jueves, 15 de junio de 2017

Los estibadores y el Estado fallido español .

 
 
 
 
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Cómo funciona la globalización
Deuda soberana y economía intervenida en el conflicto de la estiba



A veces, cuando hablan de la globalización, se piensa en películas de Hollywood o en personajes como Bill Gates, pero no en cosas como la estiba. Con frecuencia se desconoce cómo funciona económicamente la globalización, sobre todo, porque los grandes medios de comunicación no dedican espacio, ni tiempo a explicar estos entramados e intereses.Tomemos como referencia, por ejemplo, la compañía china COSCO Shipping Group que nos va a llevar hasta el conflicto actual en la estiba y en los puertos. La propia compañía asegura que posee una flota de 288 buques, de los cuales 84 tienen una capacidad de carga superior a los ocho mil contenedores de 20 pies por buque. Este grupo empresarial opera con una flota de unos 550 buques, con una capacidad total de carga de 30 millones de toneladas de peso muerto (TPM) en más de 100 puertos del mundo, según los datos que publicitaron oficialmente a finales del 2015. Seguramente esta compañía ha aumentado todavía más su capacidad en la actualidad.
Este grupo empresarial nació de la fusión de China Ocean Shipping Company (COSCO) y China Shipping Company (CSG) en febrero de 2016. La fusión fue obra de la presión del Gobierno de China durante 2015 para crear una empresa mundial de primer orden. Esta empresa estatal reduciría costes y, al mismo tiempo, controlaría casi en monopolio la salida de exportaciones masivas de China por mar. Teniendo en cuenta lo que Europa y otras regiones compran de esa “fábrica mundial” que es China, ese negocio es impresionante y le permite controlar los precios de exportación de los productos a transportar.
La entrada de COSCO Shipping Group en los puertos de España que ha empezado ahora no es la primera experiencia en Europa. En enero de 2016 el puerto del Pireo (Grecia) ya fue vendido al grupo COSCO Shipping Group. Inicialmente ese año el grupo pagó 280,5 millones de euros, para comprar el 51% de las acciones del puerto. Pasados cinco años, tiene derecho a ampliar al 67% su participación, abonando otros 88 millones de euros y con ello completaría la privatización de este puerto. El Pireo es el mayor puerto marítimo de Grecia y está incluido entre los diez mayores puertos de contenedores de Europa. También es el mayor puerto de pasajeros de Europa y uno de los principales a nivel mundial. En mayo del 2017 COSCO Schipping Group anunció un plan dentro de su privatización, que incluía la modificación de embarques y amarres para albergar cruceros mayores, así como el proyecto de un hotel de lujo y un centro de compras.
Aunque la privatización del puerto de El Pireo sigue adelante, los beneficios públicos que reportó su venta fueron escasos para Grecia. Los 280,5 millones de euros que pagó la empresa china por el Pireo fueron íntegramente a pagar la deuda del Estado griego, aunque ese monto solo equivalía a dos semanas de intereses de su deuda. Estas son las cosas que se negocian en los memorandos que firma el Gobierno de Tsipras con la Unión Europea y que no salen en grandes titulares. Así es como en el capitalismo de las deudas soberanas se vende y privatiza el patrimonio público de los pueblos y se generan nuevos mercados con la excusa de la austeridad.
Pero Grecia no es el único Estado que ha tenido que negociar sus deudas con la Unión Europea y China. Desde la época del presidente Rodríguez Zapatero el Gobierno de China ha estado comprando deuda soberana española. Los cálculos más prudentes y conservadores aseguran que China tendría como mínimo 41.000 millones de euros en deuda soberana española. Según esos cálculos, China sería el segundo país que ha comprado más deuda del Reino de España, por detrás de Francia. Por eso, todos los gobiernos españoles –tanto con el PSOE de Rodríguez Zapatero como con el PP de Rajoy– han visitado China para que ese país comprara deuda soberana y no se deshiciera de ella.
En mayo del 2017 el presidente Rajoy visitó China y presumió allí de la fortaleza de la economía española. Ahora viene el pago que ha hecho. Ahora mismo, en junio del 2017, COSCO Shipping Ports ha tomado el control de Noatum Ports, primer operador de terminales portuarias en el Reino de España. Tal y como hizo anteriormente en el Pireo, a la compañía china le ha bastado con comprar un 51% de su capital, por 203,49 millones de euros. Por el mismo precio la empresa china se ha quedado con las terminales de contenedores de los puertos de Valencia y Bilbao, además de las terminales ferroviarias de Madrid y Zaragoza, en su expansión económica por el Mediterráneo.
Esto es lo que estuvo negociando Rajoy en China. Esto es lo que aprobaron por real decreto, desde el Partido Popular y Ciudadanos hasta Unión del Pueblo Navarro y el Partido Nacionalista Vasco. Esto es también lo que estaba pidiendo entre líneas la Unión Europea: que España cumpliera con su economía intervenida. Por eso mismo, se puede afirmar que el Reino de España sigue siendo un Estado fallido desde el punto de vista técnico y económico.
Sin embargo, para que la empresa china se haga con el control había y hay un problema: quienes trabajan en la estiba. Los contenedores no se descargan solos: hace falta fuerza de trabajo, que va más allá de los memorandos del capital. Aquí es donde viene la presión mediática y política que se ha usado durante semanas para vilipendiar, denigrar e intentar someter a la clase obrera que trabaja en la estiba y las posteriores huelgas y luchas por sus derechos. Mientras tanto, las fuerzas y organizaciones políticas de oposición con cargos en el Congreso de los Diputados no parecen darse cuenta de la importancia y gravedad de los hechos y de lo que está en juego, no solo ahora, sino en el futuro.
Así funcionan la política y el capital en un mundo globalizado con países intervenidos de facto en esta Unión Europea. Termino con un recordatorio de algo que se ha olvidado en el lenguaje mediático y político actual: cuando en la estiba gritan “O todos, o ninguno”, no expresan una verdad local, sino una reivindicación global y universal.

miércoles, 14 de junio de 2017

Moción de censura 2ª parte.


