jueves, 27 de abril de 2017

El retorno de los mitos franquistas.

El retorno de los mitos franquistas

AGUSTíN MORENO 


Elecciones 1936
Portada del periódico ‘La Voz’ tras las elecciones de 1936. / Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura
Han pasado más de ochenta años y la guerra civil española sigue siendo motivo de encendidas polémicas, ya se trate de analizar los hechos o del callejero. A diferencia de otros países, aquí el conflicto no se ha cerrado porque hay un sector que sigue negando las causas y las responsabilidades de lo sucedido.
Decía Gerald Brenan que las guerras civiles las ganan los que más matan. En España lo hicieron cuatro veces más unos que otros, incluso en la victoria. No contentos con ello, quieren seguir ganando la guerra manipulando los hechos para tener una razón histórica que nunca tuvieron.  Lo han venido haciendo los vencedores desde el fin de la guerra y lo han intentado los historiógrafos del revisionismo franquista. El objetivo es justificar la sublevación militar, la guerra civil y una de las dictaduras más sangrientas de Europa. Insistiendo para ello en la falacia del binomio República-que-lleva-a-la-Guerra Civil, cuando la verdadera unidad histórica es Guerra Civil-que-conduce-a-la-Dictadura.
En los últimos años aparecieron libros de ventas en grandes superficies que responsabilizaban a la revolución de Octubre de 1934 de la guerra. Como esa tesis es fácilmente desmontable, se intenta con el supuesto fraude electoral en Febrero de 1936. Un nuevo intento para legitimar el golpe de Estado contra un gobierno democrático es el libro “1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular”, que retoma uno de esos viejos mitos. Las conclusiones no se sostienen y no es novedosa la tesis.
Dicen los autores que no fue un fraude masivo y que no afectó ni mucho menos a todas las provincias; que hay un volumen de actas y de escaños no muy grande pero, eso sí, decisivo. Al revisionismo histórico se le suele reprochar que no van a los archivos. Estos lo han hecho, pero retorciendo las cuentas para aterrizar en una tesis apriorística de difícil crédito, si tenemos en cuenta que los resultados fueron: 133 diputados de la derecha, 77 del centro y 263 de la izquierda. Es sabido que toda estadística torturada debidamente acaba por confesar lo que uno quiere. Es el caso, y ello convierte el trabajo en propaganda y en uso especulativo de la historia al servicio de las ventas o del presente.
El historiador Santos Juliá en su artículo “Las cuentas galanas”  afirma que los autores “han optado por la más engañosa vía posible: agregar los resultados de todas las candidaturas en las que figuraba la CEDA como si se tratase de un frente o coalición, un bloque o una concentración de partidos, términos reiterados una y otra vez para identificar la inexistente candidatura de lo que llaman coalición antirrevolucionaria”. Y concluye desenmascarando la manipulación: “Al haber agregados datos electorales –al haber mezclado churras con merinas- dando por existente un bloque de derechas enfrentado a un frente de izquierdas, distanciados solo por unos miles de votos, los autores argumentan que, al producirse tachaduras y correcciones de actas en media docena de distritos, la mayoría absoluta debería haber ido al bloque de derechas…”.
La Guerra Civil Española
Portada del libro ‘1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular’, escrito por Roberto Villa García y Manuel Álvarez Tardio. / Espasa
En esta misma línea, Josep Fontana analiza las elecciones del 36 y dice que aunque la CEDA organizó un Frente Nacional Antirrevolucionario, no pudo crear una coalición con un programa común. Solo en Cataluña hubo un pacto global de la derecha, el Front Catalá d`Ordre, organizado por la Lliga y que recogía desde monárquicos a radicales. Dice Fontana que las elecciones se desarrollaron con pocos incidentes; el propio ABC reconoció el día siguiente que la votación se había desarrollado con toda normalidad en la capital, a lo que añadía: “Señálese ese importante detalle en honor de los españoles, porque lo mismo que en Madrid, ocurrió en toda España”. Y cita a Javier Tusell que afirma que “los resultados electorales fueron una representación fiel de la opinión pública española del momento”.
Ya entonces, la rabia de la derecha por perder unas elecciones que creía tener ganadas (el lema de la CEDA era: “A por los 300 y a por él (Alcalá Zamora)”), hizo buscar otras causas que no fueran su propia incompetencia para unirse y la política derechista del bienio negro. Salvando mucho las distancias recuerda a lo sucedido en las elecciones de marzo de 2004: difícil aceptación de la derrota y recurso a la teoría de la conspiración.
La tesis no es nada original. Los historiadores Alberto Reig Tapia y Ángel Viñas reúnen hasta 13 mitos que la historietografía franquista se empeñan en seguir defendiendo en pleno siglo XXI. En el listado colocan en segundo lugar “La ilegitimidad del gobierno del Frente Popular alzado al poder por la falsificación del resultado electoral de las elecciones de febrero de 1936”.
Algunos medios de comunicación conservadores se han apresurado a saludar alborozados el libro. Para que no quede ninguna duda sobre la naturaleza del trabajo y la supuesta neutralidad que dicen tener los autores, conviene leer el comunicado de la Fundación Nacional Francisco Franco. Apoyándose en el libro piden, entre otras cosas, la derogación de la ley de Memoria Histórica y la reposición de todos los nombres franquistas en el callejero.
Aunque se ponga de modélica la transición a la democracia, no ha habido ni verdad ni justicia ni reparación. Se sigue intentando tapar la injusticia y la ilegitimidad de la sublevación con la mentira y la manipulación. La calidad democrática dejará mucho que desear mientras se siga diferenciando entre unas víctimas enterradas dignamente y con honores, y otras sepultadas en las cunetas y campos de un país que mantiene aún los nombres de los asesinos en calles y plazas. La verdadera paz empieza por asumir los hechos y las consecuencias que tuvieron.

