jueves, 23 de octubre de 2014

En Cataluña, los problemas de los políticos no son los de los ciudadanos

 

 





Las cuentas del cuento

Cuando las palabras impiden entender las cosas, toca abandonarlas: las dificultades que surgen de preguntas incorrectas no tienen solución.

 En Cataluña, los problemas de los políticos no son los de los ciudadanos
Félix Ovejero 24 OCT 2014  
 :
 El País.
     

La dignidad de las palabras es la primera víctima del nacionalismo. Los nacionalistas han puesto en circulación expresiones que nada significan (lengua propia, encaje, hecho diferencial, singularidad, desafección), que se usan en sentido contrario al debido (reconocimiento, discriminación positiva, democracia, cohesión, igualdad) o, simplemente, que, bien pensadas, resultan contradictorias (programa —nacionalista— de construcción nacional, federalismo asimétrico, golpes de Estado del Tribunal Constitucional).

Cuando las palabras impiden entender las cosas, toca abandonarlas. Los problemas resultado de preguntas incorrectas son irresolubles. Los científicos no determinaron la naturaleza del flogisto, el peso del calórico o la densidad del éter. Se limitaron a mostrar el desafuero de los marcos conceptuales que sostenían tales “sustancias”. El primer paso para resolver los problemas es describirlos debidamente. De otro modo nos sucederá como a los de la NASA cuando empeñaron recursos en un bolígrafo para escribir en ausencia de gravedad. Los rusos restauraron la mirada sensata: existían lápices de grafito.

Otras veces sí que cabe tasar las afirmaciones. El trabajo requiere orden intelectual, calibrar fuentes y paciencia para rebuscar en la hojarasca. Así se han desmontado mentiras sobre balanzas fiscales, el informe PISA y sentencias de La Haya o del Tribunal Constitucional alemán. A esos resultados cabe añadir ahora el trabajo de Juan F. Arza y Pau Marí-Klose, recogido en el libro Cataluña. El mito de la secesión. <TB>De su lectura se desprende que tampoco ahora el cuento es como se cuenta.

El cuento sostiene que el origen del lío hay que buscarlo en el recorte del Constitucional de un Estatuto que condensaba una demanda generalizada —ricos y pobres, catalanes de todas las procedencias— de mayor autogobierno. El referéndum sería la respuesta de los políticos a un impulso popular. La intransigencia del PP, la causa última del independentismo.

Pues bien, a la luz de datos y fechas, ninguna de las afirmaciones empíricas contenidas en el párrafo anterior se sostiene. Los despropósitos normativos o jurídicos ya se conocen: el derecho de autodeterminación, mientras se respeten los derechos y libertades, resulta incompatible con una idea cabal de democracia; defender las propuestas políticas y acudir al Constitucional forma parte del juego democrático, al menos tanto como dar por bueno un referéndum con una menesterosa participación como el del Estatut. Allí han acudido todos (hubo siete recursos, recuerden), incluidos Gobiernos nacionalistas en cuestiones que afectaban a todos los españoles y, por cierto, con excelentes resultados: han obtenido tantas o más sentencias favorables que el Gobierno central.

La condición nacionalista parece oficiar como requisito para ingresar en la clase política

Pero la fábula importante afecta a los hechos. Para empezar no había demanda de autogobierno (si es que se puede asociar, sin más, el autogobierno con un aumento de las competencias autonómicas). Conocíamos, por distintas encuestas, que, antes de desatarse la pasión por un Estatuto, los catalanes estábamos entre los españoles más satisfechos con nuestro grado de autogobierno. Y no cambiaron mucho las cosas cuando comenzó el baile. En el 2002, poco antes de iniciarse el debate estatutario, el 52,7% de los catalanes veía a Cataluña como una región española, mientras un 37,6% la veía como nación. En el 2006, después de varios años con políticos y medios entregados a la causa, poco antes del referéndum, solo el 36,3% valoraba positivamente la denominación de Cataluña como nación en el Estatuto. De hecho, por entonces, el “reconocimiento” de la identidad parecía caminar la dirección opuesta a la de sus voceros: el 73,9% de los catalanes suscribía la frase “el idioma español es un elemento básico de nuestra identidad” y un 66,4% la afirmación “la historia que compartimos, con sus cosas buenas y malas, es la que nos hace a todos españoles”. Y del Estatuto, pues ya sabemos: ratificado con el 36% del electorado. Incluso ahora, según datos de la Generalitat, la proporción de catalanes que identifican la relación Cataluña-España como un problema importante oscila entre el 20 y 25% en los distintos barómetros que se publican en 2013 y 2014. Únicamente para el 10% supone el principal problema.

Con todo, lo más interesante es desmenuzar los datos por clases sociales: sólo el 11% de los entrevistados en hogares humildes considera alguno de los aspectos relacionados con la organización del Estado uno de los principales problemas de Cataluña. Entre los que ingresan más de 2.400 euros la cosa cambia, pero tampoco parece ser una obsesión: un 31%.

Y es que la transversalidad es otra de las fantasías nacionalistas. Ni la cultural ni la social, si resultan distinguibles, a la vista de quienes son ricos y quienes no. El secesionismo no reúne a los catalanes. Si nos atenemos al origen cultural, hay un brecha, creciente, entre personas cuyos padres nacieron en Cataluña y aquellas otras cuyos padres nacieron fuera. Unos resultados que se corresponden casi como un calco cuando examinamos los apoyos según los ingresos. Incluso ahora, en plena campaña independentista, una amplia mayoría de la clase obrera se muestra contraria al derecho a la autodeterminación, a diferencia de lo que sucede con las clases medias y altas. También aquí la brecha se ha ensanchado en los últimos años. Vamos, que transversalidad social, tampoco.