Moción de censura: nunca tantas cosas estuvieron tan claras 

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Nunca, en democracia, un partido osó llegar tan lejos en el saqueo de las arcas públicas, la utilización de las instituciones y la ostentación de la impunidad
Nunca ha sido tan evidente el sólido soporte con el que el PP cuenta para sus actividades. Nunca ha quedado en mayor evidencia ese equipo, ese ejército desplegado por sectores fundamentales, que sostiene a Rajoy y al PP,  incluso a sus socios





Ana Pastor suspende la sesión hasta las seis de la tarde tras casi ocho horas de debate entre Podemos y Rajoy
Pablo Iglesias se dirige hacia la tribuna ante los miembros del Gobierno, que lo ignoran.
Nunca se había oído algo igual en el Parlamento español. Una descripción ajustada de la corrupción del partido que preside Mariano Rajoy y gobierna España y que justifica una moción de censura. Irene Montero, portavoz de Unidos Podemos, la ha desgranado durante dos horas con datos inapelables. Un trabajo exhaustivo de documentación. Y si, ni en los más convulsos días de nuestra historia se había escuchado algo similar, es porque nunca, en democracia, un partido osó llegar tan lejos en el saqueo de las arcas públicas, la utilización de las instituciones y la ostentación de la impunidad.
Nunca ha sido tan evidente el sólido soporte con el que el PP cuenta para sus actividades. "Para ustedes la política es el adjetivo pero lo sustantivo son los negocios", dijo a poco de comenzar Irene Montero. Y es diáfano que en esa empresa el PP se ve muy apoyado, política y mediáticamente. Nunca ha quedado en mayor evidencia ese equipo, ese ejército desplegado por sectores fundamentales, que sostiene a Rajoy y al PP. Incluso a sus socios. No hay más que oír, ver y leer reseñas en las que se destaca y se silencia con precisión.
Hemos visto con más rotundidad que nunca las dos Españas, la real y la oficial que hoy forman ese concepto. El PP ha desplegado la estrategia de mostrar, como ya hiciera el de Cifuentes, un profundo desprecio hacia los diputados electos de Unidos Podemos. Muestran lo que sienten, en lo más profundo de su clasismo y prepotencia. Doblemente al tener enfrente en el inicio a Montero. El ninguneo era hiriente y se vuelve contra sus autores. En burla y protesta, para dificultar la exposición de las causas. Cabizbajos mirando el móvil o libros de soporte para escenificarlo, cabizbajos ante la batería de hechos consumados que jalonan las dos legislaturas de Rajoy.
El menosprecio se evidenciaba de nuevo en la decisión de Rajoy de salir a contestar a Irene Montero, personalmente, con un texto que traía escrito para Pablo Iglesias –con el fin de descolocarle dicen que dicen en el PP–. El enésimo intento de despreciar, hasta en alusiones, a Irene Montero. A la primera mujer que ha salido a defender una moción de censura en el  Parlamento. Lo que ha hecho con razón y coraje. Con un alegato feminista añadido que tampoco había resonado en la Cámara en décadas. 
Pablo iglesias no se descolocó, claro. Once medidas urgentes para proteger la democracia, combatir la corrupción, proteger la independencia judicial y derogar leyes autoritarias. Búsqueda prioritaria de la justicia social. Programa y propuestas de una moción que sale rechazada pero ha sido reveladora. Iglesias ha hecho un llamamiento al PSOE para echar a Rajoy, con un acuerdo sin Ciudadanos, que fue lastre fundamental el año pasado. "Asumo los errores que pude cometer. Pido que asuman los suyos y trabajen con nosotros", ha dicho el líder de Podemos. Destacados miembros de la nueva dirección del PSOE siguen estancados en el mantra de por qué no es Pedro Sánchez presidente. Igual deben preguntárselo de nuevo.


 


 Eneko en Rebelión.

