Los amos del gran capital español son extranjeros
Los fondos de inversión norteamericanos, y sobre todo el gigante
Blackrock, acudieron al desesperado llamamiento que el ministro Luis de
Guindos hizo en las principales capitales financieras y especialmente en
Londres y Nueva York
Los paquetes
accionariales de control de 19 de las 35 empresas que componen el IBEX
están en manos extranjeras, casi todas norteamericanas y en particular
del fondo Blackrock, el nuevo gran oligarca del capital español. Aunque
venía de antes, el desembarco masivo se ha producido en los últimos
años, en la era Rajoy. Y es inquietante. Porque esos fondos no tienen
vocación industrial o productiva alguna. El día que su inversión deje de
ser rentable se irán. Mientras tanto, la amenaza de que pueden hacerlo
convierte en decisivas las posiciones que han alcanzado en las mayores
empresas de nuestro país.
Un libro ( Ibex 35, una historia herética del poder en España)
describe con detalle y precisión el proceso que ha llevado a ese hecho
extraordinario y que en la UE solo tiene como parangón la colonizada
Irlanda y alguno de los países del Este, en los cuales no se llega sin
embargo a los niveles españoles.
El autor del texto, Rubén Juste, se remonta a la etapa
de los gobiernos socialistas para iniciar el relato de cómo ha cambiado
el panorama del poder económico español en los últimos 30 años. El
protagonismo de la “beautiful people” amparada por los gobiernos de
Felipe González en los años 80 y 90 del siglo pasado y particularmente
por su ministro de economía Carlos Solchaga fue el primer hito de la
sustitución por nuevos actores de la oligarquía de los 7 grandes bancos
que en el franquismo dominaba las grandes empresas.
A
partir de 1996, José María Aznar cambió significativamente esa
situación y creó un grupo de poder empresarial directamente vinculado a
él mismo y cuyos principales responsables le debían sus cargos. La vía
para lograrlo fue la privatización de las grandes empresas que hasta
entonces eran propiedad del Estado -Telefónica, Endesa, Argentaria,
Repsol, Tabacalera y otras- y el nombramiento como presidentes de las
misma de fidelísimos a Aznar. El ascenso de Miguel Blesa a la
presidencia de CajaMadrid, que sería el instrumento financiero principal
de los planes del presidente, fue un complemento imprescindible de la
operación.
En su segundo gobierno -2000-2004- Aznar
dio un paso más. Con su nueva ley del suelo y sus planes de inversión
estatal en infraestructuras elevó al olimpo empresarial a las grandes
constructoras, que se convirtieron en algunas de las mayores del mundo.
La irracional asunción de riesgos en el ladrillo por parte de las cajas
de ahorro, potenciada por el gobierno, dio el sustento financiero a esas
iniciativas. La gran corrupción, generalizada, nació de ese condumio
entre el poder político y los nuevos mandamases, no pocos de ellos
políticos hasta algo antes: la presencia de antiguos altos cargos de la
administración en los consejos del IBEX no dejó de crecer, aunque ya
había empezado en la etapa Solchaga.
José Luis
Rodríguez Zapatero no hizo nada significativo por modificar esa
situación. Los poderosos de la era Aznar siguieron teniendo el mismo
poder. Lo único relevante que hizo el presidente socialista fue elevar a
la condición de aliado sin reservas a Emilio Botín y a su todopoderoso
banco, el Santander. “Tienes mi apoyo y el de mi gobierno y, lo sabes,
el de toda la población”, le dijo un día. La relación de fuerzas en el
marco de la gran empresa no se modificó, y los amigos de Aznar siguieron
mandando. Y tampoco se cambiaron las políticas de Aznar,
particularmente las relativas al ladrillo.
Rajoy
llegó al gobierno en plena crisis y ésta se agudizó al poco tiempo de su
llegada. La dramática situación del sector financiero le obligó a
cargarse las cajas de ahorro -esa fue una de las condiciones que le
impuso Bruselas a cambio del rescate bancario- y sólo eso produjo
cambios importantes en la estructura del poder empresarial. Pero hizo
algo más: no poner impedimento alguno, incluso alentar abiertamente, a
que el capital financiero extranjero ocupara en las grandes empresas
españolas el espacio que muchos de sus grandes accionistas querían
abandonar porque preferían dinero en mano que seguir corriendo riesgos.
Así son no pocos de nuestros capitalistas.
Los fondos
de inversión norteamericanos, y sobre todo el gigante Blackrock,
acudieron al desesperado llamamiento que el ministro Luis de Guindos
hizo en las principales capitales financieras y especialmente en Londres
y Nueva York, que él conocía bien de su etapa como directivo de Lehman
Brothers. Felipe González también contribuyó animando a Carlos Slim a
hacerse con el emporio FCC y con Aqualia, la mayor distribuidora de
aguas de España. Y se dice que ahora el magnate mexicano tiene los ojos
puestos en Repsol.
Como resultado de esos
movimientos, en pocos años y a buen precio, los fondos extranjeros se
han hecho con participaciones de referencia o de control en 19 de las 35
empresas del IBEX, por no hablar del control prácticamente total que
las multinacionales extranjeras ejercen en las primeras empresas de
nuestro sector industrial y del creciente dominio de fondos
norteamericanos en el patrimonio inmobiliario heredado de las cajas de
ahorro o comprado directamente a algunos ayuntamientos, como el de
Madrid gobernado por Ana Botella. Casi siempre a precios de ganga. Ayer
mismo el BBVA, cuyo paquete de control está en manos de Blackrock, por
cierto, vendía al fondo USA Cerberus su patrimonio inmobiliario, nada
menos que 70.000 inmuebles.( Y el hijo de Aznar trabja en ella)
Las eléctricas Endesa,
Enagás o Iberdrola han pasado a manos extranjeras. Blackrock es el
primer accionista del Banco Santander y del BBVA. 5 de los 7 bancos del
IBEX tienen participaciones extranjeras de referencia. Blackrock está
también presente y casi siempre controla DIA, Merlin Properties,
Ferrovial, Repsol, Iberdrola, Telefónica, Mediaset, Acerinox y Aena.
CEPSA pertenece en su totalidad al fondo IPIC de Abu Dhabi.
Prácticamente lo mismo CLH, que monopoliza la distribución y el
almacenamiento de crudo. Iberia es una filial de bajo coste de British
Airways. La lista es aún más larga. En ella también figuran algunas de
las principales empresas del sector de medios de comunicación, con
Mediaset, Antena 3 y Prisa a la cabeza. Y podría crecer muy pronto. Las
grandes constructoras, todas ellas muy endeudadas, pueden estar en el
punto de mira de esos fondos.
Habrá quien piense que
es igual que intereses estratégicos tan decisivos para la economía
española estén en manos extranjeras. Se equivocará. Y más en un tiempo
en el que se consolida el nacionalismo económico, y no sólo en los
Estados Unidos de Trump. Las dudas sobre el futuro de las filiales
españolas de algunas multinacionales industriales, entre ellas la de
automóvil, son ejemplos de esos problemas. Que, además, se agravan si
los nuevos amos del IBEX 35 son fondos de inversión que pueden
perfectamente retirarse de España de un día para otro sin problema
alguno. O sea que por mucho que el gobierno alardee de éxito económico,
la realidad, sin hablar de la desigualdad social y del paro, es que
nuestra estructura presenta muy serias debilidades que un día podrían
costarnos caras.
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