El orden causal no es de abajo a arriba. Los políticos no son el eco de las demandas de los ciudadanos. No hay otro eco que el de su propia voz. Sucede, sin ir más lejos, con el desatino de la inmersión, un caso único en el mundo. Hasta donde sabemos, los catalanes apostamos por el bilingüismo en la enseñanza. Quizá por eso la Generalitat, que encuesta sobre lo humano y lo divino, nunca pregunta acerca de las lenguas en la enseñanza. En la única encuesta fiable, de 1998, el 50,2% de los catalanes se mostraba a favor de una enseñanza bilingüe y solo un 9,3% de la enseñanza exclusiva en catalán. Desde entonces nada más se ha querido saber. Lo que sí sostiene la Generalitat es que la inmersión es un modelo de éxito y que aumenta la cohesión. Sobre él éxito, lo que muestran los estudios serios es que, ceteris paribus, la inmersión perjudica significativamente la competencia de los estudiantes que tienen el castellano como lengua habitual. Sobre la cohesión, basta con ver como está el patio y, ya de paso, comparar, por ejemplo, con Finlandia, donde la elección de la lengua vehicular no parece que haya conducido al cainismo.

Las piezas empíricas del relato —transversalidad, identidad, discriminación, expolio— son débiles

Sencillamente, los problemas de los políticos no son los problemas de los ciudadanos. Algo que no sorprende cuando estudiamos la identidad de los políticos. Sabíamos, por los estudios sobre apellidos (un procedimiento común entre investigadores para identificar exclusiones sociales de raíz cultural), que los parlamentarios catalanes y sus votantes, en lo que atañe a identidades culturales, guardaban escasas semejanzas. También sabíamos, desde 1999, que mientras Cataluña era una nación para el 70% de los parlamentarios socialistas, entre sus votantes la cosa quedaba en un 26%. Estudios más recientes confirman que viven en mundos diferentes. En 2009-2010, el 70% de los representantes autonómicos de CiU se reconocía exclusivamente catalán y el resto más catalán que español. Entre sus votantes los porcentajes eran 36% y 35%. Mientras solo el 20% de los votantes socialistas se sentía más catalán que español, entre los parlamentarios del PSC el porcentaje era del 75%.

No es que los parlamentarios se sitúen lejos del núcleo central de sus votantes, es que están en posiciones más nacionalistas que sus votantes más nacionalistas. Visto de otro modo: por circunstancias sociales o, directamente, culturales, la condición nacionalista parece oficiar como requisito para ingresar en la clase política.

Por lo que se ve, las transversalidad, la identidad, la cohesión, las piezas empíricas del relato, son tan débiles como las que sostienen el relato normativo: la discriminación y el expolio. En realidad, la hipótesis más parsimoniosa es que el nacionalismo, sostenido por unas élites políticas culturales alejadas de la sociedad catalana, ceba un problema al que se presenta como solución. Lo malo es que, si quiere sobrevivir como proyecto político, el problema no ha de encontrar nunca solución. Su supervivencia está vinculada a la recreación del problema, al naufragio de las terceras vías.

Félix Ovejero es profesor de la Universidad de Barcelona. Acaba de publicará El compromiso del creador (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores)

España .- Paro , precariedad y desánimo.



Cinco claves que enfrían el optimismo sobre el empleo

 

Pese a que en 2014 se han creado 368.800 empleos, en el cómputo global de la legislatura se han destruido 648.200. Además, el poco empleo que se crea es precario y mal pagado. A este ritmo no se recuperará el nivel anterior a la crisis hasta 2028.

JORGE OTERO Madrid 23/10/2014  
El Público

 



 

Los datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA), la auténtica radiografía del empleo en España, apuntan una leve mejoría de la situación. Pero si se miran con una perspectiva global y se toma como referencia la llegada de Rajoy a La Moncloa, el margen para el optimismo se reduce de forma significativa.
Pero excluyendo esa referencia temporal, tampoco se pueden echar las campanas al vuelo: es cierto que en los últimos meses se ha creado empleo (368.800 empleos en lo que va de año), pero casi todo precario; baja el número de parados, pero no todos encuentran trabajo: no son pocos los que ya se han rendido y han desistido de buscarlo; el paro de larga duración no deja de crecer y el ritmo de creación de empleo es desesperantemente lento después de que durante seis años, entre 2008 y 2013, se destruyera a un ritmo vertiginoso. La recuperación aún está muy lejos, por mucho que el Gobierno se empeñe en transmitir lo contrario y hasta se atreva a dar por zanjada la crisis a finales de 2015.
Estos son algunos datos que no invitan al optimismo.

01. Cunde el 'efecto desánimo'

De la última EPA se puede deducir que cerca de un 22% de las personas que han dejado de figurar como parados en las estadísticas oficiales en el último trimestre lo ha hecho porque simplemente ha dejado de buscar un trabajo o ha emigrado a otro país. Las cifras cantan: entre julio de septiembre de este año 195.000 personas abandonaron la cola del paro, pero sólo se crearon 151.000 empleos. Esa diferencia, 44.000 personas, se corresponde exactamente con el descenso de la población activa (los que tienen o buscan un empleo): en el segundo trimestre de este año había 22.975.900 activos mientras que tres meses después son 22.931.700. No todos los que dejan de estar parados encuentran un trabajo. Según el sindicato Comisiones Obreras (CCOO),  "el 47% del menor desempleo se explica porque hay menos personas buscando empleo".
Teniendo en cuenta los ocupados, los parados y los activos en diciembre de 2011 (23.440.300 activos) y en septiembre de 2014 (22.931.700 activos), 507.800 personas han sido expulsadas del mercado laboral español en los últimos tres años: han dejado de buscar trabajo o se han ido a buscarlo a otro país (hace un año eran 369.000 personas en esa situación). La tasa de paro baja, pero ello se debe a partes casi iguales tanto al aumento del número de ocupados como al número de personas que deja de buscar un trabajo. Al llegar Rajoy al poder la tasa de paro estaba, con la nueva metodología contable aprobada este año, en el 22,56%. Hoy esa tasa sigue por encima: 23,67%. 
Hagan las cuentas.