Lo peor es que esa ruptura absoluta entre la España real y la oficial es la que tenemos. La que jalea al PP y al degenerado sistema que representa. En el Congreso y en los medios, insisto. Habrá quien no escuche otra cosa. Los insultos que han sido la base del "argumentario" en las filas de PP y Ciudadanos, mientras Irene Montero hablaba sin dejar resquicio a las incontables deficiencias que jalonan la España de Rajoy. Las tramas de corrupción enumeradas una a una, el dinero que se han llevado sus protagonistas, citados por su nombre, que "no es suyo". No se puede zanjar esta acusación documentada en que son casos aislados y de personas que pertenecieron en un remoto día al PP.
"La moción de censura no es contra España, es contra usted", tuvo que recordar a Rajoy la portavoz de Unidos Podemos, dado que es evidente que Rajoy y cuanto representa creen que España es suya, que son España. Hoy nos demuestran una vez más que las víctimas de sus políticas o de sus negocios no les importan lo más mínimo. Ni los empleos precarios de los que presumen, ni el aumento de la pobreza infantil cuya cuantía insoportable el propio Gobierno confirma: más de dos millones y medio de niños. Nada, de los daños colaterales que arroja su actividad.
Montoro, el autor directo de la Amnistía Fiscal, considerada por el TC anticonstitucional, se ha reído cuando Pablo Iglesias ha mencionado a las víctimas de la llamada pobreza energética. Comprobamos de nuevo que no pisan ni huelen la calle desde las sucias alfombras con las que tapan sus trapicheos. El montaje incluye a quienes seguirán metiendo la basura bajo la alfombra, hasta que ya no quepa más y asome por los bordes, como escribía en 2011 José Luis Sampedro.
Con los datos conocidos, estamos ya muy lejos de tener que dilucidar si la corrupción del PP es cierta o no, si miente o no. Es un cúmulo de evidencias atronador. Y abarca un conjunto decisivo, graves desviaciones, las elecciones dopadas, las cloacas del Estado con unas extensiones que ponen los pelos de punta. La desvergüenza en la información privilegiada que despluma a los pequeños accionistas del Banco Popular, mientras grandes fortunas e instituciones sacaban el dinero el día anterior. Por citar lo último que siempre con el PP es lo penúltimo. Y ese tono de casino provinciano franquista, de telaraña consolidada, de perfume rancio, para negar y negar, leído y leído, e intentar que pase la tormenta con las complicidades bien amarradas. Su consecuencias nos sitúan ante millones de víctimas que se tragan el anzuelo mientras les roban la cartera y los derechos.
Nunca antes se escuchó en el Congreso lo que hemos oído. Con ese sentir que palpita en los ciudadanos de a pie, tan directo. Algunas individualidades en el pasado, partidos minoritarios, sin duda. El PSOE no cumplió ese papel exactamente, por los problemas internos o por lo que fuera. Por su apuesta por un papel institucional. Llegado el enorme deterioro de la crisis fue la causa para ser incluido en el No nos representan. Su abstención ahora no tiene excusa. Aunque el mismo entramado les jalee y lo justifique. Nunca estuvimos en una situación como ésta. La experiencia propia y ajena debería hacer reflexionar a un partido maduro sobre tácticas electorales. Vean Reino Unido y Francia, las actitudes marcan la diferencia entre la recuperación y el hundimiento. 
El insulto a los millennials de Navalón en El País tapó el artículo que había que leer de Joaquín Estefanía, director del diario en tiempos dignos. Hablaba de ' Corbyn y las promesas rotas'. Las promesas rotas a unos jóvenes, millennials en particular, a los que el abuso del capitalismo que llamaron crisis les ha cambiado la vida. Para mal. Estefanía citaba un estudio de la Fundación Felipe González, casualmente: Millennials Dialogue, elaborado en 21 países. Los jóvenes españoles son los más críticos con los políticos y con el capitalismo. " Y –atención– creen que el partido político que mejor les entiende (porque es más creíble, porque tiene las ideas correctas, porque es más abierto y honesto) es Podemos", escribía Joaquín Estefanía.
Saben perfectamente lo que ocurre pero intentan desactivarlo. De un lado con una impostada nueva lucha generacional. Son las gentes como Rajoy y cuantos le sirven de pedestal los que viven fuera del mundo en el que están, estamos, los demás sea cual sea nuestra edad. Del mismo modo que hay un profundo regusto a antiguo y caduco en numerosos miembros del Congreso y en los intérpretes de la actualidad. Y, desde luego, trabajando por la negación de la realidad y la descalificación de quienes se la enfrentan a la cara. Unidos Podemos en la moción de censura a Rajoy. Más castigados que los corruptos por los adalides del sistema.
"España ha ganado, ustedes han perdido", concluía Rajoy su primer discurso. De momento. Lo ocurrido este martes 13 de junio de 2017 tiene trascendencia. "Nosotros nos hemos podido equivocar, pero nosotros no robamos ni damos aire a los corruptos", concluía Pablo Iglesias. Y así queda escrito para el futuro. La España de estas élites precisa una desinfección intensa, es cierto. De momento, Rajoy ha ganado… rellenen los puntos suspensivos con la conclusión.

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martes, 13 de junio de 2017

Moción de censura 1ª parte.

Rajoy e Iglesias: la censura interminable

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¿Para qué puede servir una moción que no llega a censurar a un gobierno? Para saber dónde están el Gobierno y la oposición. Podemos y PP muestran su posición en el tablero frente a la indefinición de Ciudadanos y PSOE

