lyndon B. Johnson School of Public Affairs de la Universidad de Texas (Austin). Entre sus últimos libros, Inequality and Instability: A Study of the World Economy Just Before the Great Crisis (2012) y The End of Normal: The Great Crisis and the Future of Growth (2014). Es coautor con Yanis Varoufakis y Stuart Holland de la Modesta Proposición para la salida de la crisis de la Eurozona.
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón
Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=7707
Hoy se enfrenta Europa a negociaciones sobre la deuda y la depresión. Por un lado estará el joven gobierno de Grecia. Del otro, los poderes financieros de Europa y del mundo. Hoy, como entonces, no puede esquivarse la cuestión del miedo.
Los poderes europeos se guardan tres bazas para cuando empiecen las negociaciones. En primer lugar, Grecia tiene deudas que vencen este año y que no puede pagar. En segundo lugar, los bancos griegos dependen de la provisión urgente de liquidez del Banco Central Europeo, que se les podría retirar. En tercer lugar, la flexibilización cuantitativa le otorga al BCE una manera nueva de aislar al resto de Europa de las agonías de Grecia. Si Europa quisiera, estas bazas pueden utilizarse para aplicar una política de amenazas, con el fin de mantener la austeridad, los desahucios y la penuria de Grecia.
Se huelen las amenazas. El diario The Daily Telegraph resumió la reunión de ministros de finanzas de la UE el 26 de enero: "La eurozona ha descartado el perdón de la deuda a Grecia y ha advertido de que su nuevo gobierno de coalición antiausteridad debe cumplir todos los acuerdos del pasado…" El portavoz del gobierno alemán, Steffen Seibert, declaró ante los oligarcas de Davos que Grecia debe "tomar medidas para que continúe la recuperación económica". Y eso significa "respetar sus compromisos anteriores y que el nuevo gobierno quede vinculado por los logros de la reforma". O, como dijo el ministro alemán de Finanzas en diciembre pasado: "Unas nuevas elecciones no cambian nada".
Para los griegos, estos comentarios deben de ser una broma cruel: ¿Qué recuperación económica? ¿Qué logros? Si las elecciones no cambian nada, ¿para qué molestarse en celebrarlas? Y, por supuesto, la premisa de que han de "respetar sus compromisos anteriores" no es más que terquedad dogmática. Lo que Syriza puso de manifiesto, sobre todo, es lo incontestable de que tienen que cambiar esas fracasadas medidas políticas.
El primer ministro británico, David Cameron, resumió el punto de vista griego con velada ironía británica: "Lo que las elecciones griegas mostrarán también es que hay algunas señales de aviso en la economía global, eurozona incluida". Bueno, sí. Cuando fracasan las medidas políticas, entra en declive la economía. Los griegos no son los únicos en contemplar al fracaso delante de sus ojos.
Tal como informaba el Telegraph, hay dos cuestiones: los acuerdos y la deuda. Respecto a la primera, Grecia propone hoy recuperar el rumbo de su destino. Se ha probado el experimento de control de la Troika. Y conocemos los resultados. Se promulgarán nuevas medidas políticas destinadas a ayudar a los indigentes y a los más vulnerables, a estabilizar la economía y a fomentar la recuperación. El pasado historial de Grecia no es bueno, eso no lo discute nadie. Pero el severo diktat que vino a continuación ha sido un desastre.
La cuestión detrás de la quita es solo parcialmente una cuestión de recursos. La alternativa de "prolongar y fingir" resulta, al fin y al cabo, una forma de transferencia fiscal. El problema estriba en que la práctica amontona deuda sobre deuda, y esta es la palanca que mantiene al país tutelado, siempre en situación de mendigar. Una quita es el medio de volver a la autonomía de la política. La forma y las condiciones precisas son, en parte, aquello de lo que trata la negociación.
Unas conversaciones con pronta fecha límite, coacción y ultimatums probablemente significaría que Europa ha tomado la decisión de impedir un debate real y dinamitar las conversaciones desde un principio. Si la decisión es ésa, entonces el peso de la Historia caerá sobre quienes la tomaron, incluyendo el caos que pueda derivarse de ello.
¿Qué capacidad de maniobra tiene Grecia? Evidentemente, no mucha; las armas pesadas están del otro lado. Pero hay algo. El primer ministro Tsipras y su equipo pueden presentar su defensa de la razón sin amenazas de ninguna clase. En ese caso, el gesto correcto y moral por la otra parte consistiría en desechar sus tres bazas y, por encima de todo, dejar espacio fiscal y garantizar la estabilidad financiera griega mientras se llevan a cabo las conversaciones.
Si es esto lo que ocurre, pueden seguir adelante las negociaciones formales. Sobre esta cuestión, los comentarios de la canciller Merkel han sido de lo más suaves. Posiblemente entienda que las opciones determinarán –muy pronto– el futuro de Europa.
En esta situación valen las dos partes del pronunciamiento de Kennedy, bosquejado, por cierto, para él por mi padre. No se debe forzar a que Grecia negocie con miedo. Y Europa, por su parte, no debe tener miedo a negociar, con tranquilidad, sin bravatas ni amenazas, de buena fe.
James K. Galbraith es profesor de la Lyndon B. Johnson School of Public Affairs de la Universidad de Texas (Austin). Entre sus últimos libros, Inequality and Instability: A Study of the World Economy Just Before the Great Crisis (2012) y The End of Normal: The Great Crisis and the Future of Growth (2014). Es coautor con Yanis Varoufakis y Stuart Holland de la Modesta Proposición para la salida de la crisis de la Eurozona.
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón
Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=7707
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