02. Precariedad

La reforma laboral que el PP aprobó en febrero de 2012 está fracasando en su objetivo declarado de acabar con la temporalidad y fomentar la contratación indefinida. La EPA es cristalina en ese sentido: el total de asalariados con contrato indefinido bajó entre julio y septiembre en 26.700 personas, mientras que el de asalariados con contrato temporal subió en 122.400. La tendencia se repite desde hace tiempo. En octubre de 2014 hay 263.600 trabajadores menos con contrato indefinido de los que había en diciembre de 2011. En cuanto a los temporales, estos también han bajado en 172.300, un ritmo de bajada inferior. Lo que sí ha crecido de forma notable son los trabajadores a tiempo parcial: 166.000 más. A la par, también hay menos personas trabajando a jornada completa, en concreto 369.400 menos que hace tres años.

03. Sin solución al paro juvenil

El desempleo entre los menores de 25 años sigue creciendo: 27.000 parados más entre julio y septiembre, un período en el que se supone que muchos de ellos encuentran algún empleo aunque sea por unas pocas horas. Ahora son 867.000 los parados de esa edad. En cualquier caso, no parece haber solución para el paro juvenil cuya tasa se sitúa en el 52,38%. Curiosamente la tasa ha bajado, pero ello se debe a que ha crecido mucho más el número de jóvenes que buscan un empleo: 73.700 en los últimos tres meses.

04. Paro de larga duración

Este problema se agrava con el paso del tiempo, dado que el ritmo de creación de empleo en 2014 es mucho menor del de destrucción en los años anteriores. CCOO  apunta que casi 3,5 millones de personas, el 62% de los desempleados, son parados de larga duración. El número de personas que llevan más de dos años en paro ha crecido en 162.000 en el último año, hasta llegar a los 2.343.600 parados. El drama se acrecienta si se mira el número de hogares con todos sus miembros en paro: 1.789.400 hogares.

05. 648.200 empleos destruidos

Aunque la evolución del empleo en los últimos meses ha sido la más positiva desde que se inició la crisis —en lo que va de 2014 hay 508.100 parados menos y se han creado 368.800 empleos más— todavía hay más desempleados de los que había al llegar el PP al poder en diciembre de 2011. En concreto, según la EPA, hay 140.400 parados más que en diciembre de 2011. Sin embargo, el dato más fiable, el que da la medida de las cosas, es el de la destrucción del número de empleos: 648.200 en tres años, y eso descontando los que se han creado en 2014. A este ritmo necesitaremos 13 años más para recuperar los niveles previos a la crisis, a finales de 2007.

miércoles, 22 de octubre de 2014

PP. PSOE UPD CIU a favor del TTIP . ( VIDEO)




PP. PSOE UPD CIU a favor del TTIP . ( VIDEO)


Gracias a documentos filtrados por la plataforma Fíltrala y Wikileaks tenemos suficiente información para afirmar que estos cuatro partidos se han unido para inutilizar definitivamente el Parlamento. Si no paramos sus planes va a dar igual a quien votemos.





 Video.... ver..

lunes, 20 de octubre de 2014

El masacre de los kurdos sirios


     