La pregunta de para qué sirve una moción de censura, si no es para derrocar a un gobierno, tuvo unas cuantas posibles respuestas el martes 13 de junio –nada excluyentes entre sí–. Varias de ellas: comprobar la resistencia física de los políticos (y de los periodistas); comprobar la resistencia de los argumentos de aquellos (nada nuevo bajo el sol); comprobar la resistencia psíquica de los periodistas (y de los ujieres); comprobar que lo que parece no importar mucho, a priori, a los medios de comunicación, resulta importar bastante a los que trabajan para esos medios: La 1, el primer canal de la televisión estatal, no retransmitió la sesión, ni en directo ni en diferido, pero por los pasillos de la Cámara baja y en la tribuna de prensa sólo faltaba Jesús Quintero.
Se le echó francamente en falta, por la cosa del silencio: inexistente durante ocho horas consecutivas, ocho, de rave política –hasta el primer receso decretado por la presidenta Pastor–. Una suerte de macrosesión de control al Ejecutivo, con ambiente veraniego de fiesta de fin de curso o selectividad, según para quién: más lo primero para el PP, más lo segundo para Podemos, que comenzó, a través de su portavoz, Irene Montero, a cantar a las 9 de la mañana y durante las dos horas siguientes la lección de historia contemporánea del PP; de las gestas de Rodrigo Rato a las obras completas del marido de Dolores Cospedal, que levantaba la vista de Sus Asuntos, con la nariz apuntando a Roma, cada vez que Montero mentaba a su consorte –hasta tres veces, tres.
Hay que reconocer a Montero su ímpetu, su energía; hubiera valido para la ópera, de saber controlar la voz y la respiración. ¿Para qué puede servir una moción de censura que no llega a censurar (a derrocar) a un gobierno? Para escenificar a lo grande (a lo inabarcable en lo cronológico) lo que ya se ha venido escenificando durante meses, lo que todo el mundo a estas alturas con algún interés por la cosa pública debería saber ya: dónde está el Gobierno, dónde está la oposición [deberá el lector rellenar, sin mucho esfuerzo, la línea de puntos que corresponde a PSOE y Ciudadanos, parecidos en el hecho de no saber muy bien quiénes son]. Podemos y PP tienen en común el saber quiénes son, su posición en el tablero. Los primeros son ya, a la luz de lo visto, los impugnadores de todo un sistema de cosas que se remonta a los Reyes Católicos; los segundos, los que seguirán ganando batallas, como El Cid, después de muertos --y después de encarcelados, como El Dioni--.
Montero glosó durante dos horas la historia negra del Partido Popular; es posible que no se dejara una sola materia suelta: la especulación inmobiliaria, el intento de “borrar la memoria democrática del país”, el “servilismo a las élites económicas”; la política como negocio y el latrocinio como sistema; la destrucción de pruebas, la coacción a los jueces, la coacción a la libertad de expresión, la precariedad de los jóvenes, la precariedad de los pensionistas, la precariedad general; el “saqueo de lo público”, el chanchullo, la “mafia policial” y el espionaje, las “mordidas de los oligarcas”, el “ADN del búnker [franquista]”...
¿Para qué servía la moción de censura? Para tener tiempo suficiente, dijo, de enumerar, por orden alfabético, todos y cada uno de los casos conocidos hasta ahora de corrupción que afectan al Partido Popular; varias decenas, de Gürtel a Pokemon.
“Esta moción les dice claramente basta ya”, dijo Montero. "Con ella, millones de ciudadanos afirman que queremos hacer las cosas de otra manera, que no tenemos miedo y que no aceptamos la desesperanza y la resignación”. La cuestión es saber si esos millones de ciudadanos hubieran podido aguantar sin desesperanza y resignación dos horas (de Montero) más otras tres (de Pablo Iglesias), más algunas otras (y otras) que la fiebre impedía ya contar pero que algunos atribuían a una posible secuela de El señor de los anillos con banda sonora de Paco Ibáñez. 
Para cuando Iglesias subió a la tribuna, tras la intervención de su portavoz y la réplica –saliendo del banquillo como si volviera Michael Jordan, a juzgar por la euforia popular– de Mariano Rajoy, los periodistas de la tribuna y de la sala de prensa y de los pasillos hubieran dado ellos mismos el Gobierno a Iglesias a cambio de un sándwich. Entonces llegó la Gran Lección de Historia de España. El discurso de Iglesias pudo resultar cuasi impecable durante los primeros 45 minutos –una conferencia admirable–: una impugnación sobre cómo ha dolido España a los progresistas desde el Renacimiento para acá.
Repasar de tal forma el desastre español, de las guerras carlistas a Indalecio Prieto, puede ser necesario para una cátedra, pero también discutible en términos de comunicación. Iglesias ha dicho varias veces que “Podemos no puede seguir siendo la formación de cuatro profesores universitarios”. Pero Podemos parece virar continuamente de la barricada a la academia, sin demasiado margen para que quien deba entenderles del todo les entienda. Sonaba ora a clase magistral, ora a castigo, no sólo para la bancada popular, sino para el Hemiciclo entero (de aquí no salís hasta que no salga el responsable). Pero se trataba sobre todo de retratar, de un solo trago larguísimo, toda la era política de Mariano Rajoy al frente del Gobierno: el que pasará a la Historia, según su discurso, como “el presidente de la corrupción”.
Mariano Rajoy alzó el pie y se armó el revuelo. Su intervención se intuía, pero no se sabía qué tiempo dedicaría a responder o si sólo asomaría la patita. Hubo una ebullición por los pasillos de prensa: Montero debía haberlo cabreado, se especulaba. Esperábamos, por tanto, cierta pasión: una salida de tiesto. Pero vino a hilvanar de nuevo, con algunas variaciones, el abecé de su recital antirregeneración. Lo hizo en la réplica a la portavoz y en la de Pablo Iglesias. Desde que llegó Podemos a la política, el PP ha construido un sistema de diques del que se siente orgulloso y nada avergonzado, a pesar de no ofrecer una explicación oportuna y precisa a los hechos que lo pudren como organismo. Estos diques se utilizan como ansiolítico de consumo propio para regular los ánimos de su bancada: desahogando sus tensiones, adensando ciertas dignidades y desinflando la frustración que les carcome desde que se vinieran electoralmente abajo. No sólo ocurrió por entonces una desbandada de diputados; además, entraron en la Cámara unos desharrapados que por primera vez pronunciaban un discurso que les tocaba su propia estructura genética. Rajoy, alentando a los suyos, intentó ridiculizar (y eludir) la oleada de críticas, la exhibición de casos de corrupción y el listado de imputados, recurriendo a la etiqueta de la chusma y comparando la acción política de Unidos Podemos con grafiterismo callejero.
El sistema de diques y compuertas que puso a funcionar Rajoy consiste en hablar, bajo cualquier circunstancia, de recuperación de la economía estadística (que no de la real); asegurar que su partido es el que más lucha contra la corrupción porque los procesos judiciales se están produciendo bajo su Gobierno (olvidando las zancadillas a la judicatura); o derramar la presunción de inocencia como si fuera una suerte de nitrógeno líquido, congelando toda posible alusión a procesos judiciales que contienen indicios suficientes para justificar la búsqueda de responsabilidades políticas.
Estas son algunas fórmulas de defensa, pero el martes 13 el gallego desplegó también sus tácticas de ataque, y tampoco oímos nada nuevo. Nula fiabilidad, falta de sentido común, Venezuela, sectarismo, política espectáculo (“creen que el Parlamento es un sitio para montar pollos”)… Sin olvidarse, claro, del argumento más elaborado y que más cachondez levanta en los rostros del ala derecha del Parlamento. Esto es, que Podemos llegó tarde, que esta formación sólo puede sustentarse en condiciones miserables, que sus adhesiones sólo se mantienen gracias a la indignación y que, en consecuencia, como el PP ha reparado el país, ellos, los morados, ya no tienen nada que ofrecer a los ciudadanos. Esto les permite reducir a Podemos a una masa de irracionalidad y, por tanto, considerar sus propuestas como desvaríos inasumibles. Una línea que Rajoy corona siempre de la misma manera: “Cuanto más les conocen, menos les votan”. Aplausos, risas, aplausos.
Los turnos de intervención de Rajoy pivotaron en estas líneas. El presidente añadió también algún chascarrillo de mesa de dominó, algún gazapo gramatical; lo suyo. Se inició, al final de la mañana, un turno de réplica y contrarréplica entre el presidente y el líder de Podemos. En la mociones de censura las intervenciones son ilimitadas. El ir y el venir, la posibilidad de responderse de manera más próxima, aumentó la tensión. A Rajoy se le erizó el lomo y desautorizó a Iglesias como candidato: lo acusó de transformismo político, le atribuyó impulsos antidemocráticos y se quejó de que los argumentos de los morados nadaban en generalidades sin fundamento. Después de largos minutos dedicados a enumerar casos de corrupción y citando cargos imputados, Rajoy convino, sin apuro, que caían en la generalidad.
La moción fracasará. Iglesias lo sabe, lo sabía desde el principio. Trató de mantener el anunciado “perfil presidenciable” (término que define una forma de hablar neutra y que mencione la Constitución de tanto en tanto); sin embargo, la actitud se le fue agriando. La realidad, que la batalla nacía perdida, acabó resignándolo. Al principio de la tarde, Baldoví, de Compromís, llamó al PSOE: “Si comparten los motivos, si hoy se van a abstener porque la moción está verde… Utilicemos el verano para consensuar el programa y el candidato”.
Quizás el cometido (involuntario, casi colateral) de esta moción sea engendrar una nueva que se tome a sí misma en serio. Veremos qué dice Pedro Sánchez cuando termine de poner orden en su casa.
Esteban Ordóñez es periodista, creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.
Miguel Ángel Ortega Lucas. Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza (ficha policial).
@Ortega_Lucas
Fuente: http://ctxt.es/es/20170607/Politica/13245/mocion-censura-Iglesias-montero-pp-rajoy-corrupcion.htm