miércoles, 26 de abril de 2017

¿Qué se puede esperar de la derecha venezolana? .


¿Qué se puede esperar de la derecha venezolana?

23 de Abril de 2017

Si algo queda claro tras 18 años, es que del oposicionismo venezolano cualquier hipótesis extremista que se teja queda no solo confirmada por la realidad, sino rápidamente superada.
En todo este tiempo lo han inventado todo y han hecho uso de todos los recursos posibles por no dejar gobernar y derrocar a los gobiernos legítimamente instituidos de Hugo Chávez, primero, y Nicolás Maduro, después: golpes de Estado, sabotajes petroleros, intentos de magnicidio, levantamientos insurreccionales, asesinato sistemático de líderes y militantes del chavismo, asesinato de militantes de la oposición de los cuales luego acusan al chavismo, infiltración de paramilitares colombianos, guerra económica y pare de contar. Todos y cada uno de estos hechos son públicos, notorios y comunicacionales, de los cuales existen pruebas y testigos cuando no directamente confesiones por parte de los involucrados. Y aún así, gracias a la alcahuetería de la prensa hegemónica así como de gobiernos e instancias internacionales -alcahuetería que en sí misma es un delito pues incita a mayor violencia-, insisten en hacerse ver como heroicas víctimas que luchan contra una feroz dictadura.
El último capítulo de esta telenovela tragicómica (más trágica que cómica) es el levantamiento que en las últimas semanas lleva a cabo la dirigencia oposicionista agrupada en la MUD (Mesa de Unidad Democrática), pero básicamente encabezada por su ala más extremista de derecha (los partidos Primero Justicia del gobernador CaprilesRadonsky y el diputado Julio Borges, y Voluntad Popular de Leopoldo López y Freddy Guevara). Este levantamiento ha dejado ya varias víctimas mortales, de las cuales solo una puede achacarse a la fuerza pública por uso excesivo de la fuerza (caso por el cual ya existen detenidos), mientras que otra fue producto de un extraño incidente protagonizado por un policía de tránsito (también detenido) que no estaba cumpliendo labores de control del orden público en contra un joven que no estaba manifestando y cuya familia –militantes chavistas- ha pedido a la dirigencia oposicionista no manipular su pérdida con fines políticos.
Las otras víctimas son todas achacables directamente a militantes del oposicionismo. Una señora murió al no poder ser trasladada a un centro asistencia por encontrarse el paso obstaculizado por manifestantes de derecha. La gran prensa afirmó en principio que murió por efecto de los gases lacrimógenos lanzados por la Policía Nacional Bolivariana, sin embargo, su propia familia salió a desmentir esta versión. Un joven comerciante fue asesinado en una urbanización de clase media alta del oeste de Caracas, al rodear unos escombros que obstaculizaban la vía. Fuerza de choque oposicionistas en motos de alta cilindrada lo alcanzaron y dispararon dentro de camioneta. Un niño de 12 años residente de un urbanismo de la Misión Vivienda, fue muerto por dos disparos cuando fuerzas de choque de la derecha atacaban las residencias por su reconocida filiación política (la Misión Vivienda, residencias de interés social construidas por el chavismo, son un emblema de la política social bolivariana).