    Kobani : la caída del Stalingrado kurdo

    20 oct 2014
     
      Público.es

     Nazarin Armanian
    “Kobani no es una prioridad de EEUU”, aclara John Kerry para disipar dudas de quienes (incluso los propios kurdos) aún confunden al Gobierno de EEUU y sus marines con los hermanos de caridad que se desviven por salvar a los oprimidos del mundo.
    La capital del Kurdistán sirio y símbolo del experimento del Gobierno izquierdista del Partido de la Unión Democrática (PUD) —próximo al Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), Kobani y sus consejos populares— ha caído en pedazos después de varias semanas resistiendo, desde que el 16 de septiembre fuese asediada por los terroristas del Estado Islámico (EI), provocando la muerte de cientos de civiles, y la huida de la mayoría de los 45.000 de sus habitantes.
    Sin acceso a alimentos ni atención sanitaria, los kobaníes aterrorizados no recibieron ayuda ni de una inútil ONU ni de los estados que podrían haber recurrido a la doctrina de Responsabilidad de proteger “R2P”, que le sirvió a la OTAN para atacar a Libia.  Aquí, no es ningún secreto que  los mercenarios del EI,  que carecen de una sede “presidencial”, un cuartel general, ministerios, cadenas de tele o aeropuertos, reciban avisos y huyan antes del inicio de los bombardeos de la aviación de EEUU (¿por eso ningún centro vinculado a los intereses de las potencias occidentales ha sido atacado, hasta hoy, por el EI?).
    Las bombas caen sobre las posiciones de la guerrilla kurda, las viviendas o las infraestructuras de la zona (la última, una refinería) para trasladar Siria a la “Edad de Piedra” como se hizo con Irak y Libia, dos estados fuertes árabes.
    La caída de Kobani (significa “Unión”, por la alianza de dos tribus kurdas que fundaron la urbe, que alberga milenarios monumentos asirios y armenios) es un duro golpe psicológico al movimiento progresista kurdo.
    Kurdos de derecha y de izquierda
    Es hora de matizar el concepto del “pueblo kurdo”, —como grupo étnico de 30-40 millones de personas repartidas entre varios países y unidas por un sentimiento de pertenencia y lazos históricos—, y tratarle como cualquier sociedad que sufre una encarnizada lucha de clases,  aunque pese a los defensores fanáticos del “mítico” pueblo kurdo para exigir responsabilidad de una parte de la tragedia que sufren los kurdos de a pie,  a las élites que les guían, a veces hacia el infierno de las batallas suicidas.
    Desde la Segunda Guerra Mundial ha habido tres zonas autónomas kurdas: la República de Mahabad, dirigida por los marxistas en Irán en 1946, y que fue aplastada duramente por las tropas del Sha; la Región Autónoma Kurda (RAK), instaurada en Irak desde 1991 amen a la agresión militar de EEUU y sus socios, y gestionada por las fuerzas derechistas y feudales; y la zona autónoma de los kurdos de Siria, creada en 2012 a partir de una jugada estratégica de Bashar al Assad,  y liderada por el PUD, quien ha instalado un interesante e incipiente sistema político de democracia popular directa.
    Quizás la peor parte de esta compleja y dolorosa lucha se la han llevado los kurdos de Irak, que, además de ser perseguidos por los gobiernos del “nacionalismo árabe”, han tenido que soportar, desde hace décadas, las consecuencias de los tejemanejes de las familias Barezani y Talibani, dos clanes dirigentes kurdos, que, en sus ansias de convertirse en cabeza de ratón que no cola de león, vendieron su alma a EEUU (mientras éste bombardeaba durante años a los civiles árabes iraquíes), y a las potencias y fuerzas más reaccionarias de la región.
    Su última hazaña ha sido aprovechar el avance del EI sobre Irak para hacerse con el control de varias ciudades del norte del país, e incluso utilizarle de mediador para vender su petróleo a Turquía e Israel, justo cuando las atrocidades que el Califato cometía contra las minorías religiosas izadíes y cristianas ocupaban los titulares de la prensa mundial.
    Masud Barezani, el presidente millonario de la oligarquía engordada por la renta del petróleo y la ingente ayuda de occidente, aprovechando esta situación iba a declarar la independencia de la RAK de Irak, pero hoy, con el aumento del conflicto, estará pensando en cómo evitar la destrucción de su feudo.
    Erdogan pierde en casa y en el Consejo de Seguridad
    Los disturbios, en protesta por la inacción de Ankara ante el avance del EI y la matanza de los kurdos de Siria, que dejaron una treintena de muertos en el sureste de Turquía, amenazan el proceso de paz iniciado entre Tayyeb Erdogan y Abdullah Öcalan, el líder del PKK, ya que muchos de los líderes kurdos de Turquía son de Siria (además de ser alauíes).
    Los manifestantes pedían habilitar un corredor de seguridad hasta Kobani —situada a pocos kilómetros de la frontera turca—, y armar a sus combatientes, que luchan contra el Estado Islámico. Eso es pedir peras al olmo: acabar con Kobani ha sido un objetivo de Erdogan.  Se ha librado del PKK en aquella zona sin mancharse las manos de sangre.
    Ante las peticiones de “salvar Kobani” del PUD, las condiciones ofrecidas por Ankara no tienen desperdicio:
    - Que abandone la idea de autodeterminación y rompa con PKK.
    - Que se una a la lucha por derrocar a Bashar al Assad.
    - Que integre las Unidades de Protección Popular, su brazo armado, en el Ejército Libre de Siria.
    - Que permita a las tropas turcas gestionar la seguridad de la zona kurda de Siria, controlando las entradas y salidas de las personas (¿o de los militantes del PKK?). O sea, crear una segunda Gaza.
    Obviamente, Erdogan lo que pretende es la abdicación del PUD, destruir al PKK en Siria y así sacar ventajas en sus negociaciones con la izquierda kurda de Anatolia. ¡Está induciendo al PKK-PUD al suicidio político! Además, con una mentalidad y actitud así, ¿qué iba a ofrecer al PKK a cambio de que dejara la lucha armada?
    Propuestas estériles para ser rechazadas y para que el mandatario turco pudiese seguir respaldando a su criatura del EI, que al puro estilo de las Yeni Cheri, “Fuerzas Especiales Otomanas”, arrasan pueblos enteros en su camino.
    Ankara también ha ofrecido otras condiciones imposibles de realizar a la OTAN, a cambio de unirse a la “Coalición antiEI”: crear una zona de amortiguamiento terrestre y otra de  exclusión aérea en el territorio sirio y eliminar a Assad, lo que significa nada menos que una declaración de guerra a Damasco (¡y a Irán!).
    La negativa de la OTAN se debe a que, en este momento,  la prioridad de Obama es acabar con el programa nuclear de Irán, y no aumentar la desconfianza de Teherán hacia las verdaderas intenciones de Washington de volver a militarizar Irak. Que no consiguiera ocupar el sillón del miembro no permanente del Consejo de Seguridad en favor de España —el socio fiel de EEUU— fue un duro castigo a este socio díscolo de la OTAN .
    Erdogan corre el riesgo de enfrentarse a una nueva ronda de la guerra contra el PKK y en la propia Turquía. Aunque también existe la posibilidad de que  Öcalan, que lleva 15 años en prisión, y que ha renunciado al marxismo y a la independencia, pida a sus adeptos mantener la calma. Está por ver la capacidad de “desobediencia” a Apo de aquel sector del PKK que cuestiona las “concesiones casi unilaterales” del divinizado líder kurdo. También existe la posibilidad de que estas protestas hayan sido organizadas por quienes desean ver roto el diálogo kurdo-turco y de cómo Öcalan se degrada en la Alcatraz turca.
    El PKK se encuentra en un callejón: si vuelve a las armas, perderá el poco apoyo internacional del que goza, si no lo hace, será su fin político.
    Los gobernantes turcos que detestan al Partido de los Trabajadores  kurdos mantienen magníficas relaciones con el Gobierno derechista de la ARKI: el aroma de petróleo y gas, y encima baratos, disipa cualquier tensión étnica.
    Irán, pragmático y amenazado
    Teherán, por su parte, mantiene buena y activa amistad con los kurdos de Irak, respalda a los kurdos sirios (por ser enemigos del EI) y, mientras persigue a PJAK (Partido de Vida Libre del Kurdistán), la rama del PKK,  autoriza, por primera vez en tres décadas, una manifestación kurda en solidaridad con  Kobani.
    Israel celebra la desintegración de Sudán, Siria, Irak, Libia y Yemen, esperando que este proceso alcance a Irán, país con una veintena de grandes grupos étnicos (azeríes, kurdos, baluches, turcomanos y árabes, ente otros), que viven sin ningún tipo de autonomía político-administrativa, siendo caldo de cultivo de tensiones étnicas. El mismo Israel que en 1999 contribuyó a la detención del entonces marxista Abdullah Öcalan en Kenia, ahora apoya un Estado kurdo independiente (si es de extrema derecha, mejor).
    El mapamundi de la Segunda Guerra Mundial, que empezó a sufrir cambios tras la desintegración de la Unión Soviética, sigue cambiándose a golpe de guerras, y en ésta, todo el mundo echa leña al fuego, enviando armas a los implicados, sin que nadie proponga un plan de paz, evitando masacres de pueblos enteros.
     Bienvenidos al nuevo laberinto pantanoso de Oriente Próximo y a un inexistente país llamado Kurdistán.