lunes, 12 de junio de 2017

La “sobreactuación” de Rajoy en la legislatura-ciénaga.

Reino de España: crónica anticipada de la “sobreactuación” de Rajoy

G. Buster  

11/06/2017

Faltan dos días para la moción de censura y en la legislatura-ciénaga graniza. Caen pedrusco de hielo en medio de un tórrido final de primavera, que convierte las convocatorias al aire libre en auténticos actos de heroísmo cívico. La mochila viene muy cargada. Pero por si hacia falta, a la lucha contra los elementos -que tampoco les ha gustado a Felipe II y a Mariano Rajoy-, se han sumado algunas instituciones del estado más decididas.
El Tribunal Constitucional, casi en sus vísperas catalanas, ha anulado el decreto-ley de marzo de 2012, que aprobó la amnistía fiscal de Montoro, sin por ello cuestionar sus consecuencias. Pocos días antes, dimitía el fiscal anticorrupción Moix, -reprobado por el Congreso de los Diputados con el fiscal jefe Maza y el ministro de justicia Catalá- por mantener (legalmente) una empresa en un paraíso fiscal. Y la Audiencia Nacional rechazaba los argumentos de Rajoy para declarar por teleconferencia sobre la caja B de la financiación del Partido Popular y le conminaba a hacerlo de cuerpo presente.
Pero las cosas cuando van mal, pueden ir a peor. Se puede hundir un banco, como el Popular, en 48 horas, obligar a su expropiación estrenando los nuevos mecanismos de estabilidad financiera europeos, arruinar a sus accionistas y venderlo por un euro al Banco de Santander. Algo hace sospechar que los mecanismos de vigilancia, sobre todo los del BdE, han vuelto a no funcionar. O que se cumplan todas las profecías y, efectivamente, después de dos decretos-ley de reforma de la estiba y de marginar las negociaciones en curso entre la patronal y los sindicatos, tres días de huelga –seguida al 100%- coloquen a los puertos al borde de la ruina y el gobierno, entonces, llame a negociar, pero sin alterar su decreto-ley.
En realidad, el gobierno Rajoy esta satisfecho en medio de las inclemencias. En la Asamblea regional de Madrid ha entrenado con gran éxito como ahogar una moción de censura en el estruendo tumultuario de las intervenciones de todos los consejeros autonómicos, sin que su presidenta Cifuentes tuviera que dignarse a levantar los ojos de su teléfono móvil para mirar a la interpelante. ¿Quieren pan?, toma circo.
Hasta el punto que el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no descarta subir a la tribuna el próximo martes 13 para responder en alguna ocasión al portavoz de Unidos Podemos, Pablo Iglesias, cuando le hayan picado y abanderillado a conciencia sus ministros y el portavoz parlamentario del PP. Para reafirmar las esencias patrias.
Más necesarias que nunca, porque después de un sinfín de peripecias tragicómicas, por fin la Generalitat de Catalunya ha anunciado la fecha del referéndum de autodeterminación -1 de octubre 2017- y la pregunta: “¿Quiere que Cataluña sea un estado independiente en forma de república?”.
Un “estado de derecho” un poco disfuncional
La reacción del Gobierno Rajoy, acosado por los casos de corrupción, hasta el punto de haber sido definido como “una banda para delinquir”, condenado por el Tribunal Constitucional por incumplir el ordenamiento jurídico, es exigir el cumplimiento cabal de la ley a los órganos autonómicos catalanes.  Mucha legitimidad no le queda, entre otras cosas porque es minoritario y su plan B de supervivencia se apoya por el momento en el Partido Nacionalista Vasco. Y ha tenido que recurrir a Ciudadanos y al nuevo PSOE de Pedro Sánchez para pactar “no sobreactuar” (¿?) en Cataluña. Porque,  efectivamente, corre el peligro de pasarse de frenada y de represión en nombre de la defensa de la Constitución de 1978. Los precedentes, desde las diversas actuaciones del Tribunal Constitucional -de mayoría conservadora, rearmado jurídicamente para la intervención inmediata- hasta la “policía patriótica” dedicada al acoso de los contrincantes políticos, no alientan nada bueno cuando se sabe científicamente que la realidad supera a la imaginación (recuérdese esa distopia, “Ocho apellidos catalanes”).
Para no “sobreactuar” los demás, reconozcamos que el respeto del estado de derecho no se evalúa bien con los parámetros de la Constitución de 1978 –que no abolió el acervo legal del franquismo, resultado del golpe de estado del 18 de julio de 1936-, sino básicamente por lo que se refiere al respeto de los derechos adquiridos. Es decir, en base al principio de la primera restauración borbónica de “para todos la ley, para el amigo el favor”. Efectivamente, 32.000 personas, de las que solo se conocen 62 nombres, se acogieron a la amnistía fiscal decretada a inspiración del ministro de Hacienda Montoro, en marzo de 2012.  La amnistía acabó siendo un gigantesco mecanismo de blanqueo de dinero con una tasa del 3% (la misma tasa que, al parecer, se aplicaba tanto en la Cataluña de CiU como en la España del PP para la obtención de obras públicas vía financiación ilegal de los otorgantes). Ahora por fin ha reaccionado el Tribunal Constitucional y su jurisprudencia ha establecido, sin lugar a dudas, que ese tipo de amnistía solo se puede hacer por ley, aprobada por el Congreso de los Diputados, no por decreto-ley. Pero no plantea retroactividad alguna en cuanto a sus resultados.
