Escuelas bajo sospecha
Francesc-Marc Álvaro
Una maestra lo explicaba así: “Hemos llegado a tal absurdo
que un día, muy pronto, tendremos miedo de hablar de cualquier cosa de las que
salen en la tele y los periódicos, no sea que algún padre nos ponga una
denuncia”. La polémica sobre supuestos episodios de adoctrinamiento o delitos
de odio en escuelas catalanas puede tener un efecto nefasto sobre un factor
indispensable para poder educar: la libertad. Si se crea un ambiente tóxico de
sospechas y denuncias en torno a los colegios, los maestros irán a dar clase
como quien tiene que atravesar un campo de minas. Hay que decirlo con claridad:
hay sectores políticos, sociales y mediáticos que están jugando con fuego para
ver si así pasa (o parece que pasa) lo que llevan años diciendo que pasará. El
IES El Palau, de Sant Andreu de la Barca, ha sido puesto bajo los focos para
construir un determinado relato de la escuela catalana que, a su vez, permita
justificar eventuales medidas contra un modelo educativo y de convivencia que
ha demostrado su éxito.
Tuve la enorme suerte de estudiar toda la EGB en una escuela
donde la actualidad entraba por la puerta y por las ventanas con normalidad.
Fue en las postrimerías del franquismo y la transición. Mis maestros –que
tenían ideas políticas y no las escondían– nos hablaban con franqueza, pero
nunca nos adoctrinaron. Nos enseñaban a reflexionar, sin darnos una única
conclusión. Más allá, un hilo conductor: valores positivos y actitudes
constructivas. Por ejemplo: me dijeron y repitieron que era mejor solucionar
los problemas hablando que hacerlo a garrotazos. ¿Era eso adoctrinamiento? En
el aula, se hablaba de todo: de las huelgas, de las elecciones, del terrorismo,
de las guerras, de la contaminación, etcétera. Mis maestros tenían ideologías
diversas (desde el centroizquierda más moderado hasta el anarquismo) pero no
daban mítines en clase. Eso sí: abogaban por la responsabilidad, la libertad,
la paz y la tolerancia, y dejaban claro que la democracia y los derechos
humanos no son negociables. Todavía recuerdo aquellas clases. Allí me enseñaron
a pensar y a hacerlo críticamente, esto es con criterio. Con respeto, con
curiosidad, con método. Con ganas de comprender.
No puedo imaginar que la escuela no sea esta ágora abierta a
la actualidad. En la mayoría de centros se habla de las cosas que suceden en
el mundo, de las que son lejanas y de las cercanas a casa. ¿Podían las escuelas
y los institutos de Catalunya dejar de hablar de lo que ocurrió aquí el 1 de
octubre? No, claro. Fue un momento excepcional y se convirtió en noticia dentro
y fuera del país. Se piense lo que piense de las relaciones Catalunya-España no
se puede negar que los acontecimientos de aquella jornada provocaron muchas
preguntas entre los niños y adolescentes. La mayoría de maestros tuvieron claro
que debían acompañar un debate tranquilo, informado y respetuoso sobre todo
aquello, no podían esconder la cabeza debajo del ala.
Si en algún centro educativo ha habido algún episodio fuera
de lugar, lo que toca –ante todo– es solucionarlo dentro del ámbito escolar.
Como dice un buen amigo, que ha dirigido un colegio durante años, el sentido
común y la mesura son herramientas básicas cuando gestionas material sensible.
Ningún padre del IES El Palau expresó quejas a los maestros los días siguientes
al 1-O, fue pasados unos meses que algunas familias vinculadas a la sede de la
Comandancia de la Guardia Civil acudieron a determinados canales de televisión
para explicar una versión. A partir de ahí, se generó una polvareda judicial,
mediática y política, con grave vulneración de la presunción de inocencia de
los nueve profesores encausados por la Fiscalía.
Algunos dirigentes de Cs y el PP se han sumado al
linchamiento de los docentes. El martes, el secretario de Estado de Seguridad y
el secretario de Estado de Educación se desplazaron a Barcelona para reunirse
con los padres guardias civiles que dicen que sus hijos fueron “humillados” en
clase. Al mismo tiempo, el PP ha presentado una propuesta de resolución en el
Parlament que prevé la creación de un buzón abierto donde se admitirían
denuncias anónimas sobre supuestos adoctrinamientos de escolares. Esta
ocurrencia recuerda tanto el sistema inquisitorial que es evidente que, además
de perder votos el 21-D, la sucursal catalana de Rajoy ha perdido muchos kilos
de conocimiento. Por otra parte, no deja de ser peculiar que esta historia
aflore cuando se intensifica la pugna entre el partido naranja y los populares
sobre la gestión del 155, que Rivera considera demasiado blanda.
El Síndic de Greuges ha hecho saber que, a la luz de sus
investigaciones, no ve delito alguno en la manera de hacer de los maestros del
IES El Palau, tal y como aseguran la dirección del centro y los sindicatos. ¿A
quién beneficia este episodio? A los mismos a quien siempre ha molestado una
escuela catalana arraigada al país. Que son los mismos que se inventaron, hace
muchos años, un conflicto con la lengua y con la inmersión. “Roda el món i
torna al Born”, que diría Manuel Valls.
y ver ...
Luego vinieron a por el amarillo
Nota del blog .- Tampoco nos equivoquemos , esto no es franquismo , se ve que es democracia .............y ver ..
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