    Los kurdos de Kobané .



     
    Los kurdos sirios asediados
    Kobané, la víctima de gran juego turco

    Orient XXI

    Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

    En las últimas veinticuatro horas la coalición dirigida por Estados Unidos ha multiplicado los bombardeos contra la Organización del Estado Islámico (OEI) que está atacando la ciudad kurda siria de Kobané. Sin embargo y a pesar de la defensa encarnizada de sus defensores, la ciudad podría caer, tanto más cuanto que Turquía bloquea férreamente su frontera, a pesar del riesgo de que su intransigencia haga fracasar las negociaciones entre el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) y Ankara.

    La larga duración del conflicto sirio se explica por la diversidad de actores implicados, pero también por su imbricación en unas lógicas nacionales, regionales e internacionales contradictorias en relación con unas potencias exteriores aliadas que les financian o respaldan: Occidente contra China y Rusia, Turquía y el Golfo contra Irán, Iraq (chií) e Hizbolá. Además del enfrentamiento entre el régimen y el Ejercito Libre Sirio (ELS), nuevos grupos armados, que apoyan a cada uno de los proyectos territoriales rivales, tratan de controlar partes del territorio sirio.

    Uno de esos actor, que desde 2012 se volvió fundamental en el escenario sirio, parecía haberse retirado del juego: los kurdos de Siria. Escasamente implicados en los cálculos estratégicos y geopolíticos de la potencias beligerantes, los kurdos sirios parecían «mantenerse al margen» desde hace casi dos años. A pesar de la ausencia de un apoyo declarado al margen de las redes sociales propias dominadas por el Partido de la Unión Democrática (PYD) cercano al PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), sin embargo se libraron rápidamente de la tutela de Damasco sin integrase en otras coaliciones o fuerzas militares contrarias al régimen (Coordinación Nacional Siria, Coalición Nacional de las Fuerzas de la Oposición y de la Revolución, Frente Islámico, Frente de Liberación Islámica).

    Una región autoadministrada


    El papel de Turquía, que apoya a los rebeldes sirios del CNS desde 2011, lo mismo que los movimientos más radicales con el alargamiento del conflicto, ha sido primordial en este rechazo de los kurdos de la coalición (CNS y después Coalición Nacional de las Fuerzas de la Oposición y de la Revolución, CNFOR). Desde el inicio del conflicto Ankara siempre ha maniobrado para marginarlos, privarlos de recursos y hacerlos vulnerables. Sin embargo, rápidamente supieron aprovecharse de la guerra civil para poner en marcha su propio proyecto político y territorial: una región autoadministrada llamada Rojawa, compuesta por tres cantones autónomos: Afrin, Kobané y Djezireh. Ayudados por los kurdos turcos tanto para establecer su propia administración como para crear las milicias de autodefensa, el paso dado por los kurdos tenía todo para desagradar al poderoso vecino del norte que solo podía constatar su incapacidad para influir en el caso sirio.

    Ankara lleva tiempo actuando en la sombra para destruir el proyecto kurdo, precisamente porque es una concretización de las ideas del  PKK, su enemigo hereditario. Y con la anunciada caída de Kobané y la erradicación del conjunto del cantón ha quedado muy claro que Turquía ha jugado la baza yijadista para limpiar el norte de Siria de la presencia kurda.

    Antes del asedio solo denunciaban esta esta estrategia los miembros del Partido de la Unión Democratica (PYD) que regularmente denunciaban la implicación turca en varias de las batallas que los kurdos libraban contra los yihadistas a lo largo de la frontera sirio-turca. El padrinazgo de la Unidades de Protección Popular (YPG) del PYD y la proximidad ideológica entre el PYD y el PKK seguramente podían hacer sonreír a los observadores extranjeros que tenían tendencia a interpretar estas supuestas «pruebas» como el resultado de una manía obsesiva de los luchadores turcos que todo lo analizan a través del prisma antiturco. La sistemática aversión del PKK a Ankara y, por consiguiente, la desconfianza de la que es objeto esta organización (a la que Occidente considera «terrorista») contribuyeronsin duda  durante un tiempo a minimizar, hablando mediáticamente, el papel de Ankara en el avance yihadista en el norte de Siria.

    Colusión con los yihadistas
    Hay muchas pruebas de la benevolencia de Ankara hacia los yihadistas. Desde 2012 los kurdos de Djezireh se quejaban de las facilidades que se les daban a estos combatientes para atravesar la frontera turco-siria en ambos sentidos. Los años siguientes demostraron que los cada vez más numerosos yihadistas se beneficiaban de servicios y de redes de ayuda financiera eficaces del lado turco. Durante los violentos combates de Sarikaniye en 2013 incluso acudían en su ayuda vehículos turcos.

    A partir de 2013 los combatientes yihadistas se internacionalizan. Frente a las milicias kurdas, cada vez se encuentran menos sirios enrolados en el Estado Islámico de Iraq y del Levante (ISIS), aunque hay marroquíes, libios, iraquíes, chechenos y paquistaníes. Una parte de los miembros del ISIS ha transitado por Turquía, como siguen haciendo los yihadistas europeos que van a Siria y se benefician en el lado turco de todas las facilidades para lanzarse a la Yihad. En los encuentros que tuve con los representantes del cantón de Djezireh me enseñaron los pasaportes recogidos a las víctimas yihadistas durante las diferentes batallas en Sarikaniye (verano y otoño de 2013): poco eran sirios.

    La dejadez y complacencia de Ankara salieron a la luz cuando cientos de combatientes yihadistas tomaron la ciudad armenia de Kessab en marzo de 2014. Y es que los combatientes habían llegado a esta ciudad fronteriza desde la provincia turca de Hatay.  La casi toma de la Kobané por parte de los yihadistas ha estado facilitada recientemente por el bloqueo de Turquía, que cerró su frontera, lo que impidió esta vez que cualquier refuerzo turco acudiera a defender la ciudad por el norte en el momento más crítico. Se comprenden mejor los silencios de Ankara y las dudas respecto a su participación en la coalición internacional contra la Organización del Estado Islámico (OEI).