¿Por qué tendría entonces que dimitir Montoro? En todo caso, la responsabilidad sería de los servicios jurídicos de la presidencia del gobierno que no arroparon la iniciativa política de Montoro con la fórmula jurídica apropiada. Como si el PP no hubiera contado en 2012 con la mayoría parlamentaria absoluta para aprobar en las Cortes esa o cualquier otra ley. Pero el gobierno Rajoy “sobreactuó”, según el Tribunal Constitucional.
Y ha seguido “sobreactuando”. Sin ir más lejos, en la gestión presupuestaria sometida a la Ley del Presupuesto. El propio Montoro, que solo un año (2016) ha sido capaz de cumplir con el déficit público acordado con la UE, ha aplicado el método de la bota malaya –no distribuir más que una parte de los fondos asignados hasta pocos días antes del cierre del año fiscal- para imponer los objetivos fiscales corregidos a la baja a entidades locales, autonómicas y los distintos ministerios, provocando un “ciclo económico Montoro” semestral. Si se añade un cálculo del PIB dudoso técnicamente, ¿cómo se compatibiliza este tipo de gestión con la ley presupuestaria, principal instrumento legal del gobierno? Muy sencillo: “venimos de una crisis por una borrachera de gasto público y algunos ya quieren irse de copas” (Montoro dixit).
Y ese criterio, y no otro, es el que se ha aplicado, con los apoyos recibidos para el Plan B de Rajoy, para imponer un techo de gasto a los ayuntamientos –independientemente de sus ingresos- para evitar nuevas contrataciones de personal exigidas por la remunicipalización de los servicios públicos privatizados.
Complicidades interesadas y “sobreactuaciones”
Esa disfuncionalidad del “estado de derecho” ha quedado expuesta en los últimos años, hasta la saciedad, en las investigaciones de la ristra de casos de corrupción, financiación ilegal y nepotismo de los gobiernos del Partido Popular. Hasta el punto de revelar que la gestión de los intereses de las clases dominantes desde la transición se ha hecho mediante la manipulación continua de los propios fundamentos jurídicos del régimen del 78.
Hasta las recientes primarias del PSOE, esa responsabilidad era bipartidista. Y el Plan A de Rajoy consistía, en definitiva, en una reconstrucción de la legitimidad del régimen bajo hegemonía conservadora. Ese Plan A, compartido con la “vieja guardia” y la gestora del PSOE, fracasó con la reelección abrumadora de Pedro Sánchez. Y el Plan B, que lo sustituyó gracias al “cuponazo” de los presupuestos  -implosionando definitivamente el sistema de financiación del estado de las autonomías- tiene la enorme debilidad de apoyarse sobre una fuerza política, el PNV, que se abstuvo en la votación de la Constitución de 1978, alegando una concepción diferente del estado. (Aunque cierto es que por el mismo motivo, pero otro modelo, votaron en contra 5 diputados de Alianza Popular y se abstuvieron otros 3, provocando una crisis del partido antecesor del PP).
Se impone así un Plan C, cuyo objetivo es la defensa de la Constitución de 1978 frente a las aspiraciones de ejercer el derecho a la autodeterminación de Cataluña. Pero “sin sobreactuar”. Porque una “sobreactuación” que implicase la represión física de los colegios electorales y los votantes y la intervención de la Generalitat -aplicando el artículo 155 que situaría a las órdenes del gobierno central a toda la administración autonómica catalana-, deslegitimaría definitivamente un estado de las autonomías financieramente bloqueado.
Sin el PSOE, el Plan C no cuenta con una mayoría. Y el PSOE de Pedro Sánchez prepara su 39 Congreso en una semana incorporando el concepto de “plurinacionalismo” y pidiendo una reforma constitucional, cuyos límites son cuanto menos difusos. Pero no podrá volver a gobernar si no cuenta con los votos de los diputados de Unidos Podemos y las Confluencias, sea cual sea la fórmula parlamentaria o gubernamental de ese gobierno. “Somos la izquierda”, el lema del 39 Congreso exige no solo confrontar con el PP el modelo social y económico, también forjar un bloque de izquierdas, aunque sea bajo hegemonía del PSOE.
El debate de la moción de censura del 13 de junio escenificará todo ello, sin tener todavía una alternativa. De hecho pondrá de relieve su imperiosa necesidad: el PP solo obtendrá una mayoría relativa en su rechazo de la moción, en un interregno entre su Plan B y su Plan C; pero tampoco habrá una mayoría absoluta alternativa, porque ello exige la confluencia de los votos de todas las izquierdas.
En este contexto político, abandonada ya cualquier pretensión de “estabilidad” institucional, que solo podía otorgar el Plan A fenecido, es en el que el concepto de “sobreactuación” adquirirá en la crisis política que se avecina en otoño toda su importancia. El gobierno Rajoy ha “sobreactuado” chapuceramente, a pesar de todas sus fatuas pretensiones técnicas, en la gestión económica y social de la Gran Recesión y de una recuperación que no alcanza aun los niveles de 2008. Y tiende a “sobreactuar” en todos los terrenos, pese a su contradictoria pretensión de “moderación”, porque ya no tiene ni legitimidad ni hegemonía.  El esperpento del que hemos sido testigos en la moción de censura en la Asamblea de Madrid es una bochornosa prueba de ello. Y es muy probable que, a pesar de todas las buenas intenciones del interpelado, vuelva a ocurrir en la moción de censura del Congreso de los Diputados.
Con un PP y un Rajoy desatados, ¿alguien tiene la menor duda de los peligros de su “sobreactuación” el 1 de octubre en Cataluña?
Miembro del comité de redacción de Sin Permiso.
Fuente:
www.sinpermiso.info, 11 de junio 2017