Este 19 de abril fallecieron otras tres personas producto de la violencia de la derecha: un efectivo de la Guardia Nacional Bolivariana de un disparo en la urbanización de clase alta San Antonio de los Altos (cuya alcaldía es de Primero Justicia y queda en el estado Miranda, gobernado por Capriles); una señora que no participaba de ninguna de las manifestaciones convocadas para ese día pero que fue impactada en su cabeza por una botella de agua congelada lanzada desde un edificio de lujo contra la marcha chavista pasaba por la calle de abajo; y una joven en el estado Táchira que fue muerta por un disparo realizado por un reconocido empresario militante de extrema derecha. Hubo una cuarta víctima mortal este 19 de abril que fue también manipulada para culpar al gobierno, pero que en realidad se trató de un joven lamentablemente herido de un disparo para robarle la moto. La familia también exigió a la derecha no manipular el caso.
Lo más grave de todo este asunto, es que ya comporta un patrón de comportamiento de la derecha. Así por ejemplo, el 14 de abril de 2013, el gobernador Capriles Radonsky convocó a sus fuerza de choque a salir a las calles al no reconocer su derrota en las elecciones ganadas por Nicolás Maduro: 11 personas como consecuencia, todas militantes del chavismo incluyendo una niña arrollada junto a su familia por un camión cuando celebraban la victoria del candidato del PSUV. De la misma manera, durante las acciones terroristas de calles de 2014, enmarcadas en el plan de golpe de estado denominado La Salida (impulsado por Leopoldo López y María Corina Machado), de los 43 fallecidos resultantes, solo 5 fueron por el uso excesivo de la Fuerza Pública y 3 están en investigaciones, mientras que 35 fueron producto de los propios manifestantes violentos. De los fallecidos, 9 fueron funcionarios públicos: 6 militares, 3 policías nacionales y un fiscal del Ministerio Público. Valga acotar que los funcionarios policías y militares acusados de las muertes y maltratos sí están privados de libertad y siendo procesados.
De tal suerte, en la medida en que lejos de reconsiderar una estrategia que evidentemente no les da resultado pero que amenaza con llevar al país a escenario de mayor violencia, cabe preguntarse qué podemos esperar de la derecha venezolana: ya sabemos, ellos mismos lo han dicho, que no les interesa realmente que haya elecciones (por el cual nunca impulsó realmente el referéndum revocatorio en los lapso previstos por ley). Lo único que quieren que el presidente Maduro “se vaya ya”, que fue exactamente lo mismo que exigieron con Chávez durante sus 13 años de gobierno. Eso, claro, y que haya una invasión extranjera que subordine al país a autoridades foráneas. Por eso recurren a esta puesta en escena de autoagresión y agresión permanente, buscando crear las condiciones “objetivas” que justifiquen tal cosa.
En conclusión, dado su deambular entre el extremismo y la torpeza política, lo más probable es que asistamos a un recrudecimiento de su accionar terrorista. Hoy 20 de abril están convocando de nuevo a la calle, si bien con mucho menos poder de movilización) y han insinuado un paro nacional el cual no pareciera tener consenso entre los comerciantes, por más que como ha pasado en otras ocasiones cierren por miedo a represalias en aquellas zonas donde la derecha gobierna. De allí en adelante el escenario está abierto, lo que puede incluir hasta que en algún momento le de por declarar una especie de gobierno paralelo utilizando la Asamblea Nacional actualmente en desatado como mampara.
Mientras tanto, en la calle sigue la resistencia pasiva y activa de la población. Buen parte de la gente tratando de hacer su vida normal mientras el chavismo más militante está activado y movilizado. La concentración del 19 de abril fue de lejos la convocatoria del chavismo más grande de los últimos 4 años.
Luis Salas Rodríguez | CELAG


 Y ver ...


martes, 25 de abril de 2017

La victoria de Macron es la engañosa victoria que tranquiliza al "establishment" .






 
 Josetxo Ezcurra en Rebelión.