    Un cantón estratégico
    Kobané es estratégico para los kurdos. Es el cantón central de tres territorios que, si se unieran, podrían constituir a largo plazo un Kurdistán autónomo viable en Siria. Eso es precisamente lo que quiere evitar Ankara. El PKK y los YPG, por el contrario, deben demostrar que pueden defender las zonas con población kurda. Han basado su legitimidad sobre ese punto y todavía no en las urnas. La pérdida del cantón (ya efectiva) y de su cabeza de distrito sería un duro golpe para los kurdos, incluso una tragedia. Se trataría de un revés terrible que marcaría las conciencias kurdas, pero esta pérdida no sería una desilusión política. Como en la guerra de Yugoslavia, acabamos de asistir a un nuevo episodio de limpieza étnica que acompaña a cada avance del OEI en las zonas que no son de mayoría sunní. Otro golpe grave al proyecto autonomista kurdo (Rojawa pierde uno de sus tres cantones) es la geografía de toda una zona de poblamiento que podría ser borrada. Después de Djebel Sinjar en Iraq, territorio refugio de los kurdes yezidis, la bolsa kurda de Kobané es el segundo espacio comunitario que corre peligro de desaparecer. El siguiente podría ser el cantón de Afrin, que tiene la misma configuración geográfica que Kobané: está enclavado en medio de un entorno árabe y es limítrofe de Turquía. El cantón de Djezireh, por su parte, parece más difícil de tomar. Al tener una frontera con el Kurdistán iraquí, este territorio se podría defender mejor gracias a los refuerzos enviados desde el lado iraquí, sobre todo después de que el PKK volara a ayudar a los kurdos de Iraq, en Shingal y Makhmur, durante la ofensiva de la OEI en agosto de 2014.

    La lejanía de Damasco y el desmembramiento de los grupos rebeldes han contribuido al éxito del proyecto kurdo. Pero la cercanía de Turquía y la emergencia, tras sus victorias en territorio iraquí, de la OEI, han modificado totalmente el equilibrio de fuerzas que había permitido entre 2012 y 2014 un cierto statu quo en el norte de Siria. Desde septiembre de 2014 los kurdos de Siria, sin ningún apoyo exterior, no parecen ser capaces de poder defender su proyecto frente a los yihadistas fuertemente armados y a la complacencia turca respecto a ellos.

    Una victoria más simbólica que estratégica
    Contrariamente a lo que informa muchos medios occidentales, la pérdida del cantón de Kobané y la subsiguiente limpieza étnica con la huida de más de 300.000 personas no representa una toma estratégica para la OEI. Al contrario que el cantón de Djezireh, el de Kobané no posee ninguna riqueza natural comercializable. Ni siquiera tienen una posición estratégica: la OEI no necesitaba en absoluto controlar esta gran población agrícola para abrirse una ventana hacia Turquía, ventana que los yihadistas tienen desde hace tiempo gracias al control de la zona fronteriza al este y al oeste de Tell Abyad (parte septentrional del gobernorado de Raqqa). Y es precisamente a lo largo de estos casi 150 km de frontera común donde se efectúan los tráficos de mercancías y el paso de combatientes. En efecto, los yihadistas promueven la expansión territorial con el objetivo de crear  un gran califato. Pero el Rojawa, un proyecto laico, multiétnico, en el que tienen cabida las mujeres y de inspiración democrático, supone una traba para ese propósito. Sin duda Kobané no es estratégico para la OEI sino simbólico: lo que buscan los yihadistas es una victoria sobre los kurdos del PKK, un movimiento que hasta el momento casi siempre les ha vencido en el terreno militar.

    En cambio, a Turquía le convendría la victoria de los yihadistas en Kobané por más de una razón. En efecto, aunque Turquía se presentaba como la gran perdedora del conflicto sirio, parece tener finalmente en sus manos las bazas de su supremacía futura en el norte de Siria: las victorias de la OEI sobre los kurdos sirios no pueden sino confortar a Turquía, que busca cualquier pretexto para una intervención en Siria con el fin de instaurar ahí una zona tampón que le permitiría cerrar sus fronteras a los refugiados sirios y mantener alejados a los kurdos del PKK. La supremacía de los yihadistas en su frontera meridional le daría todos los pretextos para una intervención (cuando lo deseara y a condición de que Estados Unidos ablande su postura) como es debido, que esta vez se podría hacer con la aprobación de la coalición internacional. Sin duda Turquía seguirá jugando a su manera la carta yihadista en su guerra con Siria, carta doblemente ganadora: podría ofrecerle un derecho de invasión y aniquilar toda esperanza kurda de crear un proyecto político-territorial bajo influencia del PKK. Tanto si entra Turquía en su territorio o, peor, si deja hacer, un poco más, a la OEI, el proyecto kurdo de Rojawa corre peligro de terminar dentro de muy poco y de echar a los caminos a más de un millón de refugiados kurdos y cristianos.

    Unas críticas muy comedidas
    Los kurdos, tanto de Turquía como de la diáspora, se sublevan precisamente frente a estos cálculos estratégicos. Haya hecho o no Ankara promesas a los kurdos (comprometiéndose a facilitar el establecimiento de un corredor sobre su territorio que habría permitido llevar armas y refuerzos), las consecuencias sobre el escenario político turco de la tragedia de esta ciudad podrían firmar el fin del proceso de paz iniciado entre el gobierno turco y el PKK. El riesgo entonces sería que se reiniciara el conflicto en territorio turco. Sin embargo, las organizaciones kurdas en Turquía (Partido por la Paz y la Democracia, BDP, Partido Democrático del Pueblo, DEHAP) e incluso el PYD, que sigue siendo bastante mesurado en estas críticas al poder turco, no parecen querer romper totalmente el diálogo con Turquía. Romper el embargo por medio del diálogo y la presión de la opinión pública podría ser una solución para tratar de salvar Kobané, si no es ya demasiado tarde. En todo caso, la movilización de los kurdos en Turquía y en el mundo (que ha obligado a los aviones de la coalición a intensificar sus ataques en torno a Kobané en apoyo de los combatientes  kurdos) ya es un grave revés para el poder, obligado a partir de ahora a mostrar su verdadero rostro.