domingo, 11 de junio de 2017

El zombismo de Theresa May.

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May no sólo no ha quedado blindada por las urnas frente a su partido y la oposición, sino que ahora está expuesta a la ira tory. Pocos partidos hay más implacables que los conservadores británicos a la hora de hacer pagar a sus máximos dirigentes no estar a la altura de sus supuestas virtudes de liderazgo. En especial, cuando esos líderes se han rodeado de un círculo de aduladores y han menospreciado a los ministros.
Downing Street maniobró para que la victoria fuera sólo de May –y de ahí que en los primeros carteles el nombre del partido apareciera muy pequeño–, y ahora los dirigentes tories le están recordando que la derrota es sólo suya. Los más enfurecidos afirman además que pagará por ella.
En la noche del viernes, las portadas de los periódicos del día siguiente dejaron claro que la guerra ha comenzado. Los mismos diarios que habían apoyado a muerte a May y se habían lanzado contra Jeremy Corbyn como si fuera la reencarnación de Satanás, informaron del sombrío futuro de May. Eran los periódicos que habían fabricado la imagen de Theresa May como una roca inamovible y que luego quedaron perplejos ante los giros y rectificaciones ocurridos en una caótica campaña. Una mezcla de Margaret Thatcher e Isabel I de Inglaterra adecuada para estos tiempos turbulentos se había convertido en lo que fue siempre en realidad: una persona tímida y reservada que confía en muy poca gente, que siente aversión a las entrevistas en los medios, y que mantiene a distancia a los demás dirigentes del partido.
"Los tories se vuelven contra May", titulaba en portada el Daily Mail. Las opiniones recogidas entre diputados tories indicaban que su reelección es un trámite obligado por las circunstancias. En seis meses o menos, esperan su dimisión. Los nombres de varios candidatos al relevo –Boris Johnson, David Davis, Amber Rudd, Michael Gove...– ya están en las portadas.
"May contempla el abismo", tituló The Times, cuyo editorial era especialmente duro con ella por su discurso de la mañana del viernes: "En su determinación de controlar el mensaje, ha desarrollado la desgraciada costumbre de insultar la inteligencia de los votantes".
A corto y medio plazo, es más grave para May que los diputados conservadores se sientan insultados. O los que han perdido el escaño. Uno de estos últimos hizo un balance bastante atinado del estilo de May en una sola frase: "No se puede dirigir el Gobierno desde una torre de marfil".
Iain Martin, otro de los periodistas que siempre la apoyaron, ha hablado con miembros del Gobierno y dirigentes del partido, y algunos están tan furiosos con ese discurso como para intentar que May no sobreviva a la próxima semana. Eso sólo sería posible si los pesos pesados del Gobierno pactaran un nombre para relevar el lunes a la primera ministra. Para ello, los 'backbenchers' (diputados sin cargo en la Administración) deberían aceptar que nadie más se presentara como candidato. En ese caso, debería llevarse a cabo un proceso de votaciones en el grupo parlamentario, y nadie cree que el país aceptaría de buen grado un espectáculo de divisiones internas como el que se vio en las anteriores primarias.
Puede parecer exagerado, pero May es muy consciente de ese peligro. Por eso, en la tarde del viernes anunció que los cinco principales miembros de su Gabinete continuarán en sus puestos. También Philip Hammond, ministro de Hacienda, al que se negó a confirmar en la cartera en una entrevista durante la campaña. De repente, a May le entró prisa. Al prescindir de alguno de ellos, corría el riesgo de convertirlo de forma automática en candidato a la suceso.