Macron: la engañosa victoria que tranquiliza






EL GANADOR DE LA PRIMERA VUELTA Y PROBABLE FUTURO PRESIDENTE, REPRESENTA TODO LO QUE HA FRACASADO EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS
No hubo sorpresas en la primera vuelta de las presidenciales francesas: el 7 de mayo los franceses deberán elegir entre el joven ex banquero y ex ministro liberal-europeísta, Emmanuel Macron, y la ultraderechista Marine Le Pen que defiende un programa de repliegue nacionalista. Será una opción entre una tranquilizadora continuidad y una ruptura destructiva.
Tranquilizadora porque todos los sondeos -y en estas elecciones sus pronósticos han sido bastante ajustados- indican que el 7 de mayo Macron batirá a Le Pen por 60% contra 40%, veinte puntos de diferencia. Eso quiere decir que Francia continuará por la senda de las últimas décadas, lo que es una buena noticia para los mercados, para la estabilidad de los grandes intereses financieros y empresariales, franceses, europeos e internacionales, y, naturalmente, para los medios de comunicación globales. Puede adelantarse que el peligro de una ruptura electoral se ha conjurado en Francia.
Pero vista con una perspectiva más amplia hay que reconocer que esta tranquilizadora victoria es al mismo tiempo engañosa. El más que probable futuro Presidente Macron representa y defiende un programa que intensifica todo eso que ha mostrado serias averías y disfunciones en los últimos treinta años a lo largo de los cuales se fraguó e incubó el  malheur de Francia y desembocó en la crisis financiera global de 2008, desencadenante a su vez del grave proceso desintegrador que se vive en la Unión Europea desde entonces. ¿Qué supone esta victoria en ese contexto?
Macron será el presidente que continuará la devaluación interna, el ajuste salarial vía subempleo y precarización en la carrera hacia la competitividad. A juzgar por su programa y manifestaciones todo apunta a que él es el candidato más conforme con la actual línea germano-europea.
“Francia solo podrá influir sobre Alemania si tiene credibilidad en el plan económico y financiero”, “seremos fuertes en Europa y en el mundo, porque habremos hecho reformas”. Y el signo de esas reformas es inequívoco: forzar, un poco más, -desde luego no tanto como pretendía el programa del candidato conservador, François Fillon- lo realizado e intentado hasta ahora.
Macron quiere llevar mucho más allá la reforma laboral, a la que se opusieron el 67% de los franceses sin que la mayoría de ellos se decidieran a salir a la calle la pasada primavera. Si el hollandismo tuvo que aplicar aquella reforma eludiendo al parlamento, vía el artículo 49/3 de la Constitución, Macron adelanta que transformará el código de trabajo por decreto. Una temeridad.
Las elecciones de ayer han confirmado la recomposición del panorama político francés. Por primera vez los dos partidos que dirigieron la política francesa y se alternaron en el poder durante medio siglo, socialistas y conservadores, no han pasado a la segunda vuelta. La descomposición del Partido Socialista es manifiesta (su candidato recibió ayer el 6% de los votos) y el fracaso de Fillon (en torno al 19,7%) anuncia algo parecido en Los Republicanos. Cualquiera de los cuatro contendientes con posibilidades ayer en liza, habría sido un presidente frágil, con un apoyo del 25% y tres cuartas partes del electorado en su contra. Los apoyos reales están en la primera vuelta, los de la segunda reflejan sobre todo impedir la victoria del otro, en este caso Le Pen. En este contexto de debilidad, Macron aparece sin partido que le respalde.
La candidatura y la victoria electoral de Macron han sido un éxito, pero ese éxito ha precisado la demolición del sistema de partidos francés. Durante treinta años esos partidos han escenificado la ilusión de una alternancia, ilusión porque en las grandes cuestiones que ahora están en crisis -el proyecto europeo y las líneas maestras de la política socio-económica- no era real. Macrón ha roto aquella apariencia: no es “ni de izquierdas, ni de derechas”, siendo las dos cosas a la vez. En esta operación, el sistema ha tirado por la borda el recurso a aquella alternancia. ¿Un último cartucho?