    Así, las alianzas y los cálculos personales de los actores externos del conflicto sirio se vuelven cada vez más contradictorios con algunos de los objetivos declarados y a las poblaciones locales cada vez les parecen más cínicos. Francia en su política de «todo excepto Bachar» apoya a partir de ahora a Turquía que, aunque es miembro de la OTAN y miembro tardío de la coalición internacional contra la OEI, sigue jugando explícitamente la carta de los yihadistas para aniquilar el proyecto kurdo. Ankara trata de negociar su compromiso en la guerra contra la OEI a cambio de la posibilidad de utilizar a su manera a Siria como un glacis defensivo limpio del PKK o a cambio de la garantía de llevar sus aliados y tropas hasta Damasco. París, ya inclinado a apoyar las posturas de países del Golfo como Arabia Saudí, matriz ideológica y financiera del yihadismo salafista, parece querer entrar en este juego que, al final, costará caro en vidas humanas y en gestión de los flujos de refugiados. Cuando el gobierno francés parece tan preocupado por sus candidatos a la yihad, ¿como puede todavía seguir en esta vía en la que los objetivos declarados ya no coinciden con los cálculos personales y los beneficios que se buscan?

    Cyril Roussel es doctor en Geografía, investigador del Instituto Francés de Oriente Próximo en Amman. En Siria entre 1997 y 2005, y en Jordania desde 2010, está investigando actualmente en las fronteras entre Siria e Iraq. Más particularmente, trabaja sobre los movimientos y la circulación de mercancías y de personas, los procesos de construcción territorial en curso y las dinámicas transfronterizas.
    Fuente: http://orientxxi.info/magazine/kobane-victime-du-grand-jeu-turc,0719


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    viernes, 17 de octubre de 2014

    9-N en Cataluña , el pucherazo político.



    Locales, urnas y panderetas
    El Gobierno actúa a favor de una parte de la ciudadanía y en contra de la otra, y pierde la neutralidad que le es exigible
    Francisco Morente Valero 
      El País
    Habrá locales, urnas y papeletas, dijo el president en su comparecencia del martes pasado. Así que ya sabemos lo que se prepara para el 9-N: locales abiertos, urnas de cartón y montones de papeletas con la inefable doble pregunta encadenada. Ninguna sorpresa. En este país llevamos meses machacando con que democracia es votar. Punto. Qué se vote, quién vote, bajo qué amparo legal y cómo se ejerza ese derecho parecen ser cuestiones irrelevantes. Aquí se trata de votar, aunque la forma de hacerlo recuerde más la charanga y pandereta que se suele atribuir a España que la seriedad y la feina ben feta con las que nos solemos autorrepresentar los catalanes.
    La nueva jugada de Artur Mas deja algunos mensajes inquietantes. El primero, evidentemente, es su concepción de la democracia. Prescindir de los procedimientos y las garantías de control y transparencia propios de los procesos electorales democráticos dignos de ese nombre con el solo objetivo de colocar las urnas y que se vote nos acerca peligrosamente a los países que usan urnas y votos para sustentar a los sátrapas que los gobiernan.
    Ciertamente, el mismo Artur Mas ha dicho que el resultado (¿podía ser de otra manera?) no tendrá validez jurídica, pero hay poca duda de que tendrá efectos políticos, y puede que de notable importancia. A nadie se le oculta (aunque el president sí hace todo lo posible por camuflarlo) que no estamos ante una verdadera consulta ni ante un acto realmente electoral. Lo que se ha puesto en marcha es, simplemente, una nueva acción de propaganda y agitación política, una continuación de la V por nuevas vías.
    Y ese es el segundo mensaje inquietante que se nos ha enviado. Hasta ahora se había procurado aparentar (porque era solo apariencia) que la movilización soberanista de los últimos años surgía de la base, del pueblo, y era canalizada por la llamada sociedad civil, materializada en la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural. En esa interpretación, los dirigentes políticos, y muy especialmente el Gobierno convergente, no tenían nada que ver con el impulso de la movilización, limitándose a seguir los pasos que el pueblo ordenaba. Hasta el punto de que, cuando se planteaba la posibilidad de desobedecer al Tribunal Constitucional, se argüía que, de hacerlo, no se estaría realmente ante un acto de desobendiencia a las leyes sino de obediencia a lo que el pueblo catalán había decidido.
    Ahora ya no hace falta seguir disimulando. La campaña de propaganda y agitación pasa directamente al Gobierno de la Generalitat
    Ahora ya no hace falta seguir disimulando. La campaña de propaganda y agitación pasa directamente al Gobiernode la Generalitat. Lo que organizado por la ANC sería una convocatoria legítima de ejercicio de los derechos civiles, orquestado por el Gobierno pasa a ser un acto de división de la sociedad catalana.
    El Gobierno actúa a favor de una parte de la ciudadanía y en contra de la otra. Pierde la neutralidad exigible a la Administración en cualquier acción que tenga que ver con la manifestación de la voluntad de los ciudadanos mediante el voto. Y, lo que no es menos grave, pone los recursos públicos (es decir, los impuestos de todos) al servicio de una causa partidista. Con la (no)convocatoria del nuevo 9-N, el Gobierno rompe las reglas del juego y, de paso, deja en evidencia a quienes ingenuamente (o no) lo han acompañado durante estos últimos meses.
    Algunas fuerzas políticas descubren ahora que han sido utilizadas. Que Artur Mas utiliza medias verdades que acaban siendo mentiras. Que el president jamás se planteó seriamente poner las urnas de verdad el 9 de noviembre; que todo era una estrategia para dotar de transversalidad al proceso, reforzar su figura, capear el malestar social por los brutales recortes que su Gobierno viene aplicando desde 2010, y, llegado el momento, plantear un trágala a sus socios en el que todos pierden menos él y su partido.
    ICV-EUiA y la CUP han quedado en absoluta evidencia, mientras que ERC se ve ahora en la tesitura de tener que escoger entre retirarle el apoyo parlamentario (dándole a Mas la excusa para apoyarse en otras fuerzas para acabar la legislatura) o aceptar a regañadientes la Gran Lista Patriótica con la que Mas salvaría su carrera, mantendría la presidencia, atajaría la sangría electoral de su partido y evitaría el sorpasso republicano.
    Que su socio de Gobierno y líder de la oposición tenga que tragar quina no es algo que nos preocupe a muchos. Sí lo hace ver el triste papel de los dirigentes de una fuerza que se dice heredera del partido que representó el antifranquismo y el catalanismo más transversal y popular. El batacazo que les vaticinan las encuestas seguramente no es ajeno a esa percepción y al hecho de que muchos de sus electores no hayan entendido su presencia en determinadas fotos. Falta de estética, sin duda. Pero no solo eso.
    Francisco Morente es profesor de Historia Contemporánea en la UAB