 El socio ultra del Ulster
Theresa May tiene ahora el cargo, pero no el poder. Los diez votos del DUP –partido unionista del Ulster– tendrán un precio muy alto, aún por definir. Las instituciones del Ulster se encuentran en estado de animación suspendida. El Sinn Féin se retiró del Gobierno por las acusaciones de corrupción contra la líder del DUP. Se celebraron unas elecciones que no solucionaron nada. El acuerdo anterior entre DUP y Sinn Féin para gobernar juntos ahora parece imposible y la alternativa –regresar al Gobierno directo desde Londres– sería una opción que no cuenta con muchos partidarios en la capital británica.
La estabilidad del Ulster no es el único problema para los tories. El DUP está poblado de reaccionarios de extrema derecha, contrarios al matrimonio gay y al aborto. Su extremismo religioso les lleva a negar la teoría de la evolución.
La líder de los conservadores escoceses, Ruth Davidson, ya ha advertido de que los derechos LGTB no deben ser cuestionados en la negociación con el DUP. "En privado, la gente ha mostrado su preocupación al partido y a Downing Street. Los diputados están siendo inundados con emails de grupos de activistas", ha dicho la exministra de Educación Nikki Morgan.  
El sector tory más decidido a imponer un Brexit radical sin acuerdo con la UE está encantado con el apoyo del DUP. No es el único con capacidad de presión. La nueva Camara de los Comunes cuenta con un récord de diputados gays: 45, de los que 19 son tories. No permitirán que los derechos en vigor desde 2014 queden ahora limitados por los extremistas de Irlanda del Norte. 

Primeras víctimas de la batalla

Las víctimas inmediatas han sido los dos asesores más directos de May, ambos procedentes de su época de ministra de Interior. Nick Timothy y Fiona Hill son los dos jefes de gabinete de la primera ministra y han sido los mayores responsables de la campaña y del programa electoral, dos de los factores con los que la mayoría de los tories explican su fracaso. Ellos centralizaron todo el proceso de toma de decisiones sin que el partido y sus principales dirigentes pudieran intervenir. Montaron una campaña personalista y centrada en May, y sólo al final, cuando las encuestas anunciaban una remontada laborista, aceptaron una mayor presencia de otros candidatos tories en primera línea de la campaña.
Timothy y Hill pasaron a ser la piñata a la que golpearon muchos analistas y medios protories, empezando por los tabloides, en lo que también es una forma de atacar a la líder, pero sin hacerlo directamente. Habían dirigido, según The Sun, "la peor campaña de la historia política moderna".
La presión fue tan rápida que ambos anunciaron el sábado su dimisión para intentar salvar a su jefa. Los asesores de los políticos entran y salen de los centros de poder. Pero Hill y Timothy eran algo más que eso. Se habían convertido en indispensables para May, alguien que no cuenta con muchos dirigentes tories fieles a ella.
Una primera ministra vulnerable a las presiones internas y sin mayoría para su partido en el Parlamento debe dirigir unas negociaciones como las del Brexit en las que las cesiones son parte inevitable de cualquier discusión. El DUP no tolerará un estatus especial de difícil encaje jurídico que impida el regreso de la frontera entre el Ulster e Irlanda. Una gran parte del grupo parlamentario conservador no quiere ni oír hablar de un acuerdo que coloque al Reino Unido en una situación similar a la de Noruega o Suiza: fuera de la UE, pero con limitaciones a su soberanía a cambio del acceso al mercado europeo, por ejemplo aceptando la jurisdicción en asuntos económicos del Tribunal de Justicia Europeo. 
Theresa May está más sola que nunca, se ha visto despojada de sus escuderos y ahora depende de unos ministros tories a los que hasta ahora había tratado con arrogancia. Joey Jones, que fue portavoz suyo en el Ministerio de Interior, resumió en qué estado queda  en un artículo poco después de las dimisiones de los consejeros: "Ya no tiene ningún poder. Ninguna autoridad. Humillada y sola, se enfrenta a la perspectiva de convertirse en prisionera de sus compañeros conservadores, una rehén en Downing Street hasta que le digan que le ha llegado la hora de irse.




 ( Ver además el enlace con los dibujos de la prensa inglesa  desfenestrandola )
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