Vista con distancia, la situación es crítica: todo lo que en Europa está produciendo radicalización y contestación va a continuar. Eso significa que lo que ha ocurrido con el Brexit y con la victoria de Trump va a seguir avanzando en Francia. En 2002 el Frente Nacional fue derrotado por Jacques Chirac por una diferencia de 60 puntos en la segunda vuelta. Ahora Marine Le Pen será derrotada por 20 puntos de diferencia. En estas elecciones Le Pen ha ganado un millón de votos más respecto a 2012.¿Cómo evolucionará esa distancia en los próximos años si el sistema no cambia –y no hay el menor signo de ello? Mientras se felicita por ese margen, ¿ignora Francia que baila sobre un volcán?
Y mientras tanto, el panorama no se acaba con Le Pen. Surgen otras plataformas de ruptura altermundistas como la de Jean-Luc Mélenchon (que ayer obtuvo  alrededor del 19,2% de los votos, es decir  más de ocho puntos más que en 2012, un incremento muy significativo). La alternativa de Mélenchon no es destructiva sino transformadora, pese al absurdo signo de igualdad que se le pone con Le Pen en los medios de comunicación globales (“populismos” de uno u otro signo), pero preocupa, seguramente, aún más que Le Pen. Anoche había cierta decepción pero no ambiente de derrota en medios del movimiento altermundista la Francia Insumisa de Mélenchon.  A partir de ahora “la izquierda” son ellos, dicen, y su perspectiva de futuro no es mala. La izquierda francesa se ha reinventado en esta campaña.  Mélenchon se negó a dar una recomendación de voto para la segunda vuelta y anunció una “consulta pública” a su movimiento.
De cara a la segunda vuelta, la victoria de Emmanuel Macron reviste aspecto de trámite: va a recibir todo el voto del hollandismo y de la derecha. Así lo expresaron anoche el primer ministro Bernard Cazeneuve, su predecesor Manuel Valls, el candidato socilista, su rival conservador, François Fillon, las personalidades de su partido, Los Republicanos (Laurent Wauzquiez, François Baroin, Christian Estrosi), en definitiva el grueso de la clase política. François Hollande lo hará en los próximos días. Al lado de eso, el Frente Nacional solo recibirá algunos votos de la derecha  enfadada: “aquellos que tienen la sensación de que les han robado las elecciones”, dijo el vicepresidente del Frente Nacional, Florian Philippot, refiriéndose al escándalo del Penélopegate que en enero acabó con el indiscutible liderato de Fillon en esta carrera y que muchos de sus electores consideran una jugarreta planificada.
Ante 3000 seguidores centenares de periodistas, Macron, el joven brillante de 39 años que hace tres era un perfecto desconocido para los franceses, celebró su victoria. Saludó a sus diez contrincantes y agradeció al socialista Hamon y al conservador Fillon por pedir el voto para él el 7 de mayo.
“En un año hemos cambiado el rostro de la vida política francesa”, dijo. Beneficiado por el escándalo de Fillon, Macron ha mantenido una campaña políticamente hueca en la que él ha sido el principal producto y mensaje. Pero ha funcionado. La República se ha tragado el producto. Una gran cuestión. Anoche Macron negó que su movimiento sea un lobby ni una burbuja. “Quiero unir a los franceses”, dijo apelando a la “exigencia del optimismo y a la esperanza para nuestro país y para Europa”. “Quiero ser el presidente de los patriotas ante la amenaza de los nacionalistas”, siguió. “Refundar Europa”, “relanzar la construcción europea”, insistió.
La correlación de fuerzas en Francia se mide sobre el eje de la soberanía nacional. Los franceses están descontentos sobre todo porque la vida de la mayoría se degrada y porque su república no puede hacer nada contra eso. Todo lo que cuenta en cuanto a decisiones queda fuera del alcance de su voto y soberanía nacional. El euro impide ajustes y devaluaciones, los ministerios de economía son meros ejecutores de directivas decididas en la UE, la OMC, el FMI. El derecho europeo tiene mayor rango que el nacional, pese a carecer de un fundamento democrático: es legal, pero no legítimo. La política exterior y de defensa viene encuadrada por una estrategia (americana) organizada a través de la OTAN que es no solo exterior a la nación, sino a la propia UE. Y encima, toda esa desposesión ha sido santuarizada, blindada en normas y tratados para hacerla irreversible.
Esa situación hay que contrastarla con la correlación de fuerzas que han evidenciado estas elecciones: 8 de los 11 candidatos que concurrieron ayer son más soberanistas que mundialistas. El voto sumado de todos ellos supera  el 50% de lo expresado y el malestar por la desposesión de Francia va aún más allá.  La posición de Emmanuel Macron, el más claro representante de la Francia en la globalización, es, por tanto, extremadamente frágil y engañosa. Su victoria parece un último cartucho. Quizá sea el último recurso antes de la erupción.