    El mito de la Cataluña progresista







    El mito de la Cataluña progresista
    En Cataluña nos caracterizamos por tener unos valores que podríamos definir como de izquierdismo no practicante
    Lluís Orriols 18 OCT 2014  

    El País .
    Cataluña es una de las regiones más progres de Europa. O al menos eso nos dicen las encuestas. Según éstas, apenas uno de cada diez catalanes admiten abiertamente ser de derechas, una proporción tres veces por debajo de la media europea. Y es que, en Cataluña, el término derecha sufre de una pésima popularidad. La gran mayoría de los ciudadanos tienden a evitarlo a la hora de definirse políticamente y suelen preferir presentarse como de izquierdas o, a lo sumo, de centro.

    Pero, ¿de verdad somos los catalanes tan progres como solemos afirmar? En realidad, hay motivos para pensar que nuestro izquierdismo es más de apariencia que de convicción. Por ejemplo, cuando se pregunta a los catalanes si estarían dispuestos a pagar más impuestos para, con ello, mejorar los servicios públicos, entonces, Cataluña se presenta como mucho más conservadora. Si lo comparamos con el resto de comunidades autónomas, los catalanes somos los que más nos definimos de izquierdas, pero a la hora de defender nuestro Estado del bienestar acabamos por debajo de la media española.

    En definitiva, en Cataluña nos caracterizamos por tener unos valores que podríamos definir como de izquierdismo no practicante. Tenemos una tendencia a refugiarnos bajo la etiqueta de izquierdas aun no comulgando con algunos de sus principios más fundamentales. ¿Por qué en Cataluña nos produce cierto reparo declararnos como de derechas? ¿Por qué aparentamos ser más de izquierdas de lo que realmente somos? Una respuesta nos la ofrece el politólogo de Oxford Elias Dinas. Según sus investigaciones, si los catalanes (al igual que los vascos) somos tan progreses porque los términos izquierda y derecha han acabado contaminados por el debate territorial e identitario de tal forma que el término “derecha” ha pasado a tener connotaciones antiautonomistas.

    En el debate público catalán se incurre demasiado a menudo en la siguiente secuencia argumental: ser españolista es de fachas y, como es sabido, los fachas son de derechas. Tal silogismo, sin duda tramposo, ha provocado que muchos acaben erróneamente considerando que definirse de derechas conlleva adoptar posiciones contrarias al catalanismo político. Es por este motivo que muchos catalanistas conservadores se muestran reticentes a presentarse ideológicamente como de derechas, pues esto podría acabar por interpretarse como un sentimiento de adhesión al nacionalismo español. Quizás sea por este motivo que Convergència incluya en el título preliminar de sus estatutos que es un partido ideológicamente “progresista”. O quizás esto también ayude a explicar por qué el auge del independentismo de los últimos años ha ido acompañado por un aumento de los catalanes que se definen como de izquierdas.

    La confusión entre los conceptos derecha y españolismo ha provocado algunas disfunciones importantes en el debate político en Cataluña

    La confusión entre los conceptos “derecha” y “españolismo” ha provocado algunas disfunciones importantes en el debate político en Cataluña. Quizás los principales damnificados de tal confusión son los partidos que se desmarcan abiertamente de la órbita del catalanismo político. Por ejemplo, Ciutadans nació con una clara vocación de ocupar el espacio de la izquierda no catalanista que, según sus fundadores, el PSC había dejado de representar tras encabezar el gobierno del tripartit en 2003. El izquierdismo originario de C's no solo se desprende de sus textos fundacionales sino también de su actual ideario, el cual asegura tener influencias del “socialismo democrático”. Aún asumiendo que C's se haya alejado de algunos de sus principios fundacionales, no hay duda de que el partido no se presentó a las elecciones catalanas de 2012 con un programa de corte conservador. Según los análisis de un grupo de investigadores de Deusto, el programa electoral de Ciutadans en esas elecciones era esencialmente de centro. Sin embargo, a pesar de sus manifiestos, de su ideario político y de presentarse a las elecciones con un programa moderado, la gran mayoría de los catalanes perciben a Ciutadans como un partido de extrema derecha.

    Algo muy parecido le ocurre al PP de Cataluña. Si bien los populares se presentan a las elecciones al Parlament con un programa electoral similar (o incluso más moderado) que a las elecciones al Congreso de los Diputados, los catalanes ven a este partido como mucho más conservador. Nada menos que el 70% del electorado catalán considera al PP de extrema derecha, un porcentaje que representa casi el doble que el resto de los españoles. Y es que los catalanes ven al PP más de extrema derecha que los franceses al FN de Le Pen.

    En definitiva, en Cataluña el nacionalismo ha contaminado la tradicional confrontación entre izquierda y derecha. Esta peculiar manera de entender el debate ideológico es particularmente dañina en un momento en que la cuestión nacional ha pasado a ocupar un primer plano en la agenda política. Para la buena salud de nuestro debate público, los catalanes deberíamos hacer un esfuerzo en intentar no confundir conceptos. Al fin y al cabo, no existe ninguna contradicción en considerarse españolista de izquierdas o catalanista de derechas. De lo segundo hay muchos, pero lamentablemente aún están por salir del armario.

    Lluís Orriols es doctor en la Universidad de Oxford y profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid